Las relaciones amorosas del Siglo de Oro se
encuentran explicadas en la ficción literaria a partir de
tres corrientes: la primera de ellas procede de la Francia de los
trovadores, cuya esencia y condicionantes servirán de
materia
novelable a través de un código
que se resume en la cortesía, humildad, adulterio y
religión
de amor. La segunda influye notablemente en la lírica, y
es que se trata de una corriente amorosa que refuerza el
sentimiento melancólico y desengañado del amor,
añorando el pasado feliz frente al presente en soledad
ante la ausencia de la amada. Finalmente, en tercer lugar,
destaca la visión neoplatónica del sentimiento
amoroso, que consiste en la necesidad del amante de contemplar la
belleza de la amada. Pero esta necesidad no va más
allá de ser una mera contemplación, ya que el
amante rechaza el apetito desordenado y el deseo carnal,
tachándolos de acciones
deshonestas.
Así pues, el amor en los
distintos tipos de novela en el
Siglo de Oro se presenta de distintas maneras, de tal suerte que
tendríamos los amores apasionados y crueles de la novela
sentimental, secretos y fieles en la caballería andante,
virtuosos y musicales en las pastoriles, amores leales y
supeditados a las creencias religiosas en los relatos moriscos,
escabrosos en la picaresca, amores honestos y viajeros para los
héroes bizantinos, y amores trágicos y explosivos
en la novela cortesana del siglo XVII. La idealización del
amor se debe básicamente a que todas estas experiencias
van dirigidas a un público cada vez más femenino,
ya que la mujer empieza
a participar activamente en la ficción literaria,
especialmente cuando en las novelas la
heroína destaca por tener una actividad decidida y
valerosa ante el carácter
más apocado e indeciso del héroe.
Precisamente uno de los géneros que mejor tratan
uno de los múltiples aspectos que puede presentar el amor,
es la novela bizantina, donde hemos de encasillar "el
último sueño romántico de Cervantes", como
nombró Farinelli a Los trabajos de Persiles y Sigismunda,.
Historia
septentrional. Este género
surge en España
durante el siglo XVI amparado por las corrientes erasmistas, que
lo consideraron como una fuente de verosimilitud y enseñanza. Alcanza su momento de esplendor
en el XVII al convertirse en el género que mejor
representaba el movimiento
contrareformista, mientras que sus protagonistas se convierten en
el símbolo del peregrinaje cristiano, ya que manifiestan
una honda preocupación por acatar los preceptos
religiosos.
Los constituyentes básicos del género se
podrían resumir en lo siguiente: una pareja de enamorados
se ven obligados a huir de su casa bajo el dudoso parentesco de
hermanos. Entonces se inicia un interminable viaje durante el
cual son acechados por fuerzas sobrenaturales (la Fortuna, los
Dioses envidiosos, la Divina Providencia), tempestades
marítimas, crueles piratas, cautiverios, encuentros,
separaciones… el viaje concluye con la unión definitiva
de la pareja mediante el matrimonio.
El asunto es enrevesadíisimo, no precisamente en
su armazón esquemática, sino por las aventuras
accesorias y nuevos personajes que surgen a cada paso que dan los
protagonistas. En síntesis,
los Trabajos que dan título a la obra son los que sufren
Persiles (que en todo el libro aparece
con el nombre de Perandro, hasta l antepenúltimo
capítulo, en el que se revela su personalidad
de hijo segundo de la reina Eustaquia de la isla de Tule, "que
está en la última parte de Noruega, casi debajo de
Polo ÁRTICO") Y Sigismunda (QUE TAMBIÉN APARECE
HASTA EL ÚLTIMO MOMENTO Con el nombre de Auristela, y que
era hija de Eusebia, reina de Finlandia, "isla que está
como a trescientas leguas de Tule").
