PYMES
Indice
3. La persistencia de la
desocupación
4. La situación
actual de la economía chilena
5. Como realiza la
planificación de los RRHH una PYME
6. Análisis y
diseño de los puestos de trabajo en una
PYME.
7. Planificación
de plantillas en la administración de una
PYME
8. El reclutamiento de
los recursos humanos en las PYMES.
9. La selección de
los recursos humanos en una PYME.
Hoy más que nunca todas las empresas,
cualquiera que sea su tamaño y sector de actividad,
deben competir en un entorno global, disponer necesariamente de
la tecnología de la información más
moderna y saber aplicarla de forma eficaz y
rentable.
En este contexto, escoger las herramientas
tecnológicas adecuadas para administrar la
organización interna, optimizar los procesos y
planificar la actividad, significa adquirir la capacidad para
competir en nuevos escenarios.
Las empresas pueden
tener distintas dimensiones, pero todas deben desarrollar
actividades similares (comprar, vender, mantener relaciones con
los clientes,
llevar la contabilidad, administrar el personal y
adaptarse a las modificaciones de las normativas legales y
financieras). Por lo tanto, también las pequeñas
y medianas empresas deben adoptar tecnologías que
soporten plenamente los objetivos de
la empresa y
que permitan reaccionar de forma rápida y flexible ante
los acontecimientos externos, interviniendo en la
organización comercial, en la logística de
producción y en la toma de decisiones
financieras.
El enfoque tradicional, que tiende a predominar
todavía hoy, tiene a la empresa como
centro del análisis. Así, las grandes empresas
son comparada con la pequeña y las mediana de donde
resulta, en la mayoría de los cotejos, que aquella opera
con ventajas respecto a estas. En efecto, las grandes empresas
suelen disponer de poder de
mercado,
produce amparada en economías de escala y
dispone de influencias que las empresas de menos tamaño
por lo general no tienen.
Este enfoque determina, obviamente, las
políticas de fomento a las micro, pequeñas y
medianas empresas, concebidas como unidades que deben ser
reforzadas en aquellos aspectos que, se supone, presentan
más debilidades…
Es bueno reiterar que cuando se menciona a la
pequeña empresa se hace
referencia a aquella que reúne cierto tamaño
mínimo que la habilita a disponer de equipo gerencial,
esfuerzo de marketing y
algún acceso, aunque limitado, a los flujos financieros
formales (bancarios y, eventualmente, del mercado de
capitales).
Se presentara en el siguiente seminario el
comportamiento de las PYMES en
tiempos de crisis y
como afectan los indicadores
adversos de desempleo
generalizado, la mala economía imperante a nivel global
e interna del país en el desarrollo
de estas.
El sector denominado PYME en
especial en los países de un grado semejante o
inferiores a Chile juegan
un rol fundamental en el desarrollo y
formación de los sectores medios y
bajos de la sociedad
contribuyendo a generar un adecuado factor de ingresos para
el país.
Estas posen un gran poder
generador de empleos (estables o temporales) y a la
vez emplean a la mano de obra mas abundante en nuestro
país, siendo esta calificada como no calificada
.Produciendo así un mejoramiento de los niveles de
desempleo
existentes en la población (generando trabajo) . De este
modo es como las PYME
forman un aporte a la industria
chilena ya que ayudan a los grandes productores a generar sus
productos.
Así mismo las PYME Según la
definición de CORFO, pequeña y mediana empresa es
aquella cuyas ventas
anuales se encuentran entre 40 y 1.600 millones de pesos. Esta
acepción es una de las más utilizadas en nuestro
país, porque define el rango de estas unidades
productivas que pueden beneficiarse con los programas de
fomento productivo de dicha institución. En el
ámbito internacional, el concepto de
pequeña y mediana empresa suele asociarse principalmente
a los niveles de ventas y, en
menor medida, en el número de trabajadores. Pero, en
definitiva, en el exterior la clasificación PYME
corresponde a una empresa de
un tamaño superior a la utilizada en Chile.
En Chile, en la mayoría de los casos, la
PYME es una empresa de
origen familiar, dedicada a la prestación de servicios o
fabricación de un producto, ya
sea intermedio o de consumo
final, que orienta su negocio por lo general al mercado
interno.
Entre las PYME, se encuentran empresas de los rubros
textil, cuero y calzado, plástico, químico,
madera y
muebles, imprentas y metalmecánica, todas ellas insertas
en sectores transables, muy afectos a la competencia con
importaciones.
En muchos casos, estas industrias
han visto disminuir su participación de mercado respecto
de los productos
extranjeros durante las últimas décadas, pero en
algunos otros, han conseguido niveles de competitividad suficientes como para afrontar la
competencia
internacional e incluso exportar.
Los avances a nivel local y la llegada de productos
importados, obliga a la PYME a estar en un permanente proceso de
profesionalización de su gestión,
modernización tecnológica para incrementar la
productividad y redefinición
estratégica del negocio, para posicionarse en un nicho
de mercado específico. Sin embargo, un alto porcentaje
de éstas, o no ha iniciado este proceso, o
tiene dificultades para llevarlo a cabo, ya sea por falta de
capacidad interna, o porque el funcionamiento de los mercados
financiero y tecnológico, no se adecua a sus necesidades
y características.
En promedio, la PYME tiene entre 15 y 150 trabajadores,
en su mayoría semicalificados, que han aprendido un
oficio mediante la experiencia y la capacitación en el
mismo puesto de trabajo. Es muy usual que los empleados del
área producción se hayan especializado en una
función tras seguir una carrera de varios años,
comúnmente al interior de una misma empresa o
rubro.
