Resumen por
capítulos
I
Resumen. Movido por lo que había visto en un
libro sobre la
Selvas Vírgenes, el narrador cuenta que cuando
tenía seis años realizó su Dibujo nº
1 (Boa cerrada). Lo mostró a las personas mayores pero
éstas lo interpretaron erróneamente como un
sombrero. De modo que realizó un Dibujo nº
2 (Boa abierta) con el fin de que las personas mayores pudieran
entenderlo correctamente. Las personas mayores no comprenden
nunca nada, por eso le aconsejaron que dejase de lado los
dibujos y se
dedicase a cosas serias, útiles, como la geografía o el
cálculo. Siguiendo tales consejos
logró ser piloto. Conoció a muchas personas
mayores, pero su opinión sobre ellas no cambió:
cuando encontraba a alguna que le parecía lúcida,
le enseñaba el dibujo de la Boa cerrada, que siempre
había conservado. Al ver que era incapaz de comprender que
se trataba de una boa, se colocaba a su altura y le hablaba de
las cosas que le interesan a las personas mayores. Así
aparecía ante ellas como una persona
razonable.
II
Resumen. A pesar de haber tratado con muchas personas
mayores vivió solo, pues no tenía nadie con quien
hablar verdaderamente. Un día una avería en el
motor de su
avión le hace caer en el desierto colocándole en
una situación límite: se encuentra en el desierto,
solo, sin mecánico ni pasajeros. Tras la noche, au lever
du jour, es despertado por un hombrecillo que le impele a dibujar
un cordero. La presencia del Principito provoca sorpresa,
asombro: es un misterio
impresionante. El aviador se percata de que el Principito
no presenta ninguna de las características (fatiga, hambre…)
que cabría esperar teniendo en cuenta que ambos se
encuentran a mil millas de toda región habitada. El
aviador le pregunta quién es, qué hace
ahí,… Por toda respuesta el niño le vuelve a
pedir que le dibuje un cordero. El aviador sólo sabe hacer
los dibujos de la
boa abierta y cerrada. Por eso, con cierto malhumor, dice que no
sabe dibujar. El Principito
indica que eso no importa, lo que él quiere es que le
dibuje el cordero. El aviador realiza el dibujo nº 1 que el
principito identifica rápidamente como un elefante dentro
de una boa y lo rechaza ya que él -insiste- necesita un
cordero. Se suceden entonces una serie de tentativas infructuosas
para dibujar un cordero según los deseos del Principito.
Finalmente opta por dibujar una caja indicando al Principito que
dentro de ella está el cordero. Sólo entonces
considera el Principito atendida su petición.
III
Resumen. El aviador necesitó mucho tiempo para
comprender de donde venía el Principito. Preguntaba mucho,
pero no respondía las preguntas del aviador. Fueron
palabras pronunciadas al azar las que, poco a poco, revelaron
todo. Así, la primera vez que vio el avión,
preguntó:
—¿Qué es esa cosa?
—No es una cosa. Vuela. Es un avión. Es mi
avión.
Y me sentí orgulloso de hacerle saber que yo
volaba. Entonces exclamó:
—¡Cómo! ¿Has caído del
cielo?
—Sí, hice modestamente.
—¡Ah! Qué gracioso…
El Principito entonces se echó a reír, lo
cual irritó al piloto pues deseaba que sus desgracias se
tomasen en serio. Después añadió:
—Entonces, ¡tú también vienes del
cielo! ¿De qué planeta eres? El piloto
entrevió ahí una luz en el
misterio de la presencia del Principito. El Principito, mirando
al avión, dijo: —La verdad es que con eso no puedes
venir de muy lejos… El Principito se sumió entonces
en un ensueño que duró mucho. Después
sacó mi cordero de su bolsillo y se concentró en la
contemplación de su tesoro. Intrigado por esa
semi-confidencia sobre "los otros planetas", se
esfuerza por saber más. El aviador comienza a moverse en
el ámbito propuesto por el Principito. Habla del cordero,
no de los otros planetas:
—… te daré una cuerda para atarlo durante el
día. La idea de atar al cordero hace reír al
Principito. El aviador intenta hacerle ver que es conveniente
atarlo ya que, de no hacerlo, el cordero se iría por
ahí, a lo que el Principito añade: —Eso no
tiene importancia, ¡es tan pequeña mi
casa!
