También se enviaban cartas cuando un inmigrante
moría. En la muestra
"Buenos Aires
1910, Memoria del
Porvenir", llamaba poderosamente la atención la imagen de una familia
vestida de negro, reunida alrededor de un hombre que
llevaba un traje, sentado en una silla como lo habría
hecho en tantas otras oportunidades. Hasta aquí no se
advierte nada asombroso, pero ¿qué
pensará el lector si se entera de ese hombre estaba
muerto y ése era su velorio? Alguien del
público me dijo que la foto se tomaba habitualmente,
para mandarla al páis de origen y demostrar que el
familiar había muerto en la nueva tierra. El
guía corroboró minutos después esa
información" (4).
En La gran inmigración (5), de Ema Wolf y Cristina
Patriarca, se reproducen algunas "Cartas de recién
venidos". Son las siguientes:
"De Vittorio Petrei, en Jesús María (1878):
"Nosotros estamos seguros de ganar
dinero y no
hay que tener miedo a dejar la polenta que aquí se come
buena carne, buen pan y buenas palomas. Los señorones de
allá decían que en América
se encuentran bestias feroces: las bestias están en Italia
y son esos señores".
"De Luigi Basso, en Rosario (1878)":
"He pensado en marcharme a Montevideo, y si no hay trabajo me voy
al Brasil, que
allí hay más trabajo y al menos tienen buena
moneda, no como aquí, en la Argentina, que el billete
siempre pierde más del veinte (por ciento) y no se ve ni
oro ni
plata".
"De Girolamo Bonesso, en Colonia Esperanza (1888)":
"Aquí, del más rico al más pobre, todos
viven de carne, pan y minestra todos los días, y los
días de fiesta todos beben alegremente y hasta el
más pobre tiene cincuenta liras en el bolsillo. Nadie se
descubre delante de los ricos y se puede hablar con cualquiera.
Son muy afables y repetuosos, y tienen mejor corazón
que ciertos canallas de Italia. A mi parecer, es bueno
emigrar".
En "Las fronteras históricas del legalismo", Mariano
Gutierrez reproduce una carta, fechada en
Villa Merced en septiembre de 1879, en la que el fraile
Donati "le advertía a su compañero de las
trampas en que el gobierno
pretendía hacer caer a los indios".
Donati escribe al M.R.P. Moysés Alavez:
"Mi querido padre Prefecto: Recibí la apreciable de
V.P.M.R. fecha 28 de presente. Con respecto á Ramón,
consideratis considerandis, nosotros me parece que no
debríamos más que aconsejarle á que se
reduciese entre Cristianos á una vida civil para que
despues consiguiésemos su conversión. Por ahora no
usan otros términos que se entendiese con los Gefes o con
el Gobierno, en cuanto á las propuestas que se hiciesen
que después no se hubiesen de cumplir caeriamos en su
desgracia. Según la carta de V.P. me confirmo siempre
más que los actuales gobernantes no quieren reducciones,
pero si la sumisión de los indios por medio de
dispersiones de ellos. En una palabra reducirlos en un estado como se
halla en los tiempos presentes la nación
hebrea que no forma población reunida. Es de dura necesidad
mostrarse indiferente con ello, que haga expontáneamente
lo que les parezca mejor. Por el contrario se nos
sublevaría si viniesen con propuestas que probablemente no
serán fielmente realizadas. Me buscan que vaya para hablar
ellos conmigo, por que gracias a Dios me creen; pero yo no tengo
datos seguros
que el futuro Presidente quiera favorecer á nosotros y
á los indios. Ygnoro los proyectos de
él y las instrucciones que tienen los Gefes. Yvanoski me
ha comunicado que Sarmiento no quería pagarle este
último trimestre. Es más fácil evitar el
pantano que salir caído en el. Muéstrese neutral
con Ramón dígale que se entienda con el Coronel
Roca. Me es doloroso usar estos términos (…).
también V.P. tenga la advertencia de reflexionar bien
sobre el racionamiento de Nicolás, no sea que este pobre
caiga en la red como han quedado
estampados aquí una cuadrilla de cautivos que comenzaron
á racionarles con el título de Vaqueanos prestando
servicios. A
poco á poco, de vez en cuando los mandaban a descubrir el
campo, en seguidos que estuviesen vestidos de paisanos reunidos
en tal Fortín, la conclusión fue que ahora
están gobernados por un oficial como militares veteranos.
Nicolás debería pensarlo bien y determinar si
él mismo quiere carne de la Patria. Se me han desaparecido
un par de botas; Marquito me asegura que las ha visto en mi celda
puede ser que alguno de los Padres las haya ocupado para ir a
cazar; me parecía que no estuviesen allí;
pregunté de ellas, son botas casi nuevas. Entró el
Padre Luis, algo ha de haber sucedido. En lo que tengo encargado
que no me dejen la llave a nadie. Saludo con toda la
expansión de mi corazón á los
compañeros, en particular á V.P. Fray Marcos
Donati" (6).
Una noticia publicada en el diario Clarín, el 27 de
julio de 1999 (7),anticipaba que un día después,
Josefa América Scarfó recibiría de manos del
ministro Carlos Corach las cartas que Severino Di Giovanni le
escribiera sesenta y ocho años atrás.
Transcribimos parcialmente esa información:
"El 30 de enero de 1931 –señala el matutino-, en
una requisa, los policías dieron vuelta la quinta Ana
María, en Burzaco, donde Scarfó alcanzó a
convivir con Di Giovanni sólo diez meses. Se llevaron
desde panfletos que exhortaban a la ‘insurrección de
la clase
obrera’ hasta las cartas de amor del
anarquista".
"Desde entonces, hasta hace quince días, cuando fueron
entregadas al Ministerio del Interior, las cartas dormían
en Museo de la Policía Federal".
" ‘Antes de morir quiero tener las cartas de amor y
poder
apretarlas contra mi pecho’, le dijo América
Scarfó, hace unos seis años, al escritor y
periodista Osvaldo Bayer, quien ayer habló con
Clarín desde Alemania".
"Fue precisamente a través de Bayer que la mujer se
enteró de que aquellas cartas –la mayoría
escrita en italiano, algunas en francés- no habían
sido destruidas. En Severino Di Giovanni, el idealista de la
violencia, escrito entre 1968 y 1970, Bayer reprodujo las
cartas".
"Bayer acude a las cartas para definir ese amor.
