- Lectura
retroactiva de los mitos - El
automatismo de repetición - Marx y
la repetición como erstaz - Los
pasos de la repetición - El
objeto (a) en Eco y Narciso - La
repetición y los dioses oscuros - Marca
fundacional - El
reverso del discurso Amo - La
segregación….au pire - Racismo
de discurso - Sacar
la tajada… - Referencias
RESUMEN
Las nuevas formas de discriminación y
segregación, el auge de los regionalismos, los
fundamentalismos, la globalización y sus
efectos en la subjetividad, las vicisitudes de este síntoma
en el discurso capitalista, son
coordenadas para situar al psicoanálisis respecto de la
actualidad del malestar. Contextualizar el psicoanálisis
implica partir de la subjetividad de la época, donde la
globalización y el avance
de la tecnología acentúan
la inexistencia del Otro.
Palabras claves: repetición, Lacan, Freud, mitos de Sísifo, Narciso
y Eco
ABSTRACT
The new ways of discrimination and segregation, the
arousal of regionalisms, fundamentalisms, areas of collapse,
globalization and its effects on subjectivity, and the
vicissitudes of the symptom in the capitalist discourse are
coordinates to locate psychoanalysis in relation to the present
discomfort. Contextualizing psychoanalysis implies starting at
the subjectivity of the moment, in which globalization and the
technological advances give strength to the existence of the
Other, the consistency of the market, the space created by
science, and the world of instruments and devices whose supply is
anticipated and reduces the scope of demand.
Key words: repetition, Lacan, Freud,
Sisyphus’s myths, Narcissus, Eco.
RÉSUMÉ
Les nouvelles formes de discrimination et de
ségrégation, l’augmentation des
régionalismes et des fondamentalismes, la globalisation et
ses effets sur la subjectivité, les vicissitudes de ce
symptôme dans le discours capitaliste, sont des
coordonnées pour situer la psychanalyse par rapport au
sentiment actuel de malaise. Contextualiser la psychanalyse, ce
comporte partir de la subjectivité de cette époque,
où la globalisation et la progression de la technologie
détachent la prétendue inexistence de
l’Autre.
El que de esta manera se haya perfeccionado en el
arte de olvidar y en el arte
de recordar, podrá jugar a la —pelota con la
existencia entera.
Kierkegaard
Quien no resuelve su pasado está destinado a
repetirlo.
George de Santayana
Lectura retroactiva de los
mitos
En La Odisea, texto maestro de la cultura occidental, —en
lectura retroactiva—,
¿no nos alerta Homero que somos itinerantes, que
el origen no existe, que pasamos por pruebas descomunales, pero que
al mismo tiempo la odisea trae consigo el
imperialismo y la
sumisión del Otro y la guerra, y que nunca se vuelve
al mismo lugar? ¿Y no nos dice también, en esta
lectura, que la divinidad (o los dioses) juegan con los humanos,
que somos víctimas de sus rencillas, celos, desavenencias,
odios; que los dioses, caciques y caudillos — como quiera
que se llame al Otro—, protegen y desprotegen, que no hay
Otro? Pero no es ese el camino que quiero recorrer ahora,
acompañaremos a Ulises en su viaje al Hades en busca de
Tiresias; la nuestra será una lectura del futuro al pasado.
Odiseo, el "asolador de ciudades", el "fecundo en ardides" en el
Canto Undécimo, además de encontrar las almas de su
madre y de muchos héroes y heroínas trágicos, ve a
Titio, el hijo de la augusta Tierra, dos buitres, uno a
cada lado, le roían el hígado, penetrando con el pico
sus entrañas.
Ve a Tántalo, sumergido en un lago cuya agua le llegaba a la barba.
Cuantas veces se bajaba el anciano para saciar su sed, el agua desaparecía
absorbida por la tierra….una y otra vez. Y
Ulises ve a Sísifo, el más astuto de los héroes
griegos, que engañó a los dioses, obtuvo una fuente
para la ciudadela de Corinto, y pospuso su muerte. Fue condenado al
infierno del Tártaro, donde empujaba una enorme piedra hacia
la cumbre del monte, cuando ya faltaba poco una fuerza poderosa la hacía
retroceder, y esta caía rodando a la llanura. Tornaba a
empujarla… y la piedra volvía a caer, como los buitres a
picotear, y Tántalo a beber agua. Hasta aquí La
Odisea.
No son personajes homéricos, pero en lectura
retroactiva también Narciso y Eco permiten articular
bien la repetición. Los recordaremos brevemente.
Eco, ninfa de los bosques hacía de Sherezade de Hera,
descanso que el dios aprovechaba para gozar sus amoríos; ésta,
furiosa, la condenó a repetir solo el final de las frases;
avergonzada, Eco se internó en una cueva cerca de un
riachuelo, donde al azar llegó el divino Narciso, de
quien Tiresias predijo que contemplar su propia imagen lo perdería. Nunca la
vio hasta su encuentro fortuito. El
azar—tyché—lo condujo cerca de su cueva,
y al verlo ella quedó subyugada, incapaz de
acercársele. Una repetición—
automaton—lo encaminó otra vez cerca de
Eco, que lo seguía a distancia. El ruido de una ramita lo
alertó de su presencia:
— ¿Qué haces aquí? ¿Por
qué me sigues?
— Aquí… me sigues…
Su respuesta fue grito mudo y, desesperada, acudió
a los animales para que le
transmitieran su amor al joven, que se rió de ella. Su
desdén la hizo encerrarse en su cueva para morir; solo
repetía las últimas palabras de Narciso … "
qué… estu… pida…". pida….Fue
desfalleciendo hasta que se desintegró en el aire, dejando una voz repetitiva
agonizante que llamamos eco.
Némesis, testigo del dolor de Eco,
hechizó a Narciso provocándole una gran sed que
lo llevó a repetir el camino del riachuelo, ya a punto de
beber vio su imagen en el río; prendido de su propia
belleza, se consumió contemplándola. Surgió
así el Narciso, flor que crece sobre las aguas de los
ríos. Saquemos de ese mito la metáfora de la
Mirada y la voz invocante que se repiten….en el
otro; la repetición. Volveremos sobre esta
repetición acompañados por el objeto a
que articula Lacan. El objeto a: una nada, un
resto, algo que cae del cuerpo, que tiene que ver con sus
orificios; lo que desde el interior se abre al exterior: la
mirada, la voz, las heces, el pecho….Lo retomaremos.
Me estoy extraviando, aunque sin perder el hilo del
extravío. Regreso al mito, sin olvidar que el mito es una
forma de discurso que pretende resolver una contradicción
lógica; logra decir algo
de la verdad, sin decirlo todo. Retomo ahora la
repetición constante—y por tanto
inconsciente—de Sísifo en su versión
existencialista como contraste. Camus imagina al héroe
consciente de su trabajo inútil y sin
esperanza, y por lo tanto trágico. Resignado a empujar la
roca hasta la cima, sólo su conocimiento lo libera y lo
hace feliz. Esta lectura se inserta en el humanismo moderno ilustrado;
una ética de la
resignación, que ensalza un Sísifo humillado por los
dioses, y lo transforma en un personaje heroico. No es ése
el que persigo, sino aquel que repite el mismo acto; el sujeto
moderno que empuja inútilmente y sin esperanza la roca hasta
la cima, y ésta vuelve a caer, la roca siempre rueda hacia
abajo, y el que fuera "engañador de los dioses", se
convierte en una miserable compulsión repetitiva como
destino. Entramos en lo que Lacan llama el automatismo de
repetición.
