Monografias.com > Nutrición > Salud
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Comparación entre Aporte y Consumo Alimentarios Relacionados



     

     

     

    Resumen

    Estudio de un grupo de 30 ancianos que
    asistían al Club del Anciano en Mérida, Venezuela, donde
    permanecían de lunes a viernes hasta media tarde, el resto
    del tiempo estaban en su hogar. El
    principal objetivo del trabajo demostrar que existen
    diferencias entre las recomendaciones y el aporte y consumo de
    energía y nutrientes, tanto en la institución como en
    el hogar. Se utilizó un cuestionario de tres partes:
    identificación, antropometría y encuesta de consumo
    alimentario. El grupo estaba conformado por 53.3% mujeres y 46.7%
    hombres, edad entre 60 y 90 años, peso entre 34.5 y 74.3 Kg
    y de 145 a 180 cm la estatura; el 71.4% de ellos tienen un IMC
    (Índice de Masa Corporal) por debajo del rango recomendado
    para su edad. En la institución el aporte de energía,
    proteínas, grasas y glúcidos fue de
    1054 ±
    113.4 Kcal., 30.8 ± 5.09 g, 31.3 ± 6.9 g y 162 ± 23.55 g respectivamente; en
    el hogar el aporte fue 1143 ± 495.18 Kcal., 46.2 ± 24.21 g de proteína,
    32.6 ±
    25.57 g de grasa y 166 ± 64.32 g de glúcidos. El consumo en
    la institución fue 983 ± 148.15 Kcal., 27.7 ± 3.70 g proteínas,
    28.2 ± 8.81
    g grasas y 155 ±
    24.79 g glúcidos; en el hogar el consumo fue de
    1104 ±
    507.18 Kcal., 44.3 ± 24.46 g proteína, 31.6
    ± 25.47 g grasas y
    161 ± 63.94
    g glúcidos. El aporte y consumo de energía es
    insuficiente, tanto en la institución como en el hogar; el
    aporte y consumo de proteína en la institución es
    insuficiente, en el hogar es adecuado.

    Palabras claves: Anciano, nutrición, aporte y consumo de
    energía y nutrientes, requerimiento calórico y de
    nutrientes.

     

    Abstract

    Food supply and consumption related to
    semi-institutionalized elderly people.

    This work is based on a group of elderly people who
    attend the Old Folks’ Club, Mérida, Venezuela, from
    Monday through Friday until late afternoon and spend the rest of
    the time at home. The aim was to show that there is a difference
    between nutritional availability and consumption and energy and
    nutrient requirements in this group. A three part questionnaire
    was used: identification, anthropometry and dietary intake
    survey. These group was made up of 53.3% women and 46.7% men,
    aged between 60 and 90, weighing 34.5 and 74.3 kg and from 145 to
    180 cm tall. According to BWI (Body Weight Index) 71.4 % were to
    above of 24 kg/m2. In the institution (Old Folks’ Club) the
    availability of energy, protein, fats and glycosides was
    1054 ±
    113.4 kcal, 30.8 ± 5.09 g, 31.3 ± 6.9 g y 162 ± 23.55 g respectively; at
    home was 1143 ±
    495.18 kcal, 46.28 ± 24.21 g protein, 32.6 ± 25.57 g, fats y 166
    ± 64.32 g
    glycosides. The consumption was 983 ± 148.15 kcal, 27.7 ± 3.7 g protein, 28.2
    ± 8.81 g, fats and
    155 ± 24.79
    g Glycosides in the institution; at home the consumption was
    1104 ±
    507.18 kcal, 44.3 ± 24.46 g protein, 31.6 ± 25.47 g, fats y 161
    ± 63.94 g
    glycosides. The energy (availability and consumption) is
    insufficient, both in the institution and at home. The protein
    (availability and consumption) is insufficient in the
    institution, but not at home. The energy and protein intakes
    should increase in Venezuelan elderly people, especially in the
    institution. Key words: Elderly people, nutrition, availability
    and consumption of energy and nutrients, caloric requirements of
    nutrients.

     

     

    INTRODUCCIÓN

    Las principales teorías del
    envejecimiento se pueden agrupar en dos amplios tipos; uno de los
    cuales dice que el envejecimiento es una característica
    programada genéticamente y es consecuencia de la
    maduración celular; el otro atribuye el envejecimiento a una
    acumulación progresiva de moléculas defectuosas que
    degeneran en disfunción celular y muerte (Chandra 1989). Sin
    embargo, el proceso de envejecimiento
    puede ser precipitado por factores ambientales adversos tales
    como las deficiencias nutricionales. Los ancianos están
    expuestos a mayor riesgo de sufrir mal
    nutrición que los individuos jóvenes (Nelson et
    al.
    1993); asimismo, debido a su menor capacidad de
    adaptación ante los cambios, cualquier desequilibrio puede
    afectar gravemente su salud, ya que con el avance de la edad puede
    haber una acción recíproca de
    enfermedad; incapacidad mental o física y dificultades sociales,
    económicas y ambientales (Ortega et al.
    1994).

