San Martín, la Expedición Libertadora del Sur y la Independencia de los pueblos del Perú (1819-1821)
- San martín prepara la
Expedición Libertadora del Perú. Supe primer
pueblo peruano en proclamar su
independencia - Desembarco del
Ejército Libertador en Pisco - Donferencia de
Miraflores - San
Martín y su cuartel general en
Huaura - Primera
campaña de Juan Antonio Álvarez de Arenales
(octubre 1820 – enero 1821) - Independencia
de los pueblos del perú - Crisis en las
filas realistas: defección del Numancia y motín
de Aznapuquio - Conferencias de
torre-blanca y punchauca - Movimiento del
Ejército Libertador en el primer semestre de
1821 - Ingreso a Lima
y proclamación de la Independencia
La llegada de San Martín al Perú
sirvió para avivar aún más el
espíritu separatista de un gran sector de la población del virreinato peruano que, desde
mucho tiempo
atrás, venía pugnando por establecer un nuevo orden
político. En un trabajo
anterior(*)
analizamos la problemática que se planteara a partir de la
década de los 70 del siglo XX acerca de la naturaleza de
la independencia peruana y como se contrapusieron, y aún
se contraponen, dos tendencias interpretativas, aunque, y
justamente como consecuencia de dicho importantísimo
debate, hoy
tenemos una visión mucho más equilibrada y lo que
es más importante, mucho más comprensiva acerca del
proceso y
naturaleza de la caída del gobierno español en
el Perú, para utilizar el título de uno de los
libros de
Timothy E. Anna, historiador canadiense que ha brindado
lúcido análisis de este tema.
Por un lado tenemos la posición
hipercrítica – herética para la década del
70 del siglo XX- para la cual la independencia peruana estuvo
determinada íntegramente por intereses extrarregionales,
básicamente por los intereses comerciales y financieros de
Inglaterra. La
independencia no puede ser analizada ni interpretada como un
proceso interno, como producto de un
largo proceso de lucha por ella, sino que les fue impuesta a los
peruanos, quienes realmente no la deseaban, por no convenirles la
separación con relación a España.
Según esta interpretación los peruanos consideraban
que permaneciendo fieles a España tenían mucho
más que ganar, o por lo menos mucho menos que
perder.
Frente a esta posición hipercrítica se
encuentra aquella otra que habiendo nacido como una
reacción de tipo nacionalista, por lo menos en ciertos
historiadores, pasa en poco tiempo a estar caracterizada por un
análisis más integral y profundo acerca del proceso
y la naturaleza de la independencia peruana, en su contexto
interno, regional y mundial. Esta posición tiene matices.
Uno de ellos, que llamaremos nacionalista tradicional, sostiene
que el proceso separatista peruano o guerra por la
soberanía nacional, como prefiere
denominarlo el historiador Edmundo Guillén Guillén,
tuvo, en su vertiente primigenia, es decir indígena, un
carácter de reconquista, que comienza
inmediatamente después de la invasión hispana,
aunque fue un proceso frustrado que alcanzó su punto
climático con el movimiento de
Túpac Amaru II, el cual, a su vez, marca una cierta
relativa ruptura en dicho proceso, porque con posterioridad a
dicho movimiento los que le seguirán
cronológicamente serán ya en el siglo XIX y el
mando ya no estará en manos del grupo
dirigente indígena (caciques) sino de criollos.
Pero la posición más importante frente a
la que hemos denominado hipercrítica es la que
reconociendo que la independencia peruana es y seguirá
siendo un tema polémico, sin embargo considera que la
posición que sostiene que la independencia peruana fue
concedida a los peruanos es un mito. La
prestigiosa historiadora peruana Scarlett O’Phelan Godoy ha
dedicado gran parte de sus investigaciones a
desentrañar la lucha revolucionaria de los siglos XVIII y
XIX, pero desde una perspectiva geohistórica centrada en
el sur andino, con lo cual se ha ganado en una mayor
comprensión del fenómeno revolucionario y del
proceso separatista. Su trabajo El mito de la "Independencia
concedida": Los programas
políticos del siglo XVIII y del temprano XIX en el
Perú y Alto Perú (1730-1814) (1)
constituye un análisis minucioso y muy profundo
acerca de este acontecimiento. Esta temática la ha vuelto
a tocar, con la sapiencia y claridad que a ella caracteriza, en
su trabajo "Repensando la independencia del
Perú".(2) Allí leemos:
"…,los estudios sobre la independencia han obviado el hecho de
que en la fase de los regionalismos, la participación de
peruanos en la lucha insurgente fue significativa. Esclarecer
este punto implica que, por un lado, la independencia no nos vino
exclusivamente "desde afuera" y, por otro, que la "pasividad" que
se achaca a los peruanos durante este periodo no fue un
fenómeno extendido, como se ha pretendido demostrar. Hubo
peruanos que desde muy temprano vieron en las juntas de gobierno
el canal más efectivo para plantear sus discrepancias con
el sistema
colonial".
Entre la copiosa obra de la Dra. O’Phelan no se
puede pasar por alto el mencionar "La Independencia del
Perú. De los Borbones a Bolívar".(3) Ella
es la compiladora de los estudios presentados en el ciclo de
charlas organizado por el Instituto Riva Agüero
–Escuela de Altos
Estudios de la Pontificia Universidad
Católica del Perú, el cual tuvo como tema central
el proceso de la independencia. La mencionada historiadora nos
ofrece allí un trabajo titulado "Sucre en el Perú:
entre Riva Agüero y Torre Tagle"
John Fisher en un libro muy
importante titulado "El Perú borbónico
1750-1824" (4), fruto de más de
30 años de investigación, trata este tema con la
solvencia intelectual que lo caracteriza. Precisa que, a riesgo de
simplificar, el historiador en lo referente a este tema se sigue
enfrentando con dos interpretaciones diferentes sobre la manera
(y tal vez el momento, ¿1821 0 1824?) en que el
Perú alcanzó la independencia.. Analiza el
trasfondo ideológico que caracterizó el debate
acerca de la naturaleza de la independencia peruana a partir de
1970, considerando que a partir de 1990 se ha logrado un mayor
realismo en
los análisis interpretativos. Y considera que "uno de los
frutos del revisionismo existente desde los años setenta
es que ahora se acepta, en general, que tras la fachada del
fidelismo peruano posterior a 1808 –cuando el virrey
José Fernando de Abascal (1806-1816) logró enviar
ejércitos comandados por oficiales criollos a que
sofocaran las insurrecciones del Alto Perú, Chile y
Ecuador– hubo
un considerable descontento local, que dio lugar a rebeliones
armadas en el sur (Tacna, 1811 y 1813; Arequipa, 1813) y el
centro (Huamanga y Huánuco, 1812) del
virreinato".
Otra obra importantísima para comprender y no
solo conocer la independencia peruana es el libro del historiador
canadiense Timothy E. Anna "La caída del gobierno
español en el Perú. El dilema de la
independencia" (5) cuya edición
en inglés
es de 1979, pero que en español data recién de
2003. Desde su prefacio ya nos advierte acerca de su
posición: "Es importante echar nueva luz sobre el
proceso de independencia, no para rendir homenaje a los oponentes
individuales de España, sean estos grandes o
pequeños, peruanos o extranjeros. Su historia, en cualquier caso,
ha sido contada antes y será contada nuevamente. Por lo
tanto no sostengo ni la tesis
nacionalista ni la intervensionista sobre la independencia
peruana, aunque quiero tratar de explicar por qué tanto la
batalla de Ayacucho como el sitio final del Callao fueron
necesarios y lo que significaron".
