- Primeras culturas en
Misiones - Conquista y Colonización de
Misiones - Las Misiones
Jesuíticas - El arte del fecundo pueblo
guaraní - Aportaciones indígenas a
la corona - Las
Reducciones - La Compañía
de Jesús - El Gobierno Civil y
Eclesiástico de las Reducciones - Reducción
Jesuítica de San Ignacio Miní - Reducción
Jesuítica Nuestra Señora de
Loreto - Reducción
Jesuítica Santa María la
Mayor - San
Roque González de Santa Cruz - Andrés
Guacurari - Campañas
- La
Federalización - Los
gobernadores del Territorio Nacional de
Misiones - Los
inmigrantes y la construcción de una sociedad
plural - Provincialización
de Misiones - Constitución
de la Provincia de Misiones
Según los estudios resultantes de las
búsquedas, excavaciones y rescates arqueológicos
realizadas en zonas como: San Ignacio, Eldorado,
Apóstoles, San Pedro, etc., se estima que el territorio
misionero fue habitado desde unos 10.000 años
atrás. De acuerdo con las investigaciones
de la arqueóloga Ruth Adela Poujade, podemos realizar el
siguiente cuadro de las culturas:
- Altoparanaense –
Humaitá.
(Altoparanaense en Misiones, Humaitá en Brasil) 9950 A.P.
– 3950 A.P.
Cazadores recolectores de floresta
subtropical.
Intima relación con la naturaleza (caza,
pesca,
recolección) Nomadismo estacional. Asentamientos
temporarios donde fabricaban herramientas a
100 m. sobre el nivel del mar, en lomas de laterita y a lo largo
de los valles del Paraná y Uruguay, y
afluentes. Artefactos: herramientas
líticas: clavas rectas y curvas (hachas), raspadores
gruesos (cepillos), cuñas hechas a partir de
nódulos (canto rodado) o las lascas gruesas, trabajos por
percusión simple. Materia prima:
basalto y cuarcita.
- Umbú
(Común a Argentina,
Brasil,
Paraguay y
Uruguay) 5950
A.P. – 2450 A.P.
Cazadores recolectores.
Sitios: talleres-cantera y talleres-campamento; a 74m.
sobre el nivel del mar, en valles del Paraná y sus
afluentes y zona de campo muy herborizado. Artefactos:
instrumentos sobre lascas, mono y bifaciales retocadas a presión.
Formas: puntas de proyectil triangulares; con y sin
pedúnculo y con pedúnculo y aletas, cuchillos,
raspadores. Materia prima:
cuarcita, basalto, ágata y ópalo.
- Eldoradense-Tacuara
(Común a Argentina y
Brasil) 2000 A.P. – 450 A.P.
Cazadores -recolectores – agricultores (incipientes)
Tres tipos de asentamientos: casas-pozo y terraplenes
complementados con montículos funerarios, campamentos y
campamentos temporarios en cuevas. Lugares aptos para agricultura.
Cultura
material: a) Cerámica simple (cuencos y ollas de bases
redondeadas, y vasos cónicos y cilíndricos, con
diámetros de 8 a 20 cm). Los tiestos, pulidos, son lisos
de color
castaño rojizo oscuro y decorados con motivos
geométricos (líneas paralelas, horizontales y
transversales). b) Grandes hachas líticas alisadas con y
sin cuello para enmangue, manos de mortero, y lascas. Materia prima:
basalto y cuarcita. Caza pesca;
recolección de moluscos y vegetales, y agricultura
incipiente.
- Tupiguaraní
(Común a Argentina,Brasil y Uruguay) 1.200 A.P. –
290 A.P.
Agricultores de floresta subtropical. Sitios
guaraníes: aldeas, cementerios, campamentos en cuevas en
aleros y al aire libre.
Distan entre 200 y 700 m. sobre el nivel del mar. Artefactos: a)
Cerámica: pintada en negro y rojo sobre
mate o sobre blanco, con diseños geométricos;
monocroma roja ; corrugada,unguicular y escobada. Formas: cuencos
simples y complejos de bases redondeadas urnas funerarias con
tapa, b) Material lítico asociado: afiladores, manos de
mortero, hachas pulidas petaloides, bolas con y sin surco
perimetraI, bolas lenticulares, lascas trabajadas por
percusión directa de distintos tamaños y tipo,
tembetás (adornos labiales), pectorales (colgantes).
Materia prima:
basalto, cuarcita, cuarzo hialino y lechoso, arenisca para
afiladores.
Estrategias
económicas: caza, pesca, recolección de moluscos,
agricultura (maíz,
mandioca, batatas, zapallos, porotos, maní, etc) y
recolección de vegetales , frutos y semillas.
Por convención la cronología
arqueológica toma como referencia el año 1950 ;
A.P. significa antes del presente, en relación con
dicho año. Por ejemplo, 9950 A-P- expresa 9.950
años antes de 1950 (en nuestro caso, con un margen de
error de más o menos 100 años.)
(hombres del bosque)
Este grupo humano
fue el que encontraron los conquistadores a su llegada a la
mesopotamia. Al
poco tiempo este
grupo
desapareció como entidad étnica al ser absorvida
por los Charrúas y los Guaraníes.
Su organización económica estaba basada
en la recolección, la caza y la pesca.
Utilizaban como vivienda paravientos de vegetal trenzado, que se
unían para formar chozas de dos aguas, sin paredes.
Grupos de
estas construcciones fomaban las poblaciones que eran gobernadas
por un cacique.
(guerreros)
Más allá de la dificultad que
aún hoy representa determinar con precisión el
origen del pueblo Guaraní, es importante destacar, la
trascendencia que culturalmente tuvo en el territorio misionero y
la región.
Es indiscutida la influencia de su legado cultural en la
formación de la identidad del
"Misionero Guaraní", al decir del poeta.
Además su influencia perdura, abarcando cuatro
países: Argentina, Paraguay, Brasil
y Bolivia. Desde
el punto de vista histórico, este grupo al parecer formaba
una "Gran Nación"
con los Tupimbá, Amaguá, Amoiripá,
Tupirapé, entre otros.
Las investigaciones
realizadas hasta el presente, pudieron establecer que en el
Paraguay existían tres subgrupos de Guaraníes: Los
Mbyá, los Pai-tavytera, los Chiripá o
Ava-Katú-Eté. Este último es el que
participó en el proceso
evangelizador llevado a cabo por los Jesuitas.
Organización política de los
Guaraníes: Vivían en aldeas, en los claros que
formaba naturalmente la selva y constituyendo una verdadera
unidad tribal por ser entidades económicas independientes
una de otra y, por lo tanto, autosuficientes.
Las viviendas estaban dispuestas en torno a una Plaza
Grande de forma cuadrangular, donde se desenvolvía una
gran actividad cotidiana esencialmente de índole social.
Los lazos de parentesco eran el eje de la
organización social. Determinaban las unidades
habitacionales, políticas
y hasta los intercambios económicos.
El "Teii", linaje o familia extensa
comprendía a los descendientes de un antepasado
común, que vivían en una misma casa y se ayudaban
mutuamente en todas las actividades y también en las
guerras con
otros grupos. El "Teii"
podía existir en forma autónoma o como parte de una
estructura
más grande: el "Teko'a" o pueblo (dentro del cual
podían encontrarse de 3 a 8 casas o linajes).
Cada "Teii" o familia extensa
vivían en la casa comunal (de hasta 60 metros de largo y
de 8 a 10 metros de ancho sin divisoria), donde habitaban entre
60 y 120 personas presidida por un jefe quien ocupaba la parte
del centro. A su vez la Aldea o "Teko'a" estaba dirigida por un
jefe político llamado Mburubicha, y un jefe religioso
llamado Shamán.
Régimen familiar: El matrimonio y
la familia
constituían el núcleo familiar básico. La
poligamia representaba un status social preponderante, por lo que
su práctica era propia de jefes y guerreros reconocidos,
quienes hacían una distinción entre esposa
principal "Cherembicó", y secundarias
"Cheaguazú".