    El anciano está adquiriendo una importancia cada
    vez mayor como grupo humano; al mismo tiempo se reconoce que se
    enferma con mucha más frecuencia que los individuos
    jóvenes; por esta razón, consumen casi el 40% de los
    recursos de cuidados para la
    salud, aunque constituyan solamente el 11% de la población actual (Anzola
    1989). Se impone la necesidad de concebir una mejor planificación en cuanto a
    protección de los ancianos, los cuales tienden a incrementar
    su número y a ser más dependientes a medida que avanzan
    en edad (Ferrer, Olavaria 1985).

    Ciertos individuos ancianos tienen alto riesgo de mal
    nutrición: los aislados física y socialmente, quienes
    viven solos, los que han sido recientemente abandonados, aquellos
    con deterioro mental y sensorial, con enfermedades sistémicas crónicas,
    los muy pobre y los muy viejos. Una reducción en la ingesta
    total de energía resulta en consumo inadecuado de ciertos
    nutrientes esenciales. Además, esto se complica por la
    carencia de variedad y autoselección característica de
    los tipos de alimentos, la presencia de mal
    absorción en algunos individuos ancianos y la interacción entre
    droga y nutrientes (Chandra
    1989).

    Se han encaminado pocas acciones del sector público para la
    formulación de planes y programas, destinados a mejorar
    el estado de salud y la
    alimentación de los ancianos
    (Ruiz 1989); por lo que el grupo de trabajo sobre Salud
    Comunitaria y Bienestar Social de los Grupos de Adultos y Ancianos,
    recomienda a los países incorporar a sus planes de desarrollo económico y
    social, políticas y estrategias claras en beneficio
    del anciano: De no hacerlo así, América Latina podría
    estar condenada en el futuro a ser una civilización de
    marginalidad y mendicidad (OPS
    1989).

    En Venezuela son pocas las instituciones públicas
    que asisten a los ancianos en forma semi-institucionalizada; en
    las cuales el anciano es asistido de lunes a viernes hasta media
    tarde y el resto del tiempo está en su hogar. En la ciudad
    de Mérida, Venezuela existe una institución de este
    tipo denominada Club del Anciano, dependiente del Instituto
    Nacional de Geriatría (INAGER), ubicada en la
    Urbanización La Sabana, zona residencial al sur de la
    ciudad. Debido a las características ya señaladas, en
    este trabajo, se realiza una comparación entre la
    alimentación recibida en la institución y la recibida
    en el hogar de cada anciano y se plantea que existen diferencias
    entre el aporte y el consumo alimentarios en relación con
    los requerimientos. Como objetivos específicos se
    precisa el Índice de Masa Corporal (IMC) de cada anciano
    participante, se indican sus requerimientos de energía y
    nutrientes y se determinan el aporte y el consumo de energía
    y nutrientes tanto en la institución como en el
    hogar.

     

    METODOLOGÍA

    El presente trabajo se realizó en un grupo de 30
    ancianos de 60 años y más, mujeres y hombres, sin
    limitaciones físicas, con atención directa en el
    hogar los sábados y domingos y miembros del Club del Anciano
    anteriormente señalado.

    El material utilizado consistió en un cuestionario
    conformado por tres partes. La primera parte identifica al
    participante (nombre, apellido, edad, sexo y fecha de nacimiento).
    La segunda parte registra el peso en kilogramos y la estatura en
    centímetros, así como el IMC. La tercera parte
    corresponde a la encuesta de consumo alimentario en la cual se
    especifican las cantidades de alimentos que se aportan y consumen
    tanto en la institución como en el hogar y se determinan las
    cantidades de energía y nutrientes.

    El cuestionario fue suministrado a cada participante, a
    quien se le determinó el IMC, usando las medidas
    antropométricas peso y estatura.