IV.
Resumen. El aviador había aprendido una segunda
cosa importante: el planeta de origen del Principito era apenas
más grande que una casa. Eso no le sorprendió pues
sabía que había planetas pequeños. Cuando un
astrónomo descubre uno de ellos, le da un número
por nombre. El aviador está seguro de que el
planeta del Principito es el asteroide B612, descubierto por un
astrónomo turco que hizo una demostración de este
descubrimiento en un Congreso Internacional de Astronomía. Pero nadie le creyó a
causa de su vestido. Las personas mayores son así.
Años después rehizo la demostración con un
traje muy elegante y todo el mundo fue de su opinión.
Cuenta estos detalles a causa de las personas mayores. Ellos
adoran las cifras. Son así. No hay que
reprochárselo. Las niños
han de ser muy indulgentes con las personas mayores. «Pero
quienes comprendemos la vida ¡nos burlamos de los
números!». Le hubiera gustado comenzar esta historia como un cuento de
hadas.
Le hubiera gustado decir: "Había una vez un
Principito que vivía en un planeta apenas más
grande que él, y que necesitaba un amigo…". Para
quienes comprenden la vida, habría parecido mucho
más verdadero. No le gusta que se lea su libro a la
ligera. Le apena tanto contar esos recuerdos. Hace ya seis
años que su amigo se fue con su cordero. Si trata
aquí de describirlo es para no olvidarlo. Es triste
olvidar a un amigo. No todo el mundo ha tenido uno. Y puede
acabar convertido en una persona mayor que
no se interesa nada más que por las cifras:
«Quizá soy un poco como las personas mayores. He
debido de envejecer».
V
Resumen. El tercer día conoció el drama de
los baobabs. El Principito interroga al aviador sobre si los
corderos comen arbustos; el aviador le contesta que sí, y
el Principito se siente tranquilo al saberlo porque así el
cordero podrá comerse los baobabs que crecen en su
planeta. El aviador pensó que los baobabs son grandes
árboles
y que ni con una tropa de elefantes podría acabar con
ellos, pero el Principito le aclaró que antes de ser
grandes comienzan siendo pequeños arbustos. En el planeta
del Principito había, como en todo otro planeta, buenas y
malas hierbas que daban buenos y malos granos. Los granos son
invisibles, permanecen en la tierra
hasta que un día se despiertan y comienzan a crecer; al
principio se trata de una briznilla inofensiva. Si es una buena
hierba puede crecer como quiera. Si es mala, hay que arrancarla
en cuanto se la reconozca. El planeta del Principito estaba
infectado de una mala hierba: los baobabs. Si este árbol
creciera destruiría el planeta. Para evitarlo, hay que
estar vigilante. Es cuestión de disciplina: es
una tarea aburrida, pero muy fácil. No le gusta al aviador
adoptar un tono moralista, pero el peligro de los baobabs es tan
poco conocido y los riesgos tan
considerables que, por una vez, hace una excepción y dice:
"Niños,
¡Prestad atención a los baobabs!". Dominado por el
sentimiento de urgencia, se esfuerza por hacer un buen dibujo del
baobab.
VI. La melancolía
Resumen. El aviador fue comprendiendo poco a poco la
vida melancólica del Principito. Al Principito le encantan
las puestas de sol. Por eso dice al aviador que quiere ver una.
El aviador le hace ver que hay que esperar. El Principito cae
entonces en la cuenta de que no está en su casa, donde
basta desplazar un poco la silla para ver ponerse el sol. Por
último, el Principito señala que cuando se
está realmente triste, son agradables las puestas de
sol.
