También están presentes Argenis
Rodríguez, José Vicente Abreu, Laura Antillano,
Francisco Massiani, Denzil Romero, Ednodio Quintero, Alberto
Jiménez Ure, Gabriel Jiménez Emán, Armando
José Sequera y Antonia Palacios, autora de la más
importante obra narrativa de pluma femenina después de
Teresa de la Parra.
A pesar de que la poesía venezolana
tardó mucho en alcanzar la modernidad, un
poeta que debe ser leído y valorado como el único
gran poeta modernista que tuvo Venezuela, es Alfredo Arvelo
Larriva, virtuoso de la rima y del soneto. Otros poetas dignos de
ser recordados son Andrés Mata, Sergio Medina, Ismael
Urdaneta y Andrés Eloy Blanco, el poeta más popular
de Venezuela, situado entre lo tradicional y la vanguardia.
Vale mencionar también a Fernando Paz Castillo, a Luis
Barrios Cruz, a Jacinto Fombona Pachano, a Rodolfo Moleiro, a
Enrique Planchart, a Luisa del Valle Silva, a Enriqueta Arvelo
Larriva, a Héctor Cuenca, a Julio Morales Lara y a Luis
Enrique Mármol. Mención aparte merece José
Antonio Ramos Sucre, maestro del poema en prosa, erudito,
simbólico y misterioso.
Entre tanto, tanto los poetas de 1918 como Antonio Arraiz,
cada cual por su lado, dieron al traste con las formas y el lenguaje
poético atrapados en las lecciones de versificación
y rimado. La vanguardia produce sólo dos poetas: Pablo
Rojas Guardia y Luis Castro. A cierta distancia de estos poetas,
despuntó en el movimiento vanguardista Carlos Augusto
León.
El grupo Viernes, que se impuso entre 1938 y 1941, estuvo
compuesto por Rafael Olivares Figueroa, Ángel Miguel
Queremel, José Ramón Heredia, Luis Fernando
Álvarez, Pablo Rojas Guardia, Pascual Venegas Filardo,
Oscar Rojas Jiménez, Otto De Sola, y Vicente Gerbasi,
aceptado hoy día como una de las voces
líricas más intensas de Venezuela y de América. Entre los poetas que no siguieron
las pautas viernistas destaca Juan Beroes, la figura que
aupó el grupo "Suma", quien regresó a las formas
poéticas clásicas y renacentistas. Luego surge Juan
Liscano.
Dentro del contexto de "españolistas" hay que situar la
obra de Ida Gramcko, Ana Enriqueta Terán y Luz Machado.
Estas mujeres poetas ocupan un sitio de privilegio en las
décadas de 1940 y 1950. En la actualidad destacan la
poesía muy personal de
Yolanda Pantin, Margara Russoto, Edda Armas, Cecilia Ortiz y
Lourdes Sifontes.
José Ramón Medina es uno de los valores
poéticos más firmes del posviernismo y el
posespañolismo; sus compañeros Luis Pastori y
Aquiles Nazoa no cambiaron los rasgos iniciales de su escritura
neoclásica o neomodernista. Los poetas Dionisio
Aymará y Carlos Gottberg, entre otros, se adentraron en la
condición del hombre cotidiano.
De la llamada "Generación del Sesenta" surgen poetas
excepcionales: Rafael Cadenas, Francisco Pérez Perdomo,
Juan Calzadilla, Arnaldo Acosta Bello, Ramón Palomares,
Caupolicán Ovalles, Hesnor Rivera. Entre este grupo de
poetas y el pasado hay que situar a Juan Sánchez
Peláez, cuya obra reducida pero de intensa virtud
visionaria y metafórica, de desgarrones existenciales y
lirismo atormentado, reconoce como fuente la generación
del sesenta. La breve experiencia de la revista
Cantaclaro (1950), reveló a tres poetas: Rafael
José Muñoz, Jesús Sanoja Hernández y
Miguel García Mackle. Alfredo Silva Estrada se
concretó a crear una obra que se cuenta entre las
más coherentes de la poética venezolana.
