Durante el s. XIX Gran Bretaña era el
único país totalmente industrializado. Pero antes
de la primera guerra
mundial, le surgieron importantes
competidores.
En 1914 los más poderosos eran EEUU, Alemania, y le
seguían Gran Bretaña y Francia. Las
potencias se habían repartido el resto del
mundo.
Causas de la guerra:
- El asesinato del archiduque Francisco Fernando.
- La rivalidad económica y política entre las
distintas naciones. - El proceso de
militarización, es decir la carrera armamentista entre
las naciones. - El intenso espíritu nacionalista.
Alianzas:
Las alianzas estaban conformadas de la siguiente forma;
Alemania y
Austria-Hungría; enfrentada con la Triple Entente formada
por Francia, Gran
Bretaña y Rusia.
La Guerra:
Al comienzo de la guerra en 1914 los bandos quedaron
configurados del siguiente modo, Alemania, Austria-Hungría
y el imperio Otomano, contra la Triple Entente. Más tarde
se incorporarían Japón e
Italia, a favor
de la Entente, y casi llegando al final de la guerra se
incorporaría EEUU.
Fue una guerra de trincheras, por lo tanto el avance era muy
lento, y el combate se desarrollaba cuerpo a cuerpo. Se desarrollo
tanto en el continente Europeo, como en el mar, como así
también en las colonias.
Alemania avanzó fuertemente logrando tomar la mayor
parte de Francia y amenazando a Gran Bretaña.
En 1917 el ingreso EEUU, a favor de la Triple Entente, y la
retirada del imperio Ruso, provocaron en la guerra un vuelco
total en contra de Alemania, que tuvo que empezar su retirada, lo
que le costo
territorio.
La guerra finalizó con el tratado de Versalles firmado
en 1918 por los participantes de la guerra.
Resumen de la Guerra:
La I Guerra Mundial
duró cuatro años, tres meses y catorce días.
El conflicto
representó un coste de 186.000 millones de dólares
para los países beligerantes. Las bajas en los combates
terrestres ascendieron a 37 millones, y casi diez millones de
personas pertenecientes a la población civil fallecieron indirectamente
a causa de la contienda.
A pesar de que todas las naciones confiaban en que los
acuerdos alcanzados después del conflicto
restablecerían la paz mundial sobre unas bases estables,
las condiciones impuestas promovieron un conflicto aún
más destructivo (que se inició en 1939 y que, no en
vano, fue denominado II Guerra
Mundial).
Los Imperios Centrales aceptaron los catorce puntos elaborados
por el presidente Wilson como fundamento del armisticio,
esperando que los aliados los adoptaran como referencia
básica en los tratados de
paz.
Sin embargo, la mayor parte de las potencias aliadas acudieron
a la Conferencia de
Paz de París (celebrada en Versalles) con la
determinación de obtener indemnizaciones en concepto de
reparaciones de guerra equivalentes al coste total de la misma y
de repartirse los territorios y posesiones de las naciones
derrotadas, además se le exigió a Alemania desarmar
sus ejércitos, desarmar sus industrias, y
entregar las colonias de África.
Luego de la Primera Guerra
Mundial, Europa sufre un
periodo de acomodamiento, económico y
sociopolítico. Alemania destruida y sin poder
económico y político posee un resentimiento en el
pueblo que facilita la expansión de las ideas socialistas,
nacionalistas, que algunos líderes como Hitler
aprovecharon.
En toda Europa surgieron
nuevos estados a raíz de la desintegración de las
monarquías.
El resentimiento de los estados perdedores, la
expansión del comunismo en
Europa y el surgimiento de líderes dio origen a
nacionalismos exacerbados, como el Franquismo, Comunismo,
Nazismo y el
Fascismo.
FRANQUISMO
Franquismo, denominación que reciben tanto el
periodo histórico durante el cual ejerció el
poder en
España
el general Francisco Franco (1936-1975), como el régimen
político establecido por éste y calificado
indistintamente como dictatorial o autoritario.
La sublevación militar que en julio de 1936
originó la Guerra Civil pretendió establecer una
significativa ruptura respecto del ordenamiento jurídico
propio de la II República. Los organismos gubernamentales
creados por los rebeldes fueron la Junta de Defensa Nacional
(julio-octubre de 1936), la Junta Técnica de Estado
(octubre de 1936-enero de 1938) y, finalmente, el primer gobierno
presidido por Franco.
El Nuevo Estado
instaurado sobre todo el territorio español a
raíz de la definitiva victoria franquista, obtenida en
abril de 1939, manifestó su carácter
antidemocrático por medio del ejercicio personal del
poder a cargo de Franco, la proscripción de partidos
políticos, así como la ausencia de la
división de poderes y de libertades. Todo ello ejercido
desde la peculiar ideología franquista, de marcado talante
antiliberal, anticomunista, nacionalsindicalista y
nacionalcatolicista, factores todos ellos apenas matizados
durante la segunda mitad de existencia del régimen, cuando
se hizo especial hincapié en el desarrollo
económico alejado de la autarquía inicial. El
corporativismo, expresado por medio de la llamada democracia
orgánica, fue el sistema
político aplicado durante los 39 años de ejercicio
del poder franquista. Los órganos depositarios de la
representatividad recayeron en el municipio, el sindicato
vertical y la familia. La
institucionalización del Nuevo Estado tuvo lugar a
través de las denominadas siete Leyes
Fundamentales, promulgadas desde marzo de 1938 (Fuero del
Trabajo), hasta enero de 1967 (Ley
Orgánica del Estado). Las otras cinco normas que
conformaron el falso constitucionalismo franquista fueron la
Ley
Constitutiva de las Cortes Españolas (julio de 1942), el
Fuero de los Españoles (julio de 1945), la Ley del
Referéndum Nacional (octubre de 1945), la Ley de
Sucesión a la Jefatura del Estado (julio de 1947) y la Ley
de Principios
Fundamentales del Movimiento
Nacional (mayo de 1958).
Durante la década de 1970, la crisis
energética internacional, los problemas
derivados de la situación del Sahara Español,
el incremento de las huelgas y de la oposición
antifranquista, así como del terrorismo,
pusieron de manifiesto el agotamiento del régimen, que
coincidía con el de su titular. El franquismo llegó
a su fin con el fallecimiento del propio Franco, en noviembre de
1975. El inicio del reinado de Juan Carlos I corrió parejo
a un nuevo periodo histórico y político, la
transición a la democracia,
que supuso el retorno español al constitucionalismo, al
parlamentarismo y al disfrute de las libertades.
