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Apologética




Enviado por irichc23



    1. El cristianismo: ética del
      sufrimiento.
    2. Definición y
      demostración de la única
      moral.
    3. Nietzsche no fue ateo y Dios no
      es creyente.
    4. Cuatro definiciones del
      amor.
    5. La homosexualidad como problema
      ético.
    6. Sobre el pronunciamiento de la
      Iglesia. Conato de polémica.

    1. El cristianismo: ética
    del sufrimiento.
    El olvido y la impaciencia compendian todos los pecados
    capitales. El primero destruye el pasado, la segunda arruina el
    futuro.
    Peca el hombre
    desnudo, sin antecedentes, sin fines; el hombre sin
    atributos.
    Son pecados de olvido la avaricia, la envidia, la pereza y la
    soberbia.
    El avaro, en su afán por sí mismo, olvida a su
    prójimo;
    el envidioso, en su afán por el prójimo, se
    olvida a sí mismo;
    el perezoso, por su indolencia, olvida los derechos de la
    tierra;
    el soberbio, por su suficiencia, olvida los derechos del cielo; olvida
    a Dios, que es caridad.
    Son pecados de impaciencia la gula, la ira y la lujuria.
    Todo olvido es impaciente y toda impaciencia es olvidadiza.
    Integran un mismo acto.
    Sobre el olvido:
    No se ha sabido sufrir porque se ha cometido un yerro u
    omisión: hemos tomado un bien (un mal menor) por un mal.
    Se ha actuado, pues, demasiado deprisa, acogiéndonos a
    un criterio subjetivo en lugar de aceptar el precepto dado.
    Sobre la impaciencia:
    Es el deseo irracional de no sufrir, aun a expensas de pasar
    por sufrimientos mayores. Curiosa paradoja: la im-paciencia
    niega la pasión para sumergirse en ella.
    La paciencia, en cambio, es
    un sufrimiento no buscado por sí, pero preferido a
    otros. Es decir, consentido, aunque de intensidad o riesgo menores
    al que pretende evitarse.
    De lo que se sigue que, para no sufrir, hay que saber sufrir.
    Rechazar el sufrimiento (probar la manzana) es entregarse a
    él tarde o temprano.
    Quizá el eje de toda la existencia humana sea el dolor y
    no la felicidad, en contra de lo que se cree.

    2. Definición y
    demostración de la única
    moral.
    Conato de polémica.
    I.DEFINICIÓN.
    Llamo moral al
    conjunto de actos libres conformes a un fin justo, o
    también: conformes a los designios de Dios.
    A) Es libre todo acto realizado conscientemente y sin
    coacción, sujeto a la contingencia.
    B) Es justo todo acto que no se opone a la verdad, entendiendo
    por ésta la no contradicción esencial entre
    proposiciones ciertas. Por consiguiente, el acto más
    justo será el que menos contradicciones entrañe,
    siendo Dios, acto puro y verdadero en sí y para
    sí, el Ser justo por excelencia. Viceversa, cuantas
    más contradicciones comprenda un acto y más en
    desacuerdo esté con la verdad, más injusto
    será.
    DEMOSTRACIÓN.
    Que sólo puede haber una moral queda probado en base a
    lo siguiente:
    Por el principio de no contradicción nada puede ser y no
    ser al mismo tiempo, aunque,
    por el principio de contingencia, algo pueda ser o no ser a
    partir de sus condiciones a priori. Así, o bien Dios
    existe, o bien Dios no existe, pero no es posible ni verdadero
    el que Dios pueda existir y no existir al mismo tiempo.
    Análogamente, algo *no* puede ser y no ser moral
    según distintas consideraciones, ya que la
    definición de moral (igual que la de "existencia de
    Dios") es idéntica para todos. Luego, la
    proposición "Esto es y no es un acto moral" es siempre
    falsa.
    II.
    Recuerdo haber dicho en el primer mensaje que entendía
    por verdad "la no contradicción esencial entre
    proposiciones ciertas". Si hubiera escrito, en lugar de
    "proposiciones ciertas", "proposiciones verdaderas"
    habría incurrido en una clara tautología.
    ¿Dónde está, pues, la diferencia? En que
    toda certeza presupone un sistema
    verificativo, mientras que la verdad, inagotable e infinita en
    su sucesión necesaria, es superior a cualquier estructura
    dada. De lo contrario, el progreso en las ciencias
    sería imposible y todo saber parcial resultaría
    estanco.
