- Los primeros empréstitos
de la época de las guerras civiles - El Granero del
Mundo - La guerra, la deuda y el
movimiento nacional - La segunda Gran Guerra y el
segundo movimiento nacional - De nuevo el
endeudamiento - De nuevo la voluntad
popular - Represión,
reconversión económica y
endeudamiento - "La administración de
la crisis" - El menemismo en el
poder - La gestión de De la
Rúa - Tasa de Mortalidad
infantil - Argentina: endeudamiento y
dictadura militar - Cancelación de la deuda
durante el período comprendido entre los gobiernos
peronistas - Endeudamiento forzado de las
empresas públicas - Cuando los liberales estatizan
es peor que cuando privatizan - Argentina: La
negociación de la deuda externa - De que manera cada ciudadano
argentino paga la deuda - ¿Cuál es el monto
actual de la deuda externa Argentina? - Conclusión
- Bibliografía
Durante la dictadura
militar, mediante una fraudulenta fuga de las divisas que
ingresaron al país como préstamos, con el supuesto
objeto de constituir reservas en el Banco Central. La
fuga de capitales se efectuó entre 1980 y 1983, mediante
una quiebra masiva de
bancos y
financieras, y mediante un mecanismo denominado
"seguro de
cambio", que garantizaba el
precio futuro
de las divisas, pese la enorme inflación
existente.
Durante los 90 la convertibilidad garantizó a los
especuladores un dólar barato y se facilitó el
endeudamiento externo y la fuga de divisas. Así es como se
originó la Deuda Externa
Argentina y en este trabajo se
mostrará tanto de su pasado como su presente.
Los primeros
empréstitos de la época de las guerras
civiles.
A través de la historia
Argentina se verifica el doble rol que juega la deuda
externa: como herramienta de saqueo, provocando un permanente
drenaje de la riqueza del país, y como instrumento de
dominación, pues impone "modelos
económicos" altamente perjudiciales para el pueblo
Argentino.
La génesis de la deuda externa solo puede
explicarse a la luz de las nuevas
relaciones de dependencia inauguradas por una revolución
que no fue capaz de transformar la estructura
económica heredada de la colonia. La revolución de
1810 fue una revolución política
separatista-anticolonial, que solo consumó una tarea
democrático burguesa: la independencia
político formal.
La Argentina pronto cayo en una nueva forma de
dependencia europea; en lugar de profundizar los cambios
radicales que postulaba Mariano Moreno para alcanzar una real
liberación nacional, las fraccione de la clase
dominante criolla (ganaderos y burguesía comercial)
prefirieron perpetuar la función de
productores-exportadores de materias primas e importadores de
manufactura
extranjera.
Sin embargo, la Argentina no se convirtió en semi
colonia inglesa sino hasta fines del siglo XIX. De 1810 a 1880,
aproximadamente fue un país dependiente del mercado mundial,
pero pudo conservar sus riquezas básicas, fenómeno
que dio lugar a un importante proceso de
acumulación interna de capital en
parte mediatizados por el pago de los elevados servicios de
la deuda externa.
Un inconveniente principal fue el claro antagonismo
entre Buenos Aires, por
un lado –interesada en exportar los productos de
su ganadería
y en importar las mercancías extranjeras-, y el interior
por el otro, carente de productos exportables, pero poseedor de
una rudimentaria industria
abastecedora del mercado interno, afectada por la libre introducción de productos
foráneos.
Los primeros empréstitos no fueron firmados por
la Nación
Argentina sino por las autoridades de Buenos Aires que
había establecido relaciones de dependencia con los
capitalistas ingleses, ya sea por la exportación de sus productos ganaderos o
por la importación de artículos
manufacturados que frustraron la oportunidad (entonces factible)
de crear una industria nacional. En consecuencia, las provincias
terminaron pagando una deuda que nunca contrajeron.
El 17de diciembre de 1824 el Gobierno de
Buenos Aires aprobó el empréstito de un 1.000.000
de libras esterlinas gestionado inicialmente por el ministro
Bernardino Rivadavia.
El interés
anual de la deuda era más o menos de 65.000 libras
esterlinas, o sea más o menos el 13% de los ingresos de la
provincia de Buenos Aires en el año 1824. Para una
economía
de tipo primitivo esta carga podría considerarse grave,
pero si las suposiciones resultaran correctas sería
tolerable. Las suposiciones eran: que se reduciría el
presupuesto del
departamento de guerra, que se
aumentaría o por lo menos se mantendría el volumen existente
del tráfico comercial, del cual el Estado
obtenía importantes recursos.
Los objetivos
perseguidos con la contratación del empréstito de
Baring eran dotar de un puerto moderno y aguas corrientes a
Buenos Aires, a demás de fundar pueblos en la frontera con
los indios. Pero en definitiva gran parte del dinero fue
empleado en la fundación de un banco y en los gastos de la
guerra contra el Brasil.
Colocado en Londres al 70% de su valor escrito.
El préstamo se redujo a 700.00 libras, y como el
prestamista comenzó retenido el servicio
correspondiente a dos anualidades, de
aquellas quedaron solo 70.000. Pero Baring Brothers no
mandó oro, sino
órdenes de pago contra comerciantes ingleses de Buenos
Aires, donde no había oro.
Según los cálculos más favorables
en oro sólo se recibieron, por todo, 85.000 libras.
Semejante operación que significaba transferir nuestra
soberanía a Inglaterra
dejó endeudado al país en un millón de
libras esterlinas cuyo pago importaba un servicio anual de
325.000 pesos oro durante 40 años.
Como era previsible, a los dos años los servicios
del empréstito dejaron de abonarse. El gobernador Manuel
Dorrego no cumplió con las obligaciones y
Rosas, más
tarde se lamentaba pero tampoco pagaba. Ante la presión de
Baring, Rosas encomendó al diplomático Manuel
Moreno para que tantease la posibilidad de canjear la deuda por
las Islas Malinas.
Durante su largo gobierno, Rosas para algunas
mensualidades, pero a penas al 20% de los intereses
correspondientes, interrumpiendo los pagos en 1845 cuando se
produce el bloqueo anglo-francés por el río
Paraná. En cambio
después de Caseros, el grupo Mitrista
que pasa a controlar la provincia de Buenos Aires se preocupa por
arreglar las cuentas con el
imperio: envía a Norberto de la Riesta a Londres para la
renegociación. De la Riesta reconoce en 1824 una deuda en
concepto de
capital por 977.000 libras e intereses, más intereses de
intereses, que alcanzan a 1.641.000 libras, de modo que aquellas
escasas libras giradas al Río de la Plata se han
convertido en 2.618.000 . Como se comprende, por esta
módica suma se recupera el honor de la Nación,
mancillado en todos esos años por la falta de cumplimiento
de estas obligaciones financieras.
Cuando el Mitrismo necesita financiación para el
genocidio que se llamará "Guerra de La Triple Alianza,
envía a de la Riesta a Londres. Este obtiene allí
un nuevo empréstito por 2.500.000 libras cuyos
títulos se colocan, en su mayor parte, a 72,5% y que
restado sus gastos y comisiones deja un remanente de 1.735.703
libras, con una evaporación de 800.000 libras, originada
en el "riesgo
país". En esta oportunidad, los ingleses hacen notar que
otorgan el préstamo "más a de la Riesta por su
trayectoria, que a la Argentina".
Al concluir la presidencia de Mitre la deuda externa se
haya cercana a los cinco millones de libras
esterlinas.
Su sucesor, Domingo Sarmiento, también toma
fondos externos, con motivos de deudas ocasionadas por la
mencionada guerra fraticida y a si mismo para algunas obras
públicas, como también para armarse ante la
insurrección de unos de los últimos caudillos
federales, Ricardo López Jordán. En 1874, al
culminar el período presidencial de Sarmiento, puede
estimarse que la deuda externa oscila alrededor de 14.500.000 de
libras y el pago de los servicios anuales por amortización e intereses constituye ya un
ítem importante en el presupuesto del Estado.
