Libro y lectura en la era digital. El gran desafío de la educación actual (página 2)
3. EVOLUCIÓN DE LOS SOPORTES DE LA
ESCRITURA
En este capítulo pretendemos dar un vistazo
panorámico, muy esquemático por supuesto, sobre la
evolución de los diversos materiales que
han servido, a lo largo de la historia, de . Ello nos acerca un tanto a
la
historia del libro, sobre la cual existen
excelentes investigaciones.
No debería dejar de leerse, a pesar de sus años, la
obra clásica del danés Svend Dahl "Historia del
libro", que
nos brinda una brillante y amena historia del libro hasta
mediados del siglo XX.
En la introducción del importantísimo
libro colectivo "Historia de la lectura
en el mundo occidental",cuyos coordinadores son los especialistas
Guglielmo Cavallo y Roger Chartier, los cuales
son, asimismo, los autores de la introducción, se rebate
aquella posición que señala que el texto existe
en sí, separado de toda materialidad. Al respecto los
citados especialistas nos dicen: "…no hay texto alguno fuera
del soporte que permite leerle (o escucharle). Los autores no
escriben libros; no,
escriben textos que se transforman en objetos escritos
–manuscritos, grabados, impresos y, hoy, informatizados-
manejados de diversa manera por unos lectores de carne y hueso
cuyas maneras de leer varían con arreglo a los tiempos,
los lugares y los ámbitos". El libro citado está
disponible en átomos (Editorial Taurus S.A. 2001) y estuvo
en bits (en forma compendiada) en URL: «http://www.lander.es/~lmisa/histlect.html».
Puede acceder a una copia de dicha página haciendo
clic en el link respectivo.
Hagamos un esquemático análisis del proceso de
evolución de la escritura y
sus soportes. La historia de la humanidad tiene una
larguísima etapa oral , es decir anterior a la escritura,
pero en un determinado momento, hace aproximadamente un poco
más de 5000 años, en la zona de la Creciente
Fértil Media Luna, aparece
la escritura, específicamente en
Súmer. Como dice Samuel N. Kramer en su obra "La cuna de
la civilización" (Madrid: Novograph S.A. 1980): "La
invención de la escritura, más que cualquier otro
logro, llevó el lustre de la civilización a las
vidas de los hombres. El dar este paso gigantesco hace más
de 5000 años posibilitó el conservar pensamientos y
experiencias y el transmitir a generaciones futuras
sabiduría arduamente conquistada, dos procesos
esenciales para el mantenimiento
de una sociedad
compleja…" (Op. cit.; p. 129)
La escritura no solo implica, desde su aparición,
signos (pictografías, ideogramas, etc) sino también
un material sobre el cual se materializan dichos signos. Sabemos,
por la enorme cantidad de tabletas que nos quedan de la
región
mesopotámica, que el material utilizado
fue básicamente la arcilla, aunque también
utilizaron metal y piedra. Con relación a este
último material nos viene de inmediato al recuerdo la
"Roca de Behistún" (en las montañas de Zagros, en
Irán noroccidental) y la muy famosa "Piedra de
Roseta". El papiro es otro de los materiales que
durante un periodo bastante extenso de la historia humana
sirvió como soporte escritural y que constituye
conjuntamente con la escritura egipcia antigua una de aquellas
creaciones trascendentes de la historia de la
humanidad.
¿Y qué sabemos de los «libros de
aquella época? La educación sumeria
ha sido muy bien estudiada. Hartmut Schmökel nos dice que se
han hallados "textos escolares" de las épocas más
tempranas en Fara-Shuruppak, Uruk,
Nippur y otros lugares. El estudiante era, al parecer, denominado
"hijo de la casa de las tablillas" (el profesor era el padre).
Claro que esos "textos escolares" eran como los cuadernos de
apuntes donde los estudiantes realizaban sus tareas. Pero poco a
poco se fue pasando de inscripciones brevísimas (las
tabletas pequeñas medían 4 x 2,5–3 cm o 4 x 4
cm y las más grandes 11 x 10,5 cm) a textos más
extensos, ya no solo de carácter
religioso o político-administrativo, sino
históricos.(Schmökl, Hartmut "El país de los
súmeros" El redescubrimiento de la primera alta cultura de la
humanidad";Buenos Aires:
EUDEBA, 1965; pp. 152-153). Las tabletas de
arcilla (hojas del libro sumerio) se guardaban,
según nos los relata Georges Contenau en su libro "La vida
cotidiana en Babilonia y Asiria" (Barcelona: Editorial Mateu,
1962) en estantes, dispuestas una sobre otra, y en el canto se
escribían las primera palabras de la obra, que de este
modo se intitulaba como las encíclicas pontificales, con
las palabras con que principia el texto. No podemos dejar de
señalar, que es también en esta región
mesopotámica donde encontramos ya una biblioteca, la
famosa
biblioteca de Asurbanipal, en
Nínive. (Esta biblioteca, transportada a Londres,
constituye hoy la gloria del Museo Británico). Siempre
siguiendo a Contenau diremos que en la época de
Asurbanipal, como en nuestros días, había gente con
propensión a formar su biblioteca en detrimento de las
ajenas; para protegerse contra esta plaga peligrosísima se
ponían los libros bajo la protección de los dioses.
Ciertas tabletas, anteriores a la época sargónida,
llevan una maldición contra quienes maltratasen los
libros, no los dejasen en su estante, o se los apropiasen. (Op.
cit.; pp. 195-196) La bibliocleptomanía, de la cual nos
habla Alberto Manguel en uno de los capítulos de su obra
"Una historia de la lectura",
tiene pues larga data.
Me he detenido un tanto en los orígenes de la
escritura y de los primeros textos que pueden ser considerados
como libros, porque a veces no se tiene un adecuado conocimiento y
una adecuada valorización del inicio de una de las
más grandes hazañas del género
humano y lo de revolucionario que implicó que el pensamiento y
las fugaces palabras pudieran perennizarse, eternizarse a
través de su plasmación
gráfico-simbólica.
Los
egipcios, con su escritura que tuvo tres tipos
(jeroglífica,
hierática y demótica), dispusieron
del papiro, muy superior a las tabletas de arcilla de los
mesopotámicos. Como nos lo recuerda Martin Walker en su
obra "Los egipcios" (Madrid: Edimat Libros S.A., 1998) la palabra
papiro dio origen a la palabra inglesa paper y a la francesa
papier. Walker nos describe la técnica de la
fabricación de la hoja que iba a ser utilizada para la
escritura, utilizando los tallos del papiro (cyperus papyrus).El
tamaño de las hojas era variado. En cuanto su ancho
oscilaba entre 50 y 170 cm, siendo esta última la medida
más frecuente. La longitud de los papiros también
era muy variable. El Papiro Harris (Museo Británico), que
es el de mayor tamaño, alcanza una longitud de cuatro
metros. La fabricación del papiro era muy costosa,
razón por la cual se utilizaron otros materiales para
escribir, tales como trozos de cerámica, que son conocidos con el nombre
de «ostraka» (Sobre el papiro puede consultarse "La
fabricación del papiro",en http://rt000qzn.eresmas.net/vida/papiro/papiro.html)
Si quisiéramos una aproximación a
los «libros»
mesopotámicos y egipcios, es decir el
leer lo que esos pueblos escribieron, podemos
consultar:
* Pritchard, James B. (compilador) "La sabiduría
del antiguo oriente" (Barcelona: Ediciones Garriga S.A.
1966)
*Gaster, Theodore H. "Los más antiguos cuentos de la
humanidad" (Buenos Aires: Librería Hachette
S.A.,1956)
*"Cantos y Cuentos del Antiguo Egipto"
(Madrid: Revista de
Occidente, 1944). Con una nota sobre el alma egipcia escrita por
don José Ortega y Gasset.
*"Narraciones y cánticos del antiguo Egipto"
(Buenos Aires: Editorial Simientes, 1978
Acerquémonos ahora al mundo greco-romano.
Tratemos de captar el momento en el cual hace su
reaparición, en el mundo griego, un nuevo tipo de
escritura, esta vez por influencia de los fenicios y que
hará posible la gran revolución
del pensamiento del mundo occidental. Jean-Pierre Vernant en su
libro "Los orígenes del pensamiento griego" (Buenos Aires:
EUDEBA, 1965) ha señalado que si queremos levantar el acta
de nacimiento de la Razón griega, seguir el camino por
donde ella ha podido desprenderse de una mentalidad religiosa,
debemos fijarnos en el gran viraje que se produjo entre los siglo
VIII al VII, momento en el cual triunfa el estilo orientalizante,
se sienta las bases de la polis y, asegura, mediante esta
laicización del pensamiento, el advenimiento de la
filosofía. La monarquía micénica, centrada en el
palacio, regimenta la vida económica, social y política y ello en
torno al empleo de la
escritura y la constitución de archivos. Nos
dice Vernant: "Son los escribas cretenses, pasados al servicio de
las dinastías micénicas, quienes, transformando la
escritura lineal usada en el palacio de Cnosos (lineal A) a fin
de adaptarla al dialecto de los nuevos señores (lineal B),
les han aportado los medios
administrativos propios de la economía palatina"
(Vernant, Jean-Pierre; Op. cit., p.26). Esta escritura era hecha
en tablillas. Sin embargo todo será trastocado cuando se
produce la invasión doria, que rompe los vínculos
de Grecia
con el oriente, convirtiéndola en una
civilización básicamente agrícola.. La
escritura misma desaparece. Pero, cuando esta sea redescubierta,
a fines del siglo IX, "tomándola esta vez de los fenicios,
no será solo una escritura de otro tipo, fonética,
sino producto de
una civilización radicalmente distinta: no la especialidad
de una clase, los escribas, sino el elemento de una cultura
común. Su significación social y psicológica
se habrá transformado –podríamos decir
invertido- la escritura ya no tendrá por objeto la
creación de archivos para uso del rey en el secreto de un
palacio, sino que responderá en adelante a una función de
publicidad; va a
permitir divulgar, colocar por igual ante los ojos de todos, los
diversos aspectos de la vida social y política" (Vernant,
Jean-Pierre; Op. cit; p.28).
Es cierto que actualmente los helenistas tienden a ver
las civilizaciones egea o minoica y micénica como "obra
común del mismo pueblo, que no es otro que el de los
futuros griegos" (Saitta, Armando. "Guía crítica de
la historia antigua "(México:
FCE , 1996). En 1939 la recién descubierta escritura
lineal B, llamada así para diferenciarla de la
pictográfica, permitió acceder al primer archivo de
documentos
escritos de la Grecia
micénica continental" (tablillas encontradas en el palacio
de Pilos). Al poco tiempo
ocurrió su desciframiento. A comienzas del siglo XX el
arqueólogo Arthur Evans había descubierto, en el
palacio minoico de Cnosos, en tablillas de arcilla y con tres
tipos diferentes: una pictográfica o jeroglífica,
una escritura cursiva que Evans la llamó lineal A y una
tercera, modificación de la anterior y que fue llamada
lineal B. Nuevas excavaciones permitieron llegar a las
conclusión de que la lineal A era exclusiva de Creta,
mientras que la lineal B era usada en Cnosos y en toda la
península griega.. Michael Ventris y John Chadwich
lograrían el desciframiento de la escritura lineal
B.
Eric G. Turner en "Los libros en la Atenas de los siglos
V y IV a.C." que forma parte de la obra colectiva "Libros,
editores y público en el Mundo Antiguo" (Madrid: Alianza
Editorial S.A. 1995), cuyo director es nada menos que Guglielmo
Cavallo, nos señala que el libro más antiguo,
conocido por nosotros, es una copia del nomos de Timoteo,
«Los Persas», escrito en papiro y hallado en Abusir,
no lejos de Menfis, al parecer del siglo IV a. C. y
perteneciente, muy probablemente, a un músico itinerante
jonio. Leer y escribir era lo normal en la sociedad ateniense de
los siglos V y IV a.C. Se escribía fundamentalmente sobre
papiro. Turner nos señala que la palabra Biblos significa
«documentos» y ello porque los griegos preparaban
folios de papiro que, una vez escrito, se plegaban
horizontalmente varias veces y se sellaba, como se sabe que se
hacía con cartas y
documentos. Los griegos aprovecharon el papiro egipcio, pero lo
prepararon diferente logrando la fabricación de folios y,
por otra parte, a diferencia de los escribas egipcios que
utilizaban una especie de pincel para escribir, los griegos
emplean el kalàmos (caña o pluma). En cuanto a la
influencia mesopotámica entre la escritura griega, Turner
señala que muy probablemente la pluma, que desplazó
al pincel, haya sido importada de Mesopotamia.
Según G. Cavallo, refiriéndose al
importante papel de la
oralidad dentro de la lecto-escritura señala que la Grecia
del siglo V a. C. era auditiva (audición de textos) y no
auditiva y visual al mismo tiempo (lectura de
textos en voz alta). Señala que, al parecer, fue "entre
las dos generaciones de Heródoto y Tucídides [que]
tuvo lugar la transición de la oralidad a la cultura del
libro". Heródoto representa la primera y Tucídides
la segunda. Un aspecto poco enfatizado es el referente a que los
libros en general, y los de los sofistas en particular,
despertaron el rechazo, nada menos que como una manera de
sustraerse a la nueva técnica que utilizaba el papiro,
que, al fin y al cabo, solo era un nuevo soporte escritural. Nada
menos que Platón es
uno de los representantes de esa oposición al libro.
Debemos remarcar que "los sofistas habían descubierto
qué valor
podía tener la difusión del libro para instaurar un
nuevo sistema cultural"
Pero el impacto del libro fue tal que incluso en la Academia de
Platón y en el Liceo de Aristóteles se utilizaban los libros.
Platón poseía una buena colección de libros.
Algo más, la primera biblioteca privada al parecer fue la
de Aristóteles, la cual caería en poder de Sila
cuando este saqueó Atenas, en el 86 a.C.
Aristóteles, según todos los indicios, parece ser
también el primer bibliotecólogo:
Enseñó al rey de Egipto el método
para organizar una biblioteca. Como vemos larga data tiene la
novofobia y en este caso concreto la
oposición a nuevos medios para la difusión del
pensamiento, para la plasmación de los textos en nuevos
soportes.
Un aspecto bien estudiado es el referente a la etapa de
la oralidad de los textos. Hubo un largo periodo en el cual se
transitó de la lectura oral a la lectura silenciosa, de la
lectura en voz alta, a la lectura en voz baja hasta llegar a la
lectura en silencio. Sin embargo Jesper Svenbro, en "La Grecia
Arcaica y Clásica. La Invención de la lectura
silenciosa" (En: "Historia de la lectura en el mundo occidental")
nos señala que Bernard Knox ha demostrado que a los
griegos debemos la invención de la lectura silenciosa,
aunque es necesario reconocer que durante varios siglos
más predominaría la lectura en voz alta. Alberto
Manguel ha dedicado el capítulo "Los lectores silenciosos"
para apreciar el tránsito a la lectura silenciosa, que
tiene la ventaja de ser mucho más
rápida.
No es totalmente cierto, por lo tanto que la scriptio
continua, es decir la escritura que no tenía
separación ni siquiera de palabras fuera un
obstáculo para la lectura silenciosa. Como lo sugiere
Knox, el manejo de grandes cantidades de texto, como la utilizada
por los monjes dedicados a copiar manuscritos, habría
constituido un factor para transitar a la lectura silenciosa, lo
propio que la «word
división».
La obra titulada "Entre el volumen y el
códex. La lectura en el mundo romano" de Guglielmo
Cavallo, es una valiosísima guía para tener un
visión rápida pero documentada del libro y la
lectura en Roma
Antigua. Lo mismo que "Comercio
librario y actividad editorial en el mundo antiguo" de
Tönnes Kleberg. Los griegos innegablemente, pero
también los etruscos, contribuyeron al progreso del
conocimiento y del interés
por los libros en Roma.
Pierre Grimal en su obra "La
vida en la Roma Antigua" nos relata en unos
pocos párrafos como era la educación romana en
la época de Augusto. El niño aún
pequeño era confiado al gramático, quien le
enseñaba a leer y escribir. Luego pasaba a manos del
retórico quien lo iniciaba en las humanidades. Se buscaba
que aprendieses a ser un orador ya que la elocuencia impregnaba
toda la vida pública romana, aunque, como nos dice Grimal,
la "elocuencia no era un fin en si mismo sino que debía
permitir ejercer su influencia sobre los espíritus y las
almas y, para ello, era necesario que el joven adquiriese
el
conocimiento de «todo lo que es humano»"(Op.
cit.; p. 86-87). Es en esta etapa de la educación que los
niños y
jóvenes comenzaban a recibir la influencia de los
pedagogos (poedagogus), instructores generalmente griegos, de
condición esclavos, encargados de llevar a los
niños a la escuela y luego
ayudarles en sus tareas escolares. Como dice Grimal ; "A los
pedagogos se les debe, con toda seguridad, la
penetración tan rápida y profunda de algunas
costumbres de vida y pensamientos griegos, influencia secreta,
poco comprensible para nosotros ya que no se manifiesta en los
testimonio literarios, pero que es importante reconocer y no
minimizar" (Op. cit.; p. 85)
¿Pero que sabemos de los libros en aquella
época? Según G. Cavallo, en una primera etapa la
lectura y escritura eran casi una práctica exclusiva de
temas religiosos y jurídicos, recogidos en los llamados
«libros lintei» (de tela de lino) y en las
«tabulae lignatias. Pero va a ser en el siglo II a.C. que
aparecen los libros utilizando el papiro. Los libros griegos
fueron el modelo de los
libros latinos.. Leer un libro significaba leer un rollo. Se
leía en forma privada y pública, lo mismo sentado
que reclinado o echado. Era habitual la lectura en voz alta. A
veces se utilizaba lectores especializados, de tal manera que la
lectura devenía en indirecta y oral. En el caso de
lectores no profesionales la lectura era lenta, por dos motivos
fundamentales: por los diversos tipos de letras manuscritas que
se utilizaban, algunos incluso con muchos adornos, y, por otra
parte, porque a consecuencia de la influencia de los griegos se
dejó a un lado la utilización de la interpuncta,
puntos que indicaban la separación entre las palabras, y,
en el siglo I a.C., se adoptó la scriptio continua . Ello
implicaba que era necesario ser muy experimentado para
individualizar la separación de las palabras y a la vez
captar el sentido. Los libros fueron, en un primer momento,
bastante escaso y muy caros, pero en la época de los
emperadores bajaron bastante sus precios.
Cuando estaban aprendiendo a escribir los niños utilizaban
tablillas cubiertas de cera, pero ya más adelantados
escribían sobre papel (charta), elaborado, como hemos
dicho, con el papiro. James Stewart, en su obra "La vida
íntima de los romanos" nos proporciona datos muy
importantes sobre la educación romana. A este autor le
debemos la expresión de que la polis de "Atenas era en
realidad la Universidad del
Imperio romano",
para expresar la costumbre de los jóvenes de familias
adineradas de concluir su educación en las ciudades
orientales de Grecia, muy especialmente en Atenas. (Op. cit ;
p.97)
Con relación a los tiempos del
importantísimo imperio bizantino, muy escuetamente debemos
decir con relación al libro y a la lectura que, como
señala Rolando Castillo, en el largo periodo de la
historia bizantina se dio la existencia de una educación
programada y sistemática con tres niveles :
elemental, gramatical y retórica. Es cierto que en el
primer nivel no se utiliza el libro porque el aprendizaje
era básicamente de memoria, aunque
se sabe que se empleaba la lectura de las fábulas de
Esopo. En el segundo nivel se enseñaba a leer literatura griega
clásica y el profesor, es decir el gramático,
"solía explicarla y valorarla de manera crítica".
En este nivel se utilizaban libros de texto, como "El Arte de la
Gramática" de Dionisio Tracio, los
"Cánones" de Teodocio de Alejandría. Se ejercitaba
muchísimo la lectura, utilizándose preferentemente
las obras de Homero. Esto no
significa, sin embargo, que la utilización de libros no
fuera algo excepcional en la sociedad bizantina, por lo que la
educación era básicamente oral, lo que
exigía mucho la memorización por parte de
profesores y estudiantes. Los profesores podían tener una
copia de algunos pocos libros y de seguro muchos
otros en su memoria. R. Castillo, siguiendo al bizantinista
Robert Browning, nos dice que el profesor leía en voz alta
o transmitía en forma oral lo que tenía guardado en
su memoria. En el tercer nivel (al cual se llegaba entre los 13 y
15 años) el libro de texto por excelencia era el
denominado progymnásmata, que era una compilación
de ejercicios que abarcaban los distintos géneros de la
composición y cuyo autor era Aftonio de Antioquia, quien
fue un maestro de Retórica en Atenas a fines del siglo IV.
Este texto se usó hasta el fin de Bizancio, es decir hasta
el siglo XV. Otros textos muy utilizados en la enseñanza de este nivel fueron cuatro obras
de Hermógenes de Tarso. Cuando los turcos cayeron sobre
Bizancio, muchos intelectuales se marcharon a Europa
colaborando con el renacimiento
europeo, en una medida aun no bien estudiada por los
especialistas.
La Edad Media
europea es, en gran parte, la heredera de la cultura
grecorromana. Los manuscritos se continúan copiando en
scriptio continua. Pero existe una diferencia sustantiva: la
iglesia
cristiana fomenta que todo cristiano alfabetizado debía
leer, que la lectura ayudaba a la salvación del alma, que
la lectura permitía conocer a Dios. Otra novedad,
según Malcolm Parkes, fue el tránsito de la lectura
oral a la silenciosa. La lectura oral supervivió en la
liturgia, pero a partir del siglo VI comienza a cobrar
importancia la lectura silenciosa y se le considera que es mejor
que la oral, porque, como decía san Isidoro, "el lector
aprende más cuando no escucha su voz".
Otro cambio
importante fue el paso del libro-rollo al códice. En la
Enciclopedia Británica al referirse a este hecho, leemos:
"The substitution of the codex for the roll was a revolutionary
change in the form of the book". Debemos, sin embargo, reconocer
que el papiro como soporte de la escritura fue por varios
milenios un material ideal: facilidad para escribir con tinta,
borrar con agua, buena
presentación, durabilidad e incluso facilidad de manejo y
transporte. Se
le ha señalado un inconveniente, el no poder ubicarse con
facilidad un pasaje concreto, amén de otros, pero de menor
importancia.
El códice de pergamino era un nuevo formato de
libro, el cual ganaba en durabilidad al tener una
encuadernación protectora, al mismo tiempo que era mucho
más fácil de manipular, transportar y guardar (se
calcula que su capacidad de almacenamiento
comparado con los rollos era seis veces superior), y, lo tal vez
más importante, era bastante económico. Este
soporte fue muy apreciado por los cristianos, que como miembros
de una civilización basada en el libro (La Biblia), vieron
las enormes ventajas que el códice significaba para la
difusión de la «palabra de Dios», por la
facilidades que brindaba para localizar pasajes bíblicos
en los momentos de sus reuniones.
El medioevo conoció tres tipos de instituciones
de enseñanza y estudio: las escuelas monásticas,
las escuelas urbanas y las universidades. Las dos primeras,
según nos los recuerda E. Jeauneau, están
mencionadas en una capitular de 789. Carlomagno, en dicha
capitular, ordena que se creen escuelas en cada monasterio y en
cada obispado. Las escuelas monásticas, nos dice Jeauneau,
se adaptaba a las estructuras
que rigieron Europa hasta fines del siglo XI. Pero cuando, hacia
fines del siglo XI y comienzos del siglo XII, se amplía el
comercio y aumenta la importancia de la ciudad, el centro de
gravitación escolar se desplaza hacia ellas y es ese el
momento que surgen las escuelas urbanas, también
denominadas capitulares o catedralicias, sin que ello implique la
desaparición de las monásticas. Según
Jacques Le Goff es indisoluble la relación entre ciudad y
profesional de la educación, "para el hombre para
quien escribir o enseñar- en general ambas cosas a la vez-
es su oficio; el hombre que
tiene una actividad profesional de enseñante y de un
sabio, el intelectual, en fin, no aparece sino a una con las
ciudades. (Le Goff, Jacques "Los intelectuales de la Edad Media":
Buenos Aires: EUDEBA, 1965; p. 12).
Según Jeauneau, si en el siglo XII la escuela
sigue al maestro, en cambio en el siglo XIII es el maestro el que
sigue a su escuela. Paralelamente al movimiento que
lleva a los oficios a unirse en corporaciones, la gente de
estudio se agrupa para defender sus derechos y sus privilegios y
ello es el origen de las universidades.
Durante la etapa medieval el libro jugó un papel
muy importante. Recordemos que los dos grandes métodos de
enseñanza eran «la lección» y «la
disputa». La "lección" era una lectura comentada de
Aristóteles, de la Biblia y de las Sentencias de Pedro
Lombardo. La "disputa" se hacía sobre un tema que se
elegía de antemano y se adecuaba a un programa dado
(«cuestiones disputadas») o sobre un tema improvisado
(«cuestiones quodlibética»). [Jeauneau, E. La
Filosofía Medieval" (Buenos Aires: EUDEBA, 1965) y Le
Goff, Jacques, Op.cit; pp.122-126).]
Es muy importante destacar que el libro jugó en
la Edad Media un papel muy importante en la educación,
porque si la palabra del maestro era casi sagrada (el
magíster dixit), sin embargo el maestro de los maestros
era Aristóteles, es decir sus obras. Esto no debe hacernos
olvidar que esa educación era esencialmente elitista y
propia de un elite religiosa. Y es por ello, como bien
señala Jacques Le Goff, que durante la alta Edad Media,
durante el llamado renacimiento
carolingio, los libros eran concebidos como una obra de arte,
como un lujo, con una demanda muy
escasa: "…los libros no se hacen para ser leídos, sino
para engrosar los tesoros de las iglesias o de los particulares
ricos, es decir constituyen un bien económico antes que un
bien espiritual…" (Le Goff, J.;op. cit; p. 16) El copiar los
libros, era para los monjes copistas, no tanto una tarea que
reflejase un interés intelectual, sino mas bien una tarea
difícil que podía ser tomada como una penitencia y
es por ello cuanto más se copiase las posibilidades de
salvación eran mayores.
Un nuevo aspecto irá tomando fuerza a
partir del siglo XII con los llamados traductores, consecuencia
lógica
del desconocimiento en occidente del griego, por predominancia
del latín. Si bien es cierto que Pedro el Venerable
utilizará la traducción como un arma para conocer
directamente el islam y poder
combatirlo, sin embargo la mayor parte de los intelectuales que
se dedicarán a la traducción, lo harán sobre
obras científicas y filosóficas, fundamentalmente
de obras griegas y árabes.
El libro, en la Baja Edad Media, se convierte en uno de
los instrumentos básicos del intelectual, de los alumnos y
profesores de las universidades que hacen su aparición en
el siglo XIII. Como dice Le Goff: "El libro universitario es un
objeto completamente distinto de lo que había sido el
libro de la Alta Edad Media. Está ligado a un contexto
técnico, social y económico totalmente nuevo; es la
expresión de otra civilización…Los excelentes
trabajos del padre Estrés han
mostrado en toda su magnitud la revolución que en el siglo
XIII se opera en la técnica del libro y cuyo teatro es el
taller universitario… La publicación del texto oficial
de los cursos tuvo una
importancia capital en las
universidades. En 1264 los estatutos dela Universidad de Padua
declaran: sin ejemplares no habría Universidad". (Le Goff,
Jacques.; Op. cit; pp. 115-116)
Los libros de la etapa medieval, hemos ya
señalado, destacarían, muchos de ellos, por su
carácter artístico (aquellos que estaban dedicados
a las personas con poder económico). Las ilustraciones
comienzan a jugar un papel muy importante. La
encuadernación se convirtió no sólo en una
técnica sino sobre todo en un arte. Técnica de gran
valía en la medida que la encuadernación
cumplía un rol muy importante, toda vez que, al recibir el
libro el tratamiento de un códice había que unir
las hojas mediante su cosido, así como el resguardarlas de
su deterioro (Al respecto leemos en la Enciclopedia
Británica "The medieval book was a codex written on vellum
or parchment").
Los monasterios jugaron un papel muy importante en la
conservación y difusión libresca, aunque lenta
porque se basaba en la labor paciente de los monjes copistas.
Como podemos leer en la Enciclopedia Británica, la
sustitución del rollo de papiro por el pergamino
significó también la sustitución de los
libros de los clásicos grecorromanos por los libros
cristianos, de personajes tales como Orígenes, Tertuliano,
san
Agustín y san Jerónimo.
La expansión en la producción de libros, así como el
nuevo interés por los clásicos grecorromanos,
comenzará a partir del siglo XII, especialmente por el rol
que comienzan a jugar las universidades, que serán las
instituciones que demandarán libros. Al poco tiempo el
humanismo
también vendrá a jugar papel muy importante.
Comenzaron a formarse importantes bibliotecas como
la Biblioteca
Medicea-Laurenziana, en Florencia, y la
Biblioteca Apostólica Vaticana ( I
)
( S ) .
Relativamente poco tiempo transcurriría (a
diferencia de los milenios del rollo de papiro) para que un nuevo
soporte escritural hiciera su aparición y desplazara en
poquísimo tiempo al pergamino: el papel. Invento chino que
comienza con el llamado «papel de seda», en el siglo
I de nuestra era, pero que tenía como limitación
técnica el ser el producto residual de la
fabricación de colchones y ropa de seda. Sin embargo, los
chinos también escribían sobre un papel denominado
«papel Baquiao» (por el lugar donde fue hallado por
vez primera) y que era fabricado utilizándose fibras de
cáñamo, mezcladas con una pequeña
porción de fibras de ramio. Pero este papel Baquiao era
también un producto residual: residuo de la
fabricación de colchones y prendas de vestir de
cáñamo. El gran salto se dio el año 105,
cuando Cai Lun logra un método para fabricar papel
utilizando corteza de árbol, cáñamo, trapos
y redes de pescar
rotas. Poco tiempo después Zuo Bo perfeccionaría
esta técnica, logrando un papel más fino. Esta
técnica de la fabricación de papel fue llevada a
Vietnam y a Corea y de este último país al Japón.
A mediados del siglo VIII la técnica de la
fabricación de papel fue llevada a Arabia (fábricas
en Bagdad, Damasco y Samarcanda). Los árabes se
dedicarían a la fabricación y exportación de papel hacia Europa. El uso
de papel, por lo económico y práctico,
desplazó a todo otro soporte para la escritura. En el
año 1150 los árabes establecieron fábricas
de papel en España.
Como dice Zhuang Wei en su libro "Cuatro grandes inventos en la
antigüedad china"
(Beijing: Ediciones en lenguas extranjeras, 1980); "El papel y el
método de fabricarlo inventados por China se había
extendido por todo el mundo y numerosos pueblos no sólo lo
usaban sino lo fabricaban. Esto fomentó considerablemente
el desarrollo de
la economía y cultura de los diversos países" (Op.
cit.; p.37).
Y complementando al papel, la aparición de
la imprenta
significaría un cambio tecnológico de gran
trascendencia, porque permitía producir libros en
cantidades antes nunca prevista y de esta manera dar un paso muy
grande en la tendencia hacia la democratización de la
lectura, en la medida que más personas podían tener
acceso a los libros. En la Enciclopedia Británica aparece
un dato muy importante al respecto. Se dice que antes de la
invención de la imprenta, el número de libros
manuscritos en Europa podía ser contados por miles. Pero
que en 1500, es decir apenas 50 años después de
inventada la imprenta, ya había más de 9 millones
de libros. Los primeros libros impresos recibieron el nombre de
incunables, de una expresión latina utilizada en 1639 para
describir los inicios de la tipografía.
