- 1. Qué es el
software? - 2. Los inicios
- 3. El proyecto
GNU - 4. La GPL: copyleft para
todos - 5. Linux
- 6. El modelo
bazar - 7. La teoría de
juegos - 8. Desafíos e
interrogantes - 9.
Reconocimientos - Notas
En las siguientes líneas explicaré algunos
de los rasgos del movimiento del
software
libre, su modelo de
desarrollo y
el alcance político, ético y económico de su
apuesta. Trataré de hacer una breve genealogía del
movimiento, destacando sus rasgos singulares y lo que puede haber
más allá del mismo, proponiendo algunas
líneas de debate y
señalando algunos de sus interrogantes.
Si bien el software libre
no es un fenómeno nuevo ya que existe desde los
orígenes de la informática, sí es relativamente
reciente su modelo cooperativo de producción en red –el llamado modelo
bazar– y el movimiento social que lo avala –la
comunidad del
software libre–. No ha sido hasta los últimos cinco
años en que, ligado a la extensión de Internet y a la
popularización de los ordenadores personales, el
movimiento del software libre ha alcanzado su masa crítica, ha dejado de ser sólo cosa
de algunos programadores y se ha convertido en un fenómeno
de cooperación social liberada. En la época de la
subsunción real de la totalidad de las fuerzas productivas
bajo el capital, en la
cual todo acaba valorizado en términos mercantiles, las
empresas han
tardado en advertirlo pero finalmente se han lanzado a la caza y
captura de esta increíble máquina productiva, tal
vez la mayor empresa colectiva
que existe hoy día. ¡Qué es pues el software
libre, que tanto interés
está empezando a despertar?
El software es una producción inmaterial del
cerebro humano y
tal vez una de las estructuras
más complicadas que la humanidad conoce. De hecho, los
expertos en computación aún no entienden del
todo cómo funciona, su comportamiento, sus paradojas y sus límites.
(1) Básicamente, el software es un plan de
funcionamiento para un tipo especial de máquina, una
máquina "virtual" o "abstracta". Una vez escrito mediante
algún lenguaje de
programación, el software se hace funcionar en
ordenadores, que temporalmente se convierten en esa
máquina para la que el programa sirve de
plan. El software permite poner en relación al ser humano
y a la máquina y también a las máquinas
entre sí. Sin ese conjunto de instrucciones programadas,
los ordenadores serán objetos inertes, como cajas de
zapatos, sin capacidad siquiera para mostrar algo en la
pantalla.
Los ordenadores sólo procesan lenguaje
binario, (2) pero para las personas este no es un modo
válido de comunicarse (salvo a nivel sináptico :-).
Si bien en los tiempos heroicos de los primeros ordenadores no
les quedaba otro remedio que hacerlo, los programadores hace
mucho que no escriben su código
en lenguaje binario (denominado técnicamente
"código-máquina"), pues es terriblemente tedioso,
improductivo y muy sujeto a errores. Hace tiempo que los
programadores escriben las instrucciones que ha de ejecutar el
procesador de la
máquina mediante lenguajes formales, llamados "de alto
nivel", bastante cercanos al inglés,
si bien con rígidas reglas sintácticas que lo
asemejan a los lenguajes lógico-formales. Esto facilita
enormemente la tarea de escribir programas pero,
para que esas instrucciones sean comprensibles para el
procesador, deben ser convertidas antes a código –
máquina. Esa conversión se realiza
cómodamente con programas especiales, llamados compiladores. A
lo que escribe el programador se le denomina
"código-fuente". Al resultado de la "conversión"
(compilación) en lenguaje-máquina, se le denomina
"código-objeto", "binarios" o "ficheros
ejecutables".
En principio, al usuario común sólo le
importa este último nivel, los "binarios", pero conviene
tener clara la distinción entre fuentes y
binarios pues es clave para entender el empeño de los
partidarios del software libre en disponer de las fuentes. Pero
el software libre es mucho más que el derecho de los
programadores y de los hackers (3) a
disponer de las fuentes del código: significa
también la libertad de
copiar y redistribuir esos programas.
Esos derechos, o su ausencia,
condicionan a cualquiera que use un ordenador y han configurado
la industria del
software y de la informática tal y como la conocemos hoy
día. También ha dado lugar a un movimiento social
–el del software libre– cuya historia reconstruiremos
brevemente en las próximas líneas.
En la informática de los años sesenta y
setenta y en la cultura
hacker que
surgió en torno a ella, se
disponía libremente de las herramientas
necesarias y del código fuente de la gran mayoría
de los programas. La colaboración forma parte desde
antiguo de los hábitos de la comunidad científica y
además, ante la diversidad de plataformas, era necesario
disponer del código cuando se adquiría el programa
para poder portarlo
al hardware de cada
cual. Era tan normal como compartir recetas de cocina y ni
siquiera se hablaba de "software libre", pues todo el que
quería programar se beneficiaba de ello y veía
lógico que los demás se pudiesen beneficiar a su
vez. Los hackers copiaban
los programas, intercambiaban sus fuentes, podían
estudiarlas, evaluarlas, adaptarlas a sus necesidades y a su
hardware, reutilizaban una parte del código para hacer
nuevos programas. . . El desarrollo de bienes
públicos basados en ese modelo fue exponencial hasta el
punto de que gran parte de la tecnología en la que
se basa hoy Internet –desde el sistema operativo
UNIX hasta los
protocolos de
red– procede de esos años.
Pero, a principios de los
años ochenta, ese modelo entra en crisis, y
rápidamente comienza a emerger un modelo privatizador y
mercantilista. Los ordenadores, hasta entonces escasos, caros y
poco potentes, se hacen asequibles, cada vez más baratos y
potentes y aparece un nuevo negocio, el de los productores de
software. Los programas se empezaron a vender como productos
comerciales independientes de las máquinas y sólo
con el código binario, para ocultar las técnicas
de programación a la competencia. La
nueva industria del software comienza a apoyarse en la
legislación sobre propiedad
intelectual. El mundo UNIX se fragmenta en diversas versiones
privatizadas y progresivamente incompatibles entre sí, que
los programadores no pueden modificar. Lo que era práctica
habitual, se convirtió en un delito: el hacker
que compartía el código y cooperaba con otras
personas pasó a ser considerado un "pirata".
Al tiempo que los sistemas van
haciéndose incompatibles entre sí, la comunidad de
investigadores se va desmembrando poco a poco. Muchos hackers
ficharon por empresas y firmaron contratos en los
que se comprometían a no compartir con nadie de fuera los
"secretos de fabricación" (el código fuente). Por
su parte, los laboratorios de investigación comenzaron a hacer lo mismo y
obligaban a sus hackers a suscribir el mismo tipo de
cláusulas. Para cerrar el círculo, los
compiladores, los depuradores, los editores y demás
herramientas imprescindibles para programar eran propietarios y
se vendían a precios
respetables: se trataba de que la programación "de verdad"
sólo estuviese en manos de la naciente industria de
software.
Hubo hackers que no aceptaron esta nueva
situación y continuaron con sus prácticas pero
parecía solo una cuestión de tiempo que la
industria del software propietario arrinconara y dejara
definitivamente fuera de la ley la cultura
cooperativa y
conáda de las primeras comunidades de hackers. (4) Este
contexto sirve de base y explica el auge posterior del imperio
Microsoft y
similares: estaba naciendo el negocio del software propietario y
la próspera industria de los ordenadores
personales.
