Sin duda alguna estas dos preguntas como tantas otras
planteadas con total libertad,
ayudan a aclarar toda esta confusión que nos envuelve y
que durante siglos nunca se ha visto con claridad. Indudablemente
no es cuestión de buscar entre papeles o encuestas las
respuestas a esta muy posible realidad cristiana de este sencillo
yesero chueta, aunque no sería mala idea para los
historiadores repasar el éxodo israelita y su
expansión por el Mediterráneo y los tumultuosos
años en que esto ocurrió, ya que nuestro personaje
tiene bien claro que el cristianismo pobre y judío que le
ha sido transmitido no tiene nada que ver con Roma y sus
satélites,
y mucho menos con la joven Norteamérica que ha ido
inundando el mundo con su supermercado religioso, sobre todo en
este último siglo.
Es un reto para los defensores de esta llamada cultura
judeocristiana reconocer que sus antecesores se han equivocado al
asentar las bases de nuestra civilización occidental bajo
una ostentosa interpretación religiosa que tiene como
principal protagonista a un obrero carpintero judío,
Jesús de Nazareth, reto que tendrán que asumir en
el transcurso de los venideros años cuando ya no haya
lugar a dudas sobre cual fue la realidad humana no sólo
del carpintero Jesús sino de los obreros que le apoyaron y
se identificaron con él. Cayetano Martí, queramos o
no queramos, sigue y seguirá siendo ese eslabón
encontrado que conectará a aquella primitiva realidad
espiritual cristiana que hoy por hoy es necesaria destapar para
tener un punto de referencia en la Hª. de la espiritualidad
humana.
Pero sea cual fuere el motivo por el cual nuestro
personaje ha sido inspirado para sacar a la luz este legado de
cristianismo judío, el hecho está en que Mallorca
se ha convertido en un foco muy importante de investigación para muchos historiadores que
en el transcurso de estos últimos años
todavía no han sabido descifrar con exactitud cuestiones
tan evidentes como la venida de judíos a la isla de la
cual hemos hablado y por consiguiente de cristianos
judíos, por lo que nos hace sospechar que siguen
existiendo grandes intereses por mantener tapada esta verdad
histórica que trataremos de evidenciar bajo la
única realidad comprensible para todos, la realidad de la
razón y de la justicia.
Pero antes de derivar en una larga conversación
en donde el protagonista de esta historia humana dé rienda
suelta a su bagaje espiritual, es obvio que antes el lector
adquiera unos ligeros conocimientos de las circunstancias humanas
que han envuelto al personaje a través de su vida y que
harán más fácil percibir con sensibilidad
aquello que a continuación quedará plasmado en esta
carismática y profunda entrevista.
Fue en 1918, bajo una impresionante epidemia de gripe
que afectó a toda Mallorca y en donde murieron miles de
isleños, cuando Lucía Valls Aguiló y
Bartolomé Martí Forteza, de condición obrera
y padres de Cayetano, tuvieron a éste en Inca, localidad
situada en el centro de la isla, quedando desde muy joven
huérfano de su padre. A partir de entonces su abuelo
Onofre Valls Aguiló, chueta, hombre robusto
y muy temperamental, se hizo cargo de éste y de su hermano
José Valls trabajando de peón en el muelle de la
capital,
Palma.
Durante su infancia, el
abuelo fue trasmitiéndole a modo de sencillas
enseñanzas, ligeros recuerdos del cristianismo
judío que había ido conservando de manera oral,
incitándole así a no depender de ninguna de las dos
formas culturales del momento, conocidas como judaísmo y
catolicismo.
Este profundo sentimiento de libertad espiritual le fue
marcando como pauta en su vida. Pero no solamente era la
tradición oral el punto de comprensión del
cristianismo que descubría ante él; ya se ha dicho
que el ser humano sin experiencias es como un baúl de
recuerdos vacío y en el caso de este polifacético
personaje heterodoxo, la experiencia la fue conformando a
través de su conexión espiritual con el mundo de
los sueños, hoy conocida como viaje astral. Pero este
aspecto es el que menos se puede desarrollar bajo una
explicación introductiva, por lo que conviene para su
mayor comprensión, que el mismo personaje sea a
través de su experiencia propia y sus palabras el que
dé conocimiento
de este hecho, algo que facilitará en gran manera la
comprensión necesaria que se ha de tener para entender
todo lo que espiritualmente envuelve a nuestro
protagonista.
Pero fue con la muerte de
su abuelo Onofre cuando nuestro interlocutor se lanzó a la
investigación autodidacta de las religiones que
aparecían a su alrededor y de esta manera sobre 1940
trabajando de yesero y en los ratos libres, fue investigando una
por una aquellas denominaciones llamadas cristianas, comprobando
la gran diferencia existente entre el cristianismo judío
que había heredado y las organizaciones
religiosas que bajo el nombre de cristianas aparecían en
su vida.
Dicha trayectoria fue curiosamente seguida de cerca por
los medios de
comunicación que no tardaron en calificarle con el
sobrenombre de "el Ghandi mallorquín"; desde visionario,
utópico, autodidacta, universalista, etc., hasta el punto
de ser considerado "un grito profético" dentro de la
geografía
isleña por el mismo obispo Teodoro Úbeda, Cayetano
Martí ha desatado en distintas épocas de su vida
auténticas revoluciones humanísticas. Sus continuos
saltos por las distintas confesiones religiosas y por la comunidad
judía internacional le llevaron a cartearse con la Reina
Isabel de Inglaterra y con
el primer presidente de Israel David Ben Gurión. Su
extensa correspondencia de 50 años le ha permitido llegar
a contactar con personas de casi todo el mundo y de todas las
clases
sociales, inclusive con el mismo Vaticano de Roma en donde
desde hace años retienen sus mensajes y tienen buen
conocimiento del cristianismo judío de este chueta
pobre.
A pesar de ser tuerto desde su infancia, su
visión amplia y universal sobre la vida ha sido comparable
con la del propio filósofo y místico catalán
nacido en Mallorca Ramón Llull y si bien son dos mundos
distintos separados por 700 años de historia, un mismo
espíritu de sincretismo desató la pasión de
universalizar sus vidas, hecho que todavía sigue siendo
novedoso hasta nuestro días.
Pero el sincretismo de nuestro personaje no se basa en
el aspecto intelectual, cultural o filosófico que tan
arduamente buscan estudiar los amantes de la filosofía
luliana, sino en el más puro sentimiento de justicia
humana que denota su condición obrera y su descendencia
cristiana primitiva. Su condición obrera le ha llevado a
defender con orgullo los aspectos más punzantes del
cristianismo judío pobre en un marco social en donde todas
las referencias hacia el tema judío iban dirigidas a
acusar de materialismo y
caciquismo a quienes descendían de conversos en Mallorca.
Indudablemente este aspecto cristiano de justicia social dentro
de la orbe religiosa imperante en nuestra sociedad actual,
ha sido la espinilla histórica que más se ha
tratado de ocultar, ya que entra en conflicto
directo con la explotación del hombre por el hombre y
deja en evidencia la diferencia existente entre las iglesias
ricas históricamente constantinianas y el cristianismo
pobre que en el caso de Cayetano y de Mallorca surge como algo
autóctono de la historia de la isla y de algunas de sus
gentes.
Así pues nos encontramos hoy día ante un
hecho muy difícil de calibrar, aunque ciertamente y frente
a las condiciones históricas que vivimos, cualquier cosa
puede ocurrir que cambie el rumbo del pensamiento
humano y si bien el cristianismo católico y protestante
está hoy día en tela de juicio y bajo sospecha por
los detractores de su bárbara historia, es hora ya de que
se comience a investigar y experimentar los acontecimientos que
tanto hace 2000 años atrás como en la actualidad
han estado
conformando un espíritu crítico pero constructivo
de espiritualidad humana al margen de las organizaciones
religiosas.