Otros poetas de ese período son Luis García
Morales, Luis Guillermo Sucre, Víctor Salazar, Gustavo
Pereira, Ludovico Silva, Ramón Querales, Luis Camilo
Guevara, Víctor Valera Mora, Eleazar León,
Elí Galindo y Julio Miranda. En Valencia, los poetas
Eugenio Montejo, Alejandro Oliveros, Teófilo Tortolero,
Reynaldo Pérez Só, en la revista Poesía de
la Universidad de
Carabobo, descartan las actitudes
polémicas y crean un espacio propio.
El poema breve encuentra en Luis Alberto Crespo a un
cultivador original. De la generación de los ochenta, se
encuentran voces como Enrique Mujica, Miguel y Vasco Szinetar,
Willian Osuna, Armando Rojas Guardia, Igor Barreto, Salvador
Tenreiro, Alberto y Miguel Márquez, Alejandro Salas, Luis
Pérez Oramas, Nelson Rivera y Armando Coll
Martínez.
De la prosa y sus aplicaciones
El ensayo como
subgénero vendría siendo una toma de conciencia de la
propia escritura; desde este punto de vista Simón
Rodríguez sería un ensayista. Ensayistas
venezolanos de comienzos de siglo son Gonzalo Picón
Febres, Luis López Méndez y Jesús
Semprum.
Es importante la obra de Julio Planchart, Luis Correa,
César Zumeta, José Gil Fortoul, Pedro Emilio Coll y
Arturo Uslar
Pietri, quien ha cultivado esporádicamente el ensayo
literario. La enseñanza, la bibliografía, la
compilación, la
investigación deben mucho a humanistas extranjeros
nacionalizados o integrados a la vida del país hace
años, como Pedro Grases, Manuel Pérez Vila, Segundo
Serrano Poncela, Juan David García Bacca, y otros muchos
fallecidos, como Federico Riu, Agustín Millares Carlo,
Edoardo Crema, Juan Nuño y Ángel Rosenblat.
Igualmente, sobresalen los trabajos de Eduardo Arroyo Lameda,
Mario Briceño Iragorry, Laureano Vallenilla Lanz, Pedro
Manuel Arcaya y Augusto Mijares. Entre los escritores de los
sesenta sobresalen José Francisco Sucre y Ludovico Silva.
Guillermo Sucre y Francisco Rivera pueden ser distinguidos como
los mejores ensayistas actuales sobre literatura.
3. Biografías de
algunos escritores y poetas venezolanos
Aquiles Nazoa
Este periodista, poeta y humorista nació el 17 de mayo
de 1920 en la barriada caraqueña de El Guarataro, en una
familia muy
humilde. Sus padres fueron Rafael Nazoa, quien era jardinero, y
Micaela González. Sus primeros estudios los llevó a
cabo en el Colegio "El Buen Consejo", bajo la guía del
padre Julián Fuentes
Figueroa.
Nazca se vio obligado a comenzar a trabajar a los 12 años
para ayudar a su familia, por lo que completó su
formación de manera autodidacta. Así se
desempeñó primero como carpintero, telefonista y
botones del hotel Majestic de
Caracas. Tres años después ingresó al diario
caraqueño El Universal, donde trabajó como
empaquetador, archivista de clisés y, posteriormente, como
tipógrafo y corrector de pruebas.
Paralelamente en 1938, logró obtener un puesto como
guía en el Museo de Bellas Artes,
gracias a que aprendió a leer francés e inglés.
Fue corresponsal en Puerto Cabello
de El Universal, y un artículo suyo en el que criticaba la
actuación de las autoridades en la erradicación de
la malaria, le valió una demanda del
Concejo Municipal de Puerto Cabello por difamación e
injuria, y un período en prisión en 1940.
Tras recuperar su libertad,
volvió a la capital
venezolana. Allí empezó su camino en la radio en la
emisora Radio Tropical, y
continuó con una columna en El Universal titulada Por la
misma calle. En esa misma época, pasó
también a formar parte del equipo del diario
Últimas Noticias como
corrector de pruebas y reportero telefónico, y
surgió su célebre seudónimo Lancero, con una
sección llamada A punta de lanza dedicada a sus poemas
humorísticos.
