- Prólogo
- Camino al Norte o
Corozal - Primera Toma de
Agua - Un Guarda
Bosque - Camino al Pueblo de
Guatire - Vista de los
Turista - A la Hacienda Santa
Rosa. - La Caza del
Tigre - Custodia del
Parque - Reseña
Histórica - Reflexión Año
2003 - Pensamientos
PRESENTACIÓN
Caracas ciudad adorada, por sus bellezas naturales,
admirada desde las alturas de los montes y colinas; un valle
existencial que se transforma en el tiempo.
Fundada por el misionero, Diego de Lozada; divisamos con
ímpetu y magnimidad el Monte Ávila, el cual lo
admiro desde las distancias satinado de multicolores, que se
confunden con el azul del cielo, en sus mayores alturas (El Pico
Naiguata).
Arcadia de grandes riquezas naturales, de una
típica fauna y
flora:
La época colonial, los conquistadores
españoles, establecen variados comercios en esta ciudad de
Caracas, lo cual dio pie, a las exportaciones de
rubros agrícolas, fomentando de esta manera los cultivos
del cafeto y el cacao. Acentuándose en estas tierras,
haciendas como la de Blandin y Gallegos y hasta en laderas y
alturas del cerro el Ávila, por presentar un clima agradable,
de un frescor primaveral, que solamente podríamos
describir universalmente en un hermoso madrigal.
En algún lugar apartado de estas lejanías
en lo intrincado de la montaña se encuentra, testigo hoy
día, de la época pasada; la hacienda norte de
Corozal a un lado del pueblo de Guatire.
Esta narrativa relata hechos que se sucedieron en este
apartado lugar, apegados a las vivencias reales y
verídicas de estos personajes en el transcurrir de sus
vidas.
De hombres y mujeres, que con voluntad, responsabilidad y perseverancia dedicaron sus
vidas; al resguardo de los bosques en protección a la
naturaleza y
el medio
ambiente, para evitar su destrucción, con la tala de
árboles
e incendios
forestales que se sucedieron en épocas pasadas hasta
nuestros días. (En el Parque Nacional El
Ávila).
El Autor
El autor narra, un hermoso lugar, de un paisaje
montañoso y selva boscosa llena de historias y leyendas, y de
un perfecto balance entre el ser humano y la naturaleza.
Es este lugar: El Monte Ávila, al cual se atreve
a adentrar en el corazón
mismo de esta tierra, que en
el transcurrir del tiempo, se
sucedieron hechos y acontecimientos en la vida de hombres y
mujeres, que en épocas pasadas, habitaron este
lugar.
Ramón
Arnoldo Ramos Fagundez: narra la historia, con un interesante
sabor, desde un punto de vista. Ciertamente íntimo,
demostrando pasión y sentimientos por el
territorio.
Relata paso por paso, todas sus experiencias, por medio
del cual, nos hace sentir, amor a la
naturaleza, lo hermoso del paisaje, la gente y sus
costumbres.
El Guardabosque de Corozal: Con una breve reseña
histórica, entendemos el origen del lugar, y en el
desarrollo de
la Obra conoceremos la parte social en complejidad con la
sencillez de las personas y sus formas de vivir, en cuanto estas
distan de las Urbes, y desarrollan sus propias costumbres en todo
lo referente a la realidad de esta tierra.
Nos orienta en una visión, muy desarrollada al
cuidado de los bosques en protección, de las cuencas
hidrográficas y de los recursos
naturales de esta selva húmeda tropical.
Sinceramente, le deseo al autor, muchos éxitos en
este nuevo y grato trabajo por contribuir una vez más a la
exaltación de los valores
populares y al acervo cultural de los pueblos de la
patria.
CAPÍTULO I
Comisionado por el ministerio de obras públicas.
(M.O.P.) para el estudio e investigación de las aguas cristalinas de
los manantiales, que emanan y fluyen entre la espesa y verdosa
vegetación del Monte Ávila; para consolidar un
proyecto,
referente a la construcción de un acueducto que surta de
agua potable,
el poblado de Guatire y la zona metropolitana de
Caracas.
Sin asomar los primeros destellos de la luz del sol, en
una mañana del mes de mayo voy por el camino adornado de
lindas y variadas flores, atravesando cañaverales
espigados en flor, del ingenio azucarero, donde se beneficia el
añil y se produce la melaza y el papelón
en los trapiches del Rincón.
