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- El término
violencia - Antecedentes históricos
y filosóficos - Perspectivas
- Consideraciones
finales
El presente trabajo fue publicado por primera vez en
1997 en la revista
Asamblea, cuando colaboraba con el Comité de Asuntos
Editoriales de la Asamblea de Representantes del Distrito Federal
Primera Legislatura, hoy Asamblea Legislativa del Distrito
Federal Segunda Legislatura.
Sin embargo, el tema no ha perdido actualidad:
¿cuántos casos de violencia
intrafamiliar conocemos o de cuántos hemos –al
menos– escuchado y, por desgracia, aún seguimos
siendo impotentes para evitarlos y erradicarlos? Actualmente,
este fenómeno –desafortunadamente– se sigue
reproduciendo con bastante frecuencia en el México
contemporáneo. Es por ello que esta aportación no
ha perdido vigencia.
No obstante, conservo la esperanza de que en
algún momento alguien lo lea, se crea este escrito y
empiece a vivir una vida diferente, o cuando menos, no
esté dispuesto a revivir errores cometidos en otros
tiempos por otros actores; errores que sólo le
harían daño a él y a los suyos. Es por eso
que lo dejo a su consideración, amable lector.
Quizá entonces la humanidad empiece a escribir
una nueva historia y puede ser que el
final, si no feliz, al menos no resulte tan crudo.
En un mundo como éste, donde violencia es
el verbo, el adjetivo, el sustantivo incluso, el todo de una
sociedad
irónicamente decadente a la vez que dotada con todos los
medios y
recursos para
conquistar el universo
conocido y florecer como raza, conviene hacer una breve pausa
para reflexionar sobre tal hecho.
Violencia, como acabo de decir, es el todo de la
sociedad
globalizada, posmodernista y complejamente virtual del naciente
tercer milenio. Hay violencia en
el cine, en
la
televisión, en la música, en las series
y caricaturas infantiles, en los video juegos, en la
Internet, en las
revistas y demás prensa escrita,
etc. Pero si acaso no la hubiera, basta con alcoholizarse un poco
–ni siquiera hay necesidad de drogarse– para
transformarse en un ser digno de las películas de Bela
Lugosi o Peter Cushing, e inclusive más
terrorífico.
Hablando sobre Santo Tomás de
Aquino, Ernest L. Fortin dice que "el hombre es
un prodigio de la naturaleza, pues
ésta lo manda más indefenso e inerme que
ningún otro animal: desnudo, descalzo y desarmado, pero
que en cambio, le ha
dado la razón, el habla y las manos". Efectivamente, para
sobrevivir, el hombre ha
tenido que recurrir a toda la violencia de que puede ser capaz,
sobre todo si se le compara con especies mejor dotadas para la
lucha y capaces de adaptarse mejor a los rigores
climáticos.
Incluso, es aceptable pensar que, actuando
metainstintivamente –y que me perdone la Real Academia de
la Lengua por la
palabra acuñada–, el hombre ha
utilizado su imaginación, creatividad,
genialidad y talento para someter al mundo y a los habitantes de
éste en beneficio suyo. Pienso que cualquier especie
evolucionada sería capaz de todo para lograrlo, sobre
todo, si se trata de una raza conquistadora como la
humana.
Sin embargo, las atrocidades que a diario se ven en los
periódicos y la televisión
rebasan la peor noche de delirio y pesadilla de cualquier loco,
pues mientras que éste se encuentra enfermo de la mente,
aquellos que secuestran, que torturan que hieren, que violan o
que matan como a veces nos toca ver o saber, están
enfermos del alma, o quizá peor: ni siquiera la tienen
ya.
Y es que una cosa es el uso de la fuerza, por
extrema que pueda ser, en pos de la supervivencia y la evolución, y otra, la aplicación de
la crueldad a sangre
fría, de la violencia por la violencia misma, de la furia,
del odio, y de la maldad por puro placer, incluso sin
justificaciones ni pretextos de ningún tipo. Así,
con desfachatez y cinismo.