Igualmente, resaltó sus capacidades humorísticas en
el semanario satírico El Morrocoy Azul, bajo el
seudónimo Jacinto Ven a Veinte, y publicó
Aniversario del color, poesías
y Método
práctico para aprender a leer en VII lecciones musicales
con acompañamiento de gotas de agua, que
consistía en una serie de poemas infantiles en prosa.
En 1943 se inició como colaborador del diario El Nacional,
y de las revistas Élite y Fantoches.
Viajó a Colombia en 1944,
donde pudo participar en la revista Sábado con cierta
regularidad, y luego se trasladó a Cuba. A su
regreso a Venezuela publicó el libro El
transeúnte sonreído, que incluyó dos de sus
poemas más recordados Balada pesimista y Anotaciones de un
aburrido. A finales de la década de los ‘40
ganó el Premio Nacional de Periodismo en
la especialidad de escritores humorísticos y
costumbristas.
Se dice que en esos años se inscribió en el Partido
Comunista.
En 1950, salieron dos libros suyos
El Ruiseñor de Catuche y Marcos Manaure, idea para una
película venezolana, el cual contó con el
prólogo de Juan Liscano. Cuando El Morrocoy Azul fue
controlado por el gobierno, Nazoa y
los demás periodistas pasaron a trabajar en la revista
humorística El Tocador de las señoras. No obstante,
la situación política se hizo cada
vez más difícil, y no tuvo otra opción que
exiliarse.
Al caer la dictadura de
Marcos Pérez Jiménez, retornó a Venezuela y
comenzó a participar en la revista Dominguito, fundada en
febrero de 1958 por Gabriel Bracho Montiel. Un año
después, desarrolló con su hermano Aníbal
Una señora en apuros, que fue una interesante
publicación humorística de poca vida. Lo mismo
sucedió con El Fósforo, del cual fue editor.
Durante esos años, produjo una gran cantidad de obras como
Caperucita criolla, Diez poetas venezolanos
contemporáneos, Cuentos
contemporáneos hispanoamericanos, Poesía para
colorear, El burro flautista, Los dibujos de Leo
y Caballo de manteca.
Aparte de su labor poética, Nazoa escribió una
serie de libros entre los que se cuentan el ensayo Cuba, de
Martí a
Fidel Castro
de 1961; Caracas, física y espiritual;
y Humorismo gráfico en Venezuela.
Para 1970 salió Humor y amor de
Aquiles Nazoa, una compilación de sus mejores obras, y
Retrato hablado de matapalo. En los años siguientes la
literatura venezolana se nutrió con trabajos como
Venezuela suya, Los sin cuenta usos de la electricidad,
Gusto y regusto de la cocina venezolana, Vida privada de las
muñecas de trapo, Raúl Santana con un pueblo en el
bolsillo, Genial e ingenioso: La obra literaria y gráfica
del gran artista caraqueño Leoncio Martínez y,
finalmente, Aquiles y la Navidad.
En esos años, se dedicó a dictar charlas y
conferencias, y tuvo un programa de
televisión titulado Las cosas más
sencillas. Además, llevó al teatro varias
obras humorísticas con gran éxito.
Aquiles Nazoa falleció en un accidente de tránsito
en la autopista Caracas-Valencia el 25 de abril de 1976. Con la
iniciativa de Pedro león Zapata, se creó en marzo
de 1980 en la Universidad Central de Venezuela, la cátedra
libre de humorismo Aquiles Nazoa.
Andrés Eloy Blanco
Nació en Cumaná
(Edo. Sucre) el 1 de agosto de 1896 y murió en Ciudad de
México el
21 de mayo de 1955.
Andrés Eloy Blanco fue poeta, ensayista, dramaturgo,
orador y político. Pasó sus años de infancia en
Margarita;
luego estudió en el Colegio Nacional de Caracas,
para ingresar luego a la Universidad Central de Venezuela donde
obtuvo, en 1918, el título de abogado.
Blanco formó parte de los hechos de la semana del
estudiante de 1928 contra el gobierno de
Juan Vicente Gómez, lo cual le mereció la
cárcel: primero La Rotunda, en Caracas; luego el Castillo
Libertador de
Puerto Cabello, períodos que utilizó para
desarrollar su labor como escritor (1928-1934). En 1935 es
confinado a Valera, por razones de salud.
