- El mundo del
comportamiento - Influencia de la
cultura - Válvula de
escape - Orígenes de la
personalidad - El filamento de la
vida - Evolución
biológica y del comportamiento
Cuando los hombres resuelvan el problema de su propia
existencia, la vida inteligente sobre el planeta alcanzará
su mayoría de edad. Si alguna vez visitan la Tierra
criaturas superiores procedentes del espacio, la primera pregunta
que formularán, con el fin de valorar el nivel de nuestra
civilización, será: Han descubierto, ya , la
evolución?
No se necesita ser un experimentado naturalista para
constatar el magnífico espectáculo del mundo
viviente. En éste se encuentran bacterias
inferiores, hongos, plantas y
animales. Se
han descripto cerca de dos millones de especies de organismos,
pero muchos más, probablemente varios millones, quedan por
descubrir y estudiar. La ciencia ha
constatado que todos los organismos están compuestos por
células; algunos, por una sola célula, y
otros -como el hombre- por
billones de células.
Han analizado esas células en el hombre, en los
animales y en
las plantas y han
comprobado que su estructura y
composición química es siempre
similar: todas las células contienen determinadas
moléculas gigantes que sólo se producen en los
organismos vivos: los ácidos
nucléicos y las proteínas.
Estos fueron la clave de la vida, ya que se convirtieron en los
soportes de la información, por la cual un conjunto de
moléculas se reproducía en forma igual a sí
misma.
Más sorprendente que el número absoluto de
especies es su diversidad de tamaño, estructura y
forma, modo de vida y habitat. Donde quiera que se mire se
encuentra algun tipo de vida aplicada con diligencia a la
función
de sobrevivir, ya sea en algo de tierra o en
una gota de agua, en las
alturas o en las profundidades, en el cálido clima o en la
tundra helada, en el árido desierto o en los vapores de la
selva. La evolución parece haber encontrado un lugar
para cualquier forma imaginable de vida. Utiliza cualquier forma
de sentir, moverse, comunicarse, amar, luchar, protegerse y
reproducirse. Puesto que en este planeta encontramos miles de
seres que se desplazan torpemente, otros que se arrastran,
flotan, ascienden en el aire, nadan,
caminan, galopan o simplemente permanecen quietos y crecen
verticalmente durante siglos. Algunos pesan cien toneladas, pero
la mayor parte son inferiores a una milmillonésima de
gramo. Existen organismos que pueden ver en el infrarrojo o en el
ultravioleta y seres ciegos que detectan, envueltos en sí
mismos, su entorno en un campo
eléctrico. Algunos recogen luz solar y
aire, otros son
plácidos animales hervíboros, otros cazan a sus
presas con garras, colmillos o venenos neurológicos.
Algunos viven apenas una hora y ciertos especímenes
más de mil años. Su armonía con el medio ambiente
es sorprendente. Incluso los microbios están lejos de
parecer inútiles: son capaces de aprender de la
experiencia. Y los humanos -la vida dominante en la actualidad-
han penetrado hasta las regiones más remotas de su mundo,
alterando su superficie y, vacilantemente, paseando por el
espacio.
Los documentos que
nos relatan la sucesión de la vida sobre la Tierra
dejan bastantes lagunas. Pero existen suficientes datos para
comprender que, pasando de los más antiguos a los
más modernos, la sucesión de la vida animal ha
aumentado progresivamente el grado de organización. En grandes líneas, la
evolución del mundo animal, parte del tipo unicelular en
dirección al tipo multicelular sencillo,
formado por un simple saco con una abertura única y una
pared de dos estratos celulares; continúa con el tipo
vemiforme, con el cuerpo segmentado y desarrollado a partir de
tres capas de tejido; más adelante alcanza una forma de
organización semejante a un pez, para
finalizar en los animales superiores. En todas las etapas se
dieron ramas laterales que se especializaron siguiendo caminos
individuales. Además, no se ha extinguido la forma
más general en ninguna etapa, de modo que en la actualidad
siguen viviendo representantes de todos los tipos. Paralelamente
a esta visión global de la evolución, vemos como el
desarrollo de
cada animal tiende a recapitular las etapas que han conducido a
su forma actual. Asi, el celenterado pasa del huevo unicelular a
una larva multicelular con dos capas celulares y acaba su
desarrollo en
forma de un organismo que consiste, esencialmente, en un saco de
doble pares con una sola abertura. En el extremo más alto
de la serie se hallan los vertebrados superiores; también
ellos parten del huevo unicelular, atraviesan el estado de
gastrula de forma parecida a un celenterado y siguen presentando
tipos de
organización que recuerdan a los gusanos segmentados y
a los peces, para
llegar al tipo definitivo.
Por lo tanto, para los biólogos el hombre es
un animal, un animal como cualquier otro. Su especie no es
más que una de las tantas especies animales que pueblan el
planeta. Formado por una multitud de células, es decir, de
pequeñas masas vesiculares de sustancia viva o
protoplasma, nacido de una simple célula, se
alimenta, asimila y se reproduce como los otros animales;
sometido a las mismas necesidades y dependiendo de las mismas
leyes.
Si hablamos de la conducta, su
evolución sigue la escala de los
animales vivientes, desde el más simple al más
elevado. Considerando asimismo los cambios del comportamiento
en el curso de la vida de un individuo, observamos que la
evolución de la conducta marcha
paralela a la evolución de los caracteres físicos.
En otras palabras, la conducta sólo puede intepretarse de
manera razonable a la luz de una
síntesis de las dos caras de la moneda:
física y
aprendizaje.
Así es como muchas acciones y
modelos de
conducta en los animales superiores pueden reconocerse
retrocediendo a lo largo de la escala
animal.
La conducta de muchos animales es muy compleja y a
menudo difícil de interpretar. La respuesta de un animal a
una situación está limitada por su estructura
física y
el grado de desarrollo de su sistema nervioso.
Su conducta está regida por los procesos
evolutivos que han formado la especie a la cual
pertenece.
Todos estos seres vivos poseen, en menor o mayor medida,
comportamientos. Ahora bien A que denominamos comportamiento?
Fundamentalmente, la conducta puede considerarse como el conjunto
de acciones que
los organismos ejercen sobre el medio exterior para modificar
algunos de sus estados o para alterar su propia situación
con relación a la búsqueda de alimentos, la
construcción de un nido, la
utilización de un instrumento. El comportamiento que en un
principio sólo consiste en conductas sensorio-motrices
llega luego a tomar interiorizaciones representativas. Los
movimientos interiores del organismo como una contracción
muscular o la circulación de la sangre no son
comportamientos, aunque los condicionen. Tampoco lo son las
alteraciones de la atmósfera por la
respiración, puesto que resultan de
procesos que
no están destinados a ejercer una acción sobre el
medio. Sin embargo, los reflejos de un animal o las reacciones de
una flor a la luz se denominan "comportamientos", porque tienden
a modificar, si bien sólo fuera en forma local u ocasional
las relaciones entre el organismo y el medio. Lo mismo sucede con
las percepciones, siempre subordinadas a conductas de conjunto
efectivas o virtuales. En pocas palabras, el comportamiento
está contituido por las acciones dirigidas a utilizar o a
transformar el medio, así como a conservar o aumentar las
facultades que los organismos ejercen sobre él.
Podemos comparar el comportamiento con una complicada
máquina dotada de innumerables engranajes, desde los
más grandes hasta los infinitamente pequeños.
Podemos estudiar por separado la acción de cada engranaje
pero no podemos perder de vista que cada uno de ellos depende de
la actividad de todos los otros, y -al trabajar- cada pieza ha de
coordinarse con el resto. Debemos tomar conciencia que el
ser vivo constituye una totalidad, que no podemos disociarlo sin
destruirlo. Si algunos gusanos seccionados manifiestan la
capacidad de regenerarse a partir de cada uno de sus fragmentos,
ya no es un ser vivo lo que tenemos ante nuestros ojos sino un
grupo de seres
vivos mutilados que inician inmediatamente su
reorganización íntima y su reconstrucción.
El ser vivo es un todo formado por elementos dispares, a los que
nada predestinaba para el lugar que ocupan; es imposible concebir
un ser vivo constituido por un bloque homogéneo de
mármol, de hierro o de
glucosa. Necesita de una íntima diversidad; el secreto de
la vida consiste en dar unidad a este conglomerado
heterogéneo. Sin embargo, la mente humana es capaz de
convencerse a sí misma que el blanco es negro y viceversa;
dadas las características de la sociedad moderna,
las pequeñas diferencias se convierten en
incompatibilidades insalvables.
La estructura adaptada calificada por un ser humano
desempeña la función de
conservar la especie. La adaptación es aplicable tanto a
una estructura corporal como a un comportamiento. Para que un
organismo se adapte tiene que poder
informarse de aquellos datos del entorno
que luego la adaptación reproducirá como modelo. Si nos
referimos a las conductas veremos que desempeñan un
papel
importante en capacitar al animal para sobrevivir a los cambios
ambientales.
En el campo el gorrión vive y nidifica entre
setos y árboles. Pero al aumentar la población humana puede que los bosques y
setos sean talados y reemplazados por ciudades que van
extendiéndose. El gorrión entonces cambia su
conducta, nidificando en los aleros y canalones y
volviéndose en parte párasito del ser humano en
cuanto al alimento. Puesto que su conducta es adaptable, puede
hacer frente a los cambios ocurridos en el medio que le
rodea.
Estas consideraciones nos llevan a la conclusión
que el comportamiento es ecólogico. Parece ser que la
conducta, ese fantástico proceso de la
vida que permite a los animales responder a los imperativos del
medio, tiene una base adaptativa. Los animales, para sobrevivir,
se han visto obligados a poner a punto un sistema nervioso,
unos órganos de los sentidos y
unas riquísimas pautas de comportamiento.
Cual es la forma más sencilla de conducta entre
los animales? Para eso deberemos observar una ameba. A
través del microscopio vemos
cómo se mueve en una forma que aparentemente implica un
designio preciso. Avanza hacia la derecha, se detiene en forma
gradual o cambia de dirección. Antes o después encuentra
alguna partícula: si es comestible, la ingiere; si no lo
es, la rechaza o, simplemente, se aleja de ella. Vemos
cómo aumenta de tamaño y como, paulatinamente,
retrae sus seudópodos y permanece en reposo.
También será capaz de contraerse, si se la presiona
en algún punto y se apartará de un lugar demasiado
frío o caliente. Reacciona asimismo a la corriente
eléctrica o a las vibraciones. Escapará de una
luz demasiado intensa o de sustancias químicas que tal vez
podrían perjudicarla; incluso podremos asistir a su
reproducción, es decir, a su
división.
Las amebas carecen de órganos de los sentidos: no
tienen ojos, orejas, nariz ni lengua, puesto
que tampoco poseen nervios ni cerebro; sin
embargo, describiendo la conducta de la ameba acuden expresiones
usadas corrientemente en la descripción del comportamiento de animales
más evolucionados. Todos los movimientos del protozoo
sugieren la existencia de una incipiente voluntad e incluso de un
vago aprendizaje.
Cómo puede tener este comportamiento un organismo
vivo, si carece de órganos especiales, como el cerebro y los
nervios? No parece más que una gota de aceite impregnada
con partículas de arena. La conducta de la ameba se rige
por conductas innatas de responder con cambios físicos y
químicos al frío, al calor, a la
luz intensa, a la oscuridad y siendo tal respuesta positiva o
negativa. Por lo tanto, en este sencillo organismo, las
manifestaciones de vida consisten en la expresión casi
mecánica de las reacciones del organismo a
los cambios de su ambiente.
Casi todo lo que hoy se conoce acerca de la herencia del
comportamiento proviene de estudios en modelos
animales. Los científicos saben que el comportamiento
animal, desde el instinto de supervivencia y los rituales de
apareamiento hasta las conductas inducidas artificialmente en el
laboratorio,
están en gran medida bajo control
genético.
De este modo, moscas del vinagre, gusanos, ratas,
ratones y otras criaturas son observadas y manipuladas en los
laboratorios para que se tornen agresivos, violadores, malos
padres, adictos a la cocaína y alcohólicos con la
esperanza de encontrar las claves de la conducta
humana.
Si queremos lograr comprender bien las conductas de un
individuo se deberá efectuar un análisis de sus actitudes y
motivos. Las actitudes
influyen en lo que hacemos y en cómo sentimos.
También determinan cómo observamos, puesto que la
actitud de un
observador indica claramente lo que éste percibe y lo que
no percibe.
Qué es una actitud y
qué es un motivo? Una actitud es una predisposición
que tiene el individuo a responder de un modo dado a cualquier
objeto o situación. Las actitudes dirigen el sentido de la
conducta. Pueden, por lo tanto, ser consideradas motivadoras de
la misma, no porque inicien una acción sino porque
guían la actividad hacia cierta acción. Las
actitudes difieren en clase o tipo. Varias actitudes
crearán en el individuo una predisposición hacia
diferentes formas de conducta. En cambio, un
motivo es el factor que inicia un movimiento del
cuerpo o que sostiene o cambia el curso de un
comportamiento.
Toda forma de conducta, sea simple o compleja, es una
reacción a los motivos. Estos pueden ser simples, como el
sonido
producido por la aguja del fonógrafo, cuando tropieza con
un surco rayado del disco que gira, o complejos como el sonido de una
sinfonía grabada en un compact disk,
Los motivos proceden tanto de las partes vivientes como
de las inanimadas del ambiente y son
de naturaleza
física o química: la luz, el
calor, el
sonido y la presión
son algunas de las fuentes
físicas de motivos comunes a la mayoría de los
medios
ambientes. La luz del sol, por ejemplo, puede ser reflejada por
un ser viviente, produciendo una imagen en el ojo
de otro que la observa o producir un efecto más sencillo
haciendo únicamente que el animal se aparte de ella o se
acerque, como cuando un insecto va hacia la sombra que le ofrece
una piedra.
Para los seres humanos la luz es una importante fuente
de motivo, ya que el sentido de la vista es el mejor dotado.
Somos esencialmente animales "videntes". Si analizamos las
reacciones de un gentío ante los anuncios luminosos,
comprobaremos cómo ciertas personas los consideran
horriblemente antiestéticos, opinando que constituyen una
nota discordante en la ciudad; para otros significan una
plácida diversión. Habrá personas que
pasarán sin mirarlos; otros les echarán un vistazo
tolerante, pero sin interés,
mientras que, por último, ciertos individuos se
detendrán embobados, embargados por una emoción, a
su vez, de grado variable.
No sucede lo mismo con todos los otros animales, donde
es más decisivo la extraordinaria sensibilidad de uno o
varios de los demás sentidos.
