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La controvertida misiva de San Martín a Bolívar del 29 de agosto de 1822 (página 3)




Enviado por Jorge G. Paredes M.



Partes: 1, 2, 3

Que Santa Cruz no llegó a la capital del
Perú en agosto queda totalmente comprobado con estos
documentos consignados por E. Márquez. Lo mismo diremos
acerca de su pretendido embarque conjuntamente con la
división auxiliar colombiana. La división peruana
al mando de Santa Cruz se desplazó por tierra y a
escalones por territorio colombiano y al parecer el punto de
reunión de toda la división fue la ciudad de Piura.
Bolívar, en carta a Santander fechada en Cuenca a 14 de
setiembre de 1822, escribe: "Hoy he visto una carta del general
Santa Cruz al coronel Heres en que le dice, desde Piura, que
marcha para Lima, aunque con poco gusto suyo,…"(Lecuna, V.
"Cartas del Libertador";tomo III; p.88). Santa Cruz
reinició, en la ciudad de Piura, su marcha hacia Lima,
ciudad esta última donde llegó en el mes de
octubre. En el acta de la sesión del Congreso Peruano de
23 de octubre de 1822, encontramos el siguiente dato: "Se
leyó el
oficio del Sr. General D. Andrés de Santa Cruz por el que
da razón de su llegada a esta capital, y manifiesta la
gloria con que mira reunido al Soberano Congreso, al que protesta
subordinarse concurriendo a sostener la libertad política y civil del
Estado. Fue oído con
agrado".

En aquella misma sesión del 23 de octubre, el
Congreso decretó, a propuesta de Luna Pizarro, conceder
"al general Santa Cruz una medalla de las tres que se batieron
para repartir el 28 de julio a los beneméritos de la
Patria, grabándose en el reverso la siguiente
inscripción: "El Congreso Constituyente del Perú al
mérito: año de 1822.- 3°" y a propuesta de J.
F. Sánchez Carrión el votar "una acción de
gracias al mismo General Santa Cruz y su división
triunfante en Pichincha". Estos decretos aparecieron publicados
en La Gaceta del Gobierno, del 26 de octubre de 1822.

Demostrado que Santa Cruz no llegó en agosto de
1822 y que no utilizó la vía marítima, no
puede de aquí inferirse necesariamente que sea un factor a
favor de la autenticidad de la carta cuestionada, pues queda la
posibilidad de pensar que, en caso de ser ella un fraude, el
falsario estaba bien enterado de todos los pormenores de la
época. A pesar de esta salvedad, debe reconocerse que
constituye un elemento más que habla bien a las claras que
lo consignado en el controvertido documento se corresponde con
los hechos del momento, sin que pueda encontrarse gruesos errores
o falsedades.

Los impugnadores de la carta del 29 de agosto consideran
que San Martín no solicitó a Bolívar auxilio
militar, y que por lo tanto como dicha misiva trae ese dato, no
puede ser de San Martín. Este argumento es totalmente
deleznable, porque, por un lado , considera que la verdad de la
entrevista está en la versión de Bolívar, y
por otro lado, nada dice respecto a que en otros documentos
indubitables de San Martín, se señale dicha
solicitud. Los impugnadores arguyen, asimismo, que de haber sido
cierta esa solicitud, el Libertador no se hubiera podido negar,
debido a que existía entre Colombia y Perú un
tratado de federación, suscrito en Lima el 6 de julio de
1822. (ver el texto íntegro del tratado de unión,
liga y confederación perpetua, en Leguía y
Martínez, Germán, Op. Cit; tomo VII pp. 312 –
315, con su tratado adicional que se encuentra en las pp.
318-320). Este argumento es tan débil como el anterior. En
primer lugar, porque dicho tratado no estaba ratificado por
Colombia. Esa ratificación recién se hizo el 12 de
julio de 1823, a pesar de que Torre Tagle, por el Perú, lo
había ratificado el 13 de julio de 1822 y el Congreso
Constituyente Peruano hizo lo propio el 12 de noviembre de 1822.
El canje de las ratificaciones no se hizo, entre otras cosas
porque habiendo llegado Bolívar al Perú a comienzos
de setiembre de 1823, se consideró innecesario dicho acto,
al ser Bolívar gobernante del Perú en calidad de
dictador, cargó que le otorgó el propio congreso
peruano. Y en segundo lugar, porque lo que pedía San
Martín a Bolívar era la unión de ambos
ejércitos y ello no estaba previsto en dicho
tratado.