    Por lo demás, sí existe un ejemplo de
    proposición aislada y verdadera: A = A.
    Tampoco me parece que una proposición falsa, del tipo A
    = no A, pueda ser coherente con otra, dado que lo falso se
    contradice con todo. Que mi definición sea verdadera, en
    cambio, debe
    tomarse como axioma, ya que si no se sigue un absurdo.
    III.
    ER.- Yo creo que eso no sería una tautología,
    pues en el predicado no se dice lo mismo que en el sujeto, ni
    explícita ni implícitamente. Sería
    más bien una mala definición en la que se
    incluiría el definiendum en el definiens. Algo
    así como una petición de principio.
    Re: Si analizas todos los términos, verás que se
    trataría al fin y al cabo de una aseveración
    tautológica. En efecto, la verdad no puede ser
    jamás contradictoria y debe expresarse siempre mediante
    proposiciones, ya que no es un hecho.
    ER.- De todos modos no adelantas mucho evitando referirte a la
    verdad, y refiriéndote a la certeza, pues la certeza es
    la creencia en la verdad. O sea que es como si hubieras dicho:
    "la verdad es la no contradicción entre proposiciones
    que se cree que son verdaderas".
    Re: Disiento. La certeza no es "la creencia en la verdad" de
    algo (eso no explicaría por qué creemos una cosa
    más bien que otra), sino, simple y llanamente, la
    relación de pertenencia de una proposición X
    respecto a un conjunto Y que no se deriva a partir de axiomas,
    puesto que es aceptado de un modo inductivo y consensual. Esto
    es, la inclusión de aquélla en un sistema de
    verificación.
    Hay verdades que no tienen por qué resultarnos ciertas,
    y certezas que, al cabo, sólo son verdaderas en una
    pequeña parte; es decir, son falsas. "Verdad" y
    "certeza" actúan entre sí como diagramas de
    conjuntos
    secantes, con la peculiaridad de que toda verdad lo es por
    sí misma (por obediencia al principio de no
    contradicción) y toda certeza lo es sólo
    referencialmente. La proposición "A = A", entonces, es
    verdadera porque es coherente, y es cierta porque no conocemos
    nada que exista y no exista al mismo tiempo.
    ER.- ¿Qué "sistema verificativo" presupone la
    certeza del que está convencido de que la Tierra es
    plana? ¿Y la del que está segurísimo de
    que fue penalty, a pesar de que está clarísimo
    que no lo fue? ¿Y la del que espera ganarse un cielo
    lleno de huríes, si en esta vida cumple ciertos
    preceptos?
    Re: Ernesto, no suelo ser muy
    innovador. Estoy repitiendo la concepción de la certeza
    que ofrece Wittgenstein en su último escrito, On
    certainty. En esa época, que el hombre
    pudiera llegar a la luna era -así lo dice el libro– algo
    científicamente inconcebible. Veinte años
    más tarde dejaría de serlo.
    Como verás, resulta muy sencillo contestar a tus
    preguntas, ya que los errores, en tanto que verdades parciales,
    también tienen su propia lógica. Quien pensara que la Tierra es
    plana lo habría deducido, evidentemente, de que la
    superficie mayoritaria que se aprecia desde nuestra perspectiva
    lo es. Quien creyera que le esperan huríes en el otro
    mundo sería porque las considera una digna
    retribución por su fe y sus obras, siendo Dios un buen
    dador. Etcétera.
    ER.- La verdad no inagotable, ni infinita, ni sucesiva. La
    verdad es la forma de las proposiciones verdaderas, como la
    belleza es la forma de las cosas bellas, y la justicia de
    las justas, etc.
    Re: Verdad es no contradicción entre proposiciones. Hay
    infinitas proposiciones; luego, la verdad es infinita.
    ER.- Dicho de otra manera: existir, lo que se dice existir, la
    verdad no existe, ni le conviene la existencia; lo mismo que no
    existe propiamente la belleza, ni la justicia,
    etc.
    Re: La Verdad sí existe: es uno de los muchos nombres de
    Dios. El resto de ideas que mencionas están en su
    entendimiento.