Sobre la grupa de mula y por caminillos de recuas,
comienzo a subir a la cima del monte, después de varias
horas de viaje, agobiado por el cansancio y la sed me detuve a un
descanso, desmontando del animal, caminé algunos pasos y
llegué hasta una gruta santuaria, prendí una vela,
oré y pedí a Dios que me acompañara por
estas soledades. Al rato continuó el viaje atravesando
riachuelos y quebradas, dejando tapizadas las huellas de los
cascos de la bestia, avanzando por veredas que se confunden con
el camino logré llegar a la hacienda el Norte o Corozal,
subiendo por una calzada, rodeada de pumorosas, que me conducen
al portal de la casona colonial. Viejas columnas construidas de
adobe, y cuyo piso es de loza de arcilla que al paso del arreo de
bestias, retumban los pasos acompasados de estos animales al pasar
al patio de remonta y confunden con el ladrar de los perros.
En este patio que es muy grande se pone a secar el fruto
del cafeto y también se procede a majar caraotas. Al
frente veo un chorrerón de agua fresca
caer, que la conducen por medio de unas cañas de
bambú, desde lo alto de la montaña. El latir de los
perros delatan
mi presencia, sale a mi encuentro el peón de la hacienda,
y en un gesto muy cortés expresó Pascual Lara,
¡señor!, le contesté el saludo, ¡Yo soy
Grisón Orama!, al instante que se aproxima el encargado y
se presenta Benito Rivas, enseguida le relaté el motivo
del viaje a esta región.
Pascual, procede a descargar el equipaje y los enseres
de trabajos; quita los aparejos y aperos de arreo de burros,
desensilla la mula, y se dirige con los animales a los
potreros.
Benito me invita a tomar un café, y
nos dirigimos a la cocina, donde presenta a su mujer, Blasina
Torrealba, pude observar rumas de leña, y busacas de pan
con algunos víveres colgando de las viguetas y
travesaños del techo, al mismo tiempo que la mujer
removió las brazas del carbón ardiente, bajo la
cacerola humeante; sentados en unos taburetes Benito pregunta:
¿es usted ingeniero?, le contesto que no, yo soy
biólogo, nos quedamos callados y deleitamos el
aromático café
tinto, gustosamente después de la conversación tan
agradable, entre las grises humaderas que se desprendían
del rústico fogón.
Luego todos salimos de la cocina, y nos dirigimos a las
caballerizas, atravesando por un patio que está colmado de
pavos, gallinas y algunos corderos. Benito se dispone a curarle
una herida a uno de los caballos, infestada por gusanos y le unta
hollín o negro de humo para alejar tabanos y moscas. Yo le
pregunté cómo llegó a este lugar y me relata
que por orden del gobierno, porque
esto no es mío, es del "Gobierno". Mi
trabajo aquí es el de proteger los diques y tomas de
aguas, que bajan a los poblados de Guatire y la ciudad de
Caracas, de intrusos y cazadores.
Grisón mañana temprano le indicaré
el
camino al dique, refiere Benito, mientras al otro lado
de la vieja casona Pascual el peón, encendía las
lámparas de kerosén situadas en el portal y
corredores, pues comenzó a descender la neblina y la
oscuridad de la noche.
La mujer desde la
cocina, en voz alta llama a comer ¡la cena esta servida!,
arribamos a la mesa y todos juntos, degustamos las deliciosas
arepas, caraotas refritas y queso blanco rayado, finalmente
tomamos un sabroso café con canela de esos que solo
Blasona sabe preparar.
Al terminar la cena, Benito atiende los perros de caza,
a mariposo y diana, dándoles de comer sopa de avena.
Blasina cierra la puerta de la cocina y le pasa una tranca de
madera para
asegurarla bien y de esta manera evita que entren los animales
que abundan en estos bosques.
Sentados en los bancos de
maderas, que están en el portal de la casona, de repente
Benito entona una melodía con la armónica, y nos
pusimos a cantar con alegría al disfrute del momento, y
así nos llega la hora del descanso y nos fuimos a dormir
en la abrumadora noche, al compás del canto de ranas,
grillos y la algarabía de las aves
nocturnas.
