Es importante tener en cuenta actividades que permitan
que los sujetos tengan la oportunidad de valorar metas las metas
que los lleve a la consecución práctica de los
saberes que desean alcanzar, así como el poder
afrontarlas, evitando a su vez, el fracaso.
Por ello, J. Alonso (1998) señala que el sujeto
que motiva debe atender a cinco factores instruccionales para
poder facilitar el
aprendizaje:
- La forma de presentar y estructurar la
tarea. - La forma de organizar la actividad en el contexto de
clase. - Los mensajes que da antes, durante y después
de la tarea y que afectan a la relevancia y valor de las
metas, a la valoración del sujeto, a la
adecuación de las formas de pensar y actuar. - El modelado de valores y
estrategias,
así como las formas de pensar y actuar al enfrentarse
con las tareas. - La forma que va a adoptar la evaluación del alumno.
Estos cinco factores a tener en cuenta tendrían
un mayor éxito
si los docentes se
pusieran de acuerdo en las actividades que van a desarrollar con
el mismo grupo de
alumnos, de modo que sea posible la orientación al
desarrollo de la
motivación relacionada al aumento del autoconcepto,
autonomía, la autoestima y
la autoeficacia, así como la responsabilidad necesaria para el logro de las
metas propuestas.
En este sentido es posible proponer una serie de
actividades, las cuales son propuestas por Alonso (1998) como
ocho principios
inmersos en los cinco factores mencionados
anteriormente.
- Activar la curiosidad y el interés
del alumno por el contenido del tema a tratar o de la tarea a
realizar. Es decir, debemos plantear al alumno una serie de
actividades que sean novedosas, atractivas en su forma y en su
contenido, actividades que les puedan permitir incorporar sus
saberes previos de modo que los lleve a lograr un aprendizaje
significativo en la resolución de problemas
planteados, no sólo por el docente, sino también
por ellos mismos. Estas actividades deben estar
diseñadas para lograr captar la atención de los alumnos durante todo el
proceso de
enseñanza – aprendizaje. - Mostrar la relevancia del contenido
o la tarea para el alumno. Este principio es importante en
tanto engloba todo el contexto en el que se desarrolla el
sujeto que aprende. El alumno debe ser capaz de integrar sus
conocimientos, habilidades, experiencias, valores.
Además, es muy importante que sepa para qué
aprende y en qué momentos podría utilizar sus
nuevos aprendizajes. - Organizar la actividad en grupos
cooperativos. En este principio, se recomienda el trabajo
en grupos dependiendo del contexto y de los aprendizajes que se
quieran desarrollar. Es importante resaltar que a través
de esta actividad se puede incrementar la motivación para aprender, en base a una
sana competencia con
expectativas de logro. La diferencia de puntos de vista sobre
un mismo tema conlleva a la búsqueda de más
información sobre aquello que se
está investigando. - Dar al máximo las opciones
posibles de actuación. El profesor
debe preparar actividades en las cuales el personaje principal
del proceso sea el alumno. Con esto estaría
desarrollándose la autonomía requerida para la
formación del alumno. - Orientar a los alumnos y su
atención antes, durante y después de las
tareas. El docente debe guiar a sus alumnos antes de la
tarea de modo que le dé pautas y alternativas de
cómo podría desarrollar la tarea, esto siempre y
cuando el alumno requiera de esta ayuda, sería mejor si
ante el problema planteado por el profesor el alumno hace una
inferencia sobre aquella tarea que va a realizar, y partiendo
de esta inferencia el docente daría pautas generales de
cómo podrían trabajar los alumnos. Durante el
desarrollo de las tareas es necesario que el docente
esté atento al trabajo que
realizan sus alumnos, de modo que pueda ayudarlos si requieren
de su ayuda. Al final del proceso, el docente deberá
comprobar el camino por el que han ido sus alumnos
cerciorándose de que aquello que ha trabajado ha sido
realmente comprendido e interiorizado o si no ha logrado sus
objetivos.
Para evitar este último punto el docente tendría
que haber estado
orientando a aquellos que requerían de su ayuda para
evitar el fracaso en la realización de la
tarea. - Promover explícitamente la
adquisición de: La concepción de la inteligencia; la tendencia a atribuir resultados
a causas percibidas como internas, modificables y controlables;
la toma de conciencia
de los factores que les hacen estar más o menos
motivados. Con este principio se busca que el alumno sea
consciente de sus propias capacidades, habilidades, destrezas.
El docente podría emitir mensajes de autoconfianza, de
autovaloración, de amor propio,
de modo que los alumnos se puedan sentir identificados con
algunas de ellas y las puedan interiorizar. Una sugerencia
podría ser que el ambiente en
el que se desarrollan las actividades de aprendizaje tengan
frases motivadoras que lleve a los alumnos a pensar en
sí mismos y en el éxito. - Ejemplificar lo aprendido y
desarrollado. El docente debe fomentar la
ejemplificación de los aprendizajes que han desarrollado
sus alumnos. Las enseñanzas sobre los valores,
por ejemplo, no deben quedarse en la teoría, sino que deben ser aprendidas
realmente a través de la práctica
diaria. - Organizar las evaluaciones a lo
largo del curso. La evaluación en este sentido debe
ser vista como proceso, descartándose con ello la idea
que la evaluación es el resultado de lo logrado o el
alcance de los objetivos propuestos al final de todo el
proceso. El alumno debe considerar que la evaluación es
continua y por ello siempre está pendiente en aprender.
