- El cristianismo: ética del
sufrimiento. - Definición y
demostración de la única
moral. - Nietzsche no fue ateo y Dios no
es creyente. - Cuatro definiciones del
amor. - La homosexualidad como problema
ético. - Sobre el pronunciamiento de la
Iglesia. Conato de polémica.
1. El cristianismo: ética
del sufrimiento.
El olvido y la impaciencia compendian todos los pecados
capitales. El primero destruye el pasado, la segunda arruina el
futuro.
Peca el hombre
desnudo, sin antecedentes, sin fines; el hombre sin
atributos.
Son pecados de olvido la avaricia, la envidia, la pereza y la
soberbia.
El avaro, en su afán por sí mismo, olvida a su
prójimo;
el envidioso, en su afán por el prójimo, se
olvida a sí mismo;
el perezoso, por su indolencia, olvida los derechos de la
tierra;
el soberbio, por su suficiencia, olvida los derechos del cielo; olvida
a Dios, que es caridad.
Son pecados de impaciencia la gula, la ira y la lujuria.
Todo olvido es impaciente y toda impaciencia es olvidadiza.
Integran un mismo acto.
Sobre el olvido:
No se ha sabido sufrir porque se ha cometido un yerro u
omisión: hemos tomado un bien (un mal menor) por un mal.
Se ha actuado, pues, demasiado deprisa, acogiéndonos a
un criterio subjetivo en lugar de aceptar el precepto dado.
Sobre la impaciencia:
Es el deseo irracional de no sufrir, aun a expensas de pasar
por sufrimientos mayores. Curiosa paradoja: la im-paciencia
niega la pasión para sumergirse en ella.
La paciencia, en cambio, es
un sufrimiento no buscado por sí, pero preferido a
otros. Es decir, consentido, aunque de intensidad o riesgo menores
al que pretende evitarse.
De lo que se sigue que, para no sufrir, hay que saber sufrir.
Rechazar el sufrimiento (probar la manzana) es entregarse a
él tarde o temprano.
Quizá el eje de toda la existencia humana sea el dolor y
no la felicidad, en contra de lo que se cree.
2. Definición y
demostración de la única moral.
Conato de polémica.
I.DEFINICIÓN.
Llamo moral al
conjunto de actos libres conformes a un fin justo, o
también: conformes a los designios de Dios.
A) Es libre todo acto realizado conscientemente y sin
coacción, sujeto a la contingencia.
B) Es justo todo acto que no se opone a la verdad, entendiendo
por ésta la no contradicción esencial entre
proposiciones ciertas. Por consiguiente, el acto más
justo será el que menos contradicciones entrañe,
siendo Dios, acto puro y verdadero en sí y para
sí, el Ser justo por excelencia. Viceversa, cuantas
más contradicciones comprenda un acto y más en
desacuerdo esté con la verdad, más injusto
será.
DEMOSTRACIÓN.
Que sólo puede haber una moral queda probado en base a
lo siguiente:
Por el principio de no contradicción nada puede ser y no
ser al mismo tiempo, aunque,
por el principio de contingencia, algo pueda ser o no ser a
partir de sus condiciones a priori. Así, o bien Dios
existe, o bien Dios no existe, pero no es posible ni verdadero
el que Dios pueda existir y no existir al mismo tiempo.
Análogamente, algo *no* puede ser y no ser moral
según distintas consideraciones, ya que la
definición de moral (igual que la de "existencia de
Dios") es idéntica para todos. Luego, la
proposición "Esto es y no es un acto moral" es siempre
falsa.
II.
Recuerdo haber dicho en el primer mensaje que entendía
por verdad "la no contradicción esencial entre
proposiciones ciertas". Si hubiera escrito, en lugar de
"proposiciones ciertas", "proposiciones verdaderas"
habría incurrido en una clara tautología.
¿Dónde está, pues, la diferencia? En que
toda certeza presupone un sistema
verificativo, mientras que la verdad, inagotable e infinita en
su sucesión necesaria, es superior a cualquier estructura
dada. De lo contrario, el progreso en las ciencias
sería imposible y todo saber parcial resultaría
estanco.