    ER.- Lo que existen son las proposiciones verdaderas, las cosas
    bellas, las acciones
    justas, etc. Por tanto, puesto que lo agotable y lo inagotable,
    lo finito y lo infinito, lo sucesivo y lo simultáneo,
    solo se pueden predicar con sentido de ciertas cosas que
    existen, pero no de esas formalidades, es falso, es más:
    es absurdo, que la verdad sea nada de eso que dices tú
    que es.
    Re: En absoluto. Por el principio de razón suficiente,
    todo tiene un fundamento en el que su verdad se cifra
    ontológicamente. Nada puede limitar ese principio, y si
    opinas lo contrario te ruego que lo justifiques.
    ER.- Siento tener que decirte que eso no tiene pies ni
    cabeza.
    Re: Siento que pienses así. Me he limitado a constatar
    que si la verdad equivaliera a la certeza, y toda certeza es
    histórica, sería siempre la misma y no
    sería capaz de ampliar nuestros conocimientos.
    ER.- Proposiciones como esa las hay a miles; infinitas. Por
    ejemplo: B = B, C = C, AB = AB, etc., etc.
    Re: Creo que eres consciente de que se trata de la misma
    proposición con distinto nombre. Y suponiendo que
    hubiera más, que las hay, aunque dependan todas de
    ésa, ¿qué cambiaría?
    ER.- Pero ninguna de ellas es verdadera, porque en realidad no
    son proposiciones, sino ciertos esquemas, que no significan
    nada, y por tanto no pueden ser verdaderas.
    Re: "A es igual a A" es una oración con sujeto y
    predicado. ¿Por qué le niegas el carácter
    proposicional? Y, más sorprendente aún,
    ¿por qué crees que no significa nada?
    ER.- "A = no A" no es una proposición, y por tanto no
    puede ser falsa (ni verdadera). En cambio, por ejemplo, "un
    perro no es un perro" sí es una proposición, y
    además es falsa. Pero no es falsa porque no sea
    coherente con alguna otra proposición, o con alguna
    certeza, como tú dices, sino porque es imposible que si
    algo es un perro, no lo sea.
    Re: Tan imposible como que A sea y no sea A.
    ER.- Es decir que gracias a que las cosas son lo que son,
    gracias a que tienen ser, nosotros podemos conocerlas y decir
    la verdad sobre ellas.
    Re: Pero es que el ser no es sólo el "ser a la vista",
    como pareces presuponer. Además, tu perro
    genérico no tiene ningún rasgo identificativo.
    Es, por lo tanto, un universal. ¿Qué hace que tu
    postulación sea más verdadera que la
    mía?
    ER.- En cuanto a que lo falso se contradice con todo,
    también es falso. Por ejemplo: "2+3=6" es totalmente
    coherente con esto "2=3".
    Re: Pasando por alto que ahora das por bueno que los
    números sean susceptibles de verdad o falsedad, dime,
    ¿cómo probarías la coherencia entre esas
    dos falsedades? Porque si 2=3, entonces 3=2, lo que trunca tu
    demostración.
    IV.
    Ernesto:
    1) No explicas por qué mi definición es falsa,
    limitándote a alegar la autoridad de
    Balmes, que no reconozco. Que la certeza sea "un firme asenso"
    no nos dice nada de sus móviles internos, como tampoco
    nos lo dicen la "claridad y distinción" cartesianas. En
    resumen, si algo no puede demostrarse, se debe justificar su
    postulación como axioma.
    2) No está escrito en ninguna parte que la igualdad
    requiera cantidad. Así, por ejemplo, hablamos de dos
    azules idénticos, independientemente del tamaño
    de la mancha en que los contemplemos. De todos modos, como sin
    duda sabes ya, "A" también puede sustituirse por
    cualquier cantidad.
    3) Cuando afirmo que los errores son verdades parciales indico
    que, en tanto que no son absurdos, participan de cierto grado
    de coherencia y, por consiguiente, de veracidad. Con eso no
    quiero dar a entender que existan medias verdades, pero
    sí que el error y la verdad están mezclados; o lo
    que es lo mismo: raras veces se muestran en puridad, como
    entelequias (toda contra-dicción lógica es dialéctica y parte de
    una tesis
    verdadera, a la que se opone).
    Para entendernos, la mejor teoría histórica -en base a unos
    hechos dados e indiscutibles- será siempre la más
    completa y coherente. Y ello pese a que ninguna aspire a la
    certidumbre absoluta sobre las últimas motivaciones de
    los actores o, por otro lado, a la determinación precisa
    de las circunstancias que condicionaron el desarrollo
    de la acción.
    Aún más: toda la física newtoniana
    descansa sobre presupuestos
    erróneos, pero la ciencia
    actual no desestima completamente sus resultados, puesto que su
    capacidad explicativa sigue hasta cierto punto vigente.
    4) Una proposición tautológica no requiere otras
    para ser confirmada. Basta con que sea evidente la completa
    adecuación del sujeto al predicado.
    5) De acuerdo contigo en que la certeza no convierte lo
    verdadero en falso.
    6) Sigues sin fijar un límite al PRS. Para probar que el
    conjunto de proposiciones verdaderas es finito tendrías
    que localizar en el mundo una verdad que lo fuera por sí
    misma, esto es, un sujeto sin predicado. Ése
    sería el "finis terrae" que tanto anhelas. Lamento
    decirte que buscas en vano.
    7) La noción de Dios nos resulta absolutamente
    paradójica, aunque necesaria. Nos exige pensar en una
    forma sin materia, es
    decir, en una forma sin "formado", forma de sí misma;
    pero también en una verdad sin fundamento; en una
    fuerza sin
    dirección; en una mente sin límites.

    3. Nietzsche no
    fue ateo y Dios no es creyente.
    Nietzsche no fue un mero sensualista. Pensaba que eso
    había quedado claro con la tríada del
    animal-hombre-superhombre, o con la noción de
    valor, que
    en ningún caso es sensual. Aunque ésta tenga un
    origen fisiológico en Nietzsche,
    es preciso partir de una cierta elevación de miras si
    pretendemos una transvaloración que no sea un simple
    "cambiarlo todo para que nada cambie".
    Admito que hasta hace un año aproximadamente consideraba
    a Nietzsche el ateo más completo que jamás haya
    existido. Pero después de estudiar algo sobre la
    mística (Eckhart, Müntzer) cambié de
    parecer. Tenía dos opciones: considerar a Nietzsche como
    no ateo o considerar ateos a los místicos, y opté
    por la primera, mucho más razonable.
    Opino que la "muerte de
    Dios" es la muerte de
    la fe contemplativa, de la adoración del Dios-objeto que
    impide la verdadera vida en Dios. En realidad se trata de una
    reacción iconoclasta de raíz protestante, pero
    consciente de su propio nihilismo. El protestante diría:
    Si Dios lo es todo (como afirma el católico) su
    existencia no es en absoluto relevante para el hombre, que es
    en ese caso incapaz de ignorarlo. Nietzsche dice: Si Dios no es
    nada, su muerte no es
    en absoluto relevante para el hombre, que sería incapaz
    de sustraerse a su propia nada (recordemos que la frase "Dios
    ha muerto" fue pronunciada por Hegel mucho
    antes, con lo que el antihegelianismo de Nietzsche se
    extendería hasta la misma). El superhombre, pues, es el
    más real de los hombres, el menos etéreo, pero no
    sólo en un sentido materialista, sino también en
    su dimensión espiritual.
    ¿Qué son los hombres? Los hombres no existen,
    pasan de largo… Es la humanidad la que se desarrolla mediante
    sus tipos superiores: la idea de especie y evolución en Darwin. La
    diferencia entre Nietzsche y Hegel es que
    éste hace hincapié en el desarrollo
    del espíritu, en el progreso global, mientras que
    Nietzsche invierte el mecanismo del eje y lo coloca en el
    individuo superior, el superhombre. El "héroe" en Hegel
    es el instrumento del Espíritu Absoluto; en Nietzsche es
    el artífice del espíritu, el artista. Así
    pues, el nihilismo en Nietzsche (la disolución del
    hombre) no es un fin ni algo que mantener indefinidamente como
    "viaje hacia la nada" (el que se mueve sin dirección no se mueve, es movido), sino
    más bien algo a superar mediante la acción
    creadora.
    El superhombre es "más" que el hombre ordinario, pero no
    acumulativamente. El superhombre de Nietzsche no es tanto por
    lo que es sino por lo que renuncia a ser, y de ahí el
    contenido ascético de su filosofía. Dionisos
    renuncia a su identidad,
    simboliza el olvido de sí. Es el derrochador y, por
    consiguiente, el renunciador. El superhombre es la
    expresión de la moral
    centrípeta y al mismo tiempo derrochadora, es la
    mística (el vacío para llegar al lleno) pasada
    por la antropología.
    Muerte de Dios, muerte del hombre… ¿por qué no
    muerte de la muerte?.
    Creo que todo monismo vitalista que se precie (Spinoza,
    Nietzche) ha de afirmar la muerte de la mortalidad: la
    inmortalidad en sentido fuerte. La supervivencia del alma
    siempre será algo misterioso y ajeno al sujeto, pero la
    inmortalidad, su destino, le atañe sólo a
    él. La muerte, que es siempre una muerte en vida, puede
    superarse porque no todos los mortales son iguales, y es obvio
    que no todos la superan. Hay mortales inmortales, como bien
    sabían los griegos.

    1. Cuatro definiciones
    del
    amor.
    1) Amor
    significa unir lo semejante, es decir, es unidad. Amor
    múltiple, pues, resulta una "contradictio in
    adjecto".
    2) El amor es
    una forma, una razón que mueve a actuar de un modo
    más bien que de otro. La pasión, en cambio, es
    esencialmente idéntica e indiferente en todos los
    hombres.
    3) El sexo es amor
    sin consciencia, y el amor es
    sexo con
    consciencia.
    4) Mientras que el amor es un fin en sí, a saber, la
    elevación, el sexo es siempre un medio para la
    satisfacción de las pasiones, esto es, para el equilibrio.
    El homosexual no busca la unidad en el espíritu, sino la
    expansión pasional; no actúa por la forma, sino
    que padece contra la forma; no pretende la consciencia, sino el
    olvido de sí; no anhela la elevación, sino el
    solaz hedonista, tan idealizado como se quiera.

    2. La homosexualidad como problema ético.
    El espíritu jamás es inmanente, ni siquiera en su
    acto de constitución. Toda acción moral es
    libre, porque es enjuiciable, y toda acción libre es
    moral, porque tiene un fin. La moral
    -lato sensu- no restringe la libertad,
    sino que la posibilita. Ahora bien, hay actos morales -lato
    sensu- que son -strictu sensu- censurables, esto es, inmorales;
    y, por el mismo motivo, actos libres que nos conducen a la
    esclavitud.
    I.
    Si la homosexualidad es una tendencia innata, y por
    consiguiente una tendencia escogida entre otras posibles, esto
    es, un acto libre, ¿por qué merece una mayor
    aprobación que su contrario, a saber, la
    represión de dicha actitud,
    acto igualmente libre? A estos efectos os recuerdo que la
    libertad de
    un acto no lo convierte en bueno, sino en enjuiciable. Los
    únicos actos no enjuiciables, amorales, son los actos
    necesarios.
    El caso es que, según vuestros criterios de moralidad,
    ambas actitudes
    serían a priori igualmente honorables, aunque luego se
    condene al "reprimido" y se alabe al "liberado". Pues bien, yo
    digo que si fuerais consecuentes os mantendríais en la
    equidistancia y no tomaríais posición en el
    debate,
    siempre que no se vulnerara la premisa que vosotros y yo
    aceptamos, que es que los actos, para ser morales, deben ser
    libres.
    II.
    Sugiero la lectura
    de este link:

    Concluyo:
    Si realmente la homosexualidad es eso, un estancamiento del
    aprendizaje
    causado por la no identificación del niño con el
    padre, entonces el amor homosexual no existe, no encaja como
    fin en sí, sino como mero medio para la
    satisfacción permanente de la fase anal.
    III.
    Hablando claro, si vuestro amigo os dice que quiere pervertiros
    (como medio para su satisfacción), se acabó la
    amistad (como
    fin en sí), o ambas entelequias, sexo y amistad, pasan
    a convivir parasitariamente. Y si afirma que está bajo
    el influjo del enamoramiento, es que además el pobre
    diablo no conoce el amor, cuya esencia es la entrega al
    otro-distinto (por lo que hablamos de unión y no de
    yuxtaposición o agregado) y la perpetuación
    material en el tiempo (a través de la descendencia).
    IV.
    Ante la réplica "el amor es un juego la
    naturaleza
    del cual radica en la imprevisibilidad de las respuestas del
    otro", contesto:
    ¿Por qué nos divertimos antes de iniciar el
    juego, con
    la sola idea del mismo? Y: ¿por qué esa
    diversión no resulta infinita, sino que más bien
    decrece a lo largo del juego?
