Al despertar Gregorio Samsa una
mañana,
tras un sueño intranquilo, se
encontró en su cama
convertido en un monstruoso
insecto
La metamorfosis – Franz
Kafka
Antes de que alguien ocupe su
tiempo en
averiguar si el presente título remeda el que fuera dado a
una conferencia
brindada por el filósofo alemán Martín
Heidegger, "¿Quién es el Zaratústra de
Nietzsche?",
doy fe que así es. Me pareció apropiado acomodar la
forma de aquel a la intención de mostrar mis conclusiones
sobre quién es el Gregorio Samsa de Franz
Kafka.
Debo agradecer la relectura del relato "La
metamorfosis" a un compañero de trabajo que,
en algún momento, hablando del tema, me indicó su
opinión de que el mismo trataba sobre la discriminación. Esa persona es el Sr.
Manuel Santamaría al que hago referencia en la
dedicatoria.
Yo no recordaba fielmente la narración y volver a
leerla resultó ser un trabajo de revisión muy
gratificante. No llegué a la misma conclusión que
mi amigo; no considero que la discriminación sea el tema que motoriza sus
páginas. Pero se descubrirá -eso espero- que la
transformación que sufre Gregorio Samsa nos dice muchas
cosas sobre el propio Kafka.
No me parece tampoco que yo haya descubierto algo no
sospechado, intuido o quizá dicho con anterioridad sobre
este relato.
Espero, no obstante, que el presente trabajo brinde
algún elemento de interés
que sea evaluado favorablemente por los amantes del escritor
checoslovaco.
Me permitiré sugerir a quienes no lo leyeron o no
recuerdan bien el relato, que tomen contacto con el mismo. Esto
favorecerá la comprensión del presente análisis dado que, durante toda su
extensión, aludiré a distintos pasajes que es
preciso tener frescos en la
memoria.
"La metamorfosis" o "La transformación" de
Kafka es una larga narración cuya base argumental podemos
sintetizar con sus palabras iniciales: "Al despertar Gregorio
Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, se
encontró en su cama convertido en un monstruoso
insecto".
Luego sigue una extensa exposición
de las diversas circunstancias que se derivan de esta inaudita
situación, que culminará con su muerte.
Todo lector sabe que en aquello que lee puede encontrar
elementos que reflejan el pensamiento,
sentir o vida del autor.
Esto es así porque el artista no puede hacer otra
cosa más que mostrar "su" visión de la realidad;
"plasmar desde el propio yo" su concepción de los objetos
a los que utiliza en el proceso de
creación.
El libro
religioso más popular de occidente, la Biblia, habla de un
hombre hecho a
la imagen y
semejanza de Dios (pienso con interés en un ensayo que
examine la veracidad de esta afirmación). Puede que no
estemos en condiciones de afirmar lo precedente, pero si podemos
asegurar que es aplicable con relación al artista: Sus
obras están hechas a su imagen y semejanza.
El sello personal de cada
texto
está constituido por una ideología, por un sentimiento, un silencio,
una necesidad, etc. que son el reflejo (a veces parcial) del
artista.
¿Quién es Gregorio Samsa?. Quiero decir:
¿Representa a alguien?, ¿Es sólo un
personaje de ficción desconectado de su autor?.
Este desventurado viajante de comercio,
Samsa, deambula por su cuarto elaborando miles de conjeturas,
repasando el pasado, haciendo planes, observando a su familia, mientras
desarrolla un monólogo, no mediante la emisión de
palabras sino de pensamientos. Su lenguaje,
más específicamente su capacidad de comunicarse con
los demás, ya no existe.
Esta es la historia de una persona que
se ve a sí misma despreciable como un insecto y,
técnicamente, incapaz de contarle a los otros lo que le
pasa.
Como en el caso del muñeco de un
ventrílocuo, la voz de este personaje no proviene de
él mismo sino de ese otro que está detrás y,
quizá, lo utiliza para hablarnos de "su" propia tristeza,
de "su" angustiosa situación. Me refiero a Franz
Kafka.
¿Leyeron ustedes la obra "Carta al padre"?
Permítanme recomendarles que lo hagan. Verán
allí a un hombre que no podía hablar de lo que le
pasaba. Entonces escribe una carta pero nunca se la entrega a su
destinatario.
Allí sabrán de una persona que se siente
menospreciada, acosada por su estado
enfermizo, que elige recluirse sin resolver, sin enfrentar la
situación.