Por lo demás, sí existe un ejemplo de
proposición aislada y verdadera: A = A.
Tampoco me parece que una proposición falsa, del tipo A
= no A, pueda ser coherente con otra, dado que lo falso se
contradice con todo. Que mi definición sea verdadera, en
cambio, debe
tomarse como axioma, ya que si no se sigue un absurdo.
III.
ER.- Yo creo que eso no sería una tautología,
pues en el predicado no se dice lo mismo que en el sujeto, ni
explícita ni implícitamente. Sería
más bien una mala definición en la que se
incluiría el definiendum en el definiens. Algo
así como una petición de principio.
Re: Si analizas todos los términos, verás que se
trataría al fin y al cabo de una aseveración
tautológica. En efecto, la verdad no puede ser
jamás contradictoria y debe expresarse siempre mediante
proposiciones, ya que no es un hecho.
ER.- De todos modos no adelantas mucho evitando referirte a la
verdad, y refiriéndote a la certeza, pues la certeza es
la creencia en la verdad. O sea que es como si hubieras dicho:
"la verdad es la no contradicción entre proposiciones
que se cree que son verdaderas".
Re: Disiento. La certeza no es "la creencia en la verdad" de
algo (eso no explicaría por qué creemos una cosa
más bien que otra), sino, simple y llanamente, la
relación de pertenencia de una proposición X
respecto a un conjunto Y que no se deriva a partir de axiomas,
puesto que es aceptado de un modo inductivo y consensual. Esto
es, la inclusión de aquélla en un sistema de
verificación.
Hay verdades que no tienen por qué resultarnos ciertas,
y certezas que, al cabo, sólo son verdaderas en una
pequeña parte; es decir, son falsas. "Verdad" y
"certeza" actúan entre sí como diagramas de
conjuntos
secantes, con la peculiaridad de que toda verdad lo es por
sí misma (por obediencia al principio de no
contradicción) y toda certeza lo es sólo
referencialmente. La proposición "A = A", entonces, es
verdadera porque es coherente, y es cierta porque no conocemos
nada que exista y no exista al mismo tiempo.
ER.- ¿Qué "sistema verificativo" presupone la
certeza del que está convencido de que la Tierra es
plana? ¿Y la del que está segurísimo de
que fue penalty, a pesar de que está clarísimo
que no lo fue? ¿Y la del que espera ganarse un cielo
lleno de huríes, si en esta vida cumple ciertos
preceptos?
Re: Ernesto, no suelo ser muy
innovador. Estoy repitiendo la concepción de la certeza
que ofrece Wittgenstein en su último escrito, On
certainty. En esa época, que el hombre
pudiera llegar a la luna era -así lo dice el libro– algo
científicamente inconcebible. Veinte años
más tarde dejaría de serlo.
Como verás, resulta muy sencillo contestar a tus
preguntas, ya que los errores, en tanto que verdades parciales,
también tienen su propia lógica. Quien pensara que la Tierra es
plana lo habría deducido, evidentemente, de que la
superficie mayoritaria que se aprecia desde nuestra perspectiva
lo es. Quien creyera que le esperan huríes en el otro
mundo sería porque las considera una digna
retribución por su fe y sus obras, siendo Dios un buen
dador. Etcétera.
ER.- La verdad no inagotable, ni infinita, ni sucesiva. La
verdad es la forma de las proposiciones verdaderas, como la
belleza es la forma de las cosas bellas, y la justicia de
las justas, etc.
Re: Verdad es no contradicción entre proposiciones. Hay
infinitas proposiciones; luego, la verdad es infinita.
ER.- Dicho de otra manera: existir, lo que se dice existir, la
verdad no existe, ni le conviene la existencia; lo mismo que no
existe propiamente la belleza, ni la justicia,
etc.
Re: La Verdad sí existe: es uno de los muchos nombres de
Dios. El resto de ideas que mencionas están en su
entendimiento.
