Fundamentos para la comprensión de la complejidad y el caos en la organización y la economía
- Sumario
- El paradigma emergente de la
complejidad - Reduccionismo o
mecanicismo - Concepto de sistema y
pensamiento sistémico - Orden, desorden, caos,
complejidad - La
entropía - Sistemas
no-lineales - Orden
por fluctuaciones, punto de bifurcación, estructuras
disipativas - Agente
autónomo y organizaciones propagativas y adyacente
posible - Atractor
- Fractal
- Referencias
bibliográficas
El propósito de este capítulo es sentar
las bases para la comprensión de la complejidad y del caos
en el sistema
económico y en la organización. En este sentido el intento se
fundamenta en el concepto de
sistema puesto que privilegia el todo sobre las partes, es el
paradigma en
que se ha cimentado el avance científico y porque es la
característica natural de los sistemas
autopoiésicos.
El mecanicismo desconoció el desorden porque no
lo logro encajar en su enfoque y de paso tampoco podía
establecer la complementariedad entre orden y desorden. La ciencia de
la complejidad y del caos ha legitimado el desorden y reconocido
su potencial de autoorganización.
Para comprender la dinámica de estos fenómenos en la
sociedad y de
hecho en el sistema económico y en las organizaciones
empresariales será necesario considerarlas como sistemas
vivos, de tercer nivel, o indupoiésicos como se propone en
otro título.
Los sistemas vivos están expuestos a
ráfagas de entropía que revelan el grado de desorden
provocado por fluctuaciones provenientes del exterior o del
interior del mismo y a las cuales tiene que sobreponerse a
través de los mecanismos de autoorganización, que
aparecen como propiedades emergentes en el orden por
fluctuaciones, las estructuras
disipativas y los puntos de bifurcación. La
autoorganización también es enfatizada por los
agentes autónomos y las organizaciones propagativas, y la
creatividad de
los sistemas biológicos por lo adyacente
posible.
El comportamiento
de estos sistemas vistos desde una perspectiva dinámica se
reconoce de manera más clara a través de los
atractores y los fractales son la mejor forma de estudiar los
atractores.
Palabras clave: complejidad, administración, economía, gestión, caos, orden, desorden,
autopoiesis, orden por fluctuaciones, puntos de
bifurcación, estructuras disipativas, agente
autónomo, juegos
naturales, organización propagativa, atractor,
fractal.
1. EL PARADIGMA
EMERGENTE DE LA COMPLEJIDAD
La ciencia ha
avanzado a pasos agigantados, a zancadas, y, también ha
penetrado a profundidades y espacios que hasta hace relativamente
poco tiempo eran
inalcanzables; lo que ayer era excluido o desconocido hoy surge
con un poder
inusitado; pero lo que fue admitido sin reticencias y hoy es
cuestionado deja una marca indeleble,
una estela de compromisos incrustados en la mente que no es
posible desenraizar de un solo tajo; para cambiar, será
necesario afrontar dos tensiones: primera olvidarse de lo
aprendido, segundo, entender que la realidad no se revela en sus
verdaderas dimensiones y tiende al hombre
trampas.
Desaprender es sin lugar a dudas uno de los retos
más desafiantes que enfrenta el hombre de
hoy y es eso lo que resalta Edgar Morin (1997: 21): "Estoy cada
vez más convencido de que nuestros principios de
conocimiento
ocultan lo que en adelante es vital conocer".
Los paradigmas que
han hecho carrera han encontrado una aparente concordancia con la
realidad, pero ahora cuando se está consciente de los
múltiples rostros que asume se abren inquietudes que es
preciso disuadir. La nueva ciencia se enfrenta a este tipo de
fenómenos y la complejidad y el caos son una muestra
elocuente, por lo que para comprenderlos habrá que hacer
gala de altas dosis de recursividad, apertura de la mente y al
tiempo tomar las precauciones que hace Karel Kosik (Gibert,
1999:1): "Si la apariencia fenoménica y la esencia de las
cosas coincidieran totalmente, la ciencia y la filosofía
serían superfluas".
La complejidad y, particularmente, el caos han sido
calumniados y vilipendiados. Sobre su veleidosa humanidad ha
llovido y caído rayos y centellas.
Han sido desvirtuados hasta desnaturalizarlos. Las
primeras puntadas para comprenderlos se encaminan a armar el
rompecabezas de la complementariedad entre orden y desorden
tomando como referencia conceptualizaciones teóricas que
adquirirán sentido cuando se apliquen a la Complejidad de
la vida cotidiana y a Tras las huellas de la complejidad de la
economía y la organización.
Desde cuando el desorden consiguió que la ciencia
le expidiera licencia y lo convirtiera en algo digno de
investigar la brújula
comenzó a flaquear. Haberlo reconocido no significa
propiamente desconocer el paradigma reduccionista pero al menos
menguarle importancia. En el fondo, significa cambiar de
paradigma y ese paso, mirar en otro sentido, cambiar de marco de
referencia, caminar en otra dirección, no resulta fácil de
asimilar por diversas razones. En primer lugar, siembra
incertidumbre y confusión; luego, inseguridad
porque los principios en que se apuntalaba el
conocimiento quedan sin sustento. Para compartir el nuevo
modelo se
necesita transitar un buen trecho hasta cuando las ideas
comiencen a afirmarse.
Se comprenderá que se trata de una manera
distinta de comprender el mundo que no es exactamente nueva, ya
Aristóteles la había anunciado. Como
es natural el paradigma emergente está sujeto a toda
clase de
cuestionamientos y en el caso del paradigma de la complejidad con
mucha más razón por cuanto que como afirma
Prigogine –en la definición que más adelante
se formula- "la complejidad es uno de esos conceptos cuya
definición corresponde esencialmente a los problemas que
genera" y tanto más cuando se trata de un tema no
totalmente acabado. En este sentido los tratadistas han sido
claros.
A pesar de eso los adelantos logrados brindan certezas
que traen al espíritu una señal inequívoca
de confianza.
Desde mi perspectiva, me amparo en una
espesa capa de convicción por lo que palpo principalmente
en los avatares de la vida cotidiana. Todo nace en el espacio de
la experiencia, del simple hecho de mantener los sentidos
abiertos. La vida normal, la corriente, no transcurre
plácidamente siguiendo un desenvolvimiento lineal; sufre
altibajos, saltos imprevistos, sorpresas impensadas,
discontinuidades que llevan al convencimiento que ese es el
camino que siguen todos los fenómenos que asedian al
hombre.
El paradigma de la complejidad declara su omnipresencia
particularmente en los organismos vivos, es en ellos en donde se
despliegan en forma vehemente todas las propiedades que los
tipifican. En este enfoque se intenta hacerlo extensivo a la
organización y a la economía como si fueran de la
misma naturaleza que
lo biológico. Por supuesto, no es nueva la perspectiva de
mirar la sociedad y el ambiente
empresarial como un organismo vivo. Lo que ha llevado a pensar de
esta manera es que el avance del conocimiento está
permitiendo descubrir que existe una gran conformidad entre lo
que ocurre en el mundo natural y lo que acontece en las
relaciones organizacionales complejas.
Tal vez el aspecto más controvertido sea
precisamente considerar a la sociedad y de hecho al mercado y a la
gestión
empresarial como organismos vivos. En sentido estricto no lo
son y eso está claro. Con todo, se comportan como tales
porque las pautas sociales y las estructuras institucionales
desarrolladas reflejan la forma en que el ser humano ordena sus
propias ideas y la experiencia de pensar, al fin y al cabo, no
son otra cosa que un fiel reflejo de lo que ve en los
fenómenos naturales y en su propia arquitectura.
Maturana y Varela los catalogan, como se verá, como
organismos vivos de tercer orden.
Siguiendo ese enfoque los denomino
indupoiésicos –tema que se tratará en
otro título-.
El comportamiento de la organización y del
sistema económico siempre ha sido considerado como estable
en el afán de encasillarlos como predecibles basados en la
mecánica newtoniana inspirada en el
principio de acción-reacción o causa-efecto;
pero, en la práctica, se trata de sistemas inestables y
por naturaleza complejos.
La complejidad se perfila como la herramienta que mejor
afronta, la que más se acomoda, la que mejor interpreta,
el comportamiento de los sistemas dinámicos no-lineales,
porque privilegia los modelos
cualitativos sobre los cuantitativos tan comprometidos con el
enfoque mecanicista.
La organización empresarial y en mayor grado la
economía son por naturaleza sistemas complejos. Y son
complejos porque en todos los puntos de decisión convergen
muchas variables que
interactúan entre si y además se retroalimentan
generando, a la vez, causas y efectos que no son susceptibles de
predecir porque en el proceso de
interacción de las variables se generan
propiedades emergentes que no es posible identificar.
Las variables se influyen entre sí, y en cada
punto de inflexión –la decisión- no se sabe
exactamente cuántas ni cuáles son las que se
entrecruzan ni los efectos inesperados que produce la
interacción.