3. El proyecto
GNU
Son los primeros años ochenta y seguiré la
pista de algunos de esos programadores que habían conocido
la vieja cultura hacker de los años setenta y que no se
plegaron a los designios privatizadores de la industria del
software. (5) De hecho, consideraron la privatización un verdadero atentado a los
mismos cimientos del proceso de
conocimiento.
Se cuestiona que la propiedad
intelectual sea un derecho
natural, y se percibe como una práctica socialmente
indeseable. (6)
Con ese planteamiento nace el Proyecto GNU
(acrónimo recursivo que significa Gnu's Not Unix, o sea,
"Gnu No es Unix") de la mano de Richard M. Stallman, un hacker
del emblemático Laboratorio de
Inteligencia
Artificial del Massachussets Institute Technology (MIT). Era
el año 1984, Stallman abandona el MIT para que no
interéra en sus planes y, junto a otros hackers
interesados en el proyecto GNU, crea la Free Software Foundation
(FSF) en 1985: comienza una labor metódica y discreta,
guiada por una asombrosa visión estratégica.
(7)
El proyecto GNU se propuso a la sazón una tarea
titánica: construir un sistema operativo
libre completo. No es sencillo expresar en pocas palabras la
enorme dificultad que comporta un proyecto así,
sólo al alcance de unas cuantas empresas con miles de
programadores a sueldo. No digamos ya si no se dispone de
herramientas para hacerlo. Stallman tuvo que empezar casi desde
cero, sin modelo bazar, pues no existía la universalizada
red Internet tal y como hoy la conocemos; tampoco existía
una comunidad de desarrolladores lo suficientemente grande y ni
siquiera se disponía de un compilador libre para empezar
el trabajo.
Una analogía es construir una casa sin disponer apenas de
herramientas, por lo que primero hay que fabricarlas: desde picos
y palas hasta ladrillos y cemento.
Eso sí, contaba con algún material
reciclable de "otras casas" –grandes fragmentos de
código UNIX y una cultura de reutilizar
código–. Stallman y la FSF merecen por tanto un
reconocimiento especial en esta historia, pues sin compilador,
depurador y editor libres no habría sido posible lo que
vino después, incluyendo el propio Linux.
Con todo lo importante que eran esas herramientas, no
fue ni mucho menos la principal aportación de la FSF. Y es
que los hackers que impulsaron el Proyecto GNU en aquellos
años no se conformaron con su trabajo de
desarrolladores, ya de por sí formidable. Se dieron cuenta
de que necesitaban algo más que crear herramientas de
software que dieran libertad a los programadores.
Para que el trabajo no fuera estéril y
fácilmente reapropiable por intereses privados, precisaban
además defender esa libertad en el terreno político
y jurídico. El Manifiesto GNU (1985), escrito por el
propio Richard Stallman, es la declaración de principios e
intenciones del proyecto; inspirada en sus principios, se lanza
en 1989 la primera versión de lo que fue posiblemente el
mejor logro de la FSF y significativamente no en el terreno
informático, sino en el ámbito jurídico: la
GPL (General Public License) o Licencia Pública General.
(8)
4. La GPL: copyleft para
tod@s
Utilizando un brillante juego de
palabras, tan del gusto de los hackers, Stallman inventa el
concepto de
copyleft, con el propósito político de garantizar
la libre circulación de los saberes contenidos en el
software y la posibilidad de que todos contribuyan a su mejora.
El copyleft se sirve de las leyes
internacionales del copyright para darles la vuelta (all rights
reversed: "todos los derechos del revés") pues protege el
uso en lugar de la propiedad. El autor se reserva los derechos
para que su obra pueda ser utilizada por cualquiera con la
única condición de que nadie recorte o elimine esos
derechos de libre uso: en el momento en que alguien suprima o
añada nuevas condiciones que limiten en algo su
disponibilidad (por ejemplo, distribuyendo código binario
modificado sin posibilidad de acceder a las fuentes modificadas)
estaría vulnerando la licencia y perdería el
derecho a servirse de ese software. Obligando a transferir esos
derechos a cualquiera que copie ese software, lo modifique o no,
se beneficia quien está de acuerdo con mantener su futuro
trabajo con copyleft, mientras que quien quiera desarrollar
software propietario no podrá utilizar código libre
y deberá empezar desde cero.
La GPL o Licencia Pública General es la
plasmación jurídica del concepto copyleft. Con el
tiempo, la GPL se ha convertido en el cimiento del software
libre, su baluarte legal, y para muchos constituye un
extraordinario ejercicio de ingeniería jurídica: con la GPL se
asegura que trabajos fruto de la cooperación y de la
inteligencia
colectiva no dejen nunca de ser bienes públicos libremente
disponibles y que cualquier desarrollo derivado de ellos se
convierta como por ensalmo en público y libre. La GPL se
comporta de un modo "vírico" y, como un rey midas del
software, convierte en libre todo lo que toca, es decir, todo lo
que se deriva de ella. Junto al modelo copyleft, hay otros
desarrollos de software libre que no son copyleft y considerados
menos "estrictos" en cuanto a la licencia, cuya mayor diferencia
con el copyleft es que no insisten en que el código
derivado tenga que seguir siendo libre. Es el caso de las
licencias tipo bsd (9) y las de tipo X11/XFree86: no ponen el
énfasis en asegurarse que el software libre siga
siéndolo, pues los partidarios de Berkeley consideran que
de algún modo eso ya es limitar derechos. Posiblemente, es
una postura que se acerca al anticopyright y a la noción
de "dominio
público" (un bien que jurídicamente no es de
nadie), pero es menos comprometida –al menos en cuanto a la
licencia– en garantizar que el software libre no deje de
serlo. En la práctica y dejando los matices de tipo
jurídico, tanto las licencias tipo bsd-XFree86 como la GPL
son el baluarte del software libre y ambas representan un
referente ético y práctico alternativo al software
propietario.
Disponiendo de la GPL y de poderosas herramientas
informáticas libres llegamos a los años noventa,
con un sistema operativo GNU ya casi completo. Faltaba el kernel
o núcleo de sistema, una pieza fundamental y muy compleja
que se iba retrasando más de lo debido por la enorme
dificultad de la empresa y por
la escasez de
voluntarios que trabajasen en ello (hay que recordar que la mayor
parte de los hackers han escrito su código en ratos
libres).
Por aquel entonces, por su cuenta y riesgo y sin
ninguna relación con la FSF, un estudiante
finlandés llamado Linux Torvalds decide ponerse a escribir
un kernel que pueda funcionar y sacar todo el partido de la
arquitectura
de 32 bits de los nuevos procesadores
i386. Cuenta con las herramientas GNU para hacerlo, y con un
desarrollo Unix para los pc de 16 bits de entonces (minix). Por
primera vez hay máquinas disponibles a nivel personal y a
precio
asequible capaces de trabajar con un sistema multitarea. Linux
decide entonces hacer un llamamiento a través de las news
para quien quiera ayudarle en el desarrollo. A los pocos meses
(1992), son unos cientos de entusiastas hackers de todo el mundo,
coordinados a través del correo
electrónico y de las news y sin ningún
interés económico, los que consiguen el milagro. A
un ritmo frenético y en medio de un caos aparente, van
dejando versiones en los repositorios ftp de
Internet para que la gente las pruebe, las estudie o las mejore.