Cronológicamente se considera que de 1450 a 1500
es el período de los primeros libros impresos, es decir de
los incunables,
aunque como señala Steinberg, según lo consigna
José Luis Checa Cremales en su obra "El libro antiguo"
(Madrid: Acento Editorial, 1999), este criterio
cronológico no es muy buen reflejo de la realidad de la
aparición del libro impreso porque «Desde el punto
de vista tipográfico, la primera mitad del siglo XVI forma
parte del período de los incunabula por su riqueza de
tipos diferentes» (Op. cit; p. 10). Según nos lo
señala J.L. Checa, Europa produjo unos veinte millones de
incunables: más del 65% estaban escritos en latín
un 7% en toscano, un 6% en alemán, un 5% en francés
y un 1% en flamenco. Como dice Checa «…el impreso sobre
papel con caracteres móviles llamado incunable es, desde
su nacimiento, lo que es el libro hoy en día:
reproducible, intelectualmente duradero y estéticamente
perfecto». (Op. cit.; p. 11). En la primera etapa de los
libros impresos los incunables (del latín cunabulum=cuna)
imitaban a los códices. Svend Dahl, refiriéndose a
este hecho nos dice: «lograron en grado asombroso trasladar
por completo la apariencia del códice de pergamino
medieval al libro impreso y producir obras que no desmerecen en
belleza junto a los manuscritos iluminados» (Dahl, Svend
"Historia del libro". Madrid: Alianza Editorial S.A., 1999; p.
100).
El libro realmente adquiere su aspecto actual en la
segunda mitad del siglo XVI, "cuando el texto se aligera, las
líneas se alargan y los márgenes se ensanchan"
(Checa, J.L. Op.cit.; p.11). Checa considera al siglo XVI la edad
de oro del libro y puntualiza al siglo XVII como la etapa de la
«legalización del libro». Señala que
dicho siglo fue en toda Europa un período de decadencia de
la imprenta, debido a la grave crisis
editorial por «la falta de papel, la lentitud en la
producción, el aumento de los impuestos, la
falta de personal
cualificado y de recursos en los
editores» (Checa, J.L. Op. cit.; p. 14). Es en esta etapa
que los editores se convierten de humanistas en comerciantes, lo
que permitió remontar la crisis. Surge ya una verdadera
organización empresarial impresora, con
una normatividad muy moderna para las relaciones entre el
escritor, el editor y los poderes civil y eclesiástico.
Surge, es cierto, la censura religiosa, sobre todo muy marcada en
España.(En 1501 el Papa Alejandro VI había
recomendado a todos los países de fe católica
establecer una censura de libros e incluso en 1559 por orden del
Papa Paulo IV se produjo la quema de libros hebreos y en 1581 los
manuscritos de la Divina Comedia fueron quemados en Lisboa. En
1599 el Papa Paulo IV inaugura el Index Librorum
Prohibitorum)
El siglo XVIII constituye la etapa del resurgimiento de
la cultura del libro. La técnica de la impresión
mejora notablemente al lograrse una mayor calidad en la
fundición de los tipos, así como por la calidad de
la tinta. Es también una etapa de gran florecimiento
comercial librero. Veamos el caso de la famosísima
Enciclopedia (Diccionario
razonado de todas las ciencias,
artes y oficios por una sociedad de personas de letras"). Dicha
obra fue un gran negocio de librería. Los libreros
(editores en la denominación actual) André
François Le Breton, Antoine Briasson, Michel David y
Laurent Durand firmaron en 1745 un contrato para la
traducción de la Cyclopaedia de Chambers. Pero como las
traducciones producen menos que las obras originales, decidieron
producir una enciclopedia francesa y para ello escogieron como
directores a Denis Diderot y a Jean Le Rond D’Alembert..
Que la Enciclopedia fue un verdadero negocio, no hay la menor
duda. Leamos lo que Jean-Marie Goulemot y Michel Launay escriben
en su obra "El Siglo de las Luces" (Madrid: Ediciones
Guadarrama;1969): "…Los libreros sabían por otra parte,
que su empresa
había puesto en juego
demasiados intereses económicos y financieros y demasiadas
personas para que el gobierno pudiese
prohibirla o frenarla mucho tiempo: incluso hicieron chantaje y
propagaron su decisión de imprimir la obra en el
extranjero, con lo cual Francia
perdería una cantidad apreciable de «divisas».
Por lo demás, disponían de sólidos puntales
en el andamiaje del Estado…"
(Op. cit.; p. 177). Y Jean Pierre Guicciardi en "La aventura de
la Enciclopedia" nos dice que es muy probable que Voltaire
estuviera en lo cierto cuando afirmó que el negocio dio
durante 25 años dinero
suficiente para que más de 1000 obreros, grabadores e
impresores, vivieran de él. Daniel Roche en "¿Hacen
la revolución los libros? nos refiere que Le Breton, el
socio mayoritario del gran negocio que fue La Enciclopedia,
llegó a tener una enorme fortuna. Al morir deja un
patrimonio de
aproximadamente un millón quinientas mil libras tornesas
(un obrero de París vivía con una libra diaria),
cuando al casarse, en 1741, sólo disponía de 50 000
libras. Roche, escribe: "Comerciando con las ideas, este hombre
(Le Breton) tan precavido como intrépido,
contribuyó a cimentar el poder de los intelectuales
parisinos, puso en un aprieto al Estado y a la Iglesia y
suscitó el odio de los enciclopedistas -léase a
Diderot y a Grimm- y la envidia de su gremio".
Es asimismo la época de los piratas de libros. El
lionés Duplain es una figura legendaria de filibustero
impresor, especializado en libros impresentables, as de las
ediciones piratas que permiten a las imprentas de provincias
competir con las de París.
El siglo XIX, centuria del maquinismo, significó
el triunfo de la técnica en la producción del
libro, lo que significó «la sustitución de
los métodos artesanos del pasado por un sistema
mecanizado» (Dahl, S. Op. cit.; p.230)
4. EL LIBRO EN LA ERA DE LA INFORMACIÓN: EL DESAFÍO DE INTERNET.
En un artículo acerca de la realidad actual de la
Internet en Francia escrito por Virginie Coustet, Mathilde
Lelièvre y José Baghdad nos encontramos con el
siguiente sugestivo título: JE CLIQUE, DONC JE PENSE. El
artículo puede ser consultado en:
http://www.sciences-po.fr/observatoire/obs4/clique.htm
Todos somos conscientes que la computadora
e
internet constituyen dos de las revoluciones
tecnológicas más maravillosas de todos los tiempos.
Las computadoras u
ordenadores han dejado de ser el campo exclusivo de los genios de
la informática y hoy se encuentra al alcance
de cualquier persona de
inteligencia
promedio normal. Vive y convive con nosotros, ya sea en la
escuela, en la universidad, en el trabajo, en
las empresas a las
cuales vamos a comprar bienes y/o a
pagar servicios,
etc. Y, en algunos casos, en nuestra propia casa. Es cierto que
por lo general la usamos cada vez más, aprendemos
más sobre su uso, aunque constituye uno de esos aparatos
misteriosos con los cuales hacemos maravillas, pero sin saber
como lo hace, muchas veces sin importarnos cómo lo hace
(Eso lo creemos está reservado para los iniciados en esa
exclusiva y hierática sociedad de los nuevos brujos
informáticos. ¡Acaso no nos hablaron del retorno de
los brujos!)
Con internet
aparece una nueva generación: la generación
web,
conformada por "…millones de jóvenes menores de
dieciocho años que no solo están familiarizados con
las computadoras desde niños, sino que también
tienen acceso a Internet desde las escuelas y universidades. Un
niño que tenga ahora ocho o diez años
aprenderá a utilizar Internet como un recurso más
para su educación. El ordenador conectado a la red será, es, un
instrumento de trabajo para dar acceso a la biblioteca más
grande del mundo" (García «Garanz», Fernando.
"Libros en Internet" (Madrid: Editorial Espasa Calpe S.A. 1998;
p.18)
Marcela Czarny en su libro "La escuela en Internet,
Internet en la escuela. Propuestas didácticas para
docentes no informatizados" (Rosario-Argentina: Homo
Sapiens Ediciones, 2000) nos recuerda que con o sin Internet el
desafío más grande de la educación es el
educar para cambiar y no educar para repetir. Actualmente la
cantidad de información disponible es abrumadora y como la
calidad de la información es muy variada, el
desafío más grande es lograr que los estudiantes
vayan adquiriendo (es algo que requiere tiempo, madurez y
conocimiento) agudos criterios de selección,
espíritu analítico y crítico que siempre han
sido metas de la educación, pero que hoy se extreman
porque al navegar en océanos de información, se
requiere ir aprendiendo qué fuente es valiosa y
cuál no. Es cierto que esto también es
válido para las informaciones que se pueden encontrar en
los libros, periódicos y revistas, pero es innegable que
hoy a través de Internet se tiene acceso a
información en un número desproporcionadamente alto
(lo que motiva que se hable de una «infoxicación»),
pero que al pasarlo por el tamiz de la selección se va
reduciendo, hasta poder quedarse con las necesarias informaciones
de alta calidad. Y cuando digo información no solo me
estoy refiriendo a textos sino a todo tipo de material de
multimedia. La
posibilidad de acceder a museos a través de visitas
virtuales es una fuente valiosa de conocimiento y de fomento de
la sensibilidad artística. Lo propio ocurre con algunos
museos de voces de personajes famosos. O el poder admirar y leer
el facsímil de obras que han sido digitalizadas porque
requieren ser salvaguardadas. Y resulta que en esa
digitalización la resolución de detalles es
superior a la que la observación directa del manuscrito
físico permite. Esto es una maravilla y está al
alcance de cualquier verdadero lector, es decir de aquel que va a
encontrar placer porque lee no solo para informarse sino porque
la lectura, en cualquier soporte, le brinda deleite y, ahora, la
espectacular posibilidad de tener acceso a obras que por
encontrarse en salas especiales de investigación solo estaban a
disposición de un reducidísimo número de
especialistas. Podemos gozar, por ejemplo, con la digitalización de
la crónica de Felipe Guaman Poma de Ayala
realizada por la Biblioteca Real de Copenhague, dentro de
su proyecto de
digitalización del valiosísimo material de su
Departamento de Manuscritos y Libros Raros, considerando
además que la mencionada crónica había sido
propuesta, en mayo de 1997, para su inclusión, por parte
de la UNESCO, en la lista de "Memoria del mundo". Como dice
Rolena Adorno, que nos obsequia un valiosísimo estudio
introductorio a la obra del cronista indio: "Tanto si el lector
quiere leer el texto en prosa del manuscrito o simplemente
examinar sus casi cuatrocientas páginas de dibujos, esta
extraordinaria versión digital posibilita un fácil
acceso para el especialista y para el amateur". Y esto que
decimos sobre esta crónica lo podríamos decir sobre
la edición príncipe de El Quijote, para sólo
citar dos obras de las muchas que ya han sido
digitalizadas.
Lo que pretendo es que se comprenda que Internet abre
una puerta maravillosa para todo aquel que quiere acercarse a
ella con la curiosidad intelectual que ha caracterizado desde
siempre al Homo Sapiens. Y si antes los lectores gozábamos
con la lectura que empleaba átomos, hoy, sin abandonar
esos libros, se nos ha abierto un mundo maravilloso. No hay
ninguna justificación para mostrarse reacio a gozar con
sus encantos. Y lo que es más grave: la responsabilidad que implica para todo docente el
hecho que, como señala Juan Luis Cebrián, director
del diario español
"El País", en una cita que tomamos del trabajo
"Introducción a la era de las nuevas
tecnologías" de Enrique González-Manet
(Unión de Periodistas de Cuba,
http://www.cubaperiodistas.cu/enfoques/seis/era.htm.
), "quien no esté en el sistema de redes será un
ciudadano de segunda categoría, un minusválido
social desheredado del poder". Para que nuestros estudiantes no
sean esos ciudadanos de segunda categoría no nos queda
otra alternativa, a los docentes, que la de no ser nosotros
ciudadanos de segunda, por algo de simple sentido común:
no se puede enseñar lo que no se conoce. Por ello es que
la nueva tecnología es todo un
reto y no una simple moda o algo
que podría ser considerado como adjetivo. En una obra muy
importante, aunque con algunos aspectos polémicos y
ciertas debilidades al prescindir totalmente del análisis
socioeconómico y sus implicancias de la nueva
tecnología en el sector educativo, Antonio M. Battro y
Percival J. Denham nos hablan de «la educación
digital», que es justamente el título de su libro
que aparece tanto en átomos como en bits (http://www.byd.com.ar/edwww.htm)
e incluso hacen referencia a su experiencia en el colegio San
Martín de Tours de Buenos Aires. Ellos nos hablan, por
ejemplo, de la imperiosa necesidad de crear el hábito
digital en la medida que "todo el proceso de la educación
se basa en la creación de «nuevos
hábitos»" y a pesar de su, para nosotros, excesivo
entusiasmo en las nuevas tecnologías y lo que es
más criticable el prescindir totalmente de la realidad
socioeconómica concreta que se vive a nivel planetario,
reconocen que "a pesar de tantos esfuerzos la computadora
no se ha incorporado plenamente a la educación moderna.
Aún no ha sido debidamente domesticada…"
No estamos en contra , todo lo contrario, de la
necesidad de que la nueva tecnología sea parte de la
educación y reconocemos que innegablemente marchamos hacia
una educación que tiende a sacar el máximo provecho
de las nuevas tecnologías y que, lo que es más
importante, los educadores tenemos que compenetrarnos con dichas
tecnologías y hacer que la educación maximice su
eficiencia.
Pero pensar que la educación llegará a ser digital
en un futuro relativamente muy cercano es desconocer totalmente
la realidad económica que se vive en la mayor parte de los
países del mundo, en eso que ahora se denomina la aldea
global. Ya hemos dado datos realmente estremecedores sobre esta
realidad y me parece que dejarlos a un lado lleva a un
análisis inconsistente o que pretende generalizar una
experiencia concreta de un determinado grupo
socioeconómico seguramente alto como si fuera
representativo de toda una sociedad. Recomiendo leer el
artículo «Del Eslabón perdido a la brecha
digital. Un Balance» de William S. Tallah Ingeniero Jefe de
Telecomunicaciones en el Ministerio de Correos y
telecomunicaciones de Camerún con datos acerca de la
realidad de la tecnología en el campo de
telecomunicaciones en África con datos referidos al 2002
(http://www.itu.int/itunews/issue/2002/02/missing-es.html).
No olvidar que en nuestra aldea global por cada 100 personas 80
viven en casas inadecuadas, 66 no tienen agua potable, 66 no han
hecho nunca una llamada telefónica, 50 están mal
nutridos y solo 1 posee educación universitaria. No
olvidar que si en 1820 la diferencia entre el país
más rico del mundo y el mas pobre era solo de 3 a 1, en el
año 2000 era de 72 a 1 y la brecha tiende a crecer cada
vez más. Con esto quiero que se comprenda que no se debe
elucubrar abstracciones porque a nada bueno conduce y solo
enmascara la realidad o por lo menos, consciente o
inconscientemente, se intenta ello.
Es muy buena la cita que hacen Antonio M. Battro y
Percival J. Denham sobre lo que dijera Bernardo A. Houssay,
Premio Nobel de Medicina 1947
sobre el atraso que por lo general se produce con relación
a los avances que logran los grandes pioneros de las ciencias y
que son asimilados por los países más
desarrollados, pero siendo ello válido no se puede
desconocer los diversos aspectos e implicancias analizados por
prestigiosos estudiosos acerca de las diversas perspectivas que
engloban las nuevas tecnologías de la
comunicación ya no solo en el campo educacional sino
en la sociedad toda. No se trata de novofobia ni de ignorancia.
Los educadores que ya hemos entrado de lleno en la cultura
digital (este trabajo es una prueba de ello) conocemos de su
carácter maravilloso y de su grandiosas potencialidades,
pero por lo mismo sabemos, por ejemplo, que "leer en una pantalla
no es lo mismo que leer en papel" (Umberto Eco) y que, por lo
menos hasta el momento (así lo reconocía el propio
Negroponte en su libro El mundo digital) es casi materialmente
imposible leer todo un libro como por ejemplo Educación
Digital en la pantalla de una computadora, a
pesar ser un trabajo poco extenso. He leído ese
interesantísimo «libro» después de
haberlo «bajado» en formato word con tipo de fuente
arial 12 debidamente justificado y con previas correcciones
ortográficas e impreso en papel A4 (49 páginas).
¿Se imaginan los autores del libro en mención si se
tuviera que leer, por ejemplo, en la pantalla de una computadora
la importantísima obra «Historia de la Lectura en el
mundo occidental» publicada por Ediciones Taurus y que
consta de 585 en su edición de tapa dura de1998 y de 668
páginas en su edición 2001?
Más adelante tendremos oportunidad de analizar,
aunque someramente, los desafíos de la nueva lectura
hipertextual y de la lectura que denomino global o totalizadora.
Como nos dice Edwin S. Gleaves, en su muy importante ponencia del
3 de mayo de 1996 en la Asamblea Anual de la Sociedad de
Bibliotecarios de Puerto Rico,
gracias a internet tenemos a mano la biblioteca más
extensa del mundo, una biblioteca con jornada continua, una
biblioteca que no se cierra nunca. Paradójicamente en una
sociedad global que cuenta y va a contar aún más
con una diversidad de fuentes de
información y en los más variados soportes , lo
que se lee es relativamente poco. Y si de calidad se trata lo que
se lee es dramáticamente insignificante.
Marcela Czarny nos señala algunos prejuicios, en
torno a la internet, que se esgrimen dentro del sector
docente:"No… A mí de Internet no me hablen. Yo no
sé nada de computación" "¿Internet?. No
gracias. Suficientes problemas ya
tengo en clase". "No estoy de acuerdo con las nuevas
tecnologías. Son la base de una educación
tecnocrática que apunta a que los alumnos dependan de
aparatos hasta para sumar dos más dos". "Tengo miedo de
empezar a navegar y «hundirme» en el mar de
información que ofrece Internet". Ni estos ni otros
prejuicios tienen una justificación. La explicación
que encuentro frente a las actitudes
dubitativas o de franco rechazo, es la novofobia, de la cual nos
habla el filósofo Mario Bunge. En una entrevista que
le hiciera El Comercio de Lima, en su suplemento dominical, el 8
de mayo de 1997, Bunge al referirse a los niveles primario y
secundario, nos dice con relación a la escuela y el avance
tecnológico: "Pedirles que produzcan algo que no sea
entusiasmo por el aprendizaje es
absurdo. Tienen sólo dos misiones: Una, enseñar; y
otra enseñar a que los alumnos aprendan a aprender por su
cuenta, porque una vez que egresan ya no tendrán al
maestro, a la maestra a quien preguntar, se las arreglarán
solos. Y hoy día, en un mundo que cambia tan
rápidamente, el que no sigue aprendiendo toda la vida se
estanca, queda atrás. En la Argentina decimos "al
camarón que se duerme lo arrastra la corriente", ustedes
también lo dicen. (se refiere al Perú) Eso pasa
ahora mucho más que hace 100 años, entonces las
cosas cambiaban más lentamente; hoy, al impulso de
la ciencia y
de la técnica, el mundo está cambiando muy
rápidamente". Es una obligación del docente el
estar con las últimas innovaciones, el sacarle el
máximo de provecho en su tarea docente y asimismo para su
propia experiencia, porque en la medida que él logre
sentir placer con esos avances podrá transmitir ese
sentimiento a sus alumnos.
En el artículo "Lápiz, Teclado…
todo vale para acercarse a las letras " aparecido en Escuela en
Acción, marzo-abril 1999 (citado por Félix Sagredo)
podemos apreciar la actitud
positiva de los docente frente a las nuevas tecnologías.
Como hemos señalado no tiene sentido la novofobia, mucho
menos dentro de los docentes que tienen que interactuar con
niños y jóvenes que en muy poco tiempo
estarán inmersos, quiéralo o no el sistema
educativo, con la nueva sociedad de la información. En ese
artículo leemos lo siguiente: «La escuela no puede
olvidar la influencia de las nuevas tecnologías, ni
discurrir manteniendo las distancias, sino que debe confluir con
ellas, puesto que los niños y niñas de nuestras
aulas habrán de utilizarlas. Estaba decidido. Había
llegado el momento. En nuestras aulas iba a aparecer "El
rincón del ordenador". Pero surgían los
interrogantes: ¿cómo empezar?, ¿dónde
ponerlo?, ¿cuál sería la
organización adecuada?, ¿será suficiente
un ordenador…? Conscientes de que las respuestas las
iríamos obteniendo con la práctica, empezó
la aventura. Nuestros alumnos y alumnas escriben "a su manera"
desde los tres años, de modo que a partir de ahora se
trataba de escribir con un instrumento más, en el que hay
que pulsar teclas … Una de las primeras preguntas que surgen
ante la experiencia ya tiene respuesta… Aunque solamente
llevamos un mes con este "rincón" nos parece altamente
gratificante por la cantidad de situaciones tanto de aprendizaje
como de interacciones que se generan en él. Pensamos
seguir con él todo el resto del curso y trataremos de
conseguir más ordenadores, bien sea a través de
entidades privadas o de la generosidad de las personas
relacionadas con el centro, como ha ocurrido en esta
ocasión».. (Mª Pilar Martínez,
Concepción Barcala. CEIP "Antonio Machado", Colmenar
Viejo, Madrid )
En realidad, los cambios que se han operado
últimamente son el producto de un largo proceso de
innovaciones tecnológicas. Al comienzo de este trabajo,
frente a la pregunta acerca de si el libro estaba en peligro de
extinción debido al avance de la tecnología
digital, de las tecnologías de la información,
señalaba que el problema estaba mal planteado, debido a
que cuando hacemos un recorrido histórico acerca de la
lectura y del libro, nos encontramos que no es un período
de inmovilismo. Algunos cambios fueron profundos y siempre en
beneficio de lo que en última instancia es lo más
importante, lo más trascendente: la lectura, la
información, la concretización y transmisión
del pensamiento valiéndose de medios que lo hacen
perdurable. Es inconcebible plantearse la posibilidad de la
desaparición de la lectura. Considero que la etapa de la
cultura oral fue la fase primera dentro del gran desarrollo
cultural y que resulta imposible concebir a una nueva etapa de
oralidad pura.
Reflexionemos en el hecho de que el libro es solo uno de
los tantos soportes que ha tenido la escritura. Un soporte que
significó un avance tecnológico extraordinario,
comparable sólo al que actualmente se está viviendo
con la informática. Francisco Aguadero en su libro "la
sociedad de la información" (Madrid: Acento Editorial,
1997), nos dice: "En realidad, el desarrollo tecnológico
no es nuevo; es un proceso social; y como tal, no termina. Se
inició con el hombre en la prehistoria…
Ahora bien, no cabe ninguna duda de que la cantidad de cambios
tecnológicos acaecidos en las últimas
décadas en torno a las tecnologías de la
información y la comunicación, principalmente, incitan a la
historia a que los juzgue, sobre qué tiene realmente de
revolución tecnológica, una vez que con perspectiva
histórica se pueda analizar el grado de impacto y
asimilación producido en la sociedad" (Op. cit.; p. 11).
Lo que tampoco es nuevo es la novofobia. En la época
antigua, ya lo hemos señalado, más
específicamente en la Grecia de los siglo V y IV a. C., la
del gran esplendor cultural, se dio un rechazo, y por
personalidades de la talla de Platón, a la cultura basada
en el libro, en la escritura, en tanto que los sofistas se
convirtieron en los abanderados de la nueva tecnología, la
cual reemplazaría a la cultura oral.
Mucho tiempo tardó en imponerse la lectura
silenciosa, incluso ya aparecido el libro de papiro y
posteriormente el códice. Y por supuesto que la
aparición de la imprenta hizo poner el grito en el cielo a
aquellos que querían seguir con los manuscritos.
Argumentaban sus detractores que la reproducción en grandes cantidades de los
libros iba a llevar a la humanidad a la perdición, porque
no estaba preparada para leer todo lo que pudiera caer en sus
manos, sin el filtro de los custodios del saber. Román
Mazzilli, en un artículo dedicado a la tecnofobia, nos
dice: «¿Qué se dijo del libro en el momento
de su nacimiento? Que era un arma del diablo que enfermaba las
mentes de las personas, que les cambiaba hasta el color de la
piel y
ensombrecía el semblante –piénsese que se
leía a la luz de velas,
muchas veces a escondidas-. Además era un objeto que
venía a destruir la comunión de la gente que hasta
ayer nomás formaba rondas para escuchar las narraciones
orales y hoy se aislaba para establecer contacto con un objeto:
el libro» (Mazzilli, Román. "Algunas imprecisiones
sobre nuestra realidad
virtual: La tecnofobia de Gutenberg
a Internet"
(http://www.campogrupal.com/tecnofobia.html).
Debemos saber, como nos lo cuenta Carlos Sáez, en
su interesantísimo trabajo "El libro
electrónico" (http://scrineum.unipv.it/saez.html)
que refiriéndose a la recién inventada imprenta el
veneciano Filippo di Stara llegó al extremo de decir que
«la pluma es una virgen, la imprenta una puta». Nos
dice Sáez que con ello el veneciano se refería "no
solo al peligro que veía de que se plasmasen por escrito
textos inmorales heterodoxos, sino a que la imprenta
divulgaría el saber entre los ‘ignorantes’.
Recelaba así el temor de que la imprenta acabara con el
tradicional monopolio de
unos pocos sobre la cultura escrita". Y no nos olvidemos, como
nos lo recuerdan Félix Sagredo Fernández y
Ma Blanca Espinosa Temiño en "Del libro al
libro electrónico-digital" «que algunos inquisidores
del siglo XVI solicitaban al Papa Julio II la publicación
de una Bula que permitiera quemar todos los productos de
papel, denominados por ellos "artilugios del demonio", que luego
conocimos expandido por el orbe con el nombre de
imprenta.» (http://www.ucm.es/info/multidoc/multidoc/revista/num9/cine/sagredo.htm#titulo)
Por lo general cuando ahora se nos habla de la imprenta
y de lo que significó para su tiempo se suele pasar por
alto, salvo entre los estudios especializados, la reacción
negativa que ella ocasionó y como se repitió la
reacción conservadora que se había dado en los
siglos V y IV a.C. en Grecia. Novofobia y conservadurismo
caracteriza la reacción frente al invento revolucionario
de la imprenta. Hoy deberíamos conocer y comprender mejor
esa reacción y reflexionar sobre sus causas profundas para
tener una comprensión más exacta sobre lo que
sucede actualmente cuando nos enfrentamos a cambios
tecnológicos tan grandes que también generan la
reacción novofóbica, sobre la cual nos ha hecho
reflexionar Mario Bunge y el escondido conservadurismo bajo el
disfraz de temores imaginarios frente a potenciales peligros que
están acarreando las innovaciones tecnológicas como
Internet.
Leemos en un interesante trabajo de Roger Chartier, de
la École des Hautes Études en Sciences
Sociales-Paris, titulado "El concepto del
lector moderno" (http://cervantesvirtual.com/historia/CarlosV/cultura.shtml)
aspectos muy importantes sobre la reacción que
originó la imprenta y que consideramos necesario citar
porque, como volvemos a enfatizar, es necesario que esto no quede
en el campo exclusivo de los especialistas porque al encontrar
similitudes de fondo entre reacciones ocurridas en el pasado con
las actuales podremos tener una visión más certera
que nos ayude a comprender mejor situaciones presentes. Leemos en
el citado trabajo con relación al desprecio que
generó la imprenta por la supuesta democratización
cultural que iba a generar dicho invento. "Semejante
divulgación de la cultura escrita otorgada por la
imprenta, fundamentó el desprecio de la nueva
técnica y de sus productos (Bouza, 1977). Duraderamente en
los siglos XVI y XVII se opuso a la alabanza de la
invención de Gutenberg, las quejas contra las corrupciones
que había introducido. Tanto los autores fieles a un
modelo aristocrático de la escritura como los eruditos de
la «Respublica litteratorum» despreciaban el
negocio de los libreros y la publicación impresa de los
textos, porque según ellos, corrompían a la vez la
integridad de las obras, deformadas por los yerros y gazapos, los
componedores y correctores ignorantes, la ética
literaria, destruida por la codicia, la avidez y las
piraterías de los editores, y, finalmente, el sentido
mismo de los textos, comprados y leídos por lectores
incapaces de entenderlos. Los aristócratas y los eruditos
preferían la circulación manuscrita de las obras
porque destinaba los textos sólo a los que podían
apreciarlos o comprenderlos, y porque expresaba la ética
de obligaciones
recíprocas que caracterizaba tanto la urbanidad nobiliaria
como las prácticas intelectuales eruditas".
La resistencia al
cambio fue sustantiva. El apego a los manuscritos, ¿
acaso no nos recuerda a actitudes actuales de aquellos que tienen
una actitud cerrada de oposición a los cambios
electrónicos en materia de
soporte de los libros?
Conviene señalar, sin embargo, que ciertos
entusiastas de las nuevas técnicas y
detractores de los para ellos obsoletos libros son en realidad
personas que nunca tuvieron el hábito de la lectura y por
lo tanto desconocen el maravilloso placer de la lectura (en
cualquiera de sus soportes) y tan solo han adoptado una actitud
tipo moda, la cual implica una ignorancia total al creer que las
bibliotecas y con ellas lo libros y revistas van a dejar de
existir porque basta poseer una computadora e Internet para tener
todo lo que uno desea saber. Mario Bunge en un magistral conferencia "Tres
mitos de
nuestro tiempo: Sociedad virtual, globalización igualamiento
socio-económico por obra de la red electrónica y del libre comercio"
realizada el 22 de mayo de 2001 y que la Universidad Inca
Garcilaso de la Vega la ha publicado en su revista Argumentos y
Novedades (Lima: Universidad Inca Garcilaso de la Vega,
Año 3, N° 3, abril 2002; pp.173-189) al referirse al
mito de la
sociedad virtual señala que según esta
utopía, entre otras cosas "… las aulas se
convertirán en talleres en que cada estudiante
estaría frente a una pantalla sin ver a sus instructores,
ni interactuar con sus padres salvo a través de la
pantalla. Mejor aún, las aulas desaparecerían, y
todos aprenderíamos sin salir de casa, las bibliotecas
serían desplazadas por internet,…"
Las personas que sostienen («creen»
sería el mejor calificativo) que las nuevas
tecnologías han dado un golpe mortal al libro poseen, por
lo general, (aparte de los utopistas) un nivel cultural que deja
mucho que desear, que los ha caracterizado la pereza intelectual
y no han leído o tan solo lo han hecho por
obligación, que ya sabemos que no es verdadera lectura.
Ellos creen que internet es la no-lectura, el no-libro, con lo
cual demuestran su total ignorancia sobre lo que es realmente o
lo que potencialmente significa internet. Son personas incapaces
de comprender lo que son ahora las bibliotecas y mucho menos
pueden apreciar el significado cultural de la
nueva Biblioteca de Alejandría que
ha vuelto abrir sus puertas el 16 de octubre del 2002.(
Tras casi dos milenios de ausencia, la
apertura de la
nueva Biblioteca de Alejandría es
un acto de coraje y esperanza del gobierno egipcio y de la
UNESCO, sus principales mecenas. Su monumental edificio tiene
capacidad para 8 millones de volúmenes y alberga,
además, un centro de conferencias para 3200 personas, un
planetario y cinco institutos de investigación entre los
que se encuentran la Escuela Internacional de Estudios en
Información, el Laboratorio de
Restauración de Manuscritos Raros y un centro de Estudios
del Internet que ya ha permitido que algunos de los 10.000
manuscritos y libros raros de la rica colección de la
biblioteca hayan sido digitalizados).
