Monografias.com > Política
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

La Sociedad Posible en Discurso Político Latinoamericano



    Miranda, Bolívar,
    Sarmiento y José Martí

     

    1. La sociedad posible en Francisco
    de Miranda y Simón Bolívar

    2. La sociedad posible en
    Sarmiento

    3. La sociedad posible en José
    Martí

    4. Conclusiones

    Bibliografía
    Consultada

     

    INTRODUCCIÓN

    El historiador español
    José Antonio Maravall, en un sugestivo ensayo sobre
    el pensamiento
    utópico en la España de
    los Austrias señala que la historia europea se asienta
    en el conflicto
    generado por la existencia de dualismos en su trama social.
    Así, "poder laico y
    potestad eclesiástica, vida civil y militar, actividad
    económica y dominación política, fuerzas
    locales e impulsos de centralización"
    entre otros (Maravall,
    1982: 27).

    Señala, asimismo, una tensión que tiene
    para nosotros particular importancia y que ilustra
    remitiéndose a un espacio metafórico muy propio de
    occidente: la ciudad. "De un lado,anota Maravall
    la experiencia de la ciudad real en que de hecho viven los
    hombres, y de otro, el anhelo de la ciudad ideal que orienta
    aspiraciones más o menos enérgicas de reforma. Bajo
    este doble juego de
    ciudad empírica-ciudad ideal han vivido las sociedades
    europeas, por lo menos a partir de cierta época, la
    interna tensión de contraponer dos planos: el de las
    imperfecciones, insuficiencias y alienaciones de los
    regímenes de convivencia, en los que de hecho y por
    hallarlos constituidos sobre sí, han desenvuelto su
    coexistencia los hombres (y) el del modelo de la
    ciudad perfecta en el que la plenitud de realización de la
    vida humana se juzga posible. Este modelo actúa como
    eficaz término de comparación, como paradigma con
    el que se confronta lo existente (…) La tensión
    bipolar entre lo que, de momento podemos llamar "realidad actual"
    y lo que podemos llamar "paradigma de futuro" (…) aparece
    bajo formas diferentes, desde muy temprana fecha en la historia
    de Occidente, confiriéndole ese aspecto de dinamismo que
    le es peculiar: los hombres se han considerado viviendo en la
    inestable situación de hallarse insertos en la ciudad
    defectuosa y piensan que les es posible reformar ese mundo que
    les rodea, bajo la aspiración que ejerce sobre ellos un
    modelo paradigmático, mentalmente proyectado"

    (Maravall, 1982: 27-28).

    La referencia a un "paradigma de futuro" o,
    metafóricamente hablando, a una "ciudad ideal" que se
    confronta con una "realidad actual" o "ciudad real" la cual se
    asume como defectuosa, define con claridad un rico y vasto campo
    de reflexión así como indica la persistencia en la
    historia social de esa dialéctica, que es a su vez una
    tensión, entre la "sociedad real" en la que viven y
    actúan los hombres y la "sociedad posible" como sociedad
    imaginada y deseada, entre lo real-real y lo real-posible. Cabe
    precisar, de una vez, que si bien es cierto esta tensión
    ocupa un lugar central en el discurso utópico, no lo es
    menos que existe en todo pensamiento político y más
    allá de él.

    La búsqueda o construcción de la "ciudad ideal", de un
    mundo donde hombres y mujeres realicen plenamente su naturaleza, su
    destino y connivencia, es uno de los tópicos más
    definidos en el pensamiento de las sociedades modernas, tanto
    europeas como latinoamericanas.

    El movimiento
    ilustrado, la Revolución
    Francesa de 1789 contenían y encarnaban, en los varios
    proyectos de
    sociedad en disputa, esa "ciudad ideal" de que habla Maravall.
    Los movimientos sociales del siglo XIX en Europa, aquellos
    que van de 1830 hasta 1871, son también, en un contexto ya
    posfeudal, intentos por liquidar, de una manera radical, la
    "ciudad real" e instaurar un nuevo contrato social,
    un nuevo pacto societal.

    El socialismo y sus
    modalidades históricas contenían y contienen, a su
    vez, sus propios proyectos de sociedad, sus propias "sociedades
    posibles", que se articulan entre las sociedades
    históricas y las imaginadas.

    En los movimientos artísticos y culturales se
    observa de igual manera, en tanto y cuanto no se propongan
    explícitamente escapar de la "ciudad real" hacia mundos de
    naturaleza "pre-civiles", la urgencia por participar en la
    construcción de nuevas estéticas, que se
    correspondan con nuevos modelos de
    sociedad y de socialidad.

    Así pues podemos afirmar que la política
    como teoría
    del pacto social se ha preocupado, desde sus inicios, en atender
    esa tensión entre lo que es, un estado de
    cosas real, y lo que puede ser, la sociedad posible. Los
    movimientos sociales se orientan precisamente, desde el
    ámbito de la reflexión y la acción,
    a hacer posible lo que es deseo o imagen, lo que es
    proyecto de
    sociedad. Hugo Zemelman ha insistido en recuperar, dentro del
    ámbito de la política y de lo político, lo
    que el denomina "proyectos de sociedad (…) viables"
    (Zemelman, 1898: 33) cuyos horizontes de posibilidad se articulan
    alrededor de dos ejes de definición: una situación
    histórica particular y visiones posibles de realidad.
    Según éste autor la relación enunciada es
    fundamental para la comprensión de los procesos
    históricos, en particular los propios de América
    Latina.

    Asumimos entonces que la dialéctica entre
    "sociedad real" y "sociedad posible" y sus correspondientes
    mediaciones, constituye una importante trama en la historia
    social y que ha estado presente en el pensamiento y la
    acción política de la más variada
    procedencia. Desde esta óptica
    y relacionada con la categoría de "paradigma de futuro" de
    Maravall utilizamos aquí la noción de "sociedad
    posible" en tanto ésta se articula en el pensamiento
    político como expresión del proceso
    histórico; pero además, conlleva dentro de
    sí no solo el momento de la "representación" sino
    el de la "voluntad", es decir, no solo la crítica
    a lo establecido sino la acción concreta para
    transformarlo. La "sociedad posible", por otra parte, implica dos
    ámbitos: el contexto externo a la sociedad que se desea
    construir y el interno, donde se pretende instaurar un nuevo tipo
    de ciudadanía, un nuevo pacto
    social.

    Tomando como punto de partida el marco analítico
    brevemente enunciado consideramos que América
    Latina es una de las regiones donde mas se ha reflexionado y
    escrito sobre la "sociedad posible" entendida ésta como un
    proyecto de sociedad y ciudadanía donde la solidaridad, la
    justicia y la
    igualdad
    puedan realizarse plenamente, pero además como proyecto de
    "nación"
    en sus dos vertientes, la nación
    particular (la patria chica) y la nación latinoamericana
    (la patria grande). Si hablamos en América Latina de
    historia política, de historia social o cultural, en sus
    distintas fases históricas, debemos considerar esos
    proyectos de sociedad o "sociedades posibles" que de una u otra
    manera emergen, con particular fuerza desde
    finales del siglo XVIII pero no exclusivamente, en el pensamiento
    y la acción tanto de individuos como de colectividades,
    tanto de pensadores como de grupos de
    ciudadanos.

    Así, cuando se habla en las primeras
    décadas del siglo XIX de "gobierno
    republicano" o cuando después de la segunda guerra
    mundial se insiste en la construcción de la "sociedad
    democrática", tenemos frente a nosotros horizontes de
    posibilidad, o mejor, de aquello que puede ser en
    contraposición con un estado de cosas que se tiene por
    insuficiente, incompleto o no deseado.

    Colonialismo, dependencia económica,
    desequilibrios económicos, opresión, injusticia,
    pobreza,
    corrupción, imposición cultural,
    cualquiera de estas situaciones se conjuntan en un estado de
    cosas que sirven de punto de partida para la reflexión
    acerca del porvenir inmediato, acerca de lo posible en
    relación con lo existente.

