- Navidad
cristiana - Las
celebraciones - Ritos
sociales - La simbología
Noel - Rituales
religiosos - Navidad negra (black
sabbath) - Casi una
conclusión - Bibliografía
consultada
El término Navidad es la
contracción del vocablo latino navitas que significa
"nacimiento". A partir de este concepto, surge
un símbolo muy arraigado y complejo en su estructura.
La
no es sólo un recuerdo de un suceso
histórico. Constantemente la Liturgia Cristiana subraya
que el hecho del nacimiento de Jesucristo está ordenado a
la Redención, a la Pascua, a la Parusía.
Según la terminología de los antiguos, la Navidad es una
memoria
(misterio), cuyo centro es la muerte y
resurrección de Jesucristo, siempre presente y operante,
como alma de toda celebración litúrgica.
Alrededor de la Liturgia de Navidad se ha formado, en el
decurso de los siglos, una serie de costumbres que han
contribuido a crear un ambiente
festivo en la intimidad de las familias y en las calles de aldeas
y ciudades. Lo más importante de las tradiciones y
costumbres no es sólo el aspecto exterior, sino su
significado interior; se debe conocer por qué y para
qué se llevan a cabo para así poder vivirlas
intensamente. Se recrean: el arbolito, el pesebre, los regalos,
las comidas típicas, la decoración en general, y
los niños
esperan con ansiedad la llegada de Papá Noel y los Reyes
Magos, cuyo origen se remonta a las antiguas costumbres y ritos
que pueden determinarse dentro de un marco histórico, que
es el motivo central del presente ensayo.
Hoy se considera a estas fiestas como las de mayor
trascendencia en todo el mundo; su celebración abarca
desde el 25 de diciembre al 6 de enero, con distintas
conmemoraciones, algunas trasformadas al cristianismo:
la Noche Buena, la Navidad, el Día de los Santos
Inocentes, la Noche Vieja, el Año Nuevo y el Día de
Reyes (Epifanía).
Las fiestas de Navidad se remontan a antiguas costumbres
paganas conocidas como la "adoración del culto
solsticial". El culto solsticial representa la acción del
sol creador, su perduración terrenal mediante el fuego y
su drama celeste: nacimiento del sol, su muerte
aparente y su resurrección. En otras épocas, el 24
de diciembre se celebraba el nacimiento de un dios solar. En
distintos países, toma un nombre diferente: Krisna y Buda
en India, Mitra
en Persia, Horus en Egipto, Apolo
en Grecia,
Bochica entre los Chibchas de Colombia,
Kulkuká entre los Mayas,
Quetzocoalt entre los Aztecas y
Wiracocha entre los Incas. Se
consideran que estos dioses descendieron al Hades (infierno) y
regresaron otra vez llenos de vigor, del mismo modo que lo hace
la Naturaleza con
su renovación periódica de los ciclos estacionales
anuales. Para las diversas costumbres, la Navidad ha representado
el advenimiento de un acontecimiento cósmico por
excelencia, cuyo hecho más trascendente radicaba en
garantizar la supervivencia del hombre pagano
o campesino, del renacimiento
anual de la divinidad salvadora, encarnado en el mito milenario
por excelencia.
El arraigo a este culto no pudo ser desterrado, ya que
en cada celebración participaban los cristianos. A pesar
de que los Evangelios no establecía esa fecha como la del
nacimiento del maestro Jesús, la Iglesia, en un
principio, no lo celebraba. Durante los siglos siguientes, al
comenzar a aflorar el deseo de celebrar el natalicio de
Jesús de una forma clara y diferenciada, algunos
teólogos, basándose en los textos de los
Evangelios, propusieron datarlo en fechas tan dispares como el 6
y 10 de enero, el 25 de marzo, el 15 y 20 de abril, el 20 y 25 de
mayo y algunas otras. Pero el Papa Fabián (236-250)
decidió terminar con tanta especulación y
calificó de sacrílegos a quienes intentaron
determinar la fecha del nacimiento del nazareno. La Iglesia
Católica de Armenia fijo su nacimiento el 6 de enero,
mientras otras iglesias orientales, egipcios, griegos y
etíopes propusieron fijar el natalicio en el día 8
de enero.
A raíz de este acontecimiento, por
disposición del Papa Julio I, en el Siglo IV,
concertó que la Navidad comenzara el 25 de diciembre y
culminara el 6 de enero con la fiesta de Epifanía. "Los
motivos para la innovación están declarados con gran
franqueza por un escritor sirio cristiano: ‘La razón
de que los Padres transfieran la celebración del 6 de
enero al 25 de diciembre fue ésta: era costumbre de los
paganos celebrar en el mismo día 24 de diciembre el
nacimiento del sol, haciendo luminarias como símbolo de la
festividad. En estas fiestas y solemnidades, tomaban parte
también los cristianos. Por esto, cuando los doctores de
la Iglesia se dieron cuenta de que los cristianos tenían
inclinación a esta fiesta, se consultaron y resolvieron
que la verdadera Navidad debería solemnizarse en ese mismo
día, y la fiesta de la Epifanía en el 6 de
enero.’ Por esa razón y continuando la costumbre, se
siguen encendiendo luminarias hasta el día 6… Parece
ser, pues, que la Iglesia Cristiana eligió la
celebración del nacimiento de su fundador el día 25
de diciembre con el objeto de transferir la devoción de
los gentiles del sol al que fue llamado después Sol de la
Rectitud". (Frazer, 1996:414)
A partir de entonces, la Cristiandad celebra el
nacimiento de Jesús de Nazaret. "En un principio, la
festividad de la Navidad tuvo un carácter
humilde y campesino, pero a partir del siglo VIII comenzó
a celebrarse con la pompa litúrgica que ha llegado hasta
hoy, creando progresivamente la iluminación y decoración de los
templos, los cantos, lecturas, misterios y escenas piadosas que
dieron lugar a representaciones al aire libre del
nacimiento del portal de Belén". (Rodríguez,
1997:20/1)
Aunque la tradición haya marcado que el
nacimiento se produjo en el primer año de la era
cristiana, lo cierto es que no se puede fijar con exactitud su
fecha, al igual que el lugar geográfico donde se
produjo.
Existen dos antecedentes biográficos en la
Biblia, el de San Mateo y San Lucas, que situaron dos lugares
geográficos diferentes entre sí: Belén
(Judea) y Nazaret (Galilea), respectivamente.
El lugar de nacimiento sigue siendo, para los expertos,
muy discutido. "Tanto Marcos (Mc 1,9) como Juan (Jn 1,45)
señalaron rotundamente que Jesús era oriundo de
Nazaret (Galilea) y no de Belén (Judea) y Lucas (Lc 2,4)
situó a José y María viviendo en Nazaret
antes del parto."
(Rodríguez, 1997:27/8)
Para la mayoría, situar en Belén su
nacimiento, cuestión remarcada por Mateo, se
justificaría, no porque fuese un hecho cierto, sino que
fue necesario para poder forzar
el cumplimento de las profecías, a fin de otorgar a
Jesús la descendencia davídica (Hijo de David) y
validar el mesianismo que le adjudicaron sus
seguidores.
Precisamente, la Iglesia en el Siglo IV, también
fijo el natalicio de Jesús en el año 6 antes de
nuestra era y concertó que el lugar geográfico
fuera Belén.
Existen distintas celebraciones que comprenden una serie
de acontecimientos importantes, entremezclados con matices
paganos y religiosos: Noche Buena, Día de los Santos
Inocentes, Noche Vieja, Año Nuevo y Día de Reyes
(Epifanía).
La Noche Buena (Noche Santa) comienza a la caída
del sol del día 24 de diciembre. Los fieles cristianos se
preparan para ver en el cielo la luminaria estrella y, a las
doce, celebran el nacimiento de Jesús de Nazaret, el
Salvador, con cantos y villancicos, tanto en los actos
públicos como en la celebración Misa de Gallo. Se
entremezcla con esta celebración, la llegada de
Papá Noel que trae obsequios a los niños y
los disparos de fuegos de artificio.
La cristiandad recuerda el 28 de diciembre como el
Día de los Santos Inocentes. Es un hecho que tuvo como
protagonista a Herodes, quien, por venganza, mandó a
ejecutar todos los niños recién nacidos, porque los
Magos le anunciaron la llegada del Salvador, y quedaron en
regresar para informarle el lugar, pero éstos
huyeron.
Si bien este hecho histórico no puede precisarse
con exactitud, la fecha no es coincidente, dadas las
contradicciones de los relatos bíblicos, y el tiempo que
tardaron los Reyes Magos –12 días, según la
tradición– para encontrar el pesebre.
En Mateo (2,13-18) se recrea este episodio que es
relatado como un suceso mítico, el que puede proceder de
Oriente, tal vez de la India o de
Egipto,
principalmente, es en este último lugar donde fuera
redactado el Evangelio (Año 90 d.C.). "Parece obvio, por
tanto, que la leyenda de la "persecución y huida"
existía ya previamente en la mítica pagana y que
estaba asociada al destino triunfante de grandes personajes; pero
queda por tratar un argumento de peso para los creyentes, eso es
que dos profetas, Oseas y Jeremías, habían
anunciado este suceso. De hecho, si repasamos el texto de Mateo
(Mt 2,13-18), encontraremos que la verdad del relato se basa en
que viene a dar cumplimiento a lo dicho en Os 11,1 y en Jer
31,15, una presunción que carece de fundamento."