Pero volvamos al punto de lo que implicó la
resistencia a la
imprenta y a la divulgación cultural. En el citado trabajo
de Roger Chartier leemos "No abandonó el lector moderno
los manuscritos. En las casas aristocráticas, la
advertencias y consejos que los nobles componían para sus
hijos conservaron una forma manuscrita que, a la vez
protegía su secreto o privacidad y permitía la
incorporación de correcciones o adiciones. Pero más
allá del ámbito nobiliario, la lectura de los
textos manuscritos se mantuvo durante toda la primera Edad
Moderna".
Uno de los aspectos que se le critica a la nueva
tecnología de la informática, de la
expansión incontenible de internet con relación a
los vínculos interpersonales, es que, a semejanza de lo
que en su época se le criticó al libro, internet
según sostienen algunos, crea una relación adictiva
con referencia a un objeto, en este caso la computadora y que por
ello se corre el riesgo de generar
personas que rompen vínculos con sus semejantes, para
volverse casi autistas. ¡Nuevamente la novofobia y el
avizorar futuros apocalípticos!
Sin embargo ello no es todo lo trágico con lo que
se suele pintar. Un trabajo bien meditado, elaborado a
través de la red por Máximo Lameiro y Roberto
Sánchez, titulado "Vínculos e Internet. Investigación cualitativa acerca de nuevas
formas de vincularse" (cuya metodología de trabajo fue a través
de la red por dos personas que no tenían relación
física
directa), estudio que data de abril de 1998 y que puede leerse
en http://www.campogrupal.com/vinculos.html,
nos permite una aproximación muy certera sobre esta
problemática. Ellos señalan que el primer
acercamiento a internet no tiene, por parte de los que se inician
en su uso, un propósito definido, sino que obedece a una
suerte de curiosidad intelectual, para saber de qué se
trata esa cuestión del ciberespacio y que una vez
satisfecha esa curiosidad quedan como usuarios de internet
fundamentalmente por la dimensión interpersonal de
internet (chat y e-mail)
y no así por su poder informativo. "En este sentido
Internet desborda la función puramente utilitaria de
proveer información para convertirse en un instrumento que
acerca a las personas, permite su comunicación y el
establecimiento de vínculos duraderos entre ellas". (Op.
cit) . Lo novedoso es que el ciberespacio resulta un medio
liberador en la medida que el vínculo interpersonal no es
cara a cara, la persona se torna como invisible y queda expresada
sólo en palabras. Como dicen los autores citados:
"Así podemos ser sin ser vistos y podemos establecer una
relación con el otro sin verlo".Esta invisibilidad en la
relación interpersonal permite que se puedan reprimir y a
la vez aflorar aspectos de la
personalidad, porque no existe el freno que significa una
relación directa (cara a cara). Por esto es que los
citados autores adelantan, como una de las hipótesis que manejan la referente a que
"toda persona que interactúa en el ciberespacio desarrolla
una nueva personalidad
que puede diferir desde un grado mínimo a un grado
máximo con su personalidad del espacio habitual de su
experiencia cotidiana". Probablemente, nos dicen Lameiro y
Sánchez, la supuesta "deshumanización" o
"irrealidad" de los vínculos interpersonales a
través de internet se deba al hecho de que los usuarios
tienen una experiencia aún corta de esta nueva realidad y
muy presumible las nuevas generaciones de usuarios
aprenderán este nuevo modo de relación (in absentia
del cuerpo) con mayor "naturalidad". Por todo ello es que el
correo
electrónico y el chat constituyen los aspectos
más importante para la casi totalidad de usuarios de
internet. El correo electrónico tiene, por el hecho de ser
una comunicación off-line, una ventaja sobre el teléfono, que es una comunicación
on-line. El teléfono no da tiempo para una adecuada
reflexión, cosa que sí se obtiene en las relaciones
y comunicaciones
vía e-mail, que posee una estructura
diferida en la comunicación. El chat, en cambio, se
asemeja al teléfono en su carácter "on-line", es
decir la comunicación es en tiempo real y la respuesta
tienen que ser inmediata, lo cual le quita la reflexividad que da
el e-mail, aunque sus usuarios constantes señalan como
ventajoso la inmediatez del intercambio, así como el hecho
de poder participar en el «chateo» varias personas a
la vez, lo cual tiene que ver con el carácter
lúdico que se da en el hábito que adquieren algunos
usuarios de la red, fundamentalmente jóvenes. Una
investigación internacional sobre el impacto de Internet
en los jóvenes, a cargo de investigadores de Francia,
Canadá, Suiza, Bélgica, Italia,
España y Portugal, con chicos de entre 12 y 17
años, llegó a la conclusión de que los
jóvenes prefieren el chat al correo electrónico,
navegando en forma solitaria, o a veces con un hermano o un
amigo, pero raramente en familia, ven
más a Internet como un divertimiento que como una
herramienta de trabajo y tienen la tendencia a volver sobre un
reducido número de sitios conocidos, antes que aventurarse
a explorar nuevas posibilidades.
Otro aspecto que atrae a los jóvenes son los
juegos cada
vez en mayor cantidad y muy sofisticados al cual pueden tener
acceso vía internet. De esta manera encontramos que los
niños y los jóvenes, y también muchos
adultos, acceden a Internet no para aprovechar toda la descomunal
fuente de información que ella nos puede brindar, sino
para establecer vínculos interpersonales y para
distraerse, e incluso para acceder con una facilidad nunca antes
dada a la pornografía.
¿Pero ello descalifica a internet? Por supuesto
que no, puesto que con los libros, revistas y periódicos
(medios que utilizan como soporte el papel) sucedió y
sucede algo parecido. Es innegable que mucho de lo que se edita y
lee (que es realmente poco) es material literario de escaso valor
cultural. Más se publica y lee en función de la
simple y trivial distracción. Muchos de los libros y
autores que se ponen de moda, o que los ponen de moda, a
semejanza de cómo se hace en otras actividades (cantantes,
por ejemplo) son de escasísimo valor real. Pero debemos
ser comprensivos y entender que el interés principal del
mayor porcentaje de seres humanos es eminentemente
hedónico, y que ello se satisface a través de
lecturas que solo distraen, en el mejor de los casos. Lo malo de
esta tendencia es que cada vez se lee menos y cada vez se
deteriora o se devalúa el contenido de las
publicaciones.
Podemos comprender con claridad que internet no pone en
peligro el libro, porque ya hemos señalado que lo medular
es la escritura y la lectura. Que el libro sea de papiro,
pergamino, papel o electrónico es lo accidental. Lo
esencial es la escritura y ella exige, necesariamente, un
soporte, salvo que pretendamos volver a la etapa de la oralidad.
Como dice Armando Petrucci en "Leer por leer: Un porvenir para la
lectura": "¿Cuál será en el futuro
próximo la actividad de la lectura de los hombres?,
¿cuánto se extenderá socialmente y sobre
qué tratará?. ¿Qué importancia y
qué funciones
tendrá en la sociedad?, ¿la demanda de la lectura
crecerá o disminuirá?. Y cómo se
comportarán con respecto a esto las diversas áreas
socioculturales del planeta? Y, por último, es verdad lo
que se ha afirmado recientemente, es decir que «la
actividad de leer se retrae en la misma medida en que la
operación de leer se universaliza»?"
Petrucci nos dice que es en los Estados Unido donde se
da la más clara diferencia entre una cultura juvenil
mediática, volcada en la música rock, el cine, la
televisión y los juegos electrónicos y que deja
en segundo plano la lectura, limitada esta a obras de narrativa
contemporánea y sobre todo de ciencia
ficción y tebeos; y una cultura juvenil tradicionalmente
cultivada, que se basa en la lectura de libros, en la asistencia
al teatro y al cine de calidad, en escuchar música
clásica y en el uso complementario de las nuevas
tecnologías mediáticas". El lado opuesto de esta
medalla, según nos los señala Petrucci, es el
Japón. Dicho país posee la más grande
concentración de lectores «experimentados», a
lo que corresponde una industria
editorial que produce casi cuarenta mil títulos al
año, con una tirada total de cerca de mil millones y medio
de ejemplares y que cuenta con unas cinco mil empresas editoras.
Es un país con lectura generalizada debido al prestigio de
la escritura y porque el japonés considera un deber el
estar informado y formado por la cultura escrita y donde,
además, el prestigio de las escuelas y la universidades
está fuera de cualquiera duda.
Todo lo anterior hace que juzguemos que es exagerada la
posición del lingüista italiano Raffaele Simone para
quien Internet es "el principal enemigo del libro y de la
lectura, a pesar de su apariencia de estar hecho para leer y
escribir", porque lo que realmente ha producido es un retroceso
evolutivo que sustituye la lectura por la simple mirada. Un
desmentido a esto es esta propia cita, que procede justamente de
Internet, de un comentario de Juan J. Gómez publicado en
El País (Madrid) el 14 de febrero de 2001 a raíz de
una
conferencia del profesor Simone que fuera
organizada por la Fundación Santillana. Gracias a esta
tecnología sabemos que el profesor Simone dedicó su
ponencia a repasar los cuatro cambios que han traído "la
disolución de un paradigma de
cultura, de información y de cultura". A manera de
ilustración extraemos del mencionado
artículo de Juan J. Gómez esos cuatro
cambios:
-Cambio en la jerarquía de los valores:
ahora la visión natural prevalece sobre la
alfabética.
-Aumento del valor de la imagen y con ello
la supremacía de los menos estructurado sobre lo
más estructurado.
-Se ha modificado la naturaleza de la
escritura y la tipología de los textos
(hipertextos)
-Nueva forma de elaborar la información, que
él cataloga como "no proposicional" y la cual se
caracteriza porque ha perdido los rasgos de ser analítica,
estructurada, contextualizada y referencial, para convertirse en
"una masa indiferenciada donde todo está en todo" y que
desprecia el análisis y la experiencia.
En el mismo artículo dedicado a la conferencia de
R. Simone se informa que la introducción estuvo a cargo
nada menos que del filósofo español Fernando
Savater, quien conociendo el pensamiento de Simone
manifestó ser contrario tanto a las "visiones
apocalípticas " como a los "entusiasmos desmedidos" con
relación a Internet, aunque señaló que "los
jóvenes no leen porque solo entienden los textos que son
muy simples". Al respecto es muy importante leer a Sven Birkerts
sobre su experiencia en 1992 al impartir un curso sobre «El
relato corto americano» que lo llevó a la
conclusión que sus jóvenes estudiantes "…salvo
unas pocas excepciones, no eran lectores, ni nunca lo
habían sido; que siempre se habían entretenido con
música, televisión
y vídeos; que tenían bastantes dificultades como
para concentrarse en una prosa de cierta entidad…" Y
continúa: "Todo esto confirmó mi antigua sospecha
de que, habiendo madurado en una cultura electrónica, mis
alumnos de manera natural exhibirían determinadas
habilidades y carecerían de otras. Pero las implicaciones,
como empecé a darme cuenta, eran asombrosas, en particular
si se las consideraba no como una carencia generacional temporal
sino como un cambio permanente…" (Birkerts, Sven "Elegía
a Gutenberg. El futro de la lectura en la era
electrónica"; pp. 31-32).
Por otra parte Savater puso como ejemplo de la peligrosa
influencia que tienen las nuevas tecnologías en la
educación la desaparición de la ortografía y de la sintaxis que caracteriza
a muchos correos electrónicos. Este último aspecto
es muy importante desde el punto de vista pedagógico y lo
mencionamos más adelante. Sartori precisa bien la
relación de la televisión con la educación.
Sartori nos dice: "…Yo creo que Internet puede ser un
instrumento formidable de uso práctico. Pero en la esfera
de lo que a mí me interesa, es decir la Paidéia, la
formación del conocimiento, dependen del usuario. Si yo le
doy una máquina maravillosa a un auténtico
analfabeto, no la sabrá utilizar. Este es el punto. Es la
capacidad del usuario que convierte positiva la
utilización de Internet. Si el video-niño
entra en el mundo de Internet se repite el mismo problema. Es
decir que podrá buscar solo juegos o vaya a saber
qué cosas. Toda máquina necesita un contexto de
valorización por parte de quien la da. ¡Si yo le doy
un reloj suizo a un chimpancé, lo rompe! Si metemos a
chimpancés dentro de Internet podrán jugar con los
niveles de chimpancés, pero no más".
Un aspecto muy importante con relación a las
nuevas tecnologías es el concerniente a la nueva forma de
lectura. Con el libro o revista de papel la lectura viene
determinada por el autor. Leer un libro de principio a fin
significa una linealidad, la cual está predeterminada por
la estructura dada por el autor del libro. La lectura de los
textos digitalizados o electrónicos es una lectura
hipertextual y por la naturaleza del hipertexto deviene en un
lectura no secuencial, no lineal, una lectura de curso sinuoso,
que a la manera de los ríos que se desplazan por zonas de
llanura, de escasa pendiente, va discurriendo sinuosamente, con
múltiples brazos e incluso con cursos abandonados, que se
convierten en pequeñas y efímeras lagunas. El
hipertexto, definido como "Forma de organización de textos
e información. En lugar de leer un texto en forma
continua, ciertos términos estarán unidos a otros
mediante relaciones (enlaces o links) que tienen entre ellos"
(Galo, Igor "Diccionario de Internet". Madrid Acento Editorial,
2001; p.42).
Lo que hace posible la lectura no lineal, es decir el
poder saltar en un documento de hipertexto es el
hipervínculo, el cual es un enlace electrónico que
permite localizarse en otra dirección, entendida esta como la "serie de
caracteres numéricos o alfanuméricos que
identifican un determinado recurso de forma única y
permiten acceder a el" (Galo I. Op, cit; p.31). La lectura
hipertextual es el correlato de la escritura hipertextual. El
hipertexto genera una lectura multilineal y multisecuencial. Como
señala Ana Calvo Revilla en "Lectura
y Escritura en el hipertexto" el hipertexto no
posee un eje primario de organización; "es el lector
quien, libremente y con una gran autonomía, desplaza o
fija el principio organizador marcando su recorrido entre las
lexias a través de diversas trayectorias, bien dentro de
la obra o fuera de ella. En cualquier caso, el texto principal ya
no constituye el centro, pudiendo haber tantos centros de lectura
como lectores posibles…" (Calvo Revilla, Ana). Sin embargo,
como bien señala la autora que venimos citando, la no
linealidad de la lectura en el hipertexto no significa una real y
total autonomía del lector con relación a la
estructuración de la obra hecha por el autor, puesto que
los caminos o atajos que se pueden seguir vienen dados por el
autor (persona natural o institución) que colocó
los enlaces, que estableció los hipervínculos. En
el caso de nuestro trabajo los links propuestos son aquellos que
consideramos que un lector interesado en profundizar el tema debe
conocer, debe transitar por ellos, aunque esto signifique
abandonar por un momento el supuesto curso principal o curso
orientador (que lo constituiría el presente trabajo).
Asimismo los enlaces permiten conocer el texto completo cuando se
hace una cita de un texto que se encuentra en la red. Esto no es
factible cuando se escriben libros o revistas «en
átomos».. Si se quería leer el texto y
contexto completo de donde procedía una cita que uno
consideraba importante, bien se adquiría el libro o
revista citada o tenía que ser consulta en una biblioteca
o hemeroteca. Se puede, a través de la bibliografía citada por el
autor, recibir una orientación hacia donde dirigirse para
profundizar los temas tratados, pero es
imposible interconectar textos (que no solo incluyen textos
escritos, sino también material visual, sonoro, etc.). La
hipertextualidad permite leer en forma multidimensional y
multidireccional. Actualmente existen, por ejemplo, muchos
documentos históricos que han sido digitalizados y que se
encuentran en la red y que vía los hipervínculos
podemos acceder a ellos con sólo hacer un clic con nuestro
ratón. Por ejemplo, si estoy escribiendo sobre la
conquista española de América
y hago referencia al Requerimiento, documento que
pretendía justificar la conquista a través del
concepto de la guerra justa,
puedo tratar que mi lector lea íntegro ese documento y por
lo tanto crearé un hipervínculo y podré
facilitarle el acceder a la lectura del
Requerimiento con solo hacer un clic sobre
dicha palabra que se identifica porque cuando llevamos el cursor
sobre ella aparece una mano derecha pequeñita cuyo
índice apunta a la palabra, apareciendo de inmediato en la
parte superior de la palabra y en un recuadro el URL
respectivo.
Lo más importante es que el hipertexto permite
que el lector pueda acceder, conforme va leyendo un texto
determinado, a temas que son mencionados y sobre los cuales el
lector desearía en el momento recibir cierta
información, de allí el carácter no lineal
de la lectura hipertextual. Como señalan Juan Antonio
Pastor Sánchez y Tomás Saorín Pérez
el hipertexto, como estructura activa, interviene en la
búsqueda de información orientando al lector (ellos
lo llaman usuario) en la navegación, permitiéndole
acceder a información acorde a las necesidades del lector,
pero que innegablemente viene sugerida por el autor que
preparó el hipertexto con sus hipervínculos. Le
corresponde al lector evaluar la calidad de la información
a la cual acceda, pero existe la gran ventaja de que esos
hipervínculos por lo general conducen a otros
hipervínculos y por ello se puede ir saltando textos y
discriminar la calidad de los mismos. En última instancia
quien tiene que decidir sobre lo que le es útil o no es el
propio lector y es por ello que se requiere de un gran
espíritu analítico y crítico. En los textos
electrónicos como en los libros ante la pregunta de
Diderot acerca de quien sería el verdadero amo, el lector
o el escritor, la respuesta de A. Manguel acerca de que verdadero
amo es el lector es plenamente válida.
Por supuesto que puede darse el caso, que con mucha
frecuencia nos suele pasar a los que recurrimos a Internet en
búsqueda de información, de encontrarnos saltando
de un texto a otro y nos damos cuenta que tenemos que orientar
esa «navegación» en función a un
objetivo
central, para no estar perdidos y a la deriva. Adelaine Bianchine
en su trabajo "Concepto y
definiciones de hipertexto" nos dice al
respecto: "A diferencia de los libros impresos, en los cuales la
lectura se realiza en forma secuencial desde el principio hasta
el final, en un ambiente
hipermedial la «lectura» puede realizarse e forma no
lineal, y los usuarios no están obligados a seguir una
secuencia establecida, sino que pueden moverse a través de
la información y hojear intuitivamente los contenidos por
asociación, siguiendo sus intereses en búsqueda de
un término o concepto".
La lectura multilineal y multisecuencial también
se da cuando tenemos textos digitalizados en CD ROM. Por
ejemplo si estamos consultando una determinada enciclopedia (Vg.
la Encarta o la Británica) nos encontramos con un
hiperespacio muy amplio. El hiperespacio es el término que
describe el número total de locaciones y todas sus
interconexiones en un ambiente hipermedial" (Ana Calvo Revilla).
Algo más, nos podemos mover internamente mediante los
enlaces o hipervínculos, es decir sin salir del hipertexto
central, en este caso la enciclopedia que se está
consultando, pero también podemos expandir el hiperespacio
hacia fuera y abandonar el hipertexto central, como es el caso
cuando consultando una de las Enciclopedias mencionadas o
cualquier otro CD ROM
vía los enlaces a Internet salimos del hipertexto central,
para lo cual se nos puede brindar el escoger una selección
de enlaces (links) propuestos por el equipo editorial, sobre la
base del tema que estamos consultando, o si deseamos hacer un
búsqueda general. En el caso de la Enciclopedia Encarta,
por ejemplo, en cualquiera de los dos casos queda abierta una
ventana que nos permite regresar a la portada principal de la
enciclopedia y poder volver buscar información en ella en
forma inmediata.
El hipertexto realmente ha revolucionado la lectura.
Recordemos que el hipertexto es un medio informático que
relaciona información tanto verbal como no verbal, al
almacenar caracteres, todo tipo de imágenes,
cuadros, esquemas, fotos,
vídeos, películas, sonidos. Innegablemente las
ventajas de un texto de formato electrónico son
fantásticas. Sin embargo su uso tiene que ser
adecuadamente dosificado y con objetivos
claros y precisos. Se ha señalado que el uso del
hipertexto suele provocar la desorientación del lector
quien se pierde en el sistema cuando se aleja demasiado del punto
de partida como consecuencia, según lo señalan Juan
A. Pastor S. y Tomás Saorín P., de no seguirse "una
rígida y superficial ruta trazada de antemano por el
diseñador del sistema. Se deben poner pues a su
disposición ciertas herramientas
que ayuden en el acceso a la información contenida en las
hiperestructuras." [Juan A. Pastor S. y Tomás
Saorín P. "El hipertexto documental como solución a
la crisis conceptual del hipertexto. El reto de los documentos
cooperativos en redes"(http://debiblio.yoll.net/articulos/art13.html)]
La lectura hipertextual exige maximizar criterios de
metas y objetivos claros y precisos cuando se está
investigando, porque se corre el riesgo de perder tiempo
incursionando por caminos que no nos conducen a nuestro objetivo.
Aunque, valgan verdades, a veces podemos encontrar placer en una
lectura aparentemente caótica, pero que en el fondo no lo
es porque siempre estará en función de nuestros
intereses. A los verdaderos lectores el mundo del hiperespacio y
del hipertexto subyuga y brinda un placer
insospechado.
La Licenciada en Ciencias de la Educación
Patricia Halaban de la Universidad Blas Pascal de
Córdoba, Argentina, en un estudio muy interesante titulado
"Texto e Hipertexto: ¿Muerte del
libro?" ( http://www.utec.edu.sv/campus/campus.htm
) analiza el supuesto choque irreconciliable entre los
nuevos medios de información y comunicación
(Computadoras, internet, etc) con los libros, pero partiendo de
lo que muchas veces pasa desapercibido y es que ambos son
instrumentos tecnológicos en la medida de que ambo tipos
son instrumentos que sirven o se utilizan como mediadores en
diferentes contextos y en distintos tipos de acciones sean
éstas simbólicas o materiales. P. Halaban precisa
que los elementos mediadores permiten al individuo actuar y
transformar el entorno. Las herramientas lo harán en el
medio físico, los signos, como mediadores
simbólicos, sobre el mismo sujeto. De allí concluye
y como mucha agudeza P. Halaban que tanto la computadoras como el
libro son productos tecnológicos donde es preponderante el
componte artefactual y simbólico, pero en realidad son y
han sido parte de las prácticas y sistemas
organizativos con los cuales mantienen una relación
dialéctica, tanto porque son producto de aquellas como
porque inciden en nuevos y variados desarrollos y tipos de
interacción social.
Los docentes de todos los niveles y muy especialmente
los del básico tenemos el reto ya no sólo de tratar
de crear el hábito de la lectura que llamaremos, aunque
inadecuadamente, tradicional o clásica (en átomos
según la expresión de Negroponte) que de por
sí tiene sus grandes desafíos, limitaciones y
misterios, sino que además nos corresponde la tarea de que
los niños y jóvenes descubran el mundo de la
lectura hipertextual, que no ha de consistir en el simple conocer
la existencia del hipertexto o su uso solo por la
obligación de tareas propias de los estudios
académicos, sino, lo que es verdaderamente fundamental,
lograr que se acceda a la lectura por el simple hecho del placer
que ella brinda y ello tiene que hacerse a estas alturas del
desarrollo tecnológico con un concepto de lectura global o
totalizadora, es decir que incluya tanto la lectura lineal,
secuencial como la lectura no lineal, no secuencial, es decir
hipertextual. Todo un desafío pero que en el fondo es el
gran reto de todo docente de fomentar la lectura, de poder crear
el hábito de la lectura. Sabemos que ello no es nada
fácil porque no es solo, y para muchos ni siquiera
fundamental o decisivo el papel de la educación formal,
sino que, como se desprende de numerosos estudios y la
constatación de casos concretos, la creación del
hábito de la lectura y su fomento está
básicamente condicionado al rol que sobre estos aspectos
juega el entorno familiar del niño y del joven.
Está ocurriendo, sin embargo, con consecuencias no
previstas, que con la lectura hipertextual el rol de la
educación formal es casi exclusivo y por lo tanto
decisivo, fundamental, porque en muchos casos, por lo
relativamente nuevo del hipertexto, muchísimas familias
quedan al margen de poder tener alguna influencia sobre sus
hijos, lo cual se agrava aún mucho más en los
niños y jóvenes de condición
socioeconómica baja (recordemos los info-ricos y los
info-pobres) cuyos padres no tiene la posibilidad de adquirirles
una computadora y todos los bienes complementarios que ella
acarrea y, lo que agudiza más el problema, aún en
el caso de que sí puedan adquirirles una computadora y
tener con ella acceso a Internet, un porcentaje abrumadoramente
alto de padres no podrán orientar a sus hijos, a pesar de
ser padres relativamente jóvenes, porque saben muy poco y
en algunos casos casi nada acerca de esta nueva herramienta
tecnológica, reduciéndose muchas veces tan solo a
una utilización del correo electrónico o del chat.
Algo más, en casi todos los países pobres del
mundo, que constituyen la mayor parte de nuestro planeta, la
educción pública no se encuentra en capacidad para
poder brindar una educación acorde con el desarrollo
tecnológico, lo que ya hemos comentado al referirnos a la
brecha digital. El desafío es pues gigantesco y se suele
presentar como abrumador en la medida que la brecha (en todos los
aspectos) entre los países pobres, atrasados y los
países ricos, desarrollados, tienden cada vez a crecer.
5. LOS DISCOS ÓPTICOS: CD ROM Y DVD
Los
discos ópticos son aquellos que tienen
capacidad de almacenamiento binario. Son
«leídos» por un lector óptico. Los CD
(Compact Disc) son aquellos utilizados para almacenar audio
(fundamentalmente música hasta 74 u 80 minutos). Son los
CD de música que compramos y que tienen esa
duración como máximo y que pueden ser reproducidos
en los equipos de sonidos convencionales. Sin embargo cuando son
procesados para ser utilizados en las computadoras los CD se
convierten en CD ROM (Compact Disc Read Only Memory) y su
capacidad se potencializa de tal manera que en un solo CD se
pueden incluir una gran cantidad de audio, además de
textos, imágenes, vídeos y animaciones. No hace
muchos años atrás aparecieron los que en un primer
momento fueron llamados los POWER CD, definidos como un producto
mixto que podía ser reproducido tanto en un lector de CD
Audio convencional como en un lector de CD Rom, que tenía
una pista de datos (no reproducible en equipos de sonidos) que el
usuario que no tenía computadora no debía utilizar
(el equipo de sonido no
reconocía la pista de datos como no ejecutable) y esto
convertía al POWER CD en un producto mixto que
podía ser utilizado como un simple Compact Disc
convencional o como un CD Rom. Pero al poco tiempo aparecieron
POWER CD cuya pista de datos es obviada por los equipos de
sonidos los cuales solo ejecutan las pistas con música, es
decir que el sistema denominado Extra CD no obliga a saltar
ninguna pista especial cuando se utiliza un lector de CD Audio
Este tipo se emplea en los CD relacionados con música
clásica, sus autores e intérpretes. Los CD
aplicados solo al sonido aparecieron en 1982
Igor Galo en su "Diccionario de Internet" (Madrid:
Acento Editorial, 2001) define el CD-ROM como el
"Disco capaz de almacenar texto, sonido, imágenes o
cualquier tipo de datos. Es uno de los principales soportes de la
revolución multimedia dada su gran capacidad de
almacenaje, hasta 700 Megas de memoria…"(Op. cit.;
p.24)
Un CD-ROM constituye un libro electrónico, con la
ventaja de no sólo tener texto e imágenes, como en
los libros en papel, sino que además permite incluir
sonidos, vídeos, animaciones y películas, aunque la
calidad de reproducción de imágenes no es de
óptima calidad, sobre todo cuando se incluyen fragmentos
de vídeos y películas. Esta limitación se ha
solucionado con el nuevo disco óptico, el DVD (Digital
Versatile Disc), que presenta dos tipos: DVD-RAM, que permite
la grabación y borrado de datos informáticos de
forma repetida y el DVD-ROM con información grabada que no
puede ser borrada ni modificada. El DVD cuyo origen se remonta
recién a 1995, tiene, entre otras, una característica que lo hace superior al
CD-ROM ya no sólo en cuanto a reproducción de
imagen de altísima calidad, sino en cuanto a cantidad,
porque permite almacenar 25 veces más información
que los CD-ROM actuales. Un CD normal admite unos 700Mb, mientras
que en cada una de las capas o sustratos del DVD (el CD posee una
sola cara y una capa donde grabar, en tanto que el DVD puede
llegar a tener dos caras, cada una de ellas con una o dos capas
de sustratos) caben casi 4,5 Gb, es decir un total, en sus 4
sustratos, de 17 Gb. Si el CD nació para reproducir
música, el DVD lo hizo para reproducir películas,
sin embargo muy pronto ambos tipos de discos ópticos
mostraron las posibilidades fabulosas de permitir libros de
soporte magnético.
En poquísimo tiempo nos hemos ya familiarizado
con estos libros electrónicos, que tiene la ventaja, entre
otras cosas, de comprimir miles de páginas en uno o unos
pocos discos. Quién se iba a imaginar, por ejemplo, que la
Enciclopedia Británica, para citar una obra tan valiosa y
famosa, iba a necesitar tan solo 3 cm x 14 cm de espacio para su
ubicación (y ello considerando el estuche de cada uno de
sus 3 CD). Lo propio podríamos decir de la Enciclopedia
Encarta que en su versión 2002 emplea 4 CD. Innegablemente
esto constituye una gran ventaja, porque, como dice Fernando
Savater, muchas personas nos hemos hecho de bibliotecas que no
caben en nuestras casas, de tal manera que vivimos en bibliotecas
en la que metemos algunos muebles. No sé, por ejemplo,
dónde pondría todos los volúmenes de la
Enciclopedia Británica y la Enciclopedia Encarta 2002.
Como son obras de consulta y no libros para ser leído de
un solo aliento, resultan también muy prácticas
para su consulta y, por otra parte los hipervínculos
constituyen una herramienta utilísima que permite saltar
de un texto a otro pero sin perder, por lo general, el tema que
motivó la consulta. Qué alivio el poder ahora
disponer de toda una enciclopedia de 30 o más
volúmenes, fácilmente ubicables en espacios de
pocos centímetros. Es por ello que se considera que en el
futuro las obras muy voluminosas (enciclopedias, por ejemplo) van
a ser presentadas por los editores y preferidas por los lectores
en formato magnético, aunque por un tiempo no tan corto
van a se presentadas en el formato tradicional y en el
magnético, repitiéndose lo que ocurrió en la
fase primera del libro impreso, el cual convivió, por
algún tiempo, con los manuscritos.
Pero no solo será este tipo de obra de
característica voluminosa (por abarcar o pretender abarcar
todo el conocimiento humano en sus más variadas
expresiones) sino, como ya se ha hecho, se va poder disponer de
las obras completas de un solo autor y ello en un solo CD y una
colección de autores en unos pocos CD, para no hablar de
la gigantesca capacidad de los DVD que van a poder permitir
incluir ya verdaderas bibliotecas.