    Un estudioso francés de la cultura
    latinoamericana, Nöel Salomón, escribe: "Los
    escritores y los poetas latinoamericanos del siglo XIX fueron en
    su mayor parte -hasta la época del Modernismo
    hombres de acción mezclados a las luchas de sus naciones
    en proceso de formación. Casi siempre entraban en las
    lides literarias con los ojos del ciudadano preocupado por los
    problemas de
    su país o de su continente de ámbito indefinido.
    Antes que los temas estéticos, preferían y ansiaban
    la realización histórica de ciudades ideales"

    (Salomón, 1980: 19).

    De tal manera que lo posible es ciertamente uno de los
    ejes más importantes de la cultura, la economía y la
    política latinoamericanas en tanto los esfuerzos en estos
    ámbitos tienen siempre como base una situación real
    y un horizonte de posibilidad. Lo posible articula constantemente
    los movimientos sociales y culturales latinoamericanos, sea que
    se tenga como perspectiva la reforma o la revolución.

    En un ensayo
    paradigmático el escritor cubano José Lezama Lima
    se refiere a la revolución
    cubana como la concreción de la posibilidad que en un
    momento histórico determinado era solamente una imagen
    (Lezama Lima, José). La "concreción de la
    posibilidad" es precisamente la culminación de un proceso
    de desarticulación y reestructuración de la "ciudad
    real" y la consecuente afirmación, como nuevo orden social
    o como nuevo contrato social
    de una imagen que se predica como deseable (paradigma de futuro)
    y para cuya realización se lucha hasta la muerte. La
    revolución cubana, liderada por Fidel Castro,
    es, antes de 1959 y en el contexto de un gobierno neocolonial
    como el de Fulgencio Batista, un momento en el proceso de
    construcción de una "sociedad posible" cuyos antecedentes
    se pueden encontrar tanto en las luchas por la independencia
    de Cuba de
    finales del siglo XIX como en el pensamiento de José
    Martí.
    Así, la nueva "sociedad real", que se consolida muchos
    años después de la revolución, se
    manifestó primero como "imagen y posibilidad", de acuerdo
    con la bella expresión de José Lezama
    Lima.

    De hecho la teoría de la revolución en
    América Latina, más que teoría
    política, hay que entenderla como el esfuerzo sacrificial
    para el logro de lo posible, de la posibilidad, o de esa "ciudad
    ideal" que alumbra y contiene una ciudadanía de nuevo
    tipo. Sea que se piense en los procesos de la independencia entre
    1810 y 1830, o en la creación de los estados liberales, o
    en la lucha anticolonial y antiimperialista de Cuba hacia finales
    del siglo XIX, o en los movimientos contemporáneos, en
    cualquier caso tenemos siempre la aspiración a fundar una
    nueva sociedad, esa "sociedad posible" soñada y adelantada
    por el discurso y que se tematiza como un horizonte de
    posibilidad para superar los obstáculos o los límites
    impuestos por
    lo existente, llámese sociedad colonial, neocolonial,
    poscolonial, imperialismo o
    globalización.

    Cabe anotar que la "sociedad posible" tiene sus
    raíces, como se ha planteado, en la "sociedad real", pero
    no emerge automáticamente de ella. Pasa necesariamente por
    la configuración de grupos de actores o sujetos que
    articulen en el análisis, en la reflexión o en la
    ficción, esa "sociedad posible" y que luchen por hacerla
    realidad. En el caso de América Latina la cuestión
    del sujeto de la acción política ha sido
    ampliamente debatida. Miranda, Bolívar, Sarmiento y
    Martí
    tenían claro el papel y el lugar de los distintos sectores
    o grupos de la sociedad en los nuevos proyectos de sociedad que
    proponían. José Martí, en Nuestra
    América de 1891, se refirió al "hombre
    natural" (Martí, 1998: 7), como fundamento de la cultura
    hispanoamericana, el hombre
    natural en el sentido del sujeto llamado a desplegar la
    posibilidad de éste "pequeño género
    humano" que somos, en palabras de Simón
    Bolívar.

    Ese "hombre natural" martiano figura a nuestro juicio
    como el agente de una "sociedad posible" pensada y articulada
    plenamente por Martí, no ya alrededor de la
    dicotomía "barbarie y civilización" como en el caso
    del argentino Sarmiento, sino en un proyecto de sociedad de
    naturaleza incluyente, en todas sus dimensiones: étnicas,
    políticas, económicas,
    éticas, culturales y ambientales que supera en mucho las
    dicotomías propias del pensamiento de la modernidad
    eurocéntrica.

    Si analizamos de igual manera el discurso de otros
    pensadores y precursores como: Hostos, Manuel Ugarte, Sandino, El
    Che Guevara, o
    de intelectuales
    como Alfonso Reyes, José Vasconcelos, Omar Dengo,
    Joaquín García Monge, aún si los instalamos
    debidamente en sus respectivos campos intelectuales, en su
    tiempo y
    circunstancia, encontraremos en ellos esa "sociedad posible" que
    se articula como imagen y posibilidad.

    Debemos señalar desde ahora que la "sociedad
    posible" presente en los autores mencionados o en otros, se
    corresponde con la naturaleza de la sociedad existente y con las
    posibilidades de ésta sociedad por superarse a sí
    misma, de pensarse e imaginarse de otra manera. Asimismo con la
    particular naturaleza de los proyectos políticos de cada
    uno de estos pensadores y hombres de acción y con la
    respectiva configuración del campo del poder en un momento
    determinado. En otras palabras, es incorrecto forzar más
    allá de la circunstancia una propuesta de sociedad; cada
    uno de los proyectos de sociedad que asumimos ahora como tales
    contiene la fijeza de su tiempo que desde nuestra perspectiva
    puede interpretarse como limitación. Pero solo desde
    nuestra perspectiva.

    En el caso de Miranda y Bolívar, "la sociedad
    posible" se articula a partir de la exclusión, con todo y
    que éstos pensadores y hombres de acción hayan sido
    definidos como demócratas liberales. Ni uno ni otro
    plantearon ni asumieron el principio de la participación
    activa de la totalidad de la población civil de sus sociedades. El temor
    a la solución jacobina, extremista, les alejó de
    los opciones radicales y los acercó a los modelos de
    sociedad articulados alrededor de los sectores criollos
    propietarios y aristocratizantes, más que de la plebe o
    los sectores populares a quienes consideraban incapaces de
    gestión
    política. En el caso de Domingo Faustino Sarmiento, cuya
    influencia durante buena parte del siglo XIX fue definitiva, su
    proyecto de sociedad es a todas luces excluyente, donde el
    inmigrante europeo, blanco y culto, era el centro alrededor del
    cual debía gravitar la acción regenerativa y
    prospectiva. En éste caso, como en los dos anteriores, a
    pesar de la defensa de sociedades modernas, ilustradas y
    liberales, el componente indígena o popular se asume con
    recelo, más como problema o rémora que como
    solución.

    Así, Miranda, Bolívar y Sarmiento, con
    todo y la importancia que tuvieron en los procesos de
    independencia y consolidación de los Estados nacionales
    latinoamericanos, se mantuvieron siempre dentro del paradigma
    civilizatorio, es decir, dentro de la opción
    eurocéntrica del desarrollo
    societal. Es notoria, en estos tres pensadores, Miranda,
    Bolívar y Sarmiento, la presencia del modelo de la "ciudad
    industrial", que empezaba a expresar el progreso de la
    civilización, contra la pesadez de la ruralidad
    criolla.

    En el caso de Martí su propuesta de "sociedad
    posible" comporta una ruptura con las anteriores. Martí,
    como más tarde Mariátegui, asume que tanto la
    nación continental latinoamericana (Nuestra
    América) como las distintas patrias chicas, han de
    incorporar, si desean ser consecuentes, a los sectores excluidos:
    indios, negros, pobres, mujeres, etc. como sujetos activos en la
    construcción de las naciones y sociedades. Se trata de
    "sociedades posibles" democráticas y populares orientadas
    hacia la inclusión. La presencia del imaginario martiano
    en intelectuales como Rodó, Ugarte, Vasconcelos,
    Mariátegui, García Monge, Omar Dengo, o en el
    Ché, se corresponde con la defensa, moderada o radical, de
    un proyecto de "sociedad posible", donde se realice plenamente la
    ciudadanía inclusiva.

