- Acercamiento a la
teología de la liberación - Ignacio Ellacuría,
aspectos de su pensamiento - La encíclica Populorum
progressio - Comparación
- Resumen de la
monografía - Bibliografía
El 24 de mayo próximo se
cumplirán 10 años del asesinato del cardenal
mexicano Juan Jesús Posadas Ocampo, seguramente para esas
fechas se pronunciarán discursos de
todo tipo; incluida quizá una petición de
beatificación. El hecho puede parecer anecdótico,
sin embargo, en América
Latina el asesinato de un cardenal, o de otro jerarca de la
Iglesia
católica es sintomático. Revela ante todo, el
poder que la
institución clerical sustenta en el continente, tal vez
eso mismo haga que el crimen del cardenal Posadas sea llamado
"magnicidio", no así el de su chofer.
La muerte de
Posadas tuvo la importancia para hacer que el Presidente de la
República entrara en su calidad de
Presidente a un templo católico, fragmentando así
la separación entre la Iglesia y el Estado que
tan celosamente se guardaba. Separación que en México
significó el triunfo formal del pensamiento
laico, y la llegada del anhelo positivista del siglo
XIX.
Quizá no sea casual la unión entre
Estado e
Iglesia que la muerte de
Posadas evidenció, en la misma administración sexenal, se otorgó
derecho a voto a los ministros de culto religioso, y se
establecieron relaciones con el Estado Vaticano, de más
está decir que el Papa Juan Pablo II, visitó esta
tierra.
Cuando el Presidente Salinas de Gortari entró al
templo católico donde se velaba el cadáver de
Posadas, sólo tuvo; en sentido figurado, que cruzar la
calle. Pues el orden citadino en México parte de un templo
católico, y las oficinas gubernamentales. En la
mayoría de las veces, el centro de una ciudad o de un
poblado se distingue por los edificios que tales instituciones
albergan, de ellos parte el orden.
En la arquitectura se
patentiza así, lo que la formalidad oculta, al lado del
poder civil, el poder divino. Pero ¿qué ocurre
cuando ese poder civil parece no ser sino tiranía, cuando
representa los intereses de una clase social, cuando se vuelve
dictadura?
¿Acaso la arquitectura miente, y el espacio no se comparte
sino que en ese espacio se enfrentan dos instituciones? El
recurrente llamado que la Iglesia católica hace a la
justicia, a la
humildad, a la bondad, a la caridad, etc. Sugerirían que
sí, sin embargo ella sostuvo siempre su s lazos con el
poder, sin importar quien sustentaba tal.
A partir de este esbozo, en las siguientes
páginas se buscarán las generalidades de la
Teología de la Liberación, y se expondrá en
particular a Ignacio Ellacuría, para finalizar con una
lectura
crítica de la encíclica papal Populorum Progressio
de Pablo VI, de 1967, y que a decir de Phillip Berryman,
prefigura a la Teología de la Liberación, al menos
en cuanto a su compromiso con los pobres.
Acercamiento A LA TEOLOGÍA DE LA
LIBERACIÓn
La idea de una teología liberadora en América
Latina parece un contrasentido, pues la religión
católica se planteó de hecho como un instrumento de
dominación en la conquista española. Al indio se le
sometía con la cruz y con la espada, quedando siempre bajo
el mando de un amo y del sacerdote. La tarea evangelizadora, era
entonces una herramienta del sometimiento, y la adoctrinadora del
indio.
Pero una vez que la conquista se consumó, en el
siglo XX surge una reflexión que abandona la tarea
colonizadora y se propone como reflexión a partir de la
situación general de América Latina,
¿cuál situación?, la pobreza.
Así, la teología de la
liberación:
"Es una interpretación de la fe cristiana a
través de la experiencia de los pobres. Es un intento de
leer la Biblia y las doctrinas cristianas fundamentales con los
ojos de los pobres. Al mismo tiempo es un
intento por ayudar a los pobres a interpretar su propia fe de una
forma nueva"
Se ha señalado ya, que la situación
común en América Latina es la pobreza, pero tal
situación no es un producto de la
casualidad ni de la voluntad divina, es una consecuencia de la
configuración social, es decir, la pobreza no es destino
natural del americano. Ello lo reconoce la Teología de la
Liberación, y plantea además una crítica a
las instituciones que permiten injusticia y pobreza.
El propio Ellacuría comenta al respecto que "para
lograr la conjunción adecuada de utopía y
profecía es menester situarse en el lugar histórico
adecuado. Toda conjunción de esas dos dimensiones humanas
e históricas, para ser realista y fecunda, necesita
situarse en precisas coordenadas geo-socio-temporales"
De manera que no se piensa a un ser abstracto, sino a un
humano concreto, de
cara a su historia, al lugar en que
vive y a la sociedad en que
está, el americano atenderá a esas coordenadas para
entrar en la dinámica de una Teología instrumento
de su libertad y no
su dominación.
