Fritjof Capra, contestación posmoderna y paradigma ecológico
- 2.1. La crisis de
percepción - 2.2. El peligro de la
fragmentación - 2.3. Características del
paradigma ecológico
Introducción
A lo largo de los siglos las luchas de interpretación han sido, guardando las
distancias, tan definitivas para una sociedad o
comunidad
intelectual, como las guerras
mismas. Creo que esta es una de las razones por la cual la figura
del intérprete ha sido tan importante en las sociedades y
culturas como la figura de autor o legislador.
En la actualidad el tema del significado de las palabras
o su correcta interpretación es extraordinariamente
sensible. Establecer con claridad lo que significa una palabra,
un concepto o una
categoría va más allá, por supuesto, de un
acto académico. Es un acto político, un acto
comprometido con un interés,
con una visión del mundo en particular.
Lo vemos, por ejemplo, en el significado que tienen hoy
en día categorías como sociedad moderna y sociedad
capitalista. Una y otra movilizan, dentro de los lenguajes
disciplinarios y políticos, una cantidad insospechada de
supuestos, implícitos y explícitos.
En el caso de la primera de ellas se trata, según
algunos intérpretes, de una categoría
genérica, descriptiva, casi aséptica en cuanto no
conlleva, en apariencia, ningún juicio de valor, ninguna
evaluación crítica. Enuncia, tan solo, el carácter de una sociedad,
independientemente de otras consideraciones.
En el caso de la segunda sucede lo contrario. Se asume
como una categoría derivada de una teoría
alternativa, que no solo describe un tipo de sociedad sino que
enjuicia y cuestiona su naturaleza. En
este sentido moviliza juicios de valor y un modelo
político de crítica social. Lo mismo
podríamos señalar de otras nociones.
Así pues, la interpretación correcta,
legítima, ocupa un lugar importante en las sociedades y en
particular en la cultura
moderna.
Dentro de este planteamiento el debate actual
alrededor de lo que se entiende por sociedad moderna, modernismo y
modernidad, o
sociedad posmoderna, posmodernismo y posmoderrnidad y lo que
significan descriptores asociados con ellas como razón,
ciencia,
racionalidad, progreso, política, estado/nación,
verdad, democracia,
poder,
modernización, sujeto, desarrollo,
urbanización, metarrelatos, posracionalismo, posciencia,
red, etc., tiene
sin duda una extraordinaria relevancia. ¿Qué
significan esas nociones o conceptos hoy, qué significaron
ayer, a qué remiten?
En este debate, que no es de carácter
lingüístico sino político, como ya
señalamos, se lucha por definir, redefinir, delimitar,
aclarar y desplazar: nociones, conceptos, categorías,
visiones del mundo, así como vincular o desvincular esas
nociones con determinado tipo de procesos; se
lucha por establecer nuevas teorías
o paradigmas de
interpretación que expliquen lo que se asume como nuevo o
inédito de los procesos históricos.
La reflexión crítica acerca de lo
entendemos por modernidad, sus límites
cronológicos, la lógica
que subyace a su funcionamiento, la naturaleza de sus
prácticas, su discurso o
discursos
así como el imperativo por determinar si estamos en la
modernidad o si hemos pasado ya a otro momento, otra fase, otro
modo de producción, otra formación cultural
y discursiva, denominada posmodernidad,
se inscribe, según nuestro punto de vista, en una
preocupación sustantiva sobre el carácter,
posibilidad y límite de las sociedades actuales, del
presente y del futuro inmediato de las mismas.
Es razonable pensar, por consiguiente, que de la
resolución de este debate, dependen o están en
juego muchas
cosas, desde una posible tranquilidad de conciencia hasta
el futuro mismo de las generaciones que nos sucederán y de
las sociedades posibles. Es decir, detrás del debate, que
aparenta ser superfluo, hay cosas sustantivas.
Para algunos el desplazamiento de la modernidad hacia la
posmodernidad, o de la sociedad moderna a la sociedad posmoderna
podría significar que lo feo e indeseado de la primera,
desaparezca o se supere en la segunda.
Otros, en cambio, son de
la opinión que el distanciamiento crítico de la
modernidad, el ponerse en un "más allá", ya de por
sí es fundamental en tanto la operación permite
repensar y rearticular el discurso y las prácticas del
pensamiento
moderno y de la modernidad, que han sido, al parecer,
traicionados.
Con la misma vehemencia hay quienes opinan, contrario a
los que defienden la tesis de la
ruptura radical, que aunque estamos en la fase tardía de
una formación cultural que tiende, por su propia
naturaleza, a radicalizar sus fundamentos, esto no significa o
implica, sin embargo, desplazamiento alguno,
encontrándonos aún dentro de los límites, en
las fronteras de la formación moderna, solo que en un
límite radicalizado. Se podría hasta hablar de
"ultramodernidad" o "ultramodernismo", pero no de
"posmodernidad".
Otros a su vez desplazan la discusión hacia otro
campo o hacia otro tipo de vínculos. Plantean que el
debate debe inscribirse en otro mayor que debe tener como
horizonte la relación entre modernidad y capitalismo.
¿Expresan ambos términos una misma realidad, un
mismo proceso?
¿Es la modernidad la expresión cultural del
capitalismo? ¿Es el capitalismo un fenómeno
particular, entre muchos, de la modernidad?
En fin, cualquiera que sea la opción que se
asuma, lo cierto es que la formación denominada moderna,
caracterizada por la existencia en su seno de cierto tipo de
discursos y prácticas, que implican categorías,
conceptos, nociones, supuestos, creencias, modos de ser y hacer,
actitudes y
valores, se
encuentra en cuestión.
Este cuestionamiento, cuyo origen aislado es posible
encontrar desde mediados del siglo XVIII, y que se hace
sistemático y sostenido desde la segunda mitad del siglo
XIX, continúa hasta el día de hoy.
El idealismo, el
romanticismo,
el marxismo, el
existencialismo, entre otros movimientos
políticos, estéticos, éticos y
filosóficos, han concentrado su atención en el lado oscuro de la
modernidad, en sus contradicciones, limitaciones y hasta
perversidades.
