- Las visitas de los
Vejámenes - Una mirada a las precarias
condiciones de salubridad en este penal - Una historia
lamentable - Otro caso
- La situación
general - Solicitud. Plagas
bíblicas - La contratación de
servicios médicos
Las visitas de los
Vejámenes
Sólo el amor y el
deseo de que la esperanza siga viva permiten que los familiares y
amigos visiten a los presos en Bellavista. Porque cada visita
significa la pérdida de la dignidad.
Normas que no
se cumplen y violación de los derechos fundamentales de
presos y visitantes, las constantes cada fin de semana en el
penal.
Oscar Castaño Valencia
"Visita adentro…Visita adentro, señores…Visita
señores….", es el grito que cada domingo le devuelve la
vida a los reclusos de la cárcel nacional Bellavista.
Para recibirla, se han preparado los presos durante gran parte de
la semana; el lavado de la ropa a los miércoles, la
planchada, que "Tuco", detenido político de Urabá
desde hace cuatro años, hace los viernes y sábados
hasta altas horas de la madrugada, el aseo general de los
pasillos, las escalas, los patios y, sobretodo, de los parches.
Único aseo de la semana que incluye veterina para
desinfectar los baños y algún aromatizante para
mejorar el olor del parche.
La visita dominical es un rito que tiene sus códigos
propios; ese día los presos se ponen las mejores prendas
de que disponen y lucen su nueva apariencia con el corte de
cabello que Dumar, peluquero del patio, pule una y otra vez;
ningún preso puede dejar ropas colgando de las rejas, en
el vocabulario de nadie pueden existir frases vulgares, nadie,
absolutamente nadie, puede salir de su parche sin camisa y
desabotonado a los corredores, a los pasillos o al patio. Y por
ultimo, no se puede, so pena de pagarlo con la misma vida,
molestar a la visita; sobretodo si se trata de la esposa, la
novia, la mujer ó
la amante de alguno de los caciques ó de sus
cortes.
Nunca antes había sentido tanta necesidad, tanta
urgencia, tanta angustia, por ver a alguien. La vida citadina va
trastocando el valor que
tienen las personas, para otorgárselo a la oficina, el
computador, el
teléfono, el carro, etc., etc. Son,
desafortunadamente, las dificultades que se presentan en la vida
de las personas, las que le permiten a uno darle el valor que se
merecen las personas que a diario ignora.
Alrededor de las siete y media de la mañana,
después de la contada que hacen los guardianes para
confirmar que no ha habido fugas ó muertos durante la
noche, se empiezan a aglutinar los presos alrededor del
rastrillo, se ubican en dos filas, haciendo una calle de honor
que va hasta mitad del patio, para darle la bienvenida a las
mujeres.
Muchas de ellas, que han llegado a la puerta de Bellavista desde
las diez de la noche del sábado, para hacer una fila, que
muchas veces alcanza hasta las quince cuadras, empiezan a entrar
al patio, con sus sandalias multicolores, vienen cargadas de
bolsas en las que traen comida, elementos de aseo, ropa,
periódicos, revistas, cartas de amigos
y familiares. Los presos reciben, por fin, el premio que han
esperado desde la ultima despedida, el abrazo que les permita
sentirse vivo nuevamente, que les permita renovar alguna
relación con el mundo exterior, recordar que afuera siguen
existiendo afectos, que a pesar de errores y horrores alguien
sigue esperando el retorno. En ultimas, la visita se convierte en
esa fuerza que
permite la esperanza de salir algún día.
Los vejámenes
"Hoy la requisa le tocó a Angy Mosquera", dicen las
mujeres que van entrando y agregan en voz baja los
vejámenes de que han sido objeto "A mí me hizo
bajar hasta los cucos y sin cambiarse de guante me hizo el tacto
vaginal", comenta doña Rosalba, señora que
caminó desde el Barrio Popular hasta Zamora, para coger el
bus que la
trajera a Bellavista.
"A usted le fue bien", replica doña Alicia que viene desde
el Barrio la Cruz a visitar al viejo Córdoba. "Esa misma
Angy me metió la mano"
Medellín – Colombia, Domingo
30 de Enero de 2005
Una mirada a las precarias
condiciones de salubridad en este penal
Salud: una
catástrofe en Bellavista
OSCAR CASTAÑO
VALENCIA
Ni la atención de los pacientes con sida o con
tuberculosis
merece especial cuidado en una cárcel como Bellavista.
Historias de negligencia y desprecio por la salud de los internos en
este penal.
«Se me olvido que había que llevarlo al hospital
para que lo operaran»,
fue la respuesta que le dieron a Diego Alexánder Restrepo,
preso hace veintisiete meses en la Cárcel Nacional de
Bellavista, donde ingresó con la cabeza del fémur
de la cadera derecha destruida por un tiro de fusil recibido en
la Operación Orión de la Comuna Trece de
Medellín.
Después de veinticuatro meses de esperas, múltiples
evaluaciones médicas y diferentes trámites
burocráticos, la Oficina Central del Inpec en
Bogotá aprobó la póliza de pago que le
permitiría a Diego Alexánder la operación de
reconstrucción de su fémur y poder
así recobrar la movilidad de forma permanente.