Otra gran ventaja de los discos ópticos es la
facilidad y practicidad de su utilización. Imaginemos la
utilización del Diccionarios
de la RAE (Vigésima primera edición), en su formato
de CD, que brinda no sólo la facilidad de digitar la
palabra cuyo significado se quiere buscar y con un clic en el
«mouse» o
un «enter» tener de inmediato el resultado (lo que ya
teníamos y seguimos teniéndolo a través de
internet (http://www.rae.es)
sino que además permite otros aspectos tales como
diccionario inverso, búsqueda de formas complejas,
árbol de lenguas (con todas sus ramas y subramas),
árbol de categoría gramaticales, árbol de
usos (tanto por el ámbito geográfico como por el de
materia y nivel), así como también el árbol
de operaciones
avanzadas. Sin embargo para una consulta simple considero que es
más práctico los dos tomos tanto de la
edición vigésima primera y vigésima segunda
(de esta última se hace hecho una cuidadosa edición
económica en 10 tomos, que era muy necesaria para hacer
posible que más amantes de los libros puedan adquirir obra
tan importante).
Asimismo otra gran ventaja de estos libros en soporte
magnético (CD-ROM) es el poder interactuar con el libro.
Veamos un ejemplo recurriendo al excelente trabajo realizado por
Discovery Multimedia, en formato de CD-ROM «El Nilo: Un
Viaje por Egipto» donde a bordo de un falucho y con una
guía de voz muy agradable, hacemos un viaje a
través del Nilo, llevando un diario y una cámara
fotográfica para tomar fotos a lo que uno desee y poder
guardarlas en el diario. En ese diario uno puede hacer
anotaciones en base al grado de conocimiento que se posea y que
las imágenes que se van viendo le sugieran, para
después poder ser aprovechadas o como un simple pasatiempo
lúdico. Pero también queda la posibilidad de
limitarse a un simple paseo por el Nilo y las maravillas del
Egipto antiguo, porque el CD permite aprovecharlo sin previa
instalación en el disco duro de
la computadora, pero en este caso ya no se puede utilizar el
diario de a bordo. El CD trae, además, para niños y
jóvenes (en realidad para todas las edades) juegos muy
interesantes. La forma de aprender es realmente extraordinaria.
Sin embargo debemos reconocer, por la experiencia en el campo
educativo escolar, que a pesar de ser un material realmente
maravilloso este y otra gran cantidad de CD-ROM, tal vez atraen
en un primer momento al niño y al joven, pero como de lo
que se trata (y aquí, valgan verdades, no es tan
significativa la forma como se trate) es de cultura, y que ello
exige leer o prestar atención al audio, a los cuadros, a los
vídeos, etc., el niño y el joven que no tienen el
hábito de leer por placer, pronto pierden interés
en dedicarle el tiempo necesario. Pero si este tipo de material
cae en manos de los que tienen el hábito de la lectura en
el libro de papel, de inmediato se opera un gran interés y
lo que es más importante, un interés sostenido, es
decir un verdadero interés, que lo lleva a "leer"
completamente este libro electrónico, tal como lo hace con
el libro de papel. Veremos un poco más adelante, entre sus
inconvenientes de los libros en discos ópticos el problema
de su lectura, en cuanto se refiere a lo que en el hay de texto,
cosa que también vale para los textos en internet. Pero
antes de esto debemos reseñar otras grandes ventajas de
los libros en discos ópticos.
Con relación a los libros en papel que utilizan
fotos, como es el caso de libros donde el material
fotográfico es muy importante por tratarse de obras de
arte u obras de cualquier índole pero profusamente
ilustrado, sabemos que dichas obras son relativamente muy
costosas y por lo general fuera del alcance de las personas de
recursos económicos medio, a pesar de que muchas de ellas
son editadas bajo las auspicios de instituciones empresariales,
lo cual baja el costo, pero
aún siguen siendo alto. En cambio contamos con CD-ROM
originales (la piratería de CD-ROM y DVD al igual que la
de los libros, cosa que no es solo de estos tiempos como algunos
piensan, es muy grande y con implicancias que reseñaremos
muy brevemente más adelante) que son de precio muy
módico y que realmente fue muy difícil que alguien
se imaginara que pudiera hacerse realidad y sobre todo al alcance
de un público muy amplio. Me estoy refiriendo por ejemplo
a los libros de arte, específicamente a CD-ROM dedicados a
los Grandes Museos de Europa editados por E.E.M.E. ACTA., incluso
presentados en estuches de 14cm x 19cm x 1cm, que semejan a un
libro y que pueden ser guardados en un estante conjuntamente con
los demás libros de formato pequeño. Lo propio
ocurre con la Pinacoteca Universal Multimedia de FG EDITORES
S.A.
No puedo dejar de referirme al mencionar CD-ROM
dedicados al arte a una obra excelente no solo por tratarse del
Museo del Louvre sino también por la avanzada
tecnología utilizada. Me estoy refiriendo a «Le
Louvre visite virtuelle» de Dominique Brisson, en 3 CD-ROM
(Collections et palais 1997, les Antiquités1998 y visite
virtuelle 1999), una copublicación y coproducción
de Montparnasse Multimedia-Réunion des Musées
Nationaux, de la cual también existe versión
española de 1998, en un solo CD (El Louvre colecciones y
palacio), por supuesto también con la misma excelente
calidad. En el caso de la versión francesa el CD-ROM de
las visitas virtuales nos permite un recorrido a través de
sus salas utilizando excelentes filmaciones. Para mayor comodidad
de los usuarios la colección francesa de los 3 CD viene en
un elegante estuche que permite ubicarlo al lado de los
libros.
En el caso del Perú se cuenta con tres CD-ROM de
una gran calidad: El Señor de Sipán, Los Incas de
María Rostworoswski (que también se encuentra en
internet) y Chavín de Luis G. Lumbreras, que los
mencionamos en estas líneas por la gran cantidad de
material fotográfico, vídeos y animaciones y en el
caso de El Señor de Sipán por el empleo magistral
de los recursos más avanzados de la multimedia para
hacernos conocer vívidamente este sensacional hallazgo
arqueológico. Los tres CD mencionados cuentan con los
auspicios de Telefónica del Perú. También
son muy importantes la Gran Historia Interactiva del Perú,
que consta de 7 CD Roms así como también Todo
Perú, enciclopedia multimedia en 10 CD Roms, ambas
preparada por "El Comercio" de Lima. Esta última cuenta en
cada CD con juegos educativos muy atractivos. Asimismo es muy
importante «Explorando las culturas Preincas»
(D&D Advertising, 1998), editado para navegar por el Antiguo
Perú como si se estuviese conectado a Internet y sin
exigir instalación en el PC. Cuenta, además, con
valiosos enlaces a Internet.
Todas estas y otras muchísimas ventajas
más de los CD-ROM ha llevado a que algunos lo califiquen
como "The New Papyrus ", refiriéndose a aquel soporte
milenario del mundo egipcio, que constituyó un soporte
dúctil de la escritura ampliamente utilizado en la
antigüedad y en buena parte del alto medievo.
Mencionábamos que uno de los inconvenientes de
los libros electrónicos es el referente a su lectura en el
monitor o
pantalla de la computadora, que tiende a producir muy
rápidamente fatiga ocular. Además de que la lectura
es similar a la lectura de los rollos, porque hay que ir
"desenrollando" para que el texto y todos los medios de
multimedia utilizados vayan apareciendo a nuestros ojos. Lo
común es que se pueda leer textos breves, pero cuando es
material relativamente extenso lo que se hace es imprimir el
material o «bajarlo», muchas veces copiando en word,
para luego configurar la página, establecer el formato y
la fuente, transformar tablas en texto y de esta manera
imprimirlo y poder leer con comodidad y con la posibilidad de
hacer anotaciones, así como también para poder
ubicar con facilidad los datos que se requieren y que son
fácilmente identificables, porque las hojas de papel
resultan mucho más manejables que los textos en el
monitor, por lo menos hasta el momento, porque, como veremos un
poco más adelante, nuevas innovaciones están
brindando una mejor interfaz entre usuario-computadora o
usuario-nuevos sistemas de presentación de
información en línea. Recordemos que en 1995
Negroponte, en su obra que hemos mencionado, escribía:
«…,en el mejor de los casos la interfaz actual es
rudimentaria y está muy lejos de ser algo con lo que uno
desearía irse a la cama.» (Op. cit.;
p.25).
Además, los materiales que se encuentran sobre
todo en internet, por lo general, suelen presentar muchos errores
gramaticales (ortográficos y de sintaxis) muy chocantes
para las personas acostumbradas a la lectura de libros y
revistas, donde también se deslizan dichos errores, pero
en una escala muy
pequeña. Muchas veces uno se ve obligado a grabar lo que
nos brinda Internet en el formato que aparece, para luego
vía Front Page hacer las modificaciones necesarias y
terminar luego imprimiendo para su lectura. Por supuesto que este
hecho tiene de positivo (¿siempre?) el que se puede
interactuar en el mundo informático, consiguiendo subsanar
los errores que se hubieran podido escapar, Aunque, se nos
informa, se está generando el problema de la propiedad
intelectual, lo que se agrava porque algunos internautas no saben
como consignar los datos conseguidos en Internet y, otras veces,
en la red no figuran datos que permitan identificar al autor de
un texto, salvo en casos como www.monografías.com
donde, como debería ser la regla, todos los trabajos
tienen consignados sus autores y en algunos casos estos consignan
su especialidad o si pertenecen a alguna institución
educativa o profesional, lo cual tiende a dar un poco más
de confiabilidad a la fuente consultada por el internauta, auque
lo único seguro es la lectura y su análisis
crítico a partir de lo que uno ya conoce y contrastando
fuentes, tal
como se hace con las fuentes escritas en soporte tradicional.
Además los autores de los trabajos consignan su e-mail, lo
que facilita trabar contacto con ellos, lo cual resulta
útil si uno desea conocer más acerca del tema
desarrollado o el hacerle llegar comentarios o inquietudes. Es
muy importante leer el trabajo "Cómo citar recursos
electrónicos" de Assumpció Estivill y
Cristóbal Urbano, en Information World en español,
setiembre de 1997 (http://www.debiblio.vol1.netnet/articulos/rt2.html)
Frente a este inconveniente (lectura en la pantalla del
monitor) sin embargo tenemos que reconocer que existen CD-ROM que
han sabido sortear esta dificultad. Es el caso de «Grandes
Inventos: Ciencia, Tecnología e Historia de las cosas que
nos rodean» (Santiago de Chile:
UNLIMITED S.A.,1996), que hace uso del audio para las
explicaciones, de tal manera que el usuario logra un conocimiento
muy bueno (a nivel de niños y jóvenes) observando
en forma muy activa y escuchando acerca de los grandes inventos,
vía los parlantes de la computadora.
En cambio, si bien es cierto que la excelente
Enciclopedia Encarta tiene una opción de lectura de
textos, ya del artículo completo que se está
consultando o del texto que el usuario selecciona
sombreándolo, sin embargo la versión
española de esta enciclopedia tiene una voz femenina, que
a pesar de las modulaciones que permite la opción de leer,
no es agradable al oído. Esto
me parece que es fácil de solucionar, porque en diversos
CD ROM que conozco, la voz utilizada en el audio resulta
agradable al oído, como tiene que ser para poder concitar
la atención. Un ejemplo de cómo se ha utilizado el
audio lo más adecuadamente posible lo apreciamos en
«Civilizaciones Antiguas» de Microsoft
Home, donde encontramos diversas voces, masculinas y femeninas,
en la opción de exploración de las culturas
egipcia, griega y romana mediante guías, los cuales
adoptan la personalidad de un determinado personaje de esas
culturas, en atención al estatus social que tuvieron. Lo
propio en todos los CD-ROM dedicados al arte en los cuales las
explicaciones a través del audio son impecables. Estas
explicaciones no solo se dan en los CD-Roms dedicados a las artes
visuales (escultura, pintura, etc)
sino también en las obras musicales, como es el caso, por
mencionar solo dos ejemplos, de Beethoven’s 5th
, en español, (©1994 InterActive Publishing Corp.
Program) y la colección Clásicos Imprescindibles
(Planeta DeAgostini S.A. , 2000)
También considero muy importante destacar la gran
calidad del CD-ROM "Grandes batallas de la II guerra mundial"
(Ediciones Dolmen S.L. 2001; 10 CD) que hace uso de toda la
técnica multimedia para presentar en forma interactiva
este hecho trascendental de la historia contemporánea,
presentando mapas
interactivos, fotos, vídeos con animaciones que recrean
diversas etapas del desarrollo bélico de la guerra en un
forma muy ceñida a la realidad histórica. Presenta
la parte de contenido temático a similitud de un libro
abierto mostrando las dos páginas con su respectiva
numeración correlativa, haciendo posible avanzar y
retroceder utilizando el mouse. El texto presenta su respectivo
índice interactivo y ya dentro del texto se hace uso de
hipervínculos a textos e imágenes. La voz que se
utiliza en los relatos presenta una adecuada modulación
y un timbre agradable, lo cual es muy importante, como ya lo
hemos señalado, cuando se hace uso del audio dentro de la
oralidad del contenido de un CD-ROM. A similitud de cualquier
libro presenta su bibliografía básica, de la cual
sólo extrañamos que no se haya incluido Links de
Internet, debidamente seleccionados, referentes a este hecho
histórico tal como se hace, por ejemplo, en
«Historia de la Literatura Universal» (Alphabetum
Multimedia 2000; 4 CD-Roms), que presenta una selección
muy importante de links de Internet en el campo literario
considerando en forma alfabética los escritores más
importantes de la literatura universal de todos los tiempos y no
sólo brinda la respectiva dirección sino que
además proporciona una breve referencia a la webpage
respectiva, con lo cual se orienta en la investigación al
internauta permitiéndole navegar por caminos seguros y a
partir de allí emprender los atajos que se desee o
incursionar por nuevos caminos. Esto es uno de los grandes
méritos, entre otros, de esta Historia de la Literatura
Universal, que también consideramos muy valiosa.
Detengámonos aquí en lo referente al
análisis de los CD-Roms porque podríamos
extendernos demasiado refiriéndonos a otros excelentes CD
que existen.
Lo referente al audio en los CD-ROM nos lleva a los
llamados «Libros Hablados Digitales" que tratan de sortear
el problema señalado del cansancio visual al leer en una
pantalla. Existen realmente dos enfoques diferentes frente a este
relativo problema de la lectura en pantalla. Uno usa la voz para
facilitar la lectura, es decir, cambia la vista por el
oído para evitar el cansancio visual que produce la
lectura de la pantalla de la computadora. El otro enfoque busca
mejorar la imagen que ve el usuario de forma tal que la actividad
de leer el texto sea cómoda y agradable gracias a la
calidad de la imagen que se visualiza. Estos dos enfoques no son
excluyentes y pueden ser usados de forma complementaria, aunque
todavía no hay productos que los combinen. Es posible que
las mejores soluciones se
consigan al final, con el uso combinado de vista y oído
para hacer que la lectura de textos digitales sea un placer, pero
en estos momentos ninguno de estos dos enfoques ha conseguido,
usándolos por separado, alcanzar la aceptación
generalizada que tienen los textos impresos.
«… puedo imaginarme un futuro sin libros de
papel, pero no sin libros ».( Juan Cruz,
director de la Editorial Alfaguara).
«Uno, ante estos augurios, se queda perplejo. No
puede concebir un mundo en el que todos los libros quepan en un
solo tomo, ni sabría renunciar a la individualidad de la
obra, ni querría aceptar la inexistencia física de
El cuarteto de Alejandría . Pero las ventajas
prácticas del e-libro son tan apabullantes, que no
habrá metáfora cultural que se resista. Y, el
futuro, oiga, no hay quién lo pare ». (Tomado de un
chat de la Red, moderado por Ramón
Buenaventura)
"El camino que se nos ofrece no es tan sencillo como nos
lo presentan los «misioneros digitales»" ni tan
simple como lo consideran los «bibliófilos
tradicionales»"
"… Estoy seguro de que las nuevas tecnologías
volverán obsoletos muchos tipos de libros … " (Umberto
Eco)
Carlos Sáez en su trabajo citado «El libro
electrónico» nos dice: «En primer lugar, el
llamado papel digital, un descubrimiento del Instituto de
Tecnología de Massachusetts cuyo director, Nicholas
Negroponte, comenzó a darle publicidad hace ya algunos
años. Este invento hace posible la fabricación de
libros iguales a los de siempre, con su mismo tacto, peso y olor,
pero que poseen las cualidades de una pantalla de ordenador.
Asimismo, pueden adoptar la forma de periódicos que se
materializarán en una pantalla plana recargable que
evitará el uso del papel. Cada nuevo día tendremos
acceso desde ellas a las noticias que los editores pongan en
circulación». Estos libros son los llamados e-book
(electronic book) y comenzaron a comercializarse a finales de
1998. Sáez nos informa que diversas empresas americanas y
japonesas han lanzado o pretenden lanzar al mercado un
objeto, del tamaño y forma de un libro convencional, que
no esconde sino un ordenador de pequeño formato dotado de
una o dos pantallas, equivalentes a una o a las dos
páginas que un lector ve en un libro abierto, en color o
blanco y negro, por las que pueden pasar con absoluta fidelidad
las páginas de un libro, incunable o manuscrito, de una
revista o de un periódico
que el usuario pueda descargar a su gusto, eso sí, previo
pago de un canon en concepto de enlace o suscripción
(Sáez, Carlos. Op. cit.). Parece que estamos cerca de
aquella Biblioteca
Total con la que Borges
soñaba y en la cual los lectores podrán tener a su
disposición una biblioteca con todos los libros
imaginables, independientemente de donde se encuentren
físicamente, porque han sido digitalizados y con ello se
han convertido en ubicuos, es decir están en todas partes
y a la vez en posesión de muchas
individualidades..
En pocas palabras, aunque conceptualmente preciso, se
puede definir al libro electrónico como un material
digital de lectura. Su visualización más
común es la pantalla del monitor de la computadora, ya sea
en las de escritorio o las portátiles (laptop).
Actualmente se pueden leer también, aunque su
difusión es todavía muy reducida, en agendas
electrónicas como las Palm y en dispositivos especiales
("eBook Readers"), diseñados específicamente para
este fin, con una gran capacidad de almacenamiento (entre 1.500 y
500.000 páginas de texto) y la posibilidad de descargar
nuevos títulos directamente desde Internet. En los
Estados
Unidos, cuna del "eBook",
se está trabajando intensamente para ofrecer hardware y software asequible, seguro y
fácil de utilizar tanto para los empresarios como para los
consumidores. Estos esfuerzos parecen estar dando resultados: en
Estados Unidos los "eBooks" están ya siendo utilizados por
muchos profesionales, tales como abogados, médicos y
farmacéuticos. Asimismo, las librerías americanas
más importantes, como Barnes & Noble, ya están
vendiendo programas de
lectura y libros electrónicos. De hecho, los analistas
esperan que el mercado para los eBooks y otros documentos
electrónicos alcance los 70 mil millones de dólares
(unos 61 mil millones de euros) en los próximos
años. (Ver:«Breve historia del libro
electrónico» http://virtualibro.com).
En la historia del libro electrónico 1971
marca un hito
muy importante porque en ese año Michael Hart
digitalizó la Declaración de la Independencia
de los Estados Unidos, enviándoles una copia al poco
más de un centenar de usuarios que en ese momento
tenía acceso a la red ARPANET, precursora de la actual
INTERNET. Asimismo ese mismo año marca el inicio del
gigantesco, ambicioso y maravilloso Proyecto Gutenberg,
que es definido como una gigantesca biblioteca de obras
clásicas, totalmente gratis, en las computadoras,
vía internet. Actualmente esta biblioteca supera los dos
mil títulos. En una entrevista concedida en 1996 Michael
Hart señalaba como meta para el 2001 una gran biblioteca
digital y gratuita, integrada por diez mil libros totalmente
libres de copyright y que por lo tanto era un desafío a
las leyes del mercado
cultural, razón por la cual había que seleccionar
primero para luego pasar a digitar, aquellas obras cuyo copyright
había expirado. En 1996, fecha de la entrevista,
Hart tenía 49 años, es decir llevaba ya 25
años dedicado a su proyecto (lo comenzó cuando
tenía 24 años y era aún estudiante
universitario), sin un real apoyo oficial, salvo el que proviene
de la Benedictine University de Illinois. Reconoce, en la citada
entrevista, haber recibido donaciones individuales de dinero y el
apoyo de empresas tales como Apple, Next, IBM, Microsoft,
OmmniPage/WordScan, TextPert, Groliers, Hewlett Packard y
Bell&Howell, así como de la Universidad de Illinois.
Para la realización de este proyecto, Hart señalaba
que contaba (en 1996) con unos setecientos voluntarios de
diversos países: Estados Unidos, Canadá, Australia,
Nueva Zelanda, Reino Unido, Países Nórdicos,
Japón, Italia, etc. Para él fue una sorpresa saber
que algunos de sus colaboradores no eran jóvenes de 18
años, como él suponía, sino profesores ya
maduros.
Un aspecto muy interesante, desde el punto de vista
pedagógico, es el concerniente al pensamiento de Hart con
relación a los libros y a la lectura. Al
planteársele su opinión y su posición con
relación la lectura, considerando que los especialistas en
educación señalan que ella no pasa necesariamente
por soluciones de alta tecnología (high tech),sino mas
bien tiene que ver con hábitos de conducta,
relaciones familiares, valores,
culturales, etc. Hart señala que el Proyecto Gutenberg, en
realidad no implica alta tecnología. Que lo que él
hace es poner a disposición de potenciales lectores,
completamente gratis, una biblioteca totalmente a la mano. Que
ello no asegura la lectura, es cierto, y él pone un
ejemplo: «Tú puedes llevar un caballo al agua, pero
no puedes obligarle a beber». Sin embargo es optimista con
relación a los beneficios de su proyecto: "En cualquier
caso, creo que habrá mucha gente que leerá y
utilizará nuestros libros. Creo que los libros
electrónicos son muy útiles para los estudiantes. A
mí me hubiese gustado tenerlos cuando era un
estudiante".Al preguntársele que haría al llegar a
su meta de diez mil libros, respondió que tal vez la
extendería a cien mil o un millón de libros y
probablemente extendería el campo de acción a
periódicos, revistas, música, cine, etc.
José Antonio Millán en su artículo
"Biblioteca Universal. El proyecto Gutenberg y otras muchas
iniciativas quieren llenar la red de libros" al referirse al
proyecto de Hart, dice: "Es pues, un proyecto altruista, muy en
línea de los primeros momentos de la Internet, cuando se
creyó que era la herramienta idónea para difundir a
todos la cultura (y a propósito: aún no se ha
demostrado que no pueda ser así…)"
Hay otros proyectos de
textos electrónicos, mencionados por J.A. Millán,
como The Etext
Archives, más dedicado a obras políticas
y religiosas; The
English Server, con textos de
humanidades; Internet
Public Library, The Naked
Word, e incluso Project
Bartleby, en memoria del escribiente de la obra
de Melville.
En el interesantísimo artículo publicado
por Sophie Boukhari, en el Correo de la UNESCO, de junio de1999,
titulado "La
literatura mundial en la red" se nos informa que
desde 1995 el estadounidense Eric Eldred, fundador de Eldritch
Press, viene publicando en Internet clásicos de la
literatura que han caído en el dominio
público (libre de derechos), con el objetivo de lograr
constituir una biblioteca virtual para los estudiantes de letras.
Según Boukhari "En los últimos años,
millones de páginas de textos de grandes escritores,
historiadores, poetas y filósofos han entrado en Internet,
después de haber sido escaneadas o, lo que es menos
frecuente, mecanografiadas. Hasta ahora, las obras así
numerizadas son las más de las veces clásicos
anglosajones o productos de la cultura occidental traducidos al
inglés.
Es posible, por ejemplo, bajar de la Red a una computadora
personal textos de Aristóteles, Oscar Wilde, Tolstoi,
Víctor Hugo, algunos autores árabes, persas, chinos
o el Kama Sutra. Ya no hay que moverse para ir a buscar una obra
que uno puede además guardar, imprimir, anotar, explotar a
su antojo o enviar a sus amigos…Individuos tenaces, pero
también organizaciones no
gubernamentales e internacionales, universidades y Estados
están creando esas bibliotecas virtuales con libre acceso.
El Proyecto Gutenberg y The Oxford Text Archive
(OTA) aparecen como pioneros … Ciertas
bibliotecas nacionales están empeñadas en una labor
titánica: numerizar cientos de miles de textos e
imágenes de sus colecciones. Las primeras en arrojarse al
agua fueron la Biblioteca Nacional de Francia (BNF) y la
Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, explica Sonia
Zillhardt, de la UNESCO. "Las demás se han lanzado
sólo en los últimos tres años y suelen
encontrarse todavía en una etapa experimental. Lo que
falla a menudo es el financiamiento." Escanear una página cuesta
entre 1 y 4 dólares, pero para numerizar colecciones
enteras se necesitan millones. Lo más difícil, sin
embargo, es romper la actitud conservadora de ciertas
administraciones culturales, que entran en el ciberespacio a
regañadientes".
Pero, como señala Sophie Boukhari, existen
algunos problemas todavía insalvables, entre ellos la
realidad de los países pobres donde la
democratización de la cultura, y por ende el acceso a
Internet, está muy lejos de hacerse realidad. Al respecto
Boukhari, escribe:
«A primera vista, las bibliotecas virtuales son
una bendición para los habitantes de los países
pobres: les brindan acceso a la memoria del
mundo, ampliamente concentrada en el Norte. Pero para ello
necesitan además una computadora, una conexión a
Internet y dinero. "En numerosos países en desarrollo, el
acceso a la Red sigue siendo algo teórico y el costo de la
comunicaciones internacionales es prohibitivo", recuerda Philippe
Quéau, director de la División de
Información e Informática de la UNESCO. "Recuperar
textos en la Red toma tiempo y cuesta caro: varios dólares
por hora, en África, por ejemplo." ¿Cabe concluir
entonces que el acceso a la cultura en línea está
vedado a los habitantes del Sur? No, siempre que se desarrollen
dos tipos de servicios. Por una parte, creando en los
países pobres sitios espejo [Copia local de un servidor original
instalado en otro país] de las ciberbibliotecas. Por otra,
estimulando la difusión de las obras en CD-ROM (cuyo costo
de reproducción es inferior a un dólar). La UNESCO,
que lanzó la colección "Pública",
distribuirá pronto un CD-ROM sobre los grandes
clásicos árabes. Pero le cuesta mucho hacer otro
tanto con la literatura en francés. "Tropiezo desde hace
dos años con la inercia de la
administración francesa, que no quiere entrar en
conflicto con
las editoriales, aunque las obras que quiero presentar en CD-ROM
pertenecen al dominio público", señala
Quéau, que denuncia el debilitamiento solapado del dominio
público en provecho de intereses privados, "sea ampliando
la duración de los derechos de
autor, sea sacando partido de la
tecnología."» (http://www.unesco.org/courier/1999_06/sp/comm/intro.htm)
Si hasta no hace mucho había muy pocos libros en
la red en idioma castellano,
actualmente ha aumentado considerablemente, aunque está
muy distante de lo que aparece sobre todo en inglés. Sin
embargo no quiero dejar de mencionar la excelente Biblioteca
Virtual Miguel de Cervantes Saavedra (http://cervantesvirtual.com/),
donde podemos encontrar no sólo libros, algunas
veces de una misma obra varias importantes ediciones, algunas muy
bien ilustradas, sino también importantes
artículos, discursos (
como el pronunciado, en 1905, por el Sr. Alejandro Pidal y Mon;
Juan Valera, por encargo de la RAE con motivo del tricentenario
de la publicación de El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la
Mancha), etc. En cuanto a cuentos por ejemplo es importante
la Biblioteca Digital Ciudad Seva con más de mil cuentos
de autores clásicos hasta comienzos del siglo XX (1930).
Asimismo es bueno destacar la Biblioteca de Avizora que posee un
excelente catálogo de libros en español y en otros
idiomas para leer o bajar, ordenado por títulos y
alfabéticamente (http://www.avizora.com/index.htm).
Asimismo encontramos que algunas editoriales digitalizan
obras o algunos capítulos de obras de su fondo editorial.
Es el caso de la muy importante Biblioteca Digital del Fondo de
Cultura Económica, Fondo 2000. Cultura para todos.
(http://omega.ilce.edu.mx3000/index.htm)
(http://omega.ilce.edu.mx3000/biblioteca/sites/fondo/2000/htm)
Esta biblioteca digital contiene capítulos muy
interesantes de obras de autores muy prestigiosos y que abarca
los siguientes campos: Biografías,
Computación, Filosofía Política,
Física, Gastronomía, Historia, Lengua y
Literatura, Psicología y
Tauromaquia. El número de obras dedicadas a la historia de
México (FCE es una editorial mexicana) es bastante
importante y de obras muy significativas.
No quiero dejar de mencionar en esta brevísima
relación de bibliotecas virtuales a las cuales tenemos
acceso los usuarios, en forma totalmente gratuita, (porque
existen otras bibliotecas virtuales que permiten el bajar
[«download»] los libros pero previo pago de dinero,
que por lo general es económico si lo comparamos con el
precio del mismo libro en papel), a una revista tan importante
como es El Correo de la UNESCO (http://www.unesco.org/courier/index_en.html)
En el campo educativo se cuentan con importantes
digitalizaciones de literatura
infantil.
En los años 80 del siglo XX apareció
el DYNA
BOOK, un prototipo librario bastante distante
del formato del libro tradicional, que se independiza de la
computadora y que permitía «leer» los CD-ROM
de manera cómoda como se suelen leer los libros
tradicionales. En su folleto de presentación, leemos:
"DynaBook puts the incredible power of CD-ROM into a compact
14’5"x 2’75" electronic book weighing a mere 16
pounds… DynnaBook makes reading from CD-ROM data as
sitting down with a good book".
Dyna Book no era sino la expresión
tecnológica en una pantalla LCD (Liquid Cristal Display)
de simple lectura, liberada de la computadora (en aquella
época todavía de tamaño grande) y conectada
a ella como periférico necesario, que actuaba a manera de
concentrador de información o discoduro. Era el Dyna Book
una pantalla táctil transparente como un cristal y exenta
de teclado. Utilizaba un "driver" CD-Rom con convertidor
analógico digital. Tenía también
posibilidades de audio. Uno de sus mayores logros era la
interacción por tacto con la pantalla. Sin embargo el
DynaBook se extinguió muy rápidamente, porque en el
fondo era tan sólo un lector particular de CDs.
En 1981 aparece el Diccionario
Electrónico Random House, considerado el
primer libro electrónico disponible comercialmente. En
1986 los editores Franklin Electronic agregan un diccionario
electrónico en un dispositivo del handheld, produciendo el
primer libro electrónico.
Conocemos los intentos de la firma Sony a principio de
los 90 (1992), con su Bookman; así como los de Franklin
Electronic Publishers, que carecieron de popularidad porque el
intento de leer, en pantallas no del todo adecuadas, como las
corrientes de aquellos años, distaba mucho de las
calidades de las hojas de cualquier texto o libro
impreso.
Poco después, las firmas Canon, Fujitsu, IBM,
JVC, Matshushita, Microsoft, Minolta, Ricoh, NEC, y la misma
Sony, junto con otras varias empresas, emprendieron un proyecto
que debería tener todas las condiciones adecuadas para, si
no de forma inmediata, sí en un período
relativamente breve, intentar una alternativa digital al modelo
tradicional.
