El adulto mayor en el
Perú
- Modelo de
desarrollo - La noción de
Vulnerabilidad Social - Los Grupos
Vulnerables - El enfoque de
resiliencia - Calidad de
vida - Algunas notas sobre la sociedad
peruana - Tendencia
demográfica - Mitos respecto a la
vejez - Intervención
psicosocial - Perfil de competencias del
interventor
1.Modelo de
desarrollo
América Latina se ha comprometido con un modelo de
desarrollo
incompleto porque se ha centrado en la estabilidad
macroeconómica de corto y mediano plazo, dejando de lado
problemas
estructurales, entre los cuales la equidad es el más
apremiante. En los países de América
Latina y el Caribe, sobre todo las del sector popular
constituyen el núcleo en torno del cual se
organiza la familia,
funcionan como dispensadoras de cuidados de sus hijos y de sus
padres mayores, son amas de casa, entendiéndose por ello
una suma de tareas cotidianas, aplicadoras de disciplina,
sostén emocional de la familia y a
menudo las que deben adoptar decisiones. Por lo menos una tercera
parte de la población de ingresos
más bajos en América
Latina y el Caribe se ha mantenido a flote debido a que las
mujeres pobres han trabajado más intensamente y durante
más horas.
Dado que los roles y estereotipos sexuales dentro del
hogar aún permanecen casi inalterables en la
mayoría de las familias, el desempleo del
marido da a la mujer una
carga extra, la cual generalmente no está capacitada para
asumir. El marido sin empleo no
atiende generalmente las tareas domésticas y el cuidado de
los hijos en la misma forma que la esposa, mientras que
ésta asume sobre sí todo el trabajo
fuera y dentro de la casa. Esta situación lleva a las
familias a un repentino cambio de
roles y en una porción cuantitativamente importante de los
núcleos familiares, estas modificaciones producen
situaciones de agresividad latentes, que van en deterioro de las
relaciones intrafamiliares. El desempleo del
marido, en los grupos de mediana
edad -40/50 años- produce el ingreso al mercado de
trabajo de un sector de mujeres mayores que acceden al mismo por
primera vez sin un caudal educativo adecuado, agravado en los
últimos años, con la precarización del
empleo sobre
todo el femenino.
Vivimos en un mundo donde impera la violencia,
producto de
una crisis
integral, política, social y
económica que castiga duramente a amplios sectores
sociales. Dentro de este contexto, son excluidos del sistema social,
un gran número de seres humanos pertenecientes a los
sectores más vulnerables de la población: niños,
jóvenes, discapacitados, mujeres y ancianos. Estos
grupos son los
que más sufren violencia
social en sus múltiples facetas: las actividades violentas
afloran y se descargan sobre los más
débiles.
Actualmente estamos transitando una situación
particularmente crítica, donde en muchas familias
coexisten la jubilación de los mayores, con el desempleo
de los más jóvenes (que en muchísimas
ocasiones, les proporcionaban ayuda económica), de manera
que ambas generaciones, aunque por causas diferentes, sufren la
pérdida de autoestima y
marginación social, las cuales suelen ser generadoras de
violencia
familiar.
El Estado,
denominado "desarrollista", hoy ha fenecido y su acción
ahora es meramente "reguladora" y no logra dar respuesta con la
celeridad requerida a las demandas de amplios grupos
sociales. Así como sucedió luego de la crisis de los
años 30 y el período de postguerra, en donde todos
los ámbitos de la sociedad se
transformaron con el impacto de la industrialización y el
modelo de sustitución de importaciones, de
igual manera la instauración del modelo de desarrollo
actualmente vigente está significando transformaciones que
muestran una creciente tensión en todos los planos de la
vida social y en torno a
significativos –por no decir mayoritarios– sectores
de estratos medios y bajos
de la población.
Esta tensión se manifiesta y hace evidente en
diferentes planos de la vida social: En el plano estrictamente
económico, se destacan –entre otros– los
cambios experimentados en la relación capital-trabajo, la flexibilización del
empleo, la demanda
creciente y restrictiva de mano de obra calificada y la
consecuente precariedad de inserción laboral de
importante número de población
económicamente activa y la existencia de un clima poco
favorable para el funcionamiento e inserción en los
aparatos productivos y el mercado de
unidades productivas de micro, pequeña y mediana
envergadura. Todas ellas son expresiones de esta nueva
situación.
En este mismo sentido, la disminución de mercados
laborales insertos en actividades públicas y la
disminución relativa de aparatos productivos nacionales
del sector secundario de la economía sobre todo
para agregar valor a los
productos
exportables o para satisfacer demandas de consumo
interno (dada la apertura al consumo de
productos
exportados); como juicios complementarios a los ya
enunciados.
De igual manera, en el plano social, las dificultades de
acceso a los servicios
sociales, y la limitada vigencia y rol de las organizaciones
sociales (particularmente sindicales y políticas), son también –entre
otras- expresiones contemporáneas de las transformaciones
y el clima de
tensión de la vida social a propósitos de los
cambios a los que la sociedad
latinoamericana y caribeña esta hoy expuesta. En este
plano se incorpora al menos, la disminución relativa del
gasto social público, y la consecuente incapacidad de los
Estados Nacionales para responder a la creciente demanda social
existente.
Finalmente, en el plano político se destaca el
nuevo rol de los Estados y la abdicación que hacen
–principalmente en favor del mercado y de la gestión
privada– de funciones
consideradas históricas.
2.La noción
de Vulnerabilidad Social
Debemos primero destacar que la noción-concepto intenta
dar cuenta de factores o situaciones de desventaja social en el
marco de la implementación del actual modelo de
desarrollo. En contraposición al concepto de
"pobreza", que
describe más nítidamente necesidades básicas
insatisfechas, niveles de vida precarios, ingresos
restringidos, incapacidad de satisfacción plena del
consumo, etc.), la noción-concepto de "vulnerabilidad
social" ha ganado terreno como valioso instrumento
teórico-descriptivo que permite dar cuenta de realidades
sociales críticas y de conflicto en
el contexto de los cambios políticos, económicos,
sociales y culturales que marcan el desarrollo de la
región desde finales de la década de los 80 y,
más definitivamente, desde los años 90.
El concepto da cuenta de las "condiciones de
indefensión" que se manifiesta en amplias capas y grupos
sociales que durante largo tiempo se
ampararon en la acción de un Estado con
mayor o menor vocación interventora y
protectora.
En realidad, el enfoque de pobreza califica
de forma descriptiva determinados atributos de personas y
familias, sin dar mayor cuenta de los procesos
causales que le dan origen. La vulnerabilidad, en cambio, hace
referencia al carácter
de las estructuras e
instituciones
económico-sociales y al impacto que estas provocan en
comunidades, familias y personas en distintas dimensiones de la
vida social. Esta diferencia conceptual tiene, desde luego,
importancia explicativa. Pero además también
debiera tener incidencia en las políticas
públicas, con tratamientos que permitan atacar la pobreza y la
vulnerabilidad de forma integral.
Todas estas situaciones y realidades descritas, y
constatables en América
Latina y el Caribe, terminan por construir el clima creciente
de tensión social en cada uno de nuestros países,
ya que como se deduce impactan en torno a personas y grupos de
personas de manera directa. Es esta situación la que
permite afirmar que la Vulnerabilidad Social se ha convertido en
un rasgo dominante que se extiende a vastos contingentes de la
población continental, no solo expresado en torno a los
sectores sociales de menores ingresos, sino también
peligrosamente en torno a ingentes sectores medios de las
sociedades.