Stalin (Iósiv Visariónovich
Dzhugachvili) (1879-1953), político
soviético de origen georgiano, moldeó los rasgos
que caracterizaron al régimen de la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas (URRS), Estado
del que fue su máximo dirigente (1929-1953), y
configuró más que ningún otro gobernante la
Europa posterior a la II Guerra Mundial.
Iósiv Visariónovich Dzhugachvili
(hacia 1910 adoptó el apodo de Stalin, en
español, ‘Acero’)
nació el 21 de diciembre de 1879, en Gori (Georgia). Sus
padres eran campesinos georgianos y no hablaban ruso, pero Stalin
fue obligado a aprenderlo cuando asistió a la escuela religiosa
de Gori (1888-1894), centro en el que obtuvo una beca para acudir
al seminario
ortodoxo de la capital
georgiana, Tbilisi.
El Revolucionario
Mientras estudiaba teología, Stalin
leyó, entre otras obras, Das Kapital (El Capital)
de Karl Marx y
pronto adoptó el marxismo ruso
como forma de pensamiento.
Fue expulsado del seminario en
diciembre de 1899, días antes de cumplir 20 años de
edad.
Se afilió al Partido Obrero
Socialdemócrata Ruso en 1899 y actuó como
propagandista entre los trabajadores de los ferrocarriles de
Tbilisi. La policía le detuvo en 1902. Arrestado en Batum,
estuvo más de un año en prisión antes de ser
exiliado a Siberia, de donde escapó en 1904. Fue la
primera de las ocho detenciones que sufrió bajo el
régimen zarista; la última se produjo en 1913 y
duró hasta 1917.
A su regreso de Siberia en 1904 Stalin se
casó con Yekaterina Svanidze, que murió en 1910. Su
segunda esposa, Nadezhda Alliluyeva, con la que había
contraído matrimonio en el
año 1919, se suicidó en 1932.
Durante los últimos años del
régimen zarista (1905-1917) Stalin apoyó siempre a
la facción bolchevique del partido, pero su
contribución fue más pragmática que
teórica. Así, en 1907, ayudó a organizar un
atraco a un banco de Tbilisi
para ‘expropiar’ sumas de dinero. Lenin
le nombró en 1912 miembro del Comité Central del
partido. Al año siguiente, editó, por poco tiempo, el
recién creado periódico
del partido, Pravda (Verdad) y, a petición
de Lenin, escribió su primera gran obra, El marxismo y la
cuestión nacional. Sin embargo, antes de que se
publicara (1914), fue deportado a Siberia.
Tras la revolución de marzo de 1917 (febrero
según el calendario juliano), Stalin regresó a San
Petersburgo, donde reanudó la publicación de
Pravda. Junto a Liev Kámenev, controló
las decisiones del partido en la capital antes del regreso de
Lenin en abril. Ambos propugnaron una política de
moderación y cooperación con el gobierno
provisional.
Su ascenso político
Dada su categoría de bolchevique
experto en nacionalismo,
Lenin le escogió como comisario del pueblo para las
Nacionalidades tras la revolución
de noviembre (octubre según el calendario juliano). Junto
a Yákov Mijáilovich Sverdlov y Liev Trotski,
asesoró a Lenin durante los primeros y difíciles
momentos de la guerra civil que siguió a la Revolución
Rusa. Stalin participó en esa guerra como comandante
en varios frentes. Reforzó su posición en el seno
del partido por su obstinado trabajo de organización y dedicación a las
tareas administrativas del mismo. Fue comisario del pueblo para
el Control del
Estado entre los años 1919 y 1923, y, lo más
importante, se convirtió en secretario general del partido
en 1922. Desde entonces surgieron las diferencias de
opinión con Lenin, el cual en su testamento
político aconsejó el cese como secretario general
de Stalin, por lo que éste ocultó dicho
documento.
El Dictador
Tras la muerte de Lenin, Stalin se unió a
Grígori Zinóviev y a Kámenev para, los tres
juntos, gobernar el país. Con esos aliados temporales,
Stalin actuó contra su gran rival Trotski, principal
candidato para suceder a Lenin y cuya teoría
de la revolución permanente contrastaba con la
opinión del triunvirato que defendía ‘la
construcción del socialismo en un
sólo país’. Una vez eliminada la amenaza de
Trotski, Stalin giró de nuevo, alineándose con
Nikolái Bujarin y Alexéi Ivánovich
Ríkov en contra de sus antiguos compañeros. En
respuesta, Trotski, Zinóviev y Kámenev desafiaron
la autoridad de
Stalin al considerase como la ‘oposición de
izquierdas’. Stalin venció a todos sus rivales
gracias a una hábil manipulación y
utilización de los órganos del partido y del
Estado, y en 1929, ya había consolidado su posición
como reconocido sucesor de Lenin y reforzado su poder como
líder
único de la Unión Soviética.
Ante el descenso de la productividad
agraria a finales de la década de 1920, Stalin
reaccionó con el abandono de la NEP (Nueva Política
Económica) y el inicio en 1929 de un programa de
colectivización acelerada, dirigida contra los
kulaks (campesinos propietarios). Millones de
kulaks fueron deportados y miles de ellos murieron durante
la aplicación de esta política que fue
especialmente dura en regiones como Ucrania. El proceso de
industrialización desarrollado durante la década de
1930 tuvo mucho más éxito.
Elevó a la atrasada URSS al nivel de otras potencias
industriales.
A mediados de la década de 1930
Stalin inició una gran campaña de terror
político. Las purgas, los arrestos y las deportaciones a
los campos de trabajo afectaron a gran parte de la población de la URSS. Sus antiguos rivales,
Zinóviev, Kámenev y Bujarin admitieron durante una
serie de juicios multitudinarios y con muy pocas garantías
las acusaciones de crímenes contra el Estado y
fueron condenados a muerte. Un
número indeterminado de dirigentes del partido y del
Ejército desaparecieron durante este periodo, lo que
despejó el camino a una nueva generación en la que
se encontraban futuros dirigentes como Nikita Jruschov y Leonid
Brezhnev. La dictadura del
proletariado se había convertido en la dictadura de
la burocracia del
Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y
del propio Stalin; el temor inspirado por la policía
secreta política formaba parte esencial del
régimen.
El líder
durante la guerra
Pese al Pacto Germano-soviético de 1939,
las tropas alemanas invadieron la Unión Soviética
en junio de 1941 durante la II Guerra Mundial. El
Ejército soviético (el Ejército Rojo) se
encontraba muy debilitado por las purgas políticas
de la década de 1930. Stalin dirigió personalmente
la guerra contra la Alemania nazi y, tras la victoria
soviética en la batalla de Stalingrado, se
convirtió en uno de los líderes mundiales.
