Napoleón Hill
- Breve preámbulo del
editor - Prefacio
- Los pensamientos son
cosas - Puntos
importantes - Paso primero hacia la riqueza:
deseo - Puntos importantes que
recordar
(Uno de los libros mas
valiosos del mundo está ahora en sus manos.)
esta obra le brinda a usted un plan ya
experimentado para enriquecer a los hombres. Le indica
exactamente como emplearlo y casi le obliga a ponerlo en
práctica desde este momento.
¿Cuáles son los factores que hacen a un
hombre avanzar
durante toda su vida, alcanzando logros, ganando dinero, y
multiplicando su riqueza y felicidad… mientras que otro
jamás da un paso hacia delante?
¿Cuáles son los factores que proporciona a
un hombre gran
poder personal mientras
que otro se queda en la oscuridad? ¿Qué es lo que
impulsa a un hombre a ver su camino a través de cualquier
problema, a encontrar su sendero por entre los mas grandes
obstáculos de la vida para ver hecho realidad sus
más anhelados sueños, en tanto que otro hombre
lucha, fracasa y no termina en ninguna parte?
Hace años, Napoleón Hill sentóse en
compañía de Andrew Carnegie, entonces uno de los
hombres mas ricos del mundo, y por primera vez "vio" el gran
secreto. Carnegie confió a Hill la misión de
averiguar de qué manera hacían los demás
hombres y mujeres del secreto, que estudiase sus métodos, y
que elaborase un método
sencillo que fuera susceptible de ser lanzado al mundo como
Plan
Maestro.
PIENSE Y HAGASE RICO revela el secreto y facilita el
plan. Desde su publicación en el año 1957, se han
vendido cuarenta y dos ediciones en cuanto salieron de la
imprenta. La presente edición está actualizada con
algunas nuevas y especiales sugerencias, incluyendo un
capítulo de que podría calificarse de "curso de
refresco".
Por fin, el único camino seguro para
superar el cualquier obstáculo, ver realizadas sus
ambiciones y conseguir el éxito
en todo momento. Este libro le
impresionará profundamente a causa de su poder para
transformar la vida. Muy pronto conocerá usted "por que"
ciertas personas obtienen grandes sumas de dinero y
felicidad…, porque usted también será una da
ellas.
En todos los capítulos de este libro menciono
el secreto que ha hecho la fortuna de cientos de hombres
extraordinariamente ricos…, hombres a quienes he analizado
cuidadosamente durante un largo periodo de
años.
El secreto llegó a mi conocimiento a
través de Andrew Carnegie hace mas de medio siglo.
Aquél encantador anciano escocés lo introdujo
descuidadamente en mi cerebro cuando yo
era todavía un muchacho. Luego se recostó en su
sillón parpadeando alegremente y observándome con
atención a fin de ver si yo poseía
el suficiente raciocinio para comprender el significado de lo que
acababa de decirme.
Al comprobar que había asimilado la idea, me
preguntó si estaría dispuesto a emplear veinte
años o mas de mi vida en prepararme a fin de transmitir el
mensaje a hombres y mujeres que, sin la posesión de el
secreto, caminarían eternamente a través de la vida
fracasando . prometí que lo haría, y con la
cooperación del señor Carnegie he cumplido mi
promesa.
El presente libro contiene el secreto, un secreto puesto
en práctica por miles de personas en casi todos los
caminos de la vida. Fue idea del señor Carnegie el que la
fórmula mágica que le proporcionó a
él una estupenda fortuna debía colocarse al alcance
de la gente que no tenía tiempo para
investigar como los hombres obtienen dinero. Y también
tenía las esperanzas de que yo pudiera probar y demostrar
la seguridad de la
fórmula mediante la experiencia de hombres y mujeres de
todas las clases. El sostenía que la fórmula
debía enseñarse en las escuelas públicas y
colegios, y expuso la opinión de que si se enseñaba
explicaba debidamente, revolucionaría todo el sistema de
educación,
en tal manera, que el tiempo en
transcurrir en las escuelas podría reducirse a la
mitad.
Auténticas historias demuestran el
sorprendente poder del secreto
En el capitulo sobre la fe, leerá usted la
asombrosa historia de la
organización de la gigantesca United States Steel
Corporation, y como se concibió y llevó a cabo por
uno de los jóvenes mediante el cual el señor
Carnegie demostró que su fórmula dará
perfectos resultados "a todos cuantos la sigan". Esta sencilla
aplicación del secreto efectuada por Charles M. Schwab, le
proporcionó una enorme fortuna, tanto en dinero como en
oportunidades. Resumiendo: esta particular aplicación de
la fórmula produjo seiscientos millones de
dólares.
Estos hechos, harto conocidos por casi todas las
personas que tuvieron amistad con el
señor Carnegie, le dará a usted una buena idea de
lo que la lectura de
esta obra puede proporcionarle siempre y cuando "sepa lo que
quiere".
El secreto pasó a manos de miles de hombres y
mujeres que lo emplearon para su beneficio personal, tal y
como el señor Carnegie había proyectado que se
realizara. Algunos de esos hombres y mujeres hicieron grandes
fortunas. Otros emplearon el secreto para conseguir la
armonía en sus hogares. Un clérigo lo usó
con tanta eficacia que le
produjo unos ingresos
superiores a los setenta y cinco mil dólares al
año.
Arthur Nash, un sastre de Cincinnati, usó su
negocio, casi en plena bancarrota, como un conejillo de Indias
con el que probar la fórmula. El negocio cobró
nueva vida y proporcionó una gran fortuna a sus
propietarios. Negocio que aun es floreciente aún cuando el
señor Nash ya haya desaparecido. El experimento
resultó un caso único, tanto que los
periódicos y revistas gastaron mas de un millón de
dólares en laudatoria publicidad.
El secreto también pasó a manos de Sturat
Austin Wier, de Dallas, Texas. Estaba dispuesto a seguir la
fórmula, tanto que abandonó su profesión y
estudió leyes.
¿Tuvo éxito?
Su historia se
relata en este libro.
En la época en que yo trabajaba como jefe de
publicidad para
el proyecto de
expansión para la Universidad la
Salle, cuando tal Universidad no
tenía más que el nombre, tuve el privilegio de ver
a J. G. Chapline, presidente de la misma, echar mano de la
fórmula con tanta eficacia, que
hizo de la Salle una de las escuelas mas extendidas por toda la
nación.
El secreto a que me refiero se menciona no menos de cien
veces en este libro. No se nombra directamente, ya que parece
causar mal efecto si simplemente se descubre y queda a la vista
para que lo recojan aquellos que están preparados para
buscarlo. A eso se debe que el señor Carnegie me lo fuera
revelando tan calmosamente y sin indicarme su nombre
específico.
El secreto
conversa con aquellos que escuchan
Si usted está dispuesto a emplearlo, lo
reconocerá por lo menos una vez en cada capítulo.
Me gustaría enormemente tener el privilegio de decirle a
usted como lo reconocerá si se halla dispuesto a recibirlo
bien, pero ello le privaría en gran parte de los
beneficios que obtendrá cuando haga el descubrimiento por
su propia cuenta.
Si en algún momento usted se ha desanimado, si ha
tenido dificultades que vencer y casi le han arrancado el alma de
cuajo, si usted ha luchado y fracasado, si siempre se ha visto en
desventaja a causa de enfermedad o sufrimiento físico, la
historia del descubrimiento de mi "hijo" y el uso de la
fórmula Carnegie acaso sean el oasis que se alce en ese
Desierto de la Esperanza Pérdida que usted ha buscado
tanto.
Este secreto fue ampliamente empleado por el presidente
Woodrow Wilson durante la Primera Guerra
Mundial. Y se transmitió a cada soldado que
luchó en la guerra,
cuidadosamente envuelto en la formación que recibieron
antes de partir hacia el frente. El presidente Wilson me dijo
personalmente que constituía un fuerte factor en la
colecta de fondos que se necesitaba para la guerra.
Una cosa peculiar que rodea a este secreto es que
aquellos que una vez lo adquieren y lo utilizan se sienten a si
mismo literalmente impulsados hacia el éxito. Si usted
pone esto en duda, preste atención a los nombres de aquellos que lo
han utilizado allí dondequiera se mencionan; compruebe
usted mismo sus antecedentes y se convencerá.
¡no existe otra cosa semejante a dar algo por
nada!
El secreto a que me refiero no puede adquirirse sin un
precio aun
cuando este sea muy inferior a su valor. No
podrá adquirirse a ningún precio por
aquellos que no lo busquen intencionadamente. No puede regalarse
ni tampoco puede comprarse con dinero, por la sencilla
razón de que está formado de dos partes. y una de
ellas ya se haya en posesión de quienes están
dispuestos a obtenerlo.
El secreto sirve perfectamente a todos los que
están dispuestos a recibirlo. La educación nada
tiene que ver con ello. Muchísimo antes de que yo naciese,
el secreto había tomado su camino para ir a parar a manos
de Thomas A. Edison, y él lo empleó tan
inteligentemente, que se convirtió en el primer inventor
del mundo aun cuando solo había ido a la escuela tres
meses.