Teniendo en mente estas razones es de esperar que cuando
se estimule el sistema, en el afán de conseguir respuestas
determinadas, puede que responda en la dirección esperada,
a veces en otra, y hasta puede permanecer indiferente. Otro
factor que entra a jugar es el plazo de reacción. La clave
a recordar es que, además del efecto de las variables y
las propiedades emergentes, están integrados por personas
y, los individuos, -las partes– no actúan
aisladamente; al contrario, provocan desenlaces en la conducta de otros
individuos que, a su vez, pueden causar reacciones en cualquier
otro lugar del sistema y viceversa. La conducta en conjunto es
demasiado compleja para sea aprehendida por una interpretación mecanicista.
Los sistemas complejos son inestables, son no-lineales,
y tienen por naturaleza comportamiento caótico enmarcado
en la incertidumbre.
Esta característica tan particular bloquea
cualquier posibilidad de analizarlos bajo la lupa de la
experiencia o el riesgo y de lleno
hay que considerarlos como plagados de eventos
inesperados e impredecibles que no pueden ser reconocidos por la
razón.
A nivel de la organización ya lo
estableció Herbert Simon, (Morgan, 1991:69) premio
Nóbel de Economía en 1978. Las organizaciones
funcionan impulsadas por el motor de la
información, son sistemas de comunicaciones, son sistemas de adopción
de decisiones. Sostuvo que las organizaciones no pueden ser
completamente racionales porque los procesos de
información tienen visibles limitantes. En sentido
estricto quienes toman las decisiones son los hombres no las
organizaciones. Las decisiones tomadas por el hombre –que
consiguen eco en la organización- nunca pueden ser
indiscutiblemente racionales. Y no lo son principalmente porque
la información en que se basan es incompleta tanto en lo
que se refiere a acciones como
a consecuencias y también porque sólo es posible
explorar un número restringido de alternativas.
En cuanto se refiere al sistema económico sucede
otro tanto. El siglo pasado se encargó de bajar del
pedestal el paradigma newtoniano que había sido instituido
por Adams Smith en economía en su célebre libro, La
riqueza de las naciones, publicado en 1776. La columna
vertebral de la teoría
clásica sostiene que en una economía de libre
competencia los
mercados
actúan con información perfecta. Toda la
información se refleja en los precios y las
distorsiones tendrán una incidencia temporal e irrelevante
puesto que el libre juego del
mercado conllevará a la eficiencia
productiva.
Es evidente que en economía la información
es un elemento crucial en la adopción de decisiones; a
pesar de eso en la mayoría de los casos los compradores y
los productores no cuentan con la misma información sobre
las variables más importantes que intervienen en la
decisión dado que existen diferencias en la cantidad y la
calidad, lo
que implica que los precios no transmiten toda la
información. Existen distorsiones que reflejan un mal
funcionamiento del mercado de libre competencia.
Los Premio Nóbel de economía del
año 2001, George Akerlof, Michael Spence y Joseph
Stiglitz, en el tratado que ameritó la máxima
distinción ponen en tela de juicio el funcionamiento de la
sacrosanta "mano invisible", cuestionamiento que en concreto
significa poner en entredicho que los mercados operen
eficientemente y de hecho el paradigma de la competencia
perfecta. Sostienen que los mercados no operan de manera
eficaz porque tanto compradores como vendedores no siempre
cuentan con la información requerida para adoptar
decisiones óptimas.
La teoría la sustentan en la llamada
Economía de la Información en la que se propone la
presencia de lo que denominaron "información
asimétrica". Como es de conocimiento general siempre se ha
hablado de "información simétrica". Cuando se habla
de "información asimétrica" se quiere decir que una
de las partes que concurre a una operación de mercado
tiene más información que la otra sobre la rentabilidad
potencial y el riesgo de la operación. La
"información asimétrica" encarna dos tipos de
problema: el riesgo moral y la
selección adversa.
El riesgo moral proviene de las acciones ocultas, que
surgen cuando uno –o varios- de los participantes en la
operación no puede observar todas las acciones relevantes
de una o de las otras partes. La selección adversa deriva
de la información oculta, que emerge cuando uno –o
varios- de los participantes no conoce toda la información
pertinente de que dispone la otra u otras partes.
De manera que visto el panorama en conjunto se llega a
una conclusión palmaria: en una operación de
mercado concurren por lo menos tres factores distorsionantes que
colman de incertidumbre el resultado esperado de las decisiones:
en primer término, saltan las limitaciones que impiden al
hombre actuar racionalmente; luego, delata su presencia la
información asimétrica; y, también, converge
el factor que proviene del comportamiento incierto inherente a
los sistemas complejos.
Están servidos sobre la mesa los elementos de
juicio suficientes para entender que tanto desde la teoría
de la organización como desde la teoría
económica y el paradigma de la complejidad existen
fundamentos sólidos para cuestionar lo que hasta ahora se
ha dado por sentado: que en ambos casos se adoptan decisiones
bajo certeza; más bien, lo que han contribuido a acentuar
estas nuevas teorías
es que tanto en las organizaciones como en el sistema
económico siempre las decisiones se adoptan bajo la
tutela de la
incertidumbre.
En ambas teorías operará algo parecido a
la "incertidumbre knightiana", (Kauffman, 2003: 290) pero en el
fondo se refiere a un concepto más amplio.
Los economistas suelen distinguir entre la incertidumbre
normal, la relacionada con la teoría de las probabilidades
y la incertidumbre knightiana que se refiere a los casos en los
que no es posible conocer en el momento actual los posibles
resultados. Es diferente establecer la probabilidad que
una moneda caiga cara o sello –dos eventos posibles- que
establecer la probabilidad de los cursos de acción futuros
derivados de una decisión cuyos resultados se
desconocen.
Nada más puesto en razón que emplear una
metáfora para sintetizar la diferencia entre el
mecanicismo y el paradigma de la complejidad. El paradigma
mecanicista concibe la realidad cósmica como una autopista
recta totalmente pavimentada; el nuevo, la considera semejante a
como se desplazan los reptiles –en forma sinuosa- y con
tramos rectos e irregulares, no está totalmente
pavimentada, tiene tramos irregulares. El paradigma reduccionista
solamente distingue entre blanco y negro; un mundo reversible,
domesticado y predecible. La complejidad lo ve entre claroscuros,
en donde las cosas no son totalmente blancas o negras sino que
también se dan franjas en donde uno y otro se combinan: un
mundo irreversible, indomable y por tanto
impredecible.
Como un hilo de oro
atravesará toda la trama de la complejidad el
convencimiento de que habrá que desembarazarse de Newton, volver
a Kant y ampararse
en Habermas para entender que en economía y administración las decisiones no deben
adoptarse solamente refugiadas en la lógica
o la racionalidad, sino más bien inspirarse en razones y
motivos.
Al final de cada sección cuando se presume que la
idea ha cuajado, que ha tomado forma, se irán asociando
los conceptos discutidos con citas de autores connotados que
reflejan la concordancia entre el comportamiento de los negocios y la
economía con los organismos vivos, los ecosistemas y
la sociedad, porque el propósito que se persigue es
establecer los fundamentos que permiten visualizar los
vínculos que faciliten la compresión de la
complejidad y el caos en esas actividades.
En todo el recorrido del trabajo se
prescinde de las matemáticas complejas y los interesados en
penetrar ese mundo se remiten a la amplia bibliografía
disponible.
2. MECANICISMO O
REDUCCIONISMO
Como antesala a la complejidad y el caos resulta
irrenunciable abordar el mecanicismo como paradigma que ha
dominado el pensamiento
científico hasta la contemporaneidad.
La visión del mundo basada en la filosofía
aristotélica y en la teología cristiana que
predominó durante los siglos XVI y XVII se modificó
abruptamente y la concepción de un mundo orgánico,
viviente y espiritual fue reemplazada por la del mundo como
máquina, enfoque que se convirtió en la
metáfora preferida para comprender el mundo.
El cambio fue
desencadenado por los descubrimientos en física, astronomía y matemáticas y los
gestores del viraje fueron Copérnico, Galileo, Descartes,
Bacon y principalmente Newton.
La tradición occidental y particularmente
Platón
diseño
y levantó los pilares sobre los cuales se construyó
la arquitectura de un mundo de concepciones donde solo
tenía cabida lo simple, lo elemental, lo ordenado, lo
verdadero y donde la ambigüedad no tenía cabida por
carecer de sentido; por no encontrar dónde encajarla en
ese marco de ideas; y todo cuanto no pudiera ser explicado o
tenido en cuenta a la luz de los
conocimientos vigentes era -sencillamente- suprimido.
Semejante manera de entender el mundo condujo a dos
planteamientos que sembraron la simiente de dos ejes del
pensamiento moderno.
