Re-dibujando el cuerpo de las mujeres mexicanas que
trabajan en el agro de California
- 1.
Introducción - 2.
Metodología - 3. Características
sociodemográficas de las
participantes - 4. Resultados
- 5. Mundos divididos: la mascara
como estrategia de sobre vivencia - 6. El Norte y el Sur:
Metáforas de una frontera borrosa - 7. "Las uvas de la ira." Facetas
dramáticas del mundo desarrollado y la salud de
los/las trabajadores agrícolas - 8. Los cambios vinculados con la
migración inscritos en el cuerpo - 9.
Conclusiones
Dentro de las políticas
transnacionales y de migración
deben ser consideradas las ideas, los mitos y las
experiencias que giran alrededor del cuerpo: el cuerpo de las
mujeres Mexicanas que producen y reproducen la mano de obra
agrícola en los Estados Unidos,
especialmente en California. Las mexicanas que emigran a
California no son únicamente cifras y números. Son
personas con historia, sueños,
aspiraciones y negaciones que se imprimen en un cuerpo marcado
racialmente. Dentro de las políticas vinculadas a las
relaciones de género,
tanto a nivel doméstico como público, es importante
reconocer cómo las diferencias y las expectativas del
cuerpo productivo, del cuerpo sexuado y del cuerpo indocumentado,
se negocian y se transgreden tanto estando en México
como estando en los Estados Unidos.
El denominado "cuerpo social" de las trabajadoras
agrícolas mexicanas en California está moldeado por
mecanismos dinámicos que comprenden al individuo y al
medio fronterizo que lo rodea, incluyendo aspectos
económicos, estéticos, culturales y
geopolíticos (Scheper-Hughes 1994; Martín 1995).
Los lazos establecidos entre los seres humanos y la cultura
están inscritos en el cuerpo. Cada sociedad
construye sus propios cuerpos: las percepciones sobre sí
mismo, sus funciones,
atributos, movimientos, los nombres que se le asignan, la forma
como se expresa. Así mismo, la manera en que se expone y
se reprime tanto en un sentido simbólico como literal. Los
cuerpos son construcciones sociales situadas en un contexto
específico, que varían de acuerdo a las diferencias
de género, de clase social,
de edad, de orientación sexual y de origen étnico,
entre otros factores. Como afirma Katherine Young (1995:17) "El
cuerpo ha sido inventado. La manera en la cual nos sostenemos y
nos movemos es parte de nuestra adherencia a una cultura
específica."
El objetivo de
este artículo es analizar la forma como las trabajadoras
agrícolas mexicanas en California re-definen su cuerpo en
el proceso
migratorio (al emigrar e inmigrar), de-construyendo por un lado
nociones de modestia y por el otro lado de independencia.
Más allá del cruce de fronteras (Estados Unidos-
México) el cuerpo de estas mujeres transita y se re-dibuja
a partir de las mediaciones de género y de los
significados sociales, culturales y políticos construidos
desde sus comunidades de origen y en sus nuevas
moradas.
2. Metodología
Este artículo se basa en resultados obtenidos a
través de métodos
cualitativos. Consideramos que la selección
de esta metodología fue pertinente dadas las
características de la población, las especificidades del proceso
migratorio y la sensibilidad de los temas a tratar. Nuestro
análisis está basado en tres
fuentes.
Primero, la información proporcionada por 76 mujeres de
origen mexicano que participaron en 10 grupos focales.
Segundo, entrevistas
guiadas por un formato de historia de vida con 12 mujeres, todas
nacidas en México. Tercero, observación participante durante el trabajo de
campo. Las participantes fueron identificadas e invitadas en el
proyecto por
miembros de organizaciones
locales y clínicas de salud de las comunidades. El
proceso de investigación fue dialógico, es
decir se establecieron diálogos entre las investigadoras y
las participantes dirigidos a explorar temas sobre las
expectativas del género, la sexualidad y
las prácticas de riesgo
relacionadas con la adquisición de infecciones de
transmisión sexual (ITS). En los grupos focales,
posteriormente a la explicación del proyecto, se
proyectó una película sobre la vulnerabilidad de
las mujeres y el SIDA en
México. Esta técnica de motivación
grupal sirvió como detonador para una discusión
posterior, vinculando tanto los escenarios vividos en
México como los vividos en Estados Unidos (Morgan
1993).
3. Características
sociodemográficas de las participantes
Las edades de las participantes variaron entre los 16 y
56 años. Todas las mujeres que entrevistamos tenían
salarios bajos y
se situaron dentro de la clase obrera o pobre. La mayor parte de
ellas emigraron de áreas rurales de los estados
Michoacán, Jalisco, Guanajuato y Oaxaca. La mayoría
no habían terminado la educación primaria
al momento de emigrar. Las razones por las cuales las mujeres
emigraron a California fueron diversas. Unas mencionaron que fue
por perder su trabajo en
México, por reunificación con familia, buscando
refugio de relaciones con hombres violentos, y otras buscando
aventura. En todos los casos, la migración fue concebida
como una estrategia de
sobre-vivencia. Todas las participantes emigraron como adolescentes o
adultas y hablan castellano como
principal idioma.
