Los progresos de la civilización se acumulan en
Buenos Aires sólo; la pampa es un malísimo
conductor para llevarla y distribuirla en las provincias, y ya
veremos lo que de aquí resulta".1
La República Argentina se dividió en
regiones, a las cuales nos referiremos a lo largo del trabajo
monográfico, estas fueron:
Noroeste: Salta, Jujuy, Santiago del Estero,
Catamarca y Tucumán.
Cuyo: Mendoza, San Juan y La Rioja.
Centro: Córdoba y San Luis.
Litoral: Buenos Aires, Entre Ríos,
Corrientes y Santa Fe.
Noreste: Misiones, Chaco, Formosa y norte de
Corrientes.
2°
Capítulo: La independencia (1810-1820)
Los acontecimientos que se desencadenaron en el
Río de la Plata a partir de 1810, fueron el resultado de
tres grandes procesos
históricos: la independencia de las colonias
norteamericanas de la metrópoli británica (1776),
la Revolución
Francesa (1789) y la crisis
política que se vivía en España. La
influencia de estos hechos de fin del siglo XVIII y principios del
XIX, provocó que en Buenos Aires comenzaran a constituirse
grupos que
soñaban con romper los lazos que nos unían a
España. Cuando el virrey Cisneros dio a conocer la noticia
de que los franceses avanzaban sobre Cádiz, los seguidores
de la independencia consideraron que había llegado el
momento de empezar a operar para lograr sus objetivos.
Para los revolucionarios, la independencia se trataba
del nacimiento de una nación, era un proyecto de
futuro en el que la comunidad
rioplatense y su zona de influencia tendrían que vivir por
su propia cuenta.
En el antiguo virreinato del Río de la Plata
había un gran sentimiento republicano y esto
favorecía a que el modelo
político futuro fuera democrático y federal. Pero
la tradición centralista que reinaba en estas tierras con
la superioridad de Buenos Aires como capital no
colaboraría. Había gobernaciones-intendencias (como
Córdoba y Salta) que le estaban subordinadas, y
también ciudades subalternas (éstas
dependían de las gobernaciones-intendencias;
Córdoba, por ejemplo, tenía a La Rioja, San Luis,
Mendoza y San Juan) que tenían una gran rivalidad con las
más importantes y cada vez que algún problema les
daba vuelta o que se les enviaba un gobernador delegado, las
ciudades subalternas se auxiliaban en Buenos Aires.
Según nos dice Félix Luna en su libro "Breve
historia de los Argentinos" fue sin duda Buenos Aires la que
llevó adelante la revolución
ya que en el interior no había más que retrasos,
ocultamientos, resistencias y
sobre todo un carácter
rígido y tradicionalista por lo que las nuevas ideas que
llegaban de Bs. As. demoraban en ser aceptadas y por lo tanto el
mayor peso de la Revolución lo soportó Bs.
As.
Las relaciones entre el interior del país y
Buenos Aires comenzaron a volverse tirantes ya a partir del
momento en que el pueblo porteño se sentía con el
derecho de tomar la iniciativa de sustituir al virrey por una
Junta. La ciudad era importante, pero lo lógico era
consultar el parecer de las otras jurisdicciones.
Tanto las gobernaciones-intendencias como las ciudades
subalternas poseían el derecho de opinar. Finalmente
Buenos Aires introdujo este cambio en la
estructura del
poder virreinal, y luego notificó a todas las autoridades
subalternas del virreinato sobre lo ocurrido, invitándolas
a enviar a sus diputados a un congreso general para establecer un
gobierno
definitivo. Como indudablemente habría resistencia, se
formó una fuerza
militar.
Los porteños y la gente del interior se
enfrentaban por sus opuestos intereses. Buenos Aires
quería no sólo seguir manejando el gobierno sino
también recaudar los derechos fiscales, fundamentalmente,
los de aduana. Entonces el pueblo del interior comenzó a
preocuparse y de ninguna manera se quedaría con los brazos
cruzados.
En Córdoba se produjo una
contrarrevolución presidida por Liniers, que
terminó con su fusilamiento. Mendoza también se
mostró hostil a Buenos Aires y en Salta se armaron muchas
discusiones. Pero las gobernaciones-intendencias y las ciudades
subalternas fueron poco a poco reconociendo a la
Junta.
Sobre todo en tres puntos la resistencia se hizo activa;
esto sucedió en el Alto Perú, en el Paraguay y en
Montevideo.
Desde Buenos Aires partió una expedición
hacia el Paraguay con la intención de convencer o vencer a
los paraguayos; a estos no les gustaba la idea de rendir cuentas a la
ciudad porteña sobre sus importaciones y
exportaciones.
Al Alto Perú también se envió una
expedición, la cual triunfó pero luego de unos
meses las fuerzas patriotas sufrieron una derrota en la batalla
de Huaqui, por lo que se perdió el Alto Perú.
Debido a esto se cambió la estructura de gobierno,
creándose el Triunvirato. Este fue destituido en 1812 con
la ayuda de San Martín y Alvear y se creó un
Segundo Triunvirato.
La Banda Oriental tenía una gran rivalidad con
Buenos Aires ya que Montevideo poseía un puerto mejor que
el de la capital, y quería ser puerta de entrada y salida
de toda esta parte de América. Fue en Montevideo donde a
través de Artigas se comenzó a discutir el
régimen centralista porteño. Artigas no
envió por lo tanto delegados ni a la Asamblea del
año XIII ni al congreso de Tucumán. Sus ideas y
acción político-militar influyeron tanto en la
Banda Oriental como en las provincias del Litoral y en
Córdoba.
En 1815, en el interior tuvo lugar una rebelión
general debido a la designación de Alvear como Director
Supremo, esta fue la primer revolución nacional contra un
poder central. Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe y la Banda
Oriental se declararon independientes y Córdoba, aunque no
lo hizo, aceptó la protección de Artigas. A partir
de este año, las expediciones a la frontera norte
alentadas desde Bs. As. cesaron; pero continuó un estado
de guerrilla permanente, apoyado por Guemes sobre
todo.
Cuando en 1816, el gobierno convocó un congreso
en Tucumán era seguro que
algunos propondrían un régimen federal y otros uno
centralista. Si bien el problema se presentaba como una
preferencia política, escondía toda una
concepción de la vida económica e institucional del
país; según nos cuenta José Luis Romero en
"Breve historia de la Argentina". En este congreso se
declaró la independencia y el mismo no contó con
representantes de las provincias litorales, ya en abierto estado
de sublevación.
Con la invasión de la Banda Oriental por los
portugueses, promovida desde Bs. As., se logró que la
situación se agrave y que la unidad del país
peligrara.
En el año 1818, Ramírez
derrotó a las tropas de Bs. As. entonces el Directorio
comenzó a verse cada vez más débil frente a
las fuerzas del litoral.
Estanislao López promovió en 1819, la
sanción de una constitución provincial.1 Ese
mismo año, el Congreso que se había trasladado a
Buenos Aires, había aprobado una carta
constitucional para las Provincias Unidas2 (fue jurada
por todas las provincias con excepción de las del
Litoral). La crisis se precipitó; las fuerzas de Entre
Ríos y las de Santa Fe se enfrentaron con los restos del
Ejército Nacional, venciéndolo en Cepeda en 1820.
El poder central desapareció, se diluyó el Congreso
y las provincias obtuvieron plena autonomía. Bustos
terminaba de certificársela a Córdoba, Ibarra a
Santiago del Estero, Aráoz a Tucumán, Ocampo a La
Rioja y la Intendencia de Cuyo se separó, lo que dio
origen a tres provincias.
Buenos Aires también se constituyó como
provincia autónoma y su gobernador, Sarratea firmó
el Tratado del Pilar con López y
Ramírez.3
"La nación sería una república en
donde algunas facultades se delegaran en un poder central, pero
donde cada una de las provincias pudiera gobernarse a sí
misma".4
Desaparecido el régimen que las unía cada
provincia se armó su propio futuro.
3° Capítulo: La desunión
(1820-1835)
Se había disuelto el régimen de las
provincias Unidas, pero no la convicción de la unidad
nacional. Las provincias argentinas se organizaron en estados
independientes, pero mantuvieron vínculos mediante un
sistema de
acuerdos y alianzas regionales.
Ante la inestabilidad política que reinaba en
Buenos Aires, asumió como gobernador Dorrego, quien
derrotó a López en la batalla de Pavón. Pero
el triunfo fue efímero ya que Dorrego fue vencido en el
combate de Gamonal. El gobernador fue reemplazado por
Rodríguez quien firmó con López el Tratado
de Venegas, por el que se convino la paz entre Bs. As. y Santa
Fe.
Artigas fue derrotado en 1820 por los invasores
portugueses (este buscó el apoyo de los caudillos del
Litoral sin recibirlo) y la Banda Oriental quedó anexada
al Portugal y luego en 1822 al Imperio del Brasil. Sin
embargo, un sector importante apoyaba el mantenimiento
de la provincia oriental dentro del ámbito de las antiguas
Provincias Unidas.