Es en este sentido que se tiende a rescatar como
instrumento analítico el concepto de Vulnerabilidad
Social, sobre todo porque incorpora dos aspectos cualitativos
destacables:
• Por un lado, su capacidad para reflejar un
proceso
dinámico que apunta a respuestas potenciales y no a
resultados; y,
• Por otro, enfatiza su potencia para
describir e interpretar fenómenos actuales y
vigentes.
Esta nueva noción-concepto da cuenta de la
condición de riesgo e
indefección en que quedan aquellas capas sociales que
durante un tiempo estuvieron
amparadas por el Estado
desarrollista y retrata bien la creciente inestabilidad que
caracteriza la trayectoria de las personas.
Aún más, se le identifica un carácter
multidimensional, situación que permite su
instrumentalización y operativización a diferentes
escalas. Ello, está signado por la posibilidad de
identificar expresiones de ésta "condición de
riesgo" en las
siguientes escalas:
A escala
macrosocial, se destaca la estrecha relación que tiene con
los traumáticos y acelerados cambios que se producen en
los basamentos mismos del sistema
socioeconómico: la importancia otorgada al mercado,
la
globalización, el nuevo rol del Estado, la prioridad
otorgada a la eficiencia en la
asignación de recursos y la
búsqueda a ultranza de competitividad
y el consumo .
En este mismo contexto, desde un punto de vista de la
acción social, el Estado
desproteje a los grupos medios y focaliza su acción en los
grupos de extrema pobreza; paralelamente, se presencia una
pérdida de peso relativo de las organizaciones
sociales, gremiales y políticas situación que da
espacio y no suponen interpelación social ante situaciones
tan polémicas como la reducción relativa de los
salarios y la
flexibilización del empleo.
En esta dimensión, los cambios del modelo de
desarrollo promueven y generan una mutación social
profunda cuya dirección esencial produce un paso de la
protección y seguridad
relativa pre-existente a la competencia y a
la incertidumbre de numerosos actores sociales.
A escala mesosocial
(comunidades) los mecanismos de generación de desventajas
sociales se ubican y vinculan principalmente con las condiciones
productivas locales y con la institucionalidad local concreta de
organizaciones sociales y políticas legitimadas, o en su
modalidad de vínculos de solidaridad,
confianza, trabajo conjunto, de apoyo mutuo y de conocimiento
reciproco).
Generalmente, las comunidades vulnerables cuentan con
capacidades productivas precarias o en obsolescencia o tienen un
capital social
–instituciones
y vínculos de reciprocidad y confianza–
insuficientes .
Sin embargo, de suyo, la vulnerabilidad –de
comunidades, barrios o pueblos– puede tener su origen en
eventos que
provocan desastres y por ello pueden considerarse como un mayor
riesgo o una mayor debilidad frente a los resultados o
consecuencias de aquellos.
A escala microsocial (familias e individuos), se
destacan los desafíos cotidianos del medio en el que las
familias e individuos están insertos. Ellos permiten o
impiden el acceso a las inserciones sociales y reditúan de
manera diferenciada en los planos del ingreso, el prestigio y el
poder. Por
ello, el nivel de vulnerabilidad de un hogar –que se
refiere a su capacidad para controlar las fuerzas que los afecta-
depende de la posesión o control de
activos, esto es,
de los recursos
requeridos para el aprovechamiento de las oportunidades que
brinda el medio en que se desenvuelve .
En este sentido, las unidades domesticas (hogares y
familias) y las personas con desventajas económicas
(capitales, activos y
habilidades limitadas para el manejo de recursos), con
desventajas socioculturales (educación, capacitación, información, etc.) con desventajas
organizacionales (relaciones y pertenencia a redes sociales y
organizaciones sociales), engrozan las franjas de vulnerables al
enfrentarse cotidianamente a un medio que les presiona más
allá de sus capacidades de respuesta.
Quienes han trabajado el concepto de vulnerabilidad en
relación a la "capacidad de movilización de
activos" destacan su asociatividad con los recursos disponibles
–en hogares y personas– para enfrentar shocks o
adaptarse a cambios externos y ella se definiría por la
carencia propiamente tal de activos o incapacidad para
movilizarlos.
La mención a los activos hace referencia en un
sentido amplio, a los bienes
tangibles e intagibles que las personas o los hogares controlan o
poseen y que pueden utilizarlos al momento del impacto o shock.
De igual manera, entre éstos activos se identifican al
trabajo, el capital humano,
los recursos productivos y las relaciones sociales y
familiares.
En esta lógica,
es dicho conjunto de activos el que sufre el impacto del nuevo
patrón de desarrollo, al modificar drásticamente
las posibilidades de acumularlos y movilizarlos con las
consiguientes repercusiones y construcción de situaciones de
indefensión en amplios contigentes poblacionales y grupos
sociales del continente. Siguiendo esta reflexión, se
percibe la noción de Vulnerabilidad Social como un
proceso en
torno al cual se destacan cuatro dimensiones de la vida social
que exponen de manera más súbita y pertinaz a
condiciones de indefensión e inseguridad a
amplios segmentos poblacionales, particularmente en América
Latina: el Trabajo, el
capital
humano, el capital físico y las relaciones
sociales.
El trabajo, es así identificado en la
región como uno de los principales "espacios de riesgo",
hoy acorralado por las formas de producción (basada en núcleos
modernos) que disminuyen relativamente la generación de
nuevos empleos, que expulsan y/o no incorporan mano de obra de
baja calificación y baja productividad, y
que se norma con políticas de flexibilización y de
inseguridad
que terminan por mostrar un mapa de precariedad asociada al mundo
de asalariados y trabajadores en general. Concomitantemente, se
constata entonces un estrecho vínculo entre la
vulnerabilidad social y el empleo, situación evidentemente
consustancial al patrón de desarrollo vigente.
La indefensión de las personas también se
muestra en
torno al denominado capital humano, dimensión que da
cuenta principalmente a los cambios negativos en educación y salud, y la privatización –total o parcial–
de estos sistemas, con el
consecuente deterioro ante quienes no acceden a un mercado
privatizado, que oferta mejores
servicios.
La condición de vulnerabilidad en que se
encuentran el capital humano de la población
latinoamericana no solo otorga al patrón de desarrollo una
particularidad socialmente distintiva, sino que también
muestra el
escaso aprovechamiento que se hace de los recursos
humanos para lograr el mejoramiento sistémico de la
competitividad
en los mercados
mundiales.
Otra dimensión de vulnerabilidad social
está descrita a través del debilitamiento y
pérdida del capital físico –o recursos
productivos– de los sectores de baja productividad o
de sectores informales de la economía
(trabajadores por cuenta propia, artesanos, talleres de micro y
pequeñas empresa, negocios
familiares, unidades económicas solidarias, etc.). De
hecho, en la nueva coyuntura el marcado interno de productos y
servicios que estos sectores producen y comercializan se ve
drásticamente trastocado por la competencia que
la globalización permite, sin embargo lo
más relevante menciona el hecho que en el marco del actual
patrón de desarrollo imperante en la región se
privilegia el ordenamiento macroeconómico y se limitan o
anulan capacidades públicas para fomentar políticas
de protección y subsidios y protección de
iniciativas que emergen de los sectores de baja
productividad.
Finalmente, se destaca que la vulnerabilidad incluye una
dimensión específicamente referida a las relaciones
sociales. En torno a ellas se constata que el modelo de
desarrollo vigente ha impactado de manera negativa y concreta en
los sistemas de
redes sociales y
estructuras de
organización y participación social
y política.
