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Los hombres contra lo humano




Enviado por jjcarlo7



    1. Concepción del
      hombre
    2. Concepción del
      mundo
    3. Concepción de la
      trascendencia
    4. Conclusión

    INTRODUCCIÓN

    A modo de introducción de la obra hay un prefacio de
    Paul Ricoeur[1] (De una lucidez inquieta)
    así mismo del autor (El universal contra las masas)
    y dice que su obra filosófica se presenta como una lucha
    tenaz y sin descanso contra el espíritu de
    abstracción. Posiblemente a la influencia de H.
    Bergson.

    Además, se afirma que su pensamiento
    filosófico en ningún momento ha sido inspirado por
    la revolución
    francesa[2] porque ya había superado el fanatismo
    igualitario. Pero eso sí, se ha visto obligado leer la
    árida Histoire de la Révolution française
    de Mignet.
    También afirma sin vacilación
    Gabriel Marcel[3] que su pensamiento filosófico
    siempre ha estado
    dirigido por un amor
    apasionado por la música, por la
    armonía y por la paz.

    Primera parte: CONCEPCIÓN DEL
    HOMBRE

    I ¿Qué es un hombre
    libre?:
    Según Nietzsche:
    "El hombre
    agoniza"[4]. Ahora bien, la pregunta es ¿en qué se
    convierte la libertad en un
    mundo en el que el hombre, empieza a agonizar? "Un hombre
    sólo puede ser libre o seguir siéndolo en la medida
    en que permanece vinculado a lo trascendente"

    II Las libertades perdidas: Ante todo son dos:
    Primero la igualdad, porque es la más
    degradada, la más pervertida que pueda afectar al interés de
    un hombre para con su prójimo. La segunda es la
    organización, en cuanto cómo están
    estructurados los diferentes órganos o partes de una
    sociedad, para
    que el hombre se auto realice libremente en el mundo.

    III Las técnicas
    de envilecimiento y el pecado:
    Las técnicas de
    envilecimiento son en particular los campos de
    concentración y todo el empleo masivo,
    sistemático para atacar y destruir a la humanidad[5]. "El
    hombre cuanto más domina la naturaleza,
    más esclavo de esa misma conquista es de
    hecho"[6].

    Es decir, el hombre con el adelanto de la técnica
    tiende a sustituir la alegría por la satisfacción,
    la inquietud por la insatisfacción y que los satisfechos
    por un lado y los insatisfechos por otro tienden a reunirse en el
    común de la mediocridad"[7] "Y la verdad es que los
    progresos de la técnica exponen cada vez más al
    hombre a la tentación de atribuir a sus éxitos un
    valor
    intrínseco que no puede en modo alguno pertenecerles.
    Podría decirse simplemente que el progreso técnico
    expone al hombre al peligro de la
    idolatría"[8].

    El hombre no se percata de ello porque se hace de la
    idolatría una imagen infantil
    de cuyo engaño es víctima. "El hombre que no cree
    en nada no existe, y creer en algo y depender de algo en el fondo
    es el idolatría"[9]. El hombre que nada cree, el hombre
    que no depende de nada, es al pie de la letra, el hombre sin
    vínculos. Pero ese hombre no puede existir. La existencia
    sin vínculos no es pensable, es imposible[10].

    Es preciso saber que el hombre de la técnica, al
    haber perdido el sentido más profundo de su conciencia, se
    halla cada vez más inerme ante las potencias destructoras.
    En torno a él
    y en el fondo de él mismo. "Lo que no se hace por amor y
    para el amor
    termina invariablemente haciéndose contra el
    amor"[11].

    La conexión entre técnica y pecado se
    aclara curiosamente, que los Estados son los únicos que
    financian para los gigantescos laboratorios en los que se elabora
    la nueva física;
    por el otro, en un mundo abandonado como el nuestro a
    imperialismos rivales se ven arrastrados a investigaciones
    que se orientan hacia todo lo que pueda hacer crecer su potencia en los
    conflictos por
    venir.