Durante la presidencia de Mitre se han instalado los
cimientos de la Argentina agropecuaria semicolonial que luego se
denominara "el granero del mundo".Por u lado, se ha sofocado
violentamente la disidencia manifestada por las provincias
interiore- el degüello de "chacho" Peñalosa es el
trágico símbolo de esa represión- así
como se ha destruido el ejemplo de desarrollo
autónomo levantado por los López en Paraguay. Por
otro, se han otorgado las principales concesiones ferroviarias al
capital ingles, se ha radicado en Buenos Aires el Banco de
Londres y América
del Sur y se ha lanzado una política librecambista a
ultranza, con una notable importación de manufacturas
europeas, preferentemente británicas. Luego vendrán
las compañías de seguros, las grandes casas
comerciales importadoras los consorcios exportadores y los
frigoríficos.
Años después se llegara a apreciar que las
condiciones excepcionales de la pampa húmeda- fertilidad y
clima-permiten
producir carne a costos entre
cinco y ocho veces menor que los europeos generando una fabulosa
renta agraria diferencial que reinvertida en la industria,
podría haber provocado un desarrollo notable de la fuerzas
productivas Argentina. Sin embargo, esa superutilidad se reparte
ente el imperialismo
ingles y la oligarquía nativa, que la despilfarra en
viajes al
exterior y consumos suntuarios, entre ellos fabulosos palacios y
obras publicas monumentales.
Por supuesto, una buena parte de esa renta agraria
también fuga con motivo de las utilidades garantizadas a
las empresas
ferroviaria, las primas de seguros y fletes
así como las ganancias de otras empresas extranjeras
radicadas en el país y los intereses de la deuda externa.
La libre importación practicada desde 1862 hasta mediados
del gobierno de Avellaneda provoca, así mismo, balanzas
comerciales de favorables que vulneran nuestra situaciones
financiera con el exterior. Recién a partir de 1895 se
generan resultados positivos en la balanza
comercial pero, a pesar de ello, lo egresos, por los diversos
motivos señalados generan balances de pagos negativos, que
obligan a nuevos endeudamientos.
Si bien puede admitirse que algunos gobiernos se
endeudan porque en este país
todo esta por hacerse- colegios, correos, cuarteles,
puertos, etc-, también es cierto que por aquel tiempo
comienza a hablarse de que "nos endeudamos para pagar intereses y
amortizaciones de nuestras deudas anteriores- lo cierto que es
que las cifras permiten constatar un crecimiento permanente de la
deuda externa desde la ultimas décadas del siglo XIX hasta
la primera guerra
mundial. Son, aproximadamente, las siguiente, en libras
esterlinas 1886, 38 millones; 1904, 78 millones; 1916, 121
millones.
Desde el punto de vista de la clase dominante, esta es
la"gran Argentina" "que ocupaba uno de lo primeros lugares en el
concierto de las naciones de mundo" con datos
estadísticos altamente favorables en algunas áreas
de la macroeconomía, como "exportaciones",
así como también aumento demográfico o tasas
de alfabetización y mortalidad infantil en el litoral,
propias de un país europeo.
A partir de esta información y las visitas de celebridades
extranjeras la oligarquía construyo la imagen del "gran
país de nuestros mayores", de cuando "dios era argentino"
y las "elites inteligentes" que habían creado, en el sur
de América, un "país blanco y europeo", que
según esta versión habría de comenzar a
derrumbarse con la legada al poder de las
"chusmas" Yrigoyenistas y peor aún, años
después, de los "cabecitas negras" peronistas.
Esta historia idílica
-difundida en los colegios y en los grande matutino
porteños- por supuesto escamotea hechos políticos
fundamentales como el fraude electoral
y los "cosacos" reprimiendo la acción
de los trabajadores, así como el congreso, la justicia y la
cátedra universitaria como coto vedado de la gente de
doble apellido. Pero resulta mas grave el ocultamiento en el
campo de la economía. Basta solo con analizar el
crecimiento de la deuda externa para poner en discusión a
esa supuesto "gran Argentina" .
Además, el funcionamiento como economía
complementaria y subordinada al Imperio británico produce
una gravísima deformación del país: La
cabeza de Goliat, en torno del puerto
de Buenos Aires y el otro del país convertido en cuerpo
raquítico.
La división internacional del trabajo
devenía en primitivismo agrario, como lo llamó
Scalabrini Ortiz, es decir, premeditado no desarrollo industrial,
ni minero, ni hidroeléctrico, ni pesquero, hundimiento de
las provincias interiores con altísimas tazas de
mortalidad infantil y grande desocupación, aliviada solo en época
de cosecha, desvinculación del resto de América
Latina al enfilar el país hacia el puerto de Buenos
Aires apuntando hacia el mercado mundial. Deformaciones que
también dejan su impronta colonial en el campo de la
ideología y del arte.
En ésta Argentina-que algunos con alguna
voluntad, llaman "colonia próspera…" para un sector
oligárquico-la deuda externa operó como uno de los
eslabones de la sumisión, tanto porque su volumen
importante reducía las posibilidades de soberanía
como porque sus servicios pesaban fuertemente sobre el sector
egresos del presupuesto del Estado.
La consecuencia, en orden político, es obvia, si
bien se la ocultó prudentemente: Manuel Quintana,
presidente de la Nación en 1904, había sido por
muchos años, abogado de las compañías
inglesas y en 1876, como asesor legal del banco de Londres,
había llegado a amenazar al Gobierno argentino con la
cañonera inglesa de Beacon, enviada a rosario para
defender la propiedad de
los británicos, entre conflicto con
una sucursal del banco.
De Victorino de la Plaza, presidente en 1914, por
muerte de
Roque Sáenz Peña, se decía
que-después de años de estadía y fuertes
vínculos en Londres con sectores financieros-"hablaba
inglés
con tonada salteña". Es la misma línea de Manuel J.
García, Norberto de la Riestra… y tantos
otros.
La guerra, la deuda
y el movimiento
nacional
Se ha convertido en una enseñanza de la historia que los
países coloniales y semicoloniales pueden aprovechar los
grandes conflictos
bélicos interimperialistas para desarrollar sus fuerzas
productivas, sanear sus finanzas e
incluso dar paso a movimientos nacionales y populares capaces de
desalojar del poder a las oligarquías vinculadas al poder
externo. Aquello que había sucedido en 1810.cuando
Francia
inundó España con
sus ejércitos-se repite en 1916 con la Primera Guerra Mundial.
El Imperio Inglés reconvierte su economía
privilegiando la fabricación de armamentos, por lo cual
reduce sus ventas de
manufacturas a la Argentina, lo que produce en nuestro
país un creciente desarrollo de la industria
nacional.
Al mismo tiempo, la balanza comercial resulta tan
fuertemente positiva que absorbe los egresos de la balanza de pagos
y deja un importante remanente en divisas. Entonces, debilitados
los lazos con el imperialismo inglés, el gobierno de
Irigoyen reduce la deuda externa por un importe aproximado de 20
millones de libras, por lo que frente a los gobiernos
conservadores, el radicalismo yrigoyenista se caracteriza por una
importante disminución del endeudamiento.
En cambio, su nacionalismo
tiene límites
agraristas, por lo cual no protege a la industria a concluir la
guerra, hecho que provoca su declinación hacia 1921.
Asimismo, esas limitaciones del movimiento policlasista derivan
en la presidencia de Marcelo T. de Alvear, durante la cual el
endeudamiento externo vuelve a crecer, especialmente basado en
empréstitos provenientes de los Estados Unidos.
Al finalizar el período alvearista, la deuda externa puede
estimarse que supera en algo los 140 millones de libras
esterlinas. En cambio, durante el segundo gobierno de Irigoyen
(1928-1930), el monto vuelve a bajar.
Durante el gobierno de José Félix Uriburu,
la deuda crece a razón de nuevos empréstitos
yanquis, como crece también a principios de la
presidencia de Agustín P. Justo con el empréstito
vinculado al convenio Roca-Runciman, pero hacia fines del
período justicialista se rescatan títulos, en
general correspondientes a préstamos provenientes de
Estados Unidos, de la época de Alvear y de
Uriburu.