(Rodríguez, 1997:67)
Entonces, "lo que el mito muestra es, de
nuevo, el ciclo estacional de la Naturaleza. El
perseguidor, siempre viejo, terrible y hostil, es la
representación del invierno, que pretende eternizarse para
siempre. El perseguido, recién nacido, es el sol –en
su solsticio hiemal– que promete crecer hacia la primavera,
llenando de dones, esperanza y posibilidad de supervivencia a la
humanidad. Un año tras otro, el Niño Sol vence al
Viejo Invierno desbaratando sus negros propósitos. Esto es
la Navidad." (Rodríguez, 1997:68)
Esta celebración tiene además otras
connotaciones paganas. En este día, se organizan distintas
bromas a los amigos o vecinos despistados. Cuando la broma
concluye se expresa a viva voz: "¡qué la inocencia
te valga! Es un deseo de buen augurio, porque la víctima
de la broma aún conserva la calidez infantil.
La noche vieja –para nosotros "Vísperas de
Año Nuevo"– era una celebración consideraba
como la "noche de los oráculos". Una antigua
tradición señala que echando unas gotas de plomo
fundido en el agua, las
solteras podían descubrir la profesión y el nombre
del futuro pretendiente; también si arrojaban un zapato
por el aire
podían saber la dirección en que llegaría. Una
tradición reciente se entremezcla con esta
celebración, la de "las doce uvas de la
suerte".
El Año Nuevo tiene como antecedente
histórico la creencia, desde los tiempos míticos,
de que cada año se reclama "una reparación, una
renovación y una reafirmación periódicas…
En ocasión del nuevo año, los inmortales son
considerados como sí estuvieran de nuevo sobre la tierra…
Simbólicamente, pues, el mundo comienza cada año:
los inmortales lo hacen estable, sano, rico, santificado, tal
como era en el comienzo de los tiempos. En ocasión de la
fiesta del año nuevo, se reitera el paso del caos al
cosmos, se repite en el presente la cosmogonía… Se trata
de una costumbre análoga con la de ‘fijación
de las suertes’ del nuevo año babilónico, que
se transmite hasta nuestro tiempo en las
ceremonias del Día del Año". Cada año nuevo
se "repite siempre el acto cosmogónico por lo que los
‘doce días’ que separan Navidad de la
Epifanía, se consideran todavía en la actualidad
como una prefiguración de los doce meses del año".
(Eliade, 1991:191/2)
Para la tradición cristiana, el
Año Nuevo, es el día de la Circuncisión de
Jesús, y la Solemnidad de María, Madre de
Dios, y los doce días que abarca la Navidad, se
considera el tiempo en que tardaron los Reyes Magos para
encontrar el pesebre. En el Año 2000, se
añadió la celebración del nuevo siglo y el
nuevo milenio.
El Día de Reyes (Epifanía) es una
celebración que el cristianismo
había adoptado desde el Siglo II y que aún
continúa vigente. Las primeras celebraciones eran de
carácter formal, porque coincidía
con el natalicio de Jesús, en el que también se
celebra su bautismo y su primer milagro. Los Reyes Magos, para la
concepción Cristiana, son considerados santos.
A partir del siglo XVIII, esta fecha toma
carácter de infantil, cuya finalidad fue la de competir
con la muy establecida tradición de San
Nicolás.
Los Reyes Magos no trajeron juguetes hasta mediados del
siglo XIX, sino que, con anterioridad, sus regalos
consistían en elementos de la vida cotidiana: alimentos, ropa,
calzados, etc.
La tradición mantenida hasta el presente consiste
en que los niños pongan sus zapatos limpios en la puerta
de entrada o ventanas, con una cartita, y se les provea a los
camellos de pasto y agua. En
agradecimiento, los Reyes Magos depositan sus obsequios. Si no
pueden cumplir con el pedido, le dejan otra cartita muy tierna:
"Los Reyes Magos son pobres, pero te dejamos otro regalito que te
va a encantar".
En la actualidad, los Reyes Magos traen juguetes y
golosinas a todos los niños y se organizan festivales de
los más diversos, con características muy particulares: los Reyes
Magos no sólo vienen en camellos, sino también a
caballo, en moto o en la lancha, según la zona a la que
arriban.
También en distintos países se tiene por
costumbre que los niños, munidos de alcancías,
pidan su aguinaldo a las personas adultas: "Me da mis Santos
Reyes", es la consigna.
Una serie de ritos sociales se practican en estas
celebraciones; algunos se remontan a las antiguas costumbres
paganas, pero ahora están camufladas con un nuevo ropaje
simbólico cristiano.
Hacer regalos es una costumbre, heredada del
neolítico, que tenía ciertos matices singulares en
las fiestas del culto solsticial. Cada regalo era ofrecido a
cambio de
otro. Si no se cumplía el intercambio, la persona que lo
recibía podía tener malos augurios.
En un principio, la Iglesia se había opuesto,
pero como no pudo desterrar esta costumbre fue reemplazada por la
que existía en Roma el
día primero del año, llamada estrenas. Al
principio, se simbolizaba que era el niño Jesús
quien ofrecía los regalos, y más adelante,
serían los Reyes Magos quienes distribuyeran los dones, y
como tal, debían nacer del corazón,
dádivas generosas sin pedir nada a cambio.
En la actualidad, el intercambio de obsequios estrecha
lazos afectivos entre familiares y amigos.
Otra de las costumbres más generalizadas en esta
celebración consiste en disparar fuegos de artificio,
sonar campanas, sirenas, disparos de escopetas y
gritos.
El origen de celebrar con disparos de fuegos de
artificio y mucho ruido data de
una antigua tradición china que
simboliza "la magia imitativa que asegura la provisión de
luz y calor del sol
y su finalidad es la de ser purificadora, ya que logra la
destrucción de las fuerzas del mal". (Cirlot,
1992:210)
También se debe destacar que los artefactos
pirotécnicos fueron inventados a partir de una observación muy particular, como el caso de
los cracker, que aun hoy se comercialización en los países de
Europa, tal como
su inventor Tom Smith, lo creara en 1840.
Smith conocía la costumbre china de
incluir en los caramelos algunas frases. A partir de allí
surge los bombons pasando a formar parte de una golosina por
excelencia. Del bombón tradicional pasó al cracker.
Tom Smith, por un accidente casero que provocó la
estampida de un madero, se le ocurrió hacer los primeros
bombones con estampidos, pero le puso otro nombre: Cosaques, pero
para comienzos de 1880 fue suplantado por el nombre más
común de cracker.
Debido a que esta costumbre está fuertemente
arraigada en la cultura
popular, es casi imposible que pueda ser prohibida, a pesar de
los accidentes que
provoca el mal uso de la pirotecnia. En la actualidad, la
comercialización de estos elementos hace
previsible un control,
principalmente por parte de las fuerzas militares, para que sean
menos riesgosos e, incluso, inofensivos.
La mesa de Navidad y Año Nuevo, por lo general,
se convierte en un lugar donde se come y se bebe con desmesura.
En tal sentido, se retoma la antigua tradición pagana de
"saturliana", festividad que se celebraba del 17 al 24 de
diciembre en honor a Saturno, el dios de la agricultura.
Durante la saturliana se suprimían las diferencias
sociales y todos los habitantes del imperio romano se
consideraban iguales. Se llevaban a cabo todo tipo de diversiones
populares, loterías y juegos de
azar. Con cantos y mucha alegría, la gente se libera
momentáneamente de una rígida estructura
social, y con la ayuda del alcohol,
lograban confundir sus roles.
En la actualidad, tanto en Nochebuena como en la Noche
Vieja, sirven de excusas para que las familias se reúnan
en torno a la mesa,
incluidos aquellos miembros que apenas se relacionan entre
sí o los que viven en lugares alejados. Se preparan
suculentos platos para celebrarse a sí mismos. En la
sociedad
secularizada de nuestros días, la alegría por
la familia
unida es el pretexto, quedando eclipsada el verdadero origen de
este rito familiar: el nacimiento del "niño
divino".
Este panorama festivo se le suma modernos menúes,
sofisticados, ajenos al espíritu de conmemoración,
incluso en cada país se han reemplazado algunos platos
tradicionales por otros, cuya preparación culinaria es
diferente y es matizada con distintos trucos locales.
Las comidas típicas se consideran a las nueces;
jamón cocido; el budín de Navidad (potaje de
maíz,
ciruelas y carnes); el pavo como plato central; el pastel de
Navidad que se prepara con carne picada, frutas y especies; el
pan dulce que llevan ingredientes con muchas calorías; además de la torta de
Navidad o duodécima torta, cuya elaboración
consiste en preparar una mezcla con frutas, especies y azúcar
que es decorada con estrellas, flores, coronas,
etcétera.