El ser vivo posee dos vías para adquirir información. Las adaptaciones
filogenéticas derivan del libre juego de
mutación y de la selección,
determinando esta última la dirección de la
evolución. Las experiencias acumuladas se almacenan en el
genoma de la especie y se decodifican en el curso de un proceso de
autodiferenciación. Dentro de estas adaptaciones
encontramos dos tipos de conductas: la conducta innata que
comprende la reacción constante al ambiente, el continuo
juego
recíproco de reacciones
químicas dentro del cuerpo y la apreciación del
mundo a través de los sentidos y la conducta instintiva
integrada por la búsqueda de alimento, el impulso
reproductor y el instinto de conservación. La
búsqueda de alimento actúa desde que nace el animal
hasta que muere; el impulso reproductor se inicia con la madurez
sexual, alcanza un grado máximo y disminuye hasta la
decadencia, en la edad madura. El instinto de conservación
se halla estrechamente vinculado , tanto en tiempo como en
intensidad, a la época en que el animal es apto para
reproducirse. Además, los organismos pueden acumular y
atesorar experiencias a lo largo de su vida individual. Esto
puede observarse al cruzarse razas y especies diferentes; si
tomamos como ejemplo el caso del cerdo y del jabalí o del
perro y el lobo, observaremos que una parte de los hijos
hereradán conductas salvajes mientras que los otros
hereradán conductas domésticas, al mismo tiempo que
algunos hijos pueden poseer ambas características.
Si se trata de adaptaciones de la conducta, las
experiencias se adquieren a través del aprendizaje y se
almacenan en el sistema nervioso
central. En estas adaptaciones también encontramos dos
tipos de conductas: la conducta resultante de la experiencia
individual que puede dividirse en infancia; un
período dedicado especialmente a aprender cómo se
debe vivir; juventud,
madurez y senectud. Ninguno de estos períodos está
rígidamente definido; cada uno se desvanece
imperceptiblemente en los inmediatos. Pueden reconocerse
distintos tipos de conducta, según las edades de la vida y
la conducta aprendida de otros individuos, que se basan en los
factores psíquicos. Lo que varía es la forma de
aprender. El ser vivo puede acumular experiencias mediante una
conducta de exploración activa, pero tambien heredar
experiencias, es decir, ser enseñado. Un aspecto capital del
comportamiento de los animales es su gran capacidad de
aprendizaje, puesta de relieve por
numerosos científicos, mediante experimentos como
el laberinto y la Skinner box
(caja de Skinner). En
este sentido se ha estudiado en profundidad el aprendizaje a
través de la observación, es decir, la capacidad de un
individuo para aprender la resolución de un problema
observando a otro individuo en condiciones de superarlo. Esto ha
podido demostrarse en diferentes especies, hasta el punto de que
ha llegado a hablarse de herencia cultural
tanto entre los primates como entre especies menos evolucionadas
como el ratón o la rata. Son famosos al respecto los
primates de Koshima. Se cuentan entre ellos, por ejemplo, una
hembra joven que descubrió que si lavaba las patatas con
agua salada
(agua de mar), tomaban un sabor más agradable.
Transcurrido cierto tiempo, pudo observarse que aquel
hábito se difundía como una epidemia en la colonia.
Sucede algo análogo con las ratas en lo concerniente a la
técnica de apertura de los caparazones de los bivalvos: en
efecto, se ha podido demostrar la presencia en esta especie de
auténticas tradiciones locales en las técnicas
de fractura de las valvas. También podemos tomar el caso
de los lobos jóvenes que se entrenan de manera real para
la lucha, pero entre ellos jamás hay vencedores ni
vencidos. Sus reglas son diferentes: quien ha ganado en la
primera vuelta, adopta en la segunda el papel de
perdedor, incluso si es mucho más fuerte que el
"vencedor". En caso de una infracción, el lobo adulto que
controla el juego interviene inmediatamente para mostrar al
furioso egoísta la "tarjeta roja". Así educan a los
jóvenes en el comportomiento social de la
manada.
Generalmente, se cree que el comportamiento humano debe
todo su contenido a la conducta aprendida de otros individuos, el
cual originó la cultura,
mientras que la conducta animal se basa principalmente en la
conducta innata, en la conducta instintiva y en la conducta
resultante de la experiencia individual.
Que es la cultura? Todas
las conductas adquiridas y modos de vida del ser humano, las
artes y técnicas
de hacer y usar objetos materiales,
el lenguaje,
las instituciones
sociales, políticas
y económicas, las tradiciones éticas y religiosas,
los conocimientos científicos y humanísticos. Es
decir, la cultura significa todo lo que la humanidad conoce o
hace como resultado de haberlo aprendido de otros seres humanos.
La cultura se adquiere no sólo de los padres, sino de
todos los seres humanos con los que se entra en contacto directa
o indirectamente. El mecanismo de transmisión no son las
células sexuales, sino la
comunicación directa, oral o gesticular, los libros, la
prensa,
radio y
televisión, el cine y el
teatro, y, por lo
general, cualquier medio de comunicación.
Si todas las radios del mundo y hasta toda la literatura que se relaciona
con ellas fueran destruidos por algun cataclismo selectivo,
supongamos un milagro ejecutado por un hombre harto
de oír el aparato del vecino, las radios aún
seguirían persistiendo como un elemento dentro de nuestra
cultura. La expresión pública de este elemento se
interrupiría temporalmente, pero habría miles de
individuos que sabrían como construir radios, incluyendo
los hábitos motores y la
habilidad necesaria para efectuar ese trabajo. Millones de
personas recordarían la radio como un
objeto útil o de diversión y sentirían la
necesidad de poseerla. En corto tiempo, se pondrían nuevos
aparatos a la venta,
construidos sobre la base de aquel conocimiento y
con el objeto de llenar esa necesidad. De esta manera el saber y
el poder se
fueron acumulando, creciendo como una bola de nieve. La cultura
le permite al ser humano acumular y trasmitir sus experiencias a
través de las generaciones, algo que no se ha comprobado
que no realicen los demás animales.
Cuál es el problema que originó la
cultura? Para ella no rigen las normas de la
evolución biológica. Los métodos y
los objetivos de
la evolución cultural son muy distintos a los
biológicos; en este proceso evolutivo se debe contar con
los grupos
sociales, el ejercicio del poder, el desarrollo
tecnológico, el progreso económico, que
actúan como mecanismos que se superponen a los
clásicos de la evolución biológica con tal
fuerza que en
ocasiones modifican los factores que rigen a
ésta.
Un buen ejemplo es el caso de la superpoblación
de especies, tanto la de animales como la de los seres humanos. A
los seres vivos les gusta reproducirse, no sólo en un
sentido figurado sino también en el sentido literal.
El amor es un
medio de reproducción y los seres humanos, al igual
que los animales y las plantas, tienen un fuerte instinto de
reproducción. Una especie sólo tiene que dejar dos
descendientes vivos por pareja para que su población se mantenga constante de una
generación a otra. Y, generalmente, esto es lo que suele
ocurrir, no porque a los individuos en cuestión les
preocupe el destino de la especie, sino porque la competencia entre
individuos y entre especies no suele conceder grandes ventajas a
ninguno. Es sabido que una pareja de ratones es capaz de
engendrar una camada de seis crías, cinco o seis veces por
año. A las seis semanas del alumbramiento, las
crías están en condiciones de procrear. Si cada una
de ellas encuentra compañero fuera de la familia y
se reproduce con éxito,
una simple pareja lograría tener decenas de miles de
descendientes anuales. Pero, Por qué el mundo no
está invadido de ratones? Porque no todos sobreviven. En
el mundo natural el crecimiento incontrolado no es fórmula
del éxito
definitivo. Llevado hasta cierto extremo, crecimiento,
crecimiento y más crecimiento no puede conducir más
que a la
muerte.
En la actualidad, la población humana consta de
5.500 millones de habitantes y continúa aumentando a un
ritmo extraordinario. Un informe de las
Naciones Unidas
destaca que la población mundial crece a razón de
80 millones de personas por año (3 por segundo). En 1999
habrá 6.000 millones y 9.000 millones dentro de 25
años. Esta expansión comenzó con la revolución
científica en los siglos XVI y XVII y ha continuado hasta
nuestros días, promovida por la Revolución
Industrial y, más recientemente, por los grandes
avances realizados en medicina en los
últimos cien años. De este modo, la
población humana experimenta un desarrollo suicida,
considerando nuestra incapacidad de mantener la armonía en
un mundo superpoblado con los recursos
físicos y biológicos básicos de nuestro
planeta. Nos estamos enfrentando a un problema que no
existiría si no fuéramos seres culturales
además de biológicos. Mientras que nuestra cultura
nos ha proporcionado el control de la
mortalidad, nuestra biología sigue
conservando la tendencia a tener un gran número de
descendientes en previsión de una alta mortalidad que hoy
se logra evitar en la mayoría de los casos. Para tener la
seguridad de que
sobrevivirían al menos dos descendientes, habría
que tener seis o siete hijos.
Cuando no existía un control de la natalidad,
cada pareja podía tener, teóricamente, unos veinte
hijos, aunque en la práctica se tenían de seis a
diez hijos. Esta elevada natalidad era adaptativa para nuestros
antepasados, puesto que la mortalidad también era
altísima. Muchos niños
morían a causa de los partos, mala lactancia,
pésimas condiciones sanitarías o enfermedades.
Si nuestra cultura no reacciona a la amenaza de la
superpoblación o si su reacción es inadecuada, es
posible que nuestra biología realice
el trabajo por
nosotros, tal vez ya lo está haciendo.
Las poblaciones de animales se adaptan al nivel de sus
recursos
alimentario (u otros factores limitantes) mediante varios
mecanismos biológicos innatos, no simplemente respecto a
la muerte por
hambre o sed; estos mecanismos se ponen en juego en respuesta a
señales de hacinamiento incipiente antes de darse la grave
escasez de recursos. Las señales toman la forma de la
percepción de algún factor por parte
del animal en su medio ambiente
y disparan los mecanismos fisiológicos que reducen la
fertilidad o bien disminuyen la tasa de supervivencia de los
fetos o de los recién nacidos.
Tales mecanismos existen probablemente en las
poblaciones humanas. Se ha comprobado en varios casos que los
abortos y la mortalidad infantil están asociados a
presiones que actúan sobre la madre durante el embarazo, o
quizá con anterioridad a éste. Las condiciones
más desfavorables conllevan esterilidad o partos de hijos
muertos. Si los hijos sobreviven se producen distintos tipos de
daños a los jóvenes que reducen sus probabilidades
de vida. En una época más primitiva, habrían
desembocado probablemente en su muerte. La
desnutrición, el hacinamiento o la
tensión de la guerra parecen
afectar el aprendizaje,
el vigor y la
motivación de los jóvenes. Uno de los
resultados más sorprendentes de la presión
demográfica es un aumento de la irritabilidad y la
intolerancia, de modo que los hijos de corta edad (al igual que
las esposas) pueden ser maltratados, a veces hasta la muerte.
Algunos de los problemas que
advertimos entre los adolecentes posiblemente sean también
una respuesta a la tensión a la cual somos impotentes para
poner freno.
Los costos de la
cultura han sido altos, nos han llevado a un suicidio
ecológico generalizado, a las armas nucleares,
a la
globalización de las economías de crecimiento
ilimitado, a la pérdida del sentido más allá
del mero consumismo, a la pérdida de la comunidad y la
conexión con otras personas y a la pérdida de un
sano sentido de inserción en el resto del mundo
natural.
Así es como el aumento de la expectativa de vida
disminuyó la necesidad de proteger al grupo familiar
y aumentó el individualismo. Estás
características favorecieron la priorización de la
satisfacción de los deseos personales en lugar de los
deberes y las obligaciones
comunitarias. Es importante entender que el contexto
político y socioeconómico modernos fomentan el
individualismo y el egoísmo.
Si analizamos a la familia,
observaríamos que desde los primeros humanos, los
individuos se mantenían unidos mediante una red de deudas,
responsabilidades y deberes mutuos. Cazar y recolectar en
grupos eran
actividades que habían comenzado a fomentar obligaciones,
entre machos, entre hembras y entre grupos de
familias.
El macho adolescente comenzaba a darse cuenta que
tenía ciertos deberes. Tenía que explorar con otros
machos e informar de lo que observaba, tenía que llevarle
carne a su madre y mostrarse respetuoso y leal con el
compañero de su madre. Una joven tenía que cuidar
de sus hermanos menores y de los hijos de otras hembras cuando
estás salían con su madre a recolectar,
tenían el deber de llevar carne a sus hermanos y a los
machos más viejos y de hacer cestos y bolsas para llevar
al hombro a los niños,
en su tiempo libre. La hembra que estaba en pareja, debía
compartir la carne, los vegetales, el cuidado de los niños
y la actividad sexual con su compañero y él
debía compartir con ella. Las hembras adultas se
sentían obligadas a proteger los hijos de otras, a
compartir sus conocimientos y a ayudarse mutuamente en el
campamento. Los machos adultos debían proteger al grupo,
proporcionar carne, dirigir la cacería y orientar al grupo
cuando se movilizaban.
Así, dentro de cada grupo social, los individuos
comenzaban a comportarse según formas prescritas, conforme
a relaciones catégoricas como padre, madre, hijo, hija,
tío, tía, esposa, marido. De esta forma, la familia se
convierte en un gupo económico basado en la
división sexual del trabajo.
En los tiempos que corren muchas mujeres representan los
dos papeles, causando una anomia, que es la incongruencia de las
normas
sociales. Por un lado, existe un empuje económico e
ideológico que impulsa a las mujeres a salir de su hogar
y, por el otro, un ambiente proclive a que sigan cuidando de sus
hijos y de su casa. Estos impulsos encontrados descolocan al
hombre en su rol ancestral y perturban su percepción
de la nueva realidad por la rapidez de los cambios. A la mujer le es
más fácil entrar en el mundo de los hombres que a
la inversa.
Del choque que se produce por esta yuxtaposición
surge la crisis de
valores que,
inevitablemente, conduce a desestructuraciones sociales y
comportamientos sin normas, como la envidia, la ansiedad, la
depresión, la adicción y la violencia.
Si tomamos como ejemplo a la depresión,
veremos que uno de los padres puede mirar a su hijo sin
esperenzas o tocarlo sin calidez. Cada vez que se deprime, una
madre puede no salir de la cama durante varios días; un
padre puede sumergirse en la
televisión noche tras noche. A través de
conductas repetidas que sugieren sentimientos de vacío,
desamparo o desesperanza, un padre -sin darse cuenta- trasmite
subrepticiamente su depresión a su hijo. De esta manera,
el dolor de la depresión se perpetúa a
través de generaciones.
