"Por encima de los afectos que hayan de vincularos
individualmente a distintas aplicaciones y distintos modos de la
vida, debe velar, en lo íntimo de vuestra alma, la
conciencia de la
unidad fundamental de nuestra naturaleza,
que exige que cada individuo
humano sea, ante todo y sobre toda otra cosa, un ejemplar no
mutilado de la humanidad"
José Enrique Rodó
Piñeyro
(1871-1917)
José Enrique Rodó Piñeyro.
Político, escritor, ensayista, profesor
universitario de Literatura, hijo menor (de siete
hermanos) del comerciante catalán (español)
con muchos años en Uruguay
José Rodó y de la uruguaya Rosario Piñeyro,
nació el 15 de julio de 1871 en Montevideo (Uruguay),
cursó estudios en el Colegio Elbio Fernández
fundado por José Pedro Varela, y murió el 1° de
mayo de 1917 en Palermo (Italia). Su
familia era
considerada como burguesa arruinada, por lo que desde niño
con inmensas ganas de viajar, Rodó lo hace solamente en
dos cortas oportunidades, una a Santiago de Chile y otra a
Europa donde
muere. Se le ha considerado junto a Ruben Darío como uno
de los más importantes ensayistas del modernismo en
América
Latina formando parte de "la generación de
1900". Colaborador de "Los Primeros Albores" y
fundó con Martínez Vigil y Pérez Petit en
1895 la "Revista
Nacional de Literatura y de Ciencias
Sociales" entre 1895 y 1897. También lo hizo con
el diario "La Nación" de Buenos Aires
(Argentina). Fue director de la Biblioteca
Nacional y diputado a las Cortes por el Partido Colorado en 1902
y en 1907, viajando luego a Europa en 1916 donde fue corresponsal
de "Caras y caretas".
Entre sus principales obras tenemos: "La novela
nueva" (en 1897); "El que vendrá" (en 1897);
"Su última obra" (en 1899); "Ariel" (en
1900, aquí propone un idealismo espiritualista como
defensa de Hispanoamérica la tradición greco-latina
ante el predominio cultural de los Estados Unidos dominado por el
utilitarismo, produciendo esto los llamados "arielitos",
que eran jóvenes que se identificaban con su
filosofía); "Liberalismo y
jacobinismo" (1906); "Motivos de Proteo" (obra de
filosofía moral escrita
en 1909); "El mirador de Próspero"
(recopilación de ensayos de
escritores latinoamericanos hecha en 1914); "El camino de
Paros" (publicada póstumamente en 1918 sobre
meditaciones y andanzas); "Nuevos motivos de Proteo"
(igualmente publicada póstumamente en 1927).
Constituye elemento importante dentro del pensamiento de
Rodó el llamado "sermón laico", muy en boga
en su tiempo dentro
de la cultura
rioplatense especialmente la uruguaya de mediados
del Siglo XIX. Así nos lo recuerda Real de Azúa
cuando nos trae estos comentarios: "De lo que a través
del libro ha
accedido hasta nosotros refiriéndose a
Ariel puede presumirse que el género a
que se hace referencia representaba un tipo
literario-ideológico intensa y hasta severamente normado.
Jules Simon, uno de los maestros de la Francia
republicana, sostenía que los profesores de
filosofía debían ser "predicadores laicos",
siempre dispuestos a exaltar el valor del
ideal, y del servicio
devoto a la causa común, la grandeza del potencial
juvenil, y el género profuso del "discours aux jeunes
gens" * parece haber seguido, hasta con
monotonía este guión…De "predicadores
laicos" hablaba, como se dijo, este último y son
muchas las razones que propiciaron en toda esta literatura de
exhortación una modalidad de tono que fuerza a
incluirla en lo que entonces el igualmente prestigioso Emile
Faguet llamaría comentando Le devoir
présent (1892), de Paul Desjardins una
"literatura religiosa laica". **
Tenía ciertamente, intensos determinantes en
todo Occidente una postura comunicativa para-religiosa que
no es ocioso recordarlo marcó en forma
indeleble un planteo que, como el de Rodó, sería
tempranamente abrumado por identificaciones del tipo de las de
"sermón laico", "evangelio laico" y "breviario
laico".