Después de la prisión, el poeta venezolano
traía bajo su brazo varios libros escritos con una nueva
forma de tratar la realidad, que denominó colombismo.
Decía: "…no es una nueva escuela. Es un
estado del
alma. Se trata
de una actitud
descubridora del poeta en contacto con la realidad
americana".
Después de la muerte de
Gómez en 1935, Andrés Eloy Blanco militó
en las filas del Partido Democrático Nacional (PDN) y
resultó electo presidente del Concejo Municipal del
Distrito Federal. Fue fundador del partido Acción
Democrática en 1941.
Blanco participó también en la fundación del
semanario satírico El Morrocoy Azul (1941).
En 1945, Blanco formó parte de la Comisión
Redactora de un Código
Electoral. Ese mismo año se desempeñó como
Diputado por el Distrito Federal y presidió la Asamblea
Constituyente desde 1946 hasta 1947.
Durante el gobierno de
Rómulo Gallegos (1947-48), Andrés Eloy Blanco
fue Ministro de Relaciones Exteriores. Cuando este fue derrocado,
Blanco pasó al destierro, primero a Cuba, luego a
México, donde murió en un accidente
automovilístico.
Andrés Eloy Blanco poseía un registro verbal
que iba del romancero y los poetas del Siglo de Oro español,
hasta los acentos del folklore, la
leyenda y el habla del común, combinados por un artista
que conocía todos los resortes del idioma.
La obra de Blanco cosechó éxitos desde horas
tempranas de su creación: el poema La espiga y el arado
recibió el premio de los Juegos
Florales de Ciudad
Bolívar en 1916; en 1923, recibe el primer premio en
un concurso promovido por la Real Academia Española de la
Lengua, por su
Canto a España, lo
cual le da notoriedad internacional.
En 1921, Blanco publica su primer libro Tierras que me oyeron.
Andrés Eloy Blanco nos dejó como legado una extensa
obra: Barco de piedra, Malvina recobrada, Abigaíl,
Baedeker 2000, El huerto de la Epopeya, Navegación de
Altura, La Aeroplana Clueca, Poda, Carta a Juan
Bimba, Giraluna, Vargas, Albacea de la Angustia, etc.
Los restos de Andrés Eloy Blanco reposan en el
Panteón Nacional desde el 2 de julio de 1981.
Rómulo Gallegos
Nació en Caracas
el 2 de noviembre de 1884 y murió en la misma ciudad el 7
de abril de 1969. Sus padres fueron Rómulo Gallegos
Osío y Rita Freire Guruceaga.
Rómulo Gallegos llega a ser uno de los más
prolíferos escritores venezolanos. Su vida, dedicada a la
creación literaria, cuenta unas cuantas incursiones en la
política, actividad en la que, desempeña los
más altos cargos durante los períodos más
breves.
En 1903, Gallegos comienza a trabajar en la redacción del semanario Arco Iris y, en
1909, participa en la fundación de la revista La Alborada.
Sus escritos también aparecen en las páginas de El
Cojo Ilustrado.
La dictadura del General
Juan Vicente Gómez obligó al caraqueño a
refugiarse en España hasta 1936, año en el que
regresó a Venezuela para iniciar su actividad de hombre
público al ser designado Ministro de Instrucción
Pública.
En 1937, Rómulo Gallegos es electo diputado al Congreso
Nacional y, entre 1940 y 1941, ejerce la presidencia del Concejo
Municipal del Distrito Federal. En 1947, Acción
Democrática lo postula como candidato a la Presidencia de
la
República y es electo Presidente Constitucional hasta
que, tras diez meses en el cargo, un golpe de Estado
le condujo al exilio en México.
Gallegos debutó como narrador con Los aventureros (1913),
colección de cuentos breves de tono realista, pero es La
trepadora (1925) la obra con la que se inicia la madurez
artística del autor.
En 1929 Gallegos publicó su obra maestra, Doña
Barbara, una de las novelas
más representativas de la literatura hispanoamericana.