CAPÍTULO II
Al otro día por la mañana, Benito toca en
la puerta de la habitación, llamando Grisón…
Grisón, apúrate nos agarra el tarde; salimos en una
sola caminata, dirigiéndonos por un lado de la casa,
atravesamos un falso de la cerca y salimos al camino y vimos al
peón, con una hoz en las manos, cortando brazadas de
hierba gamelote, al pasar a su lado le saludamos con unos
placenteros buenos días, mientras que Blasina, atizaba el
fogón de la cocina y así comenzar la labor de un
nuevo día.
En el trayecto del viaje, se cruzan dos caminos y Benito
me explica, que los mismos conducen a los caseríos de las
Planadas y Zamurito y por el que llegaríamos al dique pude
observar, piedras superpuestas una sobre otras, debajo de las
mismas fluye el agua, en
este manantial procedí a tomar las primeras
muestras.
Al regreso nos tropezamos con algunos animales
silvestres, una lapa y un venado; Benito indica que vamos a
desviar el camino y pasar por el conuco, me quede sorprendido por
la gran extensión de tierras cultivadas, con
sembradíos de variadas graminias y hortalizas, entre
árboles
de mangos y aguacates y a lo largo del sendero que conduce a la
casa, hay un caney, atravesado por varas y horcones, allí
se cuelgan los racimos de topochos y cambures y se almacenan las
cosechas de maíz y
caraotas.
Benito: ¿Qué hace usted con toda esa
cosecha?, Grisón, la llevo al pueblo de Guatire y la vendo
o procedo al trueque, de víveres y enlatados. Allá
en la pulpería del amigo Dimas Ron.
Al llegar a la casona, nos recibe Blasina en su
acrecentada amabilidad, y nos obsequia para refrescarnos y calmar
la sed, carato de maíz. Al
momento se acerca Pascual que viene de los potreros y me
preguntó cómo estuvo el viaje a los diques y le
respondí de maravilla. Benito: con el permiso de los
presentes, se retiro a echarse un baño y rasurar la
barbilla; yo me dispuse a echar un vistazo por los alrededores y
vi huertos de flores de múltiples variedades, margaritas,
rosas, tulipanes
y avanzando, poco a poco tropecé con algunos vestigios de
maquinarias muy rudimentarias que se usaron antiguamente en el
oficio del cultivo del cafeto.
Después de la deliciosa cena, di las buenas
noches y me retiré a la habitación, tenia que
analizar las muestras del agua que recogí en los
manantiales del dique, bajo las luces de las lámparas del
kerosén. Benito, Blasina y Pascual, con las buenas noches
también se retiraron a disfrutar de un feliz sueño.
En medio de la oscuridad de la noche con el latir de los perros
ahuyentando, el merodear de un gato montes o algún
zorrillo.
AL otro día buenos días Blasina, al entrar
en la cocina, la mujer
contestó ¡Buenas, buenas! y aparece Benito con los
buenos días, tomamos el cafecito que provoca tanto por las
mañanas.
Benito y Pascual se dirigen a las siembras de
maíz, a trabajar en limpieza de 1as malezas, que tanto
daño le hace a la cosecha, y aprovechan de traer un saco
de jojoto para que Blasina prepare de comida, unas deliciosas
cachapas de budare y hojas.
Con un radiante sol, Pascual iba para la otra toma de
agua, que está en lo alto del monte para limpiar los
caños del agua que es traída hasta aquí. Me
dijo Grisón vamos hasta allá; y fuimos escalando la
montaña, llegamos al lugar, entre las algarabías de
las guacharacas y el canto de los araguatos. Pascual
susurró…mire esa manada de báquiros y nos
quedamos en silencio, esperando que se alejaran, pues son
animales muy peligrosos y sus ataques son feroces. Al rato
logramos limpiar la toma del agua quitando hojarascas y
promontorios de arena, al descenso del camino fue más
rápido. Al llegar Benito estaba cerca de la pila del agua
en el patio y me explica de como traen el preciado
líquido; y de como el y su mujer se acostumbraron a vivir
en la hacienda:
Relata Benito, que en tiempos pasados, el norte Corozal
era una hacienda, se cultivaba y se beneficiaba el fruto del
cafeto, en el periodo del boon petrolero queda fuera de producción, la economía del
país se empieza a basar en la extracción del
petróleo:
Blasina comenta, que el gobierno
nacional, declara esta hacienda y todo el cerro el
Ávila, parque nacional, casualmente en el año de
I958. A Benito lo nombran guardia forestal. Para ese entonces, ya
teníamos una década, en este terruño; en el
mismo oficio de resguardo y defensa del bosque. Así
concluimos la conversación, que por cierto fue muy
interesante.