Estas repatriaciones se detienen bajo la presidencia de
Roberto Ortiz, pero vuelven a producirse cuando Ramón
Castillo lo releva en el poder. Así, el golpe del 4 de
junio de 1943 encuentra a la Argentina con una deuda externa
cercana a los 80 millones de libras esterlinas que, dada la
declinación del imperialismo inglés, resulta
más correcto expresar en dólares: alrededor de 325
millones de dólares.
La segunda Gran
Guerra y el segundo movimiento nacional
La crisis
económica mundial iniciada en 1929 ha operado en la
Argentina favoreciendo –a partir de 1935- un proceso de
desarrollo de la industria nacional, cuya producción va sustituyendo gran parte de
los productos importados.
La obtención de fuertes superávits en la
balanza comercial, que han permitido reducir la deuda externa en
los últimos años de la década del 30, se ha
acentuado con el estallido de la guerra, de manera que, entre
1944 y 1945, al tiempo que no se toman nuevos préstamos,
se repartían títulos por 50 millones de
dólares que, sumados a las amortizaciones del
período, permite reducir la deuda a 264 millones de
dólares.
Juan Perón
triunfa en las elecciones presidenciales del 24 de febrero de
1946. Puesto en marcha un proyecto de
liberación nacional que recupera para la Argentina los
principales resortes de su economía que estaban en manos
del capital extranjero (Banco Central, nacionalización de
depósitos bancarios, comercio
exterior, servicios
públicos, puertos, etc.) e impulsado el crecimiento
industrial, con fuerte ampliación del mercado interno y
notable avance de las conquistas sociales de los trabajadores,
también se producen importantes cambios respecto de la
deuda externa. Entre 1946 y 1948 se rescata el total de
títulos, lo cual permite al gobierno afirmar que se ha
logrado la independencia económica ya que, por primera vez
en muchos años, "tenemos deuda externa cero".
La discriminación que sufre la Argentina en la
participación de venta de carnes y
cereales dentro del Plan Marshal, dos
sequías que provocan una fuerte baja de las exportaciones
y la inconvertibilidad de la libra, decidida unilateralmente por
Gran Bretaña, impiden el pago de deudas en Estados Unidos
por 125 millones de dólares, que son refinanciados por la
misión
Cereijo, a través de un crédito
del Eximbank. Esta deuda se halla reducida al producirse el golpe
de septiembre de 1955 que derroca a Perón, por lo cual a
esa fecha existía una deuda de 57 millones de
dólares.
Sin embargo, habitualmente las estadísticas dan (para 1955) un
endeudamiento externo cercano a los 750 millones de
dólares. Esto obedece a que al producirse el golpe militar
la Argentina tenía deudas por alrededor de 650 a 700
millones de dólares que iban compensando con nuevas
operaciones de
exportación; pero en 1956 el gobierno Aramburu dio por
caídos esos convenios de deuda flotante convirtiendo el
saldo en deuda financiera exigible.
A partir de septiembre de 1955, los sectores dominantes
ligados al capital extranjero recuperan el poder. Entonces,
comienzan a alternarse en el Ministerio de Economía
aquellos personajes que configuran lo que se denominó "el
elenco estable de los economistas del sistema". Esta
rotación se conjuga con la incorporación de la
Argentina del FMI, decidida por
el gobierno presidido por Pedro Eugenio Aramburu, en 1956, al
mismo tiempo que se desnacionalizan los depósitos
bancarios, se liquida el control estatal
sobre el comercio
exterior y se anula la reforma constitucional de 1949, dejando
sin efecto el artículo 40, protector de nuestros recursos
naturales. No debe extrañar, pues, que la Argentina
entre de nuevo en el círculo letal del endeudamiento, con
nuevos créditos para pagar los intereses de
préstamos anteriores y con una cada vez mayor
sumisión a los dictados del FMI.
Al concluir el período de la llamada
"revolución libertadora" (1958) la deuda externa ya pasa
los mil millones de dólares. Al caer Frondizi, en marzo de
1962, se la puede estimar en 1.800 millones de dólares y
cesar el gobierno "títere" de José María
Guido, en julio de 1963, bordea los 2.100 millones.
La llegada al poder de hombres de la intransigencia
nacional del radicalismo, como el presidente Arturo Illia,
implica una experiencia de tímidas posiciones
nacional-agraristas que se expresan en una mayor independencia
respecto de los dictados del FMI y también en una cierta
reducción de la deuda
pública de algo más de 300 millones de
dólares. Al producirse el golpe militar que derroca a
Illia, el 28 de junio de 1966, el endeudamiento público
externo alcanza 1.768 millones de dólares.
Los militares regresan al poder., Si ya bajo el gobierno
de Arturo Frondizi se habían producido importantes
radicaciones de capital norteamericano, ese proceso se
acentúa ahora bajo el totalitarismo se Juan Carlos
Onganía: Krieger Vasena, estrechamente ligado a los
monopolios internacionales, ocupa el Ministerio de
Economía. Cuando cesa, salta al directorio de Swift Delect
International y, luego, a un cargo directivo en el FMI. El
general Juan Enrique Guglialmelli denuncia la gravísima
extranjerización del aparato productivo del país
producida en esos años y, por supuesto la deuda crece.
Cuando los militare regresan a los cuarteles para que vuelvan a
decidir las urnas, la deuda externa arrima a los 3.800 millones
de dólares.
El 11 de marzo de 1973, Héctor J. Cámpora
asume el 25 de mayo. Perón regresa el 20 de junio y en las
elecciones del 23 de septiembre de ese año triunfa por
amplia mayoría.
A fines de 1973, la deuda externa pública ha
disminuido a 3.559 millones de dólares. Sin embargo, el
antagonismo interno del peronismo se
agudiza, y cuando muere Perón (1 de julio de 1974) los
enfrentamientos se agravan. Isabel Perón asume el
gobierno. Al producirse el golpe militar del 24 de marzo de 1976,
alcanza 5.295 millones de dólares.
Represión,
reconversión económica y
endeudamiento
La vieja oligarquía agropecuaria y el
imperialismo norteamericano venían sufriendo un largo
desencuentro histórico. Las inversiones
yanquis no dejaban de constituir una inserción en el viejo
país agropecuario. Ahora, sin embargo, como uno de los
cerebros de la conspiración y munido de un plan
económico, aparece José Alfredo Martínez de
Hoz quien ha sabido entablar fuertes vínculos con el grupo
Rockefeller.
Desde el Ministerio de Economía, Martínez
de Hoz establece el escenario favorable para ese "capitalismo
financiero dependiente", a través de la absoluta libertad para
los movimientos de capitales y para las tasas de
interés. De este modo se desarrolla una inmensa
especulación, un fuerte endeudamiento externo (tanto
público como privado) para hacer posibles estos negocios y
también fuga de capitales, para poner a buen resguardo las
ganancias obtenidas.
Al mismo tiempo, la apertura económica inunda el
mercado interno con mercadería extranjera. Así
mismo, el peso sobrevaluado facilita aún más las
importaciones y
constituye la base para un intenso turismo argentino en el
exterior. Por otra parte, el endeudamiento externo privado recae
finalmente sobre las espaldas del pueblo argentino a
través de seguros de cambio. Los liberales, que
ansían privatizarlo todo, estatizan, sin embargo, la deuda
privada, como asimismo estatizan la empresa de
electricidad
CIADE por un valor varias veces superior al de sus instalaciones,
según su denuncia oportunadamente.
Esta política
económica no solo transfiere riqueza del sector
productivo y financiero sino que además provoca una
redistribución fabulosa de ingresos en perjuicio de los
trabajadores y el pueblo argentino en general. De aquí
nacen, asimismo, nuevos grupos
económicos, cuyos antecedentes permitían suponerlos
una posible burguesía nacional, pero que prefirieron
transnacionalizarse, ligándose a bancos extranjeros y
buscando el mercado externo, merced al "bajo costo argentino"
obtenido a través de la superexplotación del
trabajo nacional.
