- Introducción
general - El gran proceso de la
Evangelización - Comprometidos en la nueva
Evangelización - Directivas
de Evangelización para el Paraguay - Maria,
modelo seguro de encarnación cultural en
Paraguay - Bibliografía
En este trabajo vamos a reflexionar sobre la
difícil participación en la misión de
Evangelización de la Iglesia a la
luz de Santo
Domingo y sus implicancias para el pueblo de Dios concretizado en
el Paraguay.
Tenemos mucha esperanza en los agentes pastorales que
están más cerca de esta grave misión. Y
confío que en estos tiempos estamos convencidos de que al
haber aceptado ingresar en la gran familia del
Evangelio hemos aceptado también, por ese mismo hecho
ponernos completamente a disposición del Señor con
vistas a la realización de una llamada que procede de El y
que nos consagra a la gran tarea emprendida por la Iglesia
latinoamericana:"La Nueva Evangelización".
La Misión de la Evangelización,
comenzó con Jesús mismo, y el cumplimiento de
ésta fue su razón de ser en cuanto Cristo. Conforme
a sus divinas palabras, lo mismo que él había sido
enviado por el Padre, envía a sus discípulos y a
toda la Iglesia, comprometiéndoles en el movimiento
mismo de esa misión, para que continúe el
ofrecimiento de la Buena Nueva en el corazón de
los hombres y de cara a la edificación progresiva del
Reino de Dios.
Aunque esta misión concierna, a toda la Iglesia y
a cada uno de sus miembros, el Señor escogió a
algunos para que fueran evangelizadores enteramente dedicados a
esta misión y a título permanente. Es decir, la
vida misma de esos enviados estará marcada con esta
misión hasta el punto de que no podrán realizarla
más que a expensas de sí mismos y sacrificando su
vida terrestre hasta la
muerte.
No se trata, sin embargo, de repetir lo que a 500
años atrás ya se había sembrado, tampoco es
una misión de propaganda, ni
de simple misión de enseñanza que pudiera realizarse mediante
actividades definidas y limitadas, sino que consiste en la
transmisión de un testimonio de vida y de palabra, de todo
cuanto la Palabra de Dios ha revelado y realizado en el mundo. Se
trata, de una renovación integral: "nuevos hombres y nueva
Iglesia para una Nueva Evangelización". Porque no es
conveniente "echar vino nuevo en odre viejo" ( Mt
9,17).
Vamos a reflexionar sucesivamente sobre diversos temas
de la Nueva Evangelización, todos según la óptica
de Santo Domingo. Y lo vamos a hacer teniendo en cuenta en el
tratamiento de cada tema el contenido del otro. Y en primer
lugar, hablaremos sobre la evangelización propiamente
dicha, atendiendo el concepto
escriturístico y magisterial, para posteriormente abordar
el tema del proceso de
elaboración de la Cuarta Conferencia
Episcopal celebrada en Santo Domingo. En un segundo momento,
reflexionaremos sobre las condiciones imprescindibles para que
haya una nueva evangelización y propondremos como ya
habiamos dichos más atrás: "un nuevo modelo de
hombre y un
nuevo modelo de
Iglesia para una Nueva Evangelización". En tercer lugar
trataremos sobre las directivas de evangelización para el
Paraguay.
Aquí presentaremos importantes datos
históricos que ayudarán a la labor pastoral de los
hermanos evangelizadores en el Paraguay. Y por último
presentaremos en un apartado privilegiado a María como
"modelo de Encarnación cultural para el
Paraguay".
Somos concientes de que la Evangelización es un
tema mayor de la reflexión y de la preocupación de
la Iglesia latinoamericana. Ella es objeto de atención , de estudio y, de cuidado para
los sectores más concientes y dinámicos de la
Iglesia. Hoy debido a la presencia y a la relevancia de la
cultura
adveniente, se está convirtiendo en la prioridad pastoral
que merece toda la atención, en el objetivo
fundamental de las comunidades cristianas. Para todas ellas
parece haber sonado la hora de la Evangelización, pero que
se ha de realizar con un nuevo ardor, un nuevo método y
con una expresión nueva (SD 28).
Nuestras reflexiones, surgidas en parte del contacto con
las preocupaciones de diferentes grupos
eclesiales, se hacen eco de ellas y pretenden ofrecer elementos
que ayuden a clarificar la situación y colaboren en la
tarea de poner a los hermanos evangelizadores en estado de
Evangelización y de suscitar en ella instrumentos y cauces
para el desarrollo de
la tarea misionera.
Por otra parte, somos concientes de lo precario de
nuestra condición de creyentes. Deseamos sinceramente
serlo, sabemos que sólo lo somos de forma muy imperfecta.
Pero sabemos también que somos agraciados con la llamada
del Señor. Somos nada más que instrumentos que
queremos hacer presente en el mundo de hoy la Buena Noticia, con
palabras y obras, a todos los que quieran escucharnos. Y lo
haremos con la modestia y con la audacia de quien sabe que
comunica algo, que no procede de él, sino del
Señor, pero que justamente por eso tiene una eficacia
inigualable.
Van pasando ya casi cuatro años de la
proclamación de la Nueva Evangelización en América
Latina. Y hay un hecho que nos preocupa a saber, la distancia
enorme entre la claridad de las formulaciones doctrinales del
magisterio de la Iglesia sobre la necesidad y la urgencia de la
Evangelización y la lentitud, la torpeza, por no decir el
desánimo de esa misma Iglesia, a la hora de transformar
unas estructuras
que obstaculizan el desarrollo de
esa tarea y promover otras nuevas al servicio de la
misión. Realmente no sé qué pasó con
la Iglesia paraguaya, coincidentemente con el gran movimiento de
la Nueva Evangelización, ella comenzó una
progresiva etapa de inmovilidad.
El trabajo que presentamos, pretende suscitar en los
corazones de los hermanos evangelizadores mucho ánimo y,
mucha entrega para la gran tarea que apenas comienza y que
necesita más fuerza,
más ardor y más vida, en estos tiempos
difíciles que atraviesa nuestro País.
EL GRAN PROCESO DE LA
EVANGELIZACION.
La gran tarea de la Iglesia en la actualidad está
volcada a la Nueva Evangelización: promoción humana y cultura
cristiana. Este desafío es grave y profundo, amplio y
comprometedor. Con ella se quiere apuntar directamente a la
situación delicada que padece el hombre de
nuestro mundo y de nuestro tiempo: por un
lado la descristianización o el ateísmo
práctico que pretende desvirtuar sin más la
fuerza
liberadora, salvadora y redentora de la Palabra de Dios, del
misterio de Cristo, para los cristianos en particular y para
todos los hombres en general, que no pueden encontrar salidas
válidas para los problemas
más acuciantes que los preocupan, los oprimen y esclavizan
por todos lados; y por otro lado, la falta de coherencia entre la
fe y la vida que imposibilita la fecundación del Evangelio.
El Documento de Santo Domingo de una manera llamativa
insiste en la necesidad de proclamar de una manera viva y alegre
el kerigma, al que califica como "raíz de toda
evangelización, fundamento de toda promoción humana y principio de una
auténtica cultura cristiana"(SD 33).
Esta tarea a su vez es un desafío particularmente
urgente para los agentes pastorales y para todo el pueblo santo
de Dios.
Para adentrarnos sin más al tema, vamos a
preguntarnos en qué consiste exactamente la Nueva
Evangelización.
A) LA EVANGELIZACION.
1. En la Escritura.
La Evangelización es en primer lugar, el anuncio
del kerigma: "es la buena noticia de que Jesús vive,que ha
resucitado". Había muerto, pero ha vencido a la muerte.
Jesús es el único hombre que, a
lo largo de la historia, ha conseguido
él mismo, realizar esta hazaña. "Lo hemos visto",
dicen la mujeres(Cf Lc 24,43), Pedro, los doce y hasta 500
personas de una vez. El último en constatarlo fue Pablo
(Cf lCor 15,3-8).
En el capítulo 28,16-20 de San Mateo, nos
encontramos con el llamado testamento misionero de
Jesús:
"A mi se me ha dado todo poder en el
cielo y en la tierra
-dice Jesús a sus discípulos- Id pues, a las gentes
de todas las naciones y hacedlas mis discípulos,
bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo y enseñadles a poner en
práctica lo que yo he dicho. Y tened por cierto que yo
estaré con vosotros todos los días hasta el final
del mundo".
Con el anuncio del kerigma los apóstoles
perseguían el objetivo de
ofrecer la salvación, realizada por Jesús,
alcanzada mediante la fe y la conversión, confirmada por
el don del Espíritu Santo y vivida en la comunidad
cristiana, a todos los hombres de buena voluntad. Atendiendo para
que el hombre
íntegro, y todos los hombres, experimenten la
acción salvífica de Jesús.
El evangelizador es vínculo del amor de Dios,
acompañando al evangelizado para llegar a la presencia de
Dios, para que el mismo le declare: "Tú eres mi hijo amado
en quien yo tengo todas mis complacencias" ( Mt 3,17). Así
el evangelizado podrá confesar que Jesucristo es en verdad
el centro del designio amoroso de Dios, diciendo:
" Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor
Jesucristo que nos ha bendecido con toda clase de bienes …
para que seamos santos e inmaculados en su presencia en el amor,
eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por
medio de Jesucristo"( Ef l,3-5).
2. Evangelización en el
magisterio.
Los apóstoles afectados en lo más profundo
de su ser por el acontecimiento trascendental, salen al mundo a
anunciar la buena noticia. Ellos son los antiguos pregoneros que
con seguridad y
convicción cumplían su misión.
La Evangelización es una tarea decisiva para la
Iglesia, así lo ha entendido siempre. Y sabe muy bien que
el Evangelio es un mensaje de salvación y también
que debe ser una respuesta a las exigencias profundas de los
hombres. Por ello en sus documentos vamos
a encontrar múltiples alusiones sobre el tema.
La misión que descuella entre las principales
aparece la Evangelización para la Iglesia que "como
rebaño único de Dios… peregrina hacia la meta final,
comunicando el Evangelio de la paz a todo el género
humano"(UR 2). Y esta misión de manera más
particular le compete a los evangelizadores consagrados:
"Jesucristo quiere que por medio de los apóstoles y de sus
sucesores, crezca su pueblo por la fiel predicación del
Evangelio"(UR2). Esta misión esencial de la Iglesia le
viene encomendada del mismo Padre: "Así como Cristo fue
enviado por el Padre, El a su vez envió a los
apóstoles, llenos del Espíritu Santo. Los
envió a predicar el Evangelio a todo el
mundo"(SC6).