Otra obra también muy importante aparecida no
hace mucho es "La independencia del Perú y el fantasma
de la revolución" (6) del
historiador peruano Gustavo Montoya. Critica la posición
marxista que acentuó el carácter fenoménico
de la separación política del
Perú con respecto de la monarquía española y según la
cual la independencia fue resultado de las expediciones
libertadoras del sur y del norte, lo que implicaba "el
«silencio» de las clases populares, acentuando el
carácter puramente político de la
emancipación y en donde además los «factores
externos» adquieren un sentido determinista"(p.23) Y
más adelante nos dice: "Pero a fin de cuentas,
¿cuál es la razón que justifica el obsesivo
lamento de una historiografía que se complace en denunciar
la ausencia de un movimiento revolucionario? ¿Por
qué tendría que haberse producido una
revolución social, o existido una burguesía
«nacional»? Fijaciones ideológicas de una
historiografía que busca suplir la fragilidad hermenéutica de sus indagaciones, con el
abuso del ensayo
especulativo. Imágenes
de la independencia organizada en función de
la retórica de la «nueva izquierda". (p.126) La obra
de Montoya es acuciosa y de gran originalidad.
No puedo pasar por alto en esta breve enumeración
de obras recientes que tratan el tema acerca de la naturaleza de
la independencia peruana, el libro, también muy
importante, del historiador peruano Heraclio Bonilla, que
incluye, en el capítulo 2, su estudio que podemos decir
marca el inicio del gran debate que se organizó en el
Perú sobre la naturaleza de la independencia peruana. Me
estoy refiriendo a "La Independencia en el Perú: Las
palabras y los hechos", escrito conjuntamente con Karen
Spalding y por vez primera publicado por el Instituto de Estudios
Peruanos, en 1972 (7). El nuevo libro de
Bonilla se titula "Metáfora y realidad de la
independencia en el Perú" (8) y en
el se reafirma este prestigioso historiador en su
interpretación.
Una obra sumamente importante para esta temática
-por la originalidad de sus análisis e interpretaciones-
aunque no tenga como tema exclusivo el proceso separatista, es
el trabajo de
Marie – Danielle Démelas "La invención
política. Bolivia,
Ecuador, Perú en el siglo XIX" (9) Los
capítulos III y IV de la primera parte ("América
participa en la revolución española" y "Las
insurrecciones americanas", respectivamente), así como "La
cosecha del desengaño" parte preliminar de la segunda
parte, contienen un sugestivo análisis y una
interpretación muy meditada y original sobre lo que
significó el tránsito de la etapa colonial a la
etapa independiente. Refiriéndose a Lima al momento del
inicio de la etapa explosiva de la revolución americana
(1809 -1810), Demélas escribe: "Si la capital estaba
condenada a la fidelidad, en el interior del país, cuyos
lazos con Lima se deshilachaban, la esperanza despertada por
Cádiz y el activismo de los clérigos, en acuerdo
con los movimientos campesinos indígenas, desembocaron en
insurrecciones de gran amplitud. Dos de ellas adquirieron una
importancia excepcional; la primera afectó los pueblos y
comunidades de las provincias de Huánuco y
Huamalíes, en 1812; la segunda tomó la forma de una
guerra dirigida por el Cuzco en todo el sur andino, entre agosto
de 1814 y marzo de 1815" (Demélas, Lima, 2003, p.
211)
La obra de Demélas es su tesis de doctorado
trabajada entre 1982 y 1989 bajo la dirección de Bartolomé Bennassar y
que fuera defendida en 1990. Los archivos
consultados pertenecen a diversos países (Francia,
España, Argentina, Bolivia, Colombia, Ecuador
y Perú). Esto lo enfatizo para poner de realce que sus
interpretaciones están basadas en fuentes
primarias, manuscritas e impresas, además de la consulta
exhaustiva de las obras de investigación. No predomina,
como en otros historiadores, el sustrato de concepciones
ideológico políticas.
Para el caso de la conspiración de Lima de 1809
cuyo líder
era José Mateo Silva, Démelas ha consultado un
expediente conservado en el Archivo de las
Cortes en Madrid que
titulado por error como Expediente acerca de la
insurrección de la provincia de Buenos Aires, en
realidad se refiere a la conspiración de José Mateo
Silva. Para el caso del movimiento de Huánuco de 1812 ella
utiliza entre otras fuentes el trabajo de Jöelle Chassin y
M. Dauzier.
A veces, un tanto mezquinamente, no se suele citar una
obra que considero fundamental. Me estoy refiriendo a "El azar
en la historia y sus límites.
Con un apéndice: La serie de probabilidades dentro de la
emancipación peruana" (10),
cuya primera edición data de 1973, pero que es un
verdadero clásico dentro de la historiografía
peruana. El apéndice, que sin embargo es la parte
más extensa de la obra, trae tres capítulos
realmente magistrales:
-"La erosión en
el Imperio hispánico de Ultramar: el caso del
Perú"
-"El retardo en la Independencia peruana"
-"Luces y sombras en la Independencia
peruana"
Una obra recientemente aparecida en su versión
española es «Nación
y sociedad en la
historia del Perú» del prestigioso historiador Peter
Klaren, la cual condensa en un poco más de quinientas
páginas toda la historia del Perú. Por su calidad
excepcional no puede dejar de leerse. El tema que estamos viendo
lo analiza Klaren en el capítulo IV, el cual lleva el
sugestivo título «De la reforma imperial a una
independencia a regañadientes, 1730-1824» y
especialmente en el subtítulo «La caída del
gobierno realista y el advenimiento de la independencia:
1780-1824». Referente a la naturaleza de la independencia
peruana y sus diversas interpretaciones, Klaren
escribe:
"Las interpretaciones de los orígenes de la
independencia peruana por lo general se agrupan dentro de tres
posiciones. La postura tradicional o patriótica, impulsada
por el estado
oligárquico antes de 1968, era que los peruanos de todos
los grupos
étnicos y sociales –indios, mestizos y criollos-
fueron movilizados y liderados por «heroicos»
líderes criollos en un levantamiento popular contra el
dominio
hispano. Esta versión oficial se enseñaba en las
escuelas a todos los niveles y fomentaba el mito del
«nacionalismo
criollo» para unir la nación
bajo el dominio de la elite.
La revolución nacionalista y populista de Velasco
de 1968, cuyo símbolo fue Túpac Amaru II, buscando
reivindicar e incorporar las masas indias a través de la
reforma
agraria y otros cambios, articuló un discurso
alternativo sobre el «nacionalismo indígena».
En esta versión, se incorporó al panteón de
los héroes de la independencia peruana a líderes
indígenas como Túpac Amaru II, junto a los ya
conocidos héroes criollos, sirviendo así de igual
manera para unificar la nación, pero esta vez en forma
más inclusiva y popular.