VII
Resumen. Si el cordero come arbustos, también
come flores, incluso las flores que tienen espinas. Pero
entonces, ¿para qué les sirven las espinas? He
ahí el problema que plantea el Principito al aviador. El
aviador no sabía la respuesta. El Principito insiste en su
pregunta y él, irritado por la avería, le responde
"no importa qué". No obstante, el Principito insiste e
insiste hasta que el aviador
estalla: en ese momento no tiene tiempo de
ocuparse de flores, espinas y cosas por el estilo. Lo que le urge
es reparar la avería: ha de ocuparse de cosas serias. El
Principito queda estupefacto: "¡cosas serias!". El aviador
se comporta como una persona mayor, es decir, "confunde
todo… mezcla todo". Ahora es el Principito quien
está irritado; conoce «un planeta donde hay un
señor carmesí. Jamás ha respirado una flor.
Jamás ha mirado una estrella. Jamás ha amado a
nadie. Y todo el día repite: "¡Soy un hombre serio!
¡Soy un hombre serio!"
y eso le hace hincharse de orgullo. Pero ¡No es un hombre,
es un champiñón!». ¿Cómo se
puede pensar que los números de un señor
carmesí son algo más serio que intentar comprender
lo que hacen las flores desde hace millones de años? El
Principito estalló bruscamente en sollozos. La noche
había caído. Ahora al aviador le trae sin cuidado
su martillo, su perno, la sed y la muerte
porque había un Principito al que consolar. Lo intenta de
varios modos, aunque no sabe exactamente qué decir. Se
siente muy torpe… El país de las lágrimas es
tan misterioso…
VIII
Resumen . Sobre el planeta del Principito hubo siempre
flores simples que ni ocupaban lugar, ni molestaban a nadie.
Aparecían y desaparecían. Pero un día
apareció una briznilla que no se parecía a las
otras, el tiempo y el cuidado que se tomó antes de hacer
su primera aparición despertó en el Principito una
expectación enorme. Era conmovedoramente bella, pero muy
coqueta, no muy modesta, con una vanidad un poco sombría,
exigente y alguna vez la sorprendió preparando una ingenua
mentira. Por eso, a pesar de la buena voluntad de su amor, el
Principito dudó pronto de ella. No obstante, confía
al aviador que no supo comprenderla, que no debía haber
huido, tendría que haber adivinado su ternura tras sus
argucias. Pero "era demasiado joven para saber
amarla".
IX. El amor como
camino hacia sí mismo
Resumen. La mañana de su partida puso en orden su
planeta realizando una serie de trabajos familiares que entonces
le parecieron extremadamente dulces. A la hora de la despedida,
él siente ganas de llorar. A la flor le cuesta romper su
silencio para decir: —He sido tonta. Te pido perdón.
Intenta ser feliz. La flor confiesa que ella lo amaba. Él
no lo ha sabido por culpa de ella. No obstante, añade:
—Pero tú has sido tan tonto como yo. El Principito
intenta ponerle el globo protector, como hacía
habitualmente, pero ella lo rechaza y lo anima a que se vaya
pronto. Era muy orgullosa: no quería que la viese
llorar.
X
Resumen. Visitó los asteroides cercanos para
instruirse y buscar una ocupación. En primer lugar se
encontró con un rey. El soberano lo identificó
inmediatamente como un súbdito. Y es que para los reyes el
mundo es muy simple: todos son súbditos. Se trataba de un
monarca absoluto, pero razonable. No toleraba la desobediencia,
pero por eso sólo daba órdenes razonables. Era un
monarca universal: reinaba sobre todo y todo le obedecía.
Su autoridad
consistía en que sabía exigir a cada uno lo que
podía dar. La autoridad,
decía, reposa sobre la razón. Tengo derecho a
exigir obediencia porque mis órdenes son razonables. El
Principito se aburre y ve que ahí no puede hacer nada, por
eso continúa su viaje con la idea de que las personas
mayores son muy extrañas.
