- 1.
- 2. La prehistoria de las
relaciones diplomáticas - 3. Las relaciones
argentino-soviéticas durante la Guerra
Fría - 4. Lanusse, Gelbard y la base
jurídico contractual para la explosión
exportadora hacia la URSS: - 5. Proceso de
Reorganización nacional: auge de la sociedad
argentino-soviética - 6 El regreso de la democracia y
decadencia de la sociedad - 7. Observaciones finales:
consecuencias políticas y Grupos
beneficiados - 8.
Bibliografía.
El sector externo de la economía
argentina, según el historiador y economista Mario
Rapoport, presenta dos características principales. La
primera de ellas consiste en su perfil agro-exportador que la
hace depender en forma significativa de los mercados
mundiales. El proceso de
industrialización, aunque produjo cambios en la estructura
productiva y en el tipo de importaciones, no
alteró la ecuación comercial, que existía
desde la época de la independencia.
La Argentina exporta hoy, como hace 100 o 150 años,
productos
agrícolas y ganaderos e importa manufacturas, bienes
intermedios y equipos industriales.
La segunda característica, que interesa
especialmente a los efectos de nuestro análisis, tiene orígenes más
recientes y radica en la conformación triangular de
corrientes comerciales. Antes de la Primera Guerra
Mundial, el país mantenía una estrecha
relación económica, que se expresaba también
políticamente, con Gran Bretaña, al punto que
algunos lo consideraban una especie de "colonia informal" del
imperio británico. Pero en la posguerra, respondiendo a
los cambios que se habían producido en la economía
mundial, se estableció un esquema de
triangulación internacional en el comercio exterior
con mercados compradores y vendedores claramente diferenciados.
Los británicos continuaron siendo los más grandes
compradores de alimentos y
materias primas locales aunque Estados Unidos,
la potencia
emergente, se convirtió en la principal fuente de
capitales y bienes industriales. La libre convertibilidad de las
divisas hizo
posible balancear, al menos en parte, los déficits
comerciales con los Estados Unidos utilizando el superávit
que tenía el comercio con
el Reino Unido. A su vez, préstamos e inversiones
norteamericanas contribuían a compensar los desequilibrios
del sistema. Sin
embargo, la estabilidad de ese sistema era más aparente
que real.
La decadencia económica inglesa y el ascenso del
país del Norte al rango de primera potencia mundial
hacían suponer, como ocurrió en el resto de
América
Latina, un cambio
paulatino de esferas de influencia en perjuicio de Gran
Bretaña, proceso que no se verifica. Las distintas
barreras que existían en los Estados Unidos para la
colocación de los productos argentinos, que
incluían la prohibición total para la entrada de
carnes argentinas, impidieron una mayor complementación
comercial y, lo que es más importante, tuvieron serias
repercusiones internas. Los sectores terratenientes, cuyo peso
económico y político era determinante, se
sentían directamente perjudicados y temían
profundizar una relación que carecía para ellos de
perspectivas.
Al grito de "Comprar a quién nos compre", la
solución que dichos sectores impusieron, favorecida por la
nueva coyuntura que se abría con la crisis mundial
de 1930, consistió en volver a estrechar los lazos
bilaterales con Gran Bretaña, aunque los resultados
implicados no se produjeron porque los británicos ya no
podían abastecer a la Argentina de los productos que
necesitaba. Esta política
contribuyó a crear en cambio una serie de fricciones
económicas y diplomática con los Estados Unidos sin
conseguir anular la dependencia tecnológica y en el
suministro de bienes que existía con dicho país. En
el aspecto comercial, por lo tanto, la relación triangular
se reanudó, salvo durante el período de la Segunda Guerra
Mundial durante el cuál la Argentina obtuvo saldos
favorables con Estados Unidos debido a las restricciones que
sufrió el comercio de importación. Desde el punto de vista
político este período puso en evidencia los
conflictos
latentes entre Estados Unidos y Gran Bretaña respecto al
presente y futuro de sus relaciones comerciales con la
Argentina.
En la posguerra, el funcionamiento del triángulo
anglo-argentino-norteamericano se fue debilitando por la mayor
competitividad
de las economías argentina y norteamericanas (Estados
Unidos se transformó en el más grande exportador
mundial de cereales), las políticas
nacionalistas del gobierno
argentino, y las dificultades crecientes de la economía
británica.
La apertura de nuevos mercados, en especial los de la
Comunidad
Económica Europea a mediados de los años cincuenta,
pareció dar una respuesta a esos problemas,
aunque sin alterar en el fondo el esquema triangular vigente,
pues las principales corrientes de insumos y capitales
seguían viniendo de Norteamérica. Sin embargo, esta
situación no pudo mantenerse porque la Comunidad Europea
comenzó a proteger su producción agrícola obligando a
buscar otros mercados. Es entonces cuando se desarrolla una nueva
alternativa, que en realidad había empezado en forma
incipiente años atrás: el incremento de las
relaciones con la Unión Soviética y los
países del bloque socialista.
Los vínculos económicos y comerciales
argentino-soviéticos, que adquirieron cierta envergadura a
partir de 1953, se afianzaron en la década de 1970 y
llegaron a su punto de mayor desarrollo con
los recientes gobiernos militares. La principal consecuencia es
que la Unión Soviética ocupaba a mediados de los 80
un lugar similar al que ocupó Gran Bretaña dentro
del esquema triangular, en el pasado. El objeto de este trabajo es el
de indagar sobre el desarrollo de dichos vínculos y de sus
necesarias consecuencias políticas, en un mundo que se
caracterizaba por el maniqueísmo, donde dos potencias se
disputaban la hegemonía mundial y los actores "menores" se
"alineaban".Haciendo especial hincapié en la más
reciente dictadura militar
donde lo real y lo aparente se mezclan para darnos un
caótico escenario en el cuál "comunistas" y los
paladines castrenses locales aparecen paradójicamente
hermanados. Las conclusiones finales girarán en torno a
cuáles son los grupos
beneficiados donde encontraremos apellidos de llamativa
actualidad.
2. La prehistoria de
las relaciones diplomáticas
Las primeras menciones sobre América
que llegaron a Rusia datan de
1530, y aparecen en un manuscrito del monje Máximo Griego
(Grecco). Los primeros rusos que habían visitado a
la América Latina (las islas Antillas) fueron el escritor
y traductor F. Karzhavin y el mercader V. Baránschikov (en
los años 70 – 80 del siglo XVIII). Pero el
conocimiento político sobre Sudamérica se
inició cuando Francisco de Miranda llegó a la corte
de Catalina la Grande para solicitarle, sin éxito,
el apoyo ruso a la emancipación de las colonias
españolas, una causa que , sin embargo, era popular en los
círculos intelectuales
de la época. Un público más vasto, iba a
saber de la Argentina por la traducción al ruso en 1871, del texto de
Charles Darwin "El
viaje alrededor del mundo del naturalista en el Beagle",
sobre todo por los datos curiosos
acerca de las tribus fueguinas y su bajo nivel de desarrollo. No
faltaron tampoco los aventureros que se familiarizarían
con el nombre de un lugar tan lejano. Tiempo
después, Amalia, la novela de
José Mármol, fue publicada como folletín de
prensa
"decembrista", el movimiento
antifeudal de mediados del siglo XIX. Los vínculos
culturales entre Rusia y América Latina en general,
seguían ampliándose. En Rusia fueron,
también publicadas obras de M. M. Ugarte, A. Azeved, R.