    La existencia de estas sociedades posibles en la
    historia latinoamericana, desde finales del siglo XVIII,
    quizá sea una de las coordenadas que hace posible entender
    la pervivencia, hasta el día de hoy, de una cultura plural
    y contestataria que no acepta, de buenas a primeras, la
    imposición de la arbitrariedad y del pensamiento
    único. O mejor, en momentos como los actuales, donde la
    "sociedad posible" es la sociedad global, pensada y
    diseñada desde los centros imperiales
    contemporáneos, y tematizada en abundancia, resulta
    imperativa la incorporación como referencia ética y
    política, del tema de la "sociedad posible" pensada desde
    América Latina.

    Considerando lo anterior el propósito de
    éste trabajo, de
    carácter provisional, es indagar en algunos
    escritos fundamentales de próceres, hombres de
    acción e intelectuales latinoamericanos la presencia y
    naturaleza de la "sociedad posible", de algunos elementos
    centrales de sus proyectos de sociedad y valorar,
    derivativamente, la importancia de éstos imaginarios en la
    cultura contemporánea latinoamericana.

     

    1. La sociedad posible en Francisco de Miranda y
    Simón Bolívar

    Francisco de Miranda (1750-1816) ha sido catalogado por
    don Mariano Picón Salas como "el primer criollo de
    dimensión histórica mundial".
    Según
    Ricaurte Soler "en la corriente demo liberal de la
    emancipación todos los temas hispanoamericanos –la
    nación americana, autodeterminación de los pueblos,
    reinterpretación de su historia- encontraron en la
    acción y pensamiento de Miranda la más decidida
    formulación (…) La acción y pensamiento
    mirandinos constituyen, con anterioridad a Bolívar, el
    más permanente empeño en pro de la unidad
    hispanoamericana".
    (Ricaurte Soler, 1980: 42, 45).

    Miranda, como otros tantos liberales de los sectores
    criollos dominantes de finales del siglo XVIII y principios del
    XIX, conocedor él, como ninguno, de los movimientos
    sociales europeos, posee una clara conciencia del
    agotamiento del modelo de dominación español, a
    partir, sobre todo, del momento en que el modelo inglés
    de sociedad emerge como paradigma y al cual relaciona de manera
    directa con el progreso de las sociedades modernas. Para Miranda,
    el propósito de su prédica es convencer a los
    americanos de la arbitrariedad del poder español, luchar
    por la independencia, construir una sociedad que garantice la
    libertad pero
    siempre bajo el esquema de la exclusión de aquellos que no
    cumplan con ciertos requisitos como es ser libre, propietario de
    tierras o con una renta anual. En su Plan de Gobierno
    de 1801 lo primero que proclama Miranda es la abolición
    del gobierno español: "toda autoridad
    emanada del gobierno español queda abolida ipso facto"

    (Miranda, 1977: 13). Establece, inmediatamente, las condiciones
    de participación de la población civil en los
    distintos ámbitos de la nueva sociedad: "Los comicios
    estarán formados por todos los habitantes nativos o ya
    afincados en el país, cualquiera sea la casta a que
    pertenezca, siempre que hayan cumplido los 21 años, que
    hayan jurado lealtad a la nueva reforma del gobierno y a la
    independencia americana, que tengan una renta anual de 36
    piastras, que hayan nacido de padre y madre libres, que no
    ejerzan servidumbre doméstica ni hayan sufrido pena
    infamante"
    (ibídem: 13).

    Con respecto a las nuevas autoridades, que
    participarán en los Cabildos y Ayuntamientos de las
    diferentes ciudades se establece que los miembros de estos
    órganos "deberán ser propietarios de no menos de
    diez argentes de tierra"

    (ibídem: 13). Aunque dispensa a los indios y negros de
    esta última condición, de ninguna manera se
    garantiza su plena incorporación en la actividad
    política. Como Bolívar, Miranda teme la
    solución jacobina. Aboga por una sociedad libre pero bajo
    la dirección de los patricios
    propietarios.

    Sin duda ésta "sociedad posible" se constituye a
    partir de la independencia del gobierno español, paro bastante
    lejana del modelo revolucionario francés o de cualquier
    modelo con participación popular. Es posible que durante
    los años anteriores, durante y después de la
    Independencia se haya hablado de "revolución", como lo
    reconoce Acosta Saignes con respecto a Bolívar (Acosta
    Saignes, 1977: 469) pero éste término hay que
    ubicarlo en el contexto semántico "criollo", de los
    sectores profundamente afectados por el dominio del
    gobierno español que para entonces se había
    convertido en un obstáculo para las aspiraciones de los
    criollos y de sus proyectos de sociedad. La independencia es, sin
    duda alguna, la solución histórica a la
    relación conflictiva entre colonias e Imperio, donde
    éste último, incapaz de asegurar el desarrollo
    moderno de las sociedades coloniales se constituye en el
    término a reemplazar.

    En esta situación real, o de ésta
    situación real emergen las visiones de realidad o las
    "sociedades posibles", que delinean, con sus propias
    contradicciones, el horizonte de futuro. En el caso de Miranda y
    de Bolívar, difícilmente podían plantearse
    un proyecto de sociedad incluyente por la sencilla razón
    de que los procesos de la Independencia fueron liderados,
    fundamentalmente, por criollos de los sectores dominantes y no
    tanto por quienes, desde nuestra manera de entenderlos ahora
    definimos como pertenecientes al "pueblo/nación". Los
    sectores populares, indios, negros, esclavos, campesinos pobres,
    u otros que se puedan incluir, no fueron exactamente los sujetos
    del proceso aunque participaran aportando su contaste presencia y
    sacrificio. Tanto Miranda como Bolívar tienen pues frente
    a sí, más que un modelo jacobino, revolucionario
    radical, los modelos inglés y norteamericano de los que
    toman muchas de las instituciones
    políticas que proponen.

    Así estos modelos de sociedad, o "sociedades
    posibles", como proyectos de nación no superarán,
    no lo podían hacer, su contenido oligárquico, el
    cuál será afirmado, asimismo, por Simón
    Bolívar. De éste último dirá Juan
    Marichal lo siguiente: "Para Bolívar su constitución es la mejor concebible para
    los países de la América recién emancipada
    porque representa (…) la fusión de
    la democracia y
    la aristocracia, del imperio y la república"

    (Marichal, 1978 42).

    Simón Bolívar (1783-1830) constituye, sin
    duda alguna, una de las más importantes referencias en el
    pensamiento latinoamericano. Es una figura ejemplar en tanto
    piensa, hacia finales de la época colonial, los dos
    ámbitos de la "sociedad posible" latinoamericana. Su
    acción política se orienta hacia la
    construcción de las "patrias chicas" latinoamericanas,
    pero también a la construcción de la "patria
    grande". Tanto las primeras como la segunda se definen a partir
    de la independencia del gobierno español el cual es
    valorado por Bolívar de una manera virulenta:
    "más grande es el odio que nos ha inspirado la
    Península, que el mar que nos separa de ella; menos
    difícil es unir los dos continentes que reconciliar los
    espíritus de ambos países"
    (Bolívar,
    1978: 10). Omar Dengo, asigna a Bolívar un papel de primer
    orden. Según Dengo "Bolívar le dio a
    América el sentido de la libertad"
    (Omar Dengo, 1971:
    168). Joaquín García Monge, mientras tanto, lo
    llama "nuestro cabal padre Bolívar" (García
    Monge, 1981: 260).

