En 1970, se enfrentaron en Bolivia dos
proyectos de
país. El primero, encabezado por el general Alfredo Ovando
Candia, Marcelo Quiroga Santa Cruz y José Ortiz Mercado, que
nacionalizó el
petróleo, instaló los primeros hornos estatales
de fundición de estaño y elaboró la Estrategia para
el Desarrollo
Nacional. El segundo, es el que nos agobia hasta ahora. Si bien
la primera nacionalización petrolera fue dictada por el
general David Toro, en 1937, fue una medida aislada. La
nacionalización de la Gulf, de 1969, fue, en cambio, parte
de un proyecto global
de desarrollo endógeno del país.
La fundición demostró la cobardía
de los gobiernos del MNR para ejecutar esa medida. "La
Estrategia" planteó, por primera vez, que el desarrollo
del país debía basarse en el esfuerzo interno y que
la cooperación externa debía ser sólo un
complemento. Los militares, a su vez, asumieron conciencia de las
fronteras internas del país, ocupadas por las
transnacionales a fin de succionar los recursos
naturales.
La experiencia demostró que el desarrollo
nacional no puede ser encabezado por empresarios nativos, siempre
sumisos al capital
foráneo, sino por un movimiento
patriótico decidido a industrializar el país y
lograr la justicia
social, mediante el fortalecimiento del Estado
nacional. La idea no era descabellada si se recuerda que en la
misma época surgieron los gobiernos patrióticos del
general Juan Velasco Alvarado en Perú, de Salvador Allende
en Chile y de Héctor Cámpora en la Argentina, sin
olvidar la conmoción mundial que ocasionó,
después de la Revolución
cubana, la resistencia del
Vietnam heroico, la independencia
de Argelia, el mayo francés y la teología de la
liberación.
Lo anterior explica la urgencia de Washington por
aplastar la rebeldía nacional. Inmediatamente
después de la nacionalización de la Gulf, la CIA
conspiró para detenerla. Los regímenes militares de
Brasil y
Argentina secundaron esos aprestos. La embrionaria
oligarquía cruceña articuló sus planes
golpistas con los empresarios mineros. En este crucial
enfrentamiento, la izquierda foránea se equivocó al
combatir a Ovando. El Ejército de Liberación
Nacional (ELN) abrió un foco guerrillero que al plantear
la destrucción de las FFAA, hizo que la mayoría de
los militares cambiara de bando. El PC "pekinés"
asaltó tierras y motéeles, invocando, para esta
última medida, la revolución
moral de Mao
Tse Tung. El PC "moscovita" asumió posiciones dubitativas
y contradictorias. El trotskismo de Guillermo Lora convocó
a la Asamblea Popular, lo que empujó a las capas medias a
los brazos del imperio. Después de un agitado interinato
del general Juan José Torres, quien trató de
contener la arremetida del Pentágono, el poder
cayó en manos del general Banzer. El régimen
banzerista, apoyado por el MNR y FSB, restauró el poder
imperialista en Bolivia. Desde entonces, hasta ahora, sólo
hubo retrocesos en la lucha de liberación nacional, ya que
no se dictó ninguna medida liberadora de verdadera
trascendencia.
En este enfrentamiento desigual, los periodistas
sindicalizados defendimos la nacionalización del petróleo. Editamos el Semanario "Prensa" que
circulaba los días lunes, de manera exclusiva, ya que se
determinó la no circulación de los
periódicos comerciales, argumentando la obligatoriedad del
descanso dominical. Se puso en vigencia la columna sindical por
la que los trabajadores de la prensa podíamos escribir una
nota diaria, del tamaño del editorial, sin que los
propietarios pudieran vetarla. Respaldamos al Ministro de
Informaciones, Alberto Bailey, cuando fue atacado por la Sociedad
Interamericana de Prensa (SIP). "Prensa" fue clausurada por el
sector derechista del propio gobierno de
Ovando y su director (el autor de estas líneas)
encarcelado por denunciar los preparativos golpistas.
Alrededor de veinte periodistas ingresaron al penal y se
declararon presos, por varias horas, en solidaridad con
el director.
Si bien el desaparecido periodista Gerardo Irusta
Medrano trató el tema de manera inicial en su texto,
"Periodismo y
Revolución Nacional", sólo ahora se ha relatado en
detalle esta etapa reciente de la historia de Bolivia,
meticulosamente ocultada por los sectores conservadores y de la
izquierda dogmática. Nos referimos al libro "1970:
Cuando los periodistas cuestionaron al poder", escrito con
notable agilidad y honestidad
intelectual por el periodista Miguel Pinto Parabá,
convertido en hito imprescindible para entender ese agitado
momento de la historia patria.
Andrés Solíz Rada