Dentro de la amplia gama de comidas se encuentran una
variante de golosinas típicamente estacionales. El origen
de estos productos se
encuentran ligados al significado del trigo y otros granos, que
tiene una importancia capital para
la supervivencia humana. Desde épocas paganas, se
tomó como el regalo más preciado de los dioses,
simbolizado en el don de la vida y la inmortalidad, "el ciclo
eterno de la fertilidad representado por el ciclo
biológico del trigo: grano, siembra, vida, cosecha,
muerte, grano
y vuelta a empezar". (Rodríguez, 1997:218)
Por ello, este acto ritual se sigue repitiendo con el
agrado de elementos típicos: todas las formas de pan,
roscas de reyes, garrapiñadas, turrones, entre otras. Los
símbolos que encierran estos banquetes se remontan a las
antiguas costumbres, que luego pasaron al
cristianismo.
El "budín de Navidad" y el "pan dulce"
provenía de la antigua creencia de que los habitantes de
un lugar podían conservarlo, no sólo como alimento,
sino que los protegía de muchos males. Con la posterior
cristianización, los panes eran llevados a la Iglesia para
su bendición. Después de la consagración,
cada miembro de la familia
comía un trozo y el resto lo guardaba para dárselos
a personas o animales
enfermos.
El "roscón de Reyes" es una variante de la "rosca
de Navidad". Antiguamente, cada rosca contenía la figura
de un hada. Las hadas representaban un símbolo muy
peculiar; se la relacionaba con la muerte y
los muertos, y la prosperidad provenía de ella (cielo,
muerte/renacimiento),
siendo un amuleto protector de desgracias. "En el día de
Reyes, final del ciclo de celebraciones navideñas
–que incluían el culto a los antepasados muertos en
las tradiciones precristianas y que, en suma, conmemoran el
eterno renacimiento de la vida en el tránsito desde el
invierno a la primavera–, el hada oculta en el
roscón adquiere mucho sentido, dando a este dulce el
carácter de "pastel de la suerte" por propiciar la fortuna
de quien se encuentra la semilla leguminosa en su parte del
bollo." (Rodríguez, 1997:221)
Las bebidas tradicionales son el champagne, la sidra,
una variedad de vinos y el infaltable ponche caliente que es una
mezcla de azúcar,
agua caliente,
zumo de limón, especias, brandy y ron.
El brindis es otra tradición infaltable; se lo
puede asociar con la antigua tradición celebrada en honor
al dios Baco, quien argumentaba: "La sedienta tierra se
empapa de lluvia, bebe y se alampa para beber más. Las
plantas chupan de
la tierra y
bebiendo sin vado se mantienen verdes y gentiles. El mismo mar…
se bebe dos veces mil ríos tan caudalosos que desbordan su
vaso. El afanoso sol –como presumo por su rostro de
borracho– se bebe el mar. Luego, luna y estrella se beben
al sol, y al tiempo que beben, danzan su propia luz y
están de fiesta toda la noche. Nada en natura es sobrio.
Es un brindis inacabable que va a la redonda, de uno a otro ser".
(Mitos Nº
28, 1987:87/88)
A finales del Siglo XVIII, los brindis comenzaron a
adquirir solemnidad y se constituyeron como una tradición
ritual de todos los banquetes y celebraciones. En Navidad,
época de buenos deseos, el champagne o cava es la bebida
festiva por excelencia.
Otra costumbre proveniente de España,
nacida en el primer tercio del siglo XX, en el ritual central de
la Noche Vieja, es la conocida como las "doce uvas de la suerte",
que se invita a comer una por cada repique, con el preludio de
besos, abrazos y deseos de felicidad para el año que se
inicia. Si bien, muchos afirman que es una costumbre
española, otros italiana, lo cierto es que relaciona con
una antigua tradición judía, en la que se
obsequiaban a los invitados tantas piezas de fruta de la propia
cosecha como horas habían pasado juntos. Luego se la
asoció con la Noche Vieja.
La decoración de las casas y todo paseo publico
posee características rituales. Los adornos con
coronas de muérdago o pino, campanitas, medias, velas y
guirnaldas recreaban el ritual solsticial que tenía por
objeto el "agradecer el regreso del sol, la otra gran fuente de
calor. Se consideraba prudente hacer algo para agradar al dios
Sol y asegurar así su regreso el año venidero…"
(Morris, 1993:41) En esencia, simboliza la perduración de
la primavera.
A pesar de que la Iglesia se opuso desde el principio a
este ritual pagano, luego fue adoptado como parte de la
celebración, incorporando distintos elementos como los
ángeles e imágenes
de los Santos.
La Corona de Adviento es un símbolo especial
compuesto por una corona siempre de color verde con 4
velas: 3 moradas y una rosada.
Las piñas es un elemento por excelencia, ya que
simboliza la inmortalidad de la vida vegetal y animal, representa
el cíclico y eterno retorno de la Naturaleza y expresa la
eclosión de la vida primaveral y la posibilidad de
retorno. También las piñas representan un canto de
esperanza, en cada uno de los acontecimientos, o también,
si es creyente, el que se espera tras la muerte.
La planta de muérdago es el heraldo que anuncia
al espíritu de la Navidad. Los ramilletes de
muérdago, en forma de coronas, se cuelgan en los marcos de
las puertas y ventanas de la casas para beneficiarse de buena
suerte. Una antigua tradición señala que si una
muchacha soltera recibe un beso debajo del muérdago, al
año siguiente se casará; si es casada,
quedará embarazada. También se lo asocia con
antiguos rituales paganos, siendo la planta elegida por
excelencia. A pesar de que existen escasas leyendas
cristianas para evangelizar el simbolismo pagano del
muérdago, la planta siguió asociada a los
ancestrales poderes mágicos y a la protección,
prosperidad y buena suerte.
Se quiso cambiar la antigua tradición del
muérdago, porque era considerado como portador de
supersticiones y reemplazarlo por el acebo, al que se le
confirió el carácter de "ramo de la suerte"; pero
esta función es
relativamente reciente y carece de base simbólica
tradicional que la sostenga. La Iglesia prohibió la
presencia de los muérdagos en los hogares, aduciendo que
era una costumbre bárbara e idólatra, quiso
sustituir su presencia con el acebo, ya que según su punto
de vista "las hojas del acebo recuerdan las espinas de la corona
de Cristo y sus bayas rojas simbolizan la sangre derramada
durante su pasión". (Rodríguez,
1997:157)
A pesar de que muchos cristianos han adoptado al acebo,
el muérdago sigue siendo irremplazable.
Los símbolos de los colores son
diversos, pero se pueden asociar a este ciclo invernal: el
color verde
representa a la naturaleza, a la vida que aporta su presencia,
por eso se lo considera como el símbolo de la esperanza.
El amarillo es el color del sol, del oreo y de las espigas
maduras de trigo, símbolos poderosos que por excelencia
que aseguran prosperidad y felicidad. El rojo, color del fuego y
de la sangre,
está íntimamente ligado a la vida y también
está asociado a un simbolismo como expresión del
amor divino,
con la generosidad sin límites.
El color blanco es extremo opuesto del negro aunque ambos
representen al absoluto; este color significa pureza, inocencia,
virtud, fe y hasta iluminación. El azul, frío, distante
y vacío se encuentra representando el límite del
"otro lado", por eso simboliza el cielo con sus
hierogamias.
En la actualidad, la industria del
plástico
si bien ha puesto al alcance de todos estos elementos, en algunos
casos ha desvirtuado a la tradición por la de adquirir
objetos utilitarios, con fines decorativos.
Es habitual que se envíe una tarjeta de
felicitación para las fiestas. Esta costumbre se
originó en las escuelas inglesas, donde se pedía a
los estudiantes que escribieran algo que tuviera que ver con la
temporada navideña, antes de salir de vacaciones de
invierno y lo enviaran por correo a su casa, con la finalidad de
que sus padres recibieran un mensaje de Navidad.
Fue en 1843, en Inglaterra,
cuando W. E. Dobson y Sir Henry Cole hicieron las primeras
tarjetas de
Navidad impresas, que tuvo una tirada de 1.000 ejemplares, con la
única intención de promocionar las obras de
arte que
representaban al Nacimiento de Jesús, acompañada de
una frase donde se expresaba felicidad y prosperidad.
En 1860, Thomas Nast, creador de la imagen de Santa
Claus, organizó la primera venta masiva de
tarjetas de
Navidad en las que aparecía también impresa la
frase "Feliz Navidad".
Esta práctica se difundió por todo el
mundo, y hoy se pueden adquirir tarjetas sencillas, dobles, con
filigranas, brillantinas e incluso musicales.