Tanto la versión «criolla» como la
«indígena» del nacionalismo, fueron
cuestionadas por una escuela revisionista de historiadores
marxistas, encabezados pro Bonilla y Spalding (1972, 1981), y que
surgió a comienzos de la década de 1970. Bonilla y
Spalding sostienen que el nacionalismo no existía en el
Perú en 1820 ya que los criollos no estaban convencidos de
la necesidad de la independencia pues sus intereses
económicos y financieros estaban íntimamente
ligados al antiguo régimen. …
Desde la década de 1970, una nueva
generación de historiadores aceptó los avances
revisionistas, pero al mismo tiempo se movilizó para
desplazar a Lima del estudio del colapso del viejo régimen
hispano. Ellos describieron un movimiento mucho más
complejo, fragmentado y regional en el cual la rebelión de
Túpac Amaru II jugó un papel más decisivo,
puesto que expresaba una visión multiétnica,
transclasista y protonacionalista cuyos temas, como veremos
más adelante, seguirían resonando en diversas
rebeliones provinciales que condujeron a la
independencia". (11)
Nos centraremos en este trabajo en analizar cómo
los pueblos del Perú reaccionaron durante la etapa de la
presencia de la expedición libertadora del sur,
capitaneada por José de San Martín. Veremos el
proceso separatista peruano en esta fase, incluso desde la etapa
previa a la llegada del ejército y escuadra libertadora,
aunque bajo la influencia de sus agentes. Trataremos de
acercarnos a los hechos para su adecuado conocimiento,
porque tratar de interpretar hechos que se desconocen o se
conocen poco es un sinsentido.
Este trabajo lo he concebido en dos partes. La primera,
que es la que ahora hago entrega, comprende desde los
orígenes de la expedición libertadora del
Perú comandada por San Martín, hasta la
independencia de los pueblos del centro y norte del Perú,
es decir con anterioridad a la proclamación del
Perú realizada desde Lima. La segunda parte ha de abarcar
desde la crisis en las
filas realistas (defección del Numancia y motín de
Aznapuquio) hasta la declaración, proclamación y
jura de la independencia del Perú realizada desde Lima, en
julio de 1821..
NOTAS
(1)
O’Phelan Godoy, Scarlett. El mito de la
"Independencia concedida": Los programas políticos del
siglo XVIII y del temprano XIX en el Perú y Alto
Perú (1730-1814). En: Independencia y revolución,
Lima, Instituto Nacional de Cultura, 1987,
tomo 2, pp. 145-199
(2)
O’Phelan Godoy, Scarlett. Repensando la independencia
del Perú. En: Historia de la cultura peruana II, Lima,
Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2001,
pp.349-370
(3)
O’Phelan Godoy, Scarlett / Compiladora. La
independencia del Perú: De los Borbones a Bolívar,
Pontifica Universidad Católica del Perú. Instituto
Riva Agüero, 2001
(4)
Fisher, John, El Perú borbónico, Lima,
Instituto de Estudios Peruanos, 2000
(5)
Anna, Timothy E. La caída del gobierno
español en el Perú, Lima, Instituto de Estudios
Peruanos, 2003
(6)
Montoya, Gustavo, La independencia del Perú y el
fantasma de la revolución, Lima, Instituto de Estudios
Peruanos (Colección Mínima, 53), 2002
(7)
Bonilla, Heraclio y Karen Spalding, La Independencia en el
Perú: Las palabras y los hechos. En: Bonilla, Heraclio, et
al. , "La Independencia en el Perú" Lima, Instituto de
Estudios Peruanos (Perú Problema, 7), 1972
(8)
Bonilla, Heraclio, Metáfora y realidad de la
independencia en el Perú, Lima, Instituto de Estudios
Peruanos (Colección Mínima, 45), 2001
(9)
Demélas, Marie – Danielle. "La
invención política. Bolivia, Ecuador, Perú
en el siglo XIX", Lima, Instituto Francés de Estudios
Andinos / Instituto de Estudios Peruanos, 2003
(10) Basadre, Jorge. El azar en
la historia y sus límites. Con un apéndice: La
serie de probabilidades dentro de la emancipación peruana,
Lima, Ediciones P. L. Villanueva, 1973.
(11) Klaren, Peter F.
Nación y sociedad en la historia del Perú, Lima,
Instituto de Estudios Peruanos, 2004, pp.160-161
1817 puede ser considerado el año en el cual la
Expedición Libertadora del Sur inicia su
intervención directa en el proceso separatista del
Perú. En aquel año llegaron al territorio del
virreinato peruano diversos emisarios enviados por San
Martín, con el objeto tanto de ponerse en contacto con
reconocidos patriotas como para estudiar el ambiente
reinante en este territorio.
En noviembre de 1817 llegó a Lima, a bordo del
navío Anfión, Domingo Torres, enviado con la
aparente inocente misión de
proponerle al propio virrey Pezuela un canje de prisioneros, pero
en realidad con la secreta finalidad de hacer contacto con
patriotas peruanos. Sabemos que llegó a ponerse en
comunicación nada menos que con Remigio
Silva.
En mayo de 1818 llegó a Lima otro emisario, don
Pedro Noriega, quien había sido tomado prisionero en la
batalla de Maipú. Se presentó como representante de
San Martín y entregó a Pezuela, según lo
consignado por el propio virrey, un oficio de San Martín
en el cual se le hacía responsable de la sangre que se
derramara en lo sucesivo si no obraba con arreglo a la voluntad
del pueblo peruano. Este oficio irritó al virrey, quien al
respecto comentó: "Este niño con zapatos nuevos
(pues era la única acción
que había ganado, pues la de Chacabuco no se puede llamar
tal) creyó enseñándomelos con el lenguaje
que acostumbran estos hombres, a la menor ventaja había de
amilanar a un soldado envejecido en ganar acciones sobre
ellos; y así será la contestación que
recibirá"
En 1819 llegaron otros emisarios tales como José
Navarro, José García y José Fernández
Paredes. Navarro llegó al Callao el 4 de enero del
mencionado año. Apresado, fue conducido a los calabozos
del Real Felipe. Sabemos, por la misiva que Navarro
escribió a San Martín desde Santiago, el 24 de
marzo de 1819, que, a pesar de la incomunicación en la
cual se le mantuvo, logró "notificar a mis
compañeros de casamatas el buen estado de las
cosas y del poco tiempo que les quedaba que sufrir para la
restauración total de su libertad…"
Asimismo logró poner sigilosamente una carta de San
Martín en manos de Pedro Abadía. Sabemos, por dicha
carta, que por denuncia de un gallego, Abadía no pudo
actuar adecuadamente a favor de la misión de
Navarro. (1)
En marzo o abril de 1819 llegaron los emisarios
García y Paredes. "Debían informarse de todo cuanto
tenía relación con el ejército real, del
plan de
operaciones
que se pensaba seguir en caso de ser Lima atacada y del punto de
la costa por donde se esperaba que el enemigo había de
desembarcar. Esto era lo principal, pero sus investigaciones
debían extenderse a las personas que rodeaban al Virrey, a
la situación e ideas que dominaban en ambos cabildos, el
civil y el eclesiástico, a lo que pensaba el Arzobispo de
Lima y sus familiares y, en general, debían dar los
nombres de los que más se señalaban o por su
aversión a la causa o por su patriotismo" (2).
