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Los simuladores computadorizados como medios metodológicos para estructurar tareas de enseñanza y aprendizaje




Enviado por leandro



    1. Resumen.
    2. Conceptuando los medios de
      enseñanza y los medios de
      aprendizaje.
    3. Conclusiones.
    4. Bibliografía.

    Resumen.

    La explotación de los nuevos medios
    técnicos, frutos de la actual revolución
    científico–técnica, deviene necesidad para
    optimizar el proceso de
    aprendizaje de
    los estudiantes. En el presente artículo se defiende,
    desde posiciones psicológicas y metodológicas, que
    el valor
    didáctico de los medios técnicos se lo imprime el
    contexto metodológico en el que se explotan sus
    cualidades, independientemente de sus potencialidades
    implícitas; así como que el empleo de los
    simuladores computarizados en el contexto metodológico,
    puede constituirse en procedimiento, y
    no en método
    propiamente. En este sentido, se ofrecen algunas consideraciones
    para el empleo de la simulación como procedimiento
    metodológico, tanto para la formación de conceptos,
    como para la sistematización de
    instrumentaciones.

    Palabras claves: simulador, simulación,
    procedimiento, metodológico, método, medio, medios
    técnicos, medios de enseñanza, medios de
    aprendizaje, recursos
    personales, enseñanza, aprendizaje, acciones,
    habilidades, formación de conceptos, nuevas
    tecnologías.

    Introducción.

    Ante un nuevo orden mundial, la
    globalización de la economía, avances
    vertiginosos en la ciencia, la
    tecnología, las comunicaciones
    y la información, cambios que afectan los
    sistemas de
    producción y la
    organización social de los países, el mundo
    laboral se
    muestra
    particularmente exigente y requiere profesionales con
    conocimientos, instrumentaciones, actitudes y
    valores acorde
    a estas exigencias. Éstas, por ende, son transferidas por
    vía curricular al proceso de formación de
    profesionales, por lo que las instituciones
    creadas con estos fines, debe experimentarse también una
    revolución en las formas y métodos
    para dirigir el aprendizaje de los estudiantes.

    Pero a estas instituciones no sólo llegan las
    exigencias para la formación de profesionales,
    también llegan nuevos medios para facilitar y optimizar el
    proceso de enseñanza–aprendizaje. Relacionado con su
    explotación hay ejemplos, incluso, de tendencias a
    erigirlos como la solución a muchos de los actuales
    problemas en
    la enseñanza y el aprendizaje, desestimando el carácter
    mediador del contexto donde se desarrolla el proceso, de los
    demás estudiantes, de la metodología a través de la que se
    dirija el aprendizaje, etc.; sin considerar que éstos
    adquieren sentido y propósito educativo, cuando son
    adecuadamente insertados en el contexto metodológico. Con
    ello, se ha estado
    más atento a la justificación de la bondad de las
    nuevas tecnologías para el aprendizaje de los estudiantes,
    que al estudio de los requerimientos
    teórico–metodológicos para que el uso de los
    nuevos medios sea efectivo, de calidad y
    contribuya de modo significativo a la mejora del aprendizaje
    (Escudero Muñoz, J. M., 1992). Ahora bien, ¿la
    designación de medios, en el proceso de
    enseñanza–aprendizaje, es privativa de los recursos
    materiales con
    se cuenta en el mismo para enseñar y aprender?

    Conceptuando los
    medios de enseñanza y los medios de
    aprendizaje.

    Desde las posiciones teóricas asumidas, la
    metodología de la enseñanza y el aprendizaje es
    entendida como la ciencia que
    estudia los métodos, técnicas,
    procedimientos
    y medios dirigidos a la enseñanza de una disciplina
    dada (Marinko, I. y Atoliarov, I., 1982; Rusavin, G. I., 1990;
    Hernández Castillo, A., 1988; citados por Bermúdez
    Serguera, R. y Rodríguez Rebustillo, M., 1996). De
    aquí que, a diferencia de algunas tendencias
    pedagógicas como la tecnología
    educativa, que sitúa a los medios técnicos como
    centro del proceso de enseñanza–aprendizaje,
    éstos se vean, junto a los procedimientos, como elementos
    para instrumentar los métodos.