Como se comprende, un apolítica de este tipo en
exclusivo beneficio de minorías nativas y extranjeras
puede aplicarse merced a una siniestra represión que
asesina a 30.000 compatriotas, crea campos de
concentración, aplica "vuelos de la muerte" e
incluso llega al secuestro de
bebés.
Las superutilidades logradas, fugadas en su mayor parte,
tienen su contrapartida en un aumento notable de la deuda externa
que no se traduce en inversión productiva alguna. Cuando el
"proceso" entra en declinación, después del fracaso
en Malvinas, no
existe otro camino para lo militares que el repliegue por lo cual
convocan a elecciones para esa época ( 1983), la deuda
pública externa, que era de 5.295 millones de
dólares en 1976, alcanza a 30.107 millones de
dólares.
"La
administración de la crisis"
Cuando llega el 31 de octubre de 1983 y debe concurrir a
las urnas, la mayoría de los argentinos sólo
ansía cicatrizar sus heridas. Así, la propuesta de
Raul Alfonsín dirigida a garantizar la democracia
formal resulta ganadora.
En lo referido a la deuda externa, el presidente radical
había prometido una investigación para distinguir aquella que
era legitima (organizada en autopréstamos, maniobras
financieras, deudas canceladas cuyo pago no había sido
registrado, tazas de interés desmesuradas,
etc.).
Pero la investigación se para liza y se
continúa pagando los servicios de la deuda cada vez con
mayor peso y nada presupuesto del Estado.
Mientras desde 1982, se tramita un juicio impulsado por
un patriota contra todos los responsables de los manejos
atinentes a ese endeudamiento durante el "proceso", pero el
gobierno no adopta ,medida alguna, prefiriendo adaptarse a las
precisiones del gran poder económico nativo e
internacional.
Cuando ya no puede más el presidente
Alfonsín cesa en el pago de los intereses de la deuda
(marzo de 1988). Cuando ya no puede más devalúa (6
de febrero de 1989), provocando la furia de quienes no
conocían sus intenciones y se quedaron con pesos, con la
consiguiente perdida. Esos grupos económicos promueven,
entonces un golpe de Estado
financiero, reteniendo dólares lo que provoca una
estampida de la devisa extranjera y un proceso hiperinflacionario
que arrasa con el gobierno radical.
Derrotado por el justicialismo en las selecciones del 14
de mayo de 1989 el radicalismo abandona la Casa Rosada, con
anterioridad a los plazos legales, imponente para continuar
gobernando. Para entonces, la deuda pública externa se
halla casa duplicada respecto de 1983: de 30.107 millones de
dólares se eleva ahora a casi 58.000 millones.
Asimismo, en ese período, "el nuevo poder
económico" gestado durante "el proceso", completa su
consolidación.
Carlos Menem asume al
gobierno el 8 de julio de 1989.
La política económica del período
menemista resguarda y profundiza "el modelo"
implantado por la dictadura
"procesista". La hiperinflación desencadenada en 1989 es
controlada a partir de 1991 a través de una
política económica de astringencia monetaria y
altos intereses, basada en la convertibilidad que fija la
equivalencia un peso = un dólar. El primer efecto de las
medidas adoptadas (al lograr una estabilidad que garantiza el
crédito) produce cierta reactivación. Pero
ésta es temporaria y cuando ese efecto se agota, a
mediados de la década, la recesión se instala "para
quedarse".
En primer término, el menemismo se preocupa por
resguardar los intereses de los acreedores externos a
través del Plan Brady, concertado en 1992. por éste
se canjean los viejos bonos de deuda en
poder de los bancos extranjeros por nuevos bonos Brady, con buena
cotización por las nuevas garantías, que pasan a
manos de tenedores particulares, con lo cual los bancos se
liberan del peligro que quiebra ante una cesación de
pagos. Asimismo, al producirse esta reconversión se
debilita la posibilidad de aplicar la política de
distinguir deuda legítima y deuda ilegítima. El
Brady permite, además, cobrar los intereses atrasados
desde marzo de 1988.
Estas ventajas de los acreedores externos se presentan
como pequeñas concesiones de la Argentina ante la
bondadosa quita ofrecida por los acreedores que al principio se
evaluaba sobre el total de la deuda y que finalmente se
aplicó sobre un pequeño porcentaje.
Poco después se asiste al otorgamiento de nuevos
beneficios al sector financiero a través de la
"capitalización de deuda externa". Ésta viene a
complementar la vieja aspiración reaccionaria de
privatizar las empresas públicas.
La "capitalización" permite comprar activos
entregando títulos de baja cotización a los cuales
el Estado argentino les reconoce su valor nominal entero con
presencia de su valor real.
De este modo, los títulos de la deuda externa
constituyen una de las armas más
poderosas para la destrucción de una franja
importantísima de la economía nacional, desde la
telefonía y los transportes hasta las
acerías, desde la distribución de energías hasta
puertos, bancos y rutas. Se trata, en general, de empresas con
mercados
cautivos, muchas de ellas superavitarias, que se entregan con
valuaciones muy inferiores a su valor patrimonial real, con
previa alza de tarifas y ajustes posteriores por inflación
de Estados Unidos, exenciones impositivas, pasivos a cargo del
Estado, etc..
A su vez, los altos interese internos deterioran toda
posibilidad productiva, mientras la importación crece, no
sólo por la amplia apertura económica sino porque
el peso sobrevaluado la abarata. De ahí el déficit
comercial que comienza a carcomer al sistema, aún
más notable en los valores de
la balanza de pagos. Este modelo sólo funciona con
endeudamiento externo, señalan sin vacilación los
economistas del campo antiimperialista. Los datos de crecimiento
de la deuda externa, en el período menemista en
dólares, son los siguientes:
1992 | 59.123 |
1993 | 67.803 |
1994 | 74.632 |
1995 | 87.091 |
1996 | 97.105 |
1997 | 101.100 |
1998 | 104.000 |
1999 | 121.877 |
El endeudamiento se ha publicado, no obstante que la
privatización de empresas, a través
de la "capitalización de la deuda", logró repatriar
una importante cantidad de títulos. Esto ratifica lo
afirmado en el sentido de que este "modelo" funciona sólo
con fuerte endeudamiento externo.
Como consecuencia, los intereses de la deuda se
incrementan, provocando, a su vez, nuevo endeudamiento: pasan de
2.129 millones de dólares en 1989 a 8.200 en
1999.
Asimismo, crece nuevamente la deuda externa privada: de
70 millones de dólares en 1990 a 10.566 millones en 1996,
y nuevamente se escuchan voces en el sentido de que el Estado se
ocupe, como veinte años, de crear mecanismos para aliviar
a estos empresarios endeudados, es decir, una nueva
"estatización de la deuda privada".
El total de la deuda, cuando el nuevo presidente electo,
Fernando De la Rúa, asume el cargo sucediendo a Menem,
alcanza los siguientes valores:
- Deuda del Estado nacional: 121.877.000.000 de
dólares. - Deuda de provincias y municipios: aproximadamente
20.000.000.000 de dólares. - Deuda externa privada: aproximadamente entre
40.000.000.000 y 45.000.000.000 de dólares.
La gestión
de De la Rúa
(1999-diciembre de 2001)
El gobierno de la Alianza continuó, en lo medular
del sistem económico, a los gobiernos que se vienen
sucediendo desde 1976 y, en este sentido, el reclamo popular "que
se vayan todos" es la respuesta que condensa el repudio a esa
política y a sus servidores.
Las últimas cifras, a diciembre del 2001 cuando
el "cacerolazo"
provoca la renuncia de De la Rúa:
- Deuda pública externa del Estado nacional:
132.143.000 - Deuda externa de provincias y municipios:
22.000.000 - Deuda externa privada (valor aproximado):
60.000.000
El total del endeudamiento alcanza a 214.143.000.000 de
dólares.