Descartes y su duda metódica rechazaba la verdad
revelada o determinada por otros y se entregaba a su propia
razón. Fue quien concibió la división entre
cuerpo y alma -lo
físico y lo inmaterial- y de plomada sentó las
bases a dos maneras de concebir el mundo: la razón y la
experiencia. A la mente se adjudicó la razón como
atributo distintivo y se presuponía que no estaba expuesta
a la confusión, tenía la fuerza de
distinguir claramente entre alternativas; la experiencia se
identificó como característica del cuerpo y los
sentidos y corría la suerte de caer en la ambigüedad
y de dejarse traicionar por los sentidos.
Entretanto, en el mundo físico las ideas se
debatían en otro escenario. En la física newtoniana
el mundo se constituía de una sola pieza donde reinaba la
claridad y el orden, una sola lógica y una solitaria
verdad. De hecho la idea principal descartaba la posibilidad de
la ambigüedad, la confusión y el desorden, en ese
dominio las
alternativas eran buenas o malas, negras o blancas: o/o. Reinaba
a sus anchas el maniqueísmo. El mundo estaba constituido
por partes que podían armarse y desarmarse a la manera de
un reloj, el enfoque predominante era eminentemente
mecánico, y, a manera de una buena idea se diseminó
y germinó en la mente de los más destacados
pensadores de la época. Y no se ancló en esa
época, también extendió sus dominios hasta
invadir la de la computación y la inteligencia
artificial de la contemporaneidad. La característica
esencial de este punto de vista son la racionalidad, la
objetividad, una realidad, la lógica y las reglas, en
suma, se apropia de una concepción determinista y, por
tanto, susceptible de predecir. La historia de occidente
está plagada de hechos históricos,
políticos, económicos y sociales que se aferraron
al paradigma newtoniano.
Aun cuando unos y otros trataban de deslizarse por el
camino que los condujera a la verdad, llegaron a tocar
fundamentalismos que antes que conseguir que convergieran, se
logro establecer dos planos casi paralelos en donde no
había posibilidad de encontrar puntos de
intersección, de encuentro o reconciliación. Y
así se caminó un gran trecho de la historia. Con
todo, no hay razón para que sorprendan los altibajos en la
búsqueda del conocimiento, si reconocemos que la humanidad
ha progresado dando tumbos: altos y bajos, progresos y
retrocesos.
El hombre a través de la historia ha demostrado
persistentemente que necesita un soporte mínimo que sujete
sus pensamientos, que le sirva de eje articulador y en ese
afán encuentra tropiezos infranqueables.
Las ideas mecanicistas han dominado el mundo por lo
mismo no es de extrañar que los pensadores desde Thomas
Hobbes en el
Leviatán, John Stuart Mill y Jhon Locke se
inspiraran en ellas y aparezcan reflejadas en sus escritos sobre
el Estado y la
sociedad. William Petty e incluso Adam Smith se inspiraron en las
ideas mecanicistas y bajo esos lineamientos Smith concibió
La riqueza de las naciones en la que propuso tanto su
economía de mercado como la división del trabajo.
Capra (1998, 224), asegura que en realidad la economía
moderna fue creada por William Petty .
En su círculo de amistades figuraba Isaac Newton y
en su Política Aritmética se advierte la
influencia de Newton y Descartes, puesto que el método de
Petty consiste en "sustituir palabras y razonamientos por
números, pesos y medidas". Las ideas de Petty sirvieron de
ingrediente a Adams Smith y Ricardo. Estos son indicios
suficientemente reveladores de la influencia del mecanicismo en
el pensamiento económico.
En la gestión empresarial pasa otro tanto. Basta
recordar las primeras señales
formuladas en el amanecer de la era industrial por Henri Fayol
(1841-1925), el fundador de la escuela
clásica de administración en el primer intento de
organizar las empresas.
El proyecto
consistió en dividirlas en secciones: técnicas,
comerciales, financieras, administrativas, de seguridad y
contable; en otros términos separar las partes.
Posteriormente sucedió algo similar con Frederick Taylor
(1856-1915) el padre de la organización científica
del trabajo quien desde la observación práctica extrajo la idea
de analizar el trabajo,
descomponiéndolo en tareas simples.
Otros pensadores también cayeron abatidos por la
fuerza de esas ideas: Darwin, Freud, Pareto y
aún Augusto Comte
(1798-1857) quien patentó la palabra "sociología" y llamó inicialmente
"física social" a su nueva ciencia. Estos contados casos
sirven para demostrar cómo las ideas mecanicistas
newtonianas sirvieron de sustento a los axiomas y principios
básicos de la vida social moderna.
La precisión de la máquina newtoniana se
convirtió para unos y otros en el modelo ideal para
concebir el funcionamiento del Estado como un
reloj, artefacto apasionado por el cumplimiento de las leyes y que
presentaba a los seres humanos como máquinas
vivientes.
Ambas metáforas han superado el tiempo y
aún hoy se habla de "las ruedas del gobierno" o de
"la maquinaria del Estado" o de "engrasar la maquinaria de la
burocracia".
La máquina se erigió como mito eficiente
y suficiente para materializar todas las aspiraciones
humanas.
Atado al mecanicismo que se fundamenta en la
cuantificación dado que alimenta la idea de que la
naturaleza está escrita en lenguaje
matemático, está el positivismo
idea que también surgió de la mente de Augusto
Comte. Al respecto afirma Hacking (1995: 23), "Medición y positivismo son estrechamente
afines. Augusto Comte acuñó la palabra
`positivismo´ para designar su filosofía. Su propia
filosofía no alcanzó un éxito
especial, pero la palabra cundió. Ciencia positiva
significa ciencia numérica".
En tiempos de Galileo (1564-1642) , Kepler (1571-1630),
Descartes (1596-1650) y Newton (1642-1727), el espíritu
científico y la supresión del caos habían
ganado la partida. Las leyes newtonianas de mecánica celeste y las coordenadas
cartesianas (que permitían a los científicos
encarar el universo como
un vasto diagrama)
crearon la impresión de que todo se podía describir
en términos matemáticos o mecánicos. En la
época de Napoleón, el físico francés
Pierre Laplace pudo
imaginar razonablemente que un día los científicos
deducirían una ecuación matemática
tan poderosa que lo explicara todo.
Esencialmente, el reduccionismo ve la naturaleza como la
vería un relojero. Un reloj se puede desarmar y
descomponer en dientes, palancas, resorte, engranajes.
También se puede armar a partir de estas partes. El
reduccionismo imagina que la naturaleza se puede armar y desarmar
de la misma manera. Los reduccionistas creen que los sistemas
más complejos están compuestos por los equivalentes
atómicos y subatómicos de los dientes, palancas y
resortes, los cuales la naturaleza ha combinado en un
sinfín de maneras ingeniosas.
Durante cientos de años el reduccionismo
–la idea de que el mundo es un ensamble de partes- se ha
apoyado en poderosas técnicas matemáticas que
cuantifican la realidad. Al cuantificar la realidad se pueden
sumar y restar partes. Como los científicos que recurren a
la matemática de la cuantificación han realizado
los más importantes descubrimientos y predicciones, la fe
de los científicos en el reduccionismo ha crecido. Pero,
como se verá, cuando los científicos estudian
sistemas complejos, la noción de partes tambalea de tal
modo que la cuantificación de dichos sistemas se vuelve
inmanejable. Los científicos que desean estudiar los
sistemas dinámicos han recurrido a otro enfoque de la
medición, la matemática
cualitativa.
Los pensadores políticos de la época
comparaban los átomos en colisión y sus fuerzas
interactuantes con la conducta y las interacciones de los
individuos en la sociedad. La física mecanicista se
convirtió en el eje del pensamiento que dominó todo
el enfoque del mundo, el paradigma central del mundo moderno. La
extensión del paradigma mecanicista hasta nuestra percepción
general de la realidad tuvo consecuencias que ahora ya son
contradicciones evidentes.
Describir las principales características del
mecanicismo servirá para revelar sus
características más interesantes:
- Acentúa lo absoluto, lo incambiable y lo
verdadero. No admite la ambigüedad y todo debe caber en la
estructura
de las coordenadas de espacio-tiempo, lo que presupone un
universo
prefijado, predecible y rígidamente obediente a las
leyes. Subraya los valores
de los roles fijados y la organización
burocrática fija. - Refuerza la jerarquía. Privilegia las partes
aisladas, separadas e intercambiables sobre el todo y por tanto
el análisis de las partes es suficiente para
conocer el todo. - Estimula un modelo de relación fundado en el
conflicto y
la confrontación entre las partes. Estimula la guerra de
todos los hombres contra todos los hombres. - Rinde culto a la formación de expertos,
hombres aislados que conocen muchos trozos sueltos de
información o de experiencia, pero que ignoran el
conjunto de que son parte. - El individuo
-como observador- toma distancia de la situación o la
comunidad en
la que practica sus experiencias. - El modelo de producción industrial es el más
fiel reflejo de su forma de ver el mundo, que luego
extendió a la comprensión de los seres humanos y
la naturaleza del trabajo. - Estimula el punto de vista individual y sólo
hay una forma de mirar las cosas. De ahí que sólo
se piense en términos de: bueno o malo; verdadero o
falso; blanco o negro. No caben en este modo de pensar los
variopintos, los matices, las paradojas, los predicamentos, la
multiplicidad, el multiverso, la diferencia o la
pluralidad. - El modelo por excelencia es la máquina donde
priman las leyes de interacción estrictamente
deterministas. También deja entrever cómo las
máquinas son insensibles al cambio y no dejan espacio
para la flexibilidad. - Provocó una aguda separación entre lo
mental y lo físico favoreciendo la división entre
el hombre y el mundo natural situando al hombre en
oposición con el mundo de la naturaleza y con lo natural
dentro de nosotros mismos. - Sustenta el "principio de causalidad" según el
cual en el mundo físico nada es fortuito, todo es
previsible, todo fenómeno tiene una causa que le precede
necesariamente, de manera que conociendo la causa se conoce
igualmente el efecto, nada se pierde, nada se crea, la causa es
conservada en el efecto.