El trabajo de nuestro personaje cuyo mérito es
múltiple, ya no sólo por conservar y estudiar en
sí mismo y a su alrededor el contenido oral de su vida,
sino por atreverse a lanzar a la humanidad esta realidad
espiritual desde su condición sencilla de chueta pobre, es
un gran paso en esa aventura humana de trasformación
íntegra espiritual que tan necesaria es desarrollar desde
el interior de cada individuo.
Será como dice la curia romana un grito
profético lo de Cayetano Martí, permitiendo el
retorno literal del cristianismo pobre del carpintero y por lo
tanto esa famosa venida del Cristo Universal a la conciencia
humana, pero el hecho real es que nuestro personaje ha
descubierto la manera de restaurar el cristianismo integral sin
necesidad de organizar nada y de esta manera dar a conocer la
Iglesia Pobre de Cristo que 2000 años atrás
quedó olvidada y que hoy forma parte inseparable de la
cultura contemporánea actual como ya ocurre en
Mallorca.
Cayetano Martí Valls, chueta obrero, casado y con
78 años de edad nos vuelve a revolucionar el
espíritu como lo hicieron los antiguos profetas, en su
más anárquica independencia
de lo establecido, pero bajo un profundo respeto hacia el
ser humano que es el motivo de su universal sentimiento
cristiano, sentimiento que brotará desde los rincones del
espíritu humano sensible y hará reconocer a los
detractores de la verdad que es mejor tener cerca a un enemigo
como él, que a muchos amigos en la mentira.
Así pues, sirvan estas palabras a modo de
entrevista de aliento al espíritu humano y como
decían aquellos antiguos profetas, "quien tenga ojos vea,
quien tenga espíritu sienta".
En la
Espiritualidad de la Infancia
Cayetano Martí es una hombre pequeño,
canoso, tuerto del ojo derecho y encorvado por el peso de sus 78
años de edad y de la artrósica humedad de la isla
de Mallorca a la cual pastando yeso dedicó gran parte de
su vida laboral. Reside
en un humilde cuarto piso junto con su esposa Magdalena y su
hermano José y son pocos los momentos en que la soledad
hace residencia en su casa, ya que ésta es un continuo
devenir de personas en busca de sus alentadoras palabras y de esa
amistad que va
mas allá de convencionalismos sociales.
Resulta difícil crearle un repertorio de
preguntas con las que iniciar este ligero repaso por su vida, ya
que Cayetano, como dice su esposa, habla por los codos y hemos
comprobado que esto es así desde el primer momento. Por
esto la entrevista
no se revestirá del tono interrogativo como suele hacerse
en estos casos, ya que en esta ocasión resulta evidente
que el personaje no necesita de muletas para destapar su vida y
su misticismo sobre ella, algo que sabe hacer con toda
naturalidad y con una sorprendente dialéctica basada en
las antiguas y proféticas parábolas, vocabulario
sencillo que a modo intuitivo o de inspiración
espontánea le surge en su conversación, como
podremos apreciar de ahora en adelante.
–Nací en Inca, Mallorca, y a la edad de un
año o dos me trajeron a Palma en donde fui a vivir con mis
padres a La Plaza de la Paja, al lado del Temple (antigua casa
del rabinato judío). Recuerdo que cuando ya tenía
cinco o seis años de edad empecé a formar una
pandillita de niños
por la plaza y jugábamos, pero yo era el jefe de la
pandilla; y me acuerdo que entrábamos en la Iglesia del
Socorro con unos cromos y estampitas que se pegaban y las
poníamos encima de los bancos cuando se
iban a sentar las beatas y cuando se levantaban se lo llevaban
pegado en el vestido y nosotros, venga a reír, aunque en
algunas ocasiones el cura se daba cuenta y nos perseguía;
de esto sí que me acuerdo bien.
Pero sobre los nueve años de edad, en nuestra
casa, después de morir mi padre, había mucha
necesidad y mi madre me puso a trabajar con un herrero en esa
misma plaza, al lado de nuestra casa. Así que solo pude ir
a la escuela muy pocas
semanas, al llamado Patronato Obrero, dirigido por un jesuita
llamado padre Vives que hacía escuela, pero
enseñaba más a rezar que otra cosa. Allí
aprendí las primeras letras y nada más; o sea, que
he tenido que ir aprendiendo a leer y a escribir un poco yo solo.
Más tarde, desde los nueve a los catorce años
trabajé de mozo de herrero y un poco de carpintero, pero
sobre la edad de catorce años ya empecé a trabajar
de yesero, oficio que he ejercido toda mi vida hasta mi
jubilación. Ahora bien, con nosotros, vivían mi
abuelo y mi abuela por parte de mi madre, ya que los padres de mi
padre habían muerto.
Pero el asunto está que mi abuelo, un hombre
alto, robusto y con mucho temperamento, siempre trataba de darme
toda clase de explicaciones acerca del "Bon Jesús", el Bon
Mestre –el Buen Jesús, el Buen Maestro–, como
siempre hemos dicho en mi casa; y así continuó el
hecho de la "tradición". Él me iba contando todo lo
que ya le habían contado sus padres, sus abuelos, etc., de
un Jesús de Nazareth que era totalmente desconocido por
los católicos, que chocaba con todo lo predicado, hasta
que un día yo le dije: –Abuelo, ¿dónde
tienes la Biblia?–, –¿la Biblia?, yo no he
leído nunca la Biblia–, me dijo, –entonces,
¿cómo es que me hablas de Jesús y de todo
esto?–, –Todo lo llevo dentro de la cabeza y del
corazón, de lo que me han contado a
mí y que ahora te lo cuento yo a
ti–.
O sea, que este cristianismo que me enseñaron fue
para mí un regalo enorme, que con el paso del tiempo he ido
comprendiendo cada vez más su auténtico significado
y que ha sido y es el motivo principal de mi vida.
Y para entender un poco todo esto que os digo me
remontaré a algunos ejemplos que de mi infancia tengo de
todo esto; como aquel día que vinieron unos señores
de la asociación católica llamada San Vicente de
Paul a nuestra casa, pues daban unas tarjetas para
poder ir a
buscar un poco de leche, pan, o
un poco de carne, etc.; pero en ese caso vinieron con un retrato
de "el corazón de Jesús" y un trozo de trapo rojo,
el cual era para entronizar, según ellos,
colocándolo a la pared y rezando unas oraciones suyas; yo
era muy joven y no comprendía aquello. Al cabo de dos o
tres días, mi abuelo, muy aficionado a realizar remiendos
caseros, sacó de entre las pocas herramientas
que tenía una sierra de esas antiguas, con la hoja que se
estira a base de unas cuerdas, y buscó un lugar para
colgarla y en un pedacito de pared enfrente del retrato que
habían colocado aquella gente, colocó él la
sierra vieja. –Abuelo, -dije yo- ¿y ahora por
qué cuelgas esta sierra aquí?; y mi abuelo
riéndose me dijo, –Bueno, ahora empezaré a
contarte una serie de cosas que has de saber. Esta sierra la he
puesto al lado de lo que han traído estos señores,
porque lo que han traído quiere representar al Buen
Jesús, al Buen Maestro, pero este Buen Maestro trabajaba
de carpintero, y es por eso que he puesto la sierra enfrente,
para que no se olvide esto–. Entonces me acuerdo que
pasaron unos días y vinieron de nuevo estos señores
a rezar y me di cuenta que en vez de prestar atención a lo que rezaban, no dejaban de
mirar la sierra que estaba bien visible al lado del cuadro que
pusieron; pero no dijeron nada.