XI. La vanidad
Resumen. El siguiente planeta estaba habitado por un
vanidoso que enseguida reconoció al Principito como un
admirador. El vanidoso le pide que golpee las manos una contra la
otra, entonces él saluda con el sombrero. El Principito lo
entiende como un juego y le
parece más divertido que el rey, pero pronto se fatiga por
la monotonía del juego. Intenta
dialogar con el vanidoso, pero éste no le escucha, ya que
sólo tienen oídos para las alabanzas. Por eso
intenta averiguar si el Principito lo admira mucho. Admirar,
explica, significa reconocer que soy el hombre
más hermoso, el mejor vestido, el más rico y el
más inteligente de mi planeta. El Principito le hace notar
que eso carece de sentido ya que él es el único
habitante del planeta, pero a él le da igual: sólo
quiere ser admirado. El Principito no entiende para qué
puede interesarle su admiración. Se fue pensando que las
personas mayores son muy extrañas.
XII. El bebedor
Resumen. El siguiente planeta era el de un bebedor. La
visita fue muy breve, pero sumió al Principito en una gran
melancolía. El bebedor estaba instalado en silencio ante
una colección de botellas vacías y otra de botellas
llenas. Dice al Principito que bebe para olvidar que se
avergüenza de beber. Tras llegar a esta confesión, el
bebedor se encerró definitivamente en su mutismo. El
Principito, perplejo, se fue pensando que las personas mayores
eran, definitivamente, muy extrañas.
XIII
Resumen. El cuarto fue el planeta del hombre de negocios.
Estaba tan ocupado que ni siquiera levantó la cabeza
cuando llegó el Principito. Su cigarro estaba apagado
porque no tenía tiempo para volver a encenderlo: estaba
enfrascado en sus números. Calculaba cantidades, pero sin
saber de qué. Para el hombre de
negocios lo
importante es poseer, no lo poseído. El Principito
consigue averiguar que se trata de estrellas: el hombre de
negocios posee millones de estrellas. Poseer es ser rico, gracias
a eso puede comprar otras estrellas. El Principito no entiende
para qué sirve poseer estrellas. Si se posee un foulard,
se puede poner al cuello. El Principito posee una flor y tres
volcanes, y es
útil a sus volcanes y a su
flor que el Principito los posea. Pero el hombre de negocios no
es útil a las estrellas. El Principito continuó su
viaje pensando que las personas mayores son totalmente
extraordinarias.
XIV. Persona e institución
Resumen. El quinto planeta era muy pequeño.
Sólo había sitio para un farol y un farolero. Por
eso parece absurdo y carente de utilidad. El
farolero trabaja incesantemente por respeto a la
consigna que establece que hay que encender el farol por la noche
y apagarlo por la mañana. La consigna, dice el farolero,
era razonable en otro tiempo. Pero el planeta fue girando cada
vez con mayor rapidez. En la actualidad da una vuelta por minuto
y, por eso, hay que encender y apagar el farol una vez al minuto.
Se puede ser a la vez fiel y perezoso. De hecho, el Principito le
propone un medio de hacer más llevadero el trabajo,
pero al farolero lo que le gusta es dormir. Este es, respecto a
los personajes de planetas precedentes, el único que se
ocupa de algo distinto de sí, el único al que el
Principito podría haber hecho amigo suyo, pero su planeta
es tan pequeño que no hay sitio para dos.
XV. Sabiduría, vida y sabiduría de la
vida
Resumen. Era un planeta diez veces más vasto,
majestuoso. Estaba habitado por un geógrafo. Sin embargo,
este sabio no sabía si en su planeta había
océanos, montañas o desiertos. Él era
geógrafo, no explorador. El geógrafo recibe los
exploradores y los interroga. Si encuentra algo de interés en
su relato, entonces se informa sobre su moralidad ya que un
explorador que mienta o sea un borracho induciría a error.
Luego se exige al explorador que aporte pruebas de su
descubrimiento. El geógrafo cayó en la cuenta de
que el Principito venía de lejos y le podría
proporcionar información. El Principito habla de sus
volcanes y de su flor. La geografía se ocupa de
cosas eternas. Por eso, el geógrafo anota los volcanes.
