En esta monografía
me refiero a algunos de los cuentos en los
que se trata el tema de la inmigración que llegó a la Argentina entre
1850 y 1950.
En "Pedrìn", Fèlix Lima presenta a
un hijo de italianos que se avergûenza de su origen. Sus
padre lo visitan en el estudio, en el que el abogado
"encendiò un cigarrillo y se ubicò en
amplìsimo sillòn de bùfalo. Cruzò las
piernas, echò humo y apoyò la cabeza en el casquete
de brin de aquel". Ante el desdèn del hijo, el padre
exclama: "-Decalo, vieca. Estarà trabacando de
arquentino…" (1).
En "La conquista de Buenos Aires", de
Enrique Loncán, Cicerón vuelve a la vida en
el siglo XX y emprende un viaje del que se arrepentirá
amargamente. Estas palabras lo impulsaron a realizar la
travesía: "más allá del Atlante existe una
ciudad nueva, maravillosa, pletórica de esperanzas. Es
la tierra
prometida de los inmigrantes, la meta de los
destinos fantásticos y las riquezas fabulosas. Se cuentan
por millares los hijos del Lacio que en Buenos Aires hicieron
fortuna… ¿Por qué no la harías tú
también, Marco Tulio Cicerón, que llevas en tu
sangre lo
más puro de la raza latina y en tu mente todo el genio de
la estirpe inmortal?" (2).
Hacia América
parte un hombre desde
Italia. Por
amor al marido
emigrado tiempo antes, la
madre abandona a sus hijas, llevando al hijo varón, en el
cuento "El
tren de medianoche" de Syria Poletti. La escritora
recuerda así este episodio: "En ese instante, momento en
que mi madre me dejó para reunirse con mi padre en tierras
de América, nacen el drama y la rebeldía, pero
también la revelación de la soledad y su misterio.
Fue como si de pronto se hubiesen abierto las compuertas de la
vida adulta, y, al mismo tiempo, asomara la certeza de otro
llamado. Al irse, mi madre respondía a un llamado
ineludible. Yo también, con el tiempo, respondería
a un llamado" (3).
Doménico, un campesino italiano herido durante
una huelga en
Buenos Aires, en 1919, siente nostalgia de su país. El
personaje creado por María del Carmen García
"Se quedó pensando en su casa de Pescara, la casa de sus
padres, las paredes amarillas, las viejas tejas rotas,
descoloridas, que cobijaban en una cocina y en una sola
habitación a una numerosa familia de doce
almas. Su casa estaba entre colinas, de forma que desde
allí no podía ver el mar, pero bastaba con que
subiera hasta una cumbre vecina para que apareciera, como en una
visión divina, el brillo enceguecedoramente azul de las
aguas del golfo, la alta y diáfana línea del
horizonte, tan alta que daba la impresión de un mar
suspendido en el aire. Y los
barcos de todos los calados y los veleros con una fiesta de velas
al viento que semejaban una eterna despedida. (…) Esa tarde de
verano, agobiante y triste, en que se sentía tan solo y
tan dolorido, el recuerdo de su ‘paese’ lo
envolvía en una nube dulce de nostalgia" (4).
Un amor imposible causa la emigración de un
italiano, creado por Josè Luis Cassini: "El mismo
día en que Enrico se hizo cargo de la sastrería, el
único auto de la villa se detuvo enfrente. El chofer
entró: ‘La hija del Patrón se va a casar con
un doctor de Zóppola, como él ha dispuesto; y
aquí te manda este dinero a
cuenta del traje de novia que le vas a confeccionar’.
Enrico lo entregó y se embarcó. Para no ver
jamás el mar viajó tierra
adentro, hasta el centro de la Argentina; hasta su huerta, en
medio de la manzana del medio del pueblo" (5).
