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La educación básica y la "cuestión social" contemporánea




    Monografía destacada

     

    Introducción

    Desde el momento constitutivo de los estados-nación latinoamericanos
    se produjo una profunda diferenciación entre dos
    ámbitos de vida. Por una parte el mundo de la sociedad y la cultura tradicional de base
    rural y por el otro el emergente modo de vida urbano, industrial
    y relativamente integrado (comercial y culturalmente) con los
    grandes centros mundiales de desarrollo capitalista
    (Europa y los EE.UU.). Los
    sistemas educativos
    latinoamericanos son contemporáneos al Estado-nación moderno y tuvieron
    una clara misión de convertir la
    "barbarie" en "civilización". Esta función manifiesta
    permeó las instituciones y prácticas
    educativas en toda América Latina.

    Los primeros y más grandes "éxitos" de la
    escuela latinoamericana se
    registraron en las ciudades.

    Donde las sociedades experimentaron
    procesos de desarrollo y
    movilidad, la escuela acompañó y facilitó estas
    transformaciones. Los ritmos y modalidades de inserción de
    las economías latinoamericanas en la estructura económica del
    capitalismo mundial fueron
    extremadamente diferenciados. Lo mismo puede decirse del
    desarrollo del liberalismo y la democracia política.

    Los actuales procesos de globalización reforzaron las
    tendencias al desarrollo desigual. Por una parte los sectores
    urbanos ya integrados a la economía mundial
    estuvieron en mejores condiciones para reconvertirse a las nuevas
    lógicas de producción e intercambio.
    Los sistemas educativos fueron acompañando estas
    transformaciones también de un modo desigual.

    Las desigualdades históricas (en términos de
    oportunidades de acceso, rendimiento y calidad) de la educación básica están en
    vías de profundizarse como resultado de las transformaciones
    recientes de la economía y la sociedad
    latinoamericanas. Los objetivos homogéneos y
    homogeneizadores de la vieja escuela pública de la
    etapa constitutiva de las repúblicas modernas contrastan
    cada vez más con un sistema educativo cada vez
    más diferenciado, segmentado y "descentrado". Dicha
    fragmentación, en gran medida tiene la misma morfología de la estructura
    de la sociedad.

    En consecuencia, el problema de la educación
    básica no existe en forma singular, sino plural y
    diferenciado según el segmento social de que se trate.
    Muchas veces la desigualdad y la exclusión social se
    manifiestan y conviven con la diferenciación y
    exclusión espacial y territorial. Cada vez en mayor medida,
    distintos "mundos" conviven en el espacio cada vez más
    heterogéneo de los Estados nacionales latinoamericanos.
    Mejorar las chances de vida futura de los niños latinoamericanos
    requerirá de una estrategia diferenciada que tenga
    en cuenta la especificidad de sus problemas y necesidades
    educativas.

    El texto que sigue tiene dos
    partes. En la primera se trata de proponer un argumento para
    entender el sentido de lo que podríamos denominar "la
    cuestión social contemporánea". En la segunda se
    proponen algunos criterios para una política de desarrollo
    de la educación básica en el contexto del desarrollo social, tal como
    éste se presenta en la actualidad.

     

    1. Problemas sociales del
    capitalismo

    1.1. Pensar
    relaciones

    Razones de simple sentido común, y también
    razones epistemológicas obligan a pensar los problemas
    sociales y educativos contemporáneos desde un punto de vista
    relacional e histórico.

    No existe lo social como una sustancia independiente de
    lo político, lo económico y lo cultural.

    Por otro lado, todo objeto social (la pobreza, la exclusión,
    la familia, el Estado, etc.) es el
    resultado de un proceso. Por eso toda
    verdadera ciencia social no puede dejar
    de ser histórica. El propio lenguaje que usamos para
    hablar de las cosas sociales, tiene su historia, que es preciso conocer. Esta
    perspectiva relacional e histórica es la más adecuada
    para captar las especificidades, las particularidades de las
    situaciones que debemos enfrentar en el presente.

    Durante la segunda mitad del siglo pasado y las primeras
    décadas del presente, tanto en el campo político como
    en el intelectual, se instaló una preocupación por los
    desajustes y problemas sociales emergentes del avenimiento
    progresivo de la sociedad capitalista, industrial y
    urbana.

    Esta "gran transformación", como la calificó
    Karl Polanyi ( 1992), conmovió los cimientos de la sociedad
    tradicional, desde aquellos que estructuraban su sistema de relaciones
    económicas hasta los que organizaban el mundo de la cultura
    y la misma "subjetividad" de los hombres.

    Este proceso, que el sociólogo alemán Norberto
    Elías (1983) denominó "civilizatorio" es
    multidimensional y afecta en forma contemporánea distintas
    dimensiones de la vida social.

    Contra ciertas visiones deterministas simples e ingenuas
    que pregonan determinadas precedencias lógicas y temporales
    ("primero el desarrollo de las fuerzas y relaciones productivas,
    luego las relaciones sociales y después las superestructuras
    culturales", etc.), estas transformaciones transcurren por
    caminos más complejos. Más que pensar en causas simples
    y lineales es preciso pensar en causalidades estructurales y
    recíprocas, ya que ciertos factores son eficientes en la
    medida en que actúan combinados con otros. A su vez, los
    efectos que producen, por lo general terminan por afectar a sus
    propias causas. Así, mientras algunos tienden a pensar que
    "el mercado" es una institución
    "natural" y que, en cierta medida "existe desde siempre" ( y que
    durante mucho tiempo su funcionamiento libre
    fue deliberadamente interferido por la ignorancia o mala voluntad
    de los hombres…etc.), un análisis elemental de la
    historia nos obliga a reconocer que se trata de una
    configuración social que tiene un origen y determinadas
    condiciones sociales de emergencia y desarrollo que no se
    manifiestan de la misma manera en todo momento y en todo
    lugar.

     

    1.2. Capitalismo y Estado
    moderno

    En efecto, ¿cómo comprender la expansión
    de la lógica de la
    producción y el intercambio capitalista sin tomar en cuenta
    el advenimiento del Estado moderno y su monopolio de la violencia física y simbólica legítimas
    sobre los hombres que habitan en un territorio bien determinado?
    A su vez, esta "institución" (es decir sistema de reglas que
    estructuran las prácticas humanas en un campo determinado)
    si quiere traducirse en prácticas y comportamientos requiere
    la conformación de agentes (capitalistas, obreros, etc.)
    dotados de ciertas predisposiciones específicas, es decir,
    modos de percepción, de
    valoración y de acción en situaciones
    específicas.

    En otras palabras, el mercado como arreglo
    institucional, requiere (y al mismo tiempo genera) ciertos modos
    de ser o, en otras palabras una determinada subjetividad es
    decir, un "código moral" o "código de
    comportamiento" (SEN, A.,
    1993).

    Los procesos de desarrollo de las tecnologías de
    transporte y comunicación, el despliegue
    de las fuerzas productivas, la aparición de nuevos y
    más complejos modelos de división
    funcional del trabajo y la consecuente
    extensión de las cadenas de interdependencia de los hombres
    son procesos que se manifestaron en la conformación de un
    nuevo modo de producción que se caracteriza por el paso de
    la economía de subsistencia a una economía monetaria
    "de mercado".

