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Una breve historia de las tasas de interés




Enviado por ejj39



    1. Los inicios: la Roma
      Imperial
    2. La Edad Media
    3. El Renacimiento y el desarrollo
      del capitalismo
    4. El primer Banco
      Central
    5. La escena
      contemporánea
    6. Bibliografía
      básica

    1. LOS INICIOS
    : LA ROMA
    IMPERIAL

    La historia de las tasas de
    interés (o del precio del
    dinero) se
    encuentra íntimamente ligada a la historia del propio
    dinero primero, y, de los bancos
    después.

    Desde la parábola de los talentos relatada en la
    Biblia (Mateo, Cap. 25, vers. 14 y ss.), el interés
    fue considerado como fuente de creación de más
    dinero y la institución donde operaba éste hecho
    (los bancos) considerada como mágica, revistiéndose
    de un carácter divino que con el paso del
    tiempo
    dejó los ropajes sacros para tornarse más secular y
    materialista.

    Asimismo, las tasas de interés desde tiempo inmemorial
    estuvieron ligadas a la abstención del sujeto
    económico de consumir en el presente a fin de obtener una
    recompensa a futuro. En ambas operaciones
    clásicas (ahorro y
    préstamo) las tasas de interés serán las que
    determinen el atractivo para dejar de consumir ahora y ahorrar, o
    solicitar un préstamo para un fin económico
    determinado, entrando en función
    dos variables
    importantes (no las únicas): el capital y el
    tiempo transcurrido. La diferencia entre las tasas del dinero
    ahorrado y las tasas del dinero prestado será la ganancia
    del banco,
    descontando sus gastos
    operativos1.

    En la antigua Roma, los intereses no estaban por cierto
    regulados como ahora, ni existía un banquero central o
    cosa parecida, pero sí existía la banca comercial y
    los préstamos a interés, que muchas veces dejaban
    al pobre deudor y a su familia sumidos
    en la esclavitud:

    "…cuando un deudor no podía pagar los usureros
    intereses exigidos, una rigurosa ley autorizaba
    al acreedor a encarcelar o a recluir a esclavitud al deudor y a
    su familia"
    .2

    Las deudas eran incluso cobradas con la vida (como en el drama
    de Shakespeare,
    "El mercader de Venecia"), lo cual no tenía
    ningún fin pragmático, salvo como acto de
    satisfacción personal, debido
    a que el acreedor veía extinguirse junto con la vida del
    deudor, la obligación contraída. Conforme avanza la
    historia de la humanidad, las formas de castigo se hicieron
    más "civilizadas", ya no se exigía la vida del
    deudor, ahora perdía sus derechos civiles, primero
    bajo la forma de esclavitud y posteriormente la prisión
    por deudas, ésta última en vigencia hasta el siglo
    XIX.

    Retornando al Imperio Romano,
    el interés usurero era un hecho común y nada
    censurable. Los patricios, los nobles de la época, eran
    los primeros en practicarlo con los plebeyos, socialmente por
    debajo de ellos. Bruto, patricio respetado, con la obsesionante
    idea de acabar con el Imperio y restablecer la República
    (era lo que hoy definiríamos como un liberal con tintes
    izquierdizantes), pasaría a la historia no sólo por
    ser uno de los asesinos de Julio César por amor a la
    República, sino porque era un prestamista de dinero a
    altos intereses:

    "Bruto era un hombre rudo,
    insensible, acreedor despiadado y usurero sin entrañas
    que exigía intereses del 48 por
    ciento"
    .3

    Poco antes de la caída del Imperio Romano y con el
    advenimiento del Cristianismo,
    uno de sus últimos emperadores, Justiniano, haría
    todo lo posible para unir Iglesia y
    Estado.4 Roma la pagana cedió
    paso al cristianismo, cambiando las costumbres, hábitos,
    y, por supuesto, la práctica de los préstamos a
    interés, por lo que Justiniano comenzó a
    regularlos, considerando como legítimo que el acreedor
    obtenga un beneficio al prestar su dinero, pero limitando el
    nivel de las tasas, cuidando que no halla excesos.

    El afán de Justiniano por cristianizar Roma no
    servirá de mucho. La desintegración del otrora
    poderoso Imperio Romano era un hecho histórico que no
    podía detenerse y fruto de esa desintegración
    vendrían a surgir los nuevos Estados Bárbaros, en
    la época que ahora conocemos como la Edad
    Media.