El pueblo argentino está viviendo, o mejor dicho,
dejando vivir, sometido a una expoliación permanente, uno
de cuyos instrumentos es la deuda externa. La pérdida de
soberanía frente a los grandes poderes mundiales
regentados por los organismos internacionales facilita la
imposición de políticas
económicas antipopulares que en veinticinco años
han destruido la mayor parte del aparato industrial nacional y el
empleo,
así como los sistemas
previsional, de educación y salud, colocando a la mitad
de los argentinos por debajo de los índices de pobreza.
Con la caída del gobierno de la Alianza y la
asunción del presidente Adolfo Rodríguez
Saá, elegido por la Asamblea Legislativa, se declara el
"default" técnico, que no es ni más ni menos que la
incapacidad del Estado para captar los recursos necesarios para
cumplir con los servicios anuales de la deuda externa.
A la luz de los acontecimientos históricos se deduce que
tanto gobiernos de facto como democráticos han actuado de
modo irresponsable y reprobable en el manejo de la deuda
externa.
Sin embargo, los grupos que se alternan en el poder y
hasta aparecen enfrentados por criterios diferentes, en realidad
buscan los mismos objetivos. Pensamos que mientras esos grupos no
sean separados de la administración del Estado y sometidos a un
verdadero juicio histórico no existirá posibilidad
alguna para la Nación Argentina.
2000 | 140.055.000.000 |
2001 | 154.951.000.000 |
2002 | 171.198.000.000 |
2003 | 178.795.000.000 |
2004 |
Como se puede apreciar, la Deuda Externa es hasta hoy
uno de los principales protagonistas de nuestra
postración.
Tasa de Mortalidad
infantil por 1.000 nacidos vivos, según provincia de
residencia de la madre
1980 | 1981 | 1982 | 1983 | 1984 | 1985 | 1986 | 1987 | 1988 | 1989 | 1990 | 1991 |
33.2 | 33.6 | 30.5 | 29.7 | 30.4 | 26.2 | 26.9 | 26.6 | 25.8 | 25.7 | 25.6 | 23.8 |
Argentina:
endeudamiento y dictadura militar
El período durante el cual la deuda Argentina
literalmente explotó, corresponde al de la dictadura
militar del general Videla (1976-1981).
La política económica promovida por
Martínez de Hoz. Ministro de Economía de la
dictadura, a partir del 2 de abril de 1976 marca el inicio
de un proceso de destrucción del aparato productivo del
país, creando las condiciones para una economía
especulativa que desbastó el país. La mayor parte
de los préstamos otorgados a la dictadura Argentina,
provenían de bancos privados del Norte. Estos contaban con
el total acuerdo de las autoridades de los Estados Unidos (tanto
de la Reserva Federal como de la Administración norteamericana).
Los "maestros" argentinos de la política de
endeudamiento eran el Ministro en Economía Martínez
de Hoz y el Secretario de Estado para la Coordinación y la Programación Económica, Guillermo
Walter Klein. Para obtener préstamos de los bancos
privados, el gobierno exigía de las empresas
públicas argentinas que se endeudaran con los banqueros
privados internacionales. Las empresas públicas se
convirtieron entonces en una palanca fundamental para la
desnacionalización del Estado, a través de un
endeudamiento que entrañó el abandono de una gran
parte de la soberanía nacional.
Evolución de la deuda externa 1975 -1985 (en
millones de dólares)
Año ………..Deuda total ……Aumento
1975……….7 875
1976……….8 280……………..5,14%
1977……….9 679……………16,9 %
1978………12 496……………29,1%
1979………19 034……………52,32%
1980………27 072……………42,23%
1981………35 671……………31,76%
1982………43 634……………22,32%
1983………45 087……………..3,33%
1984………46 903……………..4,02%
1985………48 312……………..3%
Cancelación de la deuda durante el
período comprendido entre los gobiernos
peronistas
Una de las medidas más importantes del primer
gobierno de Perón fue la cancelación casi total de
la deuda externa, hecho histórico que permitió que
el país y, particularmente, el Estado pudiera invertir las
divisas que antes se drenaban a los centros imperialistas en el
proceso de acumulación interna. Si bien es cierto que los
servicios de la deuda habían disminuido a fines de la
década del 30 a menos del 20% de las exportaciones,
todavía quedaba un remanente de empréstitos
anteriores que, con un acertado criterio nacional, Perón
decidió cancelar.
Para adoptar esta medida, cuya importancia no ha sido
debidamente apreciada por quienes anteponen ideología a
análisis científico de la realidad,
la Argentina contaba en 1946 con una reserva cercana a los 2000
millones de dólares.
Pero en vez de invertir el saldo que quedaba, luego de
pagar la deuda externa, el gobierno peronista utilizó 1500
millones de dólares para comprar los ferrocarriles que los
ingleses querían vender desde mediados de la década
de 1930. El presidente Justo había ya hecho la primera
adquisición, manifestando en 1938 que eso formaba parte de
una "nueva orientación en materia
ferroviaria, cual es la adquisición paulatina por el
Estado de las empresas particulares que explotan hoy el servicio
ferroviario".
Después de esta operación y del pago de la
indemnización por la nacionalización de la
Unión Telefónica y empresas eléctricas, al
Estado sólo le quedaron unos 370 millones de
dólares. Y todavía le faltaba cancelar una deuda de
125 millones de dólares a los Estados Unidos, para lo cual
fue necesario contratar en 1949 un "empréstito por la
misma suma, destinado 108 millones a lo que debíamos y el
resto a la compra de locomotoras y quipos para el servicio
telefónico".
Para obtener este préstamo Perón dio
garantías a los Estados Unidos en orden autorizar la
transferencia de la cede de la empresa Swift a
ee país, con todas sus ganancias, y la promesa de un
arreglo "decoroso"con la American and Foereign Power (ANSEC), que
exigía 60 millones de dólares de
indemnización por haber sido nacionalizada. La
misión Cereijo fue la encargada de concretar estas
promesas. En compensación el Eximbank otorgó un
préstamo de 60 millones de dólares a Somisa para
que pueda poner en marcha la planta de San
Nicolás.
En definitiva, el banco de Exportación e
Importación concedió el crédito de 125
millones de dólares en consideración a que "el
gobierno Argentino -comentaba "La Prensa"-
aceptó realizar los mayores esfuerzos financieros para
liquidar los saldos pendientes adeudados a las
compañías norteamericanas por utilidades,
regalías y deudas". Si no se hubiera pagado esto, "no
hubieran podido comprar más
mercaderías".
En síntesis,
el peronismo logró sanear en gran medida la deuda durante
primeros años de posguerra, pero volvió a
endeudarse, aunque moderadamente, en las postrimerías de
su gestión. Un informe elaborado
por el Banco Central en 1970 entregó un balance de la
deuda externa entre 1939 y 1969, en el que señalaba que en
estos 30 años la Argentina obtuvo 170 créditos
oficiales externos, la mayoría de ellos –160- a
partir de 1955. Entre 1939 y 1955 no hubo casi endeudamiento, ya
que los cinco créditos de 1939 a 1946 no alcanzaron a 90
millones; y los de 1946 a 1955 apenas bordearon los 200 millones
de dólares. El servicio de la deuda externa en 1949
sólo significó un desembolso de 9 millones de
dólares, cifra que subió a 17 millones en 1955 y a
44 millones en 1957.
Endeudamiento
forzado de las empresas públicas
Esto es tan así que por ejemplo, la principal
empresa pública argentina, la petrolera YPF (Yacimiento
Petrolíferos Fiscales), fue forzada a endeudarse en el
exterior aunque disponía de recursos suficientes para
sostener su propio desarrollo. En el momento del golpe militar
del 24 de marzo de 1976, la deuda externa de YPF se elevaba a 372
millones de dólares. Siete años mas tarde, al
terminar la dictadura, esta deuda se elevaba a 6.000 millones de
dólares. Su deuda se multiplicó por 16 en siete
años.
Casi ningún monto de esa deuda en divisas
extranjeras fue a parar a la caja de la empresa; quedaron en
manos de la dictadura. Bajo la dictadura, la productividad del
trabajador de YPF aumentó un 80%. El personal se
redujo de 47.000 a 34.000 trabajadores.