Pero detalles como éstos se fueron sucediendo
continuamente en el transcurso de mi infancia; cosas como
realizar misas en la calle para mis amiguitos, con un
cajón viejo y una vela y algunas estampitas, así
como cuando me metía debajo de una mesa pequeña y
vieja de la cocina de mi madre me sentía como si estuviese
dentro de una gran catedral, eran sentimientos y recuerdos que se
fueron aclarando a medida que iba creciendo.
Recuerdo como si fuera ayer, aquel día de verano
siendo yo un niño, que sobre el atardecer jugaba con mis
amiguitos por la calle y, como era costumbre, las gentes sacaban
sus sillas a los portales para hacer tertulia, ya que no
había apenas circulación y se podía hablar;
y mis amiguitos me decían –Cayetano, nos
dirás cuantos palomos tiene maestro Juan y maestro Antonio
en la boardilla–, si, ya os lo diré mañana,
esta noche iré. Mi madre, que estaba hablando con unas
vecinas al lado de nosotros me oyó, y se giró
diciéndome, –¿Qué es esto?, que vea yo
que subes al palomar de maestro Juan o maestro Antonio sin
permiso– no mamá, le dije, yo voy por las noches,
volando, –ah, si vas volando puedes ir–. Entonces mi
madre se dirigió a las vecinas y les dijo –hay que
ver estos niños, la fantasía que
tienen–.
Fue pasando el tiempo y los años, y mi madre un
día me dijo –y yo que creía que aquello era
cosas de niños, ¿podrás ir a visitar a
madò María?–, una mujer que
sufría del vientre, amiga de mi madre, pero que
vivía en un pueblo de Mallorca y yo iba por las noches a
darle un poco de consuelo, pero soñando, o sea, en el
astral, como suelen decir ahora a estas cosas. Y cada noche iba a
varios sitios siempre para ayudar desde el astral.
Con el paso del tiempo me fui dando cuenta del
porqué siempre estaba rodeado de niños siendo yo el
jefe de la pandilla, aunque eran ellos mismos los que me buscaban
para ser el jefe. Era tan fuerte la adicción a mí,
que las madres de mis amiguitos cuando querían castigar a
sus hijos les bastaba decirles que no irían a jugar con
Cayetano y para ellos era un castigo muy grande. O de aquel
día que después de insistirle un montón de
veces a mi madre para no llevar corbata, como era costumbre, al
final mi madre me dio por imposible, y orgulloso me fui con mis
amigos y todos empezaron a preguntarme el porqué no
llevaba corbata, yo les dije –para no ser como los
demás, yo quiero ser diferente a los demás–.
Así que todos empezaron a no querer llevar corbata
poniendo algunos la excusa de mí y siendo castigados
aún más, pero yo ya les daba ideas de que
tenían que ser ellos y no hacer las cosas porque lo hacen
los demás, aunque fuese yo el jefe.
Entre juego y juego
se establecía un dialogo sencillo
con el Bon Jesús, al Buen Maestro al cual siempre me
dirigía de manera espontánea, casi siempre para
pedirle cosas. Y recordando siempre las palabras del abuelo
cuando me decía que no me preocupara si el mundo se
tambaleara, pues el que lo ha hecho sabrá hacer otro
nuevo; cuando estábamos en la plaza de La Paja,
vivíamos en una casa muy vieja que para entrar
había que bajar un par de escalones, así que cuando
llovía mucho el agua
entraba dentro de la casa. Y un día llovió tanto
que cuando vi que estaba entrando mucho dentro de la casa me
asusté y me fui corriendo a un Cristo de madera muy
viejo que teníamos en casa, y subiendo unos escalones me
ponía a hablarle diciendo; ¡Maestro, tienes que
parar la lluvia, que nos llega ya dentro de la casa!. Recuerdo
como si fuera ayer que a los pocos minutos escasos paró la
lluvia y me fui corriendo al Cristo de madera y le dije;
¡Gracias Maestro!, saliendo a jugar luego a la calle con
mis amiguitos.
Así pues, este contacto u oración directa
con el Buen Maestro, con el Cristo, es desde pequeño, como
el viaje astral o las reuniones que desde los 16 años
llevo dando en mi casa, tratando de dar a entender el hecho de
este cristianismo sencillo, pobre y judío que tan pocos
conocen.
Pero mi intriga era saber cosas acerca de lo que me
contaba mi abuelo y fue así como iba descubriendo el
cristianismo sencillo que residía en mi familia, una
familia de descendencia chueta de la cual mi abuelo se
enorgullecía. Tanto era así que un día
estábamos en casa y mi abuelo, como he dicho antes, muy
temperamental y que no escatimaba palabras para blasfemar, me
dijo, –Cayetano no olvides nunca que con quien tienes que
estar bien es con Dios, con el Buen Jesús, nuestro
Maestro, pero a los curas de todas las religiones los mandas a
casa de una puta–. Mi madre, que no le gustaba que el
abuelo blasfemara, le dijo: –no digas estas cosas al
niño–, ya que era muy pequeño, entonces mi
abuelo me dijo, –bueno a los curas los mandas a hacer
puñetas–.
–Cayetano, ¿tuvo tu abuelo experiencias
espirituales aparte de la tradición oral que te
trasmitió?
–Claro que sí, es más, poco me
hubiera dicho sobre estas cosas al igual que yo comento ahora, de
no haber comprendido que el cristianismo del judío
carpintero Jesús es vida y experiencia propia y no
teorías y cuentos de
curas; lo que pasa es que antes se vivía de manera
más sencilla y mas espontánea, no se tenían
tantos conocimientos como ahora, pero en lo concerniente a lo
espiritual mi abuelo tenía bien claro que la vida
cotidiana era un buen libro para
aprender con mucha profundidad. Por eso me acuerdo que él
siempre me contaba cosas de las que había vivido, como
aquel día en la escuela en donde su profesor dijo:
–el que me diga dónde está Dios,
tendrá como recompensa una naranja- . Y el profesor fue
preguntando a cada uno de la clase; por aquel entonces
existía una cancioncilla que decía, "Dios
está en el fuego y no se quema, Dios está en el
agua y no se
baña, …etc.", y cuando llegó a mi abuelo
éste le dijo, venga Nofret -Onofre en diminutivo- dime
dónde está Dios. Y mi abuelo, que no tenía
pelos en la lengua le
dijo, la naranja es para usted si me dice dónde es que no
está Dios-. El profesor se indignó con él
pero quiso dejarlo en ridículo delante de toda la clase y
le volvió a decir, -entonces Dios está en el patio
de tu casa- no señor, Dios no está en el patio de
mi casa, -cómo que no, dijo el profesor- no, porque en mi
casa no hay patio. El profesor indignado se quejó al padre
de mi abuelo y éste le soltó un bofetón
delante de él, pero una vez que se hubo ido, le dijo su
padre, que había hecho bien, que estaba orgulloso de
él, aunque mi abuelo se acordó bien del
bofetón.
Era difícil poder expresar con claridad aquello
que todavía no se podía definir claramente por
temor, pero en algunos momentos era difícil para mi abuelo
aguantar la hipocresía social que hacía la religión y recuerdo
que me contó que un día en semana santa, paseaban
una figura de Jesús crucificado y vio que había un
cura que iba con un plato pidiendo dinero para
descolgar a Jesús; claro, la gente daba casi obligada, por
el que dirán, etc., hasta que llegaron a donde
vivía mi abuelo y sus padres y también les pidieron
dinero para descolgar a Jesús, y mi abuelo no pudo
callarse aquello y dijo en voz alta -¿dinero?, que no lo
hubieran clavado ni colgado y así no necesitarían
pedir dinero–. De nuevo su padre le propinó un
bofetón delante del cura que junto con la gente le miraban
mal, pero al pasar la procesión le volvió a decir,
-les has pegado bien fuerte-; –sí, pero tú
también me has dado a mí bien fuerte– dijo el
abuelo.
