¿Se alejará el libro, a una velocidad cada
más creciente, y terminará por abandonar la Galaxia
Gutenberg para ingresar a la Galaxia Digital? La mayor parte de
los estudiosos de este tema consideran que aún el libro de
papel ha de permanecer un tiempo relativamente extenso
coexistiendo con los libros electrónicos, que
terminarán por imponerse, no cabe duda, como los
códices se impusieron a los rollos de papiro y los libros
impresos se impusieron a los manuscritos. De lo que podemos estar
seguros es que no será el fin del libro, mucho menos de la
lectura, a pesar de que algunos Francis Fukuyama de este campo
así lo crean. La tecnología no se detendrá y
por lo tanto nuevos soportes de la escritura han de aparecer,
siempre para delicia, así lo esperamos, de los que amamos
la lectura. La prueba la tenemos en la propia evolución
que viene sufriendo el novedoso soporte de los libros
electrónico, es decir la pantalla del monitor de las
computadoras, utilizada por todos aquellos que de una u otra
manera tenemos que ver con la cultura, sea para informarnos o
para aportar algo de lo poco que uno sabe, en cualquiera de los
dos casos llevados de nuestro afán por aprender y gozar.
Como nos dicen Félix Sagredo Fernández y
Ma Blanca Espinosa Temiño en "Del libro, al
libro electrónico-digital": "La pantalla, con todos sus
inconvenientes para las funciones rutinarias de lectura y
fijación y captación del conocimiento, no
así para la gestión
del mismo, también ha experimentado mutaciones
trascendentales. Desde los modelos fosforescentes de primera
generación, hasta sus actuales de cristal líquido o
plasma, y otros que aún se desarrollan en laboratorios
especializados, ha recorrido, en menos tiempo que el libro, como
realidad connatural con el mismo tiempo que nos toca vivir, un
espacio considerable. Tiene además, en general, y como
soporte, una serie de ventajas inconmensurables. El texto, la
imagen estática o
en movimiento, y los modelos multimedia, pueden desfilar por su
"brillante página" sin necesidad de funciones de borrado e
inutilización del soporte correspondiente, como
sucedería con el soporte papel; es decir, puede ser
utilizada o reutilizada en las mismas tareas culturales
interactiva e indefinidamente, con un consumo
elemental de materia prima.
En pocas palabras, ha dotado a la ciencia y a la cultura de unas
potencialidades y dinámica, incluso a distancia, que el papel
jamás pudo soñar ni ofrecer".
La mente tan lúcida de Umberto Eco nos hace notar
las posturas, para nosotros las más de las veces risibles,
que enfrentan a los «misioneros digitales» con los
«bibliófilos tradicionales». No entendemos,
por ejemplo, como se puede trastocar conceptos y verdades
evidentes y convertirlas en pensamientos vacuos, en los cuales el
mínimo sentido analítico y reflexivo se pierde,
como queriendo darle la razón a Giovanni Sartori, que en
verdad consideramos que no la tiene, al menos no totalmente. Nos
estamos refiriendo a conceptos como el que a continuación
transcribimos, que es una muestra
representativa de lo que repiten muchos «misioneros
digitales»: "Mucho del futuro del hipertexto está
ligado a su implantación en el modelo de
enseñanza–aprendizaje en la educación
básica; hay que formar en los niños y adolescentes
una nueva forma de leer, más orientada a la
interacción que brinda la informática, que a la
pasividad soñolienta que ofrece el libro". Y líneas
abajo el mismo autor escribe: "La hipermedia es un modelo muy
similar al modelo hipertextual en sus fundamentos básicos
y prácticos, también se caracteriza por su no
linealidad, por no tener un centro definido por el autor, porque
no tiene límites
definidos, porque no tiene principio ni fin y porque no hay
conclusiones diferentes a las de del lector. Pero con un elemento
más natural, el texto es reemplazado por sonidos, dibujos,
animaciones, imágenes y vídeos, es decir volvemos a
la cultura visual y oral tratando de eliminar la cultura del
texto" (Cote, Eduardo. UNINET – Colombia.
