Conocer los cimientes de la cultura se
hace impostergable cuando hablamos de conocimientos de este ramo
y más si trabajamos con una cultura regional. Muchas han
sido las investigaciones
que, en el orden de la historiografía política, se le han
dedicado a Carlos Manuel de Céspedes*, trabajos
que sirven para adentrarnos en ese mundo convulso de la Guerra Grande
y conocer aquella dimensión por la que transitó.
Sin embargo, es escasa la búsqueda realizada desde el
punto de vista cultural y cívico, aspecto
de obligado estudio. Ello nos convoca a pensar que también
el prócer estuvo imbuido en cuestiones masónicas, a
sabiendas de los graves peligros que corría el
país.
Una intensa búsqueda de los cimientos de la
cultura nacional se ha destacado en los últimos tiempos
para conocer a fondo toda la herencia
acumulada. Y es, precisamente, en esa cultura donde debemos
remitirnos con la ayuda de un hilo conductor que sea capaz de
hilvanar lo que ha quedado escondido en un rincón de la
historia.
Cuando hablamos de cultura nacional nos estamos
refiriendo a los valores
materiales y
espirituales nuestros, a lo autóctono, a lo que nos
identifica como cubanos y la voluntad de querer serlo. Dicha
cultura se orienta en favor del rescate de virtudes, aptitudes y
actitudes que
van mostrando la identidad
nacional; o sea, nuestra cubanía a partir de la idea
de independencia,
de abrirnos paso en todos los sentidos, de
reconocernos a nosotros mismos dentro de un ambiente tan
heterogéneo como lo es el mundo. Un ejemplo lo demuestra
el Triunfo de la Revolución
Cubana, el cual ha sido como dijera Abel Prieto "la obra
más trascendental de la cubanía. Logró
cambiar para siempre el destino del país".
A través del presente trabajo nos
acercamos al estudio de una figura paradigmática dentro
del ámbito sociopolítico y cultural de la
región: Carlos Manuel de Céspedes, y a
partir de una arista muy poco tocada, su proyección como
un hombre de
cultura; esa dimensión humanista, muchas veces si no
soslayada, apuntada de paso para ir a destacar su trayectoria
política.
Un estudio de este tipo ha reclamado de nosotros el
adentrarnos en el ámbito cultural de la región. Hoy
los estudio de corte regional constituyen una necesidad en la
medida que son eslabones fundamentales de la larga cadena de la
cultura cubana, muchas veces presentada a pedazos y con una
franca postura habanocentrista. Sin los estudios de la
región es imposible la conformación de una
auténtica historia de la cultura cubana.
Sin embargo, soy de las que opina que no se puede hablar
de cultura nacional sin una cultura regional, la cual está
desprovista de la importancia que realmente merece, porque hay
acontecimientos, personalidades o procesos,
inclusive episodios con una resonancia tal que se ubican en un
nivel primario.
Fue Bayamo una de las localidades representativas de la
cultura regional conjuntamente con próceres que,
vinculados a ideas separatistas, dieron a la luz su interés
porque su terruño fuese culto en toda su dimensión.
Ligada a esta vorágine maravillosa se destaca una figura
bayamesa de pura cepa y conspicua además que harta
conocida por sus actividades independentistas se conoce muy poco
desde el punto de vista de su proyección cultural. Me
refiero a Carlos Manuel de Céspedes, hombre cabal en
innumerables sentidos y el primero en desatar la guerra por la
independencia de Cuba aquel 10
de octubre de 1868.
Es de interés abordar en este trabajo al Hombre
de Mármol, como lo llamara nuestro Héroe Nacional,
pues quiero tratarlo, no en su arista de luchador incansable por
la gesta libertaria; no verlo en su bregar de Presidente de la
República en Armas; como el
amo de esclavos que les dio la libertad; no
mirarlo como aquel hombre inalcanzable, muchas veces idolatrado y
nada más; sino desde una dimensión abarcadora,
más humana, más cercana a nosotros porque
está junto a los cubanos todos. Es decir, realizar la
exégesis de las facultades intelectuales
de su personalidad a
plenitud como el ser de carne y hueso que fue, que sintió
y padeció por los terribles dilemas
enfrentados.
Descubrirlo en una de las manifestaciones culturales
poco trabajada resulta muy novedoso, pues encontramos en esta
figura a un hombre capaz, certero y sobre todo con sus aristas,
vertientes, condescendencias, virtudes y defectos como todo ser
humano que aprende a equivocarse, a comprender las ideas de otros
que en su momento no le escucharon y apaciguar los calores entre
los mismos compañeros de batalla.