Lo cierto es que mi abuelo siempre tuvo las ideas bien
claras con respecto al Buen Jesús, como solía
decirme, y del cristianismo práctico, aunque no dijera,
como yo digo ahora, Iglesia Pobre, pero cuando murió su
padre, recuerdo que me dijo que sus hermanos se disputaban la
herencia y un
día cogió a sus hermanos y les dijo; –Yo no
quiero nada de la herencia, os la podéis quedar vosotros,
os la vendo por dos décimos (un décimo era una
pequeña parte de un real, que a su vez era una cuarta
parte de una peseta); esto sorprendió mucho a sus
hermanos, aunque algo así se esperaban de él pues
ya sabían como era. Lo que sí sorprendió
mucho esta decisión fue a las demás gente, amigos,
vecinos, que tomaron a mi abuelo cómo a un chiflado, un
tipo raro y loco.
Durante una temporada, antes de ocurrir todo esto y de
nacer yo, mi abuelo Onofre bajaba de Sa Pobla o Santa Margarita
con un hombre del pueblo de Santa Margarita y venían a
Palma con un carro cargado de patatas y vendían las
patatas en la calle. Pero un día éste de Santa
Margarita le dijo: –Onofre, me parece que podríamos
dejar esto; esto solamente nos da para comer; ven conmigo y
haremos contrabando de tabaco con una
gente que he conocido–, y mi abuelo le dijo: –No, yo
no vengo, ves tú porque a mi no me va bien ensuciarme las
manos con cosas raras–. Entonces mi abuelo decidió
dejar a partir de aquel momento ese trabajo y se puso a trabajar
de "bastaix", o sea, de mozo de cuerda, cordeles, etc., y aquel
hombre se metió a hacer contrabando de tabaco con otros y
venga a ganar dinero, y cada vez más y más, y
aparte de tabaco otras cosas, etc. Este buen señor
llegó a ser el famoso Don Juan March, el viejo que ya
murió. Pero me acuerdo que mi abuelo me contaba que
durante un tiempo, a causa de la gran necesidad que había,
iba a la calle San Miguel donde vivían los March, ya que
el viejo había dado la orden a los criados que cuando
viniera "mestre Onofre" (que en aquel entonces llevaba una barba
muy larga), siempre hubiera dispuesto por lo menos un duro, que
en aquel entonces eran de plata. Pero eran tiempos muy
difíciles… para los pobres y como era necesario mi
abuelo decía: –Es que a mí me sabe mal ir a
Ca’n Juan pero…, ahora tengo que ir– e iba
disgustado. Pero no iba siempre porque el orgullo de mi abuelo no
era de ir a pedir limosna a sus compañeros cada
día. Pero cuando iba sabía que había
seguro por lo
menos el duro de plata.
Muchos años después de muerto mi abuelo,
trabajando yo de yesero fuimos a hacer una gran reforma en
Ca’n March, incluyendo una gran posesión conocida
como Sa Vall (El Valle), un palacio cerca de la catedral de Palma
y sobre todo a unas salas enormes las cuáles convirtieron
en bibliotecas, y el
encargado de los albañiles me dijo: –A ti Cayetano,
que te interesa siempre ojear las cosas, ven, ven y mira esto; y
me enseñó cajones llenos de libros y otros
que habían por encima de las mesas preparados para poner
en la biblioteca,
muchos libros de historia de los chuetas, de judíos y
muebles con la estrella de David, y candelabros de figuras, y…;
se ve que la sabía bien larga este March. Está
claro que se pasó y la propia república lo tuvo que
juzgar. Pero dejando esto aparte, lo importante es tener bien
claro lo de ricos y pobres, cosa que nosotros hemos tenido
siempre presente, tanto mis abuelos, como los abuelos de mis
abuelos, sus padres etc., siempre desde atrás.
–¡No, no, sólo el trabajo!,
porque si hacemos negocio, nos iremos haciendo ricos a costa del
trabajo de los demás y esto, el Buen Maestro no lo quiere,
porque Jesús de Nazareth que era el Buen Maestro,
trabajaba de carpintero–, me decía mi
abuelo.
Tenía yo unos 30 años cuando murió
mi abuelo que en aquel entonces tendría unos 80
años de edad, mi hermano Pepe era un poco mas joven que
yo, y como todo en la vida, ésta se compone de una de cal
y otra de arena y a pesar de que yo apreciaba mucho a mi abuelo y
era para nosotros como un padre, en algunas ocasiones le hubiera
dado unos buenos azotes, ya que se pasaba un poco bebiendo"seca",
más conocida como "cazalla"; no bebía más
que esto. Pero, ¡caramba!, murió con toda su
dentadura; era capaz de coger las almendras y partirlas con la
boca; alzaba una tinaja enorme de beber agua con un solo brazo;
cuando extendía los brazos nos podíamos colgar dos
ó tres niños de cada brazo y nos aguantaba
perfectamente; –si me abrís el puño, lo que
encontréis dentro es para vosotros–, nos
decía, y claro, si no aflojaba un poco no había
manera de abrirle la mano, y luego encontrábamos dos
céntimos, cuatro céntimos…
Así pues, las experiencias espirituales muchas
veces ocurren de la manera más sencilla, ya que la vida
vivida con sencillez es en si espiritual, que no hay que
confundirla como hacen las religiones en religiosidad, o sea, ir
a misa, confesarse, seguir normas, ritos,
ceremonias, etc. He ahí pues que mi abuelo y
también mi abuela me dijeran cosas como –si las
cosas te van bien, da gracias a Dios, y si las cosas te van mal,
da gracias a Dios–, o cosas como –si ves que el mundo
va para mal y se rompe, no te preocupes, que Dios ya sabrá
hacer otro porque Él es sabio en estas cosas–. Y
esto no es resignación, sino comprensión de la
grandeza de Dios, del Infinito Universo de la
cual todos formamos parte.
Comprendo que en el transcurso de mi vida hayan pues
querido comprarme, ya que quienes dominan la mente y la vida de
las gentes, sobre todo las religiones llamadas cristianas, saben
bien que el cristianismo auténtico no es beatería
religiosa, ni ceremonias, ni costumbres, sino vida, y esta no se
discute, se vive, pero no hace socios ni adeptos, ni
cuotas.
Nunca olvidaré aquella vez siendo niño,
por el año 1925 o 1926, cuando estos mismos señores
de la religión católica que entregaban vales para
buscar comida dijeron un día a mi madre: –si usted
quiere nos podemos hacer cargo de la educación de su
hijo; podrá ingresar en la escuela y su enseñanza será gratuita, luego mas
adelante podrá cursar estudios y así entrar en el
seminario a
fin de que ud. pueda estar más tranquila y el niño
tener su futuro asegurado.– Mi madre se dirigió a
mí preguntándome lo que me parecía; lo
único que recuerdo es que me puse a gritar como un loco,
diciendo ¡yo no quiero ir, yo no quiero dejar a mi
mamá!; y salí corriendo al patio para jugar con mis
amiguitos. No insistieron mucho a mi madre, ya que a ella tampoco
le hacía mucha gracia. Pero siempre me he preguntado el
porqué estos señores de la religión
católica fueron a mi casa, una casa de xuetas pobres no
muy simpatizantes de su organización religiosa que
digamos.
–Vemos que has perdido la visión del ojo
derecho, ¿nos podrías decir si es de nacimiento o
es de algún accidente en el transcurso de tu
vida?.