Sigismunda había sido prometida a Maximino,
hermano mayor de Periandro y heredero del trono de su madre;
pero, enamorada del último, decide, de acuerdo con
él y con la reina, ausentarse de la isla antes del regreso
de Maximino, que se hallaba guerreando, y así lo realizan
con el pretexto de que han de ir a Roma para
enterarse biien de las cosas de la fe católica. Al saberlo
Maximiino, se marcha también a Roma separadamente, y a
todos empiezan a sobrevenirles aventuras fantásticas, en
las que intervienen, además de ellos, Arnaldo, hijo del
rey de Dinamarca y enamorado locamente de Auristela; los
españoles Antonio y su mujer, Ricla, que
hacían vida de bárbaros en una isla de
bárbaros, con sus hijos Antinio y Constanza; Cloelia y
Taurisa, ama y doncella, respectivamente, de Auristela; el
italiano Rutilio, carcelero en otra isla; Transila, su padre
Mauricioo y su esposo Ladislao; el rey Policarpo y sus hijas
Policarpa y Sinforosa – este última enamorada
también de Periandro -; Feliciana, el duque de
Nemurs…
Hay en el libro relatos de naufragios, sacriificios
humanos frustrados, vuelos sobre el manto de una bruja, barcos
atacados por piratas, apresados por los hielos o volcados con sus
tripulantes .- que se salvan por un boquete aserrado en la quilla
-, aparecen bárbaros o salvajes de diversas
espécies… y después de las peripecias
marítimas surgen las terrestres, en cuya narración
cede un poco su puesto la fantasía al realismo, y
que se refieren al largo camino desde Lisboa a Roma, efectuado a
pie y con el carácter de peregrinos por Auristela y
Periandro, pasando por Guadalupe, Ocaña, Quintanar,
Barcelona, Perpiñán, Milán, Lucxa y otros
diversos lugares.
Cerca ya de Roma, deespués de una peligrosa
dolencia de Auristela y de una tentatiiva de asesinato contra
Periandro, encuentran al hermano de este, Maximiino, que,
gravemente enfermo, expira en sus brazos. Y su muerte permite
ya la boda de los enemorados Persiles y Sigismunda, poniendo
término a sus trabajos… y a los del paciente
lector.
Se trata de un género que recibe sus primeras
influencias del mundo de la antigüedad clásica,
especialmente en obras como Teágenes y Cariclea o la
Historia Etiópica de Heliodoro y las Aventuras de Leucipa
y Ciltofonte de Aquiles Tacio, en donde se halla cierto erotismo
que se manifiesta desde diversas actitudes, con
referencias a la pasión exacerbada entre los amantes y al
amor entre efebos. Todo este se debe precisamente a que el tema
argumental de ese tipo de relatos gira en torno al amor, y
esto desde una perspectiva divina, es decir, el libro entero es
una demostración del dicho clásico "Omnia vincit
amor", ya que los protagonistas logran superar cuantos
obstáculos se interponen a su unión definitiva: la
fuerza del
amor que les une es superior a cualquier otro sentimiento de
maldad. Así, el amor se convierte en tema principal, en
protagonista clave, en la salvación última dirigida
a la felicidad matrimonial que justifica todos los peligros
pasados. El amor está concebido como una
idealización dentro de los cánones del platonismo,
consiste en el goce de la belleza que sustenta la pasión
amorosa del amante. El amor, fuerza generadora de la obra,
aparece desde un principio desde dos perspectivas, esto es, como
búsqueda y reposo, que conduce a una paz espiritual y como
conflicto. En
ambos aspectos se basan los "trabajos".
Para el Persiles, Cervantes escoge una muy variada
filografía, en la cual es fácil entrever la
fusión
de corrientes diversas, desde el amor cortés junto al
petrarquismo, hasta el neoplatonismo y las huellas de Erasmo.
Cervantes expone numerosas opiniones, en algunas ocasiones
contradictorias, sobre el amor. De tal suerte, a lo largo de la
obra se constituyen una serie de dualidades.
Una de ellas se basa en el equilibrio
provocado por el amor casto y sincero de los enamorados por una
lado y la necesidad de consumarlo por el otro, ya que se ven
obligados por los innumerables peligros a los que se ven
expuestos los protagonistas. Ambas posturas determinan su
comportamiento
a lo largo del relato. Periandro repite incansable el
típico "gocemos del amor ahora que podemos", antes de que
se destruya para siempre, frente a la testaruda castidad de la
heroína. Pero a pesar de todo, se respeta la castidad de
los protagonistas por encima de cualquier otro sentimiento – y
éste es una de los aciertos más decisivos del
género -, ya que para demostrar y afianzar su amor, los
protagonistas se comprometen en un juramento de amor, de respeto mutuo y
defensa de su valor
más preciado: la virginidad. Con ello se establece un
balanceo un tanto inestable entre el juramento de amor y el
irreprimible terror de no poder
cumplirlo antes. He aquí otra dualidad. Sin embargo, este
aparente desequilibrio nutre la pasión amorosa. Esta
produce la inevitable tensión ante lo que se quiere y lo
que se debe, lo cual desemboca en la sensualidad. De algún
modo esto nos remite a la imagen del
superhombre nietzscheano, que se opone al "yo debo" kantiano, un
"yo quiero" que se palpa en personajes tan libertarios como Lobo
Larsen de Jack London o el Raskolnikov de Dostoievsky que,
después de perpetrar un crimen se pregunta: "
¿Crimen? ¿Qué crimen?". Desde luego, este
grado de cinismo no se llega a alcanzar en el
Persiles.