Pero, ahora, indaguemos desde el principio hasta el fin
el texto de "La metamorfosis".
La versión que utilizaré, o más
bien la que leí, corresponde a la traducida por el
escritor argentino Jorge Luis Borges
(colección Biblioteca
Clásica y Contemporánea, de Editorial Losada,
Decimasexta edición).
La "Carta al padre" que leí es la traducida por
la Sra. Gabriela Massuh, con un prólogo de todos los modos
posibles excelente firmado por el Sr. Rodolfo E. Modern –
Editorial y Librería Goncourdt – 1974.
La primera cuestión que se plantea
Gregorio Samsa ante su nuevo estado es: -¿Qué me
sucedió?-.
Es una reacción natural frente al inesperado
escenario que se presenta ante sus ojos. Y resultaría
aceptable si, acto seguido, se procurara la ayuda de un tercero,
un auxilio para su problema. Esa también sería una
actitud
esperable; el mismo instinto de conservación
parecería reclamarla.
Pero no es lo que sucede.
Dirige su mirada hacia la ventana, contempla el cielo
nublado y oye el sonido de las
gotas de lluvia sobre el alféizar, entrando en una "gran
melancolía".
Después se pregunta qué pasaría si
siguiese durmiendo otro rato con la esperanza de superar esa
fantasía.
El sujeto acepta el cielo gris, el repiqueteo de las
gotas de lluvia, pero ofrece resistencia a ver
lo que le pasa a él.
Y no es porque verdaderamente dude que se trata de un
hecho concreto,
verdadero.
Esto lo confirmamos, inmediatamente, cuando se lamenta
ante su nueva conformación física que no le
permite adquirir la postura acostumbrada en su cama,
impidiéndole retomar el sueño.
Entonces, busca justificativos para no pensar en lo que
le está sucediendo.
Piensa en lo agobiante de su profesión; en la
buena vida que llevan algunos de sus pares; en que esto no le
pasaría si no fuera por la deuda que sus padres tienen con
su jefe.
Tan cierta es su conciencia de la
nueva condición que, dándola por irremediable, su
interés pasa a centrarse en levantarse como sea, para
tomar el tren que sale a las cinco, tal como había
proyectado la noche anterior.
Para su sorpresa advierte que ya son las seis y media.
No entiende por qué no escuchó el despertador a las
cuatro y lo atribuye a su sueño intranquilo.
Se alarma al comprender que debe alcanzar el tren de las
siete y que, en tal caso, un empleado de su jefe lo verá e
informará de su impuntualidad.
La voz de la madre suena desde el otro lado de su
habitación, a las siete menos cuarto, preocupada por su
tardanza.
Mientras Gregorio disfruta la dulce voz de la madre, se
horroriza ante la propia que sale mezclada con un zumbido, por lo
que decide contestarle brevemente.
Samsa no quiere que se revele su actual
condición, a la que ahora debe agregar un nuevo
descubrimiento: la mutación de su voz.
Ya no le pueden caber dudas de que no se trata de una
fantasía.
Se suma el llamado del padre y de su hermana, inquietos
porque advierten que él no partió como
suponían.
A ambos les contesta que ya está
listo.
Insisto: no pide ayuda. Ya sabe bien que lo que
está viviendo es real pero se interesa en guardar la
apariencia de una situación normal y
controlada.
¿Por qué Samsa hace esto?
Ninguna de sus justificaciones ante su actual estado
guardan la seriedad y reflexión apropiadas al caso:
sólo buscan dilatar el enfrentamiento del
problema.
El personaje quiere creer que puede hacer pasar
desapercibido su conflicto.
Las dificultades que, por el momento, le impiden bajarse
de la cama lo hacen admitir que todo sería más
fácil si vinieran en su ayuda; pero no se resuelve a
pedirla.
Pronto escuchará que llaman a la puerta,
alarmándose al imaginar que sea alguien del almacén.
Como este trabajo no se trata de un
análisis literario de "La metamorfosis" sino de develar
qué es aquello que Gregorio Samsa, su personaje principal,
es como reflejo de su creador, Kafka (si acaso fuera verdad esta
sospecha), debemos preguntarnos: ¿Hay algún lector
que, ante una situación similar, se preocuparía por
su trabajo de este modo? ¿Acaso pensaría en ello?