    En este sentido, la ciencia y
    la técnica sin duda son una de las peores calamidades de
    nuestro tiempo[12]. En
    efecto, de ninguna manera la técnica es un mal y sus
    progresos han de ser condenados. El problema es, cómo yo
    (hombre) utilizo o uso de esas técnicas. Porque "no hay
    ninguna técnica que no esté de hecho o que no pueda
    ser puesta al servicio.
    Podría decirse que el dominio del
    hombre sobre la naturaleza, es pues un dominio que cada vez se
    controla menos a sí mismo. Y la prueba es que el hombre
    está volviéndose más incapaz de regir la
    naturaleza. Pero ¿No nos encontramos aquí con la
    noción secular de pecado, como soberbia, como
    hybris y en el fondo como rebeldía?

    El problema trágico que se le plantea al hombre
    de hoy es el de saber si asumirá ese cuerpo de pecado,
    hasta el punto de confundirse de alguna forma con
    él.

    Segunda parte: CONCEPCIÓN DEL
    MUNDO

    I El filósofo ante el mundo de hoy: Al
    filósofo en el mundo de hoy, se le debe admirar por su
    seriedad, por su profunda honestidad[13].
    "El primer deber del filósofo es tener claro cuáles
    son los límites de
    su saber y reconocer que existen ámbitos en los que su
    incompetencia es absoluta"[14]. Proudhon decía: "los
    intelectuales
    son ligeros"; pero, ¡qué pena! cuando se comportan
    como el obrero, el campesino con
    ideas dislocadas. Porque los filósofos trabajan con palabras, y el papel
    lo aguanta todo. Por tanto el filósofo debe ser consciente
    de ese peligro continuamente. "El primer deber del
    filósofo en el mundo de hoy es combatir el fanatismo,
    cualquiera que sea la forma que presente"[15].

    Jules Lagneau dice: Como filósofo hay que actuar
    con calma y constancia en torno nuestro, mostrando en la vida de
    cada día el espíritu que nos anima y
    enfrentándolo a todo espíritu que no sea puramente
    razonable y puramente generoso.

    Gabriel Marcel afirma: "El filósofo es ante todo
    hombre de buena voluntad"[16]. "No puede haber filosofía
    hoy sin un análisis de carácter sobre la situación
    fundamental del hombre"[17]. Visto así, es fácil
    comprender que el filósofo está a la vez en el
    mundo y fuera del mundo. Además, no es verdad sólo
    el filósofo titulado, sino es quienquiera que se esfuerce
    en adoptar una actitud
    filosófica.

    II La crisis de
    los valores en
    el mundo actual:
    La crisis de los valores es un
    terrible malestar espiritual del que es presa la humanidad (sobre
    todo en Europa, Asia e incluso
    América). Cuando se habla de crisis de
    valores, nos estamos refiriendo a un cambio de
    sentido, por ejemplo, las palabras ya no tienen el mismo
    significado, el sentido de la trascendencia, lo que realmente
    significa. "En el orden político, no es menos chocante.
    Basta ilustrar el uso del término ´democracia`"[18]. El hecho dominante hoy sobre
    todos los demás, es en el fondo la vida ya no es amada,
    nada se parece menos al amor a la vida que al gusto enfermizo por
    el gozo instantáneo; se ha roto cierto vínculo
    nupcial entre el hombre y la vida[19].

    III Degradación de la idea de servicio y
    despersonalización de las relaciones
    humanas:
    La idea de servicio que tienen los hombres es
    simplemente la de ser utilizado, por ejemplo, cuando decimos a
    propósito de un aparato o de una máquina: ya me
    sirve o ya no me sirvo de ella.

    El servicio esencialmente es el acto de servir; pero
    constatamos, que la palabra tiende a aplicarse cada vez menos al
    acto y cada vez más a ciertas funciones
    sociales determinadas: como los servicios de
    las oficinas. Una persona desea
    contratar a alguien para el servicio doméstico y le
    reclama sus certificados. "Veo que usted ha servido durante un
    año en casa de fulano". ¿En qué
    consistía su servicio?