El sesgo negativo del impacto hacia ellas está
dado porque los vínculos y redes que tienen las personas
son históricamente muy determinantes para las mayores o
menores posibilidades de acceso a mejores oportunidades para una
vida más digna. La privatización de la vida económica,
la disminución del papel del
Estado –como instancia de protección de la vida
social– y el debilitamiento de las organizaciones
sindicales y sociales han acercado a los individuos al mercado,
pero lo han aislado de la sociedad .
De hecho, con realidades obviamente heterogéneas
en la región, estamos frente a una suerte de
"desintegración de la vida social", donde se perciben
afectadas las formas tradicionales de organización y participación social,
y de representación social y política por medio de
sindicatos,
partidos
políticos o movimientos sociales
tradicionales.
Incluso las relaciones familiares (que también
constituyen un activo significativo, especialmente en los
sectores pobres) se ven impactadas incrementando la
situación de indefensión y vulnerabilidad de los
hogares. Algunas ideas fuerzas del modelo de desarrollo
(privatización, consumo, competencia, etc.) socaban los
hábitos solidarios y la responsabilidad
social de los individuos, y por el contrario alimentan nuevos
estereotipos sociales (consumismo, individualismo, etc.) que
promueven los estados de indefensión en las personas y
grupos más debilitados. Y la crisis financiera es ahora
una crisis social reduciendo los recursos públicos y las
instituciones que protegían a la gente..
Son aquellos identificados como sujetos en
situación de desmedro y desventajas sociales originadas a
partir de múltiples y diferentes factores son, sin
embargo, grupos que no encuentran o no cuentan con estructuras
institucionales para resolver los asuntos propios de una
idónea reproducción social.
En un sentido amplio, los grupos vulnerables
identificables en las sociedades
latinoamericanas y caribeñas podrían registrar como
tales a múltiples universos poblacionales, a partir de la
multiplicidad de factores que teóricamente construyen
desventaja social y situaciones de indefensión. De suyo,
siguiendo las reflexiones teóricas anteriores, diferentes
planos de la reproducción social podrían
eventualmente permitir la identificación de los grupos
vulnerables.
Si bien esta afirmación nos empujaría
inexorablemente a identificar como grupos vulnerables a la gran
mayoría de la población continental, no es menos
cierto tener en cuenta que el carácter multidimensional de
los factores que construyen o facilitan situaciones de desventaja
social – por ende de vulnerabilidad social- se acotan respecto de
la desventaja o exclusión de personas y grupos de personas
respecto de la participación en los intercambios,
prácticas y derechos sociales que
permiten o constituyen la integración social.
De esta manera, aunque sigue percibiéndose el
carácter transversal de la presencia de grupos vulnerables
(identificables en torno a múltiples y diversos grupos
sociales), en América Latina y el Caribe, se hacen
más identificables como grupos vulnerables aquellos
asociados a estamentos sociales incluidos o cercanos a la
pobreza.
Insistiendo en el carácter aún
exploratorio y en proceso de construcción teórica del concepto
que define la Vulnerabilidad Social, se mencionan como grupos
vulnerables a los niños y
jóvenes, las mujeres, los ancianos y los indígenas,
todos ellos, grupos que requieren de políticas sectoriales
o multisectoriales específicas.
Entre algunos grupos socialmente vulnerables que ya son
insistentemente identificados, se mencionan al menos
a:
•Mujeres (generalmente jefas de hogares)
•Discapacitados (en situación de
pobreza)
•Jóvenes (de entre 14 y 24 años, en
situación de pobreza por NBI y con problemas de
empleo)
•Migrantes
•Indigenas (en
situación de pobreza por NBI)
•Niños (de la calle o incluidos en trabajo
infantil)
•Hogares (con portafolios limitado de
activos)
•Adultos Mayores (mayores de 60 años, sin
ingresos o con ingresos inferiores a jubilaciones
mínimas);
Lo cierto es que obviamente siguiendo la síntesis
teórica realizada en el acápite anterior,
podríamos aseverar que en el contexto de las situaciones
de bienestar social v/s indefensión social que gesta el
modelo de desarrollo vigente, se puede fácilmente llegar a
identificar transversalmente en todas nuestras sociedades grupos
de personas (pertenecientes a estratos sociales medios y bajos)
que cotidianamente se perciben en estado de indefensión
frente a la modernidad.
Los factores de vulnerabilidad, que adquieren
preponderancia en la actual fase de desarrollo de la
región, colocan a ciertos grupos sociales en condiciones
especialmente precarias.
En primer lugar se encuentran los niños y
adolescentes
pobres. La mortalidad, la desnutrición, las inequidades
educacionales, la deserción
escolar, el trabajo
infantil, el embarazo y la
maternidad temprana, el aborto,
la
drogadicción, el maltrato y el abuso sexual
convierten a este grupo en
objetivo
principal de las políticas sociales.
En la misma situación están las mujeres
jefas de hogares pobres, sobre las que recae la alta responsabilidad de cuidar y sostener a sus hijos.
Ellas sufren variadas discriminaciones, propias al tipo de
vulnerabilidad que las afecta: su condición de género,
las diferencias de remuneraciones
cuando obtienen trabajo, la inexistencia de apoyo para la
protección y cuidado de los hijos, la falta de
educación.
Y los adultos mayores pobres sufren las consecuencias de
sistemas de previsión social no eficientes y/o no
equitativos y que no les garantizan pensiones para cubrir sus
necesidades básicas. Si se agregan los también
ineficientes y/o inequitativos sistemas de salud, las condiciones de la
vejez son muy
dramáticas en los países de la
región.
Por último, y sin que esta enumeración sea
completa, están las etnias originarias, que son altamente
vulnerables tanto en zonas rurales como en las
ciudades.
En lo fundamental, nuestro trabajo, supone un cambio de
enfoque. El que proponemos: la resiliencia. Promover la
resiliencia apunta a mejorar la calidad de
vida de las personas a partir de sus propios significados,
del modo como ellos perciben y enfrentan el mundo. Entonces
nuestra primera tarea es reconocer aquellas cualidades y
fortalezas que han permitido a las personas enfrentar
positivamente experiencias estresantes. Estimular un comportamiento
resiliente implica potenciar estos atributos involucrando a todos
los miembros de la comunidad en el
desarrollo, la implementación y la evaluación
de los programas de
intervención.
El desarrollo de la resiliencia no es otro que el
proceso de desarrollo saludable y dinámico de los seres
humanos en el cual la
personalidad y la influencia del ambiente
interactúan recíprocamente.
El desarrollo
humano, es un proceso y no un programa. Rutter
estimula el uso del término proceso protector, el cual
comprende la naturaleza
dinámica de la resiliencia en lugar de los
elementos protectores más comunes: "No se refiere a
elementos en un sentido amplio, sino simplemente a mecanismos
para desarrollar el proceso de protección" ( Rutter,1987).
Las investigaciones
son una esperanza para que los programas de
prevención, educación y desarrollo de
jóvenes no giren alrededor del programa en
sí, sino más bien en el proceso y en cómo
realizamos lo que hacemos; es decir, no concentrándonos en
el contenido, sino en el contexto.
Existen factores internos como la autoestima, el
optimismo, la fe, la confianza en sí mismo, la responsabilidad, la capacidad de elegir o de
cambio de las competencias
cognoscitivas. Una vez fortalecidos estos aspectos, se refuerzan
las posibilidades del grupo de
apoyar a las personas como ser humano integro, seguro y capaz de
salir adelante.