Pero si la crueldad y la violencia hacia los
desconocidos no se perdona y no se comprende, la violencia hacia
el interior de nuestras familias, menos. ¿Acaso en
ésta se encuentra el principio de la descomposición
social que se vive en este mundo de parafernalia? Y de ser
así, ¿de dónde viene semejante
fenómeno?
Para este investigador es factible creer que, como casi
todo en la raza humana, el origen de dicha violencia es parte de
una cuestión cultural, o mejor dicho, tiene sus
raíces en los conocimientos, tradiciones, usos, costumbres
y manifestaciones de los pueblos, quizá desde hace miles
de años. Al menos así lo sugiere la revisión
documental realizada al respecto.
Antes de comenzar, cabe preguntarse, ¿acaso hemos
pensado lo que es la violencia más allá de la
terminología y la doctrina? Es un mal de las mismas
dimensiones que el cáncer
y el SIDA; que
corrompe y destruye a las personas y sociedades de
manera lenta y gradual pero efectiva. Y es un mal más
antiguo que los mencionados.
Ahora bien, hay muchas clases de violencia, aunque todas
desembocan en la violencia física o
psicológica: segregación racial, adicción al
alcohol y a
los enervantes, delincuencia
menor, vandalismo, delincuencia
organizada, etc. Este terrible mal da pauta para que el hombre se
destruya a sí mismo, irremediable y
tristemente.
El objetivo de
este análisis es la violencia
intrafamiliar, ya que si "la familia es
la
célula básica de la sociedad", ¿no
está ahí el origen del mal? Quizá cuando
tomemos plena conciencia de
todo lo que encierra esa pequeña frase, empezaremos a
actuar tal y como se debe, no cortando, sino aliviando el mal
desde la raíz.
4.
Antecedentes históricos y
filosóficos
Las relaciones familiares determinan el carácter
del sujeto, aunque inciden en ello otros factores como la
herencia
(según la teoría
biológica del comportamiento) o el medio socio-cultural
(teoría
sociológica). En el caso de la gente con tendencias
agresivas, diremos que la primera teoría atribuye una
personalidad
antisocial "a caracteres innatos producidos por la herencia genética,
y la segunda, que todo joven es normal, pero el medio
ambiente, sus relaciones, la educación y la
familia lo
pueden inducir a la violencia".
El hombre, dada su capacidad cerebral y,
consecuentemente, su raciocinio, actúa más con base
en las normas de
conducta
social que por mero instinto, así que cualquier
predisposición genética
al delito o la
violencia puede ser moderada gracias a sus vínculos
familiares, los cuales redundan en las relaciones sociales del
sujeto. Así, me atrevo a suponer que el planteamiento de
la teoría biológica de la delincuencia puede ser
superado por los factores familiares.
La investigadora Laura Salinas nos dice que la violencia
quebranta los derechos humanos
de las mujeres, y que hay dos tipos de violencia: la
intrafamiliar y la sexual. Ambas –según la
autora– "no son privativas de México,
sino que se dan en todo el orbe y tienen su origen en una
tradición discriminatoria profundamente arraigada,
según la cual, la mujer, por ser
diferente al hombre, es menos que él". Esta actitud
–desafortunadamente– se encuentra presente en casi
todas las culturas con sistemas
patriarcales.
"En Roma", por
ejemplo, "la mujer era tratada
como un objeto de poca valía, y esa condición de
sometimiento era consecuencia de la división que los
romanos había hecho de las personas en alieni juris y
suijuris, según estuvieran o no sujetas a la autoridad de
otro". Como las mujeres, los niños y
los esclavos eran alieni juris, el paterfamilias
–consecuentemente– era sui juris, es decir, con
autoridad
suficiente sobre sus descendientes y todos aquellos que
dependieran de él. Así, la mujer
podía ser repudiada e incluso asesinada sin mayores
problemas para
el hombre, independientemente de la causa que motivase su
fin.