Por no sabemos qué razones, en noviembre, García se
entregó a las autoridades e informó acerca de los
pormenores de su misión, indicando incluso los nombres de
todas las personas comprometidas por sus ideas separatistas. El
virrey ordenó que el Teniente Coronel Fernando Cacho le
tomase su declaración, la cual se levó a cabo el 15
de febrero de 1820. Gracias a ella sabemos que había
traído misivas para los sacerdotes Carrión y Tagle,
Jerónimo Espinoza, Diego Aliaga, el doctor Pezet, el conde
la Vega del Ren, Hipólito Unanue, Gaspar Rico, Riva
Agüero, etc.
Como podemos deducir de todo lo referido, el
envío de los emisarios fue un plan muy bien meditado.
Constituyó una etapa previa y necesaria antes de lanzarse
a la fase decisiva de la intervención directa del
Ejército Libertador del Sur en suelo peruano. No
solo tenían como misión un plan de reconocimiento,
sino también hacer proselitismo a favor de la
separación, el publicitar en favor de la independencia
mediante la circulación de diversas proclamas, muchas de
ellas suscritas por San Martín.
Habiendo logrado consolidar totalmente la independencia
de Chile, San Martín se dirigió hacia Buenos Aires
el 13 de abril de 1818, llegando a dicha ciudad el 4 de mayo. De
inmediato se puso a trabajar para lograr los fondos necesarios
para la expedición libertadora del Perú,
solicitando la suma de quinientos mil pesos. No sería
fácil esa tarea porque la situación en el
Río de la Plata no era nada halagüeña.
Pueyrredón le contestó en el sentido de que era del
todo imposible reunir dicha cantidad. Por este motivo, y como una
maniobra táctica para presionar a las autoridades
bonaerense, San Martín presentó su renuncia el 4 de
setiembre de 1818. Consiguió, en parte, su objetivo,
porque le prometieron entregarle la cantidad
solicitada.
Entre octubre de 1818 y marzo de 1919 San Martín
hizo un viaje a Chile. De regreso nuevamente a su suelo patrio,
vino a aquejarle una dolencia que requería cierto cuidado
y en vista de ello presentó, el 26 de diciembre de 1919,
su renuncia al mando del Ejército de los Andes,
argumentando encontrarse enfermo y necesitado de pasar a los
baños de Cauquenes. El gobierno Rioplatense no le
aceptó la renuncia, expidiéndose, con fecha 8 de
enero de 1820, y con la firma de Rondeau, Director de las
Provincias Unidas del Río de la Plata, un decreto por el
cual se le concedía "su pase a los baños de
Cauquenes y cuidar exclusivamente de su convalecencia y entera
reposición, bajo aquella calidad, y con la investidura de
Capitán General y en Jefe del citado ejército ya
sea reunido o seccionado, en cuyo concepto
deberá proveer lo conveniente en orden a su fomento,
disciplina y
demás desde el punto donde se hallase, pues así lo
exige el buen servicio del
Estado en cuyo obsequio ha prestado constantemente sus relevantes
servicios" (3)
1819 es trascendental en el proceso de la
preparación de la empresa
libertadora del Perú, puesto que en dicho año,
exactamente el 5 de febrero, se suscribió el denominado
«Tratado Particular entre el Estado de las Provincias
Unidas del Río de la Plata y el de Chile». Este
documento puede ser considerado, sin exageración alguna,
como la partida de nacimiento de la expedición libertadora
del Perú. Por su importancia lo transcribimos
íntegramente:
"Artículo 1° Conviniendo ambas partes
contratantes con los deseos manifestados por los habitantes del
Perú y con especialidad por los de la capital de Lima, de
que se les auxilia con fuerza armada
para arrojar de allí al gobierno español y
establecer el que sea más análogo a su constitución física y moral, se
obligan las dos partes contratantes a costear una
expedición que ya está preparada en Chile con este
objeto.
Artículo 2° El ejército combinado de
las Provincias Unidas y de Chile, dirigido contra los mandatarios
actuales de Lima y en auxilio de aquellos habitantes,
dejará de existir en aquel país luego que se halla
establecido un gobierno por la voluntad libre de sus naturales, a
menos que por exigirlo aquel gobierno y siendo conciliable con
las necesidades de ambos países contratantes, se convengan
los tres estados de Chile, Provincias Unidas y Lima en que dicho
ejército permanezca por algún tiempo en aquel
territorio. Para este caso deberán ir autorizados los
generales u otros ministros de las Provincias Unidas y de Chile
para tratar sobre este punto con el gobierno que se establezca en
Lima.
Artículo 3° Para evitar todo motivo de
desavenencia entre los dos estados contratantes y el nuevo que
haya de formarse en el Perú, sobre el pago de los costos de la
expedición libertadora y queriendo alejar desde ahora todo
pretexto que pudiera tomar los enemigos de América para
atribuir a esta expedición las miras interesadas que le
son más extrañas, se convienen ambas partes
contratantes en no tratar de cobro de estos costos hasta que
puede arreglarse con el gobierno independiente de Lima,
observando hasta entonces el ejército combinado la
conducta
conveniente a su objeto, que es el de proteger y no el de
hostilizar a aquellos habitante. Sobre todo lo cual se
darán las órdenes más terminantes por ambas
partes a sus respectivos generales.
Artículo 4° Las cuentas del costo de la
expedición libertadora y de la escuadra de Chile que la
conduce, después de haber franqueado el mar
Pacífico al efecto, se presentarán por los
ministros o agentes de los gobiernos de Chile y delas Provincias
Unidas al gobierno independiente de Lima, arreglando con
él amigable y convenientemente las cantidades, plazos y
términos de los pagos.
Artículo 5° Las dos partes contratantes se
garantizan mutuamente la independencia del Estado que debe
formarse en el Perú, libertada que sea su
capital.
Artículo 6° El presente tratado será
ratificado por el Excelentísimo Señor Director
Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, y
por el Excelentísimo Señor Director Supremo del
Estado de Chile dentro del término de 60 días, o
antes si fuera posible.
Fecho y firmado en la ciudad de Buenos Aires, a 5 de
febrero de 1819
(f) Gregorio Tagle (f) Antonio José de
Irizarri (4)
1819 no es tan solo el año de la
suscripción del acta oficial de la expedición
libertadora del Perú, sino también el del
envío al Perú de los dos cruceros que estuvieron al
mando del intrépido marino Lord Tomás Alejandro
Cochrane, conde Dundonald. Ambas expediciones tenían como
objetivo el tomar contacto directo con el territorio peruano, el
cual pronto sería el teatro de
acciones de la expedición libertadora del sur. Pero no
solo con el territorio. También con personas que de una u
otra manera podían ser útiles para el proceso
separatista.
El primer crucero se levó a cabo entre enero y
junio de 1819. La escuadra, al mando de Cochrane, zarpó de
Valparaíso el 14 de enero. Ese día zarparon los
navíos O’Higgins, San Martín, Lautaro,
Chacabuco, comandados por Roberto Forster, Guillermo Wilkinson,
Jorge Martín Guise y Tomás Carter, respectivamente.
Dos días después lo hicieron los navíos
Galvarino y Pueyrredón. El 27 de febrero se encontraban ya
en la isla de San Lorenzo, frente a la capital del Perú.
Continuaron la travesía y el 28 de marzo anclaban en
Huacho y de inmediato tomaban el pueblo de Huaura, un pueblito al
norte de la ciudad de Lima.