Los científicos señalan que ninguna
especie cuida tanto tiempo a sus crías como nosotros,
pero, de paso, remarca que casi todos los animales lo hacen y, a
menudo con mayor practicidad. Lo más importante es que
esten limpitos, decían al parecer nuestras abuelas. Pues
bien, una de las primeras atenciones que reciben los mamíferos es la de la limpieza que, en
algunas especies puede llegar a increíble minucia. Las
monas escudriñan y palpan cada centímetro de
piel de sus
hijos para eliminar toda partícula indeseable: tanto en un
pequeño parasito como una mota de suciedad o una escama,
lo cual les sirve también para identificar mejor a sus
bebes.
Las madres animales no pueden glorificar verbalmente la
papita o la comidita pero su preocupación por fortalecer a
las crías es simplemente ejemplar. Lo mismo que los padres
dan frecuentes muestras de altruismo. En muchos mamíferos es corriente el amamantar hijos
ajenos o el aceptar "padrastros" para resolver problemas de
alimentación de cachorros huerfanos. Pero
tanto entre los camaleones como entre los koalas un grupo
familiar significa garantía de tener bocado y no ser
bocado para otros.
Entre las aves esto
puede insumir mas de cien largos viajes por
día desde el lugar de abastecimiento hasta el nido. En los
intervalos el conyuge que ha permanecido en espera puede tener
que afrontar terribles batallas. Y a veces no solo se trata de
tener alimento sino de prepararlo: el training para el vuelo y la
natación
puede comenzar desde la dieta. Las grandes aves
acuáticas, antes de dar comida a sus polluelos la
predigieren. Si es un pez lo convertirán antes en su
propio organismo en una virtual sopa de pescado. Algo bastante
distinto que poner una hamburguesa en el "microondas".
Las gaviotas argenteas tienen en el pico una senal roja que "se
enciende" solamente cuando llegan al nido con comida. Sirve para
que los pichones no picoteen al divino boton a padres de momento
indigentes.
Los elefantes usan sus misteriosos "radares" para hallar
agua para sus crías. Marchan con ellas por los desiertos
hasta localizar -nadie entiende como- fuentes bajo
tierra que su
instinto o memoría detectan. Tampoco para las osas rige
aquello de que los hijos son una carga pesada. Ellas tienen un
sistema de
transporte
peculiar: los cachorros viajan con la cabeza metida en la boca de
la madre y el cuerpo colgando de las temibles fauces a medio
abrir. Nunca hay un error de calculo ni un tropezón de la
mamá que descabece a un osezno. Curiosamente, ciertos
peces bocones
también asumen el mismo riesgo con sus
alevinos. Son metodos de traslado no tan distintos de los que
usan otros animales. Una leona y una rata aferran con igual
suavidad en sus mandíbulas el cuello del hijo. De
allí, esa tierna y confiada regresión que hace que
los gatos se inmovilicen docilmente al ser izados por la
cerviz.
No pocos son los animales que acarrean a sus
crías sobre el lomo: lo hacen tanto los temibles
escorpiones como ciertas variedades de ranas. Otros, los llevan
colgando de la cola o en una bolsa como los marsupiales, pero
nunca hay accidentes. Ni
siquiera entre los monos: van simplemente aferrados al pelaje de
madres que no les ahorran las piruetas más locas. Cuando
ya sueltos ellos intenten las suyas, les curvaran las ramas a
favor y hasta les ofrecerán su propio cuerpo como puente
de una a otra.
No se trata de abandonarlos ni de sobreprotegerlos, sino
de educarlos, es otro lugar común que expresa un proposito
más accesible para un padre manatí o hamster, que
para los seres humanos. Hay que predicar con el ejemplo, es una
joya más del codigo
inefable que nos ha sido legado y que transgredimos
cotidianamente. No viene mal recordar que los animales en
realidad no educan. Simplemente, hacen que los pequeños
imiten. Que los acompañen y busquen comida o agua, se
escondan o huyan, segun vean actuar al padre o madre "modelo". Esta
enseñanza directa no excluye el castigo
cuando la actividad del pequeño lo pone en peligro a
él o al grupo. En esos casos, hay dureza pero no
descontrol y jamás ensañamiento.
Pasan cosas lindas en una familia, es una
expresión de no muy antiguo lanzamiento que ya suele
connotar irónicamente. Sin embargo, esa ambivalencia no
funcionaría en el caso de nuestros vecinos de distintas
especies. Entre ellos también hay buenos y malos momentos,
pero no dudas sobre la familia. Es muy probable que entre los
animales no existan estos deberes y obligaciones, pero si existen
de padres a hijos. Las crías son los que unen a los
padres, al menos entre los animales.
Cuánta ambición descontrolada,
cuánta apetencia de poseer bienes
materiales,
qué pasión obcecada por alcanzar riquezas, poder!
Nos hemos apartado tanto de la Naturaleza que lo
natural nos parece extraño. Tenemos que llegar al
convencimiento de que somos lo que realmente somos: parte de la
estructura intrincada y equilibrada del mundo natural y no un
simple conquistador que somete la naturaleza a su antojo,
explotando meramente su riqueza.
No hay escapatoria para nuestra interdependencia con la
naturaleza; estamos entretejidos con la urdimbre más
estrecha con la Tierra, el mar, el aire, las estaciones, los
animales y todos los frutos de ella. Lo que afecta a uno afecta a
todos; somos parte de un todo mayor: el cuerpo del planeta.
Debemos amar y respetar su expresión múltiple, si
queremos sobrevivir.
Podemos tomar como ejemplo el caso de las grandes
metrópolis. Las ciudades se han transformado en lugares
completamente artificiales en donde las personas se amontonan de
un modo increíble y en donde uno puede pasarse la vida sin
pisar la tierra o sin sentarse bajo un árbol. No hace
falta expresar que la ciudad es extraña para una criatura
que ha evolucionado biológicamente, que vive, respira y
transpira.
Esto se debe a que el Homo sapiens vive cada vez
más ajeno a las realidades primitivas: las rocas, el agua, el
viento, los animales y las plantas. El problema es el hecho de
que nos hemos rodeado de productos cada
vez más extraños a nuestra propia creatividad.
Debido a una tecnología cada vez
más sofisticada, los seres humanos se están
rodeando de un número creciente de elementos
extraños. Nos despertamos por la mañana, accionamos
un interruptor y de algún modo se enciende una luz,
tiramos de la cadena y cae el agua,
hacemos girar una llave y el coche arranca. Tanto en las
cuestiones importantes como en nuestra vida cotidiana hemos ido
haciéndonos cada vez más dependientes de cosas que
sólo comprendemos vagamente. Al estar desvinculados de las
cosas que hemos producido, nuestro comportamiento de unión
con el mundo ha quedado gravemente dañado.
Lo cierto es que nuestras ciudades padecen graves
problemas entre la disparidad existente entre nuestras creaciones
culturales y nuestras necesidades biológicas. Estos
problemas se pueden resumir en: la explosión
demográfica, falta de saneamiento urbano, falta de
espacios verdes, medios de
transportes inadecuados, contaminación
del suelo, aire y aguas, pobreza, basura
domiciliaria y residuos tóxicos, entre muchos
otros.
Si tomamos en cuenta la
contaminación de aguas veremos que la mayor parte del
agua que consumimos proviene de los mismos ríos o lagos en
los que son vertidos los desechos industriales y domiciliarios.
El agua potable que sale de la canilla requiere de un proceso muy
caro y cada vez más complicado. Pareciera ser que en las
ciudades siempre se pensó al agua como algo negativo, como
algo inexistente, como el patio de atrás de la
metrópolis.
Hace 3 mil años las personas que habitaban el
valle del Indo construían sus ciudades de acuerdo con un
modelo regular en el que se preveian las alcantarillas y los
desagues.
Los romanos construyeron muchas ciudades de acuerdo con
un modelo semejante, con un foro central, que era el lugar de
reunión, cerca del que se encontraban los baños
públicos y demás edificios.
Después de la caída del Imperio Romano,
los pueblos se fueron desarrollando cerca de las formaciones
naturales. El planeamiento se
relacionaba principalmente con la defensa de la ciudad. A medida
que crecía la población, éstas se
superpoblaban. Prácticamente no se preveían los
sistemas de
suministros de aguas ni los desagues. Por lo mismo, comenzaron a
tener problemas con diferentes plagas.
En el siglo XIX, con el nacimiento de la Revolución
Industrial, sólo había cincuenta ciudades en
todo el mundo con más de 100 mil habitantes. En 1985 ya
había más de 1500 que tenían más de
un millón de habitantes. Esto se debía a que la
mayor innovación que trajo la Revolución
Industrial fue las fábricas. Las casas se aglomeraban
alrededor de ellas y se encontraban expuestas al hollín y
al humo de las chimeneas. Las comodidades eran mínimas
para la supervivencia humana.
En la actualidad, las ciudades tienen que cumplir con
funciones
religiosas, intelectuales, militares, administrativas,
turísticas, comerciales, industriales, sanitarias y
deportivas.
En las ciudades abundan las situaciones en las que se da
un exceso de motivos -imágenes,
olores, ruidos- insistentes, cambiantes y perturbadores que
bombardean nuestros sentidos. Es probable que muchos de nosotros
no nos hayamos dado cuenta del verdadero daño que ocasiona
en nuestro sistema nervioso
la diversidad de formas, colores y
combinaciones de todo lo que diariamente incorporamos mediante
nuestra retina. Observar un edificio de departamentos es
impactante, peor aun si le agregamos los carteles publicitarios,
los semáforos, los cables, los caños, los toldos,
los pasacalles, los adornos, las vidrieras y los distintos tipos
de luces con diferente intensidad. Como mariposas atraídas
por la luz de la vela, nos sentimos atraídos por esos
motivos. Estos factores producen cambios en las conductas como
insomio, ansiedad e irritabilidad.
Las características de las ciudades, su
tamaño, su ruido, su
constante ajetreo y su impersonalidad hacen complicadas las
relaciones personales. Una persona se
encuentra cada día con cientos de miles de semejantes casi
todos desconocidos. Incluso cuando se hacen las presentaciones en
una reunión social de amigos, la inmensa mayoría de
los invitados tiene dificultades para recordar los nombres, a
causa de que normalmente están tensos y
preocupados.
Uno de los modos de aliviar estos conflictos es
mantener a los demás fuera de nuestra envoltura
protectora. De hecho, es imposible conocer a todas las personas
que se nos cruzan en las calles de la gran ciudad. No podemos
saludar personalmente a todos los pasajeros de un colectivo
lleno. No podemos abrirnos a la humanidad que florece en torno a nosotros,
que rompe sobre nosotros como el mar sobre la roca. No podemos
reaccionar de la manera profundamente humana para la cual nos
había preparado la evolución biológica.
Tenemos que mantener la distancia entre nosotros y los
demás como un mecanismo de defensa, producto de la
necesidad que nos ayuda a conservar el equilibrio de
la conducta en un mundo inestable y caótico. Es por esta
razón que nos rodeamos de una coraza de indiferencia,
eludiendo silenciosamente a nuestros semejantes y evitando
cuidadosamente reconocerlos como seres humanos. En cierto
sentido, el ciudadano no es responsable de su conducta. Se ve
obligado a actuar de ese modo por el carácter
insano y agobiante de su entorno artificial.
Es posible que ésta sea una observación trivial, pero de algún
modo muy significativa. Todos los días nos encontramos con
extraños y no sólo en la calle sino también
en los abarrotados medios de transporte y
en nuestras relaciones
laborales y comerciales. Si visitáramos un pueblo que
conservara su cultura primitiva en uno de los rincones del globo
adonde aún no ha llegado la cultura moderna, la gente se
mostraría asustada, agresiva o tremendamente interesada,
pero nunca indiferente hacia nosotros.
La Naturaleza ofrece a los seres vivos toda una gama de
oportunidades para satisfacer sus necesidades: alimentarse,
cobijarse, echar raíces, invernar. Sin embargo, una
especie -animal o vegetal- nunca agota todas las posibilidades;
sucede que a lo largo de la evolución cada especie se ha
amoldado a determinadas condiciones de su medio ambiente. La
especialización resultante está dirigida con tal
exactitud a las particularidades del entorno, que cada una de las
especies encaja perfectamente en un papel determinado por la
Naturaleza. Podemos poner como ejemplo que en el ambiente natural
los seres vivos, en algún momento de su vida, -si no
siempre- necesitan un hogar, debido a que existen pocos lugares
en nuestro planeta que tengan un clima tan
benévolo y uniforme sin la necesidad de buscar un
refugio.
Los castores, antes de hacerlo, estudian bien la
configuración del terreno, seleccionan un punto en el
arroyo y empiezan a construir su dique. Para empezar, clavan
estacas verticales en el lecho del río, luego ponen palos
delgados atravesados y grandes cantos rodados para que se hundan;
recogen barro de las orillas y lo amontonan en la construcción para unir las estacas, las
hojas y los cantos rodados para darle consistencia al conjunto.
Si se acaban los árboles
adecuados en las cercanías, hacen canales hasta el arroyo
y hacen bajar los troncos flotando desde más lejos. En las
orillas del embalse o en una de las pequeñas islas que
pueden formarse en su interior construyen su alojamiento: una
gran cúpula de estacas, palos, ramas, juncos y barro, en
cuyo interior se halla la cámara donde viven.
El mantenimiento
del dique requiere la atención constante de sus propietarios. Si
llueve intensamente, deben agrandar los desagues para que el agua
escape antes de reventar la presa. Y cuando deja de llover,
pueden tener que reconstruirlos para evitar que el nivel del
embalse baje demasiado y deje al descubierto la entrada de la
vivienda. Muchas de estas construcciones duran décadas, si
no siglos y las usan varias generaciones de castores.
Entre los seres vivos el encuentro de dos animales
produce un conflicto
inmediato, sobre todo si se trata de un encuentro inesperado. La
mayoría de los seres vivos han desarrollado diferentes
medios para reducir este conflicto y
para impedir alteraciones indebidas de su comportamiento normal.
Cuando existe una asociación entre los individuos es
conveniente indicarlo; por eso mismo se saludan los
amigos.
Muchos animales se saludan e intercambian señales
de contacto destinadas a tranquilizar a los subordinados y
apaciguar a los dominantes. Una bandada de gorriones al igual que
una muchedumbre hace bastante ruido. Cada
gorrión emite periódicamente un breve chillido que
informa a los demás de su presencia y contribuye a
mantener la distancia ideal entre los individuos. Es probable que
sirva también para reducir la agresividad entre ellos
informándoles de que todos son integrantes del grupo.