‘Hablaban de un amor que podríamos calificar de
puro, profundo, pero casi sin referencias de tipo carnal o
sexual’. Para Bayer, estos escritos destilan la moral
anarquista de Di Giovanni: ‘Sus cartas tenían ese
tono porque por sus ideas, sentía un gran respeto por el
género
femenino’ ".
La nota incluye algunos fragmentos:
"Amiga mía: tengo fiebre en todo mi
cuerpo. Tu contacto me ha atestado de todas las dulzuras.
Jamás como en estos larguísimos días he ido
bebiendo a sorbos los elixires de la vida".
"Te dije, en aquel abrazo expanisvo, cuánto te amaba, y
ahora quiero decirte cuánto te amaré".
"Sé el ángel celestial que me acompañe en
todas las horas tristes y alegres de ésta, mi vida de
insumiso y rebelde".
En "Teresa Masciulli en la vida de Severino Di Giovanni",
Otilia Da Veiga recuerda que él pidió ver a Teresa,
su esposa, y a sus hijos antes de ser fusilado, y comenta: "No
hace mucho tiempo Josefa
Scarfó recibió del gobierno de la Ciudad de Buenos
Aires las cartas que le fueran escritas desde la cárcel
por el anarquista. Muy a destiempo, cuando sus ideales
ácratas, serenados por los años y el matrimonio con un
señor dedicado al comercio de
obras de arte, seguramente
ya eran recuerdo" (8).
Esas cartas son el tema alrededor del cual el "Grupo Buenos
Aires Puro Cuento"
creó el espectáculo "Severino, una historia
colectiva". A él se refiere Cristina Villanueva:
"El espectáculo surge de una noticia del año
1999: la entrega de las cartas (entre Severino y su amor
América Scarfó) que realizó el entonces
ministro Corach. El texto es
resultado de la
investigación del grupo y está armado en base a
fragmentos de las cartas, material periodístico y
aguafuertes de Arlt que es uno de los cinco periodistas que
presenció el fusilamiento de Severino di Giovanni. Este
hecho, el asesinato de un anarquista, acusado de un crimen que no
cometió, se repite en nuestra historia y en otras. El
abogado defensor de oficio, un teniente del ejército, fue
destituido por no querer corroborar, con su actuación, las
falsas acusaciones. La música, hermosa e
importante en la creación del clima, entre
otras, la de la película Sacco y Vanzetti. Hay una
exposición de fotos, diarios de la
época, revistas, que ilustran algo el contexto de lo que
se narra. Las noticias de la
época (1930 – 1931) en la voz de Alicia Rabovich, David
Rein y Carmen Berdina, los integrantes del grupo, son seguidas de
‘ni dios, ni patria, ni patrón, ni marido’
".
"Estas palabras abren la historia, necesaria para preservar
la memoria.
Una crítica
al ejercicio del poder que aplasta la libertad y las
ideas. Coordinación María Heguiz" (9).
La casa de Myra se titula la novela de
Aurora Alonso de Rocha que fue distinguida en 2001 con el Segundo
Premio para Autores Inéditos, en el "Concurso organizado
por la Fundación El Libro, en el
marco de la 27ª Exposición Feria Internacional de
Buenos Aires ‘El libro del Autor al Lector’ "
(10).
En esa novela aparece la
carta que un inmigrante envía a una compatriota.
Transcribimos un fragmento de la misma:
"Una carta dirigida a Carmen Regueiro, en Orense,
España, que firma don Avelino Rodríguez, dice":
"Carmen querida:"
"¡Y los gallos cantaron de noche! Volaron unas
ánimas por encima del camposanto sin que los perros ladraran y
esa madrugada el Sr. Bioy, de Pardo, que merece toda fe, se
encontró sentado en un banco de la plaza
del Azul habiendo huido del hotel donde velaban pared por medio a un
recién muerto en duelo, por no poder dormir, cuando se le
sentaron a los lados primero un paisano y luego otro, tal vez por
ser el único banco con buena luz lejos de los
árboles
coposos, y el primero le dijo al segundo ‘hace mucho que no
le veía’, y el otro: ‘es que fui enterrado
vivo’. ‘Ah’ dijo el primero, y el otro
añadió: ‘así fue, pude volver y
aquí estoy’ ".
Si te cuento esto, Carmencita de mi alma, es
porque veo que hay aquí más cosas posibles que en
otros lados, y no milagros en los que no creo sino
extraños sucedidos que finalmente voy tomando por cosa
natural, y si comienzo la carta de ese modo también se
debe a que creía que era fábula un suceso que me
contaron y luego supe que no sólo había pasado sino
que era más terrible de lo que se pensaba".
"Hoy está en el diario, destacado: el cacique principal
Cipriano Catriel, su lenguaraz y secretario señor
Avendaño y su compañero asistente Juan María
Moreno, cristiano éste pasado antiguamente a los toldos,
fueron ejecutados en los alrededores del molino La Clara de
Olavarría, y fueron alanceados por los mismos indios
contrarios de opinión, al mando del cacique Juan, que
quedará desde ahora al mando de todas las indiadas
catrieleras, y del cacique Marcelino".
Elsa Gervasi de Pérez es la autora de "Carta a Galicia"
(11), texto que mereció una Mención en el Certamen
que el Rotary Club de Ramos Mejía organizó en el
año 1994:
Un gallego escribe a sus padres, que quedaron en la tierra
natal:
"Meus quiridos pai y miña nai Lorenzos. Y les dijo
Lorenzos quirido pai prablar poco ya que usté y
miña nai se llaman ijual y no es cosa dandar ripitiendo
dos veces los nombres dustedes. Les escribo para dicirles que
hemos llejado bien a la Arjintina. Nos acompañó la
soerte a la Paca y a mí y a nuestra rapaza la Paquita. He
tenido la entelegencia de saber sumar como me
enseñó el maestro del pueblo. Gracias a usté
pai. Aprendí bien los Toremas de Pitagorras y por eso en
cuanto llejamos, hicimos un paseo por la Avinida de Maio que es
muy bunita y nos recoerda a Madris, compramos un billete de
lotiría. Pralegir el número hicimos así.
Tiníamos en la aldea allá en Galicia nuestra finca
con 4 burros, 34 jallinas batarazas, 8 blancas y mis 6 hermanos.
Posimos todos los números en fila y se formó el
43.486. Entón fuimos a comprarlo, pero como no lo
tinían ajarramos otro o sea el 17.286 que fíjese
usté pai, es justo el que salió con la jrande.
Ahora estamos muy filices siendo millonarios".