La situación interprovincial se normalizaba en el
Litoral. Los gobernadores de Entre Ríos, Corrientes, Santa
Fe y Buenos Aires suscribieron el Tratado del
Cuadrilátero, el cual establecía una alianza
ofensiva y defensiva entre las cuatro
provincias.1
En 1824 se reunió en Buenos Aires un Congreso:
había que desplazar a los brasileños de la Banda
Oriental. Las provincias enviaron a sus delegados con el objetivo de
que se sancionara una constitución federal; sin embargo,
se sancionó una unitaria y se eligió a Rivadavia
como Presidente. Esto despertó la resistencia de los
caudillos federales del interior.
Quiroga (gobernador de La Rioja) se opuso a Lamadrid
(gobernador de Tucumán) ya que este defendía
la carta
unitaria y no sólo eso, sino que además amenazaba
con extender su autoridad por
Catamarca, Jujuy, Salta y Cuyo. Lamadrid fue derrotado en octubre
de 1826 y Quiroga reunió el norte y centro del
país.
Después de una guerra con Brasil, se logró
un acuerdo de paz en 1827, en el cual se perdió la
posesión de la Banda Oriental. Debido a este desventajoso
acuerdo, el régimen rivadaviano terminó
rápidamente.
Fracasada la tentativa de unidad, las provincias
retornaron a su aislamiento.
En Buenos Aires, el Partido Federal ganó las
elecciones para gobernador y Dorrego ocupó el cargo.
Éste procuró crear acuerdos con las provincias a
fin de convocar un congreso constituyente que organizara el
país sobre una base federal. En julio de 1828 se iniciaron
las discusiones, pero sólo asistieron nueve provincias,
por lo que no se logró ningún avance. La falta del
respaldo federal de Dorrego hizo que el general unitario Lavalle
lo derrocara a fines de 1828, ordenara su fusilamiento y se
hiciera proclamar gobernador. López y Rosas comenzaron a
operar contra Lavalle y lo derrotaron en 1829. José
María Paz llegó con sus tropas a Córdoba,
donde derrocó a Bustos, y asumió el gobierno en su
lugar. Facundo Quiroga (el caudillo riojano) fue vencido
también por Paz en La Tablada. Este triunfo abría
una nueva época para la ciudad de Córdoba, que
hasta entonces había ocupado el último lugar entre
los pueblos argentinos.
La Junta de Representantes decidió designar
gobernador a Juan Manuel de Rosas a fines de 1829 y le
otorgó poderes extraordinarios.
Quiroga había logrado hacerse fuerte en las
provincias de Cuyo, pero Paz lo volvió a vencer en 1830 y
constituyó la Liga del Interior para hacerles frente a los
federales que predominaban en el litoral.
Por la batalla de Oncativo, Córdoba, Mendoza, San
Juan, San Luis, La Rioja, Catamarca, Tucumán, Salta y
Jujuy quedaban libres de la dominación de caudillos. La
unidad de la república empezaba a hacerse efectiva desde
Córdoba por medio de las armas.
En 1831, las provincias litorales respondieron con la
firma del Pacto Federal.
Paz fue hecho prisionero por López y sus
partidarios, y así la Liga del Interior no tardó en
derrumbarse. Las tropas del Pacto Federal, con la
colaboración de la de Quiroga y otros caudillos, pronto
extendieron su predominio a toda la república.
En el interior, luego de vencer a Lamadrid, Quiroga se
afirmó definitivamente.
En el litoral, López mantenía con seguridad la
hegemonía regional. Y en Bs.As., Rosas afianzaba su poder
y agrandaba su influencia. En 1833, éste organizó
una expedición al sur para reducir a los indios pampas.
Poco después de su regreso la situación se vio
complicada tanto en el interior (donde la autoridad de Quiroga
era cada vez más fuerte) como en Buenos Aires.
A fines de 1834, hubo una guerra civil entre
Tucumán y Salta, dos provincias federales. Rosas le
pidió a Quiroga que pacificara la situación. En
1835 Quiroga fue asesinado y luego la Legislatura bonaerense
elegía gobernador de la provincia a Rosas.
4° Capítulo: La Federación
(1835-1852)
Durante los diecisiete años que duró la
hegemonía de Rosas en Buenos Aires las provincias se
mantuvieron independientes bajo sus gobiernos locales, no se
instauró ningún régimen que
institucionalizara la nación. Pero reinó, sin
embargo, una extraña forma de unidad conocida como
Federación. Ésta (vista como el triunfo de los
ideales del federalismo)
aseguró la hegemonía de Bs. As. y redujo el
crecimiento de las provincias. El puerto de Bs. As. seguía
siendo la mayor fuente de riqueza para el estado y
aportaba beneficios a los comerciantes de la ciudad y
también a los fabricantes de cueros y tasajos. Las
provincias del interior no participaban de esas ventajas, por lo
tanto la federación acentuó el empobrecimiento de
las provincias interiores, bloqueadas por sus aduanas
interprovinciales. Esto nos permite ver que aunque Rosas hablaba
de Federación y consagraba su lema como federal,
encabezó un régimen absolutamente
centralista.1 Recaudaba impuestos a
través de la Aduana porteña y, en algunos casos,
ayudaba a las provincias que estuvieran muy necesitadas. Esto
ocurrió con Santiago del Estero.
Rosas prohibió que las embarcaciones del
extranjero naveguen los ríos del interior y esto dio como
resultado que la economía de Entre
Ríos se debilitara.
Pese a las convulsiones políticas,
la economía experimentó una vigorosa
expansión, se duplicaron las exportaciones de origen
ganadero y creció el número de buques de todo el
mundo que llegaban a Buenos Aires con mercaderías para
vender en la capital y el interior.
Rosas expulsó a sus adversarios de la administración
pública, el clero y el ejército. Todos fueron
obligados a usar la divisa punzó. Se desarrolló un
período de glorificación del Restaurador y los
opositores (a los que se calificó de salvajes unitarios)
fueron perseguidos y obligados a partir al exilio, encarcelados o
muertos.
En el interior Rosas no era querido para nada; sus
grandes represiones preocupaban mucho a los gobiernos
provinciales.
La revolución iniciada por Lavalle fracasó
en 1838. En 1839 el gobernador porteño contuvo los
levantamientos del gobernador correntino Berón de Astrada
y de Maza.
En 1840 se produjo la sublevación de las
provincias del norte, lideradas por Avellaneda (gobernador
tucumano) pero Rosas los venció. A fines de 1841 Lavalle,
tras una suma de derrotas, se retiró hacia el Norte. Pero
fue asesinado en Jujuy y todo el Norte quedó subordinado a
la autoridad de Rosas.
Hubo constantes levantamientos y luchas en todo el
país.
En 1845 Corrientes volvió a sublevarse y
Madariaga, su gobernador, fue derrotado dos veces por Urquiza
(gobernador de Entre Ríos).
Esto debía llegar a un fin para que la
nación lograra organizarse, dar garantías y
derechos a sus ciudadanos y poner en vigencia un equitativo
reparto de las rentas nacionales.
Entre 1850 y 1851, Urquiza se levantó contra
Rosas y lo venció en la batalla de Caseros en 1852 al
mando del Ejército Grande.
Tras la derrota, el Restaurador se exilió en Gran
Bretaña.
La Federación había terminado.
5° Capítulo: La Confederación
(1852-1862)
Urquiza entró en Buenos Aires para hechar las
bases de la
organización del país.1 En el
país se sentía la necesidad de la unión.
Pero la tarea que esperaba a Urquiza era complicada; había
muchas diferencias económicas entre las distintas
regiones.
En 1852 dos grandes partidos comenzaron a enfrentarse:
el Partido Federal, en el cual estaban agrupadas las
oligarquías provincianas y presidía Urquiza, y el
Partido Liberal, que encabezaban los antiguos emigrados y
predominaba en Buenos Aires.
El caudillo entrerriano designó gobernador
interino de Bs. As. a Vicente López y convocó una
reunión de gobernadores en San Nicolás para
discutir la constitución política del país.
El acuerdo de San Nicolás se firmó el 31 de mayo.
Este convenio proclamaba el Pacto Federal de 1831 como ley fundamental
de la República y el federalismo volvía a triunfar;
se aseguraba la libre navegación de los ríos, la
distribución proporcional de las rentas
nacionales y la libertad de
comercio en todo el territorio. Además, llamaba a un
congreso constituyente al que concurrirían todas las
provincias con igual representación.
Finalmente, se designaba a Urquiza Director Provisorio
de la Confederación.
Esto fue más de lo que Buenos Aires estaba
dispuesta a soportar. Los porteños rechazaron el convenio
y Vicente López y Planes renunció a su cargo. Pero
Urquiza actuó con rapidez. Disolvió la Legislatura
de la ciudad, repuso en su cargo a López y Planes y
dispuso la nacionalización de la Aduana.
Pero la oposición dentro de Bs. As. era muy
grande, por lo que una revolución en septiembre de 1852
permitió a los porteños retomar el control de la
ciudad.2
Urquiza tuvo que retirarse pero luego de unos meses en
Santa Fe se reunieron los delegados de las provincias sin la
presencia de Bs.As., sancionaron la Constitución Nacional
de 1853 y eligieron a Urquiza como presidente.