Mas tarde, el secreto pasó a Edwin C. Barnes,
asociado industrialmente con el señor Edison. Lo
utilizó de manera tan efectiva, que, aunque entonces
ganaba doce mil dólares al año, acumuló una
gran fortuna y se retiró de los negocios
activos siendo
todavía joven. Esta historia la encontrará usted al
principio del primer capitulo. Le convencerá de que la
riqueza no está fuera de su alcance, que todavía
puede usted ser lo que desea ser y que el dinero, la
fama, el reconocimiento y la felicidad pueden pertenecer a todos
cuanto se hallan dispuestos y decididos a posesionarse de
ellos.
¿Qué como se yo todas estas cosas? Usted
es quien debe obtener la respuesta antes de que termine este
libro. Es posible que la encuentre en el primer capitulo o
quizás en la ultima página.
Mientras realizaba esta tarea de 20 años de
investigación que inicié a
requerimiento del señor Carnegie, dediqué mi
atención a cientos de hombres muy conocidos, muchos de los
cuales admitieron que habían acumulado sus grandes
fortunas mediante la ayuda del secreto de Carnegie. Entre estos
hombres figuraban:
Henry Ford William Wrigley Jr.
John Wanamaker James J. Hill
George S. Parker E. M Statler
Henry L. Doherty Cyrus H. K. Curtis
George Eastman Charles Schwab
Harris F. Williams Dr. Frank Gunsaulus
Daniel Willard King Gillette
Ralph A. Weeks Juez Daniel T. Wright
John D. Rockefeller Thomas A. Edison
Frank A. Vanderlip Thodore Roosevelt
John W. Davis Elbert Hubbard
Wilbur Wright William Jennings Bryan
Dr. Davis Starr Jordan J. Odgen Armour
Arthur Brisbane Woodrow Wilson
William Howard Taft Luther Burbank
Edward W. Bok Frank A. Munsey
Elbert H. Gary Clarence Darrow
Dr. Alexander Graham Bell John H. Patterson
Julius Rosenwald Stuart Austing Wier
F. W. Woolworth Coronel Robert A. Dollar
Edward A. Filene Edwin C. Barnes
Arthur Nash Dr. Frank Crane
George M. Alexander J. G. Chapline
Senador J. Randolph
Estos nombres representan sólo una pequeña
fracción de los cientos de americanos, bien conocidos,
cuyas conquistas, tanto financieras como de otro tipos demuestran
que aquellos que comprenden y aplican el secreto de Carnegie
logran una gran posición en su vida. No he conocido
todavía a nadie que deseando utilizar el secreto no haya
alcanzado un éxito notable en el terreno por el elegido.
Tampoco he conocido nunca a ninguna persona que se
haya distinguido en algún terreno o haya acumulado riqueza
de cierta consideración y que no haya estado en
posesión del secretos. De estos hechos conocidos, saco la
conclusión de que el secreto es mas importante, como parte
del conocimiento
esencial para la autodeterminación, que cualquier ventaja
que uno pueda tener mediante lo que popularmente se denomina
"educación".
Al fin y al cabo ¿qué es la educación? A esta
pregunta también se responde con todo detalle.
El momento del
cambio en su
vida
A medida que valla leyendo estas páginas, el
secreto a que me refiero saltara de cualquiera de ellas ante
usted, ¡si es que está dispuesto a recibirlo! Tan
pronto aparezca lo reconocerá inmediatamente. Si lo recibe
en el primer capítulo o el último, deténgase
un momento cuando se presente y haga un brindis, pues ese momento
marcará el cambio mas
importante de su vida.
Recuerde también, a medida que vaya leyendo, que
el libro se relaciona con hechos concretos y no con la
ficción y que su propósito es brindar una gran
verdad universal a quienes están dispuestos aprender lo
que han de hacer y como hacerlo y cómo hacerlo.
También experimentarán el necesario estímulo
para comenzar.
Y como palabra final para la preparación, antes
de que comience usted a leer el libro, ¿puedo brindarle
una breve sugerencia o mas bien digamos "pista" mediante la cual
se podrá reconocer el secreto del señor Carnegie?
Es esta: "Todo logro, toda riqueza ganada han tenido sus
comienzos en una idea". Si usted está preparado para
acoger el secreto, ya posee usted la mitad; por lo tanto,
reconocerá la otra mitad en el momento que llegue a su
mente.
NAPOLEÓN HILL
La fuerza que
señala al éxito, es la fuerza de su
mente.
COMO obligar a la vida a decir SI en lugar de NO a sus
planes y ambiciones.
Ciertamente, "los pensamientos son cosas" y cosas muy
poderosas cuando están mezclados con firmeza de
propósito, perseverancia y un ardiente deseo de traducir
todo aquello en riqueza u otros objetos materiales.
Hace algunos años, Edwin C. Barnes
descubrió cuán cierto es que los hombres "meditan y
se hacen ricos". Su descubrimiento no se produjo repentinamente.
Llegó poco a poco, comenzando con un ardiente deseo de
llegar a ser socio del gran Edison.
Una de las principales características del deseo de Barnes era la
"determinación". Quería trabajar con Edison, y no
"para el". Observe usted cuidadosamente como convirtió en
realidad sus deseos y comprenderá mucho mejor los
principio que conducen a la riqueza.
Cuando este deseo o impulso de pensamiento
estalló por primera vez en la mente de Barnes, no se
encontraba en posición de actuar directamente.
Había dos dificultades para ello. La primera, era que no
conocía a Edison, y la segunda, que carecía de
dinero para costearse un billete de ferrocarril hasta East
Orange, Nueva Jersey.
Estas dificultades eran suficientemente fuertes como
para desanimar a la mayoría de los hombres a llevar a la
práctica su deseo. ¡Pero sucedía que el de
Barnes no era un deseo ordinario!
Edison le miró…
Se presentó personalmente en el laboratorio de
Edison y anuncio lisa y llanamente que se había presentado
allí para tomar parte de los negocios del
inventor. Al hablar, años mas tarde, del primer encuentro
entre Barnes y Edison, este último dijo:
"se hallaba en pie ante mí y tenía todo el
aspecto de un vagabundo corriente, <<pero había algo
en la expresión de su rostro que daba la impresión
de que estaba firmemente decidido a conseguir lo que
buscaba>>. En mis relaciones con los hombres, a
través de años de experiencia, yo había
aprendido que una persona cuando
realmente desea una cosa tan profundamente que está
dispuesta a apostar todo su futuro contra una simple vuelta de la
rueda para alcanzarla, es seguro que es
persona siempre gana. Le concedí la oportunidad que
buscaba <<porque vi que estaba decidido a resistir hasta
alcanzar el éxito>>."
Los acontecimientos posteriores demostraron que no se
había cometido ninguna equivocación.
El aspecto del joven no pudo haber sido el que le dio la
oportunidad de trabajar en el despacho de Edison, ya que tal
aspecto estaba en contra de él totalmente. En realidad fue
lo que "meditaba".
Barnes no fue socio de Edison, naturalmente, desde un
principio. Consiguió entrar en las oficinas del inventor
ganando un salario
normal.
Transcurrieron los meses. Aparentemente nada importante
sucedía para que Barnes se acercara a su ambicionado
objetivo, al
deseo que albergaba su mente como "propósito importante
y definitivo". Pero si estaba sucediendo algo importante en
la mente de Barnes. Y la cosa era sencilla… Se intensificaba
constantemente su deseo de llegar a ser socio de
Edison.
Los psicólogos han dicho correctamente que
"cuando uno está dispuesto a hacer una cosa, se nota hasta
en su aspecto físico". Barnes estaba dispuesto a ser un
asociado de Edison; además, estaba decidido a mantener su
idea hasta que lograse lo que buscaba.
No se dijo a si mismo: "Bueno, ¿y para que?
Supongo que algún día cambiaré de idea y me
conformaré con un buen empleo de
vendedor"; sino que se dijo: "Vine aquí para ser socio
industrial de Edison y llegaré a serlo. Aunque me muera en
el empeño". ¡Lo deseaba con tal fuerza! ¡Cuan
diferentes serían las historias que nos relatarían
los hombres si adoptaran propósitos firmes y se
ciñesen a tales propósitos hasta que llegara a
convertirse en una obsesión!
Es posible que el joven Barnes no lo supiera entonces,
pero su testaruda determinación y su persistencia en
ceñirse así a un solo deseo eran factores que
estaban destinados a barrer toda oposición y concederle la
oportunidad que estaba buscando.
La oportunidad llegó por la puerta
trasera
Cuando llegó la oportunidad, apareció en
formas y en dirección diferentes a las que esperaba
Barnes. Ese es precisamente uno de los trucos de la oportunidad.
Tiene el hábito socarrón de deslizarse por la
puerta trasera y a menudo llega disfrazada en forma de desgracia
o derrota temporal. Quizás esta sea la razón por la
cual muchísimas personas fracasan en
reconocerla.
El señor Edison acababa de perfeccionar un nuevo
dispositivo para oficinas conocido en aquella época bajo
el nombre de Máquina Dictadora Edison. Sus vendedores no
estaban muy entusiasmado con la nueva máquina. No
creían que se pudiera vender sin realizar grandes
esfuerzos.
Barnes sabía que podía vender la
Máquina Dictadora Edison. Se lo sugirió al propio
Edison y pronto tuvo su oportunidad. Vendió la
máquina. En realidad, la vendió con tanto
éxito, que Edison le firmó un contrato para
distribuirla por toda la nación.
Aparte de esta asociación comercial, Barnes se hizo rico,
también logró algo infinitamente mas grande.
Demostró que uno puede realmente "meditar y hacerse
rico".
Carezco de datos para poder
asegurar lo que produjo aquél deseo original de Barnes.