http://www.clasevirtual.net/publicaciones/hipertextos.htm)
. Realmente resulta deplorable la pobreza de
conocimientos y conceptos tan elementales en personas que
actúan en niveles educativos superiores. Atreverse a decir
que los libros escritos en soporte de papel proporcionan una
lectura pasiva y soñolienta significa, o bien que estos
«talibanes digitales» no han leído nunca (a un
lado la «lectura obligatoria»-que ya sabemos no es
verdadera lectura-de la escuela o de la universidad), es decir no
han encontrado el placer que brinda la lectura y que, justamente
por ello, su bagaje cultural es tan ínfimo que pueden
escribir tales trivialidades («la ignorancia es
atrevida»), o que en su defecto leyendo también
libros en átomos, como lo reconoce el propio Negroponte en
cuanto a las virtudes que poseen, sólo pretenden una
confrontación con los «bibliófilos
tradicionales», que a veces, es también necesario
reconocer, adoptan posturas de bibliófilos con mentalidad
inquisitorial, que pretenden nuevamente hacer renacer el Index
(índice de libros prohibidos, catálogo de libros
proscritos por la Iglesia Católica, determinados por el
Santo Oficio) y allí incluir todos los libros escritos en
los novísimos soportes de la informática, que se
les aparecen como creación de Luzbel. Es esta
confrontación la que me resulta risible
encontrándonos ya en el siglo XXI, que es incuestionable
una centuria que ha heredado un largo pasado de evolución
tecnológica continua, que en la segunda mitad del siglo
precedente se aceleró hasta adquirir velocidades realmente
vertiginosas en las dos últimas décadas. Como
algunos especialistas señalan, hemos pasado de una
sociedad industrial a una sociedad del conocimiento o de la
información. Pretender oponerse al avance
tecnológico carece totalmente de sentido. Hoy sabemos que
lo digital está en todo el mundo y llega a todas partes.
Si aún quedan señales informativas que se
envían a través del sistema analógico, ello
sólo es un rezago del pasado y muy pronto será
totalmente reemplazado por la digitalización. Y ello es
una verdadera maravilla, por que como nos dice Francisco
Aguadero: "La digitalización permite que
información y actividades procedentes de soportes
físicos muy diversos (papel, fotografía, cable, espectro
radioeléctrico, transitor, circuito impreso, cinta
magnética o disco) puedan homogeneizarse en un denominador
común: lo digital; ser procesados con una misma materia
prima: el bit; y transmitidos por la misma vía: la red,
constituyendo así un único documento multimedia"
(Aguadero Fernández, Francisco. Op. cit., p.20). A los
verdaderos amantes de la lectura nos apasiona más que el
soporte, que es lo accidental, la escritura, el texto, es decir
la creación científica o literaria o de cualquier
otro tipo, concretizada y así perennizada y por lo tanto
capaz de ser vivida y compartida no sólo por su autor sino
por todas aquellas personas que acceden a ella a través de
eso que se llama lectura. Para muchos nos cuesta leer en
más de un idioma y no se imaginan el placer que uno
obtiene en leer o que le lean obras o artículos escritos
en idiomas que no están en su lengua materna, y
cómo apreciamos la labor de los traductores, con todas las
limitaciones que sabemos que implica una traducción. Mis
conocimientos de historia me permite apreciar el gran significado
de los traductores (sin olvidarnos de los intérpretes) y
de las famosas escuelas de traductores que a lo largo de la
historia han cumplido un papel extraordinario. Cómo no
recordar el papel de los traductores árabes en la
Península Ibérica.
En una entrevista hecha a Alberto Manguel (que si tiene
la solvencia intelectual para hablar y escribir sobre los
libros), al recordársele que al inicio de su libro
«Una historia de la lectura» en una de las tres citas
que le dedica al lector de su obra (de Robert Darnton, Virginia
Woolf y Denis Diderot), justamente Diderot se pregunta:
«Pero, ¿quién será el amo?. El
escritor o el lector?», al inquirírsele sobre su
opinión, él dio la siguiente respuesta: «Los
escritores vivimos pensando que somos los amos, pero creo que ese
rol le corresponde, sin ninguna duda, al lector. Él es el
amo". ("El Dominical" de "El Comercio" de Lima, 1 de agosto de
1999; pp. 11-13). No podía ser de otra manera, porque todo
buen y solvente escritor es un ávido lector, aunque la
mayor parte de ávidos lectores no escriban una sola
línea, salvo cartas o e-mail. Esto último lo digo
ex profeso, porque frente a una pregunta que le hicieron a
Thierry Leterre, catedrático del Instituto de estudios
Políticos de París, sobre si las nuevas
tecnologías de la información y la
comunicación han convertido en obsoletos los modos de
escritura y de comunicación tradicionales, dio la
siguiente respuesta: «El mayor secreto de la sociedad de la
información es el prodigioso renacer de la escritura,
gracias al correo electrónico, a los sitios, a los foros
de discusión. En este sentido, la informática es un
soporte cultural bastante tradicional. Desmiente la idea tan
extendida de una sociedad audiovisual. En realidad, la escritura
es un prodigioso vector de información. Mejor aún:
se están redescubriendo formas de escrituras olvidadas,