Por ello es importante, además de desarrollar
factores internos, afianzar los apoyos externos. Sin embargo, si
la autoestima es baja o no se conjuga bien con las destrezas
sociales, o si la esperanza en uno mismo no fluye no se canaliza
de la mejor manera y si se le quita al individuo el apoyo externo
vuelven a derrumbarse.
A continuación detallamos diez puntos que
fortalecen internamente el poder personal:
1.Trato estable con al menos uno de los padres u otra
persona
de
referencia.
2.Apoyo social desde dentro y fuera de la
familia
3.Clima educativo emocionalmente positivo, abierto,
orientador
y regido por normas.
4.Modelos
sociales que estimulen un conductismo
constructivo.
5.Balance de responsabilidades sociales y exigencia de
resultados.
6.Competencias
cognoscitivas.
7.Rasgos conductistas que favorecen a una actitud
eficaz.
8.Experiencia de autoeficacia, confianza en uno mismo y
concepto
positivo de uno mismo.
9.Actuación positiva frente a los inductores del
stress.
10.Ejercicio de sentido, estructura y
significado en el propio
crecimiento.
Son condicionantes externos los de carácter
social, económico, familiar, institucional, espiritual,
recreativo y religioso, los cuales son promovidos o facilitados
por el ambiente, las
personas, las instituciones y las familias que intervienen en la
atención, el trato y el tratamiento de los
grupos e individuos que están en situación de
riesgo y vulnerabilidad.
Al margen de los ya mencionados, caben otros
ámbitos y claves que la resiliencia genera no pocos
insisten en la necesidad de contar con buenos modelos de rol
en la vida diaria especialmente cuando se trata de niños,
personas de las cuales los individuos u otros niños pueden
aprender. En la actualidad algunos educadores han desarrollado
estas técnicas
con experiencias realizadas en el campo con bosques, flores y
demás. También constan entre los factores externos
los factores de riesgo que pueden ser muchos, los cuales
vulnerabilizan la integridad psíquica, moral, y
social.
No basta con compartir su cotidianidad y diluirse en
ella, ni reflexionar su problemática identificando los
factores de riesgo que los llevó a tomar esta
opción, pues sería vulnerabilizar aún mas
sus condiciones de vida, sobre todo se fomenta una doble
estigmatización, marcándoles con una etiqueta como
de callejero, drogadicto, etc.
En estos casos, es la luz interior la
que en determinados casos sirve para determinar una
decisión y tomar una oportunidad privilegiada que se
presenta en el momento justo. Esto representa fortalecer los
factores de protección que promueve la resiliencia,
revalorizando el potencial interno y externo de cada persona para
reconstruir su proyecto de vida
personal y
comunitaria.
Se puede considerar que las principales actitudes que
fortalecen en los factores protectores o resilientes en los
humanos son:
•Demostraciones físicas y verbales de afecto
y cariño en los primeros
cuatro años de vida.
•Reconocimiento y atención a sus éxitos y
habilidades.
•Oportunidades de desarrollo de
destrezas.
•Actitud de
cultivo, cuidado y amor por parte
de todos sus semejantes y especialmente de los encargados de su
cuidado y protección.
•Apoyo de un marco de referencia ético,
moral
En lo fundamental, contar con un proyecto para
vivir genuinamente. Estos proyectos son
posibles hoy en día, sin necesidad de acudir a sectas o a
voces mesiánicas para la solución a los grandes
interrogantes de la vida.
Primero tenemos que reconocernos como seres humanos con
valores y
potencialidades y en ese espejo mirar también a los otros
con una visión holística que apunta al crecimiento,
al fortalecimiento interior y al cultivo de la
autoestima.
Las investigaciones
sobre resiliencia son un llamado para que se dé un cambio
a nivel social — un toque de trompeta para crear relaciones y
oportunidades para todos los seres humanos durante toda una vida.
Si deseamos cambiar el "status quo" de la sociedad, esto
significa cambiar paradigmas,
tanto a nivel personal como profesional, cambiar los riesgos por la
resiliencia, el control por la
participación, la resolución de problemas por el
desarrollo positivo, el no percibir a los y las jóvenes
como problemas, sino como recursos, el edificar instituciones,
por la edificación de comunidades, etc. El fomentar la
resiliencia es un proceso estructural profundo que se inicia de
adentro hacia afuera, en el cual cambiamos nuestra forma de
pensar para poder percibir a los y las jóvenes, a sus
familias y su cultura como
recursos y no como problemas.
Sin embargo, el fomentar la resiliencia también
significa que se debe trabajar a nivel de las políticas
educativas, sociales y de justicia
económica. Asimismo, significa transformar no sólo
a nuestras familias, centros educativos y comunidades, sino
también crear una sociedad cuyo interés
principal sea el darle una respuesta a las necesidades de los
ciudadanos, de los y las jóvenes y de las personas de
mayor edad. Para hacer esto una realidad, nuestra mayor esperanza
recae en los y las jóvenes y en la credibilidad que ellos
y ellas nos inspiren.
Si bien es cierto que las acciones que
haya que emprender dependerán de los recursos disponibles
y del estado actual de la atención en salud. Necesitamos
claros lineamientos de política y programas que deben
formularse partiendo de información actualizada y fiable acerca de
la comunidad, los
indicadores de
salud, los tratamientos eficaces, la estrategias de
prevención y promoción y los recursos de salud, a ser
revisados periódicamente para modificarlos o actualizarlos
si es preciso.
En Salud para desarrollar nuestro trabajo, de
psicólogo , es necesario elaborar modelos alternativos de
formación profesional. Así lo exige, una estrategia de
Atención Primaria de la Salud (APS), por ejemplo, que
define la salud como un derecho básico, donde el Estado
tiene el deber de garantizar el acceso equitativo a los servicios
de salud, es visto como un proceso ligado a las condiciones de
vida de la población, teniendo como unidad de análisis el grupo social, la familia, e
incorpora la interdisciplina para dar cuenta de esa complejidad.
Un concepto de salud que incluye, participación de la
población, el énfasis en la promoción y la prevención, el
trabajo bajo programas, cierta autonomía en la planificación, y la articulación
entre los distintos niveles de atención.
De otro lado, tenemos la necesidad de dar cuenta de la
dimensión social y cultural del proceso de
salud-enfermedad-atención, e incorporar, en nuestra
práctica, el concepto de calidad de
vida., definida como la calidad de las
condiciones de vida de una persona (a), como la
satisfacción experimentada por la persona con dichas
condiciones vitales (b), como la combinación de
componentes objetivos y
subjetivos, es decir, Calidad de Vida definida como la calidad de
las condiciones de vida de una persona junto a la
satisfacción que ésta experimenta (c) y, por
último, como la combinación de las condiciones de
vida y la satisfacción personal ponderadas por la escala
de valores,
aspiraciones y expectativas personales (d). El concepto
está emergiendo como un principio organizador que puede
ser aplicable para la mejora de una sociedad como la nuestra,
sometida a transformaciones sociales, políticas,
tecnológicas y económicas. No obstante, la
verdadera utilidad del
concepto se percibe sobre todo en los servicios humanos, inmersos
en una "Quality revolution" que propugna la planificación centrada en la persona y la
adopción
de un modelo de apoyos y de técnicas
de mejora de la calidad.