    Estas frases son en un sentido funcional. Servir quiere
    decir aquí ser empleado. En este sentido se busca el grado
    o la información de la persona con exactitud
    para qué puede servir. En todo esto, nos movemos en el
    plano de la pura funcionalidad.

    En este sentido existe la despersonalización de
    las relaciones humanas, porque la persona no está
    considerada como prójimo sino como un objeto o
    máquina que puede prestar algún servicio. Cuando
    uno piensa con fuerza en "su
    hermano" o en "su prójimo", en modo alguno se preocupa
    saber si es él o no es él su igual, precisamente
    porque su intención no está de ninguna forma
    crispada por lo que él sea o por lo que pueda valer.
    Decirle al otro: eres igual que yo, es la posibilidad de
    humanizar nuestras relaciones con nuestros semejantes.

    Tercera parte: CONCEPCIÓN DE LA
    TRASCENDENCIA

    I Pesimismo y conciencia escatológica: Max
    Picard (católico), autor de L´Homme du
    ant (El hombre
    de la nada) en su conversación a las orillas del lago de
    Lugano decía: "Estoy convencido de que estamos llegando al
    final de la historia. Es probable que
    muchos de entre nosotros sean testigos del acontecimiento
    apocalíptico que señale su desenlace"[20]. Otro que
    decía lo mismo fue el pastor protestante Dallière.
    Según Gabriel Marcel, ambos tienen la misma conciencia,
    que califica de ejemplar, de la ecumenidad, de la misión
    universal de la Iglesia. En
    torno a esta afirmación escatológica gravitan las
    reflexiones según el autor.

    En primer lugar ¿no estamos tentados al
    pensamiento de que ya nada importa? ¿Y vivir por vivir
    como ya se está acabando todo sin sentido? Ante todo
    existen bastantes confusiones. Según una dama protestante
    de Suiza, de mente obtusa afirmó, contra los religiosos de
    órdenes contemplativas, que son unos desertores,
    acusándoles de escapar de las tareas humanas más
    urgentes y de huir como unos inútiles. Y por si fuera poco
    la faltó un tris para tratarles de vagos.

    Gabriel Marcel no vacila en afirmar que le parece
    indispensable llevarle la contra a dicha actitud. Lo que
    él quiere en el fondo es volver a empezar de cero y en
    definitiva, hacer como si nada hubiera pasado.

    Ahora con el progreso de la técnica, la
    reducción es una nivelación de las sociedades en
    la forma de vivir. Esta nivelación es como dice Werner
    Schnee en el Dardo, en el mundo de hoy cada uno tiende a decir:
    "Yo no estoy bien, pero mi vecino tampoco lo está"[21].
    Esta reducción a un común denominador no puede
    desarrollar más que el resentimiento en el
    mundo.

    Preguntándole a Gabriel Marcel ¿Cree usted
    de buena fe y con toda sinceridad que ese acontecimiento
    apocalíptico esté próximo? Gabriel Marcel no
    contesta con un sí o con un no. Pero ante todo él
    dice: "No, no lo creo"[22]. Gabriel Marcel es consciente de no
    quedar reducido a ese yo cautivo, que es él mismo,
    más bien él opta por ese yo del amor y de la
    oración, el único que puede llegar a ser conciencia
    escatológica.

    II El hombre contra la historia: Según
    Gabriel Marcel "La civilización occidental, en su
    última fase de progreso, ya no es consciente del individuo, y
    nada permite esperar que alguna vez llegue a serlo. Esta sociedad
    no conoce únicamente más que algunas de las
    dimensiones del individuo; para ella, no existe el hombre
    integral tomado individualmente. El occidente ha creado una
    sociedad semejante a la máquina. Obliga a los hombres a
    vivir en el seno de esta sociedad y a adaptarse a las leyes de la
    máquina
    . Cuando los hombres se parezcan a las máquinas,
    entonces no quedará ya hombre sobre la
    tierra"[23].

    En este sentido el valor de la persona, hoy por hoy
    tiende a una forma de ser solapada: es decir, creer que son de
    buena fe, que se dejan de intimidar por los veredictos
    pronunciados en nombre de la historia. Precisamente es
    aquí es donde tiene que intervenir el examen de conciencia
    al que cada uno de nosotros está obligado a entregarse
    hoy.