como la escritura diaria, lo que se llama el
"billete"»
El otro aspecto que quiero comentar, es el referente a
la afirmación de ciertos «amantes desorientados de
la digitalización» sobre como la escritura puede ser
reemplazada por sonidos, dibujos, animaciones, imágenes y
vídeos y con ello volver a la cultura visual y oral
eliminando la cultura del texto. Considero que no reflexionan
adecuadamente los que piensan y escriben esto (No me imagino
cómo podrían expresar sus pensamientos,
concepciones básicamente abstractas con un lenguaje solo
basado en lo audiovisual). Por supuesto que podrían
replicar que empleando el audio podríamos conocer sus
ideas, sus concepciones nuclearmente abstractas. Lo que no
comprenden es que así como el pasar de la llamada "galaxia
Gutenberg" a la "galaxia digital" significa un paso gigantesco en
la evolución de la humanidad, de la cultura humana,
así también el paso de la oralidad, de la cultura
oral, a la cultura escrita, significó uno de los
más grandes avances hechos por el hombre. Lo oral es
temporal por excelencia, es efímero. Exige, además,
un desarrollo extraordinario de la memoria, de la
memorización. ¿Acaso no saben estos «amantes
desorientados de la digitalización», que se
desarrolló de tal manera la facultad de
memorización que se podía aprender textos tan
extensos como los poemas
homéricos, los cuales eran recitados a un público
oyente que solo tenía esa única posibilidad de
gozar con esas creaciones? El público oyente
dependía del aeda o rapsoda, del juglar o del trovador. No
tenía la posibilidad de volver en el momento que él
quisiese a eso que escuchó y que le encantó. Por
supuesto que se me replicará que esta nueva etapa de
oralidad no será igual, que podremos volver cuando lo
deseemos a esas y a cualquier otra creación porque
digitalizadas han sido también perennizadas, pero lo que
me resulta inadmisible es la fobia a la escritura, toda vez que
también ella es digitalizada y por lo tanto no
debería hacerse cuestión de estado su acceso a ella
si así se deseara o creyera conveniente,
quedándonos ahora la posibilidad de escoger entre leer o
escuchar. Por ejemplo, puedo tratar de informarme sobre las
computadoras u ordenadores y para ello recurro a una enciclopedia
como Encarta, versión 2002, que da la opción de
instalar la enciclopedia íntegra en la computadora y con
ello evitar el tener que colocar cada vez un disco y luego tener
que cambiar de disco cuando quiero saltar a un
hipervínculo determinado. Ya en el artículo puedo
escoger entre el leer el texto del artículo o escucharlo
–texto íntegro o fragmento seleccionado- (que no lo
hago por razones ya expuestas), pero dependerá de mi
elección el decidir. ¿Cuál sería la
ventaja entre el escuchar un «texto» y el leerlo?.
Considero que realmente la lectura trae muchas más
ventajas, primero porque la lectura es privada, silenciosa, muy
rápida (ese ritmo depende de las capacidades lograda por
el lector). Es más fácil detenerse y volver sobre
el mismo texto, sin tener necesidad de emplear las manos para
detener la reproducción del sonido y volver a iniciar la
reproducción. Segundo, porque el escuchar a través
de los parlantes, se puede causar malestar o distracción a
otras personas (imagínense en una biblioteca no personal),
y en el caso del uso de audífonos, que
solucionarían el inconveniente señalado, los que a
veces los utilizamos, sabemos que no es lo mismo escuchar que
leer, porque el audio es volátil (aunque se pueda
rebobinar y volver sobre él), que lo escrito en
átomos o bits está allí y depende de
nosotros, con nuestra simple mirada, o con un simple voltear una
página o usando nuestro mouse o el teclear «page
up» o «page down», el releer lo que
consideramos necesario de una nueva relectura. Sin embargo, los
que somos realmente amantes de la cultura, aprovechamos al
máximo, o así lo pretendemos, todas las
innovaciones tecnológicas al servicio de la cultura.
Sólo para dar un ejemplo, pude satisfacer mi curiosidad
escuchando varias veces la llamada telefónica entre
Vicente Fox, presidente de México y Fidel Castro, que por
algunos días fue noticia política importante y
formarme una idea más exacta de lo conversado y sus
implicancias, lo que no había podido apreciar
adecuadamente escuchándolo en la televisión. Me es muy gratificante escuchar
algunas voces de personajes muy importantes (aunque sea por un
minuto o menos) a través de internet en Museo de la Voz,
tales como don Miguel de Unamuno, Dámaso Alonso,
Óscar Wilde, Ramón Menéndez Pidal, Pablo Neruda,
Jorge Luis
Borges, etc. (http://www.portaldelibro.com)
Como se puede apreciar el avance tecnológico
está poniendo a nuestra disposición posibilidades
maravillosas para informarnos, aunque no sólo ello, pero
innegablemente uno de los aspectos más valiosos de la red
informática es su carácter de «gran
biblioteca», la biblioteca más grande creada por el
hombre y que crece cada segundo, de tal manera que la llamada
«infoxicación» es una realidad y que hoy
más que nunca se ha extremado la necesidad de potenciar
las capacidades de análisis crítico y discriminación cualitativa (tener presente
que mucho de lo que aparece en internet tiene escaso valor),
así como también la capacidad de síntesis.