Siguiendo con ese fin liberador, la Iglesia vierte una
mirada cuestionante sobre ella misma, al menos reconoce su
participación en la estructura de
la injusticia, y ese es el punto de choque entre una
tradición eclesiástica que legitimaba sus
privilegios y el de la mirada nueva que se pregunta por su
papel hacia
los desprotegidos.
La mirada crítica de la iglesia sobre ella misma
tiene su expresión máxima en el Concilio Vaticano
II, que adopta por ejemplo el idioma propio de cada población, para la evangelización y
los ritos, relegando al latín. Fruto de ese concilio es la
encíclica de Pablo VI, Populorum Progressio, que plantea
de modo frontal la responsabilidad de la Iglesia hacia los pobres, y
su labor en el equilibrio
mundial de las potencias económicas.
Para concluir esta parte se dirá que son tres los
ejes que guían a la Teología de la
Liberación: "1. Una interpretación de la fe
cristiana a través del sufrimiento, la lucha y la
esperanza de los pobres. 2. Una crítica de la sociedad y
de las ideologías que la sustentan. 3. Una crítica
de la actividad de la iglesia y de los cristianos desde el punto
de vista de los pobres".
IGNACIO ELLACURÍA, ASPECTOS DE SU
PENSAMIENTO
Ignacio Ellacuría nació en 1930 en
España
y murió el 13 de noviembre de 1989 en El Salvador. Se le
reconoce por su activa participación como mediador en el
conflicto
guerrillero de El Salvador en la década de los ochenta.
Como sacerdote jesuita, se preocupó tuvo un trabajo
filosófico sobre Zubiri, y una difusión por sus
críticas a la Iglesia, algunas de sus obras son: 1973
Teología Política, 1980
Inteligencia
Sentiente, 1984 Conversión de la Iglesia al Reino de
Dios.
Ellacuría reconoce en América Latina un
lugar para cumplir las profecías católicas y
construir una especie de tierra prometida, un reino de Dios. Pero
sin apartar esos propósitos del camino divino, ni del
contexto histórico, ni de la situación de pobreza,
su pretensión es "la puesta en marcha desde el contexto
histórico de América latina, del profetismo como
método y
de la utopía como horizonte. Todo ello desde una
perspectiva explícitamente cristiana tanto en lo que se
refiere a la profecía como en lo que se refiere a la
utopía".
Por profetismo, entiende el autor un enfrentamiento
entre la situación histórica de América y el
anuncio de un reino de Dios, los pobres parecen preguntarse sobre
la vida mejor que el evangelio anuncia, y cuestionan la
participación de la Iglesia en el orden que los oprime,
así, recupera la idea marxista de una marcha
histórica hacia la superación de clases y determina
a la utopía como forzosa animadora de "realizaciones
históricas".
El compromiso de la Iglesia es en este sentido
revolucionario, toma en cuenta la necesidad de superación
del antagonismo entre clases, y su tarea evangelizadora incluye
la toma de conciencia de los
pobres.
América Latina se perfila como un lugar
privilegiado desde dónde hacer realidad el profetismo por
su configuración histórica de tierra oprimida y
víctima del orden económico capitalista. Pero
Ellacuría no piensa en una salida tradicional a la
problemática nuestra, sino que propone un giro en la
solución, pide que América Latina "no busque imitar
a quienes hoy van por delante y se sitúan por encima, sino
que busca en lo objetivo y en
lo subjetivo un orden distinto, que permita una vida humana no
sólo para unos pocos, sino para la mayor parte de la
humanidad. El mundo desarrollado no es de ninguna manera la
utopía deseada, incluso como modo de suponer la pobreza,
cuanto menos la injusticia, sino el aviso de lo que no se debe
ser y no se debe hacer".
Las palabras son contundentes, América latina no
deberá esforzarse por alcanzar a los países
capitalistas, por que ellos no está el reino prometido,
sino que deberá construir una nueva tierra, que tenga una
opción preferencial por los pobres, donde ellos son los
sujetos a liberar, los hombres nuevos en donde la
liberación "es un proceso de
ajuste consigo mismo, en cuanto busca desembarazarse de las
cadenas interiores y exteriores; es un proceso justo, en cuanto
trata de superar una injusticia manifiesta; y es un proceso
justificador en cuanto busca crear condiciones adecuadas para el
desarrollo
pleno de todos y para un equitativo uso de ellas".