El Hospital San Vicente de Paúl, después
de seis evaluaciones médicas por las que el paciente pago
$23 mil cada una y quien fue trasladado siempre esposado, con
otros presos en remisión y en un furgón cerrado sin
ventilación a pesar de su condición de inmovilidad
y alto riesgo de
infección, determinó la inminente necesidad de la
intervención quirúrgica.
Sin embargo, lo que era motivo de alegría para Diego
Alexánder y su familia
-habitantes de un barrio popular de escasos recursos
económicos-, se convirtió en un calvario personal y en un
síntoma fehaciente del manejo que en materia de
salud vive la población recluida en la Cárcel
Nacional Bellavista y en otras cárceles del
país.
La
primera semana de noviembre del 2004, el Hospital San Vicente de
Paúl dispuso el personal idóneo, los equipos
necesarios y la sala de operaciones para
realizar la cirugía. Sin embargo el paciente fue llevado
por los guardianes del Inpec a un sitio diferente donde,
obviamente, no conocían absolutamente nada de la
operación y se perdió la posibilidad de esta
importante cirugía para Diego Alexánder.
Cualquier persona que se
pierda en un centro medico recurre, inmediatamente, a la oficina
de información para ser orientado o guiado al
sitio que necesita. Pero los guardianes del Inpec, acostumbrados
a llevar presos enfermos a diferentes centros hospitalarios, que
cuentan con radios de comunicación, celulares y a quienes se le
da atención prioritaria en la línea única de
emergencias, no encontraron las salas de operación del San
Vicente de Paúl.
Posteriormente, a finales de noviembre, los galenos programaron
nuevamente la operación. Pero aunque el paciente fue
llevado al sitio correcto, tenía una fiebre muy alta,
fruto de alguna de las tantas infecciones
respiratorias que ya son endémicas en la cárcel
producto del
hacinamiento y de la falta de campañas preventivas y, por
segunda vez se frustró la posibilidad de reconstruirle el
fémur.
Ocho días después los médicos del hospital,
agotando la paciencia y las posibilidades para otros muchos
habitantes de Medellín y de Antioquia, por tercera
oportunidad programaron la intervención quirúrgica,
pero esta vez el paciente ni siquiera fue sacado del centro
carcelario porque a Héctor Valencia, coordinador de
Sanidad, se le olvidó que Diego Alexánder
tenía programada, por tercera vez, la cirugía.
Las directivas del Hospital San Vicente de Paúl tomaron la
decisión, que ya le fue notificada a las directivas del
Inpec, de no realizar la operación. Esta semana,
conversando con el funcionario sobre este caso y cuando le
indagué sobre este gravísimo error, me
manifestó que «errar es de humanos y ya estamos
estableciendo los contactos necesarios para que otra
clínica, de carácter privado, realice la
operación».
«Me pregunto», me dijo un preso cercano a los
servicios de
sanidad de la cárcel -que prefiere mantener su nombre en
reserva por las consecuencias que sus comentarios pueda traerle-,
«cuantos millones costará la negligencia de este
funcionario.
Porque es claro que los costos entre el
Hospital San Vicente de Paúl y una clínica
particular son muy diferentes. Sobretodo, hay que preguntarse, y
es lógico hacerlo, quién pagará esos
sobrecostos?», concluyó.
Y tiene toda la razón Héctor Valencia, funcionario
que lleva 17 años al servicio del
Inpec: cualquier persona se puede equivocar. La diferencia es que
aquí en Bellavista están muchas personas privadas
de la libertad, unas
por un error y otras muchas que nunca lo hemos tenido
también estamos aquí, ausentes de nuestras familias
y nuestros amigos, muertos socialmente y sufriendo la
humillación del señalamiento público. Pero a
un funcionario que puede estar causando un enorme detrimento
patrimonial al erario público nadie le dice nada, nadie le
investiga nada.
Otro caso
Didier, un hombre de 40
años a quien todos los presos de Bellavista conocen como
Rasquiña por llevar más de siete años de
encarcelamiento, no se levantó de su cama el viernes de la
semana pasada durante casi todo el día. Escasamente se
paró para que los guardias lo contaran en la mañana
y en la tarde.
Al finalizar el día, notando su ausencia, varios
presos nos acercamos para preguntarle qué le pasaba y nos
dimos cuenta de la grave palidez de su rostro. Además nos
informó que tenía una fiebre muy alta, dolor de
cabeza y mucho desaliento. Inmediatamente le pedimos al
ambulancia, interno que cumple funciones de
sanidad en cada patio, que lo llevara de urgencia al servicio
médico, pero fue devuelto porque no había
médico a esa hora. Tampoco fue atendido el sábado y
menos el domingo por la misma razón.
El lunes, cuando fue atendido, se le diagnostico sin
ningún examen de laboratorio
una anemia aguda y
se le recetaron ocho pastillas para que se purgara, antes de
considerar cualquier procedimiento
nuevo.