No son muchas, sin embargo, las patentes y aplicaciones
que en los últimos años del siglo XX y comienzos
del XXI se han acercado, en menor o mayor medida, al libro
electrónico-digital ideal. Las más han mimetizado
el modelo computacional en sus primeras experiencias para
permitirle prácticamente las mismas virtualidades que
posee la computadora. Quizá el persistir en la tendencia
absolutamente obsesiva por seguir dependiendo de la computadora,
como punto de partida por parte de las empresas que trabajan en
este nuevo modelo, frustra las posibilidades de verdadera
ergonomía libraria que ha hecho fortuna
durante más de medio milenio. No obstante, como tales
presentaciones constituirán la protohistoria del nuevo
soporte, vamos a verla aunque muy
esquemáticamente.
En octubre de 1998, en el foro de
la 1ª Feria del Libro Electrónico,
bajo el patrocinio del NIST ( National Institute of Standars and
Technology ) celebrada en Gaithersburg, Medford, USA, fue
presentada la denominada iniciativa Open eBook (OEB) .Tal
iniciativa se basaba en un acuerdo de especificaciones sobre la
estructura de un modelo universal que utilizara las normas html y xml. Se
consideraba este paso como esencial, dadas las
características del naciente mercado electrónico, a
la hora de uniformar los formatos de edición, lenguajes,
contenidos, iconografías, conectividad, etc… "La pronta
adopción
de un formato estándar constituiría una piedra
miliaria en el mundo de la edición ".
"La presente convergencia de las tecnologías
hará finalmente viable la publicación digital y se
presenta como un atractivo desafío ". Tanto las firmas
SoftBook como Novo Media´s RocketBook adoptarán
sustancialmente dicha expresión normativa .
Un prototipo que comenzaba a parecerse al libro
tradicional fue presentado en 1998 por la empresa
americana SoftBook Press, fundada por Jim Sachs y Tom Pomeroy. en
Palo Alto, California. SoftBook Press Inc. es un líder
en el emergente mundo del libro electrónico . Es una
compañía cuyo objetivo es desarrollar la sociedad
sin papel por medio de las extensiones SoftBook y SoftBook
Network, aprovechando las prestaciones
de INTERNET. Parte de la idea de que Book + Technology =
SoftBook. Su apariencia, sin embargo, lo asemejaba al mismo
libro, a pesar de tratarse de un modelo monopágina,
protegido en este caso por una cubierta de piel. La
información se incluye en el softbook por medio de
flash cards
que permiten un almacenamiento de hasta casi las 100.000
páginas (también puede cargarse el modelo
vía red). Fue presentado como tal en la feria Seybold de
San Francisco el 30 de agosto de 1999. El 18 de octubre de 1999,
el Atheneum de Chicago premiaba esta idea con el premio del Museo
de Arquitectura y
Diseño.
Estudiado en profundidad, dicho modelo se parece más a los
desarrollados PDA ( Personal Digital Assistent ) que al sistema
librario que pretende mimetizar. Su modelo más avanzado es
el Palm Pilot de la firma 3Com. En septiembre de 1999 la firma
presentaba la posibilidad de ofrecer por este sistema los medios
Newsweek y Washintong Post, así como un grupo de revistas:
Time, Fortune, Money, New York Times, etc.
En la misma línea se encuentra el Rocket eBook
ideado por los consultores californianos Martin Eberhard y Marc
Tarpenning, a partir de 1996. Consiste este libro
electrónico en una pantalla manejable con una mano, y que
puede contener unas 4.000 páginas, o sea alrededor de 10
novelas
normales. El Rocket ebook contiene en el sangrado de su pantalla
un programador de sistema de visualización; un orientador
de página, que permite leer en sentido vertical y
horizontal en la pantalla; una barra de navegación, con un
indicador de la situación corriente de lectura, con
respecto al texto total; un localizador índice de
títulos y un menú de opciones como: marcado de
página, subrayado, notas, etc.
Otro modelo de esta misma firma lo constituye el
denominado Everybook, de Daniel Munyan, en el que se obvian las
carencias ergonómicas de la pantalla única, y se
inclinan por la más aparente de la doble pantalla -doble
página- ligada al libro tradicional. El diseño y
concepción del Everybook es radicalmente diferente al de
otros libros electrónicos. Cuando se abre el
periférico de lectura ( libro ) aparecen dos
páginas similares a las de un libro impreso, en las que
puede desplegarse cualquier libro, así como
periódicos, revistas, etc…. Fue creado por la empresa
Everybook Incl. fundada por Daniel E. Munyan en 1995. Este modelo
supone un salto entre los modelos
computacionales y el mismo libro en sí. Puede ser
utilizado por estudiantes, profesionales y por el público
en general. "Este libro electrónico recoge toda la
sensibilidad del lector acerca del libro tradicional, y permite
el almacenamiento masivo, acceso rápido a cualquier
información, y servicio en tiempo real ".Resuelve, mejor
que otros modelos, los problemas de: transportabilidad,
producción, distribución, ecología,
etc
Sin embargo todos los modelos enunciados hasta
aquí -que constituyeron el consorcio Novo Media- no han
tenido en principio el éxito
deseado, además de por su precio considerable, porque no
dejan de ser una cierta transformación del ordenador
más sofisticado, y por ende su peso es desproporcionado
como para ser manipulados con relativa facilidad.
Otro de los grandes proyectos de libros
electrónicos es el del equipo del Dr. Joseph Jacobson del
MIT (Massachusetts Institute of Technology), que tiene la ventaja
de pretender brindarnos un libro electrónico que en
apariencia es exactamente igual que un libro cualquiera de hojas
de papel y tapas duras, excepto por un par de botones que lleva
en el lomo. Basta pulsar uno de ellos y en pocos segundos en sus
más de 200 páginas aparece impreso el texto. El
modelo del año 1999 se basa en un nuevo pigmento, la
denominada tinta electrónica: millares de
partículas esféricas sensibles a la corriente
eléctrica, blancas por un lado y negras por el otro,
en la proporción de 250.000 por pulgada. Esa tinta,
extendida por un papel especial, en contacto con unos
microscópicos hilos, se activa de tal manera, que ofrece
un texto similar al producido en el mismo papel por un procedimiento de
impresión tradicional, e incluso de un contraste mayor al
de la impresión láser. El
correlativo movimiento de las esferillas activadas
producirá otra página de texto, y así
sucesivamente. Por otra parte la capacidad de almacenamiento del
sistema es muy grande, ya que se puede cargar desde una
computadora, una tarjeta o un disco óptico de alta
densidad.
Posee también la virtualidad de interactivar el contenido
del texto con imágenes en movimiento, u ofrecer cortos
independientes. Limitaciones, las tiene y muy considerables:
además del alto precio por ejemplar -lo cual tiene su
compensación a nivel de sus innúmeras posibilidades
secuenciales de uso-, nos encontramos frente a un sistema
excesivamente sofisticado y que necesariamente, según el
proyecto, precisa de un disco duro, que aunque permita realmente
-dada la capacidad actual de los mismos- transportar una
biblioteca entera, no podrá eludir el alto BER ( Bit Error
Rate ) que produce cualquier periférico de este tipo,
amén de su peso y fragilidad. Pero será el tiempo
el que discrimine entre los sucesivos modelos.
El sistema Sagredo-Hidalgo.( Patente P9801927 ) pretende
también un libro electrónico que tenga las virtudes
del libro tradicional y supere los inconvenientes de los libros
electrónicos hasta el momento diseñados. El propio
Sagredo, especialista que realmente nos iluminó muchos
conceptos que no teníamos suficientemente claros acerca de
los e-books y a quien venimos citando, señala que la
diferencia esencial de este modelo con los anteriores, reside en
que se desprende del contexto computacional en gran medida, para
confeccionar un prototipo cercano al libro en su apariencia, y
muy próximo a su vez, a los soportes más avanzados
de información, ya que al fin y al cabo el libro no deja
de ser un soporte de información. No se trata en él
de expresarse en modos de computadoras más o menos
perfeccionadas. Importa sobre todo extraer toda la rentabilidad
de una pantalla universal de alta definición, como las que
existen hoy en el mercado, y convertirla en hoja iluminada
sucesivamente por el contenido de las de un libro tradicional;
para mayor ergonomía, adoptamos la hoja doble y
enfrentada, como en el mismo tipo librario. Este sistema
está dotado de una serie de comandos, no
más de 10, que permiten funciones de paso de
página, subrayado, aumento del tamaño de la letra,
color, etc… sin incidir en otras virtualidades multimedia, que
complican, por el momento, el sistema adoptado. El texto no
está en ningún disco duro, sino que se contiene en
una tarjeta óptica
que, editada en cualquier editorial avanzada, podrá ser
adquirida en librerías, tiendas de artículos
diversos o en un quiosco tradicional. El sistema, por tanto,
está dotado esencialmente de un simple lector de tarjeta
óptica de avanzada tecnología, basada en las
potencialidades de los discos de la última
tecnología; o bien de un lector de banda óptica o
del denominado papel digital, que en su día fuera
patentado por CREO Products. Lo que busca este sistema es
desprenderse de cualquier soporte circular, de lectura normal en
espiral y con cabeza óptica; para pasar al modelo
secuencial de barrido de un soporte rectangular y de lectura
similar a la que nuestro ojo produce sobre el papel tradicional.
Dado el desarrollo de tarjetas de este
tipo, ideadas por CANON y DREXLER, resulta sumamente sencillo,
nos dice Sagredo, incorporar dicho elemento, y, además, su
precio es irrisorio en comparación con el de cualquier
ejemplar, libro o revista. De este modo, asimismo, este sistema
pretende desprenderse de la celulosa para siempre; (Según
Sagredo lograr que los árboles
nos enseñen el bosque). Y, lo que es más
importante, se pretende lograr que el nuevo ebook pueda ser
llevado con nosotros, si así lo deseamos, hasta los
lugares más remotos del universo.
Asimismo, y dadas las capacidades y autonomía de las
actuales pilas de
energía, no es difícil adoptar un modelo que
permita una autonomía, como la de cualquier artilugio que
hoy manejamos a diario: teléfono portátil, casete,
cámara digital, etc… Cualquiera podrá adquirir o
recargar las tarjetas que desee, con los libros que se adecuen
mejor a su función profesional, científica,
cultural, recreativa, personal o colectiva, y transportarlos
fácilmente a cualquier lugar. Al conjunto del sistema sus
creadores (Sagredo-Hidalgo) lo han denominado, con marca
patentada, BIBLIOTRON.
Algunos futurólogos consideran que para el
cercano 2006 los libros electrónicos estarán
ofertándose en las librerías tradicionales y
quioscos, de tal manera que para el 2009 la venta de libros
electrónicos superará a la venta de libros de
papel, previéndose que para el 2015 las bibliotecas
digitalizarán todas sus obras.
¿Se alejará el libro a una velocidad cada
más creciente y terminará por abandonar la Galaxia
Gutenberg para ingresar a la Galaxia Digital? La mayor parte de
los estudiosos de este tema consideran que aún el libro de
papel ha de permanecer un tiempo relativamente extenso
coexistiendo con los libros electrónicos, que
terminarán por imponerse, no cabe duda, como los
códices se impusieron a los rollos de papiro y los libros
impresos se impusieron a los manuscritos. Sin embargo ello ha de
depender de aspectos económicos que muchas veces no son
tenidos en cuenta cuando se hace el análisis de esa
evolución que ya está en pleno proceso. Me estoy
refiriendo a los problemas económicos y financieros que
como nuevos retos ya se están presentando y afrontando
dentro de la producción y comercialización de los libros y que muchas
veces se solucionan inadecuadamente cuando, por ejemplo, el libro
de formato tradicional es presentado digitalmente en un
cederrón pero en un formato tal que hace que la lectura en
la pantalla de la computadora no sea nada práctica ya
porque el texto de la página del libro aparece en dos
columnas y es necesario ir desplazando hacia abajo el texto para
leer la columna de la izquierda y luego volver a subir para leer
la columna de la derecha, ambas correspondientes a una misma
página. Me parece que el problema técnico se
podría solucionar fácilmente, porque incluso en
estas presentaciones existen algunas ventajas que se pueden
aprovechar muy bien como por ejemplo el poder dar un mayor zum a
esquemas, gráficos y sobre todo fotos que a veces
aparecen en el libro en átomos en tamaño
pequeño. Por ejemplo el cederrón Historia del
Perú de Lexus Editores es bastante bueno pero el libro en
átomos es aún mucho más práctico y
debido a su adecuada organización temática y
relativo considerable volumen es una muy recomendable y excelente
obra de consulta para toda aquella persona que quiera tener un
adecuado conocimiento de la historia peruana a lo largo de sus
diversas etapas históricas, escritas por historiadores de
gran calidad. Es una obra que los profesores deberíamos
aprovechar adecuadamente con nuestros estudiantes sobre todo de
nivel secundario y también a nivel superior a manera de
introducción para temas determinados que se deseen
investigar. Considero que una nueva versión del
cederrón debería ser planificada para superar
algunas limitaciones de la versión actual e incluir
aspectos técnicos que la digitalización permite en
dicho soporte. En realidad la excelente calidad de la obra lo
amerita y así poder sus lectores gozar de nuevos aspectos
que pueden ser considerados en lo que se refiere a aspectos de lo
que es propiamente recursos de multimedia.
Actualmente contamos con varias obras que se presentan
tanto en formato de átomos como de bites. Seguramente se
aprovecha el proceso de digitalización previo que ahora se
emplea para la publicación de los libros (varios
especialistas y entre ellos Negroponte han señalado este
hecho, aparentemente paradójico que los libros aparecen
primero, dentro de su proceso de preparación, en formato
digital y es por ello que Negroponte lanzó como propuesta
que las editoriales deberían brindar un ejemplar digital
de cada obra que publicaran).
Considero que podemos estar seguros que no se
producirá el fin del libro, mucho menos de la lectura, a
pesar de que algunos Francis Fukuyama de este campo así lo
crean. La tecnología no se detendrá y por lo tanto
nuevos soportes de la escritura han de aparecer, siempre para
delicia, así lo esperamos, de los que amamos la lectura.
La prueba la tenemos en la propia evolución que viene
sufriendo el novedoso soporte de los libros electrónico,
es decir la pantalla del monitor de las computadoras, utilizada
por todos aquellos que de una u otra manera tenemos que ver con
la cultura, sea para informarnos o para aportar algo de lo poco
que uno sabe, en cualquiera de los dos casos llevados de nuestro
afán por aprender y gozar. Como nos dicen Félix
Sagredo Fernández y Ma Blanca Espinosa
Temiño en "Del libro al libro electrónico-digital":
«La pantalla, con todos sus inconvenientes para las
funciones rutinarias de lectura y fijación y
captación del conocimiento, no así para la gestión
del mismo, también ha experimentado mutaciones
trascendentales. Desde los modelos fosforescentes de primera
generación, hasta sus actuales de cristal líquido o
plasma, y otros que aún se desarrollan en laboratorios
especializados, ha recorrido, en menos tiempo que el libro, como
realidad connatural con el mismo tiempo que nos toca vivir, un
espacio considerable. Tiene además, en general, y como
soporte, una serie de ventajas inconmensurables. El texto, la
imagen estática o
en movimiento, y los modelos multimedia, pueden desfilar por su
"brillante página" sin necesidad de funciones de borrado e
inutilización del soporte correspondiente, como
sucedería con el soporte papel; es decir, puede ser
utilizada o reutilizada en las mismas tareas culturales
interactiva e indefinidamente, con un consumo
elemental de materia prima.
En pocas palabras, ha dotado a la ciencia y a la cultura de unas
potencialidades y dinámica, incluso a distancia, que el papel
jamás pudo soñar ni ofrecer».
La mente tan lúcida de Umberto Eco nos hace notar
las posturas, para nosotros las más de las veces risibles,
que enfrentan a los «misioneros digitales» con los
«bibliófilos tradicionales». No entendemos,
por ejemplo, como se puede trastocar conceptos y verdades
evidentes y convertirlas en pensamientos vacuos, en los cuales el
mínimo sentido analítico y reflexivo se pierde,
como queriendo darle la razón a Giovanni Sartori, que en
verdad consideramos que no la tiene, al menos no totalmente. Nos
estamos refiriendo a conceptos como el que a continuación
transcribimos, que es una muestra
representativa de lo que repiten muchos «misioneros
digitales»: "Mucho del futuro del hipertexto está
ligado a su implantación en el modelo de
enseñanza-aprendizaje en la educación
básica; hay que formar en los niños y adolescentes
una nueva forma de leer, más orientada a la
interacción que brinda la informática, que a la
pasividad soñolienta que ofrece el libro". Y líneas
abajo el mismo autor escribe: "La hipermedia es un modelo muy
similar al modelo hipertextual en sus fundamentos básicos
y prácticos, también se caracteriza por su no
linealidad, por no tener un centro definido por el autor, porque
no tiene límites
definidos, porque no tiene principio ni fin y porque no hay
conclusiones diferentes a las de del lector. Pero con un elemento
más natural, el texto es reemplazado por sonidos, dibujos,
animaciones, imágenes y vídeos, es decir volvemos a
la cultura visual y oral tratando de eliminar la cultura del
texto" (Cote, Eduardo. UNINET – Colombia.http://www.clasevirtual.net/publicaciones/hipertextos.htm).
Realmente resulta deplorable la pobreza de
conocimientos y conceptos tan elementales en personas que
actúan en niveles educativos superiores. Atreverse a decir
que los libros escritos en soporte de papel proporcionan una
lectura pasiva y soñolienta significa, o bien que estos
«talibanes digitales» no han leído nunca (a un
lado la «lectura obligatoria»-que ya sabemos no es
verdadera lectura-de la escuela o de la universidad), es decir no
han encontrado el placer que brinda la lectura y que, justamente
por ello, su bagaje cultural es tan ínfimo que pueden
escribir tales trivialidades («la ignorancia es
atrevida»), o que en su defecto leyendo también
libros en átomos, como lo reconoce el propio Negroponte en
cuanto a las virtudes que poseen, sólo pretenden una
confrontación con los «bibliófilos
tradicionales», que a veces, es también necesario
reconocer, adoptan posturas de bibliófilos con mentalidad
inquisitorial, que pretenden nuevamente hacer renacer el Index
(índice de libros prohibidos, catálogo de libros
proscritos por la Iglesia Católica, determinados por
el Santo
Oficio) y allí incluir todos los libros
escritos en los novísimos soportes de la
informática, que se les aparecen como creación de
Luzbel. Es esta confrontación la que me resulta risible
encontrándonos ya en el siglo XXI, que es incuestionable
una centuria que ha heredado un largo pasado de evolución
tecnológica continua, que en la segunda mitad del siglo
precedente se aceleró hasta adquirir velocidades realmente
vertiginosas en las dos últimas décadas. Como
algunos especialistas señalan, hemos pasado de una
sociedad industrial a una sociedad del conocimiento o de la
información. Pretender oponerse al avance
tecnológico carece totalmente de sentido. Hoy sabemos que
lo digital está en todo el mundo y llega a todas partes.
Si aún quedan señales informativas que se
envían a través del sistema analógico ello
sólo es un rezago del pasado y muy pronto será
totalmente reemplazado por la digitalización. Y ello es
una verdadera maravilla porque como nos dice Francisco Aguadero:
"La digitalización permite que información y
actividades procedentes de soportes físicos muy diversos
(papel, fotografía, cable, espectro
radioeléctrico, transistor,
circuito impreso, cinta magnética o disco) puedan
homogeneizarse en un denominador común: lo digital; ser
procesados con una misma materia prima: el bit; y transmitidos
por la misma vía: la red, constituyendo así un
único documento multimedia" (Aguadero Fernández,
Francisco. Op. cit., p.20). A los verdaderos amantes de la
lectura nos apasiona más que el soporte, que es lo
accidental, la escritura, el texto, es decir la creación
científica, literaria o de cualquier otro tipo,
concretizada y así perennizada y por lo tanto capaz de ser
vivida y compartida no sólo por su autor sino por todas
aquellas personas que acceden a ella a través de eso que
se llama lectura. Para muchos nos cuesta leer en más de un
idioma y no se imaginan el placer que uno obtiene en leer o que
le lean obras o artículos escritos en idiomas que no
están en su lengua materna (me refiero a la del lector) y
cómo apreciamos la labor de los traductores, con todas las
limitaciones que sabemos que implica una traducción. Mis
conocimientos de historia me permite apreciar el gran significado
de los traductores (sin olvidarnos de los intérpretes) y
de las famosas escuelas de traductores que a lo largo de la
historia han cumplido un papel extraordinario. Cómo no
recordar el papel de los traductores árabes en la
Península Ibérica.
En una entrevista hecha a Alberto Manguel (que si tiene
la solvencia intelectual para hablar y escribir sobre los
libros), al recordársele que al inicio de su libro
«Una historia de la lectura» en una de las tres citas
que le dedica al lector de su obra (de Robert Darnton, Virginia
Woolf y Denis Diderot), justamente Diderot se pregunta:
«Pero, ¿quién será el amo?. El
escritor o el lector?», al inquirírsele sobre su
opinión, él dio la siguiente respuesta: «Los
escritores vivimos pensando que somos los amos, pero creo que ese
rol le corresponde, sin ninguna duda, al lector. Él es el
amo". ("El Dominical" de "El Comercio" de Lima, 1 de agosto de
1999; pp. 11-13). No podía ser de otra manera, porque todo
buen y solvente escritor es un ávido lector, aunque la
mayor parte de ávidos lectores no escriban una sola
línea, salvo cartas o e-mail. Esto último lo digo
ex profeso, porque frente a una pregunta que le hicieron a
Thierry Leterre, catedrático del Instituto de estudios
Políticos de París, sobre si las nuevas
tecnologías de la información y la
comunicación han convertido en obsoletos los modos de
escritura y de comunicación tradicionales, dio la
siguiente respuesta: «El mayor secreto de la sociedad de la
información es el prodigioso renacer de la escritura,
gracias al correo electrónico, a los sitios, a los foros
de discusión. En este sentido, la informática es un
soporte cultural bastante tradicional. Desmiente la idea tan
extendida de una sociedad audiovisual. En realidad, la escritura
es un prodigioso vector de información. Mejor aún:
se están redescubriendo formas de escrituras olvidadas,
como la escritura diaria, lo que se llama el
"billete"»
El otro aspecto que quiero comentar, es el referente a
la afirmación de ciertos «amantes desorientados de
la digitalización» sobre como la escritura puede ser
reemplazada por sonidos, dibujos, animaciones, imágenes y
vídeos y con ello volver a la cultura visual y oral
eliminando la cultura del texto. Considero que no reflexionan
adecuadamente los que piensan y escriben esto. No me imagino
cómo podrían expresar sus pensamientos,
concepciones básicamente abstractas con un lenguaje solo
basado en lo audiovisual. Por supuesto que podrían
replicar que empleando el audio podríamos conocer sus
ideas, sus concepciones nuclearmente abstractas. Lo que no
comprenden es que así como el pasar de la llamada "galaxia
Gutenberg" a la "galaxia digital" significa un paso gigantesco en
la evolución de la humanidad, de la cultura humana,
así también el paso de la oralidad, de la cultura
oral, a la cultura escrita significó uno de los más
grandes avances hechos por el hombre. Lo oral es temporal por
excelencia, es efímero. Exige, además, un
desarrollo extraordinario de la memoria, de la
memorización. ¿Acaso no saben estos «amantes
desorientados de la digitalización», que se
desarrolló de tal manera la facultad de
memorización que se podía aprender textos tan
extensos como los poemas
homéricos, los cuales eran recitados a un público
oyente que solo tenía esa única posibilidad de
gozar con esas creaciones? El público oyente
dependía del aeda o rapsoda, del juglar o del trovador. No
tenía la posibilidad de volver en el momento que él
quisiese a eso que escuchó y que le encantó. Por
supuesto que se me replicará que esta nueva etapa de
oralidad no será igual, que podremos volver cuando lo
deseemos a esas y a cualquier otra creación porque
digitalizadas han sido también perennizadas, pero lo que
me resulta inadmisible es la fobia a la escritura, toda vez que
también ella es digitalizada y por lo tanto no
debería hacerse cuestión de estado su acceso a ella
si así se deseara o creyera conveniente,
quedándonos ahora la posibilidad de escoger entre leer o
escuchar. Por ejemplo, puedo tratar de informarme sobre las
computadoras u ordenadores y para ello recurro a una enciclopedia
como Encarta, versión 2002, que da la opción de
instalar la enciclopedia íntegra en la computadora y con
ello evitar el tener que colocar cada vez un disco y luego tener
que cambiar de disco cuando quiero saltar a un
hipervínculo determinado. Ya en el artículo puedo
escoger entre el leer el texto del artículo o escucharlo
–texto íntegro o fragmento seleccionado- (que no lo
hago por razones ya expuestas), pero dependerá de mi
elección el decidir. ¿Cuál sería la
ventaja entre el escuchar un «texto» y el leerlo?.
Considero que realmente la lectura trae muchas más
ventajas, primero porque la lectura es privada, silenciosa, muy
rápida (ese ritmo depende de las capacidades lograda por
el lector). Es más fácil detenerse y volver sobre
el mismo texto, sin tener necesidad de emplear las manos para
detener la reproducción del sonido y volver a iniciar la
reproducción. Segundo, porque el escuchar a través
de los parlantes, se puede causar malestar o distracción a
otras personas (imagínense en una biblioteca no personal),
y en el caso del uso de audífonos, que
solucionarían el inconveniente señalado, los que a
veces los utilizamos, sabemos que no es lo mismo escuchar que
leer, porque el audio es volátil (aunque se pueda
rebobinar y volver sobre él), que lo escrito en
átomos o bits está allí y depende de
nosotros, con nuestra simple mirada, o con un simple voltear una
página o usando nuestro mouse o el teclear «page
up» o «page down», el releer lo que
consideramos necesario de una nueva relectura. Sin embargo, los
que somos realmente amantes de la cultura y de la lectura
aprovechamos al máximo, o así lo pretendemos, todas
las innovaciones tecnológicas al servicio de la cultura.
Sólo para dar un ejemplo, pude satisfacer mi curiosidad
escuchando varias veces la llamada telefónica entre
Vicente Fox, presidente de México y Fidel Castro, que por
algunos días fue noticia política importante y
formarme una idea más exacta de lo conversado y sus
implicancias, lo que no había podido apreciar
adecuadamente escuchándolo en la televisión. Me es
muy gratificante escuchar algunas voces de personajes muy
importantes (aunque sea por un minuto o menos) a través de
internet en Museo
de la Voz, tales como don Miguel de Unamuno,
Dámaso Alonso, Óscar Wilde, Ramón
Menéndez Pidal, Pablo Neruda,
Jorge Luis
Borges, etc. (http://www.portaldelibro.com)
Como se puede apreciar el avance tecnológico
está poniendo a nuestra disposición posibilidades
maravillosas para informarnos, aunque no sólo ello, pero
innegablemente uno de los aspectos más valiosos de la red
informática es su carácter de «gran
biblioteca», la biblioteca más grande creada por el
hombre y que crece cada segundo, de tal manera que la llamada
«infoxicación» es una realidad y que hoy
más que nunca se ha extremado la necesidad de potenciar
las capacidades de análisis crítico y discriminación cualitativa (tener presente
que mucho de lo que aparece en internet tiene escaso valor),
así como también la capacidad de síntesis.
Esas capacidades, como nos los recuerda el profesor Thierry
Leterre son justamente las que se aprenden o deben aprenderse en
las escuelas. La reactivación del mito de la escuela sin
profesor, del aprendizaje sin profesor, es eso, un mito. Los
casos excepcionales de niños que sin pisar una escuela
luego han destacado en algún campo de la cultura, es eso,
una excepción, e incluso en estos casos se explica ello
porque debido a su solvencia económica estuvieron con
profesores particulares o con padres o familiares cercanos que a
la vez actuaron como docentes de sus hijos. Los autodidactas por
lo general pisaron las escuelas por algún tiempo y por
esos misterios que tiene el hábito de la lectura se
convirtieron en ávidos lectores, lo cual aunado a cierta
genialidad, cuya naturaleza y génesis no es fácil
explicar, terminan por destacar en diversos campos de la cultura.
Pero aún para los que pisaron escuelas y universidades, la
verdad es que lo que se sabe es gracias a un autoaprendizaje. Es
por eso que hoy se pone mucho énfasis en el aprender a
aprender, que todos sabemos que es el verdadero aprendizaje, pero
que valgan verdades mucho se habla de ello y relativamente poco
se hace en ese sentido, muchas veces porque hay equivocadas
prácticas que pretenden ello. ¿Acaso no vemos que
se pretende que los niños y jóvenes aprendan a
aprender pero sin darles los basamentos para ello?. Se les manda
a «investigar» y no se les proporciona el
mínimo de orientación para que puedan iniciar esa
búsqueda de información y muchas veces, aunque
duela decirlo, porque el docente que pretende que el niño
o el joven se informe sobre un
tema determinado, no puede proporcionar la orientación
adecuada, simple y llanamente porque desconoce las fuentes hacia
donde hay que orientarlo.
Antes de enlazar lo que venimos tratando con lo que
ocurre en la escuela, debemos referirnos, aunque someramente, a
las implicancias benéficas del libro electrónico
con relación al medio
ambiente, lo que se está analizando como la
relación libro – ecología. Para esto
seguiremos el importantísimo artículo "Los enemigos
de los libros y la batalla por su neutralización" tomado
de "El Cuidado de los Libros y Documentos" de John Mc Cleary y
Luis Crespo. (http://www.portaldellibro.com/encuadernacion/enemigos.htm)
Ocurre que en los inicios de la fabricación
artesanal del papel se utilizaban materiales de desecho, como
eran trapos de algodón y lino, con alto contenido de
celulosa, que no exigían el empleo de aditivos nocivos.
Además estos papeles eran de altísima calidad en
cuanto a su durabilidad, porque muchos de ellos ya tiene varios
siglos de existencia. Pero el crecimiento brusco de la demanda de
este material para la impresión (el papel aparece primero
que la imprenta) obligó a buscar nuevas técnicas y
nuevos materiales para la fabricación del papel y
consecuencia de ello fue la utilización de aditamentos
nocivos y del uso de árboles, a un ritmo muy acelerado y
que es una de las causas (no la única) del proceso de
deforestación de los grandes bosques de
árboles madereros, así como también la
aparición de papel de mala calidad. La introducción
del alumbre (que al descomponerse en presencia de ciertos niveles
de humedad termina por formar ácido sulfúrico
dentro del propio papel), lo mismo que del cloro como blanqueador
(porque se tenía que usar trapos de color conforme
crecía la demanda). El cloro (utilizado a partir de 1774)
era uno de los peores enemigos del papel si no se
eliminaban totalmente los residuos del mismo durante el
tratamiento para el blanqueo de los trapos de color. Todo esto se
agravó a partir de 1850 cuando al combinarse el azufre con
la colofonia –una resina obtenida de los pinos– para
precipitar este material en las fibras. La colofonia había
reemplazado a la gelatina para encolar porque se podía
añadir directamente en la tina con la suspensión de
fibras evitando su aplicación después de la
formación de las hojas, lo cual quiere decir menos trabajo
y más rapidez de elaboración y, por lo tanto,
beneficio económico para el fabricante. Pero la
combinación del alumbre, una sal ácida, con la
colofonia, un oxidante, provocaba una friabilidad
–fragilidad física– prematura y un
oscurecimiento del papel fabricado a máquina.