Además, el juramento potencia el
erotismo, y los autores de este género, conscientes de
ello, recurren con asiduidad a la presencia de un tercero que
tendrá que poner a prueba el juramento prometido.
Éste se suele denominar el recurso del triángulo
amoroso, pero también se puede dar el caso de ser un
"cuadrado", creándose así un esquema notablemente
más complejo. Y precisamente es éste último
el que emplea Cervantes en el Persiles, y al que S. Zimic ha
calificado de "amores entrecruzados". Y ya que el deseo sexual
empuja a los protagonistas a la mentira, que se convierte en una
costumbre cuando las aventuras llegan a "límites
peligrosos" para conservar la virginidad. La amenaza del peligro
o el desarrollo del
enredo obligan a nuestros héroes a fingir estados
físicos, alterar su personalidad, disfrazarse de hombre o
mujer…
Es el caso de Periandro, que ya en los primeros
capítulos del Libro I se ve obligado a disfrazarse de
mujer a fin de burlar a los bárbaros y recuperar a
Auristela. Sin embargo existen ciertas connotaciones a la hora de
tener que analizar este tipo de hechos. Pues como acabamos de
señalar, la novela bizantina española incluye entre
los constituyentes del género una destacada sensualidad
producto de la
tensión amorosa. Pero el erotismo no se manifiesta tan
abiertamente, sino que se ha de intuir en la actuación de
algunos de los personajes.
Por lo tanto, se censura cualquier referencia al tema de
las relaciones homosexuales, ya que son consideradas como un
pecado "contra natura", y se suavizan mediante el equívoco
del disfraz. Así, un bárbaro puede enamorarse del
héroe porque este está disfrazado de
mujer.
Cervantes ha trazado un recorrido que tiene
mucho de purificación ascética. Además, en
los inicios de la obra también expone, por boca de
Mauricio, los poderes sobrenaturales del amor, que rompe las
barreras sociales y que se iguala hasta la muerte.
Así, desde la isla Bárbara hasta la Roma cristiana,
Auristela y Periandro vivirán una serie de experiencias
que tienen como explicación final su conversión
religiosa. Este hecho convierte, por tanto, a los protagonistas
en peregrinos y su peregrinaje adquiere sentido en el entramado
bizantino. El autor sigue lo que J.B. Avalle- Arce
señaló como "cadena del ser", la cual, explica la
disposición geográfica y la intención
moral del
relato y determina los diferentes temas que desarrolla. Y lo
mismo ocurre con el sensualismo del relato: desde la violenta
pasión que domina a Bradamiro hasta el amor honesto de los
enamorados, se irán sugiriendo diferentes vías de
comportamiento que concluyen con el perfeccionamiento espiritual
y la llegada a Roma. Según esta teoría
de la "cadena del ser", cuanto más abajo nos situemos en
ella, mayores serán los apetitos desordenados, más
primitiva será la sensualidad y más notable
será el erotismo, y para ejemplificar esto,
bastaría con recordar la violencia de
los habitantes de la Isla Bárbara, las deshonestas
costumbres que avergüenzan a Transila, el amor carnal de
Rosamunda…que en definitiva son personajes necesarios, a fin de
que los que se nos van presentando a medida que llegamos a Roma
nos resulten más virtuosos, dados los fuertes contrastes
que presentan con los anteriores: Renato y Eusebia, Rosanio y
Feliciana de la Voz, Ambrosia y Contarino, Isabela, Andrea,
Ruperta, Croriano… y desde luego, todas estas virtudes aunadas
y personificadas en Periandro y Auristela.