Darío y otros escritores latinoamericanos. En
América Latina se dieron a conocer obras de L.
Tolstói, M. Gorki, F. Dostoievski y otros escritores rusos
.
Pero los vínculos bilaterales, la prehistoria de
las relaciones diplomáticas, entre sendas naciones,
tendrían su punto de partida en una carta enviada, al
entonces Presidente Julio Argentino Roca, con fecha 31 de mayo de
1886. Por medio de la misma, Alejandro III luego de una
interminable lista de halagos al mandatario argentino y
declaraciones de buena intención, nombraba al escritor (y
sobre todo viajero) Alexander Ionin (1837-1895) como Ministro
Extraordinario y Plenipotenciario en la Argentina. El
diplomático ruso contribuyó radicalmente a las
relaciones de Rusia con la Argentina desde 1886, pero
también con Uruguay y
México. El
1 o 13 (según se considere el calendario ortodoxo o
gregoriano) de agosto de 1885 le escribía al ministro de
Negocios
Extranjeros, Nicolai K. Guirs, presentando a la Argentina, tan
desconocida en San Petesburgo como lo era Rusia en Buenos Aires,
como un país que "[…] está haciendo progresos
notables; su población aumenta rápidamente y el
puerto de Buenos Aires supera en importancia al de Río a
causa del creciente desarrollo de las vías
férreas".
Según el ministro ruso las relaciones entre los
dos países tendían a ser "de carácter platónico" y el deseo de un
acercamiento más estrecho debía fundamentarse
"no en un provecho material inmediato, sino en posibles
aspectos para el futuro" No era lo que pensaban los
diplomáticos argentinos, que buscaban, en ese entonces,
relaciones prácticas. Ionin continuaba diciendo que los
rusos a pesar de ser competidores de los argentinos en el
comercio mundial de trigo, lana y cueros podían "(…)
tenderse recíprocamente las manos y los rivales
convertirse en socios para competir, a la vez, con América
del Norte y Australia, las cuales al vender trigo a Europa, nos
quitan el pan a nosotros y a la República Argentina".
Eran los esbozos de una alianza muy peculiar.
Curiosamente, la Rusia soviética habría de
convertirse un siglo más tarde en el mayor comprador de
los cereales argentinos, entre otras cosas porque, por una
combinación de la ineficiencia de su producción
agropecuaria con el incremento del consumo
interno y el desarrollo de la ganadería.
Ucrania dejó de ser "el granero europeo".
La idea de conformar en 1885 una alianza internacional
no parecía alocada pero era impracticable. Ninguno de los
dos países poseía una flota mercante capaz de
otorgarle un marco de independencia necesario para pesar en el
mercado mundial.
Pero a pesar de los evidentes impedimentos de orden
geográfico, las vinculaciones comenzarían
paulatinamente a estrecharse. Ionin dejó instalado en
Buenos Aires un secretario, el conde Mauricio Prozor
"gentilhombre de la cámara del emperador Alejandro
III"y más tarde designó de cónsul
general de Rusia en la Argentina al danés Pierre
Christophersen. A su vez, Roca designó un ministro
argentino ante la corte de San Petesburgo, el experto jurista
Carlos Calvo.
Otra carta de la cancillería (17/7/1886) Ionin
explica la importancia de las relaciones ruso-argentinas por dos
factores relevantes. El primero era la ubicación de la
Argentina en relación a las comunicaciones
marítimas entre los océanos Atlántico y
Pacífico y su potencial importancia para la flota rusa. El
segundo "sorpresa" por los éxitos argentinos "en este
tiempo" (1888). Y más tarde para resaltar, el 10/1/1889,
la inteligencia
del presidente Roca, el cónsul antes mencionado le
describía a sus superiores: "(…) fue el presidente
más destacado y querido por haberle prestado grandes
servicios al
país y por entregarle a su sucesor un país en
óptimas condiciones. Además de sus méritos
civiles, el general Roca goza de una reputación militar
excelente por sus exitosas campañas contra los indios de
la Patagonia…"
Pero mas allá de descripciones y del progresivo
avances del conocimiento
entre las dos naciones, las relaciones bilaterales virtualmente
no existían. "Es muy difícil en este momento",
escribía Ionin, "pensar en la obtención de
algún provecho material o comercial resultante de un
potencial vínculo mas estrecho." No obstante, en un futuro
no tan lejano, "si el extremo sur de América
continúa desarrollándose rápidamente como
hasta ahora terminará representando, un considerable
factor político en las relaciones
internacionales; por ello la buena predisposición de
los políticos locales hacia Rusia debe ser tenida en
cuenta". Como resultado de estos juicios mutuos, la labor
consular, aún a falta de negocios continuó
desarrollándose en forma precaria. A modo de hitos en el
vínculo, previo a la Revolución
Bolchevique debemos citar: por un lado, el mes de julio de 1902
cuando la Fragata Sarmiento ancló por varios días
en San Petesburgo siendo visitada por el zar Nicolás; al
año siguiente la participación de Rusia en la
Exposición Rural en la Argentina (con el
propósito firme de desplazar a los proveedores de
máquinas agrícolas belgas, alemanes
y norteamericanos, aunque ese interés
fue fugaz, pues, otros conflictos internacionales serían
afrontados por Rusia haciendo un lado este plan, me refiero
a la "guerra
ruso-japonesa).
Tras la conmoción interna sufrida producto de la
Revolución de Octubre del 17, los vínculos
comerciales entre la Argentina y la Unión Soviética
tuvieron numerosos altibajos, lógica
consecuencia de la inestabilidad y conflictividad social acaecida
en la nación
ahora socialista.
Hacia 1927 se produjo el primer contacto comercial de
relevancia no sólo para Argentina sino para con toda la
región latinoamericana, la instalación en Buenos
Aires de la Sociedad Rusa
Iuyamtorg con el fin de fomentar el comercio con
Sudamérica. La acción
de la empresa
incrementó sustancialmente las importaciones de origen
ruso y transformó a la Argentina en el principal
partenaire soviético en el continente. Pero pronto
los cambios políticos internos afectaron esa
relación y en 1931, el gobierno militar del general
Uriburu clausuró la sociedad acusándola de ser una
agencia de difusión del comunismo. Luego
de eso, y hasta 1946, el comercio disminuyó
drásticamente y el comportamiento
de ambos gobiernos en los foros internacionales se
caracterizó por una hostilidad mutua cuyos puntos
más destacados fueron la proposición argentina para
excluir a la Unión Soviética de la Liga de las
Naciones en 1939 por su invasión a Finlandia, y la
oposición de Molotov a aceptar el ingreso de la Argentina
en las Naciones Unidas,
en 1945, debido a su política de neutralidad en la guerra
y a las supuestas simpatías pronazis de su
gobierno.
Con todo, en la temprana post-guerra y a pesar de los
ataques al gobierno argentino de entonces (de origen militar y en
el cuál Perón era
su principal figura) efectuados tanto por la prensa
soviética como por el Partido Comunista local, los rusos
iniciaron conversaciones secretas con funcionarios de ese
gobierno a fin de solucionar las diferencias existentes. Es
así que pocos días después que Perón
asumiera como presidente constitucional, más precisamente
en junio de 1946, los dos países reestablecieron
relaciones diplomáticas. Como una muestra del
interés comercial que tenía por la Argentina, la
Unión Soviética envió a Buenos Aires, casi
simultáneamente con su embajador, una numerosa misión
económica. Argentina comenzaba a mostrar una
característica que lo distinguiría del resto de los
países latinoamericanos, el mantener ininterrumpidamente
sus relaciones comerciales con la URSS a pesar de la "Guerra
Fría".