Podemos generalizar que: No. Entonces, ¿Qué refleja
este comportamiento
de Samsa? ¿Por qué al advertir que la visita es el
mismísimo principal de la tienda se excita a tal punto que
se arroja desde la cama al piso? ¿Cómo
podríamos definir a la persona que tiene un comportamiento
como el descrito en la narración?
Me permito dar una primera respuesta: Gregorio Samsa es
"un hombre dominado por la mirada de los otros"; un dependiente
de la opinión de terceros que, además, se siente
atado a una obligación que sabe ajena pero que no
considera digno en él dejar de cumplirla.
A esta altura, es dable enumerar algunas
particularidades que definen su carácter: a) niega su problema; b)
desvía su atención del asunto apelando a elementos
como el estado del
tiempo, la hora, el excesivo trabajo; c) no pide ayuda pese a la
gravedad del hecho; d) la voz de la madre le da serenidad (voz
dulce) no así la de su padre o la del principal (hombres);
e) aun con todas las pruebas frente
a sí que dan cuenta de su alarmante situación, solo
está interesado en poder
levantarse y tomar el tren como si su problema fuera menor; f)
nuestro hombre resulta ser una persona que no sabe resolver ni
pedir auxilio y sigue adelante hacia el mismísimo
abismo.
Samsa oye la voz del principal del negocio
comentando que escuchó un ruido
proveniente de la habitación.
Su hermana, desde la pieza contigua, también le
informa la presencia de ese hombre en la casa.
El padre le pide que le abra la puerta de su cuarto al
visitante.
El principal lo saluda tras la puerta
amablemente.
La madre interviene para justificarlo aludiendo que, sin
duda, no se siente bien.
El pulso de Samsa se acelera y responde que irá
enseguida.
El padre se impacienta e insiste.
La voz del principal sonará retumbante:
-¿Qué significa esto?- seguida de un discurso sobre
el cumplimiento de sus obligaciones.
Gregorio, fuera de sí, olvidándose de la
mutación de su voz, lanza una extensa
justificación.
La situación comenzará a ser definida
sólo gracias a este estado de presión
que precipita a todos los personajes.
Kafka nos dice que, a esta altura, Gregorio deseaba
poder abrir la puerta. Refiriéndonos la
motivación para esto, nos cuenta que quería
conocer cual sería la actitud del resto frente a
él, en su nuevo estado: Si se asustaban se sentiría
libre de toda responsabilidad; Si se mantenían
tranquilos, solo era necesario darse prisa para tomar el tren de
las ocho.
Indudablemente, esta reducción del problema a
esas dos posibilidades, sustentadas sobre el "hacer de los
otros", nos muestra a un
sujeto que en ningún caso se considera parte activa en
este conflicto sino sólo un elemento que actuará en
función
de lo determinado por terceros. Asimismo, da cuenta de la falta
de justa valoración de su drama.
También nos muestra a un autor, Franz Kafka, que
delinea asombrosamente bien a una persona de tales
características. Desde luego, puede tomarse esto como una
capacidad indiscutible del creador. Sin embargo, veremos que toda
la narración nos llevará a un desenlace
desagradable, frustrante, cargado de fracaso. Y entonces, me
pregunto: ¿Por qué Kafka decide rematar los pesares
de su personaje con la muerte?;
¿Qué lo lleva a pensar o determinar que la muerte
es el final apropiado?; ¿Por qué no hay otra
esperanza, otra oportunidad?
Quiero comentar un suceso personal reciente,
vinculado a este análisis.
Advierto esta mañana que mi inconsciente ha
querido (o necesitado) meditar sobre estas cosas. Y es así
que anoche soñé que Kafka había escrito el
siguiente párrafo
en su relato: -La locura se adueñó de la casa-.
Verdaderamente, en ningún lugar de la obra el autor nos
dice eso. Es una reflexión que me sugiere mi mente
analizando en sueños los sucesos y actos de la
narración. Pero me sirve para preguntarme: Cavilando sobre
lo expuesto por Kafka ¿Dónde ha quedado la
sensatez?; ¿Qué fuerza
poderosa sumerge a Samsa en esta actitud disparatada, cruel hacia
sí mismo?; En la descripción de ese comportamiento, tan
ajeno a la lógica
de la supervivencia o del amor propio,
¿Estará Kafka confesando sus propios descuidos
sobre sí?, ¿Su propio futuro?