El casamiento es una de las formas en las que el
inmigrante se integra a la nueva sociedad. En un
texto de
Fray Mocho vemos a dos argentinas intentando una alianza
matrimonial con un inmigrante, mas la misma no se da porque el
italiano declara estar casado ya en su país. Ante esta
situación, la tía de la joven lo increpa:
"-¿Y que más quedrá este condenao?…
¡Se necesita ser un gringo afilador, pa crer que una
muchacha como mi sobrina sea capaz de fijarse en él si no
es para casarse!… ¿Pa qué estarán los
criollos?… ¡Aura mismo le habi’avisar al
escribiento que no habías sido lo que parecés…
condenao!… ¡Si hasta facha e’criminal en tu tierra
t’estoy encontrando… verás con quién te has
metido a tirar tiros al aire!…" (6).
En "La casa endiablada" de Eduardo L. Holmberg,
aparecen italianos de humilde condición, carreros y
verduleros, a los que se considera holgazanes y supersticiosos
(7).
En "Desarraigo", cuento de Ana María de
Benedictis, el narrador, que piensa en emigrar de la agobiada
Argentina del siglo XXI, se arrepiente, evocando una historia familiar vinculada
con la guerra:
"Recordó que una mañana muy temprano llegó
una carta bordeada de
una franja verde, blanca y roja; que la abrió su abuela
materna y comenzó a secarse las lágrimas con el
delantal; (…) esperaron en la vereda a su padre. (…) Su
madre, Mariana, había muerto hacía ya quince
días. El correo tardaba mucho y él hacía
quince años que no la veía. Recordó el duelo
a distancia y el dolor de tanta ausencia amontonada, de tantos
besos perdidos y de tanta soledad impuesta por un país
destruido por la guerra" (8).
María del Carmen García es autora
de un cuento en el que presenta a unos asturianos que se quedaron
en la ciudad de Buenos Aires: "Se acomodaron en una pieza de
pensión en La Boca, paso obligado para todo humilde
recién llegado, después del Hotel de Inmigrantes y
antes de alcanzar el soñado terrenito propio"
(9).
Patricio Pron, escritor santafesino,
seleccionó para integrar una antología un cuento en
el que menciona un hotel anterior al que conocemos. El
protagonista de "La espera" "era porteño. Había
nacido allá por 1908 en La Boca, en el Hotel de
Inmigrantes, un día de lluvias frías. Sus padres,
llegados hacia días de Cataluña, le habían
transmitido casi sin saberlo esa sensación de ya no
pertenecer a ninguna parte, ni a Cataluña ni a Buenos
Aires". El edificio al que Pron se refiere ha sido adquirido por
la Fundación Andreani para la construcción de su nueva sede
(10).
Para conjurar la nostalgia, algunos inmigrantes traen de
su tierra algo que les resulta especialmente querido: un retrato,
un mantón, fotos… O el
olivo que la española plantó en el fondo de su
casa, en el cuento "Don Paulino", de Marita Minellono
(11).
En la provincia de Buenos Aires se afinca el
protagonista de un cuento de Arturo M. García: "Don
Javier Echegaray y Tarragona, oriundo de San Sebastián en
el país vasco y como su nación,
fuerte de temperamento, férrea voluntad, constante en
el trabajo y
perseverante en sus ideas había llegado a la Argentina a
los doce años con unas ansias inconmensurables de hacerse
la América (12).
Cuando "Doña Conce", la gallega del cuento de
Jorge Dietsch, ve que se acerca su fin, pide sus zapatos,
"e incorporándose en la cama, comenzó a bailar.
Bailaba para adentro, se veía en la mirada y la sonrisa,
con una gracia joven y movimientos que debían ser de tal
agilidad que en la habitación entró un viento
fresco de montañas, con olores de campo y de menta.
Tarareaba al mismo tiempo una música tan
extraña y bella que quienes escuchaban, a pesar de la
gravedad de las circunstancias, no pudieron evitar
acompañarla con movimientos de pies. Luego, agotada de
tanta danza,
apoyó la cabeza en la almohada, respiró profundo
varias veces, y cerró los ojos sin dejar la sonrisa, como
soñando un buen sueño" (13).
Escribì mi cuento "Volver a Galicia",
basàndome en una anécdota familiar. Acerca de esta
mujer, digo:
"Hasta que no lograra pisar esa tierra, nada tendría
valor para
ella, porque le faltaba su punto de partida, el origen que la
había llevado a ser quien era" (14).
