- I – El fenómeno
en contexto histórico - II – El desempleo y la
recesión. La resistencia y la nueva institucionalidad
popular - III – Control obrero o
cooperativa. Sindicato y Empresas
recuperadas - IV – Innecesariedad del
capitalista - V – No todas son rosas,
o los desafíos
I – El fenómeno en
contexto histórico*
Desde la explosión de la crisis de
diciembre de 2001 se multiplicaron diversos emprendimientos
económicos de carácter popular, muchos de los cuales
existían previamente. Es el caso de los clubes del trueque
o el desarrollo de
emprendimientos económicos solidarios, desde
panaderías a la producción de calzado o textiles. Son
también las cooperativas
de trabajo
impulsadas entre trabajadores desocupados, de servicios o de
producción. Entre esos fenómenos se destacan las
empresas
recuperadas por sus trabajadores, con el doble afán de
proteger los medios de
producción y mantener la fuente de trabajo.
Es un tema que remite a la crisis capitalista y su
impacto en las empresas y las relaciones sociales allí
contenidas. Algunos empresarios, por diversas razones,
abandonaron la actividad económica cerrando la
fábrica o empresa,
aún con los activos fijos en
su interior. Otros realizaron un verdadero vaciamiento empresario, al
momento del cierre o incluso
progresivamente. El resultado derivó en el
desempleo
gradual o total de los trabajadores. En algunas ocasiones, los
trabajadores se encontraron con la fábrica cerrada de un
día para el otro. Esos trabajadores respondieron con la
toma de la empresa a los
efectos de recuperar la actividad, conservar los activos fijos y
la fuente de trabajo. Se trataba de una actividad defensiva,
incluso de defensa de la empresa, no así del
empresario.
Lo que debe destacarse es que pese a existir
experiencias previas, el nuevo clima social
imperante durante el 2002 extendió el fenómeno en
circunstancias similares y en distintos puntos del país.
Es cierto que la devaluación de la moneda favoreció
la actividad industrial y potenció la audacia de los
trabajadores. A tal punto se desarrolló el tema que
hasta
se inició un proceso de
articulación de esas experiencias mediante el "movimiento de
empresas recuperadas". Se trataba ahora de generalizar la
experiencia y aprendiendo, unos de otros, los nuevos problemas
derivados de la
administración popular con relación a la
anterior y tradicional gestión
de la empresa capitalista. Debe considerarse que desde la toma de
la empresa, los trabajadores pasaban a decidir sobre el proceso
de trabajo al interior de la
organización económica y con exclusión
de toda dirección propietaria o derivada en
núcleos gerenciales.
La actividad defensiva tomaba carácter ofensivo e
interpelaba a distintos niveles en búsqueda de su identidad. Al
Estado por una
legislación adecuada y políticas
activas para la promoción del nuevo fenómeno. A la
sociedad por
la solidaridad y el
acompañamiento ante los peligros de represión
policial, judicial o patronal; y a los propios trabajadores para
asumir un papel como sujetos productivos con autonomía del
capitalista en la toma de
decisiones. También se asumía el riesgo de
reproducir la lógica
capitalista de la explotación, tanto por la continuidad
operativa con proveedores y
el mercado de
consumo, como
por la necesidad de ampliación de la planta una vez puesta
a producir.
II – El desempleo y la
recesión. La resistencia y la
nueva institucionalidad popular
La reacción de los trabajadores es consecuencia
directa de la crisis capitalista en la Argentina. No sólo
se trata de la larga recesión iniciada a mediados de 1998
y que aún se prolonga a fines del 2002. Se vincula al
ciclo largo de reestructuración de las relaciones
capitalistas que se desplegaron en el país desde mediados
de los 70’ y que promovieron
variaciones en la relación capital
trabajo, tanto como en la nueva función
del Estado a favor del capital más concentrado y la
inserción internacional subordinada al capital
transnacional en general y a EEUU en particular.