Es conocido que desde los inicios de la
masonería, el rasgo caritativo y protector ha sido la
responsabilidad de la fundación de hogares
masónicos para la atención de los ancianos necesitados y sus
viudas, orfanatos y escuelas para los hijos de los miembros. El
masón fue y es consciente de que sus obligaciones
de ayudar a los miembros deben ser subordinadas a la
obligación que debe a Dios, su país y su familia, con
pleno reconocimiento de sus deberes para con la
humanidad.
Conscientes de esta premisa, estamos entonces en
condiciones de conocer y corroborar y no asombrarnos nunca por
qué El Padre de la Patria se integró a las filas de
esta hermandad y su actuar junto a todos los cubanos deseosos de
la igualdad, la
fraternidad y la libertad (aspectos inherentes a la
masonería) sin importar el color de la
piel, status
social y sexo. Se nos
hacen, pues, más comprensibles sus actitudes tomadas en
instantes de insomnio, a pesar de las inadecuadas respuestas y
acciones para
con él, amén de la talla a la cual
perteneció.
Estas cualidades se muestran inmanentes en la figura de
Carlos Manuel de Céspedes, es inconcebible ver al pionero
de las luchas independentistas ajeno a los problemas
tangibles de una sociedad que
hasta ese momento se encontraba de rodillas ante una
metrópolis aplastante y desgarradora como lo fue España con
Cuba. Mucho antes del inicio bélico él
sentía y padecía los abatares y así lo
demostró en la incorporación a la fraternidad
masónica cubana.
Céspedes como todo hombre de su época
formó parte de una logia masónica en agosto de 1867
en la que se reunían los conspiradores bayameses, aspecto
que le permitió llevar adelante aquella difícil
pero necesaria lucha revolucionaria.
La misma se llamó "Estrella Tropical
número 19", y tenía como Venerable Maestro el
acaudalado terrateniente Francisco Vicente Aguilera. Los masones
que allí concurrían eran, en su mayoría,
ricos propietarios de tierra
comprometidos en su totalidad con el proceso
independentista cubano; así como otros hombres que, a
pesar de su bajo nivel social, sentían inclinación
por ver su patria libre. En los encuentros realizados en
diferentes casas de los complotados (pues la iglesia
católica combatía las logias) llegaban a acuerdos
que permitieron aunar patriotas para el difícil pero
impostergable enfrentamiento contra la metrópoli
española.
La "Estrella Tropical 19" era una de aquellas logias
existentes en el país que conformaban el Gran Oriente de
Cuba y las Antillas (GOCA), fundado el 28 de marzo de 1868 en La
Habana por Vicente Antonio de Castro y Bermúdez, un
decidido partidario de la separación de Cuba de
España, además cirujano.
El GOCA desempeñaba un papel fundamental similar
al de la masonería francesa durante el siglo XVIII: la
preparación ideológica de la revolución
y el crear, dentro de sus logias irregulares, las condiciones
para su concretización.
Según el criterio que da Eduardo Torres-Cuevas
"el plan del doctor
de Castro era utilizar la
organización masónica para preparar un pueblo
capaz de defender su propia existencia; plan propio de su sentido
iluminista" y "liberar al hombre de las ataduras de la
ignorancia".
Y es lógico atribuirle razón a dicho
criterio, puesto que la misma sirvió de base para
sustentar una semilla que muy pronto saldría a la luz: el
inicio de las luchas contra el aparato represivo español en
1868. Démonos cuenta que las reuniones realizadas por
hombres, en su mayoría ricos propietarios de tierras, eran
netamente conspirativas, situándose en el extremo opuesto
de los mandamientos de la burguesía esclavista.
Lo que perseguía Vicente Antonio de Castro a
través de aquella organización era similar a las aspiraciones
de "los hombres del 68" y ¿cuál era el objetivo?,
pues emancipar a los cubanos a la lucha, unirse todos para
librarse del yugo colonial y crear una conciencia
nacionalista.
Nos hemos detenido en este punto porque el Gran Oriente
de Cuba y las Antillas, aunque muy poco conocido, influyó
positivamente en la vida del prócer, así como en la
preparación de la guerra decisiva. Este cuerpo de educación
política pretendía –como expliqué
antes- formar hombres que dieran respuesta a innumerables
problemas tanto socioeconómicos como políticos de
ese momento histórico; es decir, solucionar aquellos de la
realidad cubana de ese entonces.