En la obra "Ariel", Rodó personifica en
sus personajes más que una individualidad, un concepto moral,
ético o cultural. Por ejemplo, ve en Próspero al
noble maestro, al mago de "La Tempestad" shakesperiana,
que se reúne cada fin de año con sus jóvenes
discípulos dentro de la serenidad de su salón
biblioteca, Próspero simboliza el poder de la
intelectualidad y de la sabiduría que choca abiertamente
con Calibán quien es grosero, ignorante y luchador de
aquellas sociedades que
buscan igualarse, pero en su nivel más bajo de cultura.
Ariel es un símbolo de lo más noble del
espíritu humano, desinteresado, racional y espiritual al
que invoca como su numen diciendo: "Quisiera
para mi palabra la más suave y persuasiva unción
que ella haya tenido jamás. Pienso que hablar a la
juventud sobre
nobles y elevados motivos, cualesquiera que sean, es un
género de oratoria
sagrada. Pienso también que el espíritu de la
juventud es un terreno generoso donde la simiente de una palabra
oportuna suele rendir, en corto tiempo, los frutos de una
inmortal vegetación… Yo os digo con Renan: "La
juventud es el descubrimiento de un horizonte inmenso que es la
Vida".
Más adelante, y nuevamente en voz de
Próspero, Rodó analiza el mundo griego como
imbuído de la gracia de la niñez y del optimismo de
la juventud cuando relata: "Aquél que en Delfos
contemplaba la apiñada muchedumbre de los jonios
dice uno de los himnos homéricos se
imagina que ellos no han de envejecer jamás". Grecia hizo
grandes cosas porque tuvo, de la juventud, la alegría, que
es el ambiente de la
acción,
y el entusiasmo, que es la palanca omnipotente. El sacerdote
egipcio con quien Solón habló en el templo de
Saís, decía al legislador ateniense, compadeciendo
a los griegos por su volubilidad bulliciosa: ¡No sois
sino unos niños!… Pero de aquel divino juego de
niños sobre las playas del Archipiélago y a la
sombra de los olivos, nacieron el arte, la
filosofía, el pensamiento libre, la curiosidad de la
investigación, la conciencia de la dignidad
humana, todos esos estímulos de Dios que son aún
nuestra inspiración y nuestro orgullo".
Después de hacerle al cristianismo
de los primeros siglos, las mismas loas que hizo de los griegos,
piensa que éste triunfó con su encanto de juventud
interior ante la severidad de los estoicos y a la decrepitud de
los mundanos; al igual, que consideraba que en los
diálogos platónicos, fue posible una breve
primavera del mundo, concluyendo Rodó que la fuerza de
corazón
ha de probarse aceptando el reto de la Esfinge y no esquivando su
interrogación formidable.
Compara posteriormente, el tipo de actividad que deben
realizar los jóvenes, no limitándola solamente a un
solo aspecto, sino más bien, cada uno debe alcanzar la
plenitud de su ser.
Demuestra Rodó su afecto hacia la figura del
Comte positivista cuando recuerda: "Augusto Comte
ha señalado bien este peligro de las civilizaciones
avanzadas. Un alto estado de
perfeccionamiento social tiene para él un grave
inconveniente en la facilidad con que suscita la aparición
de espíritus deformados y estrechos; de espíritus
"muy capaces bajo un aspecto único y monstruosamente
ineptos bajo todos los otros". El empequeñecimiento de un
cerebro humano
por el comercio
continuo de un solo género de ideas, por el ejercicio
indefinido de un solo modo de actividad, es para Comte un
resultado comparable a la mísera suerte del obrero a quien
la división del trabajo del
taller obliga a consumir en la invariable operación de un
detalle mecánico todas las energías de su
vida".