En el segmento de las PYME, usualmente los cargos
directivos son ocupados por integrantes de la familia
propietaria, en las áreas de administración y
producción, cuyas funciones no se
encuentran definidas formalmente. Por su parte, las industrias
de mayor tamaño suelen haber profesionalizado la
dirección de las áreas funcionales de la empresa e
incorporando ejecutivos y directores no relacionados con
la familia
controladora.
Uno de los grandes desafíos para la PYME de
carácter familiar, es lograr la independencia de su gestión respecto de
la propiedad,
desplazándola a un plano netamente técnico. En
las industrias más pequeñas, este problema se
encuentra incluso en las finanzas de
la organización, que con dificultad son independientes
de las finanzas
familiares.
En conjunto, las PYME, emplean alrededor de 360 mil
trabajadores, lo cual constituye un 48% del empleo
generado por la industria
manufacturera y un 6,8% del total del empleo
nacional. Su magnitud es algo menor al número de
trabajadores contratados por el sector construcción y
cerca de la mitad de los ocupados en la agricultura.
No obstante, el empleo industrial es de carácter mucho
más estable y permanente que el de los otros rubros
mencionados.
De las casi 90.000 empresas PYME registradas en nuestro
país, un 13%, que corresponde a 11.577 empresas, se
ubica en el sector manufacturero. A su vez, estas PYME
industriales, constituyen el 29% del total de empresas que
conforman la industria manufacturera.
Respecto de la composición de la PYME, un 24% es
del sector metalúrgico-metalmecánico; un 23% de
alimentos;
un 20%, textil; un 11% corresponde a imprentas y editoriales;
un 10% a madera y
muebles y un 9% a la industria química.
Clasificación de las PYME
a)
Mediana empresa : Son aquellas en las cuales existe una
diferenciación a nivel de funciones de
dirección y administración, pero el capital
queda en manos de una persona o de un
grupo
familiar, por lo tanto queda limitado Según la
Corporación de Fomento de la producción (CORFO
2001)
Tamaño | Valor Ventas anuales en U.F. |
Microempresa | menos de 2.400 |
PYME | entre 2.400 y 100.000 |
Gran Empresa | mas de 100.001 |
b)
Según el Servicio de
Cooperación Técnica (SERCOTEC 2001)
Tamaño | Numero de empleados |
Microempresa | 1 a 9 |
PYME | 10 a 199 |
Gran Empresa | mas de 200 |
c)
Según CEPRI (Centro de Producción Integral
2001)
De acuerdo a las Clasificaciones de PYMES es
importante determinar lo siguiente:
Precisar correctamente -¿se trata de una simple
crisis?,
¿es ya catástrofe? o ¿estamos
en
el tránsito de la primera a la segunda?,
¿tránsito global en el que algunas partes de las
empresas ya están sufriendo la catástrofe
mientras otras todavía empiezan a sufrir la crisis?- es
fundamental pues la estrategia que
se lleve dependerá de esa valoración. Las cifras
y las estadísticas sobre el empeoramiento de la
situación son cada vez más alarmantes indicando
que lo que se define como "Crisis" esto está llegando ya
al desbordamiento ¿irreversible?. Frente a este panorama
mundial, colectivo, ¿podemos hacer algo?.
La respuesta a la pregunta anterior nos lleva
inevitablemente al cuestionamiento de determinados dogmas y
paradigmas
fundamentales que legitiman la irracionalidad capitalista. La
administración es mucho más que el
conocimiento de las interrelaciones variables y
delicados equilibrios inestables de todas las partes de la
organización. También es una concepción
filosófica de la existencia que confirma puntos
básicos del materialismo
histórico. El concepto de
"calidad de
vida", por ejemplo ¿es compatible con el consumismo
y todo lo que legitima y exige?. A su vez, ¿la "calidad" es
compatible con el "crecimiento", por ejemplo?. Pero el problema
no es tanto de discusiones teóricas y semánticas,
de innegable importancia, sino de comportamiento práctico colectivo e
individual, permanente y consciente. Ahora bien ¿no
puede acarrear un descenso financiero el llamamiento a
una vida austera y sin lujos superfluos por mucho que aclaremos
qué es la "calidad de
vida"?. O en otras palabras: ¿es rentable seguir
endeudándose da coherencia?, y si no lo es
¿qué tenemos que hacer?.
Ya hace poco tiempo se ha
estado
murmurando sobre una palabra que esta remeciendo el sistema
conocido del mundo empresarial “CRISIS” que
es esto, que significa, que se entiende, a quien afecta, han
sido las grandes interrogantes que se han establecido en estos
momentos .
Sin duda alguna la palabra crisis ha calado hondo en
el mundo empresarial y se ha tratado de salvaguardar a las
empresas nacionales. Pero esto ha generado que se cuiden
algunas y que se olviden otras es el caso de las PYME o sector
productivo que no genera muchas ganancias al estado. Para
ello en este trabajo se tratara de poner o dejar bien en claro
que es una crisis a quien la afecta y especialmente como afecta
al sector productivo llamado PYME en el desarrollo de sus
RRHH.
Las ventas en las PYMES
Iincluye los sectores correspondientes a
la producción de bienes como
Minería e Industria, los Servicios de
electricidad, gas y agua
(E.G.A.), la Construcción y los Servicios Comerciales y
de Transporte.