Stalin participó en las conferencias de
Teherán (1943), Yalta (1945) y Potsdam (1945), en las que
logró el reconocimiento internacional de una esfera de
influencia soviética en la Europa del Este. Acabada la
guerra, extendió el dominio comunista
sobre la mayor parte de los países liberados por el
Ejército soviético, en los que se establecieron las
denominadas democracias populares, uno de los elementos que
propició el inicio de la Guerra
fría. En enero de 1953 ordenó la
detención de numerosos doctores en medicina de
Moscú, principalmente judíos, acusándoles de
asesinatos médicos y de conspiración contra
el Estado. El
llamado ‘complot de las blusas blancas’
parecía presagiar una nueva purga, que sólo
evitó el repentino fallecimiento de Stalin el 5 de marzo
de 1953 en Moscú.
Valoración
Stalin ha pasado de ser considerado un
mito del
socialismo
internacional a estar incluido en la nómina
de dictadores irracionales del siglo XX. No en vano se conoce
como estalinismo al régimen político caracterizado
por el rígido autoritarismo comunista. Tres años
después de su muerte, el XX Congreso del PCUS
denunció a Stalin y comenzó el denominado proceso
de desestalinización.
Nacionalsocialismo, también conocido como
nazismo, movimiento
político alemán que se constituyó en 1920
con la creación del Partido Nacionalsocialista
Alemán del Trabajo (Nationalsozialistiche Deutsche
Arbeiter-Partei, NSDAP), llamado habitualmente partido nazi.
Su apogeo culminó con la proclamación del III
Reich, el régimen totalitario alemán presidido
entre 1933 y 1945 por Adolf Hitler,
responsable del inicio de la II Guerra Mundial y causante
del Holocausto.
Surgimiento y ascenso del Nazismo
El nacionalsocialismo tenía muchos puntos en
común con el fascismo. No
obstante, sus raíces eran típicamente alemanas: el
autoritarismo y la expansión militar propios de la
herencia
prusiana; la tradición romántica alemana que se
oponía al racionalismo,
al liberalismo y
a la democracia; diversas doctrinas racistas según las
cuales los pueblos nórdicos —los llamados arios
puros— no sólo eran físicamente superiores a
otras razas, sino que también lo eran su cultura y
moral;
así como determinadas doctrinas filosóficas,
especialmente las del alemán Friedrich Nietzsche, que
idealizaban al Estado o exaltaban el culto a los individuos
superiores, a los que se eximía de acatar las limitaciones
convencionales.
Entre los teóricos y planificadores
del nacionalsocialismo se encontraba el experto en geopolítica y general alemán Karl
Ernst Haushofer, que ejerció una gran influencia en la
política exterior de Alemania. Alfred Rosenberg, editor y
miembro del partido nazi, formuló las teorías
raciales basándose en la obra del escritor
angloalemán Houston Stewart Chamberlain. El financiero
Hjalmar Schacht se encargó de elaborar y poner en
práctica gran parte de la política
económica y bancaria, y Albert Speer, arquitecto y uno
de los principales dirigentes del partido,
desempeñó una labor fundamental supervisando la
situación económica en el periodo previo a la II
Guerra Mundial.
Las repercusiones de la I Guerra Mundial
El origen inmediato del nacionalsocialismo debe
buscarse en las consecuencias de la derrota alemana en la
I Guerra Mundial (1914-1918). De acuerdo con los
términos del Tratado de Versalles (1919), Alemania era la
única responsable del conflicto, por lo que fue despojada
de su imperio colonial y de importantes territorios en el
continente, como Alsacia y Lorena, y obligada a pagar onerosas
reparaciones de guerra. La vida política y
económica alemana se vio gravemente afectada a causa de
las condiciones de este acuerdo. La elevada inflación, que
alcanzó un punto crítico en 1923, casi acabó
con la clase media alemana, y muchos de sus miembros,
empobrecidos y sin esperanzas, se comenzaron a sentir
atraídos por los grupos
políticos radicales que surgieron en la posguerra. Pocos
años después de que se hubiera alcanzado un cierto
grado de progreso y estabilidad económica, la crisis
económica mundial que comenzó en 1929 sumió
a Alemania en una depresión
que parecía irremediable. La República de Weimar,
régimen instaurado en Alemania tras la disolución
del II Reich (II Imperio Alemán) al finalizar la guerra,
se vio sometida a crecientes ataques tanto de la derecha como de
la izquierda durante estos años y no fue capaz de
solucionar eficazmente la desesperada situación del
país. Hacia 1933, muchos votantes alemanes apoyaron a
alguno de los dos principales partidos totalitarios, el Partido
Comunista Alemán (KPD) y el NSDAP.
El partido nacionalsocialista
El NSDAP tuvo su origen en el Partido
Obrero Alemán, fundado en Munich en 1919. Cuando Adolf Hitler se
unió a él en ese mismo año, la
agrupación contaba con unos 25 militantes, de los cuales
sólo seis participaban en debates y conferencias. Hitler se
convirtió en el líder de la formación poco
después de afiliarse a ella. Durante el primer mitin del
Partido Obrero Alemán, celebrado en Munich el 24 de
febrero de 1920, Hitler leyó el programa del
partido, elaborado en parte por él; constaba de 25 puntos
en los que se combinaban desmesuradas demandas nacionalistas con
doctrinas racistas y antisemitas; en el punto vigésimo
quinto se establecía lo siguiente como condición
indispensable para el cumplimiento de los objetivos
previstos: "Frente a la sociedad moderna,
un coloso con pies de barro, estableceremos un sistema
centralizado sin precedentes, en el que todos los poderes
quedarán en manos del Estado. Redactaremos una constitución jerárquica, que
regirá de forma mecánica todos los movimientos de los
individuos".
Hitler, el líder supremo
Poco después del mitin de febrero de
1920, el Partido Obrero Alemán pasó a denominarse
Partido Nacionalsocialista Alemán del Trabajo. Esta nueva
organización se fue desarrollando poco a
poco, especialmente en Baviera. Sus miembros estaban convencidos
del valor de la
violencia como
medio para alcanzar sus fines, por lo que no tardaron en crear
las Sturm Abteilung (‘sección de
asalto’) o SA, una fuerza que se
encargó de proteger las reuniones del partido, provocar
disturbios en los mítines de los demócratas
liberales, socialistas, comunistas y sindicalistas, y perseguir a
los judíos, sobre todo a los comerciantes. Estas
actividades fueron realizadas con la colaboración de
algunos de los oficiales del Ejército, labor en la que
destacó particularmente el creador de las SA, Ernst
Röhm.