Otra característica la remarca la presencia de la
Navidad Blanca que se refleja en la mayoría de las
tarjetas y, en general, en todos los productos
navideños que contienen paisajes invernales, con mucha
nieve. Esta circunstancia se recrea gracias a la influencia
literaria ejercida por la obra Canción de Navidad, de
Charles Dickens, publicada en 1843. El escritor inglés
recordaba que las Navidades de su infancia
siempre fueron nevadas, las que volcó en su libro y, muy
pronto, se hizo tan famoso que la imagen de la
Navidad Blanca se tomó como típica. Se
popularizó, aún más, cuando en 1943,
Hollywood produjo una película protagonizada por Bing
Crosby y Fred Astaire, cuyo tema central: Navidad Blanca ganara
un Oscar de la Academia.
En todas los lugares, la presencia del arbolito de
Navidad es infaltable. Su origen se remonta a las antiguas
creencias de los germanos que adoraban al roble. Creían
que el mundo y todos los astros estaban sostenidos pendiendo de
las ramas de un árbol gigantesco llamado el "divino
Idrasil" o el "dios Odín", al que le rendían culto
cada año y se lo decoraba, porque se tenía como
creencia que cuando un árbol perdía su follaje era
porque los espíritus lo habían abandonado. Por
ello, se lo adornaba con papeles, frutas, trozos de vidrio, y
antorchas que representaban a las estrellas, la luna y el sol para que
los espíritus retornaran en la época primaveral. En
torno al
árbol cantaban y danzaban adorando a su dios.
Con la posterior cristianización, el roble fue
remplazo por el abeto, ya que al tener forma de triángulo
personificaba a la Santísima Trinidad, con Dios Padre en
la cima, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo ocupando ambos
extremos inferiores. Según la leyenda, San
Bonifacio, evangelizador de Alemania,
derribó el árbol que representaba al dios
Odín, y en el mismo lugar plantó un pino,
símbolo del amor perenne
de Dios y lo adornó con manzanas y velas, dándole
un simbolismo cristiano: las manzanas representaban las
tentaciones, el pecado original y los pecados de los hombres; las
velas representaban a Cristo como Salvador. Esta costumbre se
difundió por toda Europa en la
Edad Media y
con las conquistas y migraciones llegó a América.
Con el perfeccionamiento de las técnicas
industriales, se comenzó la fabricación de todo
tipo de ornamentos, incluso de material plástico.
También se lo decora con adornos en forma de bolitas, que
en un principio fueron de vidrio. Esta
costumbre tiene su origen en Bohenia, Alemania, hace
más de doscientos años. Los "sopladores de vidrio"
se entretenían realizando competencias para
hacer la bola más grande y, entre juego y
juego,
éstas eran descartadas. Dicha circunstancia no pasó
al olvido. Las mujeres, al rescatarlas, decidieron adornar las
puertas de las casas. Se le dio el nombre de bola espiritual, ya
que tenía como finalidad la de ahuyentar el mal de ojo.
"Se explicó que su especial valor
residía en su reflexión circular que hacía
que el mal de ojo se viera reflejado en ellas cuando se intentaba
introducir en las casas, lo cual resultaba intolerable". (Morris,
1993:121/22)
Las esferas, para la tradición cristiana,
simbolizan las oraciones que hacemos durante el periodo de
adviento: las azules son de arrepentimiento, las plateadas de
agradecimiento, las doradas de alabanza y las rojas de
petición.
Se acostumbra poner una estrella en la punta del pino,
simbolizando la fe y se colocan adornos de diversas figuras, que
representan las buenas acciones y
sacrificios, los "regalos"" que le daremos a Jesús en la
Navidad.
El juego de luces intermitentes es otro de los elementos
decorativos. En un comienzo se habían utilizado velas.
Según la antigua tradición pagana se celebra el
nacimiento del dios sol en el Año Nuevo. La Iglesia, al
transformar esta creencia, dijo que como "Cristo era la luz del
mundo", la llama de la vela simbolizaba su influencia. Asimismo
se sugería que la brillante luz de la vela simbolizaba a
la Estrella de Belén.
El aguinaldo representa una costumbre generalizada en
toda Europa cristianizada, extendiéndose a los
demás países, cuyo origen puede remontarse a
antiguas costumbres del solsticio de invierno y el comienzo del
año en todas las culturas de la
antigüedad.
Tradicionalmente, en España,
han sido los servidores
públicos y privados, quienes al felicitar por la Navidad a
los beneficiarios de su labor, se le solicitaba una
pequeña retribución económica o material.
Por extensión, los hijos pedían el aguinaldo a sus
padres y vecinos para época de Navidad o Reyes.
En la actualidad, no sólo perdura esta costumbre
de antaño, sino que ha sido oficializada mediante leyes laborales
para favorecer a todos los trabajadores.
Otras vías para llegar al aguinaldo se encuentran
en las llamadas Rifas y las Cestas Navideñas.
Las Rifas Navideñas son un recurso del azar, una
afición lúdica que en nuestra cultura no se
ha dejado de practicar, desde la celebración de las
Saturnales Romanas.
Las Cestas Navideñas son una fastuosa vianda
indispensable para las épocas festivas: turrones, frutas
secas, conservas, vino, champagne, café,
embutidos, jamón, y entre ellos una caja de puros habanos.
Refleja una vieja costumbre conocida como la Sportola de los
antiguos romanos, que llega hasta nuestros días. De un
modo involuntario, se lo relacionó con la crisis
económica. En los años ´60, en vez de que se
llenaran las canastas con estas dádivas, se las
ofrecía a las personas carenciadas como "obsequios de
Navidad". La cesta es, sin duda, la reina de los
aguinaldos.
Existe una costumbre muy generalizada de vincular una
celebración religiosa con elementos sociales,
principalmente, en lo referente al juego. "En alguna medida, la
lotería de Navidad ha acabado por constituirse en el
centro de gravedad del significado básico, propiciatorio y
esperanzador, de los ritos asociados al solsticio de invierno. Al
mismo tiempo que nuestra sociedad urbana
fue elevando el uso del dinero a la
categoría de instrumento básico y todopoderoso para
la supervivencia, fue variando también el sentido de los
cultos agrarios propiciatorios dirigidos hacia el divino Sol
–fuente del renacimiento anual de la vida que posibilita la
pervivencia humana– o elevados hacia los mitos
religiosos que de él se derivaron, hasta desviar la
atención y el deseo hacia otras cosechas,
como la del dinero
abundante y salvífico que mana del cielo en forma de
premio de la lotería." (Rodríguez,
1997:295/96)
La lotería proviene de antiguas costumbres de las
fiestas saturnales, como los juegos de
suerte que consistían en realizar un sorteo. Se
seleccionaba una varilla de un conjunto, que tenían
inscripciones acerca del futuro; un niño la extraía
del cofre y se la daba al peticionante, quien luego de leer el
texto sagrado,
interpretaba su mensaje.
Este sistema fue
teniendo una amplia difusión, principalmente para los
cargos públicos, y en el siglo XV fueron cambiados los
textos por números, llegando así a la
clásica "lotería de números", en el cual se
hacía un sorteo público y se controlaban los
cartones que habían sido repartidos, idea que se
inspiró de los boletos de rifas del Siglo XIII.
Es una costumbre mencionar al premio mayor de la
lotería de Navidad como Gordo. La imagen del llamado
"fanático por la lotería" o "Enano afortunado", es
"una estrafalaria y rechoncha figura humana repleta de
números y bolas de sorteo que, desde finales del siglo
XVIII hasta mediados del siglo XIX, figuró impresa en casi
todo cuanto tenía que ver con la lotería,
convirtiéndose en una especie de amuleto favorecedor de la
serte que animaba a la gente a jugar, a intentar realizar sus
sueños a través de los premios de la
lotería. A quien le tocaba compartir la suerte de ese
gordo afortunado se le arreglaba la vida (o casi); tal como viene
sucediendo hasta hoy." (Rodríguez, 1997:303)
El primer sorteo celebrado en Navidad tuvo lugar en
Cádiz, el 18 de diciembre de 1812. El billete se
vendió en 10 pesetas y repartió 40.000, una cifra
extraordinaria para la época.
La primera vez que apareció la
denominación "Sorteo de Navidad", que sustituyó a
la leyenda habitual de "Prósperos de premios", fue en el
sorteo del 23 de diciembre de 1892, y no figuró impresa en
los billetes hasta la Navidad de 1837.
A partir de entonces, el sorteo de Navidad pasó a
ser una institución popular de gran éxito,
que se extendió a otras celebraciones: Año Nuevo y
Reyes. En Argentina, este
ritual se celebra a partir de la década del
´60.
Cada año se renueva la esperanza, de un futuro
generoso y próspero, la puerta de acceso al mundo
mágico de la suerte.
Los avances
tecnológicos no pudieron estar ausentes en la fiesta
más celebrada por todas las culturas del planeta, que
reside en razones profundas: una esencia religiosa, social y
espiritual. En Internet es posible
reconstruirla gracias a la ayuda de múltiples
páginas que proliferan en la Web site, que
recrean las leyendas de
Papá Noel y los Reyes Magos, se cuentan historias de
cómo se celebra la Navidad en distintos países del
mundo, así como también hay páginas de
distintas culturas reconocidas como grupos
"anti–Navidad" por motivos varios: algunos tienen un buen
bagaje de explicaciones racionales y argumentos
históricos; otros reniegan del espíritu consumista
que marca a la
celebración por estos días, y se oponen por puro
ejercicio de contradecir a la mayoría o son
lunáticos sin cura.