    Si el
    (Bray 1989), se ubica entre 24 y 29 kg/m2 se considera que la
    persona tiene dicho
    parámetro "normal"; si el IMC se ubica por debajo de
    24 kg/m2 se considera "bajo la norma" y si se ubica por
    encima de 29 kg/m2 "sobre la norma". Para obtener el peso
    se utilizó un estadiómetro Holtain Limited (Made in
    Britain). Se indicó al anciano colocarse en forma vertical
    sin calzado. Para obtener la estatura se utilizó el método de la media brazada;
    el cual consiste en medir con una cinta métrica de material
    inextensible (en este caso se utilizó una marca Colcart, de 150
    centímetros máximos), la distancia que existe desde el
    manubrio del esternón hasta la parte más distal del
    dedo medio de la mano cuando el brazo se encuentra completamente
    extendido a la altura de hombro; la medida obtenida se multiplica
    por dos para determinar la estatura del anciano, este método
    puede utilizarse, dado que la longitud del brazo guarda
    correlación estrecha con la estatura (Hoffman 1993). Aunque
    con el avance de la edad se van aplastando los discos vertebrales
    (De Nicola 1985).

    Se obtuvieron los requerimientos de energía y
    nutrientes calorigénicos usando la Tabla de Recomendaciones
    de Energía y Nutrientes para la Población Venezolana
    (Bengoa et al.1994). La encuesta de consumo alimentario se
    aplicó durante un día, tanto en la institución
    como en el hogar de cada anciano; sin embargo en el hogar
    sólo fue posible realizarla a 21 de los 30 ancianos, debido
    a que se presentaron algunos inconvenientes tales como negativa
    del participante o de los miembros de su familia, dirección equivocada. La
    encuesta de consumo alimentario consiste en la pesada directa de
    los alimentos a consumir (aporte). Se utilizó una balanza
    dietética marca Ohaus con capacidad máxima de 2610 g.
    Después del consumo se procede a pesar los residuos. La
    diferencia entre el aporte y los residuos representa el consumo
    real. Con los datos de peso de los diferentes
    alimentos se determinaron las cantidades de energía y
    nutrientes calorigénicos aportados y consumidos, tanto en la
    institución como en el hogar, haciendo uso de la Tabla de
    Composición de Alimentos del Instituto Nacional de
    Nutrición (Anón. 1994). Estas cantidades se compararon
    con los requerimientos para determinar la
    adecuación.

     

    RESULTADOS

    Todos los valores se expresan como
    X ±
    DS, a menos que se indique lo contrario
    Sexo: 16 (53.33%) personas del sexo femenino y 14 (46.67%)
    del sexo masculino. Edad: Entre 60 y 90 años (r = 30). La
    media ( X ) = 79.4 ± 6.8 años. Es una muestra multimodal con (Mo) = 73,
    80, 84 y 87 años. La mediana (Me) = 80 años.

    Medidas antropométricas

    Peso: comprendido entre 34.5 y 74.3 kg, (r =
    39,8).

    Media ( X ) = 55.0 ± 9.0 kg. Mediana (Me) = 55.4
    kg.

    Este conjunto de datos tiene tres Modas: 48, 50 y 58
    kg.

    Estatura: osciló entre 145 y 180 cm. (r =
    35). La Media ( X ) corresponde a 160 ± 9.8 cm, al igual que la
    Mediana (Me), la Moda (Mo) es 158 cm.

    Datos IMC: Los resultados obtenidos se muestran
    en la Tabla 1. El número de ancianos ubicados en el rango
    < 24 kg/m2 es igual al de ancianas; esta distribución equitativa no
    se observa en el rango de 24 a 29 kg/m2, ya que predominan las
    ancianas. Sólo ellas tienen IMC superior a 29
    kg/m2.

     

    Energía y nutrientes.

    En la Tabla 2 se observa que tanto en la
    institución como en el hogar el aporte y consumo de
    energía no alcanzan las recomendaciones. En cuanto a
    proteína sucede lo mismo en la institución, pero no en
    el hogar, donde aporte y consumo son adecuados.

    Es necesario aclarar que los requerimientos de grasas y
    glúcidos se desconocen, por lo cual sólo se señala
    el aporte y consumo. Sin embargo, es importante señalar que
    con relación a las grasas, el consumo corresponde al 90.1%
    del aporte en la institución, mientras que en el hogar es
    más alto (96.9%). Para glúcidos el consumo fue de 95.7%
    del aporte en la institución y en el hogar, al igual que el
    caso de las grasas, un poco más alto (97.0%).

     

    DISCUSIÓN

    Sexo: En el presente estudio se
    observó que la proporción de ancianas es mayor que la
    de los ancianos; lo cual coincide con otros estudios, como el
    realizado por Horwitz en 1988, quien señala que en general
    la población anciana tiene mayor proporción de mujeres
    que de hombres en el medio urbano. Igualmente Ortega et
    al.
    en 1992, realizaron la valoración
    antropométrica de un colectivo de ancianos de Madrid, España, encontrando 28% de
    ancianos y 72% de ancianas. La proporción de ancianas
    también fue mayor (73.87%) en un estudio realizado en
    Ecuador por Barclay et
    al.
    (1996). Probablemente la situación se deba a
    que las mujeres son más longevas que los hombres.