La costumbre generalizada, practicada por los
demás integrantes de la comunidad tribal
era la monogamia. Las uniones no eran muy estables, por ello el
divorcio era
común.
Organización económica: Los
guaraníes eran básicamente agricultores, las
familias poseían un lote exclusivo en las plantaciones
comunitarias y a su vez cada esposa tenía una huerta
personal.
Las plantaciones más comunes eran la mandioca, el
maíz,
la calabaza, el poroto, el algodón, etc.
Para plantar previamente quemaban el monte produciendo
"el rozado", en el que mujeres y niños
sembraban bajo la supervisión de los ancianos.
Los hombres se dedicaban especialmente a la caza y la
pesca, utilizando como armas arcos,
flechas, pequeñas hachas, maza y algunos grupos llegaron a
emplear lanzas.
Organización religiosa: Es un pueblo
profundamente religioso, con alto grado de espiritualidad.
Fundamentaron el origen y la existencia de los dioses, los
hombres y la naturaleza,
mediante mitos. Creen
en la continuidad de la vida después de la muerte. Por
eso a sus muertos le proveen de todo lo necesario para que puedan
realizar sin carencias, el largo y peligroso viaje a la tierra sin
males. Creen con firmeza que son muchos los peligros que asechan
al viajero. Los niños
gozan de protección divina quedando exceptuados de todo
peligro.
El alma proviene del paraíso de Tupá Ru
Eté, Dios de la lluvia. Al morir, el espíritu del
muerto vuelve a su lugar de origen.
Los entierros se realizan en un pozo, o en urnas de
barro y el túmulo en la misma casa del muerto. Quien
además, lleva consigo sus armas, ropas y
trofeos.
La costumbre obliga a una práctica rígida
del culto permanente a los antepasados, manteniendo una
relación estrecha y continua entre la comunidad de los
vivos y los muertos que se traducen en ayuda recíproca.
Estas relaciones implicaban prácticamente derechos y obligaciones
recíprocas: por ejemplo los muertos proveen de alimentos a sus
deudos, les envían la lluvia que favorece las
plantaciones, velan constantemente por su bienestar. Los deudos,
a su vez, deben tributarles ofrendas;
además celebran en honor a los muertos una gran fiesta
cada año. Los espíritus se mantienen vivos en el
corazón
de la comunidad.
La práctica espiritual: El "Shamán"
o "Page", posee poderes sobrenaturales y desempeña una
función
directriz – conductor de su pueblo en todos los actos
comunitarios.
El Shamán mediante su gran poder entra en
comunicación con los espíritus
buenos y con los malignos, defendiendo a su comunidad contra
estos últimos. El intermedia entre el hombre y
Dios; además de ser adivino, hechicero, médico,
sabio, profeta, jefe espiritual, director de danzas y ceremonias
de su comunidad.
Se detalla todo lo relacionado a la
organización religiosa y la práctica espiritual
en presente y no en pasado, debido a que aún hoy se siguen
manteniendo dichas tradiciones.
Conquista y
Colonización de Misiones
La inserción del actual territorio de la
Provincia de Misiones de la República Argentina entre las
naciones hermanas del Paraguay y Brasil, introducida a modo de
cuña, nos informan acerca de los avatares de su particular
historia y, a su
vez, su natural conformación geográfica pareciera
le hubiese señalado su destino final, es decir su actual
conformación geopolítica que la enmarca entre
ríos casi totalmente. La corriente colonizadora del este,
enviada directamente por España,
fue la encargada de revelar la existencia de los pueblos que la
habitaban, entrevistos por los primeros navegantes que se
internaron siguiendo la ruta de Juan Díaz de Solís.
La búsqueda de un paso hacia los países del Oriente
entre los dos grandes mares, llevó a los portugueses en
1514 a descubrir el Paraná, quienes consideraron a este
río como un canal hacia el Oriente, lo que movió a
la corono de Aragón a firmar con Juan Días de
Solís las capitulaciones para llegar a las Islas Molucas y
otros puntos del "Oriente".
Solís penetró en el río de la Plata
y lo llamó río de Santa María, y algunos
geógrafos de la
época –según mapas– río
de Solís o Jordán. Solís al internarse y
observar su extensión y suponer por sus aguas su
naturaleza fluvial y por ello lo denominó en un primer
momento "mar dulce". Fueron los portugueses y sus viajes
clandestinos –ya que por el tratado de Tordesillas España era
la dueña de todas estas tierras- quienes lo llamaron
Río de la Plata.
Lo que no se pudo conseguir con la fuerza de la
espada ni el gobierno propio
de la Reducción, lo conseguirá la
Compañía de Jesús (Jesuitas). La
Compañía de Jesús, brazo armado de la
reforma católica, no por la ostentación de armas
sino por la fuerza de sus
convicciones se había instalado en Europa y en
América
dispuesta a cumplir su obra evangelizadora, a la vez que imponer
los principios del
dogma católico, duramente atacados durante la época
de la reforma religiosa de los protestantes.
En el año 1608 a instancias de Hernandarias el
Rey autorizó un nuevo sistema, el
misional, para los padres dominicos, franciscanos y jesuitas. Es
así como llega desde el Perú el director provincia
del la orden de estos últimos a Asunción para
organizar desde allí la conquista espiritual de tan
dilatado territorio. Se trataba del padre Diego de
Torres.
Previamente desde San Vicente, en el territorio del
Brasil habían partido jesuitas que se instalaron en la
zona del Guayrá, donde fundaran las importantes
localidades de ciudad Real y Villa Rica del Espíritu
Santo. Esto ocurriría a fines del siglo XV. Luego de 1607
se organizaría la Provincia Jesuítica del Paraguay
bajo la gobernación del padre Diego de Torres.
Éste, sabedor de la tirantez existente entre los blancos
de la ciudad Real y los indios, envió desde
Asunción tres contingentes de jesuitas para la zona del
Paraná y Guayrá. Los jesuitas brasileños
fracasaron, como habrían de fracasar los franciscanos en
su intento de poblar la zona de la Guaycurúes.
La primera misión se
estableció en la zona del Guayrá, pero la
hostilidad los hizo emigrar hacia el sur a la zona del
Paraná.
La segunda pasó por la actual provincia de
Misiones y cruzó al Brasil, actual estado de
Río Grande del Sur en la zona del Tapé.
La tercera se instala en Paraguay en la zona del
Itatín, la que fundó la primera población, San Ignacio Guazú, en
territorio paraguayo.
La primera expedición de los padres Cataldino y
Maceta funda en el Guayrá las localidades de San Ignacio
Miní y Nuestra Señora de Loreto, pero ambas fueron
destruidas y luego de un éxodo casi milagroso aguas abajo,
las refundaron en la zona de Paraná –actual
Misiones- .
La segunda funda siete pueblos en Brasil como Santo
Ángelo, San Borja, San Luis, San Francisco, San Miguel,
San Juan, San Lorenzo.
Estos siete pueblos los perdería Misiones
definitivamente en 1803, producto de la
mala diplomacia española frente a la hábil política
diplomática portuguesa.
En general casi todas terminaron reunificándose
en Misiones, debido a la hostilidad de los mamelucos (indios
mestizos al servicio de
los bandeirantes portugueses) que incursionaba para llevarse
esclavos al Brasil. El sistema misional
les había hecho perder mano de obra y estaban dispuestos a
recuperarla por la fuerza.
Debido a estos problemas
terminaron por concertarse en Misiones sobre dos franjas, una
sobre el Paraná y otra sobre el río Uruguay.