    Estas transformaciones, a su vez, son
    contemporáneas con el desarrollo del Estado nacional que fue
    el resultado de un proceso de concentración de poder en un centro
    (París, Roma o Buenos Aires) permitió
    "pacificar" territorios antes ocupados por unidades de poder
    menor cuyas relaciones a menudo se caracterizaban por la
    rivalidad y el conflicto armado.

    El monopolio de la violencia física legítima
    permitió la circulación libre de las mercancías,
    los hombres y la cultura en espacios territoriales más
    amplios que el de las viejas ciudades-estado, por ejemplo. Pero
    el Estado también reivindicó con éxito el monopolio del
    ejercicio de otro tipo de violencia legítima, el que tiene
    que ver con su capacidad de imponer determinados significados. El
    Estado, por lo general impone una lengua como lengua nacional,
    una historia común y un conjunto de símbolos que identifican
    a los ciudadanos de un país como formando parte de una
    unidad que los trasciende. El Estado tiene la capacidad de
    oficializar relaciones sociales tan relevantes como las que
    tienen que ver con la reproducción
    biológica y social de la población y las
    relaciones de propiedad, por ejemplo.
    Sólo el Estado otorga una identidad oficial (acta de
    nacimiento y documento de identidad, acta de matrimonio, divorcio, defunción,
    etc.). El Estado da (o "legaliza") títulos oficiales, sean
    esto de propiedad de bienes materiales o simbólicos
    tan estratégicos como el conocimiento (títulos
    escolares).

    Este Estado es una construcción social que
    se desarrolló en el tiempo y fue objeto de lucha y conflicto
    social entre intereses y proyectos contrapuestos. Es
    imposible pensar el mercado y la producción capitalista, en
    su forma contemporánea, independientemente de estas
    transformaciones en el plano de la política y el derecho que
    se manifiestan en instituciones sociales novedosas. Por
    último, economía y política existen en una
    sociedad determinada, conformada por agentes dotados de ciertas
    características objetivas y subjetivas, tales como
    condiciones de vida, propiedad, cultura, valores, etc. El capitalismo
    tiene y necesita de un "espíritu", es decir, produce
    subjetividades y comportamientos diferentes.

     

    1.3. La cuestión social
    como asunto de Estado.

    Las viejas formas de la "ayuda social", basadas en la
    lógica de la caridad cristiana y su versión
    secularizada, la filantropía se mostraron rápidamente
    insuficientes para responder al tamaño y complejidad de la
    "cuestión social" capitalista (TENTI FANFANI E.1989a).
    Estado y pobreza.

    Estrategias típicas de intervención; . El
    problema social fue adquiriendo dimensiones tales que obligó
    a la sociedad a desplegar nuevas estrategias de intervención.
    El Estado asumió la función de prestar asistencia a los
    explotados y oprimidos, víctimas del primer capitalismo.
    Para ello desplegó un sistema normativo e institucional que
    fue creciendo paulatinamente con el tiempo. A su vez, los
    asalariados capitalistas progresivamente fueron adquiriendo
    cierta capacidad para actuar en forma colectiva en defensa de sus
    intereses frente a los patrones y frente al Estado. Son conocidos
    los análisis del sociólogo inglés A. Marshall acerca
    del progresivo desarrollo de los derechos civiles, políticos y sociales.
    Los obreros del capitalismo constituyeron sus propias organizaciones sociales (sindicatos) y políticas (los partidos
    socialistas europeos) y lograron modificar los equilibrios de
    poder en su propio beneficio.

     

    1.4. El trabajo se convierte en
    empleo

    El primer capitalismo, luego de un largo proceso de
    lucha y negociación transformó
    el trabajo humano en empleo, es decir, en una
    actividad humana regulada socialmente, estructurada mediante un
    sistema legal sancionado y administrado por el Estado. La
    relación de trabajo entre el asalariado y el capitalista no
    se define exclusivamente en función del poder y la capacidad
    de presión de las partes
    tomadas aisladamente. Los protagonistas de esta relación
    contratan en el contexto de un marco legal que define derechos y
    deberes especificos que los contratantes deben respetar (CASTEL
    R., 1996). El Estado capitalista no sólo fue desplegando una
    serie de leyes y reglamentos, sino que
    también montó un conjunto de dispositivos
    institucionales con recursos y competencias como para garantizar
    el cumplimiento de la legislación y eventualmente sancionar
    a los infractores eventuales (departamentos de trabajo,
    tribunales laborales, etc.). También en este caso, la
    lógica del mercado y del interés privado (de los
    contratantes) se complementa con un marco regulatorio y las
    instituciones especializadas que, entre otras cosas, se asientan
    en ese recurso típico del Estado que es la fuerza publica. El
    interés privado (de capitalistas y asalariados) y el poder
    del Estado se complementan para garantizar las condiciones
    básicas del funcionamiento regular de la producción
    capitalista.

    El mercado de trabajo es el lugar donde se realiza la
    distribución primaria de la
    riqueza producida. Sin embargo, el Estado, a través de sus
    políticas, opera una segunda distribución, llamada por
    esta razón "secundaria" que en principio tiene como objetivo, entre otras cosas,
    corregir las desigualdades producidas por la distribución
    primaria. Este modelo hizo que se considerara
    verosímil y posible la realización del derecho de
    ciudadanía social que
    garantiza a todos los individuos un grado de satisfacción
    determinado ("una vida digna") de sus necesidades básicas,
    independientemente de su inserción en el mercado de
    trabajo.

    Detrás de este modelo de organización social que se
    dio en denominar "welfare state" existieron condiciones objetivas
    de desarrollo (capitalismo nacional, Estado interventor con
    políticas anticíclicas de cuño keynesiano, etc.) y
    actores colectivos, con sus intereses, relaciones de fuerza,
    estrategias, conflictos, etc. cuya historia
    todavía no se conoce en forma exhaustiva.

    El advenimiento del Estado benefactor en la Europa de la
    postguerra y su despliegue en otros continentes bajo formas
    más o menos análogas en varios países de América Latina marcó
    el punto más alto de lo que podríamos denominar el
    capitalismo integrador (ISUANI, E.A. y TENTI FANFANI E.,
    1989b).

    El trabajo asalariado pasó de ser un indicador de
    opresión y oprobio a una condición estamental dotada de
    un estatuto legal que la estabiliza y le garantiza toda una serie
    de contraprestaciones no sólo monetarias, sino también
    sociales (estabilidad en el trabajo, salario mínimo garantizado,
    vacaciones pagadas, cobertura de riesgos de accidentes, salud, desempleo y vejez, vivienda,
    formación profesional, etc.). En su momento de esplendor, a
    mediados de la década de los años setenta, los
    asalariados constituyen cerca del 80% de la población
    económicamente activa de la Europa continental. En esos
    "treinta gloriosos" años (como dicen los franceses) que van
    de 1945 a 1975, siempre existió un porcentaje de personas
    que no encontraban empleo. Pero se trataba de un desempleo
    funcional y en la mayoría de los casos temporal al que la
    sociedad hacía frente mediante el seguro de desempleo. Para las
    situaciones extremas y minoritarias de exclusión social el
    Estado desplegaba una estrategia asistencial de
    emergencia.