La dictadura, para aumentar las entradas a su caja,
bajó a la mitad el dinero por
comisiones que iba a YPF por la venta de combustibles. Es
más, YPF fue obligada a refinar el
petróleo que extraía, en las multinacionales
privadas Shell y Esso, aunque podía, dada su buena
situación financiera al comienzo de la dictadura, dotarse
de una capacidad de refinación acorde a sus necesidades
(complementando la de sus refinerías de: La Plata,
Luján de Cuyo y Plaza Huincul).
En junio de 1982, todo el activo de la sociedad
estaba prendado por las deudas.
Cuando los liberales
estatizan es peor que cuando privatizan
Llegado el momento de licuar pasivos a las grandes
empresas, siempre aparecen economistas solícitos que
ofrecen artificiosos mecanismos, generalmente inextricables para
el gran público, que los gobiernos por aquello de
"preservar la rentabilidad
de las empresas para preservar las fuentes de
trabajo"- se apresuran a dar sus decretos. Así ocurre
partir de 1981.
Según comentaban fuentes oficiales, está
decidida la aplicación de un seguro de
cambio.
Este mecanismo garantiza un determinado nivel de
cotización, mediante el pago de una prima, a quienes tomen
créditos externos, con independencia de la paridad real
del peso frente al dólar momento del repago del
préstamo.
Si la cotización vigente del vencimiento es
superior a la proyectada por el seguro de cambio, el Estado, a
través del Banco Central se hace cargo de la diferencia y
sufre un quebranto. Si la situación es inversa, o sea la
cotización resulta inferior, resulta una pérdida
para el tomador de fondos. Es decir, desde las primeras versiones
periodísticas queda en claro que "el Estado sufre un
quebranto", es decir, asume una parte –en algunos casos, la
mayor o casi la totalidad- de la deuda del empresario
privado, pues el negocio está armado de modo tal que la
prima del seguro resulte escasa o casi nula importancia respecto
de a la garantía del cambio futuro, en una política
económica donde el peso pierde valor frente al
dólar.
Con la contundencia que da el
conocimiento y la honestidad,
Alejandro Olmos afirma:
"Una deuda se contrae con el dólar a $10, a pagar
a 3 años. El Estado asegura la cotización, a
través de una prima. A los 3 años, si el
dólar está a $100, es decir $90, la asume el
Estado, es decir, todos nosotros" y agrega: "fíjese que
ésta situación se agrava porque en muchos casos
estas deudas no eran reales, sino autopréstamos, en cuyo
caso el Estado se hizo cargo, en un alto porcentaje, hasta de
deudas que no existían" Alejandro Gómez Gaona, dijo
del "fiscal de la
deuda", agrega: "supóngase que la sucursal del Citibank de
la Argentina, le debe a su casa matriz en
Estados Unidos. Con el seguro de cambio, el Estado argentino se
hace cargo de krem parte de la deuda en una realidad interna a
una misma empresa". A su vez, un periodista denuncia que se le
probaron autopréstamos al grupo. "Techint a Impresit
Sideco (de Macri), a SADE (de Pérez Companc) y a Impsa (de
Pescarmona)", y agrega que "José Luis Machinea
frenó la investigación de estos asuntos, en la
época de Alfonsín y que la resolución que
archivaba la cuestión lleva la firma de Daniel Marx".
En ese momento, la información responsabilizaba
de este operativo financiero al ex Ministro de Economía
Lorenzo Sikaut, al subsecretario de Finanzas Hugo Lamónica
y al presidente del banco central, Egidio Iamella.
Posteriormente, el sistema de estatización de la deuda
privada se enriquece –entre 1982 y 1983-con los entusiastas
aportes de Lucio Gonzáles del Solar y Domingo Caballo.
Esta preocupación por transferir deudas privadas sobre las
espaldas del pueblo argentino, se encuentra también otro
adalid en un hombre cuya
estrella sube, por entonces para destellar bien pronto en el
centro de lestablishment: Emilio J. Cárdenas, un
personaje interesante sobre el cual conviene
detenerse.
Cárdenas es Chozno de Florencio Varela (por
vía paterna), hijo de una Escurra (por vía materna)
y se halla vinculado por su pasado con la familia
Montes de Oca. Su padre era estanciero y su abuelo fue uno de los
primeros presidentes del banco central en los años
treinta. Emilio cursó en el colegio Champahmat y se
recibió de abogado en Buenos Aires,
perfeccionándose en Princeton, Michiham y California.
Ingresó luego al estudio Becar –dedicado
preferentemente a representar el capital norteamericano -de donde
pasó el estudio Klein and Mairal que en esa etapa se
llamó, Klein Mairal y Cárdenas. Luego, se
retiró y fundó la consultora Càrdenas, Gope
y Otero monsegur. Desde allí incrementó sus
relaciones con los Yanquis, teniendo de cliente a
Morgan.Kuaranty y a Esso, entre otros. Pasó entonces a
presidir la sucursal del Bank of New York en Buenos Aires y a
desempeñarse como gobernador en la cámara de
Comercio argentino- norteamericano.
Estos servicios le permitieron en 1990 asumir la
presidencia de Bancos extranjeros en la Argentina. Integra,
además, directorios de otras empresas (como Arcor) todo lo
cual le otorga el suficiente prestigio para ser columnista
regular de la ácimo y La Prensa. Durante el gobierno de
Alfonsín intervendrá en el primer plan Houston,
dirigido a promover la explotación del petróleo por empresa extranjeras. Luego, en
la presidencia de Menem anticipara a la privatización de
ENTEL en la grata compañía de Maria Julia Alzogaray
y Ricardo Zimmg. El 19/09/1992 será designado embajador
argentino ante las naciones unidas, pues según
Clarín, "la intención del gobierno de Menem es
contar, en un cargo diplomático con asiento en Nueva York
con una figura de aceitados contactos con el gobierno y factores
de poder estadounidenses" a sus dotes de banquero, periodista y
polista agrega la de experimentado lobista, como lo demuestra su
articulo de "La Nación" del 31 de octubre de 1982.
Allí Cárdenas avoga para que el Estado cumpla sus
compromisos, tanto en los seguros de cambio como en los Swaps
–operaciones de 2 pases financiero" de similar efecto al de
seguro- pues afirma:
"La acción del Estado debe estar enderezada a
respetar al máximo posible los compromisos asumidos.
Está en juego una vez
más el crédito del sector
público, su credibilidad y la confianza que todos
aquellos vinculados a el aspiran continuar teniendo" como se
comprende, el planteo de un hombre prestigioso como
Cárdenas, lanzando desde un diario prestigioso como la
Nación, no obedece amiseros intereses financieros, sino a
resguardar el honor de la República Argentina,
enalteciendo con el pago de la deuda externa ahora ya no solo
publica sino también privada.
En general "los medios" se
ocupan poco de este asunto, como si se tratara de una
cuestión de exclusivo interés de los deudores
privados y del Estado, a pesar de que el pato de la boda es toda
la sociedad.
Sin embargo en 1983, en uno de los últimos
operativos de este sistema salta en Clarín el enojo de
Dionisio Martín, titular de la subsidiaria Argentina del
Citibank respecto del ministro Jorge Wegve, que, no habría
cumplido su compromiso, a pesar de que "cenando con el, este le
aseguró que los títulos nominativos en
dólares con que se refinanciaría la deuda por
seguros de cambio, saldrán a cambio del ingreso de los
primeros 500 millones de dólares del crédito por
1500 millones". La noticia apenas nos permite entrever lo que
sucede entre las bambalinas, porque agrega que al mediodía
siguiente, Julio Gonzáles del solar, "intmpestivamemte,
exigía¿ que Wewe se pusiera al otro lado del
teléfono porque esto no era lo que
acordamos.".
Lo concreto es
que este mecanismo financiero les permite a grandes empresas
endeudadas en dólares, asegurarse determinada cantidad de
divisas extranjeras, que le será entregada entre uno o dos
años a la cotización de hoy aun cuando el
dólar haya crecido su valor en dos, tres o más
veces.