Esta obra es un potente fresco realista en el que describe con
eficacia la
vasta sabana venezolana y la vida primitiva que en ella
palpita.
A Doña Bárbara le siguió Cantaclaro (1934),
novela de tono lírico y sentimental, en la que se narran
las peripecias de un cantor ambulante a través de la
llanura venezolana. Canaima (1935) cierra la trilogía de
las obras en las que Gallegos alcanza su mayor vigor
creativo.
En años posteriores, el escritor intenta apartarse de la
lucha entre la civilización y la barbarie –tema
característico de sus grandes creaciones– para
desarrollar, entre ficciones y formas literarias, aspectos
dramáticos de la realidad venezolana.
Con Pobre Negro (1937) y Sobre la Misma Tierra (1943),
Gallegos da a su obra tonos históricos y
sociológicos, al sumergir a sus personajes en ambientes
bañados por radicales transformaciones políticas,
sociales y morales provocadas por acontecimientos tan variados
como la Guerra Federal
o el inicio de la explotación petrolera.
En 1957, Rómulo Gallegos obtiene el Premio Nacional de
Literatura y, en 1958, es elegido, por unanimidad, individuo de
Número de la Academia Venezolana de la Lengua.
Como reconocimiento a la labor literaria de este hombre de las
letras americanas, se crea el Premio Internacional de la Novela
Rómulo Gallegos (1965) y, en 1972, se funda en Caracas, el
Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos
(CELARG).
Otras de sus obras publicadas son: El Último Solar, Los
Inmigrantes, La Rebelión, El Forastero, La Doncella y el
Último Patriota, Tierra bajo los pies.
Rufino Blanco Fombona
Este gran escritor, ensayista, historiador y político
nació en Caracas
el 17 de junio de 1874 del matrimonio entre
Rufino Blanco Toro e Isabel Fombona.
Sus primeros estudios los realizó en los colegios Santa
María y San Agustín de la capital venezolana. En
1889, se graduó de bachiller e ingresó a la
Universidad Central de Venezuela para estudiar derecho y filosofía; carreras que abandonó dos
años después con el fin de iniciarse en la academia
militar.
Participó en la Revolución Legalista en 1892, y
después viajó a Estados Unidos
como cónsul de Venezuela en Filadelfia.
A su regreso, se incorporó como colaborador al equipo de
El Cojo Ilustrado, y publicó el poema "Patria", que
constituyó su primer escrito.
En 1896 se trasladó a Holanda como agregado de la
Legación Venezolana, donde permaneció durante dos
años. Poco después de volver a la patria,
sacó a la luz su primer libro "Trovadores y trovas".
Posteriormente, Cipriano Castro, actuando como presidente de la
República, lo nombró secretario general del estado
Zulia.
Fue cónsul de Venezuela en Ámsterdam entre 1901 y
1904, y luego ejerció el cargo de gobernador del
Territorio Federal Amazonas.
En ese tiempo, estuvo
en contra del monopolio del
caucho que se
hacía en la región, por lo que fue encarcelado.
Estando preso en Ciudad
Bolívar escribió una de sus novelas más
famosas, "El hombre de
hierro".
Apenas recuperó su libertad viajó a Europa. Cuando
cayó Cipriano Castro, y
Juan Vicente Gómez asumió el poder Blanco
Fombona fue miembro de la Secretaría de la Cámara
de Diputados. Sin embargo, al poco tiempo comenzó a
criticar duramente al gobierno, por lo que fue confinado a La
Rotunda por un año, y después desterrado hasta el
fin de la dictadura.
Francia y
España fueron su hogar durante los años que
permaneció exiliado. En Madrid
fundó la Editorial América, y para esa época
fue propuesto para el Premio Nóbel de Literatura y
asumió el cargo de Gobernador de la provincia de
Almería y posteriormente hizo lo propio en Navarra.
Durante su estadía en la península ibérica
continuó escribiendo. Así, publicó "Camino
de imperfección", "El modernismo y los poetas
modernistas", dos tomos de "La novela de dos años" y "La
lámpara de Aladino". Cabe destacar que el panfleto
antigomecista "Judas
capitolino", de su autoría, data también de ese
período.