Esas capacidades, como nos los recuerda el profesor Thierry
Leterre son justamente las que se aprenden o deben aprenderse en
las escuelas. La reactivación del mito de la escuela sin
profesor, del aprendizaje sin profesor, es eso, un mito. Los
casos excepcionales de niños que sin pisar una escuela
luego han destacado en algún campo de la cultura, es eso,
una excepción, e incluso en estos casos se explica ello
porque debido a su solvencia económica estuvieron con
profesores particulares o con padres o familiares cercanos que a
la vez actuaron como docentes de sus hijos. Los autodidactas por
lo general pisaron las escuelas por algún tiempo y por
esos misterios que tiene el hábito de la lectura se
convirtieron en ávidos lectores, lo cual aunado a cierta
genialidad, cuya naturaleza y
génesis no es fácil explicar, terminan por destacar
en diversos campos de la cultura..Pero aún para los que
pisaron escuelas y universidades, la verdad es que lo que se sabe
es gracias a un autoaprendizaje. Es por eso que hoy se pone mucho
énfasis en el aprender a aprender, que todos sabemos que
es el verdadero aprendizaje, pero que valgan verdades mucho se
habla de ello y relativamente poco se hace en ese sentido, muchas
veces porque hay equivocadas prácticas que pretenden ello.
¿Acaso no vemos que se pretende que los niños y
jóvenes aprendan a aprender pero sin darles los basamentos
para ello?. Se les manda a «investigar» y no se les
proporciona el mínimo de orientación para que
puedan iniciar esa búsqueda de información y muchas
veces, aunque duela decirlo, porque el docente que pretende que
el niño o el joven se informe sobre un
tema determinado, no puede proporcionar la orientación
adecuada, simple y llanamente porque desconoce las fuentes hacia
donde hay que orientarlo.
Antes de enlazar lo que venimos tratando con lo que
ocurre en la escuela, debemos referirnos, aunque someramente, a
las implicancias benéficas del libro electrónico
con relación al medio
ambiente, lo que se está analizando como la
relación libro – ecología. Para esto
seguiremos el importantísimo artículo "El Cuidado
de los Libros y Documentos" de John Mc
Cleary y Luis Crespo.
Ocurre que en los inicios de la fabricación
artesanal del papel se utilizaban materiales de desecho, como
eran trapos de algodón y lino, con alto contenido de
celulosa, que no exigían el empleo de aditivos nocivos.
Además estos papeles eran de altísima calidad en
cuanto a su durabilidad, porque muchos de ellos ya tiene varios
siglos de existencia. Pero el crecimiento brusco de la demanda de
este material para la impresión (el papel aparece primero
que la imprenta) obligó a buscar nuevas técnicas y
nuevos materiales para la fabricación del papel y
consecuencia de ello fue la utilización de aditamentos
nocivos y del uso de árboles, a un ritmo muy acelerado y
que es una de las causas (no la única) del proceso de
deforestación de los grandes bosques de
árboles madereros, así como también la
aparición de papel de mala calidad. La introducción
del alumbre (que al descomponerse en presencia de ciertos niveles
de humedad termina por formar ácido sulfúrico
dentro del propio papel), lo mismo que del cloro como blanqueador
(porque se tenía que usar trapos de color conforme
crecía la demanda). El cloro (utilizado a partir de 1774)
era uno de los peores enemigos del papel si no se
eliminaban totalmente los residuos del mismo durante el
tratamiento para el blanqueo de los trapos de color. Todo esto se
agravó a partir de 1850 cuando al combinarse el azufre con
la colofonia –una resina obtenida de los pinos– para
precipitar este material en las fibras. La colofonia había
reemplazado a la gelatina para encolar porque se podía
añadir directamente en la tina con la suspensión de
fibras evitando su aplicación después de la
formación de las hojas, lo cual quiere decir menos trabajo
y más rapidez de elaboración y, por lo tanto,
beneficio económico para el fabricante. Pero la
combinación del alumbre, una sal ácida, con la
colofonia, un oxidante, provocaba una friabilidad
–fragilidad física– prematura y un
oscurecimiento del papel fabricado a máquina.
Fue René Reaumur quien, en 1719,
señaló, nada menos como consecuencia de sus
observaciones sobre los nidos de las abejas fabricados con
«papel» de madera, la
posibilidad de utilizar la madera para la fabricación de
papel, la cual comenzó a utilizarse a mediados del siglo
XIX y que tuvo una gran ventaja adicional y decisiva: su bajo
costo. La pulpa, conocida como pasta mecánica, se obtiene de los troncos de los
árboles, sin la corteza, cuando se trituran con una rueda
de piedra giratoria. La pulpa obtenida por este método
retiene todos los componentes de la madera, incluyendo la
dañina lignina, (la cual es factible de ser eliminada)
aunque algunos compuestos solubles en agua se eliminan durante el
proceso de la trituración. Pero allí no quedan los
males. Para agravar la situación existían, y
existen aún hoy, otras fuentes de acidez: los residuos de
los productos químicos utilizados para blanquear; los
gases
presentes en la atmósfera que invaden
las ciudades por la combustión de los derivados del
petróleo que consumen los coches, calefacciones, etc;
las fábricas que vomitan gases nocivos al aire tales como
el anhídrido sulfúrico, los óxidos de
nitrógeno, los peróxidos y el ozono.