Se extendió una situación bastante
peligrosa. Existía por un lado la Confederación
Argentina (que poseía Constitución Nacional, un
Congreso y un Poder
Ejecutivo con sede en Paraná) formada por trece
provincias, y por el otro, el Estado de Buenos Aires. Ambos se
agredían, competían y se hostilizaban. Había
una diferencia muy grande entre el adelanto de Buenos Aires y el
desarrollo
económico y político del interior. Esto
hacía muy difícil la unión.
Finalmente, en octubre de 1859 se enfrentaron en Caseros
las tropas de Buenos Aires, comandadas por Mitre (ministro de
guerra de la prov.), con las de la Confederación, bajo el
mando de Urquiza. Esta triunfó entonces se firmó el
Pacto de San José de Flores, por el cual Bs. As. se
declaraba integrante de la Confederación Argentina,
aceptando la Constitución Nacional.
Aunque con algunos rozamientos, el pacto empezó a
cumplirse y en octubre de 1860, Bs. As. juró la
Constitución Nacional.
Inesperadamente se desató otro conflicto. Una
ley de la Legislatura bonaerense declaró entonces nulo el
Pacto de San José de Flores y la Confederación
intervino la provincia. Esta resistió y Urquiza fue
derrotado por Mitre en Pavón en septiembre de 1861. Ambos
líderes terminaron haciendo un pacto de no
agresión. En octubre de 1862 Mitre resultó elegido
presidente. Buenos Aires estaba ya reincorporada al país y
provisoriamente era su capital. La unidad nacional quedaba
consumada.3
6° Capítulo: Gobierno Nacional
(1862-1880)
Es durante este período que el país logra
organizarse constitucionalmente de manera definitiva. Por primera
vez desde 1820 existía un gobierno formal y verdaderamente
nacional.1
Las presidencias de Mitre, Sarmiento y Avellaneda (con
las que contó esta época) fueron reafirmando el
sistema republicano y el país se fue acostumbrando a
cumplir una ley; hubo un profundo cambio en la estructura social
y económica de la nación. La etapa de los
caudillismos, de los gobiernos volteados por revoluciones y las
largas dictaduras había llegado a su fin.
Mitre quería federalizar la ciudad de Buenos
Aires pero no lo consiguió. En cambio, aprobó una
ley mediante la cual Bs. As. fue la capital provisoria de la
nación.
Durante la gestión
de Mitre, orientada a unificar la nación bajo la ideología liberal, diferentes caudillos del
interior se sublevaron ante el gobierno central.
El caudillo riojano, el "Chacho" Peñalosa,
dirigió la última revolución de las
provincias mediterráneas y fue derrotado a fines de 1863
por las fuerzas nacionales. En 1865 estalló la guerra del
Paraguay, de la cual no se sacó nada positivo y en 1866 se
inició una serie de alzamientos contra el gobierno de
Mitre.
En las elecciones de 1868, las provincias apoyaron a
Sarmiento, quien fue elegido presidente; Alsina fue el
vicepresidente.
Las metas de Sarmiento se resumen en la palabra progreso
y los caminos para alcanzarlo fueron la llegada de inmigrantes,
la
educación y el desarrollo
agroindustrial. Una de las preocupaciones de Sarmiento fue
alfabetizar a las clases populares es por esto que fundó
muchas escuelas y apoyó en 1869 una ley que otorgaba
subvenciones a las provincias para que las crearan en las
suyas.2
La construcción de los ferrocarriles
creó una gran fuente de trabajo para los inmigrantes,
dando un fuerte cambio a la economía del
país.
En 1870 López Jordán en Entre Ríos
dirigió una revolución y mató a Urquiza.
Debido a esto Sarmiento tuvo que intervenir Entre Ríos
militarmente y esto derivó en una guerra que
finalizó en 1871.
A partir de 1870, las ciudades de Europa se fueron
expandiendo y desarrollando sobre la base de algunos inventos que
afectaron la calidad de
vida de la gente y trascendieron a nuestro país, como
la luz de gas. El acero fraguado a
altas temperaturas permitió aplicaciones en la
construcción. También hubo muchos avances
médicos. El ferrocarril adquirió una gran
importancia. Todo esto tuvo como resultado un gran avance en la
calidad de
vida de la gente.
Por otra parte, los trabajadores industriales de
Alemania,
Inglaterra y
Francia
solicitaban una cantidad de productos que luego abastecieron
nuestro país. Era un gran contexto internacional con
disponibilidad de capitales para invertirse en el exterior de los
países centrales y con grandes avances científicos
y técnicos.
Al final de su período, hacia 1874, Sarmiento
había desarrollado una gran obra de gobierno,
ejercía el control en todo el país y contaba con el
apoyo de las tropas nacionales.
Las oligarquías provincianas, apoyadas por
Sarmiento, plantearon que Avellaneda fuese el nuevo presidente.
Debido a esto, Mitre se rebeló contra el gobierno y
desencadenó una revolución. Fue derrotado y el 12
de octubre, Avellaneda asumió la presidencia. El
país vivía una grave agitación
económica que había detenido el arribo de
inmigrantes. Asimismo, la gran cantidad de productos importados
consumidos por el mercado interno
causó un profundo déficit de la balanza
comercial. Para solucionar este problema fue preciso exportar
reservas de oro. Una vez finalizada la crisis, los inmigrantes
nuevamente comenzaron a fluir desde el viejo mundo y en 1876, se
dictó la Ley de Colonización, que creó el
Departamento General de Inmigración.
Cuando su mandato finalizaba, por el año 1880,
Avellaneda anticipó que se proponía federalizar
Buenos Aires y convertirla en capital de la República. Al
mismo tiempo,
ofrecía su apoyo a Roca contra Tejedor. Luego la
revolución estalló pero la Guardia Nacional de Bs.
As. fue derrotada por el ejército nacional. Y así
fue que en 1880, Buenos Aires se convirtió en capital
federal de la República. Así, finalizaba el ciclo
de la vida argentina que había dado vueltas alrededor de
las relaciones entre Buenos Aires con su puerto y
supremacía y el país.
2° PARTE
BUENOS AIRES VS LAS PROVINCIAS
1° Capítulo:
Diferencias
Analizando la 1° parte podemos deducir la tendencia
de Bs. As. a ejercer una conducción centralizada y
hegemónica sobre el país y la constante resistencia
de las provincias del interior a esa conducción,
defendiendo sus derechos y pretendiendo que fueran iguales a los
de la capital. Este poder que pretendía tener Buenos Aires
sobre el resto del país ya se observa desde los primeros
tiempos en que los revolucionarios soñaban con emanciparse
de España. Los enfrentamientos por las grandes diferencias
en la manera de pensar de unos y otros se tradujeron
además en los cuerpos constitucionales.
A una tendencia centralista corresponden el Reglamento
del 25 de mayo de 1810, el Estatuto Provisional de 1811, la
creación del Directorio Supremo y del Consejo de Estado de
1814, el Reglamento Provisorio de 1817, la Constitución
unitaria de 1819, la Constitución unitaria de 1826 y la
Constitución Porteña de 1854.
A una tendencia más favorable a los derechos
provinciales respondieron las Juntas Provinciales y la Junta
Grande en 1810, el Reglamento Orgánico de 1811, el
Estatuto de 1813, el Estatuto Provisional de 1815, el Pacto
Federal de 1831, el Protocolo de
Palermo de 1852 y la Constitución Nacional de
1853.
Buenos Aires recogía importantes sumas de
dinero a
través de la aduana y se negaba a que se instalen otros
puertos provinciales, esto acentuaba las diferencias entre Buenos
Aires y las demás provincias.
En materia
económica la desigualdad era muy grande. En 1824 los
ingresos
fiscales de Bs. As. fueron de $2.596.000 (de esa suma, $2.033.000
provenía de la aduana). Córdoba (la segunda
provincia argentina), en cambio tenía ese año
ingresos por $70.200 (de los cuales su aduana proveía
$33.438). La diferencia se empieza a hacer notoria ya en San
Juan, que recibía $20.000 y $3.800 respectivamente, y en
Tucumán que recaudaba $22.115 y esto sólo le
alcanzaba para cubrir el 66% de sus gastos.1
Los derechos de aduana que Bs. As. recaudaba fueron
dedicados a sus necesidades exclusivamente, en cambio, en el
resto de las provincias la falta de recursos dio
origen a que los gobiernos provinciales presenten una gran
inestabilidad. La región de Salta, Jujuy y Tucumán
padeció de una gran falta de circulante y, sobre todo, de
un mercado donde colocar su producción.2
A partir de esto, vemos que ya en los años
veinte, Buenos Aires había logrado una superioridad a gran
escala, lo que
haría muy difícil, y hasta imposible, arrancarle el
liderazgo
económico.
La desproporción en la distribución
regional de la riqueza producirá con el tiempo una gran
desigualdad en la repartición de la población y el
número de la misma determinará la capacidad para
producir y consumir en cada lugar.