Estas mujeres viven en comunidades predominante
mexicanas en las regiones agrícolas centrales del norte de
California — el Pájaro Valley en el Condado de Santa
Cruz, el Valle de Salinas en el Condado de Monterey en el valle
de San Joaquín y en el Condado de Fresno. Todos las
informantes trabajan en la agroindustria, ya sea directamente en
el campo ("Los files"), las empacadoras, o en plantas
procesadoras de alimentos. La
mayoría tipificó las condiciones de trabajo como
peligrosas. Así mismo, la mayoría mencionó
que está expuesta a una doble jornada; además de
trabajar para obtener un salario, tienen
que ocuparse de las tareas del hogar y hacerse cargo del
núcleo familiar.
La muestra de este
estudio ilustra un proceso de globalización que es tipifico en el
centro-norte de California. El asentamiento de mujeres mexicanas
en esta región empezó a ser significativo al final
del Programa de
Braceros y se incrementó dramáticamente a principios de los
años ochenta. Hoy, por ejemplo, casi 70% de la
población rural del condado de Santa Cruz es latina,
predominantemente mexicana.
Nuestros hallazgos documentan y contextualizan, por un
lado, la vida de estas mexicanas migrantes. Por otro lado,
muestran cómo las construcciones socio-culturales y de
género se relacionan con el comportamiento
sexual y pueden poner en riesgo a las mujeres de adquirir
infecciones de transmisión sexual (ITS). A partir de un
enfoque cualitativo, analizamos cómo se inscriben en el
cuerpo de éstas mujeres los valores,
normas, y
mitos y como se insertan en las dinámicas de género
y desigualdades políticas. Así mismo, analizamos
dentro del vaivén migratorio, la forma en la cual las
trabajadoras agrícolas desarrollan mecanismos de
supervivencia y de-construyen las nociones tradicionales sobre el
cuerpo contestando muchas veces a un discurso
hegemónico. Para la parte analítica, nos basamos en
el marco conceptual de Faye Ginsburg y Rayna Rapp (1995). Estas
autoras argumentan que la reproducción social, donde la sexualidad es
central, debe ser considerada como una expresión local de
las desigualdades transnacionales. Es en este marco que las
trabajadoras agrícolas crean nuevas relaciones sociales a
través de una lucha personal y de
género, enmarcada dentro de movimientos sociales y otras
demandas que surgen de las ideologías religiosas y
políticas así como de situaciones de
marginación.
El conocimiento
que estas mujeres tienen sobre prácticas vinculadas con la
reproducción social, la sexualidad y el cuerpo, refleja
los valores
adquiridos a partir de experiencias pasadas dentro de un contexto
regional, económico y político. Este conocimiento
está orquestado fundamentalmente por tres factores: en
primer lugar, la
globalización que pone en movimiento la
migración de la gente, las ideas, las fuentes de trabajo,
la cultura popular, como también las infecciones
transmitidas sexualmente que no respetan fronteras nacionales. En
segundo lugar, las ideologías patriarcales dominantes, que
incluyen valores establecidos por la misma normativa patriarcal y
que además genera nociones contradictorias respecto al
cuerpo y al placer. Es dentro de esta base ideológica que
también se gestan nuevos valores y discursos
alternativos, vinculados en este caso, a la migración. En
tercer lugar, los valores determinados por la Iglesia
Católica, que delimitan las dimensiones morales de la
sexualidad y los significados que regulan el comportamiento
sexual "aceptable" y el acceso al placer.
5. Mundos divididos: la
mascara como estrategia de sobre vivencia
La economía de las
áreas agro-industriales de California está
íntimamente ligada a la migración mexicana. La
producción y la reproducción social
generan cambios culturales complejos y contradictorios en ambos
lados de la frontera, y
estos procesos son
complicados por las dinámicas establecidas a partir de las
jerarquías de género. Hombres y mujeres tienen
roles y poderes diferentes en el mercado laboral, entre
familias, y dentro del mismo proceso migratorio (Lara Flores
1996; Velasco Ortiz 1995; Ojeda de la Peña 1995). En el
caso de las trabajadoras agrícolas, se puede decir que
viven en "mundos socialmente divididos" de forma similar al que
viven, por ejemplo, las trabajadoras sexuales en la ciudad de
México.
En un estudio conducido por Xóchitl
Castañeda (1996) sobre el comercio
sexual en la ciudad de México, se argumenta que las
trabajadoras sexuales al terminar su trabajo se quitan las
"máscaras laborales", es decir los artificios adoptados
durante la jornada laboral, mismos que permiten exacerbar los
atributos femeninos. Por ejemplo, cierto tipo de vestuario y
maquillaje, objetos de fetiche (pelucas, talones, ropa intima).
Los rituales de paso transforman a la mujer
secreta-trabajadora-guerrera (que muchas veces tuvo que correr el
riesgo de enfrentar desde encuentros violentos, delación,
hasta la posibilidad de contraer una enfermedad venérea)
nuevamente en mujer "normal".
Un fenómeno similar es experimentado también por
las mujeres de origen mexicano que trabajan en la agro-industria de
California. Estas mujeres se cubren el cuerpo y se "enmascaran"
no sólo para protegerse del sol, el frío, o los
pesticidas sino también del acoso sexual.
Es común que las mujeres cuando están, por ejemplo,
en la pizca de la fresa, se pongan encima del pantalón
capas de otras prendas, como suéteres o toallas para que
la persona que viene
atrás en la cuadrilla no "tenga ninguna
tentación." Se amarran camisas a la cintura para
esconder sus caderas y las regiones genitales. "Nosotras
trabajamos casi todo el tiempo
agachadas, nuestros 'traseros' quedan en la cara del que viene
atrás, que muchas veces es un hombre. La
cantidad de mujeres en los campos es mucho menor a la de los
hombres y no siempre podemos estar en una cuadrilla de
sólo de mujeres. Es importante protegernos de ellos y de
lo que las otras mujeres pueden pensar. Si uno anda
enseñando su cuerpo, luego corre el chisme que lo que
estamos buscando no es pizcar la fresa, sino a los hombres".