"La Paquita sapuesto a noviar con un mochacho arjintino hijo
de jallejos como nosotros. Es muy bueno y nos va a cuidar la
platita. Ya le dimos todo y cuando rejrese de los Bancos en unos
días, nos va a traer los informes".
"Mientras estamos viviendo en un enquilinato hasta que el
mochacho nos compre el departamento que ya elijimos. Bueno
quiridos padre y madre porque aquí se dice así.
Muchos cariños de su hijo el Paco. La Paca no manda
saludos porque se está bañando, ya que hoy es lunes
y no es cuestión de estar sucia toda la semana. La Paquita
se fue por ahí a caminar pra ver si lo halla al novio ya
que hace unos días se mudó y el pobreciño
solvidó de darnos la diricción".
"Con los brazos prarriba"
"los saluda so hijo"
"El Paco"
"María Elena Walsh nació el 1° de febrero de
1930 en Ramos Mejía, ciudad de Buenos Aires. Antes de
finalizar sus estudios en la Escuela Nacional
de Bellas Artes,
a los diecisiete años, escribió su primer libro:
Otoño Imperdonable, libro de poemas que
mereciera el segundo premio Municipal de Poesía.
Ya antes, en 1945, había publicado sus primeros versos en
la legendaria revista El
Hogar y en el suplemento literario de La Nación.
Desde 1959 escribe guiones para TV, obras de teatro, canciones
para niños.
Las canciones de sus obras de teatro (Canciones para mirar,
Doña Disparate y Bambuco, etc.), la letra y la
música de sus canciones son cantadas por millares de
niños en la Argentina, generación tras
generación, quienes participan del mundo de
fantasía e ingenio que les propone María Elena
Walsh. Entre sus obras: Otoño imperdonable (1947), Apenas
viaje (1948), Baladas con Ángel (1951), Casi milagro
(1958), Hecho a mano (1965), Juguemos en el mundo (1970),
Cancionero contra el mal de ojo (1976), Novios de antaño
(1990)" (12).
"La abuela de María Elena Walsh, llamada Agnes,
llegó a la Argentina con veinte años recien
cumplidos, a trabajar como gobernanta. Se casó, y la
vuelta a Inglaterra se fue
retrasando. Estas cartas que le envió a su padre
-bisabuelo de María Elena- llegaron nuevamente a la
Argentina a manos de su papá, por intermedio de un
pariente, y éste se las regaló a María Elena
cuando niña para que recortara las estampillas. Pasaron
más de cincuenta años en sus manos antes de que
sintiera curiosidad por las mismas y decidiera hacerlas traducir,
para luego incorporarlas en su libro Novios de Antaño"
(13).
Transcribimos uno de los extractos de las cartas de la abuela
Agnes:
"Calle Venezuela
786"
"Buenos Ayres"
"28 de febrero de 1878"
"Querido Padre:"
"Lamentamos saber que usted no ha estado bien, debe cuidarse
querido papá y no tomar frío. Espero encontrarlo
sano y gordo cuando vaya, aunque no se cuando llegará ese
día, espero que sea el año próximo, y
quizás le lleve algo para mostrarle…"
"Mi hermano Walter consiguió su primer trabajo, espero
que se porte bien y lo conserve. David dice que el de plomero es
muy buen oficio, al menos en este país".
"Me sorprendo cada vez que recibo una carta suya, ya que
aquí no es como en Inglaterra: a los carteros no les
importa extraviar la correspondencia, y sólo por
casualidad se recibe la que viene dirigida a domicilios
particulares. Le ruego, papá, que escriba como antes a las
oficinas de The Standard, ya que los editores son muy amigos de
David y disponen de un buzón".
"¡Hemos celebrado una gran Fête!, el centenario de
un héroe argentino, el Gral. San Martín. Le
envío un recorte de The Standard. El próximo
domingo empieza el Carnaval y parece que será grandioso.
David va a mandarle un recuerdo de La Plata".
Los lectores escribían cartas a The Standard. "Al
principio, las que se publicaban provenían de Irlanda;
eran siempre cartas que venían de muy lejos. Luego se
fueron incorporando las nacionales y algunas de ellas hasta se
publicaron en español.
La bibliotecaria Piga recuerda una serie muy llamativa:
‘Las cartas en general tenían información
porque reflejaban opiniones sobre hechos cotidianos. Una vez
vinieron unos investigadores a la biblioteca para
consultar sobre el fenómeno de los malones. Y se
encontraron con algo maravilloso: cartas de lectores que
relataban los últimos malones en la provincia de
Córdoba’. En las cartas se pueden leer descripciones
sobre cómo la gente fue sorprendida por un malón y,
en la desesperación, se vio obligada a pelear, usar palos,
correr o salvar a sus caballos. Al día siguiente,
aparecían más cartas que respondían a la
anterior. Por ejemplo, se ponían contentos sobre la suerte
que habían corrido: ‘A nosotros nos fue mejor; no
tuvimos muchas pérdidas’, deslizaba una de ellas"
(14).
Juan José Delaney es el autor de Tréboles del
Sur (15), obra que mereció elogiosos comentarios de
Enrique Anderson Imbert y Rodolfo Modern. El escritor dedica a
sus antepasados estos quince textos que transcurren a lo largo de
más de un siglo. El tema común a todos estos
relatos es el de la inmigración irlandesa, de la esforzada
búsqueda de un mundo mejor. En este libro presenta seres
ficticios y hechos verosímiles, sin embargo, en él
se evidencia una evocación de la realidad que surge de
datos concretos que Delaney maneja con autoridad.
Le preguntamos si entre esas historias había muchas
protagonizadas, veladamente, por gente ligada a él. Nos
respondió: "Como se dijo –y al menos en mi caso, doy
fe de que es cierto-, todo texto literario es, esencialmente,
autobiográfico. Por más que haya disfrazado mis
historias, detrás de las palabras, está mi propia
experiencia vital. Debo decir que también redacté
sucesos de los que me hubiera gustado ser protagonista.
Finalmente, no por nada dediqué el libro ‘a los
irlandeses, vivos y muertos, que andan por mi sangre’ "
(16).
En uno de los textos, fechado en abril de 1929, una inmigrante
escribe en la Argentina a una coterránea que recaló
en Nueva York. La
primera ve frustradas sus ambiciones, principalmente por el
obstáculo que es para ella el desconocimiento del lenguaje,
aunque, en lo que respecta a lo material, se muestra
agradecida.
"2 de abril de 1929"
"Pasaje Silvio Picchi 4069"
"Buenos Aires, República Argentina"
"Queridísima prima:"
"No te enojes porque no haya escrito antes. Me fue imposible
hacerlo debido a la angina tabacal que me arrancó la
promesa de no fumar más".