Otro gran conflicto estaba dado por los distintos
intereses económicos ya que el interior era proteccionista
y por lo tanto se preocupaba en defender sus recientes industrias, y el
litoral era librecambista, estaba interesado en la exportación de los productos de la ganadería.
Si bien los intereses económicos de Santa Fe eran
parecidos a los de los porteños, esta ciudad participaba
en cierto modo de algunas características del Interior. El motivo de
oposición entre Santa Fe y Buenos Aires fue el mismo que
se presentaba entre las demás provincias y la ciudad
portuaria, el monopolio de
la aduana porteña.
La política librecambista destruyó las
pocas industrias artesanales que había en el
interior.
Como ya hemos dicho en varias oportunidades, la aduana y
la libre navegación de los ríos, fueron los grandes
temas del enfrentamiento entre los pueblos litorales. Ya en 1817
Artigas había asegurado la aduana propia para la Banda
Oriental a través del tratado de libre
comercio que firmó con Gran Bretaña.
Buenos Aires prefiere perder el territorio de la Banda
Oriental antes que tener a otra aduana (y tan importante como la
de Montevideo) compitiendo con la de ella.
A partir de 1812, comerciantes ingleses llegaron a Bs.
As. y recorrieron el país en busca de mercados y forma
de comercializar nuevos y más convenientes para su
economía. También importaron costumbres, palabras y
modalidades, y mientras el interior mantenía una postura
más cerrada, Bs. As. era una puerta abierta hacia el
exterior.1
Durante su presidencia, Rivadavia se mostró
decidido en su política
social y educacional. En el interior, sus acciones
trascendían y Rivadavia quiso que en el Colegio de la
Unión se recibieran estudiantes de las provincias para que
en ellas se difundieran las reformas que se producían en
Bs. As. Pero mientras esta ya pasaba de 55.000 habitantes y
estaba en permanente contacto con Europa a través de su
puerto, las provincias del interior contaban sólo con unas
pocas ciudades importantes.
El ambiente de
las ciudades provincianas, y más aún el de las
zonas rurales, se resistía a toda innovación; Buenos Aires, en cambio
comenzaba a abandonar los techos de tejas y comenzaba a tener
construcciones de dos pisos.
Cuando en 1852, Urquiza entró en Buenos Aires
para organizar el país, se encontró con una
profunda desigualdad en el desarrollo económico de las
distintas regiones; una gran desproporción de recursos
entre Buenos Aires, el litoral y el interior. Era necesario
hallar la fórmula que permitiera la nacionalización
de las rentas que hasta ese momento aprovechaba Buenos
Aires.
La lucha entre la Confederación y Buenos Aires en
1853 tuvo las características de una guerra
económica. Mientras Bs. As. continuaba recaudando gran
cantidad de dinero a través de la aduana, la
Confederación no tenía recursos y sufría las
consecuencias, cada vez tenía más necesidades, se
estaba empobreciendo. Si bien el gobierno hizo algunos esfuerzos
para cambiar la situación, no se obtuvieron grandes
logros. La Confederación decidió en 1856 establecer
los "Derechos Diferenciales". Las mercaderías que llegaran
a su territorio luego de haber pasado por Buenos Aires
pagarían un impuesto mayor;
se creía que el tráfico se desviaría hacia
el puerto de Rosario y otros de la
Confederación.
Según Félix Luna, había un abismo
entre el adelanto de Buenos Aires y el de las demás
provincias. En la Buenos Aires de 1857 ya existía el
alumbrado de gas en las calles, un ferrocarril que llegaba hasta
San José de Flores y una Aduana. El desarrollo de Entre
Ríos no tenía punto de comparación con el de
la ciudad portuaria; mucho menos el de Santiago del Estero,
Tucumán y demás jurisdicciones, que no
poseían ninguna clase dirigente tan instruida como la de
Bs. As., ni instituciones
tan importantes como la prensa
porteña, la Legislatura o la Universidad. La
diferencia era tan grande que se hacía muy costoso la
unión de Bs. As. con el interior. La Confederación
casi no tenía fuentes de ingresos constantes, mientras la
Aduana sustentaba a la
administración de Buenos Aires.1
Cuando en 1880 comenzaron a decaer las posibilidades de
la industria del saladero, los ganaderos intentaron controlar la
política aduanera de la Nación. Lo mismo
sucedió con los sectores interesados en el desarrollo
industrial, así protegerían el desarrollo de las
manufacturas. Se necesitaban distribuir las rentas
nacionales.
A partir de que la Aduana de Buenos Aires comenzó
a volcar sus rentas y gastos al servicio de
objetivos de alcance nacional las grandes diferencias
económicas tendieron a disminuir su profundidad, pero es
necesario tener en cuenta que no
desaparecieron.
Luego de 1880, las provincias del litoral crecieron
considerablemente, pero otras como Catamarca fueron más
importantes en los tiempos de la
Confederación.2
Además de las diferencias económicas que
existían en el país, fue notoria la diferencia de
estilos vitales que existía entre el litoral y el
interior, y más aún entre Buenos Aires (cabeza
portuaria del litoral) y las provincias de "arriba".
La estructura social del interior se basaba en la
tenencia de la tierra, con
lentos aportes inmigratorios, de tendencia aristocratizante (el
poder se hallaba en manos de las clases altas de la sociedad);
Córdoba y Salta eran ejemplos de esta situación
social. En cambio, Buenos Aires vivía del comercio,
recibía más aportes inmigratorios y por lo tanto
había una movilidad social más intensa que en el
interior, la tendencia que reinaba era democratizante (el pueblo
ejercía la soberanía).Así, Buenos Aires, en
este cuadro social y en comunicación directa con Europa a
través de su puerto, era más accesible a las
influencias extranjeras. Si había algo que alarmaba al
interior era el gran poder del porteño y lo miraba como a
un extraño y nuevo rico.
Como ya dijimos, la corriente inmigratoria
preferentemente se estableció en la zona del litoral y en
las grandes ciudades, entonces las diferencias entre el interior
y la zona litoral, antes comparadas por sus recursos
económicos, empezaron a destacarse por sus
características sociales y
demográficas.1
Hacia 1880 el crecimiento social fue desparejo ya que
mucha gente progresó a la vez que otras clases de la
sociedad sufrían las consecuencias de un proceso duro y
competitivo.
Considero oportuno ya que estoy hablando de las
diferencias sociales, entrar en el tema de las clases, como
estaban compuestas cada una:
La clase alta estaba integrada por los comerciantes
(cuyo poder en Buenos Aires y Montevideo era grande), por los
estancieros ricos, los profesionales e intelectuales y los
militares de graduación superior o cuyas familias
pertenecían a alguno de los otros grupos de la clase alta.
También la integraban los altos funcionarios
eclesiásticos y los sacerdotes cultos que ejercían
cargos docentes importantes y que tuvieron actuación
política. El papel del
propietario rural en esta clase es diverso. En el interior
constituían elementos principales de ella, pero en Bs. As.
su importancia fue reducida.
La clase media estaba integrada por los pequeños
comerciantes, los industriales, los pequeños estancieros,
los militares de menor graduación, los maestros y el resto
del clero.
Además existían estratos inferiores.
López distingue la clase baja en dos grupos bien
diferenciados: uno constituido por los trabajadores
independientes, los artesanos libres y los pobres propietarios de
los suburbios; el otro, constituido por los trabajadores serviles
libres, los menesterosos, vagos y demás desheredados
sociales.
Demográficamente, las provincias del interior
pertenecían a un conjunto bastante poblado pero con
excepción de Córdoba, ninguna de sus ciudades
había alcanzado la población porteña. Buenos
Aires era la única ciudad con una concepción
totalmente urbana debido a su desarrollo y a que su fuerza vital
habitaba dentro de sí misma, en el comercio. Los otros
centros urbanos recibían una profunda influencia
rural.
En 1819 la provincia de Bs. As. tenía 125.000
habitantes, Córdoba 75.000, Santiago 60.000 y Salta
50.000. Pero la ventaja porteña disminuye si consideramos
los conjuntos
regionales ya que el noroeste reunía 220.000 habitantes
entre sus cuatro provincias, Cuyo 88.000 y algo menos completaban
Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe y Misiones juntas. Luego
de cuatro años, Bs. As. totalizaba 143.000 pobladores de
los cuales en la ciudad había
69.000.2
Para el gobierno de Urquiza, Buenos Aires ya contaba con
400.000 habitantes, de los cuales 150.000 vivían en la
ciudad. El territorio de la Confederación tenía por
entonces unos 740.000 habitantes y Córdoba, la ciudad
más poblada de la Confederación, contaba con
110.000 almas.
Por fin, también encontramos diferencias
ideológicas:
La revolución de Mayo hirió los
sentimientos localistas y redujo la autonomía de los
pueblos interiores debido a su necesidad de centralización para la expansión
ideológica y a la lucha contra los realistas.
El liberalismo de
Buenos Aires, más arraigado y agresivo que en el resto del
país, a través de la reforma rivadaviana y sus
reacciones en el interior va a empezar a ganar cierto relieve.
