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El Último Samurai de Edward Zwik




Enviado por anapal



    Sobre el valor de ser
    guerrero

    "A través de la puerta de la Muerte se
    llega a la de la verdadera Vida"

    En la guerra, quien
    muere está derrotado. Pero no es así para los
    Samurai porque su muerte,
    la muerte
    honorable y valerosa en servicio al
    gran emperador, es finalmente el comienzo de la
    vida.

    En Japón,
    a finales de 1870, en la época de la restauración
    Meji, vivieron unos heroicos y honorables guerreros, luchadores,
    expertos en las artes marciales. Tenían notable habilidad
    con el arco y la espada. También eran grandes jinetes.
    Pero, por sobretodo, estaban dispuestos a dar la vida por salvar
    al emperador. Sin embargo al llegar la occidentalización,
    esta clase guerrera comenzó un proceso de
    extinción, y quedaron unos cuantos hasta su total
    abolición en 1876.

    A esta época nos transporta Edward Zwick, para
    narrarnos la historia dramático
    heroica de El último Samurai (The last samurai, 2003),
    adentrándonos en la comprensión de la legendaria
    cultura
    nipona. Contar con Tom Cruise como coproductor y con tres
    reconocidos actores japoneses como Hiroyuki Sanada, Ken Watanabe
    y la actriz Koyuki, ha sido una acertada decisión de Zwick
    quien ha logrado combinar de manera admirable las diferencias
    culturales entre oriente y occidente por medio de estos
    personajes.

    Cruise, después de su éxito
    con Vanilla Sky (2001) y Sentencia previa (Minority report,
    2002), se lanza al reto de no solo coproducir sino protagonizar
    una película que no es solamente un producto
    taquillero, como todos sus anteriores filmes, sino que
    además tiene una historia interesante
    qué contarnos. Para esto dedicó ocho meses de duro
    entrenamiento
    y profundización en la cultura
    nipona, lo que le permitió lograr una
    caracterización impecable de su papel, que fue
    nominado como mejor actor dramático para los premio Globo
    de oro, en la antesala de los oscares.

    Sin embargo, para ser justos con este film, no podemos
    dejar todas las ovaciones a Cruise, que ya bastante ha recibido,
    sin hacer referencia clara a la impecable caracterización
    de Ken Watanabe en su papel de
    Katsumoto, el último líder
    guerrero de la estirpe de los samurai.

    Este actor japonés que comenzó su carrera en
    el teatro, con la
    compañía teatral Madoka con base en Tokio, fue
    elegido para interpretar el papel de héroe en la obra
    Shimodani Mannen-cho Monogatari, dirigida por Yukio Ninagawa. Su
    interpretación despertó el interés de
    la crítica y del público. Ahora Watanabe se ha
    convertido en uno de los cinco hombres en la competencia por
    el premio Oscar al mejor actor de reparto por su rol como el
    feroz guerrero Katsumoto. Su papel que combina la fuerza y el
    coraje de un auténtico guerrero con la compasión y
    la sensibilidad, lo pueden hacer un fuerte competidor para ganar
    la estatuilla.

    El último Samurai cuenta la historia de Nathan Algren,
    un diestro capitán norteamericano que es contratado por el
    emperador para entrenar en el manejo de las armas, al primer
    ejército moderno de conscriptos del Japón.
    El capitán Algren, algún día peleó
    por el honor y la defensa de los valores,
    pero ahora se encuentra perdido en un esquema occidentalizado de
    la guerra en el
    que las armas y el
    poder han
    desplazado la valentía y el honor.

    Es entonces, cuando Algren, en medio de una de sus batallas
    contra los Samurai, conoce a Katsumoto, el último líder
    de esta antiquísima estirpe de guerreros. El
    capitán, secuestrado y llevado a los campos donde estos
    legendarios luchadores entrenan para la pelea, se encuentra
    sorprendido y atraído enormemente por esta forma de vida,
    que le recuerda los valores por la
    que una vez luchó.