No considera, en cambio, los
sectores agrícolas, financiero ni los servicios
comunales, sociales y personales.
| EMPRESAS | VENTAS ANUALES | ||||
| Cantidad | % | % | 1.000 UF | % | UF/Empresas |
Sin ventas | 237,964.0 | 40.5 | Excluidas | —– | —- | X < 1UF |
Micro Empresa | 283,856.0 | 48.3 | 81.2 | 134,800.7 | 3.0 | 474.9 |
PYMES | 61,337.0 | 10.4 | 17.6 | 785,886.1 | 17.4 | 12,812.6 |
Grandes | 4,195.0 | 0.7 | 1.2 | 3,599,512.9 | 79.6 | 858,048.4 |
Subtotal excl. S/ventas | 349,388.0 | 59.5 | 100.0 | 4,520,199.7 | 100.0 | 12,937.5 |
Total | 587,352.0 | 100.0 | —– | —– | —– | —– |
Fuente INE 2002
El universo
comprendía en el año 2000 cerca de 590.000
empresas. De ese total, el grupos
“sin ventas”, es decir, con menos de 1 UF de ventas
anuales, alcanzaba el 41% del total de las empresas. Las
“micro-empresas” (1 a 2.400 UF de ventas anuales)
representaban un 48% del total. El grupo
conformado por las “empresas pequeñas”
(2.400 a 25.000 UF de ventas anuales) alcanzaba el 9%. Las
“empresas medianas” (25.000 a 100.000 UF de ventas
anuales) sólo llegaban al 1,4% y las “empresas
grandes” (más de 100.000 U.F. de ventas anuales)
apenas alcanzaban al 0,7%. Contrastan estas proporciones con
las ventas realizadas por cada grupo. Así las grandes
empresas realizaban el 80% de las ventas; las medianas, el 9%;
las pequeñas, el 8%; y las micro empresas, sólo
el 3% del total esto demuestra que cada vez más se
acercaban más la PYMES a la crisis económica de
la cual tanto se hablaba.
Se incluyeron la totalidad de las PYMES
(pequeñas y medianas) y las micro-empresas de más
de 600 UF de ventas anuales. Estas alcanzan aproximadamente
80.000. De este modo, el
universo considerado en el estudio se compuso de
140.000 empresa.
El principal indicador es el valor de las
ventas y tiene por objeto expresar el nivel de actividad de las
empresas y su variación con respecto al mismo semestre
del año anterior. En este caso, el resultado se refiere
al primer semestre del año 2001 con respecto al del
primer semestre del 2000.
Se muestra un
ligero aumento de 2,9% del valor
nominal de las ventas de las medianas, pequeñas y
micro-empresas (Mipymes) entre los dos semestres considerados.
En ese período, las empresas medianas aumentaron sus
ventas nominales en 4,8%; las pequeñas subieron 2,1% y
las microempresas disminuyeron en un 0,2%. Si
se consideran las variaciones de precios del
período, es probable que las ventas reales hayan
disminuido o permanecido en el mismo nivel.
La parte de las ventas de las Mipymes dirigidas al
mercado externo es bastante débil. Sólo
alrededor del 4,5% de las empresas exportaron y el valor
exportado representó alrededor del 3,5% de sus ventas
totales. Existe, sin embargo, una diferencia importante
entre las empresas medianas y las pequeñas ya que las
primeras tienen una actividad exportadora dos veces superior a
las pequeñas. En general, las Mipymes realizan
casi la totalidad de sus ventas, más del 95%, en el
mercado interno.
Desde otro punto de vista, sin embargo, las exportaciones de estas empresas representan
cerca del 5% de las exportaciones chilenas y del 14% de las
exportaciones no tradicionales. Se advierte entonces una
paradoja: las Mipymes son relativamente importantes para el
Comercio
Exterior, sobretodo para el sector no tradicional, pero el
Comercio
Exterior no es muy importante, por ahora en el corto y mediano
plazo, para el conjunto de las Mipymes. En efecto,
para aumentar sus ventas en 1% sólo por medio de
exportaciones, se requerirían que éstas
aumentaran en cerca de 30%. Desde luego, existen grupos de
unidades para las cuales este aspecto es muy importante, aunque
no lo sea para la gran mayoría de las empresas
consideradas.
El resultado general que se muestra en
materia de
empleo en las Mipymes entre los primeros semestres de los
años 2000 y 2001, es una disminución en todos los
tramos de tamaño y en todos los sectores
económicos considerados, con la excepción de los
servicios de utilidad
pública (Electricidad,
Gas y
Agua,
E.G.A.). El grupo más afectado es el de la
micro-empresa con una disminución de 5,8%. Esto es
coherente con la posible disminución de las ventas
reales ya señalada. El número de trabajadores por
empresa disminuyó ligeramente en el sector de las
pequeñas y medianas. Pero, la reducción
más significativa tuvo lugar en las micro
empresas.
En distintos estudios, tanto las ventas como los
trabajadores por empresas se utilizan para definir los
diferentes tramos de tamaño de esas empresas. En ese
sentido, hay que advertir que la estratificación de
tamaños por ventas resulta bastante diferente de la que
se efectúa de acuerdo al número de trabajadores.
Por ejemplo, la estratificación por ventas incluye
unidades con un número de trabajadores menor que la
segunda..
Las ventas nominales por trabajador aumentaron en las
empresas de todos los tamaños y sectores
económicos. El aumento fue de 5,2% para el total del
grupo Mipymes con un mínimo de 2,4% en el
conjunto de tamaños y sectores. Esto sugiere que en
términos reales los valores
de ventas por trabajador se han mantenido o han aumentado
ligeramente.