Un argumento aún más inconsistente que los
anteriores es aquel que señala que es falso el pedido
hecho a Bolívar, porque lo lógico hubiera sido que
San Martín recurriese para ésto a Chile y a las
Provincias Unidas del Río de la Plata y ello, según
los impugnadores, no ocurrió. Argumentar así es
desconocer totalmente, por ejemplo, las misiones de Antonio
Gutiérrez de la Fuente en las Provincias Unidas del
Río de la Plata (que fue un total fracaso) y la de
José Francisco Cabero y Salazar, en Chile. Sobre estas dos
misiones puede leerse en Leguía Martínez,
Germán; Op. Cit; tomo VII; pp. 339-373.

El argumento de Lecuna referente a que de haber existido
realmente la carta del 29 de agosto, hoy contaríamos con
la respuesta de Bolívar, es de gran peso. Pero se puede
pensar que tal vez exista tal respuesta y que lo que ocurre es de
que no ha sido hallada. Suponer, como lo hace Lecuna, que de
haber existido esta respuesta ella contendría
términos duros, es pensar prejuiciosamente que San
Martín escribió falsedades, cuando el problema es
de un desencuentro entre los dos libertadores, cada uno con su
propia óptica
y su propio proyecto.

Muchos de los argumentos de Pérez
Amuchástegui son totalmente endebles y algunos de ellos
han sido certeramente rebatidos por Colombres Mármol (h).
Nosotros queremos incidir en algunos no tocados o
insuficientemente criticados, de los cuales uno es de gran peso y
requiere un análisis muy cuidadoso. Los dos meses que en
la carta de Lafond se dan como plazo para que los realistas
pudiesen reunirse, no es extremadamente corto, si se tiene en
cuenta que se habían concentrado, por esta época,
en la parte central y sur del Perú y en perfecto pie de
guerra. Por otra parte, que la carta de Lafond contenga
términos despectivos contra Torre Tagle se pueden explicar
por una actitud doble de San Martín con relación al
citado marqués, al cual en sus comunicaciones
trataba tan cortés y amigablemente, pero al cual, en el
fondo, lo tenía en mal concepto. Recordemos al respecto
que Heres contó que en cierta ocasión San
Martín le dio un abrazo muy efusivo a Torre Tagle y luego
le dijo a Heres, muy confidencialmente, que Tagle era una
india vieja
que no valía para nada. A nadie debería
extrañar que esta anécdota fuera totalmente cierta,
porque San Martín, como todos los grandes personajes de la
historia, ha sido tan humano como cualquiera de nosotros, con
numerosas y extraordinarias virtudes, pero también con
defectos Por eso es que consideramos muy objetivo y razonable lo
que J.L Busaniche dice al mencionar este hecho anecdótico:
"A los que no creemos que San Martín naciera exento de
pecado original, no nos asusta tal cosa, sobre todo si pensamos
que Torre Tagle mereció efectivamente el abrazo efusivo en
el Perú, pero que no valía precisamente un
Perú. «Débil e inepto» le llamó
San Martín en 1822, y algo peor, los mismos peruanos en
1824. Con relación a lo de «india vieja»,
Busaniche nos dice: "no nos compete: declaramos ignorar la edad
que en aquellos momentos contaba Tagle; no recordamos tampoco su
retrato y es muy fácil que no fuera un Adonis".