Quizás le proporcionaría dos o tres millones de
dólares, pero la cantidad, sea cual fuere, llega a ser
insignificante cuando se compara con el valor que
Barnes adquirió en la forma de un conocimiento definitivo
de que "un intangible impulso del pensamiento
puede traducirse en recompensas materiales"
mediante la aplicación de principios
conocidos.
Barnes literalmente "pensó" en sí mismo
como socio de Edison, pensó en sí mismo como
poseedor de una enorme fortuna. No tenía nada para
empezar, excepto la capacidad de saber lo que quería y la
determinación de ceñirse a su deseo hasta
conseguirlo.
El hombre que abandonó demasiado
pronto
Una de las causas más comunes del fracaso es el
hábito de "abandonar" cuando uno es derrotado
temporalmente. Creo que todas las personas son culpables de esto
en uno u otro momento de su vida.
Un tío de R.U. Darby se sintió envenenado
por la "fiebre del oro" en la época en que se había
extendido por toda la nación esa "epidemia".
Y así partió para el oeste simplemente con
objeto de cavar y hacerse rico. Nunca había oído el
dicho: "Se ha extraído mucho mas oro de los pensamientos
de los hombres que de la tierra".
Registró una parcela de tierra y
comenzó a trabajar con pico y pala.
Tras semanas de dura labor fue recompensado con el
descubrimiento del brillante mineral. Necesitaba maquinaria para
llevar el mineral a la superficie. Con toda calma, volvió
a cubrir la mina, regresó a Williamsburg, Maryland, y
comunicó a parientes y amigos el descubrimiento que
había realizado. Entre todos reunieron dinero para
adquirir la maquinaria que se necesitaba e inmediatamente la
enviaron por vía marítima. Darby y su tío
volvieron a la mina para trabajar en ella.
La primera vagoneta de mineral se extrajo por fin y se
mandó a un fundidor. ¡Inmediatamente quedó
demostrado que poseían una de las minas más ricas
de Colorado! Unas cuantas vagonetas más aclararían
las dudas. Luego llegarían los grandes
beneficios.
Los taladros descendieron y las esperanzas de Darby y su
tío subieron. Entonces sucedió algo. ¡La veta
de oro había desaparecido! Habían llegado al final
del arco iris y el oro ya no estaba allí. Continuaron
trabajando desesperadamente intentando encontrar de nuevo la veta
de oro…, pero sin el menor éxito.
Finalmente, decidieron abandonar la
empresa.
Vendieron la maquinaria a un chatarrero por unos cientos
de dólares y tomaron el tren de regreso a casa. El hombre que
acababa de adquirir toda la maquinaria llamó a un
ingeniero de minas para que estudiara aquella mina ya abandonada
y realizara unos cálculos. El ingeniero informó de
que el proyecto
había fracasado porque sus propietarios no estaban
familiarizados con las "fallas geológicas". Sus
cálculos demostraban que la veta de oro tenía que
encontrarse justamente a una distancia de tres pies de donde los
Darby habían detenido su labor. ¡Y allí fue
exactamente donde se volvió a encontrar la
veta!
El hombre
ganó millones de dólares con aquella mina porque
tuvo la prudencia de solicitar consejo a un experto antes de
abandonar la partida.
Éxito dando un paso más allá de
la derrota
Bastante tiempo después desde que el señor
Darby se recuperase de sus pérdidas muchas veces, fue
cuando hizo el descubrimiento de que el deseo puede transformarse
en oro. El descubrimiento llegó cuando se dedicó a
vender pólizas de seguros de
vida.
Recordando que había pedido una fortuna por
haberse detenido a tres pies de distancia del oro, Darby
aprovechó la experiencia en su nuevo trabajo
diciéndose a sí mismo: "Me detuve a tres pies del
oro, pero jamás me detendré cuando los hombres
cuando los hombres digan que no ante la venta de una
póliza"..
Darby se convirtió muy pronto en uno de los pocos
hombres que vendían mas de un millón de
dólares en pólizas de seguros
anualmente. Debía su "testarudez" a la lección que
había aprendido con su "debilidad" en el negocio
minero.
Antes de que el éxito llegue en la vida de un
hombre, es seguro que ha de encontrarse con muchas derrotas
temporales y quizás hasta con algún buen fracaso de
importancia. Cuando la derrota abruma a un hombre, la actitud
más lógica
y más fácil es abandonar. Y eso exactamente es lo
que hacen l mayoría de los hombres.
Mas de quinientos hombres de los de más
éxito de Norteamérica han declarado al autor de
este libro que su mayor éxito lo obtuvieron siempre al dar
un paso mas allá del punto de la derrota. El fracaso es un
bromista que posee un agudo sentido de la ironía. Le
divierte colocar zancadillas cuando uno está a punto de
alcanzar el éxito.
La niña que dominó a un
hombre
Poco después de que el señor Darby se
hubiese licenciado en el "Colegio de Golpes Duros"· y
decidiera beneficiarse con la experiencia lograda en el negocio
minero, tuvo la buena suerte de estar presente en una
ocasión que le demostró que el "no", no
significaría necesariamente no.
Una tarde estaba ayudando a su tío a moler trigo
en un viejo molino. El tío era dueño de una granja
grande en la que vivían cierto número de obreros
agrícolas de color. La puerta
se abrió suavemente y entró una niña negra,
hija de un arrendatario. La pequeña atravesó el
umbral de la puerta y luego permaneció
inmóvil.
El tío alzó la cabeza, vio a la
niña y le habló, un tanto rudamente:
-¿Qué es lo que quieres?
-preguntó.
Tímidamente, la niña
respondió:
- Mi mamá dice que me de usted cincuenta
centavos. - Nada de eso – replicó el tío
–. Y ahora vete a casa.
Pero no se movió de su sitio.
El tío continuó en su trabajo, tan
entretenido, que no prestó mucha atención a la
pequeña, que aún no se había ido. Cuando
volvió a alzar la cabeza y la vio allí, le
grito:
- ¡Te dije que te fueras a casa! Ahora, vete… o
te daré unos azotes.
La niña replicó:
- Si, señor.
Pero no hizo el menor movimiento
para marcharse. El tío dejo caer al suelo un saco de
grano que estaba a punto de verter en el tolva, asió una
duela de barril y se acercó amenazadoramente a la
niña, con una expresión en el rostro que denotaba
su mal humor.
Darby contuvo la respiración. Estaba seguro de que iba ser
testigo de una brutalidad porque sabía que su tío
tenía un temperamento excesivamente fogoso.
Cuando llegó donde se hallaba la pequeña,
ésta avanzó rápidamente un paso, le
miró a los ojos y chilló con todas sus
fuerzas:
- ¡Mamá ha de tener esos cincuentas
centavos!
Se detuvo, miró a la niña durante un
minuto y lentamente dejó la duela en el suelo, introdujo
una mano en el bolsillo y extrajo medio dólar que
entregó a la niña.
La pequeña cogió el dinero y
lentamente retrocedió hasta la puerta sin apartar los ojos
del hombre que acababa de conquistar, de vencer. Una vez que la
niña se fue, el tío se sentó sobre un
cajón y por una ventana miró a la lejanía
durante mas de diez minutos, silenciosamente. Estaba
terriblemente asombrado del vapuleo que acababa de
recibir.
El señor Darby también estaba
reflexionando. Era la primera vez en su vida que había
visto a una niña de color dominar
deliberadamente dominar a una persona adulta y blanca.
¿Cómo lo había hecho? ¿Qué es
lo que le había ocurrido a su tío para que perdiese
de repente su normal fiereza y se convirtiera en un manso
cordero? ¿Qué extraño poder emanaba de
aquella niña para adueñarse de la situación?
Estas y muchas mas preguntas pasaron por la mente de Darby, pero
no encontró la respuesta años más tarde
cuando relató el hecho.
Y cosa curiosa, la historia de esta experiencia poco
corriente fue referida al autor de este libro en aquel viejo
molino, el mismo lugar donde el tío recibiera su
vapuleo.
El "sí" detrás del "no"
Mientras estábamos en aquel viejo y ya oxidado
molino, el señor Darby repitió la historia de
aquella conquista tan poco usual y terminó
preguntando:
- ¿Qué deduce usted de eso?. ¿Que
extraño poder empleó aquella pequeña para
vapulear a mi tío en forma tan completa?.
La respuesta a esta pregunta se hallaba en los principios que se
exponen en este libro. La respuesta es total y completa. Contiene
detalles e instrucciones suficiente para que cualquiera comprenda
y utilice la misma fuerza a que recurrió aquella
niña.
Manténgase usted alerta y observará cuan
fue exactamente la fuerza que acudió en ayuda de la
niña. En el próximo capítulo lo verá.
En algún lugar de este libro hallará usted una idea
que estimulará sus cualidades receptivas y pondrá a
su disposición y para su servicio
idéntica e irresistible fuerza. Puede que usted repare en
ésta en el primer capítulo o en cualquier otro.
Puede llegar hasta usted en forma de una sencilla idea. O es
posible que aparezca como un plan o un propósito. Y,
¡como no!, es muy posible, asimismo, que le haga recordar
sus pasadas experiencias de fracaso y aflore a la superficie
alguna lección a través de la cual pueda recuperar
todo aquello que perdió en la derrota.