Son políticas que generaron una mayor precariedad
y flexibilidad de las relaciones de trabajo, agravadas con las
secuelas de desempleo, subempleo, sobre empleo,
marginación y pobreza que se
extendieron en forma alarmante. Son procesos
vinculados a una desindustrialización relativa, con cierre
de fábricas mano de obra intensiva y en todo caso con
nueva inversión en fábricas con
utilización intensiva de medios de producción en
detrimento de la fuerza de
trabajo. Argentina a comienzo de Siglo XXI tiene menos
trabajadores industriales que a comienzos de la crisis
del 70’ y su capacidad productiva se encuentra aún
disminuida. Este proceso descrito generó desiguales
resultados entre las clases subordinadas y las dominantes.
Mientras aquellos acrecentaban los índices de
explotación, marginación y pobreza, éstos
acumulaban ganancias, riqueza y poder.
Definían así la ofensiva del capital en
concordancia que un proceso similar desarrollado a escala global en
el ciclo histórico que recorre la lucha de clases entre
mediados de los 70’y la actualidad. Un ciclo iniciado en
América
Latina con la dictadura militar
de Pinochet en el 73 y el genocidio de la Argentina desde el 76.
Proceso extendido al capitalismo
desarrollado en Inglaterra del 79
y EEUU del 80; y la incorporación de Europa a mediados
de los 80.
Al mismo tiempo, la
respuesta de los trabajadores se caracterizaría por la
defensiva en una política de
acumulación de fuerzas contra la impunidad
patronal y estatal, sostenidas ambas por el terrorismo de
Estado en tiempos de dictadura
(1976-83) y con matices diferenciales bajo gobiernos
constitucionales (1983-2001).
La tesis que
sostenemos es que la pueblada de diciembre de 2001 puede ser el
punto de inflexión en la construcción de una ofensiva de los
trabajadores en el proceso de la lucha de clases y que tiene como
característica la conformación de una nueva
institucionalidad popular. Entre ellas se destacan las asambleas
populares, los movimientos de desocupados y los emprendimientos
económicos de carácter popular. Ocupan un lugar de
privilegio en la consideración pública y en una
perspectiva emancipadora en ejemplo de autonomía que
expresan las empresas recuperadas. Es cierto que la ausencia de
una alternativa política impidió durante el 2002
que la pueblada pudiera ir más allá de la
contestación al modelo
imperante. Nuestra tesis apunta a señalar la potencialidad
de la nueva organicidad expresada por la institucionalidad
popular en diversas formas.
III – Control obrero o
cooperativa.
Sindicato y
Empresas recuperadas
No existe un registro acabado
de la cantidad de empresas recuperadas, sin
embargo, distintas fuentes ubican
la existencia de unas 120 que revistan
en esa situación e involucran a unos 10.000
trabajadores.
La mayoría se concentran en la Provincia de
Buenos Aires,
a la sazón la que concentra mayor población sobre las 24 provincias
existentes. Es a su vez la de mayor desarrollo absoluto y
relativo. En realidad, buena parte de las empresas recuperadas se
concentran en el Gran Buenos Aires, que incluye a la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires (Capital de la Argentina) y los
partidos del Conurbano bonaerense, donde habitan 12 millones
de
personas y es el núcleo central de la actividad
económica, política y cultural del país. En
rigor, el fenómeno de las empresas recuperadas se presenta
en las zonas de mayor población y desarrollo capitalista,
entre las cuales se encuentra las Provincias de Santa Fe y
Córdoba y en menor medida en Mendoza, Neuquen, La Pampa,
Río Negro y Jujuy.
En el listado mencionado por Enfoques Alternativos
aparecen empresas alimenticias y frigoríficas;
siderúrgicas y metalúrgicas; del vidrio;
electrodomésticos; del cuero; de
lavado de lanas; de madera;
pintura; auto
partes, motores
eléctricos; cosméticos y papel; transporte y
la construcción; imprenta,
gráfica; confección y textil; incluso
producción de tractores, acoplados y material ferroviario.