A pesar de contar con el aval de las mentes más
lúcidas el modelo newtoniano, comenzó a tambalear
siendo estremecido por los matices que denunciaba la experiencia
y el multicolor mundo que reclamaba la intuición, las
diferentes formas de ver el mundo y la diversidad. La propia
experiencia en concordato con la realidad se encargaron de
desmentirlo.
La lógica, la verdad, la realidad y la
razón a que tanto se apegó Newton en su tiempo, son
hoy verdades a medias, para darles alguna denominación.
La lectura que
la ciencia actual hace del mundo y la realidad es completamente
opuesta. La versión que acoge la complejidad frente a la
realidad afecta a toda la naturaleza y la conducta humana. Zohar
y Marshall (1994: 179) sostienen que la diferencia está en
que, "Mientras Newton plantea una metafísica
de la actualidad, plantea el aquí y ahora, lo tangible, y
las realidades que existen en un mundo o/o, la metafísica
cuántica, como la aristotélica anterior, es
metafísica de lo potencial". Siguiendo con Zohar y
Marshall (16): "La física de Isaac Newton se conoce ahora
como una limitada aproximación válida sólo
dentro de una estrecha extensión de nuestra experiencia.
Fue básicamente superada por la física
cuántica y, aún más recientemente, por la
excitante nueva física del caos y la teoría de la
complejidad".
Con todo, hay que reconocer que el mecanicismo sigue tan
vigente como entonces. Será necesario esperar nuevas
pronunciamientos de la ciencia para probablemente llegar a un
método que unifique todas las intenciones de los
científicos. Capra (Op. cit.: 109) piensa
así:
Sin embargo, la nueva concepción del universo
surgida de la física moderna no significa que la
física newtoniana esté equivocada o que la
teoría de la relatividad y la cuántica sean
correctas. La ciencia moderna se ha percatado de que todas las
teorías científicas son meras aproximaciones a la
verdadera naturaleza de la realidad y ha descubierto que cada
teoría es válida para una descripción satisfactoria de la
naturaleza y se ve obligada a encontrar nuevas teorías
para reemplazar la antigua o, más bien, ampliarla,
mejorando la aproximación.
El mundo de los negocios y la economía fueron
corderos dóciles y aún permanecen bajo el yugo del
mecanicismo. A pesar de eso ahora se perfila una manera diferente
de concebirlos.
El testimonio de Ormerod (1995, 55) es un espejo de la
visión mecanicista de la economía: "Los economistas
ven el mundo como una máquina. Una máquina muy
complicada tal vez, pero una máquina pese a todo, cuyo
funcionamiento puede comprenderse ensamblando cuidadosa y
meticulosamente sus piezas. La conducta del sistema como un todo
puede deducirse de una simple suma de sus partes. Bajar una
palanca en una parte de una máquina con determinada fuerza
tendrá predecibles y regulares efectos en alguna otra
parte del mecanismo".
La concepción mecanicista también la
resalta Gareth Morgan (1991: 12):
Normalmente a las organizaciones que han sido
diseñadas y operan como máquinas se las denomina
actualmente como burocracias. Pero muchas organizaciones se
burocratizan en algún modo por el modo mecanicista del
pensamiento que conforma nuestro concepto básico de lo
relativo a una organización. Por ejemplo, cuando
hablamos de una organización tenemos generalmente en el
pensamiento un conjunto de relaciones ordenadas entre las
partes diferentes. Aunque la imagen no es
muy explícita, estamos hablando sobre un conjunto de
relaciones mecanicistas. Hablamos de las organizaciones como si
fueran máquinas y por tanto tendemos a esperar que
trabajen como máquinas de una forma rutinaria,
eficiente, exacta y predecible.
Rowan Gibson (1997: 7) da señales de una nueva
actitud:
"Estos autores comentan que nuestra visión del mundo ha
sido formada durante siglos por una percepción newtoniana
de la realidad en la cual el cambio aparece como algo lineal,
continuo y en cierto modo predecible. Donde A lleva a B, que
lleva a C y lleva a D. La teoría del caos nos dice que lo
contrario es cierto".
Contribuye a afianzar esta tendencia James Moore (Boyett
y Boyett, 1998: 270) cuando propone: "En lugar de ver a su
compañía como una máquina que puede ser
diseñada, revisada técnicamente, calibrada y
ajustada, piense en ella como en un organismo en evolución, impredecible".
3. CONCEPTO DE
SISTEMA Y PENSAMIENTO SISTÉMICO
Desde los albores de la humanidad el desorden fue
desconocido y en el mejor de los casos se condeno al olvido
forzoso; el punto de vista del hombre sobre la comprensión
del universo giró alrededor de un eje central inmanente:
el orden, enmarcado en dos visiones, el todo o las
partes.
El énfasis sobre las partes se denominó
mecanicista o reduccionista, el del todo: holístico,
organicista o ecológico. Kant distinguió que las
partes sólo existen unas para otras, mientras que en un
organismo las partes existen además por medio de otras, en
el sentido de producirse entre sí. Los organismos en
contraste con las máquinas son autorreproductores y
autoorganizadores. Los vitalistas atestiguaron que existe una
unidad no física, alguna fuerza o campo, que debe sumarse
a las leyes de la física y de la química para la
comprensión del todo y particularmente de la vida; por su
parte, los organicistas proponen que el ingrediente adicional es
la comprensión de las "relaciones
organizadoras".
Los biólogos organicistas en oposición al
mecanismo y al vitalismo concibieron y desarrollaron una gama de
conceptos hasta llegar a lo que hoy se denomina pensamiento
sistémico. El salto se produjo cuando abandonaron la
noción de función
que es de estirpe mecanicista y adoptaron el de
organización. El bioquímico Lawrence Henderson
(Capra, 1999: 47) fue el primero que utilizó el concepto
de sistema para referirse a los organismos vivos y sistemas
sociales; desde entonces, sistema, ha venido a definir un todo
integrado cuyas propiedades esenciales surgen de las relaciones
entre las partes; en tanto que "pensamiento sistémico"
tiene que ver con la comprensión de un fenómeno en
el contexto de un todo superior; porque toda manifestación
de vida tiene la tendencia a constituir estructuras multinivel de
sistemas dentro de sistemas.
Así, las células se
combinan para formar tejidos,
éstos para formar órganos y éstos a su vez
para formar organismos. A nivel social los individuos forman
grupos, los
grupos comunidades, éstas conforman un barrio y los
barrios la ciudad.
El pensamiento sistémico insinúa
visiblemente la conectividad, las relaciones y el contexto, por
lo mismo, es el espacio para reconocer que las propiedades de las
partes sólo se pueden comprender desde la
organización del conjunto. Visto desde otro perfil se
entenderá que el pensamiento sistémico es
contextual en contraste con el mecanicista que es
analítico. Las características que surgen
sólo cuando el sistema está en pleno
funcionamiento, las patentó C. D. Broad como "propiedades
emergentes" (48). Consecuentes con la visión
sistémica las propiedades esenciales de un organismo o
sistema viviente, son propiedades del todo que ninguna de las
partes posee y emergen de las interacciones y relaciones entre
las partes, por lo mismo desaparecen cuando el sistema es
diseccionado.
Ahora conviene enumerar algunos conceptos que
están asociados al de sistema. El primero que salta a la
mente es Gestalt, que se utiliza en alemán para
denotar la forma orgánica y los psicólogos de esta
escuela sustentaban que los organismos vivos perciben en
términos de patrones integrados y no de elementos
aislados. Es evidente que la noción de patrón
estuvo desde el principio presente en sus propuestas.
Posteriormente el biólogo alemán Ernesto Haeckel
(Capra, Ibid, 52) definió el concepto de ecología como "la
ciencia de las relaciones entre el organismo y el mundo exterior
que le rodea" y la palabra "entorno" fue utilizada por primera
vez por Jacob von Uexkûll-
La nueva ciencia de la ecología enriqueció
al emergente pensamiento sistémico introduciendo dos
nuevos conceptos: comunidad ecológica y red. Capra, (53) anota que,
"La comunidad ecológica está compuesta por un
conjunto de organismos ligados en un todo funcional por sus
mutuas relaciones". Kevin Kelly, (Gibson: 303) entrega una idea
bastante clara de red: "Una red es un organismo
descentralizado que no tiene fronteras muy definidas, que no
tiene un centro.