Grau (1998), nos refiere que si la CV es una
valoración subjetiva, no puede prescindirse entonces de la
valoración del sujeto; cada uno debe ser considerado la
persona más capaz de sopesar satisfacciones e
insatisfacciones con su vida. El papel de los
factores psicológicos que condicionan el grado de
satisfacción o bienestar es determinante para el proceso
de evaluación. Así, desde el campo de
la Psicología, la CV se convierte en un
concepto básicamente referido al tipo de respuesta
individual y social ante el conjunto de situaciones de la vida;
se centra en la percepción
de ese bienestar, en el análisis de los procesos que
conducen a esa satisfacción y en los elementos integrantes
de la misma, al incorporar la dimensión subjetiva hay que
subrayar el papel que tiene la satisfacción y su medición a través de juicios
cognitivos y reacciones afectivas (Diener, 1984). Sin embargo,
existen opiniones divergentes en relación a la
satisfacción (Reimel, Muñoz, 1990),
asociándola a factores intrínsecos (reconocimiento,
progreso, autorrealización) y extrínsecos (status,
salarios,
seguridad), o
conceptualizándola en términos de una actitud. Esto
ha permitido examinarla bajo el prisma de diferentes modelos
teóricos recientes: el modelo de medición perceptual de Rice y sus cols, los
modelos basados en la teoría
social-cognitiva de Bandura y Jeller, la teoría
de la acción razonada de Fishbein y Ajzen, la
teoría de la ecología del
desarrollo de Bronfenbrenner, y otras propuestas. Este es
aún un camino incipiente que habrá de desarrollarse
en los próximos años y puede servir de sustrato al
enfoque psicológico en la conceptualización de la
CV y su evaluación.
6.Algunas notas
sobre la sociedad peruana
La sociedad peruana es estamentaria. Se construye como
una pirámide donde se montan los que tienen mayor poder
sobre los que tienen menos poder, y en la cúspide se
asientan los blancos, varones, heterosexuales, saludables y con
dinero.
Ésta es una tara del siglo XVIII según unos y del
siglo XVI según otros. Los estamentos se consolidan sobre
la base de ingresos económicos, pero, además, de
simbología social. Quijano (1980, citado por Ugarteche,
1998) planteó el problema de la dominación cultural
en el Perú. Heller (1988, citado por Ugarteche, 1998)
sugiere que las sociedades premodernas son jerarquizadas. Pero
añade que en este tipo de sociedad pensar en la igualdad es
imposible porque nadie se puede imaginar estar en la
posición del otro. Quizá por eso es que el
«trepar» tiene las características especiales que se
encuentran en el Perú. En las clases altas ha surgido un
fenómeno nuevo: el hablar de los «caras de
huaco» o de los «indígenas» con
referencia a lo traicionero y de mal olor. Ésta es la
expresión del Poder que se esconde detrás de la
fachada según la cual en el Perú no hay racismo. El
«cholear» se ha proletarizado y la discriminación se ha sofisticado. De
allí comienza el sistema de discriminaciones hasta el piso
de los excluidos, o dominados excluidos para ser aún
más exactos. El dominado excluido no tiene derecho a nada
y provoca la discriminación absoluta del resto de la
sociedad. Los prejuicios se materializan mediante acciones
reales sobre personas reales, quizá sin tomar en cuenta
que por el mero hecho de ser seres humanos tienen el derecho a
ser respetados, aunque estas personas tengan vidas que pueden
valer cero en términos de productividad marginal. El otro
lado de esta cultura es no
expresar la realidad.
El nuevo Perú que emerge, con sus fragmentos,
trae consigo la realidad de la dispersión en beneficio de
la
globalización. El proceso de
desindustrialización, la reprimarización de las
exportaciones, la
autogeneración de empleo, la juventud de la
nueva población, las consecuencias de las migraciones de
la sierra a la costa y la selva de décadas anteriores, las
consecuencias de la guerra interna
de 1981 a 1992, la nueva y fuerte presencia de mujeres en la
fuerza de
trabajo, la reaparición de epidemias son parte de lo
nuevo.
Gerschenkron (1952, citado por Ugarteche, 1998) discute
que lo que le da un sentido de valor a una
persona está relacionado con el nivel de ingresos que esta
persona recibe, porque es mediante sus ingresos que la persona
siente el valor que él o ella tiene en la sociedad. Desde
ese punto de vista, el sentido de autoestima y los derechos ciudadanos
están relacionados con los ingresos. ¿Qué
pasa cuando los niveles de ingreso son bajos? La persona se
considera poca cosa. ¿Qué pasa cuando la persona no
tiene empleo? La persona es excluida, no pertenece a una red social, pierde sus
derechos.
¿Qué ocurre en lo económico cuando
una persona tiene empleo y no le alcanzan sus ingresos para
vivir? Trabajan los niños y niñas para complementar
el ingreso familiar y entonces comienza un tema espinoso que
afecta la moral de la
nación.
El punto de partida es que el trabajo infantil creció como
resultado de la depresión
expresada como perdida del empleo, ingresos y nuevas inversiones en
los países latinoamericanos.
Se puede afirmar con toda certeza que la depresión
económica peruana, inscrita en la depresión
económica latinoamericana, empobreció a todo el
país con las excepciones notables de algunos
pequeños sectores cuyos ingresos provenían de
utilidades. Se extrapolaron los niveles de vida. Con la
recuperación, lo que se observa (aunque no hay datos aún
que permitan sustentarlo) es que alrededor del 10% de la
población se ve beneficiada preferentemente. Es aquella
sujeto de crédito. Se podría decir que son dos
millones de personas naturales las que se benefician del crédito
de forma directa e indirecta, y éstas representan el
área de beneficio preferencial de la recuperación
económica. El resto quedó excluido del
crédito y de los beneficios de la recuperación, del
empleo y de las mejoras de la salud. Los observan desde el
margen.
En este contexto, ¿ qué pasa con los
adultos mayores?
El envejecimiento de la población es considerado
tanto un signo como un resultado del desarrollo
económico y social de un país. En este sentido,
la O.N.U. pronostica para el año 2050 que en las regiones
desarrolladas habrá más del doble de personas
mayores de sesenta años que menores de quince; mientras
que en las menos desarrolladas el porcentaje poblacional de los
primeros se incrementará de un ocho a un veintiuno durante
el período comprendido entre 1998 y 2050. En conjunto, la
proporción de personas mayores en el mundo pasará
de un diez a un veintidós por ciento en el transcurso de
dicho período .
Uno de los indicadores
más utilizados en el análisis de las tendencias
demográficas de un país es el índice de
envejecimiento que resulta de dividir el número de
personas con 60 ó más años entre los que no
alcanzan la edad de 15. Valores por encima de 0,5 corresponden a
poblaciones en proceso de envejecimiento, y si son superiores a
0,6 permiten aplicarle el calificativo de envejecida. De acuerdo
con el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) , la población
peruana proyectada a fecha treinta de junio de 1999 asciende a
25.232.000 personas. De ellas, el 33,9% tiene menos de quince
años, mientras que el 7,1% cuenta con sesenta o más
años. La evolución del índice de
envejecimiento en este país muestra la tendencia propia de
aquellos países que se encuentran en un proceso de
transición demográfica. En este sentido, en 1950
eran 13,7 las personas mayores de sesenta años por cada
cien niños de entre cero y catorce años. Este
índice ha pasado a ser de 18,7 en 1995, y se estima que en
el año 2025 supere la barrera del medio punto,
situándose según los pronósticos en 0,534.