"La metamorfosis" la escribió en 1912. Siete
años después (1919) la "Carta al padre". A mitad de
camino entre ambas fue publicada una obra anterior a las citadas,
"La condena", relato donde el personaje escribe una carta a un
amigo lejano, termina siendo condenado por su padre a "morir
ahogado" y, tras exclamar en voz baja "Queridos padres, siempre
los he querido", se deja caer.
¿Serán los tres escritos uno sólo?
Si así fuera, la muerte de Kafka ¿Estará de
algún modo preanunciada por su propio puño y
letra?, ¿Será una especial forma de suicidio?
Habíamos llegado hasta el punto en que
Gregorio, fuera de sí, olvidándose de la
mutación de su voz, lanza una extensa justificación
hacia el principal del negocio que está fuera del
cuarto.
Ante ello el visitante le pregunta a los padres:
-¿Han entendido ustedes una sola palabra?-, agregando
después: -Es una voz de animal-.
La madre pedirá a la hermana que vaya urgente a
buscar a un médico.
El padre le dirá a la criada que traiga un
cerrajero.
Gregorio, desde el cuarto, escucha el correr de las
jóvenes y advierte que no se produce ningún portazo
por lo que deduce que dejaron la puerta de calle abierta "como
suele suceder en las casas donde ha ocurrido alguna
desgracia".
Y así es en realidad. La tragedia, dentro de
poco, se mostrará a todos los presentes como lo que es: un
monstruo que devora la felicidad; un ser amorfo empecinado en
destruir los naturales deseos de dicha de los hombres.
Acto seguido se nos cuenta que Gregorio está
más tranquilo. ¿Por qué? Porque "los otros"
(su familia) ya se han dado cuenta de que sucede algo
extraño y marchan en su ayuda.
Hay en este acto un reconocimiento implícito por
parte del personaje de que nada puede hacer por sí mismo.
Esto que sucede ahora es fruto de su incontenible
excitación ante la presencia del principal que lo
llevó a hablar de manera irrefrenable. No resulta de la
búsqueda de ayuda. Luego, es la intervención de
"los otros", que temen algo grave, la causa de su
alivio.
Mientras espera, sigue imaginando sobre el "hacer" de
los otros afuera. Conjetura que quizá estén
alrededor de la mesa del comedor o con sus oídos pegados a
la puerta.
La mirada y los pensamientos de Samsa se dirigen a la
superficie más tosca de las cosas, jamás a la
profundidad.
Alguien pudiera decir que la decisión de pedir:
la madre un médico y el padre un cerrajero, surge luego de
la intervención del principal cuando dice: -Es una voz de
animal-. Antes de esto, nadie entre ambos pensó en
médico o cerrajero alguno.
Pero aquí el caso es distinto. Se trata de dos
personas entradas en edad que hasta ese momento no habían
sospechado nada malo, solo una tardanza. Además, por esto
y, porqué no, por su compromiso económico con el
empleador de su hijo, se ven movidos a ser atentos al comentario
del principal, mostrándolo en actos.
Gregorio Samsa comenzará a desplazarse en
dirección a la puerta con el objeto de
girar la llave en la cerradura. Logrará hacerlo ayudado
por sus mandíbulas.
Afuera advertirán su acción.
En su inquebrantable deseo de ser tenido en cuenta por
los demás, él deseará que lo alienten
–¡Adelante, Gregorio!- No sucederá.
Finalmente, la puerta se abre de modo tal que queda
tapado por ella.
Esa será la puerta abierta que igualará
esa casa a aquellas otras en "donde ha ocurrido alguna
desgracia".
El primero en entrar es el principal del negocio, luego
la madre y después el padre.
Cada uno de ellos manifiesta una reacción
diferente.
El principal lanza un -¡Oh!- que suena como el
bramido del aire, tapa su
boca y retrocede movido por el pánico
de la visión.
La madre lo ve, avanza dos pasos y se
desvanece.
El padre amenaza a Gregorio como empujándolo al
interior de la habitación, sale hasta el pasillo, se tapa
los ojos y llora profundamente.
La escena es terrible, horrorosa.
La actitud de los tres personajes se ajusta a lo
prescripto para el caso.
Vemos al principal espantado y, sin pensar en el mal de
Gregorio, movido a retroceder ante su presencia. Donde esperaba
ver a un empleado lo sorprende un insecto espantoso.