En un cuento de Susana Goldemberg, dice un
inmigrante al despedirse de su familia: "Argentina. El nombre
raro. Otro país. Del otro lado del mar. Papá
trató de explicarme: -Es un país grande, rico,
generoso. Allí respetan a todos los hombres del mundo que
quieran trabajar sus tierras. No importa en qué templo o
en qué idioma le hablen a Dios" (15).
En el cuento de Luis León, "Izmir,
Vísperas de Pésaj", judíos de Esmirna
preparan su viaje hacia la "Aryintina, como Ierushalám,
tierra prometida de leche y
miel…" (16).
En "Chacarita, Vísperas de Pésaj", otro
judío, esta vez un sefaradí proveniente de Esmirna,
recuerda con disgusto su paso por el hotel de inmigrantes:
"Cuarenta días en el vapor no fueron menos que cuarenta
años en el desierto, y al llegar, ese hotel. Parecido a la
timaraná de Chesmé, igual a ese manicomio donde
murió Doudou, su madre que nunca lo abandonaba, y
comenzó a dejarlo un día, de a poco, en su cerebro, poco a
poco hasta olvidar quién era su único hijo, y otro
día se fue entre esas paredes ajenas. Esas inmensas salas
llenas de camas, donde cada uno hablaba de lo suyo y sin que
nadie los entienda" (17).
Marcelo Birmajer evoca su experiencia en la
primaria. A propósito de un hecho que está
relatando, dice: "La historia transcurre en el colegio Doctor
Hertzl, una institución judío-laica donde
cursé hasta el cuarto grado de la escuela primaria.
No pasé de cuarto grado porque el estudio
simultáneo del inglés,
el hebreo y el castellano,
sumado a una confusa situación familiar, me dejó
varado en una dislexia
consistente en escribir el castellano de derecha a izquierda,
como el hebreo; y el hebreo de izquierda a derecha, como el
castellano. Sin duda podría haberme presentado como
atracción en un circo grafológico, pero no era la
habilidad más indicada para cursar regularmente el cuarto
grado" (18).
Alberto Gerchunoff dejò, en el cuento "El
dìa de las grandes ganancias", testimonio de su
època de vendedor ambulante, durante la adolescencia.
"Necesitaba poco para ababdonar el comercio a que
me dedicaba. Era yo entonces alumno del colegio nacional.
Habìa dado examen de primer año,
encontràndome imposibilitado para continuar los cursos. Me
faltaba el dinero para
la matrìcula, carecìa de libros, del
traje de cierta apariencia, a fin de que los camaradas de aula no
se burlasen demasiado de mi aspecto gringo. Fueron estas
circunstancias que me relacionaron con el jocundo Rondelli y
nuestro convenio comercial quedò establecido sin
intervenir leyes ni
escribanos" (19).
Los inmigrantes padecen las secuelas de la guerra. En un
cuento de Sebastián Jorgi, un hombre dice a su
mujer: "A la semana de vivir juntos, mamá Freda se largaba
a llorar todas las noches en la habitación contigua. Vos
me explicaste que estuvo en el Ghetto de Varsovia y no quiere
dormir sola porque tiene mucho miedo de sólo pensar que
los nazis la llevarán a la casona del fondo del campo"
(20).
En su cuento "El cardenal", Márgara
Averbach escribe: "Yo siempre habìa querido un
cardenal. En ese entonces, habìa muchos en los
àrboles de la casa de las tìas, como flores rojas
màs ràpidas que las otras. Y el abuelo, -que
había nacido en una ciudad de Europa y
después se había visto obligado a convertirse en
gaucho judío, una conjunción inimaginable para
él, supongo- me habìa prometido cazar uno para
mì ese verano" (21).
De otro agricultor judío, "Aarón" y su
esposa dice María Inés Krimer: "Nadie pudo
explicar por qué terminaron ahí, perdidos en el
medio de la pampa, cuando parientes y amigos se habían
dirigido a las colonias de Santa Fe, Entre Rios y Chaco"
(22).
El bisabuelo de Zahira Juana Ketzelman
llegó a Azul con su familia, pero, molesto por la actitud de los
lugareños para con sus hijas casaderas, se fue de esa
localidad (23).