Ahora bien, entendemos que la misión de
Evangelizar es tarea de todos, pero de manera particular, el
Señor dió un mandato a la Iglesia organizada: "el
cuidado de anunciar el Evangelio en el mundo pertenece al cuerpo
de los pastores, ya que a todos ellos, dió Cristo el
mandato,de evangelizar en común" (LG 23).
La Iglesia al ser conciente de esta tarea que le urge,
descubre grandes beneficios y bendiciones que son frutos de la
predicación del Evangelio: "El Evangelio fecunda desde sus
entrañas las cualidades espirituales y las tradiciones de
cada pueblo y de cada edad, las consolida, perfecciona y restaura
en Cristo"(GS 58). Y lo más importante, contribuye para
"combatir y eliminar los errores y males que provienen de la
seducción permanente del pecado"(GS 58), además,
anuncia y proclama la libertad de
los hijos de Dios, rechaza todas las esclavitudes que deriven, en
última instancia del pecado. El Evangelio lejos de ser una
alienación para el hombre, "garantiza, como ninguna
ley humana, la
dignidad personal y la
libertad del
hombre… respeta santamente la dignidad de la conciencia y su
libre decisión"( GS 41).
En fin, la Iglesia en su actividad evangelizadora no
realiza ninguna presión a
la comunidad humana
para someterla al Evangelio. Sino, siempre comienza realizando
una cordial invitación, inclusive a los ateos, "de manera
que lo consideren sin prejuicios y pueda despertar en sus
corazones una irrefrenable exigencia de dignidad"(GS 21.26). Y
cuando los hombres hayan aceptado y asumido el Evangelio de
Cristo quedarán iluminados por su luz". Todo esto
se realizará gracias a la predicación y testimonio
de los obispos y sacerdotes"( GS 43). "Así todas las
familias humanas y cristianas darán al mundo testimonio
valiosísimo de Cristo"(AA 11), anunciando a su vez la
Buena Nueva, en un clima de fiesta.
Fiesta realizada por medio de la liturgia, porque por medio de
ella, "Dios habla a su pueblo, Cristo sigue anunciando su
Evangelio, y el pueblo responde a Dios con el canto y la
oración"(SC 33).
Para la Iglesia la misión de los laicos
comprometidos se ubica en un lugar muy destacado, juntos a la de
los obispos y sacerdotes. Cristo, el gran profeta, que
proclamó el Reino del Padre con el testimonio de la vida y
con el poder de la
Palabra, cumple su misión profética hasta la plena
manifestación de la gloria… por medio de los laicos, a
quienes, constituye en testigos y les dota del sentido de la fe y
de la gracia de la palabra (Cf Hec 2,17-18; Ap 19,10), para que
la virtud del Evangelio brille en la vida diaria, familiar y
social.
3.¿Por qué una Nueva
Evangelización?
Hablar de una Nueva Evangelización no significa
que la anterior haya sido inválida, infructuosa o de poca
duración. En realidad significa que," hoy se presentan
desafíos nuevos, nuevas interpelaciones que se hacen a los
cristianos y a los cuales es urgente responder"(SD24). Sabemos
que hay un solo y único Evangelio para todas las
épocas, pero también sabemos que hay deficiencias
anteriores en la evangelización que necesitan ser
corregidas.
Para ver con más claridad estas deficiencias
vamos a realizar un recorrido por la antigua
evangelización (según el Padre Pedro
Chinaglia).
-La primera evangelización se realizó bajo
la convicción teológica de la Iglesia como
único 'ámbito de salvación'.
-Los descubridores y conquistadores de América, creyeron que para evangelizar
tenían que destruir la cultura pagana o diabólica,
como ellos creían, de los amerindios y sustituirla por la
ibero-lusitana.
-No asumieron lo positivo y válido de la cultura
ya existente en América
(exhorcismo cultural).
-Se le obligaba a la gente a convertirse a la fe
(reducción a la fe).
-Se acentuaba en demasía la dimensión
sacramental de la vida cristiana, mientras se descuidaba la
previa evangelización y aceptación personal de la
fe.
-Se daba mucha primacía a la ortodoxia, a la fe
como contenido o conjunto de verdades reveladas por Dios que el
cristiano tenía que creer sin poder entender. El pensar
correctamente la verdadera fe (ortodoxia) según las
enseñanzas de la Iglesia, la adhesión íntima
del corazón y
la unión entre fe y vida, no constituían el aspecto
más importante; casi se suponía como
natural.
-Se acentuaba demasiado la función
del magisterio de la Iglesia: del Papa y los obispos. Sólo
ellos podían leer e interpretar la Biblia, pero lo que es
peor, casi se sentían superiores a la misma Escritura y la
utilizaban como prueba de las verdades que proponían a los
fieles.
Por otro lado, la Iglesia en América
Latina ya nació alienada. Desde el comienzo y a pesar
de esfuerzos valientes y excepcionales, no fue la dueña de
su destino." Las decisiones eran tomadas fuera del continente: en
Madrid,
más que en Roma, en virtud
del Patronato".
Había preocupación principalmente de
salvar las almas. No se consideraba la idea de formar
comunidades, sino de la salvación individual. Se escaparon
las dimensiones tales como: el hombre ser corpóreo y, las
estructuras
sociales; la salvación del cosmos y de toda la naturaleza,
fueron dimensiones desconocidas prácticamente.
La primera evangelización había realizado
una alianza con el trono y el altar, entre misión y
conquista. Esto había oscurecido un tanto el verdadero
rostro de la Iglesia. Muchas veces los indígenas
relacionaban los maltratos que recibían como esclavos, al
dios de los blancos: "tienen la opinión de que nuestro
Dios es el más inícuo y el más malvado de
todos los dioses"(Bartolomé de las Casas). Es evidente que
en nombre del Evangelio se cometieron muchos abusos, atropellos y
violación de la sagrada dignidad de la persona humana.
Antes que testimoniar a Cristo a veces sembraban odio y rencor
entre los nativos: "¡Ay… entristezcámonos porque
llegaron, nos enseñaron el miedo, vinieron a marchitar las
flores. Para que su flor viviese, dañaron y sorbieron
nuestra flor".
Como respuesta a estas herencias deficientes, el
Documento de Puebla plantea lo siguiente:
"Recordar las deficiencias no debe tener como objetivo
crear un malestar u odio por los que sembraron el Evangelio, sino
tenerlas en cuenta para plantear una evangelización mejor
cimentada. Porque, el mejor servicio que
se puede brindar al hermano es la evangelización, que lo
dispone a realizarse como hijo de Dios, que lo libera de las
injusticias, y lo promueve igualmente" (DP 1145).
Concluyamos esta parte diciendo que, la siembra de la fe
se realizó en un ambiente
súmamente difícil, y a pesar de todo,
creció. Por ello debemos dar gracias a Dios, porque esa fe
es lo que nos une hoy en América Latina y lo que nos une
es mayor que lo que nos puede separar: ¡Cristo nuestro
primer y último evangelizador, que El mismo nos ayude en
este caminar!
4.Nueva comprensión de la Nueva
Evangelización.
Hemos dicho que toda evangelización parte del
mandato de Cristo a sus apóstoles y sucesores (Cf Mt
28,19), "este se desarrolla en una comunidad formada por los
hijos de Dios que comparten su amor y su fe"
(SD 24). Ahora bien, hablar de una nueva evangelización
presupone que hubo una primera evangelización. Hoy sin
borrar aquella, se quiere dar unas respuestas nuevas a los
desafíos nuevos del mundo, a los problemas que
presenta la realidad del continente latinoamericano donde "existe
divorcio entre
la fe y la vida, que a su vez crea situaciones de injusticias,
desigualdad social y violencia" (SD
24).
Se apunta directamente a la grave situación que
sufre el hombre de hoy: la descristianización (ateismo
práctico), y el divorcio entre
la fe y la vida. Estas situaciones como ya hemos dicho, quieren
desvirtuar sin más la fuerza liberadora, salvadora y
redentora de la Palabra de Dios, del Misterio de Cristo, para
todos los cristianos y para todos los hombres en general que
corren por el mundo buscando encontrar salidas válidas
para sus problemas más acuciantes, que los preocupan, los
oprimen y esclavizan por todos los lados. El trabajo es
árduo principalmente para los agentes más
comprometidos con la causa de Cristo, pues deben lograr "conjugar
de nuevo, conciente y sistemáticamente, la fe con la vida,
la razón con la religión, y la mente
con el corazón". Y ellos también deben lograr que
esta evangelización sea realmente "nueva en su ardor, en
sus métodos y
en su expresión"(SD 28).
B) PROCESO DE ELABORACION DEL DOCUMENTO DE SANTO
DOMINGO.
1.Antecedentes a la IV Conferencia
Episcopal.
Para llegar a la idea de una nueva evangelización
la Iglesia ha venido caminando y trabajando durante dos largas
décadas. Ella entendió que para alcanzar este
objetivo era necesario realizar en primer lugar, una
radicalísma opción. Así la Iglesia como
nunca optó por identificarse con su pueblo, compartiendo
sus angustiosos problemas, especialmente los de los sectores
más empobrecidos, todo esto a la luz y en comunión
con las orientaciones pastorales propuestas por el Vaticano II y
por la Santa Sede.
Sin duda alguna, Medellín (l968) fue uno de los
signos más claros del encuentro entre la Iglesia y el
Pueblo. Fue realmente un ponerse al día con toda la
problemática latinoamericana, porque durante muchos
tiempos, Ella se mantuvo del lado de los poderosos, mientras la
masa mayoritaria católica era sometida a una esclavitud (en su
amplio sentido), insoportable. Lo que la Iglesia hizo entonces,
fue únicamente lo que debía hacer, en orden a su
misión esencial: configurarse con un rostro
auténticamente pobre, misionero y pascual, desligado de
todo poder temporal para poder comprometerse audazmente en la
liberación del hombre y de todos los hombres.
"Un sordo clamor brota de millones de hombres, pidiendo
liberación que no les llega de ninguna parte… No podemos
dejar de descubrir en esta voluntad cada día más
tenaz las huellas de la imagen de Dios en
el hombre. Que se presente cada vez más nítido en
América Latina el rostro de una Iglesia
auténticamente pobre, misionera comprometida con la
evangelización y liberación de todo el hombre y de
todos los hombres".
Posteriormente, se realizó la III Conferencia
Episcopal latinoamericana, llevada a cabo en Puebla en 1979. En
esta reunión se tomó como proyecto
fundamental de trabajo, la "evangelización liberadora".