Hitler fue elegido presidente con poderes
ilimitados del partido en 1921. Ese mismo año, el
movimiento adoptó como emblema una bandera con fondo rojo
en cuyo centro había un círculo blanco con una cruz
esvástica negra. En diciembre de 1920, Hitler había
fundado el
periódico Völkischer Beobachter, que
pasó a ser el diario oficial de la
organización. A medida que fue aumentando la
influencia del KPD, fundado en 1919, el objetivo
principal de la propaganda
nacionalsocialista fue la denuncia del bolchevismo, al que
consideraban una conspiración internacional de financieros
judíos. Asimismo, proclamaron su desprecio por la
democracia e hicieron campaña en favor de un
régimen dictatorial.
El 8 de noviembre de 1923, Hitler,
con 600 soldados de asalto, se dirigió a una
cervecería de Munich en la que Gustav von Kahr, gobernador
de Baviera que en octubre se había proclamado comisario
general con poderes dictatoriales, estaba pronunciando un
discurso.
Apresó a Von Kahr y sus colaboradores y, alentado por el
general Erich Ludendorff, declaró la formación de
un nuevo gobierno nacional en nombre de Von Kahr. Éste,
tras simular aceptar el cargo de regente de Baviera que Hitler le
otorgó, fue liberado poco después y tomó
medidas contra Hitler y Ludendorff. El líder nazi y sus
compañeros consiguieron huir el 9 de noviembre
después de un pequeño altercado con la
policía de Munich, de manera que el llamado putsch
de Munich (o de la cervecería) fracasó. Hitler y
Ludendorff fueron arrestados posteriormente. Este último
fue absuelto, pero Hitler resultó condenado a cinco
años de prisión y el partido fue ilegalizado.
Durante su encarcelamiento, Hitler dictó Mein Kampf
(Mi lucha) a su secretario personal, Rudolf
Hess. Esta obra, cuyo ideario antisemita sería más
tarde desarrollado por su propio autor, era una
declaración de la doctrina nacionalsocialista, que
contenía además técnicas
de propaganda y
planes para la conquista de Alemania y, más tarde, de
Europa. Mein Kampf se convirtió en el fundamento
ideológico del nacionalsocialismo algunos años
después.
Hitler fue puesto en libertad antes
de un año. El partido nazi se hallaba prácticamente
disuelto, debido en gran medida a que la mejora de las
condiciones políticas
del país había generado una atmósfera más
propicia para las organizaciones
políticas moderadas. Durante los años siguientes,
Hitler consiguió reorganizar el partido con la ayuda de un
reducido número de colaboradores leales. Se
autoproclamó Führer (‘jefe’) del
partido en 1926 y organizó un cuerpo armado de unidades
defensivas, las Schutz-Staffel o SS, para vigilar y
controlar al partido y a su rama paramilitar, las SA. Cuando
comenzó la crisis económica mundial de 1929,
Alemania dejó de recibir el flujo de capital extranjero,
disminuyó el volumen del
comercio exterior
del país, el ritmo de crecimiento de la industria
alemana se ralentizó, aumentó enormemente el
desempleo y
bajaron los precios de los
productos
agrícolas. A medida que se agravaba la depresión,
la situación se mostraba cada vez más propicia para
una rebelión. Fritz Thyssen, presidente de un grupo
empresarial del sector del acero, y otros
capitalistas entregaron grandes cantidades de dinero al
NSDAP. No obstante, numerosos empresarios alemanes manifestaron
su firme rechazo a este movimiento.
El Partido
Nacionalsocialista en el Reichstag
El NSDAP ganó apoyo rápidamente
y reclutó en sus filas a miles de funcionarios
públicos despedidos, comerciantes y pequeños
empresarios arruinados, agricultores empobrecidos, trabajadores
decepcionados con los partidos de izquierdas y a multitud de
jóvenes frustrados y resentidos que habían crecido
en los años de la posguerra y no tenían ninguna
esperanza de llegar a alcanzar cierta estabilidad
económica. En las elecciones al Reichstag (cámara
baja del Parlamento alemán) de 1930 los nazis obtuvieron
casi 6,5 millones de votos (más del 18% de los votos
totales emitidos), lo que suponía un gran ascenso en
comparación con los 800.000 votos (aproximadamente un
2,5%) obtenidos en 1928. Los 107 escaños alcanzados en
estas elecciones les convirtieron en el segundo partido del
Reichstag, después del Partido Socialdemócrata
Alemán (SPD), que ganó 143 escaños. El KPD,
con 4,6 millones de votos, también logró un
considerable avance con la obtención de 77
escaños.
El partido nazi rentabilizó al
máximo el agravamiento de la depresión
económica (conocida internacionalmente como la Gran
Depresión) entre 1929 y 1932. Los esfuerzos desesperados
del canciller Heinrich Brüning por salvar la
república democrática mediante decretos de
emergencia no consiguieron frenar el creciente desempleo. Por el
contrario, la ineficacia de su administración socavó la escasa fe
de la población alemana en la democracia parlamentaria.
Así pues, Hitler obtuvo un elevado número de votos
en las elecciones presidenciales de 1932, aunque la victoria
final fue para Paul von Hindenburg.
En las elecciones al Reichstag
celebradas en julio de 1932, el NSDAP recibió 13,7
millones de votos y consiguió 230 escaños de un
total de 670. Se había convertido en el partido más
fuerte, aunque no contaban aún con la mayoría
absoluta, y el presidente Hindenburg ofreció a los
nacionalsocialistas ingresar en un gobierno de coalición.
Hitler rechazó esta propuesta y reclamó gobernar en
solitario. Se disolvió el Reichstag y el NSDAP obtuvo
únicamente 11,7 millones de votos (196 escaños) en
las elecciones que se convocaron en noviembre para elegir una
nueva asamblea. El SPD y el KPD obtuvieron en total más de
13 millones de votos, lo que les reportó 221
escaños; sin embargo, puesto que estos grupos eran
rivales, los nazis, a pesar de su retroceso electoral,
continuaron siendo la fuerza
mayoritaria en el Reichstag. Hitler volvió a
negarse a participar en un gobierno de coalición y la
asamblea legislativa alemana se disolvió por segunda vez.
Hindenburg finalmente nombró a Hitler canciller el 30 de
enero de 1933, aconsejado por quien desempeñaba ese cargo
hasta entonces, el dirigente del partido católico del
Centro, Franz von Papen. A partir de este momento se
inició la creación del Estado nacionalsocialista
instituido bajo un sistema de partido único.