    Por otra parte, entender que el aprendizaje no
    está sólo "… determinado por la existencia de una
    cultura, que
    condiciona tanto los contenidos de los cuales los educandos deben
    apropiarse, como los propios métodos, instrumentos,
    recursos (materiales y subjetivos) para la apropiación de
    dicho contenido, así como los espacios y las situaciones
    específicas en que se lleva a cabo el mismo" (Castellanos
    Simons, D. et. al, 2002, pág. 26); sino que tiene, al
    mismo tiempo, una
    naturaleza
    individual, al constituir un proceso de construcción personal, mediado
    por las "… capacidades, ritmos, preferencias, estrategias y
    estilos de aprendizaje, unidos a la historia personal, los
    conocimientos previos y la experiencia anterior… " (Castellanos
    Simons, D. et. al, 2002, pág. 26); y por tanto, que el
    aprendizaje depende esencialmente del ser que aprende y no de
    forma directa de lo que desea o se propone el que enseña
    (Gimeno Sacristán, J. y Pérez Gómez, A. I.,
    1992; Ferrández Arenaz, A., 1992; Bermúdez
    Serguera, R. y Rodríguez Rebustillo, M., 1996; Valle
    Arias, A. y González Cabanach, R., 1998; González
    Serra, Diego J., 2000; Pozo, J. I. y Gómez Crespo, M. A.,
    2001; Castellanos Simons, D. et. al, 2002); implica que los
    medios de enseñanza y aprendizaje sean vistos, desde una
    visión global, como todos aquellos recursos personales o
    condiciones con las que debe contar, el profesor para
    enseñar, y el estudiante para aprender,
    respectivamente.

    Vistos así, cualquier condición o recurso
    puede ser un medio, y por tanto, constituir instrumentación del procedimiento
    correspondiente (Bermúdez Serguera, R. y Rodríguez
    Rebustillo, M., 1996). Esto conlleva a su vez, a clasificarlos en
    personales (aquellos recursos propios de la
    personalidad del sujeto: conocimientos, instrumentaciones,
    estrategias de aprendizaje, recursos metacognitivos, etc., que le
    permiten actuar efectivamente) y técnicos (aquellos
    recursos materiales que le facilitan la interacción,
    estudio, y/o modelación de la realidad: láminas,
    televisores, computadoras,
    videos, etc.). A su vez, atendiendo a su finalidad, estos se
    clasificarán en medios de enseñanza y en medios de
    aprendizaje: "… los recursos personales, utilizados en el
    contexto de enseñanza, serán conceptuados como
    medios de enseñanza, mientras los recursos personales o
    condiciones propias de la persona que
    aprende han de denominárseles medios de aprendizaje"
    (Bermúdez Serguera, R. y Rodríguez Rebustillo, M.,
    1996, pág. 39).

    Desde esta perspectiva, las computadoras personales
    constituyen medios técnicos de especial
    significación para el contexto metodológico actual.
    Pero, ¿son las potencialidades implícitas de los
    medios, y en especial de las computadoras personales, lo que
    determina su valía en dicho contexto?

    El valor didáctico de los medios técnicos
    se lo imprime el contexto metodológico en el que se
    explotan sus cualidades.

    A criterio de numerosos autores (González castro,
    V., 1990; Escudero Muñoz, J. M., 1992; Pons, J. de P.,
    1992; Romero Morante, J., 2000) los medios, e incluso los que son
    fruto de las nuevas tecnologías, no definen 'per
    sé'
    un determinado modelo
    educativo, aún cuando condicionan en gran medida la
    metodología empleada en la enseñanza y el
    aprendizaje. En este sentido Cark y Salomón (1986)
    expresan que "… los medios de enseñanza no son en
    sí mismos factores causales del aprendizaje, pero pueden
    propiciar de hecho la utilización de metodologías
    innovadoras en el aula" (Cark y Salomón, 1986, citados por
    Pons, J. de P., 1992, pág. 148).