Según Floria y García Belsunce no es casual que
Bustos y Aráoz se preocuparan de dotar a sus provincias de
constituciones escritas basadas en el liberalismo.
Es debido a esta serie de diferencias que el país
tenía muchas dificultades para organizarse. Así
como Buenos Aires no estaba dispuesta a resignar su
supremacía sobre las demás provincias, éstas
tampoco querían permitirle a Buenos Aires que se salga con
la suya, además las afectaba mucho, corrían serios
riesgos.
2° Capítulo: Federales y
Unitarios
Considero conveniente comentar las ideas de los
federales y las de los unitarios, y también las
características de ambos partidos. Esto nos ayudará
a comprender un poco más las luchas entre
ambos.
Cuando Rivadavia invitó a representantes de las
provincias para delinear la formar que tendría el Estado
Nacional dos posiciones se encontraron; la forma republicana de
gobierno podía ser unitaria o federal:
Ø
Unitarios
Estos sostenían que para dar estabilidad al
país había que establecer un gobierno nacional con
amplios poderes políticos y económicos ya que para
ellos las provincias no tenían ningún tipo de
experiencia para gobernarse a sí mismas.
Esta era la única forma capaz de distribuir
equitativamente los beneficios de la consolidación
política. Las provincias pasarían a ser distritos
administrativos controlados por el gobierno nacional.
Los unitarios mantenían la idea de que provincias
demasiado autónomas serían peligrosas para la
unidad del país.
Ø
Federales
Estos si bien no niegan la necesidad de contar con un
gobierno central, buscaban una mayor autonomía
política, económica y fiscal para
cada provincia.
Creían que el federalismo reflejaba los ideales
de la revolución. La autonomía de las provincias no
pondría en peligro la unidad del país.
Tanto los unitarios como los federales no
tenían una doctrina sólida.
La preferencia por uno u otro sistema se basaba en las
necesidades específicas de cada grupo
social.
Las diferencias acerca de las necesidades
económicas entre los grupos unitarios y federales eran la
fuente del conflicto político entre ambos.
Características de los partidos unitario y
federal
- Partido unitario
Los unitarios eran menores en número que los
federales pero compensaban esta falta con la gran calidad de sus
políticos.
Eran una minoría compacta y homogénea que
tenía bien en claro sus objetivos.
El partido unitario expresaba fundamentalmente a los
grandes comerciantes porteños y a sus socios del interior.
Sostenía al librecambio y mantenía la
política del puerto único, debido a que la fuente
principal de sus ingresos como clase estaba en la
intermediación de importaciones y
exportaciones.
El sector unitario estaba mayoritariamente compuesto por
los llamados "doctores", un sector que se identificaba mucho
más con la ciudad, con los modales cuidados de las
"tertulias" y reuniones privadas; un sector que estaba en
contacto con las últimas ideas europeas y admiraba a su
intelectualidad. Su distinguida cultura se
reflejó en un profundo desprecio por las clases populares
y el campo. Si bien algunos sectores pudieron expresar corrientes
más democráticas y progresistas, nunca compartieron
las pautas culturales de gauchos y campesinos.
- Partido federal
Los grupos federales estaban dispersos por las
provincias y lo único que los unía era su
oposición a los unitarios. Cada grupo tenía sus
propios objetivos dentro de las provincias y no tenían un
objetivo bien claro a nivel nacional.
Los federales representaban a un conglomerado de
intereses diferentes sumamente inestables
políticamente.
Al no tener un objetivo preciso, el partido federal era
bastante flexible.
En el partido federal predominaban las tendencias a la
desunión provincial en función de
los enfrentamientos entre caudillos locales. Si bien muchos de
sus líderes luchaban por formar una confederación,
al estilo de Norteamérica, siendo el caso más
notorio el de Artigas, esta idea siempre chocó con la
oposición de la mayoría de los terratenientes
bonaerenses, cuyo "federalismo" se caracterizaba por tratar de
mantener para sí la exclusividad del puerto y la
aduana.
Los líderes del federalismo siempre fueron de la
clase terrateniente. Muchos de ellos escogieron el camino del
localismo antes que la organización nacional.
Sus figuras fueron los caudillos, aquellos que
bondadosamente se transformaron en conductores de amplias masas
populares, que los seguían por haberse identificado con la
cultura del campo, de lo autóctono, de la religión y las
costumbres locales.
Según Felix Luna, LOS UNITARIOS DESAPARECEN DE
ESCENA, sobre todo A PARTIR DEL SEGUNDO GOBIERNO DE ROSAS y la
HEGEMONÍA POLÍTICA DEL PAÍS ES
FEDERAL.1
Rosas es el caudillo federal por excelencia, el que
aparece como el "gran padre" para gauchos y peones, el que "se
hace gaucho como ellos", para dominarlos y dirigirlos por
senderos que no estorben a la aristocracia terrateniente. Y su
maniobra política fundamental es crear una división
entre todos aquellos que lo apoyan (los partidarios de la "Santa
Federación") y todos los que se le oponen (que, en
adelante, pasarán a ser los "salvajes unitarios").
Así, el descontento popular es descargado en los enemigos
de la federación y atacados como tales. A esto
contribuiría el desprecio de la élite unitaria
hacia el pueblo llano.
3° Capítulo: La Guerra Civil
Argentina
Me parece interesante hacer hincapié en esta
guerra ya que de un lado estaba el interior del país que
no sólo quería un régimen de unidad, sino
también un régimen político en el que las
regiones menos beneficiadas compartieran las ventajas de las
más privilegiadas, y del otro (frente al interior) las
provincias del litoral que protegían su autonomía
para afirmar sus privilegios y defender sus intereses.
Todo comienza cuando Dorrego, el gobernador de Buenos
Aires que gozaba de la confianza de los caudillos del interior es
acusado de firmar una paz desventajosa con el Brasil. Lavalle se
subleva contra él y como representante de los jefes y la
oficialidad del Ejército, toma contacto con la logia, un
grupo que trabajaba en la revolución desde la caída
del gobierno de Rivadavia. Este le propone el apresamiento de
Dorrego, de Rosas y de los principales federales, para atemorizar
a los caudillos del interior.
Dorrego es advertido por Rosas pero no cree en el golpe
militar y permanece en El Fuerte con sus ministros a la espera de
apoyos al gobierno.
La revolución se produce el 1 de diciembre de
1828. Dorrego escapa a Cañuelas en busca del apoyo de
Rosas. Mientras tanto, es depuesto y sustituido por Lavalle tanto
en calidad de gobernador como de capitán general de Buenos
Aires. Dorrego llega al campamento de Lavalle, pero éste
se niega a recibirlo y lo intima diciéndole que
será fusilado. Todo ello, ocurrido el 13 de diciembre de
1828, acaba por desatar una guerra civil entre Buenos Aires y el
interior (entre unitarios y federales).
Los unitarios justificaban el terror en la necesidad de
mantenerse contra una población enemiga; y los federales
hacían lo propio apoyados en la de lograr recursos entre
la población favorable. Rosas asumió la responsabilidad de resistir a los golpistas que
habían derrocado a Dorrego. Después de algunas
batallas y encuentros más o menos confusos, se
acordó con Lavalle que Rosas sería gobernador de
Buenos Aires, restituyéndose la legislatura que
había gobernado con Dorrego y restableciendo la paz en esa
provincia. Luego se sucedieron una serie de batallas.
Las principales batallas
José María Paz fue enviado al interior e
inmediatamente derrocó a Bustos y se adueñó
de Córdoba, desde donde más adelante alzó
una fuerte liga de gobiernos interiores, la denominada Liga
Unitaria, que le confirió el supremo poder
militar.
La Tablada tuvo lugar los días 22 y 23 de junio
de 1829, en La Tablada, ciudad cercana a Córdoba, y
constituyó un triunfo del general José María
Paz frente al caudillo Juan Facundo Quiroga durante la Guerra
Civil argentina. Quiroga se dirigió con su ejército
a la actual provincia de Córdoba. El general unitario
José María Paz fue a su fracasado encuentro, por lo
cual Quiroga llegó a la ciudad de Córdoba, que se
rindió por hallarse desprotegida. El caudillo riojano
dejó en ella su infantería, y con la
caballería se situó en La Tablada. Paz tenía
dos opciones: atacar a Quiroga en la ciudad o enfrentarlo en La
Tablada, y prefirió esto último. Los federales
fueron vencidos por el ejército del general Paz, muy
inferior en cuanto a efectivos al de Quiroga.
Quiroga fue vencido nuevamente por Paz el 25 de febrero
de 1830 en la batalla de Oncativo. El caudillo unitario
trató de lograr acuerdos entre las provincias de Buenos
Aires, Santa Fe y Córdoba, temiendo el desquite del
caudillo Juan Facundo Quiroga, que como ya mencionamos
había sido derrotado en La Tablada. A finales de 1829, Paz
tuvo que contener los levantamientos de la región de la
Sierra provocados por los montoneros. Dejó allí
efectivos y regresó a la ciudad de Córdoba,
preparando sus fuerzas para combatir a Quiroga, quien ya
había iniciado su avance desde Mendoza. Este último
penetró en Córdoba por el sur, mientras se llevaban
a cabo conversaciones pacificadoras entre ambos jefes, que por
cierto fracasaron. El 25 de febrero de 1830, Paz le salió
al encuentro en Oncativo. El caudillo riojano Quiroga, vencido y
perseguido por Paz, inició la retirada hacia la
región de Cuyo, rumbo que cambió después
para retornar a Buenos Aires. Después de su triunfo, Paz
se apresuró a ocupar las provincias que hasta ese momento
habían respondido a Quiroga.