Hasta podríamos pensar, desde otra perspectiva,
que se trata de un movimiento de
la propia razón moderna, sea en forma de "razón
crítica" (Paz, 1974), o de "razón insatisfecha"
(Vilar, 1999), dando cuenta de la desviación de la
modernidad de un camino, de una senda que prometía la
felicidad, pero que, como alguna de las cruzadas, terminaron en
otra parte. De cualquier manera, es un hecho determinado que la
centralidad de la formación moderna y dentro de ella la
centralidad de la "razón occidental", que atraviesa
prácticas y disciplinas tan variadas como la ciencia, la
economía,
la estética, el discurso social, etc., se
encuentra también cuestionada.
Los estudios de subalternidad, la teoría de la
dependencia, la teoría poscolonial, el posoccidentalismo,
el feminismo, los
movimientos ecológicos, de identidad y
antiglobalización, expresan un agudo malestar hacia una
formación cuya lógica de funcionamiento no solo se
define como centralista y excluyente sino que, se afirma, opera
ya dentro del marco de la insostenibilidad, acercándose
cada vez más a un límite más allá del
cual solo es posible el caos.
No se trata ya de nihilismo, de
escepticismo o hastío. Es algo más estructural que
apunta hacia la lógica del sistema como un
todo y dentro de él, a la naturaleza de los contextos de
relación.
Pero a la vez que hay un malestar por la modernidad, por
sus discursos y paradigmas dominantes, nos encontramos en un
momento de búsqueda de alternativas, de constitución de nuevos paradigmas mucho
más comprehensivos que los anteriores intentos de
teorías y modelos
abarcadores. Buena parte del pensamiento o búsqueda
posmoderna, o si se quiere del pensamiento posracionalista, tiene
como propósito, precisamente, recabar o reconstruir
caminos alternos, cuando no, en el caso de algunas corrientes
posmodernistas, la clausura sin más de todos los
caminos.
En este humus de contestación y búsqueda,
de desplazamiento de lógicas y prácticas
dominantes, asociadas a la formación moderna y a su
racionalidad, es que tiene sentido y pertinencia la obra de
síntesis de un físico como Fritjof Capra,
Doctor en Ciencias por
la Universidad de
Viena, y cuyos trabajos, polémicos dentro de la comunidad
científica, han influido significativamente en la
formulación del nuevo paradigma ecológico, sobre
todo a partir de su obra El punto crucial publicado en
1982.
Un trabajo
similar al Punto Crucial publicó la norteamericana
Marilyn Ferguson bajo el encabezado La Conspiración de
Acuario: transformaciones personales y sociales en este fin de
siglo (1980), cuyo impacto fue considerable en la
comunidad mundial.
En ese texto Ferguson
señalaba, atendiendo la noción de paradigma de
Kuhn, que "un cambio de paradigma supone un modo
nítidamente nuevo de enfocar antiguos problemas"
(1980, 27), como también que "estamos aprendiendo a
enfocar los problemas de otro modo, conscientes de que la mayor
parte de las crisis de
nuestro mundo han sido fruto del antiguo paradigma, de las
formas, estructuras y
creencias propias de una concepción obsoleta de la
realidad" (1980, 471).
Ferguson codifica por entonces lo que denominaría
"paradigma de la conspiración de acuario", muy semejante
al holístico y ecológico de Capra. En ambos casos
se asume que el "viejo paradigma" es el cartesiano mecanicista,
que fragmenta, tanto la realidad como las categorías para
su aprehensión, en vez de desfragmentar.
Tanto Ferguson como Capra se han dedicado a la
importante tarea de difundir y sintetizar los nuevos enfoques,
descubrimientos, e innovaciones de las distintas ciencias, con el
propósito de fundamentar una visión cultural que
redefina radicalmente los marcos de comprensión y de
acción
tradicionales, los cuales se valoran como insostenibles en el
mediano y largo plazo.
Pero, más allá, ambos han querido ofrecer
caminos alternativos para la comprensión de
fenómenos complejos. Desde esta perspectiva exploran
ámbitos que han sido en muchas ocasiones descartados por
el protocolo
científico tradicional como son la mística
oriental, los estados alterados de conciencia, la consciencia
espiritual y la denominada filosofía perenne.
Para la breve exploración que aquí nos
proponemos hemos recurrido a las obras de Fritjof Capra: El
Tao de la Física
(1975), El punto Crucial (1982), Sabiduría
Insólita: conversaciones con personajes notables (1988),
Pertenecer al Universo:
encuentros entre ciencia y espiritualidad (1991), La trama de la
vida: una perspectiva de los sistemas vivos
(1996) y Las conexiones ocultas: implicaciones sociales,
medioambientales, económicos y biológicas de una
nueva visión del mundo (2002).
Aclaramos de una vez que no estamos situando a Capra ni
a Ferguson dentro del pensamiento posmoderno. Encontramos
sí que forman parte de un movimiento, donde se encuentra
el posmodernismo, de contestación radical a paradigmas
científico modernistas que agotaron, según criterio
mayoritario, la fuerza de su
promesa, constituyéndose hoy en día en limitaciones
para la construcción de nuevos enfoques y formas de
sociabilidad y comprensión. Hacia el final de este trabajo
estableceremos los aspectos críticos de la obra de Capra,
o al menos su limitación en relación con un posible
paradigma social que tendría necesariamente que
articularse con el movimiento social.
I. La contestación
posmoderna.
Al pensamiento posmoderno, plural el mismo y
contradictorio, se le ha acusado de muchas cosas. De ser una
alternativa sin alternativas, de fomentar la reacción
nihilista e irracional, de banalizar la búsqueda de la
utopía, de reivindicar la superficialidad, etc. Poco a
poco se ha ido reconociendo, sin embargo, que su nacimiento como
perspectiva de problematización de la formación
moderna y de sus paradigmas dominantes, obedece a algo más
que un asunto de moda intelectual.
En palabras de Carlos Rojas Osorio "el posmodernismo nace
tanto de una crítica de la modernidad como un intento de
comprender ciertos hechos nuevos de la sociedad
contemporánea" (Osorio, 2003).