    En especial, acerca del uso de las computadoras
    personales, muchos llaman a interrogarnos en qué medida
    las mismas pueden "… contribuir a cambiar la metodología
    de enseñanza, el contexto educativo o los instrumentos
    puestos al servicio del
    profesor" (Pons, J. de P., 1992, pág. 148). Tal
    interrogante no puede parecernos exagerada, pues éstos
    pueden adoptar, de una manera dinámica, las características de otros medios, al poseer
    una capacidad de representación e integración no antes vista, de aquí
    que se consideren metamedios, como señalan Kay (1984) y
    Pons, J. de P. (1992).

    Sin embargo, a pesar de las potencialidades de los
    nuevos medios técnicos para facilitar la
    representación, modelación e interacción con
    la realidad, el valor pedagógico de los mismos se lo
    imprime el contexto metodológico en el que se explotan sus
    cualidades (Jiménez, J. A., 1992; Romero Morante, J.,
    2000; Pifarré, Manoli y Jaume Sanuy, 2000).
    Refiriéndose, específicamente a la diversidad de
    los resultados obtenidos con el uso de computadoras personales
    para facilitar el aprendizaje, y haciéndolo desde una
    perspectiva sociocultural, Pifarré, M. y Jaume S. (2000)
    referenciando a Clements y Sarama (1997) y a Salomon y Perkins
    (1998), expresan que las mismas pueden explicarse por las
    características de las variables del
    contexto educativo, entre las que señalan: el contenido de
    aprendizaje, las características de las actividades de
    enseñanza y aprendizaje, la función
    del profesor, la interacción entre los alumnos, entre
    otras.

    Los medios técnicos que se emplean en contextos
    metodológicos, pueden o no ser diseñados con estos
    fines. Puede tratarse de materiales ad hoc (software para aprender un
    contenido curricular, un programa de
    televisión
    para ejercitar algún idioma extranjero, etc.),
    diseñados con fines didácticos, y adecuadamente
    fundamentada su explotación desde posiciones
    psicopedagógicas; o productos no
    diseñados originalmente con fines didácticos, pero
    poseedores de potencialidades aprovechables con estos fines. En
    cualquier caso, ponemos a consideración algunos criterios
    a tener en cuanta para el diseño
    de situaciones educativas que utilicen herramientas
    tecnológicas como la computadora
    personal, resultado de la sistematización teórica
    realizada (Jiménez, J. A., 1992; Clements y Sarama, 1997;
    Salomon y Perkins, 1998; Romero Morante, J., 2000;
    Pifarré, M. y Jaume S., 2000), y de la experiencia
    acumulada en la explotación de éstos
    medios:

    • La elección del medio a utilizar debe hacerse
      en función de los objetivos,
      de los contenidos, del contexto en el que se desarrolla el
      proceso y de las características de los alumnos. Ello
      implica una caracterización de sus potencialidades como
      instrumentación de los procedimientos.
    • La explotación del medio exige la
      contextualización de las actividades educativas en el
      entorno cultural, de modo que éstos, al menos, modelen
      las herramientas, instrumentos, o medios en general, de su
      futuro contexto de actuación.
    • El diseño de entornos educativos mediados por
      dichos medios, debe potenciar la interacción y el
      intercambio entre los estudiantes, y entre éstos y el
      profesor.

    Tanto en el contexto de la enseñanza, como de la
    actividad científica contemporáneas, es muy
    frecuente la explotación de la computadora
    para la simulación de procesos y
    fenómenos, y así acceder a su esencialidad a partir
    de la modelación.

    A decir de González Castro, V. (1990), la
    simulación "… resume toda la teoría
    relacionada con el proceso en el cual se sustituyen las
    situaciones reales por otras creadas artificialmente… y de las
    cuales el estudiante debe aprender ciertas acciones, habilidades,
    hábitos, etc., que posteriormente deberá transferir
    a la situación de la vida real con igual efectividad"
    (González Castro, V., 1990, pág. 284). Para este
    propio autor, la misma intenta romper la diferencia que hay entre
    el aprendizaje de conceptos en el ámbito teórico y
    su transferencia a situaciones prácticas. O sea, y como
    explícitamente lo reconoce, considera la simulación
    como una actividad en la que el estudiante no acumula
    información teórica, sino que la lleva a la
    práctica, con lo cual esta se identifica con el entrenamiento
    puramente.