Hasta aquí el mito… lo dejaremos como un
paréntesis que pesa sobre mi texto por el momento. Pasemos
a la novedad aportada por Freud, y ¡vaya si tiene peso esa
novedad! Descubre el efecto de repetición, que llevará
la dirección de mi discurso.
El terreno estaba preparado por un paso singular y tímido:
Kierkegaard. No quiero aquí más que indicar el nudo que
forma en sus enunciados la repetición, para situar el
goce, centro de mi discurso, aportación de Lacan.
Prosigo. Si en los griegos todo conocimiento es reminiscencia
(véase el Menón), para el romántico la vida
es repetición, pero hay un twist novedoso: no se
recuerda lo que fue, se repite en un sentido retroactivo. La
historia es, como en el milenario
mito griego, la piedra que vuelve a caer cuesta abajo cuando se
la llevó trabajosamente hasta la cumbre.
También Nietzsche retomará el
tema en el eterno retorno, que dejaremos a un lado. Si
para el danés la repetición es asumir como necesario lo
que fue contingente en ese encuentro primero, con Freud toma un
giro definitivo: la repetición se coloca del lado de la
compulsión, del inconsciente. Está así en
oposición a Kierkegaard, que asocia la repetición con
la voluntad; en su relectura de Freud Lacan también la
sitúa del lado de la compulsión. La
Wierderholungszwang freudiana se aloja en un más
allá del principio del placer y conlleva, en su
acepción de automatismo, un aspecto ciego, y en tanto
compulsión, un aspecto de empuje, y por tanto de
continuidad. Con el cambio freudiano, no se trata
ya de repetición, sino de compulsión a la
repetición.
Hay más. La repetición va unida la idea
de un destino. El azar —la tyché— sin
finalidad pero no sin ley, como dice Lacan en "La
carta robada", texto de
Poe, no es el destino, a no ser que el sujeto quiera que lo
contingente se vuelva necesario, y lo ocurrido, signo de una
voluntad que desea su mal. Dicho de otra manera: "el destino es
la manera particular por la cual los significantes que pertenecen
al sujeto se han apoderado o no de esos azares, para imbricarlos
o no en la repetición", escribe Lacan. Suspendo aquí
esta nota introductoria; básteles con ver en qué
sentido pretendo que tomemos la cuestión.
Marx y la repetición
como erstaz
Demos otro paso más cercano a Freud, y
centrémonos en la repetición histórica, no sin un
paréntesis. En este universo indecible, donde reinan
la contradicción, la antinomia, la angustia o la impotencia,
esos significantes de repetición revelan para Camus
el absurdo, lo que nace de la confrontación entre el
llamamiento humano y el silencio irrazonable del mundo. No es ese
mi camino, sino la repetición como una invocación para
conjurar aquello que parece haber intervenido salvajemente como
Real: la repetición como desgaste, caricatura,
ersatz, terreno de Marx en ese texto profético
llamado El dieciocho brumario de Luis Bonaparte (1852, y
1869) — equidistante de Kierkegaard y Freud— escrito
para mostrar la historia del coup d´état de 1848
en Francia contra Napoleón. Marx cercó el punto negro,
la paradoja, y muestra cómo la lucha de
clases creó en Francia las circunstancias y las condiciones
para que un personaje mediocre y grotesco pasara por héroe.
Se me permitirá citarlo en extenso. Los hombres —dice
Marx— hacen su propia historia, pero no a su libre
arbitrio, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran
directamente… La tradición de todas las generaciones
muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando
éstos se disponen precisamente… a revolucionar las
cosas…conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del
pasado… la resurrección de los muertos; así, no
sólo se obtiene la caricatura de lo repetido, sino lo viejo
en caricatura; en ersatz. Y concluye: La revolución social del siglo
XIX no puede sacar su poesía del pasado, sino
solamente del porvenir. No puede comenzar su propia tarea antes
de despojarse de toda veneración supersticiosa por el
pasado. Dixit!
Este elocuente pasaje —donde resuena la voz de
Benjamín en el futuro— concibe la vida histórica
y los actos de gobierno como una mascarada, en
que los grandes disfraces y las frases y gestos no son más
que la careta para ocultar lo más mezquino y miserable; la
repetición como parodia del pasado. "Ellos lo hacen, pero no
lo saben" —dice; no saben que repiten en parodia, en
caricatura, al conjurar temerosos los espíritus del pasado.
Marx, un moderno, se aproxima a la repetición como
pulsión, y nos acercamos así a Freud en
Más allá del principio del placer (1920); la
repetición, aquella pulsión que lleva al sujeto a
atascarse siempre en el mismo punto, y que el vienés
relaciona con la pulsión de muerte, concepto que Lacan traduce como
goce; y subrayo, goce, la tendencia del sujeto a
exponerse una y otra vez a situaciones dolorosas. El sujeto
condenado a repetir algo cuyos orígenes ha olvidado; la
única cura posible es recordarlos.
El goce es un recuerdo encubridor que despliega
una identificación. Me refiero a ese insoluble
conflicto en el que reina el
deseo, entre la fuerza tranquila y coherente de la ley y el
violento reclamo del goce extraño e inquietante de un
Real fuera de toda medida. Lacan desarrolla un examen muy atento,
y si en los seminarios de 1950 la repetición es del
significante, los significantes que insisten en reaparecer una y
otra vez, en el seminario Los cuatro conceptos
fundamentales del psicoanálisis (1964), hace un giro, y
propone que no es meramente significante, sino lo Real. Concepto
que significa lo imposible, lo que resiste e insiste, y existe
irreductiblemente y se da, sustrayéndose como goce,
angustia, muerte. Para Lacan el inconsciente es la certeza que
yerra (1964:133). Lo que no puede ser rememorado se repite en la
conducta, y produce un
goce…que no hemos de confundir con el deseo. Lo que
quisiera resaltar aquí es que el goce es lo
desmedido, sobrepasar los límites, y se expresa en el
sufrimiento; es la Cosa freudiana, las pesadillas del
sujeto acosado y objeto de crueldades. La muerte y el holocausto, los fantasmas de vergüenza,
la creación de infiernos y suplicios. El masoquismo
primordial que doblega siempre al principio del placer. La
compulsión de repetición, que nos impulsa, como a
Sísifo a subir una y otra vez la piedra. Los elementos
mínimos constitutivos del hecho estructural son la
marca, o la letra y su repetición.
Estamos ante el imperativo del goce; Lacan lee con un
cuchillo afilado a Freud.