Pérez Amuchástegui señala que es
contradictorio que en la carta de Lafond San Martín
expresara a Bolívar que había escrito una misiva
anterior al 23 de agosto, pues en la incontrovertible carta
enviada desde Mendoza con fecha 0 3 de agosto de 1823 le dice que
le había escrito sólo otras dos: una pocos
días antes de su salida de Lima y la otra desde Chile y
que ninguna de ellas había sido contestada. Este es un
argumento que consideramos de gran peso en contra de la carta de
Lafond y que los defensores de ella no han encarado en todas sus
implicancias, de seguro porque resulta difícil
compatibilizar lo expresado en ambas cartas con relación a
misivas entre los libertadores entre setiembre de 1822 y el 3 de
agosto de 1823. Pérez Amuchástegui interpreta lo
escrito por San Martín en su misiva del 3 de agosto de
1823 como si única y exclusivamente San Martín
hubiese escrito antes que ésta sólo dos carta entre
setiembre de 1822 y agosto de 1823. En la mencionada carta del 3
de agosto San Martín le dice a Bolívar: "Pocos
días antes de mi salida de esa capital (se refiere a Lima)
escribí a usted; después lo volví a
verificar desde Chile y no he tenido contestación
alguna…"

Detengámonos un poco para analizar mejor el
argumento de Pérez Amuchástegui. Sabemos que San
Martín entregó el mando político del
Perú al Congreso Constituyente el día de su
inauguración, el 20 de setiembre de 1822. Ese mismo
día abandonó la ciudad de Lima y se dirigió
a Ancón, un balneario localizado a pocos kilómetros
al norte de Lima. Dos días después, el 22 de
setiembre, zarpaba de Ancón con destino a Chile. Como San
Martín mismo dice que le escribió a Bolívar
pocos días antes de abandonar el Perú, tuvo que
hacerlo, si tomamos a la letra el decir de San Martín, en
la segunda quincena de setiembre de 1822, pero con anterioridad
al 20, es decir entre el 15 y el 19. Pero si tomamos en un
sentido más flexible dicha expresión, podría
como máximo retrotraerse esta fecha hasta fines de agosto.
Si nos atenemos al texto de la carta de Lafond, de ser
auténtica, se desprendería que inmediatamente
anterior a ella (29 de agosto de 1822) le había escrito
otra, fechada a 23 del mismo mes de agosto, relativamente breve,
porque "las atenciones que me rodeaban en aquel momento no me
permitían escribirle con la extensión que
deseaba…" Lo afirmado en su misiva del 3 de agosto de 1823
parecería ser uno de los más contundentes
argumentos en contra de la controvertida carta del 29 de agosto
de 1822. Sin embargo, analizando con más detenimiento
encontramos que el texto de la carta del 3 de agosto de 1823 no
permite concluir tajantemente que San Martín le hubiese
escrito a Bolívar tan sólo dos cartas con
anterioridad a aquella, después de su entrevista en
Guayaquil. Por lo tanto no se puede concluir que San
Martín después de la mencionada entrevista
sólo le escribió a Bolívar una carta desde
Lima (setiembre de 1822), otra desde Chile (San Martín
llegó a Valparaíso el 13 de octubre de 1822 y luego
paso a Santiago, para luego emprender viaje hacia Mendoza fines
de enero de 1823), y la misiva fechada desde Mendoza el 3 de
agosto de 1823. No queda excluida totalmente, sin embargo, la
posibilidad de otras misivas, como podría ser la
controvertida misiva del 29 de agosto de 1822 y la del 23 del
mismo mes, a la cual hace referencia la del 29. Consideramos que,
sin embargo, nos queda una duda muy grande del porqué en
la carta escrita desde Mendoza no se hizo referencia a la
controvertidas misiva. Queda, innegablemente, una
sensación de misterio que hace que consideremos que este
argumento del número de misivas que San Martín le
escribiera a Bolívar después de su regreso de
Guayaquil hasta el 3 de agosto de 1823, es de suma importancia y
que necesariamente debe ser evaluado desapasionadamente por
aquellos que defienden la autenticidad de la llamada carta de
Lafond.