    Sin embargo, ello es desestimar las potencialidades de
    la simulación como fuente de obtención de
    conocimientos. La simulación inicia con la
    modelación de una parte de la realidad, en la que ocurren
    procesos o fenómenos que por lo general no puede ser
    estudiados por su velocidad,
    complejidad, por lo costoso de su estudio por vía
    experimental, etc. Esta implica, en primera instancia, la
    construcción de un modelo, que representando lo real,
    posibilita más fácilmente su estudio. En segundo
    término, la puesta en funcionamiento del mismo, con lo
    cual se estudia virtualmente ese proceso o fenómeno,
    penetrando en su esencialidad. Considerando entonces que el
    modelo reproduce fielmente las características de la
    realidad, "… es posible hacer predicciones, evaluar
    comportamientos y adquirir conocimientos con relación a la
    realidad modelada" (Sureda Negre, J., 1986). En la
    simulación computarizada, por su parte, "se trata de
    presentar el funcionamiento de un sistema o
    dispositivo a través de la realización de una
    analogía matemática, realizada sobre ordenador"
    (Sevillano García, Ma. L., 1995, pág.
    273).

    El empleo de la simulación en el proceso de
    formación de profesionales tiene sus particularidades,
    dadas en la explotación de simulaciones que modelen
    actividades de aplicación, preferiblemente incluyendo la
    presencia de instrumentos virtuales (Martín
    Rodríguez, A., et. al., 2001), funcionamiento de circuitos,
    dispositivos, procesos productivos, etc., con vistas a potenciar
    una actuación de los futuros profesionales acorde a los
    requerimientos de su futuro contexto laboral.

    Respecto a la contrastación experimental
    tradicional, la simulación ofrece las siguientes
    ventajas:

    • Ofrece la posibilidad de repetir, en condiciones
      idénticas y a partir de su modelación, procesos y
      fenómenos, algo difícil de lograr en condiciones
      reales, y por tanto, estudiar sistemáticamente sus
      comportamientos hasta lograr los objetivos deseados. Se
      optimiza así el proceso de aprendizaje.
    • Elimina los riesgos que
      siempre se presentan en la interacción con la realidad,
      tanto para dispositivos, instrumentos, etc., como para los
      estudiantes; con lo que se crea confianza en ellos para
      implicarse en el estudio de esa realidad.
    • Permite la realimentación inmediata, pues los
      efectos que se logran en el funcionamiento del sistema,
      fenómeno o proceso que se simula, como resultado de
      introducir modificaciones en determinados parámetros,
      resultan inmediatos; lo que permite corregir la
      actuación del estudiante en cada momento.
    • Cuando se utiliza la simulación con el
      objetivo de
      sistematizar la realización de acciones que caracterizan
      la actuación del sujeto en cierto contexto, ayuda a
      optimizar dicha actuación.

    Las características y ventajas antes referidas,
    evidencian que en el proceso de simulación pueden
    desarrollarse acciones orientadas a la consecución de un
    determinado fin u objetivo. ¿Puede, entonces, considerarse
    la simulación un procedimiento
    metodológico?

    Existe consenso entre la mayoría de los autores
    consultados (Lerner, I. Ya y Skatkin, M. N., 1981; Amaros y
    Llorens, 1986; Diseño Curricular Base, 1989, García
    Nadal, R. et. al., 1992; Coll y Valls, 1992; Pozo y Gómez
    Crespo, 2001), en entender los procedimientos como un conjunto de
    acciones ordenadas, orientadas a la consecución de una
    meta u objetivo.

    Ubicándolo dentro del contexto
    metodológico, el procedimiento deviene
    instrumentación del método, "… es un detalle del
    método, es decir, es una operación particular
    práctica o intelectual de la actividad del profesor o de
    los alumnos" (Labarrere Reyes, G. y Valdivia Pairol, G. E., 2001,
    pág. 106); el que a su vez se instrumenta a través
    del correspondiente sistema de medios que emplea la persona para
    la consecución de la tarea (Bermúdez Serguera, R. y
    Rodríguez Rebustillo, M., 1996). A pesar de ello, y como
    señalan algunos autores (Labarrere Reyes, G. y Valdivia
    Pairol, G. E., 2001) de la misma manera que no se puede concebir
    el método como un conjunto de procedimientos, el
    procedimiento fuera del contexto del método, pierde su
    significación.