Dicho informe reconoce
emprendimientos entre 8 y 600 trabajadores. Se trata de una
realidad muy diversa y no homogénea. No es lo mismo un
restaurante con 8 trabajadores, una producción
panificadora con 16, que una empresa de
transporte con 160, un frigorífico con 480 o un ingenio
azucarero con 600.
Sin duda uno de los principales problemas tienen que ver
con la lógica capitalista de funcionamiento de las
empresas. En efecto, los trabajadores cuentan al inicio del
proceso productivo con los activos fijos o medios de
producción y su fuerza de trabajo. En algunos casos
subsiste en la empresa materiales y
materias primas que les permite avanzar en los primeros procesos
productivos o de servicios. Pero inmediatamente se
quedarán sin "capital de
trabajo" para funcionar y deberán acudir al mercado
(proveedores y bancos) para
obtener los insumos necesarios. Aquí debe recordarse la
situación argentina de recesión e insuficiencia de
crédito
para reconocer las dificultades que se presentan a las empresas
recuperadas para un adecuado funcionamiento. Además, debe
reconocerse que la voluntad gubernamental no favorece
precisamente con su política
económica las demandas y necesidades de los sectores
que impulsan la economía popular,
aunque como dijimos, la devaluación hace posible hoy
procesos productivos que eran dificultados en tiempos de vigencia
del régimen convertible con un tipo de cambio
que igualaba la paridad de la moneda local con el
dólar.
Para mejorar el funcionamiento empresario puede
destacarse el convenio existente entre el movimiento de empresas
recuperadas y la Asamblea de Pequeños y Medianos
Empresarios, APYME, donde ésta le ofrece sin cargo el
asesoramiento profesional en toda la línea de necesidades
de gestión administrativa, comercial, impositiva, de
costos y contabilidad,
tecnológica, etc. En el mismo sentido existen iniciativas
desde parte del cooperativismo
organizado hacia las nuevas empresas que alientan esa forma
jurídica. La CTA, a su vez ha dado atención a parte del nuevo fenómeno
emergente, conteniendo a los trabajadores en su seno. Son
organizaciones
que actúan en conjunto en la resistencia y que intentan
construir experiencias organizativas conjuntas y por ello no
llama la atención que articulen con el nuevo
fenómeno, en rigor, no sólo con las empresas
recuperadas, sino también con piqueteros y asambleas
barriales. Es cierto también, que algunas de las empresas
intentan ser manipuladas por el accionar de intendencias
(gobiernos locales), burocracias sindicales y/o
políticas.
Ante la crisis política de la Argentina se
entiende que las dos dinámicas de la lucha de clases
intentan abordar el fenómeno. Desde las clases dominantes
se pretende acotar el fenómeno. Si pueden lo reprimen y
evitan, y si no, lo contienen en el ámbito de sus
mediaciones funcionales, tales como el sindicalismo
burocrático que encarna la tradicional central sindical
(CGT) o con punteros políticos de los partidos
tradicionales y en crisis, tales como la UCR y el PJ. Desde el
campo popular se trata de rodear a las empresas recuperadas con
solidaridad, pero no sin conflicto, ya
que son distintas las lecturas que se hacen desde enfoques
políticos diferenciados de la realidad local. No en vano
existen diferencias de abordaje entre los distintos partidos de
la izquierda e incluso de variados movimientos
populares.
Entre otros asuntos en discusión se encuentra la
forma que pretenden asumir los trabajadores que recuperan las
empresas. Si bien inicialmente existe un móvil de defensa
de los medios de producción y de la fuente de trabajo, a
poco andar comienza la discusión, si se quiere
ideológica o práctica de la forma de organización y funcionamiento. La
mayoría de las empresas se han asumido como cooperativas,
aunque no estén legalmente constituidas como tales.
Algunas, influenciadas por militancia partidaria, reclaman la
estatización con control obrero. En realidad, visto el
problema desde afuera, puede resultar un tema menor, ya que lo
que importa es la autonomía obrera en la forma de
explotación de la empresa, sin embargo el tema tiene
importancia de cara al desarrollo del movimiento en
gestación y de cada emprendimiento en
particular.