    Los libros de
    texto
    latinoamericanos reconocen plenamente el papel esencial de
    Bolívar en la construcción de "Nuestra
    América". Pero lo cierto es que Bolívar, como otros
    hombres de acción, ha de ubicársele en su contexto
    de posibilidades. Su pensamiento y otra se corresponde con una
    "sociedad real", con una serie de coyunturas históricas
    precisas. A su vez, la "sociedad posible" adelantada por
    Bolívar, que incorpora las urgencias de la hora, contiene
    las limitaciones y contradicciones propias de un periodo de
    transición, donde la colonia se prolongará
    todavía en la República. Sobre Bolívar
    escribe John Lynch: "Simón Bolívar era un
    producto de la
    aristocracia criolla, nacido (…) de una de las más
    ricas y poderosas familias de la colonia, propietarios de
    haciendas de cacao, plantaciones de algodón, ranchos ganaderos, molinos de
    azúcar,
    varias casas en Caracas y, por supuesto, un gran número de
    esclavos. Empezó su vida de adulto con una gran fortuna
    personal en
    capital y en
    propiedades, y fue un miembro distinguido, aunque no
    representativo, de la clase
    terrateniente. Era de estos intereses de los que hablaba cuando
    denunció la servidumbre de los americanos, su
    exclusión de los cargos públicos y del comercio, su
    papel como productores de materias primas y consumidores de
    manufacturas españolas"
    (Lynch, 1976: 224, 225). Este
    mismo autor reconoce que Bolívar superaba a su clase en
    conocimientos, juicio y capacidad. Su formación
    política, estrictamente liberal, lo familiarizó
    desde temprano con el pensamiento de la
    ilustración y el pensamiento liberal inglés.
    Por otra parte hay que tener muy presente que los modelos ingles
    y norteamericano de sociedad gravitaban ya en la teoría
    política criolla.

    Así, el horizonte de posibilidad está dado
    por las sociedades latinoamericanas reales, la existencia de
    sociedades concretas que sirven como referentes y las propias
    "sociedades posibles" que se articulan en el pensamiento de una
    figura como la de Simón Bolívar.

    En la Carta de Jamaica fechada en Kingston el 6
    de setiembre de 1815 y dirigida a Henry Cullen, Bolívar
    acomete la tarea de definir algunos ámbitos de su proyecto
    político y en particular, aspectos esenciales de la
    "sociedad posible" americana. Lo primero que hace Bolívar
    es enjuiciar severamente, como ya lo vimos, la política
    del gobierno español. Para Bolívar esta
    política condujo a una anulación total de la
    posibilidad de desarrollo de ésta América, con el
    agravante de que tanto la "Europa civilizada" como denomina a la
    Europa no española, como los del Norte de América
    apenas si se preocuparon por su destino. Escribe Bolívar:
    "No sólo los europeos, pero hasta nuestros hermanos del
    norte se han mantenido inmóviles espectadores de esta
    contienda, que por su esencia es la más justa, y por sus
    resultados la más bella e importante de cuantas se han
    suscitado en los siglos antiguos y modernos"
    (Bolívar,
    1978: 15). Líneas antes pregunta Bolívar:
    "¿Y la Europa civilizada, comerciante y amante de la
    libertad, permite que una vieja serpiente, por sólo
    satisfacer su saña envenenada, devore la más bella
    parte de nuestro globo? ¡Qué! ¿Está la
    Europa sorda al clamor de su propio interés?
    ¿No tiene ya ojos para ver la justicia?"

    (Ibídem: 13,14). Es claro que el libertador tiene muy
    claro que el destino de esta parte del mundo no está
    ligado a la suerte de España, a la cual ubica en un
    estadio menor de desarrollo
    económico y social, sino a esa "Europa civilizada", la
    propia de la expansión capitalista, la Europa comerciante,
    que tanto admira. Así, su lucha por la Independencia de
    las naciones meridionales, se relaciona directamente con un
    "proyecto civilizatorio" dentro del cual la idea liberal es
    determinante. Resulta fundamental, asimismo, resaltar que
    Bolívar tematiza a temprana hora el problema de la
    identidad de
    éstas naciones o, sí se quiere, de la constante
    perplejidad acerca de nuestra pertenencia. "Nosotros
    –dirá- somos un pequeño género humano;
    poseemos un mundo aparte, cercado por dilatados mares, nuevo en
    casi todas las artes y ciencias
    aunque en cierto modo viejo en los usos de la sociedad civil
    (…) más nosotros, que apenas conservamos vestigios
    de lo que en otro tiempo fue, y que por otra parte no somos
    indios ni europeos, sino una especie media entre los
    legítimos propietarios del país y los usurpadores
    españoles…"
    (Ibídem: 17). En el Mensaje
    al Congreso de Angostura Bolívar (1819) matizará su
    planteamiento original: "Tengamos en cuenta que nuestro pueblo
    no es el europeo, ni el americano del norte, que más bien
    es un compuesto de África y de América que una
    emanación de Europa, pues que hasta la España misma
    deja de ser europea por su sangre africana,
    por sus instituciones y por su carácter. Es imposible
    asignar con propiedad a
    qué familia humana
    pertenecemos. La mayor parte del indígena se ha
    aniquilado; el europeo se ha mezclado con el americano y con el
    africano, y éste se ha mezclado con el indio y con el
    europeo. Nacidos todos del seno de una misma madre, nuestros
    padres, diferentes de origen y en sangre, son extranjeros, y
    todos difieren visiblemente en la epidermis; esta desemejanza,
    trae un reato de la mayor trascendencia"
    (Retamar, 1995:
    129).

    Este importante reconocimiento es de particular
    interés en tanto más que la oposición entre
    dos estados de espíritu o dos estados de
    civilización, lo que tenemos acá es el principio de
    hibridación cultural. Nuestra América es una
    América mestiza, híbrida, que se define a partir de
    la diferencia, de la heterogeneidad. Con mucha razón
    sostendrá Martí en Madre América que
    nuestra tierra es una "tierra híbrida y original,
    amasada con españoles retaceros y aborígenes torvos
    y aterrados, más sus salpicaduras de africanos y
    menceyes"
    (Salomón, ibídem: 39). Martí
    será quien defina, con extraordinaria lucidez, los
    términos de nuestra cultura. Ni Barbarie ni
    Civilización. "No hay batalla entre la
    civilización y la barbarie – dirá
    Martí -, sino entre la falsa erudición y la
    naturaleza"
    (Martí, 1998: 7).

    Hay que reconocer, indudablemente, que Bolívar
    fue uno de los primeros en plantear la pregunta y adelantar la
    respuesta sobre la naturaleza de nuestro ser histórico,
    sobre la identidad de nuestra América. El proyecto de
    sociedad o la "sociedad posible" bolivariana contempla con mucha
    claridad el carácter distintivo de este "pequeño
    género humano" con respecto a la sociedad europea y
    norteamericana. Con claridad observó Bolívar,
    asimismo, que una América disgregada, presa de las
    guerras
    civiles y en manos de caudillos inescrupulosos, conducía
    el desorden y la anarquía. Su lucha por una Patria Grande
    se inscribe en éste contexto.

    La posición de Bolívar se complica, sin
    embargo, cuando reflexiona acerca de la forma y espíritu
    de las sociedades nacionales. En este punto encontramos que su
    "sociedad posible" acusa los rasgos de un modelo orientado por
    esos "criollos" patricios o propietarios que disputan la
    hegemonía al gobierno español. En su propuesta de
    gobierno es claro en afirmar la república pero bajo un
    esquema de poder que garantice la libertad y el orden. Que
    garantice, además, las jerarquías. Se trata, a
    nuestro juicio, de lo que Guillermo Castro ha llamado el Estado y la
    sociedad oligárquica, que emergen inmediatamente
    después de la independencia y se consolidan en la
    década de los ochenta del siglo XIX (Castro, 1985). Y en
    éste modelo, como bien lo anota Castro, lo
    nacional-popular se subsume en lo
    nacional-oligárquico.

     

    2. La sociedad posible en
    Sarmiento

    Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) es una figura
    paradigmática en la historia cultural y política
    latinoamericana. Sus planteamientos han originado tanto
    posiciones de apoyo incondicional como de vehemente rechazo.
    Ezequiel Martínez Estrada ha llamado la atención acerca de la complejidad de la
    figura de Sarmiento y de la necesaria ponderación de los
    extremos de su pensamiento para no caer en la tentación de
    una lectura
    superficial de sus escritos que lleve a una inmediata
    desautorización del personaje, en un escenario a su vez
    complejo como eran las sociedades decimonónicas en
    América Latina. (Ezequiel Martínez Estrada, s.a. :
    113).

