Los días de la infancia son descriptos con
nostalgia y visión crítica. Las peleas entre los
padres, los accesos de tos convulsa, las comidas inmigrantes y
nativas, el aprendizaje de
las primeras letras, los internados católicos para varones
y mujeres, la tolerancia ante
la conducta infantil
y los castigos que imponía cada uno de los progenitores,
son recordados en el marco que proporcionan a esta familia los
avatares de la vida en la Argentina y en Europa; la Guerra
Civil en España y
el fraude
político en Santa Fe son episodios evocados detenidamente
por esta narradora que tiene la emoción de lo vivido, y la
pluma de los escritores talentosos.
Al igual que muchos de nuestros escritores, Baldomero
Fernández Moreno evocó sus años de
infancia, una edad escindida, en su caso particular, entre dos
tierras, Argentina y España. En el prólogo a sus
memorias, que llevan por título La patria desconocida, el
escritor se refiere a la relación de las mismas con sus
dos patrias, y deslinda la incidencia que España y la
Argentina tienen en ellas: "Son páginas, pues,
españolas por el recuerdo que las informa, argentinas por
la mano que las trazó. Por eso este libro cobra un sentido
vernáculo, americano. Y todo aquello en medio del suspirar
por mi patria, por curiosidad, por exotismo, por poesía
naciente, y, lo que es lo cierto, por indefinible amor hacia
ella" (8).
En esa obra, recuerda a sus padres, llegados de la
península y afincados en nuestro país, donde
disfrutaron al principio de una holgada posición
económica. Describe la transformación que se
operó en su padre, y afirma que la misma fue completa: "de
muchacho aldeano a rico y conspicuo miembro de una colectividad,
fundador de clubes y protector de hospitales". Cuenta asimismo la
emigración de sus abuelos maternos
Baldomero Fernández, próspero emigrante,
regresa a España junto con los suyos, con intención
de quedarse definitivamente. Poco habría de durar la
estadía en la tierra
natal. Siete años más tarde, los Fernández
Moreno se encontraban de vuelta en Buenos Aires,
confrontando la realidad con la fantasía forjada por el
niño.
Fernando de Querejazu publicó en 1986 El
pequeño obispo (9), una novela
"absolutamente autobiográfica, aunque parezca un disparate
lo que ocurre allí".
El 10 de febrero de 1926 llegó a América
el hidroavión Plus Ultra, piloteado por Ramón
Franco, concretando así una proeza histórica. Ese
mismo día, en un pueblo de inmigrantes de la provincia de
Córdoba, veía la luz el
protagonista de esta novela. Sus padre, de origen español,
lo llamaron Fernando en homenaje a la isla Fernando de Noronha,
en la que se produjo el aterrizaje.
La evocación del escritor, que se inicia en la
fecha de arribo del hidroavión, tiene como escenario el
querido paisaje de Canals, provincia de Córdoba, donde "se
vivía bien, atrayendo a las poblaciones cercanas, en un
gran radio a la
redonda, que buscaban los atractivos de este centro vitalizador".
En esta localidad, fundada por un naviero valenciano, no se
conocían las desdichas; la naturaleza,
pródiga, brindaba a los hombres todo lo necesario para ser
felices. Su tesón y fe en el futuro de la nueva patria
eran una fuerza vital y fecunda.
Fernando, el pequeño que despierta a la conciencia,
será el reflejo de dos mundos unidos en la sangre
nueva.
Raúl G. Fernández Otero
escribió Ausencias, presencias y sueños (10),
autobiografía en la que evoca su infancia en un barrio
porteño, allá por el 30. El rememorar sucesos de su
vida personal lo
obliga a describir la época en que transcurren y el modo
de vida de esos tiempos que -en la pluma de Fernández
Otero- parece mucho más humano que el agitado vivir del
presente.