Es triste saber que a gran parte del papel fabricado hoy
día se le estima una vida media máxima de cincuenta
años. ¡Menuda esperanza de vida cuando se compara
con la de los papeles de tiempos pasados que ya han cumplido
muchos cientos de años en un estado de conservación
perfecto. La triste realidad de la mala calidad del papel fue
puesta en evidencia por una investigación encargada, en
1959, por el Council on Library Sources (Consejo de Recursos
Bibliotecarios) de los Estados Unidos de América
a William J. Barrow, donde se concluye, en base a la
utilización de libros publicados entre 1900 y 1930, que el
90% se habían hecho con un papel con una esperanza de vida
aproximada de 50 años y que solo el 1% del papel
investigado podía clasificarse como durable. El reto, y
esto es lo valioso de la investigación y sus
consecuencias, fue el desarrollar una pasta tratada
químicamente que fuera igual o superior al papel de alta
calidad. La investigación, hecha conjuntamente con
industriales, demostró que ello sí era posible, sin
la utilización de aditivos nocivos e incluso con la
introducción de cargas de carbonato para neutralizar
cualquier residuo ácido. La solución técnica
había sido hallada, el escollo sería ahora el
problema económico, porque el nuevo papel era más
costoso y los productores no estaban seguros de la rentabilidad
del mismo. La presión
hacia los gobiernos para que estos a su vez presionar a las
empresas productoras correría y corre a cargo de los
archivos y bibliotecas del mundo.
En Estados Unidos, uno de los países pioneros en
la búsqueda de un papel de mejor calidad, tanto por el
interés de los profesionales relacionados de un modo u
otro con los libros como por el poder económico para
llevar a cabo su desarrollo e implantación, fue un camino
largo y difícil de atravesar. Sin embargo, en el mes de
octubre de 1990, una resolución política sobre la
necesidad de utilizar el papel permanente fue convertida en una
Ley
Pública (núm. 102-423) que regulaba las normas a
seguir en la fabricación y en el uso estatal para dos
tipos de papel.
En primer lugar, la obligación de usar papeles
permanentes libres de ácido, con un pH no inferior
a 6.5, para publicaciones federales a las que se les estime un
valor documental permanente; en segundo lugar, la
obligación de usar papeles de calidad de archivo libres de
ácido para aquellos documentos federales a los que se les
asigne un valor documental permanente. Los papeles así
designados son aquellos con un valor de pH no inferior a 7.5 y
con una reserva mínima de carbonato cálcico del 2%
(el cual actúa como una barrera protectora frente a los
residuos ácidos)
más ciertos requerimientos físicos tales como una
cierta resistencia al plegado, al desgarro y al mantenimiento de
su color.
Finalmente, conviene destacar que el 8 de septiembre de
1996, el National Archives and Records Administration (Administración Nacional de Archivos y
Documentos) publicó una guía para la
aplicación de la Ley Pública (núm. 101-423)
que daba las siguientes definiciones sobre los papeles
estables:
Papel alcalino: Papel con una duración de, por lo
menos, 100 años bajo condiciones normales de
utilización y almacenamiento. El papel alcalino no tiene
en su composición pasta de madera mecánica, con un
valor pH mínimo de 7 y una reserva alcalina de un 2% o
más.
Papel genérico: Papel sin un valor de pH
específico y sin reserva alcalina. La duración del
papel genérico varía y es incierta pero muchos
oscilarán entre 50 y 100 años. Este tipo de papel
es el empleado para la elaboración de guías
telefónicas, anuncios, boletines, etc.).
Papel permanente: Papel que durará cientos de
años sin un deterioro significativo bajo condiciones
normales de uso y almacenamiento. El papel permanente no contiene
pasta de madera mecánica, tiene un pH de 7.5 o más,
con una reserva alcalina del 2% o más, y otras propiedades
de comportamiento
que permiten la utilización y conservación de los
documentos durante un enorme período de tiempo.
En Australia, desde 1991 y después de una larga
pugna por parte de los conservadores, archiveros y bibliotecarios
para que se fabricara papel permanente, la batalla se
ganó. La Asociación Nacional de Fabricantes de
Papel y de Pulpa ha redactado una lista de normas que
deberán cumplir aquellos productos elaborados por las
industrias
papeleras que quieran obtener la denominación de
permanentes.
En Canadá, en enero 1992, el Ministerio de
Comunicaciones anunció su decisión de usar a escala
nacional el papel permanente para los documentos de un valor
documental permanente, y delegó en sus Archivos Nacionales
para que éstos decidieran, en concomitancia con otras
agencias gubernamentales, qué tipo de documentos
requerirían tal tipo de papel.