No, no es de nacimiento sino de un accidente cuando era
un niño. Y curiosamente este hecho ha sido para mi una de
las cosas más importantes que me han ocurrido en mi vida,
ya que gracias a esto hoy puedo contaros lo que os estoy
contando. Fue un día que estaba con mis amigos jugando en
la calle y tirábamos gravilla al aire para dar a
entender que llovía y todo iba bien hasta que en una de
las veces levanté la cara y una de las piedrecitas
entró en mi ojo derecho cortándomelo y
haciéndome una herida importante. Fui operado por aquel
entonces pero acabé perdiendo la visión. Así
que he tenido que trabajar toda mi vida de yesero con un
sólo ojo hasta mi jubilación, que tuvo que ser
antes a causa de la recomendación de los médicos
que veían peligrar la salud también del
otro ojo. Pero a pesar de la desgracia, más tarde pude
comprobar que no fue tal desgracia sino una excusa
importantísima que me salvó la vida cuando me
llamaron a filas en la guerra civil
española, cosa que os comentaré más
adelante.
Pero lo importante es que comprendáis que no hay
casualidades, todo tiene un motivo de ser y siempre se puede
encontrar un punto de conexión con lo espiritual, con el
Maestro, y así como yo recuerdo todo esto de mi vida y
trate de destapar el cristianismo que vivo, vosotros
podéis hacer exactamente lo mismo con vuestra vida, ya que
el Maestro no hace acepción de personas y a todos nos da
lo mismo, experiencias que vivir y que descubrir.
Un
Sueño Iniciático en el Astral
Resulta difícil comprender los motivos y la
fuerza que
empuja a un ser humano a mantener una postura firme y en algunos
casos considerada utópica dentro de un mundo como el
nuestro, cambiante y generalmente manipulado por la diversidad de
pensamientos e ideologías de índole
político, social y sobre todo religioso. Es indudable que
cada ser humano es un mundo aparte en donde la persona establece
sus propias necesidades vitales, condicionada por el momento que
vive, las circunstancias, etc. Pero también es indudable
que todo ser humano posee la fuerza interior como para superar
cualquier condicionamiento, cosa que muy pocos la ejercen ya que
es más cómodo delegar esta función a
individuos a sueldo, que potenciar esa Fuerza Vital que Cayetano
llama el Cristo, desde el compromiso interior de cada
uno.
Cayetano Martí es una de esas personas que no son
propicias a delegar su autoestima a
nadie, sin embargo vamos comprobando que es un caudal de
sinceridad hacia quien le abre su corazón también
con sinceridad. Por lo visto esto también forma parte de
su inseparable historia humana, que desde los 16 años le
ha ido acompañando en sus reuniones informales y en esa
pubertad dedicada libre y exclusivamente a un fin concreto que
poco a poco nos va desvelando.
Hechos trascendentes para un espíritu inquieto
como los que nos relata a continuación, van conformando
la
personalidad de Cayetano, unos hechos que si bien muchas
personas pasan por alto sin darles más importancia que la
curiosa anécdota, para él han constituido todo un
caudal de fuerza y estímulo que dan sentido a su legado
espiritual, al cristianismo judío de un chueta
pobre.
–Fue a partir de aquellas sencillas reuniones en
una vieja casa de la calle San Miguel donde empecé a
comprender lo importante que era para mi expresar todo cuanto mi
abuelo me había contado y lo que dentro de mi
sucedía, además de las experiencias que se estaban
destapando cada vez mas claramente en mi vida. –Venga
Cayetano, suéltate y predica, me decía, y no tengas
miedo de hablar de nuestro Maestro, el Bon Jesús–;
era pues mi abuelo en aquellos momentos mi manager.
De esta manera y con nuestra familia empecé a dar
charlas, hasta que poco a poco empezaron a venir algunos vecinos
y amigos. Siempre fue algo muy sencillo y distendido y si bien
mis conversaciones eran sobre las palabras del Maestro
Jesús, en algunas ocasiones y siempre entre familia,
celebrábamos simbólicamente el Shabat comiendo un
poco de pan y vino, pero eso era todo. Era el simbolismo sencillo
de un recuerdo del pasado que no tenía más
importancia que la del momento, y más en un lugar
condicionado históricamente por el catolicismo romano. No
podemos olvidar que Jesús, el carpintero de Nazareth era
israelita, mal le pese al judaísmo religioso y al
catolicismo romano.
Pero luego estalló la guerra civil
española y estando yo en la cruz roja nos llamaron a todos
y nos presentamos en el cuartel del Carmen, pero antes pasamos
por un tribunal médico teniendo yo este ojo así,
–venga, venga, útil–. Nos metieron en un barco
en donde estaba lleno de gente lisiada, pero gente pobre, ya que
me acuerdo bien que cuando estábamos en el tribunal
médico, delante de mí había uno que lo
dieron por inútil y veía más que yo, pero
era hijo de un médico, y bien que me acuerdo. Pero a causa
de lo del ojo, la guerra, etc., y con esto del astral, el
Maestro, yo decía a mi madre antes de partir,
–tranquila que todo encaja, no pases pena de nada– y
me llevaron a Guadalajara. Estuve dos o tres meses en las
montañas y sólo hubo un ataque (yo disparé
un montón de veces, pero al aire, nadie se enteraba pues
se podía disimular muy bien), y una mañana estaba
con los ojos cerrados, había nieve y mucho frío y
de repente dije –"He, me voy a Mallorca", y es que
había visto a mi abuela que me decía "no pases
pena, que ahora vendrás" pero desde el astral, medio
atontado y de pié, dentro de la trinchera. Al haber dicho
esto me vi rodeado de aquellos soldados, que me
encañonaban, ya que la consigna era que si alguno
huía y no disparabas contra el, te pegarían un tiro
a ti, ya que había quienes se pasaban al bando que
llamaban rojo y para asegurar que esto no ocurriera ponían
un soldado, un falangista, un moro y salteando así la
cosa. Así pues vino un oficial, me tocó la frente y
pensó que tenía fiebre; me bajaron de la
montaña y me llevaron a un médico que al verme el
ojo operado se extrañó mucho de que me hubieran
enviado al frente, ya que al tener el ojo operado me era muy
difícil disparar. Por miedo a este fallo me enviaron a
Sigüenza y al llegar allí ya habían dado la
orden de atacar y empezaron a llegar ambulancias. Vi a un chico
del Pont d’Inca de Mallorca al cual había conocido
en aquellas circunstancias que ya había muerto, aquel
oficial que me había enviado al médico
también estaba muerto y prácticamente casi todos
habían perecido en el ataque. Luego me enviaron a
Mahón, en Menorca, pero como camillero y así poco a
poco menguando la cosa hasta que acabó todo.
Gracias pues al accidente que de niño tuve y con
el cual perdí el ojo, años más tarde pude
salvar la vida y continuar predicando el cristianismo chueta en
las reuniones de mi casa, cosa que jamás he pensado que
fuera una casualidad ya que siempre he confiado más en el
Buen Maestro, el Cristo Universal que en las casuales
circunstancias de la vida, que por otro lado no son tan casuales
cuando Dios que lo sabe todo, sabe el futuro y por tanto lo que
nos tiene reservado en el.
–A partir de qué momento fuiste consciente
de tu realidad espiritual frente a las estructuras
organizadas llamadas religiones?
Desde niño, desde que mi abuelo empezó a
aleccionarme sobre la vida y ante todo sobre nuestro Rabí
Jesús. Lo que pasó es que después de la
guerra los ánimos se calmaron y empecé a trabajar
de nuevo, que por cierto yo era muy tímido y era mi madre
la que en muchas ocasiones tenía que hablar por mi para
todo, y continuaron empero las reuniones en mi casa ya en la
calle San Miguel, en una casa muy deteriorada que para acceder
había que subir unos escalones, como había dicho
antes. Cambiaron algunas circunstancias exteriores, hechos sobre
todo políticos, pero todo seguía igual, la pobreza, el
clero católico dominando el país, etc., pero yo
insistiendo con el cristianismo pobre del carpintero y en sus
sencillas enseñanzas.