Los padres y el hermano españoles, los vecinos,
los carnavales, las anécdotas que pueblan toda historia a
lo largo de una dilatada existencia, son la materia de la
primera parte del libro
Entre los inmigrantes que arribaron a nuestro
país llegó Alberto Gerchunoff, de origen
ruso, nacido en Tulchin, Vinnitsa, en 1883, quien se
estableció con su familia en una colonia de Villaguay,
Entre Ríos, después de que el padre fuera asesinado
en Moisés Ville, Santa Fe. "En aquellos años ya
distantes –recuerda en su "Autobiografía" (11),
escrita en 1914-, los judíos no emigraban, y la tentativa
de colonización del Barón Hirsch iluminaba a los
israelitas de Tulchin, como la esperanza mesiánica del
retorno al reino de Israel".
En sus páginas autobiográficas, se
describe a sí mismo vestido a la usanza de la nueva
tierra: "como todos los mozos de la colonia, tenía yo
aspecto de gaucho. Vestía amplia bombacha, chambergo aludo
y bota con espuela sonante. Del borrén de mi silla
pendía el lazo de luciente argolla y en mi cintura, junto
al cuchillo, colgaban las boleadoras".
En la colonia entrerriana a la que se trasladan luego de
que el padre es asesinado, manifiesta un profundo gusto por el
folklore: "En
Rajil fue donde mi espíritu se llenó de leyendas
comarcanas. La tradición del lugar, los hechos memorables
del pago, las acciones
ilustres de los guerreros locales llenaron mi alma a
través de los relatos pintorescos y rústicos de los
gauchos, rapsodas ingenuos del pasado argentino, que abrieron mi
corazón
a la poesía del campo y me comunicaron el gusto de lo
regional, de lo autóctono, saturándome de esa
libertad
orgullosa, de ese amor a lo criollo, a lo nativo que
debió, más tarde, fijar mi inclinación
mental. En aquella naturaleza incomparable, bajo aquel cielo
único, en el vasto sosiego de la campiña surcada de
ríos, mi existencia se ungió de fervor, que
borró mis orígenes y me hizo argentino".
El recuerdo de los sucedido al padre hace que se marchen
también de Entre Ríos y se establezcan en Buenos
Aires, donde el joven desempeña diversos oficios y estudia
con ahínco en los pocos momentos libres. Quería
ingresar al Colegio Nacional Buenos Aires, pero el ambiente en el
que vivía no era el ideal para que prosperaran estas
inquietudes. A fin de reunir el dinero
indispensable para inscribirse en el colegio y para los libros,
recurre a la venta ambulante y
logra su objetivo. Esa
instrucción esforzada dio admirables frutos: Gerchunoff
fue periodista, profesor de literatura, conferenciante y
escritor integrante de la generación del 900, la cual
"significó una eclosión trascendente para las
letras argentinas" (12).
María Arcuschín escribió De
Ucrania a Basavilbaso (13) obra en la que rinde homenaje a sus
antepasados y a quienes llegaron a América en busca de un
futuro mejor, al tiempo que narra su propia vida en el seno de la
colectividad judía entrerriana.
Esta colectividad, hábilmente retratada en su
obra, tiene muchos rasgos en común con otras
colectividades que, desde lugares remotos del mundo, llegaron al
país impulsadas por el anhelo de una existencia digna, la
que por distintas razones no podían tener en sus tierras
de origen. En este cúmulo de inmigrantes, sin embargo, los
extranjeros presentados por Arcuschín son indudablemente
singulares.
La escritora evoca la gesta de quienes cruzaron el mar y
los ecos que tuvo en los argentinos. Recuerda los relatos
familiares sobre la razón que los llevó a emigrar:
los antepasados ""Fueron casa por casa, puerta por puerta
alertando sobre el peligro del próximo pogrom y la
urgencia de partir hacia América en busca de libertad y de
paz".
En la obra se observa la incidencia del momento
histórico y el ámbito geográfico en los
personajes; la presencia de la autora en el texto; la
religión y
la
educación, el trabajo y
las diversiones, como así también las reiteradas
agresiones que sufrieron los judíos de esa provincia, y
las consecuencias que trajeron a la autora y su
familia.