Así los pueblos del Guayrá fueron refundados en
Misiones, como Loreto, San Ignacio Miní, Corpus,
Candelaria, Santa Ana, Mártires; los de Itatín
dirigidos por el padre González de Santa Cruz fundan
Concepción, Santa María la mayor, San Javier,
Yapeyú, San Carlos, Santo Tomé, La Cruz,
Apóstoles y San José. Se fundaron en total 48
pueblos con sus fundaciones y refundaciones, siendo 30 el
número que quedaba a mitad del siglo XVII con una población de 60.000 almas y unos 54.000 km
cuadrados de sup. Mientras España se había
apoderado de Portugal por la vacancia del trono y el acto de
fuerza de Felipe II (1580-1640) no hubo problemas,
pero a partir de 1640 comenzaron nuevamente las incursiones de
paulistas y mamelucos. Insistían en llevar hacia el oeste,
la línea del tratado de Tordesillas que cortaba al Brasil
desde Perú hasta San Vicente. Era evidente el interés de
Portugal de extender sus dominios hacia el río de la
Plata. En efecto en 1640 los portugueses fundan la colonia del
Sacramente. El gobernador de Buenos Aires,
Garro, sitió y rindió la plaza el mismo año.
Sin embargo, Portugal, diplomáticamente obtuvo la
devolución de la misma en las condiciones anteriores al
conflicto. En
1703 debido a un nuevo conflicto el
Rey Felipe V ordena al gobernador Juan Valdez Inclán a
desalojar a los Portugueses de la colonia. Baltazar
García, después de seis meses de lucha, vence a los
portugueses. Los portugueses consiguen sin embargo, la
devolución, esta vez limitada a un área a tiro de
cañón. Sin embargo, no dispuestos a cumplir sus
compromisos fundan una colonia en la bahía de Montevideo y
es entonces cuando el gobernador Bruno de Zabala, con 10.000
guaraníes los ataca y vence por completo, fundando la
ciudad de San Felipe de Montevideo en homenaje a su rey Felipe V
en 1726.
La Guerra
Guaranítica
En 1750 los reyes de España y Portugal firman el
tratado de Permuta por el cual los Portugueses renuncian a lo que
no les pertenecía a cambio de
inmensas tierras sobre el río Uruguay y hasta cerca de
Sacramento. En virtud del mismo reciben los siete pueblos
orientales jesuíticos, por lo que los portugueses ordenan
la expulsión de los jesuitas, quienes se resisten, salvo
indemnización compensatoria por los que estalla la
guerra
guaranítica en la que los indios defienden a Misiones
contra las armas portuguesas y españolas
juntas.
Se libra así la famosa batalla de Mbororé,
la que pone freno definitivo a los portugueses en sus
pretensiones sobre Misiones. Recién en la batalla de
Caybaté (1756) triunfarán las armas portuguesas y
españolas por lo que Misiones pierde la Banda Oriental del
río Uruguay.
Sin embargo, al asumir el nuevo Rey Carlos III anula el
tratado de Permuta y vuelve las cosas al estado
anterior. Sin embargo, en la práctica sus disposiciones no
serán cumplidas y producido el conflicto entre jesuitas y
la corona, Carlos III decretaría la expulsión de
los mismos del territorio de América
y en consecuencia de las misiones.
Una nueva guerra estalla entre Portugal y España
y repercute en Colonia, donde el gobernador Cevallos toma la
ciudad y derrota a los portugueses, pero al firmarse la paz, la
Colonia nuevamente pasa a manos de Portugal.
Los portugueses inician un lento avance imperialista y
el Gobernador Vértiz sale a la descubierta y es vencido.
Resuelto el rey a terminar con este estado de cosas, decide crear
el Virreinato del río de la Plata (1776).
Hemos visto que una nueva guerra europea insta a Carlos
III a desconocer lo actuado por su antecesor Felipe V volviendo a
los límites
anteriores al tratado de Permuta. En América un poderoso
ejército posibilita el cumplimiento de la orden real.
Compuesto de 90 buques de guerra de transporte
para 9000 soldados; 20 buques artillados con tripulación
de guerra y tropas de desembarco y en forma combinada por
agua–tierra, atacan
la isla Santa Catalina al mando de Vértiz. Mientras
Cevallos, el virrey recientemente designado, sitia con 12.000
indios la colonia de Sacramento y la toma, apoderándose de
nuevo del estado de río Grande hasta encontrarse con
Vértiz. El éxito
fue total. Sin embargo, se firmará el tratado de San
Ildefonso, donde una vez más se entrega la colonia a
España pero exigen que se cumpla con consecuencia el
tratado de Permuta, perdiéndose Río Grande
definitivamente. Esto permitió a Misiones retener la
franja del Tapé en Brasil y la franja este del Paraguay,
la provincia de Misiones y Provincia de Montevideo, esto en
1782-83, años después de la creación del
Virreinato en 1776.
De esta manera se cierra un ciclo institucional y
jurisdiccional en la vida de Misiones.
El Imperio Jesuita de Misiones duró desde 1608
hasta 1767. La primera fundación fue en territorio
paraguayo llamada San Ignacio Guazú (1609) en la zona de
los guaycurúes por el padre Lorenzo, a quien sucede el
Beato Roque González de Santa Cruz desde 1611. En 1615
funda sobre la banda izquierda del Paraná, Nuestra
señora de la Anunciación de Itapúa, la que
se emplazó, sobre la zona de la actual ciudad de Posadas,
pero años después ante la hostilidad de los
indígenas fue trasladada a la banda derecha con el nombre
de la Encarnación de Itapúa (actual ciudad de
Encarnación del Paraguay). El mismo Beato funda
Concepción (1620) y San Nicolás de
Concepción de San Javier y Yapeyú en
1625.
Entre 1626 y 1628, estalbecen los pueblos de Candelaria
de Gazpa Miní, Asunción de Iyuí y Todos los
Santos del Caaré. Allí fue muerto un 15 de
noviembre por los indígenas en el año 1628; entre
tanto surgía al sur en la zona del Guayrá, en el
cuadrilátero formado por los ríos
Paraná-Iguazú-Paraná-Panemá en 1610,
San Ignacio Miní y Loreto. Fue el padre Antonio Ruiz de
Montoya quien con gran dedicación y energía se
dedicó a la fundación de los pueblos, naciendo
así San Javier de Teayatí, San José de
Tucutí, Concepción y San Pedro de Gualacos, Siete
Angeles de Tayaloa o Tayaboa, Santo Tomás y Jesús
María. Desde 1627 a 1630 los paulistas destruyeron nueve
pueblos, llevándose 80.000 indios cautivos para la
venta como
esclavos y por ello, desde 1631 en adelante, Ruiz de Montoya
bajando el Paraná emigró hacia el Sur
acompañado por los indios en balsas y canoas,
llevándose todo cuanto pudieran. Allí fundan en las
márgenes del Paraná-Uruguay, las localidades de San
Ignacio Miní, Santa Ana, Corpus, quedando concentrado en
las cercanías de los ya fundados de Candelaria, San
Ignacio y San Miguel. Los pueblos Itaquines de los
guaycurúes fundados como Angeles, San José, San
Benito y Natividad fueron destruidos por los paulista en 1633 y
con sus ruinas se fundaron Santiago y Santa María de la
Fe. En síntesis,
en Misiones, cronológicamente fueron fundados, dentro del
actual territorio y en las siguientes fechas: San Ignacio
Miní (1632), la más importante de las ruinas
halladas y conservadas, Concepción (1618); Candelaria
(1628); San Javier (1629); Loreto (1632); Apóstoles
(1633); San José (1633); Santa María La Mayor
(1637); Santa Ana (1637); Mártires (1639) y Corpus
(1633).
El hecho de que los jesuitas fueran tan minuciosos en la
descripción de sus hechos y en las
referencias administrativas, no informan con absoluta claridad
sobre el gobierno de cada
pueblo o misión.
Constituían la Provincia de Jesuítica de
las Misiones con capital a los
fines administrativos en Candelaria donde residía el Padre
Provincial Director. Cada misión era gobernada por un
sacerdote llamado Rector, quien era el ejefe de la
administración y un sacerdote maestro, jefe espiritual
encargado de la catequesis y de la instrucción.