3. Las relaciones
argentino-soviéticas durante la Guerra
Fría
En los primeros años del gobierno peronista, el
intercambio comercial se reanudó lentamente y sin mucho
entusiasmo, especialmente de la parte argentina, sin que esto
altere en nada la afirmación antedicha. La guerra
fría por un lado y la actitud
anticomunista de Perón a la vez de su negativa a firmar un
convenio comercial de largo plazo tal como querían los
soviéticos por otro, fueron las principales causas. A
partir de 1952, sin embargo, en consonancia con la crisis
económica padecida por el gobierno local las cosas
cambiaron y los vínculos bilaterales, tanto
económicos como culturales y diplomáticos, se
expandieron rápidamente. Según el Rapoport la
explicación de este hecho, residía en las
crecientes dificultades que experimentaba la economía
peronista en el contexto local sumado a los obstáculos
externos que existían para desarrollar su comercio
internacional, así como los deseos de contrapesar la
influencia norteamericana, hicieron bienvenida una apertura hacia
el Este. La Unión Soviética, por su parte, iniciaba
también por esos años un notable cambio en su
política
económica hacia Occidente y el Tercer Mundo, que tuvo
manifestación inicial en la Conferencia
Económica Mundial de Moscú de 1952, aún en
vida de Stalin y que la impulsaba a aprovechar toda circunstancia
favorable para desarrollar vínculos con los países
fuera de su bloque.
Una muestra del acercamiento entre ambos países,
que en la época adquirió considerable
repercusión, fue la entrevista
que en febrero de 1953 sostuvieron Leopoldo Bravo, el embajador
argentino en Moscú y Stalin, muy poco antes de su muerte. Era la
primera vez que el líder
soviético recibía a un representante de una
nación
latinoamericana. Como resultado de ello se firmó el primer
convenio comercial entre un país de América Latina
y la Unión Soviética, que preveía un
intercambio recíproco de 150 millones de dólares y
gracias al cuál la Argentina se transformó en el
principal cliente y
abastecedor soviético en el área. Culminando ese
proceso en 1955 cuando se realizó en Buenos Aires la
primera exposición industrial rusa en el continente. El
interés soviético por el desarrollo de sus
relaciones con la Argentina que había comenzado con
aquellos pronósticos favorables de Ionin y Guirs,
continuó en los años ´20 tras la
instalación de la empresa
Iuyamtorg, ahora se veía concretado. Las relaciones
argentino-soviéticas en esa época jugaron, sin
duda, un rol destacado en la formulación de la nueva
política de la URSS hacia América Latina y el
Tercer Mundo, en general, que se afinaría más tarde
bajo la conducción de Krushev.
El régimen militar que derrocó a
Perón (Revolución Libertadora), a fines de 1955,
siguió una política económica más
ortodoxa y cercana a los Estados Unidos. Esto produjo una
sensible disminución en el comercio con el Este, aunque no
se anuló el convenio vigente con la Unión
Soviética y en enero de 1958 se envió a
Moscú una misión económica para la
utilización de los créditos pendientes.
Con la asunción de Frondizi ese mismo año
las relaciones entre ambos países cobraron nuevo impulso,
al calor del
proyecto
desarrollista, y de la marcada influencia "frigerista" (asociada
a la mano derecha del presidente, Rogelio Frigerio) que desde la
revista "Que"
veían con buenos ojos un acercamiento hacia la URSS. El
presidente electo gozaba de prestigio entre las altas esferas del
Kremlin por su pasado antiimperialista y muchas de las ideas de
su grupo
gubernamental en materia de
política exterior, como antes se mencionaba, en la
cuál coincidían con Kruschev y los dirigentes
soviéticos de ese entonces. Pues, Arturo Frondizi
pertenecía al ala izquierda del radicalismo y había
publicado en los años ´50 "Petróleo y
política" fuertemente crítico de los Estados
Unidos y de marcado tono nacionalista, en un contexto de enconado
enfrentamiento con Perón y los acercamientos
político – económicos hacia
Norteamérica en los albores de su
derrocamiento.
El gobierno de Frondizi decepcionaría en parte a
los soviéticos al realizar una política
económica distinta a la esperada: en vez de nacionalizar
empresas
comenzó a alentar inversiones extrajeras de Estados Unidos
y de Europa Occidental, especialmente en la industria
petrolera; y en vez de practicar una política de ingresos flexible
aplicó un programa de
austeridad que lo llevó a enfrentar a sus antiguos apoyos,
el peronismo y la
"izquierda", y a adoptar medidas represivas contra ellos. Valga
la somera mención de los importantísimos
condicionantes políticos que sufrió el gobierno en
un contexto interno de proscripción del peronismo y de
permanente "tutela" de las
fuerzas armadas.
A fines de 1958 Frondizi envió, sin embargo, una
nueva misión económica a Moscú encabezada
por un hombre de su
entera confianza, el diputado Liceaga, y sus gestiones dieron
lugar al otorgamiento de un crédito
de 100 millones de dólares para la compra de equipos
petroleros, el primero de este tipo que recibía un
país latinoamericano. Aún así, sometido a la
presión
de los militares, que en consonancia con lo antedicho le
realizaron numerosos planteos y conatos de golpe de Estado,
y con un ministro de Economía que le había sido
impuesto
(Álvaro Alzogaray), la posibilidad de ampliar las
relaciones económicas y políticas con la
Unión Soviéticas se hacía difícil. En
1959 hubo incluso algunos incidentes diplomáticos entre
los dos países en los que se vieron involucrados
funcionarios soviéticos en Buenos Aires. Pero la voluntad
de ambas partes tendientes a un acercamiento era lo
suficientemente grande como para que en 1960, en ocasión
de los festejos del sesquicentenario de la revolución
de mayo, la URSS enviase a Buenos Aires una delegación
de alto rango, una de las más importante llegada al
país, encabezada por el entonces vicepresidente del
Consejo de Ministros, Alexel Kosiguin. Era, como afirma Carlos
Echagüe, el portavoz de un mensaje personal de
Nikita Kruschev a Frondizi ,en el que el premier soviético
remarcaba "la similitud en la posición internacional de
los dos países en una serie de problemas" y la
necesidad de un mayor estrechamiento de las relaciones
económicas y culturales entre ambos. La agencia TASS
comentaba acerca del mensaje la importancia de la
"posición argentino-soviética para la imponer la
paz" . Casi simultáneamente con la "misión
Liceaga" se firmó un protocolo
adicional al convenio pactado con el propósito de comprar
maquinaria soviética, la que sólo se pudo completar
en forma parcial, jaqueado por los planteos militares y la
oposición política el gobierno de Frondizi fue
derribado por un golpe de Estado en
1962, entre otras cosas por su política internacional, que
en la óptica
de muchos militares fluctuaba sospechosamente entre "Occidente" y
la "amenaza marxista".