También hay una serie dedicada al público
infantil para que los niños puedan escribirles a
Papá Noel o a los Reyes Magos, o bien, participen de
juegos interactivos: seguir la ruta de los Reyes Magos hasta el
Portal de Belén; se saquen una foto con los Reyes Magos o
Papá Noel utilizando los recursos del
escáner, o recrear su imagen a modo de
caricatura, y luego puedan imprimirlos.
Como se podrá observar, la tecnología no deja de
sorprendernos y es un elemento que nos permite una comunicación que sigue estrechando lazos de
amistad con
personas de distintos lugares del planeta, ya que se pueden
enviar tarjetas postales con
mensajes predefinidos o una salutación personal,
mediante el correo
electrónico.
Dos figuras centrales son veneradas por la
tradición, como portadora de buenas intenciones:
Papá y Mamá Noel.
Los chicos esperan con ansiedad la llegada de
Papá Noel. Se sabe que él convertirá las
ilusiones en un regalo.
De una antigua manera de representar al invierno, con la
imagen de un viejo, nació Papá Noel. Una teoría
acerca de su origen señala que Papá Noel es una
derivación del dios Saturno. Igualmente, cada cultura lo
ha teñido con una imagen particular: "En Alemania, el
Viejito Pascuero se ha mezclado con el Weihnachtsmann. El Viejito
Pascuero es un alma feliz, en cambio el Weihnachtsmann
está irritado de andar cargando sus baúles de
regalos. Además, lo acompaña un hombre oscuro
que a veces lo persigue y golpea con un bastón; a este
personaje se le reconoce por varios nombres, entre ellos, Hans
Muff, Knecht Rupprecht and Butz, y se le representa con un oscuro
rostro de animal". (Mitos, Nº 8, 1986:s/n)
La figura de Papá Noel, para nuestra
tradición, se fusionó a la San Nicolás o
Santa Claus, cuyos nombres también fueron muy
populares.
San Nicolás fue un Obispo que tenía por
costumbre hacer regalos a los niños pobres. Su festividad
era el 6 de diciembre, día de su fallecimiento. La
Iglesia, al aceptar esta celebración, en el siglo IV, la
traslada al día de Navidad. Existen varias leyendas que
hablan acerca de la vida de este Santo.
En cierta ocasión, el jefe de la guardia romana
de aquella época, llamado Marco, quería vender como
esclavo a un niño muy pequeño llamado Adrián
y Nicolás se lo impidió. En otra ocasión,
Marco quería apoderarse de unas jovencitas si su padre no
le pagaba una deuda. Nicolás se enteró del problema
y decidió ayudarlas. Tomó tres sacos llenos de oro
y en la Noche de Navidad, en plena oscuridad, llegó hasta
la casa y arrojó los sacos por la chimenea, salvando
así a las muchachas.
Marco, quien quería acabar con la fe cristiana,
mandó quemar todas las iglesias y encarcelar a todos los
cristianos que no quisieran renegar de su fe. Así fue como
Nicolás fue capturado y encarcelado. Cuando el emperador
Constantino se convirtió y mando liberar a todos los
cristianos, Nicolás había envejecido. Cuando
salió de la cárcel, tenía la barba crecida y
blanca y llevaba sus ropajes rojos que lo distinguían como
obispo; sin embargo, los largos años de cárcel no
lograron quitarle su bondad y su buen humor.
Los cristianos de Alemania tomaron la historia de los tres sacos
de oro echados por la chimenea el día de Navidad y la
imagen de Nicolás al salir de la cárcel, para
entretejer la historia de Santa Claus. A
fines del siglo XIX y principios del XX
la costumbre del San Nicolás reinventado en Nueva York, se
fue extendiendo por casi toda Europa. El Nombre de Santa Claus
viene de la evolución paulatina del nombre de San
Nicolás: St. Nicklauss, St. Nick, St. Klauss, Santa Claus,
Santa Clos. Fundo sus bases en Gran Bretaña como Father
Christmas o Padre Navidad, y de ahí pasaría a
Francia bajo
el nombre de Père Noël o Papa Navidad, del cual
derivaría Papá Noél, como se lo conoce en
España, Argentina y gran
parte de América
latina.
La imagen que se conoce actualmente de Santa Claus fue
dibujada por primera vez en 1863 por Thomas Nast, quien
publicó sus ilustraciones en la revista
Harper’s, de entre 1860 a 1880. Nast añadió
detalles: su taller en el polo norte con muchos duendes que lo
ayudan a fabricar todos los regalos que le piden los niños
por medio de cartas y su
vigilancia sobre ellos, buenos y malos, de todo el mundo.
Él le dio el color rojo y su vestuario de
pieles.
Pero finalmente, fue la Coca-Cola la que le dio su
actual aspecto en 1931. Para la campaña
publicitaria de la Navidad de este año, la Coca-Cola
le encargo a Habdon Sundblom que remodelara el Santa Claus de
Nast, un viejito un poco más alto que un duende, pero con
idénticas características . Él creo un Santa
Claus más alto, todavía más
gordinflón, aunque más simpático, con un
rostro bonachón, con una agradable sonrisa y su
clásico "jo, jo, jo", de ojos pícaros, chispeantes
y amigables, con pelo cano y luenga barba y bigote,
también blancos, sedosos y agradables. La vestimenta
mantuvo los colores rojo y
blanco, que son los de la compañía, pero su traje
se hizo más lujoso y atractivo: un pijama con un gorro de
dormir, botas y cinturón.
Otras alusiones a su figura mítica se encuentran
en el poema de Clement Moore, Una visita de San Nicolás,
escrito en 1822. Papá Noel entra por la chimenea y esta
alusión se amalgama de antiguas tradiciones,
principalmente las que tiene su origen en Finlandia. El poema
contiene dos importantes claves: por un lado, se escuchan los
renos en el techo y, por el otro, de un solo salto se arroja por
la chimenea. También, se traslada en un trineo tirado por
ocho renos. La idea de los ocho renos, haya surgido de una
antigua leyenda del dios teutón Odín, quien montaba
un caballo de ocho patas llamado Sleipnir, vistiendo una amplia
capa y sombrero, cuando visitaba a su gente y repartía los
premios y castigos a que se habían hecho acreedores. A
partir de esta alusión, quizás, se pueda argumentar
que Odín fuera el precursor de la figura de Papá
Noel–Santa Claus. Los renos tienen nombres singulares:
Pompón, Vondín, Danzarín, Lindo, Veloz,
Listo, Cometa y Rodolfo. Además se le proveyó de
una bolsa mágica en donde entraban todos los
juguetes.
Cuando se publicó el poema, el 23 de diciembre de
1823, de inmediato se hizo inmediatamente popular y, a partir de
entonces, se cambió por completo la imagen de Papá
Noel; nunca más vendría a caballo, sino con un
trineo tirado por ocho renos que volaba por los aires; ya no
golpearía las puertas para dejar sus obsequios, sino que
ingresaría por la chimenea.
Como dato ilustrativo se puede mencionar que Robert L.
May, en 1939, fue quien dibujó por primera vez a Rodolfo
para un aviso publicitario y, en 1949, Johny Marks compuso la
canción Rodolfo, el Reno de la roja nariz, que fuera
grabada por Gene Autry y Bing Crosby.
"La laicalización de Santa Claus no sólo
fue indispensable para permitir su supervivencia y
expansión, sino que fue la razón que le
catapultó como símbolo universal dentro de una
sociedad industrial que, aunque consumista insolidaria y
egoísta, gusta soñar con los valores
tradicionales de la Navidad. Santa Claus permite participar del
"espíritu de la Navidad" sin ponernos ante disyuntivas
ético–religiosas ni, menos aún, hacernos
entrar en contradicción con lo que somos o hacemos durante
el resto del año." (Rodríguez, 1997:118)
Recientemente se ha incorporado la presencia
carismática de Mamá Noel, que junto a la de
Papá Noel, han enriquecido la Navidad. Viste con un
atuendo rojo y blanco, usa anteojos y se la puede asociar con la
imagen de un ama de casa.
Se pueden mencionar dos antecedentes de Mamá
Noel: en Italia, los
niños "reciben regalos de una bruja llamada La Befana, a
veces la señora del Viejito Pascuero. De acuerdo con la
leyenda, los Reyes Magos le pidieron a La Befana que los
acompañara en el viaje que guiaba la estrella hasta
Belén, pero ella no los quiso acompañar pretextando
que tenía demasiado que hacer en su casa. Los niños
italianos, en la actualidad, creen que La Befana regresa todos
los años para Navidad y recorre casa por casa, dejando
regalos, en busca del Niño Dios". (Mitos, Nº 8,
1986:s/n) En Austria se tiene la creencia que "una mujer llamada
Berchte, en la noche de Navidad, busca a los niños malos
para cortarles el vientre con un cuchillo". (Mitos, Nº 8,
1986:s/n) De esta creencia se presume el origen de la receta de
cocina: "niños envueltos".