La madre y el padre, en cambio,
serán presas del dolor que provoca una situación
impensable y trágica sobre un ser querido. Ella se
desvanecerá; él llorará amargamente. Tras la
puerta de la habitación esperaban encontrar a su hijo,
quizá algo indispuesto, quizá pálido y
ojeroso, pero humano, carne y sangre suya. En
su lugar ven un monstruo, un insecto agitando sus
patas.
Gregorio, lejos de toda realidad, queriendo pasarlo todo
por alto, habla de cambiarse, tomar el muestrario y marchar al
trabajo. Le dice al principal que si bien él ahora se
encuentra en un grave aprieto trabajando saldrá del mismo
y que no le cuente nada al dueño de la tienda. Que se
ponga de su lado.
Es notorio que nuestro personaje es una persona fuera de
sí. Pero este "fuera de sí" no nace con esta
particular situación. Se trata de un "fuera de sí"
añejo, anterior a su mal actual. ¿Cómo
podría una persona actuar de esta manera si, previamente,
durante largo tiempo, no viniera ocultándose a sí
misma, sistemáticamente, sus cambios negativos, sus
frustraciones? ¿No vemos en esta conducta cierto
acostumbramiento al dislate? ¿Cómo puede decir que
todo saldrá bien cuando se hace evidente que está
en medio de la peor de las catástrofes?
¿Cómo entender que postergue la reflexión,
el necesario reconocimiento del problema y la búsqueda de
una solución? Por eso digo que el personaje es una persona
"fuera de sí" en el sentido de "inconsciente de sí
mismo", resuelto a permanecer ajeno a su realidad.
Dejo pendiente una pregunta: ¿Hasta qué
punto Franz Kafka, según veremos en "Carta al padre",
refleja un proceder similar al de Gregorio Samsa?
El principal se marchará espantado.
La madre lo volverá a ver y a
desvanecerse.
El padre, valiéndose del bastón olvidado
por el principal, intimidará a Gregorio hasta que este
penetre en su cuarto.
Logrado esto, se cerrará la puerta.
Hay algo que me llama la atención en el remate
que el autor hace de este episodio. Nos dice: "Luego, la puerta
fue cerrada con el bastón, y todo volvió a la
tranquilidad".
¿Tranquilidad? ¿De qué habla el
autor? ¿Cómo puede describir este cerrar la puerta
como un volver a la tranquilidad? ¿Acaso no ha pasado
nada? o lo que es peor ¿Acaso no es esto más bien
algo que podríamos llamar el inicio de una
"ampliación territorial de la desgracia"? ¿No es
como tapiar la casa frente a la inundación sabiendo que
inevitablemente se perderá todo bajo el
agua?
Donde Kafka dice "y todo volvió a la
tranquilidad", yo diría "y todo el sabor de la desgracia,
como una peste, comenzó a instalarse sobre cada miembro de
la casa".
A continuación se describe la soledad
de Gregorio Samsa en su cuarto, sus pensamientos sobre como
acomodarse a la nueva situación y, especialmente, la
importante intervención de la hermana como nexo con su
familia.
Será ella quien comprenda y acierte en entregarle
alimentos no
frescos, tras ver sin consumir el tazón con leche y
trocitos de pan que había dejado a Gregorio mientras este
dormía.
Queda fijado el tiempo de entrega de la comida diaria: A
la mañana y poco después del mediodía; en
otras palabras, aprovechando que los padres aún duermen o
sestean. Nos enteramos, concordando con lo expuesto algo
más arriba, que esto era para ahorrarles a sus
progenitores "una pena más sobre lo que ya
sufrían".
Voy a hacer un alto en este punto.
Quizá no se trate de una circunstancia relevante,
pero observo que hasta aquí el autor utilizó algo
más de una tercera parte del relato para darnos los
detalles de las "primeras horas" de la transformación. Le
será suficiente el resto para abarcar los hechos acaecidos
durante los "meses" que preceden a la muerte de
Gregorio.
¿Por qué Kafka dedica mayor espacio a la
descripción en detalle de las primeras horas? ¿Por
qué, comparativamente, sintetiza el desenlace?
Repito, quizá esta observación no sea significativa pero,
antes de seguir, quiero escudriñar esta
cuestión.
Podemos compendiar de que trata esta primera parte del
relato del siguiente modo: a) Un hombre "joven" despierta
convertido en insecto; b) De diversas maneras muestra su
negación a asumir que se encuentra frente a un
gravísimo problema; c) No puede comunicarse con los otros,
les habla pero no logra ser entendido; d) Se muestra obsesionado
por sus obligaciones –trabajo, el principal, horarios- por
encima de su propio bienestar; e) Depende del hacer de los otros;
f) La voz de su madre lo conmueve; g) La actitud de su padre lo
lleva a recluirse; h) constantemente se refugia en divagar sobre
elementos menores para distraer el efecto adverso de la realidad
sobre sí mismo.