    Edad: La edad promedio de los ancianos
    participantes en el presente estudio es de 79.4
    ± 6.8 años.
    Se asemeja a la encontrada por Hayes et al. en 1995, estos
    autores encontraron un promedio de edad de 74 años en un
    grupo de ancianos de Tuscaloosa, Alabama, EE.UU., quienes fueron
    estudiados para evaluar un programa nutricional para
    personas de su edad. Por otra parte en un trabajo relacionado con
    el consumo de pescado, cerdo y res y la ingesta de nutrientes en
    la salud de los ancianos, llevado a cabo por Kochler et
    al.
    (1992) en Albuquerque, Nuevo México, EE.UU., el promedio
    de edad fue 75 años. Lan y Justice (1991)
    realizaron un estudio sobre el uso de dietas modificadas en
    ancianatos en, Taiwán, en el grupo estudiado el rango de
    edad fue 42 (60 a 120), la Media, Mediana y Moda 82.5, 83.5 y
    87.5 años respectivamente. Es posible que el aumento en la
    expectativa de vida permita encontrar estos valores promedio de edad; ya
    que Barclay et al. (1996) obtuvieron edad promedio de
    79 ± 10
    años en ancianos y 82.8 ± 8 años en ancianas.

    Los resultados tan variados encontrados por los
    diferentes autores, demuestran que la edad de las personas
    ancianas tiene extrema heterogeneidad; además la edad
    cronológica no necesariamente equivale a la edad
    biológica y dos personas de 70 años difieren más
    que dos personas de tres años. A medida que se envejece la
    individualidad es cada vez más marcada (1988), por ejemplo,
    un hombre de 60 años puede
    estar trotando en un maratón, mientras otro de la misma edad
    está hospitalizado con encefalopatía secundaria en fase
    terminal por alcoholismo
    crónico.

    Medidas antropométricas

    Peso: Los ancianos que asisten al Club del
    Anciano en Mérida, Venezuela, tienen un peso promedio de
    55.0 ± 9
    kg, esta cifra difiere un poco con los resultados encontrados por
    Rhodus y Brown (1990), quienes evaluaron la asociación de
    xerostomía y la ingesta inadecuada en tres grupos de
    ancianos (dos grupos con xerostomía, uno institucionalizado
    y otro no institucionalizado, y un grupo control), el promedio de peso de
    estos grupos fue 61.9 kg, 55.5 kg, y 62.7 kg respectivamente.
    Ortega et al. (1992) encontraron que el peso promedio de
    75 ancianos que habitan en una residencia de Tercera Edad en la
    comunidad autónoma de
    Madrid fue 58.5 kg. Barclay et al. (1996) determinaron que
    el peso promedio de los ancianos evaluados por ellos fue
    49.6 ± 6.4
    kg y de las ancianas 45.0 ± 9.7 kg.

    Existen cambios de composición corporal con el
    envejecimiento que abarcan disminución de la masa corporal
    magra y aumento de grasas corporales (Hoffman 1993), por lo que
    parece importante mantener un control estricto del peso corporal
    de los ancianos, ya que el bajo peso corporal y la pérdida
    de peso no intencional han sido asociados al incremento de la
    morbi-mortalidad, además la pérdida de peso es uno de
    los indicadores más
    sensitivos e importantes de malnutrición (Fisher, Johnson
    1990).

    Estatura: La media de la estatura de los ancianos
    participantes en esta investigación es de
    160 ± 9.8
    cm, igual a la encontrada por Rhodus y Brown (1990) en un grupo
    de ancianos con xerostomía, pero algo diferente a la
    encontrada en ancianos no institucionalizados con xerostomía
    (163 cm) y el grupo control (166 cm) del mismo estudio. Asimismo,
    es mayor en aproximadamente 10 cm a la encontrada por Ortega
    et al. (1992) en su estudio relacionado con la
    valoración antropométrica del estado nutricional de un
    colectivo de ancianos de Madrid, estos investigadores utilizaron
    un estadiómetro digital Harpender y obtuvieron como estatura
    promedio 150.4 ±
    1.1 cm ( X ± ES). Esta aparente mayor estatura
    promedio en el presente estudio se explica por el hecho de se
    utilizó el método de la media brazada, el cual ya ha
    sido explicado, por lo que es posible que los resultados no
    puedan ser comparados con los obtenidos por Ortega et al.
    (1992), por usar métodos diferentes. En
    relación con los resultado de Rhodus y Brown (1990) no se
    puede emitir un juicio, por que ellos no explican el método
    utilizado. Por otra parte, Barclay et al. (1996)
    utilizaron una regla vertical obteniendo estatura de 151
    ± 7 cm para
    hombres y 141 ±
    7 cm para mujeres.