Las remuneraciones nominales, por su parte, han
aumentado muy débilmente; sólo en 0,9% para la
totalidad de las Mipymes y un máximo de 1,9% para
el grupo de empresas pequeñas. Estos resultados indican
que casi con seguridad las remuneraciones reales han disminuido. Esto
junto a un eventual aumento o mantenimiento de las ventas reales por
trabajador, indican que su costo
salarial real ha disminuido aunque en un porcentaje más
bien débil.
Los productores de las Mipymes estiman que sus
precios de
venta se han
mantenido o aumentado muy débilmente. Incluso en el
caso de las micro-empresas habrían disminuido
levemente. Escapa a esta situación el sector de
Servicios de Utilidad
Pública (E.G.A.) que acusa un aumento de 6,5%. Por otra
parte, los empresarios declaran que los precios de compra de
sus insumos (materia
prima, productos intermedios, servicios) han aumentado en
forma significativa en todos los sectores
económicos y tamaños en montos
que giran en torno del 7%.
Según esta información, el sector Mipymes
estaría sometido a un “ efecto de tijeras”
ya que sus costos en
insumos aumentan con respecto al valor de sus
ventas.
El menor costo
salarial real pareciera insuficiente para compensar la
disminución del margen por la causa anterior. A esta
situación se agregan los costos
financieros que son bastante elevados. No debe sorprender, en
consecuencia, que se produzca una disminución general
importante de las utilidades (o aumento de las
pérdidas) en todos los tamaños y sectores del
Universo
Mipymes.
La renegociación de las deudas de las Mipymes
fue, sin duda, la medida más importante que se
tomó este año en relación con estas
empresas.
Es así como se incorporó una
pregunta destinada a examinar el avance del proceso al
inicio del segundo semestre del año 2001. Los resultados
indican una situación más o menos parecida en los
tres tamaños considerados. Un poco más del 50% de
las empresas ha iniciado la renegociación y la ha
terminado sólo el 8% del total de ellas. Estas
últimas corresponden sólo al 5% de las microempresas, y entre 11% y 12% pertenecen a
los otros grupos. La mayor parte de las renegociaciones
iniciadas, en consecuencia, se encontraba en trámite en
los meses de julio y agosto del 2001.
Estos resultados pueden subestimar en cierta medida
los porcentajes de renegociaciones terminadas y en curso debido
a que un porcentaje de las empresas que no ha iniciado el
trámite no está interesado en hacerlo y, por lo
tanto, el universo de
candidatas a renegociar es inferior al del total de empresas
consideradas.
La importancia de la renegociación para
las Mipymes se puede apreciar en el porcentaje de las ventas
que representan los pagos por amortización, intereses,
comisiones, y otros gastos ligados
a la deuda.
En todos los tamaños este gasto es
prácticamente del 20% de las ventas. Sectorialmente
éste se eleva a un 25% en el caso de la
Minería y del Transporte.
En el resto, es del orden del 20% o menos. Esta carga es
considerable en cualquier circunstancia pero, sin duda,
en una situación de estancamiento de la ventas, su pago
regular pasa a ser prácticamente
insostenible.
La información anterior se complementa con la
concerniente al grado de endeudamiento de las Mipymes respecto
a su patrimonio.
Al observar los antecedentes, se puede apreciar que
éste es más bien bajo para las empresas
pequeñas y un poco más importante para las
medianas, pero en los dos casos es razonable y apenas un poco
más importante que la carga semestral
Resulta, en consecuencia, que el problema financiero
principal de este grupo de empresas parece ser la estructura
de plazos y de tasas de interés, y no el de un
sobreendeudamiento.
Este resultado parece razonable si se considera que
éstas empresas tienen en general un acceso restringido
al crédito.
Las Mipymes, en su conjunto, declararon estar
conectadas a Internet en un
22% y por conectarse en el segundo semestre del año
2001, un 7% adicional. Existe, sin embargo, una fuerte
diferencia por tamaños. Las empresas medianas
están conectadas en un 60%, y había más de
7% por hacerlo en lo que restaba del año. Las
pequeñas tienen conexión en el 32% de los casos
con una previsión de 8% adicional en el segundo semestre
de 2001. Finalmente, las micro-empresas utilizan Internet
sólo en un 11,4%. Ese porcentaje debería haber
aumentado en 6% en el resto del año.
Desde el punto de visa de los sectores, los
porcentajes más altos para el conjunto Mipymes
corresponde a las empresas de la Construcción y del
Comercio al
por Mayor con 44,8% y 44,1% respectivamente.
El mercado del Trabajo en Chile
Un acercamiento inicial a las características del
mercado del trabajo se desprende de la estructura
que éste posee. Los gráficos siguientes nos
muestra el perfil de la ocupación y combinados permiten
conformar un relieve de
este ámbito de la economía.
Dos elementos resultan particularmente importantes: sobre
el 67% de los ocupados son trabajadores asalariados y que el
64% se desempeña en actividades de servicios. El primer
antecedente se combina con la distribución de la
ocupación según tamaño de empresa, lo que
nos lleva a que casi la mitad de los ocupados se
desempeñe en microempresas de menos de 10 trabajadores,
quienes son precisamente los más afectados por la crisis
actual y los que arrastraban las condiciones laborales
más deterioradas. La alta proporción de
trabajadores que se desempeñan en actividades de
servicios se relaciona con los impactos de la apertura
económica implementada en el periodo de el Gobierno
militar que se tradujo en una paulatina
desindustrialización en favor de actividades
relacionadas con la extracción de recursos
naturales y el crecimiento de los servicios asociados. Con
todo, este fenómeno en el mercado del trabajo es propio
de las formas de modernización capitalista en los
países periféricos.