Linux pone el desarrollo del kernel bajo la GPL y el proyecto GNU
se pone a trabajar para integrar el nuevo kernel con el resto del
sistema. Desde entonces la historia es bien conocida: a
principios del año 2000 son probablemente más de
mil hackers los que dan soporte al kernel y se calculan veinte
millones de usuarios del conjunto GNU/Linux. En suma, disponemos
libre y gratuitamente de un sistema operativo completo,
potentísimo y fiable como el que más, que doblega a
las grandes firmas y desafía a muy corto plazo al ubicuo
imperio de las V entanastm con miles de programas en constante
evolución (la última distribución GNU/Linux del Proyecto Debian
(10) recopila más de 4500 paquetes de código
libre).
Si bien es el más conocido, el núcleo
Linux no es el único ejemplo del increíble éxito
del software libre: por ejemplo, el 62% de los servidores
web de
Internet (equivalente a diez millones de sitios web, según
el último estudio de Netcraft,11 correspondiente a junio
del 2000) se basa en un software libre llamado Apache, o en
alguna versión modificada del mismo. Apache lo
desarrollaron en un tiempo récord un grupo de
webmasters y ha minimizado el uso de los servidores propietarios
de Microsoft y Netscape (en el mismo estudio de Netcraft aparece
en segundo lugar, muy lejos de Apache, el iis de Microsoft con un
20,36% de los servidores web y tercero Netscape-Enterprise con
solo un 6,74%). Muchas otras utilidades y aplicaciones basadas en
software libre operan en servidores de todo el mundo y, de modo
silencioso y transparente para el usuario de a pie, garantizan el
funcionamiento cotidiano de Internet y de otras muchas redes y sistemas
informáticos, libres de los virus y agujeros
de seguridad que
periódicamente atormentan a los inseguros sistemas basados
en Windows.
Disponer del código fuente permite localizar errores y
corregirlos, e incluso detectar la existencia de código
malicioso (virus, puertas traseras, troyanos) que las empresas y
grupos de
poder pueden eventualmente introducir en los programas y sistemas
operativos cerrados como forma de control y de
asalto a la privacidad. (12 )
El responsable de esta revuelta antipropietaria ("Linux
es subversivo": así empieza "La catedral y el bazar") no
es Linux Torvalds ni Richard Stallman ni la FSF, ni universidad,
gobierno o
institución alguna, ni menos aún las empresas que
ahora cotizan en el Nasdaq con "Linux" como bandera. El
responsable de todo esto es la propia comunidad de usuarios del
sistema. En el caso de Linux Torvalds, su mayor mérito y
por lo que debe ser reconocido sin discusión no es por el
kernel Linux, por extraordinario que sea este, sino por el
"modelo bazar", la genial intuición de ingeniero que tuvo
para ponerlo a tope de vueltas en el momento justo (sin la
explosión de Internet y de los ordenadores personales no
habría sido posible). Linux ha llevado probablemente hasta
sus límites el modelo bazar y lo ha exprimido al
máximo, aunque justo es decir que para nada lo
inventó pues desde siempre formaba parte de algunos
entornos UNIX y de la práctica de determinadas comunidades
científicas y académicas (como Bell Labs, el MIT AI
Lab o la Universidad de California en Berkeley), que lo aplicaron
y obtuvieron éxitos legendarios: pero nadie antes que
Linux lo había lanzado a escala
planetaria, fuera del ámbito científico y con ese
formidable grado de intensidad y productividad.
Se puede afirmar sin temor a exagerar que el sistema
operativo libre GNU/Linux es la obra más importante que
hasta ahora ha producido Internet.
Actualmente y gracias al proyecto en torno al kernel
Linux, el principal modelo de desarrollo del software libre es el
"modelo bazar". Fue descrito por Eric S.
Raymond en su ya clásico "La catedral y el bazar" (13)
(1997) y sin duda constituye una aportación singular en
este capitalismo de
fin de siglo. Raymond contrapone el modelo bazar a un modelo de
producción de software al que denominó "modelo
catedral", (14) basado en la necesidad de un arquitecto al mando
de un staff rígidamente estructurado y jerarquizado y el
estricto control de errores previo a la publicación. A
juicio de Raymond, el modelo catedral no sólo corresponde
a la industria del software propietario, sino a algunos de los
grandes desarrollos libres que ha avalado la FSF.
Según Raymond, el modelo bazar de
programación se resume en tres máximas:
- liberar rápido y a menudo;
- distribuir responsabilidades y tareas todo lo
posible, y - ser abierto hasta la promiscuidad para estimular al
máximo la cooperación. Incluso cumpliendo esas
máximas, no siempre es posible el modelo bazar:
sólo puede darse en un entorno de libertad,
cooperación, comunidad y disponiendo del código
abierto.
El bazar encuentra dificultad para producir
cooperación cuando se empiezan proyectos desde
cero o cuando se ensaya en grupos reducidos demasiado
heterogéneos o con mucho desnivel de conocimiento, por lo
que a menudo encontramos fórmulas mixtas entre el bazar y
la catedral.
A juicio de Raymond, el modelo bazar es mucho más
eficaz y produce un software de mayor calidad con menor
gasto de recursos, lo que
por sí solo ya justificaría la aplicación
masiva del modelo en la industria del software. Sin dejar de
reconocer esto, la gente que sigue los postulados de la FSF,
insiste en que la calidad del código libre ha sido un
elemento "extra" y no es la razón de ser del software
libre, ya que más importante que la potencia y la
fiabilidad técnica es la libertad, el bien social y la
comunidad autogestionada de usuarios y desarrolladores a que da
lugar, sin precedentes en ningún otro ámbito, que
por primera vez lleva la iniciativa y el total control
tecnológico sobre lo que usa.
En todo caso, con bazar o sin él y más
allá de su demostrado éxito a nivel organizativo y
técnico, el software libre desafía la lógica
interesada y mercantilista que parecía definitivamente
asentada en lo social. Alguien podría objetar que los
procesos de
cooperación no son una novedad en el capitalismo avanzado
y que de hecho son parte imprescindible del modelo de organización posfordista. (15) Pero este
último precisa cooperación sujetada, orientada
únicamente a la extracción de beneficio, en
ningún caso autodeterminada. La novedad que introduce el
software libre es que pone en funcionamiento un modelo de
cooperación sin mando. No hay intereses empresariales
directos, es general intellect puro, ingobernable y libre del
mando. (16) Es más, la ausencia de mando, de control
corporativo o jerárquico, parece condición sine
qua non: allí donde reaparece el mando –sea en
forma de interés propietario, sea en su variante
autoritaria–, el modelo se marchita, se agosta y acaba por
desaparecer. Como el pájaro bobo (el pingüino),
sólo puede vivir en libertad.