Fue René Reaumur quien, en 1719,
señaló, nada menos como consecuencia de sus
observaciones sobre los nidos de las abejas fabricados con
«papel» de madera, la
posibilidad de utilizar la madera para la fabricación de
papel, la cual comenzó a utilizarse a mediados del siglo
XIX y que tuvo una gran ventaja adicional y decisiva: su bajo
costo. La pulpa, conocida como pasta mecánica, se obtiene de los troncos de los
árboles, sin la corteza, cuando se trituran con una rueda
de piedra giratoria. La pulpa obtenida por este método
retiene todos los componentes de la madera, incluyendo la
dañina lignina, (la cual es factible de ser eliminada)
aunque algunos compuestos solubles en agua se eliminan durante el
proceso de la trituración. Pero allí no quedan los
males. Para agravar la situación existían, y
existen aún hoy, otras fuentes de acidez: los residuos de
los productos químicos utilizados para blanquear; los
gases
presentes en la atmósfera que invaden
las ciudades por la combustión de los derivados del
petróleo que consumen los coches, calefacciones, etc;
las fábricas que vomitan gases nocivos al aire tales como
el anhídrido sulfúrico, los óxidos de
nitrógeno, los peróxidos y el ozono.
Es triste saber que a gran parte del papel fabricado hoy
día se le estima una vida media máxima de cincuenta
años. ¡Menuda esperanza de vida cuando se compara
con la de los papeles de tiempos pasados que ya han cumplido
muchos cientos de años en un estado de conservación
perfecto. La triste realidad de la mala calidad del papel fue
puesta en evidencia por una investigación encargada, en
1959, por el Council on Library Sources (Consejo de Recursos
Bibliotecarios) de los Estados Unidos de América a William
J. Barrow, donde se concluye, en base a la utilización de
libros publicados entre 1900 y 1930, que el 90% se habían
hecho con un papel con una esperanza de vida aproximada de 50
años y que solo el 1% del papel investigado podía
clasificarse como durable. El reto, y esto es lo valioso de la
investigación y sus consecuencias, fue el desarrollar una
pasta tratada químicamente que fuera igual o superior al
papel de alta calidad. La investigación, hecha
conjuntamente con industriales, demostró que ello
sí era posible, sin la utilización de aditivos
nocivos e incluso con la introducción de cargas de
carbonato para neutralizar cualquier residuo ácido. La
solución técnica había sido hallada, el
escollo sería ahora el problema económico, porque
el nuevo papel era más costoso y los productores no
estaban seguros de la rentabilidad del mismo. La presión
hacia los gobiernos para que estos a su vez presionar a las
empresas productoras correría y corre a cargo de los
archivos y bibliotecas del mundo.
En Estados Unidos, uno de los países pioneros en
la búsqueda de un papel de mejor calidad, tanto por el
interés de los profesionales relacionados de un modo u
otro con los libros como por el poder económico para
llevar a cabo su desarrollo e implantación, fue un camino
largo y difícil de atravesar. Sin embargo, en el mes de
octubre de 1990, una resolución política sobre la
necesidad de utilizar el papel permanente fue convertida en una
Ley
Pública (núm. 102-423) que regulaba las normas a
seguir en la fabricación y en el uso estatal para dos
tipos de papel.
En primer lugar, la obligación de usar papeles
permanentes libres de ácido, con un pH no inferior
a 6.5, para publicaciones federales a las que se les estime un
valor documental permanente; en segundo lugar, la
obligación de usar papeles de calidad de archivo libres de
ácido para aquellos documentos federales a los que se les
asigne un valor documental permanente. Los papeles así
designados son aquellos con un valor de pH no inferior a 7.5 y
con una reserva mínima de carbonato cálcico del 2%
(el cual actúa como una barrera protectora frente a los
residuos ácidos)
más ciertos requerimientos físicos tales como una
cierta resistencia al plegado, al desgarro y al mantenimiento de
su color.
Finalmente, conviene destacar que el 8 de septiembre de
1996, el National Archives and Records Administration (Administración Nacional de Archivos y
Documentos) publicó una guía para la
aplicación de la Ley Pública (núm. 101-423)
que daba las siguientes definiciones sobre los papeles
estables:
Papel alcalino: Papel con una duración de, por lo
menos, 100 años bajo condiciones normales de
utilización y almacenamiento. El papel alcalino no tiene
en su composición pasta de madera mecánica, con un
valor pH mínimo de 7 y una reserva alcalina de un 2% o
más.
Papel genérico: Papel sin un valor de pH
específico y sin reserva alcalina. La duración del
papel genérico varía y es incierta pero muchos
oscilarán entre 50 y 100 años. Este tipo de papel
es el empleado para la elaboración de guías
telefónicas, anuncios, boletines, etc.).
Papel permanente: Papel que durará cientos de
años sin un deterioro significativo bajo condiciones
normales de uso y almacenamiento. El papel permanente no contiene
pasta de madera mecánica, tiene un pH de 7.5 o más,
con una reserva alcalina del 2% o más, y otras propiedades
de comportamiento
que permiten la utilización y conservación de los
documentos durante un enorme período de tiempo.
En Australia, desde 1991 y después de una larga
pugna por parte de los conservadores, archiveros y bibliotecarios
para que se fabricara papel permanente, la batalla se
ganó. La Asociación Nacional de Fabricantes de
Papel y de Pulpa ha redactado una lista de normas que
deberán cumplir aquellos productos elaborados por las
industrias
papeleras que quieran obtener la denominación de
permanentes.
En Canadá, en enero 1992, el Ministerio de
Comunicaciones anunció su decisión de usar a escala
nacional el papel permanente para los documentos de un valor
documental permanente, y delegó en sus Archivos Nacionales
para que éstos decidieran, en concomitancia con otras
agencias gubernamentales, qué tipo de documentos
requerirían tal tipo de papel.
En Europa, el European Librarians and Publishers Working
Group –ELP- (Grupo de Trabajo de Bibliotecarios y Editores
Europeos) anunció que el uso del papel libre de
ácido, resistente al envejecimiento, es urgente y
publicó al respecto una lista de recomendaciones como base
para la salvaguarda a largo plazo de la palabra impresa. El ELP
ha recalcado que las normas relativas al papel deben ser
compatibles dentro de la Comunidad Europea
y que la producción del papel libre de ácido es
cada vez mayor y más asequible económicamente, por
lo que el precio no puede continuar siendo una objeción
para el uso de dicho papel.
Esto nos lleva a la conclusión que la
tecnología actual puede compatibilizar las necesidades de
la producción de papel con la necesidad perentoria de
cuidar el medio ambiente y que ello hará factible un papel
que no sea un factor agresivo en la depredación de
árboles madereros.
El libro electrónico al ser un producto que no
afecta el medio ambiente, significa también un gran avance
en este importante campo de la interrelación del hombre
con su medio.
Todo lo anteriormente dicho no significa desconocer que
la cultura del papel, con un papel de calidad que proteja el
medio ambiente todavía tiene para largo, porque
muchísimo de lo que uno obtiene vía Internet es
almacenado en los discos duros o
en los disquetes a veces en su forma original pero en otras
copiado en word y para ello dándole una nueva
configuración en cuanto a formato, fuente, convirtiendo
tablas en texto, etc. y en una gran proporción luego
impreso, claro que perdiéndose la hipertextualidad en el
formato impreso pero sabiendo que a dicha intertextualidad
podemos volver cuando lo deseemos porque lo tenemos almacenado en
nuestros disquetes o disco duro.
Retomemos la perspectiva pedagógica, que
es nuestra especialidad y nuestra preocupación, y veamos
cómo se considera que actualmente, con estas
últimas generaciones, se está perfilando lo que ha
dado en llamarse la «generación clic» la cual
va a terminar por sustituir a la «generación
zapping» y ello va a implicar (realmente ya lo está
haciendo) la aparición de una escuela clic, que ha
convertido en un fetiche la computadora e internet (no se puede
negar el carácter de fetiche también del
libro).
Ya hemos citado el artículo, muy importante por
las ideas y datos que en el se encuentran, titulado «Je
clique, donc je pense» (http://www.sciences-po.fr/observatoire/obs4/clique.htm)
y en el cual leemos acerca de la grave preocupación
que en Francia existe por el relativo atraso de ese país,
con relación a otros países desarrollados, en lo
que se refiere a internet en el sistema educativo. El «Je
clique, donc je pense» presentado a la manera del
«cogito ergo sum» de Descartes,
refleja a la generación clic. Pero como señal
Thierry Leterre si bien es cierto que hay cierta semejanza entre
las características de las generaciones zapping y clic,
sin embargo también hay importantes diferencias, que
favorecen a la segunda. Cuando se hace zapping, quien determina
lo que se quiere ver no es el que tiene en su manos el
«control
remoto» sino el canal de televisión, en tanto que
cuando se hace clic se salta, es cierto, de un sitio a otro, pero
esto se hace en función de un interés personal y se
puede imaginar lo que le espera al hacer el salto y, por otra
parte se busca lo que uno desea. Podemos estar, por ejemplo, con
un CD-Rom, «leyendo» una enciclopedia y ella abrirnos
la posibilidad de conectarnos a internet sobre el tema del cual
estamos informándonos. Es verdad que haciendo clic haremos
el salto e iniciaremos la «navegación» como
cibernautas, pero quien ha decidido salir de la enciclopedia e
internarse en el ciberespacio somos nosotros y sabemos a donde
nos dirigimos. Ello es, innegablemente, una diferencia
cualitativa muy grande entre el zapping y el cliqueo. Nos espera
pues una escuela y un sistema educativo que ha de superar los
graves problemas y daños acarreados por la escuela
zapping. Ha de superarse la escuela zapping y podrá
lograrse la gran síntesis entre los valores de la escuela
tradicional y los de la llamada escuela nueva, logrando una
escuela donde los alumnos salgan "sabiendo muchas cosas" pero
además aprendan a pensar, desarrollen su recto juicio y
grandes virtudes morales. Una escuela donde se haya hecho carne
la idea de que no existe contradicción alguna entre el
"saber mucho" y "pensar bien", sino por el contrario que ambos
fenómenos son mutuamente causa y efecto en un proceso de
retroalimentación (Ignacio Massun). Se
podrá hacer realidad el «hombre integrado» es
decir el salto cualitativamente superior con relación al
«homo videns», uniendo, como dice Yolanda Osterling,
"lo antiguo con lo nuevo, el concepto y la visión, la
imaginación verbalizada y la imagen conceptualizada…"
(Osterling H., Yolanda ‘Homo videns’, "El Comercio"
de Lima, 9 de setiembre de 1998, sección A, página
3).
Como dice Patricia Halaban: "Podemos presumir que en el
futuro, el libro y el ordenador coexistirán, y que cada
uno de ellos se utilizará en beneficio de las funciones y
de las necesidades personales y sociales que puedan satisfacer,
sin desmedro del resto de las tecnologías, donde se
integrarán la autoridad
emanada de los autores legitimados, la pluralidad de mundos de
documentación y la multiplicidad de
creaciones individuales". (Halaban, Patricia, "Texto e
Hipertexto:¿Muerte del libro?" Universidad Blas Pascal.
Córdoba-Argnetina; http://www.utec.edu.sv/campus/campus.htm)
En fin, una escuela y en general una sociedad que ha de
disponer todavía por algún tiempo, y en
armónica coexistencia, del libro en dos soportes: sobre
papel y digitalizado. Ya hemos dicho que el libro escrito
imitó al libro manuscrito y que actualmente el libro
electrónico trata de aprovechar al máximo las
bondades del formato del libro escrito sobre papel. Pero asimismo
el libro tradicional recibirá (ya la está
recibiendo) la influencia de la informática y
comenzará a utilizar, con las limitaciones enormes que es
fácil comprender, los recursos de Internet y los libros
electrónicos. En el "Diccionario de Dudas" de Ramón
Sol (Barcelona: Editorial Planeta-De Agostini S.A., 2001),
leemos: "Además, un sencillo sistema de remisiones al
final de algunas entradas permitirá al lector
«navegar» por el texto –como se dice ahora en
el ámbito del omnipresente Internet-, o sea, conocer otras
palabras que presentan problemas parecidos desde el punto de
vista léxico, gramatical o conceptual" (Op. cit.’ P.
13). Y en verdad que este sistema logra su objetivo de hacer que
saltemos de una a otra u otras palabras para comparar y reforzar
conocimientos.
Si el libro impreso comenzó buscando que
asemejarse a los libros manuscritos y los libros
electrónicos tratan de tener todas las bondades del libro
tradicional, no nos debemos extrañar que las cosas buenas
(y una de las grandes cosas creadas por el hombre es el libro) no
mueran en realidad sino que pervivan adoptando solo nuevas
modalidades y que en realidad solo se tratan de nuevos soportes.
Como nos dice Edwin S. Gleaves, el libro, como el gato, tiene
muchas vidas, porque puede presentarse en diversos formatos e
incluso en diversos soportes, aunque esto implique un concepto
amplio del libro en sí mismo. El autor citado nos dice que
actualmente el libro puede salir en varios formatos: hardback,
paperback, en revistas, en screenplays, en libro parlantes
(grabados), para no hablar de los libros multimedia (CD-ROM) y de
los e-book. El libro y sobretodo la lectura tienen su vida
asegurada y, en el caso del libro, está garantizado que
sobrevivirá cuando ya se haya extinguido la especie
humana, de no mediar la desaparición no solo de la especie
humana sino del planeta todo por algún cataclismo
cósmico. ¿Para quiénes y para qué
sobrevivirán los libros creados por el hombre a
través del tiempo y del espacio? . Solo Dios lo ha de
saber.
Ligado íntimamente con el futuro del libro y el
libro del futuro se encuentra
el futuro de la biblioteca y la biblioteca del
futuro. En un ensayo muy
interesante publicado por José Miguel Oviedo en el
Suplemento dominical de "El Comercio" de Lima, de 14 de julio de
2002, titulado «Biblioteca
sin libros» se analiza como las
bibliotecas actuales, en los Estados Unidos, tienden a ir
reemplazando los libros en átomos por los libros en bites
y ello como consecuencia de que al ritmo como crecen algunas
bibliotecas en cuanto a libros, revistas y periódicos se
está generando un problema que se va convirtiendo en
inmanejable, cual es el concerniente a la exigencia de cada vez
mayor cantidad de espacio para guardar esos materiales y que por
ello el almacenamiento electrónico es la solución.
Por supuesto que esto se da en las bibliotecas de los
países ricos, porque en los países pobres las
bibliotecas públicas, las bibliotecas escolares, las
bibliotecas universitarias carecen de los fondos necesarios para
la adquisición de material bibliográfico y de otros
tipos. Pero volviendo a los países ricos, allí ya
se va haciendo realidad la biblioteca que almacena su material en
forma electrónica. Esta nueva biblioteca, nos señal
J.M. Oviedo, permitiría que el tránsito de los
lectores por ella así como el número de personal de
la misma pueda reducirse significativamente y sin afectar a los
usuarios, "pues estos podían consultar las obras desde su
computadora doméstica, leer e imprimir cuanto quisieran ,
sin molestar a nadie y sin tocar un solo libro…" ¿Una
biblioteca sin libros, una mera "chipoteca", según
expresión de Oviedo?. La incineración de materiales
bibliográficos poco o nada leído y que solo ocupan
espacio es ya una realidad en los Estados Unidos. Como nos
recuerda Oviedo es la ficción de Fahrenheit 451 (la
temperatura a
la que arde el papel) hecha realidad. Oviedo finaliza su
artículo diciéndonos: "La era informática
nos ha abierto maravillosos horizontes, pero ha cerrado otros.
Nos está haciendo olvidar que no solo leemos para estar
informados, sino por puro placer, donde no hay reglas ni datos
cuantificables".
Es innegable que la biblioteca al igual que el libro
tiene asegurada su existencia. Innegablemente sufrirá los
cambios que la tecnología le impone. Ya una biblioteca no
sólo es un repositorio de libros, revistas y
periódicos. Cuenta con vídeos, películas, CD
de audio, CD-ROM y por supuesto las infaltables computadoras u
ordenadores e Internet. Considero que la biblioteca del futuro ha
de seguir deparando a los verdaderos amantes de la lectura ya no
solo textos sino también imágenes, animaciones,
películas, vídeos, etc. También los
excelentes cederrón despiertan similar sentimiento
posesorio y amatorio por parte de los amantes de la lectura. Una
videoteca, por ejemplo, es capaz de brindarnos no sólo
excelente información sino un placer inimaginable; se
puede aprender en forma placentera. (Véase si no los
programas grabados de los canales de cable dedicados
exclusivamente a temas culturales en las más variadas
áreas de la cultura humana). Aquí también
debemos dejar a un lado la novofobia. Y, por otra parte, debemos
tener presente que los países ricos apenas constituyen 1/6
de la población mundial y que por lo tanto su
supuestos o reales problemas no lo son de toda la humanidad.
Aparte que consideramos que la tendencia a la biblioteca
electrónica no ha de eliminar, por lo menos en un futuro a
corto y mediano plazo la presencia del libro, la revista y los
periódicos físicos. Cuando esto ocurra solo
habremos evolucionado de una soporte a otro de la escritura. Y si
la bibliotecas mesopotámicas estaban conformadas por
libros hechos en tabletas de arcilla, las egipcias de papiro,
para después surgir las de libros en pergamino y luego
aparecer las de libros en papel, tal vez en un futuro lo sean en
un soporte electrónico que ha de requerir un material
(monitor actualmente) para hacerse tangible, aunque esta
tangibilidad sea transitoria pero eterna y ubicua. La reapertura
de la celebérrima Biblioteca de Alejandría es una
muestra de la biblioteca actual. Su monumental edificio tiene
capacidad para 8 millones de volúmenes (cuenta ahora
sólo con 240.000 volúmenes) y alberga,
además, un centro de conferencias para 3200 personas, un
planetario y cinco institutos de investigación entre los
que se encuentran la Escuela Internacional de Estudios en
Información, el Laboratorio de Restauración de
Manuscritos Raros y un centro de Estudios del Internet que ya ha
permitido que algunos de los 10.000 manuscritos y libros raros de
la rica colección de la biblioteca hayan sido
digitalizados. En sus 45.000 metros cuadrados funcionarán
también tres museos (uno dedicado a manuscritos, otro a la
caligrafía y un tercero a la ciencia) y cuatro
galerías de arte.
El proyecto costó 220 millones de dólares,
de los cuales 120 fueron aportados por el Estado
egipcio y el resto por donaciones. El más insólito
de los benefactores fue Saddam Hussein, cuyo cheque, por 21
millones de dólares, alcanzó afortunadamente las
arcas de la biblioteca una semana antes de su invasión de
Kuwait, en 1990.
Al llegar al final de este trabajo deseo terminar con
las palabras de Edwin S. Gleaves. Referidas justamente al futuro
del libro, de las bibliotecas y en general la cultura basada en
el libro. Él nos dice: «Yo creo que podemos vivir en
este mundo sin tener que abandonar la cultura libresca, ni la
profesión bibliotecaria (el se desempeñaba como
State Librarin and Archivist en el Estado de Tennessee). Un
futuro sin esta cultura, un futuro sin esta profesión,
sería, creo yo, un cuerpo sin corazón,
un futuro sin futuro».
A lo largo del trabajo hemos citado la
bibliografía utilizada y establecido los links que
consideramos de gran importancia Aquí sólo me
limitaré a mencionar los estudios que considero
imprescindibles de ser consultados para iniciar cualquier
investigación sobre el tema, tanto en formato tradicional
como estudios valioso que se encuentran en internet
-Abaitua, Joseba e Iván Fernández
Peláez "Texto e Hipertexto" Programa de doctorado en
Lenguas y Literatura. 1996/97 y 1998/99. Facultad de
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URL: http;//www.serv-inf.deusto.es/abaitua/konzeptu/htxt/hipertxt.htm#crono
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libro" (http://www.ucm.es/info/especulo/numero5/futlibro.htm)
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-Bianchini, Adelaine "Concepto y definiciones de
hipertexto"
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-Birkerts, Sven "Elegía a Gutenberg. El futuro de
la lectura en la era electrónica" (Madrid: Alianza
Editorial S.A., 1999)
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Universidad Complutense de Madrid. 2002)
El URL de este artículo es http://www.ucm.es/info/especulo22/numero/hipertex.html
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"Historia de la lectura en el mundo occidental" (Madrid:
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-Halaban, Patricia. "texto e hipertexto:¿Muerte
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http://www.bibnal.edu.ar/paginas/recursosbiblio/future.htm
HISTORIA DE LA
LECTURA EN EL MUNDO OCCIDENTAL
Historia de la lectura en el mundo occidental
Guglielmo Cavallo, Roger Chartier – Coordinadores.
Editorial Taurus
http://www.lander.es/~lmisa/histlect.html
(Actualmente ya no se halla la
página)
Consultado: Octubre 2002
Incluyo esta página web
que ya ha sido retirada porque varias personas me hicieron notar
que el URL que citaba ya no figuraba y como lo señalo en
la introducción incluso me solicitaron, de ser factible,
alcanzarles un copia. Además de ser muy valiosa considero
que su lectura digital, que es tan sólo una pequeña
parte de la obra total, servirá como un poderoso atractivo
(tal como fue en mi caso) para leer la obra completa que
Ediciones Taurus publicara en tapa dura en 1998 y en
edición rústica, pero en un hermosa
presentación con una práctica cajita protectora en
su edición 2001.
El simple acto de la lectura implica, en realidad, miles
de significados que este libro -la primera gran síntesis
histórica en la materia- nos revela. Leer uno o varios
textos, en voz alta o en silencio, rápidamente o
descifrándolos con dificultad, en un manuscrito o en un
ordenador, equivale, cada vez, a recrear el sentido de lo escrito
en función de nuestras propias competencias y
expectativas.
Fruto del trabajo de los máximos especialistas en
el tema, esta Historia pone en evidencia los cambios
fundamentales que han tenido lugar en la lectura -de la lectura
silenciosa en la Grecia Antigua a las novedades introducidas por
la imprenta y las revoluciones electrónicas que estamos
viviendo. También nos presenta historias de objetos, de
los libros en sus diversas formas, así como historias de
los hombres y de las mujeres, adultos o jóvenes, de sus
gestos y costumbres, de los espacios y los tiempos reservados a
la lectura…
INTRODUCCIÓN
Por Guglielmo Cavallo y Roger Chartier
La Grecia arcaica y
clásica. La invención de la lectura silenciosa.
Por Jesper Svembro
Entre el Volumen y el
Codex. La lectura en el mundo romano.
Por Guglielmo
Cavallo
La Alta Edad Media.
Por Malcolm Parkes
Leer por leer: Un porvenir
par la lectura.
Por Armando Petrucci
VOLVER AL TEXTO
ORIGEN Índice de Historia de la
Lectura…
INTRODUCCIÓN
Por Guglielmo
Cavalo y Roger Chartier
Una historia de largo alcance de las lecturas y los
lectores ha de ser la de la historicidad de los modos de
utilización, de comprensión y de apropiación
de los textos. Considera al «mundo del texto» como un
mundo de objetos, formas y ritos cuyas convenciones y
disposiciones sirven de soporte y obligan a la construcción del sentido. Por otro lado,
considera asimismo que el «mundo del lector»
está constituido por «comunidades de
interpretación» (según la expresión de
Stanley y Fish), a las que pertenecen los lectores/as singulares.
Cada una de esta comunidades comparte, en se relación con
lo escrito, un mismo conjunto de competencias, usos,
códigos e intereses. Por ello, en todo este libro se
verá una doble atención: a la materialidad de los
textos y a la practica de sus lectores.
«Los nuevos lectores contribuyen a elaborar nuevos
textos, y su nuevos significados están en función
de sus nuevas formas». De ese modo designa D.F. McKenzie
con sobrada agudeza el doble conjunto de variaciones -las de las
formas de lo escrito y las de la identidad de
los públicos- que ha de tenerse en cuenta toda historia
deseosa de restituir el significado movedizo y plural de los
textos. En la presente obra hemos sacado provecho de la
constatación de diferentes maneras: descubriendo los
principales contrastes que, a la larga oponen entre sí a
las diferentes maneras de leer; caracterizando en sus diferencias
las prácticas de las diversas comunidades de lectores
dentro de una misma sociedad; prestando atención a las
transformaciones de las formas y los códigos que
modifican, a la vez, el estatuto y el público de los
diferentes géneros de textos.
Semejante perspectiva, si bien está claramente
inscrita en la tradición de la historia del libro, tiende,
sin embargo, a desplazar sus cuestiones y trayectorias. En
efecto, la historia del libro se ha dado como objeto de la medida
de la desigual presencia del libro en los diferentes grupos que
integran una sociedad. De lo cual se infiere, en consecuencia, la
construcción totalmente necesaria de indicadores
aptos para revelar las distancias culturales: por ejemplo, para
un lugar y un tiempo dados, la desigual posesión del
libro, la jerarquía de las bibliotecas en función
del número de obras que contiene o la
caracterización temática de los conjuntos a
tenor de la parte que en ellas ocupan las diferentes
categorías bibliográficas. Desde ese enfoque,
reconocer las lecturas equivale, ante todo, a constituir series,
establecer umbrales y construir estadísticas. El propósito, en
definitiva, consiste en localizar las traducciones culturales de
las diferencias sociales.
Esa trayectoria ha acumulado un saber sin el que
hubieran resultado impensables otras indagaciones, y este libro,
imposible. Sin embargo, no es suficiente para escribir una
historia de las prácticas de la lectura. Ante todo,
postula de modo implícito que las grandes diferencias
culturales están necesariamente organizadas con arreglo a
un desglose social previo. Debido a ello, relaciona las
diferencias en las prácticas de ciertas oposiciones
sociales construidas a priori, ya sea a la escala de contrastes
macroscópicos (entre las élites y el pueblo), ya
sea a la escala de diferenciaciones menores (por ejemplo, entre
grupos
sociales jerarquizados por distinciones de condición o
de oficio y por niveles económicos).
Y lo cierto es que las diferenciaciones sociales no se
jerarquizan con arreglo a una rejilla única de desglose de
lo social, que supuestamente gobierna tanto la desigual presencia
de los objetos como la diversidad de las prácticas. Ha de
invertirse la perspectiva y localizar los círculos o
comunidades que comparte una misma relación con lo
escrito. El partir así de la circulación de los
objetos y de la identidad de las prácticas, y no de las
clases o los grupos, conduce a reconocer la multiplicidad de los
principios de
diferenciación que pueden dar razón a las
diferencias culturales: por ejemplo, la pertenencia a un
género o a una generación, las adhesiones
religiosas, las solidaridades comunitarias, las tradiciones
educativas o corporativas, etc.
Para cada una de las «comunidades de
interpretación» así identificadas, la
relación con lo escrito se efectúa a través
de las técnicas, los gestos y los modos de ser. La lectura
no es solamente una operación intelectual abstracta: es
una puesta a prueba del cuerpo, la inscripción en el
espacio, la relación consigo mismo o con los demás.
Por ello, en el presente libro, se ha prestado una
atención muy particular a las maneras de leer que han
desaparecido o que, por lo menos, han quedado marginalizadas en
el mundo contemporáneo. Por ejemplo, la lectura en voz
alta, en su doble función de comunicar lo escrito a
quienes no lo saben descifrar, pero asimismo de fomentar ciertas
formas de sociabilidad que son otras tantas figuras de lo
privado, la intimidad familiar, la convivencia mundana, la
connivencia entre cultos. Una historia de la lectura no tiene que
limitarse únicamente a la genealogía de nuestra
manera contemporánea de leer, en silencio y con los ojos.
Implica igualmente, y quizá sobre todo, la tarea de
recobrar los gestos olvidados, los hábitos desaparecidos.
El reto es considerable, ya que revela no sólo la distante
rareza de prácticas antiguamente comunes, sino
también el estatuto primero y específico de textos
que fueron compuestos para lecturas que ya no son las de sus
lectores de hoy. En el mundo clásico, en la Edad Media, y
hasta los siglos XVI y XVII, le lectura implícita, pero
efectiva, de numerosos textos es una oralización, y sus
«lectores» son los oyentes de una voz lectora. Al
estar esa lectura dirigida al oído tanto como a la vista,
el texto juega con formas y fórmulas aptas para someter lo
escrito a las exigencias propias del «lucimiento»
oral.
Contra la representación elaborada por la propia
literatura y recogida por la más cuantitativa de las
historias del libro, según la cual el texto existe en
sí, separado de toda materialidad, cabe recordar que no
hay texto alguno fuera del soporte que permite leerle (o
escucharle). Los autores no escriben libros: no, escriben textos
que se transforman en objetos escritos -manuscritos, grabados,
impresos y, hoy, informatizados- manejados de diversa manera por
unos lectores de carne y hueso cuyas maneras de leer
varían con arreglo a los tiempos, los lugares y los
ámbitos.
Ha sido ese proceso, olvidado con harta frecuencia, el
que hemos puesto en el centro de la presente obra, que pretende
localizar, dentro de cada una de las secuencias
cronológicas escogidas, las mutaciones fundamentales que
ha ido transformando en el mundo occidental las prácticas
de lectura y, más allá, sus relaciones con lo
escrito. A ello se debe la organización a la vez
cronológica y temática de nuestro volumen,
articulado en trece capítulos que nos llevan desde la
invención de la lectura silenciosa en la Grecia
clásica hasta las prácticas nuevas, permitidas y a
la vez impuestas por la revolución electrónica de
nuestro presente.
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ORIGEN Índice de Historia de la
Lectura…
LA INVENCIÓN DE LA LECTURA
SILENCIOSA
Por Jesper Svenbro
En su artículo «Silent Reading in
Antiquity» (1968), Bernard Knox cita dos textos del siglo V
a.C. que parecen demostrar que los griegos -o para ser más
precisos, algunos de ellos- practicaban la lectura silenciosa, y
que en la época de la guerra del Peloponeso, los poetas
dramáticos podían contar con una familiaridad de su
público con ella. El primero de esos textos era un pasaje
del Hipólito de Eurípides, que data del 428 a.C.
Teseo ve la tablilla de escritura que pendía de la mano de
Fedra, y se pregunta qué era lo que le podía
anunciar. Rompe el sello. El coro interviene para cantar su
inquietud, hasta que le interrumpe Teseo, exclamando:
«¡Ay! ¿Qué desgracia intolerable,
indecible, vendrá a añadirse a la desgracia?
¡Infortunado de mí! A petición del coro,
revelará después el contenido de la tablilla, no
leyéndola en voz alta, sino resumiendo su contenido. La
había leído claramente en silencio, durante el
canto del coro.
El segundo texto de Knox es un pasaje de Los caballeros
de Aristóteles, fechado en 424 a.C. Se trataba de la
lectura de un oráculo escrito, que Nicias logró
robarle a Paflagón: «Déjamelo para que lo
lea», le dice Demóstenes a Nicias, quien le
escanciaba una primera copa de vino y le pregunta:
«¿Qué dice el oráculo?» A lo que
Demóstenes, absorto en su lectura, le replica:
«¡Lléname otra copa!» «¿De
veras dice que te llene otra copa?», le pregunta entonces
Nicias, creyendo que se trataba de una lectura en voz alta hecha
por Demóstenes. Esa broma se repite y se amplía en
los versos siguientes, hasta que Demóstenes le revela a
Nicias: «Aquí dentro se dice cómo va a
parecer el propio Paflagón». Le ofrece luego un
resumen del oráculo. No lo lee: lo ha hecho ya, en
silencio. Ese pasaje nos presenta a un lector que tenía la
costumbre de leer para sus adentros (y que hasta sabía
hacerlo y pedir de beber al mismo tiempo…) junto a un oyente
que no parecía acostumbrado a esa práctica sino que
toma las palabras pronunciadas por el lector por palabras
leídas, cuando en realidad no lo eran.