No existe una cabeza visible. Nadie está
esencialmente a cargo de ella. Y las causas de las cosas no son
lineales, porque es muy difícil saber qué causa
qué". A medida que los pensadores sistémicos fueron
descubriendo las propiedades de la red las fueron aplicando a
todos los niveles sistémicos. Capra (175) atestigua. "No
todas las redes son
sistemas vivos. Según Maturana y Varela, la
característica fundamental de una red viviente es que se
está produciendo a sí misma continuamente. Por
tanto, «el ser y el hacer de los sistemas vivos son
inseparables y éste es su modo específico de
organización»".
La visión de los sistemas vivos como redes
proporciona una nueva perspectiva sobre las llamadas
jerarquías de la naturaleza. Un sistema se puede
representar esquemáticamente como una red con nodos que se
dispersan en varias direcciones. Cada nodo representa un
organismo y ampliado aparecerá como otra red, de esa
manera la red se extiende hasta tocar límites
imprevistos. Estas relaciones han convertido el pensamiento
sistémico en "pensamiento en redes".
Capra (53) distingue tres tipos de organismos vivos:
"organismos, partes de organismos y comunidades de organismos;
todos ellos totalidades integradas cuyas propiedades esenciales
surgen de las interacciones e interdependencia de sus
partes".
Una característica típica de los sistemas
es la homeostasis y
los faculta para mantener una variable en el nivel deseado a
través de un mecanismo autorregulador. El termostato es
una máquina para mantener la temperatura
entre límites deseados. Un homeostato es una
extensión de ésta clase de máquina; un
dispositivo de control para
mantener alguna variable (no necesariamente la temperatura) entre
los límites deseados. El ejemplo biológico
clásico es la homeostasis de la temperatura del cuerpo
que, como advierte la experiencia, varía muy poco a pesar
de que el osado ciclista pase precipitadamente de la
cálida llanura al páramo entumecedor.
El concepto de homeostasis y el trabajo experimental que
se había realizado sobre metabolismo,
ejercieron influencia sobre Ludwig von Bertalanffy,
llevándolo a la formulación de la teoría de
los "sistemas abiertos"; por lo cual frecuentemente se vincula su
nombre con la primera enunciación de un nuevo marco de
comprensión para describir los principios de
organización de los sistemas vivos; lo curioso es que
veinte o treinta años atrás Alexander Bogdanov
desarrolló una teoría de
sistemas -la Tektología- de igual o mayor complejidad
que no fue suficientemente conocida.
Durante la década de los sesenta y setenta el
enfoque sistémico trascendió las fronteras de las
aplicaciones militares y acampó en el mundo empresarial en
donde una década después Hans Ulrico patentó
la visión de la organización de los negocios como
un sistema social vivo, idea a la cual se han adherido
posteriormente otras provenientes de la biología, las
ciencias
cognitivas, la ecología y la teoría de la
evolución.
Bertalanffy trataba de sustituir la ascendencia
mecanicista en la ciencia por la visión holística y
sostenía que, "La teoría general
de sistemas es una ciencia general de
‘totalidad´", concepto que aún hoy es
considerado vago y confuso. Como la idea giraba en torno a
establecer una teoría general de sistemas sobre una base
biológica, se oponía a la posición dominante
de la física en la ciencia y resaltaba la diferencia
abismal que separaba los sistemas físicos de los
biológicos.
Mientras la mecánica newtoniana era una ciencia
de fuerzas y trayectorias, la novedosa teoría del
pensamiento evolucionista -referida al cambio, el crecimiento y
el desarrollo–
requería una nueva ciencia que explicara el comportamiento
complejo de los sistemas. Cabe señalar que se utiliza
comportamiento complejo, porque Nicolis y Prigogine (1987: 21)
sugieren que es más realista, o por lo menos no tan
impreciso, hablar de comportamiento complejo en lugar de
referirse a sistemas complejos.
Si bien Lawrence Henderson (Capra, Op. cit.: 47)
hizo extensivo el concepto de sistema de los organismos vivos a
los sistemas sociales, en este aspecto se pretende ser más
específico, razón por la cual se apela a la
concepción de Maturana y Varela (1996: 76) cuando define
el sistema social: "Cada vez que los miembros de un conjunto de
seres vivos constituyen con su conducta una red de interacciones
que opera para ellos como un medio en el que ellos se realizan
como seres vivos y en el que ellos, por lo tanto, conservan su
organización y adaptación y existen en una coderiva
contingente a su participación en dicha red de
interacciones, tenemos un sistema social".
A los sistemas sociales Niklas Luhmann
(1998: 27) los visualiza desde tres niveles: en el primer nivel
están los sistemas; en el segundo, están las
máquinas, organismos, sistemas sociales y sistemas
psíquicos; y en el tercer nivel aparecen derivados de los
sistemas sociales las interacciones, las organizaciones y las
sociedades.
Lo esencial a considerar ahora es cómo logra
constituirse ese sistema social. Es naturalmente entendido que el
sistema social está integrado por personas, pero para
efectos de poder coordinar las acciones deben valerse del
lenguaje. Maturana y Varela elevan al lenguaje como elemento
integrador propuesta que se acata, más se tiene
también en cuenta a Luhmann (140) cuando propone que un
sistema social no está constituido por personas sino por
acciones. Tomando como referencia la estructura de las
organizaciones sociales aquí se entiende que lo que
realmente la dinamiza es la
comunicación y bajo este perfil se construirá
el modelo de interpretación.
El pensamiento sistémico ya ha hecho carrera en
el mundo de la economía, los negocios y la sociedad. Es
una tendencia generalizada.
Con todo ahora, particularmente con la preeminencia de
internet ha
adquirido un matiz distinto. Alrededor de esto Peter Senge (1999
: 157) piensa que: "Debemos desarrollar un sentido de
conexión, un sentido de trabajar juntos como parte de un
sistema, donde cada parte del sistema afecte a las demás y
sea afectada por ellas, y donde el conjunto sea mayor que la suma
de sus partes".
Desde otra perspectiva, Moore (Boyett y Boyett, Op.
cit.: 249) explica, la interpretación que tiene el
concepto biológoco de ecosistema a
nivel de la comunidad y a nivel empresarial:
Una comunidad de organismos, que se relacionan ente
sí, más el entorno en que viven y con el cual
también se relacionan; por ejemplo, un lago, un bosque,
una tundra. En el mundo empresarial un ecosistema es: una
comunidad económica respaldada por una serie de
organizaciones e individuos que se relacionan entre sí:
los organismos del mundo empresarial … Un ecosistema
empresarial está formado por clientes,
intermediarios del mercado, proveedores,
entidades gubernamentales y las reguladoras, y asociaciones y
grupos determinados que representan a clientes y
proveedores.
Kevin Kelly (1997: 300) aporta dos ideas de la mayor
importancia. En primer término sostiene que : "Lo que esto
nos dice es que, en vez de entender los negocios utilizando
algún tipo de modelo industrial –como líneas
de producción pequeñas, o entidades independientes
que tienen una operación de tipo mecánico-
tendremos que empezar a entenderlas más como una
ecología de organismos".
En la otra (308) deja saber que:
Estamos hablando de conectar todas las cosas del mundo
entre sí. Eso significará que cada artefacto que
hagamos tendrá algún tipo de circuito,
algún pequeño destello de inteligencia, quizá algo como la
inteligencia de una abeja o de una hormiga. Pero todas esas
piezas, algunas de ellas en movimiento y
otras inmóviles, estarán conectadas,
convergerán y se encontrarán en un futuro
cercano, y todo lo que hagamos estará conectado con todo
lo demás. Y eso conformará la Red, en el sentido
más amplio.