"Aciertas al suponer que no soy feliz. La vida es algo
difícil por acá y confieso que estoy dudando de si
mi arrojo de hace diez años valió la pena. He
podido ahorrar algún dinero dando lecciones de inglés
en casas de familias aristocráticas y, en otro sentido, no
estoy disconforme con el trato que me dispensan aquí, en
la pensión de Mrs. O’Reilly".
"Coincido en cuanto a la aspiración de toda mujer, aunque si
estuvieras en mis zapatos reprimirías tus incitaciones
matrimoniales… Anduve con dos paisanos que resultaron borrachos
perdidos, y en cuanto a los nativos es necesario cuidarse de
ellos porque apenas pueden te clavan el cuchillo".
"Releo los párrafos anteriores y constato que mi
optimismo no es mucho. ¿Perdonarás que me desahogue
contigo, mi mejor amiga más alla del parentesco? Ocurre
que en este tiempo siento como nunca que mis raíces no
están aquí. Aunque desde que tengo uso de
razón he visto tanta desdicha que me atrevo a sugerir que
las raíces de la humanidad no están en esta tierra.
Pero, ¿dónde, Dios mío? Convengamos en que
el mundo es un lugar muy extraño".
"Pese a lo que vengo escribiendo, no puedo pasar por alto la
buena acogida que los irlandeses todos hemos tenido en este
suelo;
difícilmente brazos deseosos de trabajar no encuentren
recompensa. Esto en cuanto a lo materíal, porque no
sabría qué decirte respecto de lo demás.
¡Llevo tantas cosas dentro de mí! Educación, afectos,
historias, secretos, intuiciones…
En verdad se trata de un cargamento muy pesado para una pobre
inmigrante. Tú puedes compartir lo tuyo por medio del
lenguaje, sabes que no ocurre lo mismo conmigo a causa de mi
castellano postizo que me reduce, que me aísla".
"Me llaman para tomar el té, único sedante para
mis angustias".
"¿Recuerdas la bahía de Galway y aquel hermoso y
triste ‘Lament of the Irish Inmigrant’?
Enseñé la canción a mis alumnos más
avanzados pero me parece que no llegaron a captar su verdadero
sentido".
"Por favor no dejes de enviarme las soluciones a
los crucigramas y de rezar siempre por mí".
"Un beso grande,"
"Tessie"
La investigadora Celia Vernaz es la responsable del volumen Colonia
San José Escritos (17), compilación publicada en
1991, incluida entre las Publicaciones del Museo Histórico
Regional de San José.
En las "Consideraciones generales", ella manifiesta: "Los
‘Escritos de una Colonia son el reflejo de su propia
historia. En el año 1857 llegó el primer
contingente de inmigrantes que se ubicó donde hoy es la
Colonia San José en la provincia de Entre Ríos.
Eran terrenos del General Justo José de Urquiza, quien no
tuvo problemas en
destinarlos a la colonización. En un principio, los
límites
estuvieron dados por el río Uruguay al
Este, el arroyo Perucho Verna al Norte, el arroyo de la Leche al Sur y
la calle ‘Ancha’ al Oeste, extendiéndose luego
la población por todo el Departamento Colón,
originando nuevos centros derivados de la Colonia Madre".
Acerca de los motivos de emigración, afirma: "en la
zona del Valais, Saboya y Piamonte se había generado una
corriente emigratoria hacia América. Las causas eran
varias: falta de trabajo, familias numerosas, pobreza en
general, a lo que se sumaban cataclismos como avalanchas e
inundaciones que diezmaban a las poblaciones de la
montaña. También debe ser considerado el
sueño de hacerse ricos y la sed de aventuras en un
continente todavía virgen".
Estos pioneros, originariamente destinados a Corrientes,
sufrieron desventuras: "Fueron ubicados en el Ibicuy, al Sur de
la provincia, pero al ver que eran terrenos inundables e
impropios para la agricultura,
remontaron el Uruguay en barcazas y fueron radicados en mejor
lugar, o sea, el actual, con el beneplácito de Urquiza.
Mientras Sourigues trazaba las concesiones, el grupo
recién llegado improvisó viviendas debajo de los
árboles mientras que las mujeres se alojaron en el
galpón que Spiro tenía en la costa. Esto
ocurría en julio de 1857, bajo el rigor del invierno".
Los "Escritos" compilados nos permiten conocer la vida
cotidiana de los inmigrantes: "Durante los primeros cincuenta
años, tanto los colonos como autoridades políticas
y religiosas apelaron a la pluma como arma de defensa y comunicación, dejando una pincelada general
del pensamiento,
ideas, proyectos, necesidades, sentimientos. Hoy esos escritos
reposan en distintos archivos y no
todos se conocen. Si bien no constituyen piezas literarias
especiales, una selección
de los mismos permitirá penetrar y ahondar más en
las intimidades de la vida de la Colonia, poniéndose en
contacto directo con cada autor, su forma de ser y de pensar.
Pero lo importante es poder palpar el momento histórico
vivido, esclareciendo hechos oscuros o casi desconocidos que han
sido esencia y substancia de un período migratorio que hoy
apasiona por sus raíces y proyecciones".
Los textos proceden del Archivo General
de la Provincia de Entre Ríos, el Archivo del Museo
Histórico Regional de San José, el Archivo del
Palacio San José, el Archivo personal de C. E.
Vernaz, el Centro de Estudios Históricos San José;
El Industrial, 13 de octubre de 1881; La Nación, 1885;
Libro de Oro del Centenario de la Colonia San José
(1857-1957) y Vernaz, Celia: Papeles de un inmigrante, 1987.
La historiadora incluye, en el volumen editado en 1991, cartas
de inmigrantes de diverso origen. Transcribimos parcialmente una
escrita por un piamontés que habla francés,
precedida por la biografía escrita por
Vernaz (18).
Lorenzo Cot fue un "sacerdote venido de Chambons des
Fenestrelles, Piemonte. Ejerció su apostolado durante la
Presidencia de Urquiza en la Capilla San José de su
residencia. Desde este lugar concurría asiduamente a la
Colonia San José para visitar a los colonos, muchos de los
cuales fueron traídos por él desde su patria. En
1859 fue enviado a Europa para traer
más inmigrantes. Luego fue designado sacerdote en la
Colonia y Villa de Colón. Siempre tuvo mucho aprecio por
los compoblanos europeos pues veían en él a su
defensor y protector de los derechos que es
correspondían por contrato".