Recordemos nuestro paciente enfoque del concepto de
goce. En la continuación de nuestra reflexión
podremos comprobar que el concepto de goce permite la
delimitación de cada diferencia esencial. Lo relacionaremos
con la mascarada, los fantasmas de vergüenza, espacio por el
cual transita Gilles Deleuze, que enlaza el fantasma con el
simulacro, el teatro, la
máscara—justo este el punto que quiero resaltar
tejiendo relaciones entre Marx, Freud y Lacan. Sigamos. En el
teatro de la repetición se experimentan las fuerzas puras,
los rasgos dinámicos del espacio que actúan sobre el
espíritu sin intermediación y que lo vinculan
directamente con la naturaleza y con la historia,
un lenguaje que habla antes de
que se produzcan las palabras, gestos que se elaboran antes de
que existan cuerpos organizados, máscaras anteriores a las
caras, espectros y fantasmas previos a los personajes: todo el
aparato de la repetición como poder terrible. Si Marx
encuentra este espectro terrible en la política, Freud y Lacan lo centran
además en la estructura de la psique
humana. Es el mundo, el marco del fantasma. De modo que sigo. La
repetición no quiere decir que cuando acabamos algo volvemos
a empezar; es un rasgo en tanto conmemora una irrupción del
goce.
Con estas premisas podemos definir la
repetición como síntoma y pulsión, y el
fantasma, y el goce. Se trata de leer a Freud como el
fundador de una nueva teoría de la cultura, una
nueva visión del mundo que comprende las relaciones entre el
destino individual y las leyes sociales (el terreno
abierto por Marx). El psicoanálisis representa un nuevo
discurso, una arqueología del pasado viviente —
cómo vive el pasado en cada uno de nosotros, en los
monumentos, en los documentos de archivos, en la evolución semántica, en los
rastros, en la tradición— como dice un poderoso texto
de Lacan, "Función y campo de la
palabra y del lenguaje en el psicoanálisis".
Allí plantea serias interrogantes a cualquier
práctica histórica que no vaya más allá del
agustistiniano "tiempo presente de las cosas pasadas"; Lacan ha
descubierto una articulación muy singular del pasado, del
presente y del futuro: la estructura de la acción retardada (no
considerada por Kierkegaard, ni por Niestzche en su eterno
retorno), de la causalidad después del suceso: el
après coup. El descubrimiento es capital; un suceso que se
comprende sólo después que algún otro suceso o
sucesos adquiere una función causal. La semilla la
sembró Freud, que creía en la capacidad del
psicoanálisis para leer el futuro, no se diga escribirlo, y
se daba perfecta cuenta que éste debía su vitalidad a
sus vecinos epistémicos: lo oculto, lo profético, las
promesas de todo tipo. Intento con todo esto decir que las
interpretaciones son actos y que las acciones incluyen
interpretaciones. Lacan da un poderoso paso adelante y sostiene
la fuerza del discurso que hace vínculo social. El
psicoanálisis con él es una empresa que se caracteriza
por la puesta en juego de lo Real. Y, más
radical aún, al ignorar la diferencia entre la verdad y la
mentira, entre la verdad y la ficción, el psicoanálisis
se convierte en un radical de la epistemología. Lo que
deseo puntuar, es que el elemento de repetición es
ingrediente esencial de la tragedia: el automaton del
destino…y la posibilidad que se nos ofrece de cambiar nuestro
propio destino en lugar de someternos a la fuerza destructiva de
la repetición.
Con esa repetición, destino del sujeto, y la
tyche, "coincidencias notables", se construye el mito de
Sísifo, y de Titio y Tántalo. Pero tomo otro giro. Piso
el embrague y sigo. Si la neurosis y el síntoma
están calcados en "coincidencias notables", no lo es menos
que la identificación inconsciente tiene consecuencias para
la visión del futuro. Son una versión incomprensible de
la historia de la vida de la persona; es una versión del
futuro. En este sentido preciso —y de ahí la vigencia
y fuerza del lacanismo para desenmascarar el discurso Amo—,
el psicoanálisis nos propone desescribir el futuro, que el
sujeto experimenta como ya escrito y estructurado por las
palabras y los hechos con los que se ha identificado. Freud
metaforiza y convierte esa clase de futuro en una
página en blanco con escritura
invisible.
Vuelvo a rodar con Sísifo. Atascarse en un mismo
punto: Sísifo que rueda su piedra hacia la cúspide, y
ésta vuelve al suelo, una y otra vez…y la
repetición del significante. No creo transgredir los
límites que me fijé yo misma, si retomo ahora la memoria histórica y la
compulsión a la repetición en Nuestra América.
Apunto a esa compulsión a la repetición, que coloca al
sujeto en lo Real, del cual solo se puede huir, y no al sujeto
que se satisface con terapéuticas ortopédicas, que
tienden al conformismo, y prometen un acceso a las concepciones
más míticas de la happiness. Esta búsqueda
de felicidades por encargo constituye el ambiente de nuestra
época. Y no me he salido de mis propios cauces; sólo he
hecho otro recorrido para relacionar a Sísifo con
la repetición. Antes recordaré que no suscribo
un determinismo; para Freud, el futuro es desescribible;
el freudismo nos abre el camino para crear un nuevo futuro. Y
más aún, sólo en el universo paranoico no hay
lugar para el futuro, no hay lugar para maniobrar, sólo
queda el Apocalipsis para marcar la diferencia entre el ahora y
lo que vendrá. Contrario a Apocalipsis y milenarismos
catastróficos, la propuesta de Freud es decididamente
subversiva: podemos desescribir el futuro, cambiarlo, pero es
ineludible lo que Lacan llama una política de la memoria. Nuestro
Sísifo que arrastra la piedra, repite su condena una
y otra vez. Suponemos que es la piedra del destino, y no hay en
esa repetición lugar para el futuro, solo resta el
Apocalipsis, no como fin del mundo, sino en su sentido figurado
de situación o escena espantosa o tremenda. ¿No estamos
en este Apocalipsis ahora? ¿No nos invita el vínculo
social al oblivium, lo que borra?...
El objeto (a) en Eco y
Narciso
No me contento con lo sugerido. En ese punto que intento
cercar por aproximación, es que los mitos señalados nos
perfilan la relación dinámica entre el sujeto
y su discurso. A partir de la teoría del estadio del espejo
(Narciso), y el concepto de lo imaginario que lo
acompaña, Lacan distinguió el yo (unidad constituida
imaginariamente) del sujeto, que tiene relaciones complejas con
el yo, el otro (la contraparte imaginaria del yo), y con el Otro,
el principio de otredad que presupone cualquier acto de palabra:
aludo de manera tangencial a Eco y a Narciso. Lacan toma
la voz y la mirada con radicalidad: tienen que ver
con el goce. Aclaremos, es a nivel del masoquismo moral, que Lacan sitúa la
incidencia de la voz del
Otro en la oreja del sujeto, un Otro completado o
suplementado por la voz. Por lo que el superyo deviene por un
lado, en la línea más edípica, conciencia moral cotejando al
sujeto con la insuficiencia, y por otro, lo hace surgir de los
restos vistos u oídos, del desvalimiento, de los destinos de
la especie, de las vivencias que llevaron al totemismo como culpa
originaria. Culpa estructural, como falta de goce, deuda,
que sostiene lo más irreductible de la pulsión de
muerte, expresado en el sentimiento inconsciente de culpa;
manifestación de una inercia psíquica que nos confronta
con el límite. El significante, como saber, no alcanza para
amortizar esa deuda originaria. (Parafraseo a Isabel Goldemberg).