De igual modo, "en la cultura
árabe, la mujer era
considerada una esclava y podía sometérsele sin que
ésta tuviera ningún derecho a rebelarse. En la
cultura
judía antigua existía un régimen patriarcal
muy parecido al de Roma, e incluso
en la Biblia –número 5:11/31– se especifica el
castigo aplicable (las aguas amargas, es decir, la muerte por
envenenamiento) a las mujeres acusadas o simplemente sospechosas
de adulterio, inculpadas por sus maridos sólo por la
denominada ley de los celos
de esa época, sin que las infortunadas pudieran
defenderse".
La Psicóloga Sonia Araujo, en 1997 directora del
Centro de Atención a las Víctimas de la
Violencia Intrafamiliar (CAVI), órgano que depende de la
Procuraduría General de Justicia del
DF, dice que "éste es un problema ideológico basado
en la desigualdad que se reproduce en el dominio de las
formas tradicionales de la educación, donde el
jefe o los jefes de familia ejercen
el control por medio
de la fuerza,
considerando esto no sólo como algo normal sino como un
privilegio".
A través de muchos estudios, los especialistas
han podido comprobar que las personas cuyo carácter
se torna agresivo provienen de relaciones familiares altamente
conflictivas o han sufrido rechazo o ausencia de amor por parte
de sus padres.
2También han podido determinar si sus padres son
gente normal y equilibrada o no, y que, al servir como modelos de
identidad al
niño, le enseñan a vivir en esa clase de ambiente. A
esto se añade inevitablemente la situación del
medio en que han vivido (marginación y pobreza, o bien,
exceso y abundancia, que suelen ser los peores extremos) y en el
que se han educado". Así, comprobamos que "la violencia
encuentra en el ámbito familiar su núcleo de
reproducción, dado que el patrón de
relaciones sociales se arma e inculca dentro de la
familia".
"En México hay muchos –podría
decirse que demasiados– hogares donde el ambiente
familiar es adverso, pues hay problemas de
maltrato, alcoholismo y
drogadicción entre sus miembros, que
repercuten y se manifiestan en los niños
como inseguridad,
agresividad y falta de autocontrol".
Así, no sólo la mujer es víctima de
la violencia sexual, daños físicos y crueldad
mental, sino también los niños, quienes sufren
golpes, quemaduras, cortadas y mutilaciones que pueden llegar al
homicidio;
maltrato sexual –que incluye tocamientos, exhibicionismo,
violación–; prostitución del menor, agresiones
emocionales –que comprenden humillaciones, insulto,
descrédito, daño a sus propiedades (juguetes,
dibujos,
ropa)–; y, por último, la conducta de
negligencia y abandono, comprobándose, además, que
sus familiares u otras personas cercanas abusan de la confianza,
posición de poder y
relación afectiva para agredirlos.
Estos pequeños crecen con una grave imagen de
fragilidad, inseguridad y
amenaza cuando su personalidad
es introvertida. Si son extrovertidos, crecen con un modelo de
impulsividad agresiva, reacciones violentas, alcoholismo,
drogadicción e incluso vandalismo y
delincuencia.
Tanto el Estado como
la sociedad civil
adoptan medidas para erradicar toda forma de violencia
intrafamiliar, con lo cual coinciden la ONU-México
y las comisiones de Derechos Humanos nacional y
locales, que ya han promulgado los derechos de las mujeres, los
niños, los ancianos y otros grupos
vulnerables.
Sonia Araujo Osorio, quien fuera directora del CAVI, en
1997 señalaba que sólo existían once centros
de apoyo y albergues para las víctimas de la violencia
intrafamiliar distribuidos en la capital del
país y en algunas entidades federativas, dirigidos por
organismos de la sociedad civil.
Sin duda, el esfuerzo para sostener y operar dichos centros es
enorme, pero, al menos hasta ese momento, se podía ver la
falta de atención del Estado
mexicano y de las autoridades locales para apoyar o
responsabilizarse de esa tarea.