    Como pensador y hombre de acción, su obra se
    configura como expresión del proceso histórico
    latinoamericano del siglo XIX, en particular en la coyuntura
    posindependentista donde las sociedades recién emancipadas
    se dan a la tarea de constituirse en naciones. Sarmiento, como
    otros intelectuales de su generación, pertenece a los
    sectores medios de una
    oligarquía poscolonial, para los cuales la tarea
    más importante es la construcción de una sociedad
    que garantice el progreso en todas sus expresiones. A Sarmiento
    se le ha definido como "liberal romántico" lo cual implica
    asociarlo a los movimientos políticos y culturales
    europeos del momento. En palabras de Juan Marichal "puede
    así mantenerse que Sarmiento es una de las figuras
    más completas del liberalismo
    romántico que recogió el legado humanitario del
    siglo XVIII para identificarse plenamente con la democracia"
    (Marichal, 1978: 66, 67). Este legado humanitario hay que
    situarlo, sin embargo, en su debido contexto. Sarmiento es un
    liberal que tiene detrás de él una sociedad en
    construcción, una sociedad a la que hay que dotar de
    instituciones y de estructuras de
    poder.

    Como bien lo señala Guillermo Castro, siguiendo
    el planteamiento de Agustín Cueva, el proceso de
    construcción de las sociedades nacionales durante la
    segunda mitad del siglo XIX se inscribe en un contexto interno
    particular: "un proceso de desarrollo capitalista de tipo
    "junker" u oligárquico, que comporta como una de sus
    características la dependencia neocolonial, que se combina
    y se sustenta con la ausencia de una transformación
    democrático-revolucionaria de las estructuras productivas
    del período colonial" (Castro, 1985: 23, 24). Para
    Sarmiento, justamente, el problema fundamental no será ya
    la relación entre las colonias y el Imperio, sino el
    proceso de construcción de las sociedades criollas bajo un
    esquema que bien puede denominarse oligárquico-liberal.
    Entiende Sarmiento que estas sociedades no son las europeas y que
    por la naturaleza de sus historias arrastran las rémoras
    de un pasado indígena y colonial que las sitúa por
    debajo de las sociedades "civilizadas". Su enjuiciamiento de la
    sociedad americana lo hace a partir, entonces, del paradigma
    civilizatorio, de la idea que tiene de las sociedades
    industriales y capitalistas. Sarmiento observa fundamentalmente
    las carencias, el déficit acumulado que impiden a las
    sociedades de nuestra América un despegue semejante a los
    países capitalistas europeos o a los Estados Unidos.
    Son estas carencias las que hay que superar rápidamente
    con el propósito de salvar etapas y llegar a ser como los
    países industriales y desarrollados. "Alcancemos a Estados
    Unidos –escribe en 1883-. Seamos la América, como el
    mar es el Océano. Seamos Estados Unidos". (Sarmiento,
    1978: 18).

    Sobre él Roberto Fernández Retamar
    escribe: "Para Sarmiento, por su parte, la historia de
    América son "toldos de razas abyectas, un gran continente
    abandonado a los salvajes incapaces de progreso". Si queremos
    saber cómo interpretaba él el apotegma de su
    compatriota Alberdi "gobernar es poblar", es menester leerle
    esto: "Muchas dificultades ha de presentar la ocupación de
    país tan extenso; pero nada ha de ser comparable con las
    ventajas de la extinción de las tribus salvajes": es
    decir, – concluye Retamar – para Sarmiento gobernar es
    también despoblar de indios (y de gauchos)".

    (Retamar, 1995: 151).

    En otro importante ensayo Retamar recoge las tesis de
    Sarmiento que afinara en 1883. Escribe Sarmiento: "Puede ser
    muy injusto exterminar salvajes, sofocar civilizaciones
    nacientes, conquistar pueblos que están en posesión
    de un terreno privilegiado; pero gracias a esta injusticia, la
    América, en lugar de permanecer abandonada a los salvajes,
    incapaces de progreso, está ocupada hoy por la raza
    caucásica, la más perfecta, la más
    inteligente, la más bella y la más progresiva de
    las que pueblan la tierra;
    merced a estas injusticias, la Oceanía se
    llena de pueblos civilizados
    , el Asia empieza a
    moverse bajo el impulso europeo, el África ve renacer en
    sus costas los tiempos de Cartago y los días gloriosos de
    Egipto.
    Así pues, la población del mundo está sujeta
    a revoluciones que reconocen leyes inmutables;
    las razas fuertes exterminan a las débiles, los pueblos
    civilizados suplantan en la posesión de la tierra a los
    salvajes"
    (Retamar, 1986: 313).

    En su Facundo Sarmiento explícita su
    visión dual de las sociedades latinoamericanas: "el
    hombre de la ciudad –escribe- viste traje europeo, vive la
    vida civilizada tal como la conocemos en todas partes;
    allí están las leyes, las ideas de progreso, los
    medos de instrucción, alguna organización municipal, el gobierno
    regular, etc. Saliendo del recinto de la ciudad, todo cambia de
    aspecto; el hombre de campo lleva otro traje, que llamaré
    americano, por ser común a todos los pueblos; sus
    hábitos de vida son diversos, sus necesidades, peculiares
    y limitadas: parecen dos sociedades distintas, dos pueblos
    extraños el uno al otro… (se trata) de la lucha
    entre la civilización europea y la barbarie
    indígena, entre la inteligencia y
    la materia"
    (Castro, ibídem: 89).

    Podría caer uno en la tentación del
    enjuiciamiento moral, en la
    descalificación sin más de tales criterios. Sucede,
    sin embargo, que éste era el pensamiento genuino de muchos
    de los intelectuales de mediados del siglo XIX en América
    Latina, en particular de los liberales de la oligarquía
    criolla. Así pensaba el compatriota de Sarmiento, Alberdi
    y otros muchos. La tesis del dominio del más fuerte, en
    éste caso del europeo y de su
    "civilización", de su "ciudad industrial y comercial" y de
    la incapacidad de la "barbarie indígena" para resolver los
    problemas planteados a estas sociedades por el desarrollo de los
    países "civilizados" era algo muy común en
    éstos sectores. Sarmiento expresa, así, un sistema de
    creencias muy difundido en una intelectualidad criolla cuyos
    modelos de sociedad tienen como referencia la sociedad europea.
    Para estos pensadores el americano blanco era un europeo nacido
    en éstas tierras. Desde esta perspectiva el criollo, que
    no era ni indio ni europeo, se podía definir como una
    emanación europea. En Sarmiento, aquél
    "pequeño género humano" de Bolívar, se
    transfigura en una prolongación del género
    humano"civilizado", la raza blanca caucásica. Años
    más tarde, el mexicano Vasconcelos, arraigado él en
    una sociedad de profunda raíz indígena,
    proclamará su particular teoría de la "raza
    cósmica" o "quinta raza" como una forma de disputar las
    tesis de la inferioridad de nuestra "raza", que expresa de una
    manera franca y directa Sarmiento. De aquí que sea
    coherente la idea sarmientina de fomentar la inmigración como política nacional
    para erradicar los resabios de la sociedad prehispánica y
    la colonial y dar paso así al progreso y a la
    civilización.

    La "sociedad posible" de Sarmiento pasa,
    consecuentemente por: a) la liquidación de los elementos
    propios de la "barbarie" que son las poblaciones atrasadas
    conformadas por indígenas, negros, gauchos y b) la
    atracción del elemento blanco europeo o norteamericano que
    transforme estas regiones en sociedades modernas. El proyecto de
    "nación" de Sarmiento se funda en un concepto muy
    particular de "civilización", la dominante en el
    pensamiento europeo que es profundamente excluyente y
    limitado.

    Según Jean Franco: "Sarmiento ve los hechos en
    términos de conflicto: el conflicto entre el hombre y la
    naturaleza, entre el colono y el indio, entre la ciudad y el
    campo, entre la barbarie y la civilización. Hay
    también un drama entre el bien y el mal. Para Sarmiento el
    ideal de la vida se asocia al comercio, que engendra la
    civilización y la cultura (…) Para él la
    ciudad es el centro de la cultura, de las virtudes sociales y de
    la ley y el orden"
    (Franco, 1983: 78-81).