Nadie da órdenes, nadie acepta órdenes. Y
sin embargo, la gente se coordina, se organiza, hay gurús,
"líderes", gente que dirige proyectos: pero es autoridad
conferida, no es mando. Funciona una especie de "economía del regalo",
en la cual se es más apreciado cuanto más se aporta
a la comunidad. Nadie puede exigir, no hay garantía, no
hay dinero como
estímulo para el trabajo, (17) aunque haya gente que
cobre por su
trabajo o gane dinero mediante Linux, pues ninguna
objeción hay en la comunidad para que los hackers puedan
ser remunerados por su trabajo. Todo este "bazar" caótico
de listas y grupos dispersos de voluntarios por Internet produce
el mejor software, complejísimo software cuyo desarrollo
no está al alcance ni de la empresa más poderosa
del planeta.
Porque la comunidad del software libre es ya la empresa
de software más poderosa del planeta.
7. La teoría
de juegos
¿Cómo es esto posible? ¿Por
qué ganan las estrategias
altruistas a las egoístas en el software libre?
¿Por qué la gente no trata simplemente de
extraer el máximo beneficio económico como
enseña el capitalismo? ¿Por qué los
pragmáticos no se limitan a tratar de aprovecharse y en la
práctica cooperan como el que más (aunque
ideológicamente no lo reconozcan)?
Desde la propia comunidad del software libre ha habido
intentos de explicar estos fenómenos a través de la
teoría de los juegos. (18) Y
ciertamente, el clásico dilema entre "bien colectivo"
versus "actitud
egoísta" es superado por un axioma que recuerda vagamente
al "dilema del prisionero" de la teoría de
juegos: la cooperación es preferible también
desde una perspectiva egoísta. Y, al igual que sucede en
el dilema del prisionero, esto no siempre es evidente de
primeras. Inventado hace medio siglo por especialistas de la
teoría de juegos, el "dilema del prisionero" se
utilizó para estudiar el concepto de elección
racional y para ilustrar el conflicto
existente entre beneficio individual y bien colectivo.
(19)
En la teoría de juegos tradicional, la estrategia
ganadora es la llamada Tit for Tat ("donde las dan las
toman"): "sólo coopero si el otro coopera". Es
también la más simple, se comienza cooperando en la
primera jugada y después simplemente se copia el
movimiento previo del otro jugador. Los teóricos de juegos
consideran que Tit for Tat reúne dos rasgos que
identifican a las estrategias ganadoras y que juntas la hacen
ganar en todas las pruebas
realizadas por ordenador contra estrategias mucho más
sofisticadas y mas "sucias" (egoísmo no cooperativo): es
amable y es clemente. Una estrategia amable es aquella que nunca
es la primera en ser egoísta. Una estrategia clemente es
la que puede vengarse pero tiene mala memoria, es
decir, tiende a pasar por alto antiguas ofensas (se venga
inmediatamente de un traidor o egoísta, pero
después olvida lo pasado).
No se olvide que es amable en sentido técnico, no
moral, pues no
perdona en absoluto. Tit for Tat tampoco es "envidiosa",
que en la terminología de Robert Axelrod significa que no
desean más recompensa que los demás y se siente
feliz si el otro tiene el mismo premio que uno mismo (de hecho
Tit for Tat, nunca gana un juego, como máximo
empata con su oponente): en el software libre significa desear
que todos tengan las mismas libertades de que dispone uno mismo.
Que lo más eficaz sea ser amable y clemente parecía
desafiar todo sentido común y constituyó toda una
sorpresa para los matemáticos, psicólogos,
economistas y biólogos que han estudiado a fondo las
diversas estrategias de la teoría de juegos. (20) Esta
conclusión, que abrió una nueva dirección de análisis, se ha confirmado una vez tras
otra en los estudios y torneos organizados por el
politólogo estadounidense Robert Axelrod: siempre acaban
ganando las estrategias amables y clementes y siempre salen
derrotadas las estrategias "sucias". Por su parte,
biólogos, genetistas y etólogos están cada
vez más convencidos de que la "cooperación
egoísta" es la dominante en la naturaleza.
De acuerdo a la teoría de juegos, los individuos
del Tit for Tat, cooperando entre sí en
acogedores
y pequeños enclaves locales, pueden prosperar
hasta pasar de pequeñas agregaciones locales a grandes
agregaciones locales. Estas agregaciones pueden crecer tanto que
se extiendan a otras áreas hasta entonces dominadas,
numéricamente, por individuos egoístas que juegan
al "Voy a lo mío". A su vez, la cooperación es un
fenómeno que produce realimentación positiva: nadie
que disfrute de los beneficios del software libre puede dejar de
promover su uso. Por eso la comunidad conserva cierto tono
proselitista, además de por una percepción
más o menos generalizada de que la potencia y el futuro
del modelo depende muy directamente de que haya mucha gente
participando activamente en su desarrollo. (21)
Sin embargo, el modelo Tit for Tat no caracteriza
totalmente al software libre, al menos no de una manera
canónica. Por un lado, es libre incluso para quienes no
cooperan (esto le da valor
ético, pero le aleja del Tit for Tat). Por otro
lado, aunque el copyleft permite que cualquiera se beneficie, no
permite que nadie se lo apropie o que se use para crear software
propietario (esto le da valor pragmático y le aproxima al
Tit for Tat). La estrategia del software libre es "amable"
y "clemente" a la vez, pero –a diferencia del Tit for
Tat– es capaz de asumir en su seno estrategias
egoístas sin necesidad de expulsarlas o vengarse de ellas
(salvo quizá en casos en que se percibe un verdadero
peligro, como que alguna empresa poderosa adoptase posiciones
descaradamente egoístas no cooperativas,
por ejemplo vulnerando la GPL).
En el software libre, convive un planteamiento basado
exclusivamente en la eficacia, en la
superioridad técnica y productiva que genera el modelo
bazar, con otro que sitúa en primer plano la
cooperación, la ética y la
libertad. La postura pragmática, que hay quien ha
calificado críticamente como "realpolitik" (22), rechaza
cualquier formulación ética del modelo y
sólo acepta como ideología las reglas del
laissez-faire propias del liberalismo
más ortodoxo. Este planteamiento apoya y potencia
decididamente el software libre, porque ha verificado que su
resultado es más eficaz, no porque valore la
cooperación en términos de producción de
bienes públicos o de beneficio social ni porque considere
inmoral el modelo propietario.(23) Incluso puede que solo le
interese la cooperación social como poderosa
máquina al servicio del
capitalismo. Esta parte del modelo probablemente es la que se
ajusta mejor a la teoría de juegos de acuerdo al concepto
de la cooperación egoísta: las empresas cooperan
porque a la larga obtendrán más beneficios y los
individuos cooperan porque apoyando el modelo dispondrán
de mejores aplicaciones.
Junto a este planteamiento coexiste un acercamiento
ético o altruista. Conviene no confundirlo con un
altruismo de base moral, religiosa o metafísica, sino de una ética
materialista que considera la libertad y la cooperación
social el mejor modo de defender algo que es bueno para todos y
que encuentra otros estímulos diferentes al beneficio
económico. (24) Dicho de otro modo, no se trata de una
historia de "altruistas" y "egoístas", de "buenos" y
"malos", que como tantos otros dilemas morales se han mostrado
inoperantes por falsos: pero hay una cuestión política de fondo muy
importante que los diferencia claramente y es la de si el
software –y, en general, el saber humano– puede o no
puede ser privatizado. Mientras para el sector pragmático
esto no es relevante, para Stallman y quienes abogan por la
visión ética esto es una cuestión central e
innegociable: el software, a diferencia de los bienes materiales, no
puede ser poseído, pues puede ser disfrutado por un
número indeterminado de personas sin que por ello haya que
privar a nadie de tenerlo a su vez. (25) Ése es el
núcleo del dilema, de la diferencia, y el que comporta
acercamientos tan dispares al software libre.