En Europa, el European Librarians and Publishers Working
Group –ELP- (Grupo de Trabajo de Bibliotecarios y Editores
Europeos) anunció que el uso del papel libre de
ácido, resistente al envejecimiento, es urgente y
publicó al respecto una lista de recomendaciones como base
para la salvaguarda a largo plazo de la palabra impresa. El ELP
ha recalcado que las normas relativas al papel deben ser
compatibles dentro de la Comunidad Europea
y que la producción del papel libre de ácido es
cada vez mayor y más asequible económicamente, por
lo que el precio no puede continuar siendo una objeción
para el uso de dicho papel.
Esto nos lleva a la conclusión que la
tecnología actual puede compatibilizar las necesidades de
la producción de papel con la necesidad perentoria de
cuidar el medio ambiente y que
ello hará factible un papel que no sea un factor agresivo
en la depredación de árboles madereros.
El libro electrónico al ser un producto que no
afecta el medio ambiente, significa también un gran avance
en este importante campo de la interrelación del hombre
con su medio.
Retomemos la
perspectiva pedagógica, que es nuestra especialidad y
nuestra preocupación, y veamos cómo se considera
que actualmente, con estas últimas generaciones, se
está perfilando lo que ha dado en llamarse la
«generación clic» la cual va a terminar por
sustituir a la «generación zapping» y ello va
a implicar (realmente ya lo está haciendo) la
aparición de una escuela clic, que ha convertido en un
fetiche la computadora e internet (no se puede negar el
carácter de fetiche también del libro).
Ya hemos citado el artículo, muy importante por
las ideas y datos que en el se encuentran, titulado «Je
clique, donc je pense» (http://www.sciences-po.fr/observatoire/obs4/clique.htm)
y en el cual leemos acerca de la grave preocupación que en
Francia existe por el relativo atraso de ese país, con
relación a otros países desarrollados, en lo que se
refiere a internet en el sistema educativo. El «Je clique,
donc je pense» presentado a la manera del «cogito
ergo sum» de Descartes,
refleja a la generación clic. Pero como señal
Thierry Leterre si bien es cierto que hay cierta semejanza entre
las características de las generaciones zapping y clic,
sin embargo también hay importantes diferencias, que
favorecen a la segunda. Cuando se hace zapping, quien determina
lo que se quiere ver no es el que tiene en su manos el
«control
remoto» sino el canal de televisión, en tanto que
cuando se hace clic se salta, es cierto, de un sitio a otro, pero
esto se hace en función de un interés personal y se
puede imaginar lo que le espera al hacer el salto y, por otra
parte se busca lo que uno desea. Podemos estar, por ejemplo, con
un CD-Rom, «leyendo» una enciclopedia y ella abrirnos
la posibilidad de conectarnos a internet sobre el tema del cual
estamos informándonos. Es verdad que haciendo clic haremos
el salto e iniciaremos la «navegación» como
cibernautas, pero quien ha decidido salir de la enciclopedia e
internarse en el ciberespacio somos nosotros y sabemos a donde
nos dirigimos. Ello es, innegablemente, una diferencia
cualitativa muy grande entre el zapping y el cliqueo. Nos espera
pues una escuela y un sistema educativo que ha de superar los
graves problemas y daños acarreados por la escuela
zapping. Ha de superarse la escuela zapping y podrá
lograrse la gran síntesis entre los valores de
la escuela tradicional y los de la llamada escuela nueva,
logrando una escuela donde los alumnos salgan "sabiendo muchas
cosas" pero además aprendan a pensar, desarrollen su recto
juicio y grandes virtudes morales. Una escuela donde se haya
hecho carne la idea de que no existe contradicción alguna
entre el "saber mucho" y "pensar bien", sino por el contrario que
ambos fenómenos son mutuamente causa y efecto en un
proceso de retroalimentación (Ignacio Massun). Se
podrá hacer realidad el «hombre integrado» es
decir el salto cualitativamente superior con relación al
«homo videns», uniendo, como dice Yolanda Osterling,
"lo antiguo con lo nuevo, el concepto y la visión, la
imaginación verbalizada y la imagen conceptualizada…"
(Osterling H., Yolanda ‘Homo videns’, "El Comercio"
de Lima, 9 de setiembre de 1998, sección A, página
3). En fin, una escuela y en general una sociedad que ha de
disponer todavía por algún tiempo, y en
armónica coexistencia, del libro en dos soportes: sobre
papel y digitalizado. Ya hemos dicho que el libro escrito
imitó al libro manuscrito y que actualmente el libro
electrónico trata de aprovechar al máximo las
bondades del formato del libro escrito sobre papel. Pero asimismo
el libro tradicional recibirá (ya la está
recibiendo) la influencia de la informática y
comenzará a utilizar, con las limitaciones enormes que es
fácil comprender, los recursos de Internet y los libros
electrónicos. En el Diccionario de Dudas de Ramón
Sol (Barcelona: Editorial Planeta-De Agostini S.A., 2001),
leemos: "Además, un sencillo sistema de remisiones al
final de algunas entradas permitirá al lector
«navegar» por el texto –como se dice ahora en
el ámbito del omnipresente Internet-, o sea, conocer otras
palabras que presentan problemas parecidos desde el punto de
vista léxico, gramatical o conceptual" (Op. cit.’ P.