ER.- Lo que existen son las proposiciones verdaderas, las cosas
bellas, las acciones
justas, etc. Por tanto, puesto que lo agotable y lo inagotable,
lo finito y lo infinito, lo sucesivo y lo simultáneo,
solo se pueden predicar con sentido de ciertas cosas que
existen, pero no de esas formalidades, es falso, es más:
es absurdo, que la verdad sea nada de eso que dices tú
que es.
Re: En absoluto. Por el principio de razón suficiente,
todo tiene un fundamento en el que su verdad se cifra
ontológicamente. Nada puede limitar ese principio, y si
opinas lo contrario te ruego que lo justifiques.
ER.- Siento tener que decirte que eso no tiene pies ni
cabeza.
Re: Siento que pienses así. Me he limitado a constatar
que si la verdad equivaliera a la certeza, y toda certeza es
histórica, sería siempre la misma y no
sería capaz de ampliar nuestros conocimientos.
ER.- Proposiciones como esa las hay a miles; infinitas. Por
ejemplo: B = B, C = C, AB = AB, etc., etc.
Re: Creo que eres consciente de que se trata de la misma
proposición con distinto nombre. Y suponiendo que
hubiera más, que las hay, aunque dependan todas de
ésa, ¿qué cambiaría?
ER.- Pero ninguna de ellas es verdadera, porque en realidad no
son proposiciones, sino ciertos esquemas, que no significan
nada, y por tanto no pueden ser verdaderas.
Re: "A es igual a A" es una oración con sujeto y
predicado. ¿Por qué le niegas el carácter
proposicional? Y, más sorprendente aún,
¿por qué crees que no significa nada?
ER.- "A = no A" no es una proposición, y por tanto no
puede ser falsa (ni verdadera). En cambio, por ejemplo, "un
perro no es un perro" sí es una proposición, y
además es falsa. Pero no es falsa porque no sea
coherente con alguna otra proposición, o con alguna
certeza, como tú dices, sino porque es imposible que si
algo es un perro, no lo sea.
Re: Tan imposible como que A sea y no sea A.
ER.- Es decir que gracias a que las cosas son lo que son,
gracias a que tienen ser, nosotros podemos conocerlas y decir
la verdad sobre ellas.
Re: Pero es que el ser no es sólo el "ser a la vista",
como pareces presuponer. Además, tu perro
genérico no tiene ningún rasgo identificativo.
Es, por lo tanto, un universal. ¿Qué hace que tu
postulación sea más verdadera que la
mía?
ER.- En cuanto a que lo falso se contradice con todo,
también es falso. Por ejemplo: "2+3=6" es totalmente
coherente con esto "2=3".
Re: Pasando por alto que ahora das por bueno que los
números sean susceptibles de verdad o falsedad, dime,
¿cómo probarías la coherencia entre esas
dos falsedades? Porque si 2=3, entonces 3=2, lo que trunca tu
demostración.
IV.
Ernesto:
1) No explicas por qué mi definición es falsa,
limitándote a alegar la autoridad de
Balmes, que no reconozco. Que la certeza sea "un firme asenso"
no nos dice nada de sus móviles internos, como tampoco
nos lo dicen la "claridad y distinción" cartesianas. En
resumen, si algo no puede demostrarse, se debe justificar su
postulación como axioma.
2) No está escrito en ninguna parte que la igualdad
requiera cantidad. Así, por ejemplo, hablamos de dos
azules idénticos, independientemente del tamaño
de la mancha en que los contemplemos. De todos modos, como sin
duda sabes ya, "A" también puede sustituirse por
cualquier cantidad.
3) Cuando afirmo que los errores son verdades parciales indico
que, en tanto que no son absurdos, participan de cierto grado
de coherencia y, por consiguiente, de veracidad. Con eso no
quiero dar a entender que existan medias verdades, pero
sí que el error y la verdad están mezclados; o lo
que es lo mismo: raras veces se muestran en puridad, como
entelequias (toda contra-dicción lógica es dialéctica y parte de
una tesis
verdadera, a la que se opone).
Para entendernos, la mejor teoría histórica -en base a unos
hechos dados e indiscutibles- será siempre la más
completa y coherente. Y ello pese a que ninguna aspire a la
certidumbre absoluta sobre las últimas motivaciones de
los actores o, por otro lado, a la determinación precisa
de las circunstancias que condicionaron el desarrollo
de la acción.