La teoría de juegos funciona a nivel
estadístico y se basa en estrategias inconscientes de base
algorítmica (las pueden ejecutar máquinas, genes o
seres humanos): no aplica pues criterios morales o finalistas ni
trata de dar cuenta de los casos particulares, ni de las
motivaciones de cada cual para cooperar o para ser
egoísta, sino que nos ofrece algo más sutil y
valioso: la comprensión de un proceso y el cuestionamiento
de un mito
capitalista y neoliberal, el del juego sucio y el "todos contra
todos", el de que es mejor que cada uno vaya a lo suyo y solo se
atienda a los intereses privados. Las conclusiones de la
teoría de juegos –pese a carecer de finalidad
moral– nos ofrece un resultado optimista y alentador para
una ética materialista (no moralista ni religiosa). La
teoría de juegos y el software libre podrían ser la
punta de lanza de un nuevo mito, el mito de compartir, el de la
cooperación y la ayuda mutua. Podría anunciar la
saludable idea de que incluso con individuos egoístas al
mando, y en palabras del biólogo Dawkins, "los buenos
chicos acaban primero".
No obstante, hay también razones para pensar que
si el enfoque pragmático, apolítico, también
llamado "cooperación egoísta", se acaba imponiendo,
dañará a la comunidad del software libre, que
podría acabar siendo recuperada por el capitalismo
posfordista, del mismo modo que recupera el general intellect (la
cooperación y el saber social general) y lo pone al
servicio de la extracción de beneficio privado. Otros, sin
embargo, apuestan por la coexistencia de ambas tendencias, y
piensan que mientras la postura egoísta se avenga a
cooperar dentro de las reglas del software libre no habrá
nada que temer. Ese debate lo abordaré en el siguiente
epígrafe.
El interés en el software crece más
rápido que la conciencia acerca
de la filosofía sobre la cual está basado, y esto
crea problemas.
Nuestra capacidad de enfrentar los desavisó y amenazas al
software libre depende de la voluntad de mantenerse firmes del
lado de la libertad. Para asegurarnos de que nuestra comunidad
tiene esta voluntad, necesitamos esparcir la idea entre los
nuevos usuarios a medida que ellos llegan a nuestra comunidad.
Pero estamos fracasando en esto: los esfuerzos realizados para
atraer nuevos usuarios a nuestra comunidad sobrepasan de lejos a
los esfuerzos dedicados a la enseñanza cívica acerca de nuestra
comunidad. Necesitamos hacer ambas cosas, y es necesario que
mantengamos ambos esfuerzos equilibrados. Richard
Stallman
Entre 1997 y 1998 se producen tres acontecimientos que,
a juicio de muchos, inauguran un nuevo periodo en el
ámbito del software libre: la publicación de "La
catedral y el bazar"; la liberación del código
fuente de Netscape, y la foto de Linux Torvalds en la portada de
la revista
Forbes. Convencionalmente, se considera que esos tres hitos
despertaron el interés y dieron pie a la entrada masiva de
las grandes empresas en el mundo del software libre. Esta nueva
etapa está llena de sombríos interrogantes, por
mucho que algunos la describan triunfalmente, y probablemente van
a generar nuevos focos de antagonismo. Algunas grandes empresas
han comenzado a contratar hackers (lo cual no es nuevo) para
llevar a cabo desarrollos de software libre (esto sí lo
es). Trabajos que antes se hacían sin interés
económico directo ahora empiezan a estar financiados por
empresas.
Proyectos cuya motivación
era la necesidad o el deseo de los hackers y de la comunidad de
usuarios de software libre, ajena al mercado, ahora
pueden empezar a estar condicionados por las
necesidades,
los ritmos y las prioridades de las empresas que
financian esos proyectos. (26) Modestos negocios que
basaban sus ingresos en
servicios
relacionados con el software libre se han convertido de la noche
a la mañana en grandes empresas que han salido a bolsa con
capital-riesgo. Algunas empresas que basan su negocio en el
software libre se están dedicando a comprar empresas
más pequeñas y a su vez son compradas por otras
mayores, produciéndose la creación de grandes
emporios. Ese trajín de compraventa incluye sitios
estratégicos para la comunidad como medios de
comunicación o repositorios de software: Andover
compra Slashdot y Freshmeat; VA Linux compra Andover; RedHat
compra CyGNUs, etc. ¿Adónde conduce esa
concentración empresarial? ¿Qué pinta la
gente de a pie en todo este tinglado?
Hasta ahora, en la comunidad del software libre todo
esto no se aprecia como una amenaza, ni siquiera como un
problema, antes al contrario: alguna gente se ha esforzado mucho
para convencer a las empresas de la viabilidad capitalista del
modelo, y ahora empiezan a recogerse los frutos.
¿Cómo vamos a oponernos ahora a que las empresas
ganen dinero con el modelo, siempre y cuando mantengan las reglas
del juego, es decir, produzcan o financien software
libre?
Ni tenemos perspectiva ni ha pasado tiempo suficiente
(apenas dos años) para valorar lo que va a suponer la
irrupción masiva de capital fuerte y de transnacionales en
el software libre. Mi apreciación personal es que, a
diferencia de otras cuestiones en que se mantiene una actitud
crítica y muy alerta (como la legislación sobre
patentes), en este crucial asunto hay excesiva fe en las bondades
del mercado y del libre comercio.
Es cierto que hasta ahora se ha conseguido doblegar a verdaderos
gigantes, pero ahora la situación es distinta porque con
el modelo de "cooperación egoísta" –y
qué mayor paradigma de
la cooperación egoísta que el de la empresa
capitalista esas empresas juegan a estar "dentro". Se puede pasar
fácilmente de la cooperación sin mando a la
cooperación sujetada, la cooperación con mando. Se
presupone, en contra de toda evidencia histórica anterior,
que lo que es bueno para las empresas es también bueno
para las personas. Y el axioma no es ese, sino uno más
tautológico pero también más exacto: lo que
es bueno para las empresas es bueno para las empresas. Y nada
más.
Bien es cierto que, a veces, aquello que genera
beneficio empresarial es reutilizado para procurar beneficios
sociales, pero esto es colateral (como un epifenómeno) y
es atrozmente ingenuo conár a priori en que va a ser
así. La confusión entre lo que es bueno para las
empresas (la acumulación de capital y la extracción
de beneficio económico por encima de cualquier otra
consideración) y lo que es bueno para la gente (la
producción de bienes públicos y de riqueza social
para la vida en comunidad) puede ser desastrosa. Todo el
interés del capitalismo en el software libre es
convertirlo en una máquina más de hacer dinero,
pero como con todo lo demás si lo consigue probablemente
será a costa de vaciarlo de todo contenido
liberador.