En este mismo sentido, María observó que "No
puedo ni siquiera usar rímel, porque me empiezan a
molestar, a silbarme, a querer tocarme y a armar un
escándalo".
Al quitarse los ropajes que las protegen de las
inclemencias del tiempo y de los hostigamientos sexuales, las
trabajadoras agrícolas atraviesan por ritos de paso que se
asemejan a los descritos por Xóchitl Castañeda
(1996) respeto a las
trabajadoras sexuales de la ciudad de México. Al salir del
trabajo, muchas veces cuando van manejando de regreso a sus
hogares, se cambian de vestimenta, vuelven a asumir su propia
identidad. En
sus sitios de trabajo, estas mujeres se convierten en "aliens" en
una especie de extranjeras, en seres difusos envueltos en
múltiples ropajes que funcionan como membranas protectoras
contra el medio adverso, en sentido amplio.
"A veces, cuando estamos fuera de los campos, no nos
reconocemos, no sabemos quien estuvo trabajando en la cuartilla,
pues no sabemos qué ropa llevaba abajo, pues todo estaba
tapado. Salvo por la voz y los ojos es que a veces nos podemos
reconocer."
" A mí me ha pasado que cuando recojo a mi
hija en la tarde en la escuela, oigo la
voz de alguien y entonces ‘me cae el veinte' y me digo:
'creo que la Juana estuvo hoy trabajando conmigo en el
‘file'. Muchas veces ni para comer nos destapamos. Al
principio es difícil, luego, te acostumbras, es como si no
fueras tú, …estas trabajando. Debes cubrirte, debes
protegerte."
6. El Norte y el Sur:
Metáforas de una frontera borrosa
Aproximadamente 39.9 millones de personas de origen
Latino viven oficialmente en los Estados Unidos. Lo/as mexicanos
representan el 67% de los Latinos (US Census 2004). De
éstos, 8.5 millones de personas son nacidas en
México. En California, la gente nacida en México y
de origen mexicano nacida en los Estados Unidos representa
oficialmente el 34% de la población, haciendo que
éste sea uno de los estados en la Unión Americana
donde las "minorías étnicas" se están
convirtiendo en mayoría. En este sentido, es fundamental
revalorar las prioridades públicas, cívicas y de
gobierno,
comenzando por reconocer que en Estados Unidos los/as mexicanos y
las mexicanas son una población importante, dinámica y permanente dentro de una
sociedad cada vez más diversa. Según el Servicio de
Inmigración y Naturalización (INS),
hay cerca de 8 millones de residentes indocumentados en Estados
Unidos, de los cuales por lo menos 72% son de origen de latino.
Así mismo, los mexicanos/as son el grupo
más importante de la población indocumentada de
Estados Unidos (US Census 2004).
Las comunidades rurales mexicanas se han convertido en
grandes expulsoras de mano de obra agrícola que migra
hacia los Estados Unidos, especialmente a California, donde el
92% de los trabajadores agrícolas son mexicanos (Villarejo
2001). Estos/as agricultores mexicanos/as, al tener limitadas
oportunidades económicas en sus lugares de origen,
emigran, a trabajar al "Norte". La disponibilidad puestos de
trabajo y las medidas de control
fronterizo han incidido en que lo/as inmigrantes establezcan un
segundo hogar en California, en el cual permanecen
períodos cada vez más largos (US Department of
Justice 1997). "Yo antes iba y venía cada año.
Me costaba como $300.00 ahora ya no puedo, cada vez es mas
difícil la pasada y por lo mismo más cara. La
ultima vez me costó con todo y todo casi $1500
dólares, y que si mas me quedo en el desierto y ya no
cuento la
historia."
Lo anterior explica en cierta medida la
"mexicanización" de ciertas áreas rurales de
California, donde los trabajadores agrícolas inmigrantes
se han convertido en la mayoría de la población y
han cambiado el carácter de la vida rural en estas
comunidades. Hay lugares en California donde los inmigrantes
mexicanos provienen cada vez más de comunidades
indígenas de México, quienes son objeto de una
creciente discriminación y explotación no
solamente por parte de los norteamericanos, sino también
de chicanos y otros mestizos mexicanos (Zabin, Kearney,
García, Runsten y Nagengast 1993). Al respecto Lupita
mencionó: "Por ser de Oaxaca y por estar
‘prietita’ creo que me daban el turno de la
madrugada, el más pesado y eso que el capataz era
Mexicano. No sabes con quien te va a ir peor si con tu propia
raza o con los gabachos. Aprendí a hablar como del norte
[de México] y a vestir como ellas. Ahora me va mejor"
Innumerables comunidades rurales en California se han convertido
en lugares de pobreza
concentrada. En una de las comunidades donde realizamos nuestra
investigación, "El Pájaro Valley", la
mayoría de los hombres agricultores son mexicanos (90%).
Mientras que en las fábricas de alimentos son las mujeres
mexicanas quienes realizan la mayor parte del trabajo (Bardacke
1994). Lola dijo, "nuestros cuerpos de Latinas, muchas veces
‘chaparritas’ y redondas están en desventaja
con el de las ‘gringas’ que están tan
esbeltas, tan rubias y tan bonitas… Les va mejor a las
más blancas, como que tienen más seguridad de
defenderse."