Aún más: toda la física newtoniana
descansa sobre presupuestos
erróneos, pero la ciencia
actual no desestima completamente sus resultados, puesto que su
capacidad explicativa sigue hasta cierto punto vigente.
4) Una proposición tautológica no requiere otras
para ser confirmada. Basta con que sea evidente la completa
adecuación del sujeto al predicado.
5) De acuerdo contigo en que la certeza no convierte lo
verdadero en falso.
6) Sigues sin fijar un límite al PRS. Para probar que el
conjunto de proposiciones verdaderas es finito tendrías
que localizar en el mundo una verdad que lo fuera por sí
misma, esto es, un sujeto sin predicado. Ése
sería el "finis terrae" que tanto anhelas. Lamento
decirte que buscas en vano.
7) La noción de Dios nos resulta absolutamente
paradójica, aunque necesaria. Nos exige pensar en una
forma sin materia, es
decir, en una forma sin "formado", forma de sí misma;
pero también en una verdad sin fundamento; en una
fuerza sin
dirección; en una mente sin límites.
3. Nietzsche no
fue ateo y Dios no es creyente.
Nietzsche no fue un mero sensualista. Pensaba que eso
había quedado claro con la tríada del
animal-hombre-superhombre, o con la noción de
valor, que
en ningún caso es sensual. Aunque ésta tenga un
origen fisiológico en Nietzsche,
es preciso partir de una cierta elevación de miras si
pretendemos una transvaloración que no sea un simple
"cambiarlo todo para que nada cambie".
Admito que hasta hace un año aproximadamente consideraba
a Nietzsche el ateo más completo que jamás haya
existido. Pero después de estudiar algo sobre la
mística (Eckhart, Müntzer) cambié de
parecer. Tenía dos opciones: considerar a Nietzsche como
no ateo o considerar ateos a los místicos, y opté
por la primera, mucho más razonable.
Opino que la "muerte de
Dios" es la muerte de
la fe contemplativa, de la adoración del Dios-objeto que
impide la verdadera vida en Dios. En realidad se trata de una
reacción iconoclasta de raíz protestante, pero
consciente de su propio nihilismo. El protestante diría:
Si Dios lo es todo (como afirma el católico) su
existencia no es en absoluto relevante para el hombre, que es
en ese caso incapaz de ignorarlo. Nietzsche dice: Si Dios no es
nada, su muerte no es
en absoluto relevante para el hombre, que sería incapaz
de sustraerse a su propia nada (recordemos que la frase "Dios
ha muerto" fue pronunciada por Hegel mucho
antes, con lo que el antihegelianismo de Nietzsche se
extendería hasta la misma). El superhombre, pues, es el
más real de los hombres, el menos etéreo, pero no
sólo en un sentido materialista, sino también en
su dimensión espiritual.
¿Qué son los hombres? Los hombres no existen,
pasan de largo… Es la humanidad la que se desarrolla mediante
sus tipos superiores: la idea de especie y evolución en Darwin. La
diferencia entre Nietzsche y Hegel es que
éste hace hincapié en el desarrollo
del espíritu, en el progreso global, mientras que
Nietzsche invierte el mecanismo del eje y lo coloca en el
individuo superior, el superhombre. El "héroe" en Hegel
es el instrumento del Espíritu Absoluto; en Nietzsche es
el artífice del espíritu, el artista. Así
pues, el nihilismo en Nietzsche (la disolución del
hombre) no es un fin ni algo que mantener indefinidamente como
"viaje hacia la nada" (el que se mueve sin dirección no se mueve, es movido), sino
más bien algo a superar mediante la acción
creadora.
El superhombre es "más" que el hombre ordinario, pero no
acumulativamente. El superhombre de Nietzsche no es tanto por
lo que es sino por lo que renuncia a ser, y de ahí el
contenido ascético de su filosofía. Dionisos
renuncia a su identidad,
simboliza el olvido de sí. Es el derrochador y, por
consiguiente, el renunciador. El superhombre es la
expresión de la moral
centrípeta y al mismo tiempo derrochadora, es la
mística (el vacío para llegar al lleno) pasada
por la antropología.