Los intereses de Céspedes, como miembro de la
logia citada, coincidían en su totalidad con los preceptos
del doctor de Castro, pues es sabido que la misma tenía un
carácter insurreccional. Junto a él
se afiliaron al GOCA y al Comité Revolucionario destacadas
figuras como los tuneros Francisco Rubalcaba y Vicente
García; Julio Grave de Peralta y casi todos los
conspiradores holguineros; y el bayamés Donato
Mármol y los revolucionarios de esa zona.
Tal fue su apego a ese ideario que en el mes de abril de
1868 fue Venerable Maestro de la logia "Buena Fe" de Manzanillo,
prohijada por la "Estrella Tropical". Ella estuvo integrada por
los miembros revolucionarios de esa localidad y trabajó
bajo dispensa en el corto tiempo en que
funcionó.
La dirección de la "Buena Fe" quedó
constituida de la siguiente manera:
Venerable Maestro: Carlos Manuel de
Céspedes
Primer Vigilante: Francisco Vicente
Aguilera
Segundo Vigilante: Pedro Nuño de
Gonzalo
Secretario: Eligio Izaguirre
Tesorero: Manuel José
Izaguirre
Orador: Francisco María
Fajardo
Experto: Porfirio Tamayo
Maestro de
Ceremonia: Bartolomé
Masó
Ecónomo: Francisco Javier de
Céspedes
Guarda Templo
exterior: Manuel de Jesús
Calvar
Como miembros se encontraban: Francisco Agüero,
Manuel Anastasio Aguilera, Francisco y Pedro de Céspedes,
Joaquín Figueredo, José María Izaguirre,
Isaías y Rafael Masó, entre otros hasta sumar
37.
La hermandad entre las logias de carácter
insurreccional tenía un proyecto
revolucionario, el cual consistía en la independencia
política, la transformación económica y
social, gobierno
demo-republicano, abolicionismo, libertades públicas,
laicización y deísmo.
Los hermanos masones de La Buena Fe se reunían en
las diferentes casas de los asociados para, también, hacer
prácticas de tiro y machete, dirigidas por el Teniente
Pedro Nuño.
Es curioso la presencia en las tenidas masónicas
de dos miembros de las filas españolas: el mencionado
teniente y Germán González de las Peñas,
quien ocupaba el cargo de comisario de policías. Ello nos
permite decir que las logias en aquellos instantes tuvieron un
marcado significado para sus integrantes, pues da la medida de la
unidad manifiesta sin importar, en este caso, las posiciones
antagónicas desde el punto de vista militar.
Se tiene noticias,
según datos de Rafael
Acosta de Arriba, que Céspedes creó el 29 de
septiembre de 1870, en Sierra de Najasa, la Logia
"Independencia", en la cual ocupó el grado máximo
de Venerable Maestro. "La misma fue trashumante y
fungió en los campos de Cuba Libre." Se debe
agregar además que en dichos centros se proponía
luchar contra la esclavitud y el
racismo, educar
libertos, mientras que en sus preceptos no existía
algún señalamiento que diferenciara a los hombres
por el color de la piel.
En páginas anteriores habíamos dicho que
el GOCA pretendía agrupar hombres que dieran respuestas a
las interrogantes del pueblo y una de ellas fue el trabajo
enteramente libre. Céspedes, así como otros de su
talla, proclamó la abolición de la esclavitud, pues
veía la acelerada disminución de sus ganancias y la
de otros criollos orientales condicionado por el atraso
técnico; además consideró que la misma ya no
tenia razón de ser, era obsoleta e inapropiada y lo
demostró al tener obreros asalariados en su ingenio La
Demajagua y alcanzar fructíferas producciones de azúcar
en 1867.*
A tal punto llegó su concepción de
proclamar la abolición, que el propio 10 de octubre de
1868, al mismo tiempo que leía el Manifiesto, les dio la
libertad a todos sus esclavos invitándolos a luchar por la
igualdad plena del hombre. "Cuba libre es incompatible con
Cuba esclavista, ya la abolición de las instituciones
españolas debe comprender y comprende por la necesidad y
por razones de la más alta justicia, la
de la esclavitud como la más inicua de
todas"
Ambos pronunciamientos hechos aquel lejano día,
constituyeron el símbolo de rebeldía de los cubanos
y el de la estirpe que se erige para hacer valer su
condición de jefe insurrecto de la Guerra
Grande.