Puebla a su vez estaba iluminada con las luces proyectadas desde
Pablo VI con sus documentos:
Octogesima Adveniens 1971 (carta
apostólica), y la Evangelii Nuntiandi 1975
(Exhortación apostólica).
De esta manera se vino trazando el camino largo y
difícil, de la nueva evangelización hasta llegar a
Santo Domingo en donde hay ya la mayor claridad y
definición sobre el tema.
Otros acontecimientos importantes, considerados
básicos para la proclama de la Nueva Evangelización
son: a) La visita del Papa a Haití en 1983, ocasión
en la que se realizó la XIX asamblea ordinaria del CELAM.
En alguna parte de su discurso el
Papa afirmó:"…es compromiso vuestro como obispos, junto
con vuestro presbiterio y fieles la tarea de la Nueva
Evangelización. Nueva en su ardor, en sus métodos y
en su expresión"; b) En Santo Domingo, el 12 de octubre de
l984 el Papa decía a los obispos de América Latina:
"El próximo centenario del descubrimiento y de la primera
Evangelización nos convoca pues a una nueva
Evangelización". El Papa realmente se mostró
preocupado por la situación actual de América
Latina. Y en esa ocasión también propuso el
plan de un
futuro de esperanza, que se llama Civilización del Amor. Y
enfatizó que es una enorme tarea y responsabilidad de los obispos.
2.Algunos documentos sobre la Nueva
Evangelización.
Existen importantes documentos que subyacen el proyecto de la
Nueva Evangelización. Para llegar hasta Santo Domingo,
hubo una larga y progresiva gestación que iba concretando
el proyecto. Después de la proclamación oficial,
aparecieron numerosos otros documentos para estructurar y
perfilar esta enorme misión.
a)Concilio Vaticano II.
El eje principal sobre el cual gira todo el proyecto de
la Nueva Evangelización es la Exhortación
apostólica Evangelii Nuntiandi de Pablo VI. Este documento
ha abordado amplios y novedosos temas pastorales que ha
dinamizado en gran medida la labor evangelizadora de la Iglesia.
Veámos algunos aspectos esenciales de esta
exhortación apostólica, según el esquema de
trabajo realizado por el Padre Antonio González Dorado,
S.J.
El documento nos recuerda que la misión esencial
de la Iglesia es evangelizar,"…es la vocación e identidad de
la Iglesia"(EN 14). Ella existe para evangelizar, "…para
continuar la misión de Jesús"(EN 7)." Y la
misión de Jesus es ante que nada, el anuncio del Reino de
Dios, el cual es Absoluto"( EN 8). Para construir el Reino de
Dios era necesario salvar al hombre en su integridad,
salvación que es liberación de todo lo que pueda
oprimir al hombre, "especialmente liberación del pecado,
en un clima de
alegría, conociendo a Dios, siendo conocido por
El"(EN9)."La Iglesia existe para evangelizar"( EN 14)," pero no
olvida que para ser evangelizadora, Ella debe comenzar
evangelizándose a sí misma"(EN 13).
En otra parte el documento habla del drama de nuestro
tiempo, la
rutura entre el Evangelio y la cultura. Y atendiendo a esta
situación, propone "una evangelización liberadora,
que promueva la justicia, la
paz y el verdadero crecimiento del hombre"(EN 29).
Pablo VI, nos recuerda que, "una evangelización
renovada y adaptada al contexto cultural de nuestro mundo
moderno, es deber de todos los fieles cristianos"(EN 82), y
propone a la Virgen María como "Estrella de la siempre
renovada Evangelización" ( EN 80).
b)Documentos más importantes antes de
1983.
En forma sucinta presentaremos algunos documentos de
estos tiempos:
*Mater et Magistra (1961) y Pacem in Terris (1963) de
Juan XXIII. Nos proponen un mundo solidario y, califican a la
Iglesia como la Iglesia de los pobres.
*Eclesiam Suam (1964), Populorum Progressio (l967) y
Octogesima Adveniens (1971) de Pablo VI. Estos documentos
serán de suma importancia para las conferencias de
Medellín y Puebla.
*Redemptor Hominis (1979), Laborem exercens (1981) de
Juan Pablo II. Siguiendo las líneas del Vaticano II, se
orientan hacia la misión evangelizadora de la Iglesia y
hacia la redención integral del hombre, además de
la preocupación por las injusticias que aquejan a varios
sectores de la humanidad.
c) Documentos más importantes después de
1983.
Aquí vamos a presentar algunos documentos
importantes para América Latina,y que en su mayoría
son frutos de las visitas del Papa a nuestro
continente.
–Discursos del
Papa en sus viajes: Centro
América y Haití (1983); Santo Domingo y Puerto Rico
(1984); Venezuela,
Ecuador y
Perú (1985); Colombia y Santa
Lucía (1986); Uruguay,
Chile y
Argentina (1987);
Uruguay,
Bolivia,
Perú y Paraguay (l988).
-Discurso al
CELAM en Puerto Príncipe (1983), allí hace
oficialmente el lanzamiento de la Nueva
Evangelización.
-Homilía en Viedma, Argentina (1987)
y Salto, Uruguay (1988).
-Instrucciones sobre la Teología de la
Liberción publicadas por la Congregación para la
Doctrina de la Fe (1984,1986).
-Enciclica Sollicitudo Rei Socialis (1987), y la
Exhortación Apostólica Christifideles Laici
(1988).
3.Comprensión del Documento de Santo
Domingo.
a) Dificultades en la elaboración del
documento.
El Documento de Santo Domingo fue elaborado en solamente
quince días de trabajo intensivo, inclusive podemos decir,
a ritmo forzado. Pero antes de la Conferencia se tuvo una larga y
profunda preparación sinodal y para-sinodal. Ciertamente
es un documento reducido, pero tiene una importancia sustancial,
porque es un documento oficial,que responde a las situaciones
históricas actuales de la Iglesia
latinoamericana.
El Padre Joaquín Alliende Luco, cuenta paso por
paso cómo fue viviendo el acontecimiento: "Santo Domingo."
El dice que la Conferencia resultó ser un entrevero y una
simultaneidad de lo humano y lo divino.¡ Qué mejor
testimonio que este sacerdote! El ha venido acompañando
los trabajos de la Iglesia de América Latina en la
Conferencia General del Episcopado en Puebla (1979) como
secretario de la Comisión de Evangelización de la
cultura y religiosidad popular, trabajando en la redacción de textos de esa materia y en
los de otras comisiones. En la Conferencia General de Santo
Domingo (1992), como perito adscrito a la Comisión de
Coordinación general y a la Comisión
de redacción.
b) La presencia del Espíritu Santo en
S.Domingo.
El Padre Joaquín Alliende, cuenta que para
él fue un privilegio y un regalo participar desde la
entraña misma en una Conferencia General del Episcopado
latinoamericano.
El mismo comenta que el Espíritu Santo
actúo en medio de la realidad sicológica y social
de los asistentes. De lo contrario jamás se hubiera
llegado a una conclusión interesante, porque todos ellos
son deudores de una cultura determinada, de escuelas de pensamiento,
que se mueven por motivaciones de complejos registros. Hubo
realmente personas nobles evangélicamente, pero
también hubo mucho miedo, pasiones no purificadas,
resquemores nacionales, debilidades que no están a la
altura de las vocaciones de esos hombres. En fin parece que hubo
de todo, mas lo grande es que Dios actuó allí y
así. De esa manera se experimentó la victoria del
Espíritu sobre las miserias humanas.
En fin, podemos decir con alegría, que las
conclusiones del Documento de Santo Domingo son una voz de Dios,
una moción del Espíritu en la conducción de
la Iglesia en América Latina.
c) Calificación magisterial del
documento.
El Santo Papa en su carta a los
obispos de América Latina del 10 de noviembre de 1992
decía: "los textos conclusivos de dicha Conferencia, cuya
difusión he autorizado, podrán orientar ahora la
acción pastoral de cada obispo diocesano de América
Latina". Y la responsabilidad del obispo es grande, debe ser el
primero en informarse adecuadamente sobre el documento y
después compartir con sus hermanos sacerdotes la tarea de
la Evangelización. Esta misión está
contenida en forma muy clara en los documentos de la
Iglesia:
"Cada pastor diocesano,junto con los presbíteros
sus cooperadores y con los demás miembros de la Iglesia
particular que se le ha confiado,hará el necesario
discernimiento, para ver lo que sea más útil y
urgente en la situación particular de su diócesis"
(LG28).
A partir de estos elementos podemos decir que, el
documento tiene calidad de
magisterio ordinario de los obispos. Pero más allá
de cualquier calificación magisterial lo más
importante para nosotros deberá ser el de atender al
Documento de Santo Domingo, como acontecimiento y como texto, a la
luz de la fe.
d) Santo Domingo conduce la pastoral de América
Latina.
El documento de S. Domingo no es el catecismo de la
Iglesia, avalado por la Constitución Fidei Depositum. No obstante
sin tener esa calidad pide
adhesión creyente de parte de nosotros a palabras
legítimamente destinadas a conducir la pastoral de A.L. Es
importante que cada creyente se adhiera con espíritu de
obediencia a las orientaciones de nuestros obispos, como si fuera
un eco de las enseñanzas del Buen Pastor. El mismo
texto reclama
un obsequio de nuestra fe. Por el trabajo
aquí presentado no pretende analizar su contenido
teológico o en revisar el documento para ver cuáles
elementos sirven o no. Esta actitud
estaría a la altura de un estudiante que está
leyendo el trabajo de algún colega e incluso de un alumno
en un seminario, al
cual se le debe indicar cómo hacer mejor su tarea. Tampoco
se debe utilizar palabra de índole pesimista,tal como: "se
hubiese hecho así". Esta actitud no es
muy conveniente, pues, crea una relación de desagrado al
lector con el texto, y debilita en él su ánimo
creyente necesario. La idea primordial es que se favorezca la
apertura fundamental, y permitir así a los fieles recibir,
con una benevolencia obsequiosa, las palabras orientadoras del
Documento de Santo Domingo, y que los evangelizadores se
dispongan con más ardor para cumplir el trabajo de
evangelizar.
En definitiva, el futuro de las conclusiones de Santo
Domingo se juega en si el magisterio de los obispos encuentra o
no una respuesta creyente, especialmente de los que tienen
responsabilidades pastorales y pedagógicas en el Pueblo de
Dios. No podemos aceptar que en tan sólo tres años,
se haya quedado en el olvido la propuesta evangelizadora de
nuestros obispos. El proceso tiene que seguir, se debe acoger con
alegría el programa de la
Nueva Evangelización, que se centra en la persona de
Nuestro Señor Jesucristo, como obra del Espíritu
Santo y, de la voluntad del Padre.