CAPÍTULO III
Benito vestido con el uniforme y una
insignia, que lo identifica al servicio de
guardia forestal, y un sombrero con el misma distintivo,
complemento de la vestimenta de peinilla en la cintura, y una
escopeta terciada por el hombro, apera su mula, y con un hasta
luego, comienza la recorrida y vigilancia, por la espesura de
la
vegetación.
Algunos días duraban las recorridas, que la
mayorías de las veces se hacían sin novedades, y en
ocasiones imponía su autoridad,
subían a los montes cazadores que propician 1a tala y
quema de la vegetación, arrestando a estos hombres,
decomisándoles las armas de caza y
remitiéndoles a las autoridades competentes.
Blasina me comenta, que establecidos en la hacienda, se
trajo a Pascual Lara del caserío de las planadas para que
ayudara en las tareas de la agricultura,
bueno usted sabe Grisón, aquí se trabaja
mucho.
Me dirigí a las caballerizas a echar un vistazo,
al caballo, que días antes estuvo enfermo, ya había
mejorado lo suficiente, Pascual se aproxima con una brazada de
gamelote, para darles de comer a estos animales. Comenzamos a
conversar y relata que Benito y Blasina, son muy religiosos y
devotos de los santos, en su habitación tienen una mesita
siempre vestida con un mantel blanco, que les sirve de altar y
allí veneran con férrea fe al corazón de
Jesús, al Dr. José G. Hernández y es
menester todos los días de mantener velas encendidas y
cortar flores de los huertos para ofrendar a los santos.
También de que vio a Blasina atender partos y curar
heridos de los caseríos más cercanos, era de su
oficio de enfermería.
Blasina se dispone en la cocina, a poner en el
fogón una olla con maíz para que salcoche y cueza,
molerlo y sacar la harina y elaborar arepas y sabrosas
hallaquitas.
Pascual y yo, nos dedicamos a tostar unas cuantas libras
de café, que lo molimos en una máquina de palanca
manual,
éste café es el que consumimos con aroma y
sabor.
Luego me puse a recolectar la leña, mientras
Pascual la trozaba en rolas, con el hacha, al mirara al suelo veo una
culebra al lado de un árbol seco, Pascual exclama es una
traga venado, al momento aparece Blasina y le reza una de esas
oraciones que las espantan.
CAPÍTULO IV
Benito se dirige al potrero a buscar la mula, para
ensillarla y los burros para enjalmarlos en el patio, y llama a
Pascual para que le ayudara a montar la carga de las cosechas de
maíz y de caraotas sobre el arreo de bestias.
Exclamó Benito ¡Grisón tu amarras la carga
para que los sacos queden bien ajustados.
Pascual sostiene las riendas de la mula mientras Benito
remonta el animal y comienza avanzar al portal de la casona,
arreando los burros y nuevamente se oye el retumbar de las
pisadas de las bestias sobre el piso de loza de arcilla. Con un
¡arre! Da vuelta por la calzada que sale al camino, Blasina
desde lo alto de la cocina lo despide ondeando un pañuelo.
Pascual y yo, cerramos las puertas de los falsos de las
cercas.
Después del largo camino al pueblo de Guatire
Benito llega a la pulpería del amigo Dimas Ron,
rodeó la casa y desmontó de la mula, amarró
el arreo de burros, y de la silla de la montura del animal
retiró la capotera y se dirigió al lado adentro del
establecimiento, saludó al pulpero que
estaba detrás del mostrador atendiendo a los clientes. Dima
exclamó ¡chico Benito tenías tiempo sin
venir! Y brindándole un aguardiente, Benito
sonreído lo bebió mientras afuera, envueltos en un
manto neblinoso las bestias se mecían de un lado a otro
con afanosa tranquilidad.
Dima Ron se encarga de efectuar el trueque de las
cosechas por los diversos víveres e utensilios, y hasta el
kerosén, al despachar la lista acostumbrada, la acomoda
sobre los aperos
del arreo de los burros.