    Datos del IMC: El valor del IMC en esta
    investigación en promedio es de 21,4 kg/m2 , semejante al
    obtenido por Barclay et al.(1996) (21.7 ± 2.5 kg/m2 en hombres y
    22.9 ± 3.4
    kg/m2 en mujeres). Rhodus y Brown (1990) también encontraron
    resultados semejante en cuanto al IMC (23.22 kg/m2 para el grupo
    institucionalizado con xerostomía y 22.04 kg/m2 para el
    grupo no institucionalizado con xerostomía). Lo que es
    común en los resultados señalados es que todos se
    ubican por debajo del rango deseable para personas de 65
    años y más (24 – 29 kg/m2) (8). En este último
    rango se ubican los ancianos estudiados por Ortega et al.
    en 1992 y en 1994, 25 ± 1.07 kg/m2 y 26.1 ± 0.4 kg/m2 respectivamente.
    Al agrupar a los ancianos estudiados de acuerdo a los rangos de
    IMC, se encontró que la mayoría se encontraban por
    debajo de 24 kg/m2, igual situación se presentó en
    el trabajo realizado por
    Barclay et al. (1996).

     

    ENERGÍA Y
    NUTRIENTES

    Energía: Tal como se observa en
    la Tabla 2, tanto el aporte como el consumo de energía, son
    menores al requerimiento en ambos lugares (institución y
    hogar). Al comparar los valores promedios obtenidos en la
    institución (1054 ± 113 kcal) con los de Barclay et
    al.
    (1996) (1720 ± 230 kcal para hombres y 1650
    ± 190 kcal para
    mujeres) se observa que los encontrados por estos autores son
    mayores. Esto se explica por el hecho de que ellos evaluaron la
    ingesta total del día (desayuno, almuerzo, cena y
    meriendas), mientras que el presente estudio sólo se
    valoró el desayuno, almuerzo y una merienda, debido a las
    características particulares de la institución
    seleccionada.

     En cuanto a energía es necesario aclarar que
    en el caso del hogar, la cifra promedio enmascara los valores
    reales, pues para algunos ancianos el aporte y consumo es muy
    bajo. Esta situación se presenta en aquellos ancianos muy
    pobres o aquellos que aunque independientes y aparentemente
    sanos, viven solos o reciben poca atención de parte de sus
    familiares o compañeros de residencia o, simplemente, como
    el anciano tiene, habitualmente, poco apetito se le ofrece poca
    cantidad de alimentos. Además, influye el poco conocimiento que tiene el
    anciano, sus familiares o compañeros de residencia con
    respecto a las necesidades de energía para mejorar y
    mantener la salud.

    En las instituciones dependientes del Estado, como el
    Club del Anciano en Mérida, Venezuela, las cantidades de
    alimentos son tan restringidas como el presupuesto con el cual
    funcionan; asimismo, carecen de un profesional de la
    nutrición que esté evaluando constantemente el aporte
    de alimentos adecuados a la población que se atiende y su
    estado nutricional.

    Todo profesional al cuidado de ancianos debe tomar en
    cuenta, en lo que respecta a energía, que hay evidencia de
    que el balance de la misma en adultos jóvenes depende de
    ajustes fisiológicos en cuanto a la ingestión y
    gastos de ella. Poco se sabe
    en cuanto a tales mecanismos de regulación, tampoco se sabe
    con que frecuencia la regulación se hace defectuosa en los
    ancianos; sin embargo, llama la atención la disminución
    significativa de calorías por día que
    requiere un anciano en relación con las calorías que
    requiere un adulto joven. Dicha reducción se atribuye a una
    disminución, tanto de la tasa de metabolismo basal como de la
    masa magra y, especialmente, a una marcada disminución de
    actividad física con la edad. Todo parece indicar que es
    recomendable que las necesidades de energía de los ancianos
    deben calcularse con base a la cantidad e intensidad de la
    actividad física, más bien que con el consumo de
    alimentos energéticos (Horwitz 1988).