Eduardo L. Holmberg evoca en "La pipa de
Hoffmann" a un judío alemán que "Conocía
profundamente la historia y la literatura antiguas, las pocas
reliquias de la edad media, y
era capaz de apreciar los grandes hechos y los grandes hombres de
los tiempos modernos y contemporáneos" (24).
En "Nelly", EduardoL. Holmberg se refiere a un
inglés, "un caballero perfecto, vinculado a la
Legación británica" (25).
En "Un sepelio atmosfèrico (Crònica de
1891)", Juan Carlos Dàvalos relata el destino que un
astrònomo inglès radicado en Salta eligiò
para sus restos: "A toque de clarines, la ceremonia dio comienzo
a las 3, hora en que el globo, totalmente hinchado,
cernìase por encima de la muchedumbre apeñuscada.
Debajo del globo, sobre una mesa, notàbase un bulto largo,
especie de tùmulo cubierto por un amplio trapo negro:
ahì estaba el cadàver de Mr. Stop (26).
En "La noche de la cruz de plata" -uno de los cuentos
por los que Jorge Torres Zavaleta mereció el Premio
Fortabat en 1987-, la guerra, que parecía tan lejana, tan
europea, llegó a la Argentina. El escritor evoca esa
contienda. Tan argentino se siente el hijo de Miss Lucy que,
cuando se declara la guerra de las Malvinas, se
alista para combatir a los ingleses. Muere en el combate,
luchando contra los soldados de la nación de sus padres.
Miss Lucy, al enterarse de la muerte del
joven, "pensó que de lejos, sin advertirlo, sus
compatriotas la habían mutilado" (27).
En uno de los cuentos de Tréboles del sur,
Juan José Delaney plantea la situación de
una inmigrante que ve frustradas sus ambiciones, principalmente
por el obstáculo que es para ella el desconocimiento del
lenguaje,
aunque, en lo que respecta a lo material, se muestra
agradecida: "no puedo pasar por alto la buena acogida que los
irlandeses todos hemos tenido en este suelo;
difícilmente brazos deseosos de trabajar no encuentren
recompensa", dice la mujer"
(28).
En varios cuentos de Horacio
Quiroga aparecen inmigrantes. Uno de estos cuentos es
"Van-Houten", que toma su tìtulo del apellido del
protagonista, un "belga, flamenco de origen", al que "se le
llamaba alguna vez Lo-que-queda-de-Van-Houten, en razòn de
que le faltaba un ojo, una oreja, y tres dedos de la mano
derecha. Tenìa la cuenca entera de su ojo vacìo
quemada en azul por la pòlvora. En el resto era un hombre
bajo y muy robusto, con barba roja e hirsuta. El pelo, de fuego
tambièn, caìale sobre una frente muy estrecha en
mechones constantemente sudados. Cedìa de hombro a hombro
al caminar y era sobre todo muy feo, a lo Verlaine, de quien
compartìa casi la patria, pues Van-Houten habìa
nacido en Charleroi" (29).
En "La casa endiablada", de Eduardo L. Holmberg, es
asesinado un colono suizo: "De las prolijas investigaciones
hechas, y gracias a un interrogatorio bien llevado, en presencia
de testigos fidedignos, el 17 quedò convicto de haber
asesinado traidoramente a Nicolàs Leponti, a quien
llevò con engaños hasta la casa de Luis
Fernàndez. El suizo querìa comprar gallinas de
raza, y sabiendo el 17 que aquella casa estaba sola, se
dirigiò a ella y allì consumò el crimen"
(30).
Narra Jorge Luis Borges en "El sur": "El hombre que
desembarcó en Buenos Aires en 1871 se llamaba Johannes
Dahlmann y era pastor de una iglesia
evangélica; en 1939, uno de sus nietos, Juan Dahlmann, era
secretario de una biblioteca
municipal en la calle Córdoba y se sentía
hondamente argentino. Su abuelo materno había sido aquel
Francisco Flores, del 2 de infantería de línea, que
murió en la frontera de Buenos Aires, lanceado por
Catriel; en la discordia de sus dos linajes, Juan Dahlmann (tal
vez a impulso de la sangre germánica) eligió el de
ese antepasado romántico, o de muerte
romántica" (31).