Benito al regreso de la santa iglesia, de
venerar a los santos, pasa a un lado de la plaza Bolívar,
y se detiene en una dulcería criolla y compra sabrosas
catalinas y suspiros, que son a cuatro unidades por un real
y llevarle a su mujer. Al llegar a la pulpería,
sentado sobre una silla recostada a la pared, Dima exclama:
¡las provisiones están en orden
señor!
Benito hace remonta sobre el animal y seguido por el
arreo de bestias, va camino de regreso a la hacienda
después de varias horas de subir cuestas y hondonadas
llega a la casona, su mujer sale a recibirle y lo abraza, da
ordenes a Pascual de descargar los víveres y
¡Grisón! tu descargas las cajas de velas y los
tambores de kerosén.
Cansado del largo viaje; Benito se recuesta en los
bancos de
madera,
corroídos por el comején, que están a la
entrada del corredor del portal, y al rato del descanso agarro la
mula por las riendas y la llevo al potrero, seguido por el
peón que traía el resto de loa arreos.
CAPÍTULO V
En las lejanías del camino a la hacienda se oyen
gritos y algarabías, de gentes que vienen subiendo el
monte Ávila, al aproximarse, los perros presienten la
presencia que anuncian con sus ladridos; viene gente dijo Benito,
al tiempo que Pascual exclama ¡verdad!, Blasina desde lo
alto de la cocina divisó un grupo de
hombres y mujeres. Yo me quedo pensativo, preguntándome
quienes serán; al rato hacen su aparición el
grupo de
personas, salimos a recibir a los recién llegados y nos
saludamos Benito se les presenta como el guarda bosque encargado,
y les pregunta ¿Qué les trae por estos lares de la
montaña? uno de los hombres del grupo se presenta y
responde ¡mucho gusto!. En unas lenguaraz entrecortadas,
que denotan ser extranjeros franceses o italianos. Douglas
Matteuss, somos excursionistas y venimos de paseo' a conocer este
hermoso paisaje tropical.
Le ofrecimos a esta gente todas nuestras atenciones.
Pascual los conduce al patio grande. Ellos deciden levantar
campamento y alzaron carpas, e instalaron lámparas a
gas y hasta
colocaron un radio a
baterías.
Benito y Pascual, es su responsabilidad del resguardo del bosque, les
indican normas para
protegerlos. No trazar árboles, ni malograr animales que
le salgan al paso; orientándoles sobre la construcción de fogatas y de esta manera
poder evitar
los incendios
forestales.
Bajo el amenazante calor de la
caminata, las mujeres del grupo de turistas deciden refrescarse
debajo del chorrerón del agua, y se humedecen sus ropas,
ceñidas al cuerpo, dejando ver al descubierto al trasluz
los contornos de sus hermosos pechos y la figura de sus encantos
femeninos, como un espejismo ante la mirada de los
presentes.
Algunos días duró la estadía, los
visitantes se despidieron gentilmente y muy agradecidos; e1
señor Douglas, le obsequia el radio a.
baterías a Benito y nos alegramos mucho.
En el transcurrir de los días, Benito sintoniza
la radio por
las mañanas, y todos escuchamos atentamente la programación, anunciaban publicidad y
música
variada, el noticiero matutino comienza a narrar los
acontecimientos que se suceden el día 22 de enero, textual
informa: En la ciudad de Caracas en el día de hoy, se han
sucedidos en diferentes lugares de la ciudad, promovida por la
huelga general
del comité de Obreros, disturbios y saqueos, sobre vuelan
aviones de F.A.V. y se sublevan los cuarteles. El pueblo grita:
fuera el
dictador. El general Marcos Pérez Jiménez.
El día 23 de enero de I958, repican las campanas en toda
Caracas, la huelga obrera,
trabajadores y estudiantes, se a generalizado, era ya la
madrugada del 23 de enero "el régimen ha sido derrocado".
"Fuera el Dictador".
Para dar una apariencia de efectividad y legitimidad, el
dictador en su gobierno en el año víspera de su
derrocamiento, como programa
monumental, inaugura en la cima del cerro El Ávila el
Hotel Humboldt.
Al conocimiento
de estas noticias, todos estábamos preocupados, por la
imposibilidad de tener información de nuestros familiares en la
capital; al
transcurrir de los días la República, vuelve a la
calma y tranquilidad, el dictador se a ido del
país.