    ¿Qué es un Samurai? Es la acuciante pregunta que
    asalta día tras día al capitán Algren al ser
    secuestrado por este grupo de
    guerreros enemigos que le perdonan la vida por una razón
    inexplicable.

    Durante toda la película tendrá la
    ocasión de entender y hacernos entender quienes son, estos
    legendarios personajes que no están dispuestos a renunciar
    a sus ideales aunque esto signifique dar la vida.

    La narración en primera persona, nos
    muestra la
    visión personal de
    Algren que logra adentrarnos en su experiencia particular de la
    guerra. Zwick, no le teme a los diálogos y sale del lugar
    común de este género
    épico que tiende a quedarse en una innumerable
    sucesión de escenas violentas en las que el espectador se
    pierde sin una historia consistente que lo sostenga. Más
    bien privilegia los encuentros, la interacción entre
    personajes y en algunos momentos los silencios acompañados
    de una fotografía
    impecable que logra ser más elocuente que cualquier tipo
    de diálogo y
    en la que John Toll se anota un buen puntaje.

    El director y guionista Edward Zwick, ganador del Oscar como
    coproductor de Shakespeare
    enamorado (Shakespeare in
    love, 1998) y reconocido por películas como Leyendas de
    pasión (Leyends of the fall, 1994) y Tiempos de Gloria
    (Glory, 1989), elige de nuevo un retrato psicológico de
    los conflictos
    bélicos, pero en esta ocasión, nos traslada a
    oriente para cumplir uno de sus principales sueños:
    dirigir una película sobre la cultura japonesa.
    Precisamente uno de los mejores directores nipones, Akira
    Kurosawa, es una de sus principales referencias narrativas:
    "Vi por primera vez Los siete samuráis de Akira
    Kurosawa cuando tenía 17 años y desde entonces la
    he visto más veces de las que puedo recordar"
    –refiere en una entrevista.

    Coincidencialmente Zwick se encuentra con Cruise que de igual
    manera, se siente atraido por los Samurai, y su código
    de honor el "Bushido", y juntos logran una interesante
    combinación que nos acerca a esta valerosa cultura.

    En esta nueva película Zwick se vale de numerables
    elementos de Tiempos de gloria, para adaptarlos al film.
    En Tiempos de gloria, película ambientada en la
    guerra civil norteamericana, el Coronel Shaw, encarna un
    personaje muy similar a Algren. Atormentado por la experiencia de
    la guerra y con una especial sensibilidad y coraje se lanza a
    adiestrar a hombres negros, en la época de la guerra entre
    norte y sur. Los elementos de encuentro entre ambos personajes
    saltan a la vista.

    Los dos nos presentan una visión de la guerra desde el
    propio drama personal de quien
    lo vive. Si bien en El último Samurai la historia es
    narrada por el mismo Algren, a través de su diario
    personal, en Tiempos de gloria se vale del género
    epistolar con la voz de Shaw para contarnos lo que va
    sucediendo.

    Hay una recurrencia frecuente a los flash back que
    aparecen sorpresivamente y como recuerdos en la memoria de
    los protagonistas y que nos ilustran su atormentada conciencia y su
    conocimiento
    del bien y el mal. El uso de cámaras lentas y luces azules
    o de color blanco, le
    imprimen a estos momentos un valor
    imborrable. Ese pasado turbulento que los acompaña a donde
    vayan y que no los deja libres, desaparecerá de la
    pantalla en el momento en el que deciden cambiar su destino,
    perdonando aquello que han hecho, aquello que una vez fueron.

    Es clara la mística y el dramatismo que Zwick propone
    en las escenas propias de la guerra. Las espadas que brillan a la
    luz de la luna
    y los cuerpos que se entreven en medio de la niebla,
    acompañados de una cámara lenta alcanzan un
    perfecto dramatismo y logran posesionar en la memoria del
    espectador aquellos momentos como imborrables íconos. De
    la misma manera en Tiempos de Gloria, en el momento final de la
    guerra, la lucha cuerpo a cuerpo y el impactante panorama de los
    hombres mutilados escena tras escena, logran el efecto esperado:
    comprender el desolador panorama de la guerra y el drama humano
    de quienes la viven.