Por lo tanto, esta visión neoplatónica del
amor contrasta con el amor que está más relacionado
con el erotismo y el goce de los sentidos, que
aporta una visión menos idealista y más encendida
de las relaciones amorosas en las que sobresale el componente
sexual que anima el comportamiento de los protagonistas. Y como
es de esperar, se hacen incontables intentos, durante toda la
obra, por acabar con la castidad de los jóvenes, los que
les conducirá al mar de amor o a los celos (enfermedades propias de los
antes).
A raíz d esto se establece una nueva dualidad:
por un lado, el autor pondera los valores
positivos y engrandecedores del amor, lo que conduce al
perfeccionamiento espiritual, y por otro, presenta los valores de
índole escolástica que acaban degradando al amor a
la enfermedad, la destrucción y la muerte. Los Trabajos
muestran la evidencia de los efectos destructores de la lascivia
que lleva al asesinato y al suicidio.
Todo el Libro I presenta la doble corriente
de amor y celos por la que discurre la obra, tanto en su
vertiente idealizada como en la correspondiente al abandonarse a
las pasiones.
Los celos como enfermedad aparecen claramente declarados
en esta primera parte. De ellos sufren tanto Periandro como
Auristela, y en ambos casos es la presencia de un tercero quien
provoca ese estado.
El Libro II se inicia con un juego de
desdoblamiento entre el traductor y el "historiador" de los
Trabajos, sosteniendo dos diferentes puntos de vista sobre las
disquisiciones amorosas. Este libro va a constituir una declarada
confirmación de las enfermedades de amor y celos. Estos
estados de ánimo se pueden representar con secuelas de
síncopes, sudores y visajes desvaídos. Una de las
soluciones a
las que se recurre también es a la separación
geográfica entre ambos enamorados. Pero por lo general, en
este sentido Cervantes se muestra tajante,
pues afirma que sólo la muerte puede acabar con los celos,
siempre y cuando no les pongan freno previamente la renuncia
ascética. Pero éste es el concepto: "
sólo la muerte acalla la voz y la memoria de
los celos". Periandro cree que Auristela está celosa y
pronto se declara su enfermedad que parece más del alma
que del cuerpo, y hay que considerar que el cuerpo alma y el
cuerpo son inseparables y los sufrimientos de una alteran al otro
y viceversa. Así que los celos, la enfermedad y la muerte
se unen en consonancia y demuestran una vez más que el
amor y la muerte desde siempre han estado hermanados, como
muestra la larga secuela de difuntos de la literatura
universal.
El análisis de los celos y del amor es
minucioso y detallado, y no sólo en la práctica,
sino en la s continuas declaraciones que se hacen sobre ambos. El
amor engendra a los celos arbitraria e infundadamente, como
consecuencia de su prepotencia y falta de limites. Sin embargo
Cervantes distingue entre los "sanos" celos entre los
protagonistas y aquellos que generan la lascivia. Se establece
una sutil diferencia entre ambas: en el primer caso, la
enfermedad se cura, mientras que en el segundo caso la
acción desemboca en la destrucción y en la
muerte.
En el Libro III se produce un considerable cambio
espacial: de las aventuras marítimas se pasa al
peregrinaje por tierra, pero
esto no significa un giro sustancial en el tema, sino que la obra
prosigue por la senda de los estragos amorosos, mostrando
diversas situaciones. En este libro, Cervantes aprovecha para
poner en tela de juicio las venganzas de sangre por
cuestiones de honra, de tal manera que hace que Periandro haga un
alegato contra ellas, aconsejando el perdón que se deriva
de la caridad cristiana.
Y a los alardes engañosos y las
presunciones del enamorado se impondrán toques de sensatez
y contención, rompiendo así la tradicional
desmesura que caracteriza el asedio de los enamorados.
En esta parte continúan haciéndose
alusiones al tema de los celos. De hecho, Auristela plantea un
hecho clave para el entendimiento de la obra: la
distinción entre "amar" y "querer bien",
aludiéndose de nuevo a los celos "que llegan a quitar la
vida".
También aparece la vertiente demoníaca del
amor que viene a representar a la locura amorosa. Es el caso de
la loca de Luca, Isabela Castrucha, que finge estar
poseída por una legión de demonios, burla a la
profesión médica – el médico no atina con la
verdadera causa de la enfermedad- y, desde luego, u como cabe de
esperar, sólo se cura con la llegada de su amado. Esta
historia supone una negación a las teorías
demonológicas sobre la magia que afectaban a las
cuestiones amorosas y que habían servido como punto de
arduas discusiones, desde antiguo, sobre la influencia del
demonio en cuestiones de amor.