De esta forma, el discurso de
Rodó se transfenomenaliza al pasar de una teorética
exhaltación que animaba a los jóvenes a mirar en el
horizonte, en una fenoménica y pragmática crítica
frente al utilitarismo reinante en la vida moderna. Trata de
alertar, de prevenir a los jóvenes en torno al sistema
capitalista reinante al señalar: "Cuando el sistema de
la utilidad material
y el bienestar domina en el carácter de las sociedades humanas con la
energía que tiene en lo presente, los resultados del
espíritu estrecho y la cultura unilateral son
particularmente funestos a la difusión de aquellas
preocupaciones puramente ideales que siendo objeto de amor para
quienes les consagran las energías más nobles y
perseverantes de su vida, se convierten en una remota y
quizá no sospechada región, para una inmensa parte
de los otros. Todo género de meditación
desinteresada, de contemplación ideal, de tregua
íntima, en la que los diarios afanes por la utilidad cedan
transitoriamente su imperio a una mirada noble y serena tendida
de lo alto de la razón sobre las cosas, permanece
ignorado, en el estado
actual de las sociedades humanas, para millones de almas
civilizadas y cultas, a quienes la influencia de la educación o la
costumbre reduce al automatismo de una actividad, en definitiva
material".
Continúa Rodó en su "Ariel" con una
comparación entre lo feo y lo hermoso, lo vulgar y lo
delicado, para traspolar estos conceptos al de lo malo y de lo
bueno, en donde considera que una vez identificado el concepto de
lo estético, se ha cubierto la mitad del camino que
conduce hacia la moral. El
buen gusto y el sentimiento moral para
Rodó son la misma cosa en el espíritu de
los individuos que en el espíritu de las sociedades. Por
ello, coincide con Rosenkranz cuando este afirmaba que
existía una relación entre la libertad y el
orden moral, por una parte; y por la otra, se demostraba el hecho
de que la belleza de las formas humanas se evidenciaba en el
desarrollo de
las razas en el tiempo.
Y ahora, dentro de este concepto de "lo bello",
"lo delicado", "lo bueno" y "lo moral",
encuentra Rodó nuevamente motivos para atacar al
utilitarismo cuando señala: "A la concepción de
la vida racional que se funda en el libre y armonioso
desenvolvimiento de nuestra naturaleza e incluye, por lo tanto,
entre sus fines esenciales, el que se satisface con la
contemplación sentida de lo hermoso, se opone como
norma de conducta
humana la concepción utilitaria, por lo
cual nuestra actividad, toda entera, se orienta en
relación a la inmediata finalidad del interés". Y dentro de esta arremetida
antiutilitaria y antidemocrática, Rodó sostiene;
"Toda igualdad de
condiciones es en el orden de las sociedades, como toda
homogeneidad en el de la Naturaleza, un equilibrio
inestable".
Rodó plantea –y coincidimos plenamente con
él–, que existe una superioridad por la cual, las
personas pueden y deben llegar a través del intelecto, y
no sustentándose, en una igualdad identificada con la
vulgaridad y la chabacanería. Para él, la
vulgaridad como paradigma de
igualdad carece de valores
auténticos; mientras, que la superioridad se manifiesta
por el cultivo de la instrucción y la apreciación
de las ideas superiores.
Ve en la democracia la
masificación de la cultura, lo que denominamos hoy en
nuestras latitudes como masificación de la
educación, la cual no solo impide la elevación
de la misma, sino que, la vulgariza. Por ello dice acertadamente:
"El presuroso crecimiento de nuestras democracias… nos
expone en el porvenir a los peligros de la degeneración
democrática, que ahoga bajo la fuerza ciega del
número toda noción de calidad; que
desvanece en la conciencia de las sociedades todo justo
sentimiento del orden; y que, librando su ordenación
jerárquica a la torpeza del acaso, conduce forzosamente a
hacer triunfar las más injustificadas e innobles de las
supremacías".