    En Sarmiento, como en Miranda y Bolívar, los
    modelos de sociedad existentes, en particular el modelo
    inglés y el norteamericano, le sirven de "paradigma de
    futuro" para pensar la "sociedad posible" latinoamericana. Esta
    sociedad posible, a diferencia de la de Martí, se estructura a
    partir de dicotomías u oposiciones, que es lo propio del
    pensamiento eurocéntrico. Para Sarmiento el
    pueblo-nación, compuesto por los sectores populares no
    eran ciertamente los llamados a civilizar la sociedad argentina,
    sino los inmigrantes y los americanos blancos. Por esta
    razón su tarea como Presidente de su país se
    centró en hacer realidad la sociedad imaginada por
    él: "Sarmiento – anota Franco – a diferencia
    de muchos pensadores y escritores del siglo XIX, tuvo la
    oportunidad de poner en práctica muchas de sus ideas.
    Después de la caída de Rosas tomó
    parte en la reforma educativa de la región de Buenos Aires, y
    al ser elegido presidente en 1868, consiguió, a pesar de
    la guerra civil y
    de un fuerte oposición, fundar escuelas, fomentar la
    inmigración y construir ferrocarriles" (Franco:
    81).

    En las conclusiones de su libro
    Conflicto y armonía de las razas en América expresa
    Sarmiento, una y otra vez, su teoría de la superioridad de
    los europeos y la necesidad de atraerlos para superar nuestro
    atraso. Escribe, por ejemplo: "La emigración sola
    bastaría de hoy en adelante para crear una nación
    en una generación, igual a cualquiera de las que
    más poder ostentan hoy en la Europa Occidental"
    (Sarmiento, 1978: 14). La razón principal de ésta
    política, según su lectura sobre el atraso de su
    país y en general de la América meridional, se
    debía fundamental a que en estos países
    "están mezclados a nuestro ser como nación, razas
    indígenas, primitivas, prehistóricas, destituidas
    de todo rudimento de civilización y gobierno"
    (ibídem: 16). Sobre estos criterios fundó Sarmiento
    su teoría sobre la lucha entre la Civilización y la
    Barbarie, y el necesario triunfo de la primera como la
    única opción de "sociedad posible". Contra esta
    teoría se manifestará firmemente José
    Martí, al finalizar el siglo XIX.

     

    3. La sociedad posible en José
    Martí

    José Martí (1853-1895) es quizá la
    figura solar más importante en la constelación de
    luminarias que atravesaron el siglo XIX latinoamericano.
    Expresó como ninguno la unidad de cultura, ética y
    política. Su sensibilidad de poeta, de escritor, de
    maestro, de humanista, de político cabal orientado por una
    ética de entrega desinteresada y de sacrificio, lo
    convierte en el paradigma mayor de "hombre nuevo".
    En su vasta producción literaria, periodística y
    ensayística encontramos los más variados temas y
    problemas, vistos siempre desde perspectivas nuevas vinculadas
    con la urgencia de construir y afirmar un proyecto de sociedad
    incluyente, tanto en su dimensión nacional como
    continental y universal.

    Su visión dialéctica y ecuménica la
    encontramos plenamente articulada en una de sus más
    definidas expresiones: Patria es humanidad. En la Patria
    la humanidad y en la humanidad las distintas patrias, las
    distintas naciones. A diferencia de los nacionalismos excluyentes
    y estrechos, la concepción martiana de la nación,
    contempló siempre los encuentros entre culturas y el
    diálogo
    fraterno entre ellas, sin imperialismos de ningún tipo.
    Él mismo en múltiples artículos
    periodísticos se dio a la tarea de dar a conocer autores
    de otros continentes pertenecientes a culturas distantes de la
    suya. Por ésta razón la "sociedad posible" martiana
    es radicalmente diferente a la de los letrados liberales de la
    oligarquía criolla.

    Guillermo castro ubica a Martí como uno de los
    más destacados miembros de un nuevo tipo de
    inteligencia "estrechamente vinculada al pueblo a
    través de una fuerte ideología nacionalista y
    democrática"
    (Castro, ibídem: 71).
    Ideología exenta, como ya anotamos, de chovinismo
    patriotero. Nöel Salomón aclara muy bien el sentido
    que tiene en Martí su concepto de patria y nación:
    "la patria nueva anhelada por el joven Martí con
    espíritu de lucha histórica, la patria concebida
    como una forma de la comunidad cubana
    que habría que conquistar heroicamente, no entraba en
    conflicto con una apertura verdaderamente ecuménica, una
    apertura hacia el mundo entero"
    (Salomón, 1980: 82). Y
    más adelante el mismo Salomón escribe: "El
    sentido patriótico de José Martí es, en mi
    opinión, el más avanzado, el más original de
    su tiempo americano: se sitúa en las antípodas del nacional-chovinismo"

    (Salomón: 83). Es una visión distinta, que ha
    superado ya un concepto de frontera
    excluyente, y que más bien se orienta a construir una
    relación nueva entre la patria-nación y la
    humanidad. No es, como si en cambio la
    visión de los nacionalistas decimonónicos
    latinoamericanos, la de Martí una visión que asuma
    a los otros pueblos y patrias latinoamericanas como potenciales
    enemigos. Al contrario, su concepto de Nuestra
    América
    , más afectivo que posesivo, como bien
    lo reconoce Salomón, es profundamente dialéctico e
    incluyente. Esta es la razón por la que afirmamos que el
    pensamiento de Martí y en particular su proyecto de
    "sociedad posible" expresa una ruptura. Ruptura con respecto al
    pensamiento conservador de las oligarquías criollas y sus
    intelectuales pero también una superación con
    respecto al pensamiento conservador de las oligarquías
    criollas y sus intelectuales pero también una
    superación con respecto a figuras tan determinantes como
    Miranda, Bolívar y Sarmiento.

    Martí no piensa ya en unas patrias chicas
    incomunicadas o fragmentadas sino en una América
    conjuntada, con políticas de comunicación orientadas al bien
    común y liberada de cualquier injerencia colonial o
    imperial. Asimismo en una América incluyente,
    profundamente democrática, donde el pueblo-nación
    realmente sea sujeto y no objeto de las políticas de los
    gobiernos.

    Hay que recordar que la historia de Cuba es muy
    particular, pues además de sur una isla ubicada en el
    Caribe, será una de las dos últimas colonias
    españolas. Pero también que en Cuba la
    abolición de la esclavitud
    será tardía, lo cual tendrá un importante
    impacto en los acontecimientos que van de 1868 a 1895.
    Martí debió asumir por tanto varios frentes
    relucha: la independencia de Cuba, la abolición de la
    esclavitud, la lucha contra el naciente imperialismo
    norteamericano, la lucha contra la oligarquía criolla,
    además de su lucha por la construcción de una
    América solidaria e incluyente. De nuevo aquí
    patria es humanidad en tanto la lucha por la liberación de
    su país del colonialismo implica, también (con
    excepción de Puerto Rico que
    como Cuba era colonia española) la lucha por liberar a los
    países latinoamericanos de la ya absorbente
    dominación norteamericana. Así, el contexto en que
    Martí elabora su proyecto de "sociedad posible"
    será muy distinto a los contextos de relación de
    Miranda y Bolívar, y el de Sarmiento. En el caso de los
    dos primeros la lucha es por la independencia de España y
    el inicio de las sociedades y Estados independientes, en el caso
    de Sarmiento su lucha se orienta a la implantación en su
    tierra de un modelo de sociedad semejante al europeo, para lo
    cual recurre a la inmigración. En el caso de Martí,
    como ya vimos, se conjuntan varios frentes, que lo distingue
    radicalmente de los demás. Martí tiene encima dos
    tipos de dominación: la colonial y la neocolonial, pero
    además un país atravesado por la esclavitud. Su
    proyecto de sociedad es por tanto mucho más complejo en lo
    interno y externo. En lo interno su propuesta de "sociedad
    posible" contempla la abolición de una sociedad
    polarizada, donde los derechos básicos del
    hombre y del ciudadano deben ser afirmados. En lo externo
    contempla la independencia de la dominación colonial
    española y al mismo tiempo la lucha por la no dependencia
    al naciente imperialismo norteamericano. Bajo estas coordenadas
    es que debe leerse los textos: Madre América (1889) y
    Nuestra América (1891)
    de José
    Martí.

