Nunca, desde los tiempos de Pericles, se había
profundizado tanto el abismo entre contenidos y formas de la
democracia.
Aún en la antigua Grecia, se
sabía que este sistema de
gobierno
beneficiaba sólo a los hombres libres y no a los esclavos
que lo sustentaban. Sin embargo, se lo utiliza hoy para
justificar la succión transnacional de recursos
naturales, explotación inicua de mano de obra barata y
apropiación del excedente económico generado por
nuestros pueblos. Los "modernos romanos" dicen que no se recuerda
otro momento en la historia en que esta
democracia hubiera tenido tanta aceptación
generalizada.
A sus críticos se les recuerda que su ausencia
condujo a totalitarismos como los de Stalin o Hitler o, en
América
Latina, a dictaduras genocidas, como las de Videla en la
Argentina, García Meza en Bolivia o
Pinochet en Chile, con su secuela de desaparecidos, torturados y
asesinados. Sus abanderados dicen que la lucha por la democracia
necesitó de algunos "sacrificios", como lanzar bombas
atómicas innecesarias sobre Hiroshima y Nagasaki, invadir
Vietnam o devastar Irak, a fin de
derrocar al dictador Saddam Hussein.
Sus ideólogos olvidan que los sátrapas
centroamericanos asesinaron con respaldo directo del
Pentágono y que, posteriormente, esos mismos dictadores
fueron abandonados a su suerte cuando el imperio advirtió,
en su pugna geopolítica con la ex Unión
Soviética, las ventajas de reemplazarlos por
"demócratas" sumisos. Así, América
Latina vivió la tragedia de ofrendar la vida de decenas de
miles de jóvenes idealistas que coadyuvaron a expulsar a
dictadores instalados por los norteamericanos, reemplazados por
una democracia al servicio de
los norteamericanos. A partir de Jimmy Carter, los
términos democracia y libre mercado se
volvieron sinónimos.
La victoria mediática de "La Trilateral" (EEUU,
Japón y
Alemania
Occidental) fue mayúscula. Hoy parece una herejía
recordar que en la cúpula del gobierno de EEUU se halla el
Presidente George Bush, cuyas campañas electorales fueron
financiadas por la Enron, el vicepresidente Dick Cheney, de la
Halliburton, la empresa de
servicios
petroleros más grande del mundo, beneficiaria de enormes
contratos de
"reconstrucción" del Irak, y la Secretaria de Estado,
Condoleezza Rice, vinculada a la petrolera Chevron.
No hay parlamentarios que repudien al complejo civil
militar que también oprime al pueblo del norte. Ello se
debe a que ese complejo determina la viabilidad de los
candidatos. Y si alguien, como John Kennedy, pierde el libreto,
simplemente se lo asesina.
En semicolonias, como Bolivia, la democracia controlada
tuvo efectos devastadores para la conciencia
nacional. Como los primeros enemigos eran los dictadores y no el
imperialismo,
no era reprochable que dirigentes de la Central Obrera Boliviana
(COB) recibieran "ayudas" de la Embajada de EEUU, que el Movimiento de
Izquierda Revolucionario (MIR), que nació, en 1971,
levantando el estandarte del Che, impulse hoy el tratado de
inmunidad para las tropas de EEUU, o que destacados intelectuales
de la izquierda dogmática acaben como empleados bien
remunerados de ONGs, dependientes de los mismos centros de
poder
mundial.
La democracia controlada borró la línea
divisoria entre pro imperialistas y antiimperialistas. Hasta
Marcelo Quiroga Santa Cruz firmó un acuerdo en defensa de
la democracia con Víctor Paz Estensoro, en ese momento
candidato favorito del Departamento de Estado. No se
concibió entonces ni ahora generar procesos
democráticos que rescaten la autodeterminación
nacional.
Sobre el particular, Condoleezza Rice dijo que la
democracia es el derecho que tiene la gente a emitir su voto,
pero no a cambiar de políticas.
Su cinismo es irreprochable.
El Presidente Chávez, de Venezuela, ha
evitado la invasión del imperio, al no otorgar pretextos a
quienes pretenden derrocarlo por ser, supuestamente, anti
demócrata. Chávez ha conseguido transparentar la
democracia, lo que equivale a develar decretos reservados y
contratos ocultos. Esto demuestra que la democracia oculta del
imperio no es democracia y que otra democracia es
posible.
Andrés Solíz Rada