El virrey Pezuela fue informado de estos sucesos el 1 de
abril, tal como lo consigna en su Diario: "Al amanecer
recibí un extraordinario de Guacho, participándome
haber fondeado la escuadra enemiga en aquel puerto el día
28 por la tarde y pasado el aventurero Cochrane al Comandante
militar un oficio en el que le decía que no iba hacer
daño
alguno…" Al día siguiente recibió la noticia del
desembarco de Cochrane y la toma de la ciudad: "Tuve aviso de
Guacho participándome que lo enemigos habían
desembarcado el 29, 400 a 500 hombres, dirigidos a Huaura, que
tomaron con muy poca resistencia,
auxiliados de todos los indios del numeroso pueblo de guacho que
al instante se unieron a ellos… lo mismo ejecutaron casi todos
los habitantes de Huaura, a excepción de muy pocos buenos
españoles…"
Pezuela nombró, el 2 de abril, a D. Rafael de
Ceballos, Comandante del Batallón de Cantabria, como jefe
de una partida que debería marchar hacia Huaura. Dicha
partida estaba integrada por tropas de los batallones del
Infante, del Cantabria, de los Húsares y de los Dragones
de Lima, con un total de 700 efectivos. Encargaba a Ceballos no
solo el mando militar sino también aprehender y juzgar a
todos aquellos habitantes que hubiesen auxiliado a la escuadra de
Cochrane.
Mientras tanto Cochrane había ordenado abandonar
Huaura. Parte de la escuadra se dirigió hacia el Callao y
parte hacia Supe. Hacia este último lugar llegó el
propio Cochrane. Aquí ocurriría un hecho de
relativa trascendencia histórica, por cuanto es un
indicador de la actitud
favorable del pueblo peruano a favor de la independencia. Explica
hechos que poco tiempo después ocurrirían con la
presencia del ejército libertador del Perú y con
anterioridad a la proclamación de la independencia desde
Lima. Este hecho es la proclamación de la independencia
por el pueblo de Supe, que ocurrió el 5 de abril de
1819.
El propio virrey Pezuela es quien nos da
valiosísimos datos sobre el
particular. En su Diario o Memoria de
Gobierno, con fecha 8 de abril anotó pormenores de tal
suceso. Consigna allí lo siguiente: "…los vecinos de
Supe se juntaron en Cabildo el día 5, proclamando la
patria y ofreciendo sus esfuerzos a favor de ella". Señala
asimismo que se abrió, a consecuencia de todos estos
sucesos, tres procesos. El
primero de ellos en Guacho, a aquellos naturales que
habían auxiliado a la escuadra de Cochrane. De este
proceso resultaron ocho indios y una mujer condenados
a la pena d muerte,
habiéndose llevado a cabo dicho castigo sólo con
cuatro de ellos, pues los otros cuatro y la mujer fueron
perdonados. El segundo proceso fue abierto "por la infidencia
cometida en el pueblo de Supe, donde recibieron a los enemigos
con la mayor demostración de amistad, tuvieron
cabildo abierto, donde juraron la bandera de ellos y su causa de
independencia de una manera escandalosa, que excepto uno que otro
que huyó, casi todos los restantes abandonaron la causa
del Rey prestándoles toda clase de
auxilio…"
¿Quiénes fueron los dirigentes de este
movimiento de Supe? De resultas del proceso que allí se
abrió podemos conocer los nombres de estos, todos los
cuales fueron sentenciados a la pena capital, aunque esta no pudo
llevarse a cabo porque casi todos lograron embarcarse en la flota
de Cochrane, excepto Manuel Fonseca. Los dirigentes de este
movimiento fueron: Andrés de los Reyes, Francisco de
Vidal, Cayetano Requena, Juan Fonseca, Manuel Fonseca, Juan
Franco, Manuel Villanueva, Juan Aranda, Doroteo de los Santos y
el zambo Luis Risco.
El tercer proceso se instauró contra los
siguientes personajes: Marcelino Saldamando (sentenciado a cuatro
años de prisión), Anselmo Borjas, fraile
guardián de San Francisco; frailes Juan de Belén,
Vicente Sevilla y el limosnero de los santos lugares,
sentenciados a ser reprendidos por sus respectivos
prelados. (5)
Cochrane no permaneció muchos días en
Supe. El 7 de abril levaba anclas y se dirigió hacia
Huarmey. Allí, el 10 de abril, se apoderó del
bergantín francés "La Gazelle" y de un cargamento
de sesenta mil duros, de propiedad
española.
De Huarmey enrumbaron hacia Samanco donde capturaron la
goleta Macedonia, propiedad de un tal Smith. Luego se dirigieron
a Paita, donde llegaron el 13 de abril, tomando al día
siguiente la ciudad luego de haber hecho huir la
guarnición realista situada en el mencionado
puerto.
Después del último suceso mencionado la
escuadra al mando de Cochrane comenzó el retorno a Chile.
En el puerto del Callao debería reunirse con el resto de
la flota, la cual al mando de Blanco Encalada se encontraba,
desde el 4 de abril, bloqueando el mencionado puerto. Pero cuando
Cochrane llegó al Callao se dio con la sorpresa de no
encontrar a Blanco Encalada, por lo que tuvo que volver a Supe,
donde el 8 de mayo hizo desembarcar un contingente de 40 hombres
al mando de Guillermo Miller y de Roberto Forster. Luego
siguió rumbo al norte, desembarcando el 14 de mayo en
Huarmey. Pasó después s Samanco, desde donde
emprendió nuevamente el regreso. Llegó al Callao y
no encontrando por segunda vez a Blanco Encalada, decidió
seguir con destino a Valparaíso, donde arribó el 16
de junio. No había podido hallar a Blanco Encalada porque
este, por falta de víveres y agua,
había tenido que levantar el asedio de la capital peruana
y emprender el retorno a Chile.
La segunda travesía de Cochrane por la costa
peruana se realizó entre setiembre y diciembre de 1819. La
flota estaba compuesta por los mismos navíos que
habían tomado parte en el primer crucero, con
excepción de la fragata Independencia, que
reemplazó a la Chacabuco
(Ver cuadros)
Navíos | Oficiales | Marinos Extranjeros | Marinos Chilenos | Grumetes | Artilleros De mar | Soldados de Infantería | Total | Cañones | Comandantes |
O’Higgins | 7 | 47 | 94 | 45 | 20 | 70 | 283 | 48 | R.Forster |
San Martín | 8 | 102 | 169 | 35 | 72 | 69 | 456 | 52 | G. Wilkinson |
Lautaro | 9 | 109 | 80 | 27 | 26 | 38 | 282 | 48 | J. G. Martín Guise |
Chacabuco | 7 | 6 | 78 | — | — | 18 | 109 | 20 | Tomás Carter |
Total | 31 | 264 | 421 | 107 | 118 | 195 | 1130 | 168 | 4 |
Navíos | Clases | Cañones | Comandante |
O’Higgins | Fragata | 48 | Vicealmirante R. Forster |
San Martín | Navío | 64 | D.G. Wilkinson, Capitán de |
Lautaro | Fragata | 50 | J.M. Guise, Capitán de |
Independencia | Fragata | 28 | A. Forster, Capitán de |
Victoria | Bergantín | 28 | Destinada a brulote |
Jerezana | Bergantín | 28 | Idem |
Galvarino | Fragata | 18 | D.J. Spry, Capitán de corbeta. |
Araucano | Fragata | 16 | D. Crosby, Capitán de Corbeta. |
CDIP, La Expedición Libertadora,
t. VIII, v. 3°
A diferencia de la primera travesía esta segunda
no dio como resultado ninguna proclamación de
independencia.