    2. LA EDAD
    MEDIA

    Con el fin de Roma y la posterior aparición de los
    Estados Bárbaros, la Iglesia tendrá una
    participación hegemónica y totalizante en la vida,
    hábitos y modo de pensar de los habitantes de los nuevos
    estados.

    Inicialmente, la Iglesia Católica se opuso a los
    préstamos a interés, que eran considerados poco
    menos que un pecado. Un noble que practicase ese oficio se
    estaría rebajando (recordemos una vez más las mofas
    y humillaciones de las que era objeto el Viejo Sylock en "El
    Mercader de Venecia"
    , mucho peor era la situación en
    pleno medioevo). Al no poder
    dedicarse los cristianos directamente al oficio de prestar dinero
    a interés, a una minoría le fue delegada esa labor:
    los judíos,
    que pasarían a ser los futuros banqueros del Renacimiento.

    Poco a poco, la Iglesia comenzó a mostrar cierta
    flexibilidad en los préstamos a interés, debido a
    que en más de una ocasión, por sus múltiples
    asuntos mundanos (entre ellos las guerras por
    alguna causa divina), andaba en aprietos de dinero y un
    préstamo a nombre de Dios nunca era mal recibido. Muchas
    fortunas se hicieron al amparo de esta
    tolerancia:
    los Médicis, los Borgia, entre otros, fueron lo que ahora
    conocemos como "nuevos millonarios", que una vez conseguida una
    posición económica sólida, buscaron el
    amparo del poder político de la Iglesia para acrecentar
    aún más sus fortunas.

    Soplaban nuevos vientos, un cisma estaba por producirse en el
    seno de la Iglesia.

    Una nueva corriente al interior, encabezada por Martín
    Lutero, encontraba la justificación ideológica a
    las actividades de una nueva clase social
    en ascenso: la burguesía. Prestar dinero, trabajar en una
    industria
    laboriosamente para obtener un beneficio, no era ya considerado
    un pecado, sino todo lo contrario, toda actividad hecha
    dignamente y al amparo de la ley, era bien vista a los ojos de
    Dios; por lo que dedicarse a comerciar mercancías o
    prestar dinero a interés tenía la complacencia del
    Señor y de la Sociedad.5

    Finalizada la edad media y finalizado el oscurantismo que
    reinó sobre Europa, estaba
    próximo el Renacimiento,
    entrando la humanidad a una nueva etapa histórica con el
    desarrollo del
    por entonces furioso y revolucionario sistema
    capitalista.

    3. EL RENACIMIENTO Y EL
    DESARROLLO DEL CAPITALISMO

    No es casual que en los países donde caló
    más la reforma protestante como Alemania o
    Inglaterra, el
    capitalismo
    encontrara su máxima expresión, y, como
    consecuencia de ello, los préstamos a interés se
    intensificaran, al incrementarse el comercio. Caso
    contrario fue la Francia
    católica de los Luises, que tendría que esperar
    hasta fines del siglo XVIII para, al calor de la
    Revolución
    Francesa, entrar al capitalismo con fuerza y con
    él las operaciones que le son inherentes. Ni que hablar de
    España
    o Portugal, países que se quedaron rezagados en la
    historia y no lograron sincronizar con sus vecinos.

    El desarrollo del capitalismo realmente no se debió
    sólo a la reforma Luterana, existieron otras causas, dos
    fueron fundamentales: el descubrimiento de
    América y el desarrollo de las labores artesanales en
    las urbes. No es nuestra intención el entrar en detalles
    sobre estas dos causas, bastará decir que el
    descubrimiento de América
    trajo consigo una cantidad nunca vista de oro y plata a
    Europa, lo cual originó también una
    inflación arrasante, con las consecuencias de malestar
    social entre la población. Aparte de ello, los metales preciosos
    trajeron también consigo la lubricación de la
    economía,
    necesaria para el auge de las transacciones comerciales que el
    capitalismo imponía.

    Por otra parte, los siervos que conseguían su libertad del
    Señor Feudal se iban a vivir a unos villorios
    (embrión de las futuras urbes) que se llamaban Burgos (de
    allí la voz Burguesía), reunidos por gremios de
    acuerdo al oficio que realizaban. Fruto de esta
    especialización nacerían los orfebres, de donde
    devendrían a la postre los joyeros por un lado y los
    banqueros por el otro. Instalados primero en tiendas ambulantes,
    luego al ir consolidando su posición se
    establecerían en locales más seguros que se
    llamarían Bancos (en recuerdo a los banquitos en que se
    sentaban al pie de la tienda en sus tiempos más humildes),
    y se dedicarían al viejo oficio de prestar dinero.