No me imagino qué hubiera pasado si en vez de anemia aguda
este preso hubiera tenido una apendicitis o se le hubiera
estrangulado una úlcera, urgencias médicas que ya
ha cobrado varias víctimas en el pasado, como los casos de
Alonso y el Panadero del patio quinto. Sobretodo teniendo en
cuenta, según informes del
coordinador de sanidad, que desde el 31 de diciembre, a las 12
p.m., no existe ningún convenio para la atención
extramuros de los presos de Bellavista porque el contrato con
Fundaser se terminó y apenas se está en el proceso
licitatorio para la nueva contratación. Además el
Hospital San Vicente de Paúl ha devuelto algunos casos de
urgencias vitales.
La situación
general
Debido al hacinamiento que padece Bellavista,
cárcel construida para albergar 1.700 presos y que cuenta
con más de 5 mil, las enfermedades más
comunes entre la población recluida son las infecciones
respiratorias, que se sufren de manera permanente. «En el
último año», me informa el ambulancia del
patio, «se lleva a cabo una campaña preventiva
frente a estas enfermedades, consistente en pegar en cada patio
un cartel y vacunar, contra la gripa, 200 presos de la tercera
edad». Me informaron los funcionarios de sanidad que
«también existen muchos problemas de
piel y hay
muchos hipertensos y diabéticos».
Además, como es normal entre una población tan
diversa, existen documentados con exámenes médicos
21 casos de VIH positivos. Pero el tratamiento a este problema de
salud es bastante preocupante porque sólo existe un
paciente hospitalizado y otro en la enfermería
de forma permanente.
Los demás afectados se encuentran en los diferentes patios
sin que el resto de población carcelaria conozca sobre la
situación. «Hemos asumido esta posición para
que los pacientes afectados por VIH no sean aislados por los
otros presos», fue la respuesta que recibí de las
personas responsables de la salud de la cárcel, pero
tampoco se ha realizado ninguna acción
educativa que le permita a los demás presos conocer la
enfermedad para evitar el contagio.
«Pero la situación más grave y que
debería prender las alarmas de las autoridades
competentes, la constituye el alto numero de casos de
tuberculosis que existe en Bellavista», me manifestó
un miembro de la Mesa de Trabajo,
«y que son escondidos por parte de las directivas de la
cárcel, y del Inpec, a las autoridades médicas del
Municipio y del país». La tuberculosis es la
enfermedad respiratoria más contagiosa y peligrosa que
existe, que amerita un tratamiento especial de emergencia y el
aislamiento inmediato del paciente en cualquier parte del mundo,
menos en Bellavista, donde el año pasado se certificaron
por lo menos 40 casos en un muestreo que se
realizó en solo dos de los quince patios.
Muestreo que se ordenó parar, según
secreto a voces en Bellavista, porque la directora
consideró que los resultados serían «una
bomba de tiempo, que
dañaría la buena imagen de que
goza la cárcel en el país».
Para esconder la gravedad de la situación se diagnostican
enfermedades con síntomas similares, este fue el caso de
Jorge Moncada, preso del patio segundo, a quien él doctor
Javier Congote, médico de planta del Inpec en Bellavista,
diagnosticó, sin recurrir a una confirmación de
laboratorio, una lumbalgia y ordenó un tratamiento de
fisioterapia intensiva por seis meses. Dado que el paciente no
observaba ninguna mejoría y por el contrario su
situación era todos los días peor, recurrió
a un diagnóstico médico diferente y
efectivamente se confirmó una tuberculosis gangliar en
fase terminal, que ameritó una hospitalización de
más de dos meses y millones de pesos para recuperar la
calidad de
vida del paciente.
Que bueno sería que las autoridades médicas
ordenaran una acción urgente que determine el
número de infectados por tuberculosis y tomaran las
medidas necesarias para que esta enfermedad no se convierta en un
problema de salud
pública para Medellín y su Area
Metropolitana.
Solicitud
Plagas bíblicas
Para completar el panorama
general de salubridad en la cárcel de Bellavista, es
necesario decir que existen plagas que ya casi adquieren
dimensiones bíblicas, de cucarachas y ratones a las cuales
pocas veces se les fumiga para controlar su rápido
crecimiento.
Sería muy bueno que en parte se utilizaran los $57
millones, aprobados por el Concejo de Medellín en el
presupuesto del
2005 para atender la salud de los presos sindicados, y hacer unas
fumigaciones más permanentes contra estos animales
altamente transmisores de enfermedades.
ATENCION
La contratación de
servicios médicos
Los presos políticos,
en reciente reunión con la Procuraduría General de
la Nación,
Naciones Unidas y
la Arquidiócesis de Medellín, solicitaron de manera
urgente a los órganos de control
investigar los contratos que el
Inpec viene realizando para la prestación de los servicios
de salud de los internos en la Cárcel Nacional Bellavista,
por considerar que no están cumpliendo con las funciones
para las que fueron contratados y los servicios que prestan son
de muy mala calidad=
Adriana Gaviria