A partir de Oncativo, se repitieron los fusilamientos de
prisioneros, convirtiéndose en una guerra sin tregua, en
la cual a quien no se lo degollaba en el campo de batalla se lo
fusilaba en el cuartel si se negaba a ‘pasarse’ de
bando.
El 26 de agosto de 1829, se hizo cargo del gobierno de
Buenos Aires Juan José Viamonte, quien intentó
apaciguar los ánimos entre unitarios y federales;
confirmó el último gabinete de Lavalle e
inauguró el Senado consultivo intentando una
conciliación. Mientras tanto, el prestigio de Rosas en el
partido federal era creciente y se asentaba en el apoyo popular.
Viamonte estableció una Junta, llamó a Rosas a
Buenos Aires y se lo designó nuevo gobernador de esa
provincia, otorgándole las "facultades extraordinarias que
el nuevo gobernador considere indispensables", fundadas en la
necesidad de prevenir los ataques que pudieran intentar los
más radicales y en afianzar el orden y la tranquilidad
pública. Por ello era reconocido como el "restaurador de
la leyes". Como Paz
había formado la Liga de gobiernos interiores, Rosas
debía organizar una liga paralela de gobiernos federales
que, en caso de impedirse una guerra con el general Paz,
podría llegar a ser el fundamento de un Pacto de la
Confederación Argentina, preliminar al Pacto Federal que
se firmó finalmente el 4 de enero de 1831. Así la
guerra civil terminó con la prisión de Paz, que fue
vencido por los soldados de López.1
Quiroga se encargó de terminar con los
últimos restos unitarios en el interior.
La Liga del Interior tuvo que ceder ante las presiones
de las oligarquías provinciales, las cuales
compartían un profundo deseo de asegurar su predominio
local. El predominio económico y político de las
provincias litorales quedó asegurado, y el ajuste del
equilibrio
nacional, postergado.2
4° Capítulo: Pactos
Interprovinciales
Mientras ocurrían las luchas por el poder, las
provincias formaban alianzas entre sí, estableciendo
pactos que algunas veces se cumplieron y otras no.
Los pactos a que nos referimos son los
siguientes:
Alianza entre Córdoba y Santa
Fe
José Javier Díaz (gobernador de
Córdoba) se dirige a Estanislao López (gobernador
de Santa Fe) en enero de 1820 (antes de Cepeda) y lo invita a
establecer una alianza para proteger recíprocamente los
derechos de libertad de ambas provincias y fomentar el comercio y
las relaciones que ayudarían a mejorarlas. Esta alianza
tenía base federal; poco después Córdoba
elige a Bustos como gobernador, jefe del federalismo del interior
(19 de marzo).
El tratado del Pilar
Luego de la derrota de Rondeau en Cepeda, cada provincia
se organiza como un estado autónomo. El cabildo
porteño renuncia así al rol de la Ciudad como
Capital de todas las Provincias unidas.
En la capilla del Pilar se firmo la paz en febrero de
1820 entre Sarratea (gobernador de B.A.), López y
Ramírez. Por medio de este se puso fin a la guerra civil,
se estableció la forma federativa de gobierno y Buenos
Aires se vio obligada a aceptar la libre navegación de los
ríos.
Tratado de Benegas
Se firma el 24 de noviembre de 1820 entre Martín
Rodríguez (reciente gobernador porteño) y
Estanislao López.Así se convino la paz perpetua
entre Buenos Aires y Santa Fe.
Acuerdo entre Córdoba, Entre Ríos,
Santa Fe y Corrientes
Esta alianza entre las provincias se debió a que
las mismas necesitaban aliarse contra Rivadavia y su
política. Esta alianza se formó luego de la
sanción de la Constitución unitaria (1824), la
cuál despertó la rebelión de las provincias
debido a que pretendían que se sancionara una
federal.
El tratado del Cuadrilátero
Muerto Ramírez, en la ciudad capital de la
provincia de Santa Fe se reunieron los representantes de las
cuatro provincias litorales (Corrientes, Entre Ríos, Santa
Fe y Buenos Aires) y firmaron el tratado del Cuadrilátero
el 25 de enero de 1822 que establece la paz, amistad y
unión permanente entre las cuatro provincias contratantes,
cuya reciproca libertad, independencia, representación y
derechos se reconocen y deben guardarse entre sí con
igualdad. La
inteligente política de Estanislao López y
Martín Rodríguez inicia una época de paz que
permite a ambos mandatarios realizar una eficiente labor de
gobierno. Se establece que si los españoles, portugueses o
cualquier otro poder extranjero invadiese y dividiese la
integridad del territorio nacional, todas las provincias
firmantes pondrán inmediatamente en ejercicio su poder y
recursos para arrojarlo de él.
Pacto Interprovincial de 1828
Luego de la caída de Rivadavia, Córdoba se
creyó que tenía el derecho de orientar el
país hacia una política federal. Entonces, Buenos
Aires y Córdoba empezaron a disputarse el privilegio de
reorganizar el país. Por este motivo se firma este pacto
entre todas las provincias con las excepciones de Catamarca,
Tucumán y Salta. Por el mismo, Córdoba se
comprometía a invitar a todas, inclusive a Buenos Aires,
para reunirse en Congreso y así constituir al país
bajo la forma federal de gobierno. Pero el gobierno no
podría reunirse en Buenos Aires.
La idea era nacionalizar los beneficios que traía
la aduana y que todas las provincias se comprometan a proteger el
comercio interno de todas.
Tratado entre Córdoba y Buenos
Aires
El mismo es firmado el 21 de septiembre de 1827 por
Bustos (Córdoba) y Moreno (Buenos Aires). En este ambas
provincias reconocían tener mismos derechos y ser iguales,
y contraen la responsabilidad de apoyarse recíprocamente y
defender sus instituciones. Además se comprometen a ayudar
en la guerra contra Brasil.
Tratado entre Santa Fe y Buenos Aires
Este es firmado el 2 de octubre de 1827 por Vidal
(delegado de Buenos Aires) y por Echagüe (Santa Fe). Como en
el anterior, se encomendaba provisoriamente al gobierno de Buenos
Aires dirigir la guerra y las relaciones exteriores.
Tratado entre Buenos Aires y Entre
Ríos
Se firma el 27 de octubre de 1827 por Vidal y Vicente
Zapata (Entre Ríos). En este también la provincia
entrerriana delega a Buenos Aires el manejo de las relaciones
exteriores y la dirección de la guerra.
Tratado entre Corrientes y Buenos
Aires
Vidal firma esta vez un tratado con Eusebio Antonio
Villagra (Corrientes) el 11 de diciembre de 1827. En el mismo
también se confía a Buenos Aires la responsabilidad
de los negocios de la
guerra, la paz y el manejo de las relaciones exteriores.
Además se la autoriza a realizar alianzas ofensivas y
defensivas con las repúblicas americanas autónomas
para proporcionar recursos con que sustentar la guerra y darle un
fin.
Tratados entre Buenos Aires y demás
provincias
Antes de que Rosas llegue al gobierno, Viamonte firma
con Santa Fe un tratado el 28 de octubre de 1829 por el cual
ambas provincias deberían invitar a las demás a un
congreso nacional.
El 25 de febrero de 1830, un tratado parecido al
mencionado anteriormente es firmado por Corrientes.
Mendoza (julio de 1831) y San Juan (agosto del mismo
año) renuevan una ley, autorizando a Buenos Aires a
manejar las relaciones exteriores hasta la reunión de un
congreso nacional. Córdoba, Santiago, San Luis y Catamarca
las siguieron, realizando lo mismo.
Pacto Federal de 1831
El 4 de enero de 1831 se firmo el Pacto Federal, que
comprometía a las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y
Entre Ríos (luego se adhiere Corrientes). Por el mismo,
Buenos Aires promete ayudar económicamente a las
provincias.
Acuerdan resistir cualquier invasión extranjera
contra alguna de las provincias argentinas, y constituir una
alianza defensiva ofensiva contra toda agresión de las
demás provincias.
En el se dan las bases definitivas sobre las que
habrá de constituirse el país, bajo los principios
del federalismo.
Pacto de San Nicolás
Se firma el 31 de mayo de 1852 y es convocado por
Urquiza para sentar las bases de la constitución
argentina. Sus disposiciones fueron aceptadas por las provincias
de la confederación y rechazada por Buenos Aires. Las
mismas eran que Urquiza se transformaba en el director provisorio
de la Confederación, encargado de conducir las relaciones
exteriores y con el mando supremo de sus Fuerzas Armadas; se
transfería el control de la aduana y el puerto de Buenos
Aires a las autoridades nacionales y se convocaba a un Congreso
General constituyente en Santa Fe (al que cada provincia
asistiría con 2 diputados sin importar el número de
habitante y su capacidad económica). Además este
acuerdo proclamaba el Pacto Federal de 1831 como ley fundamental
de la República.