    Conforme estas actividades se fueron tornando más
    complejas, obligó al artesano a tomar aprendices o
    empleados a salario y
    fabricar las mercancías a mayor escala, conforme
    se incrementaba la demanda,
    gracias a lo cual estaban a un paso de la automatización del trabajo y la
    producción en serie a gran escala.

    Era el inicio duro y difícil del capitalismo,
    resurgiendo el tráfico comercial en Europa y las
    transacciones en dinero, y la subsecuente intervención de
    los bancos y la aplicación de las tasas de interés
    a los préstamos.

    Comenzarían a circular los primeros billetes, los que
    tenían un rédito en base a una tasa de
    interés al momento en que el tenedor de estos papeles
    quisiera convertirlos a metal. Claro que no siempre
    cumplían los banqueros con la palabra empeñada y en
    más de una ocasión los tenedores de los billetes se
    veían con un papel inservible entre manos.

    Sin embargo, a pesar de estos problemas, las
    tasas de interés jugarían un papel preponderante en
    las transacciones, al regular la expansión del crédito, necesario en los albores de
    ésta nueva etapa histórica. El crédito,
    así como el ahorro, van a formar parte importante del
    engranaje de la acumulación original del capital.

    Al ser las tasas de interés un instrumento tan
    delicado, desde los albores del capitalismo fueron
    preocupación de los gobiernos de aquella época, no
    pudiendo dejarlas al libre albedrío de la oferta y la
    demanda, lo que habría originado un cobro desmedido sobre
    el capital mutuado, como sucedió en la antigua Roma. Es
    interesante el recuento histórico que sobre ésta
    época realizó Adam Smith en
    su libro
    Riqueza de las Naciones:

    "Por decreto de Enrique VIII, fue prohibida en Inglaterra
    y declarada ilegal toda usura o interés que pasase del
    diez por ciento…La reina Isabel renovó el Estatuto de
    Enrique VIII, en el Cap. 8 del 13, y prosiguió siendo el
    diez por ciento el precio legal de la usura hasta la Constitución 21 de Jacobo I, que la
    restringió al ocho por ciento. Fué reducida a
    seis poco después de la restitución de Carlos al
    trono, y por la Constitución 5 de la Reina Ana se
    limitó al cinco. Todas estas diversas regulaciones, al
    parecer, fueron hechas con mucha justicia y
    oportunidad".6

    El liberalismo
    económico de la época comprendió muy bien
    que el precio de una mercancía tan delicada como el dinero
    debía ser regulada por el Estado y no
    dejarlo en manos de intereses particulares que buscan casi
    siempre el lucro personal. Recordemos que nos encontramos en los
    albores, cuando el capitalismo era una criatura que necesitaba
    ser robustecida, para lo cual era imprescindible que el Estado
    tomara directamente en sus manos la regulación de algunos
    instrumentos sumamente sensibles en la vida económica,
    como son las tasas de interés, vía el ordenamiento
    jurídico existente en aquellos años; y, así
    lo comprendieron los gobernantes de la que sería la
    primera potencia
    hegemónica en el mundo capitalista.

    Pero, en algunas ocasiones los gobernantes son muy celosos en
    sus políticas
    y a Eduardo VI se le ocurrió suprimir el cobro de
    intereses. Veamos lo que pasó:

    "En el reinado de Eduardo VI, prohibió el celo
    religioso todo género
    de ella, aún en calidad de
    interés mercantil, pero esta prohibición, como
    otras muchas de su especie, se dice no haber producido efecto
    alguno, y acaso haber aumentado, más bien que
    disminuido".7

    El celo religioso en esta ocasión lo causó la
    Reforma y, al parecer, Eduardo VI interpretó mal el
    sentido ideológico que implicaban los nuevos vientos que
    soplaban al interior de la Iglesia.