Desde un punto de vista psicoanalítico se han
incorporado a esta leyenda los elementos masculino y femenino,
enriqueciendo las imágenes
míticas. Carl G. Jung, en su teoría
de los "Arquetipos", señala al elemento masculino como
"ánimus" y al elemento femenino,
"ánima".
El ánimus es generador "de juicios y opiniones.
Cumple el rol de constante crítica y normativa. Posee una
orientación lógica
y objetiva". (Grecco, 1995:46) Como "padre", establece en su
simbología que representa a los "elementos aire y fuego.
También cielo, luz, rayos, y el origen". (Cirlot,
1992:347)
El ánima, representada en esta caso por una
anciana, cumple la función de
ser "generadora de estados de ánimo. Es la fuente de
creatividad y
de la intuición".(Grecco, 1995:46) Como madre, indica que
es un "símbolo del inconsciente colectivo del lado
izquierdo y nocturno de la existencia, la fuente del agua de la
vida". (Cirlot, 1992:291)
Para el Cristianismo, existen además otros
rituales de la propia religiosidad: el pesebre, la Misa de Gallo,
los Villancicos, y los Cantos Gregorianos.
El pesebre es el único elemento enteramente
cristiano de la Navidad. San Francisco de Asís fue quien
lo incorporó en 1224, organizando la primera
representación y, más tarde, se difundió en
los monasterios y conventos de Europa.
Según el relato de San Buenaventura, el primer
pesebre tenía un suelo cubierto
con heno, y allí podía verse un buey, un burro y
los personajes bíblicos. En el Renacimiento,
esta representación se caracterizó, entre otras
cosas, por las artes visuales y detalles ambientales. Pero en el
Barroco del
siglo XVII, especialmente en las regiones de Sicilia y
Nápoles, tuvo el máximo esplendor.
En cuanto a las clases de pesebres, existen dos tipos:
la primera configura una teatralización del pesebre
viviente, y la restante, una representación en miniatura
del nacimiento, confeccionada por artesanos, en una suerte de
maquetas. Al principio, eran de madera con
imágenes de yeso. Hoy se pueden adquirir en el mercado pesebres
de diversos tamaños y con distintos elementos: cristal de
roca (energéticos), de plástico,
etcétera.
Mateo (2,1-12) es el único testimonio que se
relaciona con la estrella de Navidad. Si nos atenemos a la
tradición, todos los nacimientos de los dioses solares
también tuvieron como señal la estrella que
brillaba en el firmamento, anunciando la calidad
sobrenatural del recién nacido. Numerosos ejemplos se
pueden aportar como el nacimiento de Osiris, Buda, Krisna, entre
otros.
Resulta obvio pensar que la inclusión de la
estrella en el relato se debiera a esta fuerte influencia, pero
también se cree posible que en esta época haya
ocurrido un fenómeno astronómico
inusual.
Hay, sin embargo, muchas hipótesis: algunos opinan que la luz
brillante es la de Venus, otros que es el cometa Halley o una
supernova que había explotado y que su luz podía
verse incluso de día. Pero la opinión más
acertada es la Kepler que data de 1646: "… la estrella de
los magos no fue otra cosa que la rara triple conjunción
de la Tierra con los
planetas
Júpiter y Saturno, estando el Sol pasando por Piscis. En
esta conjuntio magna los planetas
aparecen en el mismo grado de longitud, de modo que a ojos de un
observador terrestre se presentan como una sola estrella muy
brillante." (Rodríguez, 1997:45) Lo que Kepler atribuye a
esta conjunción es que se produjo en el año 7 a.C.
y esto concuerda aproximadamente con la fecha otorgada por la
Iglesia, año 6 a.C.
Pero este fenómeno no pudo marcar un camino, ni
se detuvo en Belén, ni pasó rozando las palmeras,
lo cual se contradice con el relato de Mateo. En este caso, lo
que se puede establecer es que el relato mítico impresiona
sobremanera y recalca el suceso para que no pase inadvertido y
tome carácter sobrenatural.
La "estrella de Belén" contiene un simbolismo muy
particular: iluminaba "tres lugares maravillosos: son tres puntos
que señalan la revelación de Zoroastro en el
Irán primitivo; el encuentro de los Magos en Babilonia,
con la figura imponente del profeta Daniel, la visión
sublime y terrorífica del Sol de Osiris, anunciando el fin
de las monarquías absolutas de Oriente y el advenimiento
de Cristo. Estos tres acontecimientos caracterizan tres etapas
del verbo solar". (Schuré, 1995:170)
La estrella más representativa de la
decoración de la Navidad es la de cinco puntas, pero sin
cola de cometa, que simboliza el microcosmo humano.
También se lo puede asociar con "los cinco sentidos
corporales, pero su número encarna también la
convergencia del principio masculino y femenino
–simbolizados por el 3 y el 2, respectivamente– en
una unión fecunda (el 5 es signo de unión,
armonía y equilibro; representa también la
hierogamia, el enlace nupcial entre el principio generador
celeste el 3, y el principio terrestre materno, el 2), implicando
matrimonio,
felicidad y realización." (Rodríguez, 1997:185)
Dispuesta la estrella hacia arriba, anima y representa a la magia
teurgia o magia blanca, e invirtiéndola la goecia o magia
negra.
Las menos frecuente son las estrellas de seis y ocho
puntas: la de seis vértices es conocida como la "estrella
de David", símbolo del judaísmo, que "representa la
unión total y perfecta entre el espíritu puro y la
materia, entre
lo activo o masculino y lo pasivo o femenino, entre lo celeste y
lo terrestre." (Rodríguez, 1997:184) La de ocho puntas
suele aparecer en algunas ilustraciones, principalmente en las
pinturas anteriores al siglo XIX. "El número ocho
representa el equilibrio
cósmico y, la forma octogonal, según uno de sus
significados más antiguos, simboliza la vida eterna y la
resurrección, un mensaje que se ajusta perfectamente a la
esperanza que los cristianos celebran con el nacimiento del
"niño divino" y que proclaman anunciada desde la propia
estrella (que cumple así con la antigua función de
los astros de ser pregoneros de inminentes sucesos prodigiosos)."
(Rodríguez, 1997:185)
La imagen de la Virgen María con el "niño
divino" recostado en el pesebre, representa a una de las
alegorías más importantes del culto
solsticial.
Pepe Rodríguez señala que "en el solsticio
de invierno –Navidad–, los sacerdotes de Isis,
vestidos con sobrepelliz blanca y con la cabeza tonsurada,
sacaban del santuario la imagen de Horus, en forma de niño
recién nacido, para exponerla a la adoración
pública de las masas y pasarla en procesión. El
divino niño Horus, venido al mundo para traer la
felicidad, era representado como un bebé de cabello dorado
que tenía un dedo en la boca y el disco solar
–origen del nimbo cristiano– sobre su cabeza. La
imagen más corriente la representaba en brazos de su madre
Virgen." (Rodríguez, 1997:33)
Este ejemplo es lo suficientemente elocuente para
ilustrar la iconografía del nacimiento de Jesús de
Nazaret, cuyas reproducciones siempre fueron fieles a estos
modelos
culturales.
También en la antigüedad precristiana, fue
un hecho común, aceptado y extendido, que los grandes
personajes divinos y reyes gozaban del privilegio de ser
concebidos por una madre virgen. El mismo caso ocurre con
María (Lucas 1,18-25), que estando desposada de
José, antes de que convivieran se halló de haber
concebida por el Espíritu Santo; situación que ya
había sido profetizado por Isaías muchos siglos
antes, incluso proclamó el nombre de Emanuel, es decir,
"Dios con nosotros".
Jesús es la manifestación del "niño
divino". Representa "lo extraordinario en lo ordinario, lo
sobrenatural encarnado en lo natural y lo divino hecho carne en
el ser humano". (Naranjo, 1994:48) De este modo, el niño
es un ser humano dotado de cualidades especiales que pueden
atribuirse a la divinidad, que en sus valores
intrínsecos (estéticos, humanos y religiosos), en
su mítico más allá, emanan de los seres y
cosas de este mundo.
La visión del "niño divino", para la
Iglesia, representa el milagro, la promesa que Dios a enviado a
su único hijo a fin de que, por medio de él, los
hombres fueran restituidos a su verdadera humanidad. No
sólo puede interpretarse como "una "venida"… sino
también un "acceso" del hombre a una Realidad trascendente
que le ofrece la "divinización" con la felicidad eterna.
Dios se revela en todo su misterio por amor. La propuesta
más fundamental de la fe cristiana es que "Dios es amor",
"sólo el Amor es
digno de fe y sólo la fe digna de amor". Es el Amor mismo
el que se nos manifiesta. Este es el misterio de Dios…"
(Camarero Benito, 1997:60/1)
José, el carpintero, fue uno de los hombres
más injustamente tratados por la
historia cristiana. En las primitivas representaciones,
aparecía como un hombre joven, fuerte y sin barba, pero
como consecuencia del inicio del culto a María, instaurado
por el Concilio de Efeso (343) por Cirilo de Alejandría,
la figura del carpintero fue postergada y relegada al papel de
encargado de aprovisionar de alimento a la familia.