Narciso, contemplándose en el estanque sordo a la voz
de Eco, es una representación mítica que se
aproxima mucho a la explicación de Lacan acerca de la
formación del yo; así como Sísifo se
aproxima a la de repetición en un escenario
distinto. Sé que zigzagueo, a la manera de un gambito
de caballo en el tablero de ajedrez, con el que Freud
equipara el movimiento del discurso.
Comprometida con este proyecto, mi método de lectura de estos
mitos requiere un trabajo preparatorio de clarificación de
sus fundamentos. Sigamos.
¿Por qué no hablan los planetas?, pregunta Lacan. En
cambio nosotros sí hablamos. Antes de su nacimiento, el
sujeto ya está situado no solamente como emisor sino como
átomo del discurso
concreto; somos portadores de
los mensajes de nuestros antepasados, las consecuencia de "todas
las fornicaciones de nuestros padres, abuelos, y otras historias
escandalosas" ( El yo en la teoría de
Freud…Seminario 2: 419). Ubico así dos conceptos
clave: el de palabra fundante y el de pacto
simbólico. Hablamos de lo que ya está escrito, del
efecto acumulativo de la repetición, que nos empuja a caer
en las garras de un poder demoníaco que arrastra a un
destino preconcebido "eterno retorno de lo igual", que se
convierte en la eterna repetición de lo peor. Pero esta
compulsión puede subvertirse, y vuelvo la mirada ahora sobre
Marx, Freud, Lacan y el mito, hacia el pacto social que funda
toda sociedad civil, y que pone en
juego ese término que bien merece la calificación de
espectro: la libertad.
Volvamos a un mayor rigor. Si el goce entra en
juego, también entra en juego lo que Lacan en El
reverso llama la marca, en afinidad con el goce.
Detengámonos en este punto, porque liga la repetición
al vínculo social. La marca, el hecho
estructural; una serie indefinida de
discriminaciones y de ordenamientos jerárquicos que
caracteriza el progreso de la organización
"civilizadora". Se podría llamar así lo que Lacan
define como marca fundante. ¿Cuál sería la
marca fundante de nuestras sociedades (in)civiles? Si
llevamos la piedra a la cima, para que vuelva a caer otra vez,
con la repetición interviene otro concepto, el de un
"pasado remoto" que se esconde en las huellas visibles de lo
actual. "Lo que no puede ser rememorado—escribe Lacan
—se repite en la conducta". Así la transmisión de
la cultura se postula a través del retorno a una violencia primordial (Totem
y Tabú), violencia que ordena la configuración de
las masas espontáneas explicada por Freud, y en los rituales
de iniciación de las tribus totémicas en el sacrificio
a los dioses oscuros; sacrificios que son ceremonias, fiestas.
El goce, sobre el cual volveremos, y esos restos que son
la mirada y la voz del mito. Y para hacernos
percibir la fuerza del ojo y la mirada, nos lleva al
fenómeno más radical del mimetismo, en el ámbito
de la explicación de repetición. Lacan da un paso
decisivo, y en el seminario El reverso del
psicoanálisis (1969-70), articula lo que denomina los
cuatro discursos —que hacen
vínculo social—, y desenmascara las parodias y las
repeticiones sin sentido; esa cadena bastarda de destino y de
inercia, de tiradas de dados y de estupor, de falsos éxitos
y de encuentros ignorados que es el texto corriente de una vida
humana.
Si la repetición de lo peor freudiana indica un
agujero, una aporía de lo social, aporía es
también el encuentro con ese objeto que no es simbolizable o
imaginarizable, y que Lacan designa como algo que está por
fuera del lenguaje y de los imaginarios sociales: el objeto
(a). Es este una consistencia lógica, una cualidad de
ciertos elementos reales en la subjetividad que pueden ser la
causa inconsciente del deseo, incluso el más vil; objeto que
es también condensación de un goce, que no es un
placer, sino un más allá del placer, generalmente
emparentado con el horror, con la vergüenza, como la
mirada que es presencia del otro en tanto tal. Y la voz
, un hacerse oír que va hacia el otro, una pulsión
invocante. Estos rasgos se presentan hoy de manera perturbadora y
cada vez más compulsiva en los mass-media,
invasión completa de la ciencia en todos los
campos. La voz está —como dice Lacan—
planetarizada, y estratosferizada por los avances técnicos,
y la mirada es omnipresente, el televisor, internet, espectáculos, fantasmas todos
que solicitan nuestra mirada; voces invocantes que nos incitan a
mirar. La contemporaneidad padece lo que Lacan llama una
hipertrofia creciente de la enfermedad de la mentalidad;
la enfermedad de la irrealización, de vínculos que no
comprometen al cuerpo: la sociedad del espectáculo.
Lo actual se nos presenta como sin-sentido, narcisista, y
obsecuente al clamor generalizado. Clamor que opaca el
silencio.
La repetición y los
dioses oscuros
Pero aún podemos dar otros pasos para aclarar el
panorama. Si el nazismo presentó las formas
monstruosas de esos dioses oscuros, y supuestamente superados del
holocausto, hasta ahora ninguna teoría política, ni la
marxista, ha podido dar cuenta del porqué son muy pocos los
sujetos que pueden evitar no caer en la captura monstruosa de la
ofrenda de un objeto de sacrificio a los dioses oscuros. La
ignorancia, la indiferencia, la mirada que se desvía, el
prestar oídos a las sirenas del sacrificio, indican que
buscamos testimonio de la presencia del deseo de ese Otro que
llama el Dios oscuro. Ese Dios que interpela desde el
goce de la opereta trágica, de la paródica
repetición del pasado en amo moderno; como consecuencia el
discurso neocapitalista no establece lazo social, sólo hace
vínculo con la plusvalía o los objetos que se producen
en este lugar. Parafraseo a Lacan en la escritura de Colette
Soler. Estamos fuera de vínculo, y esa repetición de la
marca fundacional de cada cultura, que hace síntoma;
éste hace vínculo, vínculo contingente.
Síntomas que la analista Colette Soler llama autistas
o egotistas; el sujeto se orienta hacia el goce sin
establecer el vínculo con el semejante, sin pasar por la
mediación de otro. El discurso de la ciencia se coloca de manera
definitiva al servicio de significantes
amos: tecnología, manipulaciones genéticas, niños a la carta, colonización del
espacio, militarización de las sociedades. La meta de lo dicho sólo
está destinada a abordar el desafío que supone el
concepto de goce. Pero para la condición humana
también: "En la medida que hay búsqueda de goce, en
tanto repetición, se produce lo que esta en juego en ese
paso —ese salto freudiano— lo que nos interesa como
repetición y que se inscribe por una dialéctica de
goce, es propiamente lo que va contra la vida." (Lacan:
48). Retomaré toda la fuerza de este goce desmedido,
en las sociedades contemporáneas, donde se sufre este
capitalismo
desenfrenado.