Pero es el Libro IV y último, el que profundiza
más en el tema y amplía ejemplos de enfermedad
amorosa. El camino de Roma ofrece la probada honestidad de los
"hermanos" protagonistas. Incluso Auristela se presenta como el
paradigma del
ideal platónico cristiano. Todos los hombres se enamoran
de ella, pues hasta la comparan con la mismísima Venus.
Pero ella es también símbolo de la virtud a toda
prueba. Huelga
señalar que Aurora Egido califica por ello al Persiles de
obra mariológica, y se basa en que Cervantes retrata a la
protagonista con una corona en la cabeza y un mundo a sus pies,
disculpando la posible blasfemia de la imagen. Pero esta belleza
se entiende como reflejo de la bondad divina, algo espiritual que
se configura como esplendor de la cara de Dios. Las tesis
platónicas se sacralizan en una religión de amor
ortodoxa que aúna virtud y belleza en el discurrir de la
peregrinación cristiana hacia el sacramento, como marcaba
el canon escolástico.
Los síntomas de la enfermedad amorosa se
describen en esta parte con todo lujo de detalles (temblor de
piernas, palpitaciones, sudores desmayos…). De nuevo afloran
los celos en Periandro ante la presencia de un tercero, pero el
enfrentamiento entre los amadores de Auristela contrasta con la
piadosa ocupación de la doncella, que no es otra que la de
estar atenta al aprendizaje de la
fe católica. La meta del
matrimonio aparece ya más cercana para los dos
protagonistas, pero se retarda nuevamente con los trabajos y las
interferencias de terceros.
Por tanto, el autor hace uso de los celos para
impulsar el relato y hacerlo avanzar. Y de nuevo la
brujería entra en escena a estas alturas del relato, esta
vez, a fin de hacer mella en la salud de Auristela. Y si
tenemos en cuenta que la enfermedad del amor y la philocaptio
(hechizos de amor) andaban unidas en este proceso de la
magia utilizada con fines amorosos con intervención
diabólica, claramente se ve que el amor llevaba
implícita esa secuela de tradición demoníaca
en la que el diablo intervenía en la relación de
los amantes, generalmente valiéndose de
terceros.
Sin embargo, la instancia divina y las causas expuestas
no quitan la evidente intervención de la magia, aunque sea
por vía de instrumento. Cervantes se limita a poner en
tela de juicio que la fuerza de los hechiceros brote de ellos
mismos, avisando a los lectores del grave riesgo que
corren, no sólo las víctimas, sino los inductores
de tales hechizos. La realidad de la magia no se pone en duda en
esta ocasión, sino su origen. En ello, Cervantes sigue una
línea más bien ortodoxa, que se compaginaba con la
condena de tales prácticas en las que muchas veces
entraban los engaños y burlas del demonio, particularmente
en asuntos amorosos. Nuevamente lo médicos no son capaces
de diagnosticar el origen de su enfermedad, aunque éste
sea un tema tratado con anterioridad.
Finalmente el dolor padecido acrecienta la belleza de
Auristela. Las bodas cierran el libro y evidentemente el
matrimonio sacraliza un amor puesto a prueba por numerosos
trabajos, entre los que la enfermedad del amor ha ocupado una
parte sustancial de un vivir novelesco. El matrimonio se ofrece
como la mejor curación a todos los problemas
amorosos, es un final feliz que evita la tragedia del fatal
desenlace que les esperaba a los amantes de las novelas
sentimentales y a no pocos de las novelas pastoriles y de
caballerías.
Curiosamente, en el Quijote la curación significa
la muerte para el protagonista, pero en el Persiles ocurre todo
lo contrario. La obra muestra claramente los peligros de la
pasión y sus secuelas físicas y anímicas, de
las que nadie puede librarse. Pero si quienes sucumben a ellas
consiguen mantenerse en la virtud, pueden acabar superando tal
enfermedad y terminar felizmente unidos en santo matrimonio,
premio final a sus trabajos y peregrinaciones, que vienen a ser
sinónimo de padecimientos. Es el caso del Persiles: se dan
dos corrientes en el amor, una positiva, que sigue los preceptos
de la virtud y que tiene una solución benéfica y
otra negativa, que sigue los preceptos del vicio y cuya
única solución acaba siendo la muerte. Ambas
direcciones jamás se confunden en el Persiles.