    Visto desde el proceso de enseñanza, el
    procedimiento es un conjunto de acciones del profesor encaminadas
    al logro de un objetivo, que jerárquicamente se deriva del
    que orienta al método que se emplea para dirigir el
    aprendizaje de los estudiantes, y que tienen lugar por medio del
    conjunto de experiencias de naturaleza cognitiva e instrumental
    que ha acumulado, así como de los correspondientes
    soportes técnicos. Desde el aprendizaje, el procedimiento
    constituye el conjunto de acciones que desarrolla el estudiante
    para ir penetrando gradualmente en la realidad que estudia, y la
    consiguiente construcción de un sistema
    cognitivo–instrumental que le permitirá seguir
    penetrando en ella.

    La simulación, por tanto, se constituye en
    procedimiento, tanto para la formación de conceptos y
    construcción en general de conocimientos, como para la
    aplicación de éstos a nuevos contextos a los que,
    por diversas razones, el estudiante no puede acceder desde el
    contexto metodológico donde se desarrolla su aprendizaje.
    De hecho, "buena parte de la ciencia puntera, de frontera, se
    basa cada vez más en el paradigma de
    la simulación, más que en el experimento en
    sí…" (Pozo, et. al, 2001, pp. 24–25).

    Desde el punto de vista metodológico, a pesar de
    las potencialidades para ejecutar acciones orientadas a la
    consecución de determinados fines, la simulación se
    identifica como procedimiento metodológico, y no como
    método propiamente, por varias razones:

    • La modelación de la realidad que tiene lugar
      como resultado de la simulación, no constituye un
      elemento determinante para penetrar en la esencia de la misma y
      llegar a conocerla: es necesario el empleo de procedimientos
      que la complementen metodológicamente, y alcanzar
      entonces los objetivos planificados.
    • Como muchos de los simuladores no son
      diseñados con fines didácticos, su
      contextualización debe realizarse por medio de acciones
      colaterales que debe realizar el profesor para que su
      explotación esté en correspondencia con
      objetivos, contenidos, métodos, etc., del contexto
      educativo donde se emplean. Es necesaria una
      "reconstrucción" pedagógica de los
      mismos.
    • La interacción que éstos propician con
      la realidad que se modela en los mismos, por lo general, es
      personal, de aquí que sea necesario el diseño de
      tareas que permitan la interacción entre los
      estudiantes.

    Como se ha expresado anteriormente, la simulación
    puede utilizarse como procedimiento, tanto para la
    formación de conceptos, como para la
    sistematización de conocimientos e instrumentaciones. En
    el primer caso, su objetivo fundamental es la
    actualización de conocimientos, a partir de las exigencias
    de esa parte de la realidad modelada; en el segundo, la
    sistematización de instrumentaciones, tomando como
    referente los invariantes instrumentales que caracterizan la
    actuación de los profesionales de ese contexto.

    Para que el proceso de simulación devenga
    procedimiento metodológico para la formación de
    conceptos, se sugiere que el mismo se desarrolle a través
    de las siguientes etapas:

    • Presentación de la simulación.
      Se realiza por lo general, por medio de una
      representación esquemática del circuito,
      dispositivo, proceso o fenómeno a simular; con lo cual
      se ubica en la parte de la realidad que se
      estudiará.
    • Emisión de hipótesis por parte de los
      estudiantes.
      En esta etapa se promueve la emisión de
      hipótesis por
      parte de los estudiantes acerca del comportamiento del circuito, dispositivo,
      proceso o fenómeno a simular, ante las condiciones
      determinadas y los parámetros prefijados, a
      través del diseño de tareas con estos fines; de
      modo que el poder
      predictivo de los mismos se toma como indicador de sus
      conocimientos e instrumentaciones.
    • Determinación de las acciones
      óptimas
      . En esta etapa se determinan las acciones
      que se consideran optimizan la interacción de los
      estudiantes con la realidad que se modela. Para ello, se
      recomienda tomar como referentes los invariantes estructurales
      de actuación de los profesionales de la rama
      correspondiente, en esa realidad que se modela.
    • Constatación de la efectividad del proceso
      de simulación.
      Ello puede realizarse por medio de
      tareas que permitan aplicar, a nuevas situaciones, los
      conocimientos e instrumentaciones construidos durante el
      proceso de simulación. Ello incluye nuevas simulaciones,
      a partir de la modelación de procesos, fenómenos,
      circuitos, etc., de mayor complejidad.