Debemos señalar, asimismo, que V. Lecuna y M. F.
Paz Soldán consideraban que realmente San Martín
debió haberle escrito a Bolívar en setiembre de
1822, pero Lecuna consideraba que debió ser una comunicación al estilo de una proclama, la
cual fue reproducida por la Gaceta del Gobierno del 22 de
setiembre de 1822. Es de nuestro parecer que es realmente
imposible que San Martín le enviase dicha proclama, que
era dirigida al pueblo peruano, porque la carta del 3 de agosto
de 1823 es bien clara al referirse al envío de dos misivas
e incluso San Martín le reprocha a su par el no haber
recibido respuesta de ninguna de ellas. Para mala suerte la carta
escrita días antes de su salida de Lima por San
Martín a Bolívar no ha aparecido entre los papeles
de libertador caraqueño, lo cual es muy lamentable, porque
de llegar a ser encontrada podría ser de gran importancia
e inclusive podría aclarar la problemática en torno
a la carta de Lafond. O tal vez, esta carta escrita "pocos
días antes de mi salida de esa capital" podría ser
la del 29 de agosto. En realidad no es fácil aceptar la
expresión de cercanía temporal cuando hay una
diferencia de 23 días, aunque no sería descabellado
que así lo fuese, sobre todo considerando que la
referencia a esa cercanía temporal se hacía casi un
año después (agosto de 1823 con relación a
agosto o setiembre de 1822). Asimismo debemos señalar que
los impugnadores de la carta de Lafond argumentan que ella es
falsa porque de ser verdadera Bolívar le hubiese dado
respuesta, como era su costumbre, y, que es falsa porque no se
encuentra ni en el ingente archivo de Bolívar ni en el de
San Martín dicha respuesta. Pero, ¿existe acaso en
algunos de los dos ingentes archivos de los
libertadores esa carta escrita "pocos días antes"
(según la expresión de san Martín) del 22 de
setiembre de 1822? ¿Por qué no contestó
Bolívar?. Aunque pueda ser que Bolívar sí la
contestase y que ella se encuentre extraviada. Esto debe tenerse
muy en cuenta para apreciar el hecho de que no porque no haya
respuesta a una misiva controvertida, como la carta de Lafond,
automáticamente ésta tiene que ser apócrifa,
porque pueden darse diversas posibilidades para explicar la
inexistencia del original y de su respuesta.¿Podría
ser esa misiva la del 29 de agosto de 1822?. Sin embargo, con
toda objetividad debemos reconocer que aún dándole
una gran laxitud a la expresión de San Martín e
identificar la carta del 29 de agosto como aquella a la cual San
Martín hace referencia como la escrita pocos días
antes de su retiro del Perú (22 de agosto de 1822), se
produce necesariamente una seria contradicción entre la
indubitable del 03 de agosto de 1823,que sólo hace
referencia a una carta escrita en Lima en agosto o setiembre de
1822 y otra escrita en Chile (de mediados de octubre de 1822 a
fines de enero de 1823) y la carta de Lafond, que fechada a 29 de
agosto de 1822, hace referencia a una misiva breve escrita seis
días antes. ¿Se olvidó San Martín, al
escribir desde Mendoza, que realmente había escrito tres
cartas, sin recibir respuesta de ninguna de ella? Tampoco se
puede eliminar esta posibilidad.

Hemos señalado ya, que los impugnadores de la
carta del 29 de agosto de 1822 tienen un punto que suele hacer
muy deleznable el cuerpo de sus críticas, cual es el no
poder explicar satisfactoriamente la exacta correspondencia de la
controvertida carta con los otros documentos auténticos de
San Martín. Señalamos, asimismo, que este
inconveniente es, aparentemente, salvado por J. M.
Irrazával Larraín, para el cual esta
correspondencia se explica debido al de que fue el propio San
Martín el falsario. Según este historiador, el
libertador argentino tenía necesidad de justificar su
retiro del Perú y esta necesidad lo hizo concebir un
documento que crease un justificativo racional a su abandono de
la gesta emancipadora del Perú. Al parecer, en un primer
momento pensó entregárselo a Guido, al cual
prometió (en carta de 18-12-1826) enviarle una serie de
documentos que dejarían bien en claro .la verdadera
razón de su retiro, pero debió desanimarse de esto
y prefirió entregárselo a Lafond, quien la
publicó sin dudar de su autenticidad.