    El capitalismo desarrollado fue capaz de hacer crecer en
    forma relativamente continua (con sus crisis cíclicas,
    controladas por medidas de política económica de
    cuño keynesiano) el volumen de los productos y servicios producidos y una
    distribución más equitativa de los mismos, lograr una
    situación cercana al pleno empleo y desarrollar una estructura social donde la
    gran mayoría de los individuos alcanzaba un nivel digno de
    satisfacción de sus necesidades básicas. La lucha de
    clases se fue volviendo lucha individual por las
    "clasificaciones", es decir, por escalar posiciones en esa
    estructura que aparecía bien diferenciada, pero
    potencialmente abierta para todos.

     

    1.5. El Estado benefactor en
    América Latina

    Algo parecido a este "mundo capitalista feliz" fue
    realidad en los países del occidente más desarrollado.
    En América Latina, en cambio, esta imagen fue más un proyecto que una
    realidad.

    La denominada etapa de sustitución de importaciones permitió el
    desarrollo desigual los capitalismos basados en el mercado
    nacional. En muchos países tales como Argentina, Chile,
    Uruguay, Brasil, México, los procesos de
    industrialización y urbanización alcanzaron ritmos
    elevados durante la década de los años sesenta. El
    grado de incorporación exitosa a estos procesos fue muy
    desigual. El desarrollismo también trajo como consecuencia
    la expansión del fenómeno de la marginalidad. La expansión
    de las favelas, villas miseria, callampas, vecindades,
    rancheríos, etc. en las afueras de los grandes centros
    urbanos e industriales fueron el signo distintivo de una
    época. Sin embargo, en medio de esas dificultades se pensaba
    que la "villa miseria" era una especie de situación
    transitoria, una "emergencia" social temporaria que
    constituía la antesala de la vida urbana formal. La ideología del progreso,
    dominaba en el discurso ideológico de la
    época tanto en su versión "reformista" como
    "revolucionaria". Las fuerzas portadoras de este proceso
    modernizador en su forma típica fueron la burguesía
    capitalista nacional y la clase de los asalariados
    urbanos organizados en sindicatos. Sus expresiones políticas
    no fueron sólo los partidos. Las fuerzas armadas
    latinoamericanas y los movimientos populares presididos por
    líderes carismáticos (el populismo) muchas veces fueron
    quienes lideraron, con mayor o menor éxito, el proceso de
    transformación. La fuerza del Estado fue un ingrediente
    fundamental en esta alianza de poderes que presidió el
    desarrollo del capitalismo en la América Latina de
    postguerra.

    Sin embargo, grandes contingentes de la población
    de América Latina nunca se integraron en el corazón del mercado de
    trabajo capitalista. Los elevados índices de informalidad,
    precariedad, cuentapropismo y las poblaciones indígenas que
    viven en gran parte en economías de autosubsistencia son el
    testimonio del carácter desigual del
    desarrollo del capitalismo como modo de producción y como
    modo de vida. Esta población no integrada o parcialmente
    integrada al empleo moderno y todas sus ventajas asociadas (y que
    en su gran mayoría integra los rangos de la pobreza urbana y
    rural tradicional) permanece relativamente al margen de las
    crisis que periódicamente amenazan la seguridad vital de los grupos más integrados al
    modo de vida capitalista urbano de América
    Latina.

     

    2. La "Gran
    Transformación" actual

    Este es el mundo que se termina con las transformaciones
    del capitalismo actual. La apertura de los mercados nacionales,
    globalización de la economías, alentados por los
    profundos cambios en las tecnologías de la comunicación y los
    transportes, la internacionalización y concentración
    del capital en sus diversas
    especies (en especial la financiera y la
    científico-tecnológica) han producido una serie de
    efectos sobre las configuraciones políticas, sociales y
    culturales que acompañaron la emergencia y desarrollo de ese
    primer capitalismo que acabamos de describir arriba.

    Hoy tenemos otro Estado y otra relación
    estado-sociedad, otras relaciones de fuerza entre poderes
    económicos, políticos y culturales, otra
    morfología social y nuevos dilemas de integración social. El
    proceso recién está en sus inicios y las sociedades
    tienen más conciencia de lo que se termina
    que de lo que está emergiendo. Por eso la moda de las etiquetas post para
    calificar cambios en la cultura, la economía, el Estado,
    etc. (sociedad postmoderna, postindustrial, etc.).

     

    2.1. Características
    estructurales

    En brevísima síntesis, y sin proponer un
    orden o estructura interpretativa, estas son algunas de las
    características distintivas de las transformaciones en
    marcha:

    a) en la economía: expansión de la
    economía a escala planetaria, tendencia a
    la liberación de todas las barreras que regulaban y
    limitaban el movimiento del capital
    financiero y (en menor medida) las mercancías, introducción creciente
    de conocimiento científico
    y tecnológico en la producción de bienes y servicios,
    tendencia a producir nuevos productos y servicios para
    públicos restringidos (a diferencia de la producción
    de masas de tipo fordista), mercantilización progresiva de
    bienes y servicios, desarrollo de pequeñas unidades
    productivas desconcentradas, etc.;

    b) en la política: constitución de centros de
    poder (y su concentración) en agencias supraestatales
    (mundiales o regionales) e incapacidad para establecer
    regulaciones en los movimientos financieros, privatización,
    delegación, descentralización,
    desconcentración de competencias y atribuciones del Estado
    nacional hacia unidades terrioriales menores (provincias,
    municipios, etc.), debilitamiento de los agentes e
    instituciones políticas frente a otros poderes
    (económicos, comunicacionales, religiosos, etc.),
    reducción del Estado como productor de bienes y servicios
    básicos y desregulación de la economía, crisis
    de los sistemas de representación tradicionales (partidos,
    parlamentos, etc.) y en la participación
    ciudadana, etc.;

    c) en la cultura: contradicción entre la
    imposición hegemónica de determinados modos de vida
    (la mentada "macdonaldización" del mundo) como resultado,
    entre otras cosas, de la globalización de las
    economías y las agencias de producción cultural
    (medio masivos de comunicación) y procesos tales como
    multiplicación de las ofertas culturales y fortalecimiento
    de formaciones culturales tradicionales y premodernos,
    despliegue de nuevas y viejas formas de irracionalismo,
    relativismo cultural, etc. que plantean problemas nuevos a las
    agencias tradicionales encargadas de la formación de la
    subjetividad (familia, escuela, etc.),
    predominio de una cultura que privilegia el egoismo, lo
    privado, la lógica utilitaria y calculadora por sobre la
    acción colectiva, la solidaridad, lo público y
    el interés general, como principios estructuradores de
    las prácticas sociales de todo tipo (productivas,
    sociales, afectivas, morales, etc.

    Todo cambio social obedece a una combinación de
    factores objetivos cuya dinámica no es sólo
    parcialmente planificada y calculada (por ejemplo, el desarrollo
    demográfico, el científico tecnológico, etc.) y de
    factores subjetivos que tienen que ver con actores colectivos,
    intereses, estrategias y equilibrios de poder. En parte, las
    transformaciones económicas, políticas y culturales
    fueron objeto de una política y un proyecto que operaron
    dentro de un contexto objetivo determinado.

    Las políticas públicas del denominado
    "Washignton consensus" o del "neoliberalismo" fueron
    posibles en virtud de una modificación significativa en los
    equilibrios de poder. Un dato salta a la vista: la tendencia a la
    fragmentación y debilitamiento de los actores colectivos
    clásicos, en especial, fragmentación de los actores
    sociales y políticos representativos de los asalariados,
    como resultado de las modificaciones introducidas en la
    producción capitalista. Hoy asistimos al fin de las grandes
    unidades de producción típicas del primer capitalismo,
    la desconcentración de la producción en unidades
    pequeñas, la fragmentación, particularización y
    diferenciación de la fuerza de trabajo en relación con
    la incorporación de conocimiento cientifico y
    tecnologico y la aparición de nuevas y más complejas
    formas de division del trabajo, etc.