El sector que va más allá de la
superioridad técnica y que realiza una apuesta por la
dimensión ética del software libre, confía
en la fortaleza del movimiento y de momento no se percibe alarma
alguna en este sentido. Se considera que el modelo de
producción del software libre no puede ser privatizado y
recuperado por el mercado, que está blindado
jurídicamente (la GPL), técnicamente (la
superioridad en varios órdenes de magnitud de lo creado
mediante el modelo bazar frente a sistemas propietarios) y
políticamente (algunos de los más significativos
promotores del software libre provienen de movimientos
contraculturales o simpatizan con causas pro derechos
civiles).(27)
No obstante y compartiendo esa conánza en la
potencia de la comunidad y su capacidad de respuesta, demostrada
ampliamente hasta ahora, no hay razón para desechar una
lectura
más crítica que nos haga cuando menos estar alerta
y no relajarnos ante los éxitos y los cantos de sirena que
vienen de fuera: el capitalismo ha sido capaz de "recuperar",
privatizar y mercantilizar casi todos los aspectos de la
producción y de la vida, desde lo material a lo
inmaterial. ¿Por qué no va a poder hacer lo mismo
con el software libre? De hecho, hay ya bastantes indicios que
apuntan a la "recuperación" mercantilista de la capacidad
de innovación del hacker. El asalto masivo de
las grandes empresas, con perspectiva exclusivamente mercantil,
podría verse como un "troyano" (28) introducido en el
software libre y que, con el tiempo, parasite y desactive la
potencia de la comunidad. ¿De qué modo? La
confusión con el tema de las licencias, por ejemplo,
está debilitando progresivamente la filosofía de
fondo del software libre (por eso la FSF se esfuerza tanto en
explicar las diferencias entre unas y otras), haciendo que
algunas empresas hagan pasar por libres desarrollos que no lo
son, o bien popularizando distribuciones comerciales "Linux" que
mezclan software propietario con la base libre del sistema
GNU/Linux. Lo primero –la confusión con las
licencias– puede causar desconánza entre los
desarrolladores, que teman que su trabajo pueda ser finalmente
reapropiado y privatizado, y lo segundo –las distribuciones
GNU/Linux que añaden software no libre– tapona el
desarrollo de opciones libres que reemplacen esas soluciones
propietarias y se legitima software propietario como si por el
hecho de funcionar bajo GNU/Linux fuese "menos propietario" y
más aceptable. Por su parte, la Open Source Initiative
(OSI) no ha
ayudado mucho a aclarar este panorama. Surgió como
propuesta de algunos hackers para acabar con una ambigüedad
(free en inglés, significa "libre" pero también
"gratis") y con un término que al parecer disuadía
a las empresas, pero a cambio ha
introducido otras tal vez peores: con el concepto open source
("fuente abierta") que proponen como sustituto a "software libre"
se pone solo el acento en que el código fuente esté
disponible, sin incidir en las otras dos libertades (poder copiar
y poder redistribuir libremente). Es decir para solucionar una
ambigüedad, se ha creado otra mayor.
Otro problema derivado del troyano de la
mercantilización son los agravios comparativos que pueden
producirse entre hackers que cobran de multinacionales mucho
dinero por el mismo trabajo y proyecto en que otros participan
sin cobrar. También hemos citado el peligro de que las
empresas marquen las prioridades de desarrollo y que se privatice
el
conocimiento. Esto último –la
privatización del conocimiento– entronca con dos de
los problemas más graves con el que se debe medir el
software libre:
1) la poca o nula disponibilidad de los fabricantes a
facilitar información técnica relevante
sobre sus dispositivos ni a fabricar drivers para GNU/Linux que
permitan utilizar los nuevos dispositivos que van apareciendo
en el mercado, y
2) las patentes del software, como forma de
privatización de las ideas, verdadera amenaza para el
software libre, ya que obligan a esperar durante años a
que expiren patentes de invención que son cruciales para
poder utilizar determinados programas.
Algunas de esos elementos, o varios combinados entre
sí, podrían desmoronar la cooperación sin
mando y, por tanto, la comunidad de software libre tal y como hoy
la conocemos: y si no hay comunidad, no hay software libre; puede
haber fuentes abiertas y públicas incluso, pero no
software libre. Se hace pues cada vez más necesario un
análisis
político del software libre que lleve a una toma de
postura política o, si se prefiere, a una apuesta
ética que no ponga en primer lugar la conveniencia o la
mera instrumentalización de si es mejor o peor que las
opciones propietarias. Estamos ante un fenómeno que escapa
claramente a los parámetros clásicos de la economía
política y de la ideología: escapa a los
parámetros ideológicos al uso, pues ni acaba de
encajar en una visión antagonista –hay grandes dosis
de pragmatismo y
no existe una visión decididamente anticapitalista–
y tampoco encaja en el neoliberalismo
puro y duro –la libertad absoluta es un valor fundamental
del movimiento, sí, pero no el único pues hay
también principios éticos acerca de lo
público, del apoyo mutuo y del acceso igualitario y
horizontal a los recursos del conocimiento y en contra de la
privatización del saber humano–. Es una nueva
noción de bien público, no tutelado por el mercado
ni por el Estado: es
un nuevo espacio público no estatal. No hay duda de que un
nuevo modelo de cooperación social productiva ha surgido
en torno al software libre: falta saber lo que dará de
sí esa comunidad, además de buenas herramientas
informáticas, y si este nuevo paradigma podrá
extenderse a otros sectores de la producción inmaterial.
Estamos pues ante una verdadera contienda política, que no
está ganada ni mucho menos, y que requiere
determinación y apoyo al software libre y una lucha
decidida contra las patentes de
software y demás leyes sobre la propiedad intelectual
que previsiblemente podrían detener su avance. (29) Me
gustaría acabar citando unas palabras de los
paleoantropólogos Carbonell y Sala, del proyecto
Atapuerca, pues me parecen un magnífico colofón que
de algún modo resume y explica dónde reside la
singularidad y la potencia del software libre: "No es la
humanización de la tecnología lo que debemos
buscar, sino su socialización. No es posible humanizar algo
que es exclusivamente humano. La socialización es lo que
permite un crecimiento exponencial de las capacidades humanas."
(30)
Sin la propuesta primero y la insistencia después
de la Oficina 2004 de
Barcelona para escribir esta introducción política
al software libre, probablemente nunca me habría puesto a
ello. Al primero que escuché explicar con claridad la
diferencia entre el acercamiento ético y el
pragmático al software libre fue a Jesús
González-Barahona. Buena parte de las ideas expresadas en
la sección "Desafíos e interrogantes" son fruto de
mis frecuentes conversaciones con Marga Padilla, de quien tanto
he aprendido a lo largo de muchas horas de hackin' –y de
vida– compartidas durante estos tres últimos
años. Agradezco también la atenta lectura que Luis
Pueyo hizo de la versión preliminar de este
artículo, cuyas críticas, comentarios y sutiles
observaciones sin duda han mejorado el texto final.
Por último, but not least, la confianza y el apoyo del
CSOA el Laboratorio a la telemática antagonista me ha permitido
aprender a socializar el conocimiento y ha demostrado que son
posibles en un centro social okupado proyectos estables de
autoproducción basados en nuevas
tecnologías.
Lavapiés, Madrid – Julio
del 2000
Miquel Vidal
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1. El empeño por crear procesos computacionales
cada vez más mecanizados y "autoconstructivos" nos ofrece
algunos ejemplos de esos límites, que son los de la
lógica. Gracias al genial matemático Kurt
Godel, se conocen bien algunos de esos límites en la
noción de recursión, parte fundamental de la
informática moderna. Uno de ellos es la irresolubilidad
del "problema de la detención", que consiste en decidir,
dado un ordenador arbitrario provisto de un programa y de unos
datos
arbitrarios, si llegará a detenerse o si quedará
atrapado en un bucle infinito. Otro es la demostración de
que ningún programa que no altere el sistema operativo de
un ordenador será capaz de detectar todos los programas
que sí lo hagan (por ejemplo, los virus).