El nuevo gobierno de Guido sin llegar nunca a romper
relaciones diplomáticas con la Unión
Soviética asumió una actitud abiertamente
anticomunista y antisoviética. En el terreno comercial,
haciéndose eco de las críticas que se habían
realizado a la deficiente calidad del
material comprado a ese país, el gobierno argentino
decidió rescindir el convenio de 1953, firmado por
la
administración peronista, retrocediendo, así a
la situación existente antes de esa fecha, disminuyendo el
comercio con el bloque soviético en forma
significativa.
La gestión
de Illia, partidario de la Unión Cívica Radical,
que sucedió a Guido gracias a la celebración de
nuevas elecciones presidenciales, volverá a reactivar las
relaciones argentino-soviéticas, especialmente en el plano
económico. Entre 1963 y 1966 el comercio entre sendas
naciones, alcanzaría los mayores volúmenes hasta
entonces conocidos. El gobierno radical implementó una
política de tono nacionalista, cuyos puntos más
importantes consistieron: en la anulación de los contratos
petroleros firmados por Frondizi con empresas norteamericanas
(haciendo letra muerta de su propio "Petróleo y política"), la ley de
medicamentos y la regulación de la industria automotriz.
En el marco de esa política y procurando ampliar los
mercados externos se envió a Moscú otra
misión económica encabezada por Facundo
Suárez, que negoció un importante intercambio de
trigo por productos petrolíferos soviéticos. Fue la
primera compra importante de cereales por parte de la URSS a la
Argentina (un millón de toneladas de trigo), pues hasta
entonces los principales rubros de importación de ese
país habían sido cueros y lanas. A la vez, a
principios de
1966, las relaciones habían mejorado lo suficiente como
para iniciarse las tratativas de un nuevo convenio comercial a
largo plazo (siendo según Mario Rapoport la modalidad de
acuerdo preferida, en lugar de negociaciones puntuales). Pero la
inestabilidad política interna en la Argentina
impidió este nuevo acercamiento.
En junio de 1966 el presidente Illia era derrocado a
manos del Gral. Onganía quien adhirió,
incondicionalmente a los postulados de la "doctrina de seguridad
nacional", sancionó una ley anticomunista y alentó
un estrechamiento de relaciones con los Estados Unidos, los
cuáles por intermedio de su compañía de
inteligencia (CIA) tenían minucioso conocimiento del golpe
de Estado. Las negociaciones con la URSS, que se hallaban
bastante avanzadas quedaron virtualmente paralizadas y
volvió a producirse una reducción del intercambio
comercial. Pero este iba a ser el último período en
el que las relaciones con la potencia soviética
experimentaría tales contratiempos.
Hacia 1969 la Argentina se vio expuesta a una profunda
crisis política y social que se expresó en
sublevaciones populares sintetizadas en el "Cordobazo", que
hicieron tambalear el régimen. Por aquellos años
comenzaron a desarrollarse los primeros accionares guerrilleros
urbanos que llegarían a su apogeo tiempo más
adelante. Onganía se vio obligado a renunciar y ceder su
lugar al General Levingston. Durante su breve período al
frente del gobierno nacional (posteriormente reemplazado por el
General Lanusse, en quién nos detendremos particularmente)
se produjeron algunos cambios en la política hacia la
URSS, especialmente con el envío hacia Moscú de una
misión de carácter privado, pero alentada por el
gobierno, encabezada por un importante industrial y banquero
Hernán Ayerza y un científico Mariano Castex. Entre
las razones que explican este cambio se destaca fundamentalmente,
las dificultades que experimentaba el comercio con Europa
Occidental debido a las políticas proteccionistas de la
Comunidad Económica Europea (CEE), que comenzaron a
manifestarse con fuerza a
comienzos de la década del ´70, como ser el PAC
(Política Agrícola Común).
4. Lanusse, Gelbard y la base
jurídico contractual para la explosión exportadora
hacia la URSS:
He decidido hacer un alto en el relato
cronológico por la importancia vital de este punto dentro
del análisis de las relaciones comerciales con la Rusia
soviética, es el momento de la "singular apertura hacia el
Este" a través de "hombres de derecha". Obviamente este
proceso no se desarrollo en el vacío sino que estaba
sustentado en relaciones existentes desde antes, y es aquí
donde juega lo expuesto hasta el momento.
El gobierno del Gral. Lanusse expresará esos
cambios al plantear como principio rector de su política
internacional la eliminación de las "fronteras
ideológicas" e iniciar un acercamientos hacia Rusia,
Cuba e incluso
con Chile bajo el mandato del socialista Salvador Allende. Los
militares que llegaron al poder en 1966
haciendo gala de su "occidentalismo", estaban ahora, bajo el
apremio de acontecimientos políticos y económicos
internos y externos, alterando radicalmente sus posiciones
iniciales, al menos en política exterior.
La misión Ayerza, antes mencionada, abrió
el camino para el envío de una nueva misión, esta
vez oficial encabezada por un subsecretario del ministro de
Relaciones Exteriores, Antonio Stany-Gendre en junio de 1971.
Producto de ésta, se firmó un nuevo convenio
comercial en presencia del ministro Gromyko – lo
cuál demuestra la importancia que tenía para
Moscú – que además de servir como punto de
partida para un incremento a largo plazo del intercambio
comercial establecía la cláusula de la
nación más favorecida y sentaba las bases legales
de las relaciones que rigieron hasta la caída de la URSS.
En este contexto se creó, en 1972, la Cámara de
Comercio Argentino-Soviética.
La vuelta del peronismo, en 1973, amplió
considerablemente el camino abierto por los militares.
Cámpora, a cuya asunción asistieron Allende y
dirigentes cubanos, era respaldado por el ala combativa del
peronismo y por las agrupaciones guerrilleras. En su breve
gobierno se inició una política "tercermundista",
que Perón a fin de no perder el control de su
movimiento, continuó aunque más
moderadamente.
El impulsor de los acuerdos económicos que se
realizaría con los países del bloque socialista
sería el ministro de Economía (figura fundamental a
efectos de nuestro análisis), José B. Gelbard,
dirigente empresario
(fue presidente de la CGE) que había tenido militancia en
la izquierda y luego en el peronismo. Bajo su iniciativa se
firmó un importante acuerdo comercial con Cuba y se
concretaron convenios económicos con varios países
de Europa Oriental. El hecho más importante fue la
numerosa delegación económica que encabezada por el
ministro viajó a Moscú en 1974 para negociar y
firmar los acuerdos comerciales de mayor relevancia hasta el
momento. La misma fue recibida con todos los honores por Brejnev
y la plana mayor de la dirigencia soviética, una
deferencia que no se repetirá hasta el encuentro del
presidente Alfonsín con Gorvachov tiempo después.
La misión Gelbard firmó tres convenios: uno de
cooperación comercial, uno de suministro de maquinarias y
equipos por parte de la URSS y otro sobre cooperación
científico-técnica. A partir de estos acuerdos se
creó también una Comisión Mixta para
verificar el desarrollo del intercambio, que se reuniría
hasta la caída del régimen ruso en forma
periódica. Según informaba la agencia rusa TASS, en
la visión del ministro Gelbard esos acuerdos, así
como el conjunto de la política de apertura hacia el Este
y los países del Tercer Mundo, "servían a los
objetos de liberación y antiimperialistas a los que
aspiraba el pueblo argentino".