Debe evitarse que el alumno sienta temor ante la
evaluación, mucho menos debe ser comparado con otros
alumnos que ponen más atención en las
actividades. Es importante que los alumnos conozcan cuál
es el rumbo que están siguiendo de modo que puedan
volver atrás para verificar y enmendar sus posibles
errores.
A través del aprendizaje cooperativo puede
darse a lugar la autoevaluación, la coevaluación
y la heteroevaluación.
Luego, para darnos cuenta si estos principios activan
realmente la motivación del alumno, podríamos
tener en cuenta ciertos indicios, tales como:
- La dirección de la atención y la
actividad: La elección de una acción dentro de un conjunto de
posibilidades es un primer indicador de la motivación.
Cuando unos sujetos atienden a unas cosas u otras,
indudablemente están motivados por diferentes
razones. - La persistencia y el esfuerzo: Pueden ser
considerados como los indicios más importantes en el
grado de motivación por una actividad. La fuerza de la
motivación queda reflejada en el tiempo y la
energía que el estudiante es capaz o desea gastar en la
actividad. Y el tiempo empleado en el estudio es uno de los
mejores predictores del rendimiento. - La motivación continuada, se refiere no
tanto al hecho de mantenerse en la tarea sino cómo
volver a ella espontáneamente después de la
interrupción. - El nivel de actividad del sujeto. La cantidad
de cosas que se hacen es otro aspecto que nos puede indicar su
nivel de motivación aunque no es un índice tan
determinante, puesto que podrían estar trabajando por
salir del paso sin una motivación necesaria para lograr
los objetivos o metas que se han propuesto. En este caso es
importante orientar la motivación del alumno hacia la
consecución de sus propios objetivos; es decir guiar
aquello que está realizando para que le sirva como
factor motivador para lograr sus propias metas. - El rendimiento es otro indicio de la
motivación aunque más indirecto, ya que depende
de muchos factores. Sin embargo, es más probable que el
estudiante que trabaja intensamente, persiste ante las
dificultades y se implica sin necesidad de incentivos
externos, logre mejor rendimiento que aquel que evita las
tareas y no se concentra en ellas.
Una vez planteados los principios y los factores
necesarios para lograr la motivación de los alumnos,
puede señalarse que la motivación puede responder
a factores intrínsecos o extrínsecos, los cuales
pueden posibilitar cambios que inciden en los alumnos a nivel
cognitivo, afectivo, personal,
logrando despertar sentimientos de satisfacción en los
sujetos motivados.
Por tanto, el desarrollo de la motivación en
los sujetos responde a la serie de actividades que se realicen
para lograr motivarlos y para perseverar en la acción,
es importante que los alumnos estén motivados antes,
durante y después de la acción programada, de
este modo el aprendizaje podrá ser significativo y
podrá formar parte importante en la realización
del alumno.
El sujeto que motiva, en este caso el docente, debe tener en
cuenta los factores y principios ya mencionados en el momento
de programar sus clases; sin embargo, debe ser consciente que
estas programaciones han de ser flexibles y deben responder a
la diversidad de los alumnos atendiendo a sus necesidades e
intereses.
La consecución de metas a corto o largo plazo
que se propongan los alumnos deben ser orientadas por el
profesor de modo que los alumnos sientan que no están
solos, pero que pueden realizar muchas actividades sin
necesidad de ayuda. Por ello el profesor debe estar atento a
desarrollar estrategias de intervención, trabajar con la
experiencia de los alumnos y la suya propia, darles
oportunidades diversas para que ellos sean los protagonistas
que buscan diversas metas y que sean capaces de integrar lo que
ya saben con lo nuevo que descubran y/o obtengan de sus
esfuerzos. Por ello el docente estará pendiente de que
sus estrategias motivacionales conduzcan su trabajo a la
posibilidad de elección de actividades,
asimilación de contenidos nuevos, esfuerzo por conseguir
el éxito evitando el fracaso.
BIBLIOGRAFÍA
- Alonso, J. (1998). Motivación y aprendizaje
en el aula. Cómo enseñar a pensar. Madrid: Aula
XXI Santillana. - Castejón, J.L. (1999). Introducción
a la Psicología de la Instrucción.
Alicante: Editorial Club Universitario. - Covington, M. (2000). La voluntad de aprender.
Madrid: Alianza Editorial. - Dweck, C.S. & Leggett, E.L. (1988). A social –
cognitive approach to motivation and achievement. Journal of
Personality, Psychological Review (95)
256-273. - Garrido, I. (1996). Psicología de la
Motivación. Madrid: Editorial Síntesis. - Gonzáles, M. (1997). La Motivación
Académica. Pamplona: Eunsa. - Todt, E. (1982). La Motivación.
Barcelona: Editorial Herder.
Lic. Verónica Castillo
Pérez