El 12 de setiembre la escuadra libertadora al mando de
Cochrane zarpó del puerto de Valparaíso.
Después de 16 días de navegación, es decir
el 28, llegaba a inmediaciones de la isla de San Lorenzo, frente
a la capital del Perú. Permaneció Cochrane en el
Callao hasta el 7 de octubre, día en el cual una parte de
la flota enrumbó hacia el sur y la otra hacia el norte.
Aprovechando de su permanencia en las costas del Callao,
aprovecharon para atacar varios navíos realistas surtos en
el puerto del Callao.
El grupo que se había dirigido hacia el sur, y
que esta dirigido por Guise, desembarcó en Pisco el 7 de
noviembre, después de vencer la resistencia realista al
mando del coronel Manuel Gonzales.
Habiéndose aprovisionado adecuadamente volvieron
a embarcar y tomaron dirección norte con el objeto de
unirse con el resto de la escuadra. El 16 de noviembre y a la
altura de Santa, se llevó a cabo la reunión de
ambas partes. El 21 comenzaron la persecución de la
fragata española "Prueba" y tras de ella llegaron hasta el
fondeadero de la isla de Puná, donde se apoderaron de los
navíos Begoña y Águila. El 13 de diciembre
la escuadra abandonaba el puerto de Guayaquil y ahora sí
emprendían viaje de regreso a Chile. (6)
El 28 de enero de 1820 se le comunicaba a San
Martín que el Director Supremo de Chile, "a
satisfacción del ejército y de todo buen patriota"
lo acababa de nombrar General en Jefe del Ejército
Expedicionario" (7)
La situación anárquica imperante en el
Río de la Plata creaba serias dificultades, tantas que San
Martín creyó conveniente dimitir su cargo de
General en jefe del Ejército de los Andes, para lo cual el
26 de marzo de 1820 dirige a Gregorio de las Heras, Coronel Jefe
del Ejército de los Andes, un oficio presentando su
renuncia. San Martín da como explicación
justificativa de su actitud el hecho de no existir ni el Congreso
ni el Director Supremo de las Provincias Unidas, autoridades de
las cuales emanaba la suya. Leamos lo que el propio San
Martín consignó en el oficio: "El Congreso y
Director Supremo de las Provincias Unidas no existen; de estas
autoridades emanaba la mía de General en Jefe del
Ejército de los Andes, y por consiguiente creo mi deber y
obligación el manifestarlo al cuerpo de oficiales de
Ejército de los Andes, para que ellos por sí y bajo
su espontánea voluntad nombren un general en jefe que deba
mandarlos y dirigirlos y salvar por este medio los riesgos que
amenazan a la libertad de América" (8)
En vista de la actitud de San Martín, los jefes y
oficiales del citado ejército se reunieron e Rancagua el 2
de abril, con la finalidad de examinar el planteamiento de San
Martín y tomar un acuerdo al respecto. En dicha
reunión hizo uso de la palabra el General D. Enrique
Martínez, en el sentido de que los argumentos esgrimidos
por San Martín para declarar la caducidad de su
máxima autoridad
carecían en realidad de verdadero fundamento y que por lo
tanto no debería procederse a la elección de un
nuevo jefe. Esta opinión fue respaldada por los coroneles
Mariano Necochea, Pedro Conde y Rudecindo Alvarado. Se
convirtió ella en moción y como tal fue sometida al
voto, resultando aprobada, como era de esperar. En virtud de este
acto, San Martín quedaba confirmado en su delicada
función de General en Jefe del Ejército de los
Andes. Se encargó de inmediato a Las Heras para que
transmitiese dicho acuerdo al interesado, debiéndose
señalársele que los jefes y oficiales habían
convenido que quedaba "sentado como base y principio, que la
autoridad que recibió el General de los Andes para hacer
la guerra a los españoles no ha caducado ni puede caducar,
pues que su origen, que es la salud del pueblo, es
inmutable" (9)
El 6 de mayo de 1820 el gobierno de Chile
confirió a San Martín el mando de General en Jefe
del Ejército Libertador del Perú. Este hecho
debió tranquilizar, por lo menos un tanto, a aquellos que
desesperaban al ver que la expedición tardaba tanto en
emprender su misión. Esta impaciencia se refleja
claramente en el
periódico chileno El Censor de la Revolución,
en el cual se llega a acusar al gobierno de Chile de no hacer los
esfuerzos necesarios para llevar a cabo la expedición. En
el número 1 del citado periódico,
de fecha 20 de abril de 1820, se lee lo siguiente:
"¿Habrá o no habrá expedición al
Perú? El interés de
toda la América la exige, los pueblos del Perú la
desean con ansia, la existencia de Chile depende de ella, y la
tranquilidad de las provincias del Río de la Plata acaso
resultará de su buen éxito" (10)
Aunque la expedición solo saldrá a
mediados de agosto, ya en el número 7, de 10 de julio de
1820, de la misma citada publicación, se habla de la
inminente salida de ella y por anticipado le brinda sus mejores
augurios: ¡Felices los que van a participar los riesgos de
esta empresa! Su
suerte será envidiada de todas las almas, a quienes
el amor de la
gloria inspira una pasión fuerte por los grandes
designios" (11)
Siguiendo con los últimos preparativos de la
expedición, el senado chileno creyó conveniente
darle al jefe de ella una serie de instrucciones, a las cuales
debería ceñirse rigurosamente. Estas Instrucciones
fueron dadas el 23 de julio de 1820 y constaban de veinticinco
artículos. Se establecía que la fuerza solo
debería ser utilizada en los casos de obstinada
resistencia y después de haber convidado a los pueblos con
la paz
En gran parte la actuación militar y
política de San Martín en el Perú, que a
muchos desconcierta por su actitud pacífica y
relativamente lenta, encuentra su explicación en estas
instrucciones. Se establecía que deberían ser
tratados como
hermanos los pueblos que se entregasen voluntariamente a la causa
separatista. Por ningún motivo se ofendería ni
insultaría a nadie, ni siquiera a aquellas personas
contrarias a la separación. Se debería castigar
severamente a los miembros del Ejército Libertador que
incumpliesen estas normas. Es a este
espíritu de exigencia principista que se ciñe la
proclama que San Martín dirigió a su tropa apenas
llegado a las costas del Perú, que más adelante
tendremos oportunidad de conocer.
En las Instrucciones a las cuales nos estamos refiriendo
se ordenaba, asimismo, que cuando se ingresase a un pueblo se
convocaría a elecciones para nuevos gobernantes, y que
sería a estas nuevas autoridades a quienes se le
solicitaría todo lo necesario para la guerra libertadora.