La muerte de Perón, enturbió este
panorama. Ya Perón, en el contexto de constante lucha
interna dentro de su partido había denunciado la
infiltración izquierdista dentro del peronismo, su viuda y
vicepresidente, ahora al frente del ejecutivo nacional
trató de desembarazarse de aquellos elementos considerados
extraños al movimiento. La decisión fue apoyarse en
el ala más "ortodoxa" y al mismo tiempo que procuraba
negociar con el FMI y con
países árabes y del Tercer Mundo; la presidenta se
negó a ratificar los convenios firmados con la URSS y
obligó a renunciar a su principal artífice, el
ministro Gelbard. Pero la presidenta argentina tendría los
días contados al frente del poder
ejecutivo nacional, víctima de un profundo
vacío de poder y de intereses coincidentes de distintos
sectores económicos (principales beneficiarios del
modelo
económico de Martínez de Hoz) sería
derrocada el 24 de marzo de 1976.
5. Proceso de
Reorganización nacional: auge de la sociedad
argentino-soviética
El golpe de Estado de marzo de 1976que puso en el
gobierno al Gral. Videla pareció indicar en sus inicios
una nueva marcha atrás en las relaciones entre la
Argentina y el bloque soviético. El nuevo régimen
militar proclamó abiertamente su vocación
pro-occidental y su adhesión a la doctrina de la seguridad
nacional, procuró dar una "solución final" al
problema de la "subversión" y practicó desde el
inicio una política económica basada en las
enseñanzas liberales de la llamada "escuela de
Chicago". El panorama –a priori- no podía ser
más desalentador para los intereses ligados a la
URSS.
Sin embargo el curso de los acontecimientos
mostrará una realidad opuesta a las especulaciones
previas. En materia de política interna, el Partido
Comunista Argentino (PCA) no fue perseguido como las otras
fuerzas políticas de izquierda y pudo actuar durante todo
el período en condiciones de "cuasi-legalidad" en
relación a las condiciones de prohibición total que
sufrieron la mayoría de las agrupaciones. Esto no
impidió algunos asesinatos o desapariciones de comunistas,
pero no como parte de una política destinada
específicamente, sino como un ataque al accionar de
algunos militantes de base. Más extraño, aún
fue la actitud de los cuadros superiores del PCA que, en palabras
de Echagüe "más soviéticos que
comunistas", tuvieron desde el principio del "proceso" una
actitud de "apoyo crítico". Quienes, según describe
Otto Vargas, distinguían a Videla y Viola como "militares
moderados" con los cuales se podía llegar a un acuerdo o
formar un gobierno "cívico-militar".
Esta actitud se mantuvo, causalmente, hasta 1982 con la
asunción del Gral. Galtieri.
En el plano de las relaciones comerciales, tampoco se
siguió el curso previsible en función
del discurso
oficial castrense. En agosto de 1977, Videla ratificó los
convenios negociados por Gelbard, que cobraron desde entonces
plena vigencia. Entre 1976 y 1979, las exportaciones
hacia la URSS se duplicaron, mientras que siguieron
realizándose obras de infraestructura con
participación soviética, sobre todo en el
área hidroeléctrica, como Salto Grande, y se
ratificaron o se contrataron nuevas, como los estudios de
factibilidad
para la constricción de una gran represa en el
Paraná Medio o la provisión de turbinas para
centrales termoeléctricas. También se firmaron
convenios pesqueros con los países de Europa Oriental, y
se amplió el comercio con la mayoría de ellos. Las
reuniones de la Comisión Mixta argentino-soviética
que se habían suspendido en 1975 volvieron a efectuarse, y
en 1976 se efectuó en Buenos Aires una gran
exposición de productos industriales soviéticos. A
partir de 1978 comenzaron a desarrollarse entre los dos
países vínculos políticos y militares de
cierta importancia, como consultas periódicas formales en
las Naciones Unidas antes de las Asambleas Generales y el primer
intercambio de misiones militares. El acercamiento militar no
resultaba una sorpresa porque en 1977 y 1978, cuando el conflicto por
el canal de
Beagle con Chile amenazaba con convertirse en guerra,
el
periódico del ejército ruso "Estrella Roja",
apoyaba firmemente la posición argentina y criticaba el
"expansionismo" chileno, causalmente ésta posición
contrastaba, según afirma Carlos Echagüe, con la
adoptada con el "New York Times".
Otro terreno de acercamiento entre la Casa Rosada y el
Kremlin fue el de los derechos humanos
donde jugó un rol preponderante la posición de la
administración Carter en los EEUU. Frente a
la presión norteamericana, de algunos países de
Europa Occidental y de organismos independientes, el gobierno
argentino se vio repetidamente criticado en los foros
internacionales. La Unión Soviética, como es
previsible a esta altura del análisis, se opuso siempre a
que la cuestión argentina fuera debatida en los organismos
de los que formaba parte. A fines de 1982 el canciller argentino
reconocía, "nos sentimos acompañados en
relación al tema de los derechos humanos por los
países socialistas".
En este contexto no resulta sorprendente que, a
principios de 1980 el gobierno militar rechazara la
decisión estadounidense de propiciar un embargo colectivo
cerealero para castigar la invasión soviética a
Afganistán. La decisión argentina de no plegarse,
en la que jugó un rol preponderante el ministro
Martínez de Hoz, cuya política económica era
internamente denunciada como favorable a los intereses
norteamericanos. Iba a producir un cambio cuantitativo y
cualitativo en las relaciones argentino-soviéticas. En
verdad, uno de los principales objetivos del
ministro de economía era el retorno a una estructura
productiva predominantemente agropecuaria, parecía tener
así, con la captura de un mercado tan importante como el
soviético, mayores perspectivas de éxito.
Además, a fin de aprovechar los precios
más altos ofrecidos por los soviéticos, que
necesitaban los cereales y estaban interesados en el fracaso del
embargo, se redujo el comercio con mercados
tradicionales.
De este modo, la Unión Soviética se
transformó en el principal comprador argentino, llegando a
canalizar en 1981 el 41,8% de las exportaciones totales, el 80,2%
de las de cereales y el 20,2% de las carnes. En julio de 1980,
para dar continuidad y estabilidad a las relaciones comerciales
se firmó entre los dos países un convenio de cinco
años para la venta por parte
de Argentina de 4.500.000 toneladas anuales de maíz,
sorgo y soja y luego otro
similar para la venta de carnes manteniéndose la venta de
trigo sobre bases anuales.
Como consecuencia de ello, los lazos económicos
entre ambos países se ampliaron en muchos otros aspectos,
aunque las importaciones desde la URSS se mantendrían en
un nivel muy alejado al de las exportaciones en una
proporción de 57 a 1 en 1982, produciendo un fuerte
desequilibrio de la balanza
comercial a favor de la Argentina. Se realizó
así un importante convenio pesquero, en especial para la
pesca e
industrialización del Krill en el Atlántico Sur; se
inició una colaboración en materia nuclear con la
compra de cinco toneladas de agua pesada
para la central nuclear de Atucha I; se acordó la
concreción de distintos proyectos de
infraestructura y se compraron maquinarias y vehículos
soviéticos de distinto tipo.