2. O sea, basado en dos estados, conocidos
universalmente como "bits" (binary digits). La lógica
binaria no es una limitación ontológica de las
máquinas, de hecho algunos de los primeros ordenadores,
como el eniac, operaban en base 10. Si los ordenadores se
construyen con arquitectura biestable es porque resultan mucho
más sencillos y baratos de fabricar que si ese mismo
hardware estuviese obligado a instanciar diez estados
distintos.
3. A lo largo de este artículo usaré el
término hacker no en el sentido massmediático y
distorsionado de "pirata informático", sino en su
acepción original, tal y como la define por ejemplo Eric
Raymond: "Existe una comunidad, una cultura compartida, de
programadores expertos y gurús de redes, cuya historia se
puede rastrear décadas atrás, hasta las primeras
minicomputadoras de tiempo compartido y los primigenios experimentos de
arpanet. Los miembros de esta cultura acuñaron el
término hacker. Los hackers construyeron la Internet. Los
hackers hicieron del sistema operativo UNIX lo que es en la
actualidad. Los hackers hacen andar Usenet. Los hackers hacen que
funcione la www. Si tú eres parte de esta cultura, si
tú has contribuido a ella y otra gente te llama hacker,
entonces tú eres un hacker."
4. Muchos programadores están descontentos con la
comercialización de software de sistema.
Esta puede permitirles ganar más dinero, pero les requiere
sentirse en conicto con otros programadores en general en vez de
sentirse como camaradas. El acto fundamental de amistad entre
programadores es el compartir programas; Ahora se usan
típicamente arreglos de marketing que
en esencia prohíben a los programadores tratar a otros
como sus amigos. El comprador de software debe escoger entre la
amistad y la obediencia a la ley. Naturalmente, muchos deciden
que la amistad es más importante. Pero aquellos que creen
en la ley a menudo no se sienten bien con ninguna de las dos
opciones. Se vuelven cínicos y piensan que la
programación es sólo otra forma de hacer dinero."
(R. Stallman, El Manifiesto GNU, 1985)
5. Considero que la regla de oro me obliga
a que si me gusta un programa lo deba compartir con otra gente a
quien le guste. Los vendedores de software quieren dividir a los
usuarios y conquistarlos, haciendo que cada usuario acuerde no
compartir su software con otros. Yo me niego a romper mi solidaridad con
otros usuarios de esta manera. No puedo en buena conciencia
firmar un acuerdo de no divulgación –nondisclosure
agreement– o un acuerdo de licencia de software." (R.
Estallan, El Manifiesto GNU, 1985)
6. Extraer dinero de los usuarios por un programa con
base en la restricción del uso que se le dé es
destructivo porque las restricciones reducen la cantidad y las
formas en que el programa puede ser utilizado. Esto reduce la
cantidad de riqueza que la humanidad deriva del programa. Cuando
se opta deliberadamente por restringir, las consecuencias
dañinas son destrucción deliberada. La razón
por la que un buen ciudadano no utiliza estos medios
destructivos para volverse más rico es que, si todos lo
hicieran, podríamos empobrecernos todos por la
destrucción mutua. Esta es ética kantiana; o la
Regla de Oro." (R. Stallman, El Manifiesto GNU, 1985)
7. Esta historia la narra con detalle el propio Stallman
en "The GNU Operating System and the Free Software Movement",
Open Sources. Voice from the open source revolution, O'Reilly
& Associates, 1999.
8. Hay varias traducciones no oficiales al castellano de la
Licencia Pública General de GNU, por ejemplo en http://lucas.hispalinux.es/Otros/GPLes/GPLes.html. Puede
leerse la versión original en inglés (única
con valor legal) en
http://www.GNU.org/copyleft/GPL.html.
9. http://www.freebsd.org/copyright/
10. El Proyecto Debian nació bajo los auspicios
de la Free Software Foundation en 1993, con el objetivo de
juntar la piezas GNU y construir un sistema operativo libre
completo. Hoy día es un proyecto independiente de la FSF
pero mantiene sus objetivos
fundacionales, lo cual la hace totalmente singular dentro de las
distribuciones GNU/Linux: es la única basada
exclusivamente en software libre y es la única de carácter no comercial. Debian se mantiene y
desarrolla de manera distribuida mediante la cooperación
desinteresada de más de 300 hackers de todo el mundo y
dispone de una comunidad de miles de usuarios coordinados a
través de más de cincuenta listas de correo
públicas extraordinariamente activas.
11. http://www.netcraft.com/survey/
12. Un caso paradigmático ha sido el archifamoso
gusano LoveLetter (alias "ILoveyou"), que infectó a varios
millones de ordenadores conectados a Internet a principios de
mayo del 2000. Con un despliegue a partes iguales de
sensacionalismo e ignorancia, las portadas de los medios de
comunicación de todo el mundo se hicieron eco de este
hecho como de un problema que ponía de Manifiesto una
supuesta falta de seguridad de Internet. Ni ellos ni ninguno de
los autodenominados expertos de empresas antivirus
señalaron en ningún caso que el
"peligrosísimo virus" era un sencillo script de menos de
300 líneas escrito en VisualBasic, inocuo por tanto para
las tres cuartas partes de los servidores de Internet, basados en
sistemas UNIX. Para eludir toda responsabilidad, Microsoft insistía en que
no se trataba de ningún error de diseño
en sus aplicaciones. De ese modo y sin advertirlo, Microsoft
estaba reconociendo implícitamente que el gusano "I love
you" no explotaba agujero alguno, simplemente aprovechaba las
facilidades inherentes a la concepción de Windows: es pues
Microsoft, y no Internet, el que convierte los pc caseros en
absolutamente inseguros y pone los datos de sus incautos usuarios
al alcance del más inexperto script kiddy.
13.
http://lucas.hispalinux.es/Otros/catedral-bazar/cathedral-es-paper-00.html
14. Nombre desafortunado para describir el
fenómeno, pues la construcción de las catedrales
góticas se debía a los compagnons, colectivos
nómadas e itinerantes del tipo albañiles, carpinteros, herreros, etc. que
las construían aquí y a allá, diseminando
las obras, sin división entre trabajo manual e
intelectual y con una planificación y construcción
descentralizada y autónoma: "Al plano sobre el suelo del
compagnon gótico se opone el plano métrico sobre el
papel del arquitecto exterior a la obra." (Gilles Deleuze y
Félix Guattari, Mil mesetas, Pre-Textos, 1988).
Sería pues más exacto denominar "modelo
pirámide" o "modelo rascacielos" al modelo
jerárquico y planificado que describe Raymond en su
artículo.
15. En el plano de los procesos productivos y de las
formas de mando sobre la cooperación social, algunas
corrientes de pensamiento
denominan posfordismo al conjunto de transformaciones que a
partir de mediados de los años setenta conducen a la
informatización de lo social, la automatización en las fábricas, el
trabajo difuso, la hegemonía creciente del trabajo
inmaterial, del general intellect y del llamado terciario
(comunicativo, cognitivo y científico, performativo,
afectivo) y la
globalización de los procesos productivos.