13). Y en verdad que este sistema logra su objetivo de hacer que
saltemos de una a otra u otras palabras para comparar y reforzar
conocimientos.
Si el libro impreso comenzó buscando que
asemejarse a los libros manuscritos y los libros
electrónicos tratan de tener todas las bondades del libro
tradicional, no nos debemos extrañar que las cosas buenas
(y una de las grandes cosas creadas por el hombre es el libro) no
mueran en realidad, sino que pervivan adoptando sólo
nuevas modalidades y que en realidad solo se tratan de nuevos
soportes. El libro y sobretodo la lectura tienen su vida
asegurada y, en el caso del libro, está garantizado que
sobrevivirá cuando ya se haya extinguido la especie
humana, de no mediar la desaparición no solo de la especie
humana sino del planeta todo por algún cataclismo
cósmico. ¿Para quiénes y para qué
sobrevivirán los libros creados por el hombre a
través del tiempo y del espacio? . Solo Dios lo ha de
saber.
Ligado íntimamente con el futuro del libro y el
libro del futuro se encuentra el futuro de la biblioteca y la
biblioteca del futuro. En un ensayo muy
interesante publicado por José Miguel Oviedo en el
Suplemento dominical de "El Comercio" de Lima, de 14 de julio de
2002, titulado «Biblioteca sin libros» se analiza
como las bibliotecas actuales, en los Estados Unidos, tienden a
ir reemplazando los libros en átomos por los libros en
bytes y ello como consecuencia de que al ritmo como crecen
algunas bibliotecas en cuanto a libros, revistas y
periódicos se está generando un problema que se va
convirtiendo en inmanejable, cual es el concerniente a la
exigencia de cada vez mayor cantidad de espacio para guardar esos
materiales y que por ello el almacenamiento electrónico
era la solución. Por supuesto que esto se da en las
bibliotecas de los países ricos, porque en los
países pobres las bibliotecas públicas, las
bibliotecas escolares, las bibliotecas universitarias carecen de
los fondos necesarios para la adquisición de material
bibliográfico y de otros tipos. Pero volviendo a los
países ricos, allí ya se va haciendo realidad la
biblioteca que almacena su material en forma electrónica.
Esta nueva biblioteca, nos señal J.M. Oviedo,
permitiría que el tránsito de los lectores por ella
así como el número de personal de la misma pueda
reducirse significativamente y sin afectar a los usuarios, "pues
estos podían consultar las obras desde su computadora
doméstica, leer e imprimir cuanto quisieran , sin molestar
a nadie y sin tocar un solo libro…" ¿Una biblioteca sin
libros, una mera "chipoteca", según expresión de
Oviedo?. La incineración de materiales
bibliográficos poco o nada leído y que solo ocupan
espacio es ya una realidad en los Estados Unidos. Como nos
recuerda Oviedo es la ficción de Fahrenheit 451 (la
temperatura a
la que arde el papel) hecha realidad. Oviedo finaliza su
artículo diciéndonos: "La era informática
nos ha abierto maravillosos horizontes, pero ha cerrado otros.
Nos está haciendo olvidar que no solo leemos para estar
informados, sino por puro placer, donde no hay reglas ni datos
cuantificables".
Es innegable que la biblioteca al igual que el libro
tiene asegurada su existencia. Innegablemente sufrirá los
cambios que la tecnología le impone. Ya una biblioteca no
sólo es un repositorio de libros, revistas y
periódicos. Cuenta con vídeos, películas, CD
de audio, CD Roms y por supuesto las infaltables computadoras u
ordenadores y la Internet. Considero que la biblioteca del futuro
ha de seguir deparando a los verdaderos amantes de la lectura ya
no solo textos sino también imágenes, animaciones,
películas, vídeos, etc. También los
excelentes cederrón despiertan similar sentimiento
posesorio y amatorio por parte de los amantes de la lectura. Una
videoteca, por ejemplo, es capaz de brindarnos no sólo
excelente información sino un placer inimaginable; se
puede aprender en forma placentera. (Véase si no los
programas grabados de los canales de cable dedicados
exclusivamente a temas culturales en las más variadas
áreas de la cultura humana). Aquí también
debemos dejar a un lado la novofobia. Y, por otra parte, debemos
tener presente que los países ricos apenas constituyen 1/6
de la población mundial y que por lo tanto su
supuestos o reales problemas no lo son de toda la humanidad.