La escena de Los caballeros es especialmente
instructiva, por menos de entrada, porque indica que la
práctica de la lectura silenciosa no era una cosa conocida
por todos en 424 (Platón tenía entonces cinco
años), aunque se daba por supuesto que el público
de la comedia la conocía. Era una práctica
reservada a un número limitado de lectores, y sin duda
desconocida por buen número de griegos, sobre todo -cabe
pensar- por los analfabetos, que no conocían la escritura
más que «desde fuera». Además, conviene
recordar que los dos documentos citados eran de procedencia
ateniense; en lugares como Esparta, donde se esforzaban por
limitar la enseñanza de las letras a «lo
estrictamente necesario», la lectura silenciosa
debió ser todavía menos susceptible de ser
conocida, y menos practicada. Para el lector que leía poco
y de manera esporádica era probable que el desciframiento
lento y a tientas de lo escrito no engendraría la
necesidad de una interiorización de la voz, ya que la voz
era precisamente el instrumento mediante el cual la secuencia
gráfica era reconocida como lenguaje. Ya hemos visto que
la sonorización de lo escrito se programaba,
negativamente, mediante la ausencia de intervalos. Y si esa
sonorización era un valor en sí, ¿por
qué s iba a sentir la necesidad de abandonar la scriptio
continua, obstáculo técnico al desarrollo de la
lectura silenciosa?
Porque la ausencia de intervalos era un
obstáculo, y lo siguió siendo. Pero no fue un
obstáculo insalvable, como cabría creerlo partiendo
de la experiencia medieval, en la cual, según Paul
Saenger, la word division fue una condición necesaria para
que pudiera difundirse la lectura silenciosa, practicada por
monjes que copiaban textos en silencio. Porque, como acabamos de
comprobar, los griegos parecen haber sabido leer en silencio, aun
conservando la scriptio continua. Como sugiere Knox, el manejo
frecuente de grandes cantidades de texto abrió la
posibilidad de una lectura silenciosa en la Antigüedad,
silenciosa y, por tanto, rápida. En el siglo V a.C. es
verosímil que Heródoto abandonase la lectura en
alta voz en el transcurso de su labor de historiador; y, ya en la
segunda mitad del siglo VI, quienes en Atenas bajo los
pisistrátidas se ocuparon del texto homérico con
miras así filológicas -como pudo hacerlos el poeta
Simónides- tuvieron sin duda la ocasión de aplicar
esa técnica. Técnica reservada a una
minoría, claro está, pero una minoría
importante en la que se hallaban desde luego los poetas
dramáticos.
La introducción del intervalo no bastó
para generalizar la lectura silenciosa en la Edad Media. Fue
preciso algo más que esa innovación técnica llevada a cabo ya
en el siglo VII de nuestra era. Fueron precisas las exigencias de
la ciencia escolástica para que las ventajas de la lectura
silenciosa -rapidez, inteligibilidad- fueran descubiertas y
explotadas en gran escala. Efectivamente, fue en el seno de la
ciencia escolástica donde pudo «cuajar» la
lectura silenciosa, si bien permaneció
prácticamente desconocida en el resto de la sociedad
medieval. Y del mismo modo -digo yo- el manejo de grandes
cantidades de textos no sería un factor suficiente para
que la lectura silenciosa «cuajase» a lo largo del
siglo V a.C. en determinados círculos de la Grecia
antigua. La lectura extensiva parece más bien ser fruto de
una innovación cualitativa en la actitud respecto de lo
escrito. Fruto de todo un contexto mental, nuevo y poderoso,
capaz de reestructurar las categorías de la lectura
tradicional. Porque no cabe que la lectura silenciosa fuese
estructurada solamente por el hecho cuantitativo: verdad es que
el propio Knox no cita más que a autores
postclásicos -por ejemplo, el muy erudito Dídimo de
Alejandría, autor de varios millares de libros- cuando
quiere evocar las dilatadas lecturas de los clásicos.
Puede serlo, en cambio, mediante la experiencia del
teatro.
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ORIGEN Índice de Historia de la
Lectura…
ENTRE EL VOLUMEN Y EL CODEX. LA LECTURA EN EL MUNDO
ROMANO.
Por Guglielmo Cavallo
¿En qué momento podemos empezar a
hablar de la presencia de verdaderos libros en Roma y de la
aparición allí de una práctica real de la
lectura? En la Roma de los primeros siglos, el uso de la
escritura debe considerarse circunscrito al cuerpo sacerdotal y a
los grupos gentilicios, depositarios de los saberes fundamentales
de la ciudad, el sacramental y el jurídico, de la medida
del tiempo, del orden analítico de los acontecimientos:
conocimientos que se encontraban recogidos en libros lintei (de
tela de lino, en los cuales se conservaba fundamentalmente el
saber sacramental) o en tabulae lignarias. Desde el aspecto
más específico de la literatura de Roma, sus formas
primitivas estaban relacionadas con el restringido círculo
de la clase dirigente y con exigencias concretas de la vida
social: prosa oratoria de
estilo sobrio, mortuorum laudationes, informes de
magistratura, memorias de la
ciudad escritas sin ornamento retórico alguno.
Catón el Censor (234-149 a.C.) leía sus oraciones
en tablillas; y él mismo compuso y escribió:
«en gruesos caracteres» -con el objeto de hacerla
más clara para la lectura- una «historia de
Roma» para que cuando su hijo aprendiera las primeras
nociones de la lectura y la escritura pudiera aprovechar la
experiencia del pasado. Nos encontramos aún lejos de los
verdaderos libros y prácticas de lectura, pero la
época de Catón señala un momento de
desarrollo.
En el 181 a.C. fueron encontrados los llamados
«libros de Numa», rollos de papiro envueltos en hojas
de cedro. Estos rollos -por lo que deducimos de fuentes que no
dejan de ser contradictorias- en parte eran griegos y de
contenido filosófico-doctrinal, fueron quemados porque
eran contrarios a la religión
institucional; otra parte era latina y de iure pontificum,
«de derecho pontificio». Sin embargo eran falsos:
«de aspecto demasiado nuevo» los describe Livio; lo
cual significa que en aquella época el volumen, el libro
en forma de rollo de papiro difundido desde hacía tiempo
en el mundo heleno, ya era conocido en Roma, y que aquí se
importaba el mismo papiro, de modo que incluso se podían
fabricar libros. En ese mismo periodo de tiempo en Ennio y,
algunas décadas más tarde, en Lucilo se encuentran
los primeros testimonios auténticos de uso de este
material escrito -y, por tanto, del rollo como soporte de textos
literarios- en el mundo literario.
El fenómeno está relacionado con dos
hechos de capital importancia y que connotan la cultura romana
entre los últimos años del siglo III y de los
inicios del siglo I a.C.: el nacimiento de una literatura latina
basada en modelos griegos, y la llegada a Roma de bibliotecas
completas griegas, provenientes de botines de guerra, en una
época en la que cada vez eran más importantes las
influencias helénicas, junto con la aparición de un
maniático coleccionismo de objetos de producción
griega. De este modo, los libros griegos importados representaron
el modelo para el libro latino que estaba a punto de nacer. Obras
como la Odisea de
Livio Andrónico y el Bellum Punicum de Nevio fueron
escritos en volumina de papiro, pero, según parece,
originariamente no se repartieron en una serie ordenada de libros
siguiendo una programación editorial concreta. Por el
contrario, la subdivisión de los Annales de Ennio en
dieciocho libros desde su composición, y la
partición del proemio de Nevio en siete libros realizada
posteriormente por el gramático Ottavio Lampadione,
indican que poco a poco se abría paso -gracias a la
presencia cada vez más amplia de los modelos de libros
griegos- una consciencia de la relación entre texto y
libro. Se trataba no sólo de realizar una
transposición de las exemplaria Graeca en un contexto
cultural diferente, sino también de adquirir una disciplina de
conjunto de la organización librera que, inspirandose en
esos modelos, pudiera ordenar y disponer el texto para la lectura
de un modo cada vez más funcional.
LAS MODALIDADES DE LA LECTURA
La lectura del libro literario requería un alto
grado de dominio técnico y cognoscitivo. En otros casos
era suficiente tener un cierto nivel de alfabetización: en
concreto, la lectura de manifiestos, documentos o mensajes se
hacía más fácil por la repetición de
ciertas fórmulas. Hasta los siglos II y III d.C.
«leer un libro» significaba normalmente «leer
un rollo». Se tomaba el rollo en la mano derecha y se iba
desenrollando con la izquierda, la cual sostenía la parte
ya leída; cuando la lectura terminaba, el rollo quedaba
envuelto todo él en la izquierda. Estas fases, así
como algunos gestos y momentos complementarios, están
ampliamente testimoniados en las representaciones figurativas,
sobre todo en los monumentos funerarios. En ellos encontramos: el
rollo dentro de dos cilindros mantenidos pro ambas manos que
delimitan una sección más o menos amplia del texto
que se estaba leyendo; el rollo abierto a modo de «lectura
interrumpida» sostenido por una sola mano que, asiendo los
dos cilindros por los extremos, deja libre la otra mano; el rollo
por la última parte, asomando hacia la derecha, pues ya la
lectura se estaba concluyendo; y por último, el pergamino
completamente enrollado de nuevo, sujeto en la mano izquierda.
Algunas fuentes, tanto iconográficas como literarias,
demuestran también la utilización de un atril de
madera que mantenía el rollo mientras se leía y que
está apoyado en el regazo del lector sentado, o bien
montado en un pequeño soporte. Según estas
modalidades de lectura, se podía variar libremente el
segmento de apertura del rollo, de tal modo que se podía
leer una sola columna de la escritura, o, normalmente, más
columnas, quizá hasta cinco o seis, a juzgar por la medida
de la parte desenrollada que muestran algunas representaciones;
en este último caso la mirada del lector se iba deteniendo
sobre la columna que leía, pasando fácilmente de
una a otra durante la lectura del texto. En el caso de los rollos
ilustrados, los ojos del lector podían «leer»
una secuencia de imágenes casi simultáneamente,
completando con la mente las distancias temporales o espaciales
entre las escenas representadas.
Pero las descripciones iconográficas muestran
asimismo las situaciones de la lectura. Se puede observar al
lector solo con su libro o mientras lee ante un auditorio que lo
escucha; al maestro en plena lectura en la escuela, al orador que
declama su discurso con
el escrito ante sus ojos, el viajero leyendo en el carruaje, el
comensal tumbado leyendo un rollo que tiene entre la manos y a la
adolescente leyendo atentamente de pie o sentada en una
galería. De fuentes literarias se sabe que se leía
también cuando se iba de caza, mientras se esperaba que la
pieza cayera en la red o durante la noche para vencer el tedio
del insomnio. La lectura, en definitiva, al igual que en los
tiempos actuales, parece haber sido una operación muy
libre, no sólo en las situaciones sino también en
la fisiología.
Las condiciones para aprender a leer resultan diferentes
según las épocas, estado social y las
circunstancias. En general, el aprendizaje se producía en
el ámbito familiar o con maestros particulares o en la
escuela pública. Las fases y los niveles de adiestramiento
eran variados y probablemente se procedía con letras de
cuerpo diferentes, empezando desde los más grandes. La
capacidad de leer podía detenerse en los mínimos
indispensables (leer las letras mayúsculas, como
Hermerote, el personaje de Petronio), o alcanzar un aprendizaje
completo con maestros de gramática y de retórica,
llegando a niveles muy avanzados, hasta un perfecto dominio. Pero
antes aún de aprender a leer se aprendía a
escribir. Los niños en edad escolar (aunque debemos
advertir que esta edad se muestra desigual, según las
épocas, entre el centro y la periferia, y entre las
diversas clases
sociales, por lo que no se puede determinar
fácilmente) tenían que aprender sobre todo
«las figuras y los nombres de las letras» en riguroso
orden alfabético, en ocasiones con ayuda de figurillas de
marfil u otros objetos similares y entonces aprendían a
escribir siguiendo el surco de las letras que el maestro
había grabado en una tabla de madera, que después
ellos mismos debían grabar con letras; las frases
posteriores estaban constituidas por el trazado de
sílabas, de palabras enteras y por último,
frases.
El aprendizaje de la lectura, separado del de la
escritura, se producía en un segundo momento, aunque
existían algunos casos -que habían abandonado la
escuela en los primeros grados- de personas capaces de escribir,
pero no de leer. Del mismo modo, los ejercicios iniciales de
lectura tenían base en primer lugar el conocimiento de las
letras, después de sus asociaciones silábicas y de
palabras completas; el ejercicio continuaba con una lectura
realizada lentamente durante largo tiempo, hasta que no se
llegaba poco a poco a una emendata velocitas, es decir, un
considerable grado de rapidez sin incurrir en errores. El
aprendizaje se hacía en voz alta, y mientras la voz
pronunciaba las palabras ya leídas, los ojos debían
mirar las palabras siguientes, hecho que Quintiliano, que es la
fuente de estas noticias, considera una operación
dificilísima, pues requería una dividenda intentio
animi, es decir, «un desdoblamiento de la
atención». Cuando la lectura era ya segura y
desenvuelta, la mirada era más rápida que la voz.
Se trataba de una lectura visual y vocal a la vez. La
expresión elogiosa de Petronio librum ab oculo legit
referida a un esclavo-lector alude a esta capacidad del ojo
experto en descifrar inmediatamente la escritura, pero queda la
duda de si se trataba de una lectura sólo visual (y, por
tanto, silenciosa) o también era vocal.
La manera más habitual de leer era en voz alta,
fuera cual fuera el nivel o el objetivo, por lo que nos cuenta el
mismo Quintiliano y por distintos testimonios. La lectura
podía ser directa o también realizada por un lector
que se interponía entre el libro y quien lo escuchaba,
bien individuo o bien auditorio. En el caso de ciertas
composiciones poéticas, se alternaban varias voces
lectoras, según la estructura del texto. Estas
prácticas explican asimismo la interacción tan
estrecha entre scrittura literaria y lectura. La primera estaba
dominada por la retórica, que imponía sus
categorías a las otras formas literarias: poesía,
historiografía, y tratados filosóficos o
científicos. Por eso aquélla requería, sobre
todo en el caso de lecturas para un auditorio, una lectura
expresiva, modulada por tonos y cadencias de voz adecuadas al
carácter específico del texto y a sus movimientos
formales. No es casual que el término que indica la
lectura de la poesía es con frecuencia cantar y canora,
pues es la voz la que interpreta. En suma, leer un texto
literario era prácticamente ejecutar una partitura
musical. Ya desde la lectura escolar en Roma se prevé que
el puer, el adolescente, aprenda «dónde… contener
la respiración, en qué punto dividir la
línea con una pausa, dónde se concluye el sentido y
dónde empieza, cuándo hay que alzar o bajar la voz,
con qué inflexión se debe articular cada elemento
con la voz, cuál es más lento o más
rápido, o debe decirse con más ímpetu o
más dulzura». Se iniciaba este tipo de ejercicio con
la lectura de Homero y Virgilio; luego se pasaba a los
líricos, a los trágicos y a los cómicos,
pero, por ejemplo se leían de Horacio sólo unos
fragmentos y se evitaban las partes más licenciosas; se
leían también a los poetas y prosistas arcaicos, En
definitiva, en las escuelas de retórica se leían a
los oradores y a los historiadores, en silencio, siguiendo por el
libro la lectura del maestro, o se turnaban para leer en voz
alta, pues de este modo conseguían resaltar los posibles
defectos formales del texto. El hecho de leer en profundidad a un
autor complejo significaba no detenerse en la «piel»,
sino llegar hasta la «sangre» y
la «medula» de la expresión verbal.
Del esfuerzo que a veces requería la lectura en
voz alta da testimonio la terapia del ritmo, que se refiere a la
lectura como uno de los ejercicios físicos beneficiosos
para la salud,
aún más si se piensa que aquélla se
acompañaba con movimientos más o menos acentuados
de la cabeza, del tórax y de los brazos. De este modo, se
puede explicar el motivo iconográfico -frecuente en el
caso de la lectura de rollos- de la «lectura
interrumpida»: ésta se interrumpía no
sólo por motivos ocasionales (explicar un fragmento,
comentar algo, hacer una pausa), también para dejar libre
una mano y destacar con mayor gestualidad algunos momentos. La
voz y el gesto daban a la lectura el carácter de una
performance.
La lectura expresiva condicionaba a su vez la escritura
literaria, que, por estar destinada a ser leída
habitualmente en voz alta, exigía la práctica y el
estilo propios de la oralidad. Así, las fronteras entre el
libro y la palabra se muestras muy difuminadas. Y, por tanto, la
composición del texto acompañada por el susurro de
la voz se autógrafa, o se dicta, o bien por la
lectura-ensayo del
texto, realizada por el autor a los amigos -también de
ésta encontramos numerosos testimonios- eran medios
funcionales para un escrito que sustancialmente estaba destinado
al oído, y que podía resentirse de las excepciones
de las rigurosas normas estilístico-retóricas.
Así pues, la voz entraba a formar parte del texto escrito
en cada fase de su recorrido, desde el remitente al destinatario.
«Se deberá componer siempre del mismo modo en el que
se deberá dar voz al escrito», teorizaba
Quintiliano. De todos modos, existían diferencias de
sonoridad en la lectura en voz alta, según las ocasiones y
las tipologías textuales.
Dejando aparte el caso de los lectores expertos o
profesionales, la lectura era una operación lenta. Una
primera dificultad podía ser el tipo de escritura, a veces
«librera», caligráfica, y otras veces
semicursiva o cursiva y adornada con complicados lazos: no todos
lo que tenían práctica en una de ellas eran capaces
de leer fácilmente (o incluso solamente leer) la otra. La
cadencia sonora, además, frenaba la velocidad de la vista,
y cuanto más se frenaba la voz más clara era la
lectura, pues se articulaba la pronunciación de los tonos.
Pero había además otros factores que dificultaban
la lectura rápida. Hasta el siglo I d.C. en Roma se
utilizaban interpuncta, los puntos que indicaban la
separación la separación entre las palabras; pero a
partir de finales de siglo prevaleció incluso en los
textos la scriptio continua, muy arraigada en el mundo griego. La
escritura era bastante confusa, ya que como era continuada
impedía a una vista no suficientemente avezada
individualizar enseguida la separación de las palabras y
captar el sentido. Para la comprensión del significado del
texto era una ayuda segura la articulación vocálica
del texto escrito, pues el oído, aún mejor que la
vista, podía captar -una vez descifrada la escritura- la
sucesión de las palabras, el significado de las frases, el
momento de interrumpir la lectura con una pausa. Los signos
ortográficos o de puntuación eran funcionales no
tanto para la interpretación lógica sino más
bien para la estructuración «retórica»
del escrito, y tenían como objeto señalar pausas de
respiración y de ritmo para la lectura en voz alta; por
ello se utilizaban sistemáticamente o tenían un
valor invariable.
Había además una ventaja en el uso de la
scriptio continua. Ésta proponía un texto neutro al
lector, el cual de este modo podía marcar las divisiones y
pausas por iniciativa propia en relación con la dificultad
del escrito y sobre todo según su nivel de
comprensión textual, es decir, su modo de leer. De
cualquier modo, a falta de sólidos dispositivos dispuestos
por el autor y de la presentación editorial del texto, una
buena lectura requería además de un cierto grado de
conocimientos y ejercicios, una adecuada preparación
material del escrito mediante intervenciones correctas para
subdividir las palabras, señalar las pausas e indicar
frases afirmativas o interrogativas o estructuras
métricas.
«L'un des grands procédes des
romains» fue también la práctica de la
lectura en público. El «lanzamiento» de las
obras literarias se realizaba por medio de una ceremonia
colectiva, las recitationes, y en realidad recitar en lengua
latina no significa cualquier recitado de memoria, sino la
«doble operación de la vista y de la voz», es
decir la lectura de un escrito realizada ante un auditorio. Estas
recitationes tenían lugar en espacios públicos:
auditoria, stationes, theatra. Su duración estaba
normalmente medida por el contenido de un rollo; por eso
tenían una duración variable, dentro de los
límites de las convenciones técnico-libreras al que
el rollo mismo estaba sujeto, aparte había casos
concretos. Pero lo más importante es destacar el
carácter de vínculo social, de complicidad mundana
y de hábito intelectual de estas lecturas públicas,
las cuales en cuanto «ritos» literarios y sociales
contaban con la presencia no sólo de individuos preparados
y cultos, menos dados a las cuestiones militares y por ello
inclinados a escuchar más que a la lectura, también
asistían individuos que no prestaban atención ni
tenían interés por ella. Gracias a estos
«ritos», la participación en el
«lanzamiento» de los libros y en la
circulación de ciertas obras comprendía un
público más variado y no sólo el de los
auténticos lectores.
Además del ejercicio de la lectura individual e
íntima, en privado era frecuente la lectura
doméstica, ejercitada por un lector, esclavo o liberto;
ésta es una figura habitual en las casas de los romanos
ricos, de la que poseemos numerosos testimonios. El mismo Augusto
tenía lectores a su servicio. Y más en general
debemos creer que este hecho normalmente lo ponían en
práctica quienes eran capaces de leer por sí
mismos. Igualmente, es un dato demostrado la lectura en privado
realizada por un lector con ocasión de alguna
reunión festiva; y se dan casos también de
«ensayos de
lectura» que el autor de algún escrito
ofrecía a unos pocos amigos íntimos. Estas lecturas
contribuían, así, a cimentar amistades, a emprender
nuevas relaciones sociales, a perpetuarlas, o, en el caso de las
clases emergentes, a imitar hábitos cultos.
Bastante menos frecuente era la lectura silenciosa, pero
no era del todo insólita. Tal vez se practicaba
fundamentalmente en el caso de cartas, documentos y mensajes,
pero existen testimonios -desde Horacio a san Agustín- de
que se realizaba incluso con textos literarios. Realmente, sobre
todo en el mundo de la Roma imperial, las modalidades de lectura,
al igual que las actitudes y las situaciones, se muestran libres.
En la época contemporánea, le lectura silenciosa
representa la última fase de un aprendizaje que empieza
con el método de lectura en voz alta y pasa a
través de una lectura en voz baja, de modo que la
diferencia entre los dos modos de leer -el vocal y el visual-
puede ser considerada índice de un bajo nivel
sociocultural en una sociedad determinada. Pero en la
Antigüedad, la lectura silenciosa no indicaba una
técnica más avanzada respecto a una experta lectura
en voz alta; de los testimonios que se poseen de ello parece que
se trataba de una elección en la cual influían
factores o condiciones especiales, como el estado de ánimo
del lector. Debemos creer que aquélla la practicaban
individuos que iban siguiendo a la lectura que se hacía en
voz alta. Existía además la lectura en voz baja;
también ésta correspondía no tanto al nivel
de lectura, como a factores de otro orden, relacionados con las
situaciones de la lectura o la índole del
texto.
Las lecturas especialmente «expresivas»
concernían sobre todo a un cierto tipo de literatura, la
que estaba dominada por la retórica y sus artificios a los
que podían acceder como lectores o como auditorio los
individuos más cultos, todo aquellos que conocían
los instrumentos de la retórica. Pero había otras
lecturas, que respondían a las exigencias de un
público estratificado, como era el que se
individualizó en los primeros siglos del Imperio. Cuando
Apuleyo, en la introducción de su novela, dice que
quería acariciar la oreja de sus lectores lepido susurro,
destina sus Metamorfosis a ese público para que hagan una
lectura individual, en voz baja. En efecto, en voz baja o
silenciosa, debía ser la lectura no sólo de la
narrativa, sino más en general de la literatura de
entretenimiento, que era menos adecuada para realizar en voz alta
y en público.
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Lectura…
LA ALTA EDAD
MEDIA
Por Malcolm Parkes
La alta Edad Media heredó de la Antigüedad una
tradición de lectura que abarcaba las cuatro funciones de
los estudios gramaticales (grammaticae officia): lectio,
emendatio, enarratio y iudicium. La lectio era el proceso por el
cual el lector tenía que descifrar el texto (discretio)
identificando sus elementos -letras, sílabas, palabras y
oraciones- para poder leerlo en voz alta (pronuntiatio) de
acuerdo con la acentuación que exigía el sentido.
La emendatio -un proceso que surge como consecuencia de la
transmisión de manuscritos- requería que el lector
(o su maestro) corrigiera el texto sobre la copia, por lo que a
veces sentía la tentación de
«mejorarlo». La enarratio consistía en
identificar (o comentar) las características del
vocabulario, la forma retórica y literaria, y, sobre todo,
en interpretar el contenido del texto (explanatio). El iudicium
era el proceso consistente en valorar las cualidades
estéticas o las virtudes morales o filosóficas del
texto (bene dictorum conprobatio).
El lector había heredado también de la
Antigüedad tardía un corpus de conocimientos
gramaticales que servían más para facilitar el
proceso de leer que para despertar el interés en el propio
lenguaje. La rigidez de esta aproximación al lenguaje se
prolongó durante mucho tiempo a causa de la creencia de
que el hombre debía ocuparse de la lengua en que estaba
escrita la palabra de Dios, así como por la tendencia a
aceptar la existencia de diferentes sistemas
lingüísticos como una consecuencia inevitable de la
Torre de Babel.. Las gramáticas tradicionales consideraban
la palabra como un fenómeno lingüístico
aislado, utilizando criterios morfológicos para establecer
un conjunto de clases de palabras llamadas «partes de la
oración». Estas gramáticas presentaban y
analizaban los paradigmas de
formas asociadas («declinaciones y conjugaciones») y
las relaciones sintácticas superficiales entre las
palabras en la construcción de oraciones
(«concordancia»). De este modo las gramáticas
eran de gran ayuda para el lector, facilitándole el
análisis del texto y la identificación de los
elementos de la lengua latina, que proporciona una gran cantidad
de información morfológica por medio de temas y
flexiones. Dicha ayuda resultó valiosísima durante
los primeros años de este periodo, cuando los manuscritos
se copiaban todavía en scriptio continua, es decir, sin
separación de palabras ni indicación de pausas
dentro de los párrafos.
Los maestros y escritores cristianos aplicaron esta
tradición de la enseñanza gramatical a la
interpretación de las Escrituras y, como consecuencia de
ello, la educación religiosa y la literaria estuvieron
íntimamente ligadas a todos los niveles. Esta
situación era distinta de la que se daba en la
Antigüedad pagana, donde los círculos culturales
más elevados estaban reservados a una élite social.
En esta nueva situación se exhortaba a la lectura a todos
los cristianos alfabetizados, pero «a aquellos que
aspirasen a llamarse monjes no se les podía permitir que
permaneciesen en la ignorancia de las letras». Como
más tarde señalaría Dhuoda, en un tratado
escrito para su hijo, leyendo libros se aprende a conocer a Dios.
El estímulo para la lectura pasaba a ser entonces la
salvación del alma, y este poderoso aliciente se reflejaba
en los textos que se leían. El libro de lectura elemental,
y el catón de los niños, pasó a ser el
salterio (cuyo conocimiento sirvió durante siglos para
comprobar si alguien sabía leer y escribir). Para aquellos
que aprendían mejor de los ejemplos que de los preceptos
había vidas de santos que caracterizaban los ideales
cristianos. Para otros, un nuevo programa de textos
conducía a los libros catholicos -el estudio de la
divinidad-, que ayudaban al lector a formular la correcta
interpretación de la palabra de Dios como alimento para su
propia alma. «En los comentarios a las Escrituras
aprendemos cómo habría que adquirir y conservar la
virtud, y en los relatos de milagros vemos cómo se
manifiesta aquello que se ha adquirido y conservado. Los estudios
gramaticales y otros textos estaban subordinados a este
propósito, y se utilizaban para perfeccionar el
conocimiento de la latinidad. San Isidoro observó que
«las enseñanzas de los gramáticos pueden
incluso resultar provechosas para nuestra vida, siempre que se
sepan usar para buenos fines».
DE LA LECTURA ORAL A LA LECTURA SILENCIOSA
Otra novedad fue el cambio de actitud hacia el propio
acto de leer. En la Antigüedad se insistía en la
expresión oral del texto -lectura en voz alta articulando
correctamente el sentido y los ritmos-, lo cual reflejaba el
ideal del orador predominante en la cultura antigua. La lectura
en silencio tenía por objeto estudiar el texto de antemano
a fin de comprenderlo adecuadamente. El antiguo arte de leer en
voz alta sobrevivió en la liturgia. En el siglo VII san
Isidoro estableció los requisitos que debían
cumplir quienes ocupasen el cargo de Lector en la
iglesia:
Quien vaya a ser ascendido a este rango deberá
estar versado en la doctrina y los libros, y conocerá a
fondo los significados y las palabras, a fin de que en el
análisis de las sententiae sepa dónde se encuentran
los límites gramaticales: dónde prosigue la
lectura, dónde concluye la oración. De este modo
dominará la técnica de la expresión oral
(vim pronuntiationis) sin obstáculos, a fin de que todos
comprendan con la mente y con el sentimiento (sensus),
distinguiendo entre los tipos de expresión, y expresando
los sentimientos (affectus) de la sententia: ora a la manera del
que expone, ora a la manera del que sufre, ora a la manera del
que increpa, ora a la manera del que exhorta, ora
adaptándose a los tipos de expresión adecuada.
El principiante también debía leer en voz alta a
fin de que el maestro pudiese asesorarlo. Superada la etapa
elemental, la fluidez en la lectura y en el uso del latín
podía ser estimulada y supervisada leyendo en voz alta en
grupo. Durante los siglos IX y X se copiaban con frecuencia las
comedias de Terencio, y, puesto que estos textos se habían
usado en la Antigüedad para que los estudiantes practicasen
la pronunciación y perfeccionasen la elocuencia, era
lógico que sirvieran para ese mismo fin en la Edad Media.
En el siglo X Roswitha de Gandersheim escribió obras de
teatro para las monjas como alternativa cristiana y feminista al
pagano Terencio. El interés por esos textos más que
entusiasmo por el drama como forma literaria en sí misma,
era una manera de adquirir fluidez en el uso de la lengua de la
vida espiritual. La lectura en voz alta, o al menos sotto voce,
se practicaba asimismo durante la lectio monástica para
que el lector ejercitase la memoria auditiva y muscular de las
palabras como base para la meditatio. El término empleado
en las diversas Reglas para este tipo de lectura era meditari
literas o meditari psalmos.
Sin embargo, a partir del siglo VI observamos que se
empieza a conceder más importancia a la lectura en
silencio. En la Regla de San Benito encontramos referencias a la
lectura individual y a la necesidad de leer para uno mismo con el
fin de no molestar a los demás. Puesto que ese tipo de
lectura debía ser supervisada para garantizar que el
lector no se relajase ni se distrajera, de ello se deduce que la
lectura en silencio no era infrecuente en esas circunstancias. Si
bien san Isidoro había establecido los requisitos para la
lectura en voz alta en la iglesia, también
consideró la preparación para el oficio de lector
como una etapa inicial de la educación
eclesiástica. Él mismo prefería la lectura
en silencio, que permitía una mejor comprensión del
texto, porque (afirmaba) el lector aprende más cuando no
escucha su voz. De este modo se podía leer sin esfuerzo
físico, y al reflexionar sobre las cosas que se
habían leído, éstas se caían de la
memoria con menos facilidad.
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Lectura…
UN PORVENIR PARA LA LECTURA.
Por Armando Petrucci
Un porvenir para la lectura, entendida como una actividad
cultural o de deleite para el hombre alfabetizado, está
asegurado, en la medida en que es cierto que en el futuro
próximo continuará la otra actividad comunicativa
fundamental, propia de las sociedades
alfabetizadas: la de la escritura. Hasta que dure la actividad de
producir textos a través de la escritura (en cualquiera de
sus formas), seguirá existiendo la actividad de leerlos,
al menos en alguna proporción (sea máxima o
mínima) de la población mundial.