    Demás está decir que, mientras los asalariados
    disminuyen en cantidad y calidad (se diferencian por sector,
    calificación, función, tamaño de la empresa, localización
    geográfica, etc.) y se debilitan sus organizaciones
    representativas (sindicatos, partidos obreros, etc.), el
    capitalismo (en sus diferentes manifestaciones) tiende a la
    concentración y aumenta su capacidad relativa de determinar
    políticas públicas definiendo reglas y orientado
    recursos en función de sus intereses y proyectos. Estos
    cambios en las relaciones de fuerza están en la base de la
    implementación más o menos exitosa de muchas
    políticas neoliberales, tanto en los países centrales
    como en los periféricos, en un
    contexto de democracia política.

     

    2.2. La "cuestión
    social" hoy.

    Las nuevas configuraciones económico sociales de la
    era de la globalización demuestran ser más efectivas
    para aumentar la producción que para distribuir la riqueza.
    En otras palabras vivimos tiempos en que las sociedades como un
    todo son más ricas, pero también más desiguales.
    Cada vez más ciudadanos, hombres y mujeres, viejos y
    jóvenes, habitantes del campo y de las ciudades quedan fuera
    de la economía moderna, son excluidos de los frutos del
    bienestar y también de las ventajas y responsabilidades de
    la ciudadanía política.

    Cada vez se produce más riqueza con menos fuerza de
    trabajo y para menos consumidores. Las naciones unidas estiman que en
    este fin de siglo, el 20% de la población consume el 86 % de
    los bienes y servicios contabilizados en el PBI mundial. En
    palabras simples, los ricos son cada vez más ricos y los
    pobres son cada vez más numerosos. Pero para comprender el
    carácter propio de esta pobreza en relación con las
    pobrezas previas del capitalismo es preciso revisar los impactos
    de las transformaciones del modo de producción sobre la
    estructura y dinámica del empleo actual.

    Hoy el mercado de trabajo presenta algunas novedades de
    peso que es preciso analizar con mayor profundidad. Entre ellas
    pueden citarse las siguientes:

    a) El empleo se convierte en un elemento escaso en la
    sociedad. El indicador más evidente es la aparición
    del desempleo abierto de dos dígitos. Este fenómeno
    es más llamativo allí donde el mercado del empleo
    formal fue capaz de incorporar a proporciones significativas de
    la fuerza de trabajo, como es el caso de los países
    capitalistas avanzados y las sociedades latinoamericanas de
    mediano desarrollo. Junto con el fenómeno del desempleo
    abierto se manifiesta otras modalidades de inserción
    incompleta, tales como el subempleo (individuos que trabajan
    menos tiempo del que quisieran trabajar) y el desempleo oculto
    constituido por aquellos que, aun cuando necesitarían
    trabajar, se autoexcluyen de la búsqueda de empleo,
    desestimulados por la escasa o nula probabilidad de acceder al
    mismo.

    b) El empleo tiende a la informalización, es
    decir, a convertirse cada vez mas en una relación social
    de hecho. En consecuencia, la relación laboral está cada vez
    más determinada por la fuerza propia de los agentes
    directos (en el límite, la fuerza del asalariado y el
    empleador particular).

    Demás está decir que esta desregulación
    produce una modificación del equilibrio de poder entre
    capitalistas y asalariados en beneficio de los primeros. Y por
    lo general, la experiencia enseña que la fuerza del
    derecho laboral tuvo un
    importante efecto igualador (el Estado de derecho se asienta
    en la igualdad de todos ante la
    ley).

    c) La crisis de la idea de contrato colectivo de trabajo.
    La relación laboral tiende a reproducir las formas
    originales de un contrato individual entre asalariado y
    empleador. Los primeros tienden a perder el valor agregado de la
    negociación colectiva, por rama o por sector. En el
    límite, el capital prefiere discutir y definir las
    condiciones de trabajo en forma individual con cada uno de los
    agentes. El debilitamiento de las organizaciones
    representativas del trabajo está detrás de la
    decadencia de la idea y la práctica de la negociación
    y el contrato colectivo.

    d) La mayoría de los nuevos empleos que generan
    las economías actuales son precarios, con duración
    predeterminada y también inestables. El puesto de trabajo
    en la economía formal había adquirido un
    carácter de estabilidad que estructuraba buena parte de la
    vida de los asalariados y sus familias ofreciéndoles un
    horizonte largo que permitía planificar proyectos,
    calcular recursos e inversiones del más
    diverso tipo (compra de bienes materiales, inversiones
    educativas, estrategias reproductivas familiares,
    etc.).

    e) Los empleos se crean preferentemente en el sector
    de la producción de servicios personales, la mayoría
    de ellos muy particularizados y en pequeñas unidades
    productivas. La terciarización de la economía planea
    una serie de desafíos a los sistemas de formación de
    la fuerza de trabajo, en especial la educación formal. Las
    competencias que se requieren para desempeñar estas tareas
    son un mix de conocimiento técnico (muchas veces de
    carácter complejo) y de actitudes, capacidades y
    valores relacionales y comunicacionales que requieren un tiempo
    y recursos adecuados para su aprendizaje.

    f) Por último, el mercado de trabajo tiende a
    privilegiar el trabajo autónomo sobre el trabajo
    asalariado. La autonomía supone una capacidad, por parte
    del trabajador, para crear su propio puesto de trabajo y
    garantizar cotidianamente las condiciones sociales de su
    reproducción. Y esto no se realiza sin poner en
    práctica una serie de conocimientos y orientaciones
    (creatividad, capacidad de
    iniciativa, de cálculo, de relación,
    negociación, etc.) cuya apropiación supone un
    laborioso y costoso proceso de aprendizaje.

    Este cuadro incompleto y desordenado de las
    transformaciones del trabajo en nuestras sociedades son de tal
    magnitud que obligan a "reconvertir" a cantidades ingentes de
    trabajadores que se vuelven innecesarios y/o "inempleables". Esta
    es la lógica que subyace a la "cuestión social"
    contemporánea: a) Se puede aumentar la producción
    disminuyendo el empleo. (En el límite se puede producir el
    doble con la mitad de los empleos actuales) y b) La
    inserción en el mercado de trabajo emergente requiere una
    reconversión de la fuerza de trabajo que ningún
    espontaneismo de las fuerzas del mercado puede
    garantizar.

     

    2.3. Los habitus y
    comportamientos de la exclusión.

    Muchos niños nacen y crecen en espacios sociales y
    en hogares que no cumplen ninguna función estratégica
    para el conjunto (desempleados, subempleados, empleados del
    sector informal pobre, etc.). Su contribución a la
    reproducción del conjunto tiende a ser mínima. La
    exclusión social se manifiesta y al mismo tiempo se refuerza
    mediante la segregación espacial-territorial. En
    consecuencia muchos hombres y mujeres, niñas y niños
    tienen una existencia totalmente al margen, sin ningún
    significado para el conjunto mayor de la sociedad mundial. Pueden
    existir o no sin que esto afecte para nada la reproducción
    del todo. Son los que están de más y que, en la medida
    en que así lo autoperciban, no tienen mayores razones para
    vivir, es decir, para encontrarle un sentido a la vida. El Estado
    que garantizaba la integración y el bienestar de las
    mayorías ahora se convierte en un amplio y difuso estado de
    malestar, de inseguridad y de angustia de
    porciones significativas de la población del planeta. Un
    continente entero como el Africa pareciera existir al
    margen de la sociedad globalizada. Sus intercambios en el mercado
    mundial son de una importancia escasa.