4. ORDEN, DESORDEN,
COMPLEJIDAD Y CAOS
Conviene interrumpir la
descripción –abrir un paréntesis- para
introducir el significado de otros conceptos que
facilitarán la comprensión de lo que más
adelante se tratará.A esta altura danzan
sobre la arena los eslabones entretejidos de una extensa cadena
de términos que son de uso común con significados
que -al igual que el agua– se
escapan entre las manos sin manera de poder acomodarlos
coherentemente: ¿Qué se entiende por orden,
desorden, complejidad y caos,? Frente a semejantes
desafíos como otros que aparecerán más
tarde la idea es presentarlos usando términos comunes
con significaciones usuales. Sujetando el primer
eslabón surgen dos interpretaciones que penetran las
entrañas del tema. El principal escollo para la
aplicación de estas nociones se genera desde dos
fuentes:
primero, el sentido con que se usan en la cotidianidad y,
también, por las mismas definiciones que presenta el
DRAE (Diccionario
de la Real Academia Española).Para ser
organizados se descorre el velo del orden. Morin (1996: 125)
explica: "Es todo aquello que es repetición, constancia,
invariabilidad, todo aquello que puede ser puesto bajo la
égida de una relación altamente probable,
encuadrado bajo la dependencia de una ley". En la
interpretación que aquí se da el orden debe ser
entendido como sinónimo de determinismo y
previsión; se cataloga como orden todo aquello que puede
ser sujeto de predicción, de control, de
exactitud. Por tanto, se refiere a todo aquello
cuyas consecuencias pueden ser previstas, pronosticadas y sobre
las cuales no se cierne ninguna posibilidad de incertidumbre o
vulnerabilidad de afectos, circunstancias, pasiones y conflictos y
por consiguiente lo que no admite la presencia de sucesos
fortuitos. En términos llanos la versión
tradicional de determinismo expresa la idea de que todo lo que
ocurre está decidido de antemano y es producto de
procesos mecánicos –mecánico, entendido
como el énfasis en las partes-; en la
interpretación más auténtica supone que la
evolución de los fenómenos naturales está
completamente determinada por las condiciones
iniciales.¿Desorden? "Es todo aquello que
es irregularidad, desviación con respecto a una
estructura dada, elemento aleatorio, imprevisibilidad", (126).
En la arquitectura de la complejidad es congruente deducir que
por desorden se entiende todo aquello que se vincula
estrechamente a lo contingente, inestable, azaroso y no
controlable, lo que no está determinado y, por lo mismo,
no puede ser previsto ni pronosticado porque está
envuelto por la incertidumbre. Generalmente, el concepto de
orden se asocia a los sistemas simples y el de desorden a los
complejos. La complejidad es muda y elocuente.
Muda porque no confiesa sus andanzas y elocuente porque sus
manifestaciones no es posible describirlas con el lenguaje
al alcance de la mano. Incursionar en esta órbita
significa navegar en otra dimensión, en otro mundo, en
el que se entra en contacto con otras zonas de lo real, como
ocurre en esos cuentos de
Cortázar donde la fantasía sucede de repente en
medio de la cotidianidad más trivial.Las
complejidad exhibe aristas que enredan hasta turbar la
paciencia; por lo mismo para manejarla hay que escuchar el
consejo que José Saramago (2000: 32) le da a Cipriano
Algor después de hacerlo derramar una lágrima por
el rabillo del ojo: " … sabríamos mucho más de
las complejidades de la vida si nos aplicásemos a
estudiar con ahínco sus contradicciones en vez de perder
tanto tiempo con las identidades y las coherencias, que
ésas tienen la obligación de explicarse por
sí mismas". La complejidad es un concepto
espinoso al punto que ya se ha erigido en un paradigma.
Habrá que distinguir entre lo que en lenguaje cotidiano
se designa como complejidad y el significado con que
aquí se tratará. En el discurrir
cotidiano todo aquello que no somos capaces de catalogar,
definir o explicar se matricula como complejo. Complejos son
los seres vivos. Compleja es la sociedad y también las
relaciones con los otros. Las relaciones matrimoniales
normalmente se tildan de complejas. Compleja es la
gestión empresarial. ¡Y, qué decir, de la
economía! En fin, todo cuanto exige un esfuerzo para
describirlo, que dificulta, que no cuadra con la lógica,
se manda a la gaveta de lo complejo. Hasta podría
considerarse como artificio para evadir emitir un concepto
respecto a algo. Al lado del paradigma de la
complejidad esta el de la simplicidad que ve el orden, lo
predecible y no admite el desorden; que ve lo uno y lo
múltiple pero no concibe que lo uno puede ser al mismo
tiempo múltiple; no consiente al multiverso como entidad
dividida en una especie de universos paralelos. Clasifica las
cosas como buenas o malas, negro o blanco; pero no concibe la
dialógica. No se está hablando de equilibrar, que
significa situarse en el medio, partir la diferencia. Lo que se
persigue es ser ambas cosas a la vez. El principio de la
simplicidad acude a dos alternativas ineludibles; o bien se
escuda en la disyunción separando lo que está
ligado o a la reducción –reduccionismo- unificando
lo que es heterogéneo.Es evidente que la
complejidad se perfila como un concepto enmarañado.
Morin (Op. cit.: 21) opina: "El término
complejidad no puede más que expresar nuestra
turbación, nuestra confusión, nuestra incapacidad
para definir de manera simple, para nombrar de manera clara,
para poner orden en nuestras ideas. … Es complejo aquello que
no puede resumirse en una palabra maestra, aquello que no puede
retrotraerse a una ley, aquello que no puede reducirse a una
idea simple". Tener una visión compleja
implica admitir la diversidad, la multidimensionalidad y
conectarse con otras dimensiones. ¿Implica esta
perspectiva, que se persigue llegar a la verdad última?
Esta particularidad puede conducir equívocamente a creer
que la complejidad aspira a contar con el conocimiento
completo. En primera instancia, ese sería el ideal;
más, en la práctica se entiende que no se
podrá esquivar la incertidumbre implícita en los
sistemas dinámicos y que jamás se podrá
llegar a tener un conocimiento total del comportamiento de esos
sistemas.Tampoco se puede confundir la complejidad
con la complicación. La complicación será
entendida como la interactuación de un gran
número de elementos –no es posible identificar los
elementos que intervienen ni cuántos son- y, por lo
mismo, no se pueden anticipar las consecuencias del
comportamiento del sistema. Morin (Op.
cit.:105) sugiere tres principios que contribuyen a
concebir la complejidad: el dialógico, el de
recursividad y el hologramático. El dialógico, da
por sentada la cohabitación entre el orden y el
desorden. El orden y el desorden pueden ser entendidos como
opuestos, como contradictorios el uno del otro; orden y
desorden se desconocen pero, al mismo tiempo, en ciertos casos
se complementan y producen la organización y la
complejidad. El principio de recursividad
establece que los productos y
los efectos son, al mismo tiempo, causas y productores de
aquello que los produce. Un ejemplo claro de este principio es
la sociedad: es producida por la interacción entre
individuos, pero la sociedad una vez constituida produce a los
individuos. El principio hologramático pregona que la
parte más pequeña de la imagen contiene la imagen
completa; es decir, no solamente la parte está en el
todo sino que el todo está en la parte. Así, en
el mundo biológico, la
célula contiene toda la información genética de ese organismo. Lo que
persiguen estos principios es fundamentalmente trascender el
reduccionismo.Se han traído a escena las
interpretaciones más comunes del concepto de complejidad
y las que podrían ser sinónimos. Ahora se ponen
sobre el mantel las que en este trabajo se admiten como reales
conceptos de complejidad.Nicolis y Prigogine
(Op. cit.: 59) después de reconocer que
todavía se está lejos de entregar una
definición de complejidad explican:
La complejidad es uno de esos conceptos cuya
definición corresponde esencialmente a los problemas que
ella genera. Lo que sabemos entretanto tanto, es que una de las
propiedades esenciales del comportamiento complejo consiste en
la capacidad de llevar a cabo transiciones entre diversas
formas de comportamiento. Expresado de otra forma, en el caso
de la complejidad se trata de sistemas en los que la
evolución, y por ello también la historia, juegan
(o han jugado) un papel esencial en cuanto al comportamiento
observado.
En el afán de conseguir
despejar el concepto Roger Lewin (2002: 23) pregunta a Chris
Langton, ¿qué es complejidad? "La complejidad y
el caos dan vueltas persiguiéndose intentando averiguar
si son lo mismo o cosas diferentes. Completamente ordenado
aquí … Completamente aleatorio aquí" dijo
dibujando grandes trazos. "La complejidad se produce en
algún lugar intermedio". El concepto de
complejidad que más llama la atención es el formulado por Philip
Anderson, (Krugman, 1997: 7) el premio Nobel de Física
que merecería ser considerado el padre de este campo,
"la complejidad es la ciencia de lo `emergente´. En otras
palabras, trata de cómo grandes conjuntos en
interacción –integrados ya sea por
moléculas de agua,
neuronas, bipolos magnéticos o consumidores- manifiestan
comportamientos colectivos muy distintos de los que
cabría haber esperado de la simple agregación de
comportamientos de los entes individuales".Las
definiciones propuestas permiten entresacar dos conclusiones
concretas: la primera, la complejidad se encontraría a
medio camino entre el orden y el caos; segunda, la complejidad
se yergue en medio de las transiciones que se generan
entre diversas formas de comportamiento. Durante estas
transiciones es donde surgen las propiedades emergentes.
Queda entonces pendiente dilucidar las propiedades
emergentes, que Steven Johnson (2003: 19) denota como
emergencia: "La evolución de reglas simples a complejas
es lo que llamamos `emergencia´". Emergencia es lo que
ocurre cuando un sistema de elementos relativamente simples se
organiza espontáneamente y sin leyes explícitas
hasta dar lugar a un comportamiento inteligente. Sistemas tan
dispares como las colonias de hormigas, los cerebros humanos o
las ciudades siguen las reglas de la emergencia.