"Pero esta defensa le valió grandes enemigos en la
esfera política de Colón, quienes lo
persiguieron en forma incansable. Un cúmulo de acusaciones
no hacían impacto en su fuerte personalidad,
y si bien tenía el apoyo de las altas autoridades
eclesiásticas llegó un momento muy difícil
para su tranquilidad de parte de algunos hombres colonenses".
"Falleció asesinado el 27 de setiembre de 1868. Este
crimen quedó sin aclarar hasta el día de hoy ya que
no ha sido estudiado aún en su profundidad".
Escribe el padre Cot, en 1858:
"Supongo que Ud. estará curiosa de saber quién
es el que le escribe. Yo soy un cura del valle de Fenestrelles,
provincia de Pignerol en Piemonte. El año pasado, en el
curso de enero, el puesto de Limosnero del General Urquiza me ha
sido ofrecido y lo he aceptado con gran placer puesto que me ha
procurado el medio de visitar un país que yo deseaba ver
desde mucho tiempo".-
"Yo he partido el 19 de abril y he llegado a Buenos Aires el
13 de junio. Después he ido a presentarme al Señor
General Urquiza de Paraná. Estoy destinado en San
José que se encuentra ocho leguas alrededor de la Colonia.
Siempre que he podido he ido a visitar a los colonos".
"Nos han testimoniado la más grande satisfacción
de ver un cura que habla francés. En mi segunda visita he
confesado varias personas, bautizado quince niños y
bendecido tres casamientos y cantado una gran misa".
"Yo cuento con volver en algunos días y regresar aunque
sea un poco más cerca pues tendría a bien de ir
más a menudo".
"Quiera recomendarme a los prudentes ruegos del Señor
vuestro tío y rogar Ud. misma por mí".
"Vuestro sincero servidor"
"Lorenzo Cot"
En la revista del Archivo Histórico "Alberto y Fernando
Valverde", de la Municipalidad de Olavarría, se incluye
una "Carta de dos amigos, del 12 de julio de 1889. Firman Juan y
Luis, lo que muestra la rápida acomodación al
idioma del país" (19).
"Sr. Dn. Juan Rachou en el Azul. estimado Amigo".
"Me ara el bien de aserle pasar esta carta que ba adentro de
la suya á Bertran Sollé Desinat".
"Me dispensará que no pueda dir para el Azul por el
motibo de las aguas a entregarle el carro y pagarle el alquiler
hase un mez que no puedo trabajar y amas le diré que me ha
hido mal en los últimos biayes con que así tene
passiencia asta que se componga y pueda dir para esa".
"Tambien me dirás si quieres bender el carrito. Me an
offrecido 2500 y si quieres venderlo por esa plata me contestas
en lo de Guillermo Neron".
"Ton amigo Luis Grimaud"
María Brunswig de Bamberg es la autora de Allá
en la Patagonia
(20), obra en la que evoca la inmigración alemana a
través de las cartas que su madre enviaba a su abuela, que
había quedado en la tierra natal. "El 3 de febrero de
1923, después de una travesía de treinta
días desde Hamburgo, Ella Hoffman llega con sus tres hijas
a Buenos Aires, rumbo a la Patagonia, donde Hermann Brunswig, su
marido y padre de las niñas, trabaja como administrador de
una estancia y espera ansioso el reencuentro con su familia
después de tres años y medio de separación.
Esta es una selección de las cartas intercambiadas hasta
1930 entre Ella y Mutti, su madre, y que fueron recuperadas
setenta años después por María Brunswig, la
hija mayor. Pero no se trata de una simple recopilación,
sino de un juego de
tiempos y voces, pleno
de agilidad y riqueza, en el que intervienen tres generaciones de
mujeres: Mutti, Ella y la propia María. Algunas cartas de
Hermann incorporan, por su parte, una visión masculina y
un toque de humor. El diálogo
epistolar le otorga a la obra una intensidad inusual,
además de una visión europea del sur argentino en
los años veinte. Ella habla a su madre del mundo nuevo que
está descubriendo y se revela como una gran luchadora.
Educada para ir a la Ópera, aprender francés y
tocar el piano, ahora lava ropa en el arroyo, friega, zurce,
remienda, come huevos de avestruz e incluso carnea zapones. En
síntesis, una sensible crónica
familiar que abre distintos horizontes sobre una región
inhóspita y al mismo tiempo generosa" (21).
"Las cartas de los colonos suizos era por lo general
optimistas –afirma Ema Wolf-, aunque resulta evidente que
carecían de las cosas más indispensables. En 1857,
Luis Mettan escribe a su familia":
"¡Queridos hermanos, en esta carta os digo que si
tenéis el coraje de venir, traed vuestra batería de
cocina, panera, vajilla, tinajas, mantequera para fabricar
manteca, dos pecheras de caballos, un buen carro (sic),
así como todos los implementos de herrero: fuelle, yunque,
martillos, tenazas; os aconsejo además traer rastrillos de
madera,
garlopas y sierras a una y dos manos, una criba para ahechar el
trigo, un colador para la ropa, un recipiente para trasnportar la
leche, carritos para la leche, una pintura para
hacer el queso; traed además toda clase de semillas para
jardín, y de flores, y 50 céntimos de ocre color chocolate;
traed todos los muebles de la tierra y toda clase de semillas de
árboles frutales".
"Como Adela me había preguntado a mi partida si
podía traer su sombrero, diré que sí, que
puede traerlo porque cada uno va de acuerdo con la moda de su
país; traed también los sombreros anchos para el
verano. Termino mi carta diciéndoos que no puedo agradecer
suficientemente a Dios" (22).
Juan Bautista Blatter "originario del Valais, vino a la
Colonia San José en el año 1857 –escribe
Vernaz-, a la edad de cincuenta y cinco años, junto a su
esposa e hijas. Se ocupó de los trabajos de campo
conservándose de él una copiosa correspondencia
dirigida a sus familiares, en la cual se revelan distintos
aspectos de la vida de la Colonia, especialmente la evolución política y
económica de los primeros años".
"Su existencia está ligada a la vida de sus hijas
quienes fueron llevadas a Concepción del Uruguay, donde
luego fijaron su residencia y donde todavía se encuentran
descendientes".
"El valor de sus
relatos es innegable pues el detalle, la minuciosidad y el hecho
de escribir asiduamente permiten la confrontación con
escritos de otros colonos" (23).