COMPROMETIDOS EN LA NUEVA
EVANGELIZACIÓN.
"Si hay hombres que proclaman en el mundo el Evangelio
de salvación, lo hacen por mandato divino, en nombre y con
la gracia de Cristo Salvador"(EN 59). Este mandato divino en
realidad, alcanza a toda la Iglesia, "la Iglesia entera es
misionera, la obra de evangelización es un deber
fundamental del Pueblo de Dios"(AG 35). Estas palabras nos llenan
de satisfacción, pero por otro lado nos dejan en un
estado muy
comprometedor. ¿Qué va a pasar con la humanidad, si
la Iglesia no cumple su misión, o si no la cumple bien?
Este grave compromiso es profundamente eclesial, desde el
más humilde predicador, catequista o pastor, hasta la
persona más importante de la jerarquía eclesial
están convocados para participar de esta
misión.
Para que haya un trabajo llevado a cabo con cierta
armonía deberá existir un "nexo íntimo entre
Cristo, la Iglesia y la Evangelización"(EN 16).
Además cada agente evangelizador debe estar plenamente
convencido de su misión y todo lo que realice debe brotar
de una profunda fe y conversión interior. Hoy más
que nunca se necesita que el evangelizador reúna estas
condiciones para que su trabajo realmente produzca frutos en
abundancia.
A) NUEVO MODELO DE HOMBRE PARA LA NUEVA
EVANGELIZACION.
1) Hombres de Dios.
La Iglesia y también el mundo, quieren ver en los
consagrados a "hombres de Dios", que abrevan en la fuente del
amor del Padre. "Como la cierva sedienta busca las fuentes de
agua,
así mi Dios, te busca a Ti"(Sl 42,2). Así viven los
hombres de Dios y responden siempre a la invitación de
Cristo que dice: "si alguno tiene sed que venga a mi y beba. El
que crea en mi sentirá llegarle ríos de agua viva" (Jn
7,37).
Muchas veces nosotros los agentes principales de la
evangelización nos convertimos en "académicos de la
fe", y descuidamos la simplicidad de hombres de fe, que
caracteriza al hombre que alaba al Señor. No podemos negar
que el mundo está cansado de escuchar que Cristo
resucitó, que liberó, porque nunca ve a los hombres
resucitados y liberados por El.
Decir "hombres de Dios", es una frase que indica
pertenencia. Es un acto de confianza. Es una historia y un compromiso. Es
una gran responsabilidad, porque estamos proclamando que hemos
salido de la mano de Dios; que somos obra y fruto de su amor.
Somos por tanto y en primer lugar, hombres de Dios, porque
él nos creó. Somos su pertenencia, porque Dios nos
ha pensado, nos ha querido, nos ha amado y nos ha escogido. La
condición de criatura es común con todos los
hombres, pero, nuestra conciencia de
agentes consagrados, nos hace más exigentes que los
demás en el reconocimiento del amor de nuestro Creador y
de la gratitud ante el don inestimable que nos ha otorgado.
Además esta conciencia ha de hacernos celosos guardianes
de la propia y de la ajena dignidad humana. De esta manera
estamos reconociendo el señorío de
Cristo.
Hoy contemplamos a la humanidad que ha olvidado a su
Señor. Ejemplos claros tenemos en las ciencias
actuales: la Biogenética se acerca a los más
profundos misterios del ser humano, manipula la vida, juega con
los cromosomas,
experimenta sin respeto con los
embriones humanos, se siente fascinada por la
clonación, reemplaza el útero por la probeta, y
se siente Señor de la vida. Legisla sobre ella su
arbitrio. Por otro lado,vemos que las leyes abortivas
se multiplican en el mundo; sexo y vida se
separan y asistimos perplejos a la prostitución del derecho que concede
estatuto marital a los homosexuales y a las lesvianas. Todos
estos niegan totalmente a Cristo como el Kyrios, Señor del
hombre, Señor nuestro y Señor de nuestros
hermanos.
Hombres de Dios también significa que se abre la
posibilidad de un diálogo
franco y sincero entre Dios y el hombre. Es la capacidad para
conversar con El, sin importar la calidad ética, ni
el grado de santidad. Porque El entabla diálogo
igual con pecadores que con santos, igual con místicos que
con descarriados, y lo que es más, él mismo toma la
iniciativa.
No cabe duda, que ser hombres de Dios, implica una gran
responsabilidad de servicio a los hermanos. Somos portadores de
la gracia redentora de Cristo y del don santificador del
Espíritu Santo. Y por último debemos destacar que,
el hombre de Dios es un hombre fiel: "la fidelidad para él
es testimonio, vida, y hasta entrega de la misma
vida".
2) Testigos de Cristo.
"El Espíritu del Señor está sobre
mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres"
( Lc 4,18).
"Jesús fue enviado para anunciar la Buena Nueva,
desde la Encarnación, los milagros, las enseñanzas,
la convocación de sus discípulos, el envío
de los doce, la cruz y la resurrección, la continuidad de
su presencia en medio de los suyos, forman parte de su actividad
evangelizadora"(EN 6).
El testimonio de Jesús tiene calidad de sangre, y en ese
sentido es el verdadero ejemplo para cualquier
evangelizador.
El testigo de Cristo está irremediablemente
destinado a soportar grandes dificultades. Está inserto en
un mundo que vive a espaldas de Dios, en un mundo donde muchos
hombres ya no tienen el sentimiento de la piedad. Han ahogado en
su corazón, casi hasta hacerlo desaparecer, el sentido del
misterio de Dios. ¡Oh Dios! defiende mi causa contra gente
sin piedad, sálvame del hombre traidor y malvado"( Sl 43).
Pero el hombre de Dios, por su misma vocación, siente que
su llamada es una renuncia y una despedida de las cosas que
más preocupan el corazón del hombre moderno; mas,
la luz de Dios nos hace comprender el inmenso don de nuestra
vocación y sentimos que la amargura se nos volvió
paz.
El testigo del Evangelio está dentro de la
categoría de los que se configuran con Cristo en el
ministerio sacerdotal alcanzado por medio del bautismo. Por ello
tiene la exigencia especial de una cercanía mayor, y un
ritmo más acompasado y constante tras los pasos del
Maestro. Tiene la altísima responsabilidad de servir al
Pueblo de Dios, obrando en la persona de Cristo Cabeza. Este tipo
de testigo es lo que se necesita, porque como decíamos
antes, "el pueblo de Dios y el mundo necesitan hombres santos",
este es el clamor de la Nueva Evangelización.
El apóstol encontró fortaleza en la
experiencia de la Resurrección y seguridad de su
misión en la experiencia de Pentecostés. Una nueva
Evangelización entraña una recuperación del
sentido pascual. De esta manera el evangelizador cobrará
valor frente a
la cobardía que pueda invadir el ambiente ante
la presencia agresiva de una cultura químico-matemática, sin Dios. La efectiva certeza
de la Resurrección cambia en profundidad nuestra vida y da
a nuestro ministerio el sello que los hombres de hoy
reclaman.
Ser testigo del Evangelio, es ser el don vivo de Dios.
Es por eso que se debe asumir con radical profundidad la
vocación de profeta, sacerdote y rey, según el
esquema de Camilo Maccise.
-Profeta: somos servidores de la
Palabra, por eso abrimos las puertas de nuestro corazón al
mensaje divino. Así se cumple en nosotros el mensaje de
San Pablo que dice: "Medita estas cosas, ocúpate de ellas,
para que todos aprovechen. Atiende a las enseñanzas,
porque te salvarás tú y los que te oyen"(1Tm 4,15).
Cada evangelizador debe ser un buen administrador de
la Palabra (Cf PO 13).
-Sacerdote: revestidos de la plenitud del sacramento del
orden somos administradores de la gracia del supremo sacerdocio,
sobre todo en la Eucaristía, que celebramos o procuramos
que sea celebrada, "mediante la cual la Iglesia vive y crece
continuamente"(Cf LG 26). Así celebramos con
alegría la gloria de Dios y agradecemos por todas sus
obras buenas.
-Rey: compete a los obispos como sucesores de los
apóstoles, apacentar la grey del Señor (Cf 1Pe
5,2), educar a los fieles como a hijos queridos en Cristo (Cf
1Cor 4,14-15), y regir a la Iglesia de Dios (Cf Hh 20,28). El
obispo que es el que ocupa el lugar más alto, debe hacerse
como el menor, como servidor de todos
(Cf Lc 22,26-27). Esta potestad la ejercen personalmente en
nombre de Cristo. Tanto el obispo como sus presbíteros
tienen el poder de señalización, de elección
atado al poder de Cristo. Nuestro poder es redentor, es servicio,
es configuración con el Maestro que es al mismo tiempo
Señor y siervo. Es un poder, fruto del amor
salvífico, que se ejerce igualmente con mucho
amor.
Ser evangelizador del mundo actual es una tarea
súmamente difícil, porque cada uno de nosotros no
somos ajenos al influjo invasor de los cambios culturales. Pero
lo importante debe ser para nosotros vivir en la luz, debemos ser
hombres que aman la verdad y que saben conjugar el poder y la
riqueza con la sabiduría en la gloria de Dios. Y todo esto
se logrará únicamente por Cristo Jesús, por
la justicia de
Dios, en la medida en que abramos nuestro corazón y
nuestra inteligencia.
3) Hombres de la Verdad, de la Iglesia y de la
Cruz.
"El Evangelio que nos ha sido encomendado es
también Palabra de Verdad. Una verdad que libera y que es
la única que procura la paz de corazón: esto es lo
que busca la gente"(EN 78).
El evangelizador es una persona que debe caracterizarse
por ser hombre de la verdad. Porque, "la verdad que él
profundiza y comunica es verdad revelada y por lo tanto,
más que ninguna otra forma, parte de la verdad primera:
Dios" (Cf EN 78).
Estas palabras del Magisterio son tan bellas, tan
nobles, pero, ¡qué difíciles son para
cumplirlas a la hora de la verdad!, porque: en esta hora de la
historia en que el hombre fabrica sus dioses, en que se levantan
altares al ídolo del poder, al ídolo del placer,
encontramos 'sacerdotes' de estas idolatrías y,
dolorosamente, no faltan en nuestra propia Iglesia.