Pero no la flor, ya que es efímera, es decir, "amenazada
de una pronta extinción". El Principito sintió
miedo por su flor. El geógrafo le recomendó visitar
la Tierra: un
planeta con buena reputación.
XVI
Resumen. El séptimo planeta fue la Tierra. Los
planetas anteriores estaban habitados cada uno por un tipo de
persona. En la Tierra se
encuentran juntos multitud de personas diferentes: cientos de
reyes, miles de geógrafos,
etc.
XVII. La pérdida de la
inocencia
Resumen. Las personas mayores piensan ocupar mucho
espacio sobre la Tierra, pero realmente no es así. De
hecho, el Principito, al llegar a la Tierra no vio a nadie.
Apareció entonces una serpiente que le informó de
que se encontraba en el desierto. En el desierto no hay hombres,
se está un poco solo. También se está solo
con los hombres, añadió la serpiente. La serpiente
es pequeña como un dedo pero poderosa como el dedo de un
rey: puede volver a la tierra todo lo que toca. Pero no al
Principito ya que es puro y viene de una estrella. La serpiente
habla en enigmas. Pero los resuelve todos.
XVIII. El respeto
Resumen. El Principito atravesó el desierto y lo
único que encontró fue una flor con sólo
tres pétalos, una flor de nada, a la que el Principito le
preguntó por los hombres.
—¿Los hombres? Existen, creo, seis o siete.
Los vi hace años. Pero nunca se sabe donde encontrarlos.
El viento los mueve. Carecen de raíces.
XIX. La vaciedad interior
Resumen. El Principito subió a una montaña
elevada con la intención de ver desde allí todo el
planeta y todos los hombres, pero lo único que vio fue
agujas de rocas bien
afiladas. Comenzó a hablar pero sólo
respondía el eco, repitiendo lo que él
decía. «¡Qué planeta tan curioso!
pensó entonces. Está todo seco, todo puntiagudo,
todo salado. Y los hombres carecen de imaginación. Repiten
lo que se les dice… En mi casa yo tenía una flor:
ella hablaba siempre la primera…».
XX. Acostumbramiento y
devaluación
Resumen. Tras haber pasado por multitud de dificultades
encontró un camino que le condujo hasta un jardín
de rosas
idénticas a la suya. En ese momento descubrió que
su rosa no era única en el universo, sino
una rosa más, una rosa ordinaria. Entonces cayó en
la cuenta de que con una rosa ordinaria y tres pequeños
volcanes (uno quizá extinguido para siempre), no se
podía considerar un gran príncipe.
Y, tendido en la hierba, lloró.
XXI
Resumen. Fue entonces cuando apareció el zorro.
El Principito estaba muy triste, y quiso jugar. El zorro no
estaba domesticado, por eso no podía jugar. Domesticar
significa "crear
lazos". Cuando dos personas crean lazos, tienen
necesidad el uno del otro y son el uno para el
otro absolutamente únicos. Antes de crear lazos,
el uno es para el otro uno más, uno del montón. La
vida resulta así monótona, un poco aburrida, ya que
los demás son todos iguales. Por el contrario, cuando se
crean lazos la vida se ilumina, se llena de colorido. Por eso el
zorro quiere ser domesticado. El Principito piensa que no tiene
tiempo para eso: ha de descubrir muchos amigos y conocer muchas
cosas. Pero el zorro le explica que sólo se conoce lo que
se domestica:
—Si quieres un amigo, domestícame. El
Principito volvió al día siguiente y el zorro le
explicó que hubiera sido preferible volver a la misma
hora: así la llegada es esperada, se prepara el corazón.
Se instaura un rito. Los ritos hacen que un día sea
distinto de otros, y una hora distinta de otras horas. El
Principito domesticó al zorro. Cuando llegó la hora
de despedirse, el Principito fue a ver a las rosas. La
relación con el zorro le había hecho comprender por
qué su rosa era única en el mundo. Es el tiempo que
le ha dedicado lo que hace tan importante a su rosa, y eso mismo
lo hace responsable de ella. Por eso dice:
—Sois bellas, pero estáis
vacías.