Veamos si encontramos elementos en común con el
propio Kafka.
El relato "La condena", ya citado, cuyo tema es un
muchacho (un hombre joven) que se va a comprometer, le escribe
una carta a un amigo lejano y termina siendo condenado por su
padre a morir ahogado (final trágico) y "La metamorfosis",
habrían sido escritas en 1912. Kafka tenía menos de
treinta años.
La "Carta al padre" la elabora en 1919; ya tenía
poco más de treinta años y dos compromisos
matrimoniales disueltos. Se la envía adjunto en una
correspondencia a su amiga la escritora Milena Jesenka. Kafka le
pide que nunca la haga pública y le comenta que "La carta…"
está llena de trucos aprendido durante su oficio de
abogado.
Esto último es muy importante porque, tras
escribir una carta que jamás entregará a su
destinatario (lo que muestra por sí solo cuánto
pesaba en su vida la figura paterna), la descalifica como un
simple juego de
palabras propio de abogados. Sin embargo, basta leerla para
comprender su profundo y dramático contenido y la dolorosa
experiencia de su hacedor.
Si ya han sumado a la lectura de
"La metamorfosis" la de "La condena" y "Carta al padre"
comprenderán que hay elementos en común entre Franz
Kafka y Gregorio Samsa y también con Georg Bendemann, el
joven comerciante de "La condena".
Por mi parte, me permito adelantarles mis propias
conclusiones. Hay mucho en común. Aquel que
escribió la "Carta…" era un hombre joven, como los
personajes de los dos cuentos; nunca
había logrado comunicarse con el padre de manera efectiva;
dice "yo perdí el don del habla" aludiendo a su mala
relación; no asumió a tiempo (quizá nunca)
el problema existente, lo digo en el sentido de tomarlo
seriamente para intentar resolverlo; tal es así que vemos,
por su comentario a Milena, cómo niega importancia a la
misma "Carta…" al punto de quitarle mérito a su
contenido; en la "Carta…" refiere su estado de reclusión
("ante tu presencia yo siempre me recluía en mi cuarto");
se pinta a sí mismo como un insecto que puede ser
aplastado ("me aplastarías bajo tus pies"); recuerda
cuán terrible era escucharlo a su padre decir "Te voy a
matar como se mata una mosca" (o una cucaracha); hace patente su
sujeción a la opinión del "otro" al decir "cuando
emprendía algo que no te gustaba… vaticinabas el fracaso
de mis proyectos y, tan
profunda era mi veneración de tu opinión que yo…
daba por hecho el fracaso"; muestra dependencia del "hacer de los
otros" ("perdí la confianza en mi propia obra"); las
palabras de su madre son un recuerdo confortante ("mamá
recurría a la bondad, a la conversación amable");
comenta la indiferencia del padre a sus escritos ("tus rechazos
más certeros se dirigían hacia mis escritos"); pero
sobre esto también dice, y es una de las dos cosas que
considero más relevantes (al final diré la
segunda): "Siempre escribía acerca de ti. Escribía
los lamentos que no podía llorar en tu regazo. Era nuestra
despedida que yo prolongaba intencionalmente".
Franz Kafka le confiesa a su padre: "siempre
escribía acerca de ti…"; luego, pienso que ya tenemos la
respuesta al enigma que titula a este trabajo:
"¿Quién es el Gregorio Samsa de Franz
Kafka?".
Como quedó dicho, el resto de la obra
abarca un período de "meses" hasta la muerte de
Gregorio.
Más que tratar detalles del personaje, apunta a
informarnos sobre el desenvolvimiento familiar; el cómo se
enfrenta la nueva situación.
Samsa se lamentaba porque si bien él no lograba
hacerse comprender por nadie, no hubo quien supusiera que
él sí podía comprender a los otros.
Quizá ello habría provocado otro tipo de
desenlace.
Y alguien pudiera ver aquí cierta indiferencia o
desinterés. Es cierto. Pero es un elemento más del
relato que nos pinta el comportamiento de una época. Como
bien señala el escritor Jorge Luis Borges en el
prólogo, y me parece que eso apoya de algún modo lo
que digo: "La opresión de la guerra
está en esos libros".