La lucha es candente entre el bien y el mal en el mundo
y en el Pueblo de Dios. ¡Cuánta lucha tenemos que
sobrellevar por la pureza, por la castidad en nuestra juventud! Pero
aparece el fabricante de la verdad para destruir lo que la
Iglesia enseña sobre pureza y castidad;
¡cuánto tenemos que luchar por la unidad
matrimonial! Pero aparece el fabricante de la verdad propia para
el ídolo del placer por encima de la ley de Dios;
¡cuánto tenemos que luchar para defender el
señorío de Dios sobre la vida! Pero aparece el
fabricante de la verdad abierta al aborto;
¡Cuánto debemos luchar por la unidad de la Iglesia
fundada por Cristo! Y aparece el fabricante de sectas para
dividir a los cristianos. Y hay confusión y tropiezan los
débiles en las piedras de esos altares levantados a los
ídolos. Pero a pesar de todo, si tenemos una fe grande en
el Señor, "nadie nos puede separar de El" (Rm
9,35).
Por otro lado, el agente evangelizador debe ser un
"hombre de Iglesia", un hombre capaz de unir más
día a día a la Iglesia y amarla profundamente.
Porque dividir una Iglesia, dividir una comunidad o dividir un
hogar es relativamente fácil. El que se empeña en
romper siempre lo bello, lo bueno y lo noble, no alcanza
méritos importantes en la vida. No tiene ningún
valor lo que
realiza. Por eso, el obispo, el sacerdote, la religiosa, el laico
y cualquier agente comprometido, deben luchar por la unidad y la
fidelidad demostrando así el amor
invencible que tienen por la Iglesia.
Hombres de la Iglesia es ser hombre de la unidad. "La
fuerza de la Evangelización quedará muy debilitada
si los que anuncian el Evangelio están divididos entre
sí por tantas clases de rupturas"(EN
77).¿Cómo vamos a evangelizar al pueblo, si
mostramos una imagen de gentes
divididas? De esta manera sólo vamos a sembrar
escándalos y cizañas en el mundo.
"Evangelizadores: nosotros debemos ofrecer a los fieles
de Cristo, la imagen de hombres adultos en la fe, capaces de
encontrarse más allá de las tensiones reales
gracias a la búsqueda común, sincera y
desinteresada de la verdad" (EN 77).
Concluyamos esta sección recordando una
condición importante para el buen desempeño del evangelizador en la tarea
misionera. Esta es la de ser "hombres de la cruz". Esta es una
situación no muy ambicionada por los hombres del mundo
actual,inclusive por los obispos y sacerdotes. Todo el mundo
busca lo más fácil, rápido y cómodo.
Ser hombres de la cruz es una praxis nacida del encuentro con
Cristo Salvador, que se situó en un lugar concreto de la
historia, abajo, optando por los pobres, para abrirlos a la
esperanza. Ese es su Evangelio, por ello sufrió violencia y
conoció la muerte. Hoy
la Nueva Evangelización ve la necesidad cada vez
más urgente de la proclamación vigorosa del anuncio
de Jesús muerto y resucitado para nuestra
salvación, buscando suscitar la adhesión a
Jesucristo y a su Iglesia de tantos bautizados que viven sin
energías, su cristianismo,
alejados de la Iglesia. Pero hasta ahora no hay respuesta
satisfactoria. Se hace necesario regar con más frecuencia
la semilla sembrada, con aguas puras del testimonio de cada
evangelizador."Los hombres de la cruz", son agentes que creen en
la resurrección de Cristo, por eso luchan, sufren, sudan
sangre
proclamando que ¡Jesús vive! y a pesar de que el
mundo les responde con su dolorosa indiferencia, son alegres y
tienen mucha esperanza. "Pablo plantó la semilla y Apolo
regó, Dios le dió el crecimiento"(1Cor 3,5-6). Esta
es nuestra esperanza y esta es la que nos conforta y fortalece en
la fe como evangelizador.
B) NUEVO MODELO DE IGLESIA PARA LA NUEVA
EVANGELIZACION.
La Evangelización se concretiza siempre en la
Iglesia local. Ella se implanta en el corazón de cada
comunidad como signo e instrumento del Reino de Dios. Por eso, la
Iglesia local es la que más sufre las diversas
circunstancias anticristianas que amenazan a las personas y a las
comunidades: la increencia, disfrazada de corrientes de
pensamientos, modas o costumbres y, por otro lado, "el
desconocimiento de la verdad sobre Jesucristo y de las verdades
fundamentales de la fe de parte de los mismos cristiano"(SD 39).
Muchos no sólo han perdido la fe, sino también, el
sentido de pecado. En fin, se nota una abrumadora incoherencia
entre la fe y la vida, que constituye un feroz desafío
para la labor evangelizadora de la Iglesia.
Creemos que una de las preocupaciones más
prioritarias que desafía a la Iglesia, es la falta de
credibilidad de la gente hacia la actividad que ella emprende.
Hoy se escucha decir:"Jesús sí, la Iglesia no".
Algunos pretenden vivir su fe en independencia
de cualquier comunidad cristiana, negando así la
comunión que debe existir entre "Cristo, la Iglesia y la
Evangelización" (EN 16).
1. Increencia y Evangelización.
a) La increencia.
El fenómeno de la increencia se ha dado en todas
las épocas de la historia, incluso en las situaciones
más decididamente sacrales y hasta teocráticas,
como la que refleja el Antiguo Testamento. Aparecen restos de
polémicas con los no creyentes, por ejemplo, el insensato
dice: -"no hay Dios" (Sl 13); o como el escándalo que se
produce cuando al impío le va bien, mientras al justo le
llegan apremiantes situaciones de sufrimientos (Cf Sl
73,12-13).
Quizás en América Latina, no vamos a
encontrar una masa grande que radicalmente sea incrédula.
Pero la gran incoherencia que existe entre la fe y la vida de
muchas gentes, nos hace pensar un poco más allá:
¿será que no hay un carácter
masivo, de la increencia? Masivo no significa, sin embargo,
mayoritario, ya que en todos los países latinoamericanos
de tradición cristiana, los creyentes en Dios siguen
constituyendo una mayoría muy importante de la población. Aquí sólo queremos
indicar que el número de los creyentes comprometidos
disminuye en gran escala con
relación a los no creyentes. Por otro lado, existe una
extensión numérica que ha adquirido la presencia de
los no creyentes en todos los estratos sociales y su
correspondiente reconocimiento social, cultural y
político. Todo esto nos da la tentación de hablar
de una cultura de increencia, como el mayor desafío para
la Iglesia local.
Algunos afirman que la Iglesia poco interesa y convence.
Por eso, le resultará difícil lograr una síntesis
entre la fe y la cultura. Este juicio es muy rápico y poco
profundo. Analizando con más seriedad la situación,
vamos a constatar que "hemos sido transferido de una cultura
oficialmente confesante a una cultura devotamente increyente".
Antes, nuestro pueblo estaba envuelto en una cultura oficialmente
confesante por dos razones: a) había un clima cultural,
unos presupuestos
mentales y valorativos que influían en el conjunto de la
vida, se transmitían en los símbolos y hasta en
el lenguaje en
que se expresaban y condicionaban la
organización social y política, y b) el
cristianismo
establecía los sistemas de
pensamientos, las valoraciones éticas, las creaciones y
las formas de realización de lo humano.
Ahora, del monopolio de
la situación anterior se ha pasado al pluralismo, con una
tendencia más o menos manifiesta a eliminar las presencias
socialmente relevantes, para reducir la fe al terreno de las
convicciones personales y de la conciencia individual: "yo vivo
mi fe como se me antoja". Con esto el edificio de la comunidad se
ve violentamente derribado.
La increencia es un fenómeno que a su vez tiene
su consecuencia en ascendente evolución. Así vamos a notar que hay
una difusión de una nueva forma de ser hombre con una
nueva forma de pensar, que se difunde a través de los medios de
comunicación social; hay una nueva escala de
valores; un
nuevo ethos, nuevas justificaciones de las conductas y nuevas
mores.
G. Ebeling, afirma que la fuente del ateísmo
está relacionada estrechamente con la fe cristiana. "Solo
donde Dios es creído y proclamado tan radicalmente, puede
ser negado radicalmente". Aparentemente estas afirmaciones van en
contra de lo que el Documento de Santo Domingo confiesa:
"Jesucristo ayer, hoy y siempre". Aunque parece que no. Lo que se
pretende es dar por agotado y asimilado el cristianismo y trata
(la increencia) de cumplir con otros medios las
mismas funciones que el
cristianismo desempeñaba en beneficio de las personas y de
la sociedad. De
ahí que en bastantes de sus formas al menos, la increencia
actual no sólo intenta eliminar la fe, sino además,
matar el nervio religioso, arrancar la misma raíz para
evitar cualquier rebrote. Por ejemplo, rechaza la
institución religiosa y critica los trabajos realizados
por ella.
En fin, para concluir esta parte, vamos a decir que la
ruptura o la incoherencia entre la fe y la vida no es un problema
sencillo, al contrario, es muy complejo, detrás hay todo
un movimiento cultural que los evangelizadores deberán
saber cómo llegar a encontrar las fuentes.
b) Tipos de increencias.
Existen muchas formas de increencias, según Juan
Martín Velasco, tantas como las personas no creyentes,
porque cada una pone en ella el sello de su carácter,
de las circunstancias de su mundo y de los acontecimientos de su
vida.
Para clasificar los tipos de increencias, voy a observar
que, la relación entre fe e increencia no se debe plantear
en términos de dicotomía y de ruptura total, sino
más bien, en los de "continuum" en el que resulta
difícil establecer fronteras. por otro lado, se puede
afirmar que en un mismo hombre pueden coincidir el justo y el
pecador -simul justus et peccator- y que en cada creyente puede
haber a la vez un no creyente y un hombre fiel.
*La increencia dentro de la religión: si
decimos que la increencia está solamente en las gentes del
mundo, fuera de las instituciones
religiosas, estaríamos cometiendo un error inconciente.
Porque existen, radicales perversiones dentro de la
institución en la que necesariamente se encarna la fe,
manifestada sobre todo en la radical perversión de la
actitud creyente de los principales responsables. Muchas veces
critican nuestras debilidades y nuestras fallas. Pero debemos
reconocer también que hay radicales degeneraciones en
algunos miembros de la institución sacerdotal, o en
algunas de las autoridades, que al final se convierten en fuerzas
al servicio de la incredulidad o de la
idolatría.
"¡Ay de los pastores de Israel que se
apacientan a sí mismos! …Así dice el Señor
Yavé, aquí estoy yo contra los pastores…yo
arrancaré mis ovejas de su boca y no serán
más su presa" ( Ez 34).