No se puede morir por vosotras.
Al separarse, el zorro le regala un
secreto:
—Adiós, dijo el zorro. Este es mi secreto.
Es muy simple: sólo se ve bien con el corazón.
Lo esencial es invisible a los ojos.
XXII. La prisa y el ocio
Resumen.
—Buenos días, dijo el
Principito.
—Buenos días, dijo el
guardagujas.
—¿Qué haces aquí? dijo el
Principito.
—Clasifico los viajeros en paquetes de mil, dijo
el guardagujas.
Envío los trenes que los llevan, a veces hacia la
derecha a veces hacia la izquierda. Y un rápido iluminado,
rugiendo como el trueno, hizo temblar la cabina del
guardagujas.
—Tienen mucha prisa, dijo el Principito.
¿Qué buscan?
—El mismo hombre de la locomotora lo ignora, dijo
el guardagujas.
Y rugió, en sentido inverso, un segundo
rápido iluminado.
—¿Ya vuelven? preguntó el
Principito…
—No son los mismos, dijo el guardagujas. Es un
cambio.
—¿No estaban contentos donde
estaban?
—Nunca se está contento donde se
está, dijo el guardagujas.
Y rugió el trueno de un tercer rápido
iluminado.
—¿Persiguen a los primeros viajeros?
preguntó el
Principito.
—No persiguen absolutamente nada, dijo el
guardagujas.
Duermen ahí dentro, o bien bostezan.
Sólo los niños aplastan su nariz contra
los cristales.
—Sólo los niños saben lo que buscan,
dijo el Principito. Pierden tiempo por una muñeca de
trapo, y ella se vuelve importante, y si se la quitamos,
lloran…
—Tienen suerte, dijo el guardagujas.
XXIII. El trabajo y
la profesión
Resumen.
—Buenos días, dijo el
Principito.
—Buenos días, dijo el
comerciante.
Era un comerciante de pastillas perfeccionadas que
apagan la sed. Se toma una por semana y no se siente más
la necesidad de beber.
—¿Por qué vendes eso?, dijo el
Principito.
—Es una gran economía de tiempo,
dijo el comerciante.
Los expertos han hecho los cálculos. Se ahorran
cincuenta y tres minutos por semana.
—¿Y qué se hace con esos cincuenta y
tres?
—Se hace lo que se quiere… tuviera
cincuenta y tres minutos para gastar, se dijo el Principito, yo
pasearía tranquilamente hacia una
fuente…
XXIV
Resumen .Se encontraban en el octavo día de la
avería cuando el Principito narraba sus recuerdos. Al
piloto, consciente de que van a morir de sed, le parece absurdo
ocuparse de eso precisamente ahora. El Principito, por su parte,
piensa que es bueno haber tenido un amigo, aunque se vaya a
morir. El aviador piensa que el Principito no comprende la
situación, pero éste dice:
—Yo también tengo sed… busquemos un
pozo…
Es absurdo buscar un pozo en el desierto, no obstante se
pusieron en marcha. Al caer la noche vieron brillar las
estrellas.
El Principito no responde a las preguntas del aviador.
Está cansado, reconcentrado o en sí mismo, va
diciendo una serie de frases que el aviador no llega a
comprender, y que son como una revelación:
—El agua puede
ser buena también para el
corazón…
—Las estrellas son bellas, a causa de una flor que
no se ve…
—El desierto es bello. Lo que lo embellece es que
esconde un pozo en alguna parte…El aviador comprende esto
último. Él ama el desierto. Ahora comprende por
qué es bello. Y comprende también qué
hacía bella aquella casa de su infancia:
escondía un tesoro. Y entiende en ese momento todo lo que
ha ido diciéndole el Principito:
—Se trate de una casa, de las estrellas o del
desierto, lo que constituye su belleza es invisible. El
Principito, agotado, se durmió. El aviador lo tomó
en sus brazos y se puso en marcha contemplando ese tesoro y
meditando lo que había aprendido. Y, andando así,
descubrió el pozo al nacer el día.