Muchas de estas familias son "binacionales", es decir
que mantienen hogares en ambos lados de la frontera de Estados
Unidos-México. Estas familias generalmente sirven como
"puente" para otros inmigrantes. Además, miembros de las
familias asentadas en Estados Unidos, a pesar de los crecientes
costos y riesgos del
cruce fronterizo, regresan a sus comunidades de origen en
México para visitar a parientes y supervisar sus
propiedades y negocios. En
este sentido, los/as agricultores mexicanos son partícipes
de mundos sociales paralelos: las comunidades agrícolas en
California y las comunidades de donde emigraron de México
(Lozano Ascencio 1993). Sus familias generalmente dependen de las
remesas generadas en Estados Unidos para sostenerse. Estas
remesas generadas, son la tercera fuente de ingresos para la
economía mexicana. En los años noventa ingresaron a
México aproximadamente $33 mil millones de dólares
por este concepto. De
acuerdo a Mario López Espinosa (2003) las remesas
procedentes de los mexicanos en los Estados Unidos son la
más importante fuente de ingresos provenientes del
exterior, al calcularse sobre criterios netos, y al dejarse de
subvaluar el importe de recursos no
registrados que ingresan por conducto de medios
informales. Durante la presente década el flujo promedio
anual de remesas totales hacía México será
de 15 mil millones de dólares. Solamente en el año
2003, el total de remesas enviadas a México llegó a
$14 mil millones de dólares. Juan Vicente Palerm argumenta
que este fenómeno constituye un sistema
binacional de producción y reproducción
agrícola (Palerm y Urquiola 1993) y por la
interdependencia que existe, el fenómeno no se puede
entender si no se toman en cuenta los dos polos.
Las trabajadoras agrícolas migrantes constituyen
uno de los grupos de población que incide de manera muy
importante en la compleja relación entre los Estados
Unidos y México tanto por la labor que desempeñan,
por las remesas que envían, como por su rol en la
re-definición sociodemográfica. Según
datos del INS,
entre 1990-1996 cada año, 230.000 mexicanos indocumentados
establecieron su residencia en Estados Unidos (INS 1996).
Alrededor de dos millones de inmigrantes indocumentados (40% de
todos los indocumentados en los Estados Unidos) viven en
California (Report on Access to
Health Care Services 1999).
Las zonas agro-industriales de California se han
convertido en grandes generadoras de capital
gracias a la mano de obra barata de los/las trabajadores
mexicanos. Sin los/as mexicanos, no sería posible mantener
estas industrias
multimillonarias, calculadas en 27.5 mil millones de
dólares anuales (http://www.cfbf.com.) Como dice el dicho "Where no
body can…Mexicans" ("Donde nadie puede: los mexicanos
pueden"). Todas las personas que viven en este país se
benefician de la labor de los trabajadores agrícolas
mexicanos. California proporciona la mayor parte de las verduras
y las frutas al resto de los Estados Unidos desde hace mas de 50
años (CFBF 2004). Al final de la década de los
noventa, California produjo 98% del bróculi, 63% del apio,
70% de la coliflor, 98% de los tomates y 74% de la lechuga que se
consumió en los Estados Unidos. Más de 85% de las
frutas y verduras producidas en Estados Unidos son cosechadas y/o
cultivadas a mano, básicamente por mexicanos/as. En
California, 89% de la mano de obra agrícola es Mexicana
(USDL 2004 http://www.bls.gov/data/home.htm). Gracias a su
esfuerzo, millones de hogares cuentan con comida fresca cada
día en sus mesas. Como pago por su trabajo, la
mayoría de los campesinos (70%) perciben salarios anuales
menores de $7,500, cifra que está por debajo del nivel de
pobreza federal. Además, los beneficios que los/las
campesinas perciben en materia de
salud, educación y vivienda son mínimos. En
este sentido, a pesar de las importantes ganancias del negocio
agrícola, éstas no se reflejan en el bienestar de
los trabajadores. Por si fuera poco, algunos patrones o
dueños de empresas
agrícolas no reportan los salarios de los trabajadores, lo
cual se traduce en evasión de impuestos.
"Mire mis manos, usted cree que estaban así cuando vine
a trabajar al ‘file’? No, yo soy joven, es por haber
estado
‘pizcando’ fresas en tantas heladas. No hay doctor y
tengo que mantener mis dos hijos y a mis papas que están
allá en el rancho [México]." Consecuentemente,
si los trabajadores se lastiman o alcanzan la edad del retiro, en
muchas ocasiones no pueden fundamentar sus demandas ante el
Seguro Social,
lo cual es una fuente más de riesgo para su salud. Juana
dijo, "Yo me lastimé la espalda, de tanto estar
agachada, pero no sabía que podría reclamar. Nadie
nos dice, menos el patrón y aquí no hay sindicato ni
nada de eso. Fui con un doctor donde va mucha gente de por
acá. Pero solo me alivió. Creo que el daño ya
está hecho de por vida y no puedo
reclamar."
7. "Las uvas de la ira."
Facetas dramáticas del mundo desarrollado y la salud de
los/las trabajadores agrícolas
En los Estados Unidos, los trabajadores agrícolas
en general presentan un estado de salud similar al de los
habitantes de países subdesarrollados, a pesar de vivir y
trabajar en una de las naciones más ricas del mundo y en
lo que respecta a California, en la primera economía del
país (CMHI Hojas de datos estadísticos 2004).