Desde el punto de vista político los lazos
bilaterales se estrecharon con la asunción al frente del
gobierno del Gral. Viola. Ya a fines de 1980 el periódico
"Estrella Roja" hablaba de "un hombre amigo del régimen,
de ideas moderadas y realistas" que había triunfado sobre
generales del tipo "Pinochet" que "querían imponer a la
Argentina un gobierno de extrema derecha". Poco después de
asumir la presidencia la agencia TASS describía su
elección como "una derrota más para los
círculos ultraconservadores de las fuerzas
armadas".
La situación económica y política
interna, sin embargo, producto de la pésima gestión
del gobierno militar, se deterioraba cada día más.
Económicamente el país sufría una de las
crisis más duras de su historia. El ministro
Martínez de Hoz había prometido un cambio una
modificación estructural y ese cambio se había
producido: un formidable proceso de desindustrialización,
especulación financiera, hiperinflación, desnacionalización
de las empresas, combinación por ese entonces ajena a la
realidad nacional, había originado un decrecimiento del
PBI y un retroceso en muchos años del conjunto de la
economía. En lo político ya trascendían los
efectos devastadores de la represión y los partidos
políticos y diversas organizaciones
populares y sindicales comenzaban a manifestar su descontento,
iniciándose el largo camino para obtener una salida
política democrática. Con Viola ese proceso no se
detuvo y pronto debió renunciar para dejar su lugar al
Comandante en Jefe del Ejército.
Con el acceso de Galtieri a la presidencia se
quebró, sin embargo, la continuidad de la relación
entre sendas naciones. El nuevo presidente – recibido
calurosamente por la administración Reagan- buscó un
acercamiento con los Estados Unidos y comprometió la
colaboración argentina en Centroamérica y el Medio
Oriente en defensa de los principios de Occidente. Advertidos de
ese cambio, los soviéticos efectuaron su primera crítica
abierta a la Junta militar argentina desde su llegada en 1976. La
agencia TASS señalaba en enero de 1982, que Galtieri
tenía fama de pro-norteamericano pero advertía
"(…) Si el Gral. Galtieri rompe los lazos económicos
con la URSS no logrará mantenerse en el poder ni quince
días más, debido a las graves repercusiones que
esto tendría para la economía de su
país".
Ello no impidió que la cancillería
argentina intentará la obtención del veto
soviético en las Naciones Unidas tras la ocupación
de las Islas
Malvinas, en atención a la negativa de aceptar el
embargo norteamericano de granos, antedicha, y a las fuertes
relaciones que todavía mantenía con el bloque del
Este. Sin embargo al reunirse el Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas, la URSS se abstuvo frente a la propuesta
británica. De haber ejercido su derecho al veto, se
hubiera impedido la condena a la actitud argentina y la exigencia
del retiro de tropas. Esto no obstaculizó que en el
trascurso de la guerra, y luego de la misma, el régimen de
Moscú respaldara la causa argentina. Como lo describe
Isidoro Gilbert, el embajador soviético frecuentó
la Casa Rosada e, inclusive llegó a hablarse de la compra
de armas.
Durante el último tramo de la dictadura
militar, las relaciones argentino-soviéticas retomaron el
rumbo del que parecieron apartarse a principios de 1982. El
gobierno argentino manifestó sus deseos de realizar
grandes obras hidroeléctricas con la colaboración
de la URSS, acrecentándose con ese fin el intercambio de
delegaciones técnicas y
económicas. También se reafirmaron los lazos
militares y , en noviembre de 1983, un alto oficial del
ejército soviético fue condecorado por el Comando
en Jefe del Ejército. Las relaciones económicas con
el Este europeo también se estrecharon,, No sólo se
amplió el comercio con la mayoría de los
países de Europa Oriental, sino que se firmaron
importantes convenios con Cuba en los años de Videla y
Martínez de Hoz.
6 El regreso de la democracia y
decadencia de la sociedad
Antes de asumir el gobierno, el radicalismo
planteó claramente el papel de los vínculos con la
Unión Soviética en el marco de la política
exterior. En una entrevista
periodística, Dante Caputo sostuvo que no se
ejercería "ningún tipo de discriminación ideológica" en las
relaciones comerciales con los países del Este. Pero
también afirmó que el gobierno de Alfonsín
tendría como uno de sus objetivos diversificar las
exportaciones "por razones de conveniencia nacional, ya que la
presencia casi exclusiva de un solo comprador provoca de hecho
relaciones de dependencia que no son convenientes". Estas
declaraciones de quién sería el canciller del
gobierno de Alfonsín pueden interpretarse como una actitud
de reacción contra el excesivo peso que tuvieron los
vínculos comerciales con Moscú durante los
años del Proceso.
No obstante esto y la preferencia de las autoridades de
Moscú por Italo Luder como candidato a la presidencia
argentina , la llegada de Raúl Alfonsín a la Casa
Rosada motivó elogiosos comentarios en la prensa
soviética. A pesar de los citados elogios de la misma,
durante la primera etapa del gobierno de Alfonsín las
relaciones económicas con Moscú atravesaron un
período de enfriamiento. Ello se debió a dos
factores: a) la alta prioridad puesta por la
administración radical en sus vínculos con las
socialdemocracias europeas, que tuvo por contrapartida un
enfriamiento de los nexos con el mundo socialista; y b) la propia
crisis de la política interna soviética, sumida en
la primera mitad de la década de los ’80 en una
sucesión de enfermedades y muertes de
sus máximos dirigentes -Leonid Brezhnev (1982), Yuri
Andropov (1984) y Konstantin Chernenko (1985).
Un hecho que evidenció las dificultades
existentes en el intercambio comercial bilateral fue, sin duda,
la Octava Reunión de la Comisión Mixta de
cooperación económica y comercial
argentino-soviética, de principios de noviembre de 1984 en
Buenos Aires, donde ambas partes definieron claramente sus
intereses respecto del intercambio comercial bilateral. En este
encuentro, los negociadores soviéticos intentaron
presionar a sus pares argentinos, aprovechando la
situación altamente competitiva del mercado mundial de
granos, donde Estados Unidos y la Comunidad Europea subsidiaban
sus exportaciones y las colocaban en el mercado soviético
a precios considerablemente menores. Advirtieron que la
URSS se vería forzada a reducir sus compras de granos
a menos que la Argentina aumentara sus adquisiciones de equipos y
maquinarias. Pero también plantearon alternativas para
salir del estancamiento en el intercambio comercial, desde el
trueque (vinos por trolebuses, por ejemplo, que había sido
aplicado por el gobierno de Mendoza), hasta propuestas de
adaptación de las empresas argentinas a las necesidades
del mercado soviético. . No obstante, estas alternativas
chocaron con la realidad de que la clase
empresarial argentina prefería integrarse al mercado
mundial capitalista antes que al socialista. Además, la
capacidad de compra de equipos y maquinarias de origen
soviético se veía altamente comprometida en ese
momento por dos factores: la abultada deuda externa,
que llevaba a la Argentina a privilegiar sus relaciones con
Washington y los organismos internacionales de crédito; y
la tendencia a la baja del precio de los
granos, que reducía los beneficios exportables, tan
necesarios para afrontar los servicios de la deuda (deuda que se
potenció en forma desmedida durante la dictadura militar
anterior). Por el Acta Final de esta Octava Reunión de la
Comisión Mixta, firmada por el secretario de Comercio
argentino, Ricardo Campero, y el viceministro de Comercio
Exterior soviético, Alexei Manzhulo, ambas partes
convinieron en prorrogar el Acuerdo de Suministro de Cereales y
Soja argentino a la URSS, y el Convenio de Suministro de
Maquinaria y Equipo de la URSS a la Argentina. Asimismo,
formalizaron el otorgamiento de un sistema de crédito
recíproco de 5 millones de dólares para la compra
de bienes producidos por ambos países. Pero este acuerdo
excluyó explícitamente los productos agropecuarios
argentinos, que debían ser adquiridos por Moscú al
contado. Con dicha excepción , los negociadores
soviéticos expresaron su preocupación por el
déficit de la URSS en su intercambio comercial con la
Argentina, y solicitaron un incremento sustancial en las
importaciones de productos soviéticos, con el fin de
reducir el desequilibrio en la balanza comercial
bilateral.