Su aparición ha provocado un rico, variado e
interesante debate sobre la naturaleza de la modernidad, no ya
solo de algunos de sus códigos como la ciencia, tecnología,
estética, ética,
moral,
organización económica,
racionalidad, sino de sus propios fundamentos.
Con diversos tipos de argumentación y
énfasis, el pensamiento posmoderno parte del principio,
que es al mismo tiempo una
especie de consigna política, que los grandes relatos,
cuyo origen se atribuye a la razón moderna e ilustrada,
han muerto y que en su lugar, con sus propias y particulares
lógicas argumentativas, ha emergido un sinnúmero de
relatos locales que disputan su derecho de constituirse en
referentes válidos y legítimos.
Según Rojas Osorio el "posmodernismo "sensu
strictu" implica las siguientes tesis: 1) La calificación
como metarrelato del pensamiento típicamente moderno y
especialmente del pensamiento ilustrado. 2) Afirmación del
fin de los metarrelatos. 3) La tesis del fin de la historia. 4) Carácter
lingüístico de la totalidad del saber humano. 5) El
carácter fragmentario del lenguaje. 6)
El fin de los metarrelatos traería como consecuencia el
ocaso de una política global y revolucionaria. 7) El
defender un liberalismo
individualista. 8) La idea y práctica de una
política localista." (2001, 2).
Pero hay, asimismo, otros aspectos que retoma el
posmodernismo y los hace suyos. Así, la crítica a
la razón tecnológica instrumentalizada, el
universalismo y centralismo
occidental, la crítica al logocentrismo, a la par que la
reivindicación de la razón sensible y el
conocimiento dionisiaco. Osorio insiste, sin embargo, que la
crítica a la
Ilustración es uno de los hechos distintivos
más evidentes de la actualidad y en particular del
pensamiento posmoderno. "Lo que realmente se cuestiona en el
discurso de la Ilustración -anota Rojas Osorio- es
el racionalismo"
(Osorio, 2003: 17).
Este punto nos interesa de manera particular en cuanto
la crítica a la razón ilustrada se orienta hacia el
señalamiento de una sensible perdida de la perspectiva de
totalidad y un exacerbado reduccionismo instrumental y
tecnológico, que se expresa en la conversión de la
investigación en una empresa
mercantil y el conocimiento y
el arte en
mercancías. De aquí que algunas corrientes del
pensamiento posmoderno planteen la necesidad de ir más
allá del racionalismo, hacia un posracionalismo que
reincorpore aspectos y dimensiones otrora importante en el
pensamiento occidental.
Así pues, uno de los puntos críticos de la
contestación posmoderna es la evaluación
crítica de la supremacía de un tipo de razón
reducida a lo instrumental, por un lado; y por otro, la
crítica al universalismo, que se ve más como la
imposición autoritaria de una razón, la occidental,
en detrimento de otras no menos importantes y
legítimas.
El posmodernismo puede entonces asumirse como una
formación o constelación ideológica-cultural
que nace en el seno de la modernidad, que recoge y sistematiza
varias tradiciones críticas de Occidente, en un periodo de
aceleración de tendencias dentro de una sociedad que
algunos denominan de capitalismo tardío. Es una
formación que tiende a alejarse del racionalismo ilustrado
y a ensayar la apertura de una perspectiva posracionalista, que
de cuenta de otro tipo de prácticas y
necesidades.
Este pensamiento ha introducido una buena cantidad de
nuevos temas que han puesto en tensión las reglas
convencionales del pensamiento contemporáneo. Recurriendo
a Pierre Bourdieu, quien no se identificó nunca con el
posmodernismo, podríamos decir que el pensamiento
posmoderno ha puesto en tensión los campos intelectuales
dominantes de la modernidad, generando y movilizando nuevos
temas/problema así como enconadas luchas por la
legitimidad del discurso moderno.
Dentro del campo intelectual posmoderno, cuya
tradición ha intentado reconstruir David Lyon y Esther
Díaz (Lyon, 1996; Díaz, 1999) encontramos varios
importantes aspectos relacionados con nuestro tema. En particular
la crítica sistemática y puntual a un paradigma
que, según los críticos, privilegia la linealidad,
la abstracción, lo intelectual en detrimento de otras
dimensiones del mundo de la vida. La crítica
posmodernista, al señalar las limitaciones del pensamiento
racionalista occidental y del reduccionismo que le es propio,
introduce a su vez la condición de posibilidad de
perspectivas alternativas que permitan o hagan posible el
encuentro con la totalidad de la vida y su complejidad, en un
contexto ciertamente de desencanto.
Para Díaz "El proyecto de la
modernidad apostaba al progreso. Se creía que la ciencia
avanzaba hacia la verdad, que el progreso se expandiría
como forma de vida total y que la ética encontraría
la universalidad a partir de normas
fundamentadas racionalmente. No obstante, las conmociones
sociales y culturales de los últimos decenios parecen
contradecir los ideales modernos. La modernidad, preñada
de utopías, se dirigía hacia un mañana
mejor. Nuestra época –desencantada-se desembaraza de
las utopías, reafirma el presente, rescata fragmentos del
pasado y no se hace demasiadas ilusiones respecto del futuro
(Díaz, 199: 17).
El desencanto moderno o posmoderno se origina
quizá en la incapacidad del proyecto moderno y la
modernidad de cumplir con la promesa de un mundo mejor, donde los
grandes principios
modernistas se realizaran plenamente. En vez de ello tenemos hoy
un mundo desbocado, como lo llama Giddens: sociedades
fragmentadas, poblaciones desarraigadas, enfermedades globales, una
creciente carrera armamentista, inseguridad
planetaria, pobreza extrema,
desastres ambientales, la mercantilización de la vida
cotidiana e intima, un mundo de vida alienado, la predominancia
de la superficialidad, etc.
Este contexto de desencanto, de insatisfacción ha
sido propicio para la articulación de nuevos puntos de
vista, de nuevos paradigmas en los distintos campos del
conocimiento y de la práctica social. Los aportes de Edgar
Morin, de Morris Berman, de David Bohm, de Briggs y Peat, de
Ervin Laszlo, de Ken Wilber, de Stanislav Grof, y de otros, en el
campo de la ciencia, la estética, la psicología, el
pensamiento social, la filosofía, expresan claramente el
complejo y contradictorio proceso de búsqueda de nuevos
paradigmas, sistémicos, holísticos o
ecológicos que privilegien una visión mucho
más comprehensiva de la realidad, y que asuman, desde un
más allá de la razón ilustrada o
mecanicista, la trama de la vida, entendiendo por tal no solo a
las personas sino también a la naturaleza y al
cosmos.
Es una fuerte petición que pasa por la puesta en
cuestión de cualquier principio reduccionista o
fragmentario. Desde esta perspectiva podríamos aceptar que
estamos en el terreno del posracionalismo posmoderno.
Uno de los pensadores más importantes de hoy en
día, Michel Maffesoli, se ha sumado con firmeza a esta
tarea de reconstituir o constituir un nuevo paradigma, en el
ámbito de las ciencias
sociales, incorporando dimensiones que habían sido
excluidas del pensamiento sociológico tradicional. Es
interesante constatar que coincide con la propuesta de Fritjof
Capra en muchos aspectos.
Maffesoli reclama una "razón sensible",
dionisiaca, que atienda la totalidad de la vida, capaz de
articular lo que ha sido separado como el cuerpo y la mente, la
razón y la intuición, lo concreto y lo
abstracto, la emoción y el intelecto, y que piense los
procesos desde la interrelación de lo humano, lo social y
lo natural. La crítica de Maffesoli está orientada
hacia lo que el denomina la "razón abstracta" que deriva,
justamente, del pensamiento ilustrado. "Hay que entender
-escribe Maffesoli- que el racionalismo, en su pretensión
científica, es particularmente incapaz de captar, incluso
de aprehender, el aspecto prolijo, lleno de imágenes y
simbólico de la experiencia vivida. La abstracción
ya no es oportuna cuando lo que prevalece es el hervidero de un
nuevo nacimiento" (1997: 32).
Allí donde la razón abstracta separa,
fragmenta, desarticula al mundo de la vida y de la experiencia,
se hace necesaria una nueva perspectiva y esta ha de considerar,
obligatoriamente, la dimensión intuitiva, sensible,
emotiva, espiritual, que la razón abstracta excluye. Para
Maffesoli "La actitud
puramente intelectual se contenta con discriminar. En su sentido
más simple, separa lo que considera el bien o el mal, lo
verdadero de lo falso, y olvida al mismo tiempo que la existencia
es una constante participación mística, una
correspondencia sin fin, en la que lo interior y lo exterior, lo
visible y lo invisible, lo material y lo inmaterial entran a
formar parte de una sinfonía" (1997:
35-36).
Como se observa, se trata de la recuperación de
perspectivas que fueron esbozadas en distintas épocas y
por movimientos estéticos, filosóficos,
científicos y culturales de variada naturaleza, como el
romanticismo por ejemplo, que reclamaron la necesidad de
considerar a la vida y la realidad desde un punto de vista de
totalidad, de asumir, como elementos mediadores para el proceso
del conocimiento, no solo la razón y el intelecto sino la
emoción, la intuición y la imaginación. Es
la solicitud, asimismo, de dar paso a la dialéctica de la
sabiduría de la vida, a la vida vivida y no solo a la vida
pensada.
El conocimiento que deriva de este desplazamiento es un
conocimiento "incorporado", sensible. Ello implica, como bien lo
señala Maffesoli: "que se sepa poner en práctica
un pensamiento holístico, es decir, una postura
intelectual que saque partido de todas las capacidades del
espíritu humano, y no solamente de una parte de ellas. Si
sabemos responder a semejante exigencia intelectual, podremos
desarrollar una teoría erótica que esté en
congruencia con la erótica social que se aprecia en las
nuevas maneras de ser, de pensar, de comportarse, que se expresan
cada vez con mayor fuerza en todos los fenómenos sociales
que escapan a una explicación simplemente causalista,
racionalista económica o política del mundo.
Así, a un saber apolíneo o prometeico le
está sucediendo un saber dionisiaco enamorado del mundo
tal como se hace ver y tal como se ofrece para vivir
(1997:187).
Este planteamiento, proveniente de las ciencias
sociales, acusa sin lugar a dudas el acuerdo de los saberes
contemporáneos, del conocimiento, de buscar un punto de
encuentro desde el cual dar respuesta a la tremenda
fragmentación que se ha operado tanto en la vida como en
lo que pretende comprender esa vida. Es decir, tanto en los
procesos de vida como en las teorías que tratan de
comprenderlos; tanto en el territorio como en el mapa.
De la física contemporánea, cuyos
referentes son la teoría de la relatividad, la
física cuántica y más recientemente los
paradigmas de la complejidad, provienen otros importantes
llamados que nos documentan los problemas que acarrea una
visión que confunde la forma fragmentaria de conocer el
mundo o la realidad con la realidad o el mundo mismos y la
necesidad de pasar a otro orden de cosas.
Es el caso del eminente físico David Bohm. "La
fragmentación -escribe Bohm- está muy extendida por
todas partes, no sólo por toda la sociedad, sino
también en cada individuo,
produciendo una especie de confusión mental generalizada
que crea una interminable serie de problemas y que interfiere en
la claridad de nuestra percepción
tan seriamente que nos impide resolver la mayor parte de ellos.
Porque el arte, la ciencia, la tecnología, y el trabajo
humano en general, están divididos en especialidades, y
cada una de ellas se considera que está en esencia
separada de las demás" (1980: 19).
Según Bohm pensar el mundo desde la perspectiva
de la fragmentación nos conduce a ver todo separado, como
si se tratara de objetos cerrados, con autonomía absoluta,
y sin relaciones entre sí. Ver el mundo de tal forma nos
"conduce a la ilusión de que el mundo está
realmente constituido de fragmentos separados y, como ya se ha
indicado, esto nos hará actuar de tal manera que, de
hecho, produciremos la verdadera fragmentación presupuesta
en nuestra actitud" (Bohm :27). Urge, por tanto, un nuevo
paradigma y una nueva visión cultural.