Pacto de San José de Flores
Luego de Cepeda, Urquiza estableció su campamento
en San José de Flores. Este pacto de unión entre
Bs. As. y la Confederación se firmó el 11 de
noviembre de 1859 y por el mismo, Buenos Aires se declaraba
integrante de la Confederación Argentina y aceptaba en
principio la Constitución de 1853, la cual sería
luego estudiada por todas las provincias y en caso de ser
necesario, reformada. También se estableció que la
capital de la Nación sería la ciudad que fuese
declarada tal por una ley del Congreso, previa cesión
hecha por una ley especial de la Legislatura de aquella provincia
que tuviese que cederla. 1
El pacto de San José de Flores fue el
último acuerdo que se realizó con el fin de que la
República Argentina se organizara, para que Buenos Aires
se constituya como una provincia más de la
Nación.
5° Capítulo: El
Caudillo
Surgimiento del caudillismo
A los años posteriores a la emancipación,
siguió un prolongado período de conflictos que
generalmente desembocaron en guerras
civiles. Cada grupo, cada sector y cada región
manifestaban no sólo sus tendencias, sino su capacidad
para imponerlas a los demás. Así comenzó un
avance hacia la anarquía, hacia algún tipo de
organización fundada, a veces, en la fuerza
hegemónica de uno de los grupos y, otras, en la actitud de
cambio que surgía tras largos enfrentamientos. Pero lo que
parecía el fin de un conflicto se convertía con
frecuencia en el comienzo de otro.
Pero quienes redactaron las leyes constitucionales y se
sentaron en las cámaras no fueron los únicos
actores políticos. Algunos papeles políticos
importantes los desempeñaron otros individuos
—militares, caudillos regionales, comerciantes— que
estaban menos preocupados por las ideas, las leyes y las
doctrinas políticas que en proteger sus intereses, por lo
que con frecuencia recurrieron a medidas violentas.
El pueblo confiaba en los líderes individuales,
en los hombres fuertes, y así surgieron los
caudillos.
Hay que tener en cuenta que las autonomías
regionales y los caudillos muchas veces actuaron como fuerzas
opuestas al desarrollo de los estados nacionales.
El Caudillo
Entre 1820 y 1824 en las provincias se consolida el
sistema federal y es ahí cuando aparecen los caudillos
como jefes locales, político y militar.
Estos se destacan, cada uno en su ámbito, por sus
condiciones de líderes, sus grandes influencias sobre los
distintos estratos de la sociedad, en particular sobre la masa
popular, y por sus capacidades
políticas.1
El caudillo en gran manera era la expresión de la
provincia.
Su autoridad fue reconocida por los distintos sectores
de la sociedad. Las clases altas encontraban en ellos a los
sostenedores del orden; las clases populares, en especial los
gauchos y peones, los consideraban defensores de sus intereses
inmediatos y sus formas de vida.
El caudillismo fue
el fiel reflejo de una sociedad primaria que reunía pocas
condiciones para la participación política. Esta
estructura política primitiva, basada en el poder
individual, en la lealtad personal, en la
autoridad del patrón y la dependencia del peón, se
convirtió en el modelo del caudillismo,
reproduciéndose desde las estructuras
locales a las nacionales.
El pillaje fue una característica del sistema
caudillista: un modo de hacer la guerra que benefició a
ambas partes, directa o indirectamente, porque conseguía
ejércitos y recursos para la guerra. El caudillo a menudo
nacía sin convicciones políticas, y aunque no fue
un militar profesional, frecuentemente actuó como tal. Los
intereses de los hacendados solían ser de carácter
regional, por lo que los caudillos los defendían frente al
centralismo.
Sin embargo, los espectaculares avances de algunos caudillos
hicieron que pasaran de ser locales a transformarse en nacionales
y federalistas, hasta que se convirtieron en defensores del poder
central.
Otra imagen surgida en
este periodo fue la del caudillo benefactor. La gente se
vinculaba con el caudillo en espera de recompensas. Se confiaba
más en la promesa de un caudillo que en la de una
institución. Una de las recompensas más apreciadas
fue la tierra. Los caudillos no eran líderes populares,
sino que manipulaban sectores populares encabezando una
coalición de fuerzas de elite.
Buenos Aires contaba con abundantes medios
económicos es por eso que podía formar un
ejército numeroso y bien pago, equipado y capaz de
mantener a sus soldados; el resto de las provincias en cambio,
sólo podía brindar al caudillo aquello que
ofrecía la campaña, que era muy poco. Debido a esto
los caudillos del interior poseían escaso
armamento.
Era creencia general que los caudillos tenían
escasa formación cultural. Es cierto que López y
Ramírez sólo reconocían una educación
básica, pero otros como Alejandro Heredia y Juan Bautista
Bustos eran militares de carrera. Juan Facundo Quiroga era un
hombre muy
culto, esto es visto en su correspondencia, la cuál revela
un espíritu sutil y una redacción refinada. El ya
nombrado Heredia además de ser militar, era graduado en
leyes y Ramírez -tal vez el menos instruido de todos
ellos- hizo de la educación una de sus grandes inquietudes
como gobernante.
Los caudillos formaban parte de la clase dirigente de
sus provincias y en muchos casos fueron representantes
inconfundibles de las oligarquías locales.
Los caudillos eran parte del alto status provincial
antes de alcanzar el poder. Ejemplos concretos de esto son
Martín Guemes (quien pertenecía a una de las
más importantes familias de Salta), Quiroga (era uno de
los grandes estancieros de los llanos riojanos y su padre
había sido funcionario en el período colonial) y
Ramírez (que era propietario y pertenecía por parte
de su padre a una de las principales familias de Entre
Ríos).
Como gobernantes fueron dictadores, esto era
lógico en los territorios de estructura social primaria.
No esquivaron los cuerpos constitucionales pero cuando las
situaciones eran difíciles, la ley principal era la
voluntad del caudillo, y la constitución local sólo
proporcionaba el marco legal para dar legitimidad formal a la
decisión personal.
Ramírez, López y Guemes adoptaron una
tendencia populista, es decir que sus ideas estaban cerca de las
del pueblo, coincidían. En cambio, a los caudillos del
centro de la república se los puede acomodar dentro de una
línea más conservadora.
No todas las provincias tuvieron caudillos
típicos; Corrientes estuvo primero bajo la influencia de
Artigas y de Ramírez más tarde, no produjo
caudillos, sí jefes dependientes de aquellos dominadores,
y luego sus gobernantes no consiguieron la apariencia de los
caudillos. Catamarca estuvo en una condición parecida ya
que estuvo sometida a las influencias de Salta, Tucumán y
Santiago; las provincias de Cuyo estuvieron sometidas a la
influencia de Quiroga, sin embargo Aldao era su jefe.
Bustos y Quiroga formaron con los caudillos de las
provincias del noroeste, con excepción de Lamadrid en
Tucumán, una suerte de entente cordiale (entendimiento
cordial). De esta manera se fueron formando los núcleos
políticos del veinte y del treinta: por un lado Buenos
Aires, diferente hasta en su federalismo; por otro el litoral,
donde se reunían las influencias porteña, oriental
y cordobesa; por otro la Banda Oriental de tendencia a la
separación pero que participaría por mucho tiempo
en los inconvenientes de la nación; y finalmente el
interior, más afín y homogéneo, pero donde
se pueden distinguir movimientos de influencias que se adaptan a
antiguas divisiones administrativas.
Mientras Buenos Aires, bajo el gobierno de
Rodríguez, podía hallar en la alianza de la ciudad
y la campaña un equilibrio con el que llegaría a
una etapa de progreso, las otras provincias buscaban su propia
evolución una vez que cae el poder central.
Entonces, el proceso de desunión va acompañado de
uno de organización interna.1
Principales Caudillos
José Gervasio Artigas nació en Montevideo
y era parte de una de las familias fundadoras de la
ciudad.
Tras estallar en 1810 la revolución contra el
dominio
español en
el virreinato del Río de la Plata, se unió a las
fuerzas revolucionarias y se dirigió a Buenos Aires para
ofrecerles sus servicios. La
Junta creada en dicha ciudad le otorgó el grado de
teniente coronel, con el que marchó hacia la Banda
Oriental (nombre que recibían los territorios situados al
este del Río de la Plata, parte de los cuales constituye
el actual Uruguay). Las unidades patrióticas que estaban a
su mando lograron una serie de victorias frente a los
españoles durante la primera mitad de 1811 y sitiaron
Montevideo hasta octubre de ese año, cuando la propia
Junta provincial de esos territorios orientales acordó
seguir los designios del primer Triunvirato bonaerense, que
había firmado un pacto con los realistas.