Consolidando las propuestas se cierra la idea de
complejidad señalando que es un fenómeno que se
debe al surgimiento de propiedades emergentes en donde los
sistemas adoptan por comportamientos "inteligentes". En los
organismos vivos las propiedades que surgen en el sistema
operando en conjunto son: la no-linealidad, el orden por
fluctuaciones, los puntos de bifurcación, la
autoorganización, la aleatoriedad, temporalidad e
irreversibilidad. Los sistemas que llenen estos requisitos son
los que en adelante se denominarán sistemas de
comportamiento complejo o, alternativamente, sistemas
complejos. El caos, como siempre, se
manejará con cautela; por lo mismo, se tratará
aparte. El significado del DRAE insiste en considerarlo como
sinónimo de confusión y desorden; sin duda, el
caos fue inicialmente desconocido, después calumniado y
más recientemente desacreditado. Ian Steward (1991: 22)
lo define como comportamiento aleatorio que ocurre en un
sistema determinístico, o lo que es lo mismo,
"comportamiento sin ley gobernado completamente por la ley",
luego, en el caos subyacen tendencias que responden a ciertas
pautas, a determinados modelos -patrones- de comportamiento;
por tanto, se somete al determinismo expresado en modelos
pautados. La diferencia entre complicación,
caos y complejidad reside en que en ésta las
transiciones de que hablan Nicolis y Prigogine provocan el
surgimiento de "propiedades emergentes" que surgen en el
sistema operando en conjunto. El caos se puede considerar como
un desorden regido por leyes deterministas; por otra parte, la
complicación no contempla la presencia de propiedades
emergentes.En concreto, el caos en conjunto es
más comprensible que la complejidad y menos que la
aleatoriedad, no sin razón, ahora el caos no es tan
satanizado como antes, y alcanza a asomarse en muchos
escenarios de la cotidianidad sin sentirse acosado. Hasta en el
mundo empresarial metió las narices; Dee Hock,
mencionado por Peter Senge, (Op. cit.: 160) habla de
organizaciones caórdicas –contracción de
caos y orden- como aquellas que son capaces de extraer orden
del caos y viceversa.La oportunidad es propicia
para declarar que en un universo de orden puro no habría
innovación, creación ni
evolución. Sería incómodo vivir en un
ambiente saturado de orden, de la misma manera que no
sería factible un universo de permanente desorden donde
no habría bases que permitieran configurar una
organización perdurable, luego, es ahora comprensible
que las organizaciones solo son factibles mientras en su
enrevesada dinámica consigan que congenien el orden y el
desorden. Es a esta dualidad a la que, Morin
(1996: 106) la designa como dialógica, un nombre
seductor que invita ineludiblemente al entendimiento y al
diálogo entre antagónicos.
En la termodinámica clásica donde la
física es la fuente de inspiración, se asocia el
orden con equilibrio,
mientras que el desorden se identifica con situaciones de
no-equilibrio. La nueva ciencia de la complejidad enseña
que el no-equilibrio es fuente de orden: el caos es fuente de
orden. De manera general el orden puede degenerar
en desorden y el desorden puede ser origen del orden. Es la
dialéctica del universo, la dialógica. De cuanto
se ha comentado se desprende que desorden y entropía
–concepto que se discutirá enseguida- se desplazan
en el mismo sentido, la propagación del desorden corre
simultáneamente con la progresión de la
entropía; por supuesto que, en términos
prácticos, puede interpretarse que acrecentamiento de la
entropía y desorden son sinónimos.De
complejidad y contradicciones está repleto el mundo
empresarial, es el pan de cada día. Y en comprenderlas
puede estar la distancia que separa el éxito del
fracaso. Algunos ejemplos bastan para
resaltarlas.El concepto de complejidad lo grafica
muy bien Gareth Morgan (Op. cit.: 241) porque
especialmente destaca cómo se genera:
Las relaciones siempre están fluyendo y la
estabilidad siempre está en el medio del flujo. Los
sistemas complejos, como el río descrito por Heráclito, siempre están fluyendo
y deben entenderse como procesos. La lógica de tales
sistemas se fundamenta en las redes de relaciones que definen y
sustentan los modelos causalidad. Aunque es posible
señalar un hecho inicial –o patadón- que
dispare el sistema en una dirección en particular, es
imposible señalar que tales hechos iniciales no son
realmente la causa del resultado final; simplemente son los
disparadores de las transformaciones engranadas en la
lógica del sistema.
El caso es que como
ha observado Anthony Wilden (Morgan: 242) en los sistemas
complejos hay "causas que causan causas". Charles
Handy (1997: 23) delinea la complejidad atestada de
contradicciones:
Yo sostengo que las organizaciones tienen que ser
centralizadas y descentralizadas al mismo tiempo. Deben ser
globales y locales al mismo tiempo. Diferenciadas e integradas.
Muy ajustadas y sueltas. Tienen que hacer planes a largo plazo
y, sin embargo, seguir siendo flexibles. Sus trabajadores deben
ser más autónomos pero, por otra parte, estar
integrados en un equipo. Pero el hecho es que no podemos dejar
que esto confunda a la gente. Debemos encontrar la manera de
vivir con este tipo de contradicciones para reconciliar los
opuestos en vez de vernos obligados a elegir entre
ellos.
¿Acaso no refleja esta
declaración la realidad empresarial?Collins
y Porras (1995: 52) hablan de la "tiranía de la
disyuntiva" para referirse a "el punto de vista racional que no
acepta la paradoja, que no puede vivir con dos fuerzas o ideas
aparentemente contradictorias al mismo tiempo. La
tiranía de la disyuntiva lo lleva a uno a pensar que una
cosa es A o es B, pero no ambas a la vez".La
complejidad abruma el mundo de los negocios. Peter Senge
(Op. cit.: 157) describe la forma como tradicionalmente
se ha abordado: "La forma en que solíamos hacer frente a
la complejidad era dividiendo las cosas en trozos más
pequeños, más manejables. Pero esto da por
sentado que la suma de las partes es igual al todo. Y
así es como tradicionalmente intentábamos
resolver los problemas en el mundo de los negocios, y eso ya no
es válido en la clase de mundo en que estamos
entrando".
No se exagera si se expresa que fijar la atención en la
entropía significa ni más ni menos que situarnos
en un punto neurálgico puesto que se trata de un
concepto clave de la complejidad. Ayuda a enfocar
el concepto comenzar recordando a Bertalanffy a quien ya se
hizo alusión, su idea giraba alrededor de articular la
teoría general de sistemas con los principios de
organización sobre bases biológicas enfatizando
la diferencia fundamental que hay entre los sistemas
físicos y los biológicos; el talón de
Aquiles era la idea de evolución. Mientras
la mecánica newtoniana era una ciencia de fuerzas y
trayectorias, el pensamiento evolucionista centrado en
términos de cambio, crecimiento y desarrollo, clamaba
por una nueva ciencia de la complejidad. La nueva ciencia
cristalizó su incursión con la
termodinámica y su clásica segunda ley que fue,
sin duda, el inicio de una nueva concepción del mundo y,
particularmente, un nuevo enfoque para la comprensión y
visualización general del cambio.El
concepto de tiempo como el de azar y el de complejidad fueron
desconocidos por el mecanicismo. Acudiendo a una
idealización tenaz el tiempo fue sometido hasta
convertirlo en un factor irrelevante. La propuesta era
terminante: dadas las condiciones iniciales es posible
reconstruir toda la historia lo mismo que predecir el futuro.
Escrutando el presente -la información actual- es
posible desplazarse sin salvedades tanto hacia el pasado como
al futuro. El tiempo no existe ni deja huellas; el
conocimiento es completo y no hay lugar para el azar. No queda
duda de que para el mecanicismo el tiempo es reversible y el
poder de predicción estaba totalmente asegurado.
Esta concepción de reversibilidad estuvo vigente
mientras predominó el reduccionismo; más, a
finales del siglo XIX el edificio en que se sustentaba
comenzó a tambalearse y el azar y el tiempo como ave
Fénix renacieron de sus propias cenizas. La ciencia en
la encrucijada no tuvo más remedio que transar con el
azar y desde entonces se incorporó el concepto de
probabilidad.Las líneas precedentes apuntan
a dos problemas esenciales: el de la irreversibilidad y la
presencia de variables ocultas que generan el
azar.La naturaleza está colmada de ejemplos
que explican elocuentemente la irreversibilidad. ¿Acaso,
una cerilla después de encendida, se puede desencender y
volver al estado original? Siguiendo en esta misma
dirección, ¿un cigarro después de
consumido es posible que retorne al estado inicial? Y
qué decir de los sistemas vivos; ¿un hombre luego
de llegar a la vejez puede
regresar a los años mozos? Estos fenómenos
encontraron explicación en el segundo principio de la
termodinámica en el que se definía la
irreversibilidad del tiempo y, por supuesto, una
dirección para la evolución.La
experiencia predica que los fenómenos de la naturaleza,
y particularmente los físicos, despliegan
comportamientos que desconciertan al hombre y se revelan de
diferentes maneras. En todos se presuponía reinaba el
orden como paradigma que dominaba la ciencia de ese
entonces. A pesar de eso, desde el siglo XVII los
científicos advirtieron que no era posible construir un
artefacto de movimiento perpetuo porque habían
constatado que cuando ponían en funcionamiento una
máquina, parte de la energía que le suministraban
terminaba en forma que no podía ser recuperada ni
utilizada de nuevo.