Si para Freud un pasado remoto se esconde en las huellas
visibles de lo actual, escribir la historia es escribir sobre sus
restos, y pensar el presente es no olvidar lo otro, las
huellas del pasado, que hablan siempre. Se trata de volver al
pasado, no como nostalgia, sino más radicalmente, para
interpretar un presente problemático, ya que este presente
crea retroactivamente las condiciones para que el pasado se
produzca como memoria y olvido a la vez. Afilemos los
conceptos: el goce. Otra vez Lacan. Lo que en un
discurso se dirige al Otro como un tú hace surgir la
identificación con algo que se puede llamar el ídolo
humano. Penosamente —dice en De un discurso que no fuese
semblante (1970) — en la medida en que algo en todo
discurso que recurre al tú provoca a la identificación
camuflada, secreta, que no es identificación con ese objeto
enigmático que puede ser nada de nada. Todo el pequeño
plus-de-gozar de Hitler quizá no iba mas
allá de su bigote, pero este rasgo, esta marca para
comprometer la gente en lo más salvaje del proceso del discurso del
capitalismo comprometer a la masa en lo más salvaje del
proceso del discurso del capitalismo, que implica un
plus-de-gozar bajo su forma de plusvalía.
Y la masa está capturada en una identificación
imaginaria; sigue la palabra del Otro-Amo, y cae en un
goce colectivo. Todo radica en saber si en un cierto nivel
uno puede obtener aún su tajada, el beneficio. Y esto
precisamente bastó para provocar sus efectos de
identificación. La psicología de las masas y análisis del yo de
Freud obtiene en los tiempos que corren su peso más
trágico. Y fue escrito por un judío vienés, que
tuvo que huir de su ciudad natal, y ver la quema de sus libros, poco antes del
holocausto. Lo dicho obtiene todo su peso en el mundo
actual.
El riesgo de la ceguera es cada vez
mayor, si no vemos que la relación que fomenta esas
repeticiones no tiene que ver sino con el goce. El sujeto
queda atrapado en el goce; el sujeto sujeto al goce
— y repitamos; el goce, lo desmedido, sobrepsar
los límites, que se expresa en el sufrimiento; la
Cosa freudiana, las pesadillas del sujeto que lo muestran
acosado y objeto de crueldades. La muerte y el holocausto, los
fantasmas de vergüenza, la creación de infiernos y
suplicios. El masoquismo primordial que doblega
siempre—como antes decía— al principio del
placer. La compulsión de repetición, que nos lleva,
como a Sísifo a subir una y otra vez la piedra.
Si rastreamos ahora en la historia de Latinoamérica,
encontraremos el efecto acumulativo de una repetición, que
invoca esos dioses en nombre de una marca fundacional, de
un ser nacional que repite sus ritos y ceremonias, su ley del
más fuerte. Si desde el nacimiento estamos relacionados con
un símbolo, si como sujeto estamos situados no solamente
como emisor sino ese átomo que somos del discurso concreto,
la relación del sujeto con el discurso político
transitará por las marcas que ha dejado en el
inconsciente la relación con el "Otro". El desamparo social,
la explotación extrema, el caudillismo, el militarismo
tienden a capturar toda posibilidad de identificación con un
goce mortífero. En una sociedad que se intenta global,
¿a qué registro del orden de las cosas
pertenece el deseo indestructible, que no hace más que
acarrear lo que sustenta de una imagen del pasado hacia un
futuro? Es evidente que se trata aquí de la imposibilidad de
clausura, y se expresa a través de pasajes al acto
violentos; base de la autodestructividad que nos habita. Ese
goce no se detiene jamás, impide reinstaurar el orden
y hace imposible en su fundamente mismo el concepto de
globalización, hoy tan equívocamente celebrado. La
repetición sin clausura nos enfrenta a una de las formas
más extremas de la dimensión del mal. De aquí es
de donde partimos para dar sentido a esa repetición
inaugural en tanto repetición que apunta al goce; y
la repetición de lo peor. Así, la piedra que sube
Sísifo hace cada vez más penoso el trayecto; y hay
mayor goce en que vuelva a rodar. La compulsión a la
repetición— ese goce—es una espiral, el
ojo de un huracán que todo lo arrastra, y provoca el
conflicto, despierta los "lebreles de la jauría maldita" (en
verso de Rosalía). Toda la comunidad unida por un mismo
goce; el espíritu de horda renace.
Como Sísifo, la repetición es a lo peor; al
ersatz… Y un zigzagueo, para centrarme aún
más. Parece evidente hoy —después del descalabro
global, de lo líderes paranoicos, de la repetición de
falsas soluciones, del 11 septiembre,
y de la guerra santa contra Iraq y de los fundamentalismos
y los terrorismos nacionalistas, cuando no de las masacres
tribales o étnicas, que se denomina "marginales" a un gran
número de seres humanos que sobran. Si el deseo de muerte se
inscribe en el inconsciente como discurso del "Otro", habría
entonces que preguntarse, ¿qué rito sacralizado
repetimos en nuestras sociedades latinoamericanas de manera cada
vez más paródica y macabra? Si cada uno, y uno por uno
de los países desde su nacimiento surge de cartografías
y nuevos mapas políticos impuestos (primero por la Corona
española, luego por los héroes de la Independencia, luego por la
mundialización y globalización), no lo son menos
producto del horror del otro,
de la victimación de los más débiles, que una y
otra vez se identifican con la ignorancia y la barbarie y se
dejan arrastrar por la pulsión de muerte: el
goce.
¿En nombre de qué marca fundacional
—y toda marca fundacional produce
goce—repetimos la carga de la piedra de Sísifo,
o dicho en marxista, repetimos la farsa política?
¿Qué fuerza inconsciente nos induce a repetir una
historia de saqueos, abusos y crímenes? ¿Qué
dioses oscuros invocamos para producir más cadáveres y
muertos? ¿Por qué el poder exige sacrificios humanos,
por qué la miseria humana y la explotación hoy día
se apoyan en el consenso electoral? Sobre esta base se edifica
todo lo que se refiere al síntoma social. Colaboramos para
sostener el goce y el síntoma social en nombre de
identidades nacionales estereotipadas y desgastadas,
ersatz del pasado histórico; colaboramos con los que,
como Bonaparte en el Dieciocho brumario, son engrandecidos
como héroes, en lugar de empequeñecerlos. No es, no, la
falta de legalidad —como sostiene
Carlos Fuentes— el espectro que
produce desorden en la vida social: la falta de legalidad es otra
consecuencia del goce. Si Marx encontró el punto
negro, la paradoja, el rostro gozante del Amo, su reflexión
nos invita a ver cómo la lucha de clases en cada nación creó las
circunstancias y las condiciones para que personajes mediocres y
grotescos representen el papel de héroe. Y
prosigo.
La trama discursiva que hoy llamamos Latinoamérica
está tejida de exclusiones y segregaciones, desde que se
esgrime el tropo de canibalismo en las Antillas para distinguir
las otredades étnicas segregadas, y luego para cartografiar
los nacionalismos latinoamericanos y las identidades criollas.