Entre las ardillas y los perritos de las praderas, los
extraños se olfatean la cara en una curiosa ceremonia de
bienvenida. Los delfines
parlotean entre ellos casi constantemente y los chimpancés
extienden las manos.
Dadas las desventajas que tiene la vida en la ciudad:
por qué existe tanta gente que quiere vivir en ella? En la
mayoría de los casos la razón no es una
elección consciente, sino la búsqueda de un
empleo, las
comodidades y los factores económicos. También
puede ser que uno haya nacido en la ciudad porque sus padres se
instalaron allí, atraídos por algunas de estas
ventajas.
Vemos que todo organismo se halla en un equilibrio
inestable, en el sentido de que, si bien tiende a mantener un
equilibrio, éste no puede ser estático, total ni
definitivo. El organismo tiende a mantener dicho equilibrio o a
recuperarlo -si lo ha perdido- y las modificaciones que en
él se producen para lograr dicha finalidad constituyen el
comportamiento.
De aquí se deduce que la conducta es funcional,
es decir que todo comportamiento tiene una finalidad: la de
revolver tensiones. Significa que el comportamiento implica
siempre conflicto o ambivalencia. Estas conductas son tanto
más trasmisibles, cuanto más sencillas son y
más ligadas están al cuerpo y, tanto menos
trasmisibles, cuanto más complejas y ligadas al
aprendizaje.
Si analizamos los conflictos,
veremos que los animales de muchísimas especies combaten a
sus semejantes y el hombre no es ninguna excepción, por el
contrario, su historia es una mezcla de
acciones violentas y apaciguadoras. Se debe señalar que el
nivel de los conflictos depende de las condiciones ambientales:
del biotopo, de la presión depredadora, del tipo de
alimentación, de la propia dinámica de la población. Los
animales y los seres humanos resuelven los conflictos a
través de las siguientes conductas.
1. Ritualización de la disputa: Animal: la
instigación precede a la lucha y ésta se desarrolla
como una especie de torneo. En casos extremos no se llegan a
medir las fuerzas. Estudios comparados muestran que de ordinario
los torneos derivan de las luchas agresivas.
Hombre: similar a la existente entre los
animales, pero filogenética y cultural al mismo tiempo.
Las ritualizaciones filogenéticas determinan el
comportamiento expresivo (amenaza) y desempeñan un gran
papel en el conflicto intragrupal. Las normas culturales
controlan el uso de las armas. Aplicable
tanto al conflicto intragrupal como al intergrupal, aunque la
ritualización del primero (la guerra) ha
progresado menos. Las agresiones verbalizadas sustituyen la lucha
corporal.
2. Actitudes de sumisión: Animal: permite
al perdedor finalizar el combate desconectando las señales
que lo han provocado. Según el principio de la
antítesis se pone
en práctica la conducta contraria a la instigación,
por ejemplo, el empequeñecimiento; los vertebrados
superiores suelen emitir al mismo tiempo apelaciones al contacto
que revisten básicamente la forma de señales
infantiles.
Hombre: desarrollados en parte de manera innata
(enfadarse, llorar) y en parte producto de la
cultura (rendirse). Las apelaciones pueden ser verbalizadas. La
interrupción del contacto apartándose, abandonando
temporalmente el grupo y rechazando el diálogo
implican, por un lado, presagios claramente agresivos, y por el
otro, contribuyen a evitar conflictos merced al simultáneo
distanciamiento.
3. Conclusión de la pelea por
intervención de terceros: Animal: se observa en
mamíferos superiores: individuos de rango elevado
intimidan con amenazas a los contendientes. En algunas especies
también los apaciguan recurriendo a rituales "amistosos"
(saludo), que transforman el estado de
ánimo activando sistemas de
estímulos antagónicos a la
agresión.
Hombre: se observa en conflictos intragrupales y
tambien en los intergrupales.
4. Mediante la creación de una
jerarquía social: Animal: la conducta de un miembro
del grupo se torna predecible para todos los demás dentro
del contexto social. Esto impide sin duda muchas
fricciones.
Hombre: la jerarquía desempeña en
el mundo humano un papel similar al que ejerce entre los
mamíferos sociales. Con frecuencia la agresividad se
proyecta sobre chivos expiatorios o sobre minorías
reforzando así la cohesión del grupo.
5. Los comportamientos pacificadores y generadores de
vínculos: Animal: los mamíferos sociales
disponen de un repertorio de pautas de conducta que favorecen el
contacto amistoso, derivadas en su
mayoría del conjunto de señales madre-hijo; algunas
proceden también de señales sexuales femeninas.
Apaciguan y crean o fortalecen la vinculación amistosa
entre los miembros del grupo.
Hombre: similar a las existentes entre los
animales, la ritualización cultural adopta la forma de
apelaciones verbalizadas que en el fondo siguen siendo
infantilismos verbalizados o acciones de socorro.
6. Evitación de provocaciones: Animal: se
pueden evitar los conflictos eludiendo las provocaciones o
disimulando dentro del grupo las señales que desencadenan
el combate.
Hombre: similar a la de los animales es el ajuste
de las condiciones de propiedad
mediante el reparto.
7. Restricción de la agresión:
Animal: mediante el desarrollo de normas que impiden que un
tercero perturbe la unión entre dos miembros del grupo;
mediante el rapto o atracción del cónyuge de o la
cría. También es posible evitar el
conflicto.
Hombre: similar al de los animales, las
costumbres-válvula permiten desahogar la agresividad, sin
que esto traiga consecuencias nocivas para el grupo. El
nombramiento de una autoridad que
administre justicia
presupone el desarrollo de un estado de derecho
que esconde las agresiones.
Hasta aquí compartimos con los animales las
adaptaciones filogenéticas referidas a los conflictos. Sin
embargo, algunas de estas conductas han desaparecido o se
encuentran bajo el manto de la cultura. Las próximas
conductas son exclusivamente culturales y por lo tanto se pueden
observar únicamente en el Homo sapiens como las formas de
evitar o suprimir los conflictos basadas sobre el fenómeno
de la ritualización cultural, mediante la
verbalización. Esto es aplicable tanto a las luchas
ritualizadas como a esa infinidad de costumbres que fortalecen un
vínculo como es la educación
conciente, la creación de un derecho civil o
el esfuerzo por integrarse en grupos más amplios
trascendiendo, el grupo familiar. He aquí algunos
ejemplos.
- Se intenta frenar los conflictos intergrupales
estableciendo vínculos matrimoniales: El
parentesco por vía matrimonial salva las fronteras que
separan los grupos. Es también uno de los métodos para mantener abiertos los
canales de comunicación e integrar los grupos en
unidades más amplias. - Mantener abiertas las posibilidades de
contacto, incluso entre las facciones enemistadas,
mediante fiestas o permitiendo a determinadas personas
moverse sin peligro como mediadores entre los bandos
enemistados. Instituciones como la Cruz Roja o la ONU
desempeñan la misma función en un estadio
superior de civilización. - Despertar la conciencia
humanitaria y la integración política y económica son
otras vías para prevenir los conflictos intergrupales.
Aquí se utilizan los
valores previamente desarrollados dentro de la familia,
es decir se amplia el "ethos familiar". Se debe que incluir
también la educación que implica el rechazo
consciente de modelos agresivos.
Las actidudes de valentía y coraje son
directamente opuestas al impulso básico de huir del
peligro. Los siguientes pares de palabras representan
antagonismos semejantes a: odio-amor,
malestar-gusto, egoísmo-altruismo,
tristeza-alegría, dolor-placer, agresión-
sumisión.
Si tomamos como ejemplo la agresión veremos que
el peor competidor de un animal es su semejante. Come lo mismo y
precisa los mismos lugares para dormir y para criar, todo ello
disponible sólo en cantidad limitada. Por lo tanto, la
prosperidad de las poblaciones animales implica una distribución de sus miembros para evitar la
superpoblación del territorio.
Tanto en los animales como en el hombre la
agresión conduce a la delimitación territorial de
los grupos y a la formación de un orden jerárquico.
Este tipo de agresión ha favorecido la difusión de
los seres humanos por la Tierra. Cuando un pueblo más
agresivo en la técnica del armamento arrinconaba a otro,
el más debil se batía en retirada.
La agresión del territorio no es el único
tipo de agresión que existe. Podemos nombrar
también la agresión de captura , contra otros
enemigos depredadores y a la agresión
psíquica.
Analizando la agresión en el ser humano -desde
una perspectiva psíquica–, podemos tomar como ejemplo la
familiar, desde el punto de vista individual que es el primer
paso y consiste en descubrir qué efecto posee sobre las
emociones de
un niño; es probable que las pautas establecidas durante
la infancia se
repitan durante toda la vida adulta en condiciones de
súbita tensión.
Se ha comprobado que la agresión es una de las
conductas más destructivas en el niño, debido al
estado de
dependencia del niño ya que la agresión puede
volcarse libremente contra las figuras familiares que la
inspiran; este tipo de agresión es necesariamente oculta y
aún el propio sujeto que agrede carece de conciencia con
respecto al sentimiento que alienta.
Si la intensidad sobrepasa cierto punto el efecto
inmediato será una intensificación gradual de la
aprehensión del niño y un sentimiento de suspicacia
cada vez más intenso con respecto al mundo exterior,
explicación fundamental de la disposición del
niño a ver fantasmas en todos los rincones oscuros, ya que
espera un ataque misterioso porque sus propios impulsos agresivos
están frustrados y disimulados. Al inhibirse se
desmoraliza y padece un sentimiento de culpa. En ocasiones se
comporta como si él mismo fuera un animal peligroso, un
monstruo.
Mientras los seres humanos no logren entender las causas
biológicas de los conflictos jamás
encontrarán una solución a su violencia
innata. Unicamente podrán esconder los conflictos bajo el
manto de la cultura que lamentablemente cobre todas
las actividades del Homo sapiens.
En una posición intemedia se encuentra ese grupo
de conductas que dependen de nuestra constitución física y mental, los
cuales forman la
personalidad, que pueden nombrarse como: la envidia, la
melancolía, la inseguridad,
la ansiedad, la depresión, la adicción, la
violencia, la anomía, la frustración, la
obseción, el aburrimiento, la mentira, el antagonismo, el
retraimiento, la insensibilidad, la fidelidad, el optimismo, el
igualitarismo, la tolerancia, la
deslealtad, el pesimismo y la neurosis.
Se expresa con frecuencia que estas conductas en el Homo
sapiens no son innatas, sino aprendidas, imbuidas con la cultura.
Los biológos evolucionistas, que estudian el
comportamiento de los animales, y los genetistas no opinan lo
mismo. Para ellos, en estás conductas existen una
tendencia filogenética trasmitida hereditariamente. La
cultura no hace más que repetir la evolución
biológica, como un paso más en la espiral
evolutiva.
Si tomamos en cuenta a la mentira, veremos que
está forma parte inexplicable de la personalidad
del Homo sapiens, sirve de catalizador social y ayuda a la
formación intelectual del niño desde los primeros
estadios de su desarrollo, claro que es una estrategia
evolutiva no exclusiva de los hombres.
En un momento determinado del desarrollo infantil, el
niño se da cuenta de que la sinceridad puede ser
perjudicial. Por ejemplo, es mejor quedarse callado cuando la
madre pregunta quién ha roto el jarrón de
porcelana. Según algunas teorías
psicoanalistas, la primera mentira del chico, si tiene
éxito, marca la
experiencia inicial de que sus padres no lo saben todo y de que
él es una persona con
voluntad individual capaz de resolver las cosas. Así es
como las habilidades humanas fundamentales como la independencia,
el talento intelectual o la capacidad de planear un futuro,
pueden ser empleadas por el niño, entre otras cosas para
mentir, por lo que el engaño es un resultado natural del
desarrollo intelectual del menor. Si un chico no recibiera esas
habilidades, no maduraría.
Imagínense un mundo en el que nunca
pudiéramos mentir. Un mundo en el que fuera imposible
disimular un error delante de nuestros jefes, magnificar nuestras
virtudes ante la persona amada, buscar excusas para justificar un
olvido, recurrir al eufemismo, obviar calificativos que sabemos
son dañinos para el prójimo, mantener un secreto,
eludir las comprometedoras preguntas de los hijos… Un mundo, en
fin, en el que todos dijéramos realmente lo que pensamos
de los demás.
La mentira tiene mil caras. Sólo piense en la
cantidad de formas distintas que podemos llegar a utilzar durante
el día: exageración, confabulación, invento,
verdad a medias, fabulación, desinformación,
distorsión, falsificación, cuento,
fraude, mala
interpretación, manipulación, evasión,
simulación, subterfugio,
tergiversación, perfidia, coartada, confusión,
camuflaje… La lista podría ser interminable.
Parece ser que la mentira está mucho más
presente en nuestra conducta de lo que pensamos. Para los
biológos evolucionistas presentar información falsa
es una estrategia
natural más de la
comunicación. Los científicos consideran que la
mentira en el mundo animal es instintiva y puede dividirse en
cuatro categorías.
- Apariencia: Cambios evolutivos involuntarios
que modifican el aspecto externos de los organismos. Por
ejemplo, las mariposas que cambian de color para
confundirse con el entorno. - Simulación: Algunas aves, por
ejemplo, simulan tener rota un ala para librarse del
depredador. Se trata de engaños involuntarios, peros
sus efectos no son permanentes y requeiren de un
estímulo exterior. - Engaño voluntario: En este caso, el
animal sabe que puede optar por el engaño o no y elige
mentir. Es el ejemplo de algunos perror que fingen estar
heridos o tristes para llamar la atención. - Engaño premeditado: Es el nivel
superior de mentira animal. Se trata de embustes que tienen
un fin no egoísta. Por ejemplo, advertir a un
individuo de la misma especie o de otra de un
peligro.
La presencia de un cerebro y un sistema nervioso le da a
los animales la posibilidad para reaccionar a estímulos
externos para desarrollar hábitos y asociaciones. Estas
cualidades parecen variar un poco según los individuos y
las especies. De esta forma algunas personas son por su constitución más inteligentes que
otras, tienen percepciones más precisas, desarrollan
hábitos más faciles y rápidamente o son
más nerviosas y excitables. Estas diferencias son
probablemente genéticas.
La personalidad
del individuo se edifica en base a las interrelaciones que se
establecen entre los factores genéticos y los ambientales.
Los unos se edifican sobre los otros. Sin embargo, en los seres
humanos todos estos comportamientos toman sus rasgos de la
cultura: las películas, los libros,
los medios de
comunicación, la familia y el entorno
cultural.
Nuestra cultura de la violencia se ve reflejada
cotidianamente. Se trabaja violentamente y se busca la
diversión agresiva. El tecnificado hombre de hoy busca
diversiones presididas por la agitación y el
ruido.