Debido al estado de pobreza y marginación en que viven,
los trabajadores agrícolas tienen más riesgo que la
población en general para adquirir ciertas enfermedades infecciosas. La
exposición a pesticidas y las precarias
condiciones de sus viviendas, los tornan más susceptibles
a ciertos problemas de
salud. Por ejemplo, en California, más de un tercio de las
casas de los trabajadores agrícolas no cuentan con sistema
de agua potable
(Report of Environment Work Group 1997). Estos trabajadores
reportan el índice más alto de lesiones producidas
por sustancias químicas y tóxicas. Más que
cualquier otro grupo de trabajadores, ellos/as padecen e incluso
mueren debido a condiciones producidas por la
deshidratación y el calor. La
esperanza de vida de dichos trabajadores se estima en 49
años. "Yo he padecido de ‘mal de
orín’ desde hace muchos años, sobre todo en
la época de más calor. Las botellas de agua que
traemos de casa, no son suficientes y aquí en el field no
se puede tomar el agua, es
sólo para riego, no es potable. Vea usted
(señalando el campo) no hay nada. Solo esas letrinas
portátiles (solo dos para todo el campo). No hay ni un
techito donde descansar cuando el sol
está más ‘picante’. Es dura la vida
aquí. Nos levantamos a las 4:00 de la mañana y
así nos vamos, de corrido hasta que cae el sol. Como no se
va ‘amolar’ uno?"
Algunas condiciones de salud son claramente atribuibles
a los peligros ocupacionales del trabajo agrícola, por
ejemplo, la dermatitis y
los problemas respiratorios causados por los hongos, el polvo,
y los pesticidas. Los índices de mortalidad entre estos
trabajadores debidos a pulmonía son 200% más alto
que el promedio nacional (National Advisory Council on Migrant
Health 1993). La carencia de agua potable en los campos
contribuye a la deshidratación, problema muy frecuente en
los momentos más intensos de la cosecha. La ausencia de
letrinas provoca retención de orina, misma que se vincula
con infecciones urinarias.
En lo que respecta a salud mental, la
depresión es un problema común entre
los trabajadores agrícolas adultos. Este padecimiento
está relacionado con la disrupción del
núcleo familiar (80% de los trabajadores son hombres solos
y cerca del 50% ha dejado a sus esposas e hijos y en
México). Además, con el estrés, la
soledad, la inestabilidad en la situación económica
y las precarias condiciones de vida. Es frecuente que los campos
agrícolas estén compuestos mayoritariamente por
hombres. La falta de recursos recreacionales, el aislamiento
social y la oferta de
sexo comercial
son factores que también inciden en la alta
proporción de infecciones de transmisión sexual
(Bureau of Primary Health Care 2000). Al respecto Candelario
dijo:
"Aquí no hay nada que hacer, más que
trabajar y trabajar. No hay un zócalo o un lugar donde
entretenemos. Pues que queda….las ‘ chelas’, los
naipes y pues por que no decirlo, ir a los clubes o donde las
‘mujeres’. A veces ellas vienen por acá, casi
ya no, pero cuando vienen, las filas [para obtener servicios
sexuales] son largas. Usted sabe, el cuerpo tiene sus
necesidades."
Las trabajadoras migrantes agrícolas en su
mayoría son mujeres jóvenes, incluso adolescentes,
que generalmente acompañan a sus esposos, a sus padres y
hermanos. De las mujeres trabajadoras agrícolas en edad
reproductiva, una proporción significativa alternan el
trabajo de la agro-industria con la crianza de los hijos (Aguirre
International 2000). La cifra de mortalidad infantil entre hijos
de trabajadoras agrícolas inmigrantes es 25% más
alta que el promedio nacional. 73% de estos niños
no tiene ningún tipo de seguro
médico (Sekhri 1999). Los centros de salud para los
trabajadores agrícolas cubren solamente a 20% de ese grupo
de población en el país. Para las trabajadoras
agrícolas, los problemas relacionados con el embarazo
adolescente son la primera causa de consulta a los servicios de
salud locales en las mujeres entre 15 a 19 años de edad.
Para el siguiente grupo de edad (20 y 29 años), las causas
principales de consulta son embarazo, diabetes y
problemas reproductivos. En la categoría de 30 a 44
años de edad, los dos mayores problemas de salud son la
diabetes y la hipertensión (Villarejo 2000). Entre las
personas mayores, el 80% de las visitas clínicas, tanto de
hombres como de mujeres, también son por diabetes e
hipertensión. En un estudio reciente muestran que casi uno
de cada cinco sujetos masculinos de la muestra (97%) tenía
por lo menos dos de tres factores de riesgo de enfermedades
crónicas: colesterol alto, presión
sanguínea alta u obesidad.
Así mismo, la mitad de todos los sujetos masculinos y dos
quintos de los sujetos femeninos dijeron que nunca habían
ido al dentista (Villarejo 2000). Los resultados de la Semana
Bincional de Salud, un evento organizado en mas de 26 condados de
California por la Iniciativa de Salud México-California
(CMHI 2004) revelaron que 36% de las personas que contestaron la
encuesta era
la primera vez que recibían un servicio de salud desde que
estaban en Estados Unidos.