Dicho en plata: las identidades nacionales se han forjado a
partir de modelos europeos, de
segregaciones y aparthaids económicos, sociales,
culturales, y lingüísticos. Se segrega y margina "lo
otro"—el desecho, lo que sobra— y estos grupos marginados irrumpen de vez
en cuando en la trama social siguiendo la palabra invocante de
los dirigentes de turno, que repiten la misma palinodia de
patria, nación; se han congelado
las identidades.
La cuestión nos lleva a crear aglomeraciones
(masas), una especie de gran cuerpo anónimo, y se fabrica el
acontecimiento por el número de cuerpos que se llegan a
concentrar. Y volvamos al principio. En El reverso del
psicoanálisis —el reverso, la aporía, la
paradoja del discurso Amo del capitalismo— Lacan muestra
que la repetición necesita al goce: "La
repetición se funda en un retorno al goce". Es decir,
que la organización psíquica
en el ser humano está articulada, en su origen, como un
discurso de amo. Como el amo feroz, radicalmente distinto del
ideal humanista, que Freud describe en su Malestar en la
Cultura: "El ser humano no es un ser manso, amable, a lo sumo
capaz de defenderse si lo atacan, sino que es lícito
atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de
agresividad. En consecuencia, el prójimo no es solamente un
auxiliar y objeto sexual, sino una tentación para satisfacer
en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin
resarcirlo, usarlo sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo
de su patrimonio, humillarlo,
infligirle dolores, martirizarlo y asesinarlo". Dejémoslo en
suspenso.
El pasado no se repite Retomo a Freud. Si el estatuto
del inconsciente es ético; más claro aún: la
ética es la ética del acto por sus consecuencias, es
necesario saber —y parafraseo a Freud gracias a
Lacan—cómo el inconsciente se muestra. Y los
canallas —los que nada quieren saber del
inconsciente— pueden usar al Otro y servirse de él
como plusvalía. Cuando Lacan define la repetición como
encuentro fallido con lo Real, hemos de entenderlo que ese
"está", pero no se le encuentra, y siempre
escapa, por lo que lo que la repetición busca repetir
es, precisamente, lo que siempre escapa (10). Más
simplemente aún: el pasado, en tanto continente de ese
primer encuentro no se encuentra, el pasado no se repite. Todo lo
anterior nos sitúa la repetición entre el
automaton de la cadena y la tyché de un
elemento real, que funciona como la causa de la primera.
Centrémonos. Tres conceptos, pues, aparecen en el seminario
Los cuatro conceptos fundamentales del
psicoanlálisis, definidos en su relación a lo
Real. El inconsciente como tropiezo, la repetición
como evitamiento, y la pulsión como encuentro logrado.
Evitamiento significa que la compulsión de repetición
supone un no querer saber por parte del inconsciente. Mientras
haya repetición, pues, no habrá deseo de saber. Es por
esta "sordera de la repetición, que cada vez es la primera
vez. Siempre se está en la primera vez". En la
repetición se está siempre en la primera vez, supone la
anulación del tiempo, que no haya acumulación de
saber.
Y como si fuera poco, en la formulación lacaniana
la repetición anula y produce goce. No se trata de
una contradicción insoluble: la repetición que antes
suponía una pérdida de goce, es ahora
recuperación. Lacan incorpora el rasgo unario que
cada sujeto porta, elemento articulador en tanto escrito,
y en tanto sus consecuencias se manifiestan sin el consentimiento
del sujeto y en su ignorancia. Parafraseo a José A. Naranjo
Mariscal, y hago desvíos.
Se me perdonará este extenso excurso por Lacan,
pero ha sido necesario para proseguir el camino. Los mecanismos
de la repetición aseguran que habrá repetición
siempre que haya un significante que articule el saber,
significante que se puede traducir como el discurso Amo. Se
comprende entonces que el hecho de desenmascarar "lo Real", de
realizar mediante la interpretación la
revelación del enlace entre el rasgo unario y el
goce, permitirá ver el nudo vivo de la "escena
primitiva", con su decoración y sus personajes. Al
interpretarlos el discurso analítico es el reverso del
discurso Amo. Esto supone acabar con la determinación, con
la causalidad, rompiéndola. Recordemos que según Lacan,
Marx descubrió el síntoma precisamente a causa de la
noción de "excesos" sociales; su gran logro fue demostrar
que todos los fenómenos que parecen simples desviaciones,
deformaciones contingentes del funcionamiento "normal" de la
sociedad, son producto necesario del propio sistema. Los puntos en que la
"verdad", el carácter antagónico
inmanente del sistema irrumpe; lo que está oculto—ese
objeto Sade—sale a la luz. Marx aporta la función
de la plusvalía, y de ella (y de la pulsión freudiana)
Lacan deduce el "plus de goce", marcando una distancia
fundamental con Marx: éste vincula la producción con la
necesidad; Lacan introduce que lo propio del ser que habla es el
goce, una interferencia vinculada a la pulsión de muerte que
no tiene nada que ver con lo necesario. Identificarse con el
síntoma significa reconocer en los "excesos" la clave que
nos ofrece el acceso a su verdadero funcionamiento.
No hay síntoma sin su destinatario; como un enigma,
el síntoma anuncia su disolución por medio de la
interpretación. Concebido como una formación
simbólica, significante, es un mensaje codificado dirigido a
un Otro que retroactivamente le conferirá su significado. En
definitiva, es una formación significante que da
congruencia, si lo interpretamos desde el futuro. Todas nuestras
complicaciones y tribulaciones proceden de una circularidad
mortífera: a la libre concurrencia sucede la dictadura económica.
Salta a los ojos de todos, en primer lugar, que en nuestros
tiempos no solo se acumulan riquezas, sino también una
descomunal y tiránica potencia económica en manos
de unos pocos, que la mayor parte de las veces no son
dueños, sino custodios y administradores de una riqueza en
depósito, que manejan a su voluntad y arbitrio. Dominio ejercido de la manera
más tiránica por aquellos que, teniendo en sus manos
el dinero, se apoderan
también de las finanzas públicas y del
crédito, y administran la
savia de que vive toda la economía. Esta acumulación de
poder y de recursos, nota
característica de la economía contemporánea, es el
fruto natural de la ilimitada libertad de los competidores, de la
que han sobrevivido solo los más poderosos, lo que con
frecuencia es tanto como decir los más violentos y los
más desprovistos de conciencia ( y cito del Quadragesimo
Anno, 105/107).
La repetición, esa circularidad que nos ahoga
(Bajtin nos instaba a salirnos de la prisión de las ideas
estereotipadas), nos conduce una y otra vez a buscar la
salvación en el Otro, en la voz invocante, a revivir
lo que Lacan llama en La psicosis, la paranoia de la
libertad; a escuchar como palabra plena las promesas de libertad,
igualdad, fraternidad, y las
invocaciones al pueblo soberano, a la patria.