Rosalía de Flichmann escribió Rojos
y blancos. Ucrania (14). En esta obra en evoca su infancia, en la
que la amargura era una realidad cotidiana. Las persecuciones, la
revolución, la guerra civil, las
violaciones y los asesinatos –a los que se suman las
inundaciones y el tifus- son el cuadro con el que Rosalía
debe enfrentarse a muy corta edad: "Los blancos están en
la ciudad, persiguen sin cesar a los judíos. Matan a los
hombres, se apoderan de las mujeres jóvenes y hasta de las
niñas. Estoy cansada de tanto horror. Y los cambios
continúan. Hoy los blancos, mañana los rojos. Como
somos despreciables burgueses, estos invaden la casa y nos
reducen a dos habitaciones. El hambre se hace sentir,
duele".
Más adelante manifestará una preferencia,
en su desgracia: "Quiero que vuelvan los rojos; cantan la
‘internacional’ y nos asustan, pero que vengan
pronto. Los blancos son peores, ignorantes, desalmados,
asesinos". Afirma que ella y su familia eran perseguidos en su
país de origen por dos motivos: su condición de
judíos y de burgueses. Si estas dos causas motivaron la
amenaza constante a la que estaban sometidos, también
significaron la posibilidad de radicarse en nuestra tierra, ya
que la madre se apoyó "en instituciones
judías que ayudan a los emigrantes fugitivos que salen de
Rusia", y el hecho de ser pudientes les permitió una
salvación que a otros estuvo negada.
Agobiada por la tristeza, la niña piensa en el
padre, al que no ve desde hace años. Después de
muchos trámites, emigran para reencontrarse con él.
Por fin, llegan a Mendoza. Ha comenzado para Rosalía "una
larga vida en la Argentina, una vida plena y feliz".
Maggie Pool es la autora de Where the devil lost
his poncho (15) obra en la que evoca el medio siglo que
transcurre a partir de su llegada a la Argentina, "no bien
terminada la guerra, como modesta secretaria de un organismo
británico, casi con lo puesto y con sólo doce
libras esterlinas, que era la máxima cantidad de dinero que se
permitía sacar de Inglaterra en
aquel momento de crisis".
En la nueva tierra, Pool "queda deslumbrada por la
riqueza que ve en Buenos Aires, por el tamaño de los bifes
y los postres de un simple restaurant, donde se come lo que
ninguna familia inglesa veía desde hacía
años" .
"Nada disminuye su amor por la segunda patria. Con los
años se traslada a vivir a Bariloche y, por fin, al valle
de El Bolsón. La Patagonia la
atrapó y parece ser su punto de residencia definitiva en
su larga vida iniciada –aalá lejos y hace tiempo
pero al revés que Hudson- en Irlanda y Escocia.
‘Aquí está el paraíso’, resume
sobre el final. Lo transmite con la certidumbre de quien ha
sabido ver mucho más allá de las vicisitudes de la
vida cotidiana" (16).
Otros autores, en cambio, escribieron sobre personas
cuyas vidas les parecía interesante dar a conocer. No se
trata ya de presentar sus propias vivencias del fenómeno
de la inmigración –aunque muchos de ellos descienden
de inmigrantes-, sino de evocar la azarosa existencia de quienes
llegaban a una tierra que les provocaba esperanza, pero
también desazón y temor.
La vida de su madre es el tema que Jorge
Fernández Díaz eligió para su libro.
Mamá (17) cuenta la historia de una asturiana de quince
años que, en 1947, viaja hacia América. Aquí
la esperan sus tíos, con los que vivirá haciendo
las veces de hija adoptiva y criada. Luego vendrá la
discriminación en la escuela, el honor
de llevar la bandera a pesar de todo, el trabajo, el casamiento
con otro asturiano, los hijos, los nietos, y las reuniones con
las amigas españolas en un patio de comidas
porteño. También llegará la tristeza de ver
partir a una paisana de vuelta a España, y comprobar que
esa mujer -así
como de joven sintió nostalgia de la tierra que dejaba-, a
los setenta y dos años, siente nostalgia de la
Argentina.