También existía un cabildo de indios como
órgano consultivo.
El trazado de los pueblos era casi idéntico,
dependiendo del número de habitantes su tamaño.
Todos tenían una plaza central encuadrada por la iglesia, el
cementerio, el convento (residencia de los jesuitas, taller,
escuela y
depósito) y las habitaciones de los indios, separadas por
estrechas calles divididas en casa-habitación para
matrimonios y casas para indios e indias solteros por separado.
Las casas eran de piedra y adobe, techos de tejas a dos aguas con
salientes (galerías) sostenidas por pilares de madera con
base de piedra o enteramente de piedra, algunas de las cuales se
conservan en las ruinas de Misiones.
La vida estaba reglamentada en sus menores detalles,
salvo las excepciones de los días festivos o domingos.
después de oír misa, los hombres marchaban al
trabajo en procesión, regresando de igual modo por las
tardes. Los niños aprendían a leer y escribir (casi
no había analfabetos) y luego un oficio manual y rural;
los jóvenes más capaces eran destinados al aprendizaje de
las artes, como la escultura, tallado en madera o
piedra, cincelado, herrería y herrajería,
cerámica o trabajos de imprenta (se dictaban
periódicos y libros, siendo
famosa la imprenta por ser la primera en América, aunque
se discute si la misma era volante y transportable como afirma
Bartolomé Mitre o si era fija por los numerosos pies de
imprenta hallados en libros con
lugar de impresión en Santa María La
Mayor).
Los que tenían aptitudes estudiaban música, canto y
teatro. Los
feriados, después de misa, se realizaban
espectáculos al aire libre con
representación teatral, festivales de música o coro,
etc.
El régimen de distribución de la riqueza estaba dividido
en partes iguales, exactamente en tres; una parte para el
sostenimiento del gobierno central y pago de tributos; la
otra parte para la misión y sus gastos generales
(tasas municipales de servicios),
importación de metales y otros
productos
necesarios para la comunidad y la última parte para las
familias, mujer u hombre
solteros del cual se deducía una parte para el mantenimiento
de ancianos, viudas y huérfanos.
Una de las principales riquezas era la
explotación de los bosques, venta de muebles
y maderas, productos que
eran muy cotizados en otros centros del país. Otro de los
productos exportables era la yerba mate, pero contrariamente a lo
que se supone, según el historiador R.P. Don Guillermo
Furlong, los molineros de Buenos Aires
–como ahora- estaban organizados para explotarla. Se criaba
ganado exclusivamente para el consumo en
grandes estancias o potreros cercanos a los pueblos. En las
hilanderías y desmotadoras de algodón de
obtenía una fina lana para la confección de
vestidos. Los objetos artesanales eran comunitarias, como
vajillas, libros e instrumentos de labranza.
El arte del fecundo
pueblo guaraní.
"El indio no creaba, pero su capacidad de copiar era
insustituible, reproduciendo a la vista con absoluta fidelidad y
exactitud todo cuanto se le ponía como modelo".
Así nos dice el R.P. Furlong en su libro sobre
las Misiones Jesuíticas cuando se refiere a las artes y la
mecánica.
En esta región se desarrolló un arte
misionero-guaraní que se extendió al resto del
Virreinato y sobre todo a los demás focos jesuitas del
interior del país. En arquitectura
sobresales el barroco
español,
pero con aportaciones puramente americanas, sobre todo en los
templos. La Iglesia de San
Francisco de Asís de Buenos Aires posee una talla de
regular tamaño que el artista denominó:
"Señor de la humildad y de la paciencia". Se trata del
escultor José El Indio, que realizó su obra a fines
de 1780. Es que extinguida la Provincia jesuítica no pudo
destruirse la influencia que ejercieron los sacerdotes como
maestros de las letras y las artes. Podemos decir parafraseando a
Churchill: "Nunca tan pocos, hicieron tanto", 170 padres para
100.000 misioneros realizaron el milagro y bien dice el Padre
Furlong para explicar este fenómeno: "El jesuítico
arquitecto y albañil; músico, poeta y pintor;
escultor y tallista; ebanista, orfebre y carpintero; relojero,
zapatero y toda la gama de artesanía que imaginarse pueda,
pues construían y enseñaban, desde un
violín, guitarra hasta la joya más exquisita de un
libro…".
Destacáronse el Padre José Braselli,
pintor, escultor y arquitecto, a quien se debe la construcción y decorado de las iglesias de
Itapúa, Loreto y San Borja . esta última, el
patrono San Francisco Borja, fue tallado por Braselli en actitud de
adorar la Eucaristía, según referencias del Padre
Hernández.
El otro, en orden de importancia fue el padre Juan
Bautista Pirmoli que construyó seis santos que se
conservaron hasta fines del siglo XIX en la Iglesia de
Concepción.
En imprenta varios libros se destacan y entre ellos, un
diccionario
castellano-guaraní y una Biblia en
guaraní, así como tratados de
historia, geografía y descripción de la naturaleza de la
región.
Aportaciones
indígenas a la corona
Desde 1644 hasta 1766, los indígenas tuvieron
activa y decisiva participación en más de cien
expediciones militares. Varias veces concurrieron en defensa de
la integridad del río de la Plata al sitio y toma de la
colonia de Sacramento y en diversas ocasiones contribuyeron en el
sometimiento de indios díscolos e incivilizados como los
payaguás y los calchaquíes así como
también en la defensa de Buenos Aires contra las
incursiones de piratas y contrabandistas. El valor del
guaraní, su resistencia y su
espíritu de sacrificio para la guerra lo hicieron de
fama.
Defendieron a Misiones contra la entrega de su patrimonio,
hábilmente dirigido por los jesuitas en la triunfal
batalla de Mbororé contra España y Portugal
dispuestos a cumplir el tratado de Permuta. Integraron el
ejército de Belgrano y Rocamora para cumplir los objetivos
políticos de la Junta de Mayo y sirvieron a Artigas y a
Misiones bajo su égida, luchando contra Chagas y Francia, y en
célebre episodio histórico tomaron la ciudad de
Corrientes.
"Llamamos Reducciones a los pueblos de indios, que
viviendo a su antigua usanza en montes, sierras y valles, en
escondidos arroyos, en tres , cuatro o seis casas solas,
separadas a legua, dos, tres y más, unos de otros, los
redujo la diligencia de los padres a poblaciones grandes y a vida
política y humana, a beneficiar el algodón con que
se vistan…" (Antonio Ruiz de Montoya, La Conquista Espiritual,
1639).
La Reducción era un pueblo integrado por
comunidades indígenas reunidas para ser
evangelizadas. Se trata de una institución religiosa
y socio-cultural a la vez, que no fue específica de la
Provincia del Paraguay, sino de las regiones periféricas
del Imperio Español en
América.
Casi todas las reducciones fueron creadas y
administradas por los jesuitas o franciscanos.
Cronológicamente las del Paraguay fueron las primeras de
América del Sur.
El Concilio Mexicano I (1555), considerando que la
dispersión en que vivían los aborígenes era
un obstáculo para la evangelización,
determinó que "fueran congregados y reducidos en pueblos
en lugares cómodos y convenientes".
El Rey Felipe II en las Instrucciones al tercer
adelantado del Río de la Plata en 1571, recomendaba el
establecimiento de reducciones. Según el sacerdote jesuita
Antonio González Dorado, tres eran los objetivos del
sistema de reducciones: 1) La conversión al cristianismo
de los infieles; 2) La salvación de los aborígenes;
3) La pacificación entre españoles y
aborígenes.
Concluye este autor González Dorado, que el
éxito
de las reducciones dependió de cuatro acciones
fundamentales: a) La separación espacial con
relación a los poblados españoles. b) La promoción técnica de las comunidades
indígenas: se organizan las nuevas ciudades con todos los
servicios
necesarios para la población. c) La implementación
progresiva de un sistema jurídico que garantizara los
derechos de los
aborígenes. d) La predicación continua del
Evangelio.