Junto a este proceso
también se lo hizo envejecer hasta la senectud, de forma
que, siendo ya nulo su vigor no fuese obstáculo ni sombra
de sospecha que impidiese proclamar la virginidad perpetua de
María.
Surge un simbolismo muy arraigado: la imagen de
María, el niño Jesús y José
representa a la Sagrada Familia.
En el relato de Lucas (2,8-14) se menciona la presencia
de pastores en el portal de Belén, que fueron a adorar al
niño recién nacido. Si bien existe la incongruencia
de esta participación, por ser una época
fría y lluviosa, también es cierto que existen
contrariedades entre los relatos de Mateo y Lucas (puede deberse
a que escribieron sus evangelios en tierras distintas), porque
están recreadas de leyendas diferentes. "Mateo
tiñó de orientalismo el nacimiento de Jesús,
mientras que Lucas se adaptó a tradiciones míticas
que eran más creíbles en la capital del
Imperio." (Rodríguez, 1997:39)
La narración de Lucas es la que dio origen al
Belén navideño que se recrea actualmente, y que
tiene características similares a los nacimientos de Buda,
Krisna y Confucio, que fueron desarrollados entre los pueblos
agrarios, en la sagrada ceremonia de la siembra.
El relato de Lucas concuerda con los mitos de las
culturas agrarias acerca de los nacimientos prodigiosos. "Tras
muchos tanteos, la Iglesia, al situar la fiesta de la Navidad en
el solsticio de invierno, creyó poder conectar las
alegrías de esta gran solemnidad con las
antiquísimas prácticas religiosas; remozando, con
cada retorno del Sol y en una universal solidaridad, la
alegría de los siglos pasados. Y es por eso por lo que,
cuando los cristianos entonan el himno de la Navidad, nadie puede
escucharlo sin sentir una profunda emoción. Parece como si
los viejos gritos paganos resucitasen de los siglos pasados. Es
la voz de nuestros hermanos, y también la de millares de
nuestros antepasados que se levantarían de nuevo para
unírseles a su coro cantado: ¡Navidad, Navidad, nos
ha nacido un dios, el joven Sol sonríe en su cuna!"
(Rodríguez, 1997:41)
Debido a que la Iglesia Católica se desarrolla en
contextos urbanos, pero asentadas en culturas agrarias,
acentuó la importancia de los pastores y mantuvo su
participación litúrgica en el portal,
acompañando la escena con un coro de ángeles y una
señal luminosa en el cielo.
En cuanto a la figura de los Magos, existen distintas
versiones. La Biblia menciona la visita de los Magos de Oriente
(San Mateo, 2–2) sin hacer alusión a su
número y la Iglesia del siglo I lo relaciona como hombres
poderosos y sabios, posiblemente reyes de naciones al oriente del
Mediterráneo, hombres que por su cultura y espiritualidad
cultivaban su conocimiento
de hombre y de la naturaleza esforzándose especialmente
por mantener un contacto con Dios.
La adoración de los Reyes Magos ha sido una de
las más celebradas por la iconografía religiosa
hasta el Siglo XVII; en el que muestra una
importante evolución.
En un principio, tuvieron el carácter de magos y
su vestimenta eran tocados con el gorro frigio de los
sacerdotes–astrólogos del dios persa Mitra. Como la
astrología estaba prohibida, la Iglesia consideró a
sus figuras como de duda reputación.
Quinto Septimio Florencio Tertuliano (c. 160-220) fue el
primero en hacer una afirmación oportuna: Nam et Magos
reges habuit fore Oriens, esto es, "se ha sostenido que los magos
eran reyes de Oriente", apoyándose en un versículo
de los salmos (Sal 72,10), el cual se tomó como otra
profecía más.
Gracias a Orígenes y Tertuliano, la cristiandad
se encontró con tres reyes, que hacía referencia a
los presentes otorgados al niño Jesús, y se los
denominó "Reyes Magos". Luego se les cambió la
vestimenta: en lugar del gorro frigio se les colocó
coronas reales a la usanza latina.
Los nombres de Melchor, Gaspar y Baltazar fueron
incorporados a partir del Siglo XIII, mediante un poema aparecido
en España, titulado El auto de los Reyes Magos. Este poema
toma la denominación de "auto" por ser el primero en su
género,
anónimo y propio del teatro religioso
primitivo del medioevo, aparecido en lengua
romance. También, el Martirologio menciona a San Gaspar el
primero de Enero, San Melchor el día seis y San Baltasar
el once (Acta SS., I, 8, 323, 664). Los sirios tienen a
Larvandad, Hormisdas, Gushnasaph, etc.; los armenios Kagba,
Badadilma, etc. (Cf. Acta Sanctorum, May, I, 1780), entre
otros.
En un principio, los Reyes Magos eran de raza blanca,
pero a partir del Siglo XVI, en todas las representaciones se le
adjudicó a Baltasar la raza negra. Las nuevas necesidades
ecuménicas "llevaron a implantar un simbolismo
inédito, identificando a los tres magos con los tres hijos
de Noé –Sem, Cam y Jafet– que, según el
Antiguo Testamento, representaban las tres partes del mundo y las
tres razas humanas que lo poblaban, según se creía
en esos días. De este modo, Melchor, el anciano de cabello
y barba canos, pasó a simbolizar a los herederos de Jafet,
eso es los europeos y ofreció al Niño divino el
noble oro; Gaspar, rubio y lampiño, representaría a
los semitas de Asia y su don era
el preciado incienso; Baltasar, negro y barbudo
personificaría a los hijos de Cam, los africanos,
participando en la adoración universal con su entrega de
mirra." (Rodríguez, 1997:55)
Dentro del camino del "niño divino", la figura de
los Magos, emisarios de Zoroastro, representa la
encarnación de lo sagrado en cada hombre y el rol del Mago
hace que se pueda cumplir con este camino en un "nivel
consciente". Los Magos utilizaron en su advenimiento los poderes
naturales representados en tres elementos, que simbolizan los
estados por los cuales debe transitar el maestro Jesús a
lo largo de su peregrinación como Salvador. El incienso
simboliza la purificación de las almas y el poder de
curación espiritual. La mirra, la iluminación que
es el estado
conectivo del creador y el maestro. El oro se lo encuentra
asociado con la "imagen de la luz solar y a la inteligencia
divina", es decir, con la Epifanía. Epifanía
significa "manifestación", porque Dios se había
revelado en la presencia de los "Magos".
También se ha identificado a los Reyes Magos como
representantes de la Santísima Trinidad, para lo cual, sus
obsequios representaban: "el oro provenía del Padre
glorioso; la mirra –usada como ungüento funerario
desde la Antigüedad y, por tanto, asociada con la muerte y
resurrección–, del Hijo; y el incienso
–elemento purificador esencial en todo ritual–, del
Espíritu Santo." (Rodríguez, 1997:57)
Los astrólogos modernos, basándose en que
la "Estrella de Belén" fuera la triple conjunción
de la Tierra con los planetas Júpiter y Saturno, estando
el sol pasando en Piscis, interpretan los presentes del siguiente
modo: "oro por el Sol (reyes), incienso por Júpiter
(religión,
dios supremo) y mirra por Saturno (regente de la muerte), los
tres planetas mayores del stellium característicos del
niño, añadiendo que en astrología
clásica, Jesús sería un tipo Piscis muy
claro (se propagó el símbolo a comienzos del
Cristianismo), pues el stellium está en el Signo".
(Rodríguez, 1997:57)
Los Magos escucharon en sueños que no volviesen a
Herodes y "volvieron a su país por otro camino" (Mt 2,12).
Ese camino pudo haber sido por el Jordán, de tal manera
que eludiese Jerusalén y Jericó; o un rodeo hacia
el sur a través de Berseba, al este del camino principal
(ahora la ruta de la Meca) en el territorio de Moab y allende el
Mar Muerto. Se dice que después de su retorno a su patria
los Magos fueron bautizados por Santo Tomás y trabajaron
mucho para la propagación de la fe en Cristo. Los magos ya
como Sinus Presbyteri Orientes, se dedicación a la
evangelización hasta su muerte. Sus restos se localizaron
en Saba y se ordenó su traslado a Costantinopla. Otra
leyenda le atribuye que las reliquias de los Reyes Magos se
encontraban en la Iglesia de San Eustorgio. En 1164, Federico
Barbarroja saqueó Milán y el arzobispo Raynaud
Dassel, de Colonia, robó las reliquias y fueron
depositadas en un sarcófago de oro y plata, y en su honor,
en el Siglo XIII, fue construida la Catedral dedicada a los "Tres
Reyes de Colonia".
La historia posterior es narrada por un escritor ariano,
no antes del siglo VI, cuya obra está impresa como Opus
imperfectum in Mattheum, entre los escritos de San Juan
Crisóstomo (P. G. LVI, 644). Este autor admite que lo ha
descrito a partir del apócrifo Libro de Seth,
y es claramente legendario.