En los días siguientes, sintonizamos la radio, y
Blasina escucha una propaganda
publicitaria, referente a un detergente para lavar las prendas de
vestir, anunciada por un locutor de mucha receptividad, Renny
Ottolina, a la mujer le conmovió la voz, y comenta que el
locutor es su amigo desde hace algún tiempo y que
algún día vendría a visitarla a la
hacienda.
Los días 2 de marzo, del mismo año, por la
noche, sentados en el corredor del portal, después de una
dura jornada de trabajos; nos informamos por la misma radio "que
regresa del exilio, Rómulo Gallegos", expresidente de la
Republica, y lo reciben importantes instituciones
del país. Las universidades le confieren el titulo
doctorado Honoris Causa.
Blasina escucha atenta la información, mientras aspiraba un
cigarrillo de esa marca Sport,
Benito y Pascual, organizan el trabajo a
realizar al día siguiente; yo embelesado admiro en las
distancias los pueblos aledaños alumbrados bajo el titilar
de la luz de los
faroles.
CAPITULO VI
Al agotarse algunas provisiones, Blasina me indica:
Grisón, mañana temprano vas a la hacienda Santa
Rosa, a la bodega que es atendida por el señor Anselmo a
buscar algunos víveres necesarios.
Al amanecer del día, apero un caballo y remonto
el animal, acompañado de uno de los perros que
servía de guía, busco el camino transitando por
empinadas laderas y trochas; al transcurrir del tiempo de la
cabalgata, llego a la casa del comercio,
después de una larga espera, en las distancia de la
espesuras del monte aparece un hombre,
envejecido y curtido por la cronometría del tiempo,
trayendo en las manos unos implementos de trabajo en labor de la
agricultura.
Le regunté ¿es usted el señor
Anselmo,
me respondió: sí el mismito; yo vengo de
la hacienda el Norte o Corozal, por este pedido de
víveres, si tiene a bien despacharlo, azúcar,
cigarros, fósforos y una garrafa de
kerosén.
Al entregar la lista de lo ordenado, le di las gracias
al señor Anselmo; monté sobre el caballo para el
regreso, coloqué a un lado el saco de corotos y al otro
lado la garrafa con el kerosén; alejándome al trote
ligero y sin parar , no me sorprenda la tarde, para no andar en
las espesuras de los montes, en la oscuridad de la
noche.
Al llegar, paso a la cocina y entrego el encargo a
Blasina, y al mirar a un lado, me doy cuenta que no estamos solos
y que tenemos compañía, sentada en una silleta una
linda joven, de piel muy
blanca, de ojos verdes ensoñadores.
Blasina me presenta, me acerqué gentilmente, le
estreche su sedosa mano y se nos confundieron las palabras
¡Margarita!, Grisón a
sus órdenes.
Salí al patio, me acerqué al chorro del
agua a refrescar mi sudoroso rostro; Benito viene caminando hacia
acá; en compañía de un hombre, al
acercarse exclama ¡Sr. Sánchez, éste es el
amigo Grisón! Y refirió del trabajo del estudio e
investigación de las aguas que yo realizo.
Me imaginé que el Sr. Sánchez es el padre de la
bella joven.
Benito se retira a preparar una habitación a los
huéspedes, el señor Sánchez me comenta que
es muy amigo de Benito y Blasina, que vino con su hija desde la
ciudad de Caracas en visita oficial. Soy el jefe de los guardias
forestales nombrado por el ministerio de agricultura y
cría, de los recursos
naturales. Destacado en el área de Los Venados, por los
lados de Cotiza, de este parque nacional.
Blasina relata a la joven: en días pasados hubo
una intensa lluvia, con vientos huracanados, que arrasan con todo
a su paso; Benito muy preocupado, fue al conuco, a revisar las
siembras y todo estaba normal como si el huracán no
hubiese pasado por allí y revisando entre las matas
encontró un rostro de la virgen de la Coromoto, enmarcado
en fina madera, ¡Eso es un milagro! exclama
Margarita.
La estadía del Sr. Sánchez y Margarita,
fue muy corta, al siguiente día tenían que
marcharse.
Pascual trae de las potreros, las bestias para aperarlas
y preparar el viaje y trasladar a esta gente hasta el sitio de
Zamurito, lugar en el que le espera un chofer del ministerio, en
un vehículo rústico que los traslada a la capital.