Fue fundada en 1534 por Iñigo López de
Recalde de Oñaz y Oyola (San Ignacio de Loyola) y aprobada
por el Papa Paulo III, como orden religiosa en 1540.
El Padre Ignacio de Loyola fallece en 1566. En
1609 el Papa Paulo V lo beatifica y en 1622, el Papa Gregorio XV
lo canoniza. Era una organización internacional que tenía
carácter vertical, cuya máxima
autoridad era
el General.
Este elegía a los distintos provinciales; quienes
estaban al frente de las diferentes provincias religiosas.
Figuraba el superior de las misiones, que eran una especie de
lugartenientes del provincial. A mediados del siglo XVI, llegaron
los primeros jesuitas a Sudamérica, radicándose en
Brasil en 1549, donde el Padre Manuel de Nóbrega
estableció la Provincia Jesuítica del Brasil,
primera provincia religiosa de la Compañía de
Jesús, en América y luego en Perú en 1568
donde se estableció la Provincia Jesuítica
del Perú.
El Padre General de la Compañía de
Jesús, Claudio Acquaviva, creó desde su sede en
Roma la Provincia
Jesuítica del Paraguay, el 9 de febrero de 1604, nombrando
como primer Provincial al Padre Diego de Torres Bollo. Esta
provincia comprendía vastos territorios, los actuales:
Argentina, Paraguay, Uruguay, parte de Bolivia,
Chile y todo
el sur del Brasil. El Provincial tenía su sede en
Córdoba.
Los
pueblos Jesuíticos Guaraníes
Para evangelizar a los guaraníes de nuestra
región, el provincial decidió enviar
misioneros desde Asunción.
Los primeros misioneros remontaron el Paraná,
llegando hasta la región del Guayrá (1610-1630)
donde consiguieron formar doce pueblos.
Simultáneamente otros jesuitas crearon en la
región del Paraná, comprendido por los ríos
Paraná, Paraguay y Tebicuary (actual Paraguay) otros
pueblos que serán completados por las fundaciones del
Itatín ( al norte de Asunción) y del Tapé (
en el estado de
Río Grande de Sul, Brasil).
A partir de 1628 se producen las invasiones de los
bandeirantes o mamelucos, que provenían de la ciudad de
San Paulo (Brasil) y cuyo propósito era capturar indios
para venderlos como esclavos en las "Fazendas" e ingenios de la
Costa Atlántica. En estos ataques (bandeira), se
cometían todo tipo de atrocidades que terminaban con la
muerte o
esclavitud de
sus pobladores y la quema y destrucción de los
pueblos. Luego de la destrucción de once pueblos, y
ante la falta de seguridad, los
religiosos optaron por trasladar los pueblos aún
existentes hacia el sur.
Los Guaraníes del Guayrá reunidos en un
éxodo de más de 12.000 almas y conducidos por
Antonio Ruiz de Montoya, llegan a las proximidades del arroyo
Yabebirí (Misiones) donde se refundan Loreto y San Ignacio
Miní.
Más de 60 fueron las reducciones fundadas pero no
todas perduraron. Principalmente los ataques bandeirantes
motivaron el traslado de muchas, el abandono de otras o la
fusión
de dos o más en una sola reducción.
Hacia mediados del siglo XVII, encontramos 30
reducciones de guaraníes asentados definitivamente en el
área comprendida entre los ríos Paraguay,
Paraná y Uruguay. En lo que hoy es la
República del Paraguay, hubo ocho reducciones:
San Ignacio Guazú, fundada en el año 1610
por Marcelo de Lorenzana;
Nuestra Señora de Encarnación de Itapúa en
1615 por Roque González; San Cosme y San
Damián en 1632 por Adriano Formosa; Santa
María de Fé en 1647 por Manuel
Berthod; Santiago en 1651; Jesús en 1685 por
Jerónimo Delfín; Santa Rosa de Lima en
1698 y Santísima Trinidad en 1706 por Juan de
Anaya.
Nuestra actual provincia de Misiones fue el centro de
esta región y en ella se ubicaron 11
reducciones:
San Ignacio Miní fundada en el año 1610
por Simón Masseta; Nuestra Señora de Loreto en
1610 por José Cataldino; Concepción en 1619
por Roque González;
Corpus Christi en 1622 por Pedro Romero; Santa María
La Mayor en 1626 por Diego de Boroa; Nuestra Señora
de Candelaria en 1627 por Roque González;
San (Francisco) Javier en 1629 por José
Ordoñez; Santos (Apóstoles) Pedro y Paulo en
1631 por Diego de Alfaro; Santa Ana en 1633 por Pedro
Romero;
San José en 1633 por José Cataldino; Santos
Mártires del Japón
en 1639 por Agustín Contreras.
En la actual provincia de Corrientes, hubo cuatro
reducciones:
Nuestra Señora de los Tres Reyes de Yapeyú
fundada en el año 1627 por Pedro Romero; La (Santa)
Cruz en 1628 por Cristóbal Altamirano; San Carlos
(Borromeo) en 1631 por Pedro Molas y Santo Tomé
(Apóstol) en 1633 por Luis Ernot.
Y por último en la actual República del
Brasil, hubo siete reducciones:
San Nicolás fundada en el año 1626 por
Roque González; San Miguel (Arcángel) en 1632
por Cristóbal Mendoza; San Francisco Borja en 1682 por
Francisco García; San Luis Gonzaga en 1687 por Miguel
Fernández; San Lorenzo (Mártir) en 1690 por
Bernardo de la Vega; San Juan Bautista en 1697 por Antonio
Sepp Von Reineg y
Santo Angel Custodio en 1707 por Diego García.
El Gobierno
Civil y Eclesiástico de las Reducciones
En cada pueblo había un cura y un
compañero de cura, que dependían directamente del
Superior de las Misiones que residía en Candelaria, e
indirectamente del Provincial que residía en
Córdoba. Con el Superior colaboraban 2
Vicesuperiores, ésto desde 1724; uno se encargaba de los
pueblos del Paraná y el otro de los del
Uruguay.
Para los pequeños pleitos en los pueblos los
jueces eran los curas, pero en caso de apelación y en los
pleitos entre indígenas y curas, o entre unos y otros
pueblos, había jueces oficiales.
Los pueblos eran distribuidos en 4 grupos y cada uno
tenía un Superintendente de guerra, asistido por
consultores.
Para proteger los intereses económicos de las
reducciones había en Procurador de las Misiones, donde
residían los Vice-Superiores, ayudado por los otros
curas. A su vez se ligaban con los procuradores que
residían en Buenos Aires, Asunción y Santa
Fe.
Los curas eran los administradores de los bienes de los
indios y atendían todo lo concerniente a lo espiritual,
temporal, económico, cultural, social y
militar.
El Cabildo era la autoridad
máxima en cada reducción. Contaba con un
Corregidor y un Teniente de Corregidor, dos Alcaldes de la
Hermandad, un Alferez Real, 4 Regidores, uno ó dos
Aguaciles, un Mayordomo y un Secretario. El Cabildo saliente
elegía al entrante.
El tercer factor de poder en el
pueblo eran los Caciques, ellos componían el Cabildo.
Constituían la nobleza del pueblo. Eran los
Tubichá. El cacigazgo era una institución
tradicional guaraní que se mantuvo en las
reducciones. En algunos pueblos había hasta 50
caciques. Cada uno velaba por sus súbditos,
convirtiéndose esta tarea en noble competencia para
mejorar cada grupo. La reducción se dividía
en barrios y cada barrio era uno o varios Cacigazgos.