En contraposición a las dificultades existentes
en el ámbito comercial de la agenda bilateral, se
produjeron convergencias en el ámbito político. Un
ejemplo fue el balance de la visita a la Argentina del secretario
general de la Cancillería soviética, Yuri Fokin, a
fines de julio de 1984. El objetivo de la
misma fue de carácter exploratorio: el intercambio de
opiniones acerca de los temas a ser tratados en la
39ª Asamblea General de la ONU y otros
asuntos de interés común. En ese contexto, Fokin
tocó la problemática de Malvinas,
acusando a Gran Bretaña de adoptar una actitud
colonialista en el diferendo, que el diplomático
soviético encuadró en el marco de referencia
Este-Oeste.
Las dificultades en el ámbito comercial volvieron
a evidenciarse en octubre de 1985, en ocasión de la Novena
Reunión de la Comisión Mixta que trató la
renovación de los convenios comerciales entre ambos
países, que habían sido firmados por el gobierno
militar en 1981 y cuya vigencia finalizaba en diciembre. En dicha
oportunidad, la delegación soviética criticó
la lentitud y el incumplimiento por parte de la Argentina de
algunas condiciones de compra, especialmente las referidas a las
adquisiciones de máquinas y equipos. Los negociadores
argentinos atribuyeron estas falencias a las restricciones
presupuestarias y operativas derivadas de las
medidas de estabilización económica. También
se registraron quejas del lado argentino, cuya delegación
expresó su preocupación por la decisión de
Moscú de no cumplir con los volúmenes comprometidos
de soja y carnes. No obstante, las gestiones en torno de un nuevo
convenio comercial que reemplazara al firmado en 1981
continuaron. Desde la óptica argentina, el mercado
soviético tenía una importancia crucial, en un
contexto donde el éxito del Plan Austral y de las
negociaciones por la deuda externa dependía en gran medida
de mantener un volumen
satisfactorio en las exportaciones. Finalmente, el 22 de enero de
1986, el canciller Caputo y el ministro de Comercio Exterior
soviético, Boris Aristov, firmaron en forma preliminar en
Buenos Aires un nuevo convenio para la venta de 4.500.000
toneladas de granos y frijol de soja a la URSS hasta 1990. Por su
parte, la Argentina se comprometió a adquirir en ese lapso
500 millones de dólares en equipos industriales y
manufacturas, valor que
representaba un 100% más que el monto de compras
concretado durante la vigencia del convenio comercial
1981-1985.
En octubre de 1986 tuvo lugar el viaje de
Alfonsín a la URSS, acompañado por un grupo
importante de empresarios argentinos. Los resultados de esta
visita para la Argentina fueron escasos, debido tanto a las
prioridades de los gobiernos argentino y soviético de
ajustar sus respectivas economías. En el ámbito
político, Alfonsín y Gorbachov emitieron un
comunicado conjunto, expresando una serie de coincidencias en
temas de la agenda regional y global (que iban desde el reclamo
de negociaciones directas para una solución al problema de
las islas Malvinas
hasta la crítica y condena al apartheid
sudafricano). Pero, más allá de estas
coincidencias, el presidente Alfonsín no logró en
este viaje dos objetivos políticos muy importantes para su
administración: obtener una explícita condena de
Moscú respecto de las políticas opositoras de
comunistas y trotskistas argentinos, y conseguir el apoyo
soviético a la reivindicación de la soberanía argentina en Malvinas. En el
plano económico, los logros del viaje de Alfonsín
se limitaron a la promesa soviética de respetar el
convenio de granos ya firmado. Para los soviéticos, el
balance del viaje del presidente no fue mucho más
positivo. Lo cierto era que mientras la Argentina había
comprado 50% de los productos soviéticos según lo
pactado desde el convenio de 1981, la URSS había adquirido
menos de 10% de los montos pactados desde 1981 -4.500.000
toneladas de sorgo, maíz y 450.000 de forraje cerealero-.
Puesto en términos de valores, las
compras de granos soviéticas cayeron del récord
histórico de 3485 millones de dólares en 1981
-cuando la Argentina aprovechó la oportunidad abierta por
el embargo cerealero dispuesto por la administración
Carter – a 1467 millones en 1985, y sólo 267,6 millones en
1986.
La misma tendencia decreciente seguirían las
relaciones comerciales hasta la caída del régimen
soviético y el desmembramiento de la URSS.
7. Observaciones finales:
consecuencias políticas y Grupos
beneficiados
La intención de este apartado final es el de
darle coherencia a los elementos que aparentemente aparecen
inconexos a lo largo del relato antes realizado. Quisiera
dilucidar las relaciones de causalidad entre los distintos
períodos y avatares en la relación con la URSS.
Como escribía en la introducción a primera vista nos
encontramos ante un período dividido en dos momentos, en
primera instancia desde la década del 50 hasta los
´70 donde se sientan las bases para la posterior
expansión comercial con el Este; y en segundo
término, desde que se afianzan las relaciones
definitivamente para expandirse durante el proceso de
reorganización nacional. Deseo, entonces en este cierre
relacionar los momentos describiendo sus actores
principales.
Un elemento fundamental asociado hacia la apertura al
Este resulta el rol de Europa Occidental como proveedor y
destinatario de mercaderías de la Argentina. Una vez
caído el vínculo con el Reino Unido, a principios
del siglo XX, a causa de la propia decadencia británica en
el concierto mundial y tomando en cuenta la competitividad de
nuestra producción con la de los Estados Unidos, el
único mercado posible para la colocación de bienes
exportables resultaba Europa Occidental.
La apertura "desarrollista" al capital
extranjero motivó a finales de los ´50, el arribo de
algunos de los más importantes consorcios norteamericanos
que fueron protagonistas del intenso proceso de
industrialización sustitutiva que tuvo lugar en esos
años. Pero al mismo tiempo, los países europeos,
tomados en su conjunto, seguían siendo un importante socio
comercial de la Argentina, pues, crecía su
gravitación con la instalación de filiales de los
principales grupos industriales de la CEE y ocupaban una
posición relevante en la estructura financiera del
país. Sin embargo, la persistencia del perfil productivo y
comercial de la Argentina como país agroexportador y
centrado en los rubros alimentarios, chocó con la
orientación proteccionista de la Política Agraria
Común (PAC) de la CEE, contribuyendo a acentuar las
recurrentes dificultades estructurales del país en el
sector externo. La política económica practicada
por el gobierno militar de la llamada "Revolución
Argentina"(1966-1973) acrecentó el peso del capital
extranjero, especialmente norteamericano. Pero durante los
últimos años del régimen militar, ya bajo la
presidencia del General Lanusse, el relativo debilitamiento de la
economía de los EEUU a consecuencia de su acentuado
déficit en su balanza de pagos,
la crisis de la situación monetaria de 1971 (con el
derrumbe del sistema originado en Bretton Woods) y la crisis del
petróleo
de 1973, facilitaron en la Argentina la emergencia de sectores
económicos y políticos que impulsaban la
modificación de los patrones de inserción
internacional vigentes, postulando la diversificación de
las relaciones económicas exteriores del país,
dentro de las que se incluía el estrechamiento de las
relaciones comerciales y diplomáticas con la URSS y las
naciones del Este, o bien la intensificación de las
relaciones con la CEE, o una procura de mayor integración en el ámbito
latinoamericano. Estas disyuntivas tuvieron como escenario de
batalla el heterogéneo frente que llevo al Gral.