    Pero también existen los excluidos físicamente
    localizados en el corazón de los centros urbanos más
    desarrollados. Los ghettos urbanos son como islas donde prima una
    especie de extraterritorialidad social, de abandono del Estado de
    sus poderes y de sus recursos. En las periferias de las
    metrópolis occidentales tienden a conformarse espacios de
    vida y de socialización que recuerdan
    a esas sociedades con baja diferenciación funcional y escaso
    nivel de interdependencia. Ni la economía de mercado ni los
    monopolios de Estado tienen una presencia en estos territorios.
    Allí tiende a instaurarse una especie de economía no
    monetaria hecha de trueque, delincuencia, intercambio de
    dones, etc.. muchas veces tiende a regir cada vez más la ley
    del más fuerte en un contexto de guerra de todos contra todos
    donde las bandas armadas dirimen sus conflictos mediante el
    despliegue incontrolado de la violencia, las venganzas,
    etc.

    Hasta llegan a conformarse especies de monopolios
    provisorios de violencia física y hasta prácticas
    informales de monopolios fiscales (cobro de impuestos mediante el chantaje,
    peajes, cuotas de seguridad, etc.). Muchos niños crecen y se
    desarrollan en medio de estas configuraciones sociales donde
    predominan la inseguridad, la angustia, la instabilidad, el
    miedo, la ausencia de porvenir. En estas condiciones los habitus
    psíquicos que se conforman tienden a tener determinadas
    características estructurales que inducen a comportamientos
    acordes a los desafíos que la vida plantea en esos espacios.
    Hasta podría decirse que el contexto de la exclusión es
    el caldo de cultivo de habitus psíquicos y de
    comportamientos inciviles que están en la base de un proceso
    de involución o descivilización que puede llegar a
    constituir una amenaza para la integración del todo
    social.

    El espacio de vida de la exclusión marca el regreso de la
    heterocoacción como principio generador de comportamientos
    sociales. En cada vez mayor medida, el mundo de la vida cotidiana
    de los desintegrados está regido por una especie de "ley de
    la jungla urbana. En estos territorios reina el miedo, la
    inseguridad y sólo la fuerza limita a la fuerza de los
    otros. En el espacio del ghetto y las áreas marginales de
    las grande urbes de occidente no rige la fuerza de la ley que
    solo el Estado puede garantizar.

    Por otra arte el Estado social tiende a
    ser progresivamente reemplazado por el Estado penal. La
    proliferación de viejas y nuevas formas de delincuencia y
    conductas anómicas se manifiesta en el desarrollo de la
    instituciones claramente represivas: policía, justicia y cárceles. En
    los últimos 20 años en Estados Unidos la población
    carcelaria tuvo un crecimiento espectacular ya que pasa de
    379.393 presos (1975) a 1.585.401 (1995). En este último la
    tasa de encarcelamiento (número de presos cada 100.000
    habitantes) llega a 600 (WESTERN B, BECKETT K y HARDING D, 1998, pag.
    28). De continuar este ritmo de crecimiento en el año 2.000
    los EEUU comenzarán el milenio con un total de 2.500.000
    personas en prisión. Cabe señalar que el mundo de la
    cárcel es un ejemplo perfecto de heterocoacción ya que
    allí la autonomía de los individuos se reduce a su
    mínima expresión.

    El aumento de la tasa de encarcelamiento (número de
    personas en las prisiones por 100.000 habitantes) es un
    fenómeno generalizado en los países capitalistas
    desarrollados, ya que "durante el último decenio pasa de 90
    a 125 en Portugal, de 60 a 105 en España, de 90 a 100 en Gran
    Bretaña (incluido el País de Gales), de 75 a 95 en
    Francia, de 76 a 90 en
    Italia, de 65 a 75 en
    Bélgica, de 35 a y 50 respectivamente a 65 en Holanda y
    Suecia, y de 35 a 55 en Grecia en el período
    1985-1995" (VACQUANT, L., 1998, pag. 3). En los países de
    mayor desarrollo relativo de América Latina, aunque nos
    disponen de cifras confiables, todo parece indicar la existencia
    de un recrudecimiento de las conductas delictivas, en especial en
    las grandes concentraciones urbanas. Es bien sabido que la
    violencia genera actitudes y comportamientos violentos no solo en
    forma directa y mecánica, sino mediante
    la conformación de habitus psíquicos desestructurados,
    agresivos, etc. Se establece de esta manera otro círculo
    vicioso que algunos creen poder contrarrestar exclusivamente
    empleando las clásicas medidas represivas.

    Las formas de la exclusión y precarización
    laboral aportan su contribución en la generación de
    personalidades y comportamientos desintegrados y desintegradores.
    La experiencia del desempleo prolongado, la sensación de
    instabilidad, la ausencia de futuro asegurado generan una
    sensación de impotencia y una "destrucción de las
    defensas psiciológicas" asociada a una desorganización
    generalizada de la conducta y de la subjetividad.
    Los excluidos tienden a tener conductas desordenadas,
    incoherentes e incapaces de proyectarse en una estrategia con
    objetivos a mediano y largo plazo.

    Las condiciones de vida de la exclusión hacen
    estragos en el proceso de construcción de la subjetividad de
    los jóvenes. Para muchos de ellos "se ha roto el lazo entre
    el presente y el futuro" ya que "la ambición de dominar
    prácticamente el porvenir (y con mayor razón, el
    proyecto de pensar y perseguir racionalmente aquello que la
    teoría de las
    anticipaciones racionales llama la subjective expected
    utility
    ) de hecho es proporcional al poder efectivo que se
    tiene para dominar ese porvenir, es decir, al poder que se tiene
    sobre el mismo presente" (BOURDIEU P., 1997, pag.
    262).

    Los desempleados, aquellos que sienten que "no tienen
    nada que hacer", que han perdido una función social, que se
    han desprendido de esas cadenas de interdependencia que nos
    relacionan con los demás y que nos proveen una identidad y
    un sentido a lo que se es y se hace. Para ellos el tiempo libre
    es un tiempo muerto, un tiempo inútil, un tiempo sin
    sentido. Esta experiencia no puede dejar de afectar la estructura
    psíquica y emocional de los sujetos. "Excluidos del juego, estos hombres
    desposeídos de la ilusión vital de tener una
    función o una misión (…) para escapar al
    no-tiempo de una vida donde no pasa nada y donde no hay nada que
    esperar y para sentir que se existe, pueden recurrir a
    actividades como el tiercé, el totocalcio, el
    jogo do bicho y todos los juegos de azar de todas las
    villas miserias y todas las favelas del mundo, que permiten
    escapar al tempo anulado de una vida sin justificación y
    sobre todo sin inversión posible,
    recreando el vector temporal e introduciendo por un momento,
    hasta el fin de un partido o hasta el domingo a la noche, la
    espera, es decir, el tiempo orientado hacia un fin, que es en
    sí mismo una fuente de satisfacción". Esta es una
    estrategia posible. Pero existen otras. En especial los
    jóvenes pueden verse tentados a "romper con la sumisión
    fatalista a las fuerzas del mundo". En otras palabras, "pueden
    buscar en los actos de violencia que tienen un valor en sí
    mismos más –o tanto- como por los beneficios que
    procuran, (…) un medio desesperado de existir frente a los
    otros, para los otros, de acceder a una forma reconocida de
    existencia, social o, simplemente de hacer que pase algo que es
    mejor de que no pase nada" (BOURDIEU P., 1997, pag.
    264).