A los niños actuales nunca se les dice que no y
en ese consentimiento creen que siempre pueden ir más
allá, hasta satisfacer todos sus deseos. El odio infantil
se genera en el ambiente que los rodea, la familia en la que se
crían o en el barrio insalubre en el que tienen que
desarrollar su convivencia.
Así, la agresividad del hombre aumenta porque
vive excitado, a veces enajenado, bajo los efectos de una
constante irritación. La sociedad lo
obliga, como en ningún otro momento de la historia, a competir con
saña para no convertirse en un marginado.
Estas conductas coincide con el de toda la sociedad, en
la que rige un alto coeficiente de deteriodo social y en donde el
ser humano es un objeto descartable.
La conducta sólo puede ser comprendida en
función de un contexto. Para poder comprender y controlar
el comportamiento de un animal debemos considerar todos los
motivos externos e internos, todas las actitudes latentes y otras
formas de organización en el individuo. La reacción
orgánica puede considarse como una disposición a
una acción. Le sirve también de guía hacia
su objetivo
puesto que le ayuda a mantenerse en el curso de su conducta hasta
que se produce una respuesta final. Esta disposición a
actuar no sólo sirve de agente cooperador de los
músculos del esqueleto para ejecutar la conducta
intencional, sino también sirve para controlar el
funcionamiento de los músculos lisos y de las
glándulas. El organismo responde como un solo
ente.
Cuando una industria crea
otra similar a ella, por ejemplo una fábrica de chocolate
funda otra fábrica de chocolate se precisa una enorme
cantidad de órdenes determinadas, dadas a los arquitectos,
a los albañiles, a todo tipo de proveedores.
En definitiva, órdenes, puesto que deben obtenerse
permisos y lograrse créditos bancarios, algo que en realidad no
son órdenes sino instrucciones. Estas instrucciones son
llevadas a cabo por un código
que, en la naturaleza, debe cumplir con dos funciones: Por un
lado tiene que estar constituido de tal modo que el grupo de
moléculas por el dirigido pudiese lograr energía y
materia del
entorno e incorporarlas al organimos. Por el otro, que produzca
la división, ya que cada uno de los nuevos individuos
aparecidos debe disponer de estas instrucciones para ser completo
y poder reproducirse a su vez. Este aspecto es llevado a cabo por
los genes, fragmentos de ADN que conforman
cada organismo. También le debemos buena parte de nuestras
conductas. Cuando nos arrebata el amor o el
odio, el altruísmo o el egoísmo, éste
filamento tiene su importancia. Es importante entender que los
genes sólo fabrican proteínas
y nos dictan comportamientos. De éstos se encarga el
cerebro. Ahora bien, una mutación genética
puede alterar la conducta.
Que es el ADN? Es un
filamento que se organiza formando cromosomas. Esta
extensa molécula tiene forma helicoidal que elaboran
moléculas en cada espiral y parejas de moléculas
eslabonadas entre sí, desde una hélice a la otra,
produciendo una estructura muy semejante a la de una escalera de
caracol. Cada bloque de construcción del ADN recibe el
nombre de nucleotido. Existen cuatro tipos distintos de ellos, de
acuerdo a sus diferentes bases nitrogenadas: la adenina (A), la
guanina (G), la citosina (C) y la timina (T). Esta última
se sustituye por el uracilo (U) en los virus de ARN. Del
orden en que estén colacadas en los peldaños de la
escalera enrollada del ADN depende todo, desde que los humanos
tengamos uñas hasta que los árboles queden
desnudos. Como la vida no solo nace, sino que tiene que
mantenerse y desarrollarse, para lo cual necesita energía.
Todos la obtienen mediante el mismo mecanismo. Es cierto que los
combustibles son diferentes: en los animales proviene de la
alimentación, mientras que los en vegetales la toman del
sol. Cualquiera sea la fuente, en todos los organismos acaba por
convertirse en la misma molécula: el adenosín
trifosfato (ATP), molécula formada por una base (adenina),
un azúcar
(ribosa) y tres grupos de fosfatos. La rotura del enlace entre
dos unidades de fosfato libera energía, utilizada para
fines muy diferentes. Una planta como la Symplocarpus que nace
bajo la nieve la transforma en calor para derretir el hielo. Un
animal como el pez linterna la transforma en luz mediante unas
bacterias
bioluminiscentes que tiene bajo sus ojos. Un mamífero como
el ser humano la utiliza para contraer sus músculos. El
ADN dará origen a un proceso de metabolismo
rudimentario que va a provocar las funciones de
autoconservación, autorreproducción y
autorregulación que originan la vida.
Los antepasados de los animales, hace 500 millones de
años, eran criaturas con forma de gusanos que
vivían en el fondo marino; entre sus descendientes podemos
incluir los erizos de mar, tiburones, cocodrilos, aves, perros y al
mismísimo ser humano.
La evolución es el proceso de cambio de los
seres vivos en el curso de las generaciones. El proceso evolutivo
implica un cambio gradual, tanto en el genotipo como en el
fenotipo de los organismos.
El genotipo son los cambios que se producen en su
dotación genética;
por ejemplo las familias guardan a menudo características
distintivas que han sido transmitidas de abuelos a padres y de
padres a hijos. Algunos de estos cambios, como el grupo
sanguíneo, se deben a la asociación de un solo gen,
pero la mayoría son resultado de los efectos combinados de
varios genes. El color de la
piel o de los
ojos, la longitud de las extremidades son producto de formas
alternadas de un gen. Pero si genes "modificadores"
también se hallan presentes, el gen original se altera
para producir una de sus muchas modificaciones. Cuando intentamos
apreciar las diferencias en la conducta nos enfrentamos con un
problema mucho más difícil de tratar. Esto se debe
a que la mayor parte de la conducta heredada es propablemente el
resultado de la acción conjunta de varios genes y no uno
solo. Si tomamos como ejemplo la espontaneidad, veremos que
está es la caraterística más importante de
la vida: el ser vivo actúa por sí mismo y para
sí mismo, con vistas a perfeccionar o salvaguardar su
unidad. Cuando el ser humano realiza un acto voluntario,
después de haber reflexionado y sin que opere una causa
exterior a nosotros, ese acto es espontáneo. La
espontaneidad no se destruye por una excitación exterior
de la que no depende el acto realizado. El estrépito del
despertador es la causa de que nos despertemos, pero el hecho de
que nos levantemos inmediatamente no depende para nada de
él.
Este comportamiento podrá observarse si ejercemos
sobre un ser vivo (animal) una acción que tienda a
destruirlo o a disminuirlo, la reacción se hace más
clara y se puede distinguir fácilmente en ella el efecto
motivo. Una quemadura de algo no viviente afectará
únicamente de manera indirecta a las partes que no entran
en contacto con el hierro
candente. Gracias a la espontaneidad, el ser vivo conciente o
inconscientemente, intentará alejarse de la
quemazón.
El mejor medio de discernir la espontaneidad del ser
vivo será dañándolo; en lugar de
espontaneidad, la biología habla de irritabilidad. El ser
vivo es irritable porque es espontáneo y es en la
irritabilidad donde aparece con nitidez la espontaneidad. La
irritabilidad es propia del ser vivo, ya que supone unidad y
dinamismo, al mismo tiempo que una cierta conciencia de sí
y de la utilidad de la
fuga.
El fenotipo son los cambios en sus caracteres aparentes,
tanto morfológicos como fisiológicos y de
comportamiento. Utilizaremos el siguiente ejemplo: si una persona
obesa y una persona delgada, de la misma edad e igual estado
general de salud
naufragan en el Atlántico Sur, la obesa tendría
mejores probabilidades de volver a tierra firme. Existen dos
razones para ello: por un lado, que la grasa es un
magnífico aislante del frío, como lo atestiguan el
cuerpo de las ballenas, focas y el de los propios obesos, y, por
ser la grasa más ligera que el agua, la ayudaría a
mantenerse a flote.
Dentro de las conductas podemos tomar como ejemplo el
caso de las conductas entre hermanos, la tendencia a la pobreza, las
enfermedades
maníaco depresivas, el alcoholismo,
la religión,
el rubor, el dolor, el placer, etc. Las claves biológicas
y psicológicas de la sorprendente diversidad de
comportamientos humanos constituyen uno de los asuntos más
espinosos que le queda por resolver a la ciencia
moderna.
Psicológos, psiquiatras y biológos
evolucionistas han comprobado que el orden en el que nacemos
dentro de la familia tiene muchima importancia. Entre sus
conclusiones se destaca que los primogénitos tienden a ser
conservadores y autoritarios; los que continuan muestran una
mayor apertura de mente, rebeldía y propensión a
enrolarse en causas historícas radicales.
Pedro García es un ingeniero aeronáutico
de 35 años de edad. Está casado y tiene dos
niñas preciosas. Quienes lo conocen aseguran que es una
persona tranquila, sensata, hogareña y fiel a su esposa y
amigos. Su pasión, aparte de la lectura y
los trenes eléctricos, es disfrutar con sus hijas del poco
tiempo libre que le deja su trabajo.
Pablo es el hermano menor de Pedro, arquitecto de
profesión. Se define como una persona extrovertida,
despistada y noctámbula. Jamás ha podido mantener
una relación estable con una mujer, aunque el
sexo femenino
siempre ha estado presente en su vida. Los viajes a
países exóticos y los coches deportivos son sus
pasatiempos preferidos.
Esto sucede porque la
personalidad de los primogénitos refleja su
posición familiar. Acostumbrados a capturar desde el
principio de sus vidas toda la atención parental, los
primogénitos desean conservar a toda costa sus
privilegios. Ante el advenimiento de los usurpadores tienden a
identificarse con los padres. Los hijos que llegan después
del primero son más cooperativos y populares además
de mostrar una inclinación marcada por las nuevas
experiencias y por las actividades altruistas.
Si Pedro fuera un campañol de la pradera -roedor
parecido a un ratón, que vive en galerías
subterráneas- y Pablo fuese un campañol de
montaña, los científicos podrían explicar,
en parte, por qué estos hermanos muestran caracteres tan
dispares.
Los campañoles de la pradera, que habitan las
tierras bajas del medio oeste de Estados Unidos,
son monógamos y colman de atenciones a la prole.
Generalmente, las parejas de roedores reúnen varias
camadas en guarderías comunitarias para una mejor
atención.
Por el contrario, los campañoles de la
montaña son promiscuos, ariscos y poco sociables. Viven en
madrigueras individuales y los pequeños abandonan el hogar
paterno con una premura inusual.
Recientemente se ha descubierto que las notables
diferencias en el comportamiento familiar de estas dos especies
de campañol podrían deberse a un gen.
Si nos referimos exclusivamente a la personalidad, se
han encontrado cinco elementos determinantes que se heredan
genéticamente.
- Extraversión-Introversión:
Orientación de la persona hacia el mundo externo o
interno . El extravertido es sociable, optimista y amigo de las
bromas, mientras que el introvertido se muestra
tranquilo, aislado y pesimista. - Neurosis-Estabilidad emocional: Los individuos
neuróticos en alto grado son emocionalmente inestables e
irritables. La estabilidad emocional equivale a sosiego y
tranquilidad de ánimo, aunque puede transformarse en
indiferencia y frialdad afectiva. - Autoritarismo-Escrupulosidad: Los autoritarios
suelen ser impulsivos, irresponsables, descuidados e
informales. Los escrupulosos son organizados, responsables,
prácticos y serios. - Agresión-Amabilidad: Las personas con
un alto grado de agresividad tienen un carácter
frío, peleador y son rencorosas y poco amistosas. Por su
parte, los individuos agradables son simpáticos,
cálidos, nobles y nada rencorosas. - Independencia-Dependencia: La gente
independiente tiene un pensamiento
predominantemente analítico, crítico y abstracto.
En cambio, los dependientes poseen un tipo de pensamiento
global, concreto y
sintético.
Se puede notar que los hijos heredan de la personalidad
de uno de los padres bastante más que de su aprendizaje;
esta transmisión de la información va mucho
más lejos de lo evidente: una simple perturbación
en el contacto padres-cría tiene efectos que se pueden
observar; varias generaciones después!
Aparentemente la evolución es el cambio que
experimenta el fenotipo con el paso de las generaciones. Pero el
cambio fenotípico no tiene consecuencias evolutivas a no
ser que esté sustentando en un cambio genotipico, dado que
sólo el genotipo es transmitido a las generaciones
siguientes. Los caractéres adquiridos no se heredan. En
sentido estricto, la evolución es el cambio
genotípico y la historia de la evolución se
determina por la secuencia de éstos que han existido a
través del tiempo.
La diferencia entre genotipo y fenotipo puede formularse
como una dicotomía entre información y
conformación. El genotipo de la información es la
serie de instrucciones que se transmiten de una generación
a la otra. El fenotipo de la conformación o
configuración es el que hace realidad el proyecto general
genético en un conjunto dado por circunstancias
ambientales. Al formular tal diferencia en términos de
información frente a la conformación, se pone de
manifiesto una propiedad muy
importante del genotipo: no sólo transmite
información ontogenética, sino que almacena
información evolutiva; contiene las instrucciones que
dirigen el desarrollo del individuo, pero también contiene
un registro de su
historia evolutiva. La conformación del organismo refleja
asimismo su historia pasada, si bien este reflejo queda
enmascarado por las interacciones con el medio ambiente y no
admite una cuantificación precisa. Por el contrario, la
información contenida en él no se ve afectada por
las interacciones del desarrollo porque es fácilmente
cuantificable y permite comparar incluso organismo muy
diversos.
El genotipo impone los límites,
pero concede cierto margen. Esto es un hecho muy importante. El
individuo no queda determinado hereditariamente hasta en sus
más íntimos detalles, sino que se le permite un
margen de variabilidad. De esta forma puede adaptarse
ciñéndose individualmente a las condiciones de su
entorno particular.
Surge aquí la pregunta: son las modificaciones
hereritarias? Por ser modificaciones individuales de los
organismos a su entorno no son hereritarias. Este es el caso de
los chinos que durante cientos de años han vendado los
pies de sus hijas para impedir su crecimiento, causando
deformación; sin embargo, las niñas chinas han
seguido naciendo con los pies normales. Lo mismo sucede con las
conductas. Si uno de los padres no se sintió seguro cuando
niño y se volvió receloso y desconfiado de los
demás, temeroso de conductas simples como volar o manejar
un auto o incapaz de relajarse o dormir adecuadamente, su hijo
probablemente sea susceptible a este mismo tipo de ansiedad. Una
mujer de mucho
éxito en su trabajo como guionista de películas
tenía tan internalizado el miedo a la vida que
padecía su madre que constantemente pensaba en los
inminentes desastres que se producirían por cualquier
decisión que pudiera tomar. Carecía de toda
espontaneidad y sentía terror ante los riesgos
más pequeños. Llegó a desarrollar
intrincadas conductas perfeccionistas para mantener a raya a la
conducta aprendida. Y su propia autoestima
continuó siendo algo inaccesible hasta que pudo reconocer
su enojo por las imperfecciones de su madre. Estas conductas son
sólo adquirida por medio del aprendizaje entre los seres
humanos.