…..
Quienes se establecieron en la nueva tierra aparecen en
estos cuentos con sus sentimientos, sus costumbres y
peculiaridades; son personajes de ficciòn
entrañables, aùn en sus defectos.
- Lima, Fèlix: "Pedrìn", en Fray Mocho,
Fèlix Lima y otros – Los costumbristas del 900.
Buenos Aires, CEAL, 1980. - Loncàn, Enrique: "La conquista de Buenos
Aires", en Ultimas charlas de mi amigo. Buenos Aires, El
Ateneo, 1936. - Poletti, Syria: "El tren de medianoche", en Mi mejor
cuento. Buenos Aires, Oriòn, 1974. - García, María del Carmen: Cuentos de
gringos, en Fasola, Fanny y Garcìa, Marìa del
Carmen: Cuentos de criollos y de gringos Buenos Aires,
Vinciguerra, 1996. . - Cassini, José Luis: "El mar en los ojos", en
Rotary Club. Còmite de Cultura.
Ramos Mejìa, 1994. - Fray Mocho: Cuentos. Buenos Aires, Huemul,
1966. - Holmberg, Eduardo L.: Cuentos fantàsticos.
Buenos Aires, Hachette, 1957. - De Benedictis, Ana Marìa: en El Tiempo,
Azul, 24 de marzo de 2002. - García, Marìa del Carmen: op.
cit. - Pron, Patricio: en De manos abiertas – Cuentos
por adolescentes. Buenos Aires, Tu Llave,
1992. - Minellono, Marita: "Don Paulino", en
Reuniòn. - García Arturo: "El còctel", en el
grillo, Buenos Aires, - Dietsch, Jorge: en El Tiempo, Azul, 14
de marzo de 1999. - González Rouco, María: "Volver a
Galicia", en El Tiempo, Azul, diciembre de
1998. - Goldemberg, Susana: en Cuentos de la bobe. Buenos
Aires, Sudamericana. - León, Luis: "Izmir. Vìsperas
dePèsaj", en SEFARaires, Nº 1, mayo de
2002. - León, Luis: "Chacarita. Vìsperas de
Pèsaj", en SEFARaires, Nº 2, junio de
2002. - Birmajer, Marcelo: en No es la mariposa negra. Buenos
Aires, Sudamericana, 2000. - Gerchunoff, Alberto: "El dìa de las grandes
ganacias", en Cuentos de ayer. Buenos Aires, Ediciones Selectas
Amèrica, Tomo I, Nº 8, 1919. - Jorgi, Sebastiàn Antonio: "Tardes del
Lorraine", en Tardel del Lorraine. Buenos Aires, Ediciones del
Valle, 1996. - Averbach, Màrgara: "El cardenal", en
Aquì donde estoy parada. Còrdoba, Alciòn,
2002. - Krimer, Marìa Inès: en El
Tiempo, Azul, 9 de febrero de 1997. - Ketzelman, Zahira Juana: en el grillo. Suplemento:
Gabinete de Letras y Arte, Nº 9. Buenos Aires,
2000. - Holmberg, Eduardo L.: op.cit.
- Holmberg, Eduardo L.: ibìdem
- Dàvalos, Juan Carlos: en La muerte de Sarapura
Antologìa. Buenos Aires, CEAL, 1980. - Torres Zavaleta, Jorge: "La noche de la cruz de
plata", en El palacio de verano. Buenos Aires, Grupo Editor
Latinoamericano, 1987. - Delaney, Juan Josè: Moira Sullivan. Buenos
Aires, Corregidor, 1999. - Holmberg, Eduardo L.: op. cit.
- Quiroga, Horacio: en Los desterrados- El regreso de
Anaconda. Buenos Aires, Losada, 1997. - Borges, Jorge Luis: en Ficciones. Buenos Aires, Sur,
1944.
Trabajo enviado por
María González Rouco
Lic. en Letras UNBA, Periodista Profesional
Matriculada