A estas condiciones generales se suma la extensión
de las jornadas de trabajo donde se aprecia un paulatino
descenso durante los últimos años, que refleja la
ampliación de los trabajos a jornada parcial, que en
general presentan más altos niveles de
precariedad.
Unido a la disminución de la jornada promedio
semanal se puede observar una mayor participación de
la mujer en
las jornadas inferiores a la de carácter regular de 48
horas, lo que se explica tanto por la vulnerabilidad que
enfrentan en el mercado del trabajo, como por las restricciones
sociales que enmarcan su inserción.
Otra de las variables
estructurales del mercado del trabajo es la distribución
del ingreso que se produce en su interior, es decir la
distribución funcional y el efecto que produce en la
distribución personal. Chile
presenta una de las peores distribuciones del mundo, lo que es
efecto del deterioro de la situación de los trabajadores
durante el Gobierno
militar, situación que no se ha revertido hasta ahora.
Si bien, durante lo últimos años el volumen total
de personas pobres ha disminuido desde representar un 47% de la
población en 1987, a poco más del 20% en la
actualidad, esto es resultado de la ampliación de la
ocupación durante la década del ’90 y por
tanto de los ingresos
familiares totales. Sin embargo, dado la baja calidad de los
empleos y de las remuneraciones, esto se ha traducido en una
distribución más regresiva del
ingreso.
En el contexto actual de contracción, uno de los
signos del impacto en el mercado del trabajo se encuentra,
además de en los ámbitos de ocupación y
desocupación, en el comportamiento de los salarios
reales, los que han disminuido de manera importante las tasas
de variación que venían experimentando. Mientras
en 1994 venían creciendo por sobre el 5%, en el
año recién pasado aumentaron sólo un 0,7%.
En el caso del Salario
Mínimo Legal, la década del ’90
observó un importante incremento, que acumulado
representa cerca del 50% real, el que sólo se ha venido
a moderar en los últimos años.
Esta estructura general del mercado del trabajo en
Chile, se encuentra sujeta a las condiciones actuales de la
crisis y el estancamiento que se experimenta en la actualidad.
Los principales efectos de la incapacidad de recuperar tasas
altas de crecimiento, como las observadas durante la
década del ’90, se encuentran en el mercado del
trabajo.
3. La persistencia de la
desocupación
Como señalamos, la desocupación persistente
es el principal síntoma junto a la desaceleración
de la actividad y el gasto, del estancamiento en que se
encuentra la economía chilena. Al primer trimestre de
1999, cuando la crisis aún no se desataba en Chile, la
tasa de desocupación alcanzaba al 5,3% y en el segundo
trimestre del presente año se ubicó en
9,7%.
Un primer problema se vincula a la mantención
durante todo el periodo, de altas tasas de desempleo, lo cual
contrasta con el crecimiento de 5,4% que experimentó el
producto el
año 2000. La explicación fundamental de este
hecho radica en que los sectores que explican el crecimiento
señalado, son los rubros de exportación y dentro
de ellos los productores de recursos
naturales.
Estos sectores demandan una escasa cantidad de fuerza de
trabajo. Es el caso de la minería, que explicando un 45%
de las exportaciones y un 11% del producto, sólo
contribuye con 73 mil puestos de trabajo, es decir el 1,4% de
la ocupación total. Mientras el crecimiento se encuentre
explicado por los recursos
naturales exportables, la tasa de desocupación se
mantendrá en los rangos actuales.
Analizado por sectores el problema, la Industria, la
Construcción y la Minería aparecen como los que
han sufrido el impacto mayor en términos de empleo. En
conjunto perdieron desde inicios de la crisis 220 mil puestos
de trabajo, correspondiendo el 60% sólo a la
Industria.
Un segundo problema se refiere a una condición de
más largo plazo en la economía chilena y que ya
refleja un carácter estructural. Es la tasa de
absorción o, en otros términos, la capacidad de
crear puestos de trabajo.
La tendencia general que muestra Chile con respecto al
Empleo en los rangos presentados y que refleja durante la
década un persistente deterioro en la capacidad de
creación de nuevos puestos de trabajo por cada punto de
crecimiento del producto, resulta inquietante. Esto, sin
olvidar que la economía presentó en la mayor
parte de ese periodo altas tasas de crecimiento.
Las implicancias de esta situación se enmarcan en
los debates recientes respecto a un eventual agotamiento del
modelo de
crecimiento o el inicio de un proceso de esta naturaleza.
Si la inmensa mayoría de los trabajadores en Chile
se desempeña en el sector de los bienes y
servicios no transables y simultáneamente constituyen
una parte importante del mercado interno, se da el caso de
dinámicas de crecimiento empobrecedoras. En Chile, de
confirmarse las tendencias presentes, la economía puede
retomar una senda de crecimiento y al mismo tiempo,
mantener e incluso elevar el desempleo y la pobreza. En
dicho escenario coexisten simultáneamente dos
economías con dinámicas y tendencias divergentes.
Una vinculada al sector externo y la otra anclada a la
economía doméstica. Esto a pesar de los
mecanismos de difusión que poseen las exportaciones,
sobre el resto de los sectores. Es un escenario posible en
rangos de corto plazo, en tanto no resulta socialmente
sustentable una situación de esta naturaleza.