El control del cuerpo: espacios no cruzados por la
frontera
La mayor parte de las mujeres mencionó haber sido
criada dentro de un marco cultural sexualmente represivo y
básicamente respaldado por valores
morales que tienen su justificación en versiones
locales del catolicismo. Dentro de este marco, se exige a la
mujer abstención de los placeres sexuales per-se,
sobre todo si éstos se plantean fuera del matrimonio y sin
justificación reproductiva. Los valores fomentados por la
iglesia y otras instituciones
locales presionan a las mujeres para que canalicen sus deseos
sexuales en términos convencionales y heterosexuales. La
marcada oposición cultural virgen-prostituta se puede
apreciar en la manera en la cual las mujeres adoptan la
estrategia del silencio sobre su sexualidad y de un "culto
virtual a la virginidad" donde la modestia y la reputación
como "mujeres decentes" se privilegian (Díaz
1998).
Como una estrategia para controlar el comportamiento
sexual, desde la niñez, estas mujeres han sido
advertidas-directa e indirectamente por ejemplo, a través,
de metáforas y leyendas de
que existen señales
físicas que sus cuerpos pueden adquirir si ellas
transgreden las reglas establecidas. Estas "señales"
pueden ser percibidas por sus padres, amigos, vecinos u otros
parientes: "Las mujeres que pierden la virginidad caminan
diferente con sus piernas separadas, y en sus rostros y en sus
ojos se nota que ‘saben más’ que ya tuvieron
‘uso’ de hombre". Incluso después del
matrimonio, la manera de vestir y de moverse suele ser controlada
para evitar una apariencia "provocativa" y para marcar espacios
de pertenencia, en este caso al marido. Algunas de las
participantes mencionaron que en sus lugares de origen, cuando
eran jóvenes, no se les permitía andar solas en
público, sobre todo siendo solteras. Pero también
dijeron que esto está cambiando con el tiempo y por
influencia de la migración. Muchas de ellas no
tenían experiencia laboral antes de migrar a California.
Esta inexperiencia sobre el manejo de determinados espacios
sociales, donde se negocian ciertas libertades, fue advertida
como negativa en el contexto de la migración. Cuando
debieron de enfrentarse a nuevas situaciones, en nuevos lugares,
con menor vigilancia comunitaria, muchas veces la ausencia de
control le provocó sensaciones de inestabilidad, sorpresa
y miedo. "Cuando apenas vine de México me sentí
con mucho miedo. Nunca había trabajado, siempre estaba
‘cuidada’ por mi familia y además en mi
pueblo, que es chico pues uno sabe donde andar. Aquí fue
diferente. Al principio no tenía patrón fijo,
tenía que irme a la ‘parada del supermercado’
a esperar que nos ‘levantaran’. Cambiábamos de
campo, y también de capataz o patrón. Cada semana
era diferente. Me sentía muy
‘destanteada’… Todo era
diferente!"
La cartografía del cuerpo: refugios y
referencias
Dentro de este marco cultural podría hacerse la
analogía del cuerpo percibido como un espacio
cartográfico, es decir, como un mapa en el que se
delimitan las zonas prohibidas, se establecen límites y
jurisdicciones, se inscriben las transgresiones y puede ser
leído por otros. El mapa corporal es, por un lado, un
refugio y una referencia y por el otro, una posible fuente de
traición al ser proyectado en público, al ser
expuesto a la lectura que
sobre el mismo pueden hacer los demás. Al migrar, la mujer
expone su cuerpo y los valores adscritos a él, a cierto
tipo de lecturas. Estar fuera los espacios tradicionales de
control sugiere un posible distanciamiento con las normas y los
valores establecidos. El enfrentamiento a nuevas situaciones a
nuevos valores, puede ser visto como un factor de riesgo sobre la
"integridad de la mujer" (Leeper Buss 1995). La "visión
periférica" juega en este contexto un papel fundamental:
el vaivén entre "lo que hago aquí, que no puedo
hacer allá y lo que hago allá que aquí ni
loca haría y los riesgos que enfrento si soy
descubierta".
De acuerdo a Patricia Zavella (1999), la forma en que
las mujeres adoptan estos cambios, es a través de la
experiencia de una "visión periférica". Este
concepto refiere a una perspectiva que las personas adoptan al
estar insertas en dinámicas sociales transnacionales. Por
ejemplo, al tener familiares en ambos países, las
trabajadoras constantemente relacionan y comparan sus vidas y las
de sus familias con lo que pasa "en el otro lado"; donde
éste "otro lado" se dé, ya sea en México o
en Estados Unidos.
Originado por la migración y a partir del
desequilibrio de poderes entre México y Estados Unidos, la
"visión periférica" es una perspectiva que con
frecuencia recuerda a la gente la inestabilidad de su
situación en comparación con otras personas. Sus
vidas están escindidas, se re-estructuran y organizan
alrededor de empresas y corporaciones que responden a
dinámicas que giran dentro de la economía
global.
Generalmente, las mujeres continúan ligadas a sus
familias, a sus comunidades y a ciertas estructuras
tradicionales. Sin embargo, estas mujeres paralelamente, se
convierten en "maquinas productoras y reproductoras" en un nuevo
contexto, regido por lógicas socioculturales y
económicas distintas. Por un lado, conservan normas
establecidas desde sus lugres de origen y por el otro,
re-negocian nuevos valores adquiridos en la dinámica
migratoria, en el lugar de destino. Se desplazan entre ambos,
matizando sus identidades de acuerdo al contexto.