En este orden de ideas, Rodó al comentar la frase
de un publicista americano con ocasión a la baja población del continente, y a su necesidad
de aumentar sus asentamientos humanos cuando proclamó que
gobernar es poblar, respondió que era necesario
aparte de la asimilación que se haga de estos nuevos
poblados, que los mismos sean educados y seleccionados; es decir,
se manifestaba en pro de lo que hoy conocemos como
migración selectiva. Ya que para Rodó, la
multitud, la masa anónima, no es nada por sí misma,
lo que por lo tanto, podría considerarse esta multitud
como un instrumento de barbarie o de civilización,
según carezca o no del coeficiente de una alta dirección moral. A lo que afirma
Rodó que: "La civilización de un pueblo
adquiere su carácter, no de las manifestaciones de su
prosperidad o de su grandeza material, sino de las superiores
maneras de pensar y de sentir que dentro de ella son
posibles". Y dentro de esta proposición, Rodó
quien sabe distinguir los conceptos de libertad y de democracia,
y sabe como esta última se opone a la primera dentro de un
esquema liberal utilitario, nos trae nuevamente como
sustentación de sus ideas a Augusto Comte cuando refiere:
"…y ya observaba Comte, para mostrar como en cuestiones de
intelectualidad, de moralidad, de
sentimiento, sería insensato pretender que la calidad
pueda ser sustituida en ningún caso por el número,
que ni de la acumulación de muchos espíritus
vulgares se obtendrá jamás el equivalente de un
cerebro de genio, ni de la acumulación de muchas virtudes
mediocres, el equivalente de un rasgo de abnegación o de
heroísmo. Al instituir nuestra democracia la
universalidad y la igualdad de derechos,
sancionaría, pues, el predominio innoble del
número, si no cuidase de mantener muy en alto la
noción de las legítimas superioridades humanas, y
de hacer, de la autoridad
vinculada al voto popular, no la expresión del sofisma de
la igualdad absoluta, sino, según las palabras que
recuerdo de un joven publicista francés, "la
consagración de la jerarquía, emanando de la
libertad".
De este heroísmo, que ya con anterioridad
había hablado Juan Bautista Vico,
Rodó lo recoge de Carlyle cuando señala: "La
gran voz de Carlyle había predicado ya contra toda
niveladora irreverencia, la veneración del
heroísmo, entendiendo por tal el culto de cualquier
noble superioridad".
Aquí es donde Rodó exhaltado de una nueva
forma de democracia ajena a la utilitarista y a la cual llama
positivista aunque preferiríamos referirnos como
más precisa y encajada al pensamiento rodosiano la llamada
democracia corporativa, pero, estamos claros
también, que esta última, por haber surgido
posteriormente a la vida de Rodó, era imposible que
éste, pudiera tener alguna impresión o afecto por
la misma, encontramos como una manifestación de la
elevación que se va produciendo de la idea rodosiana en su
obra cuando éste arguye: "Ibsen desarrolla la altiva
arenga de su Stockmann alrededor de la afirmación de que
"las mayorías compactas son el enemigo más
peligroso de la libertad y la verdad"; y el formidable
Nietzsche
opone al ideal de una humanidad mediatizada la apoteosis de las
almas que se yerguen sobre el nivel de la humanidad como una viva
marea".
Sin embargo, más adelante Rodó parece
reconciliarse con la democracia cuando dice: "La democracia y
la ciencia
son, en efecto, los dos insustituibles soportes sobre los que
nuestra civilización descansa; o expresándolo con
una frase de Bourget, las dos "obreras" de nuestros
destinos futuros. "En ellas somos, vivimos y nos
movemos"" Pero entonces pensamos, ¿será
acaso que Rodó se contradice cuando al referirse de nuevo
a la democracia se retracta de tal manera? ¿O será,
que está pensando en el modelo de
democracia positivista que antes nos asomó y no, en el de
la democracia utilitarista liberal al cual reiteradamente ha
manifestado una clara y absoluta abyección?