Muerte de Dios, muerte del hombre… ¿por qué no
muerte de la muerte?.
Creo que todo monismo vitalista que se precie (Spinoza,
Nietzche) ha de afirmar la muerte de la mortalidad: la
inmortalidad en sentido fuerte. La supervivencia del alma
siempre será algo misterioso y ajeno al sujeto, pero la
inmortalidad, su destino, le atañe sólo a
él. La muerte, que es siempre una muerte en vida, puede
superarse porque no todos los mortales son iguales, y es obvio
que no todos la superan. Hay mortales inmortales, como bien
sabían los griegos.
1. Cuatro definiciones
del amor.
1) Amor
significa unir lo semejante, es decir, es unidad. Amor
múltiple, pues, resulta una "contradictio in
adjecto".
2) El amor es
una forma, una razón que mueve a actuar de un modo
más bien que de otro. La pasión, en cambio, es
esencialmente idéntica e indiferente en todos los
hombres.
3) El sexo es amor
sin consciencia, y el amor es
sexo con
consciencia.
4) Mientras que el amor es un fin en sí, a saber, la
elevación, el sexo es siempre un medio para la
satisfacción de las pasiones, esto es, para el equilibrio.
El homosexual no busca la unidad en el espíritu, sino la
expansión pasional; no actúa por la forma, sino
que padece contra la forma; no pretende la consciencia, sino el
olvido de sí; no anhela la elevación, sino el
solaz hedonista, tan idealizado como se quiera.
2. La homosexualidad como problema ético.
El espíritu jamás es inmanente, ni siquiera en su
acto de constitución. Toda acción moral es
libre, porque es enjuiciable, y toda acción libre es
moral, porque tiene un fin. La moral
-lato sensu- no restringe la libertad,
sino que la posibilita. Ahora bien, hay actos morales -lato
sensu- que son -strictu sensu- censurables, esto es, inmorales;
y, por el mismo motivo, actos libres que nos conducen a la
esclavitud.
I.
Si la homosexualidad es una tendencia innata, y por
consiguiente una tendencia escogida entre otras posibles, esto
es, un acto libre, ¿por qué merece una mayor
aprobación que su contrario, a saber, la
represión de dicha actitud,
acto igualmente libre? A estos efectos os recuerdo que la
libertad de
un acto no lo convierte en bueno, sino en enjuiciable. Los
únicos actos no enjuiciables, amorales, son los actos
necesarios.
El caso es que, según vuestros criterios de moralidad,
ambas actitudes
serían a priori igualmente honorables, aunque luego se
condene al "reprimido" y se alabe al "liberado". Pues bien, yo
digo que si fuerais consecuentes os mantendríais en la
equidistancia y no tomaríais posición en el
debate,
siempre que no se vulnerara la premisa que vosotros y yo
aceptamos, que es que los actos, para ser morales, deben ser
libres.
II.
Sugiero la lectura
de este link:
Concluyo:
Si realmente la homosexualidad es eso, un estancamiento del
aprendizaje
causado por la no identificación del niño con el
padre, entonces el amor homosexual no existe, no encaja como
fin en sí, sino como mero medio para la
satisfacción permanente de la fase anal.
III.
Hablando claro, si vuestro amigo os dice que quiere pervertiros
(como medio para su satisfacción), se acabó la
amistad (como
fin en sí), o ambas entelequias, sexo y amistad, pasan
a convivir parasitariamente. Y si afirma que está bajo
el influjo del enamoramiento, es que además el pobre
diablo no conoce el amor, cuya esencia es la entrega al
otro-distinto (por lo que hablamos de unión y no de
yuxtaposición o agregado) y la perpetuación
material en el tiempo (a través de la descendencia).
IV.
Ante la réplica "el amor es un juego la
naturaleza
del cual radica en la imprevisibilidad de las respuestas del
otro", contesto:
¿Por qué nos divertimos antes de iniciar el
juego, con
la sola idea del mismo? Y: ¿por qué esa
diversión no resulta infinita, sino que más bien
decrece a lo largo del juego?
Ante la objeción "el amor es una experiencia concreta
siempre distinta", respondo:
¿Por qué damos entonces el nombre de "amor" a esa
serie de experiencias y no hacemos lo propio con todas las que
integran la vida ordinaria?
Para vosotros el amor es sólo un juego de instintos
sazonado con la inteligencia, que crea expectativas. Pero el
amor tiene una esencia invariable, la entendáis o
no.
3. Sobre el pronunciamiento de
la Iglesia.
Conato de polémica.
Escribieron:
<< El pasado lunes 2 de Febrero, se presentó en la
sede de la Conferencia
Episcopal el Directorio de la Pastoral Familiar de la Iglesia en
España. Había cierta
expectación entorno a este documento que debía
presentar el obispo de Segorbe-Castellón, Juan Antonio
Reig, presidente de la subcomisión de Familia y Vida,
ya que respondía a las presiones que la Santa Sede
está ejercitando sobre sus obispos para que estos
sitúen a la familia
en el centro de los intereses de la Iglesia.
El documento presentaba tres partes:
1) Violencia
doméstica como "fruto amargo" de la revolución sexual.
2) Denuncia de la presión
de los colectivos de "gays" y lesbianas, que pretenden
"reclamar derechos no legítimos, a modo de
privilegio".
3) Petición al aparato judicial de la "no
intervención" en asuntos de derecho matrimonial
(divorcio),
por cuestiones de moral personal.
Creo que los puntos dos y tres no merecen comentario dado la
puerilidad de su intención, pueril a la vez que
estúpida, ya que parece evidente que el colectivo
homosexual tiene bastante más poder a
fecha de hoy que la propia Iglesia española; pese a la
"pataleta" infantiloide de algunos clérigos, el avance
de los derechos homosexuales es irreversible. Con respecto a la
petición episcopal del punto tres, tiene nombre y
apellido jurídico, se conoce como
prevaricación.
Bastante más siniestra me parece la principal
declaración de dicha conferencia,
pretender culpar a la revolución sexual de los años
sesenta de la violencia
doméstica es una ablación de los derechos de
igualdad
constituidos en nuestro sistema jurídico, y tiene una
especie de eco reaccionario…"Ya os lo advertimos" muy del
gusto de nuestros más ilustres inquisidores. Sin embargo
no es este primer veneno, tan a la luz , el que me
preocupa. Soterradas en el fondo de esa acusación,
existen dos cuestiones que me asustan: En primer lugar la
Iglesia pretende atormentar la conciencia y
la moral femenina, de algún modo se le quiere hacer ver
a la mujer que
al haberse equiparado social, laboral y sobre
todo sexualmente con respecto al hombre, ha desencadenado todo
un conjunto de circunstancias trágicas: "…Claro, te
pones guapa, falda, te pintas, vas a trabajar, los hombres te
miran, utilizas anticonceptivos para no tener hijos y cuando los
tienes no pasas tiempo con ellos… ¿Por qué te
extrañas cuando tu seno familiar es un caos?
¿Acaso no mereces, de algún modo, la ostia que te
dió ayer durante la cena, el pobre de tu marido?
¿Cómo vas a ser feliz, si eres una buscona
pervertida que va provocando a los hombres, con su lujuria, a
cometer adulterio?". La Iglesia, en una de sus más
retorcidas actuaciones, pretende recuperar la familia
como célula principal de nuestra sociedad a
costa de atormentar a la mujer,
considerándola responsable de que su pareja sentimental
abuse de ella. Me recuerda a cuando algunos estados
sureños de EEUU culpaban a los afromericanos de la
caída de la bolsa por no resignarse a ejercer la
esclavitud.
¡Qué vergüenza!.