Al acabar de describir al señor Darby la
energía desplegada por la negrita, me hizo un relato
completo de sus treinta años de experiencia como agente de
seguros y con toda la seguridad
reconoció que su éxito en tal campo de trabajo se
debía, en gran parte, a la lección que había
recibido de aquella niña.
El señor Darby dijo:
–Cada vez que un presunto cliente trataba
de despedirme sin comprarme, me acordaba de aquella
pequeña con sus ojos brillantes por el desafío y me
decía a mi mismo: "Tengo que vender ésta
póliza".y le aseguro a usted que el tanto por ciento
más brillante de ventas que he
hecho en estos años ha sido precisamente cuando los
clientes han
dicho que no.
Recordaba también su equivocación, cuando
abandonó la empresa a tres
pies de distancia del oro.
Pero aquella experiencia
–añadió– fue una autentica
bendición para mí. Siempre creí que el
dicho: "No hay mal que por bien no venga", era algo muy
autentico. Aquella experiencia me enseñó a insistir
en persistir, aunque esto resulte una redundancia (y
perdónenme), sin importar cuan dura fuese la empresa o el
deseo, y era una lección que sin duda yo necesitaba
aprender antes de que pudiera tener éxito en
algo.
Las experiencias del señor Darby eran sencillas y
hasta más que sobadas; empero, era la respuesta a su
destino en la vida; por lo tanto, eran importantes para
él, tanto como la propia vida. Aprovechó estas dos
dramáticas experiencias porque "las analizó" y
vió que le brindaban una buena lección que
aprender. Pero, ¿y el hombre que no tiene tiempo ni
inclinación a analizar los fracasos para buscar
conocimientos que le lleven al éxito? ¿Cómo
y donde ha de aprender el arte de convertir
la derrota en escalones que le enfrenten a la
oportunidad?.
Este libro se escribió para responder a esas
preguntas.
Con una profunda idea usted puede lograr el
éxito
La respuesta exige una descripción de trece principios, pero
recuerde al leer, que la respuesta que usted pueda estar buscando
a tales preguntas formuladas sobre la extrañeza de la vida
puede hallarse "en su propia mente", a través de alguna
idea, plan o propósito que pueda surgir en su cerebro al leer
éste libro.
Una buena idea, una idea que tenga profundidad, es todo
cuanto uno necesita para alcanzar el éxito. Los principios
que se describen en este libro contienen las formas y medios de
crear ideas útiles.
Antes de seguir adelante en nuestra aproximación
a la descripción de tales principios, creemos
que tiene usted absoluto derecho a que se le haga esta importante
sugerencia:
"Cuando las riquezas comienzan a llegar lo hacen tan
rápidamente, con tal abundancia, que uno se pregunta donde
han estado oculta
durante los últimos años."
Esta es, sin duda, una declaración asombrosa,
mucho más cuando recordamos la creencia popular que
asegura que las riquezas van a parar solamente a las manos de
aquellos que trabajan dura y largamente.
Cuando usted comience a meditar y hacerse rico,
observará que la riqueza empieza por un estado mental en
el que prevalece la determinación de propósito, con
muy poco trabajo o ninguno. Usted y todas las demás
personas deben interesarse por saber cómo adquirir ese
estado mental que atrae las riquezas. He pasado veinte
años investigando esto porque deseaba saber "cómo
lo hombres ricos llegan a tal estado mental".
Observe usted atentamente. Tan pronto como domine los
principios de esta filosofía y comience seguir las
instrucciones para aplicar aquellos principios, su estado
financiero comenzará
a mejorar y todo cuanto toque se transformará en
valores que
redundará en su propio beneficio. ¿Imposible?
¡Nada de eso!
Una de las debilidades de la humanidad es la normal
familiaridad del hombre con la palabra "imposible". El hombre
conoce todas las reglas que no surtirán efecto. Conoce
todas la cosas que no se pueden hacer. Este libro ha sido escrito
para aquellos que buscan las reglas que han conducido al
éxito a otros, y que están dispuesto a "apostarlo
todo" a esas reglas.
El éxito lo obtienen aquellos que están
seguros de él.
El fracaso abruma a aquellos que indiferentemente
admiten dejarse aplastar por el desfallecimiento.
Otra debilidad normal en mucha gentes es el
hábito de medir todas las cosas y a todo el mundo por "sus
propias" impresiones y creencias. Algunas personas que lean esto
creerán que no pueden meditar y hacerse ricos porque sus
hábitos de pensamientos se han iniciado en la pobreza,
deseos, fracasos y derrotas.
Estas desgraciadas personas me recuerdan a un prominente
chino que llegó a América
para instruirse de acuerdo con las normas
americanas. Muy pronto ingresó en la Universidad de
Chicago. Un día, el presidente Harper encontró al
citado joven oriental en los terrenos de juegos de la
Universidad, se detuvo a charlar con él durante unos
minutos y luego le preguntó qué era lo que
más le había impresionado como característica más notable del
pueblo americano.
-Bien -replicó el estudiante-. La rara
inclinación de sus ojos. ¡Sus ojos están
desnivelados!
¿Qué decimos nosotros acerca de los
chinos?
Nos negamos a creer aquello que no comprendemos.
Estúpidamente creemos que nuestras propias limitaciones
son la adecuada medida de la limitación. Seguro, los ojos
de los orientales son sesgados, oblicuos, porque no son iguales a
los nuestros.
Lo quiero y lo conseguiré
Cuando Henrry Ford decidió fabricar su famoso
motor V-8,
optó por construir un dispositivo en el que fuesen
fundidos los ocho cilindros en un bloque, y así dio
instrucciones a sus ingenieros para que diseñaran tal
motor. Y
efectivamente, se realizaron los planos…, sobre el papel, claro
está, pero los ingenieros convinieron al unísono en
que era completamente "imposible" fundir en una sola pieza un
bloque con ocho cilindros.
Ford dijo:
-De todas formas, fabríquenlo.
-¡Pero si es imposible! –replicaron
ellos.
-Adelante –ordenó Ford-. Y
dedíquense a esa labor hasta que logren el éxito;
sin importarles el tiempo que puedan tardar.
Los ingenieros siguieron adelante. No les quedaba mas
remedio que hacerlo así si deseaban seguir perteneciendo a
la "Ford". Transcurrieron seis meses y nada sucedió.
Pasaron otros seis y la cosa seguía igual. Los ingenieros
probaron todo plan posible para ejecutar los órdenes de
Ford, pero no hacían mas que tropezar con la palabra
"¡Imposible"!.
Al final de aquel año, Ford se reunió con
todos sus ingenieros y nuevamente le informaron que no
había forma, humanamente posible, de llevar a cabo sus
deseos.
-Aún así –replicó Ford-, les
ruego que prosigan con sus esfuerzos. Quiero ese bloque y lo
conseguiré.
Le obedecieron, y entonces, como respondiendo a un golpe
de varita mágica, se descubrió el
secreto.
¡La fuerte determinación de Ford
había vencido una vez más!
Puede que la historia que antecede no se describa
aquí con absoluta exactitud en cuanto se refiere al
tiempo, pero si es correcta su suma y sustancia. Usted que desea
meditar y hacerse rico, deduzca de ella el secreto de los
millones de Ford, si puede, naturalmente hacerlo. No
tendrá que buscar mucho, ni tampoco ir muy lejos para
hacerlo así.
Hery Ford fue un hombre de éxito porque
comprendió y "aplicó" los principios del mismo: Uno
de estos es el deseo, saber lo que uno quiere. Recuerde usted
esta historia de Ford a medida que vaya leyendo y escoja las
líneas en las que sea ha descrito el secreto de sus
maravillosos éxitos. Si puede usted hacer esto, si es
capaz de colocar su dedo índice sobre el particular
grupo de
principios que hicieron rico a Ford, podrá igualar los
logros de aquél hombre en todo campo para el que
esté particularmente dotado.
Un poeta vio la verdad
Cuando Henley escribió las proféticas
líneas: "soy el dueño de mi destino y el
capitán de mi alma", debía habernos informado que
todos somos dueños de nuestros destinos y capitanes de
nuestras almas "porque" tenemos el poder de dominar nuestros
pensamientos.
Debió habernos dicho que nuestros cerebros se
magnetiza con los pensamientos dominantes que sostenemos en la
mente y que este magnetismo atrae
a las fuerzas, a la gente, y a as circunstancias de la vida que
armonizan con la naturaleza de
nuestros pensamientos "dominantes".
Debió habernos dicho también que antes de
acumular riquezas en gran abundancia, debemos magnetizar a
nuestras mentes con un intenso deseo hacia las riquezas, que
debemos llegar a ser "consciente monetariamente" hasta que ese
deseo por el dinero nos impulse a establecer planes definidos
para adquirirlo.
Pero al ser poeta y no filósofo Henley se
contentó con establecer una gran verdad en forma
poética, dejando a sus seguidores que interpretasen el
significado filosófico de sus líneas.
Poco a poco, la verdad ha ido apareciendo por sí
sola hasta que se evidenciado que los principios descritos en
este libro guardan el secreto del dominio sobre
nuestro destino económico.
Un joven ve su destino
Ahora ya estamos preparados para examinar el primero de
estos principios. Es necesario mantener el espíritu
receptivo y recordar, a medida que se va leyendo, que no son
invención de ningún hombre. Los principios han dado
excelentes resultados a muchos hombres. Usted también
puede utilizarlos en su propio beneficio.
Y descubrirá que es cosa fácil hacerlo
así.