Con frecuencia los propios pastores incentivamos a
nuestros fieles a creer en mitos y adorar
imágenes, o manipulamos
idolátricamente alguna verdad de fe. De esta manera,
¿cómo vamos a pretender evangelizar a nuestras
gentes?, si en el interior de nuestra comunidad eclesial o en la
vida consagrada demostramos falta de confianza en el
Señor. Así no vamos a poder revitalizar la fe de
los demás. No podemos dar la sensación de que
confiamos más en otros poderes que en el mismo Dios. Por
ejemplo, priorizamos el dogmatismo, el clericalismo,
absolutizamos la Iglesia, ambicionamos realidades mundanas tales
como: el dinero,
cosas materiales
etc. Esta es una triste realidad y con esto estamos muy
próximo a lo que dijo Jesús aludiendo a los
fariseos: "hagan y cumplan todo lo que dicen, pero no los imiten,
ya que ellos enseñan y no cumplen"(Mt 23,2-4).
*La indiferencia religiosa: la cifra de los
indiferentes es realmente muy elevada. Por lo menos existen tres
niveles de la indiferencia: primero, están los que se
caracterizan por una notable frialdad religiosa, que no toman
partido con ninguna actividad religiosa. Leibniz,la califica de
"mostruo horroros y esteril, de sistema
devorador, de fanatismo filosófico, de tumba de la
inteligencia,
sepulcro vacío, de desfallecimiento moral y hasta
de plaga desesperada de la Iglesia". En el segundo nivel
están aquellas personas que viven en completa
insensibilidad hacia las cuestiones fundamentales de la vida, es
un desinterés absoluto. Y en tercer lugar, está la
indiferencia vivida reflejamente como experiencia del
vacío que genera resignación al presente,
conformismo con lo pasajero y lo efímero, fatalismo y, en
los casos extremos, en el nihilismo, etc.
*El agnosticismo: aquí describiremos
solamente la actitud del agnóstico. Esta actitud consiste
fundamentalmente en instalarse en el horizonte de la finitud.
Vive tranquilo en la finitud, sin ninguna fe, ni pretende
tenerla, no está perturbado en sus relaciones con la
finitud. Poco o nada le interesa la existencia de Dios, porque no
puede verificarlo y por lo tanto, prescinde de El.
Para los agentes evangelizadores esta postura humana,
parece un caso perdido, sin embargo, se abre la posibilidad de
dialogar con el agnóstico. El no renuncia a algunos de los
lados inefables de la experiencia como determinadas formas de
experiencia estética y de valor ético. Por
ejemplo, él demuestra preocupación por los
sufrimientos de los demás, lucha contra la injusticia y
contra la muerte.
Incentivando estos valores
sublimemente humanos, quizás se pueda "recuperar en ellos
el sabor transcendente del totalmente otro".
*La increencia de signo humanista: este tipo de
increencia es un enorme malentendido, según el cual la
afirmación de Dios sólo puede hacerse a costa del
hombre, de la autonomía de su razón, e incluso, de
su libertad. Uno de los representantes más calificados es
Fuerbach. Según él, "el hombre es Dios para el
hombre" (homo hominis Deus). Solamente negándole a Dios el
hombre va a adquirir su realización absoluta.
Como decíamos, esta postura está
terriblemente equivocada, porque Dios de ninguna manera quiere la
perdición del hombre, al contrario, ha realizado el mayor
sacrificio para levantar al hombre del polvo de la miseria, para
darle una condición digna de ser hijo de Dios.
c) Líneas de acción.
Muchos de los que han perdido la fe o se alejaron de la
Iglesia son bautizados, son hermanos nuestros, "por ello sin
descuidar la atención de los cercanos, todos los pastores
deben salir al encuentro de los que están alejados" (SD
131).
Las líneas pastorales del Documento de Santo
Domingo son muy alentadoras y si se las toma con seriedad muchos
frutos podemos lograr. Hoy en día se hace necesario salir
al encuentro de los fieles. La Iglesia no puede permanecer
tranquila con los que la aceptan y siguen con mayor facilidad. A
ellos se les debe predicar en forma viva y alegre el kerigma. Por
medio de las visitas domiciliarias y de las misiones populares se
les puede descubrir la novedad siempre actual de Jesucristo.
Además se debe aprovechar todos los medios con los
cuales se cuenta, hasta con los acontecimientos más
oportunos de la vida del cristiano.
La Iglesia más que nunca debe comenzar a
preocuparse de la situación de increencia de los tantos
bautizados que no viven su condición de tal. Por eso
necesita realizar una nueva forma de presencia pública.
Porque el modelo antiguo de la cristiandad, es decir, la
impregnación aparente por el cristianismo de una sociedad y una
cultura que se imponga a todos, es inviable y no corresponde a
los principios de la
libertad y la personalización que supone el ejercicio de
la fe, la absoluta gratuidad, y la generosidad que caracteriza a
la revelación de Dios en Jesucristo.
La Iglesia para poder recuperar su credibilidad necesita
ser testigo. Este testimonio trasciende las ideas o doctrinas,
éstas siempre podrán ser discutidas, hasta la
existencia del mismo Dios o de Jesús. Lo único
irrefutable es cuando se presenta vivencias de salvación
de Dios y cómo El ha cambiado nuestra vida. Esta es una
luz amarilla para todos los evangelizadores ya que no se puede
comunicar nada sobre Dios, si no se tiene la experiencia personal
de El; nadie ya nos va a creer, si no vivimos lo que anunciamos.
Es bueno pues, comenzar por nuestra propia conversión
porque es cada vez más urgente la proclamación
vigorosa del anuncio de Jesús muerto y resucitado para
nuestra salvación. "Busquemos suscitar la adhesión
a Jesucristo y a su Iglesia de los tantos bautizados que viven
sin energías su fe y que se encuentran alejados "(SD
131).
2. La unidad de los fieles cristianos.
"Padre, que todos sean uno, como tú, Padre, en mi
y yo en Ti, que ellos sean uno en nosotros, para que el mundo
crea que tú me has enviado" (Jn 17,21). Esta
súplica de Cristo justifica la denuncia del Concilio
Vaticano II, al señalar el escándalo de la
división de los cristianos (Cf UR 1), y nos exige
encontrar los caminos más eficaces para alcanzar la unidad
en la verdad.(Cf SD 132).
Evidentemente el problema de la división en el
pueblo cristiano, sigue siendo un grave obstáculo para la
evangelización. Porque nuestro testimonio queda muy
debilitado al anunciar el Evangelio, además no impartimos
la seguridad de que somos hombres adultos en la fe. La imagen de
división entre los mismos cristianos crea un ambiente
bastante oscura, y "a los que se dirige nuestra
predicación se muestran perturbados, desorientados y hasta
escandalizados"(EN 77).
Además de luchar por la unidad, nosotros los
agentes de la pastoral debemos saber descubrir las posibles
causas de la división en el pueblo cristiano. Algunas de
las raíces más comunes podrían ser:
querellas doctrinales, polarizaciones ideológicas,
condenas recíprocas entre cristianos, problemas en las
instituciones
humanas y la invasión de las sectas,etc. (Cf
77).
a) La división es obra humana.
El Señor Jesús ha fundado la Iglesia por
puro amor. Así el quería comunicar a los hombres su
riqueza y los misterios escondidos desde desde siglos en Dios.
Nos enseñó y nos dió los elementos
necesarios para conservar la comunión entre los hermanos
(el amor, el perdón,la comprensión, la paciencia,
el diálogo,etc), pero nosotros los hemos ignorado y
preferimos entrar en conflictos,
creando la divisón en la Iglesia. "Esta división
contradice abiertamente a la voluntad de Cristo, es un
escándalo para el mundo y daña a la causa
santísima de la predicación del Evangelio a todos
los hombres"(UR 1). Es prioridad para nosotros buscar la unidad,
utilizando los medios más adecuados tales como la
comprensión y el diálogo.
b) La unidad es obra divina.
"Existe un nexo íntimo entre Cristo, la Iglesia y
la Evangelización "(EN 16). Este principio es
imprescindible en la conciencia evangelizadora del agente
pastoral. Porque no se puede olvidar que fue Cristo resucitado es
el que convocó a los apóstoles para formar su
Iglesia. Por eso, el Papa, los obispos, los sacerdotes y los
fieles, tenemos la categoría de ser fieles seguidores de
los apóstoles. Por lo tanto, es nuestra responsabilidad
vivir en comunión todos los cristianos, porque de la
fuente de la unidad abreva la suerte de la
Evangelización.
En cuanto a nuestro encuentro o reencuentro con los
hermanos alejados, merece una especial atención. "Con una
gran sensación de esperanza vemos los esfuerzos que se
realizan en el mundo cristiano, en orden al establecimiento de la
unidad"(EN 77). Este esfuerzo debe ser cada vez más
contínuo y más vehemente. Porque, en cierto
sentido, hay más personas que buscan la división
que la unidad.
Seguidamente vamos a presentar una propuesta que
según nuestro parecer puede ser eficaz para entrar en
diálogo con los hermanos dispersos por el mundo. Esta
es:"la comunión en la pluralidad",siguiendo el pensamiento de
K.Müller.
El pluralismo es ciertamente uno de los aspectos de la
situación social y cultural que más repercute sobre
la situación religiosa, originando también un
pluralismo religioso e incluso un pluralismo eclesial. Todas
estas variantes del pluralismo repercuten sobre el desarrollo de
la misión evangelizadora.
Nuestra sociedad latinoamericana, atravieza por una
situación paradójica, por un lado es pobre y por
otro, es una sociedad que ha absorbido la evolución cultural de las sociedades
desarrolladas. Observamos un pluralismo de cosmovisiones,
valoraciones de la realidad y formas de vidas que caractarizan a
otras sociedades
desarrolladas en la mentalidad de nuestros pueblos. A veces sin
darnos cuenta, las personas plantean desde perspectivas y
posiciones diferentes los problemas relativos al sentido de la
vida, al valor y a la totalidad; originando respuestas distintas,
algunas de las cuales están en contradicción con el
planteamiento y la respuesta cristiana.
Admitir la posibilidad de pluralismo puede poner en
peligro la unidad de la misión evangelizadora, pero
podemos admitir también que puede conducir al
descubrimiento del carácter de la opción personal
de la fe y a la consiguiente personalización de la
adhesión religiosa. Para ello será necesario
realizar una correcta formación de las personas que las
lleve al cultivo de criterios por los valores
más altos, en lugar de dejarse llevar por el influjo de
las modas, la presión
social o los medios de
comunicación social. Una situación de
pluralismo puede constituir el mejor medio para vivir la fe de
forma personal, pero debe ir acompañado de un esfuerzo
mayor de formación de la conciencia y del conocimiento y
la justificación de la fe. La pluralidad de ofertas
religiosas y cosmovisionales exige de los cristianos un esfuerzo
mayor de fundamentación de la propia fe, por los caminos
siempre necesarios de la razón, pero sobre todo por el
camino del testimonio de vida.