Todos aquellos que vean y entiendan la Historia como
búsqueda ferviente de la verdad, no pueden ruborizarse ni
indignarse ante las opiniones e hipótesis más
novedosas e incluso aparente o realmente fantasiosas, porque debe
siempre suponerse buena fe en aquel que la enuncia, más
allá de todos sus prejuicios. Suponer que San
Martín fue el que fraguó la controvertida carta no
es, de ninguna manera, una herejía ni una idea
descabellada, porque a todas luces solucionaría el
problema. Fue el propio San Martín el falsario y es por
ello que existe la total correspondencia con sus documentos
auténticos. Si se quiere rebatir esta hipótesis no
debe recurrirse al innoble procedimiento de
llenar de despectivos epítetos al historiador que la
sustenta, porque con ello no se logra rebatir una idea y debe
siempre tenerse presente que las ideas son dignas de respeto, por
lo que las críticas y réplicas deben ser siempre
con altura. Nosotros, frente a la posición de
Irrazával nos preguntamos: ¿Qué pruebas,
directas o indirectas, posee el citado historiador para formular
tal aseveración? Con todo rigor, consideramos que ninguna,
al menos de verdadera solidez. Y lo creemos así porque hay
hechos que contradicen la opinión de Irrazával. Por
ejemplo, ¿por qué, en este caso, San Martín
no hizo que figurase entre sus papeles un borrador fraguado de
dicha misiva?. Tal vez se responda, como Mitre y algunos
defensores de la controvertida misiva, que si existía y
que fue la que San Martín entregó a Lafond, entre
los varios documentos que le proporcionó, pero que le
fueron devueltos a San Martín, de conformidad a lo que
Lafond le dice al libertador argentino en carta de 2 de abril de
1840. Pero, en este caso, qué pasó con el documento
ya en manos de San Martín. Otra interrogante, siguiendo la
misma hipótesis de San Martín como dador del
documento (independientemente de si auténtico o falso) es
acerca del porqué a Lafond, sabiendo que éste la
publicaría en francés. Por qué, si lo que
supuestamente perseguía era justificarse ante sus amigos,
no se la entregó a Alberdi quien la hubiese publicado en
castellano. Además, esta supuesta necesidad de
justificación por su retiro del Perú no se condice
con la reserva que San Martín siempre guardó acerca
de la entrevista y su retiro del Perú. Por otro lado, la
tesis de Irrazával significa admitir que San Martín
se retiró del Perú sólo a consecuencia de la
entrevista de Guayaquil y ello es falso. Consideramos que
realmente San Martín no tenía nada que justificar,
pues se retiró convencido (y luego las noticias que le
dieron sus amigos le reafirmaron en esta convicción) de
que su presencia en el Perú era inconveniente, tanto por
la situación política como por la propia
situación militar, donde él había perdido
prestigio y generado un grupo muy hostil que le hacía
imposible la dirección político-militar del
Perú. Quedarse en este país le hubiera significado
tener que enfrentarse con ese poderoso grupo opositor y
derrumbarlo y ello, era muy probable, generaría una guerra
civil o en su defecto una situación tan tirante que
hubiera hecho ineficaz su gestión
político-militar, en un Estado en el cual él
ejercía una verdadera dictadura (en
el sentido de que en sus manos se encontraban todos los poderes)
bajo la denominación de Protector. Todo esto que
afirmamos, brota diáfano de los documentos de la
época. Es por ejemplo conocidísimo el mote de rey
José que se le daba al Protector del Perú y lo es
también su queja de sentirse aburrido de escuchar
constantemente que quería hacerse soberano. En cambio es
menos conocido que en la segunda sesión secreta del 21 de
setiembre de 1822, del flamante recién instalado congreso
constituyente peruano, se expresaron temores respecto a San
Martín, que en la sesión secreta del 27 del mes
citado se expresó el recelo de que el ex Protector tratase
de apoderarse de las provincias del Alto Perú, de Arequipa
y Cusco, y que en la sesión secreta del 26 de octubre
fueron presentados unos pasquines a favor del rey, a favor de San
Martín y contra el Congreso. (Véase: Historia del
Parlamento Nacional.- Lima,1928; tomo IV).