Hizo efectivo su decreto abolicionista y constató
su preocupación porque no retornaran a sus dueños
de esta forma hizo valedera, resuelta y creíble su
decisión al expresar
sublévense las dotaciones de las fincas,
disponiéndose que los libertos útiles queden en
Las Villas para la campaña, y los otros a Camagüey,
de modo que sus antiguos dueños pierdan las esperanzas
de volver a poseerlos, practicándose la remisión
sin consulta por el que la lleve a cabo.
La triste condición de los esclavos tocó
sus fibras más sensibles y los amparó con el fin de
impedir que su situación empeorara con trabajos
agobiadores, con sistemáticos abusos por parte de
propietarios sin conciencia. Esto lo hizo a través del
cargo de Secretario de la Junta jurisdiccional de Fomento de
Manzanillo otorgado por el Gobierno Superior de la Isla,
según noticia extraída del periódico
El Redactor con fecha 9 de agosto de 1859.
Su misión fue
muy bien defendida, reafirmando su entereza y su sensibilidad
hacia los que un día llegarán a ser libres como
todos los cubanos. Esto conduce a una conclusión: es
imposible imaginar a Céspedes independentista opuesto a la
abolición de la esclavitud, aunque el primero no dependa
del segundo y viceversa; pero estos hechos en él van de la
mano cristalizando una nueva etapa.
Céspedes le daba un golpe a la esclavitud y con
el decreto de la abolición (más tarde hecho
realidad en 1887) reafirmó su posición
antiesclavista. Sin embargo, hubo de retroceder y hacer
concesiones, como Presidente, para apaciguar los calores de los
camagüeyanos, villareños y occidentales que
querían una abolición gradual, manchando su
imagen y
manteniendo el criterio anticespedista.
Toda esta ininterrumpida labor del iniciador de la
Guerra Grande no fue más que un catalizador para emprender
lo que muchos llamaran "ruptura del 68", momento decisivo de
desencadenamiento de los destellos lumínicos abrazados por
los pioneros del independentismo.
Catalizador que tomó fuerzas con la
fundación de:
la masonería [que] ha sido en todos los
tiempos, desde su fundación, la institución que
más elementos ha aportado a la independencia, la
libertad, la cultura y el progreso de Cuba, tanto desde el
punto de vista ideológico como el ejemplo de sacrificio,
heroísmo y perseverancia ofrecidos por sus afiliados a
fin de dar a Cuba una vida de decoro humano, de igualdad
y fraternidad social y un régimen de sana
democracia.
- Acosta de Arriba, Rafael: Apuntes sobre el
pensamiento
de Carlos Manuel de Céspedes. La Habana,
Editorial de Ciencias
Sociales, 1996. - ___________________. Biobliografía de
Carlos Manuel de Céspedes. La Habana, Editorial
José Martí, 1997. - ___________________. Los silencios quebrados
de San Lorenzo. La Habana, Editorial José
Martí, 1999. - Cristóbal, Armando: "Precisiones sobre
nación e identidad",
en Temas; cultura ideología sociedad, No. 2, abril-junio de
1995, p. 103-110. - Perfil histórico de las letras cubanas
desde sus orígenes hasta 1868. Ciudad de La Habana,
Editorial Letras Cubanas, 1983. - Pichardo, Hortensia: Facetas de nuestra
historia. Santiago de Cuba, Editorial Oriente,
1989. - Pichardo, Hortensia y Fernando Portuondo: Carlos
Manuel de Céspedes; escritos. La Habana, Editorial
de Ciencias
Sociales, 3 t., 1994. - Prieto, Abel: Temas del pensamiento
cubano. [s.l.], Editorial Ministerio de
Cultura-Unión de Escritores y Artistas de Cuba, [s.f.],
1994. - Rosental, M. Y P. Iudin: Diccionario
filosófico. Ciudad de La Habana, Editorial
Política, 1981. - Revista Santiago, No. 32, diciembre de
1978. - Torres-Cuevas, Eduardo: Antonio Maceo; las
ideas que sostienen el arma. La Habana, Editorial de Ciencias
Sociales, 1995.
Lohema Céspedes Ginarte
Profesora de Cultura latinoamericana y del Caribe y
Cultura Cubana en la Universidad
de Granma, Cuba.
Licenciada en Letras (Filología) por la
Universidad de Oriente, Santiago de Cuba