Artigas y sus seguidores cruzaron en enero de 1812 el
río Uruguay. La Banda Oriental tuvo que enfrentarse desde
entonces, también, a las ambiciones territoriales del
Triunvirato de Buenos Aires. En abril de 1813, Artigas fue
nombrado por un congreso provincial gobernador civil y militar
provisorio de los territorios por lo cual envió diputados
a Buenos Aires con instrucciones precisas: establecer las bases
de un sistema federal de gobierno, en el cual uno de los estados
miembros sería la propia Banda Oriental. Tras el rechazo
de las instrucciones y de los propios diputados enviados, las
relaciones de Artigas con el gobierno de Buenos Aires se
debilitaron.
En 1814 organizó la Liga de los Pueblos Libres
(donde pretendía integrar a todas las provincias
rioplatenses de inclinaciones federalistas), de la que se
declaró protector. Artigas tenía un gran poder, por
eso era capaz de sustraer de la jurisdicción efectiva de
Bs.As. una parte tan importante del antiguo virreinato como eran
las provincias del litoral y la de
Córdoba.1
Logró liberar a Montevideo del control de los
centralistas de Buenos Aires en febrero de 1815, marchando
seguidamente hasta Santa Fe. Se negó a enviar diputados al
Congreso de Tucumán (1816), por el que se
organizaría a las recién creadas Provincias Unidas
del Río de la Plata, debido a la definitiva
separación respecto de la política centralista
bonaerense. Fue derrotado a finales de 1816 por las tropas
portuguesas de Brasil, que tomaron Montevideo en su lucha contra
los independentistas de los territorios orientales. Incapaz de
expulsarlos, y después de la definitiva victoria
brasileña en la batalla de Tacuarembó (22 de enero
de 1820), la cual supuso la disolución de los denominados
Pueblos Libres, fue excluido del acuerdo logrado entre los
federalistas y los centralistas, o unitarios, rioplatenses
(Tratado del Pilar, febrero de 1820).
Tras retirarse con el resto de sus tropas a la provincia
de Entre Ríos, resultó finalmente vencido en
sucesivos combates por el caudillo federalista y gobernador de
esa provincia, Francisco Ramírez, en septiembre de
1820.
Francisco Ramírez nació en Entre
Ríos y fue también gobernador de la misma. Ya como
caudillo federal, en 1817 venció a las fuerzas nacionales
al mando de Montes de Oca en la batalla de Arroyo Cevallos, y en
1818 a las de Marcos Balcarce en la batalla de Saucecito. Fue
designado gobernador de Entre Ríos, por lo cual la
provincia pasó a gozar de un grado elevado de
autonomía. Luchó contra el director supremo de las
Provincias Unidas del Río de la Plata, José
Rondeau, quien representaba a las fuerzas de Buenos Aires, en la
batalla de Cepeda, lo que señaló la
disolución de las autoridades nacionales. Luego
luchó y venció al ya nombrado Artigas, a quien no
reconocía como protector de los Pueblos Libres.
Ramírez participó del Tratado del Pilar y en
septiembre de 1820 declaró la independencia de la
República de Entre Ríos, pero no logró
dominar al caudillo Estanislao López que se le opuso en
Santa Fe. Tuvo la intención de lanzarse sobre Buenos
Aires, pero antes tuvo que enfrentar a López y fue
derrotado. Luego, Bustos, lo volvió a derrotar. A partir
de entonces, Entre Ríos, en las disputas por la autoridad,
tuvo menos peso que Santa Fe.
Tras la Revolución de mayo de 1810, Estanislao
López, se incorporó al Ejército de Manuel
Belgrano para invadir Paraguay. Fue tomado prisionero. Cuando la
flota realista atravesó el río Paraná,
defendió la ciudad de Rosario y contuvo a los indios
peleando durante ocho meses. Luchó contra el general
Artigas, volviendo a caer prisionero. Fue teniente en el Cuerpo
de Blandengues y, cuando fue invadida la provincia de Santa Fe
por los generales Díaz Vélez y Viamonte,
luchó contra ellos siendo ascendido al grado de teniente
coronel. Desde entonces tuvo un papel destacado como militar y
político, gozando de gran prestigio en su provincia natal.
En 1819, fue gobernador de Santa Fe.
Juan Bautista Bustos nació en Punilla (actual
provincia de Córdoba). Participó en la
Revolución de mayo militando en los ejércitos
independentistas bajo las órdenes de Manuel Belgrano.
Bustos, desde Córdoba, podía con gran facilidad
aglutinar el interior del país contra Bs. As.
Después de la sublevación de Arequito, que
precipitó al país en una gran anarquía, se
hizo cargo del gobierno de la provincia de Córdoba hasta
el año 1829, en que fue derrotado por el general
José María Paz. Buscó protección
entre los federales, junto al caudillo Juan Facundo Quiroga,
dirigiéndose a la provincia de Santa Fe, donde
murió al arrojarse a un río para evitar caer
prisionero, en septiembre de 1830.
José María Paz en 1810 ingresó en
el Ejército, y actuó en la segunda y tercera
campañas del Alto Perú, quedando manco.
Participó en el combate de la Herradura y en la
sublevación de Arequito. Luchó en la guerra contra
el Brasil, y después en la revolución del 1 de
diciembre de 1828, en la que fue derrocado Manuel Dorrego.
Combatió y venció en San Roque, La Tablada y
Oncativo. Se le confió el poder supremo militar y fue
gobernador de Córdoba, pero en mayo de 1831 cayó
prisionero y fue encarcelado en Santa Fe y, más tarde, en
Luján. Se incorporó al Ejército y, en
noviembre de 1841, en Corrientes, venció en la batalla de
Caaguazú a Juan Manuel de Rosas. Se le confió el
mando de las fuerzas correntinas, pero debió dejar la
provincia. Después de la batalla de Caseros,
regresó a Buenos Aires, donde fue ministro y miembro de la
legislatura en 1854. En este año y en esta ciudad
falleció.
Juan Facundo Quiroga fue uno de los principales
caudillos federales. Nació en La Rioja y actuó en
las montoneras, en 1819, cuando ocurrió la
sublevación de San Luis. Luchó contra los
realistas, lo que le sumó gran prestigio. Más
tarde, combatió contra los unitarios y, a partir de 1823,
se convirtió en el árbitro de su provincia. En 1826
venció a los unitarios en El Tala y El Rincón, y,
más tarde, fue derrotado por el general José
María Paz en los combates de La Tablada y Oncativo. Cuando
Paz cayó prisionero, logró vencer a las fuerzas
unitarias del interior en la batalla de La Ciudadela.
Posteriormente, pasó a Buenos Aires, y el gobernador Juan
Manuel de Rosas le encargó que fuera a mediar entre los
gobernadores Heredia, de Tucumán, y Latorre, de Salta, que
estaban en conflicto. Se entrevistó entonces en la ciudad
de Santiago del Estero con los respectivos representantes, donde
se convino un pacto de paz entre las provincias. En el viaje de
regreso, fue asesinado en Barranca Yaco, en la provincia de
Córdoba.
Analizando esta monografía se puede concluir que
Buenos Aires siempre se encargó de llevar la delantera y
poco le importaba si las demás provincias estaban bien o
no, ella quería poder y todo lo que este
arrastraba.
Podemos destacar además que lo que originó
el reclamo de las provincias y las ideas federales fue la gran
desigualdad con que el país crecía debido a la
política aduanera de Buenos Aires y por lo tanto a la gran
acumulación de poder, población y
riqueza.
Esta política que llevaba Buenos Aires gobernaba
en contra de los intereses de las provincias.
Observemos también que siempre que algo en las
provincias no gustaba, que se sentían alarmadas por el
poderío porteño, se armaban grandes rebeliones,
muchas veces armadas. Esto era algo que estaba muy metido dentro
de la sociedad. Había un gran espíritu de
desunión en cada pueblo respecto de los
demás.
Así Buenos Aires continuó con su
supremacía sobre el país hasta el día de
hoy, que para viajar al exterior hay que ir primero a Buenos
Aires, que tiene un gran y destacado aeropuerto. También
el Presidente con su cámara de diputados se encuentra en
esa provincia.
Y para finalizar resaltemos que si bien había
algunas semejanzas entre Buenos Aires y las otras provincias de
la República Argentina, las desigualdades eran más
y traían graves consecuencias.
Félix Luna-Breve historia de los argentinos.
Planeta, Buenos Aires.1997
Domingo Faustino Sarmiento-Facundo. Emecé, Buenos
Aires.1999
José Luis Romero-Breve historia de la Argentina.
FCE, Buenos Aires.1996
Carlos Alberto Floria y César A.García
Belsunce-Historia de los argentinos. Laurosse, Buenos
Aires.1992
Enrique Barba, Julio Yrazusta, Juan José Real,
Beatriz Bosch, Sergio Bagú y Félix
Weinberg-Unitarios y Federales. Yspamérica, Buenos
Aires.1987
Enciclopedia Microsoft
Encarta 2000
Enciclopedia temática escolar 2- Visor, Buenos
Aires.1998
"Este trabajo se lo dedico
a
los seres que me dieron la
vida,
Alfredo y Mary.
ellos me enseñan a
vivir"
Mary Madariaga
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