Consideramos que no existe el menor elemento de juicio
para considerar a San Martín un falsario. El Libertador
Protector del Perú no tenía ningún motivo
para realizar un embuste de tal calibre. No es ahistórico
decir que es difícil, por no decir imposible, imaginar a
San Martín, un personaje con un alto sentido del honor,
del deber y la responsabilidad, dedicado a elaborar una
superchería histórica. Concebir esto implica
admitir a un hombre
empequeñecido e inconsciente de su valía, carente
de honor, de orgullo y de sólidos principios. Que sepamos,
ninguna de estas características encuadran con la recia
personalidad
de San Martín. Por lo demás, si San Martín,
admitámoslo por un momento, hubiera querido justificar su
retiro del Perú como una consecuencia de su desencuentro
con el libertador Bolívar en Guayaquil, no tenía
que recurrir a una superchería tan pueril como fraguar una
misiva; le hubiera bastado con hacer de conocimiento su
visión personal de la
entrevista y en ella consignar las implicancias que tuvo para su
retiro del Perú. Pero sabemos, por diversos testimonios,
que San Martín no le gustaba hablar al
respecto.

Habíamos señalado que de la
correspondencia fiel entre misiva del 29 de agosto de 1822 y las
cartas a Miller y Castilla, no puede inferirse inmediata y
necesariamente la autenticidad de la controvertida misiva. En
primera instancia sólo comprueba que ella contiene
«verdades». Pero al reflexionar sobre la mencionada
correspondencia, surgen varias posibilidades que pueden
explicarla, sin tener que ser necesariamente
auténtica.

a) Fue fraguada por San Martín. Es la tesis de
Irrazával, la cual, creemos haber demostrado, no reposa en
argumentos o indicios sólidos.

b) Fue elaborada por alguna o algunas personas que
estuvieron vinculados a San Martín y que se constituyeron
en el grupo peruano antibolivarista Aquí podemos incluir
las tesis de Pérez Amuchástegui y la de I. J.
Barrera. Tampoco encontramos sólidos los argumentos
esgrimidos en defensa de esta posición, aunque
podría ser que en ese grupo antibolivarista se fraguara la
carta. El masivo fraude de misivas supuestamente cursadas entre
los libertadores que diera a luz Colombres
Mármol (p) en 1940 en el libro "San Martín y
Bolívar en la entrevista de Guayaquil , a la luz de nuevos
documentos definitivos" y cuyo propio libro resultó, en
cuanto a su autoría, también un fraude, deja una
lección sobre el cuidado que hay que tener cuando sabemos
que hay de por medio intereses de facciones y nacionalismos.
Sobre ese fraude de misivas que fueran publicada en 1940, nos
detenemos, para su análisis, en un capítulo aparte.
(Ver "Dos casos de falsificaciones históricas en
Hispanoamérica " publicado por monografias.com; http://www.monografias.com/trabajos10/dosca/dosca.shtml
)