Fueron a partir de aquellos momentos cuando
expandí más mis reuniones, en la calle San Miguel y
venían a escuchar mis sermones más gente. Recuerdo
que el tranvía pasaba por delante de nuestra casa y luego
bajaba hacia la calle de los Olmos dando curva y el guardia que
vigilaba aquella zona, como no había tanto tráfico
como ahora, en muchas ocasiones decía a mi madre
–¿ya predica otra vez su hijo?–,
–sí, ha comenzado ya–, y mientras tanto se
sentaba en los escalones de la casa; también en ocasiones
el conductor del tranvía, antes de girar para de desviarse
a la calle de los Olmos, paraba unos segundos la máquina
para escuchar, ya que en aquellos momentos yo gritaba mucho y se
me podía oír incluso desde la calle, ya que no
cabían en nuestra casa que era muy pequeña y
algunos tenían que escuchar mis palabras sentados como el
guardia, en la escalera.
De entre la gente que venía estaba Luis Pomar,
conocido como el veterinario, un hombre alto, robusto que cuando
venía a mi casa subía los escalones de un solo
salto, claro que era más joven que ahora como lo era yo.
Un día vino y vio que mi madre remendaba unas
sábanas y le dijo de manera campechana:
–¿qué hacéis madona?–,
–cosiendo esto que está roto–. Y sin decir
nada se fue y al cabo de unos minutos volvió con unas
sábanas nuevas y le dijo a mi madre, –tomad esto y
dejad de coser que os vais a gastar la vista– luego
empezamos a hablar de cosas, pues también era muy inquieto
este hombre.
Pero también recuerdo que en muchas ocasiones a
las reuniones de mi casa venían camisas viejas, o sea, la
falange a oirme, supongo que para controlar la situación y
para ver qué es lo que pasaba pues se vigilaba mucho todo
esto por si se formaban grupos
políticos. Igualmente venían sacerdotes, con sotana
incluida, también para vigilar, –Cayetano, venimos a
escucharte,– me decían. Pero nunca encontraron en
mí a un adversario en el sentido político, pues
siempre he tratado de dar a entender el cristianismo pobre del
Maestro Jesús y claro está que jamás
pudieron tener a Cayetano como a un enemigo.
Por el contrario, recuerdo que viviendo en la calle San
Miguel, en esa casa vieja en la que inicié mis charlas, un
día vinieron unos jesuitas e intentaron comprarme,
ofreciéndome un buen puesto de trabajo, dentro de su
organización religiosa, pero con la condición de
dejar de predicar este cristianismo pobre, obrero y judío.
Ya empezaba a tener claro lo de genio y figura hasta la sepultura
y siempre he sido muy testarudo como lo era mi abuelo. Pero este
hecho se ha repetido varias veces en el transcurso de mi vida;
rabinos, pastores protestantes e incluso con testigos de
Jehová, estos últimos me llegaron a decir que
cobraría con dólares. Pero jamás he podido
renunciar a este cristianismo pobre y chueta que siempre he
vivido, y mucho menos vender mi primogenitura por un plato de
lentejas, a pesar de seguir circulando las treinta monedas con
las que muchos todavía siguen vendiendo al
Maestro.
Un día el Maestro, desde el astral, me
enseñó un círculo de hombres vestidos de
sacerdotes de diferentes formas, o sea, de distintas religiones,
y en medio del círculo un sombrero de paja en donde todos
depositaban una moneda; el Maestro me dijo que también
pusiera yo una moneda y le dije que sólo tenía una
peseta, y así hice, depositándola en el sombrero de
paja. –¿Y esto qué es Maestro– dije,
-Ya te lo diré, respondió el Maestro, ahora ve
tranquilo–.
Lo cierto es que pasó un tiempo y un día
vino un amigo mío, Joaquín Ballester, al que
conocía desde niño de cuando vivíamos en la
calle de los Olmos y me comentó que en esa misma calle
había una iglesia protestante. A mi aquello me vino de
nuevo porque no sabía nada de estas cosas ya que solo
habíamos conocido como cosa organizada el catolicismo y
nada más. Fuimos pues y en un pisito estaba la supuesta
iglesia de la cual me hablaba mi amigo, tocamos y nos
abrió un señor que al preguntarle si aquello era
una iglesia protestante, nos contestó que era la Iglesia
Evangélica de los Hermanos de Plimount. Yo le dije que era
Cayetano y me contestó que me conocían, seguramente
por mis reuniones en casa. Éramos pues muy jóvenes
por aquel entonces acabada la guerra, pero nos presentamos el
domingo siguiente sobre las once de la mañana llenos de
intriga y entramos a una pequeña habitación en
donde había unas pocas personas reunidas tomando un poco
de pan y vino y así fue como conocí a los Hermanos
de Plimount. Estos "hermanos" me dieron una tarjeta para conocer
a otros que estaban en la calle de Murillo, que eran los
metodistas, que acabaron fusionándose con la Iglesia
Evangélica Española, y empecé así a
estudiar la Biblia con todos cuantos iba conociendo,
también la estudié con algunos curas
católicos y con uno que era chueta, este último
casi siempre me hacía callar, era sacerdote de la Iglesia
de San Magín y había dirigido al grupo de
trabajadores de la OOAC (Organización Obrera de
Acción Católica).
Entonces comprendí lo del sueño que
había tenido y vi claramente la necesidad de conocer todo
aquello para poder "comparar" el cristianismo pobre y
judío que conservaba mi familia con las denominaciones
religiosas que bajo el nombre de cristianas aparecían en
el mundo, en España y
concretamente en Mallorca. Había tenido un sueño
iniciático en el astral, si comprendemos que la palabra
iniciático viene de iniciar, o sea, empezar un camino, un
camino de comprensión y de descubrimiento autodidacta
sobre el mundo y la vida.
Por aquel entonces me presentaron a Antonio Pons,
historiador y sacerdote católico que escribió la
"Historia de Mallorca" al cual no tenía por chueta, pero
con el que mantuve intensas conversaciones sobre el tema del
cristianismo judío y claramente le presenté el tema
del cristianismo de mis antepasados xuetas. –Claro que
sí, esto es así como tú dices, me comentaba,
pero yo que escribo la historia no puedo decir lo que tú
me dices…, no tengo pruebas, pero
aún así estoy contigo–. Siempre trataba de
desviarme la conversación al tema del judaísmo
religioso y en alguna que otra ocasión me invitó a
cenar con periodistas y rabinos, pero yo siempre le
insistía en lo mismo, ricos y pobres, "oreja alta y oreja
baja", pero él insistiendo con el judaísmo
religioso y claro, chocábamos continuamente.
Fueron años de un continuo ir y venir dentro de
las denominaciones religiosas, ahora con unos, ahora con otros,
estudiando a fondo las grandes contradicciones existentes entre
ellos mismos y todos en su conjunto con el cristianismo pobre e
israelita del carpintero Jesús de Nazareth. Mi madre,
mujer temerosa y cauta, no podía comprender el
porqué hacía todo aquello, a pesar de que trataba
de explicarle lo más comprensiblemente el motivo; en
ocasiones me expresaba su preocupación a causa de las
habladurías sobre mi, si estaba loco, chiflado, etc., y
acababa expresándome cosas como que "no era ni carne ni
pescado" y "¿qué ganas predicando estas cosas?".
Pero aquella inquietud se iba aclarando más y más a
medida que pasaban los años.