"La Asamblea Legislativa del Distrito Federal ha sido
precursora de muchas leyes y programas en
favor de los sectores más desprotegidos, e integró
en su I Legislatura (1994-1997) la Comisión de
Atención Especial a Grupos
Vulnerables como comisión ordinaria permanente", que
promovió la Ley de Asistencia
y Prevención de la Violencia Intrafamiliar, la cual fue
aprobada por la entonces Asamblea de Representantes por
unanimidad el día 26 de abril de 1996 y publicada en la
Gaceta Oficial del Distrito Federal el 8 de julio del mismo
año.
"Dicha ley fue pionera en la materia, pues
no tiene precedentes de orden legislativo, ya que realmente la
Asamblea Legislativa del Distrito Federal, la Procuraduría
General de Justicia del
D. F. y el DIF han sido los únicos órganos
preocupados por el tema", junto con las comisiones nacional y
locales de Derechos
Humanos.
Al menos, han sido los únicos órganos
oficiales, y últimamente algunos legisladores federales y,
en ocasiones, el propio Presidente de la República, pues
en Puebla el único esfuerzo palpable ha residido en el DIF
y en la Comisión de Derechos Humanos de Puebla. En el
Congreso del Estado se
crearon algunas leyes en materia de
grupos vulnerables, pero no existe ni la más remota
comparación con el caso del Poder
Legislativo capitalino.
En la referida Ley de Asistencia y Prevención de
la Violencia Intrafamiliar se define de manera clara y precisa lo
que es este tipo de violencia, quiénes son sus
generadores, quiénes sus receptores y cuántas
clases de violencia hay. Asimismo, prevé la
creación de un Consejo para la Prevención de la
Violencia Intrafamiliar integrado por el DIF, las
secretarás de Gobierno,
Salud, Desarrollo Social
y Educación
del D. F.; el jefe de gobierno
capitalino y las delegaciones políticas,
que son las responsables directas en la aplicación de la
citada ley. También prevé penas y sanciones para
los transgresores y, afortunadamente, el Senado está
trabajando en una reforma al Código
Penal Federal.
Como ya se vio, la violencia intrafamiliar es un
fenómeno que existe desde las civilizaciones más
antiguas, cuyos prejuicios e intereses desembocaron en la
subcultura del sometimiento de la mujer y los hijos a la voluntad
y caprichos del paterfamilias.
Por tanto, es un fenómeno cultural, es decir, que
se ha ejercido por costumbre y tradición, pero que es
susceptible de poder
modificarse, transformando las estructuras
machistas y de desprecio hacia la mujer en una serie de estructuras
donde exista la tan anhelada equidad.
Por supuesto, la consecución de dicha equidad
habrá de traer consecuencias de distintos órdenes:
sociológicas, políticas,
legislativas, incluso económicas y hasta sexuales y
psicológicas, pero corresponderá a otro estudio
determinar éstas así como sus alcances.
Volviendo al tema, es imposible erradicar este mal
–la violencia intrafamiliar– de raíz, pero la
instrumentación de medidas contundentes y
efectivas para disminuir su presencia y efectos, es un buen
comienzo. Es necesario, además, crear una cultura de
respeto y
comprensión hacia la pareja y la familia para derrumbar
los mitos y
prejuicios de la subcultura machista.
Sólo así podremos desterrar la tendencia
destructiva que padece el hombre en contra de sí mismo: No
cortando, sino aliviando el mal desde su origen.
A mi madre, a mi abuela
y a mis hermanos
Francisco, Tere Inés y
Víctor Hugo
EMILIO VELAZCO GAMBOA
Mexicano. Licenciado en Ciencias
Políticas con Especialidad en Administración
Pública, Gobierno y Política Mexicana por
la Universidad del
Desarrollo del
Estado de Puebla (UNIDES).
Tiene los Diplomados en Derecho Electoral y en Derecho
Constitucional, por la Universidad
Cuauhtémoc. Actualmente es consultor académico e
investigador independiente.
http://www.gratisweb.com/emilio_velazco/Investigador-Escritor
http:// emilio-velazco.galeon.com