Pensamos, que se refiere a la de su afecto y parecer, ya
que al proseguir su obra y referirnos el tema de la educación, nos
advierte de la obligación que tiene el Estado de darle a
todos sus miembros las condiciones que les lleven a su
perfeccionamiento y a la revelación de las superioridades
humanas dondequiera que existan.
De esta manera, Rodó establece que:
"Racionalmente concebida, la democracia admite siempre un
imprescriptible elemento aristocrático, que consiste en
establecer la superioridad de los mejores, asegurándola
sobre el consentimiento libre de los asociados".
Pero, nuevamente Rodó pareciera rectificar, peor
aún, contrariar sus anteriores argumentos, y lo hace ahora
en contra de Friederich Nietzsche, a quien en páginas
anteriores no dudó en calificar "el formidable
Nietzsche". Ahora, como que si se tratara de otra persona relata lo
siguiente: "El anti-igualitarismo de Nietzsche…ha llevado a
su poderosa reivindicación de los derechos que él
considera implícitos en las superioridades humanas, un
abominable, un reaccionario espíritu; puesto que, negando
toda fraternidad, toda piedad, pone en el corazón del
superhombre a quien endiosa, un menosprecio
satánico para los desheredados y los débiles;
legitima en los privilegios de la voluntad y de la fuerza el
ministerio del verdugo; y con lógica
resolución llega, en último término, a
afirmar que "la sociedad no
existe para sí sino para sus elegidos".
Este "estremecimiento" antinietzscheano que
padece Rodó, logra el milagro de apartarlo de su
"discurso laico" para atreverse a afirmar: "¡Por
fortuna, mientras exista en el mundo la posibilidad de disponer
dos trozos de madera en
forma de cruz, es decir: siempre, la humanidad
seguirá creyendo que es el amor el
fundamento de todo orden estable y que la superioridad
jerárquica en el orden no debe ser sino una superioridad
capaz de amar!" Nos pareciera con esto, que realmente
Rodó acababa de leer a "Drácula" de Bram
Stoker, y no, a un importantísimo filósofo como
Friederich Nietzsche a quien en pocas líneas antes
como lo vimos, lo llamó "el
formidable".
En otro orden de ideas, Rodó en su comentada obra
"Ariel", analiza a Inglaterra como
verbo del espíritu inglés,
y a los Estados Unidos, como verbo del espíritu
utilitarista; denunciando que existe en algunas personas de
Hispanoamérica de deslatinizar nuestra cultura, a lo que
no ve ni la gloria ni el propósito de desnaturalizar el
carácter en estos pueblos. Lo siente como una cosa
innoble, un género de snobismo político, que
permite que quienes actuando por abdicación servil, se
sientan encadenados frente a sus vencedores. De ahí que
llegue a asentar: "…tenemos los americanos
latinos una herencia de raza,
una gran tradición étnica que mantener, un
vínculo sagrado que nos une a inmortales páginas de
la historia,
confiando a nuestro honor su continuación en lo
futuro".
Sin embargo, Rodó haciendo aparte de toda
mezquindad, prefiere antes de desconocer defectos, no negar
cualidades. Y es por ello, que hace un elogio del desarrollo de
la América
anglosajona, la cual según el, no ama pero si admira; y
les admira, por su formidable capacidad de querer; e
inclusive, se inclina ante su escuela de
"voluntad y trabajo". Aunque cuando Rodó nos habla
de esa "formidable" capacidad de "querer" de los
estadounidenses, no sabemos pero creemos haber escuchado algo
similar sobre Nietzsche anteriormente. Pero peor aún
cuando dice: "Su historia es, toda ella, el arrebato de una
actividad viril. Su personaje representativo se llama Yo
quiero, como el superhombre de Nietzsche".
¿Reconciliación con Nietzsche o qué? Por
ello no cae raro, que así cuando aludimos a Bram Stoker,
Rodó nos relate posteriormente varias líneas nada
menos que del señor Edgar Allan Poe,
diciendo sobre el mismo, que había simbolizado en la
luz
inextinguible de sus ojos, el himno de triunfo de la voluntad
sobre la
muerte.