Otros géneros novelescos ya
habían aportado casos de dicha enfermedad, pero Cervantes
no se centra simplemente en el retrato físico y
psicológico de los amantes, sino que plantea el problema
desde una postura que se situaría entre el determinismo y
el libre albedrío, riéndose de la aparente
posesión demoníaca. Además la diversidad de
casos expuestos, muestra las distintas variantes sobre el tema.
Erasmo ya en su momento también se burló de la
tradición del tópico que nos ocupa, y es que el uso
condenable de maleficios es también puesto en evidencia ,
y ante el hecho de que no puede negarse la posibilidad de la
magia, Cervantes condena el procedimiento y ,
siempre en último caso, la intervención divina
parece ejercer un control sobre los
poderes malignos.
Cervantes desbarató bastantes tópicos de
la tradición poética amorosa, particularmente en la
vertiente mitológica, pero en el Persiles se mantiene fiel
a la tradición neoplatónica.
Cervantes se sirvió del tópico para
desarrollar en la obra un análisis, un tanto sutil, de las
pasiones. Un análisis notablemente relacionado con la
más adelantada medicina de su
tiempo, la
cual intentaba a la sazón establecer las relaciones entre
el cuerpo y el alma, y en aplicar remedios
psicoterapéuticos. En el Persiles se describen las
dolencias del alma en relación a las secuelas del
consiguiente padecer físico. Pero la muerte no
podrá con un amor constante, puesto a pruebas y
refrendado por la virtud. Y si la enfermedad parece inevitable en
el ideal amoroso del Persiles, cuando la pasión se
descontrola y la razón se ofusca, más allá
del grado natural y lógico, asaltan los peligros de la
locura extrema y de la muerte. La enfermedad como trabajo a
superar en el peregrinaje amoroso se revela como un hecho
positivo que acrecienta la virtud y el amor mutuo. La locura
amorosa que conduce a la ira, a la lascivia, se ofrece como grave
error que se paga con la destrucción de uno mismo y la de
los demás. Persiles, desde sus inicios, se dibuja como un
auténtico enfermo de amores al que Sigismunda sirve de
remedio contra la muerte.´ El autor buscaba la
perfección a través de la unión de la bondad
con la belleza, lo que significaba el control de la razón
sobre la imaginación y las pasiones.
El esquema argumental de este tipo de relatos gravita en
torno al amor. Esto es un hecho bastante evidente: por amor, esta
pareja de jóvenes enamorados se ven obligados a salir de
casa , abandonar a sus padres, a mentir, a enfermar, a resistir
los golpes ajenos lejos de su patria, en un mundo en donde pocos
están dispuestos a ayudarles y muchos a aprovecharse de
ellos.
La fuerza ineludible del amor que une a los
protagonistas es superior a cualquier otro sentimiento de maldad.
El amor se convierte en tema principal, en protagonista clave, en
la última salvación. Su objetivo es el
matrimonio, lo que significaría que han respetado su
juramento de fidelidad y pueden alcanzar un final feliz, porque "
adonde hay amor verdadero ningún peligro se teme, todo se
intenta", como diría Núñez de Reinoso en la
Historia de los amores de Clareo y Florisea.
El Persiles ofrece el lado trágico y, en
definitiva humano, del amor, pero también la posibilidad
de la que dispone el hombre para
controlar sus pasiones y hacer del amor y de la vida un
peregrinaje triunfal.
ESPACIO, TIEMPO Y PERSONAJES.-
ESPACIO.-
La división del Persiles en dos partes bien
marcadas ante todo se justifica por el traslado de la
acción de un espacio a otro, es decir, de una zona no muy
bien determinada, acertadamente calificada de "brumosa" por
numerosos críticos, a otra relativamente conocida por el
autor. Es comprensible que la primera parte de la obra resulte
caracterizada por la continua presencia en el Septentrión
de los protagonistas y de un considerable número de
personajes oriundos de aquellas regiones, a los que se
unirán otros originarios de países meridionales. En
la segunda parte, por el contrario, los personajes
nórdicos actúan como espectadores de las peripecias
acaecidas a meridionales, sin que esto niege la presencia de
nórdicos, a fin de que se relaciones una parte y
otra.