8. Los cambios vinculados
con la migración inscritos en el cuerpo
Al migrar y/o establecerse en otros lugares fuera de sus
comunidades de origen, estas mujeres perciben y experimentan una
variedad de cambios respecto a las relaciones de género, a
sus roles y a sus expectativas. A menudo se les presentan
posibilidades que no se habían imaginado antes de migrar;
por ejemplo, trabajar fuera del contexto doméstico. Los
valores y posiciones generados a partir de esta nueva
situación interactúan, muchas veces
conflictivamente con los roles de madres y amas de casa que,
además de trabajadoras asalariadas, tienen que
desempeñar (Zavella 2000). Por ejemplo, tienen muchas
ofertas "amorosas". Esto está relacionado con la
proporción hombre-mujer que durante la época de
cosecha en estas áreas llega a ser de 20 hombres por una
mujer. Un porcentaje significativo de estos trabajadores
está constituido por jóvenes migrantes entre
quienes se incluye a aquellos que dejan a sus esposas, amantes e
hijos en México y también a los solteros y que
esperan conseguir una compañera para retornar a
México o para quedarse en California.
Las mujeres migrantes solteras, por su parte, tienen una
amplia gama de elección "donde escoger" entre
amantes potenciales y/o esposos. Aunque no estén buscando
un compañero, a diferencia de sus experiencias en
México donde priva un ambiente de
alta segregación por cuestiones de género, los
campos agrícolas en California colocan a mujeres y hombres
en una proximidad cercana. Para muchos/as jóvenes la
migración además de tener fuertes motivaciones
económicas, es presentada como un rito de paso a la edad
adulta en el que se inician sexualmente, ya sea con personas de
igual o diferente sexo (Castañeda, Brindis, y
Castañeda 2001). "Aquí hay muchos hombres y que
además se sienten muy solos. Si uno quisiera,
podría escoger, como flores en el Jardín: tu si, tu
no. Todo el tiempo ellos andan de ofrecidos. Pobrecitos, es que
tal vez están muy solos y más los jóvenes,
pues tienen su corazoncito."
La forma cómo el cuerpo femenino se presenta en
público es uno de los cambios más notables que
estas mujeres experimentan al trabajar en el negocio
agrícola en California. Las participantes expresaron que
sus sitios de trabajo, particularmente los campos y las
empacadoras, se convierten en lugares "donde conseguir
pareja". Cualquier expresión de disponibilidad,
mostrada a través del maquillaje o de la ropa, es
percibida por los/las compañeros como un signo de apertura
y sienta bases para tener otro tipo de encuentros a aquellos
propiamente laborales lo que también puede tomarse como
pretexto para justificar acoso sexual en el lugar de
trabajo.
Factores de Riesgo
Tener relaciones heterosexuales con sus parejas
habituales puede ser uno de los principales factores de riesgo
para las trabajadoras agrícolas en California. Estudios
recientes muestran que las latinas son uno de los grupos de
población que presenta mayores riesgos para adquirir
infecciones de transmisión sexual, incluyendo VIH
(Gómez y Marín 1996). En la población Latina
65 % de los casos de SIDA fueron
adquiridos a través del contacto heterosexual (Centers for
Disease Control and Prevention, 2001:13), frecuentemente por
medio de relaciones con sus parejas hombres, mismos que han
tenido relaciones con otras personas (incluyendo otros hombres),
trabajadoras sexuales o personas que utilizan drogas
intravenosas (Díaz 1998). Así mismo, muchos hombres
trabajan en el transporte de
productos
agrícolas entre diferentes partes de Estados Unidos e
incluso internacionalmente. En estos viajes, es
común que tengan encuentros sexuales sin
protección. Existen mitos construidos a partir de las
desigualdades de género que sitúan al hombre-macho
como un ser con altos deseos sexuales, mientras que la mujer
tiene que asumir roles más sumisos (Carrier 1985). Cuando
regresan a sus casas, estos hombres generalmente tampoco utilizan
condones. Hacerlo pondría en entredicho su credibilidad y
sería tomado por la pareja como signo de un comportamiento
social y religiosamente condenado. Así, el círculo
vicioso se establece y acrecienta la posibilidad de difundir
infecciones de transmisión sexual. "Mi esposo es
transportista. Viene cada 15 días y yo no creo que ande de
‘santo’ todo el tiempo. El lo niega pero conociendo
su ‘naturaleza tan
alta’, quien sabe." Pregunta de la entrevistadora,
"usan condón?" "No, nosotros no usamos
condón".
El hecho que en los campos agrícolas en
California se pongan en mayor proximidad a las mujeres y a los
hombres, "todos trabajamos por parejo, muchas veces
atrás de mí, en el surco, viene un hombre. Tu no
escoges, es el capataz quien forma las cuadrillas y si no, es
donde hay trabajo." Así mismo, las condiciones de la
migración y la elevada proporción de hombres, son
factores que favorecen al hecho que las trabajadoras
agrícolas inmigrantes se encuentren frente a un horizonte
donde la "oferta" es mayor. Hay un abanico amplio para elegir
hombres tanto como amantes o como esposos potenciales. Esto,
aunado a revalorizaciones que se dan en la esfera personal por
trabajar y por "poder elegir"
en el campo del deseo, esto tiene varias implicaciones, entre
ellas, posibles prácticas de riesgo para adquirir
infecciones de transmisión sexual. "Es difícil
resistir a tantas tentaciones. Yo he tenido varios jóvenes
que me han ofrecido como dice la canción 'la tierra, el
cielo y las estrellas' para que pase un momento con ellos.