Así como los caracteres morfológicos,
fisiológicos y de comportamiento de los organismos vivos
son heredables, merced a la estabilidad del medio ambiente
durante su desarrollo, los de la cultura también son
heredables por aprendizaje. Se pueden imitar, plagiar o
enseñar.
En cambio las mutaciones en combinación con el
fenómeno de la selección
natural permite la adaptación de toda la especie y se
transmiten hereditariamente.
La diversidad es un hecho característico del
mundo viviente. La fuente de esa diversidad es el proceso
evolutivo; no avanza hacia un determinado lugar sino que trabaja
de una manera oportunista, buscando siempre un equilibrio
perfecto entre los seres vivos y su ambiente. Esta tendencia se
ha desarrollado mediante las continuas apariciones de mutuaciones
que son escogidas por la seleción natural.
Los principales factores evolutivos se basan en las
mutaciones y las correspondientes recombinaciones, las
elección natural, la interrupción o el aislamiento
del flujo genético y la deriva genética. Las
mutaciones cromosómicas y genéticas son la base de
un continuo cambio del patrimonio
genético. Este intercambio permite una adaptación
activa de los seres vivos al medio en los cuales se desarrollan,
lo que constituye -a lo largo del tiempo- el proceso
evolutivo.
Si bien la evolución cultural, no es en absoluto
evolución en el sentido biológico, es, sin duda,
análoga en su mecanismo. Podemos heredar las conductas
adquiridas de nuestros antepasados. En otros tiempos, la trigonometría era el remate de la educación
universitaria en matemática; hoy día, la trigonometría ya se enseña en la
escuela y es un
requisito previo para el acceso a la universidad.
Culturalmente, hemos heredado el saber adquirido de
otros.
A que llamamos mutación? Es un cambio de uno o
más de los cuatro nucleotidos que constituyen los
eslabones del ADN. Un cambio en un eslabón significa un
cambio en una letra del mensaje del ADN. El ARN mensajero copiado
de este ADN, también presentará dicho cambio y lo
leerá de manera diferente a la maquinaria de formar
proteínas. El resultado será una proteína
alterada, un eslabón de la cadena -un aminoácido-
que será distinto y consecuentemente cambiará la
función de la proteína.
Las mutaciones presentan una característica muy
importante: son copiadas como se copia el ADN. Antes de la
división celular, una enzima copia el ADN, nucleotido por
nucleotido, hasta que se origina una copia completamente nueva de
los genes, de modo que la mutación en el ADN se
copiará a menudo, se perpetuará el error y se
propagará a todas las siguientes generaciones de
células que contengan aquel ADN. Las mutaciones de un gen
determinado afectan generalmente a un conjunto de caracteres -el
color de los ojos- pero es imposible predecir como será el
nuevo gen que surja a partir de la mutación. A partir de
un gen original pueden darse varias mutaciones con cierta
frecuencia, que se mantiene constante para cada una.
El caso más significativo de una mutación
es el de la Biston Betularia. Este pequeño insecto que
vive en extensas zonas de Gran Bretaña, donde es conocida
por la mariposa del abedul. Normalmente y durante siglos tuvo un
color blanquecino salpicado de pequeñas manchas oscuras
que le servía como camuflaje cuando se posaba en la clara
corteza del abedul. Esporádicamente y debido a ciertas
mutaciones aparecían algunas de estas mariposas de color
negro; extrañamente pronto desaparecían ya que su
color las hacía destacar sobre los árboles,
convitiéndolas en fáciles presas para algunos
pájaros que se alimentaban de ellas.
La llegada de la Era Industrial cambió la
situación. El humo del carbón recubrió la
corteza de los abedules; en estas circunstancias, eran las
mariposas blancas las que se destacaban sobre ellos, mientras que
las oscuras pasaban prácticamente inadvertidas. En pocos
años, casi todas las poblaciones de mariposas del abedul
eran de color negro, ya que por selección natural era este
tipo el que mejor podía sobrevivir, mientras que el
número de mariposas blancas descendió de modo
espectacular.
Las medidas anticontaminación y la progresiva
sustitución del carbón han devuelto al medio rural
británico su antiguo carácter; de nuevo los
investigadores pueden comprobar como la situación ha
cambiado y en las poblaciones de Biston betularia vuelve a
predominar su característico color blanco, quedando
reducida la población de mariposas negras a una
proporción similar a la que existía, cuando
comenzó la Era Industrial y se produjo el anterior proceso
de adaptación.
Una mutación en la conducta es el caso de los
leopardos en época de reproducción. En las zonas
tropicales de Africa y la
India el
acoplamiento y el parto pueden
producirse en cualquier época del año. En cambio,
en aquellos países donde las estaciones están
más diferenciadas la reproducción es claramente
estacional; en Manchuria y en el Extremo Oriente ruso, el
período de cortejo se inicia en enero o
febrero.
En las conductas aprendidas de otros observamos que al
igual que los materiales génicos, la cultura
también es mutable, a veces provocada por errores, aunque
también debido a descubrimientos, inventos o
planificaciones deliberadas. Por ejemplo: El amor ha
cambiado a lo largo de toda la evolución
humana, generación tras generación. En la
actualidad las mujeres busca sobre todo un reconocimiento aunque
más no sea mediante la autoestima, ya
que a través de ella suelen tomar conciencia de la estima
que se tienen de sí mismas. Exigen derechos a ser reconocidas,
a ser queridas, a tener seguridad, a
gozar de compañía. De este modo buscan
desarrollarse como personas.
Si se tuviera la oportunidad de viajar a través
del tiempo y nos pudiéramos trasladar a la época de
nuestros abuelos veríamos que sus historias amorosas
sonarían más a leyenda que a realidad. La frase de
cabecera de nuestras abuelas sería "me dio un beso
recién a los quince días de casarnos". En esa
época reinaba la idea del amor eterno y sin condiciones.
El romanticismo
de aquella época reflejó ideas tales como "sin ti
no soy nada" o "tú eres mis ojos y mi razón de
vivir". El individuo se subordinaba a la familia. Por aquel
entonces el sexo era
patrimonio de
los hombres, que (como aún se los escucha comentar)
sabían distinguir entre el sexo y el amor. Con el paso del
tiempo, los jóvenes de ambos sexos se rebelaron contra
aquellas costumbres hipócritas.
Se debe buscar las causas de este comportamiento en la
cultura. Cuando no estamos haciendo el amor solemos estar
preparándonos para hacerlo. Hombres y mujeres compran ropa
para atraer al otro sexo, coches para impresionarles, alimentos para
provocarlos y un sinfin de servicios
ofrecen sexo cotidianamente.
Podemos estar seguros que las
mutaciones por sí solas producirían un tremendo
caos de formas vivientes. Las mutaciones, los entrecruzamientos,
las recombinaciones y la deriva genética se limitan a
suministrar materiales produciendo una serie de variaciones
genéticas sin orden ni propósito, movidos por el
azar. Pero ni una sola de las innumerables formas que los seres
vivos construyen a partir de este material puede pasar a formar
parte del proceso de evolución sin ser previamente
controlada: la selección natural examina, prueba, filtra y
favorece o rechaza. Incansablemente somete a todas las formas
antiguas y nuevas a un continuo "examen de aptitud",
"calificándolas" según la ley impuesta por
el medio ambiente. A largo plazo, la selección natural no
deja absolutamente nada librado al azar. La selección
natural se encarga de establecer las prioridades y de ordenar y
organizar todo ese proceso que se denomina
"evolución".
Los cambios y la función éstan
subordinados a cambios genéticos; la evolución
biológica tiene lugar porque el material hereritario, el
ADN, puede cambiar de generación en generación. Los
genes son segmentos de ADN, unidades de información que
interactuando con las condiciones ambientales determinan
cómo serán los organismos haciendo que un ser
humano se parezca a sus progenitores y que tenga aun menos
similitudes con una rana o una ballena. Los genes son como
pequeños paquetes de información heredada y cada
uno de ellos gobierna un rasgo particular de un
organismo.
Como dice la consigna contra el racismo: "somos
iguales, somos diferente". Esta frase aplicada a la vida en la
tierra significa que la naturaleza ha encontrado la cuadratura
del círculo; es capaz de combinar muy pocos elementos
consiguiendo una gigantesta diversidad.
-Evolución
biológica y del comportamiento
El código
de instrucciones de todos los seres vivientes es por consiguiente
un filamento más o menos largo del que parten determinados
efectos e instrucciones. Tiene dos funciones: construir la
estructura corporal y provocar su duplicación para poder
multiplicarse. Le debemos también buena parte de nuestra
parte psíquica. Cuando nos arrebata el amor o el odio, la
alegría o la tristeza, el egoísmo o el
altruísmo, así como las bases del aprendizaje, este
filamento es, en última instancia, el responsable no
sólo del "ajuste grueso" de lo genético sino
también del "ajuste fino" de la conducta.
Al principio de la evolución, que tuvo sus
orígenes en el mar, se fueron acumulando compuestos
orgánicos denominados aminoácidos, base de la
formación de las moléculas de proteína. Se
considera que estas moléculas combinadas fueron
reuniéndose hasta formar otras de gran tamaño y
más complejas: polisacaridos, lípidos,
ácidos
nucléicos. Estos últimos fueron la clave de la
vida. En este mar primigenio existía suficiente material
de construcción. Los símbolos activos de la
estructura simplemente lo atraparon y construyeron con el cuerpos
vivientes. Más tarde, cuando este material de
construcción comenzó a escasear, los organismos
debían estar construidos de tal modo que pudiesen obtener
ese material de construcción, compuesto de energía
y materia.
Aquellos que lo consiguieron se reprodujeron; los demás
desaparecieron. Sólo lo apto podía reproducirse.
Los filamentos se hicieron más largos y las estructuras
que formaban aumentaron de tamaño, complegidad, eficacia y
variación.
Poco a poco fue apareciendo la célula
que sería el producto de la asociación
simbiótica de entidades autónomas que
compartirían un ambiente en común y
contribuirían a mantener en el tiempo ese medio protector
y nutritivo, una unidad de vida mucho más organizada y
cuyo mecanismo de division sería más familiar.
Estas células se autoduplicaban libremente, igual que las
formas vivientes más simples. En esta época, todo
lo vivo era sexualmente neutro y se multiplicaba por segmentación. También en los seres
pluricelulares funcionaba este sistema de reproducción. Si
a una hidra o polipo hidrozoo le cortamos un tentáculo, de
la herida surgirán varios. Y también del miembro
seccionado nacerá un animal completo. Las células
se organizan para formar organismos. Una bacteria o una levadura
es un organismo, pues la única célula que posee es
capaz de realizar todas las funciones de la vida. Pero muchos
otros organismos, los pluricelulares, están formados por
gran cantidad de células: el cuerpo humano,
por ejemplo, consta de 60 billones. Las células de los
organismos multicelulares están organizadas en grupos que
trabajan coordinadamente y desempeñan funciones
especializadas, recibiendo el nombre de órganos. Todo
cuerpo es una comunidad de
órganos -cerebro, corazón,
pulmones, hígado, riñones, músculos,
huesos, piel y
glándulas endocrinas- que actúan conjuntamente en
una armonía finamente regulada.
Cada uno de los órganos está formado por
numerosos grupos de células, con sus rasgos peculiares.
Las células cerebrales, largas y filamentosas, se dedican
a la conducción de estímulos eléctricos; las
células epiteliales, flexibles y elásticas, actuan
como una cubierta protectora; las células óseas
acumulan a su alrededor fosfato de calcio para adquirir rigidez.
Como las abejas obreras o las hormigas soldado a las
células especializadas se les confía la
realización de un número limitado de funciones en
servicio de un
todo mayor.
Cuando la célula
se divide, también lo hace el código
genético de instrucciones, por lo cual éste se
mantiene inalterado. El material genético no sólo
construye estructuras
celulares sino que forma asimismo materiales que bloquean partes
de su propio sistema de instrucciones. En las células del
hígado están activas solo aquellas partes del
código genético que son necesarias para la producción de células
hepáticas. En la célula muscular están
activas sólo aquellas que son necesaria para la
formación y el mantenimiento
de los músculos.
Todo ser vivo, desde el más simple al más
complicado, ha estado o está constituido por una sola
célula capaz de dividirse para producir más copias
de sí misma. En esta afirmación se incluye a los
seres vivos superiores formados por muchas células, que
deben fabricar células simples (óvulos y
espermatozoides) cuando han de realizar copias de sí
mismas. La mayor diferencia entre las células de los
distintos organismos se encuentra en el código de
intrucciones que contienen y que instruye a su maquinaria interna
para realizar una bacteria, un mosquito, una rana o un
hombre.
Dentro del propio código genético
encontramos unas sustancias inhibidoras, llamadas "represoras",
que sirven para imponerse a sí mismo límites.
Este avance posibilitó su adaptación estructural a
diferentes funciones. Solo de este modo pudieron surgir las
colonias celulares con división del trabajo: peces,
crustáceos, marmotas, chimpancés y seres
humanos.
El mecanismo de reproducción del organismo
unicelular no cambió en absoluto. En el cuerpo
pluricelular sólo algunas de las células se
encargan de la función reproductora, formando nuevas
colonias en las que los "represores" se ocupan de que unas
determinadas células formen el pulmón, los
músculos o el cerebro.
De todos modos la cosa no es tan sencilla. Primero, las
células germinales deben estar bien provistas de
energía y materia para poder generar de esta manera nuevas
colonias. Segundo, este proceso no debe ser pertubado por el
entorno. Con un desarrollo carente de meta alguna, como es la
evolución, se llevaron a la práctica todas las
posibilidades imaginables: células germinales que, dotadas
de su correspondiente material de construcción, son
lanzadas al agua y dejadas a su propia suerte. Células
germinales que crean en el cuerpo de la madre un individuo nuevo
que un día se separa de ella. Células germinales
que llevan a cabo su labor en el interior del cuerpo materno, del
que el descendiente desarrollado sale a través de un
orificio al mundo exterior y alcanzando su vida independiente.