En los pueblos que voluntariamente se ofrecían a la causa,
se elegirían dichas nuevas autoridades y se
gestionaría la proclamación pública y
solemne de la independencia. Este mandato fue fielmente cumplido
por el libertador, quien logró, como tendremos oportunidad
de analizar, ganar a la causa separatista y conseguir que todo el
centro y norte del Perú proclamasen su independencia antes
que Lima fuese tomada. Las instrucciones establecían que
si se presentaba el caso de que Lima, la capital del Perú,
y algunos otros pueblos no aceptasen los ofrecimientos de paz y,
por esta circunstancia, tener que recurrir al uso de la fuerza,
tendría que tomarse las medidas adecuadas para evitar los
saqueos, las violencias y, en general, cualquier posible exceso.
En las localidades tomadas por la fuerza se reuniría a los
elementos patriotas que en dichos pueblos existiesen, para que
fuesen ellos los encargados de elegir a los nuevos gobernantes.
Quedaba terminantemente prohibido para los jefes y oficiales del
Ejército Libertador asumir cargo político alguno.
Se establecía que en Lima se elegiría un Director o
una Junta Suprema, para que, con plenos poderes, gobernase sobre
todo el territorio. Las Instrucciones autorizaban, asimismo, el
poder separar
de los empleos políticos y militares a todos aquellos
funcionarios de gobierno o militares contrarios a la causa
separatista.
El General en Jefe del Ejército Libertador
tendría que solicitar a la suprema autoridad constituida
en la ciudad capital la redacción de una Constitución
provisoria, la cual debería ser jurada solemnemente por
todas las provincias del Perú. Se señalaba que para
la redacción d esta Carta Constitucional debería
conciliarse el nuevo sistema liberal con las antiguas costumbres,
las cuales "no podrán ser alteradas sin pesadumbres y
notables sentimientos de sus habitantes, y cuya
extirpación debe ser obra de la prudencia y del
tiempo".
En concordancia con este principio, en los pueblos que
fuesen plegándose a la causa separatista no se
haría la menor novedad en el orden jerárquico d los
nobles, caballeros, cruzados, títulos, etc. Se
cuidaría que no se hiciesen secuestro de
bienes, salvo
en los casos de aquellas personas que hubiesen fugado para
reunirse con los realistas y también en el caso de los
bienes de peninsulares. Se debería recibir amigablemente a
todos aquellos que habiendo sido contarios a la independencia,
decidiesen quedarse y conformarse con el nuevo
sistema.
En cuanto a las contribuciones que fuesen estrictamente
necesarias imponer, ellas deberían recaer en primer lugar
sobre los españoles, criollos tercos y obstinados, y en
segundo lugar sobre los indiferentes.
Quedaba autorizado aplicar la pena de destierro,
así como también el remover de sus empleos
públicos a los sacerdotes que se considerase estrictamente
necesario. Sin embargo debería tenerse siempre presente
que las iglesias y sus bienes eran inviolables. La religión
católica sería respetada fielmente y cualquier
transgresión a este mandato sería severamente
castigado.
En cuanto al trato con los indígenas se
establecía que deberían ser tratados con lenidad y
aliviados, en cuanto fuese posible, de las graves pensiones con
que los oprimía el sistema español. Deberían
entrar en igualdad de
condiciones que los demás pobladores en cuanto al goce de
la libertad civil.
Si fuese necesario levantar cuerpos militares con los
naturales del país debería cuidarse que se
confundiesen las castas, "entre quienes siempre se observan
ciertos principios de
rivalidades ofensivas a la unión y disciplina militar. Se
mandaba no se hiciese novedad alguna en lo referente a la
libertad de los negros esclavos, pues esto debería ser
privativo de las autoridades que se constituyesen. Sin embargo se
podría recibir en el ejército a todos los negros y
mulatos que voluntariamente se presentasen, pero sin darse por
entendido de su libertad, salvo que mediasen circunstancias
gravísimas que así lo exigiesen, Si se diese el
caso de que muchos esclavos se presentasen para el
ejército, entonces se remitirían a Chile dos o
más batallones. Se establecía que existía la
obligación de comunicar cualquier resultado o providencia
que tomase al Supremo gobierno y Senado de Chile, interín
se acordaba la remisión de un diputado" (12)
Estas Instrucciones dirigidas expresamente al
Excelentísimo General en Jefe de la Expedición
Libertadora del Perú, y a las cuales debería
ceñirse estrictamente, en realidad no fueron aceptadas por
San Martín, quien, encontrado algunos puntos contrarios a
sus planes, e ideas muy sagazmente se dio maña para
ignorarlas oficialmente, llegando al punto de afirmar, tiempo
más tarde, que nunca las había conocido. Esta
afirmación la hizo a raíz de la publicación
en el periódico limeño El Correo Mercantil, de las
mencionadas instrucciones. San Martín dirigió al
Director de dicho periódico una misiva en la cual
enfáticamente negaba haber recibido de gobierno chileno el
citado documento. La carta en
mención es la siguiente:
"Mendoza, 1 de junio de 1823
Señor Director del "Correo Mercantil" de la
capital del Perú.
Muy señor mío.
Es en mi poder un impreso publicado en esa capital el
que se encabeza del modo siguiente:
«El ministro, plenipotenciario de Chile, cerca del
gobierno del Perú, cree conveniente publicar el siguiente
documento:
Instrucciones que debe observar el ejército
libertador del Perú. Según las instrucciones en 25
artículos firmados por los que componían el primer
Senado de Chile el 23 de junio de 1820».
El que suscribe protesta no haber recibido ni
éstas ni ningún otro género del
gobierno de Chile, ni del de las Provincias Unidas, a menos de no
tenerse por tales las órdenes de marchar con 3800 bravos
de ambos estados a libertar sus hermanos del
Perú.
Si usted se sirve insertar en su periódico esta
exposición se lo agradecería su
atento servidor
José de San Martín (13)
De lo señalado al comentar este hecho se
desprende claramente que opinamos que San Martín sí
conoció estas Instrucciones. Sin embargo, en esta misiva
transcrita San Martín dice no haberla conocido. A pesar de
ello no miente al afirmar categóricamente no haber
recibido, ni del gobierno de Chile ni del de las Provincias
Unidas el mencionado documento. Pero no mentir no significa decir
la verdad, por lo menos toda la verdad. San Martín
formalmente no miente porque él consiguió que
O’Higgins, Director Supremo de Chile, y su amigo
íntimo, no le trasmitiese oficialmente copia de las
mencionadas Instrucciones, con lo cual quedaba totalmente libre
para actuar en atención a sus propios planes, ideas y
principios. El no haber recibido oficialmente ese documento le
permitió actuar sin tener que ceñirse
necesariamente a las instrucciones dadas, aunque el
análisis que de ella hemos hecho muestra que en
realidad San Martín siempre las tuvo presente, pero que
pudo actuar con mayor libertad.
Resulta lógico preguntarse el por qué
afirmamos que San Martín sí conoció con toda
anticipación las Instrucciones dadas por el Senado
chileno. Ello lo hacemos teniendo en cuenta tres factores. En
primer lugar, porque es necesario recordar que dichas
instrucciones fueron aprobadas por el senado chileno en sesiones
no secretas. En segundo lugar, San Martín estaba
íntimamente vinculado a las esferas gubernamentales
chilenas y sobre todo con O’Higgins. En tercer lugar,
porque encontramos que muchos de sus actos en el Perú
siguieron fielmente lo que se había estipulado en dichas
instrucciones.