    En el hogar, los ancianos estudiados consumen, en
    promedio la mayor parte de la energía aportada; esto se
    explica por que en muchos casos las cantidades de alimentos
    aportadas son reducidas y el anciano se ve obligado a consumir
    todo el alimento aportado para satisfacer sus necesidades. En la
    institución, los ancianos no consumen toda la energía
    aportada, debido a que algunos de ellos, especialmente los de
    pocos recursos económicos, llevan parte del alimento
    suministrado en el Club para consumirlo en el hogar durante la
    cena o, bien cuando se acerca el fin de semana, para tener con
    que alimentarse sábado o domingo. Otra razón que
    explica el menor consumo en la institución, es que algunos
    ancianos padecen de enfermedades (artritis, diabetes, hipertensión, gastritis)
    cuyos síntomas se presentan al ingerir determinados
    alimentos, tales como carne de res, enlatados, azúcar; por lo que evitan
    consumirlos y, aunque aquellos ancianos que padecen las
    enfermedades señaladas tienen Energía Proteínas
    Grasas Glúcidos Kcal* %adec g* %adec g* g*
    Recomendado† Institución 1525 42.4 Hogar 1546 43.0
    Aporte Institución 1054 ± 113.4 69.11 30.8 ± 5.09 72.64 31.3
    ± 6.9 162
    ± 23. 55 Hogar
    1143 ±
    495.18 73.93 46.2 ± 24.21 107.44 32.6 ± 25.57 166
    ± 64. 32 Consumo
    Institución 983 ± 148.15 64.46 27.7 ± 3.70 65.33 28.2
    ± 8.81 155
    ± 24. 79 Hogar
    1104 ±
    507.18 71.41 44.3 ± 24.46 103.02 31.6 ± 25.47 161
    ± 63. 94
    prescripción médica para evitar el consumo de los
    mencionados alimentos; suele dársele poca importancia a las
    instituciones para ancianos y muchas veces no se planifica y
    ofrece una alimentación individualizada.

    Otra razón que explica el bajo consumo es el
    problema de poca dentición en algunos ancianos. Es
    interesante señalar que así como existen ancianos que
    consumen pocos alimentos, también existen ancianos cuyo
    consumo es igual al aporte. Estos últimos han manifestado
    que consideran escasa la alimentación recibida en la
    institución.

    En una investigación realizada en ancianos (1992),
    para establecer la correlación entre la grasa dietética
    y la composición lipídica del plasma, encontraron
    consumo de energía promedio correspondiente al 130% y 136%
    de las recomendaciones, o lo que se llama Porcentaje de
    Adecuación; lo contrario sucede en el presente estudio, pues
    como se señaló, el consumo promedio de energía, ni
    en la institución ni en el hogar, llegó a alcanzar el
    100% de las recomendaciones.

    Ortega et al.(1994) también evaluaron el
    consumo de energía en un grupo de ancianos, para estudiar la
    influencia del consumo de carne en relación con diversos
    factores de riesgo cardiovascular, encontrando que en promedio
    tenían porcentaje de adecuación de 101, es decir que el
    consumo de energía correspondió con lo recomendado,
    estos resultados tampoco se asemejan a los encontrados en los
    ancianos del Club del Anciano. Pero en una investigación
    llevada a cabo por Koehler et al.(1992), relacionada con
    en el consumo de pescado, cerdo y carne de res y la ingesta de
    nutrientes en ancianos sanos, encontraron resultados semejantes,
    pues el porcentaje de adecuación de la energía
    consumida fue 82%.

    Proteínas: La recomendación
    dietética actual de proteínas de 0.8 g/kg/día
    (Bray 1989), probablemente sea adecuada. Sin embargo, hay datos
    de que aporte y consumo recomendado quizás deba ser mayor a
    1 g/kg/día. La disminución del aporte de calorías
    con el envejecimiento se acompaña de su similar al de
    proteínas. Hoffman (1993) señala que se ha demostrado
    que 0.8 g/kg/día no basta para conservar el balance
    nitrogenado, sin que se conozca la importancia clínica de
    esto. En relación con esto último, Ahmed (1992) opina
    que los ancianos tienen la tendencia a perder masa magra y
    aún cuando consuman proteínas en un rango más alto
    a 0.8 g/kg/día es poco probable o difícil suprimir la
    erosión del tejido
    durante la vejez. En la presente
    investigación, el porcentaje de adecuación para
    proteínas en el hogar es de 103%, pero es importante
    resaltar que el promedio enmascara los valores reales, pues la
    mayoría de los ancianos en su hogar no consumen cantidades
    adecuada de proteínas, lo que sucede es que en algunos
    hogares se encontraron porcentajes de adecuación tan altos
    como 217% y al prorratear los valores tan altos o tan bajos no
    quedan representados. Encontrar valores altos de porcentaje de
    adecuación en el hogar se explica por el hecho de que, como
    se sabe, los alimentos ricos en proteína son los más
    costosos y así como se ha indicado que al Club del Anciano
    van personas muy pobres en busca del alimento diario,
    también asisten personas que no tienen ningún problema
    económico y que están en la institución para estar
    acompañados, pues de otra forma, en sus hogares
    estarían solos, ya que sus familiares o acompañantes de
    residencia están fuera de casa de lunes a viernes, todo el
    día, por razones laborales.