Cuantificación del problema: Tanto las encuestas
del INE ( a nivel nacional ) como las del Departamento de
Economía de la Universidad
de Chile ( Gran Santiago ) muestran la existencia de un
problema de gran magnitud, que lejos de irse aminorando en el
transcurso del año se agravó.
Las cifras de ocupación y desocupación
entregadas por el Departamento de Economía indican que
el desempleo en los primeros meses del 2002 siguió
creciendo y alcanzó su nivel más elevado para un
mes de marzo desde el inicio del proceso recesivo. Comparado
con igual mes del año anterior la tasa de desocupados
aumentó en 0,7 puntos porcentuales y si la
relación se establece con marzo de 1998 – o sea, el
momento previo al inicio del curso recesivo – más que se
duplica en términos porcentuales. El drama de la
desocupación se agravó en vez de
reducirse.
Las cifras del INE para el trimestre móvil
febrero-abril del 2002 también muestran un aumento en la
desocupación nacional, con relación a los mismos
meses del 2001, al incrementarse su tasa de un 8,5% de la
fuerza de
trabajo a un 9,1%. En realidad, su nivel es superior, dado que
se considera una disminución de la fuerza de trabajo en
cifras anualizadas de 0,5%. Este hecho sólo es una
consecuencia que numerosas personas pasan a la categoría
de inactivos al no contestar que buscan trabajo en el momento
de la encuesta. Si
se considera tan solo que en el cuatrienio 1996-1999 el
crecimiento promedio anual de la fuerza de trabajo fue de
1,45%, o sea 1,95 puntos porcentuales por encima de la del
trimestre móvil febrero-abril, y se agrega este
porcentaje a la tasa de desocupación dada a conocer por
el INE, su nivel sube a 11,05%.
A nivel regional el problema se agudiza en algunas zonas
del país. Cuatro regiones alcanzaron en febrero-abril,
según las cifras entregadas por el INE, una
desocupación de dos dígitos: la octava ( 11,7%),
la primera ( 11,3%), la quinta ( 11,3%) y la tercera ( 10,7%).
Por ciudades, el INE constató los niveles más
altos de desocupados en Lota ( 17,9%), Valparaíso
(17,8%), Vallenar ( 17,6%) y Talcahuano ( 17,0%). Ello indica
que debe haber, frente a un problema que es nacional, una
preocupación principal por algunas regiones y
localidades.
Los aumentos en la producción de bienes y
servicios no se tradujeron en más puestos de trabajo,
como es usual. En ello incide el impacto ocupacional negativo
del proceso de apertura económica seguido, que destruye
plazas laborales al sustituir masivamente producción
nacional por importaciones,
mientras que la expansión del sector exportador genera
muy poca nueva ocupación. Las cifras confirman que se
sufre las consecuencias combinadas de una pérdida de
puestos de trabajo por factores propios del ciclo
económico, consecuencia de una demanda
interna que sigue baja, con otros de raíz
estructural.
Las estadísticas del departamento universitario
registran tasas de desempleo de dos dígitos en el Gran
Santiago desde septiembre de 1998, o sea desde el momento que
se desató el proceso recesivo, prolongándose ya
por cerca de tres años. Se trata de un lapso
extraordinariamente largo. El número de desempleados
aumentó de 159.900 en marzo de 1998 a 366.800 al mismo
mes del 2002, o sea, en más de 200.000 personas; es
decir creció en un 129,4%. Cerca de la quinta parte de
los hogares al momento de la encuesta,
sufría el problema, dado que los hogares sólo con
desocupados constituían un 5,5% del total y los con
desocupados y ocupados simultáneamente alcanzaba a un
14,1%. Otros hogares enfrentaron la contingencia antes y otros,
de seguir la situación, lo harán en un
número importante más adelante.
Si ahondamos más en las cifras se concluye que los
datos
anteriores, a pesar de ser impactantes, no dimensionan
completamente el problema. Los datos
publicitados de las encuestas no
consideran la subocupación obligada ( es decir, de
aquellas personas que expresan su deseo de trabajar más
horas ) como tampoco a los incorporados a la categoría
de inactivos con manifestación clara de su
intención de trabajar.
De acuerdo a las estadísticas del INE, los
"ocupados que trabajan menos de 35 horas a la semana que
preferirían trabajar más horas", en el trimestre
móvil noviembre 2001-enero 2002, eran 302.130 personas,
un 5,2% de la fuerza de trabajo, de los cuales 186.850 ( 3,2%)
lo hacían entre 15 y 25 horas y 115.280 ( 2,0%) entre 26
y 34 horas.
En los trimestres móviles de
octubre-diciembre 2000 y agosto-octubre 2001 el número
de los "ocupados que trabajan menos de 35 horas a la semana que
preferirían trabajar más horas" superó las
333.000 personas.
Por tanto, a la desocupación abierta anotada por
el INE en el trimestre indicado, un 8,4% de la fuerza de
trabajo, se le debe sumar otro 5,2% de subocupados, si se
considera como tales a los "ocupados que trabajan menos de 35
horas a la semana que preferirían trabajar más
horas". Se llegan así a un 13,6% de la fuerza de
trabajo, equivalente a 792.590 personas. Obviamente de usarse
como base las estadísticas de la Universidad
de Chile se alcanzarían porcentajes
superiores.