c) Fue fraguada por Lafond, quien habiendo estado en
julio de 1822 en Guayaquil y luego pasado al Callao; que habiendo
recibido documentación del propio San Martín ya en
Francia, pudo estar al tanto de los pormenores de lo ocurrido en
1822. Un análisis de la posibilidad de Lafond falsario se
resiste a llegar a dicha conclusión, porque sería
inexplicable como pudo este francés inventar datos y
apreciaciones subjetivas que coincidieran tan grandemente con los
que San Martín consignó en su carta a Miller y a
Castilla. Por otro lado, era difícil intentar lograr
imitar el estilo de San Martín y tenía que se el
obstáculo más grave para elaborar esa
superchería. Que sepamos, nadie ha visto en esta discutida
misiva un documento cuyo estilo no coincida con el de San
Martín. Incluso J. C. Chaves ve en ella el
«inconfundible estilo» del libertador argentino. Pero
esto complica aún más el problema. No es de
fácil análisis lo referente al «inconfundible
estilo» de San Martín y por ello, consideramos, no
se ha insistido mucho en ello.

Lo que al parecer si es fácil deducir es que, si
se admite que ella es un fraude, tiene que aceptarse que fue
elaborada no antes de 1831, porque sería ilógico
pensar que el o los falsarios la fuesen a publicar antes de
la muerte de
Bolívar (la cual ocurrió el 17 de diciembre de
1830) o que la hubiesen elaborado aún en vida del
Libertador, pero guardándola hasta que éste
muriese. Pero debe recordarse que Bolívar murió
prematuramente a los 47 años de edad.
¿Tendría sentido fabricar un embuste sin saber en
que fecha se iba a ser público?.¿Qué fin
perseguiría tan extraño proceder?. Esto es un
factor que va en contra de los que argumentan que fue fabricado
en el Perú por el denominado "grupo peruanista"
antibolivarista. No tendría ningún sentido que este
supuesto grupo, de ser cierta la hipótesis, fabricase el
embuste después de 1830.

Cuando se medita sobre la posibilidad del fraude,
inmediatamente se plantea o debe plantearse el problema acerca de
encontrarle una lógica explicación a la actitud de
San Martín en haber consentido en su difusión. En
verdad no se halla un porqué indubitable a esta actitud.
Tal vez sea "este el principal obstáculo con el que se
enfrentan los impugnadores de la controvertida misiva. Por otro
lado, el controvertido documento aparecido en 1843 no creó
una versión justificativa y falaz del retiro de San
Martín, porque ya San Martín se la había
expresado, en 1827, a Miller y sobre la cual volvió a
insistir en 1848, en la carta dirigida a Castilla.

La discutida misiva tiene algunos puntos muy oscuros e
inexplicables que de ninguna manera pueden desconocerse y
pasarlos por alto en cualquier análisis serio y que hacen
dudar sobre la posible autenticidad de la misiva del 29 de agosto
de 1822. Al menos es esa nuestra opinión. Entre lo oscuro
e inexplicable de la carta de Lafond, podemos señalar lo
siguiente:

a) Ella hace referencia a documentos que,
misteriosamente o por rara causalidad, son hasta ahora
inexistentes, tales como la misiva a Bolívar de 23 de
agosto de 1822, la
comunicación de Santa Cruz a San Martín en
plena marcha de retorno al Perú y la prometida nota sobre
jefes militares y su conducta.

b) Esta carta, como perspicazmente lo señalara
Vicente Lecuna, implicaría una misiva-respuesta de
Bolívar, la cual no ha sido hallada en ningún
archivo.

c) Señala la carta de Lafond que el Comandante
Delgado sería el portador y dador de la misiva. Sin
embargo está probado que ello no fue
así.

d) Habiendo sido escrita el 29 de agosto por qué,
supuestamente, fue remitida recién a fines de
setiembre.

e) La cuestionada misiva señala que el Comandante
Delgado sería el encargado de entregar a Bolívar,
en calidad de obsequio, una escopeta, un par de pistolas y un
caballo de paso. Sin embargo, no existe ningún testimonio
que Bolívar recibiese dichos presentes.