    El consumo de proteínas promedio en la
    institución en relación con el aporte es ligeramente
    menor al compararse con el del hogar, observándose que en
    este último existe prácticamente un consumo total de
    los alimentos aportados, fuente de proteínas. Sin embargo,
    se encontró que sólo un 9.52% de los ancianos consumen
    cantidades de proteínas dentro del rango recomendado, este
    porcentaje es aún más bajo en la institución, pues
    el número de personas que consumen cantidades adecuadas de
    proteínas es de apenas dos (6.67%). Ambos valores no se
    pueden comparar con los valores encontrados por Chandra (1989) y
    Rhodus y Brown (1990), pues el primero encontró que
    sólo el 12% de los ancianos estudiados tenían ingesta
    inadecuada de proteínas; y los segundos determinaron que el
    50% tenían ingesta inadecuada de dicho nutriente. Barclay
    et al. (1996) determinaron un consumo promedio de
    proteínas de 51 ± 8 g en varones y 49 ± 6 g en hembras, cantidades
    que son superiores a las encontradas en el presente estudio. Sin
    embargo sus porcentajes de adecuación son muy bajos (37.5%
    para hombres y 32.7% para mujeres).

    Grasas: De acuerdo con Nestel (1992) existe la
    tendencia de ofrecer a los ancianos menos cantidad de grasa en su
    alimentación, por la asociación de esta con varias
    enfermedades crónicas degenerativas. Sin embargo, se debe
    tomar en cuenta que los alimentos lipídicos tienen muchas
    funciones biológicas y
    nutricionales, así como también propiedades
    organolépticas. Continua señalando Nestel que en el
    pasado las personas han seleccionado los alimentos que contienen
    grasa por su sabor y textura y no por su valor nutritivo. Pero es
    importante saber que las grasas son fuente importante de
    energía, vitaminas liposolubles (A, D,
    E, K), que tienen numerosos efectos regulatorios y son fuente de
    dos ácidos grasos esenciales, el
    ácido linoleico y el -linoleico; el colesterol es
    precursor de los ácidos biliares y de las hormonas esteroideas. La
    cuestión es si la reducción significativa de la grasa
    dietética pudiese poner en peligro la ingesta inadecuada de
    estos y otros nutrientes dependientes de las grasas. Las
    recomendaciones para los ancianos en relación con las
    cantidades de grasa que deben comer son complejas, pero es simple
    señalar cual tipo de grasa a comer.

    En relación con los resultados encontrados en el
    presente estudio, no existe mucha diferencia entre la cantidad de
    grasa en la institución en relación con la del hogar.
    Barclay et al.(1996) encontraron ingesta promedio de grasa
    de 39 ± 8 g
    para ancianos y de 37 ± 5 g para ancianas. Estas cantidades son
    ligeramente superiores a las encontradas en los ancianos
    evaluados que asisten al Club del Anciano.

    Glúcidos: Tal como se ha observado con el
    resto de los nutrientes y con la energía, el aporte promedio
    de glúcidos es ligeramente superior en el hogar. Estas
    cantidades son inferiores a las encontradas por Barclay et
    al.
    (1996) (294 ± 38 g para hombres y 282
    ± 36 g para
    mujeres). Sin embargo, debe recordarse que ellos incluyen la
    cena, lo que no se hace en el presente estudio.

    La diferencia entre el aporte y consumo de glúcidos
    en la institución es ligeramente mayor que la diferencia
    observada en el hogar.

     

    CONCLUSIONES

    El aporte y consumo de energía es insuficiente,
    tanto en la institución como en el hogar. El aporte y
    consumo de proteína en la institución es insuficiente.
    En el hogar es adecuado.

     

    REFERENCIAS

    Ahmed F. 1992. Effect of Nutrition on the health of the
    elderly. J Am Diet Assoc 92: 1102-1108. Anónimo. 1994.
    Instituto Nacional de Nutrición. Tabla de Composición
    de Alimentos para Uso Práctico. Serie de Cuadernos
    Azules.

    Anzola E. 1989.Salud del Anciano en América Latina:
    Situación Actual y Perspectivas. Educ Med Salud 23:
    75-86.

    Barclay D, Heredia L, Gil-Ramos J, Montalvo MM, Lozano
    R, Mena M, Dirren H. 1996. Nutritional status of
    institutionalized elderly in Ecuador. Arch Latinoamer Nutr 46:
    122-127.