16. En los Grundrisse, texto que prefigura nuestra
época con más de cien años de
antelación, Karl Marx recurre
al término general intellect (o "intelecto general") para
designar el conjunto de los conocimientos abstractos (de
"paradigmas
epistemológicos", diríamos hoy), que, al mismo
tiempo, constituyen el epicentro de la producción social y
organizan todo el contexto de la vida. Un "cerebro" o intelecto
general, basado en la cooperación y el saber abstracto,
incluyendo el saber científico, que tiende a volverse, en
virtud precisamente de su autonomía en relación a
la producción, ni más ni menos que la principal
fuerza
productiva, relegando a una posición marginal al trabajo
parcelizado y repetitivo de la producción
industrial.
17. De hecho, mucha gente va a programar sin
absolutamente ningún incentivo monetario. La
programación tiene una fascinación irresistible
para algunas personas, generalmente para las mejores en el ramo."
(R. Stallman, El Manifiesto GNU, 1985)
18 . Ver por ejemplo el artículo de Juan Antonio
Martínez, "Software libre: una aproximación desde
la teoría de juegos", en Linux Actual, núm
11.
19. Los creadores del "dilema del prisionero" lo
ilustraron así: dos personas detenidas y sospechosas de
cometer un delito son puestas en celdas separadas e interrogadas.
Cada uno es invitado a traicionar a su colega,
convirtiéndose en un arrepentido. Lo que suceda depende de
lo que hagan ambos prisioneros y ninguno sabe lo que ha dicho el
otro. Si los dos se callan (es decir, si cooperan entre
sí, según la teoría de juegos), serán
condenados a una pena mínima de un año por falta de
pruebas. Si se denuncian uno al otro (es decir, no cooperan entre
sí, según la teoría de juegos)
cumplirán una pena de tres años. Pero si
sólo uno denuncia al otro, recibirá una recompensa
(y quedará libre), mientras que su cómplice se
pudrirá entre rejas durante cinco años. Ante este
dilema –suponiendo que ambos están motivados por el
interés racional y que no pueden hablarse para pactar
entre sí– parece que la única opción
racional es acusarse mutuamente para minimizar la pena
(será liberado si su cómplice se calla y
cumplirá tres años si habla; en cambio pueden
caerle cinco años si calla y su cómplice habla). La
opción más racional les hará acusarse
mutuamente y recibir una pena mayor. A menos que el jugador sea
un incauto, tendrá que descartar la solución
más deseable para ambos –la cooperación (o
sea permanecer callados)–. Este dilema sin salida ha vuelto
locos a generaciones de teóricos de juegos, y solo con una
variante llamada el "dilema del prisionero repetido", que
consiste en poderlo jugar varias veces y observar el
comportamiento del otro, encontraron una condición de
salida.
20. Ver la obra de Richard Dawkins El gen
egoísta, publicado en su segunda edición
en 1989. Especialmente relevante para este asunto es el
capítulo "Los buenos chicos acaban primero".
22. Todas las confusiones y parcialidades que aparecen
en los artículos de Eric Raymond son típicos de su
elección de la `política real' como principio de
actuación en su activismo en pro del software libre. Un
ejemplo de esta elección es haber cambiado con efectos
retroactivos en sus artículos y conferencias el
término software libre por open source. No discrepo de la
noción de ser eficaz promoviendo el software libre. Pero
me opongo a acciones que
pueden resultar atajos válidos a corto plazo y causar
perjuicios a la larga, ya que en estos casos, en la
búsqueda de un éxito puntual, se opta por apoyar
fenómenos esencialmente erróneos en lugar de
combatirlos." (Franficois René Rideau, "Sobre los
artículos de Eric S. Raymond", 1998)
23. Es posible que a largo plazo triunfe la cultura del
software libre, no porque la cooperación es moralmente
correcta o porque la `apropiación' del software es
moralmente incorrecta (suponiendo que se crea realmente en esto
último, lo cual no es cierto ni para Linux ni para
mí), sino simplemente porque el mundo comercial no puede
ganar una carrera de armamentos evolutiva a las comunidades de
software libre, que pueden poner mayores órdenes de
magnitud de tiempo calificado en un problema que cualquier
compañía." (Eric Raymond, "La catedral y el bazar",
1997) 24"No hay escasez de músicos profesionales que sigan
en lo suyo aunque no tengan esperanzas de ganarse la vida de esta
forma. –…– Durante más de diez años,
varios de los mejores programadores del mundo trabajaron en el
Laboratorio de Inteligencia Artificial –del MIT– por
mucho menos dinero del que podían ganar en otras partes.
Ellos obtenían varios tipos de premios no monetarios: fama
y aprecio, por ejemplo. Y la creatividad
también se disfruta, es un premio en sí mismo."
(Richard Stallman, El Manifiesto GNU, 1985)
21. Juan Antonio Martínez, op. cit.
25. Como no me gustan las consecuencias que resultan si
todos acapararan información, debo considerar como
erróneo que alguien lo haga. Específicamente, el
deseo de ser recompensado por la creatividad de uno no justifica
el privar al mundo en general de toda o parte de esa
creatividad." (Richard Stallman, El Manifiesto GNU, 1985).
10
26. Un admirado hacker, que coordina un
estratégico proyecto de software libre, me comentaba en
privado recientemente que hasta hace un año se levantaba
por la mañana y se ponía a escribir lo que le
apetecía o si no le apetecía no escribía
nada. Ahora, en su empresa, él sigue trabajando con
software libre pero cuando se levanta por la mañana debe
consultar su agenda y ponerse a escribir lo que le piden sus
clientes. Aunque
en ambos casos, antes y ahora, está produciendo software
libre, la diferencia a su juicio es muy notable.
27. Ver artículo de Aris Papathéodorou y
Laurent Moineau, "Coopération et production immaterielle
dans le logiciel libre", en el primer número de la revista
Multitudes, marzo del 2000. Hay disponible una versión en
línea en:
http://www.samizdat.net/slut/textes/multficoopprod.html.
28. No es solo una metáfora: un "troyano", en
este contexto, sería un tipo particular de meme. El meme
sería la idea del mercado como motor de la
economía y dinamizador del software libre. En esa hipótesis, el troyano incorporado en el
meme lo "vampiriza", se propaga con él, y acabaría
reduciendo el software libre a una pieza más del gran
supermercado global en que se está convirtiendo gran parte
de Internet.
29. Las leyes de propiedad intelectual han corrompido
completamente las instituciones
económicas, ya que muchas corporaciones dependen de un
modo crucial del monopolio de
la información, también en el origen de grandes
fortunas, más que de la prestación de servicios
reales. No deben realizarse compromisos con estas leyes, y debe
lucharse contra su justificación, habitualmente
errónea. Este es el principio fundamental de la
filosofía del software libre. –…– Es
difícil luchar contra prejuicios que sirven para
justificar enormes intereses financieros, por supuesto. Hace
falta ser muy estricto precisamente porque la tarea es muy dura."
(Francois René Rideau, "Sobre los artículos de Eric
S. Raymond", 1998)
30. Eudald Carbonell, Robert Sala, Planeta humá,
Editorial Empúries, 2000.