Rodó fue el primero en su época en
denunciar el peligro del materialismo
económico de los Estados Unidos de
América ante el pesimismo de muchos hispanoamericanos, a
los cuales exhortó a unirse en la "Magna
América", que combatiría la decadencia con la
regeneración del renacimiento
humanista. Pensaba que se podían conjugar el pragmatismo
con la espiritualidad para lograr el progreso económico y
social de los pueblos del sub continente hispanoamericano. Fue
reconocido en su época como el "Maestro de
América", de ahí que otro no menos gran maestro
americano como fue el dominicano Pedro Henríquez
Ureña nos dijera sobre Rodó lo siguiente: "no
vacilemos ya en nombrar a José Enrique Rodó entre
los maestros de América. Rodó es el maestro que
educa con sus libros, el
primero, quizás, que entre nosotros influye con sola la
palabra escrita". El escritor latinoamericano Carlos Fuentes nos
comenta agradablemente este criterio suyo sobre Rodó en la
siguiente forma: "…es nuestro tío uruguayo, sentado
en la esquina del retrato de nuestra familia. Es aquel que
nos permite ser quienes debemos ser, a la vez que lo empujamos
hacia la sombra, para luego reconocer que aún tiene algo
que decir".
Pero ante todo Rodó va a representar una de las
figuras más emblemáticas del americanismo literario
de todos los tiempos, que a pesar de proclamarse como liberal, no
hace causa común con el liberalismo económico,
representado en este caso en Rodó, por los Estados Unidos
de América.
Este pensamiento rodosiano que marca linderos
con los Estados Unidos como amenaza del liberalismo utilitarista
de deslatinizar a nuestra América se manifiesta claramente
cuando nos dice: "la concepción utilitaria, como idea
del destino humano, y la igualdad en lo mediocre, como norma de
la proporción social, componen, íntimamente
relacionadas, la fórmula de lo que solido llamarse en
Europa, el espíritu de americanismo. Es imposible meditar
sobre ambas inspiraciones de la conducta y la
sociabilidad y compararlas con las que le son opuestas, sin que
la asociación traiga, con insistencia, a la mente,
la imagen de esa
democracia formidable y fecunda que, allá, en el Norte,
ostenta las manifestaciones de su prosperidad y su poder como una
deslumbradora prueba que abona a favor de la eficacia de sus
instituciones
y de la dirección de sus ideas.
Si ha podido decirse del utilitarismo que es el verbo
del espíritu inglés, los Estados Unidos pueden ser
considerados la encarnación del verbo utilitario. Y el
Evangelio de este verbo se difunde por todas partes a favor de
los milagros materiales del
triunfo. Hispano-América ya no es enteramente calificable,
con relación a él, de tierra de
gentiles. La
poderosa federación va realizando entre nosotros una
suerte de conquista moral… Es así como la visión
de una América deslatinizada por propia voluntad, sin la
extorsión de la conquista, y regenerada luego a imagen y
semejanza del arquetipo del Norte, flota ya sobre los
sueños de muchos sinceros interesados por nuestro
porvenir, inspira la fruición con que ellos formulan a
cada paso los más sugestivos paralelos, y se manifiesta
por constantes propósitos de innovación y de reforma. Tenemos nuestra
nordomanía. Es necesario oponerle los límites de
la razón y del sentimiento señalan de
consuno".
Frases de José Enrique Rodó
Piñeyro:
"Tenemos – los americanos latinos –
una herencia de raza, una gran tradición étnica que
mantener, un vínculo sagrado que nos une a inmortales
páginas de la historia, confiando a nuestro honor su
continuación en lo futuro. El cosmopolitismo, que hemos de
acatar como una irresistible necesidad de nuestra
formación, no excluye, ni ese sentimiento de fidelidad a
lo pasado, ni la fuerza directriz y plasmante con que debe el
genio de la raza imponerse en la refundición de los
elementos que constituirán al americano definitivo del
futuro".