De otra parte, entre los inactivos se encuentran aquellos
encuestados sin trabajo que manifiestan explícitamente
su deseo de trabajar, lo cual configura un tipo de "desempleo
oculto" o "potencial", si se expresa más suavemente. Los
estudios efectuados sobre el tema concluyen que en esta
situación se encuentra entre el 5% y la 8% de la fuerza
de trabajo. Si para nuestro cálculo consideramos el
porcentaje más bajo, se llega a la conclusión
que, usando las cifras de noviembre 2001 – enero 2002, un 18,6%
de la fuerza de trabajo, es decir 1.089.407 personas,
tenía "problemas
ocupacionales".
Una conclusión a la luz de estos
antecedentes es la necesidad, para mostrar más
nítidamente la realidad, de entregar a la opinión
pública abiertamente antecedentes que incluyan,
además de la información habitual sobre fuerza de
trabajo, ocupados y desocupados ( cesantes y los que buscan
trabajo por primera vez ), la información sobre quienes
trabajan menos de 35 horas y desean hacerlo en un tiempo
superior y la de los inactivos con deseos de trabajar. O
más concretamente, que se publicite la
estadística completa y no parcial.
Propuestas para el corto plazo: El tema de fondo es
cómo encarar resueltamente el flagelo de la
desocupación. Si la causa del desempleo, como muestran
los hechos, proviene por un lado de una demanda
interna insuficiente, el desafío planteado es
cómo aumentarla. Hasta ahora la acción del
aparato estatal, al actuar sólo con una mano, usando
exclusivamente y a destiempo el mecanismo de la tasa de
interés, resulta insuficiente. En particular, se
requiere emplear decididamente el gasto público como
elemento reactivador, para lo cual debe superarse el esquema de
privilegiar a todo evento el manejo del saldo
presupuestario.
Frecuentemente, las reactivaciones se han apoyado en dos
mecanismos fundamentales: gasto público ( principalmente
construcción y obras públicas ) y
devaluación del tipo de
cambio real. El gasto público tiene un conocido
efecto multiplicador de los niveles de actividad
económica, mientras que la devaluación –
más aún cuando la moneda chilena permanece
sobrevaluada – evita que el incremento de la demanda interna se
canalice vía importaciones, no posibilitando la
recuperación de las actividades económicas
internas, particularmente en una economía cada vez
más abierta como la chilena. Al mismo tiempo, estimula
las exportaciones.
Constituye una necesidad nacional urgente que el gobierno
aumente el gasto público en forma significativa. En
circunstancias como las actuales, la teoría
económica considera recomendable la generación de
un déficit fiscal. Tal
ha sido el núcleo de las políticas utilizadas
para enfrentar esta fase de los ciclos económicos por
parte de diferentes naciones, desde que las mismas fueran
introducidas como lección del análisis de la Gran
Depresión de los años treinta.
En momentos como estos el consumo de
las empresas y personas no se encuentra todavía en
condiciones de reactivarse, dada la incierta perspectiva de
ganancia de las empresas, lo cual mantiene frenada su capacidad
de inversión, y por la incertidumbre en el empleo y
restricción en los salarios en
el caso de los segundos. No puede olvidarse que la
inversión es procíclica. El único actor
capaz de invertir el cuadro con una acción decidida es,
precisamente, el
Estado.
El gobierno y el Banco Central
no pueden seguir esperando que la actividad económica se
recupere básicamente como consecuencia de
fenómenos de mercado y en especial de hechos externos.
De esta manera, se hace más prolongado y doloroso el
efecto contractivo del ciclo económico, que se
manifiesta preferentemente en la existencia de una demanda
interna deprimida y un elevado número de desocupados.
Más aún cuando la reducción de las tasas
de interés – el único mecanismo
macroeconómico utilizado para tratar de revertir el
cuadro – enfrenta numerosas contratendencias. De cumplirse la
proyección del Banco Central
en su informe de
mayo, con un incremento de la demanda interna de un 4,8% en el
2001 recién se volvería al nivel de 1998,
año de inicio de la recesión. Pero, el presidente
del Banco Central ya constató que esta proyección
tampoco se cumplirá.
En abril, el Indice Mensual de Actividad Económica
del Banco Central ( Imacec) creció en doce meses
sólo 2,6%. Por su parte, las importaciones de mayo
descendieron, también en cifras anualizadas, en 12,8%,
reflejo de la contracción en que se mantiene la demanda
interna, mientras las exportaciones, afectadas por la
desaceleración de la economía mundial, lo
hacían en 12%. El segundo trimestre constituyó un
momento de acentuamiento del proceso de desaceleración
que vive la economía desde los últimos meses del
2000.
Otra propuesta es otorgar un subsidio de cesantía.
El establecimiento de un subsidio de cesantía es una
forma directa usada en muchos países para aliviar los
inevitables períodos de elevado desempleo que se generan
periódicamente en las fases recesivas del ciclo
económico. Así enfrentó Corea del Sur las
altas tasas de desocupación después de su
reciente crisis, con subsidios equivalentes a un 3% de su
PIB.
Opinamos que ya es tiempo de establecer una red de
protección social, que debe tener este subsidio como uno
de sus componentes. Ello no tiene que ver, en nuestra
opinión, con la recientemente aprobada
legislación sobre seguro de
desempleo, en el cual el aporte fiscal es
muy pequeño.