Perón a la presidencia.
Dentro del nuevo gobierno, un sector afín al
pensamiento
del presidente, confiaba en la posibilidad de estrechar
vínculos con Europa y Latinoamérica para contrarrestar la
dependencia respecto de las importaciones de EEUU; a la vez de
contrapesar la creciente fuerza de los sectores del
"establishment" terrateniente que procuraban aumentar las
exportaciones agrarias mediante su reorientación hacia el
mercado soviético. En consonancia con estos últimos
aparece en escena un tercer grupo, de peso significativo en el
partido justicialista, representado por el empresariado nucleado
en la CGE que subrayaba la necesidad de "transformar el aparato
productivo y reorientar el destino de nuestras exportaciones". La
segunda tendencia será la triunfadora y los principales
beneficiarios del acercamiento con la URSS y los países de
Europa oriental será vital en la reorientación del
comercio exterior nacional.
Siguiendo a Carlos Echagüe, concluyo que las
relaciones argentino-soviéticas experimentaron un cambio
cualitativo y cuantitativo a partir de la "victoria" de esta
segunda vertiente, es decir desde que el debate interno
en la clase dirigente se vuelca en forma definitiva, para darle
preponderancia al sector ligado a la agro-exportación, en el cuál están
incluidos desde los terratenientes, productores, intermediarios,
etc.. Estos cambios se extendieron a través de dos etapas.
Lo que se esbozó con Lanusse-Gelbard se llevó a
cabo con Videla-Viola-Martínez de Hoz. Si analizamos
detalladamente la gestión de Lanusse al frente del
gobierno argentino, bajo ningún punto de vista puede
pensarse que la eliminación de las "fronteras
ideológicas" es inocente. Las verdaderas razones de dicha
reorientación en la política comercial exterior
debemos buscarlas en el enfrentamiento –en palabras de Otto
Vargas- "intraoligárquico" y el definitivo triunfo de una
de esas vertientes a la cuál el mismo Lanusse
pertenecía. Hubiese sido interesante que el expresidente
–de facto-culmine el último capítulo de
"Mi Testimonio" curiosamente intitulado "Porque creo en
la democracia". Su obra continuaría, en democracia, a
manos de Gelbard al frente del ministerio de economía y de
su grupo empresario (asociado con Graiver, otro empresario
argentino). Si analizamos detenidamente la misión
económica encabezada en persona por el
ministro y los convenios firmados fruto de ésta notaremos
que sirvió, como afirma Echagüe, de "base
jurídico-contractual" para la posterior expansión
comercial bajo la gestión de Martínez de
Hoz.
Un elemento que grafica con claridad cuáles
intereses impulsaban el estrechamiento de las vinculaciones con
la URSS, es la composición de la Cámara de Comercio
Argentino-Soviética, en la que los actores toman nombre y
apellido. Allí nos encontraremos con: Grupo Gelbard, Grupo
Macri, Grupo Roberts, Grupo Bulrich, Bunge y Born, Trozzo,
Capozzolo, Martínez de Hoz, Menéndez Behety, Grupo
Oyhanarte, flía. Ocampo, Grupo Lahusen, la interminable
lista continúa enumerando grupos económicos y
apellidos ligados a la exportación agraria, vedette
histórica de la economía argentina que tuvo, en
este período uno de sus puntos de auge. Sólo
tomando uno de los nombres antes mencionados veremos el perfil de
estos actores. Bunge y Born, posee por lo menos un millón
de hectáreas en distintos puntos del país, fue un
fuerte exportador de trigo y aceite a la
URSS y estuvo asociado con los intereses soviéticos
aproximadamente en el 40% de las operaciones
realizadas con nuestro país.
La gestión Gelbard duró hasta casi los
finales de la presidencia de Isabel Martínez de
Perón, la base estaba sólidamente construida y con
la llegada de Videla-Viola y Martínez de Hoz a la
conducción de los destinos económicos del
país la obra llegaría a su punto culmine. La
dictadura proterrateniente y proimperialista, afrontó la
nueva realidad de los mercados para el país con la
"apertura económica", que tuvo como viga maestra el
incremento de las exportaciones agropecuarias. El comercio
exterior depende más que nunca de los productos
agropecuarios y las exportaciones de Rusia. Uno de los efectos
esenciales fue la concentración de nuestras exportaciones
en un solo mercado, el ruso, únicamente comparable en
magnitud al que ostentó el Reino Unido. Mientras que las
ventas
argentinas depende de Moscú, para los soviéticos,
en cambio, sus compras en la Argentina sólo representan un
porcentaje reducido del consumo de su población y de las
necesidades de su economía. Y esta desigual
posición en la relación será conjuntamente
con la deuda externa, la desindustrialización y un
país hipotecado la herencia
económica que la dictadura militar le dejará al
gobierno de Alfonsín.
Si es cierto, como afirma Echagüe, que los
problemas históricos de la Argentina son la dependencia y
el latifundio, el período analizado representó un
giro temporal del área de influencia, que sólo
logró afianzar sendas limitaciones para el desarrollo
económico nacional.
Diego Ariel López
- Brega Jorge, "¿Ha muerto el comunismo?,
conversaciones con Otto Vargas". Editorial Agora. Buenos
Aires. 1997. - Cavarozzi Marcelo, "Autoritarismo y democracia
(1955-1996), la transición del Estado al mercado en la
Argentina". Editorial Ariel. Buenos Aires.
1997. - Echagüe Carlos, "El socialimperialismo ruso
en la Argentina", Ediciones Agora. Buenos Aires.
1986. - Escudé Carlos, "Historia general de las
relaciones exteriores de la Argentina (1806-1989)". 4°
y 9° tomos. - Gilbert Isidoro, "El oro de
Moscú, historia secreta de la diplomacia, el comercio y
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Editorial Planeta. Buenos Aires. 1994. - Laufer Rubén, "Estados Unidos ante el
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Argentina". Ed. Economizarte. Buenos Aires.
2000. - Laufer Rubén, "Europa Occidental en las
relaciones internacionales argentinas del mundo bipolar
(1970-1990)". En revista Ciclos, Año VIII,
Vol.VIII. 1° semestre 1998. - Rapoport, Mario, "La posición internacional
de la Argentina y las relaciones argentino-soviéticas"
en Perina-Russell (comp.) "Argentina en el mundo
(1973-1987). Grupo editor Latinoamericano. Buenos Aires.
1988. - Rapoport, Mario. "Historia económica
política y social de la Argentina (1880-2000)".
Ediciones Macchi. Buenos Aires. 2000.
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consultados