    "La pobreza hace brutales a las personas", escribe Elias
    (1998, pag. 485) e inmediatamente aclara que "esta
    afirmación no se debe interpretar en relación con
    personas sino con sociedades".

    Es la miseria de la sociedad que vuelve miserables a los
    hombres. Hablando de los distintos modelos de comportamiento de
    los automovilistas en las rutas, Elias encuentra ciertas
    asociaciones entre el nivel de desarrollo económico,
    social y educativo de las sociedades y las conductas infractoras
    que terminan en accidentes. "Cuando se encuentra un alto nivel de
    civilización, un código de comportamiento y de
    sentimientos que estimula una mayor uniformidad y estabilidad en
    la autorregulación, no es porque la gente sea, por decirlo
    así, más civilizada por naturaleza. El alto
    estándar es una parte integral y al mismo tiempo una
    condición y una consecuencia del alto estado de desarrollo y
    también de la riqueza de una sociedad. Las grandes
    carreteras bien construidas, bien señalizadas y muy bien
    planeadas cuestan dinero. Están
    diseñadas para conductores bien temperados". Y para que no
    quede ninguna duda acerca de las relaciones entre condiciones
    objetivas de vida y estructura de los hábitos mentales y
    modelos de comportamiento, afirma lisa y llanamente: "No tengo
    miedo al hablar de sociedades en diferentes estados de desarrollo
    (…) Pero muchas personas tienen miedo de reconocer que
    (éstos) van de la mano con las diferentes estructuras de la personalidad, hecho que es
    bien sabido por el observador atento" (ELIAS N., 1998, pág.
    486).

     

    2.4. El Estado
    débil

    Ante este cuadro de situación donde el mercado y su
    lógica excluye a proporciones significativas de la
    población de "los frutos de la civilización" uno debe
    preguntarse cuál es el papel que juegan el Estado y las
    políticas públicas. En otras palabras, ante los efectos
    perversos de la lógica del interés privado, cuáles
    son las respuestas que se dan a la cuestión social desde el
    Estado? Aquellos que se quedan afuera o pierden en la
    distribución primaria de la riqueza son compensados por las
    políticas públicas redistributivas del Estado? Todo
    parece indicar que la primacía de los egoísmos privados
    estuvo acompañada por un debilitamiento de la capacidad de
    las instituciones públicas para estar a la altura de las
    circunstancias.

    Las reformas económicas no fueron acompañadas,
    por lo general, por políticas públicas inspiradas en
    los derechos de ciudadanía. Por lo general, los servicios
    sociales públicos tienden a deteriorarse y a empobrecerse,
    sobre todos aquellos que en un principio tuvieron alguna
    vocación universalista, tales como la educación
    básica y la salud pública. En muchos
    casos, el criterio de la cantidad primó sobre el de la
    calidad y las coberturas dejan de ser indicadores de
    satisfacción efectiva de las necesidades básicas de la
    población (ir a la escuela y alcanzar certificados no
    garantiza apropiación del conocimiento, tener acceso a
    servicios sanitarios no garantiza salud, etc.).

     

    3. Pedagogía e
    integración social

    El discurso sobre la educación, en especial aquel
    que pretende cierta cientificidad, es demasiado "educacionista" y
    relativamente indiferente a los debates y avances que se
    registran en el ancho y dinámico campo de las ciencias humanas. Por eso
    predomina una visión estrecha de las cosas de la escuela,
    demasiado a menudo incapaz de analizarlas en relación con
    las grandes transformaciones que acontecen en otras dimensiones
    de la vida social tales como las que se describen
    arriba.

    ¿Cuáles son los grandes temas donde la
    cuestión escolar encuentra su razón de ser y su
    sentido? En términos analíticos estos son tres: a) el
    de la producción, el trabajo y la justicia; b) el de la
    libertad y la política y
    c) el de la construcción de la subjetividad y el sentido en
    las sociedades contemporáneas. En un primer momento
    proponemos un esquema interpretativo del contenido de cada uno de
    estos ejes de transformación social, luego tomaremos
    posición acerca de algunas "soluciones" que se ofrecen en
    el campo de la política educativa nacional.

     

    3.1. Desigualdades sociales y
    escolares.

    Uno no compra educación como compra un par de
    zapatos
    . La educación de los niños, al igual que
    su salud, no se compra "hecha". En las sociedades actuales es una
    tarea compartida entre el propio niño, la familia, la
    escuela, los medios de
    comunicación y los otros ámbitos de la vida social
    tales como la iglesia, la calle, los amigos,
    el club, etc.
    Pero lo fundamental pasa por la relación
    familia-escuela. La calidad de la educación siempre depende
    de la cantidad y calidad de los "recursos" (en el sentido amplio
    del término) que la familia y la escuela invierten en el
    desarrollo de las generaciones jóvenes. Por lo tanto, el
    éxito del proceso educativo depende en gran medida de una
    adecuada división del trabajo pedagógico entre las
    principales instituciones socializadoras. Es bueno discutir y
    definir entonces cuáles son las responsabilidades y las
    articulaciones pertinentes para
    evitar confusiones e incumplimientos que terminan por afectar el
    desarrollo integral de nuestros niños y adolescentes. sociedades
    actuales, tanto la familia como la escuela tienen
    responsabilidades "indelegables"
    . La segunda es que tanto
    los recursos familiares, como los escolares no están
    igualitariamente distribuidos en la sociedad.
    Hay cosas que
    son necesarias para el desarrollo infantil que sólo la
    familia puede proveer (el afecto y la atención particularizada,
    continua e integral, la primera educación moral, etc.) y que
    al ser constitutivas de la personalidad del niño son
    determinantes al momento de constituir su subjetividad. El amor y el cariño de un
    padre y una madre (o de los hermanos, abuelos, tíos, etc.),
    cuando por diversas razones llegan a faltar no pueden ser
    provistos por un sistema burocrático de Estado (una especie
    de "ministerio del amor" sería impensable,
    mientras que un programa de comedores escolares
    es plausible y necesario). La educación de la familia es la
    educación "primera" y fundamental, porque determina los
    aprendizajes posteriores. La institución escolar viene
    "después" y tiene cada vez más un componente
    técnico-profesional.

    En América Latina, demasiadas veces, la pobreza de
    las familias se encuentra con las pobrezas de la oferta escolar (TENTI FANFANI,
    E. 1995). Por lo general, las escuelas para los excluidos y
    dominados son escuelas pobres desde el punto de vista de sus
    equipamientos didácticos, infraestructura física y
    calidad de los recursos humanos que allí
    trabajan. Las dos pobrezas se potencian. A su vez, los maestros
    (muchas veces con la complicidad de las propias familias) tienden
    a tener bajas expectativas con respecto a las capacidades de
    aprendizaje de los niños que provienen de hogares
    carenciados. Este factor subjetivo viene a reforzar la eficacia propia de los factores
    estructurales. Todo tiende a conformar un círculo vicioso de
    la pobreza social y la pobreza de los aprendizajes
    escolares.