Para el año 2002 la población estimada a
nivel nacional es de 26 millones 749 mil personas, de las cuales
el 33.8% tiene menos de 15 años, el 60% está entre
15 y 59 años, mientras que el 7.2 % cuenta con 60 y
más años . Proyecciones oficiales estiman que para
el año 2020 esta proporción de adultos mayores
subirá al 11% de la población y a 12.6% el
año 2025. En cifras absolutas, las personas de 60
años y más subirán de 1 millón 848
mil en el año 2000 a 3 613 mil en el año 2020 y, a
4 millones 470 mil en el año 2025.
8.Mitos respecto
a la vejez
En torno a los cambios biológicos ocurridos al
envejecer, se configuró el llamado modelo médico
tradicional que conceptualizó a la vejez en
términos de déficits y de involución
acentuando la percepción
de la vejez como un proceso degenerativo. El proceso de
envejecimiento constituye un fenómeno universal que afecta
a todos los seres vivos. El envejecer no significa necesariamente
que la persona se deslice inevitablemente hacia la invalidez,
soledad y a un deterioro físico y mental.
Respecto a la vejez se han desarrollado una variedad de
mitos. El
primero se refiere a la expectativa de que ser viejo significa
estar enfermo (Verbrugge, 1984). Al respecto, una encuesta
realizada en 1994 encontró que entre las personas de 65 y
74 años, 89% no presenta invalidez alguna. Para las
personas entre 75 y 84 años, esta cifra fue del 73% y
entre aquellos sobre 85 años, fue del 40% (Rowe y Khan,
1998).
Un aspecto adicional es la concepción que se
asume respecto a la salud – enfermedad . La "biomedicina", pone
particular en la observación de la salud humana, centrando
el diagnóstico y tratamiento de la enfermedad
en los aspectos fisiológicos y patofisiológicos del
cuerpo humano
. El reduccionismo de la salud y la enfermedad a los aspectos
corporales de la experiencia humana es coherente con la moderna
separación entre cuerpo y alma, siendo sólo el
primero ámbito de acción e intervención para
las ciencia
médicas racionales. Desde este paradigma, que
considera el cuerpo como una máquina que funciona
fisiológicamente según patrones constantes y
cuantificables, y a la enfermedad como una alteración
físicas de este funcionamiento, lo que corresponde para
mantener la salud es conocer dicha fisiología, conocer sus alteraciones e
intervenir para restablecer el normal funcionamiento del cuerpo.
En consecuencia, otros aspectos de la experiencia humana,
sociales, culturales, ecológicos, emocionales o afectivos,
nada tiene que ver con la salud ni la enfermedad del sujeto. Este
acercamiento reduccionista del bienestar y la salud a su
expresión corporal y fisiológica se manifiesta
también en la fuerte tendencia a la medicalización
de una serie de procesos humanos altamente complejos, tales como
el embarazo y
parto, la
obesidad, el
stress, sexualidad o
las adicciones, el
envejecimiento, experiencias que son marcadas de
terminologías patológicas y tratamientos centrados
en la corporalidad de estos procesos.
El segundo mito se
refiere a que existen límites en
la capacidad de aprendizaje. Una
serie de habilidades como el procesamiento, el aprendizaje y
la recuperación de nueva información, la
solución de problemas y la rapidez de respuesta, parecen
sufrir un enlentecimiento en la vejez con respecto a etapas
previas de la vida.. Birren, Woods y Williams (1980) proponen la
hipótesis de un enlentecimiento cognitivo
generalizado del SNC. Sin embargo, las personas mayores pueden
mejorar sus habilidades cognitivas mediante procedimientos
conductuales ( por ej., retroalimentación y reforzamiento positivo
para la identificación de las claves relevantes a la
memorización); en particular, el aprendizaje,
la recuperación de información y la habilidad para
resolver problemas.
Al menos tres factores han sido identificados como
predictores de un menor decremento en las habilidades cognitivas,
a medida en que envejecemos. El primer y mejor predictor es el
nivel educacional. El segundo es la capacidad pulmonar ,
estrictamente relacionada con la actividad física regular y que
probablemente permite una mejor circulación y
oxigenación de la sangre que llega
al cerebro. El
tercer predictor es el nivel de autoeficacia, es decir, la
creencia en la habilidad personal de ser capaz de influir en lo
que nos ocurre a diario (Albert,1995; Greider, 1996).
Una tercera creencia o mito implica
que el envejecimiento conlleva necesariamente un deterioro
continuo y progresivo. Sin embargo, gran parte de las funciones
perdidas pueden recuperarse y en algunas instancias lograr
niveles superiores a los previos.
Una cuarta creencia señala que la genética
es el factor determinante en el cómo envejecemos. Sin
embargo, se estima que sólo el 30% del envejecimiento
físico puede ser atribuido a factores genéticos,
aún más, se cree que a medida que envejecemos la
importancia de la genética
es cada vez menor. La forma en que vivimos ( estilos de vida) y
dónde vivimos ( ambiente) son los factores más
importantes en determinar los cambios relacionados con el
corazón, el sistema inmunológico,
los pulmones, los huesos, el
cerebro y los
riñones.
El quinto mito se refiere a dificultades en la respuesta
sexual. Al respecto, se constata una gran variabilidad
individual. Considerándose que, aquellos individuos que
han sido sexualmente activos toda su vida es probable que
continúen siéndolo durante su vejez. También
parece necesario señalar que es muy probable que el
repertorio sexual se amplíe a medida que envejecemos. Es
decir, los viejos practican una gama más amplia de
comportamientos sexuales, en donde el acariciarse, abrazarse y
sentirse amado son más importantes que la
penetración y el alcanzar el orgasmo ( Segraves y
Segraves, 1995).
Un sexto mito se relaciona con la creencia de que los
viejos son una carga para los otros grupos etáreos y que
no participan en actividades productivas. Lo cierto es que, una
buena parte de los adultos viejos están preparados y
dispuestos a trabajar, o trabajan; lo que ocurre es que en el
mercado laboral son
discriminados, cuando se trata de contrataciones o
ascensos.
De otro lado, el retiro como negación del derecho
al trabajo. La retirada de los sistemas de
producción se traduce en un cambio radical en el
estilo de vida de estas personas, a una disminución
considerable de su poder adquisitivo se le añade la
pérdida de los ambientes sociales en los que habitualmente
se desenvolvía la persona, la disminución de
funciones y roles sociales, la obligada reestructuración
de su tiempo, etc.
No obstante , debemos prestar atención a los
procesos que normalmente están asociados al
envejecimiento, y que nos indican cuáles son los problemas
que se presentan hoy en día:
- Por una parte, la incomprensión y la falta de
adaptabilidad a situaciones nuevas que colocan a las personas
mayores en una situación de inferioridad en un mundo
rápidamente cambiante. - Por otra, el declive psicofísico asociado al
envejecimiento conlleva necesidades de atención
psicosocial, sanitarias y económicas cada vez
mayores.
En los países desarrollados se considera que
cerca del 25 por 100 de la población geriátrica
sufre una afección psíquica (Sheperd y Clare,
1981), siendo la depresión la más frecuente, con un
índice de morbilidad que oscila entre el 13 y el 20 por
100. En Lima Metropolitana y Callao, la prevalencia actual del
episodio depresivo, alcanza la cifra de 9.8. El 27.8 % alguna vez
en su vida ha presentado deseos suicidas; el 2.5% ha intentado
suicidarse alguna vez y un 0.3% lo habría realizado en el
último año.