    Ante la objeción "el amor es una experiencia concreta
    siempre distinta", respondo:
    ¿Por qué damos entonces el nombre de "amor" a esa
    serie de experiencias y no hacemos lo propio con todas las que
    integran la vida ordinaria?
    Para vosotros el amor es sólo un juego de instintos
    sazonado con la inteligencia, que crea expectativas. Pero el
    amor tiene una esencia invariable, la entendáis o
    no.

    3. Sobre el pronunciamiento de
    la
    Iglesia.
    Conato de polémica.
    Escribieron:
    << El pasado lunes 2 de Febrero, se presentó en la
    sede de la Conferencia
    Episcopal el Directorio de la Pastoral Familiar de la Iglesia en
    España. Había cierta
    expectación entorno a este documento que debía
    presentar el obispo de Segorbe-Castellón, Juan Antonio
    Reig, presidente de la subcomisión de Familia y Vida,
    ya que respondía a las presiones que la Santa Sede
    está ejercitando sobre sus obispos para que estos
    sitúen a la familia
    en el centro de los intereses de la Iglesia.
    El documento presentaba tres partes:
    1) Violencia
    doméstica como "fruto amargo" de la revolución sexual.
    2) Denuncia de la presión
    de los colectivos de "gays" y lesbianas, que pretenden
    "reclamar derechos no legítimos, a modo de
    privilegio".
    3) Petición al aparato judicial de la "no
    intervención" en asuntos de derecho matrimonial
    (divorcio),
    por cuestiones de moral personal.
    Creo que los puntos dos y tres no merecen comentario dado la
    puerilidad de su intención, pueril a la vez que
    estúpida, ya que parece evidente que el colectivo
    homosexual tiene bastante más poder a
    fecha de hoy que la propia Iglesia española; pese a la
    "pataleta" infantiloide de algunos clérigos, el avance
    de los derechos homosexuales es irreversible. Con respecto a la
    petición episcopal del punto tres, tiene nombre y
    apellido jurídico, se conoce como
    prevaricación.
    Bastante más siniestra me parece la principal
    declaración de dicha conferencia,
    pretender culpar a la revolución sexual de los años
    sesenta de la violencia
    doméstica es una ablación de los derechos de
    igualdad
    constituidos en nuestro sistema jurídico, y tiene una
    especie de eco reaccionario…"Ya os lo advertimos" muy del
    gusto de nuestros más ilustres inquisidores. Sin embargo
    no es este primer veneno, tan a la luz , el que me
    preocupa. Soterradas en el fondo de esa acusación,
    existen dos cuestiones que me asustan: En primer lugar la
    Iglesia pretende atormentar la conciencia y
    la moral femenina, de algún modo se le quiere hacer ver
    a la mujer que
    al haberse equiparado social, laboral y sobre
    todo sexualmente con respecto al hombre, ha desencadenado todo
    un conjunto de circunstancias trágicas: "…Claro, te
    pones guapa, falda, te pintas, vas a trabajar, los hombres te
    miran, utilizas anticonceptivos para no tener hijos y cuando los
    tienes no pasas tiempo con ellos… ¿Por qué te
    extrañas cuando tu seno familiar es un caos?
    ¿Acaso no mereces, de algún modo, la ostia que te
    dió ayer durante la cena, el pobre de tu marido?
    ¿Cómo vas a ser feliz, si eres una buscona
    pervertida que va provocando a los hombres, con su lujuria, a
    cometer adulterio?". La Iglesia, en una de sus más
    retorcidas actuaciones, pretende recuperar la familia
    como célula principal de nuestra sociedad a
    costa de atormentar a la mujer,
    considerándola responsable de que su pareja sentimental
    abuse de ella. Me recuerda a cuando algunos estados
    sureños de EEUU culpaban a los afromericanos de la
    caída de la bolsa por no resignarse a ejercer la
    esclavitud.
    ¡Qué vergüenza!.