Las reducciones, en su conjunto, estaban bajo la
efectiva dependencia del Gobernador de Buenos Aires, de la Real
Audiencia de Charcas, del Virrey del Perú y del Rey de
España. A éste último estaban sujetos
como vasallos y, por lo tanto debían pagar su tributo
anualmente, consistente en 1$ por familia. El pago se
hacía en Buenos Aires a la tesorería real, en
moneda. El dinero se
obtenía de la venta de la yerba mate en Buenos Aires o
Santa Fe. Los indios recién convertidos estaban
liberados del tributo por diez años, como también
lo estaban los caciques y sus
primogénitos.
Desde 1654, de los 30 pueblos, 21 pertenecían al
Obispado del Río de la Plata y 9 al del
Paraguay.
Trazado
Urbanístico de las Reducciones
Cada ciudad se organiza conforme a un cuidado proyecto
urbanístico.
Los elementos constitutivos básicos de la trama
urbana jesuítica son: el núcleo, las
viviendas-manzanas, la plaza, las calles, la huerta y otras
estructuras
arquitectónicas.
a) La Plaza: Constituye el elemento ordenador del
espacio urbano. Sus dimensiones superan las habituales
cuadras de las ciudades españolas.Algunas tienen tendencia
hacia formas cuadradas, pero en general se localiza un lado mayor
en un 25% respecto del otro. La plaza de San Ignacio Miní
mide 125 x 108 metros. En la plaza se concentraban las
actividades cívicas y religiosas, era el gran escenario
donde se aseguraba la participación y la persuasión
(juegos,
cantos, danzas, representaciones teatrales, prácticas
militares).
b) El Núcleo Principal: (templo, colegio,
cementerio). El conjunto de fachadas de la iglesia,
portadas del colegio y cementerio, se subordinan
jerárquicamente para lo cual se recurre al recurso
barroco de
formar una avenida axial que conduce al eje del frontispicio del
templo. La disposición de los tres elementos del
núcleo no siempre fue igual, si bien la iglesia
está en el centro, el cementerio o el colegio pueden
aparecer indistintamente a la derecha o izquierda de
ésta. Así como la iglesia puede aparecer
sobre una plataforma elevada que la jerarquiza, hay ejemplos
donde hay un doble atrio, o el templo avanza nítidamente
sobre la plaza fragmentando el espacio del núcleo.
Hacia atrás del núcleo siempre aparece la Huerta
con diferentes extensiones. El colegio y los talleres no tienen
siempre la misma disposición de patios en similares
dimensiones. Tampoco el cementerio es igual y sí en
algunos casos aparece dividido en cuarteles ( hombres, mujeres,
niños y niñas) en otros incluye una exótica
capilla o se proyecta hacia la plaza con capillas de
velatorio.
En varias de las casas junto al núcleo, pero separado del
mismo, se ubica la Casa de la Misericordia, donde se alojan a las
viudas o mujeres cuyos maridos estaban fuera del
pueblo.
c) Las Viviendas Indígenas: La unidad de
vivienda constituía el módulo de amanzanamiento del
pueblo. Organizada como un elemento cerrado, rodeado de
galerías perimetrales, las viviendas varían de
dimensión entre los diversos pueblos y aún dentro
del mismo pueblo. Las Manzanas: comprendían entre 6 y 12
unidades, siendo habitual en varios pueblos las de siete
habitaciones. En algunos casos las manzanas se ubicaban de
manera paralela a los lados de la plaza y las demás
detrás de las primeras con cierta autonomía,
ciertas características unitarias hacen pensar en
la existencia de agrupamientos según parcialidad
indígena.
d) Otros elementos arquitectónicos:
- Los tambos aparecen ubicados libremente.
- Los hospitales, eran un buen número de
cabañas fuera del pueblo en sus
cercanías.
Luego de que estuviera algún enfermo se quemaba
la cabaña y se construía otra.
- Las carnicerías o "rastros" estaban en general
junto a la huerta. Frecuentemente se repartía la
carne a los indígenas en el segundo patio del
colegio. - Otras edificaciones como las tahonas, olerías,
tejerías, galpones de depósito, trapiche, estaban
ubicados en la periferia de los pueblos. - Otros elementos: (capillas, posas o ermitas)
tenían libre ubicación. Generalmente
encontramos cruces en los extremos de la plaza
(posas).
La brillante labor evangelizadora, social y cultural
llevada a cabo por los jesuitas hasta el siglo XVII no estuvo
exenta de enemigos, celos y rivalidades. Su acción
en las universidades y colegios, el éxito obtenido en las
misiones indígenas en diversas regiones de América,
el intenso tráfico comercial que desarrollaron con
criterios de organización, más la influencia que
ejercían con todos los sectores de la sociedad,
despertaron opositores por doquier y desataron intrigas
internacionales.
Durante el siglo XVII, con el avance del Iluminismo y la
difusión de la Masonería, se acentúan los
ataques ideológicos contra la Iglesia Católica y
por ende contra la Compañía de
Jesús.
La expulsión de los Jesuitas de los dominios
portugueses se produce en el año 1757, siete años
después, sacerdotes de la misma compañía
corren igual suerte, pero esta vez, de los territorios franceses
y finalmente Carlos III, rey de la Corona Española,
perteneciente a la familia
Borbónica, por Real Cédula del 27 de febrero de
1767 firma la expulsión de los Jesuitas de España y
de todos sus dominios del mundo, cuya ejecución fue hecha
por Bucarelli, por ese entonces gobernador de Buenos Aires
(Agosto 1768). Los Jesuitas y Guaraníes acataron
pacíficamente dicha ejecución, para resignar sus
destinos y el de los treinta pueblos.
Decadencia y
Destrucción de los Pueblos
Realizada la expulsión, el gobierno
español trató de conservar el sistema en las
reducciones pero estableciendo una nueva organización
política y administrativa en las misiones. Para
organizar el nuevo sistema, el gobernador de Buenos Aires,
Francisco de Paula Bucarelli y Ursúa, dictó una
serie de Instrucciones cuyas disposiciones más importantes
fueron:
- Separación de los poderes; los sacerdotes
(mercedarios, dominicos y franciscanos, que hablaban
guaraní) se encargarían de la atención espiritual, y el Gobernador y
los Administradores, de lo temporal. - La rendición de cuentas que
debían hacer los administradores, sus facultades y
obligaciones
en relación a la "conservación y perpetuidad
material de los pueblos". - La obligatoriedad de la enseñanza del castellano.
- Se permitía la presencia y relación con
los españoles para facilitar la difusión del
idioma y el adiestramiento de los indígenas en las
prácticas comerciales libres y dinerarias.
Todas estas disposiciones, de acuerdo con la
política del momento, condenaban la actuación de
los jesuitas en las reducciones y se proponían modificar
ese régimen que consideraban perjudicial, por uno de mayor
libertad que
permitiera al indígena integrarse a la sociedad
colonial, para lo cual resultaba imprescindible el uso del idioma
español. (En este contexto se ubican sus disposiciones
sobre el abandono de la vestimenta tradicional, el tipoy en las
mujeres, y la obligatoriedad de usar calzado).
El objetivo era
integrar los 30 pueblos al sistema colonial, dependiendo su
prosperidad del idioma castellano, el cultivo de la tierra y la
actividad comercial. Las ventajas de la producción y el comercio
permitirían al indígena adquirir gradualmente su
libertad. El régimen de comunidad se
mantenía, pero se recomendaba estimular el trabajo en
las chacras particulares.
A pesar de los proclamados objetivos de libertad,
en la práctica la producción y el comercio
estuvieron bajo el control de los
administradores y a su vez, los grandes gastos
ocasionados por el complicado aparato administrativo obligaron a
incrementar excesivamente el trabajo
comunitario, descuidándose las propiedades
particulares.
Según las Ordenanzas de Bucarelli, Misiones
debía solventar sus propios gastos administrativos.
Pero no fue posible porque la carga presupuestaria de la administración se tronaba cada vez
más pesada por el aumento de funcionarios, y al mismo
tiempo la
recaudación fiscal
disminuía por la merma de población, y el balance
del comercio resultaba desfavorable. Todo lo cual evidencia
la decadencia económica de los pueblos.