    Madre América es un diálogo sincero
    con el Otro, con los representantes de otras culturas y
    políticas. Es un repaso de los distintos procesos
    históricos vividos por los habitantes de nuestra
    América y los habitantes del Norte de América y las
    razones por las cuales nuestra América es como es. En
    Madre América Martí asume plenamente la
    naturaleza híbrida de nuestras sociedades y
    culturas, adelantándose a recientes teorías
    de la cultura. Martí, al igual que Miranda y
    Bolívar, enjuicia severamente el proceso español
    desde sus orígenes. "Una guerra fanática
    sacó de la poesía
    de sus palacios aéreos al moro debilitado en la riqueza, y
    la soldadesca sobrante, criada con el vino crudo y el odio de los
    herejes, se echó, de coraza y arcabuz, sobre el indio de
    peto de algodón. Llenos venían los barcos de
    caballeros de media loriga, de segundones desheredados, de
    alféreces rebeldes, de licenciados y clérigos
    hambrones. Traen culebrinas, rodelas, picas, quijotes, capataces,
    espaldares, yelmos, perros. Ponen la
    espada a los cuatro vientos, declaran la tierra del rey, y entran
    a saco en los templos de oro.
    Cortés atrae a Montezuma al palacio que debe a su
    generosidad y prudencia, y en su propio palacio lo pone preso. La
    simple Anacaona convida a su fiesta a Ovando, a que viera el
    jardín de su país, y sus danzas alegres, y sus
    doncellas; y los soldados de Ovando se sacando debajo del disfraz
    las espadas, y se quedan con la tierra de Anacaona".

    (Martí, 1998: 41, 42).

    En Madre América reconoce Martí,
    asimismo, el proceso de asentamiento de los inmigrantes europeos
    en los territorios de lo que después se conocería
    como Norte América y sus lucha por independizarse de
    Inglaterra.
    "Con mujeres y con hijos se fían al mar, y sobre la
    mesa de roble del camarín fundan su comunidad, los
    cuarenta y uno de la "Flor de Mayo". Cargan mosquetes, para
    defender las siembras; el trigo que comen, lo aran; suelo sin tiranos
    es lo que buscan, para el alma sin
    tiranos. Viene, de fieltro y blusón el puritano
    intolerante e integérrimo, que odia el lujo, porque por
    é prevarican los hombres; viene el cuáquero, de
    calzas y chupa, y con los árboles
    que derriba, levanta la escuela; viene el
    católico, perseguido por su fe, y funda un Estado donde no
    se puede perseguir por su fe a nadie; viene el caballero, de
    fusta y sombrero de plumas, y su mismo hábito de mandar
    esclavos le da altivez de rey para defender su libertad. Alguno
    trae en su barco una negrada que vender, o un fanático que
    quema a las brujas, o un gobernados que no quiere oír
    hablar de escuelas; lo que los barcos traen es gente de universidad y de
    letras, suecos místicos, alemanes fervientes, hugonotes
    francos, escoceses altivos, bátavos económicos;
    traen arados, semillas, telares, arpas, salmos, libros"

    (ibídem: 36-37).

    Intenta Martí rastrear los distintos
    orígenes de la América nuestra y de los Estados
    Unidos con el propósito de fundamentar la razón de
    la lucha de estos nuestros pueblos por su independencia y en
    particular la necesidad de que los otros reconozcan la
    particularidad de América. El resultado del proceso vivido
    por nuestra América lo resume Martí: "De las
    misiones, religiosas e inmorales, no quedan ya que paredes
    descascaradas, por donde asoma el búho el ojo, y pasea
    melancólico el lagarto. Por entre las razas heladas y las
    ruinas de los conventos y los caballos de los bárbaros se
    ha abierto pasa el americano nuevo y convida a la juventud del
    mundo a que levante en sus campos la tienda. Ha triunfado el
    puñado de apóstoles. ¿Qué importa
    que, por llevar el libro delante de los ojos, no viéramos,
    al nacer como pueblos libres, que el gobierno de una tierra
    híbrida y original, amasada con españoles,
    retaseros y aborígenes torvos y aterrados, más sus
    salpicaduras de africanos y menceyes, debía comprender,
    para ser natural y fecundo, los elementos todos que, en
    maravillosos tropel y por la política superior escrita en
    la naturaleza, se levantaron a fundarla?
    (ibídem:
    48-49).

    La cabal comprensión de José Martí
    de los procesos históricos es lo que le permite articular,
    como ninguno, un proyecto de "sociedad posible" donde todos los
    elementos fundamentales son incorporados: la historia, el sujeto
    histórico, el contexto particular, la coyuntura, el
    futuro, las fases, etc. Es realmente impresionante la capacidad
    de Martí, con su lenguaje
    maravilloso, de adelantarse a su tiempo. Ya en Madre
    América asume Martí
    la disputa con Sarmiento,
    quien, como vimos, reduce su proyecto de sociedad la
    búsqueda de la semejanza y no tanto a la
    construcción de la diferencia. A Martí no le
    importa la lucha falsa entre "la ciudad universitaria y los
    campos feudales"
    (ibídem: 49), porque reconoce que
    Nuestra América tiene la plena capacidad de llevar a
    término su propio proyecto. Pero este proyecto de sociedad
    no es cualquier tipo de proyecto, no es el propio de una
    oligarquía autosuficiente. Guillermo Castro,
    refiriéndose a Nuestra América, documento
    que se asume como la segunda declaración de Independencia
    de América Latina, escribe: "Nuestra América"
    vendrá a ser, justamente, el resumen más precioso y
    complejo de la reflexión en torno a una
    alternativa no oligárquica para el desarrollo
    histórico de la América Latina, el cual
    comprenderá dos vertientes fundamentales: una
    concepción de la historia dotada de significado y sentido
    propios, y un modelo de sujeto social en el que las especies
    encontrarán unidad del género, tornándose
    así adecuado a la solución de los problemas que esa
    concepción de la historia revelo como efectivamente
    prioritarios para los pueblos de la América Latina"

    (Castro: 77).

    En Nuestra América Martí elabora
    con sorprendente lucidez una verdadera teoría de la
    cultura latinoamericana, pero asimismo una teoría del
    cambio social, donde se especifica claramente el sujeto del
    cambio. El "hombre natural" latinoamericano es el llamado a
    construir la nueva sociedad, una sociedad incluyente, donde lo
    nacional-popular se articule plenamente. He aquí su punto
    de vista: "Éramos charreteras y togas, en países
    que venían la mundo con la alpargata en los pies y la
    bincha en la cabeza. El genio hubiera estado en hermanar, con la
    caridad del corazón y
    con el atrevimiento de los fundadores, la bincha y la toga; en
    desestancar al indio; en ir haciendo lado al negro suficiente; en
    ajustar la libertad al cuerpo de los que se alzaron y vencieron
    por ella"
    (Nuestra América: 16-17). Se trata de un
    planteamiento opuesto radicalmente al de Sarmiento para quien el
    indio y el negro, o el gaucho eran más bien un lastre a
    tirar. Martí aboga por la plena incorporación en su
    proyecto de sociedad al "pueblo natural", que es el llamado a
    crear las nuevas condiciones para su propio desarrollo.
    Martí rechaza, asimismo, la teoría de las razas,
    tan presente en el pensamiento oligárquico
    decimonónico. "No hay odio de razas, porque no hay
    razas. Los pensadores canijos, los pensadores de lámparas,
    enhebran y recalientan las razas de librería, que el
    viajero justo y el observador cordial buscan en vano en la
    justicia de la naturaleza, donde resalta, en el amor
    victorioso y el apetito turbulento, la identidad universal del
    hombre. El alma emana, igual y eterna, de los cuerpos diversos en
    forma y en color. Peca
    contra la humanidad el que fomente y propague la oposición
    y el odio de las razas"
    (Nuestra América:
    23).