Esta búsqueda y articulación de un nuevo
paradigma, dentro de un marco de puesta en cuestión de una
perspectiva mecanicista newtoniana que dejó de ser
adecuada para atender las nuevas complejidades de la trama de la
vida, es quizá uno de los más importantes
tópicos contemporáneos. Los trabajos de Capra se
inscriben, precisamente, dentro de esta preocupación. Son
parte de una comunidad cuya búsqueda está orientada
por un nuevo marco de valores, actitudes, prácticas y
conceptos.
2.
El paradigma ecológico de Fritjof
Capra.
Fritjof Capra se ha dado a la tarea, mediante una
extraordinaria labor de síntesis, de revisar y replantear
el paradigma científico modernista. Toda su obra, tanto en
libros como en
artículos, está orientada a confrontar la
perspectiva y los contenidos del paradigma modernista dominante y
los elementos constituyentes, presentes en distintas culturas y
tradiciones científicas, de un nuevo paradigma que
incorpora la tradición sistémica, la
holística y la ecología
profunda.
Según Capra el desplazamiento del paradigma
científico modernista, cuyos fundamentos se localizan en
Descartes y
Newton, es la
única alternativa para afrontar los problemas de un mundo
cada vez más interdependiente y complejo.
Con el propósito de articular el nuevo paradigma,
que, sin lugar a dudas, es posracionalista, Capra ha revisado las
tradiciones místicas orientales y las ha confrontado con
el pensamiento científico occidental, estableciendo los
puntos de encuentro y las condiciones de dialogo.
Su conclusión es que cualquier nuevo paradigma
que pretenda superar el reduccionismo tiene necesariamente que
incorporar, además de los nuevos descubrimientos de la
ciencia, la dimensión espiritual. Por tal no entiende una
determinada doctrina religiosa sino la disposición para
desarrollar y experimentar el sentimiento de "pertenencia y de
conexión con el cosmos como un todo" (Capra 1998: 29).
Revisaremos algunos aspectos de su planteamiento.
Capra ha señalado, en distintas oportunidades,
que uno de los mayores obstáculos para comprender las
tendencias del mundo contemporáneo, y por lo tanto la
naturaleza de su "crisis", es no percatarse que se vive y
actúa dentro de los límites de una "crisis de
percepción"."Cada vez se hace más
evidente-escribe Capra- que los mayores problemas de nuestro
tiempo no pueden comprenderse aisladamente. La amenaza de
guerra
nuclear, la devastación progresiva de nuestro entorno
natural y la persistencia de la pobreza junto
al progreso -incluso en los países más ricos- no
son problemas aislados. Son diferentes aspectos de una misma
crisis, que es esencialmente de
percepción.
La crisis deriva del hecho de que la mayoría
de nosotros, y en especial nuestras instituciones,
seguimos los conceptos y valores de una visión del mundo
ya caduca, una visión que es inadecuada para afrontar los
problemas de un mundo como el nuestro, superpoblado e
interdependiente" (1994: 29)
El paradigma desde el cual conocemos, valoramos y
actuamos, según Capra, es el mecanicista, cuyo origen se
remonta a Galileo, Bacon, Descartes y Newton. En términos
generales este paradigma, propio de la modernidad y que hizo
avanzar, sin ninguna duda, a la ciencia y a la tecnología,
enfatiza en la desagregación de los procesos en sus partes
constitutivas privilegiando el análisis y no tanto la
síntesis.
En La Trama de la Vida, Capra explicita
aún más su punto de vista. "El paradigma ahora
en recesión ha dominado nuestra cultura a lo largo de
varios centenares de años, durante los que ha conformado
nuestra sociedad occidental e influenciado considerablemente el
resto del mundo. Dicho paradigma consiste en una enquistada serie
de ideas y valores, entre los que podemos citar la visión
del universo como un sistema mecánico compuesto de piezas,
la del cuerpo humano
como una máquina, la de la vida en sociedad como una lucha
competitiva por la existencia, la creencia en el progreso
material ilimitado a través del crecimiento
económico y tecnológico". (1998:
27-28)
Es importante destacar el papel que le atribuye Capra a
la idea de percepción, que podríamos entender como
visión, o perspectiva. Se trata de una especie de sistema
de supuestos que nos permite comprender u organizar el mundo, la
realidad y sus procesos. En este sentido la percepción es
activa, interviene en nuestros procesos de conocimiento y
experiencia. Hay en ella creencias, supuestos, teorías,
sistematizadas o de sentido común, valores, etc., que
intermedian en y con el mundo de la vida.
De aquí que sea fundamental la apreciación
de Capra de que vivimos una "crisis de percepción".
Porque, ciertamente, la forma en que actuamos en nuestro mundo de
vida depende, sin lugar a dudas, de cómo percibimos y
construimos ese mundo, es decir, depende del sistema de
percepción o de la visión cultural que tengamos. Si
percibimos el mundo desde una parte del mundo y asumimos que esa
parte es el todo, o que el mundo es una serie discontinua de
fragmentos, lo que hagamos dependerá de esa
percepción.
Según Capra la realidad es un proceso mucho
más complejo de intercambios, de interdependencia, una
trama de vida que no puede ser aprehendida como si se tratara de
un conjunto de partes separadas unas de las otras. El paradigma
científico modernista ha insistido, sin embargo, en una
metodología que tiende a fragmentar los
procesos, a verlos como si se tratara de sistemas cerrados,
autoreferidos y no de sistemas abiertos, o no desde la
perspectiva de la interrelación entre sistemas cerrados y
sistemas abiertos.