En concreto, se trata de una estatización, pues
el Estado carga con una diferencia muy importante, es decir,
significa una transferencia de deuda desde el sector privado
hacia el Estado. Alfredo y Eric Calcarhmo estiman que dicha
transferencia alcanza, entre 1981 y 1983, a 14.500 millones de
dólares. Por su parte, Claudio Lozano, posiblemente en
razon de que los seguros de cambio operan durante un tiempo mas,
se refieren a la "estatización de cerca de 20.000 millones
de deuda privada.
Estadísticas revelan esa transferencia de deuda
de un puñado de empresas sobre el resto de los argentinos.
Varias de ellas, las mas importantes, operan luego en el negocio
de capitalización de la deuda a través del cual se
privatizan las empresas de servicios públicos.
Olo que es lo mismo ellas contrajeron deuda externa, la
transfirieron al Estado a través de la
estatización, luego cuando esos mismos títulos
cayeron a valores muy bajos en el mercado mundial, los
adquirieron convirtiéndose en acreedores de deuda externa
y con esos mismos títulos –a través de los
cuales ellos compraban barata la misma deuda externa que
habían contraído y no habían pagado-ahora
cotizados a valor nominal, se quedaron con las empresas
públicas.
En esa época en que comienzan a implementarse los
seguros de cambio, aparece otra noticia de naturaleza
también escandalosa en este mundo financiero. El diario La
Razón informa:
Que no produjo consecuencias procesales y que no le ha
impedido continuar recorriendo el mundo, en representación
de grandes empresas multinacionales aunque quizás, alguna
vez, desde la tranquilidad de su castillo normando en
Chalpadmalad y en esa paz espiritual que otorga el mar, halla
ojeado las páginas de un libro
José Luis Torres, publicado en 1940: "algunas maneras
de vender la patria" .
Argentina:
La negociación de la deuda
externa
Al día de hoy no está definido el
resultado final del largo y desgastante proceso de
negociación por la deuda externa con los acreedores
privados, llevado adelante por el gobierno argentino, porque
aunque la oferta a los
bonistas ya fue presentada, ésta contiene diversos
elementos que pueden significar cambios en los números al
término de los plazos estipulados.
Sin embargo hay importantes aspectos que se fueron
desarrollando en el curso de este año y medio de
forcejeos, que pueden y deben ser valorados, y permiten acercar,
por lo menos, un balance parcial.
El discurso y la
lógica
El discurso asumido por las administraciones -ya fueran militares
o civiles- que nos gobernaron en las últimas tres
décadas, invariablemente reafirmó antes que nada
que el país debía honrar la deuda contraída.
Este gobierno desde que asumió instaló otro
discurso: no vamos a pagar la deuda con el hambre del
pueblo.
Este planteo fue, y es, repetido por todos los
funcionarios nacionales desde el presidente para abajo, en todos
los escenarios nacionales e internacionales en los que se
debate sobre
la deuda Argentina. La consecuencia es que el planteo actual
respecto a la reestructuración en curso, es que primero
deben estar garantizados los recursos para sostener el desarrollo
económico del país, y en función de esto
podemos decidir que es lo que se puede pagar.
Esto implica un cambio cualitativo en la lógica
con la que se aborda la política económica:se
piensa que no se van a producir inversiones a través nuevo
endeudamiento externo -como afirma el discurso neoliberal- sino
que la posibilidad de acceder a un ciclo de inversiones
está ligada a que el país garantice un proceso de
crecimiento sustentable en el tiempo.
La defensa del actual ciclo de crecimiento
económico se convirtió entonces en el elemento
central que guía las propuestas de los negociadores
argentinos. Y desde la perspectiva del capital financiero,
representada descarnadamente por el FMI, el objetivo es
exactamente opuesto: recortar todo lo posible la magnitud del
excedente que quede en el país, y sobre todo, la
porción de éste que permanezca en manos del estado
argentino.
De ahí que en la discusión con el FMI no
están sólo presentes las cuotas y los plazos de la
propia deuda, sino otros aspectos esenciales de la
política económica: las tarifas de servicios que
están en manos de las empresas transnacionales, una
reestructuración del sistema financiero que liquide la
porción que sigue manejando el estado a través de
la banca
pública, la reforma del sistema impositivo para hacerlo
más regresivo aún, la instrumentación de una nueva ley -que
podría incluir hasta una reforma constitucional- que
ahogue las autonomías provinciales en las decisiones del
gasto, a lo que hay que agregar la participación directa
del Fondo en el debate sobre la magnitud de la oferta a los
bonistas.
Todas estas exigencias fueron rechazadas por el gobierno, y
motivaron la suspensión transitoria del acuerdo con el
FMI, lo cual permitió sacar del medio esos temas por
varios meses, dándole continuidad al dinamismo del mercado
interno. Este sigue siendo la base del crecimiento actual, y su
sustentabilidad es la condición indispensable que
permitirá aprovechar la favorable perspectiva del sector
externo, en la perspectiva de impulsar un desarrollo nacional
capaz de iniciar la desconexión de la lógica
neoliberal que predomina en el escenario
internacional.
La suspensión del acuerdo con el FMI, el
crecimiento económico en tiempo de cesación de
pagos, la concreción final de una quita cercana al 70%,
son elementos de un enorme valor en un escenario internacional
con dominio
excluyente de las políticas fondomonetaristas,
difíciles de desafiar por parte de los países
dependientes, sin pagar enormes costos de
desestabilización económica y
política.
Las
perspectivas
La perspectiva para los próximos
años en el mercado mundial presenta aristas sumamente
contradictorias. Por un lado, la producción agropecuaria
argentina vuelve, después de mucho tiempo, a instalarse
con posibilidades de ofrecer mercancías que se valoricen
fuertemente a partir de un extraordinario crecimiento de la
demanda, que
es muy probable se mantenga durante varios
años.
Por otro, la estructura económica nacional
heredada de varias décadas de aplicación salvaje
del modelo neoliberal, y su imbricación profunda con la
estructura internacional de igual signo, constituyen una madeja
atada con miles de nudos gordianos, que no se cortan con uno ni
con dos ni con tres tajos.
En estas últimas semanas hemos asistido a todo
tipo de planteos aludiendo al mantenimiento
de las estructuras
injustas y de la inconsistencia y/o incoherencia de las
políticas oficiales, acompañados en la
mayoría de los casos, de programas e
indicaciones sobre lo que debería hacerse. Programas, que
según afirman los que los proponen, dependen de la
voluntad política de cambio, para su aplicación
automática. Como evidentemente no se aplican estos
programas, la conclusión es que éste gobierno no
tiene voluntad política de cambio.
Nosotros preferimos evaluar la voluntad política del
actual gobierno, desde el análisis de la
correlación de fuerzas que tenemos desde el campo popular,
a la hora de medirnos con las poderosas empresas transnacionales
que dominan el mercado mundial y controlan gran parte de la
estructura económica nacional. Porque entendemos que
cualquier medida que empiece a redistribuir en favor de las
mayorías nacionales las inmensas riquezas que se siguen
produciendo en nuestra patria, irá en detrimento de los
intereses estos poderosos monopolios y será resistido por
ellos con todos los medios a su alcance, que son muchos.
La Argentina ha encarado varias reestructuraciones de la deuda
externa en los últimos años. Entre las más
recientes podemos mencionar la del plan Brady durante el
menemismo, y la del megacanje durante la administración De
la Rua. Ambas contaron con el aval y el apoyo irrestricto del
FMI, y se desarrollaron en contextos en que la relación
con los gobiernos era de coincidencias totales con las
políticas de ajuste que se implementaban y que el poder
financiero exigía.
Es exactamente lo opuesto a lo que pasa por estos
días. La relación con el FMI -a pesar de que cobra
puntualmente su parte de la deuda- no pasa por su mejor momento.
Las fricciones no son sólo de discurso, sino porque el
gobierno ha demostrado voluntad política suficiente para
resistir las recetas liberales que los funcionarios del Fondo
siguen recomendando. Es más, la palabra ajuste ha sido
desterrada del diccionario
económico por este gobierno.