El escribe:
"Mis queridos parientes: en lugar de escribir dos o tres
cartas a la vez, ésta será una sola que
envío a causa de que todas las que he enviado no he
obtenido respuesta. En cartas precedentes yo he pedido a mi
suegro y en otra a mi madre de enviarme a la hija; no he podido
obtener respuesta ni sé si ella se encuentra bien ni si
quiere venir o no: mi hija es la cosa que siempre he sentido de
mi país y siento todavía; el único
día que yo quisiera estar en Saint Martin es el día
de Corpus Christi. Al siguiente ya estaré feliz de estar
aquí. Solamente, quisiera tener a mi hija. Si
estaría seguro de que
ella esté contenta de venir, tengan a bien la bondad,
queridos parientes, de querer venderle sus bienes y
procurarle lo que sea necesario, y así, unida a una
familia que quiera tomarla a su cuidado, yo enviaría con
el portador de esta carta, el dinero para
vuestra satisfacción; como no conozco nada el estado ni
la voluntad de mi hija, les ruego, por mí y por ella, mis
queridos amigos y parientes, si ella se decide a venir, hacer
todo como no tengo necesidad de enseñarles, y pagar sus
gastos y
esfuerzos. Si ella viene, les ruego de enviar una caldera de 12 a
14 carterons para los quesos, y media docena de cencerros con
hebillas y paños de invierno para vestir. Si ella viene,
prometo que no sentirá el Valais. Todos estamos contentos
excepto algún vagabundo que se aburre de todo y que nunca
está bien en ninguna parte, y que en lugar de reconocer la
falta en ellos mismos inventan mentiras para atribuírselas
al país que los ha enriquecido…" (24).
Con unas líneas se despide de sus amigos
Metráux. Lo relata Edgardo Krebs, en "Un
‘argentino’ universal" (25):
"Alfred Metráux (1902-1963) fue un amigo de Borges y Victoria
Ocampo; un colaborador de Sur, un etnógrafo suizo nacido
en Lausana y criado en Mendoza; un explorador del Chaco y del
Altiplano boliviano, del vudú en Haití, del pasado
incaico en los libros y en
las sierras andinas, y de mitos
indígenas en el Amazonas. Fue también, a los 26
años, el fundador y primer director del Instituto de
Etnología de la Universidad de
Tucumán, desde donde intentó vanamente modificar
nuestros mitos, incorporando a los wichis y a los
toba-pilagá a la imaginación argentina. (…)".
"Como Juan Dahlmann, el personaje de El Sur, Metráux
decidió apresurar su destino y terminar con su vida. No en
la llanura y en la punta de un cuchillo, sino al borde de un
lago, en un bosque de las afueras de París que le
recordaba a la selva sudamericana. Antes de morir,
escribió unas palabras de despedida a varios amigos. El
texto, encontrado junto a su cuerpo, es el texto de un
etnógrafo que registra su propia muerte, gesto
pertinaz en la última vuelta del camino. Está en
francés, el idioma de su inteligencia,
excepto por una línea. '‘Adiós Alfredo
Métraux'’ dice, al despedirse de sí mismo.
Esas palabras están en el íntimo castellano de la
infancia mendocina. Ser argentino es un acto de fe’ ".
Con el título de "Carta de un inmigrante" (26) se
publica "la carta que el inmigrante José Wanza enviara a
la redacción de El Obrero, de un contenido tan
valioso que no podemos resistir la tentación de
reproducirla":
"Aprovecho la ida de un amigo a la ciudad para volver a
escribirles. No sé si mi anterior habrá llegado a
sus manos. Aquí estoy sin comunicación con nadie en
el mundo. Sé que las cartas que mandé a mis amigos
no llegaron. Es probable que éstos nuestros patrones que
nos explotan y nos tratan como a esclavos, intercepten nuestra
correspondencia para que nuestras quejas no lleguen a
conocerse".
"Vine al país halagado por las grandes promesas que nos
hicieron los agentes argentinos en Viena. Estos vendedores de
almas humanas sin conciencia, hacían descripciones tan
brillantes de la riqueza del país y del bienestar que
esperaba aquí a los trabajadores, que a mí con
otros amigos nos halagaron y nos vinimos".
"Todo había sido mentira y
engaño".
"En B. Ayres no he hallado ocupación y en el Hotel de Inmigrantes, una inmunda cueva
sucia, los empleados nos trataron como si hubiésemos sido
esclavos. Nos amenazaron de echarnos a la calle si no
aceptábamos su oferta de ir
como jornaleros para el trabajo en
plantaciones a Tucumán. Prometían que se nos
daría habitación, manutención y $20 al mes
de salario. Ellos se
empeñaron hacernos creer que $20 equivalen a 100 francos,
y cuando yo les dije que eso no era cierto, que $20 no
valían más hoy en día que apenas 25 francos,
me insultaron, me decían Gringo de m… y otras
abominaciones por el estilo, y que si no me callara me iban hacer
llevar preso por la policía".
"Comprendí que no había más que
obedecer".
"¿Qué podía yo hacer? No tenía
más que 2,15 francos en el bolsillo".
"Hacían ya diez días que andaba por estas largas
calles sin fin buscando trabajo sin hallar algo y estaba cansado
de esta incertidumbre".
"En fin resolví irme a Tucumán y con unos
setenta compañeros de miseria y desgracia me
embarqué en el tren que salía a las 5 p.m. El viaje
duró 42 horas. Dos noches y un día y medio.
Sentados y apretados como las sardinas en una caja
estábamos. A cada uno nos habían dado en el Hotel
de Inmigrantes un kilo de pan y una libra de carne para el viaje.
Hacía mucho frío y soplaba un aire
heladísimo por el carruaje. Las noches eran insufribles y
los pobres niños que iban sobre las faldas de sus madres
sufrían mucho. Los carneros que iban en el vagón
jaula iban mucho mejor que nosotros, podían y
tenían pasto de los que querían comer".
"Molidos a más no poder y muertos de hambre, llegamos
al fin a Tucumán. Muchos iban enfermos y fue aquello un
toser continuo".
"En Tucumán nos hicieron bajar del tren. Nos
recibió un empleado de la oficina de
inmigración que se daba aires y gritaba como un
bajá turco. Tuvimos que cargar nuestros equipajes sobre
los hombros y de ese modo en larga procesión nos obligaron
a caminar al Hotel de Inmigrantes. Los buenos tucumanos se
apiñaban en la calle para vernos pasar. Aquello fue una
chacota y risa sin interrupción. íAh Gringo!
íGringo de m…a! Los muchachos silbaban y gritaban, fue
aquello una algazara endiablada".