La narración, estructurada en capítulos
con nombres de los personajes, surge del reportaje que Jorge
Fernández Díaz, director de la revista
Noticias, efectuó a su madre durante más de
cincuenta horas; "Comencé a garabatear frases e ideas
sobre su azarosa biografía en un
cuaderno Rivadavia de tapa dura cuando me contó que
hacía lagrimear a su psiquiatra", escribe el
hijo.
Ese dolor de la inmigrante, y su fe en el futuro, que la
hizo salir adelante en un mundo en el que poco apoyo
tenía, son homenajeados por Fernández Díaz
en una obra que nos hace sentir admiración por esta mujer
que logró tanto contando sólo con su
tenacidad.
Rubén Benítez escribió Los
dones del tiempo (18), libro en el que narra la vida de Cecilia
Caramallo, una anciana asturiana.
En esta novela, América aparece como el destino
soñado, que desconcierta a los extranjeros con su forma de
entender la vida y las distancias. Para un portugués, para
una asturiana, las distancias son enormes; la cantidad de ganado
-tanta que debe dormir a la intemperie- resulta asombrosa. Son
realidades difíciles de aceptar para quienes vienen
acostumbrados a lo exiguo, a lo mínimo. De ahí la
reacción de la protagonista cuando ve que tiran comida;
piensa qué hubieran hecho en su aldea con aquello que
derrochaban los argentinos.
En Bahía Blanca, en Pelicurá, se
desarrolla la acción y esta circunstancia la vuelve de
especial interés
para quienes habitan la ciudad y para quienes, desde cualquier
parte del mundo, quieran saber sobre la forma de vida de los
inmigrantes en ese punto de la Argentina. Benítez aporta
datos sobre la
vida de portugueses, asturianos, escoceses, e ingleses en la
provincia de Buenos Aires a partir de fines del siglo pasado y
hasta nuestros días, en que la anciana, al volante,
espanta a transeúntes y automovilistas.
En 1865, "Sebastián Hamilton, acompañado
por su hermano Thomas, llega a la Argentina, donde su padre
había adquirido tierras y donde William, su hermano mayor,
ejercía la profesión de médico. Viajó
de mala gana pero finalmente quedó seducido por la
amplitud de las tierras pampeanas y por el estilo de vida de los
gauchos, y obsesionado por la tierra que
heredó".
La autora de Don Sebastián es Susan
Wilkinson, nacida en Bombay y formada en Dublin, quien en
1970 se estableció en Buenos Aires y conoció "la
tierra que habían habitado sus ancestros –su
tatarabuelo llegó con sus cinco hermanos a la Argentina en
1866, y fue entonces que la rama familiar quedó dividida,
algunos volvieron a la Irlanda originaria y otros quedaron para
siempre aquí, formando parte de la llanura extensa de La
Pampa-." (19).
Chuny Anzorreguy escribió El ángel
del capitán. Biografía del capitán croata
Miro Kovacic (20). El biografiado, emigrado a la Argentina a
mediados del siglo pasado, nació en 1914. Kovacic evoca
con nostalgia su niñez en Zagreb y la educación que le dio
su madre. Padeció la guerra; ansiaba la paz.
Un amigo le sugiere dirigirse al Instituto Croata de
Cirilo y Método.
Allí, se entera de que "Un país sudamericano
había puesto a disposición del Instituto diez mil
visas para los croatas que las necesitaran. No a los largos
trámites. No a las profundas investigaciones.
No al interminable papelerío". Cuanto más se
informan, más se entusiasman.
A fines del 47, la familia integrada por el
capitán, su esposa y la hija de la mujer, llega a
América. A pesar del optimismo, el primer tiempo "fue
difícil". Se daban cuenta de que, sin saber castellano, no
podrían trabajar. Más tarde, la situación
mejora, hasta que el croata llega a tener su propia empresa.
El libro, minuciosa y profusamente documentado, nos
permite conocer, a través de una personalidad
relevante, a un pueblo que brindó su aporte al "crisol de
razas" –o "mosaico de colectividades"?- que es hoy la
Argentina.