Por otra parte, no parece que puedan surgir serias dudas
sobre la continuidad en un futuro más o menos cercano de
la producción de la escritura por parte de las clases
culturales de la sociedad humana. Nuestro mundo produce
actualmente, con funciones muy diferentes, una cantidad de
escritos mucho mayor de cuanto se producía a principios o
mediados de este siglo y de cuanto se haya producido nunca en los
siglos pasados; en la mayoría, sino en la totalidad de los
casos, se trata de escritura destinado a cualquier actividad de
lectura inmediata o distanciada en el tiempo, limitada o
difundida socialmente. No vemos de qué modo o por
qué esta actividad esencial para el desarrollo de
importantes funciones burocráticas, informativas y
productivas, podría o debería dejar de existir. En
definitiva, los hombres (o algunos de ellos) continuarán
leyendo mientras haya hombres (los mismos u otros) que sigan
escribiendo para que cuanto escriban sea leído por
alguien; y todo ello nos hace pensar que esta situación
continuará existiendo al menos durante algún
tiempo.
Según Robert Pattison, «La literacy de la
época de los faraones en adelante no ha padecido estragos,
sino solamente cambios»; y podemos presuponer que
seguirá cambiando sin desaparecer.
De modo que no es ésta la cuestión que
puede interesar al hitoriador-profeta o al analista de los
comportamientos socioculturales de masa. La pregunta que nos
interesa es más sutil: ¿cuál será en
el futuro próximo la actividad de lectura de los hombres?,
¿cuánto se estenderá socialmente y sobre
qué tratará?, ¿Qué importancia y
qué funciones tendrá en la sociedad?, ¿la
demanda de lectura crecerá o disminuirá? Y
cómo se comportarán con respecto a esto las
diversas áreas socioculturales del planeta? Y por
último, ¿es verdad lo que se ha afirmado
recientemente, es decir, que «la actividad de leer se
retrae en la misma medida en que la operación de leer se
universaliza?».
LO QUE SE LEE, DÓNDE SE LEE
Los historiadores nunca han sido buenos profetas; ellos
tienen, como sabemos, numerosas dificultades para investigar e
interpretar el pasado y tienen aún más para
adivinar el futuro; así pues, nadie puede pedirles que se
transformen en videntes.
A pesar de ello, si es lícito aventurar algunas
previsiones sobre los comportamiento humano en un sector complejo
como el de la culturización, es posible hacerlo
sólo partiendo del análisis de los datos relativos
a la situación de la alfabetización, de la
producción y de la demanda de textos, y de la
circulación de publicaciones en el mundo en la
última década.
Debemos aclarar en primer lugar que un problema como el
que hemos expuesto al principio -y que es el núcleo de
este trabajo- no puede afrontarse desde una óptica
limitada a los países desarrollados de Europa y de
América, sino con una perspectiva a nivel mundial; bien
porque el porvenir de la lectura está en juego no donde
ésta es una práctica habitual y consolidada, sino
allí donde no lo es, bien porque las novedades de la
demanda, de la oferta, de los
usos y prácticas de la lectura sólo pueden proceder
de las situaciones de frontera, allí donde la lectura, de
la mayoría y de la élite, ahora se está
formando y difundiendo, en situaciones socioculturales
absolutamente nuevas respecto al pasado y respecto a los
países de antigua alfabetización. Y en el
fondo, o sobre todo, también porque, como ha escrito
recientemente un historiador de la literatura con resuelta
sinceridad:
De ahora en adelante a los intelectuales más
rigurosos o sólo más honestos no les será
suficiente dar cuenta del privilegio occidental: deberán
medirse con el otro, con alguien diferente al que no siempre
será posible exorcizar invocando la locura y la barbarie
del atraso.
Los datos de los que disponemos, y que provienen de las
investigaciones de la UNESCO, presentan un cuadro que está
modificándose rápidamente y que está muy
diversificado en las diferentes áreas del globo, del cual
resulta lo siguiente:
a) El proceso de
alfabetización está en lento crecimiento en
términos de porcentaje, pero el número de los
analfabetos es cada vez mayor en términos numéricos
y ya ha superado los mil millones. En 1980 había una tasa
de analfabetismo
del 28,6 por ciento, correspondiente a 824 millones de
individuos; en 1985 el porcentaje había descendido
ligeramente al 28 por ciento, pero el número total
llegó a 889 millones. Las áreas en las cuales el
analfabetismo estaba más difundido están
localizadas sobre todo en África (en algunos países
árabes y en otros de economía fundamentalmente
rural), en América
Latina (Guatemala,
Ecuador,
Perú, Haití y Bolivia), en
Asia sobre
todo entre los países musulmanes (Pakistán,
Afganistán y Arabia Saudí). Aparte de estos casos
extremos, un problema de analfabetismo extendido está
presente en casi todos los países africanos, en gran parte
de los latinoamericanos y en numerosos países
asiáticos. Además, también en muchos de los
países llamados desarrollados, están presentes
altos porcentajes de analfabetismo de regreso y de analfabetismo
primario de origen exterior, situado especialmente en las grandes
áreas urbanas. Aparte, tenemos el caso de Estados Unidos,
donde la difusión social del analfabetismo entre negros,
latinoamericanos y empleados urbanos es muy importante y ha dado
lugar en la dos últimas décadas a encuestas y a
campañas de alfabetización, que
prácticamente no han obtenido resultados.
b) Las causas de la permanencia del
analfabetismo en grandes áreas del mundo no dependen
sólo del bajo nivel económico, sino también
de razones políticas e ideológicas. Existen
regímenes que no han acogido de buen grado el desarrollo
de la educación de masas (por ejemplo, Haití,
Perú); otros países, como los musulmanes, en donde
la educación de la mujer
está bloqueada; efectivamente, una de las consecuencias
del analfabetismo femenino, característico de los
países que viven con una fuerte ideología religiosa, es un desarrollo
demográfico incontrolado, que a su vez contribuye a
mantener altas las tasas de analfabetismo general. Las
únicas campañas logradas de alfabetización
social son las de algunos países (como Cuba, Vietnam y la
Nicaragua sandinista) que, con el modelo soviético, han
implicado a las mujeres en el proceso educacional y han apoyado
campañas de control de natalidad.
c) La producción de libros
crece vertiginosamente en todo el mundo, tanto en los dos
países gigantes, EE UU y URSS (al menos hasta 1989),
como en Europa, como en los países pertenecientes a otras
áreas (pero sólo a partir de la última
década). En 1975 fueron producidos en el mundo 572.000
títulos; en 1980 715.000; en 1983, 772.000. A principios
de los ochenta, Europa, con un 15 por ciento de la
población, producía aún el 45,6 por ciento
de los libros; la URSS, con el 8,1 por ciento de la
población, el 14,2 por ciento y Estados Unidos, con el 7,5
por ciento de la población, el 15,4 por ciento. Este
cuadro está destinado a cambiar en el futuro, pero no de
un modo radical, ni excesivamente rápido.
d) Por lo que respecta a la prensa, en 1982
se producían en todo el mundo 8.220 periódicos, de
los cuales 4.56o en los países desarrollados (en USA,
1815). Era muy abundante la circulación de ejemplares en
países con una antigua tradición de lectura y de
información: en Gran Bretaña se contaban 690
ejemplares por cada mil habitantes; en Japón, 751; en
Suecia y en Alemania del
Este, 496; y en Francia, 205.
e) Los préstamos de libros
efectuados en las bibliotecas públicas proporcionan datos
análogos. Según el cómputo de 1980, Estados
Unidos está en cabeza con 986 millones de
volúmenes, seguidos de la URSS, con 665 millones, y por
Gran Bretaña, con 637; lo que quiere decir que, dado el
porcentaje de población, este último es el
país en el que la circulación librera por la
vía del préstamo es la más alta del mundo.
Le siguen Francia con 89 millones, Dinamarca con 79 y Suecia con
77; pero para estos dos últimos países valen las
mismas consideraciones que hemos planteado para Gran
Bretaña.
Aparte de fenómenos recientes, relacionados sobre
todo con positivas evoluciones políticas de áreas o
países de América Latina, en África o en
Asia, es, pues, evidente que la mayor producción y la
más difundida circulación de libros y de
periódicos se sitúan en los países
más alfabetizados y los más poderosos
económicamente; y, en particular, en algunos países
europeos con una tradición cultural antigua. Las
áreas en las que la circulación de textos escritos
es menor o ínfima con aquéllos no sólo
débiles económicamente, sino también donde
la presión demográfica es más fuerte y se
mantiene a la mujer al margen
del proceso educacional.
CRISIS DE LA LECTURA, CRISIS DE LA
PRODUCCIÓN
El cuadro de la producción y de la
circulación de los textos en forma de libro en el
ámbito de la cultura escrita de tradición
occidental que hasta ahora se ha construido parece dibujar un
continente armoniosamente homogéneo, fundado sobre un
canon uniformemente aceptado y sobre reglas de ordenación
universalmente respetadas. Y sin embargo, las apariencias
están desmentidas por recurrentes síntomas de
desestabilización y por continuas alarmas de crisis que
conciernen tanto a la editorial como a la lectura. Y en efecto,
en ambos sectores las contradicciones parecen evidentes, las
incertidumbres del programa son grandes y las demandas de
intervencionismo estatal resultan deprimentes. ¿Existe, en
definitiva, una crisis de la lectura y del libro? ¿Y
cómo se configura?
También en este caso para entender es
necesario analizar y distinguir. Extrañamente, las alarmas
más fuertes vienen de las áreas en que la
producción y circulación de los textos impresos son
más dinámicas y están más difundidas
socialmente, es decir, de los Estados Unidos y de Europa, no de
África y América Latina. Japón constituye un
caso aparte.
En Estados Unidos, que es el país del mundo que
produce más libros y papel impreso y que posee una
industria editorial muy sólida y organizada, aunque
obsesionada con la idea de una crisis que amenaza con aparecer en
cualquier momento, los problemas de los que más se
resiente son el del analfabetismo creciente en las áreas
urbanas y el del progresivo descenso del nivel de
preparación académica de los estudiantes medios y
universitarios de las escuelas públicas: en realidad son
dos aspectos diferentes del mismo fenómeno.
Según Robert Pattison, el sistema
escolástico americano tiende cada vez más a separar
una enseñanza de élite, instalada e impartida en
los colleges más caros y más preparados, fundado en
la cultura oficial y en el absoluto respeto de los
usos lingüísticos tradicionales, de una
enseñanza de masas, tecnicista y de bajo nivel.
«Tenemos -afirma aquél- una literacy del poder y de
los negocios y
otra literacy, aún en formación, de la
energía popular»; y concluye que si esta
contraposición se transformase en un enfrentamiento
violento de clases y culturas «sería el final del
experimento americano». Por otra parte, Estados Unidos es
el país en el cual es más clara la diferencia entre
una cultura juvenil mediática, volcada en la música
rock, el cine, la televisión y los juegos
electrónicos y que deja en segundo plano la lectura,
limitada ésta a obras de narrativa contemporánea y
sobre todo de ciencia-ficción y tebeos; y una cultura
juvenil tradicionalmente cultivada, que se basa en la lectura de
libros, en la asistencia al teatro y al cine de calidad, en
escuchar música clásica y en el uso sólo
complementario de las nuevas tecnologías
mediáticas.
Una vez más, en Estados Unidos, la lucha contra
el analfabetismo urbano de masas ha sido planteada sobre un
programa de refuerzo y de difusión social de la lectura de
libros. Ya en 1966 Robert McNamara fundó una
asociación llamada «Reading is fundamental»,
que hoy cuenta con cien mil colaboradores repartidos por todos
los estados y que se dirige sobre todo a la infancia; y
más recientemente Barbara Bush ha creado una Foundation
for Family Literacy que ha tenido un fuerte respaldo federal. El
año 1989 ha sido proclamado «Year of the Young
Reader» y 1991 «Year of the Lifetime Reader»;
por último, el 6 de febrero de 1990 el Senado
estadounidense ha aprobado el «National Literacy
Act», que crea una estructura gubernamental para combatir
el analfabetismo sobre todo el territorio nacional, unificando
anteriores iniciativas privadas o locales y concediendo
conspicuos fondos federales.
Por otra parte, según otras fuentes, en Estados
Unidos no sólo está en crisis el alfabetismo de
masas, sino también la lectura de calidad, la de los
lectores preparados, que leen frecuentemente y por
convicción y que crean opinión. Según el
juicio, completamente informal, de un experto en la industria
editorial estadounidense, en todo el país (habitado por
236 millones de personas) estos lectores experimentados no suman
más de 15 ó 16.000, a los cuales habría que
añadir unos 500 ó 600 lectores de poesía.
Esta opinión es evidentemente paradójica y no puede
responder a la realidad, aunque lo comparten otros autorizados
testigos con los que he tenido ocasión de hablar sobre
esta cuestión. De todos modos, el hecho mismo de que esta
opinión sea expresada, divulgada (e incluso compartida)
demuestra que en Estados Unidos, más allá de los
problemas y de las características de la realidad
productiva, la llamada crisis del mercado del libro se siente
como un problema inminente.
Europa presenta otra cara del problema, la de una crisis
convulsiva de las empresas editoriales grandes y pequeñas,
que pasan frenéticamente de una fusión a
otra, de un grupo de propietarios a otro, de un aumento de
capital a otro, en espera del mítico fin de la unidad
continental y siempre atento a cuanto sucede en el mercado, rico
y desorientado, de los países del Este europeo y de la
URSS.
En Europa el libro no está aún tratado del
todo como una mercancía, y sobre todo los operadores
culturales y los pequeños editores se oponen a que llegue
a serlo completamente. En este sentido fue lógica la
polémica que surgió en Francia en torno a la
liberalización del precio del libro. La Ley se
promulgó en 1979 con el objeto de adaptares a las leyes
del mercado y fue anulada por una ley que aprobó Jack Lang
el 1 de enero de 1982, que restablecía el precio
único en todo el territorio nacional.
Por su parte, si en nuestro continente, los viejos mitos
son difíciles de destruir, asimismo es cierto que las
editoriales europeas, siguiendo el camino de las estadounidenses,
se encuentran alteradas por un fenómeno de
desculturización que agrede al proceso de
producción del libro a todos los niveles, del que dan
cuenta la selección, la manipulación editorial, la
traducción y la presentación gráfica de los
textos, y que provoca la caza del autor y el libro de
éxito, la frenética creación del instant
book y el anclaje pasivo en autores del pasado (vid, el
«re-descubrimiento» de los clásicos en
ediciones modernizadas). Este cambio radical de
orientación y de procedimientos,
llevado a cabo especialmente por las grandes editoriales en
constante transformación y desvastadas por repentinas
variaciones de los equipos de
trabajo y las programaciones, no consigue conquistar nuevos
espacios de mercado y nuevo público, debido también
al efecto de una feroz competencia, con
dimensiones nacionales y continentales. En esta situación
las empresas editoriales más débiles, como es el
caso de la italiana, se encuentran en mayores dificultades
respecto a las más fuertes y más capacitadas, como
la inglesa, la alemana y la española.
A pesar de ello, en estos últimos años las
editoriales europeas (incluida la italiana) publican cada vez
más, diversifican los productos, traducen abundantemente,
y en conjunto se muestran más activas y dinámicas
de lo que eran hace algunas décadas; pero no consigue
crearse un espacio de mercado seguro y en expansión; y
viven (como la estadounidense) en el miedo a una progresiva (o
imprevista) reducción del ya de por sí limitado
público interesado.
El caso japonés es una cuestión aparte,
como ya se ha apuntado, ya que los habitantes del Imperio del Sol
constituyen la más grande concentración de lectores
«experimentados» que se conoce, a lo que corresponde
una industria editorial moderna, altamente organizada y
sofisticada, que produce casi 40.000 títulos al año
con una tirada total de cerca de mil millones y medio de
ejemplares y que cuenta con unas 5.000 empresas.
El lector japonés lee abundantemente porque posee
un nivel cultural muy elevado y porque considera un deber estar
informado y formado por la cultura escrita, en un país en
el que el prestigio de la escuela y la universidad están
fuera de toda discusión. Los sectores de mayor
éxito son los manuales, la
literatura de entretenimiento y de información y los
tebeos; los precios además con muy bajos. En conjunto se
trata de un fenómeno de lectura generalizada de masas, con
características de consumo inducido, probablemente
único por la naturaleza autoritaria y jerárquica de
la sociedad japonesa y por ello no es fácilmente
exportable a ningún otro lugar.
EL DESORDEN DE LA LECTURA
De cuanto hemos dicho hasta el momento parece evidente que en el
ámbito de las áreas culturalmente más
avanzadas (EE UU y Europa) se va abriendo camino un modo de
lectura de masas que algunos proponen expeditivamente que se
defina como «posmoderno» y que se configura como
«anárquico, egoísta y
egocéntrico», basado en único imperativo:
«leo lo que me parece».
Como ya se ha dicho, esto se ha originado a causa de la
crisis de las estructuras institucionales e ideológicas
que hasta ahora habían sustentado el anterior «orden
de la lectura», es decir, la escuela como pedagogía de la lectura dentro de un
determinado repertorio de textos autoritarios; la Iglesia como
divulgadora de la lectura orientada hacia fines piadosos y
morales; y la cultura progresista y democrática que
centraba en la lectura un valor absoluto para la formación
del ciudadano ideal. Pero esto es también el fruto directo
de una más potente alfabetización de masas, del
acceso al libro de un número mucho más elevado de
lectores que el de hace treinta o cincuenta años, de la
crisis de oferta de la industria editorial respecto a una demanda
caóticamente nueva en términos de gusto y en
términos numéricos. Todos ellos son elementos que
se parecen en gran medida a la crisis que ya atravesara la
lectura como hábito social y el libro como instrumento de
este hábito durante el siglo XVIII europeo; cuando nuevos
lectores de masas plantearon nuevas demandas y la industria
editorial no consiguió responder a sus crecientes
necesidades más que de un modo incierto y con retraso;
cuando las tradiciones divisiones entre los libros llamados
«populares» y los libros de cultura se debilitaron
para numerosos lectores burgueses y para algunos de los nuevos
alfabetizados urbanos.
Contrariamente a lo que sucedía en el pasado, hoy
en día la lectura ya no es el principal instrumento de
culturización que posee el hombre contemporáneo;
ésta ha sido desbancada en la cultura de masas por la
televisión, cuya difusión se ha realizado de un
modo rápido y generalizado, en los últimos treinta
años. En Estados Unidos, en 1955, el 78% de las familias
tenían un televisor; en 1978 este porcentaje creció
al 95% y en 1985 llegó al 98%. Al mismo tiempo, en la
sociedad norteamericana disminuía el número de
periódicos: en 1910 había más de 2.500, que
descendieron a 1.750 en 1945 y a 1.676 en 1985. La
situación europea y la japonesa son, desde este punto de
vista, similares a la estadounidense, aunque no se presentan con
las mismas características. En general, se puede afirmar
con seguridad que hoy día en todo el mundo el papel de
información y de formación de las masas, que
durante algunos siglos fue propio de la producción
editorial, y, por tanto «para leer», ha pasado a los
medios audiovisuales, es decir, a los medios para escuchar y ver,
como su propio nombre indica.
Por primera vez, pues, el libro y la restante
producción editorial encuentran que tienen una
función con un público, real y potencial, que se
alimenta de otras experiencias informativas y que ha adquirido
otros medios de culturización, como los audiovisuales; que
está habituado a leer mensajes en movimiento; que en
muchos casos escribe y lee mensajes realizados con procedimientos
electrónicos (ordenador, máquina de vídeo o
fax); que
además, está acostumbrado a culturizarse a
través de procesos e instrumentos costosos y muy
sofisticados; y a dominarlos, o a usarlos, de formas
completamente diferentes a los que se utilizan para llevar a cabo
un proceso normal de lectura. Las nuevas prácticas de
lectura de los nuevos lectores deben convivir con esta
auténtica revolución de los comportamientos
culturales de las masas y no pueden dejar de estar
influenciados.
Como es sabido, el uso del mando a distancia del
televisor ha proporcionado al espectador la posibilidad de
cambiar instantáneamente de canal, pasando de una
película a un debate, de un
concurso a las noticias, de un anuncio publicitario de una
telenovela, etc., en una vertiginosa sucesión de
imágenes y episodios. De un hábito de estas
características nacen en el desorden no programado del
vídeo nuevos espectáculos individuales realizados
con fragmentos no homogéneos que se superponen entre
ellos. El telespectador es el único autor de cada uno de
estos espectáculos, ninguno de los cuales se incluye en el
cuadro de una cultura orgánica y coherente de la
televisión, pues, efectivamente, son a la vez actos de
dependencia y actos de rechazo y constituyen en ambos casos el
resultado de situaciones de total desculturización, por
una parte y de original creación cultural, por otra. El
zapping (nombre angloamericano de esta costumbre) es un
instrumento individual de consumo y de creación
audiovisual absolutamente nuevo. A través del mismo, el
consumidor de
cultura mediática se ha habituado a recibir un mensaje
construido con mensajes no homogéneos y, sobre todo, se le
juzga desde una perspectiva racional y tradicional, carente de
«sentido»; pero se trata de un mensaje que necesita
de un mínimo de atención para que se siga y se
disfrute y de un máximo de tensión y de
participación lúdica para ser creado.
Esta práctica mediática, cada vez
más difundida, supone exactamente lo contrario de la
lectura entendida en sentido tradicional, lineal y progresiva;
mientras que está muy cercana a la lectura en diagonal,
interrumpida, a veces rápida y a veces lenta, como es la
de los lectores desculturizados. Por otra parte, es verdad que el
telespectador creativo es en general también capaz de
seguir, sin perder el hilo de la historia, los grandes y largos
enredos de las telenovelas, que son las nuevas compilaciones
épicas de nuestro tiempo, síntesis
enciclopédicas de la vida consumista, cada una de ellas
puede corresponder a una novela de mil páginas o a los
grandes poemas del pasado de doce o más libros cada
uno.
El hábito del zapping y la larga duración
de las telenovelas han forjado potenciales lectores que no
sólo no tienen un «canon» ni un «orden
de lectura», sino que ni siquiera han adquirido el respeto,
tradicional en el lector de libros, por el orden del texto, que
tiene un principio y un final y que se lee según una
secuencia establecida por otros; por otra parte, estos lectores
son también capaces de seguir una larguísima serie
de acontecimientos, con tal de que contenga las
características del hiperrealismo mítico, que son
propias de la ficción narrativa de tipo
«popular».
LOS MODOS DE LEER
El orden tradicional de la lectura consistía (y
consiste) no sólo en un repertorio único y
jerarquizado de textos legibles y «leyendas», sino también en
determinadas liturgias del comportamiento de los lectores y del
uso de los libros, que necesitan ambientes convenientemente
preparados e instrumentos y equipos especiales. En la milenaria
historia de la lectura siempre se han contrapuesto las
prácticas de utilización del libro rígidas,
profesionales y organizadas con las prácticas libres,
independientes y no reglamentadas. En Europa, durante los siglos
XIII y XIV, por ejemplo, la lectura de los profesionales de la
cultura escrita, rodeados de libros, atriles y otros
instrumentos, se oponían a las libres experiencias de
lectura del mundo cortés y a las que carecían de
disciplina y de reglas del «pueblo» burgués de
lengua vulgar.
Mientras ha durado, el orden de la lectura imperante
dictaba incluso a la civilización contemporánea
algunas reglas sobre los modos en que debía realizarse la
operación de la lectura y los comportamientos de los
lectores; esas reglas descienden directamente de las
prácticas didácticas de la pedagogía moderna
y han encontrado una puntual aplicación en la escuela
burguesa, institucionalizada entre los siglos XIX y XX.
Según tales reglas, se debe leer sentado manteniendo la
espalda recta, con los brazos apoyados en la mesa, con el libro
delante, etc.; además, hay que leer con la máxima
concentración, sin realizar movimiento ni ruido alguno,
sin molestar a los demás y sin ocupar un espacio excesivo;
asimismo, se debe leer de un modo ordenado respetando la
estructura de las diferentes partes del texto y pasando las
páginas cuidadosamente, sin doblar el libro, deteriorarlo
ni maltratarlo. Sobre la base de estos principios se proyectaron
las salas de lectura de las public libraries anglosajonas,
lugares sagrados para la lectura «de todos», y que en
consecuencia resultan prácticamente idénticas a las
salas de lectura tradicionales de las bibliotecas dedicadas al
estudio, al trabajo y a la investigación.
La lectura, teniendo como base estos principios y estos
modelos, es una actividad seria y disciplinada, que exige
esfuerzo y atención, que se realiza con frecuencia en
común, siempre en silencio, según unas
rígidas normas del comportamiento: los demás modos
de leer, cuando lo hacemos a solas, en algún lugar de
nuestra casa, en total libertad, son
conocidos y admitidos como modos secundarios, se toleran de mala
gana y se consideran potencialmente subversivos, ya que comportan
actitudes de escaso respeto hacia los textos que forman parte del
«canon» y que, por tanto, son dignos de
veneración.
Según una investigación llevada a cabo por
Piero Innocenti sobre un grupo de lectores italianos
completamente casual, todos ellos de cultura media-alta, los
hábitos de lectura de los italianos, al menos en niveles
de edad y clase social documentados, son más bien
tradicionales. Sobre ochenta entrevistados, sólo algunos
desean leer al aire libre; doce de ellos señalan de
prefieren leer sentados ante una mesa o un escritorio; y cuatro
indican también la biblioteca como lugar de lectura. De
todos modos, el espacio favorito es la casa y dentro de ella su
habitación (el que la tiene), mientras que la forma de
leer varía entre la cama y el sillón; la
mayoría considera el tren como un óptimo lugar para
la lectura, prácticamente equivalente al sillón
casero. Sustancialmente se trata de respuestas que remiten a un
código
del comportamiento que aún está vigente desde los
siglos XIX y XX, vinculado a unas costumbres (con
excepción del tren) que se establecieron hace algunos
siglos en la Europa moderna y que básicamente carece de
novedades relevantes.
El convencionalismo y el tradicionalismo de los
hábitos de lectura de los entrevistados de esta
investigación provienen tanto del elevado grado de
cultura, como de la clase social, la edad y del hecho de que se
trata de europeos culturizados. En este sentido, no es casual que
la única joven del grupo de menos de veinte años de
edad y que sólo tenía estudios primarios ha
mostrado preferencias y hábitos claramente opuestas a los
de los demás, y entre las maneras de leer ha
señalado también la de extenderse en el suelo sobre una
alfombra.
Ya se ha apuntado el hecho de que los jóvenes de
menos de veinte años de edad representan potencialmente a
un público que rechaza cualquier clase de canon y que
prefiere elegir anárquicamente. En realidad, rechazan
también las reglas de comportamiento que todo canon
incluye. Como se ha escrito recientemente, «los
jóvenes afirman que leen de todo, siempre y en cualquier
lugar. El tebeo tiene esta característica, que se adapta a
todos los ambientes…»
La impresión que se tiene cuando se frecuentan
los lugares de estudios superiores en Estados Unidos y en
especial algunas bibliotecas universitarias (si es que una
experiencia personal y casual puede asumir un significado
general) es que los jóvenes lectores están
cambiando, como en todos los países, las reglas del
comportamiento de la lectura que hasta ahora han condicionado
rígidamente este hábito. Y esto se advierte en las
bibliotecas, lo cual es aún más importante para el
observador europeo, porque significa que el modelo tradicional ya
no tiene validez ni siquiera en el lugar de su
consagración, que en otros tiempos fue
triunfal.
¿Cómo se configura el nuevo modus legendi
que representan los jóvenes lectores?
Éste comporta, sobre todo, una disposición
del cuerpo totalmente libre e individual, se puede leer estando
tumbado en el suelo, apoyados en una pared, sentados debajo de
las mesas de estudio, poniendo los pies encima de la mesa
(éste es el estereotipo más antiguo y conocido),
etc. En segundo lugar, los «nuevos lectores» rechazan
casi en su totalidad o los utilizan de manera poco común o
imprevista los soportes habituales de la operación de la
lectura: la mesa, el asiento, y el escritorio. Pues ellos
raramente apoyan en el mueble el libro abierto, sino que
más bien tienden a usar estos soportes como apoyo para el
cuerpo, las piernas y los brazos, con un infinito repertorio de
interpretaciones diferentes de las situaciones físicas de
la lectura. Así pues, el nuevo modus legendi comprende
asimismo una relación física con el libro intensa y
directa, mucho más que en los modos tradicionales. El
libro está enormemente manipulado, lo doblan, lo
retuercen, lo transportan de un lado a otro, lo hacen suyo por
medio de un uso frecuente, prolongado y violento, típico
de una relación con el libro que no de lectura y
aprendizaje, sino de consumo.
El nuevo modo de leer influye en el papel social y en la
presentación del libro en la sociedad
contemporánea, contribuyendo a modificarlo con respecto al
pasado más próximo, como es fácil constatar
si examinamos las modalidades de conservación.
Según las reglas de comportamiento tradicionales, el libro
debía -y debería- ser conservado en el lugar
adecuado, como la biblioteca, o dentro de ambientes privados en
muebles específicos, como librerías,
estanterías, armarios, etc. Sin embargo, actualmente el
libro en una casa (incluso ahora también en las
bibliotecas en donde los materiales de consulta yo no son
sólo los libros) convive con un número de objetos
diferentes de información y de formación
electrónicos y con abundantes gadgets tecnológicos
o puramente simbólicos que decoran los ambientes juveniles
y que caracterizan su estilo de vida. Entre estos objetos el
libro es el menos caro, el más manipulable (podemos
escribir en él, ilustrarlo, etc.) y el que más se
puede deteriorar. Las modalidades de su conservación
están en estrecha relación con las de su
utilización: si éstas son casuales, originales y
libres, el libro carecerá de un lugar establecido y de una
colocación segura. Hasta que los libros son conservados,
se encontrará entre los demás objetos y con los
otros elementos de un tipo de mobiliario muy variado y sigue su
misma suerte que es, en gran medida, inexorablemente
efímera.
Todo ello termina por tener a su vez algún
reflejo en los hábitos de lectura, en el sentido de que la
breve conservación y la ausencia de una colocación
concreta y, por tanto, de una localización segura, hacen
difícil, incluso imposible una operación que se
repetía en el pasado: la de la relectura de una obra ya
leída, y que derivaba estrechamente de una
concepción del libro como un texto para reflexionar,
aprender, respetar y recordar; muy diferente al concepto actual
de libro como puro y simple objeto de uso instantáneo,
para consumir, perder o inclusive tirarlo en cuanto se ha
leído.
Hace ya algún tiempo Hans Magnus Enzensberger,
después de haber afirmado perentoriamente que «la
lectura es un acto anárquico», reivindicaba la
absoluta libertad del lector, contra el autoritarismo de la
tradición crítico-interpretativa:
El lector tiene siempre razón y nadie le puede
arrebatar la libertad de hacer de un texto el uso que quiera; y
continúa:
"Forma parte de esta libertad hojear el libro por
cualquier parte, saltarse pasajes completos, leer las frases al
revés, alterarlas, reelaborarlas, continuar
entrelazándolas y mejorándolas con todas las
posibles asociaciones, recabar del texto conclusiones que el
texto ignora, enfadarse y alegrarse con él, olvidarlo,
plagiarlo, y, en un momento dado, tirar el libro en cualquier
rincón"
Jorge G. Paredes M.
Lima-Perú
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