CAPÍTULO VII
En el transcurrir de los días, llega el
mes
de diciembre y con él la navidad.
Todos sentados a la mesa, el día 24, celebrando
el nacimiento del niño Jesús y degustando unas
suculentas hallacas en la deliciosa cena.
Se escucharon en veloz tropel, las bestias en los
potreros. Nosotros sobre saltados por el ruido, nos
miramos unos a otros, decidimos continuar la comida, la noche
estaba muy oscura y opinamos esperar el amanecer y percatarnos de
lo acontecido: Nos acercamos a la calzada, entrada a la hacienda,
Benito escopeta en mano y revisamos el sitio, y nos dimos cuenta
del horrendo suceso; encontramos un caballo muerto con
desgarraduras de vientre y parte de las piernas, no
encontrábamos explicación lógica,
esto nunca había sucedido por estos montes.
Benito exclamó ¡Carajo!, fue un tigre por
la forma del ataque, y las huellas que estaban marcadas a la
orilla del riachuelo. A mi no me gustó nada esta
cuestión, estábamos preocupados, y se mandó
Pascual al pueblo en busca de ayuda y notificar a las autoridades
y la guardia nacional. Llega una comisión de la guardia
con Pascual y se percatan de lo acontecido y al otro día
se comienza la búsqueda del felino; por senderos y espesa
vegetación del bosque, con ayuda de perros de caza, los
cuales olfatean la madriguera de la fiera, dándole
cacería de un certero disparo de fusil. Los presentes no
creíamos lo que estábamos viendo: por estos montes
no podía existir tal animal, en realidad era un tigre
africano, que escapó de un zoológico en la población de Los Caracas, en la Guaira y
subió el monte por la fila de colinas al otro lado del
bosque.
CAPITULO VIII
En el transcurrir del tiempo, Benito ejerce
con más tesón, la vigilancia del Parque
Nacional El Ávila. En recorrida por uno de esos caminos
cabalgando en su mula negra, desenfunda de la cintura, un machete
"de los que cortan un pelo en el aire" y troza
unos bejucos que estorban a su paso, el machete le resbala de la
mano y la hoja filosa lo corta en la pierna, produciendo una
traumática herida causando hemorragia, extenuado llega a
la casona de la hacienda, gritando Blasina, Pascual,
Grisón, asustados nos acercamos: ¿el hombre
está grave?. Inmediatamente le auxiliamos, está
sangrando demasiado. Al instante sin perder tiempo, Pascual sobre
la misma mula al galope, se dirige en busca de ayuda al pueblo de
Guatire.
Llegan un grupo de hombres, los que apodan "Los traga
humos" y se disponen a trasladar con premura a Benito; en una
camilla de campaña, arribando al pueblo al atardecer, lo
ingresan al Hospital Central quedando recluido, por la gravedad
del caso, para su total recuperación por varios
meses.
Pascual tiene que hacerse cargo de la custodia y
vigilancia del parque, por todo el tiempo del reposo de
Benito.
Blasina baja al pueblo, vestida de amazona, con una
escopeta terciada en el hombro y de fuete en mano, se dirige
camino al recinto hospitalario, a visitar a su marido, a la
llegada amarrarla la bestia al lado de la cerca y se dispone a
pasar, siendo expectativa de la mirada de los presentes:
"asemejaba una de esas mujeres valientes que van a la guerra, por la
libertad de
los pueblos".
En dirección a la habitación, se
encontró
con parientes y sobrinas que vinieron de la ciudad de
Caracas, a visitar al tío Benito.
Al recuperarse Benito queda lesionado, de la pierna
derechas imposibilitándole de largas caminatas,
impidiéndole seguir en el oficio y funciones del
guardabosque de la Hacienda
Norte o Corozal.
Pascual Lara, después de ser el peón,
quedó de encargado, hoy día actual guardia
forestal.
Benito y Blasina, con la nostalgia en sus corazones y la
tristeza reflejada en sus ojos, se fueron a vivir al pueblo de
Guatire.
Yo, seguí haciendo la escalada, por la cuesta de
las montañas, en mi oficio de control de las
aguas que emanan de los manantiales que surten el acueducto del
pueblo de Guatire y la ciudad de Caracas.