Durante los años de post-guerra hasta bien
entrado los sesenta dentro de la dictadura de
Franco, mis reuniones en casa no cambiaron en absoluto,
seguí realizando mis charlas sobre El Maestro, el Cristo,
y al mismo tiempo manteniendo una intensa relación con
distintas confesiones religiosas, cuyos dirigentes con el tiempo
acababan viéndome con reparo e intriga. No obstante,
llegué a cartearme varias veces con la Reina Isabel de
Inglaterra a través de su Gabinete como cabeza visible de
la Iglesia Anglicana con la que mantenía en aquellos
momentos relación; también mantuve correspondencia
durante bastante tiempo con los cuáqueros de Barcelona e
Inglaterra, hasta que llegó un punto en que
establecí con este contacto la formación del primer
grupo cuáquero en Mallorca sobre 1966, algo que el
historiador mallorquín Mascaró Pasarius
reflejó en su Historia de Mallorca de 1978; pero antes de
que ocurriera este hecho de los cuáqueros produjo un tanto
de crispación a la dictadura en la isla y por este motivo
en varias ocasiones fui llamado a comisaría, ya que a
través de mí se enviaban desde Inglaterra paquetes
de ropa, zapatos y prendas de vestir en general para ser
repartidos entre la gente más necesitada. Durante una
larga temporada fui requerido constantemente por el comisario Sr.
Lladó, el cual acabó diciendo a sus empleados que
allí donde hubiera una reunión y me encontrara yo,
que me dejaran tranquilo, que no pasaba nada.
Pero el temor era muy grande por parte de aquellos
grupos protestantes que veían como la dictadura les
coartaba su libertad de practicar las distinta y variadas formas
religiosas que se importaban en su gran mayoría desde
Norteamérica. Mormones, testigos de Jehová,
pentecostales, adventistas, novo-testamentarios, ciencia
cristiana, y un largo etc., de agrupaciones con las cuáles
mantuve relación; fueron suficientes algunos meses de
relación en cada una de ellas para conocer y comparar la
clase de cristianismo organizado que se ha fabricado en torno del obrero
Jesús, el carpintero judío de Nazareth.
Durante este tiempo de iniciación e
investigación de la llamada cultura judeocristiana,
conocí una chica que trabajaba de cocinera en casa de unos
abogados. No tardó mucho cuando decidimos casarnos, pero
la gran pega en aquel momento era que no pretendíamos
hacerlo por el catolicismo sino civilmente, como ocurría
en otros países como Inglaterra, Francia,
Norteamérica, etc., pero el gobierno
franquista no permitía este hecho ya que el catolicismo se
implantó como la única vía posible para
llevar a cabo el matrimonio.
Así pues, ni corto ni perezoso escribí una carta a Franco
exponiéndole nuestro caso y pidiéndole que
facilitara el matrimonio civil en España, como
ocurría en otros países. Recuerdo que el pastor de
la iglesia evangélica de Palma temblaba cuando le
comenté lo que había hecho, "nos encerrarán
a todos, nos fusilarán por rojos" me comentaba todo
asustado. –Tranquilo, no pasará nada–, le
decía para calmarlo.
Lo cierto es que pasaron algunos meses desde que
escribí y nada ocurrió, no me contestaron ni me
encerraron, y un día este mismo pastor evangélico
me vino todo asustado y sorprendido con el Boletín Oficial
del Estado en la mano y no podía leerme lo que
había sido publicado que era algo así: "Toda pareja
que desee casarse fuera de la religión católica, a
partir de la fecha dispuesta en el boletín podrán
hacerlo siempre que pertenezcan a alguna denominación
religiosa que no sea católica".
El pastor evangélico no daba crédito
a lo que había ocurrido y no dejaba de dar saltos de
alegría, pero una vez calmado me dijo que ya no me
preocupara, que nos podía casar tranquilamente en la
iglesia evangélica y todos contentos.
Y así lo hicieron, Magdalena Moll y Cayetano
Martí fueron una de las primeras parejas que se unieron
ante un juez en los juzgados de Palma de Mallorca sobre el
año 1945, un juez que no podía comprender lo que
estaba pasando en aquellos momentos y en una isla llamada
Mallorca, cuyo cristianismo judío estaba surgiendo desde
hacía años a través de un chueta obrero al
que muy pocos comprendían.
Unificando 500 años de Historia en
Mallorca
Una de las arduas labores que siempre ha envuelto a todo
universalista ha consistido en unificar aquellas partes de la
historia que los poderes políticos y religiosos han ido
separando del conocimiento
popular. El
conocimiento histórico es importante tenerlo presente
para que no se repitan situaciones amargas de intolerancia humana
como así ocurrió en Mallorca y en tantas partes de
España
con la llegada de la inquisición católica. Algo
parecido es lo que llevó a Ramón
Llull al estudio comparativo de las culturas y que tanto dolor de
cabeza produjo en su época a reyes y príncipes de
la religión
oficial llamada catolicismo, que hasta el día de hoy no
han visto la manera de catalogarlo dentro de su cultura
judeocristiana.
Sin embargo el universalismo de Cayetano, el cual
marcó la forma de expresión de su vida, no tiene
nada que ver con la realización de sesudos estudios
morfológicos sobre culturas determinadas, ni integraciones
interraciales a una forma cultural como la actual; más
sencillo pero a la vez más profundo es el mensaje
humanístico que lleva a este yesero a universalizar su
legado cristiano; el mensaje es la propia dignidad humana llevada
a cotas en donde ni gobiernos, ideologías, religiones, y políticas,
pueden confundirla, comprarla o adulterarla con su poder; esa
dignidad tan importante que hace que se superen toda clase de
barreras, miedos, desigualdades, injusticias, prepotencias,
vanidades, egoísmos, etc. y por consiguiente se transforme
en el grito profético que todo ser humano ha de hacer de
su vida cuando alcanza la libertad
interior.
Esta fue también una de las etapas más
importantes en donde este polifacético yesero
rompió y sigue rompiendo los moldes del temor
histórico que ha envuelto su tierra natal
en una época difícil como fue la dictadura
franquista. Unificar la dignidad humana de cuantos hombres y
mujeres, xuetas y no xuetas, han pasado por su vida buscando el
ejemplo a seguir, ha sido y es su imperativo humanístico
que bien vale la pena conocer a través de las experiencias
que a continuación nos relata.
Cayetano, si el cristianismo
que siempre has vivido y predicado tiene su origen en tu
descendencia israelita, ¿cual ha sido tu relación
con el mundo hebreo y sobre todo con el judaísmo
religioso?.
–Mi relación con el judaísmo
religioso no ha sido diferente del que he tenido con las
distintas formaciones religiosas protestantes o católicas,
ya que la gran mayoría de ellas he comprobado en el
transcurso de los años que sólo van buscando el
poder político y el dinero,
dejando de lado el aspecto espiritual de la vida interior del ser
humano. Sí, han creado muchos ritos, dogmas,
celebraciones, etc., y con ello una religiosidad basada en la
creencia a ciegas de lo que les predican seres humanos que han
estudiado cosas en seminarios, monasterios, etc. Pero esto en vez
de unir a sus adeptos, sobre todo a los que se dicen ser
cristianos, judíos, mahometanos, budistas, etc., o sea,
gente religiosa, los ha separado aún más
facilitando el camino a políticos y militares de todo el
mundo para ejercitar el poder de la explotación, el
enriquecimiento, etc. y potenciando el egoísmo, la
ambición, el odio, etc., a dichos adeptos con sus
bendiciones, burlándose de Dios y de todos los seres
humanos, sean creyentes y no.
Pero en el caso del judaísmo, siempre fue
constante mi relación con el tema por ser chueta y por
vivir en una isla mediterránea que históricamente
acogió desde de la muerte del
rabí Jesús a aquellos esclavos israelitas que
huían de las invasiones y persecuciones romanas. Durante
bastante tiempo tuve
contactos con personas vinculadas al judaísmo,
periodistas, rabinos, historiadores, ya que en cierta manera el
tema de los xuetas en Mallorca ha sido motivo de muchas
controversias en esta sociedad
mallorquina, controversias casi siempre producidas por los
llamados xuetas de "oreja alta", o sea, los ricos, a causa de sus
intereses monetarios. Pero eso era algo que a mi nunca me
llamó la atención, es más, en la época
que estuve en la comunidad
judía, en más de una ocasión tuve que llamar
la atención públicamente, incluso por la prensa, a fin de
calmar los ánimos y las discordias que entre la comunidad
chueta y la comunidad judía (dirigida esencialmente por
extranjeros) tenían.