Habían captado un desliz que fruncía el
desempeño de los sistemas, detalle
que a la postre se convirtió en un indicio de desarreglo
puesto que la energía se disipaba y se volvía
desorganizada y caótica, muestra inequívoca de
quebrantamiento del orden.Fue necesario esperar
hasta el siglo XIX cuando este concepto fue patentado como
entropía por el físico y matemático Rudolf
Clausius. La entropía es, pues, una medida de la
disipación de la energía en forma de calor y
fricción. Según la segunda ley de la
termodinámica la entropía aumenta a medida que
progresa el comportamiento de los fenómenos
térmicos, la energía disipada no puede ser
recuperada y es en esta dirección hacia una creciente
entropía la que define el vector tiempo. Según
esa ley hay en los fenómenos físicos una
tendencia del orden al desorden, hacia una creciente
entropía.La segunda ley en la
versión original detalla la evolución de un
sistema aislado –que no intercambia materia ni
energía con el entorno- y reconoce la presencia de la
entropía. Según esa ley la entropía se
acrecienta durante el desarrollo de cualquier
transformación de energía, de manera que como
apunta Wagensberg (1994: 29), "transcurrido un tiempo
suficientemente largo, alcanza un valor
máximo que identifica el estado final de equilibrio
termodinámico, estado en el que ya no es posible
ningún proceso que altere el valor de la
entropía". No cabe duda, para despejar el
panorama es pertinente presentar el concepto de equilibrio.
Nicolis y Prigogine (Op. cit.: 83) hablan de equilibrio
mecánico y termodinámico: "En la mecánica
el equilibrio es un estado especial en el que tanto las
velocidades como las aceleraciones de todas las masas puntuales
son iguales a cero. El equilibrio termodinámico se
refiere a propiedades colectivas que describen el sistema como
un todo, propiedades como la temperatura, la presión
o la concentración de un compañero de
reacción química". "Decimos que el sistema se
encuentra en equilibrio termodinámico cuando coincide
completamente con el entorno, en lo que respecta a las
propiedades mencionadas más arriba" (84).La
segunda ley definió un criterio de evolución
hacia el futuro y logró mayor predominio con la
interpretación estadística de Ludwig Boltzmann.
La nueva explicación sostiene que la
entropía es una medida del desorden molecular. O, desde
otra óptica, el orden se acrecienta a medida
que decrece la entropía. En este sentido, la segunda ley
se entroniza como una ley de la desorganización
progresiva y los sistemas que la obedecen (en contraste con los
mecánicos) se olvidan de sus condiciones iniciales.
Morin (1997: 52) sentencia: "Por consiguiente, la
entropía es una noción que significa a la vez:
degradación de la energía, degradación del
orden, degradación de la
organización".Está claro que la
evolución de los sistemas aislados y de equilibrio se
desplaza de un estado a otro cada vez más desordenado.
Aquí surge una inquietante pregunta, entonces,
¿Qué destino tienen los sistemas vivos que son
termodinámicamente abiertos? Antes que todo se aporta la
idea de Morin, (Ibid,:160) sobre sistema abierto. "Los
sistemas abiertos efectúan intercambios materiales,
energéticos y/o informacionales, con el exterior a
diferencia de los cerrados que no efectúan intercambios
con el exterior". Es evidente que no se puede dar
a los sistemas vivos el mismo tratamiento que a los aislados.
Si la termodinámica del equilibrio fue hija del siglo
XIX la del no-equilibrio lo es del siglo XX e Ilya Prigogine es
quien dirige la vanguardia
de esta nueva forma de concebir a los sistemas
vivos.Los seres vivos son los más complejos
y organizados y se instauran como prototipos porque constituyen
estructuras históricas dado que pueden guardar memoria de
formas y funcionamiento. Nicolis y Prigogine
(Op. cit.: 52) los describe de esta manera: "Los seres
vivos funcionan con seguridad en condiciones muy alejadas del
equilibrio. Un organismo experimenta un flujo constante de
energía (por ejemplo, la energía irradiada por
el sol y que
las plantas
emplean para llevar a cabo la fotosíntesis) y materia (en forma de
alimentos),
que transforma en forma de productos de desecho muy diversos y
que entrega a su entorno". Los sistemas "abiertos"
–un organismo- por el hecho de importar del entorno
más energía de la que consumen, pueden almacenar
energía y adquirir entropía negativa. Si el
estado de equilibrio es el natural para los sistemas cerrados
se necesitaría una termodinámica de no equilibrio
para los sistemas no aislados, porque basta con mirar de reojo
el universo para percatarse que el equilibrio antes que una
regla no es más que una excepción y todo proceso
natural exhibe algún grado de irreversibilidad.
Desde la órbita de la termodinámica
clásica, en el devenir los sistemas cerrados tienden a
acentuar la entropía -a "decaer" a "desordenarse"-, en
contravía, los sistemas abiertos son
negentrópicos, tienden a disminuir la entropía y
a elevar su estructura. Estos sistemas eluden las situaciones
de equilibrio y al menos procuran situarse en un estado
estacionario en el que se produce cierta entropía. La
persistencia de un sistema en un estado estacionario
–estable- equivale entonces a la conservación de
una estructura o grado de organización.
Esta tendencia de los sistemas abiertos puede ser
explicada de una manera lógica más
explícita. La notación matemática que
enseguida se plantea no implica ningún grado de
complicación. Tomando como referencia la segunda ley la
variación de la entropía en el curso del tiempo
se puede escribir como dS>0, donde S es la entropía.
¿Qué sucede con los sistemas que no están
aislados y que intercambian energía y materia con el
entorno? La idea central de Prigogine (1997: 67) sobre
entropía la proyecta sobre dos ejes y se aprecia en
diversos escenarios. En un eje se proyecta el
aporte externo de entropía, la transferencia de
entropía a través de las fronteras del sistema
-perturbaciones- y puede ser positivo o negativo según
la naturaleza del intercambio; naturalmente, este eje se
refiere a la entropía que proviene de los intercambios
entre el sistema y el exterior y se simboliza por
deS. En el otro eje registra la
producción de entropía -fluctuaciones-
debida a fenómenos irreversibles y se denota por
diS, este término será siempre
positivo. La resultante neta de entropía será la
suma algebraica de lo que se produce más lo que se
intercambia; por lo tanto la variación total será
dS= deS + diS. Es por eso que
Schrödinger considera el metabolismo del organismo
viviente en términos de producción y flujo de
entropía. Cuando un organismo se encuentra en estado
estacionario, la entropía permanece constante a lo largo
del tiempo y en tal caso la entropía diS debe
ser compensada por el flujo de entropía deS,
por lo tanto se puede escribir: dS= 0 =
deS + diS o deS =
-diS < 0De la última
ecuación Erwin Schrödinger concluye que "la vida se
nutre de un ‘flujo entrópico negativo’, pero
también se puede decir –y para mí era lo
más importante- que la vida está asociada a la
producción de entropía y por lo tanto a los
procesos irreversibles", (Prigogine,1996: 69). De la
interpretación de Schodinger se entresaca que el ser
vivo no se alimenta exclusivamente de energía, sino
también de entropía negativa, más
precisamente, de organización compleja y de
información. La ley de evolución
hacia los estados estacionarios fue enunciada y demostrada por
Ilya Prigogine (1994: 176) en el célebre principio de la
mínima producción de entropía: "El teorema
de mínima producción de entropía demuestra
de hecho que el sistema evoluciona hacia un estado estacionario
caracterizado por un mínimo de producción de
entropía compatible con las ligaduras impuestas al
sistema. Estas ligaduras vienen determinadas por las
condiciones del entorno". En concreto se trata de
una ley que habla de cómo puede un sistema adaptase a su
entorno. Uno de los logros más trascendentales de
Prigogine fue protocolizar la diferencia entre el
comportamiento de un sistema aislado y uno abierto puesto que
de hecho estaba resolviendo la paradoja de las dos visiones
contradictorias de la evolución en física y en
biología. Más puntualmente,
Prigogine (1997: 69) destaca: "Cuando un organismo se encuentra
en estado estacionario, la entropía permanece constante
a lo largo del tiempo. En tal caso, la producción de
entropía diS debe ser compensada por el flujo
de entropía". Considero inevitable precisar
el concepto de estado estacionario. En el equilibrio la
producción de entropía es 0, en contraste, en el
estacionario se sitúa más allá del
equilibrio y se caracteriza porque produce la mínima
cantidad de entropía –diS-; en todo caso para que
la entropía se mantenga constante debe estar vigente
también cierto flujo de entropía negativa
–deS-.
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