"La índole del libro (si tal puede
llamársele) consiente, en torno de un pensamiento capital, tan
vasta ramificación de ideas y motivos, que nada se opone a
que haga de él lo que quiero que sea: un libro en perpetuo
«devenir», un libro abierto sobre una perspectiva
indefinida".
"Ya no se profesa el culto de una misma Ley y la
ambición de una labor colectiva, sino la fe del
temperamento propio y la teoría
de la propia genialidad… Las voces que concitan se pierden en
la indiferencia. Los esfuerzos de clasificación resultan
vanos o engañosos. Los imanes de las escuelas han perdido
su fuerza de atracción, y son hoy hierro vulgar
que se trabaja en el laboratorio de
la crítica. Los cenáculos, como legiones sin
armas, se
disuelven; los maestros como los dioses, se
van…".
"…aún aquellos que no somos socialistas, ni
anarquistas, ni nada de eso, en la esfera de la acción ni
en la doctrina, llevamos dentro del alma un fondo, más o
menos consciente, de protesta, de descontento, de
inadaptación, contra tanta injusticia brutal, contra tanta
hipócrita mentira, contra tanta vulgaridad entronizada y
odiosa, como entretejidas en su urdimbre este orden social
trasmitido al siglo que comienza por el siglo de advenimiento
burgués y de la democracia utilitarista".
"Nuestra América,
la Patria Grande, tiene en nosotros como en los otros, contenido
y continente, sentido y proyección: apertura al mundo. A
un mundo que necesita de nuestra concepción de vida: la
brasileña, la venezolana, la argentina, la paraguaya como
la colombiana, la boliviana como la paraguaya, y así
sucesivamente.
Pero también, todas y cada una la de las propias y
diferentes etnias que cruzan cualesquiera de las nacionalidades
que la componen, porque tanto las preceden como la sobrevuelan al
tener en sí y para con la vida, otra visión de la
existencia que no sólo complementa la primera sino que
tienen tanto color, o colores, nuestras
pigmentaciones, como también hacen de la propia vida de
todo ser vivo, algo trascendente. Tal aporte, entre otros, en
consecuencia, precisa el mundo sea compartido. Por ello nuestra
identidad
americana es y será una identidad abierta al otro, nunca
cerrada al diferente como al desconocido".
"A medida que la humanidad avance, se
concebirá más claramente la ley moral como una
estética de la conducta. Se huirá
del mal y del error como de una disonancia; se buscará lo
bueno como el placer de una armonía".
"La civilización de un pueblo adquiere su
carácter, no de las manifestaciones de su prosperidad o de
su grandeza material, sino de las superiores maneras de pensar y
de sentir que dentro de ella son posibles"
"Atenas supo engrandecer a la vez el sentido de lo
ideal y el de lo real, la razón y el instinto, las fuerzas
del espíritu y las del cuerpo. Cinceló las cuatro
fases del alma".
"No tratéis de justificar por la
absorción del trabajo o el combate, la esclavitud de
vuestro espíritu".
"Sobre la democracia pesa la acusación de
guiar a la humanidad mediocrizándola, a un Sacro Imperio
del utilitarismo".
"Todos los pesimismos son vanos. Lo mismo los que se
fundan en la razón que lops que parten de la
experiencia".
"Cuando Grecia nació, los dioses le regalaron
el secreto de juventud inextinguible. Grecia es el alma
joven".
"Cuando el dolor enerva; cuando el dolor es la
irresistible pendiente que conduce al marasmo o el consejero
pérfido que mueve a la abdicación de la voluntad,
la filosofía que le lleva en sus entrañas es cosa
indigna de almas jóvenes".
Miguel Cevedo
Abogado y Filósofo
Profesor y Jefe de cátedra de la asignatura
Filosofía del Derecho en la Universidad Santa
María en Caracas, Venezuela