El emplazamiento de la primera mitad de la novela en los
países septentrionales, que Cervantes no conocía
por sí mismo, ha planteado el problema de los
conocimientos geográficos del autor. Está claro que
debió de conocer bastantes textos de esta especie,
más o menos científicos, difundidos en su tiempo.
Cuando en la segunda mitad del libro penetra en las tierras
españolas o en el marco del mediterráneo,
varía el tono del relato con el cambio de latitud. Desde
luego, en ese momento se multiplican las descripciones
realistas.
El espacio se desarrolla desde el Norte de Europa hasta Roma
(a partir de ahí se dirigirán al punto de partida:
Islandia). Se presenta una gran diversidad de lugares, desde la
geografía
nórdica de la mítica Isla Bárbara, Islandia,
Noruega, Irlanda y Dinamarca, hasta Portugal, España,
Francia e Italia.
El escenario marítimo, especialmente representado
en los dos primeros libros,
aparece como uno de los marcos idóneos para la
acumulación de peripecias. Esta presencia de la
navegación se expone como fuente de aventuras, pues el mar
atrae y repele al mismo tiempo, es decir, es como un camino
abierto al triunfo y al fracaso, resulta ser una viva imagen del
destino humano. Durante la navegación aparecen diversos
motivos para los protagonistas, como son, por ejemplo:
Los piratas, que también aparecen en tierra
firme, por lo que representan una amenaza latente y
generalizada.
La tormenta, que puede acabar en un naufragio. Suele
provocar la separación de los amantes, por lo que viene a
ser el símbolo de la mutabilidad que amenaza a la
condición humana, de alguna forma proyectada en la
inestabilidad marítima.
Las islas, que no se conciben con una
visión utópica o de paraíso terrenal, sino
que funcionan como una nueva prueba para los protagonistas,
provocando su aislamiento en un mundo desconocido y amenazador.
Así que no tienen una especial carga simbólica- al
menos de forma explícita -, como puede darse en otros
géneros.
PERSONAJES.-
Huelga señalar a aquellos que cuentan su
historia y el auditorio de la misma, de los cuales por un lado
están los personajes centrales cuya trama es medular en la
novela y por otro, los que cuentan sucesos tangenciales a la
misma. Dentro de este grupo se puede
encontrar lo que se ha denominado la "escuadra de peregrinos",
que es un agrupamiento de personajes y viene a representar al
protagonista colectivo. Son los que proporcionan las historias
interpoladas y la galería de retratos.
El protagonista es un hombre de la Contrarreforma a
quien las aventuras maravillosas y fantásticas le
sobreviene, pero eso si, sin alterar su impasibidad estoica. Es
decir, nos encontramos ante una novela amorosa de aventuras que
habría que caracterizar como novela de peregrinaje, por
tanto, su héroe, Periandro, es el peregrino de amor, el
nuevo caballero andante, la antítesis del pastor y el
reverso de pícaro ( si hubiera de compararlo con los
demás arquetipos de personajes de la época que nos
ocupa). Se convierte en un arquetipo de la condición
humana, en el héroe novelesco de la
Contrarreforma.
El peregrino extrae su nombre de la errante
peregrinación en que consiiste su propia vida, sembrada de
viajes,
trabajos y aventuras. El autor al designar con el nombre de
peregrino a Periendro, no aludía a la condición
delperegrino medieval, ni a la institución cristiana del
peregrinaje a tierras lejanas en cumplimmiento de un voto, por un
simple anhelo piadoso, en redención de una culpa o
expiación de un pecado, sinio que hace referencia a aquel
que vaga errante fuera de su patria. Este concepto tiene el
sentido de viajar por tierras alejadas del lugar donde comunmente
se habita, de recorrer países extraños o morar en
tierras extranjeras. El peregriino es el simbolo del hombre
cristiano, surgido de la idea bíblica de la
peregrinación de la vida humana y de la
peregrinación amorosa de la novela bizantina que el
humanismo
erasmista ha transmitido al pensamiento de
la Contrarreforma. Así, el peregrino es el paradigma del
hombre del Barroco y el
ideal del caballero cristiano. Este arquetipo ejemplar
reún todas las virtudes cristianas y estoicas del
caballero andante, y todos los ideales platónicos del
cortesano.