Sabemos bien que el tratamiento familiar con cierta
aceptación de planos de igualdad entre
los miembros, mutuo respeto y ayuda,
es algo más común a nuestra época y que
aún no está instalado en todo el planeta, ni
siquiera en todas las familias de una misma sociedad. No
se trata por tanto, en el relato, de desinterés. Vimos y
veremos que la situación es dolorosa para el resto no solo
por ellos mismos sino por la impotencia que sienten.
Sí podemos hablar de una postura habitual a ese
tiempo (sostenida por el no cuestionamiento a la estructura y
al manejo de las relaciones familiares) que provoca una
involuntaria desatención a la profundidad de los hechos,
una falta de estimulo para ver más allá.
La "Carta al padre" de Franz Kafka es, de algún
modo, un antecedente del planteo que la sociedad occidental en su
conjunto realizará sobre la mayor parte de sus valores
establecidos luego del fin de las guerras
mundiales.
Allí, en la "Carta…" ese cuestionamiento se ve
acompañado con una serie de argumentos que propenden a un
vedado objetivo
conciliatorio.
Continuemos, aunque no estimo necesario extender
este estudio mucho más, con lo que sigue al momento en que
"la puerta fue cerrada con el bastón", con el aislamiento
de Samsa y el inicio de una desgracia familiar.
Para mantenerse conectado con el exterior Gregorio toma
por costumbre estar atento a las conversaciones. Así
advierte que él es tema central. De ese modo, escucha el
pedido de la criada rogando ser despedida y prometiendo mantener
todo en secreto. Así sucederá.
La madre y la hermana se ocuparán de cocinar
aunque, comida y bebida, ya no es algo importante en la casa;
todos se muestran inapetentes e incluso el padre se desinteresa
ante el ofrecimiento de beber cerveza.
Entre las charlas escucha la vinculada a la forma de
subsistencia que en adelante deberán llevar.
Vivirán de los ahorros reservados por el padre; apenas
útiles para un par de años. También se
verán obligados a conseguir trabajos.
Todo es pesar fuera del cuarto de Samsa y también
dentro donde él, sumido en profunda "pena y
vergüenza" ante la situación, decide dejar de
escuchar y se arrastra hasta la ventana para perder su mirada en
el horizonte.
En esta actitud descubre un nuevo y dramático
cambio: su vista pierde claridad.
La hermana ingresará diariamente en el cuarto. La
madre querrá hacerlo pero será persuadida en
contrario por ésta y por el padre.
Más tarde, descubriendo que Gregorio utiliza
paredes y techos para desplazarse, Grete se inclina a pensar que
es necesario despojar la habitación de muebles para
facilitarle los movimientos, además de ser innecesaria la
presencia de los mismos para él. Le requerirá ayuda
a la madre que asentirá con alegría.
Durante la ausencia del padre, ambas mujeres
ingresarán al cuarto.
Gregorio, que tras horas de esfuerzo dispuso una
sábana que lo cubre por completo y que evita ser expuesto
a la mirada de sus visitantes, está feliz aunque no vea a
su madre, con solo saber de su presencia.
Sin embargo esta determinación de la hermana
tendrá un final inesperado. A poco de iniciar la tarea,
ambas mujeres expondrán una diferencia de criterios sobre
los muebles. Para la hermana sacarlos dará mayor holgura
para el desplazamiento de él, recalcando además que
de nada le sirven; la madre sentirá que vaciar el cuarto
es un equivalente a considerar a Gregorio como algo
definitivamente separado de lo humano.
Las palabras que Kafka pone en boca de la madre me
recuerdan su "mamá recurría a la bondad" que
comenta en su "Carta al padre"; la hace decir: "¿No
parecería entonces que, al retirar los muebles,
indicáramos que renunciamos a toda esperanza de
mejoría y que lo abandonamos… a su suerte?".
Samsa, al oír este argumento asiente. Realmente,
él mismo, sin ese cambio en su cuarto, ya había
comenzado a olvidarse de su condición humana.
Pero la voluntad de la hermana se impondrá y las
mujeres continuarán con la tarea.
En esto, desesperado, buscando aferrarse a algo que lo
ligue a lo humano, se abraza a un cuadro en la pared.
Al volver la hermana lo ve, procura impedir que entre la
madre pero no lo logra. Ésta, tras un "¡Ay Dios
mío!", se desvanece al contemplar a su hijo transformado
en una mancha negra sobre la pared.