    Rechaza asimismo la dicotomía entre
    Civilización y Barbarie, tan cara a Sarmiento: "Los
    hombre naturales ha vencido a los letrados artificiales. El
    mestizo autóctono ha vencido al criollo exótico. No
    hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino
    entre la falsa erudición y la naturaleza

    (ibídem: 7). Y, consecuente con su principio de que
    Patria es humanidad escribe: "Injértese en
    nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el
    de nuestras repúblicas. Y calle el pedante vencido; que no
    hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en
    nuestras dolorosas repúblicas americanas"

    (ibídem: 11). Quizá sea este uno de los principios
    de política cultural más importante o el más
    importante planteado en América Latina desde la
    Independencia hasta la actualidad. Desde este principio es
    posible leer, de una manera diferente, los actuales
    planteamientos que hacen de la sociedad global la única
    "sociedad posible" en el mundo.

     

    4.
    Conclusiones

    Difícilmente un trabajo de estas
    características agota la temática planteada, sobre
    todo cuando hay tanto material disponible de los pensadores
    aquí estudiados y de otros que, continuando a
    éstos, elaboraron sus propios proyectos de "sociedad
    posible" y lucharon por hacerlos realidad. Durante los siglos XIX
    y XX los campos intelectuales latinoamericanos acusan un sin
    número de proyectos que incorporan elementos de distinta
    naturaleza pero todos con un denominador común: el
    propósito de redefinir la situación real y
    construir una sociedad alternativa, que supere las limitaciones
    de toda índole que impiden el desarrollo pleno de las
    potencialidades de las sociedades latinoamericanas. Sea que lo
    planteé un intelectual o un grupo de
    ellos, sea que se exprese a través de una teoría o
    de un movimiento social, lo cierto es que hay una gran
    continuidad entre las distintas propuestas de "sociedad posible"
    en nuestra América. Este es uno de los saldos positivos de
    nuestra cultura. Si analizamos la evolución del pensamiento político
    latinoamericano de las primeras décadas del siglo XX,
    encontraremos una importante relación entre las nuevas
    propuestas de sociedad y las anteriores, sobre todo las que, como
    la de Martí, se presentan como incluyentes. De hecho
    muchas de éstas propuestas, inconclusas en cuanto a sus
    resultados, constituyen una de las más importantes
    tradiciones críticas de América Latina aunque es
    cierto que los proyectos de "sociedad posible" siguen siendo
    marcos de referencia, más que realidades plenas. De
    ahí su inconclusividad.

    De las propuestas surgidas durante el siglo XIX
    podría uno establecer varias tradiciones de "sociedad
    posible", que se complementan con las distintas ideologías
    orgánicas que se expresan a través de organizaciones
    políticas formales. Así, de Sarmiento se derivaron
    una buena cantidad de propuestas políticas que hasta la
    fecha andan con buena forma en nuestro continente. Pero
    también de José Martí, de cuya
    tradición crítica se han enriquecido muchos
    movimientos sociales. Temas como la identidad latinoamericana, la
    relación entre nación e imperialismo, o entre
    nación y economía mundo, o entre cultura global y
    cultura local, o la naturaleza de la dependencia de nuestros
    países, de una u otra manera derivan de esos proyectos de
    sociedad elaborados por pensadores del tipo de los aquí
    analizados.

    De Martí derivamos una línea de
    elaboración que pasa por intelectuales como Manuel Ugarte,
    Rodó, Vasconcelos, Antonio Palacios, Mella, Sandino,
    José Carlos Mariátegui, y el Ché Guevara. En
    ésta tradición crítica el sacrificio es un
    componente fundamental. Recordemos que Martí murió
    en 1895 en pleno campo de batalla, lo mimo que el Ché en
    la Bolivia del
    67. La Revolución Cubana, cuyo triunfo costó muchas
    vidas, tiene en Martí uno de sus autores intelectuales.
    Desde otra perspectiva tenemos otro tipo de propuestas, como las
    de la CEPAL, que retoman el principio de pensar América
    Latina desde su especificidad y a partir de ella proponer un
    modelo de sociedad que retoma los procesos de las sociedades
    industrializadas.

    Así pues es posible y deseable recuperar una
    tradición que bien puede alimentar el debate actual
    sobre la naturaleza de la sociedad global y nuestra
    participación en ella. Hay una tesis que plantea que, a
    diferencia del pasado, la situación actual obliga a pensar
    las naciones a partir de la sociedad global y no lo global a
    partir de las especificidades nacionales. A nuestro juicio este
    planteamiento no contribuye al desarrollo de la diferencia en
    tanto la "sociedad global" es una propuesta de "sociedad posible"
    elaborada colectivamente desde los centros de poder de los
    países desarrollados. En este modelo de sociedad lo que
    importa es que los países compartan los mismos
    hábitos de consumo, que
    se conviertan en los consumidores compulsivos de los productos
    elaborados por las grandes corporaciones internacionales. Y entre
    más rápido desaparezcan las diferencias culturales
    mejor. Ante esta situación el pensamiento martiano,
    recupera toda su validez. Sociedades híbridas como las
    nuestras se afirman como tales ante la avalancha de lo
    global.

     

    Bibliografia
    Consultada

    Acosta Saignes, Miguel. Acción y Utopía
    del hombre de las Dificultades. La Habana, Casa de las
    Américas, 1977.

    Bolívar, Simón. Carta de Jamaica,
    México,
    D.F., Centro de Estudios Latinoamericano. UNAM, 1978.

    Castro, Guillermo. Política y Cultura en Nuestra
    América: 1880-1930. Panamá,
    Centro de Estudios Latinoamericanos "Justo Arosemena", CELA,
    1985.

    Fernández Retamar, Roberto. Nuestra
    América y el Occidente. México, D.F. Centro de
    Estudios Latinoamericanos. UNAM, 1978.

    Fernández Retamar, Roberto. Para el Perfil
    definitivo del Hombre. La Habana, Instituto Cubano del Libro,
    1995.

    Franco Jean. Historia de la Literatura Hispanoamericana.
    Barcelona, Editorial Ariel, S. A., 1983.

    Gamboa, Emma (presentadora). Omar Dengo. San
    José, Costa Rica.
    Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, 1971.

    García Monge, Joaquín. Obras Escogidas.
    San José, Costa Rica. EDUCA, 1981.

    Lynch, John. Las revoluciones hispanoamericanas
    1808-1826. Barcelona-Caracas-México, Editorial Ariel,
    1976.

    Maravall, José Antonio. Utopía y
    reformismo en la España de las Austrias. Madrid, Siglo
    XXI Editores, 1982.

    Marichal, Juan. Cuatro fases de la historia intelectual
    latinoamericana 1810-1970. Madrid, Fundación Juan March.
    Cátedra, 1978.

    Martí, José. Nuestra América.
    Heredia, Centro de Estudios Generales, Universidad Nacional,
    1998.

    Martínez Estrada, Ezequiel. Antología. La
    Habana, Casa de las Américas, s.f.e.

    Miranda, Francisco de. Proclamación a los Pueblos
    del Continente Americano. México, D.F. Centro de Estudios
    Latinoamericanos. UNAM, 1978.

    Romero, José Luis (comp.). Pensamiento
    Político de la Emancipación (1790-1825).
    Prólogo, Selección,
    Notas y Cronología de José Luis romero y Luis
    Alberto Romero. Caracas, Biblioteca
    Ayacucho, 1977.

    Rotker, Susana. Fundación de una escritura: las
    crónicas de José Martí. La Habana, Casa de
    las Américas, 1992.

    Salomón, Nöel. Cuatro Estudios Martianos. La
    Habana, Centro de Estudios Martianos, 1980.

    Sarmiento, Domingo Faustino. Conflicto y Armonía
    de las razas en América: conclusiones. México, D.
    F. Centro de Estudios Latinoamericanos. UNAM, 1978.

    Soler, Ricaurte. Idea y Cuestión Nacional
    Latinoamericanas: de la independencia a la emergencia del
    imperialismo. México, D.F. Siglo XXI Editores,
    1980.

    Vasconcelos, José. La Raza Cósmica.
    Heredia, Centro de Estudios Generales, Universidad Nacional,
    1998.

    Zea, Leopoldo. América Latina: largo viaje a
    sí misma. México, D.F. Centro de Estudios
    Latinoamericanos. UNAM, 1978.

    Zemelman, Hugo. De la historia a la política: la
    experiencia de América Latina. México, D.F. Siglo
    XXI Editores. Universidad de las Naciones Unidas,
    1989.

    M.El. Gerardo Morales García

    Universidad Nacional

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter