- Apartado Primero: Sobre
Psicología, Falos Y Relaciones De
Poder - Apartado Segundo: La Conciencia
De Arlt - Apartado Tercero:
Generalizaciones - Conclusiones
Excepción hecha de lecturas realizadas por
Ricardo Piglia, o bien por autores de la crítica
reconocidos en la esfera nacional argentina, Roberto Arlt
es uno de esos escritores sofocados o ubicados en un segundo
plano por diversas razones o circunstancias de la(s) historia(s). Es verdad que,
quienes han profundizado un poco en su ambiguo universo
biográfico y literario, se preguntan o se han preguntado
alguna vez: "¿Qué habría pasado
si…
A) Arlt hubiese nacido en una época en la que la
figura del acaparador Borges no estuviera?
B) Arlt hubiese vivido las épocas posteriores a
su muerte, es
decir, el peronismo y todas
las convulsiones nacionales por aquellas
épocas?
o,
C) Arlt hubiese sido realmente reconocido, y no tapado
por una postura snob o elitista tan característica de los
argentinos, (la misma que salta en las encuestas con
conclusiones: "todos dicen que leen a Borges, pero nadie
lo lee en verdad")?
Las preguntas no guardan relación entre
sí, a no ser por el hecho de que las tres intenten colocar
a Arlt en un rol imaginario "no-under", es decir, en un papel
más "oficial" que "de perfil bajo". Muchas de las
preguntas que sobre la figura de Roberto Arlt circundan se
dirigen a la fantasía de ubicarlo en el lugar "que
realmente hubiera merecido". Esto implica que siempre se vea a
Arlt como a un escritor marginal y excluido de los cánones
de la literatura
argentina.
La orientación de esta monografía será, precisamente,
intentar sostener que este lugar, siempre "tapado por otros",
siempre "de bajo perfil" de Roberto Arlt es tan inseparable de
él como su propia obra. Se intentará fundamentar
que nuestro escritor porteño ha sabido manejar este perfil
con más maestría e intencionalidad que sus propios
escritos, con una conciencia y una
capacidad para observarse a sí mismo dentro de su contexto
que sólo puede compararse con los personajes más
sutiles de la historia del
arte moderno. Para ello, bastará apoyarse en algunas
Aguafuertes Porteñas, así como también en el
cuento "El
Jorobadito", de múltiples posibilidades de lectura.
APARTADO PRIMERO:
SOBRE PSICOLOGÍA, FALOS Y RELACIONES DE PODER.
Desafortunadamente para mi ambición de
trascendencia, no soy el primero ni el único que plantea
que las relaciones de interacción entre los hombres se pone en
práctica en un marco estrictamente de poder.
Ese poder rara vez se fabrica con la misma matriz y rara
vez, también, tiene la misma apariencia. El "tema" del
poder está por todas partes, incluso en la exhuberancia de
la palabra (sofistas o Sócrates,
el sofista de los sofistas); pero siempre es metaforizado de
diferentes maneras.
Sería muy superfluo empezar diciendo que,
básicamente, la relación de poder consta de un
subordinador y un subordinado. En términos más
familiares, de lo "establecido" y de un "acatador": la
relación político-económica entre el Norte y
el Sur, la historia general de la colonización americana,
la figura paterna en la familias de la sociedad
actual, la manipulada "libertad" de
la
globalización cultural son algunos ejemplos de
relaciones de poder con esta estructura.
Mientras dure el más flojo rasgo de la conducta humana,
que es la no-aceptación genuina de la diversidad, las
relaciones de poder descriptas seguirán existiendo y
repitiéndose, y volcándose en todas las posibles
consecuencias (guerras,
incomprensión, patologías psicológicas,
represiones). Este rasgo es común en la condición
humana; más aún, es algo conocido por la conciencia
de los hombres más sensibles, y sin embargo sigue
repitiéndose indefinidamente. ¿Dónde puede
dejar de existir, si el hombre
sensible se halla arrinconado por la mayoría con poca
conciencia, y conociendo el accionar de la humanidad se encuentra
en la espantosa realidad de tener que observar sin poder cambiar
esa maldita peste astutamente irracional? Cuando el hombre
sensible no puede soportar esto, manifestado en
diferentísimos argumentos (ya dijimos: hasta en la
represión del falo como autoridad
despótica en una familia),
algún orden le sugiere la locura, el suicidio o la
ficción (que es un suicidio aún más
cobarde). El instinto de conservación es el único
responsable de que casi todos elijamos la última
opción.
Es en el campo de la ficción, justamente, en
donde David vence a Goliat, porque en la realidad no
podría siquiera irritarlo. Goliat el gigante es más
real que David porque Goliat metaforiza al poder y David a la
utopía. Pero el héroe de la ficción no es el
poderoso sino el que osa enfrentarlo. En la ficción, los
órdenes se invierten y el receptor de una obra de arte espera
siempre que el "acatador" deje de acatar y empiece a atacar:
Raskólnikov, Prometeo, Hitchcock (en "No Particular Day or
Morning" de Bradbury), Gregorio Samsa, Juan Pablo Castel, Otelo,
el Quijote, Dorian Grey, son algunos ejemplos de personajes que
se han convertido en revolucionarios de lo establecido, o que el
lector esperó eso de ellos (el caso de Gregorio Samsa, que
por su inocencia nos conmueve). También lo es, por
supuesto El Jorobadito y casi todos los personajes que Arlt crea
en sus aguafuertes porteñas.
¿Quién puede ser, entonces, más
poderoso que el poder mismo? El héroe, tan bien
caracterizado por el Romanticismo. Es
por eso que los pocos héroes (por definición:
combatidores de lo establecido) reales, de la cotidianeidad y no
de la ficción, son vistos como personajes y no como
personas de carne y hueso; son mitificados: Fidel Castro,
Cristo, Buda o el Subcomandante Marcos. Quien no vea a Castro,
por decir un personaje actual, como a un héroe por
definición más allá de las
ideologías, carece de arte y de abstracción
ficcional.
¿Qué da, entonces, más poder que el
propio poder? Ir contra el poder, mientras más "oficial",
mientras más establecido, mejor. ¿Qué hace
Arlt con su vida y con sus personajes?…
APARTADO SEGUNDO:
LA CONCIENCIA DE ARLT
¿Quién es el jorobadito? Es un marginal
nato: su estructura física confluye, toda
ella, en su joroba. Su conducta
está labrada a partir de esa joroba y sus desagradables
rasgos son directamente proporcionales a su desagradable joroba.
El jorobadito es, al decir del narrador de este cuento, un
"contrahecho", pero el término va más allá
de su deformidad.
¿Quién es la suegra del narrador? Es el
techo de la transgresión del narrador. Este puede
transgredir "hasta la suegra". La suegra del narrador es el
parámetro de sus escondidas intenciones transgresoras. La
suegra domina, es la reina del orden, y todo aquello que no
esté fuera de lo establecido está subordinado a
ella: los planes de casamiento entre el narrador y su novia, la
"formalización" de esa pareja.
¿Quién es la novia del narrador? Es el
verdadero chivo expiatorio del cuento: ella es la única
que conserva genuinos sentimientos y puede formar parte de la
armonía de la no-transgresión al mismo tiempo. No es
consciente de la actitud
manipuladora de su propia madre ni de los planes escondidos del
narrador. No conoce nada y, por lo tanto, es ingenua y, por lo
tanto, es inocente.
¿Quién es el narrador? Es el nexo entre su
suegra y el jorobadito. A la novia del narrador no la incluimos
aquí porque ella no forma parte de este juego, sino
que únicamente sufre el juego. El narrador es un
alma
"contrahecha" en el cuerpo de un dócil muchacho. Es,
más bien, un dócil al que le encantaría
convertirse en el héroe de la ficción y romper con
todo en nombre de sus verdaderas intenciones. Encima,
fatídicamente, el Jorobadito, modelo
(contrahecho y todo) de este héroe, se le cruza por su
vida. La parte dócil del narrador es la que
desprecia al jorobadito; la otra, la genuina, lo necesita. Los
asesinos del jorobadito son dos: la parte dócil ,
inmersa en el orden establecido del narrador y su envidia por el
poder, por las cualidades heróicas del
jorobadito.
¿Quién, de todos estos personajes, es
más Arlt?…
Como dijimos, tenemos en "El Jorobadito" a una ingenua,
a la autoridad, a un transgresor y a un muchacho con enormes
fantasías transgresoras. Estamos en ficción, y,
así y todo, Arlt propone a un personaje que ni en
ficción puede convertirse en héroe. Desde este
punto de vista, el cuento El Jorobadito es increíblemente
realista, y, aunque suene absurdo, es tan realista como La
Metamorfosis de Kafka, en donde el personaje, aún
convertido en insecto, no se atreve a enfrentar al orden
establecido que es la familia. La
situación en los dos cuentos es
igual de asfixiante, pero Samsa muere sin resolver nada,
asfixiado, y el narrador de El Jorobadito tiene la suerte
de conocer al Jorobadito, llave de la violación del orden
establecido, oxígeno
para el narrador. Pero, en un comienzo, la falta de poder
heróico, típico de la ficción, para resolver
un problema grave es la misma en El Jorobadito que en La
Metamorfosis. El narrador de El Jorobadito es igual de
antihéroe que Gregorio Samsa. El único héroe
aquí es el Jorobadito. Arlt, en un acto de brutal honestidad para
consigo mismo, es ese personaje irresoluto, ese impersonal y
confundido que es el narrador. Brutal honestidad para consigo
mismo, porque es capaz de ver y transmitir que, al contrario de
lo que afirma Dalmiro Sáenz, uno no puede ser
más lo que quiere ser que lo que es. No puede, porque el
orden establecido asfixia; no puede, porque es necesario ser un
súperhombre para ello, y no puede, porque casi
nadie es un súperhombre. Arlt se ha percatado de que, si
no juega con su rol de "tapado", de "asfixiado", será
verdaderamente tapado y asfixiado por el orden establecido.
Así que toda la temática de su obra gira o toca
este tema, porque Arlt mismo es este tema. Y Arlt se
convierte en súperhombre de la literatura yendo por el
camino contrario. Borges es súperhombre literario, bueno,
sí. Pero con sardónica sonrisa de lo
lógico… Arlt también lo es!
APARTADO TERCERO:
GENERALIZACIONES
El Jorobadito es un excelente ejemplo de la lucha de
Arlt y sus personajes contra el orden establecido, contra lo
"oficial". Esta actitud, sin embargo, puede no sólo
aplicarse a este cuento y a su biografía (psicología), como se
ha hecho hasta ahora, sino que, en alguna medida, se
podría llegar a decir que es un tema recurrente en toda su
obra, o, por lo menos, en varias de las Aguafuertes
Porteñas.
Sugestionados con la idea que nos ocupa, podemos leer
"Diálogo de
Lechería", una de las aguafuertes, con este modelo; esta
aguafuerte trata de una dama que discute con su esposo acerca de
promesas incumplidas por él. Por ejemplo, la del amor eterno.
Aquí, el hombre es el héroe, y el diálogo,
de características casi teatrales, plasma el preciso
momento en el que el hombre desarrolla la característica
principal del héroe: destrucción del orden
establecido (en este caso: "vivir bajo el amor
eterno"). La mujer, como
casi siempre ocurre, es la víctima de esta
transgresión. La frase final del hombre: "soy un
auténtico hombre honrado", nos deja, en un primer momento,
la sensación de que es en realidad un embustero; pero
leyendo detenidamente, y más allá de algunos
errores salvables que quizás haya cometido, y que
picarescamente intenta salvar… ¿Cuál es el
verdadero signo de estafa de este hombre? La sensación,
luego de varias lecturas de la psicología de este
personaje, es que es genuinamente un hombre honrado, que,
precisamente en ese momento, está siendo extremadamente
sincero con su aparentemente brutal transgresión. Una vez
que depuramos a los personajes de Arlt del modo en que
accionan, descubrimos verdaderos héroes. Rigoletto es un
héroe; el hombre de "Diálogo de Lechería"
también lo es. Y así lo será también
el personaje principal de la aguafuerte "Casarse porque si",
aunque de manera potencial: es transgresor en tanto conocedor de
la verdad de los casamientos, y entonces no incurrirá en
la atrocidad de casarse; rompe con el orden establecido del dogma
del casamiento, porque lo tácito de sus teorías
transgresoras es que no hay que casarse, que el casamiento
es un espejismo de la costumbre y el tedio de la
rutina. Su heroismo, su transgresión, es aquí el
no hacer (no casarse) más que de hacer (como por
ejemplo, el jorobadito y la escena que creó). La
transgresión es aquí menos espectacular pero igual
de válida. Es una transgresión teórica y no
práctica, como en "Diálogo de lechería" o en
"El Jorobadito".
Cuando uno lee algo de Borges, sabe, por diferentes y
numerosos motivos, que leerá algo sublime. Termina de
leerlo y efectivamente lo ha hecho. Cuando uno lee algo de
Roberto Arlt, por diferentes y numerosos motivos (esbozados en la
Introducción), no sabe qué va a
leer. Termina de leerlo y no sabe bien qué ha
leído. La introducción a la maestría de
Borges está enclavada en la sociedad argentina. La
introducción a Arlt no está en el aire como la de
Borges: no sé si Arlt es sublime y no sé en
dónde radica su posible sublimidad. Para leer a Arlt hay
que averiguar antes más que para leer a Borges.
Pero cuando lo hemos hecho, algo comienza a abrirse
interiormente; cuando empezamos a conocer la verdadera
intencionalidad de la obra de Arlt y nuestra graficadora mente
empieza a dibujarlo en el reverso de la moneda en cuyo anverso
está Borges, observamos el carácter complementario e indispensable de
la obra de Arlt con respecto a la de Borges. Este punto de
referencia en la lectura de
la obra de Arlt, sea o no verdadero (criterio eliminado hace
tiempo en la crítica
literaria, irrelevante en sí mismo), es útil e
interesante para crear un aparato de lectura en torno a su obra
que arroje otro tipo de luz sobre
ella.
Es verdad que aún hoy debe tenerse mucho cuidado
al momento de poner esos dos nombres en una misma oración,
por temor a que reaccione con previsible discurso
algún lector que no le cabe comparación alguna
entre Borges y nadie. Por eso es que las intenciones de esta
monografía fueron, mediante algunas
apreciaciones sobre algunos textos de Arlt, intentar concluir en
que este escritor forma parte de las sublimes letras argentinas
de la misma manera en que Borges lo hace. Del mismo modo en que
Dios y el Diablo forman parte indispensable del universo
católico, imposibles de separar e imposibles de erradicar,
Arlt descansa en la parte baja en ese universo argentino en el
que Borges es Dios. Y, con impecable conciencia de que en su
época la actitud "De Florida y de Boedo", es decir la
actitud snob y superflua de la literatura era sólo una
máscara de casi toda la sociedad argentina, Arlt
jugó y captó las necesidades genuinas (no snobs) de
esa sociedad, las necesidades populares y no elitistas, y
aumentó así enormemente la tirada de los diarios en
que publicaba sus Aguafuertes. El pueblo, o mejor dicho una
clase media
cuyos primeros rasgos empezaban a vislumbrarse ya por esas
épocas, disimuladamente, casi a pesar de sí mismo,
lo levantó en brazos. Pero disimuladamente porque…
¿Cómo iban a volcarse así, sin ningún
pudor, en contra del orden establecido que era leer a
Borges y a los escritores de Florida, con todo lo que ser
de Florida implica?
Arlt y sus lectores se manejan siempre con un código
de cómplice silencio. Arlt sabe que romper el orden
establecido es casi imposible, y por eso le deja esa tarea a sus
personajes. Delega responsabilidades a su ficción en la
misma medida en que el narrador de "El Jorobadito" delega
responsabilidades a Rigoletto. Por lo tanto, siempre supo y
siempre sabremos nosotros, sus fieles lectores, que la mejor
manera de laurear la obra de Arlt es en silencio: no olvidemos
que los lectores estamos en la realidad, y hasta tanto no nos
convirtamos en súperhombres, la idea de romper con lo
establecido y de ser héroes es algo que está muy
lejano.
Fernando Tazo