La disminución poblacional se debió
principalmente a dos factores: La alta tasa de mortandad y la
deserción permanente.
Entre las causas de mortandad mencionamos la desnutrición, exceso de trabajo, las
epidemias de viruela, las guerras
suscitadas en el área misionera después de 1810,
las estructuras de
los pueblos que tenían mayoría de mujeres y pocos
hombres en edad de trabajar, otras enfermedades.
Es significativa la cantidad de guaraníes que, a
partir de 1768, abandonaron los pueblos, emigración que
fue aumentando de manera alarmante. Esto se debió al
brusco descenso de la calidad de
vida: hambre, miseria, expoliación, desamparo, que los
obligó a buscar otros lugares con mejores
posibilidades.
Las migraciones estuvieron orientadas hacia Corrientes,
los pueblos de Entre Ríos, Río Grande, Buenos Aires
y Paraguay. Lugares donde eran muy requeridos por su
capacidad laboral en tareas
domésticas, rurales y artesanales. Otros se
mezclaron con charrúas y minuanos.
Con la dispersión de la población
guaraní se inició también un lento proceso de
mestizaje en los propios pueblos, donde quedaron mayoría
de mujeres y se instalaron españoles, y también en
el caso de los que abandonaban los pueblos y se ubicaban en
regiones vecinas. Una característica importante de señalar
fue que los guaraníes que emigraron españolizaron
sus apellidos, confundiéndose así con la
población blanca.
Reducción Jesuítica
de San Ignacio Miní
http://www.misiones.gov.ar/turismo/fotos/ruinas.htm
Nombre: San Ignacio de
Ipaumbucú ó Miní (recibió este nombre
por haberse fundado después de la otra San Ignacio,
Guazú).
Ubicación: Departamento Candelaria-Provincia de
Misiones-Argentina-Latitud S 27° 20' – Longitud O 55°
32'.
Acceso: a 50 km. de Posadas, 2.500 metros de la Ruta
Nacional 12.
Situación dominal: 100% fiscal.
Status legal: Monumento Histórico nacional (
1.983) – Decreto N° 2210. Monumento Histórico
Provincial ( 1.969) – Ley N° 510.
Patrimonio de
la Humanidad ( 1.984 ) – UNESCO.
Fundación y traslados: fundada a mediados
de 1610 por los Padres José Cataldino y Simón
Masseta en la rivera izquierda del río
Paranápanema, en el Guairá, emigra con Loreto en
1631 y otros pobladores de las reducciones guaireñas
asoladas por los paulistas bandeirantes, a las riberas del arroyo
Yabebirí de la actual provincia de Misiones. En 1696
después de algunos asientos provisionales, se establece
donde hoy se aprecia los valiosos restos de sus ruinas, en una
pequeña reserva fiscal del actual pueblo de San
Ignacio.
Gobierno Civil y Eclesiástico: los curas
eran los administradores de los bienes de los
indios y atendían todo lo concerniente a lo espiritual,
temporal, económico, cultural, social y
militar.
El Cabildo era la autoridad máxima en cada
reducción y estaba compuesto por los caciques. Los
curas mantuvieron la institución tradicional
guaraní del cacigazgo.
En conjunto, la reducción dependía: del
Gobernador de Buenos Aires, de la Real Audiencia de Charcas, del
Virrey del Perú y del Rey de España. El cura
y un compañero de cura dependían: directamente del
Superior de las Misiones que residía en Candelaria, e
indirectamente del Padre Provincial que residía en
Córdoba.
http://www.misiones.gov.ar/historia/imagenes/CroquisSanIgnacio.jpg
Trazado Urbanístico de la
Reducción: en la etapa de
fundación y traslados, los pueblos se construían
sin una definición muy precisa en lo urbano; la construcción fue precaria y simple, en
adobe, tapia y paja. Recién a fines del siglo XVII,
luego de la derrota de los bandeirantes en la batalla de
Mbororé en 1641, comienzan tiempos de seguridad y
estabilidad. Es la etapa de los asentamientos definitivos
donde cada ciudad se organiza conforme a un cuidadoso proyecto
urbanístico, donde las edificaciones son de piedra y
maderas de ley. Los
elementos constitutivos de la trama urbana son: la plaza, el
núcleo principal (templo, colegio, cementerio), las
viviendas indígenas, las calles y otras
edificaciones.
La plaza constituye el elemento ordenador del espacio
urbano. Su forma es rectangular: 125 metros por 108
metros. Cercada por tres de sus lados por las tiras de
viviendas indígenas y el cabildo, mientras que el cuarto
lado define sus límites
con el núcleo principal. El suelo era de
tierra (no de
césped), era el gran escenario donde se aseguraba la
participación y la persuasión. Allí se
concentraban todas las celebraciones cívicas y
religiosas.
Las calles estaban ornamentadas con naranjos y
limoneros. Dos de ellos tenían una relevancia
fundamental. Una era la que accedía al pueblo y
terminaba frente a la fachada del templo; la otra cruzaba frente
al cementerio, templo, colegio, talleres.
El núcleo principal compuesto por el templo, a la
derecha del mismo, en San Ignacio Miní, la residencia o
colegio y los talleres, se disponían en una sola
línea de edificación consecutiva en el lado sur de
la plaza.
El templo era la primera edificación que se
levantaba en la reducción.
La Iglesia: en 1724 la iglesia estaba o muy
adelantada o casi concluida, cuando el entonces Provincial de los
jesuitas ordenó ese mismo año, que el Hermano
José Brasanelli se trasladara a ese pueblo y terminara su
construcción. Este medía 63 metros de largo
por 30 de ancho, con tres grandes puertas de entrada. La
puerta principal tenía 3,37 metros de luz con varias
columnas a cada lado, en cuyos capiteles había
relieves. En el piso inmediato al altar mayor, entre otros,
yacen los restos mortales de sus primeros fundadores los Padres
José Cataldino y Simón Masseta.
El inventario de la
expulsión (1768) describe "una Iglesia de tres naves, con
media naranja en todo cumplida, toda pintada y a trechos dorada,
con su púlpito dorado, con cuatro confesionarios, los dos
con adornos de escultura y los otros dos de obra
común".
"Su altar mayor con su retablo grande dorado" (Retablo:
adorno de piedra o madera esculpida en que se apoya un
altar).
"Al lado derecho de dicha Iglesia tres altares: el
primero de Resurrección del Señor, con su retablo
dorado; el segundo de San José, con retablo menor, medio
dorado; y el tercero del mismo Santo, sin retablo".
"La capilla del Baptisterio con su altar y retablo medio
dorado, y pila bautismal, uno de piedra y la otra de
estaño".
"La sacristía y contrasacristía, y en
ellas y en la iglesia y retablos las estatuas, cuadros,
láminas, ornamnetos, plata labrada y demás adornos
y utensilios del servicio de la
iglesia…".
El campanario de madera que sustituyó a las
viejas torres demolidas por orden del Provincial Querini de 1749,
situado en el patio de la residencia, tenía en 1768 "once
campanas grandes".
La residencia o colegio se componía de un
refectorio (habitación destinada para comedor) con su
enterrefectorio, seis aposentos y una biblioteca junto
a la sacristía y su correspondiente patio
interno.
Los talleres contaban con cocina, panadería,
carpintería, herrería, platería y
presumiblemente en el más extenso local, los telares y su
correspondiente patio de los talleres.
Detrás del colegio, el templo y el cementerio se
hallaba una extensa huerta orientada al sur.
En esta reducción existían dos edificios
de cotyguazú (para las viudas o mujeres con esposos
ausentes) y una posada, situadas al lado este de la
plaza.
Las viviendas de los indios se ubicaban de manera
paralela a los lados de la plaza y en hileras hacia la
periferia.
Siete a doce unidades o habitaciones constituían
una "manzana", que organizada como un elemento cerrado estaba
rodeada de galerías perimetrales.