Si todo esto es así, ¿qué vio en
ellas San Martín que decidió no aceptarlas
formalmente? Consideramos que debió considerar que, a su
criterio, algunas de estas instrucciones no eran las más
adecuadas, que no eran concordantes con los planes que él
debió haberse formado sobre los medios, fines
y proyecciones de la campaña libertadora del Perú.
Consideramos que el análisis realizado sobre este tema por
el historiador Irrazabal Larraín es el más certero
y es por ello que lo venimos exponiendo. El citado historiador,
escribe: "Que San Martín tuvo conocimiento y por
más de un conducto de tales instrucciones, adoptadas en
sesiones no secretas del Senado, es ingenuidad pretender
desconocerlo. Lo cierto sí ha de ser que San Martín
al medir a primera vista cuan reñidas con sus planes
propios podían en la práctica presentarse aquellas,
obtuvo de O’Higgins que no le fuera trasmitidas
oficialmente, pudiendo de este modo no sólo esquivar su
cumplimiento sino, al ser preciso, alegar ignorancia a su
respecto" (14)
Faltando casi un mes para zarpar al mando de la
expedición rumbo al Perú, San Martín,
siempre preocupado por la suerte de su patria y desilusionado por
el caos reinante en ella a consecuencia de la falta de un
gobierno central, dirigió a los habitantes de las
Provincias unidas una sentida proclama, que puede ser considerada
como una pieza antológica representativa de su pensamiento
político, y en la cual les hace ver los graves yerros
cometidos y en los cuales aún viven. Esta proclama
está fechada en el Cuartel General en Valparaíso,
el 22 de julio de 1820. Comienza ella con las siguientes
expresiones:
"Voy a emprender la grande obra de dar la libertad al
Perú. Mas antes de mi partida quiero deciros algunas
verdades, que sentiría las acabaseis por
experiencias"
Luego, en forma directa y con una franqueza
incomparable, señálales los males que los
aquejan:
"Vuestra situación no admite disimulo; diez
años de constantes sacrificios sirven hoy de trofeo a la
anarquía; la gloria de haberla hecho, es mi pesar actual,
cuando se considera su poco fruto. Habéis trabajado un
precipicio con vuestras propias manos, y acostumbrados a su
vista, ninguna sensación de horror es capaz de deteneros.
El genio del mal os ha inspirado el delirio de la
federación. Esta palabra está llena de muertes y no
significa sino ruinas y devastación… Pensar en
establecer el gobierno federativo en un país casi
desierto, lleno de celos y antipatías locales, escaso de
saber y de experiencia en los negocios
públicos, desprovisto de rentas para hacer frente a los
gastos del
gobierno central, fuera de los que demande la lista civil de cada
Estado, es un plan cuyos pliegos no permiten infatuarse, ni aun
con el placer efímero que causan siempre las ilusiones de
la novedad".
Les enrostra, asimismo, las calumnias que continuamente
se han levantado contra él, tanto las que en un primer
momento fueron en la cobarde oscuridad del anonimato y del rumor,
como las posteriores ya sin ningún disfraz, de las que
tuvo que recibir los "improperios más exagerados".
Justifica, más adelante, su abstención en la lucha
contra los federalistas, afirmando que su actuación
habría significado el tener que "renunciar a la empresa de
libertar el Perú" (15)
Un día antes de darse inicio a la empresa de
libertar al Perú del dominio hispano, San martín
volvió acordarse de su patria y se dirigió al
Cabildo de Buenos Aires, esta vez a través de una nota
fechada el 19 de agosto de 1820, informándole que al
día siguiente zarparía rumbo al Perú y que
una vez que se estableciese un gobierno central en las Provincias
Unidas, el Ejército de los Andes quedaría de
inmediato subordinado a sus órdenes. El oficio en
mención es el siguiente:
"El día de mañana da a la vela la
expedición libertadora del Perú. Como su general,
tengo el honor de informar a V.E. que representa al pueblo
heroico, al virtuoso pueblo más digno de la historia de
Sud-América y de la gratitud de sus hijos, protestando que
mis deseos más ardientes son para su felicidad; y que
desde el momento en que se erija la autoridad central de las
Provincias, estará el Ejército de los Andes
subordinado a sus órdenes superiores, con la más
llana y respetuosa obediencia" (16)
NOTAS
(1)
Documentos del
Archivo de San Martín. (Buenos Aires: Imprenta De
Coni Hnos. , 1910, tomo VII; pp. 136-137). [En adelante obra
será citada como DASM]
Comisión Nacional del Sesquicentenario de la
Independencia del Perú. "Colección Documental de la
Independencia del Perú", La expedición libertadora,
tomo VIII, v.2°, pp.379-380. [En adelante esta obra
será citada como CDIP]
(2)
Vargas Ugarte, Rubén. Historia General del
Perú, Barcelona, I.G. Seix y Barral Hnos., S.A.,editor
Carlos Milla Batres, 1966, tomo VI, p. 65
(3)
DASM, tomo I, p. 265
(4)
DASM, tomo VII, pp. 201-203
CDIP, La expedición Libertadora, tomo VIII, v.
2°, pp. 60-61
Comisión Nacional del Sesquicentenario de la
Independencia del Perú, "Antología de la
Independencia del Perú", Lima, Imprenta del Colegio
militar Leoncio Prado,1972, pp.221-222
(5)
Pezuela, Joaquín de la. Memoria de Gobierno
(1816-1821", Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos,
1947
Bonilla, Manuel. "Fecha y primer lugar del Perú
donde se proclamó la independencia"
Mariátegui Oliva, Ricardo. "Supe, primer pueblo
del Perú que proclamó su independencia", Lima,
1949.
Rosas Cuadros, Emilio. "El prócer Francisco Vidal
y su contribución a la emancipación del
Perú"
Regal, Alberto. "Historia del Real Felipe del Callao
1746-1900" Callao, 1961,cap. V, parte primera
Pons Muzzo, Gustavo. "La expedición libertadora".
En: CDIP, tomo VIII, volúmenes 1°, 2° y
3°
Cochrane, Lord Tomás A. "Memorias de
Lord Cochrane"
(6)
Las mismas que para la nota 5
(7)
DASM, t. VII, p. 205
(8)
CDIP, La expedición libertadora, t. VIII, v. 2°,
pp. 221-222
(9)
CDIP, La expedición libertadora, t. VIII, v. 2°,
pp. 222-224
(10) "La Prensa en la
Independencia del Perú. Museo Mitre, Buenos Aires,
1910
(11) "La Prensa en la
Independencia del Perú. Museo Mitre, Buenos Aires,
1910
(12) CDIP, La expedición
libertadora, t. VIII, v. 3°, pp. 360-364
Quirós, Mariano Santos de "Colección de
Leyes,
decretos y órdenes publicados en el Perú desde su
independencia", Lima,1831-1854, t. I, pp. 1-4 [En adelante:
Quirós, CLDO)
(13) CDIP, "La expedición
libertadora", t. VIII, v. 3°, p. 365
DASM, t. VII, p. 293
(14) Irrazabal Larraín,
José M. "San Martín y sus enigmas" (Santiago de
Chile,1949, t. I, p. 400
(15) DASM, t. VII, pp.
214-218
(16) Busaniche, José
Luis. San Martín vivo, Buenos Aires, EUDEBA, 1963, pp.
111-112
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