La segunda cuestión que me asusta es que la Iglesia, esa
institución con dos mil años en su haber,
confirma nuestras sospechas de cambio de lo que hasta hoy
día entendíamos como familia. Por un
lado me alegra saber que la Iglesia ejercía su poder
basándose en el pater-familias, esa persona
jurídica del derecho
romano que hace valedor al hombre de los derechos
económicos, y que ahora se encuentra ante una
pérdida de poder. Pero por otro me tiene preocupado
,como hombre, que el mensaje que recibo sea el de la
visualización de la mujer
como enemigo. De algún modo esta sensación me
ayuda a justificar, muy peligrosamente, el comportamiento de los maltratadores, pues no
hacemos más que recibir mensajes de desprecio y rechazo
hacia la mujer. Un
escalofrío me recorre al adentrarme en mi conciencia y
advertir que todos somos pasto de esos mensajes
subliminales, maltratadores dormidos esperando ser
despertados. Sufrimos una especie de dislexia y
esquizofrenia
cultural, en nuestra boca dentellean veinte años de
democracia e
igualdad, en nuestra conciencia deambulan cuarenta años
de ignorancia y dictadura
>>.
Respondo:
Lo único retorcido son tus interpretaciones de "lo que
la Iglesia ha querido decir".
En primer lugar, que los maltratos sean una consecuencia
sociológica de la revolución sexual me parece una
conclusión cuestionable (ya que aquélla afecta a
un gran número de personas, mientras que los maltratos
siguen siendo un problema minoritario), si bien es cierto que
en la medida en que los vínculos afectivos son
más débiles -y ello es propiciado por la actitud
sexual promiscua- la violencia entre cónyuges tiende a
irrumpir con mayor facilidad. Ahora bien, así como la
liberalidad de una relación puede considerarse causa
lejana de unos supuestos maltratos, son causa próxima de
los mismos la escasa formación, la celotipia, el
alcoholismo
y los problemas
laborales. ¿Cabría incluir la celotipia entre los
"factores de riesgo"
causados por la revolución sexual? Sin duda, en tanto
que la fidelidad y la confianza mutuas se ven afectadas por
ésta. Pero no porque la mujer "vista provocativa" (eso
sería una consecuencia), sino porque no entra en su
mentalidad -y quizá sí en la de su pareja- el
permanecer unida a una persona durante
toda la vida. Recordemos tan sólo el alto número
de divorcios que se da en España
sin necesidad de ningún maltrato.
Amor y sexo luchan entre sí en un plano ideal, pues el
primero es siempre amor-para-uno, mientras que el
último, en cambio, se define como sexo-para-todos. Que
amor y sexo converjan en una relación supone un triunfo
de la virtud, pero en grado máximo y preeminente, lo es
de la cultura.
En segundo lugar, lo solicitado por gays y lesbianas al margen
del régimen común del matrimonio es
obviamente un privilegio, una legislación "ad hoc", y
como tal, pensada para regularizar su situación
particular (como si los menores de edad pidieran que por
decreto se les considerara mayores; cosa que, por cierto,
convendría mucho a los pedófilos). No son, pues,
derechos de un colectivo marginado, sino de un grupo de
presión
intransigente y abusivo cuyo único interés
común consiste en justificar y favorecer la inversión sexual. ¿Es el matrimonio,
entonces, una mera unión estable de pareja, como podemos
serlo mi hermano y yo si vivimos solos en un mismo domicilio?
En absoluto. El matrimonio siempre ha sido -incluso en tiempos
de los romanos, cuando la concepción sacramental no
existía- el vínculo constante y con ánimo
de permanencia mantenido entre dos personas de distinto sexo.
Quedan excluidas, consiguientemente, las relaciones incapaces
de formar una unidad familiar distinta de la que proceden, como
es el caso de las relaciones homosexuales, a quienes la
naturaleza
ha negado en términos absolutos el poder engendrar
hijos, razón por la que también pretenden
usurpar, de modo abominable, el derecho de adopción.
En tercer lugar, me parece bien que la Iglesia haya pedido a
los jueces que apliquen restrictivamente los supuestos de
divorcio,
favoreciendo la conciliación (eso no es prevaricar), y
algo ingenuo que haya hecho otro tanto con los abogados por lo
que a la tramitación respecta. Ingenuo, digo, dado el
volumen de
negocio que les supone.
Daniel Vicente.