La Misa de Gallo es considerada la de mayor importancia
porque "tiene lugar justo antes del amanecer y esto se debe a que
se atribuye al gallo el haber cacareado para anunciar su
nacimiento". Sin embargo, la misa de medianoche es la más
antigua costumbre y "obviamente le confiere su nombre, ya que la
palabra ‘Christmas’ (Navidad) proviene del inglés
antiguo (Cristes Maesse). Se celebra desde el siglo V…
Tradicionalmente se celebraban tres misas: una a medianoche, otra
al cantar el gallo y una tercera a plena luz del día".
(Morris, 1993:64)
Las tres misas que señalan para esta fecha el
Misal de Gelasio y el Gregoriano, y éstas con un
martirologio especial y sublime, y con la dispensa, si fuera
necesaria, de la abstinencia, todavía hoy son guardadas.
Si bien Roma
señala sólo tres Misas para la Navidad, Ildefonso,
un Obispo español en
el 845, alude a una triple Misa en Navidad: Pascua,
Pentecostés, y la Transfiguración. Estas Misas, de
medianoche, al alba, están místicamente
relacionadas con la distribución judía y cristiana, o al
triple "nacimiento" de Cristo: en la Eternidad, en el Tiempo, y
en el Alma. Los colores litúrgicos variaban: negro,
blanco, rojo; y el Gloria era sólo entonado al principio
de la primera Misa de ese día.
Los villancicos son cantos heredados de antiguas
costumbres paganas que representaban "los placeres de la carne",
más que a la noche santa. Se cantaban danzando en una
ronda. En un principio, estuvieron prohibidos y los trovadores
ambulaban de pueblo en pueblo y los cantaban, porque la gente
común amaba esas canciones.
Los primeros villancicos
que se conocen fueron compuestos por los evangelizadores en
el siglo V, con la finalidad de llevar la Buena Nueva a los
aldeanos y campesinos que no sabían leer. Sus letras,
escritas en lenguaje
popular, se referían al misterio de la encarnación
y estaban inspirados en la Liturgia de la Navidad, compuestos con
un tono sensible e ingenioso de los sentimientos de la Virgen
María y de los pastores ante el Nacimiento de Cristo. En
el siglo XIII, se extienden por todo el mundo junto con los
nacimientos de San Francisco de Asís.
El famoso Stabat Mater Speciosa es atribuido a Jacopone
Todi (1230–1306); Adeste Fideles data del siglo XVII. Pero,
éstos aires populares, e incluso palabras, deben de haber
existido desde mucho tiempo antes de que fueran puesto por
escrito.
Noche de Paz es uno de los más famosos. Fue
creado por el padre José Mohr, en un pueblito de Hallin de
los Alpes Austríacos, el 24 de diciembre de 1818. Esa
misma noche, el padre Mohr estaba organizando su sermón
para la Misa de Gallo, y al leer un pasaje del Evangelio de San
Lucas, escribe las primeras estrofas. A las pocas horas, concluye
con su letra. Francisco Javier Guber se ofrece gustoso para
componer su partitura original. Se ejecutó con el
acompañamiento de guitarras. Años más tarde
se lo interpretó con el coro de niños de la
Capilla; en 1832, en la Catedral de San Petesburgo y luego se lo
difundió por todo el mundo.
"Hoy los villancicos han quedado desligados de los
bailes y de las licenciosas representaciones de antaño y
se han convertido en algo tan respetable que la mayoría de
las catedrales e iglesias organizan conciertos y villancicos,
permitiendo así el retorno de una antigua tradición
que en un tiempo fue condenada como obra del demonio". (Morris,
1993:136)
Los Cantos Gregorianos pertenecen a una antigua
tradición cristiana medieval. En los antiguos monasterios,
los monjes interpretaban en latín fragmentos de las
Sagradas Escrituras. Se caracterizan por ser cantos sopranos,
utilizando una combinación de sólo 5 notas
musicales: re, mi, fa, sol, la, dando un clima de
elevación y misterio: la proclamación
pública de la palabra de Dios hecha carne en Jesús,
el día de la Navidad.
Hoy, los Cantos Gregorianos de los Coros de las
Abadías de Montserrat, Maumont, Saint Wandrille,
Hautecombe, Einsiedeln y Dominicano de Francia se
hicieron populares en todo el mundo y se interpretan en cada
Liturgia Cristiana.
En último término, cabría la
posibilidad de analizar el nacimiento negro del dios de las
tinieblas, cuya celebración tiene idénticas
características con el nacimiento del dios
solar.
Existe una segunda comunidad
religiosa que es el contrapunto con el Cristianismo: la
adoración a Satanás o Black Sabbath.
El Sabbath o aquelarre tiene su origen en las sociedades
primitivas y "algunos pretenden afirmar más y dan como
seguro que las
concentraciones de Brujas para adorar a Satanás provienen
de las fiestas que se celebraban en honor a Dionisios". (Mitos
Nº 17, 1987:s/n)
Existen cuatro Sabbaths, uno por cada estación.
En la época romana, en el solsticio de invierno (Navidad)
se celebraba el nacimiento del dios Nirmo. Hoy se celebra el
nacimiento del dios Wicca, bajo la forma del dios Pan y de otras
divinidades con cuernos: dios Sol Niño y la Candelaria
(diosa) que "se vuelve a renovar y vuelve a salir al mundo como
virgen". (Crowley, 1991:255)
Esta festividad simboliza que "el viejo Dios debe
aceptar las consecuencias de la paternidad. Pues, cada nuevo
nacimiento nos acerca un poco más a la muerte. En
Candelaria, el dios deja a la diosa. Él sabe que su propia
fuerza se
está apagando y que así no puede retenerla y le
permite volver a la Tierra para que se lleve su fertilidad. Esta
etapa es crucial para el niño. Tiene que separarse de su
madre a cierta edad, que en términos del ciclo del Dios
corresponde a los siete años, para iniciarse en los
misterios masculinos. Cuando ha aprendido todo lo que
sabía el viejo Dios, llega un momento en que ambos se
deben reunir en figura humana y luchar. Es la batalla de la luz y
la oscuridad, de lo viejo y de lo nuevo. El nuevo Dios tiene que
demostrar que es un sucesor y heredero digno de salir a la luz de
la conciencia…"
(Crowley, 1991:255)
El nacimiento del dios se produce en una cueva. Recibe
la visita de las brujas, acompañadas de íncubos y
súcubos (demonios) que les otorgan los dones del
príncipe del mal: piedras preciosas, azufre y plantas
venenosas.
Al igual que en el culto solsticial se recrean los
distintos ritos paganos que despiertan a las fuerzas de la
naturaleza: se arma el arbolito y son trasladados los banquetes
de la fiesta saturliana, se bebe mucho alcohol y se
realizan prácticas sexuales, y se celebra además
una "misa negra".
De esta manera, Satán instruye "toda clase de
secretos maléficos", le hace conocer "las plantas
venenosas", enseña "las palabras encantadas",
además de realizar los "sortilegios durante las noches…
de San Juan, las Navidades y durante todos los primeros viernes
del mes… para ofender a Dios y en gloria del Diablo". (Flores
Arroyuelo, 1985:97)
"El Satanismo ha sido interpretado tradicionalmente como
la adoración del mal, una religión basada
precisamente en los mismos principios que el
Cristianismo rechaza. Como tal, el satanismo existe
únicamente donde existe el Cristianismo, y puede ser
entendido en el contexto de la cosmovisión cristiana. Las
cosas están, por así decirlo, invertidas: el diablo
que conoce los cristianos se convierte en el dios de los
satanistas: para éstos, las virtudes cristianas se
convierten en vicios y los vicios en virtudes. Se interpreta la
vida como una constante batalla entre los poderes de la luz y de
las tinieblas, y el satanista lucha en favor de las tinieblas,
creyendo que al final, éstas lograrán la victoria".
(Mc Dowll y Stewart, 1989:56/7)
En este contexto se pude hablar de una Navidad Negra,
que implica la parodia del culto solsticial, recreados
esencialmente bajo un concepto
cristiano.
En una breve recorrida se ha presentado el significado
que encarna la Navidad: la ornamentación, las costumbres y
la adoración religiosa, incluso la adoración a
Satanás.
En tal sentido, es meritorio destacar la opinión
de Desmond Morris que hace de esta fecha tan especial: "Aunque
oficialmente la Navidad es la celebración del nacimiento
de Cristo, casi nada de lo que hacemos durante las festividades
navideñas tiene la más mínima
conexión con la cristiandad y menos aún con el
arribo del niño Jesús. Salvo los oficios religiosos
y las escenas de la natividad, casi todo lo demás surge de
las antiguas prácticas paganas, o es el resultado de
modernas innovaciones comerciales". (Morris, 1993:12)
Se puede observar en un raconto que en todas las
costumbres perdura el significado trascendente de buscar la
proyección de un ritual solar, transformado al
Cristianismo. Este es, en esencia, el significado que encierra la
Navidad.
© Copyright. Jorge Marín,
2002.
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