Esto ha hecho que, por ejemplo, en el ámbito
social percibamos los problemas como tributarios de la parte, o
locales, cuando lo correcto es asumirlos como problemas
sistémicos que deben ser resueltos dentro de un contexto
mayor, y con una visión holística o
ecológica. Cabe aquí destacar que Capra tiene claro
el aporte de distintos enfoques a su propuesta, como es el
pensamiento sistémico y el holístico. Pero
también que es necesario ir más allá, que no
basta con la enunciación holística. En este sentido
Capra distingue entre la perspectiva holística y la
ecológica. Según Capra: "Una visión
holística de, por ejemplo, una bicicleta significa verla
como un todo funcional y entender consecuentemente la
interdependencia de sus partes. Una visión
ecológica incluiría esto, pero
añadiría la percepción de cómo la
bicicleta se inserta en su entorno natural y social: de
dónde provienen sus materias primas, cómo se
construyó, cómo su utilización afecta al
entorno natural y a la comunidad en que se usa,
etc."
La visión ecológica, por tanto, va
más allá de la aprehensión de un sistema o
de las relaciones de las partes dentro de un todo. Considera a
cada todo como parte de otros todos, de otros ordenes complejos.
Valora los contextos y los procesos, pero también los
intercambios, el fluir permanente, el movimiento, la continuidad
y la discontinuidad, el equilibrio, el
orden y el caos, la entropía y la autoorganización,
los valores,
etc.
No se limita tampoco al ya clásico
antropocentrismo que dio al hombre, y
aquí en su sentido literal, el dominio
patriarcal sobre la naturaleza y la sociedad, sino que asume como
centro la vida. Así, el espectro no empieza con el hombre y
acaba con él, como en las tradiciones humanistas
occidentales sino que incorpora la vida como trama en la cual
participan todos los seres vivos. Lo cual implica,
adelantándonos a su propuesta, que sí es
válido pensar en un conocimiento también
ecológico, es decir, en una perspectiva donde, por
ejemplo, la biología, la química, la
física, puedan intercambiar información con la sociología, la economía, la historia
y la estética, configurándose, en la línea
de Morin, un saber posracionalista ecológico.
De tal forma que una perspectiva como la
ecológica redefine de manera precisa nuestro concepto de
disciplina
científica, de conocimiento, de ciencia, de ciencia
social, de humanismo y
humanidades.
2.2. El peligro de la
fragmentación
En varias de sus obras Capra resume la incidencia que ha
tenido el paradigma científico modernista, y su
visión mecanicista y fragmentaria de la realidad y sus
procesos, en los más variados campos del pensamiento y la
acción humanos. El impacto ha sido enorme en las ciencias
de la vida, en el modelo biomédico, en la
psicología, en la economía y en las teorías
del desarrollo.
En cada uno de estos ámbitos la perspectiva
dominante ha tendido a ver o comprender los procesos como si se
tratara de situaciones o estados últimos, acabados, sin
ninguna relación entre sí. Asimismo se ha expulsado
de este tipo de percepción los valores, y la
dimensión social de los mismos.
Esta percepción, dominante en los paradigmas
productivistas contemporáneos, reduce toda relación
dinámica a una mera asociación de
causalidad o asociación mecánica, lo que ha conducido a que
terminemos creyendo que la realidad y los procesos están
constituidos por estados y situaciones definitivos, cerrados y no
por procesos, relaciones, tramas y redes
significativas.
En la formulación del nuevo paradigma
ecológico la influencia de David Bohm fue determinante en
el pensamiento de Capra. Bohm, con quien Capra mantuvo una
profunda relación de amistad, fue uno
de los pensadores y científicos contemporáneos que
más se preocupó por analizar el impacto de una
visión que sobreestimó la fragmentación, en
detrimento de la perspectiva de totalidad.
Para Bohm existe un orden desplegado, que es el mundo
que observamos, mundo o realidad que aparece como discontinuo y
discreto. Pero existe a su vez un orden implicado, que el
denomina "totalidad no dividida en movimiento fluyente" que es
continuo y que da cuenta de las relaciones significativas del
mundo discreto.
Según Bohm esta perspectiva se impone a la hora
de pensar en la teoría de la relatividad o en la
teoría cuántica. "La teoría de la
relatividad-escribe Bohm- requiere esta manera de observar las
partículas atómicas, las cuales constituyen toda la
materia,
incluyendo desde luego, a los seres humanos con sus cerebros, sus
sistemas nerviosos y los instrumentos de observación que han construido y que
utilizan en sus laboratorios. Así, al acercarnos a la
cuestión por caminos diferentes, tanto la relatividad como
la teoría cuántica coinciden en que ambas
presuponen la necesidad de mirar el mundo como un todo
continuo, en el cual todas las partes del universo, incluyendo
al observador y sus instrumentos, se mezclan y se unen en una
totalidad. En esta totalidad, la forma atomística de
mirarla es una simplificación y una abstracción,
solamente válida en algún contexto limitado" (Bohm,
1987: 32).
Una perspectiva tal requiere, por supuesto, una
redefinición radical de la forma en que observamos o
percibimos. Implica reconocer el mundo de lo discreto, de la
discontinuidad, de las formas particulares, pero a su vez,
inscribir esta discontinuidad en un orden superior en donde
podamos restablecer la llamada totalidad no dividida y fluyente.
Como consecuencia de este planteamiento Bohm llega a plantear la
necesidad de redefinir el lenguaje,
de introducir un nuevo modo en el lenguaje que el denomina
"reomodo". "ya tenemos -dice-diferentes modos en el verbo,
como, por ejemplo, el indicativo, el subjuntivo y el imperativo,
y hemos desarrollado habilidad en el uso del lenguaje para
emplear cada uno de estos modos cuando lo necesitamos, sin que
nos haga falta elegirlos conscientemente. De un modo parecido
consideraremos ahora un modo en el que el movimiento se considera
primario en nuestro pensamiento, y en el que esta noción
se incorpora a la estructura del
lenguaje para que sea el verbo, antes que el nombre, el que
juegue el papel principal"(Bohm, 1987:57).
Lo que interesa acá es captar el fluir de los
procesos, su interconexión, allí donde el lenguaje
tradicional nos obliga a ver el mundo como estructuras
rígidas y estáticas. Se trata, entonces, de un tipo
de percepción y de expresión que introduce la
noción de fluir, de movimiento, desplazándonos
radicalmente de un paradigma donde los objetos los percibimos
como separados y estáticos hacia otro donde los percibimos
en sus intercambios e interrelaciones.
La familiaridad de Capra con la teoría de la
relatividad y la teoría cuántica, además de
su experiencia personal durante
las décadas de los sesentas y setentas, cuando se
relacionó con los movimientos psicodélicos y con el
misticismo oriental, lo llevó a establecer puntos de
relación entre la física y el pensamiento oriental.
Sin renunciar a una sólida formación experimental y
a la rigurosidad de su campo de estudio, Capra se dio a la tarea
de estudiar los posibles vínculos entre la física
moderna y el misticismo oriental, encontrando paralelismos
inéditos que lo llevaron a modificar su perspectiva, tanto
del paradigma científico modernista como del papel de la
tradición oriental en un nuevo paradigma
posracionalista.
El Tao de la Física, primera obra
importante de Fritjof Capra, publicada en 1975 en inglés
y traducida al español en
1977, ya desde su título nos indica con claridad su
propósito. Pero más allá de un deseo
de trascender los opuestos, de encontrar la complementariedad
entre el yin y el yang, que evoca la palabra Tao, lo cierto es
que Capra encuentra evidencias que
el pensamiento o la mística oriental, sea budista o
taoísta, contiene elementos fundamentales que la
física moderna, por otros medios,
también desarrolla. De hecho, según Capra "los
dos pilares de la física del siglo XX –la
teoría cuántica y la teoría de la
relatividad- nos obligan a ver el mundo del mismo modo que lo ve
un hindú, un budista o un taoísta" (Capra, 1997:
25).
Hay una similitud, por ejemplo, entre la visión
de Bohm del orden implicado y la mística oriental.
"Para el místico oriental-escribe Capra-todas las cosas
y los sucesos percibidos por los sentidos
están conectadas e interrelacionadas, y no son sino
diferentes aspectos o manifestaciones de una misma realidad
última. Nuestra tendencia a dividir el mundo que
percibimos en cosas individuales y separadas y a vernos a
nosotros mismos como egos aislados se considera como una
ilusión, creada por nuestra mentalidad medidora y
clasificadora. En la filosofía budista se le llama avidya
o ignorancia, y es considerada como un estado mental confuso que
se debe superar". (1983: 32).
Lo que Capra encuentra en el pensamiento oriental es esa
conexión profunda que hace posible abordar los procesos de
la realidad, sea física, cultural, o social, desde una
perspectiva mucho más rica que el reduccionismo modernista
occidental. Capra, sin embargo, no cae en la tentación de
mistificar o denigrar una u otra perspectiva. Señala que,
como el yin y el yang, ambas visiones pueden complementarse en un
paradigma como el ecológico. Distingue, ciertamente, la
naturaleza de las experiencias provenientes del método
científico y del misticismo. En el caso de la ciencia esta
opera en contextos muy precisos y con protocolos
estrictos. Los conceptos, la abstracción, la
experimentación, la inducción están orientados a
contrastar y a validar sistemas de verdad a partir de hipótesis claramente delimitadas. En el
caso de la mística lo que interesa no es tanto el
conocimiento conceptual o intelectual, sino la experiencia
directa de la totalidad, de la interrelación, y la
interdependencia. "En el misticismo oriental,-escribe Capra-el
conocimiento está firmemente basado en la experiencia"
(1983: 49).
Es, sin embargo, un tipo de experiencia que va
más allá de la experiencia del conocimiento
racional. Las técnicas
de conocimiento propias de la tradición mística
están orientadas a silenciar la mente pensante, racional y
a acrecentar la experiencia intuitiva. De aquí la riqueza
de la experiencia del "ver" de la mística oriental. Ver es
ir más allá del concepto, de la definición,
de la descripción. Es experimentar la
conexión profunda de la naturaleza y el cosmos, donde el
experimentador participa directamente de esa conexión.
"La experiencia directa de la realidad trasciende los reinos del
pensamiento y del lenguaje y dado que todo misticismo se basa en
dicha experiencia directa, cualquier cosa que pueda decirse sobre
la misma será sólo parcialmente cierta" (Capra,
1983: 59).
Según Capra el interés principal de los
místicos lo constituye la experiencia de la realidad y no
la descripción de esa experiencia. Pero es precisamente
esa riqueza de la mística oriental lo que la hace
interesante. Tanto la teoría cuántica como la
teoría de la relatividad nos enfrentan a una realidad
distinta a la cartesiana newtoniana. En este sentido "la
teoría cuántica y la teoría de la
relatividad nos obligan a ver el mundo del mismo modo que lo ve
un hindú, un budista o un taoísta" (Capra,
1997:25). De aquí que sea necesario, si queremos
trascender el racionalismo clásico, instalarnos en un
paradigma que vaya más allá del dualismo
occidental.
2.3. Características del paradigma
ecológico.
Desde 1975 hasta sus últimas obras, la
búsqueda de Capra ha estado orientada por la
sistematización del paradigma ecológico
considerando ámbitos de aplicación, valores,
metodologías, enfoques, innovaciones, resultados concretos
y perspectivas. Para la formulación de esta
síntesis ha incursionado en el espectro de las
disciplinas, desde la física, su campo original, pasando
por la química, la biología, la psicología,
la economía, las ciencias sociales, y últimamente
las teorías cognitivas. Su hipótesis es que es
posible pensar un campo unificado de conocimiento, donde los
conceptos de red y vida sean los centrales.
Desde esta perspectiva la vida en su totalidad, como
atributo del planeta, empieza a ser el centro de interés y
no tanto el hombre, o los objetos inertes. Cabe señalar,
asimismo, que Capra inaugura un nuevo tipo de
investigación, que se ajusta precisamente a su
visión en red de los procesos.