XXV. Disposición para el
encuentro
Resumen. Los hombres se encierran en los rápidos
y se agitan apresuradamente pero realmente no saben lo que
buscan. Eso, dice el Principito, no vale la pena. El pozo que
encontraron parecía un pozo de aldea, pero allí no
había ninguna. El aviador creía soñar. Todo
estaba preparado. Daba la impresión de haber dormido y
haber sido despertado. El aviador sacó agua. El
Principito le pidió de ese agua y el
piloto comprendió qué es lo que el Principito
había buscado. Levantó el cubo hasta los labios. El
Principito bebió con los ojos cerrados. Todo era dulce
como una fiesta. Ese agua era algo muy distinto de un alimento.
Había nacido de la marcha bajo las estrellas, del canto de
la polea, del esfuerzo de sus brazos. Era buena para el
corazón, como un regalo. Los hombres de tu mundo cultivan
miles de rosas en un jardín, pero no encuentran lo que
buscan. Y, sin embargo, lo que buscan podría encontrarse
en una sola rosa o en un poco de agua. El Principito le recuerda
que le había prometido un bozal para el cordero y le pide
que se lo dibuje. Empiezan entonces a ver los otros dibujos: los
baobabs, el zorro,… El tono es dulce, alegre, como de
despedida. Por eso el aviador se da cuenta de que el Principito
tiene proyectos que
él ignora… Mañana será el aniversario
de la caída del Principito en la Tierra, cerca de
allí. El Principito se dirigía hacia ese punto
cuando encontró al aviador. Al comprender eso, el piloto
tuvo miedo, pero el Principito le dijo:
—Ahora tu debes trabajar. Debes volver a tu
máquina. Te espero aquí. Vuelve mañana
tarde…
XXVI. La segunda inocencia
Resumen. Al volver del trabajo, el aviador vio al
Principito sentado sobre un muro hablando con una serpiente
amarilla. Al oír ruido, la
serpiente se escabulló. El Principito dijo al
piloto:
—Me alegra que hayas encontrado
lo que faltaba a tu máquina.
Vas a poder volver a
tu casa.
Y añadió:
—Yo también vuelvo hoy a mi
casa…
La melancólica ternura que envuelve estos
momentos expresa claramente que está ocurriendo algo
extraordinario.
El Principito tiene miedo:
—Esta noche hará un año. Mi estrella
estará justo encima del lugar donde caí el
año pasado…
El Principito le hace un regalo de despedida:
—La gente tiene estrellas que no son las
mismas.
Para unos, que viajan, las estrellas son guías.
Para otros no son más que lucecitas. Para otros, que son
sabios, son problemas.
Para mi hombre de negocios eran oro. Pero todas esas estrellas se
callan. Tu tendrás estrellas como nadie
tiene…
—Cuando mires al cielo, por la noche, puesto que
yo viviré en una de ellas, puesto que yo reiré en
una de ellas, entonces será para ti como si rieran todas
las estrellas. Tú tendrás estrellas que saben
reír. Esa noche el Principito fue en busca de la
serpiente. El aviador le siguió. Sólo hubo un
relampagueó amarillo junto a su tobillo. Se quedó
inmóvil un instante. No gritó. Cayó
dulcemente como cae un árbol. Ni siquiera hizo ruido a causa
de la arena.
XXVII. Para conservar la
ilusión
Resumen. Hace seis años ya de aquella historia del Principito. El
aviador no la había contado hasta ahora. Está
preocupado porque olvidó añadir al bozal una correa
de cuero. Es posible que eso haya provocado que el cordero se
coma la flor. Seguramente el Principito tendrá cuidado y
cubrirá la flor con el globo de cristal, pero basta un
descuido. Y nada en el universo es igual
si en alguna parte, no sabemos dónde, un cordero que no
conocemos, se ha comido o no, una rosa… Y ninguna persona
mayor comprenderá jamás que eso tenga tanta
importancia.
Resumen realizado por
Raul Alfredo Mauricio Sanchez