Como otras edificaciones nombramos: los tambos, ubicados
libremente. Las carnicerías o "rastros" junto a la
huerta. Frecuentemente se repartía la carne a
los indígenas en el segundo patio del colegio.
Olerías y galpones, ubicados en la periferia del
pueblo. Había ermitas y capillas de libre
ubicación.
La economía: se sustentaba en la
agricultura, la recolección de miel, la cría de
ganado, la industria, las
artesanías y el comercio.
Se cultivaba maíz, mandioca, batata dulce,
caña de azúcar,
legumbres con destino a la alimentación.
Algodón para obtener el hilo y el lienzo. Tabaco.
Muy importante pasó a ser el cultivo de la yerba
mate, que en un principio se cosechaba de los yerbales silvestres
muy apartados de las reducciones. La yerba era el producto de
venta necesario para sufragar los impuestos anuales
al Rey. Existía en la reducción un
régimen agrícola-mixto. A cada familia
indígena se le otorgaba una parcela de tierra para el
cultivo que era denominada abá-mbaé o "propiedad del
indio", la explotación de la misma era controlada por los
misioneros quienes vigilaban que los indios sembrasen y
cosechasen sus productos.
La parte de tierras pertenecientes a la colectividad era
llamada Tupá-mbaé o "propiedad de
Dios". Los indios cultivaban por turnos en estos terrenos
comunales y se les pagaba en especie. Los productos eran
destinados para cubrir necesidades de la comunidad, pagar el
tributo al Rey, sostener a los misioneros, incapacitados,
enfermos, viudas, huérfanos, socorrer a los pueblos
vecinos en dificultades.
El producto de la ganadería,
la yerba, cosechas comunitarias y trabajos manuales
ingresaba al Tupambaé, que se encargaba de la exportación y venta.
Del inventario de la
expulsión (1768) tenemos información sobre el ganado de la estancia:
33.400 vacas, 1.409 caballos, 122 mulas mansas, 382 yeguas
mansas, 7.356 ovejas , etc.
Ante la necesidad de una serie de artículos para
uso y consumo
interno de los pueblos, los jesuitas establecieron los talleres,
donde los guaraníes aprendieron una serie de oficios:
carpintería, fabricación de vajilla, hornos para
cocer tierra, fundición de metales,
tejeduría de algodón, confección de
sombreros, instrumentos
musicales.
En las reducciones no circulaba dinero, por lo
que los jesuitas fijaron el valor de
cambio para
cada producto en el interior de la Provincia, era una unidad
monetaria ficticia, el peso hueco (vacío); en base a
él se cotizaban los productos. La unidad de peso era
la arroba (10.50 kg. aproximadamente) y la unidad lineal era la
vara (83 cm.).
Educación y Arte: Como el objeto de las
reducciones era enseñar la doctrina cristiana, la educación, la
catequización, la enseñanza en las escuelas y el arte
estuvieron orientados hacia esa finalidad. Iniciar a los
guaraníes en los valores
cristianos no fue sencillo para los padres misioneros, ya que
debieron desterrar la hechicería y la poligamia,
prácticas ancestrales de la cultura
guaraní. Con mucho ingenio, los curas, para hacer
comprensible sus enseñanzas se valieron del canto, la
pintura, el
teatro, la
escultura y la danza. A la
escuela de
primeras letras acudían los niños desde los 6
años. Aprendían a leer y escribir en
guaraní. A los hijos de los caciques y autoridades
comunales se les enseñaba además castellano y
latín. La enseñanza se completaba con nociones de
religión,
urbanidad, aritmética y música. Las niñas
aprendían costura, tejido y bordado. En los primeros
tiempos los maestros fueron los curas, hasta que se formaron los
maestros indígenas. En el arte
jesuítico-guaraní prevaleció el tema
religioso-cristiano. Los modelos que
llegaban eran europeos. Los guaraníes fueron excelentes
copistas de las estampas, dibujos,
grabados e imágenes
que llegaban. Para las tallas en madera utilizaban el cedro,
jacarandá y otras maderas nobles de la región. Todo
el arte se inscribió dentro de la corriente general de la
época: el barroco.
Los guaraníes poseían una
inclinación natural hacia la música, que junto con
el rezo y la danza formaba
parte del ritual religioso. Todas las iglesias tenían de
30 a 40 músicos. Los que no tenían buena voz,
aprendían algún instrumento y los tocaban con mucha
destreza: arpas, violines, espinetas, bajones, chirimías,
clarines; al principio por enseñanza de los padres y luego
con maestros indios.
La expulsión de los Jesuítas y Decadencia:
El Rey Carlos III de España, firmó el Decreto de
expulsión de los Jesuítas de los dominios
españoles en 1767, pero recién se ejecutó en
las Misiones en 1768.A partir de esa fecha, el sistema se
quebró abruptamente. Las Ordenanzas del Gobernador de
Buenos Aires Bucarelli separaban la atención espiritual de lo temporal. La
primera a cargo de sacerdotes mercedarios, dominicos y
franciscanos que hablaban la lengua
guaraní. Lo temporal a cargo de administradores laicos que
introdujeron el comercio con el exterior y liberaron
progresivamente a los naturales del régimen de comunidad
de bienes.
La decadencia demográfica estuvo íntimamente
vinculada con la ruina material. Con la nueva administración se notaba la impericia de
los administradores locales; "la mayoría ignoraba el
manejo de caudales, desconocían lo que era la agricultura
y las fábricas y no sabían ajustar una cuenta,
todos requisitos escenciales para el cargo".
A esto se sumaba el despilfarro de los productos acumulados en
los almacenes. Lo
poco que se lograba exportar, apenas daba para impuestos y
salarios de los
administradores y sacerdotes; no quedaba nada para provecho de
los indios. Éstos, disconformes desertaban de las
reducciones y el trabajo se volvía excesivo para los que
permanecían. Otros factores de disminución
poblacional fueron la desnutrición y las epidemias de viruela.
Con poca gente, las casas quedaban desocupadas. Los techos de
tejas no se reparaban y la lluvia infiltrada pudría el
maderamen y los tejados no tardaban en derrumbarse. El año
más funesto para ésta reducción y otras
(Candelaria, Santa Ana, San Ignacio y Corpus) fue 1817, cuando
tropas paraguayas invadieron, saquearon y quemaron estas
reducciones, llevándose en carretas, dice el P.
Hernández, "cuanto objeto de valor pudieran hallar" al
Paraguay.
A pesar de esta destrucción, un grupo de guaraníes
volvió a asentarse en el pueblo acaudillados por el indio
Christaldo y permanecieron hasta 1821, año en el que los
paraguayos asolaron nuevamente los cinco pueblos paranaenses.
Lentamente la vegetación fue avanzando sobre todo el
conjunto abandonado.
Situación actual de los vestigios: es la
más completa de todas las reducciones. El monumento
está totalmente cercado y resguardado. Estos restos
han sido reconstruidos durante el período 1940-1950.
Ello otorgó un carácter
diferencial a San Ignacio Miní, respecto a las
demás ruinas.
Iglesia: sus muros laterales alcanzan la altura total,
sus solados (revestimiento de un piso con ladrillos, losas etc.)
están decorados y presenta gran cantidad de piedras
labradas, sobre todo el majestuoso portal de entrada y el portal
de acceso al Baptisterio, pero en ellas se nota el paso del
tiempo y de los cambios climáticos.
Colegio: con aulas, refectorio, cocina, despensa,
solados trabajados, rodeados de galerías con
balaustradas. En la parte posterior es notable la
decoración de todos los pisos que va cambiando delante de
cada aula, presentando combinaciones de líneas
curvas y elementos vegetales que se van complicando a medida que
avanza.
Talleres: con sus muros, ventanas, puertas,
galerías, ocupan una gran extensión junto a su
patio.
Viviendas: Cotyguazú y casa de los indios:
más de una veintena de bloques donde se pueden observar
detalles constructivos empleados.
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