Todos ersatz de las luchas nacionales
decimonónicas. Una especie de proceso de estancamiento de la
memoria induce a revestir de modernidad los ideales de las
Guerras de Independencia, a
repetir el teatro en actuaciones más grotescas: una y otra
vez Sísifo sube la piedra, y una y otra vez vuelve a
rodar…. En el teatro de la repetición se experimentan las
fuerzas puras, los rasgos dinámicos del espacio que
actúan sobre el espíritu sin intermediación y que
lo vinculan directamente con la naturaleza y con la historia, un
lenguaje que habla antes de que se produzcan las palabras, gestos
que se elaboran antes de que existan cuerpos organizados,
máscaras anteriores a las caras, espectros y fantasmas
previos a los personajes: todo el aparato de la repetición
como "poder terrible". Repetición, sí, pero au
pire… para lo peor.
Centremos ahora la mira al mundo contemporáneo;
comencemos por definir la segregación como aquella mirada
que va dirigida hacia lo semejante en lo que tiene de diferente.
Si la segregación del otro es marca fundacional del
ser humano —como dice Lacan— ésta se repite, con
el movimiento incoercible del inconsciente a la repetición,
que también repite la grotesca concepción de la
política como creencia en la palabra del otro; palabreo
político que no disimula cómo se cautivan los incautos.
Lo que se llama la relación, la religión, la creencia, el engranaje
social, ocurre a nivel de cierto número de conexiones que no
se hacen por casualidad y que necesitan, con mayor o menor
enrancia, cierto orden en la articulación significante.
Lacan aludía a los amplios procesos de segregación
empleando los términos de la "mayor extensión", y cada
vez "más duros", y estableció importantes diferencias
entre el racismo de discurso del racismo
biológico o racismo cultural, afirmando a su vez
que en lógica moderna (o capitalismo tardío), la
historia ya no la hace la religión, "Ahora son los discursos
los que realizan las rupturas."
Si el discurso está vinculado a los intereses del
sujeto, el discurso Amo que desmenuza en El reverso, hace
vínculo con la mercancía en el mundo capitalista, y
provoca la mutación que da al discurso Amo el estilo
capitalista. Como consecuencia de este enlace, aumentan el trabajo, la plusvalía
se añade al capital, a los valores. El significante
amo parece inatacable, precisamente en su
imposibilidad.
¿Dónde está?, ¿cómo nombrarlo?;
es necesario situarlo en sus efectos mortíferos, y si nunca
se ha acabado del todo con la segregación, ésta
arraigará siempre peor. Aclaremos y sigamos. La
identificación segregativa ocurre cuando se pega el rasgo y
el objeto de goce. Resumo. "Estamos evidentemente en una
época de segregación … nunca hubo más"
—dice Lacan ya en 1970. Cuanto existe hoy está fundado
en la segregación, en primer término esa utopía
que se llama la fraternidad universal. Sea como sea,
continúa, "los humanos se han descubierto hermanos, y uno se
pregunta en nombre de qué segregación ", dice con
ironía. Podemos trasladar esta puntualización al
presente. Lo que demuestra de forma contundente Lacan es que el
desbarajuste y ersatz que vemos hoy aparecer, que produce
tanto espanto y horror, es solo el principio, "no es más que
el principio de lo que se irá desarrollando, como
consecuencia del reordenamiento de las agrupaciones sociales por
la ciencia y, principalmente, de la universalización que
introduce en ellas. Nuestro porvenir de mercados comunes
—dice— será contrapesado por la extensión
cada vez más dura de los procesos de "segregación".
Constatamos así que, después de ese "primer intento de
segregación social a gran escala que fue el nazismo", nos
enfrentamos hoy con una gran variedad de procesos disparados por
motivos políticos y religiosos, así como sexuales. Y
además "la segregación de la anomalía" (llamada o
no enfermedad mental), tan actuales. Y seguimos repitiendo
genocidios, torturas, y gobiernan los canallas con impunidad. Y resumo. El efecto
real llamado segregación que asfixia hasta la identidad simbólica, pone
en marcha la operación imaginaria (la fraternidad) que
reproduce desechos humanos. Los lectores encontrarán en
El reverso del psicoanálisis, una mina de
sólidas reflexiones que nos incumben a todos.
Dentro de esta lógica, el discurso es un modo de
tratamiento del goce, tan eficaz como lo fue la creencia
religiosa. Las palabras de Lacan son estremecedoras: no hay
necesidad alguna de ninguna ideología para que
haya racismo…es suficiente un plus
de goce que se reconozca como tal. El peso de ese
goce mueve lo social, y en este proceso contemporáneo
de reabsorción por disolución de las creencias, Lacan
confirma la irrupción de un nuevo fenómeno de
segregación, un racismo de discurso, como propio de
nuestra época. Esta novedad adquiere todo su peso si la
situamos en el contexto de la explosión de diferencias
propias de la posmodernidad. El reto
consiste en no confundir el respeto a la diferencia con el
establecimiento de ghetos o la instauración y/o
colaboración con procesos de segregación.
Más precisa aún: la diversidad encubre
la forma de velar, ocultar, modalidades de goce
irreductibles. Conviene ahora despejar el camino: no toda
diferencia es segregación, y la llamada diferencia es una
especie de antídoto contra la
segregación. Es lo que Freud no dudó en vaticinar como
el retorno de lo peor; que nos lanza al pasado, a volver a
formar parte de una manada; el retorno de los dioses oscuros, y
sus exigencias de sacrificio de los imperativos modernos. Y no
quiero pasar por alto que si Lacan afirma que ahora no es
necesaria ninguna ideología para que haya racismo, Freud
definía la conciencia como "las ideas que entran en comercio".
Apoyada en el reverso del discurso Amo que Lacan
precisa, desearía correr el riesgo de proponer un primer y
muy esquemático esbozo. Las tesis que voy a enunciar no
son por cierto improvisadas, pero sólo pueden ser
sostenidas, es decir confirmadas o rectificadas, mediante
estudios diferenciados de cada región. Esto supone mantener
vacíos los lugares ocupados por las identificaciones
sociales segregativas, para dar lugar a las verdaderas
distinciones, una por una. Se hace necesario sostener lo
particular en cada caso, privilegiando lo peculiar de un sujeto
—el uno por uno— para elaborar estrategias de integración que regulen y
atenúen la segregación creando formas de "saber hacer"
con la diferencia, más que obturándola. Este paso es
decisivo: del "no saber" de la diferencia al "saber hacer" con la
diferencia. Aquí se pone al descubierto la paradoja de la
repetición mortífera del ser humano en la
modernidad capitalista.
Lo "global" es el mercado, el capital; no hay
estado universal porque ya
existe un mercado universal cuyos focos y bolsas son los estados.