Existen argumentos a favor y en contra de cada una de
las opciones. Quienes privilegian la estatización con
control obrero rechazan la cooperativa por ser una forma
empresaria más en el marco de las relaciones capitalistas
de producción. Del otro lado se rechaza la forma estatal
por el carácter de clase del
Estado capitalista. Con ello, ambos argumentos se neutralizan.
Por la positiva, unos señalan que lo que importa es el
control obrero y no la propiedad de
los medios de producción, los que se asignan al Estado.
Remiten a una concepción estatalista de la perspectiva
revolucionaria de la sociedad. Muchos de los impulsores de esas
consignas militan en partidos de izquierda que asumen un programa de
estatizaciones con perspectiva revolucionaria. Los otros
adjudican los beneficios de la cooperativa a la gestión
democrática y rescatan la propiedad colectiva de los
medios de producción. Es cierto que muchos de ellos hacen
abstracción de la inserción cooperativa en un
mercado capitalista y donde la cooperativa es también
subsumida en la lógica del capital.
Queremos insistir en otra lógica. En la que
remite a la construcción de subjetividad en la perspectiva
de aliento al poder popular. "Ocupar, Resistir y Producir es la
consigna de la hora para sembrar un futuro donde el pueblo
trabajador sea el verdadero protagonista de su historia." Esto lo dice uno
de los dirigentes de la Cooperativa IMPA, Metalúrgica, con
136 trabajadores, que asumieron el control de la Cooperativa en
1998, lo que demuestra también que hay cooperativas y
cooperativas. En el caso mencionado, una cosa era la experiencia
burocratizada previa a la recuperación y otra muy distinta
desde la ocupación y desarrollo posterior. Por eso tampoco
alcanza con la estatización y exigencia de salarios de
convenio, organización sindical y obra social, ya que es
conocido el avance del ajuste en las cuentas
públicas con efecto centrado en los trabajadores estatales
y la subordinación de la burocracia
sindical a la lógica de las clases dominantes, como la
tendencia de las políticas públicas para
mercantilizar el conjunto de las relaciones sociales, por caso,
la privatización de la salud, incluidas las obras
sociales sindicales. En el ejemplo comentado es muy conocida la
adhesión de la Unión Obrera Metalúrgica
(UOM) a la CGT y por ende la subordinación al partido de
gobierno (PJ) y a
la lógica capitalista de las grandes patronales
metalúrgicas.
IV –
Innecesariedad del capitalista
En definitiva, la práctica empresaria de los
trabajadores que recuperan sus fuentes de trabajo elimina la
mediación del capitalista. Ese no es un dato
menor.
Oportunamente, Carlos Marx en su
crítica
a los cooperativistas señalaba dos asuntos centrales de
carácter contradictorio. Por un lado, sostenía que
las cooperativas alejan a los trabajadores de la lucha de clases
al hacerles creer que la emancipación es posible desde la
perspectiva de una empresa o de un conjunto de ellas, sin
comprender que en el capitalismo, la lógica del capital
subsume al conjunto de las formas empresarias existentes. Por el
otro, rescataba el ejemplo contundente en la práctica de
las cooperativas, de lo innecesario que resulta el capitalista en
tanto organizador del proceso de trabajo y valorización.
Este es el principal mérito logrado por el movimiento de
empresas recuperadas, sea cuál sea la
reivindicación sustentada, tanto en quiénes
demandan la estatización, como en aquellos que asumen la
perspectiva cooperativa.
En uno y otro caso, debe considerarse el aporte a la
ruptura cultural que asigna al capitalista el papel de
organizador de la producción y distribución de bienes y
servicios, sea este un capitalista privado o estatal. Los
trabajadores han puesto en evidencia que ellos son los
generadores de la riqueza socialmente creada y que por lo tanto
no necesitan de un tercero, el capitalista, para orientar el
proceso de la producción. Ese es un elemento esencial para
pensar en términos alternativos la organización
económica de la sociedad, especialmente en un tiempo
histórico donde se instaló la naturalización
del capitalismo.