El desarrollo a escala humana incorpora a los viejos
junto con otros miembros de la sociedad en la definición y
construcción de su futuro.
Este tipo de desarrollo supone una democracia
directa y participativa, significa llevar adelante el concepto de
ciudadanía, entendido como: …" la competencia
histórica para decidir y concretar la oportunidad del
desarrollo
humano sostenible, indica la capacidad para comprender
críticamente la realidad y sobre la base de esta conciencia
crítica elaborada, de intervenir de manera alternativa, se
trata de transformarse en sujeto histórico y como tal
participar activamente, en este sentido la capacidad organizativa
es fundamental porque potencia la
competencia innovadora, en el reverso de la moneda, la
cuestión consistiría en la superación de la
masa manipulable y la pobreza política."
Pensar en términos de desarrollo a escala humana,
de acuerdo a los escritos de Max Neff, significa crear las
condiciones para que los mayores sean los protagonistas
principales en este desarrollo, esto implica respetar las
diferencias y la autonomía de los espacios en que
actúan, alentar soluciones
creativas que asciendan de las bases a la cima.
La satisfacción de las necesidades debe
considerarse no sólo como superación de carencias
sino también como la capacitación de los mayores como
participantes activos en el desarrollo de su sociedad y como
protagonistas del crecimiento personal de cada cual como ser
humano, pasar a ser personas sujeto y no objeto.
Este desarrollo supera la antinomia entre lo individual
y lo social, fomenta la adopción
de medidas que combinan el crecimiento individual y social como
dos aspectos de una misma realidad.
Lo que se busca en el desarrollo a escala humana es una
planificación global de la autonomía local, con
estrategias
capaces de movilizar a las diferentes organizaciones de los
mayores de modo que puedan transformar su lucha por sobrevivir en
opciones y alternativas vitales basadas en la dignidad y creatividad y
no en la pobreza y degradación humana.
Al ser la vejez una construcción social, el
desarrollo a escala humana cambiaría desde el inicio las
fuerzas que estigmatizan a los viejos y los empujan al margen de
la sociedad. Avanzar en esta modalidad podría dar lugar al
ejercicio activo de los principios
propuestos por las Naciones Unidas a
favor de los Adultos Mayores: "independencia,
participación, cuidado, realización personal y
dignidad".
En otro aspecto, y en relación a la salud de la
comunidad, un objetivo
importante es ofrecer un encuadre conceptual y
metodológico para el trabajo con la comunidad, que supone
una serie de actividades referidas al equipo, a la comunidad y a
otros sectores involucrados.
Con respecto al equipo se plantea la necesidad
de:
•Recuperar la historia del grupo y
realizar un diagnóstico sobre la situación
presente, la inclusión de nuevos integrantes, el grado de
acercamiento y compromiso con la propuesta de "salud de la
comunidad".
•Sondear las expectativas y actitudes
relativas al trabajo en el centro de salud.
•Promover espacios de trabajo
interdisciplinario.
•Analizar las dificultades cotidianas, los
obstáculos que impiden la realización de las tareas
programadas, revisando las consignas surgidas en las reuniones de
equipo.
•Registrar las actividades, proyectos y
programas colaborando en el establecimiento de prioridades y la
planificación de las actividades.
•Incorporar la dimensión sociocultural e
histórica al interior del equipo, para ampliar su
concepción de los procesos de
salud-enfermedad-atención.
•Incentivar los procesos de reflexión sobre
la institución: su historia,
organización, normativas, relaciones de poder.
•Brindar información sobre la
población del área programática en lo
referente a composición sociodemográfica, historia,
organizaciones, grupos e instituciones.
•Reflexionar sobre las estrategias de trabajo
comunitario con el fin de coordinar las actividades extra
muro.
Esto significa con respecto a la comunidad, profundizar
el
conocimiento de la historia, las formas de
organización, instituciones, liderazgo,
redes, formas de comunicación, lógicas
existentes.
Avanzar en el
conocimiento de las distintas instituciones, organizaciones y
grupos que estaban trabajando en el barrio, intentando en la
medida de lo posible una coordinación de acciones.
Reflexionar sobre la relación centro de salud
comunidad, el grado de acercamiento, las imágenes,
expectativas, experiencias, las demandas en lo asistencial y en
los programas, intentando fortalecer los vínculos
existentes y formulando una metodología adecuada de trabajo.
Entrar en un mundo conocido desde la experiencia social
pero desde una posición distinta, una experiencia que se
asocia al padecimiento, a la enfermedad y a la muerte, que
genera angustia, temor. Intervenir, conocer para transformar,
para pensar alternativas, involucrarse.
Esta experiencia supone aprender a trabajar de otro
modo, muchas veces con problemas enunciados por otras
disciplinas, redefinir una problemática desde diferentes
perspectivas, trabajar con un ritmo distinto, atravesados por
urgencias, contradicciones, frustraciones. El supuesto
teórico implícito es trabajar sobre las diferencias
no como oposiciones sino como relaciones (nosotros-otros),
trabajar sobre los espacios de intercambio, las interacciones,
las mediaciones entre los individual y lo social, lo micro y lo
macro, la teoría y la práctica : las relaciones
entre el C.S. y la comunidad, entre clases
sociales. Las modalidades a través de las cuales se me
impone el otro, el lugar que ocupamos, las formas de comunicación, las distancias, las
relaciones de poder. Relacionar lo macro y lo microsocial,
analizando cómo el contexto histórico,
político y económico, las modificaciones en las
políticas sociales, podemos verlas en la cotidianeidad y
en las rupturas de esa cotidianeidad, asociadas a experiencias
colectivas.
10.Perfil de
competencias del interventor
Pero un objetivo fundamental será desarrollar
nuestra capacidad de respuesta a las personas a las que servimos
. Consideramos un perfil básico :
- Comprensión empática: Concebida como el
grado en el cual una persona es consciente de lo que en este
momento le ocurre a otra persona internamente. - Nivel de aprecio: Definido como el componente
afectivo de la respuesta de una persona hacia otra. Tenemos que
afianzar los sentimientos "positivos" ( respeto,
simpatía, aprecio, etc) frente a los negativos (
desagrado, impaciencia, desprecio, etc) - Autenticidad. Lo que muestra una persona en una
relación determinada con otra persona;
definiéndose como el grado en el cual la primera se
halla funcionalmente integrada en el contexto de su
relación con la segunda. - Incondicionalidad del aprecio. Concepto que se
relaciona específicamente con el grado de variabilidad
que exista en la respuesta afectiva de una persona con respecto
a otra. En su polo positivo implica, que todas las experiencia
del consumidor
nos afectan como igualmente dignas de consideración
positiva. En el polo negativo supone imponer nuestra escala de
valores, y considerar algunas de sus vivencias dignas de
aprecio y otras no.
El perfil lo definimos como indicador de competencias
para promover resiliencia., y no solamente en salud;
también en contextos
La intervención educativa y social comunitaria se
revela como una de las medidas más eficaces en cuanto
sustentadas en dos líneas de actuación:
- El requerimiento del adulto mayor que quiere
participar en el mundo relacional en el que se desenvuelve con
pleno derecho - La no institucionalización de la persona
mayor
En relación a lo cual , Muñoz (1997),
plantea algunas estrategias que podríamos utilizar para
fortalecer redes sociales, la integración social y la calidad de vida del
adulto mayor:
- Animación sociocultural
- Campañas de información y
sensibilización - Actuaciones dirigidas a la mejor ocupación del
ocio y tiempo libre - Actuaciones integrales
que favorezcan la coordinación de todos los sistemas de
protección social - Acciones encaminadas a potenciar las relaciones
intergeneracionales.