CAPÍTULO IX
EL parque Nacional El
Ávila.
Establecido en el año de 1958, con una
superficie de 85.192 hectáreas es un
área
natural de vital importancia para los habitantes de la
ciudad de Caracas.
Los Venados es el área más visitada,
aquí funciona la
administración. Su elemento central es una vieja
casona, con gran patio donde se beneficiaba el fruto del cafeto
en la época de la colonia.
En el sector oeste de la montaña, existen una
serie de edificaciones construidas a lo largo de la vía
empedrada, que conduce de Caracas a la ciudad de la Guaira; esta
ruta es conocida "Camino Real de los
Españoles".
Monumentos que se exhiben en el
transcurrir del tiempo, como la hacienda Norte o
Corozal, símbolo hoy día con algunos vestigios de
piezas rudimentarias de maquinarias, y algunas plantas del
café, fieles testigos de la época
pasada.
Este parque se decretó con la finalidad de
proteger y conservar una importante zona de la selva tropical
húmeda, su fauna y su flora
y preservar las cuencas hidrográficas.
Verdes son los Caminos
Verdes son los caminos, de la tarde de
este día
verde son por la gracia de la primera
lluvia
el tostado silencio, de los montes se
animan
con la voz de las aves,
despertaron las flores.
Verde son los caminos de la tarde, parece
que la
cumbre se alegra, sobre el bosque
sereno
mariposas que viajan, tornasolar el
campo
mariposas inquietas, frágiles
mariposas.
Verde son los caminos de la tarde,
caminos
de emoción y de ensueños,
caminitos aldeanos
que se pierden al fondo de encendidos
parajes.
Donde, rustica esconde su belleza la
moza
donde apura, en el alba su pujanza el
labriego
y perfilan sus cejas los oscuros
follajes.
Aníbal Castillo
(Poeta Aragüeño)
CAPÍTULO X
En estos momentos de confusión política, soy un
venezolano más, preocupado por el destino de nuestra
patria.
Preocupación que la debemos considerar una
necesidad del alma, obsesión que yo nunca
abandonaré.
Por sobre todas las pasiones, hay una voluntad suprema
del soberano, la de preservar "la democracia",
en ello debemos confiar nuestra fé.
Solo en el sereno ambiente de la
lógica
y la paz, progresaremos y deben ser las únicas antorchas
que nos guíen.
No debemos apartarnos, ni desprendernos de estos
conceptos, para así lograr el progreso social,
económico y natural de este nuestro país "Venezuela".
"Todos los venezolanos unidos, como hermanos debemos
conciliar ideas, de proyectos
Universal para lograr, la preservación de los Recursos
naturales y la conservación del medio
Ambiente, para lograr un equilibrio
Biológico"
De lograrse el desarrollo de
estos proyectos, todos
los venezolanos y los ciudadanos del Mundo, disfrutaremos de una
mejor calidad de
vida como seres Humanos.
El Autor
Este libro se
terminó de imprimir el 5 de julio del 2003. En San
Fernando de Apure
Estado Apure
Venezuela
"La civilización, el proceso y la
tecnología
no están reñidos, con el respeto y la
conservación de la naturaleza".
"Hay que proteger los recursos
naturales para poder
alimentar a todos los seres vivientes del planeta".
El Autor
Prof. Maritza E. Contreras V.
Lic. En Educación
Mención: Ciencias
Sociales
Universidad de Carabobo
Labora: Instituto Universitario de
Tecnología "Antonio Ricaute"
Maracay Estado
Aragua
AGRADECIMIENTOS
A la memoria de
Jesús Sánchez,
Margarita Sánchez;
guarda bosques destacados en los venados,
Cotiza. Parque Nacional el Ávila, año
1965.
A ciudadanos (Hombres y
Mujeres)
habitantes del lugar, año
2000.
A MIS PARIENTES:
BENITO RIVAS
BLASINA TORREALBA
Con cariño
Autor:
Ramón Arnoldo Ramos Fagundez
Nº Permiso Legal:
IF04320025742876
I.S.B.N: 980-327-708-I
Impresión: Saul Ely Nuñez – San
Fernando de Apure
Diagramación y Corrección: Patricia
Rosenthal
Distribución: Urb. Los Samanes C/Principal
Nº 153
Maracay Edo. Aragua – Venezuela