    Cuando Kasumoto y Algren, al igual que el coronel Shaw, se
    lanzan a librar la última guerra, tienen la clara conciencia de que
    van tras la muerte. La
    necesidad de permanecer, de dejar huella, de perdurar en la
    historia la representa claramente Zwick en ambas cintas cuando
    Algren entrega su diario al hombre que lo
    ha acompañado durante su estadía en Japón y
    de la misma forma Shaw le hace entrega a un periodista las
    cartas que dan
    fe de todo lo que vivió en el campo de batalla. Todo para
    ser recordados y para que su ejemplo permanezca a través
    de historia.

    Estos elementos comunes entre ambos films, enmarcan de
    una manera clara un estilo propio del director, una manera
    particular de contar historias, la firma que deja plasmada en su
    creación. Sin embargo pueden convertirse en arma de doble
    filo puesto que algunos de ellos, pueden encontrarse repetitivos
    y poco originales. En esto Zwick pudo haberse valido de nuevos
    giros argumentales para no recurrir a escenas que parecen haber
    sido copiadas de su anterior producción.

    Por otro lado, sin negar que nos encontramos frente a
    una cinta de gran magnitud, no podemos negar la poca
    verosimilitud que nos generan cierto tipo de escenas. Un hombre
    absolutamente occidentalizado que en unas pocas semanas logra un
    perfecto manejo de las espadas como para enfrentar a un
    ejército de más de 15 hombres sin ver afectada su
    integridad, hacen que el argumento cojee por su falta de realismo.
    Sabemos que el héroe es el héroe pero no
    hacía falta elevarlo al status de invencible.

    Sobre la puesta en escena, no podemos negar que ha
    habido un esfuerzo claro por ambientar de manera real y
    creíble la década de 1870. El vestuario, los
    escenarios y las tomas en campo abierto, son manejados de manera
    impecable sin dejar de lado ningún detalle. De la misma
    forma la banda sonora que acompaña la historia tiene el
    mismo valor narrativo que los diálogos en las escenas de
    combate, agregando un elemento dramático y
    verosímil.

    Es interesante la referencia constante que Zwick hace al
    elemento religioso que se encuentra presente en la guerra. En
    Tiempos de gloria, los soldados negros, entienden la batalla como
    una forma de dar gloria a Dios y comprenden que a Él dan
    su vida si llegan a morir. De la misma manera en El último
    Samurai, la referencia a una mente unificada, a la paz interior,
    a la oración y la preparación para salir al campo
    de batalla hablan de una visión del hombre como un ser
    religioso que descubre en la guerra una manera de morir con la
    certeza de otra vida, aunque en esta última se encuentre
    un trasfondo claro sobre el tema de la reencarnación y el
    budismo.

    La amistad y el
    valor que ella tiene a la hora de enfrentar un ideal es un
    elemento presente en ambas películas. Quien pelea necesita
    descubrirse acompañado. La lealtad y el honor en las
    relaciones aportan de manera esencial a los personajes
    principales que encuentran el coraje para entregar sus vidas
    porque pelean hombro a hombro con hombres valerosos que
    están dispuestos como ellos a morir en el campo de
    batalla.

    Fuerza, compasión, valor, deber, capacidad, de
    sacrificio, son los elementos que se combinan en esta rescatable
    cinta. A mi parecer no estamos frente a una nueva versión
    de una Danza con lobos (Dances with wolves, 1990) al
    estilo japonés. Esta cinta traspasa la barrera de la
    típica visión norteamericana. No se trata del
    héroe que irrumpe en una cultura inferior para rescatarla
    y hacerla una nación
    digna, el filme no es otra cinta de acción o más
    bien lo es, pero al servicio de
    una historia.

    Murieron los Samurai. Acabó una época de
    heroísmos y valentía, se ha dado pie
    inexorablemente a la occidentalización y con ella al
    desplazamiento de valores
    esenciales. Pero gracias a directores como Zwick, podemos
    disfrutar de un cine que nos
    recuerda que el honor nunca debe morir.

     

    Ana María Palacio Lopera

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