Células germinales que forman primero una larva, capaz ya
de alimentarse por sí misma y que luego, poco a poco,
generalmente recorriendo innumerables estadios intermedios,
adopta una forma completamente distinta. Cuando ha atesorado
suficiente materia y energía se transforma en pupa y,
protegida dentro del capullo, hace una completa revisión
de las sustancias inhibidoras del código genético,
apareciendo una forma completamente nueva. Los códigos de
instrucciones contenidos en las células de la oruga y en
las de la mariposa que surge de ella son exactamente los mismos,
pero las sustancias inhibidoras han cambiado, por lo que cada
célula ha recibido instrucciones nuevas.
La evolución del huevo que conducirá
irremediablemente al ser humano, es una célula germinal
dotada de una cantidad importante de material constructivo y de
combustible en forma de vitelo y provista para su
protección de una cubierta dura. La multiplicación
de huevos está extendida de modo universal en todos los
descendientes actuales de formas primitivas de animales, como los
gusanos. Cabe suponer que nuestros antepasados primitivos
llegaron rápidamente a esta forma de
reproducción.
La célula germinal, dotada de todo lo necesario,
es lanzada bien empaquetada o simplemente dejada a su suerte.
Dichos huevos son un alimento concentrado de alto valor
nutritivo, muy bien recibido por otros animales. Por
consiguiente, el proceso sólo será eficaz si se
producen y se diseminan grandes cantidades de esos huevos. Si su
número es del orden de los 100 mil siempre queda la
posibilidad de que 100 o 200 no resulten devorados y a partir de
cada uno de ellos pueda desarrollarse un individuo apto para la
vida. Claro que sería mejor si la tasa de pérdidas
fuera más reducida, ya que los individuos jóvenes
recién nacidos son presa fácil y su número
experimenta un nuevo descenso antes de llegar a ser lo
suficientemente grandes como para poder generar ellos mismos
descendencia; qué variaciones tuvieron que producirse en
el material genético para que el proceso de la
reproducción diese lugar a una gran cantidad de
células germinales empaquetadas en huevos, que pudiesen
llevar a cabo sin ser perturbadas su difícil y paciente
labor de construcción? La respuesta la hayaremos en los
códigos correspondientes a su conducta. Si un animal vive
es gracias a su comportamiento, que es el medio por el cual se
adapta a los acontecimientos acaecidos en su ambiente. Esta
adaptación le permite realizar sus actividades vitales,
tales como la búsqueda de alimento, el apareamiento y la
reproducción. Así mismo lo especializa para evitar
los extremos climatológicos en su medio ambiente y para
seleccionar las condiciones más favorables dentro de la
gama que se halla a su disposición.
Si los huevos se esconden durante la puesta en un lugar
seguro de tal
modo que los ladrones no puedan olerlos o encontrarlos, supone
una ventaja indiscutible. Esto significa en la práctica
que el código genético tuvo que desarrollarse de
tal manera que las células del cerebro dieron
instrucciones que conduzcan a un comportamiento muy determinado.
El código de instrucciones contenido en el núcleo
de la célula construye una nueva serie de instrucciones,
útil no sólo para la puesta de huevos sino
prácticamente para cualquier actividad con un determinado
objetivo, en
especial para la búsqueda de presas y la defensa contra
los enemigos. Las instrucciones del sistema nervioso
central son de gran importancia. El código
genético da lugar a la estructura del cuerpo como
también es responsable de las formas de comportamiento.
Mediante diferenciación celular se construye el
hígado, el pulmón, las escamas y los ojos,
así mismo los mecanismos de órdenes al cerebro, que
conducen más tarde a formas de conducta muy determinadas
en los organismos pluricelulares una vez completados: conducen a
formas de comportamiento innatas. El animal no las aprende sino
que es dirigido por las instrucciones procedentes del cerebro que
al igual que cualquier otro órgano son construidas por las
laboriosas células.
Muchos animales cuidan sus huevos. Un ejemplo es el de
los insectos, el caso del icneumon, que a través de la
corteza del tronco deposita sus huevos en el interior de una
larva que vive dentro de la madera, de tal
modo que los huevos quedan bien protegidos y las larvas
recién nacidas tienen acceso inmediato a una fuente
suficiente de alimento, o en el cuidado que tienen las abejas con
sus crías. Estos modelos de comportamiento innato se
incluyen en la activad de reproducción y constituyen un
elemento importante en los movimientos relacionados con la
busqueda del alimento, en los movimientos de locomoción
como nadar, caminar o volar y en los comportamientos sociales de
todos los seres vivos.
Estos comportamientos orientan a los seres vivos en la
heterogeneidad de su medio ambiente y determinan la
dirección según el movimiento
puesto que lo conducen a un ambiente al cual se halla adaptado y
en el que puede sobrevivir.
Los animales llegan al mundo con facultades de
movimiento innatos. Un pinzón recién salido del
cascarón sabe abrir el pico estirando el cuello para pedir
comida; un polluelo puede picotear granos y un patito logra
zambullirse y buscar alimento en el fondo cenagoso. Y ese patito
lo seguirá haciendo aunque lo críe una gallina:
jamás picoteará los granos, pues ha heredado de sus
padres la "pauta fija" de filtrar el cieno. Naturalmente lo que
se hereda no es la pauta de movimiento sino la receta sobre cuya
base se desarrollan las estructuras y conexiones nerviosas que
son el fundamento del comportamiento.
El lenguaje es
muy parecido frecuentemente en las especies animales de cercano
parentesco, debido a que se origina por conductas innatas. En los
vertebrados tienen lugar mediante modelos fijos en el movimiento
de los músculos respiratorios y laríngeos y de la
musculatura de sus apararatos auxiliares: en los insectos, por
movimientos de las alas, extremidades y otros
órganos.
Estos comportamientos -repito- no son aprendidos.
Están regidos por instrucciones de las células del
cerebro que el código genético construye de igual
modo que las restantes células del cuerpo de un icneumon,
una abeja, un anade real, un vertebrado y hasta en el
mismísimo hombre.
En el hombre los modelos de conducta innata son
extremadamente importantes. Ejemplo: la sonrisa y otros
movimientos mímicos de la cara y en las "voces" tales como
la risa y el llanto. Los niños ciegos de nacimiento saben
sonreír, lo que demuestra que el elemento más
importante de la sonrisa no lo aprende por imitación. El
individuo ríe y llora con forma característica.
Muchas de las pautas de comportamiento humano se van
desarrollando poco a poco, a través del crecimiento y es
difícil precisar qué se perfeccionó o
qué ya estaba programado de antemano.
Entre las conductas innatas podemos nombrar a: la
deglución, la eyaculación, la realización de
movimientos de amenaza estereotipados ante un enemigo, la
tristeza, la agresión. Un buen ejemplo de un
comportamiento innato es la prevención de peligros y
enemigos: los actos de protección más sencillos
pertenecen el sentido de dolor y las reacciones de
prevención provocadas por el frío, el calor o por
elementos que caracterizan situaciones de peligro. Puede
mencionarse reacciones de distintas formas ante diferentes tipos
de aves de rapiña. Las palomas lo hacen ante la presencia
de un gavilán, volando en forma desorientada, en apretadas
bandadas, a gran altura, en una huida rápida, a menudo con
giros. Si por el contrario, las palomas descubren a un
halcón en actitud de caza, se comportan de manera
completamente opuesta. No vuelan elevándose, sino que
permanecen inmóviles y casi rígidas. El
halcón que se especializa en cazar aves en vuelo, captura
con facilidad una paloma en el aire, mientras que el
gavilán, difícilmente pueda alcanzar una paloma que
ha logrado suficiente ventaja; su técnica de caza es
aproximarse al amparo de los
árboles u otros objetos y luego, mediante un rápido
asalto, sorprender a la presa en vuelo o en el mismo momento de
la partida.
Si trasladamos esta conducta a los seres humanos veremos
que no se acusa de miedoso al transeúnte que pega un salto
para esquivar al colectivo que se le viene encima. Aunque damos
por sobrentendido que un marino debe ser valeroso, no calificamos
de cobarde al comandante de un destructor que hace virar en
redondo a su nave para evitar una andanada de
proyectiles.
Los científicos han comprobado que frente al
miedo, los seres vivos y el hombre reaccionan de una forma casi
igual desde el punto de biológico. Los vasos
sanguíneos se dilatan para que llegue a los
músculos mayor cantidad de sangre, las
pupilas se agrandan para aumentar la visión
periférica, el sudor aumenta para mojar el cuerpo y hacer
que éste sea más difícil de sujetar, se
acelera el ritmo cardíaco. Si un animal actúa de la
misma manera que un ser humano cuando está asustado, no es
razonable llamar miedo a su estado mental? Si al enfrentarse con
una situación insólita escoje entre varias
alternativas complejas, igual que un Homo sapiens en las mismas
circunstancias. Por qué no denominarlo conducta innata en
vez de decir que es un mecanismo que se llama de otro modo aunque
produce el mismo efecto?
Por influencia de la cultura y del aprendizaje se
sostiene que el hombre -si bien es un animal- no es un animal
cualquiera. Por eso, frente al peligro, su reacción nunca
es innata como la de los seres vivos.
Si la cultura le indica que es mejor ocultarse que salir
corriendo, el hombre se esconderá. También puede
ser que la valentía se imponga a la biología y el
ser humano decida que la única posibilidad de salir con
vida es responder al ataque. Llegado el caso, es probable que su
cultura, su historia personal, sus
ideas, sus convicciones le digan que es preferible morir que
salir corriendo.
La conquista de la tierra firme trajo consigo una
problemática específica. Los anfibios podían
vivir en tierra, pero para el proceso de la reproducción
casi todos ellos regresan al agua para poner sus huevos, donde se
desarrollan igual que los peces. Nuestros antepasados, de los
cuales derivan los reptiles actuales, fueron los primeros
organismos totalmente terrestres. Ponían y ponen sus
huevos en la tierra, creando nuevas condiciones. En primer lugar
está el peligro de la disecasión, porque el medio
terrestre es menos adecuado para la vida. En el agua, una
minúscula larva puede encontrar sin dificultades su
alimento; en tierra, el nuevo individuo debe estar muy bien
dotado para poder conseguir alimento y defenderse de sus enemigos
inmediatos, a poco de abandonar el huevo. La célula
germinal debe estar dotada de mucho más material de
construcción y combustible, es decir, vitelo, por la que
debe ser de mayor tamaño. Debe estar envuelta en una
cáscara que la proteja contra la disecación, donde
pueda penetrar el suficiente aire a fin de que las células
del organismo en desarrollo posean el oxígeno
necesario y sean capaces de desprenderse de los gases
residuales venenosos. A través de este obstáculo
creado por la colonización de tierra firme, se produjo el
desarrollo de nuestro antepasados con la ayuda de un dispositivo
que la ciencia
llama amnios. En la práctica, es un acuario construido en
el interior del huevo donde el individuo en desarrollo -el
embrión del organismo pluricelular naciente- crece. La
colonización de la tierra pudo producirse
únicamente llevándose el agua, que hasta entonces
envolvía al huevo, al interior de éste. A quien
todo esto le parezca muy curioso baste con decirle que él
mismo, hasta el momento de su nacimiento, estuvo nadando en un
acuario como éste. Los mamíferos ya no producen
huevos sino que llevan al hijo en su cuerpo. Sin embargo, el
dispositivo del amnios se conservó. El pez sólo a
través de este camino pudo transformarse primero, en
animal terrestre y finalmente, en ser humano,
desarrollándose al menos durante el período
embrionario como un ser vivo acuático. La célula
germinal se divide de la manera indicada, pero cuando la colonia
ha alcanzado de 3 mil a 10 mil células se forma una
membrana a su alrededor y se llena de líquido
amniótico. El germen crece de este modo sin estar sometido
a la gravedad de la tierra, en el ambiente primitivo del mundo
acuático. La formación de este acuario artificial,
el amnios, fue uno de los momentos estelares de la
evolución de nuestros órganos reproductores. Todos
los reptiles actuales, así como las aves y los
mamíferos, muestran hoy día este órgano
auxiliar de la reproducción.
El órgano central de la reproducción
continua siendo el material genético, escondido en el
núcleo de la célula huevo, que origina el cuerpo
pluricelular y que en cada una de las divisiones celulares se
reproduce en el núcleo de la nueva célula formada.
Los filamentos moleculares se hacen cada vez más largos,
su division sencilla es cada vez más complicada y las
construcciones más complejas. Cuanto más complejos
son los seres vivos, más larga es su cadena de ADN, ya que
el numero de genes aumenta. El hombre posee entre 100 mil y 150
mil, pero una bacteria simplísima, la Mycoplasma
genitalium, sólo tiene 468. La diferencia proviene de la
cantidad.
La cantidad de vitelo necesario crece para crear cuerpos
superiores y para suministrarles la cantidad de energía y
material que necesitan. En la tierra se hace necesaria una mejor
protección en forma de una cáscara de huevo dura.
La unidad auxiliar más importante en este caso es una
piscina artificial que se forma en el interior del huevo. El
descendiente de los peces pueden crecer allí durante su
desarrollo
embrionario, sin ser perturbado por la gravedad de la tierra,
lo mismo que les sucedía a sus antepasados en el
mar.
De todos modos, este acuario del interior del huevo no
debe convertirse en un cubo de basura. Los
conductos de eliminacion de la orina del embrion desembocan, a
traves de un tubo, en una vejiga cerrada situada por fuera del
acuario. Su hombre cientifico es alantoides. Ademas, fuera del
acuario se uncuentra un saco vitelino a traves del cual el
embrion, al igual que sus antepasados peces, se alimenta y al que
se mantiene unido. Saco vitelino, alantoides y amnios estan
envueltos por una membrana comun, la serosa, que esta sujeta al
interior de la cascara del huevo. Cuanto mas grande se hace el
embrion, tanto menor es el saco vitelino y tanto mas crecen al
amnios y el alantoides. Esto es valido para los huevos de
cualquier reptil o ave. Sin embargo, el alantoides es algo mas
que un cubo de basura, pues tiene otra funcion importante.
Durante la evolucion de la vida todo es posible. Su membrana es
alimentada por vasos sanguineos y esta fija en parte a la serosa
y a la cascara del huevo. Sin embargo, esto significa que a
traves de la via sanguinea que atraviesa la serosa y la cascara
porosa del huevo pueden producirse un intercambio gaseoso. El
gas incluido
en el huevo constituye tan solo un intermediario. El alantoides
se convierte de este modo, en el curso del desarrollo
embrionario, en una especie de pulmon en el que el dioxido de
carbono es
eliminado y penetra oxigeno desde
el exterior. Ademas, dentro del huevo hay que distinguir tres
unidades fundamentales aparte del propio embrion. El amnios, en
el que el embrion descansa ingravido y que aumenta en la misma
medida que el lo hace, el saco vitelino, que disminuye el tamano,
y el alantoides, que se hace cargo ademas de la funcion del
pulmon y que tambien aumenta de tamano. Finalmente ha acabado el
desarrollo. Debido a instrucciones de comportamiento innatas, el
individuo surgido rompe la cubierta del huevo, abandona la
cascara y el alantoides y se lanza a la lucha por la
vida.