Eduardo Bedrossian recuerda emocionado a su padre
en Hayrig (21). "Este relato –afirma Nélida
Boulgourdjian- trasciende la historia personal de Hagop
Bedrossian para adquirir una dimensión colectiva que
involucra a todo un pueblo" (22).
Sobre la primera parte de esta historia, afirmó
María Isabel Clucellas: "bajo una estructura de
doble faz, Bedrossian hijo narra en primera persona la odisea
paterna. A partir de los primitivos años de paz y bonanza
que corresponden al siglo pasado, el autor ilustra a sus lectores
sobre la vida familiar en Geben, ‘un pedazo de la historia
ancestral de los armenios’. Las montañas, la aldea,
las casas con paredes de piedra, el calor de las
reuniones en torno al hogar
presididas por un narrador ocurrente y sentencioso que contaba,
educando, historias y costumbres, reviven en páginas
coloridas, amenas, donde anécdotas y sucesos van tejiendo
una urdimbre de sólidas y justificadas nostalgias"
(23).
…..
Memorias y biografías son testimonios de los que
nos valemos cuando queremos conocer la historia de la
inmigración en nuestro país. En ellas, encontramos
la evocación de vidas llenas de coraje y nostalgia. Y la
conciencia del autor de pertenecer a una tierra, y haber elegido
otra a la que ama con la misma intensidad.
- Fornaciari, Dora. "Reportajes periodísticos a
Syria Poletti", en Taller de imaginería. Buenos Aires,
Losada, 1977. - Varios autores: Mi mejor cuento. Buenos Aires,
Orión, 1974. - Fornaciari, Dora: op. cit.
- Gusberti, Martina: El laúd y la guerra. Buenos
Aires, Vinciguerra, 1996. - Podestá, María Esther: Desde ya y sin
interrupciones. Buenos Aires, Corregidor, 1985. - Onega; Gladys: Cuando el tiempo era otro. Una
historia de infancia en la pampa gringa.. Buenos Aires,
Grijalbo Mondadori, 1999. - Duche, Walter: "Todos tenemos derecho a escribir
nuestra historia", en La Prensa, Buenos Aires, 18 de
julio de 1999. - Fernández Moreno, Baldomero: La patria
desconocida. - Querejazu, Fernando:El pequeño obispo. Buenos
Aires, Lumen, 1986. - Fernández Otero, Raúl G.: Ausencias,
presencias y sueños. Buenos Aires, Ediciones Tu Llave,
2000. - Gerchunoff, Alberto: "Autobiografía", en
Feierstein, Ricardo (selecc. y prólogo): Alberto
Gerchunoff, judío y argentino. Buenos Aires, Milá
2001. - Romano, Eduardo, en Historia de la literatura
argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980. - Arcuschín, María: De Ucrania a
Basavilbaso. Buenos Aires, Marymar, 1986. - Flichmann, Rosalía de : Rojos y blancos.
Ucrania. Buenos Aires, Per Abbat, 1987. - Pool, Maggie: Where the devil lost his poncho.
Edimburgo, The Pentland Press, 1997. - Sopeña, Germán: "Tierra lejana", en
La Nación, Buenos Aires, 13 de julio de
1997. - Fernández Díaz, Jorge: Mamá.
Buenos Aires, Sudamericana, 2002. - Benítez, Rubén: Los dones del tiempo.
Buenos Aires, Grupo Editor
Latinoamericano, 1998. - Wilkinson, Susan: Don Sebastián. Buenos Aires,
Javier Vergara Editor, 1996. - Anzorreguy, Chuny: El ángel del
capitán. Biografía del capitán croata Miro
Kovacic. Buenos Aires, Corregidor, 1996. - Bedrossian, Hagop: Hayrig. Ediciones Akian. Buenos
Aires, 1991. - Boulgourdjián-Toufeksián,
Nélida:Los armenios en Buenos Aires. Buenos Aires,
Centro Armenio, 1977. - Clucellas, María Isabel: en La Prensa,
8 de septiembre de 1991.
Trabajo enviado por
María González Rouco
Licenciada en Letras UNBA, Periodista
Profesional Matriculada
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