Hace algunos años pronuncié el discurso de
comienzo de curso en el en el Salem College, Salem de West
Virginia. Destaqué el principio que se describe en el
siguiente capítulo y lo hice con tanta intensidad que uno
de los miembros de la clase se lo apropió definitivamente
e hizo de él parte de su filosofía personal. El
joven llegó a ser miembro del congreso y factor importante
en la
Administración de Franklin D. Roosevelt. Me
escribió una carta que
estatuía claramente su opinión sobre el principio
del siguiente capítulo, que decidí publicar la
misiva como introducción a tal capítulo. Le
dará a usted una idea de la recompensa que puede
esperar:
"Mi querido Napoleón:
"Mis servicios
como miembro del Congreso me han proporcionado cierta
perspicacia y comprensión de los problemas de
hombres y mujeres, y así escribo estas líneas
para brindar una sugerencia que espero pueda servir de ayuda a
miles de meritorias personas.
"En el año de 1922 usted pronunció un
discurso de
comienzo de curso en el Salem College, cuando yo era miembro de
una clase. En aquél discurso fijó usted en mi
mente una idea que ha sido responsable de la oportunidad que
ahora disfruto de servir a los habitantes de mi país, y
que asimismo será responsable de todo éxito que
yo pueda alcanzar en mi carrera.
"Recuerdo como si aun fuese ayer la maravillosa
descripción que usted hizo del método
empleado por Henry Ford poseyendo en aquél entonces muy
poca cultura, sin
un dólar, sin amigos influyentes, y sin embargo,
elevándose en muy poco tiempo a gran altura. En tal
ocasión me decidí yo, me decidí incluso
antes de que usted terminara su discurso, decidí que
algún día llegaría a ocupar un cargo de
importancia fuesen cuales fueren las dificultades que tuviera
que vencer.
"Miles de jóvenes terminarán sus
estudios en esto años y dentro de los próximos
años. Cada uno de ellos debe buscar el mensaje de
estímulo práctico que yo recibí de usted.
Querrán saber hacia donde caminar, qué hacer,
cómo empezar a vivir. Usted puede decírselo
porque usted ha resuelto o ayuda a resolver los problemas de
infinidad de personas.
"Hay miles de personas en América hoy día a quienes les
gustaría saber como convertir sus ideas en dinero, y son
personas que deben comenzar arañando el camino, sin
financiación alguna y sin apoyo de ninguna clase. Si hay
alguien que puede ayudarlos, ese alguien es usted.
"Si publica usted el libro, me gustaría poseer
el primer ejemplar que salga de imprenta personalmente
autografiado por usted.
"Con mis mejores deseos, sinceramente suyo:
"Jennings Randolph."
Treinta y cinco años después de haber
pronunciado yo aquél discurso, constituyó un gran
placer para mí volver al Salem College en el año
1957 a fin de pronunciar otro en la apertura de curso de
bachillerato. En aquellos días recibí el grado
honorario de doctor en Literatura del Salem
College.
Desde el año de 1922 siempre observé
cómo Jennings Randolph iba ascendiendo a los primeros
puestos ejecutivos de la nación, como gran orador y
magnífico senador de Estados Unidos de
West Virginia.
PUNTOS IMPORTANTES QUE RECORDAR
Al igual que Edwin Barnes, cualquier hombre puede ir mal
vestido y sin llevar un solo centavo en el bolsillo, y aun
así sus ardientes deseos pueden proporcionarles la
oportunidad de su vida.
Cuanto más trabaje usted en la verdadera dirección más cerca se
hallará del éxito. Demasiados hombres abandonan
cuando están a punto de alcanzar su meta. Y la dejan para
que otros la consigan.
El <<propósito>> es la piedra de
toque de cualquier logro, ya sea grande o pequeño. Un
hombre fuerte puede resultar derrotado por una niña que
tenga un propósito en su mente. Dirija usted bien sus
hábitos de pensamiento hacia el significado de su labor y
muy a menudo podrá lograr lo que parece
imposible.
Al igual que Henry Ford, usted puede trasmitir su propia
fe y perseverancia a otros y hacer que se haga bien los
<<imposible>>.
<<Cualquier cosa>> que pueda concebir y
creer la mente humana, podrá conseguirse.
PASO
PRIMERO HACIA LA RIQUEZA: DESEO
Los sueños se convierten en realidad cuando el
deseo los transforma en acción concreta. Pida a la vida
grandes dones y anime a la vida a que se los entregue a
usted.
Cuando Edwin C. Barnes se apeó del tren de
mercancías en East Orange, N. J., hace más de
cincuenta años, acaso tendría todo el aspecto de un
vagabundo, ¡pero sus pensamientos eran los de un
rey!.
Cuando emprendió el camino desde las vías
del ferrocarril hasta las oficinas de Thomas A. Edison, su mente
trabajaba febrilmente. Se veía a si mismo "en presencia de
Edison". Se escuchaba a si mismo pidiendo una oportunidad al
señor Edison para trocar en realidad la obsesión de
su vida, el ardiente deseo de llegar a ser socio industrial del
gran inventor. ¡El deseo de Barnes no era una simple
"esperanza"! era un deseo fuerte, maduro, persistentes que
avasallaba todo lo demás. Era algo muy definido y
definitivo.
Pocos años después, Edwin C. Barnes se
hallaba de nuevo en presencia de Edison y en el mismo despacho
donde pro primera vez le conoció. Esta vez su deseo se
hallaba convertido en una realidad tangible. "Era socio
industrial" de Edison. El sueño dominante de su vida era
ya un hecho concreto.
Barnes tuvo éxito porque eligió una meta
definida, determinada, precisa, y dedicó todas sus
energías, toda su fuerza de voluntad y todo su esfuerzo a
alcanzar aquella meta.
No existe ruta de retirada
Transcurrieron cinco años antes de que se
presentara la oportunidad que esperaba. Para todo el mundo,
excepto para sí mismo, parecía ser otro diente mas
en el engranaje industrial de Edison, pero en su propia mente era
socio de Edison cada minuto que pasaba y que había
transcurrido desde el día en que comenzó a trabajar
allí.
Este es un ejemplo notabilísimo de lo que puede
el deseo. Barnes llegó a la meta porque
deseaba ser un asociado industrial de Edison mucho mas que
cualquier otra cosa. Creó un plan mediante el cual pudiese
llegar a su objetivo. Pero
quemó todos los puentes que quedaban detrás de
él. Se ciñó a su deseo hasta que este
llegó a convertirse en una verdadera obsesión, en
el objetivo principalísimo de su vida y, finalmente, en un
hecho concreto.
Cuando fue a East Orange no se dijo a si mismo:
"Intentaré que Edison me conceda un empleo
cualquiera", sino que se dijo: "Veré a Edison y le
haré saber que he venido a ser socio suyo".
Barnes no dijo: "Mantendré los ojos bien abiertos
par aprovechar cualquier otra oportunidad en el caso que me falle
lo que deseo en la organización de Edison". Por el contrario,
Barnes dijo: "Sólo hay una cosa en el mundo que he
decidido conseguir y es ser socio industrial de Thomas A. Edison.
Quemaré todos los puentes que quedan a mi espalda y
apostaré todo mi futuro por lograr lo que tanto
anhelo".
"No se dejó a si mismo un posible camino de
retirada. ¡Tenía que ganar o perecer!"
¡Y esta es la historia del éxito de
Barnes!.
Quemó sus naves
Hace mucho tiempo un gran guerrero se enfrentó a
una situación que hizo necesario tomase una
decisión para asegurar el éxito en el campo de
batalla. Estaba a punto de enviar a sus ejércitos contra
un poderoso enemigo cuyas fuerzas eran muy superiores a las
suyas. Embarcó en naves a sus soldados y navegó
hasta las costas del país enemigo, donde desembarcaron
tropas y equipo. Luego dio la orden de que se quemaran las naves
que les había conducido hasta allí. Y
dirigiéndose a sus hombres, poco antes de la primera
batalla, les dijo:
–En este momento estáis viendo como arden
nuestras naves. Eso significa que no podremos abandonar estas
costas vivos, a menos que venzamos. Ahora no tenemos
elección. . . ¡A vencer o morir!.
Y vencieron.
Cada persona que vence en una empresa debe
ansiar quemar sus naves y cortar todos los caminos de retirada.
Sólo haciéndolo así puede uno mantener ese
estado mental conocido como ardiente deseo de vencer, factor
esencial para todo éxito.
La mañana que siguió al gran incendio de
Chicago, un grupo de
comerciantes se hallaba en State Street contemplando las
humeantes ruinas de lo que antes fueran sus almacenes. Se
reunieron en conferencia, y en
el mismo lugar de los sucesos, para decidir si
reconstruirían o abandonarían Chicago
definitivamente a fin de iniciar sus negocios en otro sitio mas
prometedor del país. Llegaron todos a una decisión
menos uno. . . Abandonar Chicago.
El comerciante que decidió quedarse y reconstruir
señaló con un dedo los restos de su almacén y
dijo:
–Caballeros, en este mismo lugar construiré
el almacén
mas grande del mundo y siempre lo haré aun cuando se
quemara muchas veces.
Esto sucedió hace casi un siglo. Se
construyó el almacén; y allí está
todavía, como monumento a la fuerza mental de aquél
hombre, a esa fuerza mental conocida como "ardiente
deseo".
La cosa mas fácil para Marshall Field
debía haber sido la que hicieron sus demás colegas.