f) La carta de Lafond atribuye a Bolívar una
minusvalía del ejército realista. Pero de los
documentos de Bolívar se desprende un concepto totalmente
opuesto a éste. Y no se vaya a pensar que podría
ser consecuencia de la carta del 29 de agosto, porque en una
misiva de Bolívar dirigida a Santander, de 3 de agosto de
1822, le dice: "A este propósito digo a Ud. que creo de
necesidad se nos manden por el istmo dos mil fusiles y doscientos
o trescientos quintales de plomo para armar un ejército en
caso que el enemigo triunfe de San Martín, lo que,
según todas las noticias, puede muy bien suceder". El
propio oficio de 9 de setiembre de 1822 que por orden de
Bolívar su secretario José Gabriel Pérez
enviara a los Ministros de Estado y Relaciones Exteriores de
Perú y Chile, habla bien a la claras de la
preocupación militar de Bolívar con relación
a la lucha en el Perú, prometiendo enviar cuatro mil
hombres más de los ya enviados y solicitándole a
Chile que envíe unos seis mil a ocho mil hombres y
además que Chile tratase de persuadir al gobierno del
Río de la Plata a colaborar con un ejército de unos
cuatro mil efectivos. Por otra parte, Bolívar no
podía saber que cuando el oficio mencionado llegase al
Perú ya San Martín no iba a encontrarse en el
gobierno ni en el territorio peruano.

g) Como señala Pérez Amuchástegui,
de ser auténtica la misiva del 29 de agosto
resultarían totalmente inexplicables los elogios y
recomendaciones que San Martín hace de Arenales y no de
Rudecindo Alvarado, a quien el propio San Martín lo
había designado Jefe del ejército Libertador del
Perú.

h) El total del ejército patriota, aunque era
inferior al realista, sin embrago el número de 8500
efectivos que el controvertido documento le asigna, es muy
inferior al que realmente tenía, el cual sobrepasaba, y
con gran holgura, los 10000 hombres. Es difícil pensar que
San Martín tratase de impresionar a Bolívar,
sabiendo que éste era informado por los jefes colombianos
existentes en el Perú.

Consideramos, que con un juicio desapasionado, alejado
de todo dogmatismo académico chovinista, distante de todo
prejuicio, con un espíritu amante de la verdad,
podrá intentarse nuevas aproximaciones para la
solución del problema, a medida que aparezcan nuevos
elementos de juicio, y esto en la medida que se analicen paciente
y meticulosamente los documentos éditos, que de una u otra
manera puedan echar luces sobre este enigma, así como
también los documentos inéditos que puedan reparar
elementos claves para su dilucidación definitiva. El deseo
de todo verdadero historiador, como lo formulara el peruano
Alberto Tauro del Pino, debe ser que "emancipada de vaniloquios y
falsos arrequives, la investigación histórica
restablezca algún día la verdad".

BIBLIOGRAFÍA

Los estudios en torno a la carta de Lafond son
abundantes. Sólo mencionaremos los trabajos citados en
este trabajo.

Abreviaturas utilizadas en las citas:

ANHA: Boletín de la Academia Nacional de la
Historia de Argentina

ANHV: Boletín de la Academia Nacional de la
Historia de Venezuela

RSBV: Revista de la
Sociedad
Bolivariana de Venezuela.

-Aranda, Ricardo. "Colección de los tratados,
convenciones, capitulaciones, armisticios celebrados desde la
independencia hasta el día" (Lima, 1890-1911) 14
v.

-Barrera, Isaac J. "Sobre la carta de Lafond" (ANHV,
enero-marzo 1950; pp.123-125)

-Barrera, Isaac J. "La Conferencia de Guayaquil" (RSBV,
28/3/1950/; pp.105-108)

-Busaniche, José Luis "San Martín Vivo"
(1966)

-Colombres Mármol, E. L. (h) "¡¿Es
apócrifo el testamento político de San
Martín?!. ¡¿Fue falsificado en el
Perú?!" (1964)

-Cortés Vagas, C. "Participación de
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http://www.sarmiento.org.ar/yungano.htm)

 

 

 

Por:

Jorge G. Paredes M.

Partes: 1, 2, 3
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