Pero este no es ni universalizante ni homogeneizador, sino una
terrible fábrica de excrementos humanos y de miseria. Si
Primo Levi nos recuerda que los campos de exterminio nazi nos han
obligado a reconocer la vergüenza de ser "hombres", y de
aceptar esa "zona gris" de los compromisos, el aidos
griego debiera hablar ahora como el ángel de voz de trueno,
para recordarnos que todo estado democrático hoy día
está comprometido hasta las heces en la fabricación de
la pobreza y la miseria
humana. Sin olvidar el reverso, que lo "global" tiene su
paradoja, su envés: la violencia de las diferencias
culturales. Si en los últimos años hemos sido testigos
(y copartícipes, por mantenernos en aquella "zona gris" a
que alude Levi) de las agresiones al otro en nombre de los
derechos humanos (los serbios
por ejemplo, o los fundamentalismos, o la guerra ciega contra el
"terrorismo"), intentos
transparentes de legitimar la violencia por medio de discursos
sesgados que invocan valores universales, en el
punto en que nos encontramos debiéramos ayudar a localizar
su fugitiva e inquieta presencia en lo Real. Ninguna
ideología puede hacer decente lo innombrable de un
cadáver putrefacto, o domesticar el salvajismo o la crueldad
de los universales. No invoco aquí una defensa del fin de
las ideologías ni fin de la historia; en tanto aportan un
goce, este discurso estará siempre
presente.
Y recojo velas. Al implicar un cuestionamiento del plus
de gozar bajo su forma de plusvalía el discurso Amo
capitalista provoca —según Lacan— un efecto de
identificación, "cada uno en un cierto nivel podría
sacar su tajada". Algún rasgo unario, por ejemplo ser
"blancos", permite al sujeto gozar de su plus, es decir "sacar su
tajada"; porque que es fundamento de todo racismo, nos recuerda
el analista Ernesto Pérez. En la contemporaneidad, el plus
de goce como plusvalía facilita y sirve de sostén a
este tipo de identificación.
Cada sujeto podría, en la sociedad capitalista,
sacar su tajada de cualquier ideal puesto en el mercado. Se puede
apreciar desde ya la dificultad que sería necesario superar
para no convertir este concepto clave en uno pseudo-englobante. Y
prosigo. En la medida que el discurso capitalista produce
objetos; estos objetos, al modo de fetiches, distraen y
enmascaran el exceso de goce que conllevan en sí
mismos; un goce no regulado ya que desconoce la dimensión de
la pérdida, dichos gadgets colectivizan un goce
brutal. Los pasos de Lacan para desespesar las tinieblas se
fundamentan en separar este fenómeno identificatorio del
discurso Amo, porque a veces se confunde discurso
Amo y segregación como si tuvieran una misma
raíz. Lacan subraya que el esclavo trabaja para el amo, pero
no necesariamente se identifica con él. El fenómeno es
central hoy día; la diferencia de clase o raza pueden
comenzar a ser vista con rasgo negativo, "animales", "salvajes",
"los gitanos roban", "los moros son sucios", "los negros son
libidinosos," "el inmigrante es un indeseable"…
Para que se constituya el racismo, basta con un plus
de goce que se reconozca como tal…como el bigotito de
Hitler. Esto se resume en unas pocas palabras apropiadas: el
goce de la homogeneidad social frente al universo de
diferencia, ese es el pacto de horror de la mortífera
segregación.
Y termino. Según el gran historiador Eric Hobsbawm
el aumento de la discriminación y la
violencia es resultado previsible del modelo individualista del
capitalismo finisecular. Los procesos segregativos son las
distintas formas de tratar "lo inasimilable" que retorna como
Umheimlich, lo siniestro/familiar freudiano. El proceso
que lleva a la violencia segregativa es aquel que va formando un
discurso Amo "puro", no dialectizable, donde se concluye toda
posibilidad de saber, y que inevitablemente lleva al sacrificio.
Nuestro reto es desecribir el pasado para construir nuevos
futuros. Un acto verdaderamente subversivo si hacemos un reverso
de los cantos de sirena del discurso capitalista Amo, y dejamos
la piedra en la cumbre…para que no vuelva a rodar. Urge pues
leer en retroactivo nuestras historias para desnudar ese goce
obsceno, esa compulsión a seguir a ese Dios que
interpela desde el goce de la opereta trágica, en la
paródica repetición del pasado en amo
moderno.
No estoy segura de no haber homogeneizado la marca
fundacional, en esa vastedad que se llama Latinoamérica.
Se hace inminente interrogarla en su diversidad, en cada forma de
vínculo social, admitiendo la excepción de cada
historia particular, y la contemporaneidad "margina" la
excepción; tiene problemas con lo que no es
homogéneo; la diferencia es el nudo fundamental que
proporcionaría una articulación para luchar contra esa
letra impresa en nuestra piel: segregación,
racismo, genocidio, caudillismo, militarismo, estupro, robos,
desaparecidos, impunidad de los canallas, una segregación
que sobrevive y se refuerza, un "igualitarismo" en el que tomos
somos iguales pero hay unos más iguales que otros, impuesto por el discurso Amo que
nos ahoga. Las nuevas formas de discriminación y
segregación, el auge de los regionalismos, los
fundamentalismos, lugares de hundimiento, la globalización y
sus efectos en la subjetividad, las vicisitudes del síntoma
en el discurso capitalista, son coordenadas para situar al
psicoanálisis respecto de la actualidad del malestar.
Contextualizar el psicoanálisis, implica partir de la
subjetividad de la época, donde la globalización y el
avance de la tecnología, acentúan la inexistencia del
Otro, la consistencia del mercado y lo que Lacan ha llamado
aletósfera, esfera que ha creado la ciencia, el mundo de
instrumentos y de aparatos, que se anticipa en su oferta reduciendo así el
espacio de la demanda.
Estoy consciente de que cuanto he dicho puede sonar a
jerigonza. Los tres discursos que he escogido como
virgilios—Marx, Freud y Lacan—exigen rigor y
lógica para reacentuar sus mensajes al futuro. A mí me
han aclarado mucho el camino. Por mi parte no tengo ninguna
certeza, tal vez sólo presentar las vías de una
modificación que podemos introducir por medio de la
interpretación. Lo único posible es irrumpir en la
compulsión repetitiva introduciendo un giro que supone un
cambio en el significante Amo. Ese es el reto de la democracia directa hoy
día. No hay por qué echar las campanas al vuelo
¿Qué podemos hacer? Quizá que ahora marque algo,
un punto, un punto suspensivo. Puesto que no es cuestión de
pintar un porvenir color de rosa, lo que no hemos
visto hasta sus últimas consecuencias y que se enraíza
en el cuerpo, registro de la rivalidad, es el racismo, del cual
ni siquiera hemos terminado de oír hablar.
Barcelona, 2003
Soler, C. Declinaciones de la angustia. Curso
2000-2001. Collège Clinique de Paris.
Freud, S. (1920) Más allá del principio del
placer. Obras Completas. XVIII. Amorrortu Editores:
Argentina.
Freud, S (1914) Tótem y Tabú. Obras
Completas. XVIII. Amorrortu Editores: Argentina.
Lacan, J. El seminario, Libro I: Los escritos
técnicos de Freíd (1953-1954). Buenos Aires: Ed.
Paidós.
Lacan, J. El seminario, Libro XI: Los cuatro
conceptos fundamentales del psicoanálisis" (1964).
Buenos Aires: Ed. Paidós.
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Editorial Paidós.
Iris M. Zavala (*)
(*) Escritora puertorriqueña
En Revista Virtual Contexto, Vol.
8, N° 10, año 2004.