    Para ser usado como procedimiento metodológico
    para la sistematización de acciones, o sea,
    básicamente como entrenador, se recomienda que la
    simulación cuente con las siguientes etapas:

    • Presentación de la simulación.
      Se realiza, por lo general, por medio de una
      representación esquemática del circuito,
      dispositivo, proceso o fenómeno a simular; con lo cual
      se ubica en la parte de la realidad que se estudiará. A
      diferencia de su empleo para la formación de conceptos,
      en este caso los estudiantes ya han comenzado a conocer esta
      realidad, poseen los conocimientos básicos para
      interactuar con ella, y de lo que se trata, es de llevar las
      acciones propias de la solución de problemas en esta
      área del conocimiento, hasta el nivel de
      habilidad.
    • Emisión de hipótesis por parte de
      los estudiantes.
      Con el sistema de conocimientos que poseen
      los estudiantes sobre esta parte de la realidad, éstos
      pueden pronosticar el comportamiento del circuito, dispositivo,
      proceso o fenómeno a simular; y en particular, la
      influencia de los parámetros fundamentales en el
      comportamiento del mismo.
    • Determinación de las acciones a
      sistematizar.
      Una vez precisados los parámetros
      fundamentales que determinan el comportamiento del circuito,
      dispositivo, proceso o fenómeno que se modela, es
      posible determinar el sistema de acciones a desarrollar para
      interactuar con el mismo. La simulación dará la
      posibilidad, como ningún otro procedimiento, de
      sistematizar este sistema de acciones, hasta que estas alcancen
      el nivel de habilidad.
    • Diseñar una actividad experimental. En
      esta etapa se realizará el diseño de una
      actividad, donde se constate experimentalmente, el
      comportamiento del circuito, dispositivo, proceso o
      fenómeno que se modeló, ahora en la
      práctica. Aunque la planificación de la interacción
      con la realidad supone la inclusión de nuevas acciones,
      serán de mucha utilidad las
      sistematizadas durante la simulación. Este será
      el mejor modo de transferir a la realidad, en el contexto
      pedagógico, lo aprendido durante la
      simulación.

    Conclusiones.

    Independientemente de sus potencialidades
    implícitas, los medios técnicos de
    enseñanza, e incluso aquellos fruto de la actual
    revolución científico–técnica (como es
    el caso de la computadora personal) carecen de valor
    didáctico fuera de un contexto metodológico que
    complemente esas potencialidades inherentes. Ello explica por
    qué, aún cuando la computadora personal puede ser
    definida como metamedio por el número de prestaciones
    que ofrece, su empleo no determina la existencia de un nuevo
    modelo educativo.

    El empleo de la simulación computarizada parece
    restringido exclusivamente al desarrollo de
    habilidades como resultado de la sistematización, en
    contextos virtuales, de acciones por parte de los estudiantes;
    desestimando su explotación como fuente de
    obtención de conocimiento, a partir de la
    modelación de la realidad que se puede lograr en estas, y
    que ayuda, como a veces ningún otro procedimiento, a
    penetrar en su esencia.

    A pesar de sus posibilidades como fuente de
    generación de acciones orientadas a fines u objetivos, la
    simulación no puede conceptuarse como método
    propiamente. La naturaleza de la misma, las
    características de los simuladores empleados, hacen
    necesario una complementación metodológica para que
    sean explotados en el estudio de la realidad, con el empleo de
    otros procedimientos.

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    Datos del autor:

    Leandro Arias Labrada.

    Profesor del Departamento
    Eléctrica–Economía. Facultad de Ciencias
    Técnicas. Universidad Pedagógica "José de la
    Luz y
    Caballero", Holguín, Cuba.

    Licenciado en Educación, especialidad
    Física y Electrónica, y aspirante al grado
    científico de Doctores en Ciencias
    Pedagógicas.

     

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