El aporte estatal comprometido en la ley de seguro de
desempleo es extraordinariamente bajo, alcanzando a US$ 10
millones anuales pagaderos en doce cuotas, a destinarse al
Fondo Solidario de Cesantía. Suma que se incrementa por
el pago de la asignación familiar con cargo
presupuestario. Su monto se estableció dentro de los
marcos de la política gubernamental de
"restricción presupuestaria", aunque no implica recursos
hasta que se apruebe y comiencen a producirse un año
después de su vigencia los primeros beneficiarios, en
mayo del 2003, y obviamente sin pensar en modificar la
estructura tributaria para generar nuevos recursos.
El monto presupuestario destinado a seguro de desempleo
resulta muy pequeño si se compara con aquellos
países, particularmente europeos, que poseen mecanismos
efectivos de protección.
En Europa el
costo promedio aportado por el Estado
con este propósito es de 2,5% del PIB, lo que
en la realidad chilena equivaldría a más de US$
1.750 millones, una suma muy superior a la anunciada por el
Gobierno. Desde luego, no se trata de llegar a esos
porcentajes, pero perfectamente se podría hablar del
equivalente a un 1% del PIB como la suma a destinar con este
propósito por el gobierno.
Necesidad de actuar en otra dimensión: Si se
analiza el impacto real de las medidas reactivadoras aplicadas
en los últimos años ( baja de las tasas de
interés, programas
especiales para desocupados, devolución anticipada de
impuestos,
disminución de tributos
para la adquisición de viviendas DFL 2,
reprogramación de deudas para micro y pequeñas
empresas ) se comprueba que sus efectos han sido
limitados.
Ultimamente, el gobierno, para enfrentar la emergencia,
adelantó el uso del fondo de contingencia contemplado en
el presupuesto del
2001 de $ 100.000 millones, que debió ponerse en
funcionamiento -como muestran los hechos- mucho antes, mediante
el cual se espera generar entre 80.000 y 100.000 plazas de
trabajo adicionales. Sin embargo, es insuficiente. El remedio
debe ser mucho más intenso, tanto si se mira en la
perspectiva de la magnitud del problema de la
desocupación como de la urgencia de reactivar la demanda
interna.
De igual modo, lanzó un programa de
bonificación a la contratación de trabajadores,
que pretende beneficiar a unos 20.000 trabajadores durante todo
el año. El programa se
dirige a la contratación de desempleados, por un
mínimo de cuatro meses, a lo menos por el salario
mínimo, al cual el Estado aporta el 40% por mes,
más $ 50.000 por una sola vez para
capacitación.
La OCDE (Organización para la Cooperación y
el Desarrollo Económicos) es muy crítica al
resultado de programas de este tipo.
Por ejemplo, sobre los programas de subsidio a la
contratación señala: "Esta política
concentró 11% del gasto total en políticas
activas en la OCDE en 1996. La creación neta de empleo a
través de este incentivo es muy baja y, a veces, cercana
a cero ya que en gran parte de los casos los empleadores
hubieran hecho las contrataciones de la misma forma. Por otro
lado, esta política estimula la sustitución en la
contratación de trabajadores por aquellos promocionados
por el programa".
En cuanto a la "creación directa de empleo"
señala: "En la OCDE estos programas absorbieron en
promedio el 14% del gasto total en políticas activas. La
evaluación de los mismos es bastante negativa en cuanto
a la ayuda para obtener empleo estable en el mercado del
trabajo. Sin embargo, los programas temporarios de empleo
público continúan siendo aplicados especialmente
en períodos de recesión, de forma de mantener el
contacto de los desocupados con el mercado del
trabajo".
Las cifras entregadas por el Instituto Nacional de
Estadísticas sobre el empleo, hacen cada vez más
difícil sostener que las altas tasas de desempleo que
exhibe el país sean consecuencia de un desempleo
estacional o cíclico, más bien nos
encaminaríamos a un desempleo estructural, con el cual
deberíamos acostumbrarnos o en su defecto ampliar la
frontera de la producción nacional. Al parecer esta
última alternativa es la que se ha empezado a discutir,
cuando se propone privatizar empresas que actualmente
están en manos del Estado para focalizar estos dineros
en fondos concursables, tendiente a generar nuevas empresas,
con ideas innovadoras que permitan aumentar la eficiencia en
el uso de los factores productivos del país y generar
nuevos puestos de trabajo.
Otra señal de desempleo estructural, que puede
apreciarse con mayor claridad en el ámbito
agrícola, especialmente en nuestra Región, es la
pérdida relativa de este sector en el empleo de mano de
obra, lo cual va aparejado con un aumento en la
producción. Por tanto, el aumento en la eficiencia del
uso de la mano de obra es evidente y hoy el país produce
más o lo mismo, pero con menos gente.
Dada esta realidad, es necesario dar un paso como
país aumentando la frontera de la producción
nacional, de modo de generar nuevas actividades productivas que
generen nuevos empleos. Esta estrategia de
desarrollo es concordante con la apertura de nuevos mercados, a
través de los acuerdos comerciales firmados, ya que el
aumento de la demanda por bienes desde estos mercados, pudiese
ser capaz de gatillar el proceso de crecimiento
económico del país, debido a las dificultades
para estimular la demanda interna.
En resumen, se están intentando varias estrategias
para disminuir el desempleo, ya sea vía estimulando y
financiando la generación de nuevas actividades
productivas, aumentando la demanda externa abriendo nuevos
mercados, estimulando la demanda interna vía
disminución tasas de interés, subsidiando el
empleo etc., lo cual demuestra que es un problema complejo de
solucionar. Es de esperar que algunas de ellas efectivamente
logren los impactos esperados y se transformen en un cambio para
los miles de desempleados actuales.
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