LA
ENCÍCLICA POPULORUM PROGRESSIO
El 26 de marzo de 1967, el Papa Pablo VI, da al mundo su
Encíclica Populorum Progressio que plantea la "necesidad
de promover el desarrollo de los pueblos". Como fruto directo del
Concilio Vaticano II, la encíclica alude a la
situación marginada del tercer mundo, y de la
situación desigual en el mundo para al
desarrollo.
Su idea del hombre es la
cristiana, pero las aspiraciones son radicalmente distintas:
"verse libre de la miseria, hallar con más seguridad sus
propias subsistencias, la salud, una ocupación
estable, participar todavía más en las
responsabilidades, fuera de toda opresión y al abrigo de
situaciones que ofenden su dignidad de hombres, ser más
instruidos; en una palabra hacer, conocer y tener más para
ser más"
Hay en esas aspiraciones el reconocimiento de la
situación injusta, y se presenta al progreso como una
responsabilidad de la Iglesia, pero por ese progreso se entiende
una llegada a los indicadores de
desarrollo del primer mundo.
Unida a la visión de un hombre hijo de Dios, con
aspiraciones concretas, y necesidades apremiantes, la
encíclica establece la posibilidad del progreso propio, no
como un mandato divino; la situación de pobreza no tiene
que mantenerse, pues Dios parece no influir en el orden social
que la permite.
La encíclica finalmente subraya la necesidad de
la solidaridad con
los más necesitados, pide una conformación mundial
que ayude a los países pobres "Pedimos la constitución de un fondo mundial alimentado
con una parte de los gastos militares,
a fin de ayudar a los más desheredados. Eso que vale para
la lucha inmediata contra la miseria vale igualmente para el
desarrollo. Sólo una colaboración mundial, de la
cual de la cual un fondo común sería al mismo
tiempo símbolo e instrumento, permitiría superar
las rivalidades estériles y suscitar un diálogo
pacífico y fecundo entre todos las pueblos".
Los puntos de comparación entre Ellacuría
y la Encíclica Papal se refieren a la concepción de
Hombre, la idea de progreso, el papel de la Iglesia y la
Finalidad de la Libertad.
En cuanto a la concepción de hombre,
Ellacuría ve la necesidad de un sujeto nuevo, que se
libera de la opresión y configura desde su realidad un
reino de Dios distinto. La encíclica papal, sólo
reconoce las aspiraciones humanas legítimas que se niegan
a los hombres de América Latina, pero siempre supone que
la conquista fue un mecanismo incuestionable de
civilización.
La idea de progreso es propuesta por Ellacuría
como diferente al capitalismo,
no ve él el reino prometido, mientras la visión
papal es contraria, en el capitalismo está el reino de
Dios, para llegar a él no hace falta cambiar el estado de
cosas, sino ayudar al pobre a llegar, acercar el progreso,
más que construirlo.
Por lo que toca al papel de la Iglesia, en
Ellacuría se nota la idea de una Iglesia revolucionaria
que fomente la toma de conciencia a la vez que acelere el proceso
histórico de emancipación. La encíclica
sólo se queda en la labor evangelizadora que ayuda en el
mantenimiento
de la estructura de dominación capitalista.
El Papa Pablo VI, dibuja a la libertad dentro del
liberalismo
económico, al nivel de competencia en el
mercado, ser
libres para competir, pero no como Ellacuría, para
conformar justicia, ni como parte de un proyecto
utópico-profético que responda a las necesidades de
los pobres.
La Teología de la Liberación, surge en
América Latina en el siglo XX como una reflexión
del papel que la Iglesia tiene en el continente y sus
vínculos con el poder. Se plantea la pregunta por el papel
que juega frente a la pobreza; interrogándose a cerca de
las circunstancias en que se hallan los sujetos a quienes se
dirije. En este trabajo se exponen de forma general el
pensamiento de Ignacio Ellacuría, un destacado
teólogo de la liberación, comparándolo con
la encíclica papal Populorum Progressio de Pablo
VI.
BERRYMAN, Phillip, 1989 Teología de la
Liberación, México, Ed. Siglo XXI
ELLACURÍA, Ignacio, 1989 "Utopía y
Profetismo desde América latina" en Revista
Latinoamericana de teología, No. 17
LÖWY, Michael 1999, Guerra de
Dioses, México, Ed. Siglo XXI
MERCADER, Martínez Manuel, 1974 Cristianismo y
revolución
en América Latina. México Editorial Diógenes
S. A.
PABLO VI, Encíclica Populorum Progressio,
versión on-line de http:www.vatican.va/holy_father/paul_vi/encyclicals/
DATOS DEL AUTOR:
Fernando Romero