A finales de febrero, cuando estaba a punto
de concluir la campaña de las nuevas elecciones al
Reichstag, el edificio que albergaba al parlamento fue
destruido por un incendio y se sospechó que este acto
había sido provocado. Los nazis culparon a los comunistas
y utilizaron este incidente como un pretexto para reprimir a los
miembros del KPD con una brutal violencia; la
misma suerte corrió posteriormente el SPD. Ningún
partido ofreció una resistencia
organizada. Finalmente, todas las demás agrupaciones
políticas fueron ilegalizadas, se consideró un
delito la
formación de nuevos partidos, y los nacionalsocialistas
pasaron a ser la única organización política
legal. Por la Ley de Poderes Especiales del 23 de marzo de 1933,
todas las facultades legislativas del Reichstag fueron
transferidas al gabinete. Este decreto otorgó a Hitler
poderes dictatoriales por un periodo de cuatro años y
representó el final de la República de Weimar. El 1
diciembre de 1933 se aprobó una ley por la cual el partido
nazi quedaba indisolublemente ligado al Estado.
La Organización del
Partido a partir de 1933
Desde ese momento, el partido se
convirtió en el principal instrumento del control
totalitario del Estado y de la sociedad alemana.
Los nazis leales no tardaron en ocupar la mayoría de los
altos cargos del gobierno a escala nacional,
regional y local. Los miembros del partido de sangre alemana
pura, mayores de dieciocho años, juraron lealtad al
Führer y, de acuerdo con la legislación del
recién instituido III Reich, sólo debían
responder de sus acciones ante
tribunales especiales del partido. En principio, la pertenencia a
esta agrupación era voluntaria; millones de ciudadanos
deseaban afiliarse, pero muchos otros fueron obligados a ingresar
en ella contra su voluntad. Era preciso ser miembro del partido
para ocupar un puesto en la administración
pública. Se estima que el número de afiliados
llegó a alcanzar los 7 millones en el momento de mayor
auge.
La principal organización auxiliar del
partido nazi eran las SA, designadas oficialmente como garantes
de la revolución nacionalsocialista y vanguardia del
nacionalsocialismo. Obtuvieron por la fuerza grandes cantidades
de dinero de los trabajadores y campesinos alemanes a
través de sus recaudaciones anuales de las contribuciones
de invierno para los pobres; se encargaron de la formación
de los miembros del partido menores de diecisiete años;
participaron en la
organización de un pogromo contra los judíos en
1938 (causante de la denominada Noche de los cristales rotos);
adoctrinaron a los oficiales asignados a las fuerzas terrestres
del Ejército alemán y dirigieron a las fuerzas de
defensa nacional del Reich durante la II Guerra
Mundial.
Otra importante formación del partido eran
las SS, que organizaron divisiones especiales de combate para
apoyar al Ejército regular en los momentos críticos
de la contienda. Este cuerpo, junto con el
Sicherheitsdienst (Servicio de
Seguridad o SD),
la oficina de
espionaje del partido y del Reich, controló el partido
nazi durante los últimos años de la guerra. El SD
se encargó del funcionamiento de los campos de
concentración, creados para retener a las víctimas
del terrorismo
nazi, y desempeñó un importante papel durante
la etapa del conflicto bélico al permitir a Hitler
controlar a las Fuerzas Armadas desde el Estado Mayor. Otra
sección importante del partido eran las Hitler
Jugend (Juventudes Hitlerianas), que formaban a
jóvenes entre los 14 y los 17 años de edad para
convertirlos en miembros de las SA, las SS o del partido. La
Auslandorganisation (Organización para Asuntos
Exteriores) se ocupaba de la propaganda nazi y creó,
financió y dirigió las agrupaciones
nacionalsocialistas de Alemania y de la población alemana
residente en el extranjero.
La reorganización de la
sociedad alemana
Hitler comenzó a crear un Estado
nacionalsocialista eliminando la oposición de las clases
trabajadoras y de todos los demócratas. El juicio del
incendio del Reichstag sirvió como pretexto no sólo
para suprimir al KPD y al SPD, sino para abrogar todos los
derechos
constitucionales y civiles y crear campos de concentración
para confinar a las víctimas del terror
nacionalsocialista.
1) La Gestapo
La Geheime Staatspolizei (Policía
Secreta del Estado), conocida como Gestapo, fue fundada en 1933
para reprimir la oposición al régimen de Hitler.
Cuando se incorporó al aparato del Estado en 1936, se la
declaró exenta de someterse a las restricciones que
imponía la ley, y sólo debía responder de
sus actos ante su jefe, Heinrich Himmler, y ante el propio
Hitler.
2) Centralización y
coordinación
Desde 1933 hasta 1935, la estructura
democrática de Alemania fue sustituida por la de un Estado
completamente centralizado. La autonomía de la que
anteriormente habían disfrutado las autoridades
provinciales quedó abolida; estos gobiernos regionales
quedaron transformados en instrumentos de la
administración central y fueron estrictamente
controlados. El Reichstag desempeñaba un papel
meramente formal, una vez desposeído de su carácter
legislativo. A través de un proceso de coordinación (Gleichschaltung),
todas las organizaciones
empresariales, sindicales y agrícolas, así como
la
educación y la cultura,
quedaron supeditadas a la dirección del partido. Las doctrinas
nacionalsocialistas se infiltraron incluso en la Iglesia
protestante. Se promulgó una legislación especial
por la cual los judíos quedaron excluidos de la
protección de la ley.
3) La economía y la purga
de 1934
El desempleo fue el problema más
transcendente al que tuvo que hacer frente Hitler al asumir el
poder. La industria
alemana producía en esos momentos aproximadamente a un 58%
de su capacidad. Se estima que el número de desempleados
de Alemania oscilaba entre los 6 y los 7 millones. Miles de ellos
eran miembros del partido que esperaban que Hitler aplicara las
promesas anticapitalistas expuestas en la propaganda nazi,
acabara con los monopolios y asociaciones de industriales y
reactivara la industria mediante la creación de un gran
número de pequeñas empresas. Los
miembros del partido reclamaban una segunda revolución.
Las SA, dirigidas por Ernst Röhm, asumieron el control de
las Fuerzas Armadas como parte del nuevo programa. Hitler tuvo
que elegir entre un régimen nacionalsocialista sustentado
por las masas o una alianza con los industriales del país
y el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas y eligió esta
última opción.
El 30 de junio de 1934, en la
posteriormente denominada Noche de los cuchillos largos, el
Führer ordenó a las SS eliminar a diversos
miembros de las SA, un grupo que
podía instigar una rebelión en el Ejército,
en opinión de Hitler. Fueron asesinados varios
líderes de las SA y del partido, entre ellos Röhm y
decenas de sus seguidores, muchos de los cuales no eran
contrarios a la política de Hitler. También se
incluyó en la purga a otros enemigos del régimen,
como el general Kurt von Schleicher, y a algunos
monárquicos que defendían la restauración de
la dinastía Hohenzollern.