Están muy solos y con el ‘instinto alto’ y yo
pues me siento muy elogiada, sobre todo que ya tengo tantos
años, no soy ‘pollita tierna’ no me cuezo al
primer hervor".
La revalorización y empoderamiento de las
trabajadoras agrícolas se dan en cierta medida a partir
del trabajo asalariado y tener su propio dinero –en un
contexto dominado por hombres– como también al
revalorizar su auto-imagen a partir
de la apreciación hecha por otros, especialmente si son
jóvenes, solteros y guapos. Ha sido documentado que la
"gratificación" puede promover cierto relajamiento en las
normas y valores morales dominantes –católicos y
patriarcales– y abrir puertas para expresar el deseo sexual de
manera menos restrictiva (Castañeda y Zavella 2003). En el
campo del comportamiento sexual, esto puede tener repercusiones
en prácticas sin protección fuera de la pareja
habitual o del esposo. "En los campos esta nuestra mejor raza:
hay jóvenes muy guapos, fuertotes y que vez que
están tan solícitos y que te juran amor a veces
es difícil resistir y como vienen de pueblitos chicos de
México, pues uno piensa que no hay mucho problema, que no
tienen enfermedades, que están ‘limpios’
además, están tan solos, no conocen a nadie
acá."
"Acá en Estados Unidos se facilitan las cosas.
Hay moteles, la gente tiene carro y como una trabaja, pues se
puede escapar sin que nadie se de cuenta. Pero eso sí, una
tiene que cuidarse, hasta de la expresión de la cara, pues
si no te delatas y estas ‘frita’." También
ayuda que aquí la gente es más relajada. Tal vez
por que está más ocupada y hay muchas cosas que te
distraen. También la TV y los anuncios ayudan a que uno
vaya viendo las cosas del sexo como más normales, como
menos malas. Pero no se, a veces me pregunto que es mejor? Si
Dios no me va a castigar por andar de ‘cuzca’. Tal
vez nunca me pueda casar."
El nuevo contexto en el que el cuerpo de la trabajadora
agrícola es redibujado, tiende a ser menos restrictivo que
el de sus comunidades de origen. Por ejemplo, los mecanismos
tradicionales de control, que están basados basados en
estructuras patriarcales y coercitivas, al estar en California,
son generalmente cuestionados y puestos en tela de juicio, a
partir de la comparación con otras normas y códigos
diferentes. A pesar de ello, muchas de estas mujeres
continúan experimentando cierto grado de ansiedad generada
por valores profundamente arraigados e históricamente
cimentados, por ejemplo tomar la iniciativa para proponer el uso
del condón. Las posibilidades de ejercer con más
libertad las
pulsiones y deseos sexuales, se ven condicionadas por los miedos
generados frente a las posibles traiciones que el cuerpo pueda
hacer. Estas traiciones se justifican a partir de los signos
inscritos en el cuerpo, que pueden ser leídos por ellas
mismas (auto-castigo), por personas del nuevo nicho social, que
generalmente no está desligado de las comunidades de
México, y al volver, "del otro lado". De acuerdo a las
expectativas sociales, reforzadas por la moral
católica, las mujeres no tienen derecho a tener relaciones
sexuales fuera del marco reproductivo, mismo que las
dispensa, o del matrimonio. La virginidad y la monogamia son
estructuras constantemente reforzadas y actualizadas, incluso en
un contexto donde existe mayor permisibilidad y donde la
dependencia económica no es el principal factor de
dominación.
Pese al enorme y valioso fruto de su trabajo, las
mujeres mexicanas que laboran en el agro de California
frecuentemente son marginadas de la sociedad dominante y son
víctimas del racismo y la
discriminación de clase. La mala alimentación, el
estrés, las condiciones laborales, la violencia
doméstica, las prácticas sexuales sin
protección son elementos que propician el que se propaguen
ciertos padecimientos y facilitan la transmisión y el
incremento de infecciones de transmisión sexual,
incluyendo VIH/SIDA.
Las trabajadoras agrícolas mexicanas en
California construyen valores y normas relacionados con paradigmas de
género, las prácticas sexuales y los espacios de la
sexualidad incluyendo al cuerpo, en contextos condicionados por
una visión periférica, es decir, dentro del proceso
migratorio, a partir de "vidas divididas". En un clima social
controvertido e inestable, estas mujeres re-inventan mundos
subjetivos a partir de su experiencia laboral, de sus relaciones
familiares y comunitarias y del uso y valor otorgado
a sus cuerpos. Esto, dentro de un marco económico, social,
y político trans-nacional.
Así mismo, desarrollan estrategias para
ocultar sus cuerpos sexuados cuando trabajan en ambientes
dominados por hombres. Por ejemplo, se observaron rituales a
través del cual cubren ciertas partes del cuerpo,
principalmente la cara y las caderas con varias capas de ropa,
toallas y pañuelos. La primera cosa que hacen estas
mujeres al iniciar su labor en el campo, es proteger las partes
del cuerpo que están expuestas a las inclemencias del
tiempo, a las condiciones de trabajo peligrosas (pesticidas,
agroquímicos) y a posibles hostigamientos sexuales por
parte de los trabajadores y los capataces. Re-dibujar el cuerpo
de las trabajadoras agrícolas mexicanas comprende varios
procesos que incluyen las negociaciones respecto a las
expectativas y roles de género, así como aspectos
de la sexualidad construidas en dos contextos
(México-Estados Unidos), matizadas localmente y mediadas
por la globalización.
Xóchitl Castañeda
Patricia Zavella
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