"Al fin llegamos al hotel y pudimos tirarnos sobre el suelo.
Nos dieron pan por toda comida. A nadie permitían salir de
la puerta de calle. Estábamos presos y bien presos".
"A la tarde nos obligaron a subir en unos carros. Iban 24
inmigrantes parados en cada carro, apretados uno contra el otro
de un modo terrible, y así nos llevaron hasta muy tarde en
la noche a la chacra".
"Completamente entumecidos, nos bajamos de estos terribles
carros y al rato nos tiramos sobre el suelo. Al fin nos dieron
una media libra de carne a cada uno e hicimos fuego.
Hacían 58 horas que nadie de nosotros había probado
un bocado caliente".
"En seguida nos tiramos sobre el suelo a dormir.
Llovía, una garúa muy fina. Cuando me
desperté estaba mojado y me hallé en un
charco".
"¡El otro día al trabajo! y así sigue esto
desde tres meses".
"La manutención consiste en puchero y maíz, y no
alcanza para apaciguar el hambre de un hombre que trabaja. La
habitación tiene de techo la grande bóveda del
firmamento con sus millares de astros, una hermosura
espléndida. ¡Ah qué miseria! Y hay que
aguantar nomás. ¿Qué hacerle? Hay
tantísima gente aquí en busca de trabajo, que
vejetan en miseria y hambre, que por el puchero no más se
ofrecen a trabajar. Sería tontera fugarse, y luego,
¿para dónde? Y nos deben siempre un mes de salario,
para tenernos atados. En la pulpería nos fían lo
que necesitamos indispensablemente a precios
sumamente elevados y el patrón nos descuenta lo que
debemos en el día de pago. Los desgraciados que tienen
mujer e hijos nunca alcanzan a recibir en dinero y siempre
deben".
"Les ruego compañeros que publiquen esta carta, para
que en Europa la prensa proletaria
prevenga a los pobres que no vayan a venirse a este país.
¡Ah, si pudiera volver hoy! ¡Esto aquí es el
infierno y miseria negra! Y luego hay que tener el chucho, la
fiebre intermitente de que cae mucha gente aquí. Espero
que llegue ésta a sus manos: Salud".
El dinamarqués Andreas Madsen es el autor de La
Patagonia vieja (27). María Sonia Cristoff señala
que "Para Andreas Madsen, como para W. H. Hudson, la
combinación de aves y
postración derivó en escritura
sobre el territorio patagónico: mientras el segundo
asegura que no hubiese escrito sus Días de ocio en la
Patagonia si el tiro que recibió en una rodilla no le
hubiera impedido continuar el estudio de los hábitos
migratorios por el cual había ido hasta Río Negro,
Madsen dice que se le ocurrió por primera vez la idea de
escribir sus relatos cuando a él –que había
domado una cantidad considerable de caballos salvajes y matado a
otra cantidad de pumas- la persecución malograda de una
gallina que se resistía a entrar al gallinero lo
dejó todo un invierno inmovilizado en una cama. Hasta
ahí las coincidencias. Luego, sus obras se diferencian
claramente: lo que para Hudson fue parte de un proyecto
literario, para Madsen fue una manera de dejar testimonio de sus
años como pionero en la Patagonia, más
específicamente en la región de Lago Viedma".
"Dentro de su producción figuran tres volúmenes de
poemas, un libro sobre la caza de pumas, el proyecto de otro
sobre la capacidad de razonar de los animales y la que
es su obra emblemática, La Patagonia vieja, editada por
primera vez en 1948 por El Ateneo y reeditada en 1998 por Zagier
y Urruty. Esta misma editorial, que desde el último enero
agregó a su catálogo esta colección de
textos inéditos en castellano sobre la Patagonia, publica
ahora Relatos nuevos de la Patagonia vieja, una
recopilación hecha por Martín Alejandro Adair de
las cartas privadas y de los artículos que Madsen
publicó en distintos medios".
"Madsen llegó a la Argentina como marinero buscavidas y
a la Patagonia como parte de la Comisión de Límites
que lideraba Francisco Moreno. Fue después el primero en
asentarse en la zona del Lago Viedma y uno de los pocos
pequeños propietarios que resistieron a las ofertas
tentadoras –seguidas de estrategias
amenazantes- de las grandes compañías que empezaron
a adquirir enormes extensiones estratégicas de la
Patagonia a partir de la primera mitad del siglo XX. Fue
también uno de los propietarios de tierras que, durante
los levantamientos obreros de 1921, logró acuerdos de no
agresión mutua con los huelguistas, basados
fundamentalmente en el conocimiento y
en el respeto previo que se tenían. Volvió a
Dinamarca únicamente para buscar a la novia de la infancia
y defendió su decisión de radicarse en la Patagonia
a pesar de las oportunidades que le ofrecían en otros
lugares, con una epifanía de tinte darwiniano: ‘los
desiertos campos patagónicos me llamaban con voz
irresistible. La Patagonia, con sus tormentas de arena sobre las
pampa desiertas en verano, y con el frío y la nieve en
invierno, donde pasé tres inviernos con el mínimo
de alimentación… y seis meses sin ver
persona
alguna, completamente solo entre los Andes. La mayoría
dirá que no es gran cosa para extrañar; pero
así es la naturaleza
humana. A mí esa soledad me llamaba’ ".
"Todo eso está en Relatos nuevos de la Patagonia vieja,
libro que puede leerse como el relato paradigmático del
pionero –allí están las remembranzas de un
pasado duro, la consignación de los esfuerzos por
adaptarse, del apego al territorio que los recibe y de su
contribución a él- e incluso como una
postulación de que el pionero es el eslabón que la
Patagonia necesitaba para dejar de ser la tierra maldita que
habían asentado los relatos de los primeros exploradores y
convertirse en una tierra de paz. Los relatos de Madsen tienen,
entonces, una hipótesis, y también gracia
narrativa: dos méritos ausentes en muchas otras memorias"
(28).
Por medio de una carta, Butch Cassidy comunica su paradero a
sus amigos ilegales estadounidenses. Ese manuscrito
"permitió certificar su estancia en la región
décadas después de su muerte". Lo relata Francisco
N. Juárez en el trabajo titulado "Una carta de Butch
Cassidy" (29), del cual transcribimos algunos pasajes:
"Hace exactamente un siglo atrás, la carta aún
no estaba embarcada hacia el país del Norte, pero
llegaría a destino. La escribió desde su rancho en
Cholila, Chubut, el 10 de agosto de 1902 a la señora
Davies de Ashley, de Utah, el mormón Robert Leroy Parker;
el más conocido y buscado asaltante de bancos y trenes en
los Estados Unidos
como Butch Cassidy. Con ese nombre quedó eternizado en una
reiterada película. La carta fue un mensaje –en
parte en clave- para dar noticias de su paradero a las amistades
fuera de la ley en los
Estados Unidos: la señora Davies era la suegra de Elsa
Lay, quizá del mejor amigo de Butch".