Cuando las cosas se pudieron feas y el futuro parecía
negro, los demás frenaron y partieron hacia donde las
cosas les resultaran mas fáciles.
Fíjese bien en la diferencia que hubo entre
Marshall Field y los otros comerciantes, porque es la misma
diferencia que distinguen prácticamente a los que tienen
éxito en la vida, de los que fracasan.
Todo ser humano que alcanza la edad de la
comprensión en cuanto se refiere al propósito del
dinero, anhela éste. Pero el anhelo no trae las riquezas.
Solamente la conseguirán cuando a ese deseo se le
dé forma concreta hasta que se convierta en
obsesión y se tracen planes y medios
definidos para adquirir tales riquezas, y se actúe con
persistencia, con una persistencia "que no reconozca el
fracaso".
Seis pasos que convierten en oro los
deseos
El método mediante el cual el "deseo" de riquezas
puede traducirse a su equivalente financiero consiste en llevar a
cabo los siguientes seis pasos, definidos y
prácticos:
- Fije en su mente la cantidad exacta de dinero que
desea. No es suficiente decir: "Quiero mucho dinero". Sea
exacto en cuanto se refiere a la cantidad. (Hay una
razón psicológica respecto a esta exactitud, que
se describirá en otro capítulo). - Determine exactamente lo que está dispuesto a
"dar" a cambio del deseo que desea. (No existe tal cosa como
"algo por nada"). - Establezca una fecha definitiva en la que intenta
poseer el dinero que desea. - Forme un plan bien definido para realizar sus deseos
y comience "en seguida", esté preparado o no, a poner en
práctica su plan. - Escriba una declaración clara y concisa sobre
la cantidad de dinero que piensa usted tener, estatuya lo que
trata de dar a cambio por ese dinero y describa claramente el
plan mediante el cual lo acumulará. - Lea su declaración escrita en voz alta dos
veces, al día, una antes de acostarse por la noche y
otra después de levantarse por la mañana. La
mismo tiempo que lee. . ., Vea, sienta y crea que ya
está en posesión de ese dinero.
Es importante que siga usted las instrucciones descritas
en esos seis pasos. Es especialmente importante que observe y
siga las instrucciones del párrafo
sexto. Puede que usted alegue que es "imposible" verse a si mismo
en posesión de tal cantidad de dinero antes de poseerlo.
Aquí es donde el "deseo ardiente" ha de acudir en su
ayuda. Si realmente desea dinero con tanta fuerza que su deseo
constituye una obsesión, no tendrá dificultad en
convencerse a si mismo de que lo obtendrá.
Principios que valen cien millones de
dólares
A los no iniciados que no han sido formados en los
principios de trabajo de la mente humana, es posible que estas
instrucciones se le antojen poco prácticas. Así,
pues, quizás sirva de ayuda a todos los que dejan de
reconocer la fuerza y verdad de los seis pasos, saber que esta
información que ahora reciben fue
facilitada por Andrew Carnegie, quién comenzó como
peón en unos hornos de acero, pero se
las arregló, a pesar de sus humildes comienzos, para hacer
que estos principios les proporcionasen una fortuna superior a
los cien millones de dólares.
También es probable que les sirva de ayuda el
hecho de que estos seis pasos fueron cuidadosamente estudiados
por el fallecido Tomas A. Edison, quien les dio su visto bueno no
sólo por ser esenciales para la acumulación de
dinero, sino por que son la base del alcance de toda
conquista.
Estos pasos no precisan de "trabajo duro". No exigen
ningún sacrificio. No requieren que uno aparezca
ridículo o crédulo. Para aplicarlos tampoco se
precisa una gran cultura. Mas
para que estos pasos tengan éxito en su aplicación,
si que se necesita suficiente "imaginación", una
imaginación que de lugar a ver y a comprender que la
acumulación de dinero no puede dejarse al azar, a la
casualidad. Es preciso darse cuenta de que todos aquellos que han
acumulado grandes fortunas, soñaron primero con ellas,
albergaron esperanzas, las desearon fuertemente e hicieron
proyectos
"antes" de poseer realmente el dinero.
Y ahora mismo antes de seguir adelante, es conveniente
que sepa que nunca podrá tener riquezas en gran cantidad
"a menos que" en usted nazca y se desarrolle un deseo ardiente
hacia el dinero y que en realidad "crea" que lo llegará a
poseer.
Los grandes sueños pueden convertirse en
riquezas
Los que emprendamos esta carrera hacia la riqueza
debemos sentir estímulo mediante el
conocimiento de que en este alterado mundo en que vivimos
cada día se precisan nuevas ideas, nuevas formas de hacer
las cosas, nuevos dirigentes, nuevas invenciones, nuevos métodos de
enseñanza, nuevos procedimientos
para los mercados, nuevos
libros, nueva
literatura, nueva
características para la
televisión, y en el fondo de esta demanda de
cosas mejores y nuevas existe una cualidad que hay que poseer
para vencer y esta es la "determinación de
propósito", el
conocimiento de lo que uno quiere y un ardiente deseo de
poseerlo.
Los que deseamos acumular riquezas debemos recordar que
los auténticos dirigentes del mundo siempre han sido
hombres que han dominado y encauzado, llevándolas a la
práctica, a las fuerzas intangibles e invisibles de la
oportunidad aún no nacida, y han convertido esas fuerzas
(o impulsos del pensamiento) en rascacielos, ciudades,
fábricas, aviones, automóviles y toda forma de
utilidad que
hace la vida mas agradable.
Al proyectar la adquisición de su parte de
riqueza, no permita usted que alguien se interfiera para
despreciar al soñador. Para ganar las grandes apuestas en
este mundo alterado, debe usted captar el gran espíritu de
los pioneros del pasado cuyos sueños han dado a la
civilización todo cuanto posee de valor, el
espíritu que sirve de sangre
vivificadora a nuestro propio país. . ., tanto su
oportunidad como la mía para desarrollar y vender nuestros
talentos.
Si lo que usted desea es correcto y "cree en ello",
¡adelante y hágalo! Lleve a cabo sus sueños y
que nunca le importe lo que "ellos" digan si tropieza con una
derrota temporal, porque "ellos" ignoran que cada derrota traen
consigo la semilla de un éxito equivalente.
Thomas A. Edison soñó con una
lámpara que pudiese funcionar mediante la electricidad,
llevó a la práctica su sueño y a pesar de
mas de "diez mil fracasos" se ciñó al mismo hasta
que lo convirtió en realidad física. ¡Los
soñadores prácticos jamás
fracasan!.
Whelan soñó con una cadena de almacenes de
cigarros, transformó sus sueños en algo
práctico y hoy día la Union Cigar Stores, ocupa uno
de los mejores lugares de América.
Los hermanos Wright soñaron con una
máquina que pudiese volar. Hoy día todo el mundo
puede ver que aquellos sueños eran
sólidos.
Marconi soñó con un sistema para
dominar y encauzar las intangibles fuerzas del éter. La
prueba de que no soñaba en vano la vemos hoy en cada
aparato de radio y televisión
que existe en el mundo. Puede que le interese a usted saber que
los "amigos" de Marconi le encerraron y le examinaron en un
hospital para psicópatas cuando anunció que
había descubierto el principio mediante el cual
podía enviar mensajes por el aire sin
necesidad de alambres u otros medios físicos y directos de
comunicación. A los soñadores de hoy
en día les va mucho mejor con sus cosas.
El mundo está lleno de oportunidades que nunca
conocieron los soñadores del pasado.
Los deseos detrás de sus
sueños
Un ardiente deseo que hay que hacer realidad a toda
costa es el punto de donde ha de partir todo soñador. Los
sueños no nacen de la indiferencia, de la pereza o de la
falta de ambición.
Recuerden que todos los que han alcanzado éxito
en la vida casi siempre tuvieron duros principios y atravesaron
muy malos tiempos antes de "llegar". El auténtico cambio
en la vida de aquellos hombres de éxito usualmente llega
en el momento de una crisis
mediante la cual son presentados a su "otro yo".
John Bunyan escribió Pilgrim’s Progress,
obra que figura entre los mejores libros ingleses, tras haber
estado encerrado en la cárcel, severamente castigado, a
causa de sus puntos de vista sobre religión.
O. Henry describió el gran genio que
dormía en su cerebro después de haberse enfrentado
con la desgracia y ser encerrado en una celda de la
prisión de Columbus, Ohío. Al verse obligado, por
la desgracia, a enfrentarse con su otro yo, y a emplear su
imaginación, descubrió que era una gran autor en
lugar de ser un pobre delincuente.
Charles Dickens comenzó pegando etiquetas de
crema para calzado. La tragedia de su primer amor
penetró tanto en las profundidades de su alma, que le
convirtió en uno de los mas grandes autores del mundo.
Aquella tragedia produjo primero David Coperfield, y mas tarde
una sucesión de otras obras que hicieron de este mundo un
lugar mas rico y mejor para todo el que las lee.
Helen Keller poco después de nacer se
quedó ciega, sorda y muda. A pesar de su formidable
desgracia su nombre ha quedado escrito en la página de la
historia de los Grandes. Toda su vida fue una demostración
tangible de que"nadie es derrotado hasta que la derrota se acepta
como una realidad".
Robert Burns era un mozo sin cultura alguna.