Al retornar a América, estuvo poco tiempo en Venezuela
pues rápidamente se trasladó a Uruguay como
embajador de Venezuela.
Sus últimos años de vida los dedicó a
escribir sobre Simón Bolívar. Algunos de las obras
de ese tiempo son "Bolívar y la guerra a muerte", "El
espíritu de Bolívar" y "Mocedades de
Bolívar".
Murió en Buenos Aires,
Argentina, el 16 de octubre de 1944. Sus restos reposan en el
Panteón Nacional desde el 23 de junio de 1975.
Teresa de la Parra
Ana Teresa Parra Sanojo nació en París un 5 de
octubre de 1889 para convertirse en una de las más
destacadas creadoras de la literatura venezolana.
Incursionó en el mundo de las letras de la mano del
periodismo y escribió dos novelas que la inmortalizaron en
toda América: "Ifigenia y Memorias de
Mamá Blanca"
Rafael Parra Hernaiz y Isabel Sanojo de Parra, ambos venezolanos
y residenciados en París, trajeron al mundo a una
niña a quien pondrían el nombre de Ana Teresa y que
años mas tarde se convertiría en escritora bajo el
seudónimo de Teresa de la Parra.
Cuando Ana Teresa apenas tenía dos años de edad,
fue traída a Venezuela donde disfrutó de su
infancia en la tranquila hacienda "El Tazón", propiedad de
la familia
ubicada entre Tumerito y Piedra Azul.
En 1906, a los ocho años de edad, muere el padre de Ana
Teresa y su Madre decide regresar a Europa. Isabel Sanojo de
Parra se establece en España con sus seis hijos y Ana
Teresa ingresa al Colegio "Sacrè Coeur" de la ciudad de
Valencia,
donde entra en contacto con las obras de escritores como Guy
Muapassant, Catulle Méndes y Valle-Inclán, quienes
ejercerían gran influencia en su formación
literaria.
Al finalizar sus estudios en el colegio, en 1915, Ana Teresa
viaja a París, donde permanece un tiempo antes de volver a
Caracas.
Para este momento ya había escrito varios cuentos bajo el
seudónimo de "Fru-Fru".
Su regreso a Venezuela, en plena dictadura Gomecista, le permite
recoger vivencias que significarían una gran influencia en
el desarrollo de
su narrativa. Desde su llegada al país Ana Teresa comienza
a revelarse como escritora gracias a varios artículos
publicados en diferentes diarios capitalinos.
El éxito de sus cuentos y artículos, publicados en
los periódicos caraqueños, la impulsa a escribir su
primera novela, el "Diario de una Señorita", título
que cambiaría momentos antes de su publicación por
el de "Ifigenia". En 1924, esta obra, editada bajo el
seudónimo de Teresa de la Parra, obtuvo el primer premio
en un concurso literario de la Ciudad de París, auspiciado
por el Instituto Hispanoamericano de la Cultura
Francesa.
En 1927, Ana Teresa viaja a Cuba para representar a Venezuela en
la Conferencia
Interamericana de Periodistas. En la reunión dio un
discurso sobre
"La Influencia Oculta de las Mujeres en la Independencia y en la
vida de Bolívar". De la isla pasa a Colombia para dictar
en Bogotá tres Conferencias sobre "La Importancia de
la Mujer en la
Colonia y la Independencia".
Ana Teresa viaja nuevamente a Europa, donde inicia su segunda
Novela "Memorias de Mamá Blanca", la cual publica en
París en 1929. Ese mismo año regresa a Venezuela
pero su permanencia en el país fue corta debido a que
contrae Tuberculosis y
regresa a Europa, donde se interna en un sanatorio en Suiza.
Poco antes de su muerte, Ana Teresa se traslada a Madrid para
morir en paz. Fallece en la capital española el 23 de
abril de 1936.
Este trabajo de investigación se realizó con el
fin de conocer la historia de la Literatura Venezolana, tan
extensa e interesante, así como también conocer a
los ilustres representantes de todas las tendencias existentes de
la literatura: como la poesía, la escritura, las novelas,
etc.
Se espera que que la investigación cumpla con lo
exigido.
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