    A lo largo de la historia el hombre ha ido construyendo
    una historia tal vez sin sentido, basta con ver acontecimientos
    monstruosos. Lo que ahora toca es establecer como principio, que
    la persona pueda someterse a sus actos a lo que se puede
    denominar la regulación de la historia. De hecho, ese
    poder
    regulador le corresponde no a la historia, que a decir verdad no
    es más que una entidad, sino a unos hombres que no pueden
    ser más que unos tiranos, criminales y que se presentan
    como los agentes ejecutores de esa extraña, de esa
    grotesca divinidad.

    "En estos días, los intelectuales en particular
    los fracasados y los amargados no dejarán de encontrar el
    medio de proporcionarles a semejantes movimientos la especie de
    justificación que, a pesar de todo, necesitan para
    imponerse a los espíritus débiles"[24]. La lucha
    más grande es sin duda a favor del hombre, a favor de la
    dignidad
    humana, contra todo lo que hoy amenaza aniquilarlos.

    III Reintegrar el honor: Gabriel Marcel al entrar
    en su casa después de haber escuchado un admirable
    concierto de Bach, pensaba en: "El honor de ser un hombre"[25].
    ¿Qué es ese honor, cuya conciencia despertó
    en él, esa noche con esa audición de algunos
    conciertos de Bach? Naturalmente es difícil de precisarlo,
    pero sí es posible dar respuesta desde lo más
    profundo de nuestro ser.

    De vez en cuando el honor se parece al orgullo, pero no
    es necesariamente la soberbia, aunque con frecuencia se corre el
    riesgo de
    confundir. "En todos los casos, el honor aparece unido a cierta
    simplicidad grandiosa de las relaciones humanas
    fundamentales"[26].

    CONCLUSIÓN

    El filósofo no es profeta, en ningún
    sentido, lo cual significa que no tiene que ponerse en el lugar
    de Dios; porque su pensamiento sería no sólo
    absurdo, sino sacrilegio. Además hay que aclarar que el
    profeta, no se pone jamás en el lugar de Dios, sino que se
    borra para dejar hablar a Dios. Hoy su primer deber es defender
    al hombre, de tentaciones inhumanas a la que tantos seres hoy
    sucumben casi siempre sin darse cuenta.

    Reflexionando personalmente, desde el momento en que
    puedo pensar o reflexionar no sólo debo constatar el estado de
    extremo peligro en el que me hallo en el mundo, sino
    también tengo que ser consciente de la responsabilidad que me incumbe en esta
    situación. ¿Nosotros los hombres cómo
    podemos encarar en esta situación? O ¿Cuál
    sería el primer mandamiento ético al que tenemos
    que atenernos? Según Gabriel Marcel, sin duda, es no pecar
    contra la luz[27].

    Dejando de lado la revelación propiamente dicha,
    el horizonte de las reflexiones propuestas en esta obra, Gabriel
    Marcel dirá que esa luz hemos de irradiarla unos a otros,
    sabiendo en todo momento que nuestro papel consiste ante todo y
    quizás exclusivamente en no oponer obstáculos a su
    paso a través de nosotros.

    Es decir, hay que restaurar en su plenitud el sentido y
    la afirmación del prójimo. Volver al prójimo
    como la condición de una aproximación efectiva al
    Ser; y cuanto más nos alejemos del prójimo,
    más nos perdemos en una noche en la que ni siquiera somos
    capaces de discernir el ser y el no ser. A nosotros
    filósofos – dice Gabriel Marcel – y tal me
    identifico, pienso que el papel del filósofo ante todo
    consiste en precaver a los hombres de ciencia o a
    los hombres de acción
    contra semejante hybris, es decir, una soberbia tan desmesurada,
    desproporcionada. Lo que demanda de
    cada uno de nosotros, por cuanto que somos, es descubrir una
    causa universal que es la del espíritu de verdad y amor en
    el mundo.

    Enviado por:

    Juan Javier Carlo Q.

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