Aparte que consideramos que la tendencia a la biblioteca
electrónica no ha de eliminar, por lo menos en un futuro a
corto y mediano plazo la presencia del libro, la revista y los
periódicos físicos. Cuando esto ocurra solo
habremos evolucionado de una soporte a otro de la escritura. Y si
la bibliotecas mesopotámicas estaban conformadas por
libros hechos en tabletas de arcilla, las egipcias de papiro,
para después surgir las de libros en pergamino y luego
aparecer las de libros en papel, tal vez en un futuro lo sean en
un soporte electrónico que ha de requerir un material
(monitor actualmente) para hacerse tangible, aunque esta
tangibilidad sea transitoria pero eterna y ubicua. La reapertura
de la celebérrima Biblioteca de Alejandría es una
muestra de la biblioteca actual. Su monumental edificio tiene
capacidad para 8 millones de volúmenes (cuenta ahora
sólo con 240.000 volúmenes) y alberga,
además, un centro de conferencias para 3200 personas, un
planetario y cinco institutos de investigación entre los
que se encuentran la Escuela Internacional de Estudios en
Información, el Laboratorio de Restauración de
Manuscritos Raros y un centro de Estudios del Internet que ya ha
permitido que algunos de los 10.000 manuscritos y libros raros de
la rica colección de la biblioteca hayan sido
digitalizados. En sus 45.000 metros cuadrados funcionarán
también tres museos (uno dedicado a manuscritos, otro a la
caligrafía y un tercero a la ciencia) y cuatro
galerías de arte.
El proyecto costó 220 millones de dólares,
de los cuales 120 fueron aportados por el Estado
egipcio y el resto por donaciones. El más insólito
de los benefactores fue Saddam Hussein, cuyo cheque, por 21
millones de dólares, alcanzó afortunadamente las
arcas de la biblioteca una semana antes de su invasión de
Kuwait, en 1990.
A lo largo del trabajo hemos citado la
bibliografía utilizada. Aquí sólo me
limitaré a mencionar las obras que considero
imprescindibles de ser consultadas para iniciar cualquier
investigación sobre el tema.
-Aguadero, Francisco. "La sociedad de la
información" (Madrid: Acento Editorial, 1997)
-Cavallo, Guglielmo. "Libros, editores y público
en el Mundo Antiguo. Guía histórica y
crítica" (Madrid: Alianza Editorial S.A.1995)
-Cavallo, Guglielmo y Roger Chartier."Historia de la
lectura en el mundo occidental" [En átomos (Editorial
Taurus) y en bits (http://www.lander.es/~lmisa/histlect.html)]
-Chartier, Roger. "Libros, lecturas y lectores en la
Edad Moderna" (Madrid: Alianza Editorial S.A. 1994
-Chartier, Roger. "El concepto del lector moderno" En:
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes .-
http://cervantesvirtual.com/historia/CarlosV/cultura.shtml
-Checa Cremades, José Luis "El Libro Antiguo"
(Madrid: Acento Editorial, 1999)
-Czarny, Marcela "La escuela en Internet, Internet en la
escuela. Propuestas didácticas para docentes no
informatizados" (Rosario-Argentina: Homo Sapiens Ediciones,
2000)
– Dahl, Svend. "Historia del libro" (Madrid: Alianza
Editorial S.A., 1999)
-Galo, Igor. "Diccionario de Internet" (Madrid: Acento
Editorial, 2001)
-García «Garanz», Fernando. "Libros
en Internet" (Madrid: Editorial Espasa Calpe S.A.
1998)
-Lameiro, Máximo y Roberto Sánchez,
"Vínculos e Internet. Investigación cualitativa
acerca de nuevas formas de vincularse" (http://www.campogrupal.com/vinculos.html)
-Manguel, Alberto. "Una historia de la lectura". (Santa
Fe de Bogotá: Editorial Norma, 1999)
-Massun, Ignacio "La escuela zapping"(http://www.metodos.com.ar/docente/zapping.html)
-Mazzilli, Román. "Algunas imprecisiones sobre
nuestra realidad virtual: La tecnofobia de Gutenberg a Internet"
(http://www.campogrupal.com/tecnofobia.html).
-Negroponte, Nicholas, "El mundo digital. El futuro que
ha llegado a ser" (España: Suma de letras, S.L.,Biblioteca
Bolsillo; 2000)
-Rojas, Enrique "El hombre light Una vida sin valores"
(Madrid: Ediciones Temas de Hoy, 1998)
-Sáez, Carlos. "El libro electrónico"
(http://scrineum.unipv.it/saez.html)
-Sagredo Fernández, Félix y Ma
Blanca Espinosa Temiño. "Del libro, al libro
electrónico-digital"(http://www.ucm.es/info/multidoc/multidoc/revista/num9/cine/sagredo.htm#titulo)
-Sartori, Giovanni "Homo videns. La sociedad
teledirigida" (Buenos Aires: Taurus, 1999)
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