La tarea evangelizadora requiere que se tenga en cuenta
la pluralidad de situaciones y proponga y exija en cada momento y
en cada caso, aquello para lo que se está dispuesto y que
puede ser acogido en cada caso. Aquí se necesita la
actitud muy valiente del evangelizador, porque él debe
saber cómo hacer llegar el mensaje evangélico a su
oyente en cada situación, momentos y culturas que muchas
veces suelen ser muy propicias:
"En verdad, que el contenido de la Evangelización
no lo inventa el evangelizador, ni dispone de él, sino que
viene dado en su integridad por la revelación. Pero no
olvidemos el principio de la jerarquía de verdades y
tengámosla en cuenta a la hora de presentarla a sus
destinatarios" (UR 11).
Es decir, si percibimos que hay interés de
parte de alguna persona sobre cuestiones religiosas, la respuesta
pastoral debe ser ofrecida de una manera
pedagógica.
Para aclarar más esta parte, vamos a decir que,
hoy día en la Iglesia, el problema de la unidad no
consiste solamente en las relaciones de la jerarquía.
Quizás sea lo que menos le interese a la gente y a la
sociedad actual. La Iglesia se halla habitada por estos tipos de
personas que de alguna u otra forma influyen en la unidad
evangelizadora. Por ejemplo tenemos: a los asustados por los
cambios, que buscan sobre todo seguridad en la doctrina, la
práctica ritual y moral, lo
más fija y clara posible; están los que necesitan
unos símbolos vivos conectados con la propia
tradición cultural, que encuentran en los gestos de la
religiosidad popular tradicional; están los desorientados
e inseguros hasta llegar al borde de la crisis
psíquica, que buscan en la Iglesia un lugar de relaciones
personales cálidas y un abrigo donde poder vivir;
están los entusiasmados con las tareas de
transformación del mundo, que insisten en la capacidad
revolucionaria de la fe; están los críticos y los
dóciles; y tantos otros que no caben en una
enumeración por larga que la hagamos. Bueno,
¿qué podemos hacer pastoralmente con estas
personas? Al parecer la ansiada unidad dentro de la Iglesia, para
ser realidad, necesita del tacto y la sabiduría pastoral
del evangelizador. Para dar equilibrio
dinámico, que parte de la aceptación cordial de las
diferentes tendencias, que no identifique a la Iglesia con
ninguna de ellas y que promueva la convergencia de todas hacia
una cada vez más perfecta realización del
cristianismo, en la que terminarán por confluir siendo
fieles a sus mejores valores y superando sus limitaciones y
fallas.
Pensamos que si un pastor realiza en el interior de su
comunidad este prodigio de equilibrio,
estaría en las mejores condiciones para responder
evangelizadoramente al pluralismo social, cultural y religioso.
Pero este tacto y sabiduría, es también obra
divina, porque mientras trabajamos para obtener la plena unidad
de los cristianos, sentimos en nuestras obras correr como
torrentes de aguas vivas la ayuda y la gracia del Señor,
"que es nuestra esperanza y esta esperanza no quedará
fundida" ( Rom 5,5).
3.Opción por un modelo de Iglesia pobre y
solidaria.
Evangelizar es hacer lo que hizo Jesucristo, cuando en
la sinagoga mostró que vino a evangelizar a los pueblos
(Cf Lc 4,18-19). El siendo rico se hizo pobre para enriquecernos
con su pobreza (Cf 2Cor
8.9). "El nos desafía a dar un testimonio auténtico
de pobreza
evangélica en nuestro estilo de vida y en nuestras
estructuras eclesiales, tal cual como el lo hizo"(SD 178). Este
desafío implica una opción, que consiste en la
decisión voluntaria que conduce a encarnarse en el mundo
de los pobres para asumir con realismo
histórico su causa de liberación
integral.
Para que sea efectiva y eficiente esta opción,
todos los creyentes, cualquiera que sea nuestra condición
socio-económica, debemos participar en su
realización. Inclusive el pobre debe realizarla, aunque a
él ya no le afecta la exigencia de encarnación
sociológica o de identificación con el mundo de los
pobres, poque ya la realiza de antemano. Lo importante
será que el pobre asuma conciente y activamente la causa
de los pobres.
Los agentes de la nueva evangelización debemos,
ser concientes de esta exigencia, que a la vez es una
condición necesaria para realizar una auténtica
evangelización. Debemos ser parte activa de la
opción que la Iglesia hace para defender y apoyar
inequívocamente el derecho que el pueblo oprimido y pobre
tiene a organizarse para luchar al servicio de su
causa.
a) Destinatarios de la opción.
La opción es por los pobres reales, los
injustamente empobrecidos y desposeidos, pero no aislada, sino
colectiva y dialécticamente considerados. "Se trata de los
pobres reales tal como existen y son creados por los mecanismos
opresores"(Gutierrez). Con ellos la Iglesia busca una
relación directa e inmediata.
Nuestro mejor modelo seguirá siendo Jesús.
El organizó un pequeño movimiento con la
intención de influir la vida de las aldeas que
subsistían en Galilea, Betsaida, Cafarnaún, Nazaret
y Caná. Generalmente no entró en ciudades grandes.
El campo de acción de Jesús era aquella parte del
pueblo en donde vivían los pobres, los oprimidos, los
huérfanos, la viudas, etc. Por eso Jesús es modelo
para nosotros. Para El los pobres están en su misma
concepción de Dios (Dios elige a un pueblo pobre). Y,
paralelamente a eso, los pobres están presentes en lo
más fundamental de su misión. "He venido para
anunciar el Reino de Dios a los pobres"(Lc 4,18).
Es oportuno aclarar, que los pobres a quienes se dirige
Jesús, son pobres socio-económicos, es decir,
aquellos para quienes la casa, el hogar, el símbolo de lo
que es el mínimo de vida, no está asegurado. Estos
pobres viven con mucha dificultad: la vida (sin seguro
social), los huérfanos (vivir es duro para ellos), los
enfermos (no tienen acceso a la salud), el desnudo (que ha
perdido su dignidad más profunda) y, todos aquellos para
quienes vivir es una pesada carga.
b) Contenidos esenciales.
Algunos de los elementos fundamentales de la
opción por los pobres, según Antonio Hortelano,
son:
1) La ruptura: cambio de
lugar físico o social. Se trata de una ruptura que
corresponde lógicamente a los que, sin ser inicialmente
pobres, optan por serlo, para un servicio mejor a la causa del
pobre.
2) Encarnación o identificación: se
expresa en ir a la periferia salir al encuentro del otro, entrar
en el mundo del pobre, y asumirlo como propio. Se trata de una
conversión inicial y tiene carácter
contínuo, y va del vivir con los pobres, para los pobres
hasta el vivir como pobre.
3) Asunción conciente y activa de la causa de
los pobres: solidaridad
activa con las luchas y prácticas populares, defensa
activa de los derechos de los pobres,
compromiso con su liberación integral, afirmación
incondicional de la vida y rechazo incondicional de la
injusticia…hasta que se haga realidad la praxis
histórica de liberación.
4) Asunción del destino propio de los
pobres: es muy fácil corregir los errores desde afuera
en un partido de fútbol, entrar adentro, integrarse a los
compañeros y luchar desde allí, es una cosa
distinta. Para que una encarnación sea auténtica en
el mundo de los pobres y de la defensa de su causa se debe asumir
también el destino propio de los pobres. Si se ha de
llegar al martirio, pues, que se llegue. A Jesús la causa
de los pobres le llevó hasta la muerte, y muerte de cruz.
Por eso, el evangelizador vive la cruz en la vida cristiana en
conexión conciente y explícita con el seguimiento
de Jesús. De este modo, la cruz lleva una a
comunión y solidaridad con
los que sufren y propicia una actitud de superación
personal y social para que desaperezcan: la injusticia, el
hambre, la opresión estructuralizada, la violación
de los derechos
humanos, etc.
c) Característica de la opción por los
pobres.
La Evangelización debe tener siempre
carácter universal, pero cuando la Iglesia realiza una
opción, todos los evangelizadores debemos asumirla con
mucha responsabilidad. La opción por los pobres tiene dos
características fundamentales que ahora
vamos a presentar y posteriormente vamos a hablar en forma
más detenida sobre la segunda.
Preferencial: decíamos que el mensaje cristiano
tiene un carácter universal, pero destacamos al mismo
tiempo que tal universalidad sólo se puede afirmar y
realizar evangélicamente desde la particularidad de los
pobres."Quiere decir que nadie debe sentirse exluido de una
Iglesia con esa opción, pero que nadie puede pretender ser
incluido en la Iglesia sin esa opción".
Los obispos de Latinoamerica
tomaron muy en serio esta línea y presentan la
opción por los pobres, como algo esencial al cristianismo,
mostrándola como elemento que "no es extraño a la
Evangelización"(EN 30). Por eso desde la Conferencia
Medellín viene evolucionando cada día más la
entrega de toda la Iglesia hacia la consecución de esa
opción. Y en la Conferencia de Puebla aparece con mucha
más fuerza, ya que no sólo encontramos la
opción por los pobres a lo largo del documento, sino que
le ha dedicado un capítulo con el título de
"opción preferencial"(DP 1134ss). Y llegamos hasta la
Conferencia de Santo Domingo, para "descubrir en los rostros
sufrientes de los pobres el rostro del Señor ( Mt
25,31-46) como algo que desafía a todos los cristianos a
una profunda conversión personal y eclesial" (SD 178).
Esta es una preocupación que nunca podía estar
ausente en una conferencia auténticamente latinoamericana.
En el mismo número podemos encontrar otra
afirmación que tiene más fuerza todavía: "en
continuidad con Medellín y Puebla, la Iglesia reafirma la
opción preferencial en favor de los pobres. Una
opción no exclusiva ni excluyente…basada en la Palabra
de Dios" (SD 178). Así vemos también que en el
Documento de Santo Domingo la opción es firme e
irrevocable.
¿Qué es lo que se pretende con la
opción en favor de los pobres? A nuestro parecer, lo que
se pretende es tener en cuenta, el modo cómo Jesús
asumió su misión evangelizadora. Sin buscar una
imitación literal de Jesús, que vivió en
otras épocas y en otras circunstancias; se busca trabajar
por lo que El trabajó, dispuesto a pasar por lo que El
pasó: incomprensión, persecución, muerte,
que desembocan en la resurrección. El seguimiento de
Jesús es esencial al cristianismo, y este esfuerzo de
seguimiento del Jesús de la historia desde nuestra
historia, en un compromiso liberador como el suyo, lleva a un
encuentro con Jesús a quien se siente cercano y presente,
"en el corazón de América Latina" (DP
9).