La supresión de los partidos de
la oposición y las cruentas depuraciones de los contrarios
al nuevo régimen no consiguieron resolver el problema del
desempleo. Para ello era necesario que Hitler reactivara la
economía
alemana. Su solución fue crear un nuevo orden, cuyas
premisas principales eran las siguientes: el aprovechamiento
pleno y rentable de la industria alemana sólo
podría alcanzarse restableciendo la posición
preeminente del país en la economía, industria y
finanzas
mundiales; era preciso recuperar el acceso a las materias primas
de las que Alemania había sido privada tras la
I Guerra Mundial y controlar otros recursos
necesarios; debía construirse una flota mercante adecuada
y modernos sistemas de
transporte
ferroviario, aéreo y motorizado; asimismo había que
reestructurar el sector industrial para obtener la mayor productividad y
rentabilidad
posible.
Todo ello requería la
supresión de las restricciones económicas y
políticas impuestas por el Tratado de Versalles, lo que
provocaría una guerra. Por tanto, era preciso reorganizar
la economía a partir del modelo de una
economía de guerra. Alemania debía alcanzar una
completa autosuficiencia en lo referente a las materias primas
estratégicas, creando sustitutos sintéticos de
aquellos materiales de
los que carecía y que no podrían adquirirse en el
extranjero. El suministro de alimentos quedaba
asegurado a través del desarrollo
controlado de la agricultura.
En segundo lugar, había que eliminar los obstáculos
que impidieran la ejecución de este plan, esto es,
imposibilitar la lucha de los trabajadores para mejorar sus
condiciones anulando la acción de los sindicatos y
sus organizaciones filiales.
Los Sindicatos
El nuevo orden supuso la ilegalización
de los sindicatos y las cooperativas y
la confiscación de sus posesiones y recursos
financieros, la supresión de las negociaciones colectivas
entre trabajadores y empresarios, la prohibición de las
huelgas y los cierres patronales, y la exigencia a los
trabajadores alemanes de pertenecer de forma obligatoria al
Deutsche Arbeitsfront (Frente Alemán del Trabajo o
DAF), una organización sindical nacionalsocialista
controlada por el Estado. Los salarios fueron
fijados por el Ministerio de Economía Nacional. Los
funcionarios del gobierno, denominados síndicos laborales,
designados por el Ministerio de Economía Nacional, se
encargaron de todos los asuntos relativos a los salarios, la
jornada y las condiciones laborales.
Las asociaciones comerciales de empresarios e
industriales de la República de Weimar fueron
transformadas en organismos controlados por el Estado, a los que
los patrones debían estar afiliados obligatoriamente. La
supervisión de estos organismos
quedó bajo la jurisdicción del Ministerio de
Economía Nacional, al que se le habían conferido
poderes para reconocer a las organizaciones comerciales como las
únicas representantes de los respectivos sectores de la
industria, crear nuevas asociaciones, disolver o fusionar las
existentes y designar y convocar a los líderes de estas
entidades. El Ministerio de Economía Nacional
favoreció la expansión de las asociaciones de
fabricantes e integró en cárteles a industrias
enteras gracias a sus nuevas atribuciones y al margen de
acción que permitía la legislación.
Asimismo, se coordinó la actividad de los bancos, se
respetó el derecho a la propiedad
privada y se reprivatizaron empresas que
habían sido nacionalizadas anteriormente. El
régimen de Hitler consiguió eliminar la competencia por
medio de estas medidas. Por último, el nuevo orden
implantó el dominio
económico de cuatro bancos y un
número relativamente reducido de grandes grupos de
empresas, entre los que se encontraba el gran imperio de
fábricas de armamento y de acero de la familia Krupp y
la I. G. Farben, que producía colorantes, caucho
sintético y petróleo,
y controlaba a casi 400 empresas. Algunas de estas
fábricas emplearían como mano de obra forzosa a
miles de prisioneros de guerra y a ciudadanos de los
países que iban siendo conquistados. Los cárteles
también suministraron materiales
para el exterminio sistemático y científico
realizado por el régimen nacionalsocialista de millones de
judíos, polacos, rusos y otros pueblos o grupos.
Las trágicas
repercusiones del Nazismo
La creación del nuevo orden
permitió a los nacionalsocialistas resolver el desempleo,
proporcionar un nivel de vida aceptable a los trabajadores y
campesinos alemanes, enriquecer al grupo de la elite del Estado,
la industria y las finanzas y
crear una espectacular maquinaria de guerra. A medida que se
erigía el nuevo orden en Alemania, los nazis avanzaban
política y diplomáticamente en la creación
de la Gran Alemania. La política exterior de Hitler
representó un oscuro capítulo de la historia cuyos
acontecimientos más relevantes fueron la
remilitarización de Renania (1936); la formación
del Eje Roma-Berlín (1936); la intervención
en la Guerra Civil española (1936-1939) en apoyo de las
tropas del general Francisco Franco; la Anschluss
(‘unión’) de Austria (1938); la
desintegración del Estado checoslovaco (1939), tras ocupar
un año antes los Sudetes, región con numerosa
población alemana; la negociación de un pacto de no
agresión con la Unión Soviética (el
denominado Pacto Germano-soviético), que contenía
un acuerdo secreto para el reparto de Polonia; y, como
consecuencia de esta cláusula, la inmediata
invasión del territorio polaco el 1 de septiembre de 1939,
acción que dio inicio a la II Guerra Mundial.
Hitler se jactaba de que el
nacionalsocialismo había resuelto los problemas de
la sociedad alemana y perduraría durante miles de
años. El nacionalsocialismo solucionó algunos
conflictos
ante los que la República de Weimar se mostró
impotente y transformó a la débil república
en un Estado industrial y políticamente poderoso. Pero
esta reconstrucción condujo a la II Guerra Mundial,
el enfrentamiento bélico más cruento y destructivo
de la historia de la
humanidad, del que Alemania salió derrotada, dividida y
empobrecida. También hay que añadir al precio de esta
empresa el
sufrimiento del pueblo alemán durante el gobierno de
Hitler y después de su muerte. El aspecto más
trágico del nacionalsocialismo fue el asesinato
sistemático de 6 millones de judíos.
Tras el final de la II Guerra
Mundial, e incluso después de que tuvieran lugar los
juicios por crímenes de guerra seguidos fundamentalmente
en la ciudad de Nuremberg, continuó existiendo un
pequeño movimiento neonazi en la República Federal
de Alemania, que adquirió cierta popularidad tras la
reunificación alemana de 1990, formado por jóvenes
descontentos que han elegido como blanco de sus actos violentos a
ciudadanos judíos, negros, homosexuales y de otros grupos.
También han surgido organizaciones neonazis en distintos
países europeos y americanos.