    Los procesos de masificación de la escolaridad se
    han desarrollado en las peores condiciones en cuanto a la calidad
    de los insumos materiales y simbólicos que conforman la
    oferta escolar. El caso de la Argentina es paradigmático.
    Tres cifras bastan para hacerse una idea del empobrecimiento de
    la escuela. Entre 1980 y 1995 el número de alumnos en la
    educación básica creció un 65%, el número de
    maestros lo hizo en un 55% mientras el gasto público en
    educación solo subió un 13%. Pero el sistema educativo
    tiene una gran capacidad de mantener ciertas apariencias, en
    parte porque las familias (con aranceles, cuotas a la
    cooperadora, aportes en trabajo, etc.) y muchos maestros
    (inversiones en capacitación, materiales
    didácticos, etc.), aumentaron sus contribuciones directas al
    sistema educativo nacional, en un monto todavía no
    calculado,.

    El deterioro lento y casi imperceptible de la escuela de
    las mayorías hará pobre a las clases populares y medias
    argentinas, sin que ellas se den cuenta. Las escuelas de las
    mayorías van perdiendo calidad como la gente pierde el pelo:
    sin estridencias, pero sin pausa. Los títulos se distribuyen
    cada vez en mayor cantidad pero ya no garantizan un conocimiento
    equivalente de sus portadores.

    En polos extremos de la estructura social encontramos,
    por un lado. a los grupos más privilegiados, que son capaces
    de asegurar su propia reproducción social enviando a sus
    hijos a instituciones educativas elitistas "de excelencia". En
    cambio, para los más pobres no hay "buena escuela" que
    alcance. En otras palabras, se requiere un mínimo de
    igualdad social para garantizar la igualdad de oportunidades en
    la escuela, y éste es un objetivo que excede a cualquier
    política educativa.

    La fragmentación social de la oferta escolar, de no
    mediar correcciones fuertes, tiende a reproducir la segmentación del mercado
    de trabajo. Mientras en la cúspide se ubica una minoría
    de empleos modernos que demandan una "nueva" fuerza de trabajo
    dotada de una serie de características tales como
    creatividad, capacidad de aprendizaje permanente, iniciativa,
    facilidad comunicativa, predisposición para trabajar en
    grupo, asumir
    responsabilidades y tomar decisiones en forma autónoma con
    bajo nivel de supervisión, habilidad para
    argumentar, negociar, establecer alianzas, administrar
    conflictos, etc. en la base de la pirámide ocupacional se
    encuentra la mayoría de los puestos de trabajo, los cuales
    están ocupados por sujetos con perfiles de conocimientos y
    actitudes más bien tradicionales, que conformaban el
    curriculum de la vieja
    educación básica.

    Ninguna reforma escolar resolverá el problema
    contemporáneo del trabajo. Pero una actualización de
    contenidos y estrategias pedagógicas puede tener un efecto
    constructivo, al mismo tiempo que garantizaría una mejora de
    la igualdad de oportunidades de las clases menos privilegiadas de
    acceder a los puestos de trabajo más valiosos de la
    sociedad.

     

    3.2. Democracia y
    ciudadanía

    La política se está convirtiendo en un espacio
    de juego cerrado. La crisis de la política es también
    una crisis de la relación de representación. El lenguaje de los
    representantes es un lenguaje hermético, un doble lenguaje:
    para adentro, es decir, para los colegas rivales del campo; y
    para afuera: para la ciudadanía, con el fin de conseguir
    consenso y voto. La distancia social y cultural entre
    representantes y representados aumenta la probabilidad de la
    decepción de la ciudadanía. Hoy la participación
    supone el saber hablar, saber qué decir, cómo decirlo,
    a quién y cuando decirlo, etc. El que no puede decir lo que
    siente, lo que desea o no desea, etc. no puede "hacer cosas con
    palabras" y por lo tanto está condenado a delegar un poder a
    quien sí tiene ese "don". Y este representante, que es el
    que "habla en nombre de", demasiadas veces termina usando este
    "capital" para satisfacer sus propios intereses. La consecuencia
    es la malversación de confianza, la traición, la
    promesa incumplida, la corrupción, etc. que
    degradan la democracia y constituye el caldo de cultivo de los
    autoritarismos más diversos.

    La primera educación democrática es la que
    desarrolla competencias expresivas en la mayoría de la
    población: el lenguaje natural (la lengua en el sentido
    más amplio del término) y el lenguaje simbólico
    (las matemáticas). La vieja
    escuela constituyó a la formación ciudadana en una
    materia del programa escolar,
    pero no basta aprender las "reglas" y las normas de la vida republicana
    ("estudiar la constitución") para formar un ciudadano
    activo. La mejor pedagogía de la democracia es una escuela
    efectivamente democrática, donde los niños no sólo
    aprenden conceptos sino que viven experiencias, es decir, votan ,
    toman decisiones en conjunto, se hacen responsables de las
    consecuencias de las decisiones que toman, argumentan, debaten,
    evalúan, controlan, etc.

     

    3.3. El problema de la
    cultura y el sentido

    En cuanto la formación moral, ética, estética de los
    individuos la escuela tiene un poder relativo, compartido con
    otras instituciones tales como los medios de comunicación,
    los consumos culturales, las iglesias, etc.. Pero hay ciertas
    cosas básicas y fundamentales que sólo la escuela puede
    hacer: cosas tan elementales y al mismo tiempo tan
    estratégicas como enseñar a leer y escribir y
    enseñar matemáticas, por ejemplo. Nadie aprende a leer
    y escribir mirando televisión. Y tampoco
    aprende a entender "lo que pasa" en la sociedad y en el mundo.
    Borges decía que las
    escuelas deberían enseñar a leer los diarios. Hoy
    habría que agregar: a ver televisión y "usar" y la
    rica oferta de bienes culturales cada vez más al alcance de
    las mayorías. Pero no basta con poner los productos de la
    cultura (libros, obras de arte,
    información, datos, máquinas, etc.) al alcance
    de todos para democratizar su acceso. Para encontrar un sentido a
    la vida es preciso interiorizar esquemas de percepción y de
    valoración. Ellos permiten dar sentido a hechos y
    acontecimientos (políticos, económicos, culturales,
    etc.) que de otro modo parecen incomprensibles, despojados de
    interés o bien lisa y llanamente absurdos. Un sujeto
    autónomo es capaz de interpretar, analizar, argumentar,
    demostrar, "ver relaciones e interdependencias entre" entre
    hechos y datos que parecen aislados e independientes, ir más
    allá de las apariencias y del presente, usar una perspectiva
    histórica, una idea de proceso, etc. cualidades que
    requieren un tiempo de aprendizaje sistemático que solo una
    institución como la escuela puede garantizar (TENTI FANFANI
    E.; 2000)..

    No existen soluciones hechas para estos desafíos.
    Sin embargo, no faltan quienes tienen propuestas y programas para
    ofrecer.

     

    3.4. La solución
    neoliberal

    Antes que nada hay que recordar que no existen
    respuestas automáticas. No queda más remedio que
    reivindicar la política. Pero el "Estado productor"
    prácticamente desapareció de la escena y el "Estado que
    quedó" es extremadamente incapaz de cumplir con las
    finalidades públicas relacionadas con el interés
    general. No existe consenso acerca de cuáles son sus
    funciones ni acerca de
    cómo tiene que desempeñarlas.