Parecía estar apadrinado desde su nacimiento por la
pobreza y
hasta llegó a ser un borracho. Pero el mundo se convierte
en un lugar mejor por haber vivido aquél hombre que
arropó en poesía
bellos pensamientos y así arrancó un espino y
plantó una rosa en su lugar. Repito que era un humilde
campesino sin estudios escolares de ninguna clase y que incluso
su vida fue desordenada. Pero "llegó".
Beethoven era sordo y Milton estaba ciego, pero sus
nombres perdurarán mientras el mundo exista porque
soñaron y tradujeron sus sueños a una realidad
concreta.
Hay diferencia entre desear una cosa y estar en
disposición de recibirla. Nadie está dispuesto a
tal recepción hasta que "cree" que puede hacerlo, que
puede adquirirla. El estado
mental debe ser "creencia" y no simple deseo o esperanza. Para la
creencia es esencial una mente liberal y receptiva. Las
denominadas mentes cerradas no inspiran fe, valor o
creencia.
Recuerde usted que no se requiere realizar mas esfuerzos
para apuntar alto en la vida o para exigir abundancia y
prosperidad que el que precisa realizar para aceptar la miseria y
la pobreza. Un
gran poeta ha estatuido muy correctamente esta gran verdad
universal en las líneas siguientes:
Pacté con la Vida por un penique,
Y la Vida no pagó más.
Sin embargo, mendigué por la noche
Cuando conté mi parco acopio.
Pues la Vida no es más que
patrón
Que da lo que se le pide,
Pero una vez se fija el salario,
¡Oh!, es preciso seguir adelante con el
trabajo.
Trabajé por el jornal de un lacayo
Sólo para aprender, acongojado,
Que cualquier jornal que hubiese pedido a la
Vida
Ella me lo hubiese dado.
El deseo consigue lo "imposible"
Y como adecuado final de este capítulo deseo
presentarles aquí a una de las personas mas particulares
que he conocido. Le vi pocos minutos después de nacer.
Vino al mundo sin la menor señal física del sentido
del oído, y el
doctor admitió, cuando se le presionó para que
diera su opinión sobre el caso, que la criatura
quizás fuese sorda y muda para toda su vida.
Desafié y puse en duda la opinión del
doctor. Tenía perfecto derecho a hacerlo así porque
yo era el padre de aquél niño. También
llegué a una decisión y tuve mi opinión,
pero exprese ésta silenciosamente, en el secreto de mi
corazón.
Yo estaba seguro de que mi hijo tenía que
oír y hablar. ¿Cómo? Estaba seguro de que
tenía que haber alguna forma, algún camino, y que
tenía que encontrarlo. Y pensé entonces en las
palabras del inmortal Emerson: "El curso que siguen todas las
cosas tienden a enseñarnos lo que es la fe. Sólo
necesitamos obedecer. Hay un guía para cada uno de
nosotros, y escuchando humildemente, oiremos la <<verdadera
palabra>>".
¿La verdadera palabra? ¡Deseo! Más
que nada en el mundo yo deseaba que mi hijo no fuese sordomudo. Y
no abandoné tal deseo ni un segundo siquiera.
¿Qué podía hacer yo? De alguna
manera tenía que transplantar a la mente de aquél
niño mi ardiente deseo de hallar medios y formas de llevar
el sonido a su
cerebro sin la ayuda de un par de oídos.
Tan pronto como el niño fuese lo suficientemente
mayor como para cooperar, llenaría su mente con el
ardiente deseo de oír, y lo haría de tal forma, con
tanto anhelo, que la naturaleza,
usando sus propios métodos, traduciría aquél
anhelo en una realidad física.
Todo este proceso se
desarrolló en mi propia mente, pero no hablé con
nadie sobre ello. Cada día renovaba la promesa que me
había hecho a mi mismo de que mi hijo no sería un
sordomudo.
A medida que crecía y empezó a darse
cuenta de las cosas que le rodeaban, observamos que oía un
poco. Y al llegar a la edad en que la mayoría de los
niños
rompen a hablar, el no mostró la menor señal de
hacerlo aún cuando comprendimos, por sus acciones, que
podía oír ligeramente ciertos sonidos. ¡Eso
era todo cuanto yo deseaba saber! Estaba convencido de que si el
niño podía oír aunque fuese ligeramente, se
podría desarrollar su capacidad auditiva mucho mas. Luego
sucedió algo que me infundió esperanzas. Y la cosa
surgió de la fuente más inesperada.
Encontramos un camino
Compramos un fonógrafo. Cuando el niño
escuchó la música por primera
vez, se quedó como extasiado e inmediatamente se
apropió de la máquina. En una ocasión
tocó el mismo disco durante casi dos horas, permaneciendo
en pie ante el fonógrafo "con los dientes clavados en el
borde de la caja". El significado de este hábito no fue
claro para nosotros hasta años mas tarde, ya que no
conocíamos entonces las propiedades de conducción
del sonido que
poseían los huesos.
Poco después de que el niño se apropiase
del fonógrafo descubrí que podía
oírme bien y claramente cuando yo hablaba con los labios
apoyados en su hueso mastoides, en la base del
cráneo.
Estando ya seguro de que el pequeño oía el
sonido de mi voz claramente, empecé a transferir a su
mente el deseo de oír y hablar. Pronto descubrí
también que al pequeño le encantaban los cuentos a la
hora de irse a la cama, de forma que e puse a inventar historias
con la intención de desarrollar en él la seguridad
en sí mismo, la imaginación y "un ardiente deseo de
oír y ser normal".
Había en particular una historia que yo adornaba
con nuevas pinceladas cada vez que se la contaba. La historieta
tenía la intención de hacerle pensar que su
padecimiento no era en realidad una incapacidad física,
sino mas bien un gran valor. A pesar del hecho de que toda la
filosofía que yo había asimilado claramente
indicaba que la adversidad siempre trae consigo la semilla de una
ventaja equivalente, debo confesar que por aquellos día yo
no tenía la mas ligera idea de "como" aquél
padecimiento podía convertirse en un valor.
Nada podía detenerle
Cuando miro hacia atrás y analizo la experiencia,
veo que la "fe que tenía mi hijo en mi"tuvo mucho que ver
con los asombrosos resultados obtenidos. No ponía en duda
nada de lo que yo le decía. Le inculqué la idea de
que el poseía una "ventaja" clara sobre su hermano mayor,
y que tal ventaja se reflejaría por si sola de muchas
formas. Por ejemplo, los profesores en la escuela
observarían que no oía y, en consecuencia,
mostraría hacia él especial atención y le
tratarían con extraordinaria amabilidad. Y así lo
hicieron siempre. También le inculqué la idea de
que cuando fuese lo suficientemente mayor para vender
periódicos (su hermano mayor, ya era un buen comerciante
en tal terreno), el tenía una gran ventaja sobre su
hermano mayor por la sencilla razón de que la gente le
pagaría un dinero extra por sus artículos de
venta, razonando
que era un muchacho trabajador y brillante a pesar del hecho de
que carecía de oído.
Aproximadamente a os siete años de edad dio la
primera muestra de que
nuestro método de "programar" su mente estaba dando
frutos. Durante meses había estado solicitando el
privilegio de vender periódicos, pero su madre no daba su
consentimiento a tal proyecto.
Finalmente obró por su cuenta y riesgo. Una
tarde, al quedarse sólo en casa con los criados,
trepó por la ventana de la cocina y se marchó.
Pidió prestados seis centavos al zapatero de la vecindad,
los invirtió en periódicos, los volvió a
vender, invirtió de nuevo el capital, y
así estuvo operando hasta ultima hora de la tarde.
Después de hacer balance de su capital y
devolver los seis centavos que había pedido prestado al
zapatero, le quedó una ganancia líquida de cuarenta
y dos centavos. Cuando nosotros llegamos a casa aquella noche, le
encontramos profundamente dormido en su cama con el dinero bien
encerrado en un puño.
Su madre le abrió la mano, le quitó las
monedas y lanzó una exclamación de asombro y
angustia. Me parecía poco adecuado llorar sobre la primera
victoria de mi hijo. Mi reacción fue totalmente opuesta.
Me eché a reír de buena gana porque ya estaba
seguro de que mi empresa de
inculcar en el niño fe en si mismo se había hecho
realidad.
Su madre veía, en aquella primera ventura
comercial, solamente a un niño sordo que había
salido a las calles arriesgando su vida para ganar dinero. Sin
embargo, yo veía a un comerciante muy pequeño, pero
ambicioso y seguro de si mismo, una seguridad que había
aumentado en un ciento por ciento porque se había metido
en negocios impulsado por su propia iniciativa y había
ganado. Aquello me complació mucho porque vi que el
niño acababa de dar muestras de una resolución que
le acompañaría durante toda su vida.
Un camino mediante la escucha
El muchacho sordo superó con éxito todos
los grados de escolaridad, segunda enseñanza y colegio sin poder oír a
sus profesores excepto cuando le gritaban fuerte y a cerca
distancia. No asistió a una escuela para sordos. No le
permitimos aprender el lenguaje de
signos. Estábamos decididos a viviese una vida normal y
que alternase con niños
normales, y nos mantuvimos en tal actitud
aún cuando nos costó grandes discusiones con los
profesores.
Cuando cursaba la segunda enseñanza probo un
dispositivo eléctrico para oír, pero sin resultado
alguno.