De todolo que antecede se deduce que la novela
bizantina, que e convierte en el siglo XVI en el modelo
clásico de la novela amorosa de aventuras, es
esewncialmente la novela de la peregrinación amorosa, y
sus héroes serían los peregrinos del amor. La
peregrinación como suma de los trabajos y aventuras que
experimentan los protagonistas hasta lograr la paz y la aventura,
constituye el eje común de la acción novelesca, y
la descripción de costumbres exóticas y
países remotos la escenografía que enmarca su culto
de lo sorprendente y lo maravilloso. La idealización del
sentimiento amoroso, embebido en doctrinas platónicas,
trae consigo la exaltaciión de la pureza y de la
pasión del alma. La valoración de las virtudes
morales desemboca en un culto de la viirtud interior y de la
fuerza inmanente que reside en la voluntad. La piedad y la
pureza, condiciones básicas de una recta conducta moral,
recaban la protección de los dioses y gracias a ella los
hombres pueden seguir la ruta que les trazó el destino, a
pesar de las visicitudes que han de padeecer a causa de la
variable Fortuna,
De ahí que se les considere a Periandro y a
Auristela como los modelos
ideales de conducta, como los paradigmas de
la virtud ejemplar y la vistoria sobre los peligros
físicos y espiirituales. El signo central de la
perfección de su personalidad es la religiosidad
cristiana.
TIEMPO.-
Dentro de la estructura
temporal del relato, el tiempo se presenta de tal suerte que se
dan las siguientes características:
-Inicio del relato in media res. Esto es muy
común durante la época. Fue muy empleda por
Heliodoro.
Se rproduce la interpolación de numerosas
historias en la trama principal (distorsionando la historia
principal mediante la fragmentación del relato a partir de
la inclusión de elementos ajenos a la historia
principal).
-Dislocación de la cronología lineal,
provocada en gran perte por la característica
anteriormente ctada.
Se dan numero muchos saltossaltos temporales a modo de
anagnórisis y analepsis.
Se producen notables rupturas de la secuencia
cronológica interna. Por tanto, autores como
Juaquín Casalduero, Avalle-arce y Alan K. Forcione piensan
que las referencias al tiempo cronológico es esta obra
resultan inadecuadas, ya que hacen que la novela sea atemporal y
ahistórica. D
Da la sensación de que en lugar de tener cuatro
libros, el Persiles constara de sólo dos partes, y cada
una de ellas posyera su propia cronología. Por una parte
hay cierto numero de rupturas en la secuencia natural
cronológica que pueden calificarse de auténticos
anacronismos, pero con una condición practicamente neutral
dada su escasa capacidad de comprometer el ritmo de la
acción. Se pueden registrar varios casos en el libro III:
existen alusiones a hechos o a personas que parecen querer
remitir a la vez al periodo en el que Cervantes escribe. Carlos
Romero Muñoz denomina a este hecho como "doble
cronología", o dicho de otra menra: Cerrvantes ofrece
elementos que nada impide insertar en el año por el que
discurre el presente de la historia por él narrada
8aproximadamente entre 1.558 y 1.559), o bien en el pasado
inmediato de la historia, qque no por nada comienza in media res
( por lo que serían acontecimientos fechados entre 1.557 y
1.558) , pero que, al mismo tiempo, constituyen muy probables
alusiones a acontecimientos y a personajes que el narrador tiene
interés
en poner de manifiesto, ya que casi siempre consisten en
discretos homenajes dirigidos a quien le conviene lisonjear, con
una palabras alusivas perfectamente descifrables para los
lectores de su propia época.
Todo el eje cronológico del Persiles está
constituído por la muerte de Carlos V (21 de septiembre de
1.558), de que se nos da noticia, como de algo reciente, en el
último capítulo dell libro II:
"Cantó con esto guerras del de
Transilvania, movimientos del Turco, enemigo común del
género humano; dio nuevas de la gloriosa muerte de Carlos
V, rey de España y emperador romano, terror de los
enemigos de la Iglesia y
asombro de los secuaces de Mahoma".
Por lo tanto, podemos llegar a la conclusión de
que el viaje de los protagonistas se inicia a mediados de 1.557,
y que probablemente acabara en 1.559 con el regreso de los
recién casdos a su tierra natal, Islandia.-
C.S.V.
Conchi Sarmiento
Vázquez