"La carta era importante para identificar al célebre
bandido con el personaje que había habitado en Cholila, y
demostrar con otros documentos
gráficos su identidad: uno
oficial con su firma, seguido de la comparación que
oportunamente publiqué en la revista española Co
& Co. A ello hubo que sumarle lo acumulado en la
indagación en demanda de
documentos sobre el rancho de Cholila. El resultado fue
determinar cuándo y por qué ocuparon el lugar; el
abastecimiento que hicieron los bandidos, qué consumieron
y qué criaron, y hasta el costo y detalles
minuciosos de dos puertas que encargaron para aquel rancho
aún en pie".
"Aunque la carta de Cholila ahora carece de la última
carilla con su rúbrica (firmaría Bob, como las
demás, pero es su caligrafía) resulta una
maravillosa síntesis de la nueva vida del bandido.
Elegantemente alude a ‘un tío (que) murió y
dejó 30.000 dólares a nuestra pequeña
familia de tres miembros. Tomé mis 10.000 y partí
para ver un poco más del mundo’. En realidad, se
refería al asalto de un banco de Winemuca en Nevada, el 10
de septiembre de 1900. Ahora estaba solo, es cierto, pero por
pocos meses, de manera que mentía ese dato. Daba cuenta de
su patrimonio
ganadero: ‘300 cabezas de vacunos, 1500 ovinos, 28 caballos
de silla’, además de dos peones y la alusión
al rancho como ‘una buena casa de cuatro
habitaciones’, galpones, establo y gallinero. Se quejaba de
su soledad, la falta de una cocinera y su ‘estado de amarga
soltería’. Luego, agregaba otras quejas. Se hablaba
español, ‘pero el país, en cambio, es
excelente’. Daba cuenta de la extensa y fértil
región, la distancia con Buenos Aires y esperaba
fortificar las ventas de
ganado a Chile, ‘nuestro gran comprador de carne
vacuna’, porque de allá habían abierto un
camino cordillerano (se refería al sendero de
Cochamó, el que denunció Clemente Onelli como
contrario al laudo arbitral que expediría la corona
británica ese mismo año)".
…..
Las cartas nos permiten conocer variados aspectos de las vidas
de los inmigrantes, al tiempo que nos remiten a los sucesos que
en esa época acaecían en la Argentina y el
mundo.
- Muzi, Carolina: "Fina estampa", en Clarín Viva,
Buenos Aires, 21 de julio de 2002. - Fernández Díaz,Jorge: Mamá. Buenos
Aires, Sudamericana, 2002. - Kartun, Mauricio: "El siglo disfrazado", en Clarín
Viva, 20 de febrero de 2000. - González Rouco, María: "Buenos Aires 1910
Memoria del porvenir", en El Tiempo, Azul, 10 de octubre de
1999. - Wolf, Ema y Patriarca, Cristina: La gran
inmigración. Buenos Aires, Sudamericana, 1991. - Gutiérrez, Mariano: "Las fronteras históricas
del legalismo", en www.derechopenalonline.com. - S/F: "Las cartas de amor de Severino Di Giovanni", en
Clarín, Buenos Aires, 27 de julio de 1999. - Da Veiga, Otilia: "Teresa Masciulli en la vida de Severino
Di Giovanni", en El Tiempo, Azul, 23 de marzo de 2003. - Villanueva, Cristina: "Grupo Buenos Aires Puro Cuento en
Severino, una historia colectiva", en Te doy mi palabra
Noticias de los cuentacuentos,Diciembre de 2003.
www.circulocuentos.com.ar - Alonso de Rocha, Aurora: La casa de Myra. Buenos Aires,
Fundación El Libro, 2001. - Gervasi de Pérez, Elsa: "Carta a Galicia", en Rotary
Club de Ramos Mejía. Comité de Cultura.
Provincia de Buenos Aires, 1994. - S/F: www.webescritores.com.
- Walsh, María Elena: Novios de antaño.
Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1991. - S/F: "Memorias de un estandarte", en Clarín Viva,
Buenos Aires, 12 de octubre de 2003. - Delaney, Juan José: Tréboles del sur. Buenos
Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1994. - González Rouco, María: "La epopeya
irlandesa", en El Tiempo, Azul, 10 de abril de 1988. - Vernaz, Celia: La Colonia San José. Santa Fe,
Colmegna, 1991. - Cot, Lorenzo: "Venida del padre Lorenzo Cot a San
José", en Vernaz. - Grimaud, Luis: en Archivo Histórico "Alberto y
Fernando Valverde", N° 3, Municipalidad de
Olavarría, Secretaría de Gobierno. Provincia de
Buenos Aires, 1997. - Brunswig de Bamberg, María: Allá en la
Patagonia. Buenos Aires, Vergara, 1995. - S/F: Brunswig de Bamberg, María: Allá en la
Patagonia.. Gacetilla de prensa. - Wolf, Ema y Patriarca, Cristina: op. cit.
- Vernaz, Celia: op. cit.
- Blatter, Juan Bautista: "Sentimientos", en Vernaz.
- Krebs, Edgardo: "Un ’argentino’ universal", en
La Nación, Buenos Aires, 28 de julio de 2002. - Wanza, José: Carta enviada a El Obrero; Nº 36,
del 26/9/1891. Tomado de: José Panettieri, Los
Trabajadores. Biblioteca argentina fundamental. Serie
complementaria: Sociedad y
Cultura/18. Centro Editor América Latina. 1982.
Págs.101a 104. Reproducido en Ciudad Digital Yrigoyen,
www.clarin.com.ar. - Madsen, Andreas: Relatos nuevos de la Patagonia vieja
(Recopilación de Martín Alejandro Adair). Zagier
y Urruty. 2003. - Cristoff, María Sonia: "Los surcos de un pionero",
en La Nación, Buenos Aires, 19 de octubre de 2003. - Juárez, Francisco N.: "Una carta de Butch Cassidy",
en La Nación, Buenos Aires, 25 de agosto de 2002.
Trabajo enviado por
María González Rouco
Lic. en Letras UNBA, Periodista Profesional Matriculada
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