Durante su última semana en el colegio
sucedió algo que señaló el mas importante
cambio en su vida. Acaso debido a lo que parecía ser una
mera casualidad, entró en posesión de otro
dispositivo eléctrico para oír, que le
habían enviado para que lo probase. Al principio se
mostró lento en la prueba debido a la decepción
últimamente sufrida con otro aparato. Al fin, mas o menos
desganadamente, se lo ajustó a la cabeza y
¡allí estaba!…, como obedeciendo a un golpe de
varita mágica el deseo de oír que había
experimentado toda su vida, acababa de hacerse realidad. Por
primera vez en su existencia oía prácticamente tan
bien como cualquier persona de oído normal.
Medio loco de alegría por aquél mundo
cambiado que le habían proporcionado mediante el
dispositivo eléctrico, corrió al teléfono para hablar con su madre y
oyó la voz de ésta perfectamente. Al día
siguiente oyó las voces de sus profesores en clase con
toda claridad por primera vez en su vida. Y también por
primera vez podía conversar con otras personas libremente,
sin necesidad de tener que hablar en voz alta. Ciertamente,
acababa de entrar en posesión de un mundo
diferente.
El muchacho <<sordo>> ayuda a
otros
Sin darse totalmente cuenta del significado de lo que
había conseguido, pero intoxicado con la alegría de
haber descubierto un nuevo mundo de sonido, escribió una
carta al
fabricante del audífono en la que,
entusiásticamente describía su experiencia. Algo
que decía aquella carta hizo que la compañía
le invitara a ir a Nueva York.
Cuando llegó a la ciudad fue acompañado hasta la
fábrica y mientras hablaba con el jefe de ingenieros,
refiriéndole muchas cosas de aquél mundo nuevo que
había caído en sus manos, una idea, una
inspiración, una corazonada, o llámese como se
quiera, nació en su mente. Fue "ese impulso de
pensamiento" lo que convirtió su padecimiento en un valor
destinado a producir dividendos, tanto en dinero como en
felicidad, a miles de personas en el futuro.
La suma y sustancia de aquél impulso de
pensamiento fue la siguiente: se le ocurrió que
podía servir de ayuda a los millones de sordos que
caminaban por la vida sin gozar del beneficio de un dispositivo
mecánico para oír si el hallaba la forma de
referirles la historia de aquél "nuevo mundo".
Durante un mes se enfrascó en una intensa
investigación, a través de la cual
analizó todo el sistema de ventas del
fabricante de audífonos, y creó medios y
métodos de comunicarse con los duros de oído de
todo el mundo con el propósito de compartir con ellos su
recientemente descubierto mundo. Cuando acabó tal labor
presentó el plan a la compañía e
instantáneamente se le concedió un puesto en la
misma para que convirtiera en realidad sus deseos.
Cuando comenzó a trabajar, muy poco podía
saber el muchacho que estaba destinado a llevar esperanzas y
alivio práctico a miles de personas sordas que, sin su
ayuda, hubiesen permanecido condenadas para siempre al mundo del
silencio.
No me cabe la menor duda de que Blair hubiese sido un
sordomudo toda su vida si su madre y yo no nos las
hubiésemos arreglados para moldear su mente como lo
hicimos.
Cuando le inculqué el deseo de oír, hablar
y vivir como una persona normal, a este impulso le
acompañó alguna extraña influencia que
obligó a la naturaleza en convertirse en constructora de
un puente, salvando así la distancia que separaba su
cerebro del mundo exterior.
Ciertamente, un ardiente deseo dispone de tortuosos
caminos para transformarse en su equivalente físico. Blair
deseaba disfrutar de un oído normal. ¡Ahora ya lo
tiene! Había nacido con una desventaja física apta
para enviar a cualquiera, con un deseo menos definido, a la calle
provisto de un platillo para pedir limosna.
La pequeña "mentira piadosa" que inculqué
en su mente cuando aún era un niño,
haciéndole creer que su padecimiento se convertiría
en un gran valor, se justificó plenamente. En verdad que
no hay nada, ya sea correcto o erróneo, que la creencia,
mas un ardiente deseo, no pueda convertir en realidad. Estas
cualidades están a disposición de
cualquiera.
El deseo obra maravillas para una
cantante
Un breve párrafo
publicado en la prensa y
relacionado con madame Schummann – Heink, facilita una
pista para descubrir el éxito magnífico de esta
mujer como
cantante. Transcribo el párrafo porque su contenido no
revela otra cosa que el ardiente deseo.
A principios de su carrera, madame Schumann –
Heink visitó al director de la Ópera de Viena para
que le probase la voz, pero el hombre no lo hizo. Después
de lanzar una ojeada a aquella muchacha desgarbada y pobremente
vestida, es director dijo no muy cortésmente: <<Con
esa cara y sin personalidad
alguna, ¿cómo puede usted esperar tener
éxito en el campo de la ópera? Querida muchacha,
abandone la idea. Cómprese una máquina de coser y
póngase a trabajar. Nunca será usted una
cantante.>>
La palabra "nunca", es tiempo demasiado largo. El
director de la Ópera de Viena sabía muchas cosas
acerca de la técnica del canto. Pero muy pocas sobre la
fuerza del deseo cuando éste alcanza la proporción
de una obsesión. Si hubiese sabido mas cosas de esa
fuerza, no habría cometido la equivocación de
condenar al genio sin concederle una oportunidad.
Hace varios años uno de mis asociados comerciales
enfermó a medida que fue transcurriendo el tempo se pudo
peor y finalmente tuvo que ser trasladado al hospital a fin de
practicarle una operación. El doctor le advirtió
que había pocas esperanzas…, o ninguna, de que volviese
a verle vivo. Pero ésta era solamente la opinión
del doctor. No era la opinión del paciente. Muy poco antes
de ser trasladado al quirófano murmuró,
débilmente: "No se preocupe, jefe, estaré fuera de
aquí dentro de unos días". La enfermera me
miró con cara de circunstancias. Pero el paciente
salió bien de la operación. Después que todo
terminó, su médico me dijo: "Nada a no ser el
ardiente deseo de vivir, le ha salvado. Nunca hubiera salido bien
de esto si no se hubiese negado a aceptar la posibilidad de una
muerte".
Creo en la fuerza del deseo apoyada por la fe porque he
sido testigo de cómo esta fuerza elevaba a muchos hombres
desde sus humildes comienzos a puestos de poder y riqueza; he
visto como esa fuerza salvaba de la muerte a
muchas víctimas; la he visto servir como medio por el cual
los hombre volvían a ponerse en pie tras haber sufrido
cien diferentes derrotas; y he visto también como esa
fuerza proporcionaba a mi hijo una vida normal y feliz a pesar de
que la naturaleza le había lanzado al mundo
sordo.
¿Cómo puede uno caminar y dirigir esa
fuerza del deseo? Esto ha sido contestado en parte y
seguirá contestándose a través de los
demás capítulos de este libro.
Mediante algún extraño y poderoso
principio de "química mental" que
jamás ha divulgado, la naturaleza contiene en el impulso
de un fuerte deseo "ese algo" que no reconoce la palabra
"imposible", y no acepta tal realidad como fracaso.
PUNTOS IMPORTANTES QUE RECORDAR
Cuando el "deseo" enfoca grandes fuerzas hacia su
victoria, usted no necesita disponer de una vía de
retirada; la victoria es segura.
Los seis pasos que se describen en este capítulo
convierten al deseo en oro. Estos principio proporcionaron a
Andrew Carnegie la cantidad de cien millones de
dólares.
El deseo hace que se produzca una victoria tras la
derrota temporal. Fue el deseo el que construyó uno de los
almacenes mas grandes del mundo, que antes se había
convertido en un montón de cenizas.
Un muchacho sordo aprendió a oír. Una
mujer "sin
oportunidad" llegó a ser una cantante de ópera. Un
hombre enfermo, desahuciado por los médicos, siguió
disfrutando de la vida. El deseo fue la fuerza que ayudó a
estas personas mediante alguna extraña, pero natural
"química
mental".
"No hay limitaciones para la mente excepto aquellas que
admitimos".
Nota del transcriptor:
Este maravilloso libro considerado patrimonio de
la humanidad, tiene las leyes exactas
para hacer de usted una persona exitosa en el terreno por usted
elegido, léalo, asimílelo y ponga en
práctica sus enseñanzas y no habrá forma ni
manera de evitar que usted sea una persona muy, pero muy exitosa.
En este libro se explican los treces principios para triunfar. En
este capítulo que está a su disposición se
explica el primero de ellos. Todavía faltan por
transcribir los otros doce principios, no se preocupe, pronto
estará a su disposición el libro completo. Pero
quise liberar este primer capítulo primero para que lo
leas muchas veces, repetidas veces, una y otra vez, hasta que
asimiles sus enseñanzas, e iré actualizando el
libro con un nuevo capítulo, capítulo por
capítulo para que se vayan leyendo cada uno con calma y
dedicación, también con la intención de que
cuando pases a un nuevo capítulo, ya hayas dominado el
anterior, ganando en comprensión con el que viene.
Así que debes revisar de vez en cuando la página en
donde conseguiste este libro para ver si ya está
actualizado con un nuevo capítulo. Voy a tratar de ir
terminando cada capítulo antes de que pase un mes, y
cuando tengas la obra completa léela por completo muchas
veces, de hecho este es el tipo de libro que debería
leerse a diario. Si te gusta, si quieres hacer algún
comentario o si quieres apurarme, puedes mandar tus comentarios
al e-mail:
Jorge Castillo