    Lo que nos interesa como lección de la historia es que
    los controles de precio -en este caso el precio del dinero- si
    son muy exagerados pueden tener resultados contraproducentes. La
    historia se va a repetir muchas veces; y, nuestro país
    -como muchos de América
    Latina- fueron un claro ejemplo de como una medida dictada
    con buenas intenciones, puede tener resultados negativos. Y, es
    que en las medidas económicas no funciona lo que si algo
    es bueno en poca cantidad, lo es mucho más en cantidad
    mayor. A veces se cree de buena fe que si los exagerados
    controles de precios
    -incluyendo el del dinero- dan resultado a corto plazo, se puede
    seguir en el tiempo con la misma medida e, incluso,
    intensificarla. Lamentablemente la realidad es diferente y la
    verdad siempre se impone. El derecho debe de tener siempre
    presente esta máxima, si quiere regular el mundo
    económico sin forzarlo con calzaduras o
    constreñirlo.

    Por otra parte, vemos que desde los inicios, las tasas de
    interés fueron cuidadosamente reguladas por el Estado y
    que a pesar de los más entusiastas liberales que
    propugnaban la irrefrenable libertad del mercado,
    éste entusiasmo fue más una ilusión que un
    hecho concreto, una
    teoría
    económica más que una práctica constante de
    la vida económica. Las sagradas leyes de la
    oferta y la demanda nunca han funcionado químicamente
    puras, siempre han existido interferencias, sea de los mismos
    agentes económicos o de otras variables económicas;
    aunque ello no significa que debamos caer en el extremo opuesto
    de querer controlar la actividad económica con decretos o
    leyes, lo cual sería un imposible. La intención
    más bien es ir a la búsqueda de un delicado punto
    intermedio, entre la teórica "libertad de mercado" y los
    controles estatales. Ese justo punto intermedio sólo
    podría ser encontrado estudiando concienzudamente la
    realidad, tomando en cuenta las diferentes variables
    económicas y los fines que se persiguen y, claro
    está, dejando de lado los dogmas de las teorías, creyendo que son la respuesta a
    todo problema que se quiera resolver en la vida diaria.

    4. EL PRIMER BANCO
    CENTRAL

    El primer Banco Central nació en Inglaterra hacia 1694.
    Originalmente fue un banco más, con la diferencia que
    tenía como cliente selecto
    al gobierno inglés,
    al cual iba a parar gran parte de sus colocaciones, a cambio de
    privilegios reales. Pero, conforme el capitalismo se va
    expandiendo y tornándose más compleja la vida
    económica, y, subsecuentemente, las operaciones
    financieras tomaron también ese carácter, se va
    sintiendo la necesidad de implementar una política monetaria a
    fin de regular la expansión o contracción del
    crédito, con lo que el Banco de Inglaterra
    comenzaría a tomar la forma de un Banco Central, siendo
    una de sus funciones la de
    regular el crédito. Uno de los instrumentos para esa tarea
    sería la regulación de las tasas de interés.
    Veamos que pasaba por aquella época.

    Estamos ya en el siglo XIX, gracias a las guerras
    napoleónicas, el comercio de los ingleses aumentó
    notablemente. Napoleón le hizo un gran favor a su eterna
    rival, Inglaterra. Gracias a su ambición de tener Europa a
    sus pies, estimuló en gran medida el tráfico
    comercial inglés, lo que motivó a la vez que los
    bancos comerciales emitiesen alegremente billetes para los
    créditos concedidos a los comerciantes e
    industriales, por lo que se hacía imprescindible
    regularlos:

    "En aquellos años [1830-40] el Banco [de
    Inglaterra] empezó a poner bajo su control las
    operaciones de los Bancos subordinados o comerciales. Con esto
    puso en movimiento
    los dos instrumentos históricos de la política de
    un Banco Central: las operaciones de mercado abierto y el tipo
    de interés bancario".8

    Vale la pena citar in extenso cómo era el mecanismo de
    la regulación de los créditos por el Banco de
    Inglaterra:

    "Como hemos visto, la rápida expansión de
    los préstamos comerciales bancarios y los resultantes
    depósitos y gasto de estos últimos produce la
    elevación de los precios. El efecto en Inglaterra,
    expuesta como estaba a toda la fuerza de la competencia
    extranjera, fue fomentar las compras en
    el exterior. Y esto hizo que Inglaterra fuese un mercado
    más caro. Síntoma de la indebidamente
    rápida expansión del préstamo bancario,
    fue, naturalmente, invertido en su consecución.
    Éste lo anticipaba el Banco aumentando los tipos de
    interés bancario
    , el tipo al que, de una o de otra
    forma, prestaba fondos a otros bancos, o al que aceptaba
    instrumentos de crédito de los que buscaban fondos para
    financiar transacciones comerciales. (Esta acción había sido facilitada en
    1833 por una legislación que de hecho eximía a
    los Bancos de las leyes sobre la usura.) Este aumento en el
    tipo de interés bancario se convirtió entonces en
    una señal para los Bancos de que debían
    restringir sus préstamos.
    En el caso de que no fuese
    advertida esta señal, el "Banco de Inglaterra"
    podía vender obligaciones
    del Gobierno en el mercado abierto y permitir que sus propias
    inversiones,
    incluido su papel comercial, expirasen y fuesen recogidas. Y
    como este efectivo metálico no estaba en los otros
    Bancos, éstos tenían menos reservas contra sus
    depósitos y se veían obligados a ser más
    comedidos en los nuevos préstamos. Podían
    rellenar sus cajas pidiendo dinero prestado al "Banco de
    Inglaterra". Pero aquí entraba en juego el
    interés bancario. Como éste había
    aumentado, aquellos prestatarios se sentían menos
    animados y con ellos los parroquianos que en definitiva
    pedían los préstamos.
    De este modo, el "Banco
    de Inglaterra" llegó a regular el préstamo -y con
    él la emisión de dinero- por el sistema bancario
    en su conjunto".9

    Debido a la expansión de los préstamos por los
    bancos comerciales (entre otras causas, por las constantes
    guerras en que se veía involucrada Inglaterra), se eleva
    el volumen de la
    masa monetaria y consecuentemente se elevaron los precios, con lo
    que se fomentaba las compras en el extranjero (importaciones)
    que eran más baratas, mientras el mercado interno
    inglés era más caro. Ante esta situación, el
    Banco de Inglaterra se vio obligado a aumentar las tasas de
    interés al prestar a otros bancos (la tasa de
    redescuento), a su vez estos se veían forzados a prestar a
    una tasa de interés más elevada (tasa de
    interés bancario), con lo cual los créditos
    bajarían, debido a que los sujetos económicos se
    inhibirían a solicitar por las altas tasas de
    interés y, a su vez, bajaría el volumen del dinero
    en circulación, produciéndose una reacción
    en sentido contrario a la expansión monetaria. Si con esta
    medida no se conseguía lo esperado, el Banco efectuaba
    operaciones en mercado abierto (compra y venta directa de
    obligaciones por el propio Banco Central), con lo que se
    reduciría el volumen del dinero susceptible de ser
    prestado.

    Junto con estas operaciones, el Banco de Inglaterra
    también prestó el servicio de
    suministrar dinero aceptable (es decir papel moneda que sea
    absolutamente confiable su conversión a oro), y,
    aceptó la responsabilidad de ser el prestamista de
    emergencia hacia los bancos comerciales en caso que se
    encontraran en apuros de liquidez.10

    Con estas características, el Banco de Inglaterra ya
    puede llamarse con propiedad
    Banco Central y sus operaciones realizadas en la primera mitad
    del siglo XIX se convertirían en las operaciones
    clásicas de un banquero central, comenzando otros
    países a calcar el modelo a lo
    largo del siglo XX.

    5. LA ESCENA
    CONTEMPORÁNEA

    Cuando el mundo se preparaba para la Gran Guerra, en
    1914, Estados Unidos de
    Norteamérica crea la Reserva Federal, con lo que se
    homologaba a sus vecinos del otro lado del Atlántico, con
    una política
    monetaria sana y consevadora, sería el adios a los
    experimentos
    monetarios que desde la época colonial
    practicó.11

    Unos años atrás, el Código
    Alemán de 1900 fijaba las pautas para la regulación
    de las tasas de interés a fin de que no sean usureras para
    el sujeto deudor. Esta pauta sería recogida por nuestro
    Código
    Civil de 1936, que fijaba en 5% el interés a
    cobrar.

    Al cesar los cañones en 1918, las economías
    nacionales se tornaron más complejas. Ahora ya no
    sólo los factores internos influían en gran medida
    en la dinámica económica de cada
    país, también comenzaron a contar los factores
    internacionales. Una muestra clara y
    trágica de ello fue el crack de la Bolsa de Nueva
    York en el año de 192912 . El fatídico
    Viernes Negro. La baja de las acciones en
    Wall Street no sólo influyó en las economías
    capitalistas, sino que se extendió a los países
    periféricos.