Hoy estamos discutiendo: cual es la magnitud de quita de
la deuda; si la empresa del estado que se crea va a funcionar
mejor o no con tal o cual figura jurídica; si a los
aumentos dados a los jubilados y empleados estatales se pueden y
deben sumar otros y de que magnitud; si lo planificado de obra
pública se viene ejecutando adecuadamente o no; por cuanto
tiempo más deben mantenerse las tarifas congeladas; si el
crecimiento del presupuesto social es suficiente; si el
decrecimiento de la desocupación será más o
menos rápido en los próximos años; sobre que
bases debe desarrollarse el mercado regional, etc.
Estamos discutiendo si las medidas progresivas que ya viene
tomando el gobierno nacional, pueden ser mejoradas y como. No
estamos debatiendo como resistimos nuevos ajustes, como
sucedió durante las últimas tres décadas en
la Argentina. Obviamente ninguno de esos temas tienen nada que
ver con la agenda neoliberal, ni con los programas del FMI, ni
con las propuestas del G 7. No es casual que, a diferencia de los
elogiosos comentarios que le prodigaban al liderazgo
menemista (aun hoy es rescatado con nostalgia por el propio
presidente del FMI) y a la "honestidad" de De la Rua, desde sus
principales voceros, tanto en el país como en el exterior,
surgen permanentemente duros ataques a las políticas del
gobierno, y a la figura del presidente Kirchner.
Los próximos
pasos
Los pequeños pasos que se han dado en
dirección contraria al desarrollo
neoliberal encuentran una fuerte oposición del poder
financiero, de las multinacionales, de la derecha
política. Avanzar más rápido y profundizar
las huellas abiertas, requiere no sólo de voluntad
política, sino de la fuerza
suficiente parta sostener esa voluntad. Los ejemplos más
cercanos que tenemos de confrontación a las
políticas imperialistas nos dejan claras
enseñanzas. Cuba y
Venezuela en
nuestro continente nos muestran procesos de
cambio que resisten los ataques del imperialismo, con pueblos
movilizados y comprometidos, resultado de años de construcción y acumulación
política, que permitió juntar la fuerza suficiente
para, hoy, impulsar programas económicos que tienen mas de
un punto de contacto con el que tenemos en la Argentina. No hay
ningún proceso de cambio desarrollado por ningún
gobierno revolucionario o progresista, que haya solucionado por
un golpe de su voluntad política las tremendas injusticias
que dejan décadas de aplicación de políticas
antipopulares. Hay que construir la voluntad política de
las mayorías, porque esa es la única
garantía de cambios profundos y duraderos.
La deuda es injusta, ilegal, e ilegítima. Los banqueros
que nos piden su pago le deben al pueblo argentino mucho
más de lo que nos reclaman. Pero de nada vale que nosotros
lo sepamos y lo repitamos, sino no somos capaces de construir la
fuerza popular suficiente para que seamos millones los que lo
exijamos.
El gobierno de Néstor Kirchner abrió la posibilidad
de sacar este debate de los pequeños grupos para
trasladarlo a millones. No vamos a pagar la deuda con el hambre
del pueblo, dice. Con esa bandera vamos construyendo la voluntad
política necesaria para sostener en los hechos lo que
decimos en los discursos.
A veces se puede avanzar más rápido, a veces hay
que ir mas despacio. De lo que se trata es saber si vamos en la
dirección correcta. De eso estamos
convencidos.
De que manera
cada ciudadano argentino paga la deuda.
Los argentinos debemos hoy a los bancos extranjeros, al
FMI, al Banco Mundial
y a otros organismos internacionales
Unos: 200.000 millones de dólares.
150.000mll son de la deuda publica,
que debe pagar el estado en forma directa.
Los otros 50.000mll los deben pagar las empresas
privadas.
Para eso necesitan dólares, que el estado
está obligado por ley a proveérselos a razón
de un peso un dólar(ley de convertibilidad.
La cuenta es sencilla:
Somos 37 millones de habitantes.
Cada uno de nosotros debe 5.405 dólares a los
bancos extranjeros, al FMI y al banco mundial, aun al
nacer.
4.054 dólares por la deuda publica.
1.351 dólares por la deuda de empresas
privadas.
Cada jefe de familia tipo,
debe pagar 21.620 dólares.
A los cuales se le agregan los intereses anuales, que
son:
9.500mlls por la deuda publica y 3.000mlls por la deuda
privada, sumando un total de 12.500mlls.
Esto significa, que a cada uno de nosotros le
corresponden pagar 28 dólares mensuales de por
vida.
De esa forma, uno esta pagando ya 112 dólares por
mes de intereses.
El aumento de impuestos y la
rebaja de sueldos estatales, fueron medidas tomadas para pagar
los 9.500mlls de intereses de la deuda.
El déficit fiscal del estado es de unos 5.500mlls
anuales, que, si no tuviéramos que pagar los 9.500mlls de
intereses,
Nos sobrarían 4.000mlls, o sea tendríamos
superávit.
Con este dinero podríamos construir escuelas,
hospitales,
Aumentar las jubilaciones y haber creado 2.200.000
planes trabajar.
Para terminar de pagar los intereses va a haber mas
impuestazos y salariazos.
Los salarios han
disminuido en un 25% en los últimos 10 o 12 años,
por lo que un trabajador que hoy gana $400 mensuales,
debería estar ganando $530 por mes para estar igual que en
1.988, hoy gana $130 menos, y los intereses de la deuda son unos
$112. En conclusión, de los $130 que pierde mensualmente
cada trabajador, $112 se destinan para pagar los intereses de la
deuda, y los otros $18 representan la parte de riqueza
concentrada y que no han fugado aun.
No es una coincidencia casual.
Los gobernantes, con la deuda y la política
económica, provocaron la disminución de los
salarios y lograron concentrar la riqueza del país en muy
pocas manos:
Unos 10 grupos económicos locales,
Los bancos acreedores extranjeros
Y las grandes corporaciones multinacionales que se
quedaron con las empresas publicas y privadas
argentinas.
Estos grupos acaparaban nuestras riquezas y
exigían al banco central dólares, para girar la
mayor parte de sus ganancias al exterior.
¿
Cuál es el monto actual de la deuda externa
argentina?
Asciende a más de 150 MIL MILLONES DE
DÓLARES, que equivalen a que cada niño
argentino que nace debe 5.400 dólares, que cada argentino
debería pagar 28 dólares mensuales durante toda la
vida solo por los intereses, que cada familia tipo argentina debe
22.000 dólares. Equivale también a un año de
toda la producción y el trabajo de
todos los argentinos y a ocho años de todas las
exportaciones argentinas.
Es necesario observar que todo el proceso de
endeudamiento no es algo que comenzara solamente hace veinticinco
años, sino que por el contrario arranca desde los albores
de nuestra vida independiente, habiéndose convertido en un
fenómeno verdaderamente estructural, debiendo exceptuar
muy contados períodos en los que no tuvimos que afrontar
los planteos extorsivos de los acreedores externos.
Conclusión:
"Cuanto más pagamos, menos tenemos y más nos
endeudamos".
JULIÁ, Carlos. "La Memoria de
la Deuda", Vol I, Editorial Biblos, Buenos Aires,
2002.
GALASSO, Norberto. "De la Banca Baring al FMI" Historia
de la deuda externa Argentina, Editorial Colihue, Buenos Aires,
2002, Primera Edición.
KANENGUISER, Martín. "La Maldita Herencia. Una
Historia de la deuda y su impacto en la economía
Argentina (1976-2003)". Editorial Sudamericana, Buenos Aires,
2003.
VITALE, Luis. "Historia de la Deuda Externa
Latinoamericana y Entretelones del Endeudamiento Argentino".
Editorial Sudamericana-Planeta, Buenos Aires, 1986.
Sitios Web
http://www.pacificar.com/vernota.hlvs?id=3939
Andrea Celeste Brecciaroli
Estudiante de tercer año del Polimodal
Buenos Aires, Argentina