Es más, una consigna que llegó a imponerse
entre los trabajadores fue "empresa parada, empresa tomada",
dando aliento a la ofensiva que antes aludíamos y que
ponía en evidencia la potencialidad de los trabajadores
como constructores de la realidad material y simbólica.
Insisto sobre todo en la importancia de la producción de
signos y
símbolos, ya que la constitución del imaginario popular
favorable a un horizonte anticapitalista puede transformarse en
una base sólida para pensar una sociedad alternativa,
incluso socialista. No existe la perspectiva socialista sin la
presencia de su posibilidad en el imaginario popular y ello
requiere la construcción previa de experiencias de poder
popular y la conciencia de que
ello es lo que se construye.
V – No todas son
rosas, o los
desafíos
Si bien la práctica de ocupación de
empresas tiene su tiempo y en la actualidad existe un movimiento
que las agrupa, y además hay reconocimiento social y
solidaridad activa del movimiento popular, debe reconocerse que
no todas son rosas. Existen límites
objetivos y
subjetivos que son necesarios aceptar y abordar por el propio
movimiento si se piensa estratégicamente en el desarrollo
del poder popular.
Existen abundantes argumentos sobre la ineficacia de la
legislación positiva y la administración de justicia en la
Argentina con relación a la ocupación de empresas,
ya que el derecho privilegia la propiedad por encima de los
derechos
sociales, tales como el que garantiza el trabajo
(artículo 14 Bis de la Constitución Nacional desde
1949). Incluso la
legislación recientemente aprobada por las
legislaturas de la Ciudad de Buenos Aires y la de la Provincia de
Buenos Aires, apoyadas aún por los partidos de izquierda,
envía el problema de fondo a resolverse en el futuro. En
efecto, la nueva legislación entrega los activos a los
trabajadores por 24 meses con la prioridad sobre los acreedores
de la empresa fallida antes de la ocupación por sus
trabajadores. Es decir, no se asegura la propiedad de la empresa
para los trabajadores y no indica taxativamente ninguna
consideración operativa para facilitar la puesta en
funcionamiento de la empresa en cuestión. Pero mucho
más que lo jurídico, mayor es el límite que
impone la política hegemónica que no estimula el
desarrollo de una economía alternativa y que afecta el
corazón
de las relaciones de explotación, es decir la propiedad
privada.
Sin embargo, creo que el principal problema radica en
los aspectos subjetivos. Nadie asegura el éxito
de los emprendimientos por los límites objetivos
señalados, pero la cultura
dominante puede imponerse hacia el interior de las empresas
recuperadas y por lo tanto los trabajadores pueden retomar el
proceso productivo allí donde ya fracasó el
capitalista propietario o el administrador
gerencial. Los primeros actos definen una tendencia al
igualitarismo en la distribución del ingreso que en la
complejidad del desarrollo posterior puede reproducir una
diferenciación no adecuada de los ingresos de los
operarios y los administradores y más aún de los
principales decididores. La tendencia a la burocratización
es un problema serio a abordar.
Si los trabajadores son subordinados por la
lógica empresaria capitalista su destino se define en un
mercado monopolizado por el capital transnacional. Lo alternativo
pasa por construir una nueva experiencia de ejercicio del poder
popular y que haga visible la potencialidad de nuevas relaciones
sociales. Ese camino no tiene asegurado el futuro, pero marca el
desafío para enfrentar el problema del desempleo, la pobreza, la
marginación y la explotación. Puede aportar en el
camino de la liberación y emancipación de los
trabajadores en este comienzo de siglo donde parece recrearse la
expectativa de otro mundo posible.
Buenos Aires, enero de 2003
Julio C. Gambina
Centro de Estudios y Formación de la
Federación Judicial Argentina