Fascismo, forma de totalitarismo del siglo XX
que pretende la estricta reglamentación de la existencia
nacional e individual de acuerdo con ideales nacionalistas y a
menudo militaristas; los intereses contrapuestos se resuelven
mediante la total subordinación al servicio del
Estado y una lealtad incondicional a su líder. En
contraste con los totalitarismos de izquierdas identificados con
el comunismo, el fascismo basa sus ideas y formas en el
conservadurismo extremo. Los regímenes fascistas se
parecen a menudo a dictaduras —y a veces se transforman en
ellas—, a gobiernos militares o a tiranías
autoritarias, pero el fascismo en sí mismo se distingue de
cualquiera de estos regímenes por ser de forma concentrada
un movimiento político y una doctrina sustentados por
partidos
políticos al margen del poder.
El fascismo hace hincapié en el nacionalismo,
pero su llamamiento ha sido internacional. Surgió con
fuerza por primera vez en distintos países entre 1919 y
1945, sobre todo en Italia, Alemania
y España.
En un sentido estricto, la palabra fascismo se aplica para
referirse sólo al partido italiano que, en su origen, lo
acuñó, pero se ha extendido para aplicarse a
cualquier ideología política comparable. Del
mismo modo, Japón
soportó durante la década de 1930 un régimen
militarista que presentaba fuertes características fascistas. Los
regímenes fascistas también existieron en periodos
variables de
tiempo en
muchos otros países. Incluso democracias liberales como
las de Francia e Inglaterra
tuvieron movimientos fascistas importantes durante las
décadas de 1920 y 1930. Después de la derrota de
las potencias del Eje Roma-Berlín-Tokyo en la II Guerra
Mundial, el fascismo sufrió un largo eclipse, pero en los
últimos tiempos ha reaparecido de forma más o menos
abierta en las actuales democracias occidentales, sobre todo en
Francia y en Italia.
Las Doctrinas Fascistas
Antes de la I Guerra Mundial, algunos
escritores, entre ellos el famoso poeta italiano Gabriele
D’Annunzio, y los pensadores franceses Georges Sorel,
Maurice Barrès, Charles Maurras y el conde Joseph de
Gobineau, expresaron ideas fascistas. Todos ellos se opusieron a
los valores de
la
Ilustración de individualismo, democracia y racionalismo
secular; y, en conjunto, sus ideas han sido presentadas como una
reacción a estos valores que
fueron representados por la Revolución
Francesa. El libro italiano
Fascisti respondió a los ideales revolucionarios de
"libertad,
igualdad,
fraternidad" con la exhortación "¡Creer!
¡Obedecer! ¡Combatir!" En general, veneraban la
fuerza: la heroica voluntad del gran líder, la fuerza
vital del Estado, la mística de los uniformes y
formaciones paramilitares, y la utilización no contenida
de la violencia para afianzar y fomentar el poder
político. La filosofía de Friedrich Nietzsche,
manipulada de forma artera por la mayoría de los
fascistas, facilitó ideas y consignas poderosas al
fascismo, sobre todo ‘el triunfo de la voluntad’ y el
símbolo ‘del superhombre’. Algunos fascistas
recurrieron al cristianismo
como una fuerza conservadora, mientras otros rechazaban la
moralidad cristiana por reprimir la voluntad. Muchos tomaron
ideas del darwinismo social sobre la lucha competitiva en y entre
los estados y sobre la obligación evolutiva que tiene el
fuerte de aplastar al débil: esas ideas a menudo
implicaban racismo. La
mayoría de los teóricos fascistas abrazó el
nacionalismo extremo que, en algunos casos (Gobineau,
Barrès, Maurras) incluía el antisemitismo. Como
parte de su antirracionalismo, algunos propusieron un culto
místico a la tradición y al Estado.
La ‘batalla por los nacimientos’
de Benito Mussolini simbolizó la visión fascista
del papel de la mujer, como
pilar pasivo del hogar y madres de futuros miembros de las
fuerzas armadas. "La mujer
—escribió el fascista italiano Ferdinando
Loffredo— debe volver bajo el sometimiento del hombre, padre
o esposo, y debe reconocer por lo tanto su propia inferioridad
espiritual, cultural y económica". Uniendo el feminismo
militante con el marxismo y la lucha de clases, los fascistas
hicieron un llamamiento a la reconciliación entre los
sexos así como entre las clases
sociales, pero en términos masculinos. Pierre Drieu La
Rochelle, escritor francés que más tarde hizo
apología de la ocupación nazi condenó el
feminismo por
ser una "doctrina perniciosa" y afirmó que las mujeres,
carentes de las cualidades espirituales de los hombres, eran una
fuente de decadencia. A pesar de esto, muchas mujeres han apoyado
el fascismo, como Alessandra Mussolini, nieta de Mussolini,
figura destacada del partido neofascista italiano Alianza
Nacional.
Orígenes
El caso Dreyfus en Francia creó el
primer movimiento fascista verdadero, al unir a los conservadores
con los monárquicos y otros opositores al Gobierno
republicano contra los herederos de los valores
franceses revolucionarios de izquierdas que intentaban anular la
condena por alta traición dictada contra el oficial
judío Alfred Dreyfus. Charles Maurras creó el grupo
político Acción Francesa, con un ala juvenil
violenta llamada los Camelots du Roi y una
ideología articulada por él mismo y por
Barrès. El republicanismo dominó en Francia
después del caso Dreyfus, pero Maurras y Barrès
habían creado un modelo para
futuros movimientos. La desarticulación económica
después de la I Guerra Mundial y la amenaza del
comunismo surgido de la Revolución
Rusa de 1917, provocaron el resurgimiento del fascismo como
una importante fuerza política. Fuertes sentimientos de
agravio por la derrota, o por una victoria no recompensada de un
modo conveniente, en la I Guerra Mundial, crearon el soporte
para futuras aventuras militares. El fascismo consiguió
apoyo en todos los sectores de la sociedad, pero con especial
intensidad entre los miembros de la clase media que temían
la amenaza de la revolución comunista, de los empresarios
que tenían temores similares, de los veteranos licenciados
que no habían conseguido adaptarse a la vida civil, y de
violentos jóvenes descontentos.
Fascismo Italiano
El término actual fascismo fue utilizado
por primera vez por Benito Mussolini en 1919 y hacía
referencia al antiguo símbolo romano del poder, los
fasces, unos cuantos palos atados a un eje, que representaban la
unidad cívica y la autoridad de
los oficiales romanos para castigar a los delincuentes.