    Las tasas de interés jugarían un papel
    importante en la recuperación de la crisis. Dentro
    de los parámetros keynesianos, las tasas de interés
    van a influir sobre el crédito, si bien sin la excesiva
    importancia que le atribuían los monetaristas (para los
    keynesianos más importante era la política
    fiscal), tornándolo barato o caro, lo cual a su vez va
    a influir sobre el ahorro, el consumo, la
    inversión y el objetivo
    anhelado del pleno empleo, en una
    época donde la desocupación alcanzaba niveles
    alarmantes.

    Tendría que ocurrir otra Guerra Mundial
    para que las naciones entendieran que sus economías ya no
    eran islas y que era necesaria la cooperación. El ejemplo
    más notable y concreto fue el de las naciones europeas,
    que luego de ser enemigas acérrimas, pasaron a ser socios
    comerciales, hasta formar el actual bloque de la Unión
    Europea.13

    La creación de instituciones
    financieras internacionales y el nuevo orden económico,
    tras los acuerdos de Bretton Woods (1944), hizo que la
    autonomía nacional de los Estados fuera cada vez menor,
    viéndose comprometidos y limitados por los tratados con
    organismos como el FMI o el Banco
    Mundial, a lo que se sumó -en los últimos
    años- el fin del bloque socialista, dándose las
    condiciones necesarias para una expansión comercial sin
    fronteras de lo que ha venido en llamarse
    globalización, proceso que a
    nosotros nos ha tomado desprevenidos, sin mucho que ofrecer o que
    ganar y con poco margen para negociar.

    Como decía hace muchos años atrás Jan
    Tinbergen, acerca de las políticas financieras y
    monetarias que adopte un país, cuando el mundo
    todavía estaba dividido por la guerra fría,
    y no se vislumbraba ni remotamente el proceso globalizador que
    acaeció a fines del siglo XX y menos la pérdida de
    las autonomías nacionales:

    "El conjunto de políticas financieras y monetarias
    adoptadas por un país es de la mayor importancia, no tan
    sólo para el bienestar de dicho país sino
    también para el de otros. Por ello resulta indispensable
    un cierto grado de centralización en las políticas
    financieras y monetarias mundiales (o, por lo menos, en el
    mundo no comunista). La autonomía nacional en este
    campo no puede considerarse como una condición
    beneficiosa, puesto que los errores en las políticas
    nacionales tendrán consecuencias que se
    extenderán inevitablemente más allá de las
    fronteras del país
    "
    . 14

    La solución está en nosotros mismos, en lo que
    hagamos o dejemos de hacer hoy. Ningún tratado comercial
    será de por si la llave mágica que nos
    sacará del subdesarrollo
    y de la pobreza. Es
    una verdad que debemos aceptar; y urge más que nunca una
    política
    económica pragmática y eficaz, al margen de las
    anteojeras ideológicas o los antagonismos
    políticos.

    Sólo el tiempo dará un balance definitivo
    sobre nuestro comportamiento actual.

    BIBLIOGRAFÍA
    BÁSICA

    Galbraith, John K.: El dinero, de dónde vino
    adónde fue. Ediciones Orbis. España, 1983.

    Grimberg, Carl: Historia
    Universal.

    Smith, Adam: Investigación de la naturaleza y
    causas de la riqueza de las naciones. Edición
    Orbis. España, 1983.

    Tinbergen, Jan: Hacia una economía
    mundial. Edición Orbis. España, 1983.

    Weber, Max: La ética
    protestante y el espíritu capitalista. Edición
    Sarpe. España, 1984.

     

     

    Autor:

    EDUARDO JIMÉNEZ JIMÉNEZ

    República del Perú

    Estudios de Derechos en la Universidad San
    Martín de Porres. Lima – Perú.

    Abogado

    Actualmente curso una Maestría en Derecho Civil y
    Comercial.

    Ex Miembro de la COMISIÓN CONSULTIVA DE DERECHO
    PROCESAL CIVIL del ILUSTRE COLEGIO DE ABOGADOS DE LIMA.
    Año: 2004

    El presente trabajo es el capítulo inicial de mi
    libro inédito titulado "Tasas de interés: un
    enfoque jurídico-económico" (año
    2004).

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