Será la primera vez, desde la metamorfosis, que
su hermana le dirija la palabra. Y será para amenazarlo:
"¡Ojo, Gregorio!".
Ella saldrá del cuarto en busca de medicamentos,
él la seguirá provocando que se asuste al verlo y
se le caiga un frasco. Con el pie Grete cerrará la puerta
del cuarto de Gregorio. Todo quedará en silencio y
él se llenará de remordimiento y de
nerviosismo.
A poco llega el padre que advierte en el rostro de Grete
que algo malo pasó. Ella contará el desmayo de la
madre, su mejoría y que Gregorio se escapó de su
cuarto.
No habrá por parte de la hermana otra cosa
más que una catarata de palabras que no serán una
adecuada referencia de lo acontecido; tampoco el padre
efectuará una indagación que busque esclarecer lo
que realmente ocurrió.
Así las cosas, el padre terminará por
empujar a Gregorio hacia su cuarto valiéndose de manzanas
a modo de proyectiles. Un golpe certero dará contra su
cuerpo, clavándose en él. Samsa, presa de un
intolerable dolor, se desvanece levemente. Con la vista nublada
verá como su madre se abraza a su padre rogándole
que perdone la vida a su hijo.
La herida tarda un mes en reponerse y a modo de
compensación (¿remordimiento?) todas las tardes se
abrirá la puerta del comedor para que, desde la sombra,
sin ser visto por los demás, pueda ver a su familia en
derredor de la mesa.
De todos modos esa manzana se pudrirá sobre su
lomo, nadie se la sacará, y será la responsable de
que pierda libertad de
movimientos. La tendrá sobre sí cuando haya
muerto.
Con el tiempo, Gregorio dejará de comer y una
noche, luego de otro tristísimo episodio, sentirá
que ha llegado la hora de desaparecer.
Poco después de que el reloj de la iglesia marque
las tres de la madrugada, expirará.
Antes de finalizar quiero remarcar dos breves
fragmentos de "La metamorfosis" en los que advierto que Franz
Kafka habla, indudablemente, de sí mismo bajo la envoltura
de Gregorio Samsa.
En alusión a su propio padre: "…ya
sabía, desde el primer día de su nueva vida, que al
padre la mayor severidad le parecía poco con respecto al
hijo".
Teniendo presente su propio mal, la tuberculosis:
"Bien es verdad que tampoco en su estado anterior (humano)
podía confiar mucho en sus pulmones"
Me preguntaba yo a mitad de este ensayo: "la
muerte de Kafka ¿Estará de algún modo
preanunciada por su propio puño y letra?,
¿Será una especial forma de suicidio?".
También el "¿Por qué… dedica mayor espacio
a la descripción en detalle de las primeras
horas?".
Desde luego, no puedo presumir de tener la respuesta
correcta. Pero me permito, una vez más, expresar otra
sospecha o, más bien, una inferencia.
Recuerdo un párrafo de su "Carta al padre" donde
menciona cierta actitud de su progenitor para con un empleado;
dice: "tu manera de hablar de aquel empleado tuberculoso:
¡Ojalá que ese perro enfermo reviente de una vez por
todas!".
Kafka, a sabiendas de su propia enfermedad, la
tuberculosis, debe haber recordado muchas veces ese horrible
comentario. Se habrá sentido como un perro para su padre;
recordemos la escena en la que narra que a Gregorio Samsa le
abren la puerta del comedor para que, desde la distancia, pueda
observar a su familia en la mesa; eso remeda cierta imagen propia
para un perro más que para un insecto.
Con un padre con el que siempre mantuvo una
relación tormentosa; sintiendo a su progenitor por encima
suyo; que sería aplastado bajo sus pies; que era como ese
"perro enfermo" de tuberculosis; Kafka solo necesita hablar de
cómo se inició el mal de Gregorio que no es otra
cosa que hablar, encubiertamente, de su propia
metamorfosis.
El final no podía guardar ninguna
sorpresa.
Irremediablemente Kafka comprendió, mucho antes
de escribir la carta a su padre que, como el empleado, como un
perro, como una mosca, como un insecto, su destino
inequívoco, "la condena" que, según supuso, su
propio padre había fijado para él era: "reventar de
una vez por todas".
Dedicado a una excelente persona
llamada Manuel Santamaría.
Daniel Adrián Madeiro
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Madeiro.
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