    Para combatir los efectos perversos (en términos de
    calidad y equidad) de la gratuidad de
    los servicios colectivos ofrecidos muchas veces en condiciones
    monopólicas, los "neoliberales" proponen la
    distribución de bonos o cupones para que aquellos
    individuos o familias con débil capacidad adquisitiva puedan
    "comprar" la educación en el mercado. Esta capacidad de
    elegir constituiría una especie de recurso en manos de los
    consumidores para alentar la mejora de los servicios en
    términos de calidad y eficiencia..

    Con este procedimiento se evitaría
    que se aprovechen de las transferencias públicas aquellos
    sectores que poseen ingresos suficientes como para
    pagar de su bolsillo la educación que necesitan. Este
    mecanismo estimularía una mayor competencia entre prestadores,
    contribuyendo así a una mejora en la calidad de la
    educación ofrecida.

    El prestigioso "más que economísta"
    (economista e intelectual en el sentido amplio de la palabra)
    Albert Hirschman sugiere atinadamente que esta alternativa es
    recomendable sólo en la medida en que se den las cuatro
    condiciones siguientes:

    1. "Cuando los gustos de los individuos varían en
    proporciones considerables y cuando estas divergencias son
    reconocidas como legítimas";

    2. "Cuando los individuos están bien informados
    acerca de la calidad de los bienes y servicios que desean, y
    cuando les es fácil comparar las diferentes opciones
    ofrecidas";

    3. "Cuando el volumen de estas compras es relativamente poco
    elevado con relación a su ingreso total y se reiteran lo
    suficiente como para que los consumidores puedan extraer provecho
    de su experiencia y cambiar fácilmente de
    proveedor";

    4. "Cuando los proveedores son lo
    suficientemente numerosos como para establecer una relación
    de competencia" (TENTI FANFANI E.; 1989bis).

    Cualquier lector advertido puede darse cuenta que estas
    condiciones son lógicas y al mismo tiempo difíciles de
    reunir en el caso de la educación básica nacional. En
    primer lugar, aquí y en cualquier parte del mundo, se
    considera que existen ciertos objetivos y contenidos educativos
    que no pueden no estar presente en todas las instituciones que
    constituyen la oferta educativa. Por lo general se trata de ese
    mínimo común denominador hecho de conocimientos y
    valores que es preciso desarrollar en todos los miembros de las
    nuevas generaciones y que tienen que ver con la formación de
    la ciudadanía en una sociedad democrática. Aquí
    las "divergencias" no son pertinentes ni legítimas. Hay
    ciertas cosas que no son materia de "elección". Por otra
    parte, ¿quién es el que elige, la familia o los
    niños? "Estos no son -escribe Nadia Urbinati, una
    politóloga italiana que enseña en Princeton- ni
    propiedad de las familias ni mucho menos propiedad del Estado. La
    autonomía como conquista progresiva de los individuos
    necesita de la protección del Estado". Más que nada,
    tiene la obligación de "ofrecer a todos los instrumentos y
    las oportunidades para que se formen su propia visión y
    vocación, en el respeto de sí mismos antes
    que de los valores y la voluntad de
    la familia de origen".

    ¿Y qué decir de las otras condiciones puestas
    por Hirschman?. En Argentina no existe una pluralidad de oferta,
    ni el servicio educativo es objeto
    de "compra reiterada" como para permitir un aprendizaje que haga
    posible la elección racional del proveedor más
    conveniente. Además, es obvio que no se cambia de escuela
    tan fácilmente como se cambia la marca de las
    zapatillas….

    Hay que recordar que el conocimiento es un valor cuya
    distribución no debería estar determinada por el dinero, el poder
    político o la pertenencia a determinada clase social, de
    género, étnica, etc.
    El criterio principal para la distribución del conocimiento
    debe ser el mérito. En la base está el derecho a que
    cada uno tenga una oportunidad igual de expresar sus propios
    talentos y de formarse como ciudadano. Ni el mercado, ni la
    familia son suficientes para constituir al ciudadano de las
    repúblicas liberales y democráticas
    modernas.

     

    3.5. Las reformas
    necesarias

    La crítica de la propuesta
    neoliberal no justifica ninguno de los múltiples vicios de
    ese elefante perezoso que es la escuela pública argentina.
    Pero al igual que todas las burocracias públicas la escuela
    tiene fallas reparables.

    La historia de las reformas exitosas enseña que la
    clave está en buscar la "combinación óptima" de
    recursos y estrategias. En este sentido no hay que temer a cierta
    institucionalización de "la competencia", la emulación
    y la capacidad de iniciativa de los maestros e instituciones. Al
    mismo tiempo estos "automatismos" que inducen determinados
    comportamientos virtuosos deben complementarse con intervenciones
    políticas que orientan y estructuran "el modo de hacer las
    cosas de la educación" hacia ciertos objetivos y metas
    socialmente debatidas y acordadas.

    Y en este sentido hay que superar esa perversa
    división del trabajo político donde unos tienden a
    monopolizar el valor de la justicia (los "progresistas"),
    mientras que otros pretenden hacer lo mismo con la búsqueda
    de la "calidad, la excelencia y la eficiencia" en la
    prestación del servicio (los "conservadores"). Muchas de las
    transformaciones educativas en curso encuentran un obstáculo
    en esta tendencia al maniqueísmo y a la polarización
    política que lleva a adjudicar las peores intenciones a los
    adversarios.

    Dicha postura es paralizante, políticamente
    estéril y desmovilizadora ya que excluye hasta la
    posibilidad de que el otro simplemente "se equivoque". En estas
    condiciones la política es una pura lucha entre fuerzas (la
    capacidad de imponer versus la capacidad de resistir y sabotear)
    totalmente despojada de toda argumentación racional,
    diálogo y
    negociación.

    Más allá de las falsas antinomias se impone un
    objetivo común: más y mejor calidad de la
    educación para todos y con la mayor eficiencia en el uso de
    los recursos, que por definición son escasos. Sobre este
    consenso básico se puede desarrollar un programa de
    intervención y al mismo tiempo construir las alianzas que
    permitan generar la energía política y reunir los
    recursos necesarios para la gran reforma que ponga al sistema
    educativo nacional en condiciones de responder a los
    desafíos económico-sociales, políticos y
    culturales que deberán enfrentar las nuevas generaciones en
    América Latina.

    (Buenos Aires, abril del 2000).

     

    Bibliografía

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    Seuil, Paris.

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    CIEPP/Miño y Dávila editores, Buenos Aires 1991 (en
    colab. con ISUANI E.A. y LO VUOLO, R).

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    Argentina. Estrategias típicas de intervención; Centro
    Editor de América Latina, Biblioteca Política
    Argentina, dos volúmenes (Nº 255 y 256), Buenos Aires,
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    colab. con E.A.

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    WACQUANT N. (1998); La tentation pénale en Europe.
    En: Actes de la Recherche en Sciences Sociales (Paris),
    No. 124 septembre.

    WESTERN B., BECKETT K. y HARDING D.(1998); Système
    pénal et marché du travail aux Etats-Unis. En: Actes
    de la Recherche en Sciences Sociales
    (Paris), No. 124,
    septembre.

     

    Emilio Tenti Fanfani

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