    Bengoa JM, Elzakhem E, Sifontes L. 1994. Necesidades de
    Energía y Nutrientes de la Población Venezolana. Serie
    de Fascículos, Nutrición Base Bray G. 1989. Obesity:
    Basic Considerations and Clinical Approaches. Year Book. Medical
    Publishers. 200 N°. La Salle St. Chicago.

    Carnevalli D, Patrick M. 1988. Tratado de Enfermería
    Geriátrica. Interamericana Mc-Graw-Hill.
    México.

    Chandra R. 1989.tional regulation of immunity and risk
    of infection in old age. Immunology 67: 141-147.

    Ortega R, Andrés P, López-Sobaler A, Ortega A.
    1994. Nutrición y Enfermedades cardiovasculares
    en las personas de edad avanzada. Rev Clin Esp 194: 112-115. De
    Nicola P. 1985. Geriatría. El Manual Moderno. México
    D.F.

    Ferrer M, Olavarria J. 1985. La atención al anciano
    en Venezuela. Archivos Venezolanos de
    Psiquiatría y Neurología 31: 33-49.

    Fischer J, Johnson MA. 1990. Low body weight and height
    loss aged. J Am Diet Assoc 90: 1697-1706. Hayes J, Kendrick O.
    1995. Plate waste and perception of quality of food prepared in
    conventional vs. commissary system in the Nutrition Program for
    the Elderly. J Am Diet Assoc 95: 585-586.

    Higueras J, Arias J, Mataix F, Montellano M, Llopis J.
    1992. Plasma lipid composition in an elderly population:
    Correlation with dietary fat. Int J Vitam Nutr Res 62:
    261-265.

    Hoffman N. 1993. Dieta en Ancianos: Necesidades y
    Riesgos. Clínicas
    Médicas de Norteamérica 4: 771- 784.

    Horwitz A. 1988. Guías Alimentarias y Metas
    Nutricionales en el Envejecimiento. Arch Latinoamer de Nutr 38:
    33-49.

    Koehler K, Hunt W, Garry P. 192. Meat, poultry and fish
    consumption and nutrient intake in the healthy elderly. J Am Diet
    Assoc 92: 325-330.

    Lan S, Justice C. 1991. Use of modified diets in nursing
    homes. J Am Diet Assoc 91: 46-51. Nelson K, Coulston A, Sucher K,
    Tseng R. 1993. Prevalence of malnutrition in the elderly admitted
    to long-care-facilities. J Am Diet Assoc 93: 459-461.

    Nestel P. 1992. Dietary fat for the elderly: What are
    the issues?. Nutrition of the Elderly. In: Munro H, Schlierf G.
    Nestlé Nutrition Workshop Series 29: 119-127.

    Organización Panamericana de la Salud. 1989.
    Informe final del Grupo de
    Trabajo sobre Salud Comunitaria y Bienestar Social en los Grupos
    de Adultos y Ancianos. Educ Med Salud 23: 67-74.

    Ortega R, Andrés P, Redondo M, Zamora M,
    López- Sobaler A, Rodríguez E, Gaspar M. 1994.
    Influencia del consumo de carne en relación con diversos
    factores de riesgo cardiovascular en ancianos. Rev Clin Esp 194:
    147-151.

    Ortega R, Garrido G, Turrero E, Chamorro M, Díaz E,
    Andrés P. 1992. Valoración antropométrica de un
    colectivo de ancianos de Madrid (España). Arch Latinoamer
    Nutr 42: 26-34.

    Ruiz L. 1989. Promoción y
    Protección de la Salud del Adulto en América Latina y
    el Caribe. Educ Med Salud 23: 87-100.

    Rhodus N, Brown J. 1990. The association of xerostomia
    and inadequate intake in older adults. J Am Diet Assoc 90:
    1688-1692. population: Correlation with dietary fat. Int J Vitam
    Nutr Res 62: 261-265.

     

    Belquis Sanz Suárez (1)

    En MedULA, Revista de Facultad de
    Medicina, Universidad de Los Andes. Vol. 6
    Nº 1-4. 2002. (2005). Mérida. Venezuela.

    Carmen T. Vargas Bernal (1), Mirna Pérez Feo (2) .
    (1) Departamento de Nutrición Social. Escuela de Nutrición y
    Dietética. (2) Oficina de Educación Médica. Escuela de
    Medicina. Facultad de Medicina. Universidad de Los Andes. Trabajo
    financiado por el Consejo de Desarrollo Científico
    Humanístico y Tecnológico de la Universidad de Los
    Andes bajo el código
    M-516-07-D

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter