1. Vico, la filosofía moderna y
nuestra cultura
2. La cuestión de los
límites de nuestro conocimiento
4. La historia y la primacía
del lenguaje
Si Italia hubiera
escuchado a Giambattista Vico, y si,
como en el tiempo del
Renacimiento,
aquélla hubiera sido la guía de Europa,
¿no habría sido diferente nuestro destino
intelectual? Nuestros antepasados del siglo XVIII no
habrían creído que todo lo que era claro era
verdadero, sino, al contrario, que "la claridad es el vicio de la
razón humana más que su virtud" porque una idea
clara es una idea finita. No hubiesen creído que la
razón era nuestra facultad primaria, sino, al contrario,
la imaginación; la razón, llegada
tardíamente, no ha hecho más que desecar nuestra
alma.
—Paul Hazard
El juicio racional es lo que derrota al hombre
—Joseph Conrad
¿Qué importancia tiene Vico en los inicios del
siglo XXI? Mucha, especialmente para quienes intentamos que la
voz del pensamiento
hispano y latino se escuche en el contexto de la posmodernidad.
Porque Vico representa, junto con Juan Luis Vives y
Gracián, entre otros, lo mejor de la tradición
humanista de origen latino, que se contrapone tanto a la filosofía racionalista continental, como al
empirismo
anglosajón. Gracias a autores como Ernesto Grassi, podemos
ver hoy el humanismo
renacentista y barroco no
como un simple movimiento
cultural de recuperación de los clásicos
grecolatinos, sino como una manera distinta de hacer
filosofía. En este ensayo me
propongo explorar la raíz de las discrepancias que Vico
tenía con prácticamente todos los filósofos importantes de su tiempo, desde
Maquiavelo y
Hobbes, hasta
Descartes,
Locke y Spinoza. Mi intuición es que la oposición
de Vico a la filosofía de su tiempo no era
tradicionalismo, como una lectura
superficial de sus obras podría sugerir, sino que esconde
una visión de la filosofía que no encontró
eco en su tiempo, pero que daría lugar, pasado un siglo, a
un fuerte movimiento de oposición a la Ilustración. Hoy en día podemos
afirmar que Vico fue uno de los primeros antimodernos, y que su
manera de hacer y ver la filosofía —junto con la de
muchos pensadores hispanos— podría considerarse como
la versión latina de la posmodernidad.
1. Vico,
la filosofía moderna y nuestra cultura
Giovanni Battista Vico nació en Nápoles en 1668.
Era el decimotercero y último hijo de un modesto librero.
Su debilidad corporal, agravada por una caída en la
niñez, le hizo bastante tímido y retraído,
al punto de que casi todos sus estudios los realizó de
manera autodidacta. No obstante, llegó a ser profesor de
elocuencia latina en la Universidad de
Nápoles en 1699, cargo que ocupó hasta pocos
años antes de su muerte, en
1744. Vico también estudió leyes, con el fin
de ganar una cátedra de Derecho Civil en
1723, lo cual no pudo lograr. Posteriormente a esa fecha, se
dedicó mayormente a los estudios de historia, y llegó a
ser cronista real de los Borbones napolitanos (Carlos VII de
Nápoles y III de España).
Su obra más famosa y más elaborada es la Ciencia
Nueva (cuyo título completo es Principios de una
ciencia nueva
en torno a la
naturaleza
común de las naciones), pero no hay que dejar de lado
su obra Sobre la más antigua sabiduría de los
italianos, a partir de los orígenes de la lengua
latina, publicada en 1713, que contiene la famosa
afirmación de que lo verdadero se identifica con lo creado
("verum et factum convertuntur"), ni sus discursos
sobre la
educación humanística, pronunciados entre 1699
y 1707 en la Universidad de Nápoles, o su obra sobre los
métodos de
estudio de su tiempo (1709), en la que critica el método
cartesiano.
A Vico le tocó vivir en un período en el que ya
había arraigado el racionalismo,
y su genio fue
eclipsado por figuras como las de Descartes, Locke, Leibniz,
Malebranche y, posteriormente, Kant. Su obra
habría desaparecido, de no haber sido descubierta por los
románticos de la primera mitad del XIX, particularmente
Jules Michelet. Ya entrado el siglo XX, Benedetto Croce
llegó a decir de Vico que era "ni más ni menos que
el siglo XIX en germen". Y ya en nuestro tiempo, Isaiah Berlin
sitúa a Vico a la cabeza del movimiento de la contra
Ilustración. Según la visión de Berlin, los
filósofos ilustrados franceses eran "racionalistas
radicales que de manera dogmática sostenían que
todas las verdades acerca del hombre y de la naturaleza eran
universales, objetivas, atemporales y transparentes a la
razón. Como movimiento, proponían doctrinas
filosóficas y políticas
esencialmente ahistóricas, que probaron ser
—según él— utópicas,
inflexibles, deterministas, arrogantes, insensibles,
homogenizadoras e intolerantes".
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