Solidaria: este término deslinda el sentido de la
opción, quitándole posibles ambigüedades y el
sabor de inclinación paternal al pobre que algunos
pudieran atribuirle. De este modo, se acentúa más
bien, un compromiso real con los sufrimientos y las
alegrías, las luchas contra la injusticia y los anhelos de
liberación de los pobres .
Durante mucho tiempo, la Iglesia se juntó con los
poderosos para brindar una atención o asistencia a los
pobres desde arriba, sin considerar su situación integral.
Hasta ahora muchos católicos en Paraguay realizan este
acto de caridad, pretendiendo así cumplir con los
compromisos cristianos. Este es un desafío para nosotros.
Porque abrirse a los pobres significa algo más que
servirles, atender sus necesidades y tratar de remediarlos,
aunque ciertamente lo suponga. La Iglesia debe hacerse habitable
para los pobres, apreciando los valores
personales que poseen y estimando en lo mucho lo que valen sus
culturas injustamente marginadas del concierto del
mundo.
El evangelizador debe ser pues, solidario con el pobre,
sólo así amará al hermano en la realidad en
que él vive. Sólo así ayudará al
hermano de un modo eficiente. La solidaridad significa llevar una
situación hasta las últimas consecuencias.
Jesús es nuestro modelo de siempre. El es la solidaridad
de Dios en persona, la solidaridad que llevó su
misión hasta el final.
El Documento de Santo Domingo nos invita a:
"asumir con decisión renovada la opción
evangélica y preferencial por los pobres, siguiendo el
ejemplo y las palabras del Señor Jesús, con plena
confianza en Dios, austeridad de vida y participación de
bienes" (SD
180).
4) Un modelo de Iglesia: la Iglesia de la
Solidaridad.
Para que la Iglesia pueda hacer de verdad habitable para
los pobres deberá aún realizar notables
renuncias.
Para los agentes evangelizadores latinoamericanos la
presentación de una Iglesia solidaria para los creyentes
es crucial. Porque la Iglesia debe absorber a los hombres, no los
hombres sometérsele. Debemos dejar un poco de lado la
frialdad de la Iglesia intelectual, para construir el nuevo
modelo de la Iglesia de la Nueva Evangelización: "La
Iglesia de la solidaridad".
a) Una Iglesia con un nuevo rostro.
En época de Juan XXIII, se hablaba del
aggiornamento de la Iglesia y llegó a penetrar en la
comunidad eclesial .Y Pablo VI afirmaba que era urgente "limpiar
y rejuvenecer el rostro de la Iglesia… para infundir nuevo
vigor espiritual en el Cuerpo místico de Cristo en cuanto
sociedad visible" (ES 39).
Medellín aborda este tema proponiendo:
"el rostro de una Iglesia auténticamente pobre,
misionera y pascual, desligada de todo poder temporal y
audazmente comprometida en la liberación de todo el hombre
y de todos los hombres" ( DM Juventud
15).
Puebla por su parte, insiste en que:
"cada comunidad eclesial debería esforzarse por
constituir para el continente un ejemplo de modo de convivencia
donde logren aunarse la libertad y la solidaridad. Donde la
autoridad se
ejerce con el espíritu del Buen Pastor" ( DP
273)
Este es el modelo adecuado que la Iglesia
Latinoamericana nos propone para la promoción de un nuevo
tipo de sociedad más humana.
Juan Pablo II, en la misma línea vuelve a
insistir en el mismo tema al proponer el proyecto de la Nueva
Evangelización. Habla del nuevo modelo de la Iglesia
simultáneamente como condición y como objetivo de
la Nueva Evngelización:
"Esta nueva evangelización, está destinada
a la formación de comunidades eclesiales maduras, en las
cuales la fe consiga liberar y realizar todo su originario
significado de adhesión a la persona de Cristo y a su
Evangelio, de encuentro y de comunión sacramental con El,
de existencia vivida en la caridad y en el servicio" ( CH
34).
¿Por qué estamos insistiendo tanto en el
nuevo modelo de la Iglesia? Porque una Iglesia que se propone ser
evangelizadora de una cultura, en la que presida el valor de una
solidaridad, promotora de liberación y de fraternidad, por
exigencias testimoniales y pedagógicas ha de ser un modelo
de solidaridad.
Por otro lado, el nuevo modelo de la Iglesia exige tener
en cuenta algunos puntos de referencias: primero, precisar el
objetivo específico pretendido por la Iglesia en el
contexto de su misión evangelizadora, en este caso es la
solidaridad; en segundo lugar, es preciso revisar las
instituciones y las estructuras modificables de la Iglesia. A
estos puntos es preciso añadir un principal punto de
referencia que es el de "infundir nuevo vigor espiritual en el
cuerpo místico de Cristo" (ES 39),"el de promover mayor
fervor en las comunidades y mayores niveles de santidad, abierta
a nuevas expresiones" (EN 80).
Creo que el principal desafío de este nuevo
modelo eclesial recae directamente sobre cada uno de los
evangelizadores. Es evidente que la Iglesia es objetivamente
Santa por la presencia contínua del Espíritu Santo,
pero ha de tener como preocupación primordial la santidad
subjetiva. No puede haber Iglesia solidaria sin miembros
solidarios. Si los evangelizadores no son solidarios, estamos
ante una Iglesia enferma, pero si hay solidaridad,la Iglesia se
encuentra evangélicamente sana. Con esto queremos decir
que, desde el horizonte de la solidaridad podemos alcanzar una
comprensión más evangélica y profunda de la
realidad esencial de la Iglesia y de sus estructuras
fundamentales, que nos ayuden a impulsar la solidaridad de la
Iglesia, exigida e impulsada por la caridad, a niveles de
testimonio admirable ante el mundo.
b)Una Iglesia inculturada.
Otro aspecto de la solidaridad de la Iglesia con las
culturas y los pueblos, es la "inculturación." Pablo VI
insistió sobre esta exigencia, adecuada al pensamiento de
Cristo y a la sensibilidad del hombre de hoy. Juan Pablo II
fortalece este movimiento conectándolo con la
denámica del misterio de la Encarnación: "el
término inculturación expresa muy bien uno de los
componentes del gran misterio de la Encarnación"( CT 53;
AG 22).
Desde la Conferencia de Santo Domingo se habla de este
tema de una forma clara y profunda:
"A una crisis
cultural… se presenta a la Iglesia un desafío gigantesco
para una Nueva Evangelización, al cual se propone
responder con el esfuerzo de la inculturación del
Evangelio, a la luz de los tres grandes misterios de
salvación: Navidad,
Pascua y,Pentecostés" ( SD 220).
La Iglesia pretende realizar la inculturación con
sumo cuidado, atendiendo a uno de los derechos fundamentales del
hombre, que es la libertad religiosa. De esta manera está
dando gran paso y está borrando aquella imagen de las
épocas de cristiandad en que aparecía como una
autoridad que
imponía a la sociedad su poder coactivante.
Otro aspecto que la Iglesia cuida para inculturar el
Evangelio es el diálogo entre las culturas,es decir, entre
los pueblos entre sí. Se habla inclusive de la posibilidad
de hacer un diálogo entre las iglesias inculturadas de los
diferentes pueblos: "Por la inculturación la Iglesia
encarna el Evangelio en las diversas culturas, transmitiendo a
las mismas sus propios valores, asumiendo lo bueno, y
renovándolo desde dentro"(SD 22o). Además, se habla
de la posibilidad de realizar un auténtico diálogo
intercultural, por medio de un respetuoso encuentro entre la
Iglesia y las culturas autóctonas.
La exigencia de la inculturación implica sembrar
en las propias culturas de los pueblos la Palabra de Dios como
una semilla que "al germinar, absorbe el jugo de la tierra buena,
regada con el rocío celestial, transformada y asimilada
para dar al fin fruto abundante" (AG 22). En fin, son muchas las
exigencias para el evangelizador. Y una cosa que nunca debemos
olvidar es la exigencia máxima de la inculturación
que es: la asunción de la historia de los pueblos, esto es
asumir la pobreza del
pueblo y amar incondicionalmente a cada uno de sus
miembros.
La importancia primordial del testimonio para la
Evangelización es indudable. Insistimos que en gran medida
la gran tarea de la Nueva Evangelización será
llevada a cabo, gracias al esfuerzo de toda la Iglesia. Pero se
necesita que los evangelizadores estemos unidos y ofrezcamos
testimonios de esa unidad. El mundo está colmado de
divisiones, de culturas corrompidas, de ambiciones desmedidas y
por la competitividad
del poder. Allí la Iglesia y desde sus propias comunidades
ha de ofrecer el testimonio gozoso de una convivencia en la que
sobresale la solidaridad, la alegría de la generosidad, de
la pobreza
evangélica y, la actitud del servicio, como fruto de la fe
comprometida en Jesucristo.
Ser promotor de la Nueva Evangelización
además del testimonio de vida, exige que se abra espacio a
la participación en las actividades a ser desarrolladas.
Hoy el sacerdote no puede ya contar con una Iglesia benefactora
que sólo brinda asistencia a los pobres, que reparte los
sacramentos. Hoy se necesita de una Iglesia que educa a la gente
a liberarse de su pobreza, para que se haga sujeto de su propia
liberación. La gente tiene que aprender a ser Iglesia,
sujeto que ama la Iglesia y participa de todas las actividades
posibles. Para ello es necesario que el evangelizador realice
renuncias insospechadas, se despoje de su condición de
persona privilegiada en la sociedad para comenzar a
empuñar la lucha por los derechos en favor de los
campesinos, para comenzar a conocer mejor la realidad de los
jóvenes, a pasar horas con el moribundo y por sobre todas
las cosas, amar infinitamente su trabajo, "es decir, estar con
ellos".
El contenido de la Nueva Evangelización es
siempre Jesucristo, pero hoy se hace necesario anunciar el
mensaje de salvación con un nuevo fervor, con un método
participativo y con una expresión nueva. En definitiva, el
evangelizador debe hacer un esfuerzo de encarnación, un
esfuerzo para darse a entender por todos los medios que tiene a
su alcance, adaptarse continuamente a sus oyentes, ha de meterse
en la piel de los
otros para poder llegar, a sentir y a ser como ellos. Y no
olvidar que Jesucristo está con nosotros desde ayer,
permanece hoy y nos acompañará por
siempre.
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