Mussolini, el fundador del Partido Nacional Fascista italiano,
inició su carrera política en las filas del Partido
Socialista. En 1912, como director del principal periódico
socialista italiano, Avanti!, se oponía tanto al
capitalismo
como al militarismo. En 1914, sin embargo, cambió de
actitud
pidiendo que Italia entrara en la I Guerra Mundial y se
acercó a la derecha política. Influenciado por las
teorías
de Sorel y Nietzsche, glorificó la "acción" y la
"vitalidad". Tras la contienda, cuando diversas huelgas en las
ciudades y en el campo, respaldadas por los socialistas,
estallaron en toda Italia, Mussolini puso su movimiento al
servicio de los empresarios conservadores y de los intereses de
los propietarios de las tierras que, junto con la Iglesia
católica de Roma y el Ejército,
querían detener la "oleada roja". El cambio de
Mussolini le aportó el apoyo político y financiero
que necesitaba y su considerable poder oratorio hizo el resto (al
igual que Hitler en Alemania fue un demagogo dotado de una gran
efectividad). Sus Fascios Italianos de Combate, creados en 1919 y
llamados ‘Camisas Negras’ a ejemplo de los
‘Camisas Rojas’ del líder de la
unificación italiana, Giuseppe Garibaldi, dieron fuerza
efectiva al movimiento e implantaron la moda del
estilo fascista paramilitar. En 1922, Mussolini se hizo con el
control del gobierno italiano amenazando con un golpe de Estado
si se rechazaban sus demandas. Al principio gobernó de
manera constitucional encabezando una coalición de
partidos, pronto se deshizo de los obstáculos que
ponían freno a su autoridad e implantó una
dictadura. Todos los partidos políticos, excepto el
Partido Fascista, fueron prohibidos y Mussolini se
convirtió en el Duce (el líder del partido).
Se abolieron los sindicatos, las huelgas fueron prohibidas y los
opositores políticos silenciados.
El Fascismo en otros países
El régimen de Mussolini facilitó
el modelo de fascismo característico de las décadas de
1920 y 1930. La Gran Depresión y el fracaso de los
gobiernos democráticos al abordar las consecuentes
dificultades económicas y el desempleo masivo, alimentaron
la aparición de movimientos fascistas en todo el mundo.
Sin embargo, el fascismo en los otros países se
diferenciaba en ciertos aspectos de la modalidad italiana. El
nacionalsocialismo alemán era más racista; en
Rumania, el fascismo se alió con la Iglesia ortodoxa en
vez de con la Iglesia católica romana. En España,
el grupo fascista radical Falange Española fue
originariamente hostil a la Iglesia católica romana,
aunque después, bajo la dirección del dictador Francisco Franco, se
unió a elementos reaccionarios y pro-católicos. El
gobierno autoritario militar de Japón se parecía
mucho al de la Alemania nazi. Dirigido por los militares
ensalzaba las virtudes guerreras tradicionales y una
devoción absoluta al emperador divino. Al igual que sus
correligionarios alemanes, los japoneses lanzaron una
fanática ofensiva hacia la expansión a
través de conquistas militares. En Francia el fascismo
estaba dividido en varios movimientos. Mientras que en la
mayoría de los casos el fascismo prosperó en
países que estaban atrasados en el plano económico
o marcados por fuertes tradiciones políticas autoritarias,
el fascismo galo avanzó en una de las democracias europeas
más consolidadas. En 1934 unas 370.000 personas
pertenecían a las diferentes organizaciones fascistas
francesas, tales como Jeunesses Patriotes (Juventudes
Patrióticas), Solidarité Française
(Solidaridad
Francesa), Croix de Feu (Cruz de Fuego), Action
Française (Acción Francesa) y Francistes
(Francistas). Más de 100.000 de entre ellos se congregaban
en París.
En Gran Bretaña, la Unión de
Fascistas Británicos, de Oswald Mosley, disfrutó de
un breve apogeo de publicidad de su
formación en 1932 hasta su colapso definitivo en 1936
cuando se prohibieron los uniformes paramilitares, pero tuvo poco
apoyo público. Del mismo modo, el fascismo belga tuvo su
punto álgido en la primera mitad de la década de
1930 y se reanimó por poco tiempo bajo la ocupación
alemana durante la II Guerra Mundial. En Noruega, el
fascismo atrajo a algunos simpatizantes notables como Vidkun
Quisling y el premio Nobel de Literatura Knut Hamsun, pero
del mismo modo necesitó de la ocupación alemana
para disfrutar de algún poder político.
El fascismo disfrutó de un mayor
éxito
en el periodo de entreguerras en los países del este y del
sur de Europa. En Austria Engelbert Dollfuss, canciller desde
1932, disolvió la República austriaca y
dirigió un régimen proto-fascista en alianza con
Mussolini hasta que fue asesinado en 1934 por militantes
nacionalsocialistas que pretendían la unión con la
Alemania nazi. El régimen personal que estableció
Miklós Horthy en Hungría, en 1920, precedió
en realidad a Mussolini en Italia como la primera dictadura
nacionalista de entreguerras pero Horthy no era totalmente un
fascista y los fascistas húngaros sólo consiguieron
el poder bajo la ocupación alemana, de 1944 a 1945. En
Rumania, un fuerte antisemitismo inspiró un violento
movimiento llamado la Guardia de Hierro, que
convulsionó la política del país desde la
década de 1920 hasta su aniquilación por el
Ejército rumano bajo Ion Antonescu durante la contienda
civil que siguió a la abdicación del rey Carol II
en 1940. Los fuertes antagonismos culturales y religiosos en
Croacia y Bosnia llevaron a la creación de la
Ustaša, un grupo fascista católico que, bajo los
auspicios del Eje, llevó a cabo terribles pogromos de
judíos y serbios ortodoxos desde 1941 hasta 1945. El
régimen dictatorial impuesto por
António de Oliveira Salazar en Portugal en 1932
poseía notables características fascistas, sin
exhibir el totalitarismo extremo del nazismo o de movimientos de
otros lugares.
Fascismo de posguerra y neofascismo
La derrota de Alemania e Italia en la
II Guerra Mundial desacreditó al fascismo en Europa
en el periodo de posguerra. Países como España y
Portugal, cuyos gobiernos fascistas se mantuvieron en el poder
después de la contienda, pasaron del totalitarismo al
autoritarismo, y difuminaron sus rasgos fascistas. La ulterior
recuperación económica suprimió el
descontento social que había contribuido a la
expansión del fascismo de preguerra y en la mayoría
de los países democráticos el fascismo
pareció destinado a un exilio permanente en una franja
política residual. No obstante, durante las décadas
de 1980 y 1990 el fascismo reapareció en algunos estados
democráticos occidentales. Sus manifestaciones más
evidentes, englobadas de forma genérica bajo la
denominación "neofascismo", se materializaron en actitudes de
tipo racista y xenófobo frente a inmigrantes del Tercer
Mundo y en la desilusión respecto a los partidos
políticos que representaban la legalidad
democrática.
Franco Rizzetto