La investigación de Capra no se centra ya en el
laboratorio o
en el texto escrito sino en la conversación. Se investiga
también conversando y sistematizando nuevos puntos de
partida en la conversación. Dos de sus libros,
Sabiduría Insólita: conversaciones con
personajes notables (1988) y Pertenecer al Universo:
encuentros entre ciencia y espiritualidad (1991) son
conversaciones. En ellos, mediante un intercambio de pareceres,
puntos de vista, informaciones recientes, se elabora un estado de
situación que queda abierto para futuros encuentros. Es
una manera creativa de cooperar mediante el dialogo y el
encuentro.
A lo largo de los años Capra ha ido estableciendo
las características del nuevo paradigma ecológico,
que sin duda alguna se complementa con la obra de Ferguson y de
otros investigadores contemporáneos. Según Capra el
paradigma o visión ecológica es fundamental en
cuanto incorpora los aportes del pensamiento sistémico y
holístico pero va más allá. "la
percepción desde la ecología profunda reconoce la
interdependencia fundamental entre todos los fenómenos y
el hecho de que, como individuos y como sociedades, estamos todos
inmersos en (y finalmente dependientes de) los procesos
cíclicos de la naturaleza. (…) La ecología
profunda no separa a los humanos-ni a ninguna otra cosa-del
entorno natural. Ve el mundo, no como una colección de
objetos aislados, sino como una red de fenómenos
fundamentalmente interconectados e interdependientes. La
ecología profunda reconoce el valor intrínseco de
todos los seres vivos y ve a los humanos como una mera hebra de
la trama de la vida." (Capra, 1998: 28-29)
En su última obra Las conexiones ocultas:
implicaciones sociales, medioambientales, económicas y
biológicas de una nueva visión del mundo
(edición
en inglés 2002, traducción al español 2003)
establece ya un nuevo marco de reflexión, profundizando lo
planteado en La trama de la vida, y que culmina lo
iniciado en el Tao de la Física.
En el epílogo de Conexiones escribe:
"Mi objetivo al
escribir este libro ha sido
desarrollar un marco conceptual que integre las dimensiones
biológicas, cognitivas y sociales de la vida, un marco que
nos capacite para adoptar un enfoque sistémico frente a
algunas de las cuestiones críticas de nuestros
días. El análisis de los sistemas vivos en
términos de nuestras perspectivas interconectadas-forma,
materia proceso y significado-hace posible aplicar una
comprensión unificada de la vida a fenómenos
correspondientes tanto al reino de la materia como al
ámbito del significado. Hemos visto, por ejemplo, que las
redes metabólicas de los sistemas biológicos se
corresponden con las redes de comunicación de los sistemas sociales, que
los procesos químicos productores de estructuras materiales se
corresponden con los procesos del pensamiento que producen
estructuras semánticas, y que los flujos de materia y
energía se corresponden con los flujos de ideas e
información. Uno de los conceptos fundamentales de esta
comprensión sistémica y unificada de la vida
consiste en que su patrón básico de
organización es la red" (Capra, 2003: 329).
En esta obra Capra concluye que el capitalismo es un
sistema cuyos valores son diametralmente opuestos a cualquier
perspectiva ecológica. "El objetivo de la
economía globalizada-escribe-consiste en maximizar la
riqueza y el poder de las élites, mientras que el
ecodiseño consiste en maximizar la sostenibilidad de la
trama de la vida" (Capra, 2003:330).
De igual manera Capra asume que el patriarcalismo y la
dominación masculina son valores del paradigma
científico modernista y que el capitalismo ha entronizado
como supremos. Un nuevo paradigma tiene, necesariamente, que
desplazarlos. Algunas de las características del paradigma
ecológico son:
- En el paradigma ecológico las propiedades de
las partes solo pueden ser entendidas a partir de la
dinámica del conjunto. En definitiva, no hay en modo
alguno, partes. Lo que llamamos parte es simplemente un modelo
de una red inseparable de relaciones. La totalidad es lo
primario. - Desde la perspectiva del paradigma ecológico
no existen estructuras fundamentales. Cada estructura es la
manifestación de un todo subyacente. Toda la red de
relaciones es intrínsecamente dinámica. Se
enfatiza en el proceso. - Dentro del paradigma ecológico las
observaciones y descripciones no son independientes del
observador y del proceso de conocimiento. Conocer es una
función primordial de los sistemas vivos,
la mente es intrínseca a la vida. La epistemología está dentro de la
vida, no fuera. - En el paradigma ecológico la metáfora
del conocimiento se desplaza de la imagen de
construcción –leyes y
principios fundamentales, bloques básicos de
construcción, etc.- hacia la imagen de la red. La
realidad es una red de relaciones y nuestras descripciones
forman parte de esa red interconectada. - En el paradigma ecológico se parte del
supuesto de que los conceptos, teorías y descubrimientos
son limitados y aproximados. No hay un conocimiento absoluto,
completo y definitivo de la realidad. - La visión ecológica global es
holística. No solo observa algo como un conjunto, sino
también el modo en que ese conjunto se halla inserto en
otros mayores. - El paradigma ecológico y la conciencia
ecológica se sitúan más allá de los
paradigmas productivistas y racionalistas, en tanto en un nivel
más profundo, se vinculan con la totalidad de la vida y
con la conciencia y experiencia espiritual. - El paradigma ecológico enfatiza los valores y
principios de cooperación, interconexión,
sostenibilidad, responsabilidad
social, espiritualidad y creatividad,
intuición, conservación, síntesis, no
linealidad, asociación, calidad,
experiencia de vida. - El paradigma ecológico está orientado
hacia los procesos.
Como se puede observar, y sin que las
características sean exhaustivas, hay aspectos y
dimensiones que coinciden plenamente con el posracionalismo
posmoderno. Sin lugar a dudas, la relación de este
paradigma científico modernista con el paradigma social
modernista, que privilegia el productivismo, la ganancia, la
competitividad, es directa y determinante. Y es
una preocupación permanente de Fritjof Capra. Tanto
así que su crítica al modelo de consumo y a
la
globalización lo llevan a la crítica de los
valores de la sociedad capitalista. La lógica del capital sin
duda alguna es incompatible con el paradigma ecológico.
Hacia esa lógica y sus valores debemos, según
Capra, volver críticamente la mirada.
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