    La segunda cuestión que me asusta es que la Iglesia, esa
    institución con dos mil años en su haber,
    confirma nuestras sospechas de cambio de lo que hasta hoy
    día entendíamos como familia. Por un
    lado me alegra saber que la Iglesia ejercía su poder
    basándose en el pater-familias, esa persona
    jurídica del derecho
    romano que hace valedor al hombre de los derechos
    económicos, y que ahora se encuentra ante una
    pérdida de poder. Pero por otro me tiene preocupado
    ,como hombre, que el mensaje que recibo sea el de la
    visualización de la mujer
    como enemigo. De algún modo esta sensación me
    ayuda a justificar, muy peligrosamente, el comportamiento de los maltratadores, pues no
    hacemos más que recibir mensajes de desprecio y rechazo
    hacia la mujer. Un
    escalofrío me recorre al adentrarme en mi conciencia y
    advertir que todos somos pasto de esos mensajes
    subliminales, maltratadores dormidos esperando ser
    despertados. Sufrimos una especie de dislexia y
    esquizofrenia
    cultural, en nuestra boca dentellean veinte años de
    democracia e
    igualdad, en nuestra conciencia deambulan cuarenta años
    de ignorancia y dictadura
    >>.
    Respondo:
    Lo único retorcido son tus interpretaciones de "lo que
    la Iglesia ha querido decir".
    En primer lugar, que los maltratos sean una consecuencia
    sociológica de la revolución sexual me parece una
    conclusión cuestionable (ya que aquélla afecta a
    un gran número de personas, mientras que los maltratos
    siguen siendo un problema minoritario), si bien es cierto que
    en la medida en que los vínculos afectivos son
    más débiles -y ello es propiciado por la actitud
    sexual promiscua- la violencia entre cónyuges tiende a
    irrumpir con mayor facilidad. Ahora bien, así como la
    liberalidad de una relación puede considerarse causa
    lejana de unos supuestos maltratos, son causa próxima de
    los mismos la escasa formación, la celotipia, el
    alcoholismo
    y los problemas
    laborales. ¿Cabría incluir la celotipia entre los
    "factores de riesgo"
    causados por la revolución sexual? Sin duda, en tanto
    que la fidelidad y la confianza mutuas se ven afectadas por
    ésta. Pero no porque la mujer "vista provocativa" (eso
    sería una consecuencia), sino porque no entra en su
    mentalidad -y quizá sí en la de su pareja- el
    permanecer unida a una persona durante
    toda la vida. Recordemos tan sólo el alto número
    de divorcios que se da en España
    sin necesidad de ningún maltrato.
    Amor y sexo luchan entre sí en un plano ideal, pues el
    primero es siempre amor-para-uno, mientras que el
    último, en cambio, se define como sexo-para-todos. Que
    amor y sexo converjan en una relación supone un triunfo
    de la virtud, pero en grado máximo y preeminente, lo es
    de la cultura.
    En segundo lugar, lo solicitado por gays y lesbianas al margen
    del régimen común del matrimonio es
    obviamente un privilegio, una legislación "ad hoc", y
    como tal, pensada para regularizar su situación
    particular (como si los menores de edad pidieran que por
    decreto se les considerara mayores; cosa que, por cierto,
    convendría mucho a los pedófilos). No son, pues,
    derechos de un colectivo marginado, sino de un grupo de
    presión
    intransigente y abusivo cuyo único interés
    común consiste en justificar y favorecer la inversión sexual. ¿Es el matrimonio,
    entonces, una mera unión estable de pareja, como podemos
    serlo mi hermano y yo si vivimos solos en un mismo domicilio?
    En absoluto. El matrimonio siempre ha sido -incluso en tiempos
    de los romanos, cuando la concepción sacramental no
    existía- el vínculo constante y con ánimo
    de permanencia mantenido entre dos personas de distinto sexo.
    Quedan excluidas, consiguientemente, las relaciones incapaces
    de formar una unidad familiar distinta de la que proceden, como
    es el caso de las relaciones homosexuales, a quienes la
    naturaleza
    ha negado en términos absolutos el poder engendrar
    hijos, razón por la que también pretenden
    usurpar, de modo abominable, el derecho de adopción.
    En tercer lugar, me parece bien que la Iglesia haya pedido a
    los jueces que apliquen restrictivamente los supuestos de
    divorcio,
    favoreciendo la conciliación (eso no es prevaricar), y
    algo ingenuo que haya hecho otro tanto con los abogados por lo
    que a la tramitación respecta. Ingenuo, digo, dado el
    volumen de
    negocio que les supone.

    Daniel Vicente.

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