A lo largo de este camino comienzan a tener importancia
las instrucciones instintivas. El instinto es un mecanismo
nervioso organizado jerárquicamente, sensible a
deteminados impulsos activantes y dirigidos, de origen tanto
interno como externo y que reacciona a esos impulsos mediante
movimientos coordinados que contribuye a la perpetuación
de la especie.
Es importante entender que los instintos están
siempre al servicio de la
especie, ya sea la propia, ya una especie extraña u otra
con la cual la especie propia se encuentra en importante
relación vital como las hormigas y sus huéspedes,
las agallas de los vegetales, los insectos y las aves que
fecundan las plantas. Un árbol, por ejemplo, puede
desempeñar dentro de la Naturaleza numerosas funciones.
Sus raíces alojan y nutren a varias clases de hongos; sus ramas
proporcionan sombra a los seres vivos que no toleran la luz, y
sirve de soporte a líquenes y musgos, que a su vez
proporcionan cobijo a otros organismos. Bajo su corteza, entre
las grietas, se desarrolla la vida de legiones de insectos. De
sus frutos se alimentan pájaros y pequeños
mamíferos. Las hojas constituyen el alimento de las larvas
minadoras de ciertas mariposas y moscas, y, una vez
caídas, son descompuestas por la acción de los
gusanos, las setas y las bacterias.
Los impulsos internos dan orígen al instinto
innato que es perfecto de primera intención, anterior a
toda experiencia individual. Posee una seguridad mecánica, funciona como una máquina.
No se perfecciona. Si no permanece absolutamente invariable, no
varía más que dentro de límites reducidos.
Así es como la ardilla antes de saber lo que es el
invierno hace provisión de avellanas. Los pollitos
picotean en busca de alimento al salir del huevo. Los movimientos
del picoteo como el de acumular alimento son acciones innatas.
Todo apoya el funcionamiento del código de instrucciones.
Si es del tipo que incita a los descendientes de las
células a la formación de un cocodrilo, entonces
aparece un cocodrilo. Si les ordena la formación de un
cigueña, surgirá está.
Durante muchos siglos el ser humano creyó que los
instintos eran exclusivamente genéticos. Que los animales
actuaban por ordenes predeterminadas. Que el único ser que
tenía la capacidad de aprender era el hombre.
El punto consiste en que no es en absoluto posible dejar
de conceder a los instintos ciertos caracteres que los aproximan
a las conductas adquiridas o aprendizaje. La perfecta
aprobación de los medios que el animal emplea para
conseguir un fin determinado nos parece como el resultado de una
conducta aprendida. El mejor ejemplo lo podemos encontrar en los
animales cazadores, en quienes es innato el instinto de perseguir
una pieza determinada, más no el arte de practicar
esta caza con éxito. Los gatos tienen una tendencia
hereditaria a matar animales de pequeño tamaño,
pero también es evidente que esta tendencia puede ser
desarrollada, orientada o inhibida casi por completo mediante
conductas aprendidas a temprana edad. En este condicionamiento
juega un papel preponderante el comportamiento de los padres en
presencia de sus hijos.
El verdadero problema será descubrir si el
aprendizaje obtenido a través de los instintos se hereda
mediante los genes. Se cree que sí, lo que se hereda no es
la pauta de movimiento sino la receta sobre cuya base se
desarrollan las estructuras y conexiones nerviosas que son el
fundamento del comportamiento.
Con razón o sin ella, encontramos alguna
analogía entre su conducta y la que nosotros
tendríamos en semejantes circunstancias, entre sus actos y
entre ciertos otros que nosotros no podemos ejecutar sino
conscientemente.
Los instintos son mucho más útiles al
individuo al comienzo de su existencia, a pesar de tener una
disposición para aprender y antes de que haya tenido una
oportunidad para ello, Lo guía durante el difícil
período inicial de ajuste a su medio ambiente.
Después se convierte en pasivo más que en activo,
porque limita la amplitud posible de la adaptación en lo
que se refiere a conducta. Cuanto más aprenden los
individuos durante su infancia, menor necesidad tienen de los
instintos puesto que la conducta va dependiendo en grado
sucesivamente creciente del aprendizaje, vemos que la conducta
instintiva se ha reducido al mínimo.
Podemos considerar como una conducta instintiva al acto
de apareamiento, la emisión de una señal de
reconocimiento, la violencia, la mentira, el igualitarismo. La
defensa es un buen ejemplo: Si tuviéramos la oportunidad
de observar a las hienas manchadas veríamos que
éstas viven en clanes, llegando a contar hasta 80
individuos, en los cuales impera una rígida
jerarquía matriarcal. Cada clan es dueño de un
territorio; los límites del territorio -pese a no estar
señalados por elementos naturales como serían
colinas o ríos- se custodian y marcan regularmente con
heces y la secreción de las glándulas anales. Estos
límites que no son tan fáciles de identicifar,
parecen estar perfectamente impresos en la memoría de las
hienas hasta el punto de que toda transgresión de tales
límites parece deliberadamente conciente.
Puede ocurrir que en el ardor de la caza los miembros de
un clan abatan una presa en el territorio de un clan contiguo. Si
los legítimos propietarios están de caza fuera de
su territorio, no ocurre nada, pero si la transgresión de
límites es observada comienzan las complicaciones y son
generalmente las hembras viejas, jefes de manada, las que inician
las hostilidades, que en la mayor parte de los casos se resuelven
con la victoria absoluta de los propietarios del territorio. Pero
cuando vencen los invasores, muchas veces la nueva
situación modifica los límites territoriales y la
correría pasa a convertirse en un auténtico "acto
de anexión".
A pesar de todo, acostumbran a respetarse las reglas de
buena vecindad, incluso cuando uno o varios miembros del clan se
han hecho con la presa. El comportamiento territorial sirve para
dividir con equidad las posibilidades que en materia alimentaria
pueda tener una zona.
En el Homo sapiens los instintos parecen quedar
reducidos a actos tales como la respiración, la alimentación y el
agarrar con las manos, cuya necesidad es evidente a partir del
mismo momento en que nace.
Desde una perspectiva psíquica se considera que
toda conducta defensiva conduce a una limitación de la
personalidad, porque siempre reacciona contra una parte ligada a
una situación u objeto perturbador; esta
restricción puede ser muy amplia o de tal magnitud que la
capacidad de aprender se reduce a un mínimo.
Al fracasar las conductas defensivas aparece la ansiedad
o angustia que es un estado de desorganización del
organismo. Esta desorganización aparece frente a
situaciones de frustración o de conflicto. La angustia no
es la causa de la conducta ni de los síntomas, sino uno de
los fenómenos que se producen en distintos momentos de la
dinámica de la relación con el
objeto o la situación. Así es como la
pérdida de las defensas habituales, en forma total,
conduce a una desintegración mental, dando orígen a
una situación depresiva, de tristeza o miedo. Estos
comportamientos no son excluyentes, sino que coexisten.
Culturalmente, se tiene en cuenta el predominio de uno sobre los
otros, así como su relación dinámica. Lo que
no tiene en cuenta son los procesos fisiológicos que dan
origen a esta conducta.
El hombre desarrolla con rapidez conductas defensivas.
Este fenómeno se constata muy bien, en la distribución de los asientos en torno a la mesa
familiar. Cada miembro de la familia ocupa uno, lo retiene con un
afán bastante conservador y al mismo tiempo respeta los
sitios ajenos merced a un convenio tácito. Estos
comportamientos aparecen fijados ya en niños de dos
años, de manera que si éstos tienen que variar de
lugar se sienten claramente perturbados.
En determinadas circunstancias, al buscar asiento en un
tren, generan con rapidez estas distribuciones de emplazamiento,
que se reconocen como una reivindicación territorial del
primer ocupante. Esto llega hasta el punto de que cada
recién llegado, al sentarse en un asiento, pregunta con
cortesía si hay un sitio libre, aunque esto sea
evidente.
La división entre conducta innata y la conducta
instintiva implica solo el orden en que normalmente se ejecutan
los diferentes actos parciales del comportamiento, pero no
significa que exista una diferencia de principio entre ambas
conductas. Tanto el comportamiento innato como el comportamiento
instintivo están formados por modelos fijos de movimiento
y las actitudes a todas las reacciones pueden realizarse, en
ambos casos, por medio de motivos como mediante las reacciones
adquiridas durante el proceso de aprendizaje.
Tanto el miedo (conducta innata) como la defensa
(conducta instintiva) actuan como factores limitantes en la
Naturaleza. Si no fuese así, al encontrarse dos animales
se matarían sin miramientos o buscarían a sus
presas en cualquier lugar del planeta. Los seres humanos, por
obra y gracia de la cultura, hemos quebrado esos límites,
sabemos que imponen límites pero no sabemos por qué
al no tener en cuenta la influencia biológica y esa
actitud ha originado comportamientos de valentía,
angustiantes o depresivos, por no obtener lo que
queremos.
Cuando nuestros antepasados dejaron de poner huevos y
pasaron a llevar en su propio cuerpo a los descendientes fue un
acto trascendente. En un principio, se ponían huevos, pero
no abandonándolos a su suerte sino incubándolos en
una bolsa ventral. El ornitorrinco aún lo hace así
en la actualidad. O bien, los huevos quedaban dentro del cuerpo
materno, donde eran incubados, aprovechando la homeotemia en
desarrollo. Sucede así para todos los mamíferos. La
cáscara del huevo se hizo superflua a lo largo de la
evolución y por lo tanto involucionó. En lugar de
la alimentación al embrión con ayuda del saco
vitelino, pudo aparecer una alimentación directa a
través del sistema
circulatorio de la madre. De todas maneras, el embrión
y el cuerpo materno están en un principio separados por
varias membranas. Entre los vasos sanguíneos del
embrión y los de la madre no existe, inicialmente, ninguna
comunicación. Precisamente el cubo de basura, el
alantoides, se convirtió aquí en determinante. El
huevo actuó de pulmón, convirtiéndose en
punto de partida para una relación íntima con la
madre. En la actualidad los mamíferos muestran
todavía cómo la pared del útero de la madre
segrega primero, a través de la serosa adyacente, materias
nutritivas que llegan al embrión a través de los
vasos sanguíneos del alantoides. La serosa forma entonces
papilas que penetran en la pared del útero y los vasos
sanguíneos del alantoides crecen en ellas,
uniéndose a los del sistema
circulatorio de la madre. De esta forma tan curiosa
apareció el tejido que une el germen con la madre: la
placenta. El sistema circulatorio sanguíneo de la madre se
encarga entonces del contenido del alantoides y suministra a
través de sus vasos materias nutritivas directamente al
embrión.
Así hemos llegado al final de una larga cadena
evolutiva. Al principio, se producía una enorme cantidad
de huevos, en el caso del bacalao son millones, de los cuales la
mayoría son devorados por otros animales. Más
tarde, se producen menos huevos que se cuidan con más
esmero. Después, se entierran huevos dotados de un acuario
interno más desarrollado. Más adelante, aumentan el
cuidado a los huevos, que crecen de tamaño y por
último aparece un número menor de descendientes con
un riesgo de
pérdida mucho menor. Se les transporta en el interior del
vientre, son alimentados por la sangre de la madre e incubados
con el calor de esa sangre. Los mamíferos reducen la
cáscara del huevo y el saco vitelino, traen al mundo a las
crías ya desarrolladas, las protegen y las alimentan con
leche.
Con esto hemos llegado a nosotros mismos, a los seres
humanos. Incubamos a nuestros descendientes en nuestro propio
cuerpo. El amnios en el que se encuentra el embrión ya no
está envuelto por una cáscara. Esta se ha vuelto
innecesaria, ya que la madre cuida de él personalmente. El
saco vitelino sigue existiendo, aunque bastante reducido y no
contiene ya vitelo. Parece superfluo mencionar que todo esto no
indica en modo alguno una construcción que tuviese por
objetivo preciso al ser humano.
Así fue como pequeños animales
arborícolas descendieron de los árboles para
buscarse un modo de vida en las llanuras. Se irguieron y usaron
herramientas.
Se comunicaron produciendo en el aire ondas de
comprensión con sus órganos de respiración y
nutrición.
Descubrieron que el material orgánico a temperatura
suficientemente alta se combinaba con el oxígeno
atmosférico para producir el plasma ardiente y estable
llamado fuego. Mediante una interacción social, se
aceleró el aprendizaje post partum. Se desarrolló
la caza comunal, se inventó la escritura, las
estructuras políticas,
la superstición y la ciencia, la
religión y
la tecnología.
Cómo se observa tanto desde una perspectiva
biológica como de psíquica existen límites.
El Homo sapiens es el único ser que ha logrado quebrar los
límites psíquicos y lo realiza cotidiamente a
través de la cultura; lo que ha provocado una
dicotomía entre la mente y la biología. He
ahí, la verdadera causa de nuestro alejamiento del mundo
natural.
Sería bueno entender que los seres humanos no
estamos compuestos de dos rebanadas superpuestas, una natural y
otra psíquica. Ninguna muralla china separa
nuestra parte mental de nuestra parte animal. Cuando los caminos
de las conductas adquiridas se complican reviven en el hombre
comportamientos innatos. Frente a la inseguridad,
nuestas conductas genéticas toman la iniciativa. En
momentos de desocupación, de empleo
precario, cuando se tiene la impresión de vivir en una
jungla está bien que el animal dormido que llevamos
adentro nos proteja. Es lógico, cuando fracasan el
gobierno, la
policía y la escuela que
regresemos a nuestros orígenes donde el tejido de una
red de
protección es más fácil. Es hora de que el
ser humano regrese a "revuelver la sopa de avena". Este acto es
humilde; ni excitante ni estremecedor. Representa la
disposición de compartir la vida humana corriente y a
encontrar significados en tareas simples: ganarse la vida, vivir
de acuerdo con un presupuesto,
sacar la basura, alimentar al bebe en medio de la noche.
Significa encontrar el vínculo, el valor y hasta
la belleza en cosas sencillas y ordinarias.
Está bien que dejemos actuar a nuestra conducta
innata para sobrevivir en una sociedad, puesto que ellos son una
guía segura. Conviene aprender a tenerles confianza,
cuando toda nuestra educación consiste
precisamente en ponerles freno.
Cristian Frers.
Ciudad Autonoma de Buenos
Aires.
República Argentina.