El aspecto fundamental ha tomar en cuenta está
dado por los resultados del Estudio Epidemiológico
Metropolitano en Salud Mental
2002, que nos aporta más de un dato positivo a tomar en
cuenta en nuestra intervención educativa y
psicosocial:
- Alrededor de una cuarta parte de la población
adulta mayor pasa por situaciones de alto estrés,
siendo mayor en aquellas relacionados con la salud - Sin embargo, entre 59.7 y 52.1 % las personas
experimentan significativamente estados de ánimo
positivos: tranquilo, alegre. Cabe resaltar que los hombre
experimentan en mayor proporción que las mujeres tales
estados. Entre 18.2 y 34% experimentan estados de ánimo
negativos. - Se encuentra un nivel aceptable de calidad de vida
desde la perspectiva de la propia persona ( una media de
7.61) - El grado de cohesión familiar medido a
través del respeto y
apoyo mutuo, o el compartir principios y
valores, se encuentra en niveles altos. De la misma manera, el
factor religioso es muy importante en la población
adulta mayor, y la mayoría se apoya en el mismo para
enfrentar los retos cotidianos.
De los factores de riesgo, donde el individuo tiene un
grado de control, la falta de ejercicio físico es el
potencialmente más modificable. El ejercicio físico
aumenta la fuerza,
disminuye el riesgo de muerte, mejora
el ánimo y reduce el impacto de otros factores de riesgo;
ha demostrado ser beneficioso no sólo en la
prevención de enfermedades coronarias,
sino que también en la prevención y
reversión de la hipertensión (donde está
aceptado como un tratamiento adjunto a la medicación), en
la protección del cáncer del colon, en la
prevención de la diabetes, en el
tratamiento de la artritis, en la prevención de la
osteoporosis y
en mejoramiento del equilibrio y
la fuerza de las extremidades inferiores.
La falta de relaciones sociales es un poderoso factor de
riesgo para un nivel de salud pobre. En tal sentido, el apoyo
social y socioemocional ( expresiones directas de afecto, de
estima, de amor y
respeto) son fundamentales para el envejecimiento exitoso (Sabin,
1993).
Hay cuatro modos importantes en que el apoyo social
puede promover la salud:
- Es posible que el apoyo social lleve a las personas a
obtener tratamiento médico de manera más
rápida y que les provea de mejor información en
salud incluyendo el cómo acceder a los
servicios. - Algunas formas de apoyo social pueden de hecho
consistir en tratamiento médico directo - El apoyo social puede hacer más probable la
adopción de comportamientos promotores de salud (caminar
o no fumar), supuesto ésta sea la norma en el grupo de
referencia. - Comportamientos de apoyo pueden tener efectos
biológicos directos que aumenten la resistencia a
enfermedades.
Individuos que reportan altos niveles de apoyo social tienen
niveles significativamente más bajos en tres medidas
fisiológicas de estrés:
epinefrina, norepinefrina y cortisol.
Es cada vez más claro que el mantenerse activo en
tareas que tengan un propósito y un significado, junto con
el mantener relaciones significativas, es fundamental para la
mantención del bienestar a lo largo de la vida; en
relación a lo cual, es muy importante una
intervención sustentada en los siguientes principios
metodológicos (Girard, 1991):
- Las intervenciones deben ser definas en función
de las necesidades individuales de las personas
mayores - La discapacidad
y/o inadaptaciones son las circunstancias que deben poner en
relación a las personas mayores y/o sus familias con el
entorno institucional. - La prevención como forma de
intervención no debe estar limitada en el
tiempo - Sólo el conocimiento
del medio en el que el individuo se desenvuelve y su
catalogación puede permitir comprender la importancia de
la situación - El equipo de intervención debe ser
versátil y lo menos jerarquizado posible.
En un primer nivel primario de atención, las
necesidades más frecuentes que se presentan suelen ser las
siguientes:
- de cuidado, afecto, relación,
actividad - de convivencia armónica
normalizada - de relación con los medios de socialización primarios y secundarios:
hogares, calle, amigos, etc - de atención de dificultades o desajustes que
puedan aparecer en el proceso de envejecimiento - de alojamiento y cuidado en caso de inexistencia o
deterioro de las relaciones convivenciales
La intervención en el segundo y tercer nivel va
dirigida a individuos, familias y grupos que se encuentran en un
proceso definido de exclusión médica y/o social,
necesitando apoyos para la convivencia familiar y social, por lo
que no sólo se debe incidir en éstos, sino, por
generalización, en toda la comunidad. Entre los objetivos
más importantes a conseguir en estos niveles de
prevención serían:
- facilitar el acceso, permanencia y utilización
de recursos normalizados de la comunidad - intervenir con los individuos, familias y grupos, al
objeto de habilitar las competencias necesarias para la
convivencia y la inserción - procurar el apoyo psicosocial necesario
- promover intervenciones socioeducativas
- realizar intervenciones tendentes al conocimiento,
mantenimiento y fortalecimiento de las redes de
apoyo social - procurar alojamientos alternativos en las
circunstancias adecuadas y cuando no se posible proponer otras
alternativas.
Si bien el objetivo último de toda política
social es incrementar el bienestar social, desde el punto de
vista psicosocial nos interesa el bienestar subjetivo, el cual ,
de acuerdo con Diener (1994), tiene tres características:
- Es subjetivo, reside en la experiencia del
individuo - Incluye medidas positivas, no sólo es la
ausencia de factores negativos - Las medidas del bienestar subjetivo suelen ser
integrales e
incluir todos los aspectos de la vida de las
personas.
La intervención educativa y psicosocial no puede
ser vista únicamente como un esfuerzo por contrarrestar
las carencias, sino como una apuesta por las posibilidades; en el
caso del adulto mayor, se plantean retos de adaptación y
los esfuerzos de estas personas para acometerlos., y se supone
que la integridad de la calidad de vida emana de las respuestas
adaptativas. Por ejemplo, en relación a movilidad
útil, actividades básicas de la vida diaria,
capacidades de orientación, comunicación receptiva
y expresiva, relaciones sociales e interpersonales,
autonomía, percepción de salud, entre otras. Lo que
podría interpretarse a partir de la teoría de la
actividad. Según este enfoque, de raíces
aristotélicas, una persona se sentirá bien en
función
de las actividades que realice y de la calidad con la que las
lleve a cabo, aprehendida ésta a través de
percepciones subjetivas: opiniones, actitudes, creencias y
valores Por ejemplo: El desafío de adaptación es
extraer placer de la vida. La pregunta que tendríamos que
plantearnos es si la persona, el adulto mayor en nuestro caso,
tiene respuestas ante éste desafío y su
percepción de las mismas. Por ejemplo, actuar de acuerdo
con los propios valores, seguir intereses, adherirse a
experiencias religiosas y estéticas, relajarse en tiempo
de ocio, valorar la vida a pesar del dolor y de los problemas,
etc. Y, dos aspectos finales, no olvidemos que no hay un
único estándar con el que sopesar el declive, el
mantenimiento
o la mejoría de la adaptación y que la
adaptación se modifica en función del contexto,
especialmente la
motivación y el entorno. Por ejemplo, la
reestructuración del hogar o la provisión de
aparatos auxiliares puede aumentar o restablecer la
adaptación o la independencia
de la persona mayor.
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Dr. Javier Lamas Lara
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