Pero mi mayor lucha en aquel momento era la de sentirme
libre de toda aquella manipulación histórica que
conllevaba el ser descendiente de israelitas, ya que mucha gente
se sentía temerosa por ello, tanto ricos como pobres. Y
fue bajo este sentimiento de libertad interior que, de igual
manera que mantuve correspondencia con la reina de Inglaterra como
cabeza de la llamada iglesia
anglicana, también hice lo mismo con el primer presidente
de Israel David Ben
Gurión.
Algunas familias xuetas las cuáles me oían
hablar del rabí Jesús, tuvieron gran interés en
conocer Israel y algunos volver a vivir en la misma tierra en la
que vivió el carpintero y estimulados por esa idea me
pidieron que hiciera algo para encontrar una posibilidad de poder
ir a su tierra y fue así cómo a través de la
comunidad judía de Barcelona e Israel intercedí
para que pudiera realizarse este hecho y recuerdo muy bien que
muchos de ellos me dijeron que fuese con ellos y poder salir
así de España y de la dictadura franquista, cosa
que me negué diciéndoles que mi sitio estaba
aquí, que quedaban muchas cosas que hacer todavía.
Y así fue como estas familias xuetas, gente pobre, se
embarcaron en un barco que se dirigió a Barcelona y de
allí a Marsella para continuar rumbo directamente a
Israel, con la excusa de hacer un crucero y así evitar
conflictos con
las autoridades españolas dirigidas por Franco.
Sé que un tiempo después de conocer las
autoridades este hecho se armó un revuelo dentro de las
fuerzas de seguridad del
estado, pero
gracias a Dios no pasó nada más. Ello
ocurrió en 1959 y motivó que algunos rabinos se
interesaran aún más por el tema chueta y se
preguntaran cómo era posible que en Mallorca y
después de casi 500 años todavía se
conservara tan a flor de piel dicha
cuestión. De esta forma fue como el historiador Baruch
Braustein, un rabino estadounidense, publicara en 1976 un
libro sobre el
tema, traducido al catalán por la Editora Curial 17
años después, titulado "Los Chuetas de Mallorca" el
cual relató este hecho.
La sorpresa para mí fue que al leer el libro,
descubrí que en 1688 un personaje llamado Rafael Valls,
considerado un rabí entre una pequeña comunidad de
familias obreras judías, realizó el mismo hecho con
aquellas familias deseosas de huir de la inquisición y
retornar a Israel. El intento fue fallido a causa del mal tiempo
que obligó a retornar a puerto y descubiertos por la
inquisición algunos de ellos fueron quemados vivos en la
plaza Gomila de Palma, entre ellos Rafael Valls.
Fue para mí sorprendente descubrir este hecho, ya
que a través del llamado viaje astral pregunté al
Maestro por esto y comprendí enseguida el hecho; dos
situaciones parecidas, la inquisición, la dictadura de
Franco, la misma religión dominante el catolicismo, la
isla de Mallorca y el deseo de retornar a Israel, la tierra del
Maestro Jesús. Aquel acontecimiento que no pudo realizarse
en 1688, casi 300 años después se realizó
exactamente de la misma manera, con un personaje muy parecido en
carácter, condición y apellido, pero
esta vez con éxito,
haciendo así justicia a un
hecho trascendentemente humano como es el de recuperar el
sentimiento de libertad y la dignidad imprescindible para
vivir.
Mi interés por seguir escudriñando todo lo
referente a los xuetas en Mallorca se iba acrecentando cada
día más, intentando descubrir qué temor era
lo que hacía callar a estos descendientes y si entre ellos
había alguno que recordara y practicara algo de nuestro
cristianismo israelita. Y ciertamente encontré muy pocos
que se identificaran con el carpintero de Nazareth ya que los que
practicaban a escondidas el judaísmo religioso
solían ser xuetas con negocios y
generalmente de buena posición, mientras que aquellos
xuetas pobres, obreros como yo, en muchas ocasiones no
sabían ni tan siquiera que eran descendientes de
conversos, pero algunos se identificaban plenamente con el
Maestro Jesús.
Recuerdo que en casa Lliteras, trabajaba con nosotros un
chico chueta que vivía en la calle Platería, la
calle de los joyeros judíos de Palma de Mallorca; hablando
con él sobre el tema, yo le dije si su padre tenía
algún negocio, puesto que vivía en donde
solían vivir los de "oreja alta", a lo que me
respondió que no, que sus padres siempre fueron peones,
trabajadores y que nunca tuvieron interés por los negocios
ya que el trabajo era
para ellos sagrado, ya que vivían allí como
podían haber vivido en otro sitio. Desde luego fueron
muchas las charlas que tuve con este chico chueta el cual se
identificaba plenamente con el carpintero, con el cristianismo
pobre de nuestros antepasados. Pero la gran mayoría de
xuetas pobres que conocí y que me daban la razón
con respecto al cristianismo israelita de nuestros antepasados,
preferían callar y seguir la corriente a un catolicismo
impuesto por
el estado que
desde siglos atemorizó y quitó la dignidad a sus
antepasados, nuestros antepasados, descendientes de judíos
conversos y descendientes de los primeros cristianos israelitas
que vinieron a Mallorca como esclavos de romanos.
Me encontré pues que en toda la isla de Mallorca
llena de judíos conversos por el catolicismo, tanto ricos
seguidores de Moisés como pobres simpatizantes de
Jesús pero atemorizados por el catolicismo, el
único que trataba de dar a conocer el cristianismo pobre y
judío de nuestros antepasados, era yo, un chueta yesero
tuerto, sin estudios, autodidacta, que cada viernes a las 7 de la
tarde reunía en mi casa a mi familia y algunos
amigos que venían a escuchar mis palabras sobre el Maestro
Jesús.
Un día, yendo con mi esposa a la comunidad
judía, que en aquel entonces celebraba la reunión
en un pequeño hotel de Palma pues no tenían local,
al llegar a las puertas nos encontramos con un joven,
Nicolás Aguiló, chueta mallorquín que
quería entrar dentro de la sinagoga del hotel y no se
atrevía; así que le dije que entrara con nosotros,
que éramos en aquel momento los únicos mallorquines
que habían (ya que casi todos eran extranjeros), y
entramos y empezó a conocer todo aquello. Pero al mismo
tiempo que estudiaba la Biblia y las costumbres judías
también venía a mi casa y a las reuniones y charlas
que sobre el Maestro Jesús daba.
Durante bastante tiempo y muy a fondo aireamos todo lo
concerniente al Maestro, el cristianismo y el judaísmo,
hasta el punto que, como dos testigos de la historia de Mallorca,
fuimos destapando este cristianismo chueta tan olvidado y
ocultado en una comunidad chueta asustada y avergonzada de su
propia historia humana. Pero esto no duró mucho tiempo
cuando la comunidad judía se dio cuenta de ello y
ofreció a Nicolás Aguiló la oportunidad de
ir a un Kibutz a estudiar gratuitamente hebreo en Israel; de esta
manera dejó su familia en Palma y se fue a Israel; algunos
años más tarde se casó y acabó siendo
rabino, el primer rabino mallorquín después de 500
años de ausencia religiosa en Mallorca, aunque
quedó en Israel bajo el mando del rabinato
judío.
La historia de los dos testigos en Mallorca, uno
tratando de dar a conocer al Cristo, al Espíritu,
procurando restaurar aquella sencilla sinagoga pobre que dio a
entender el rabí Jesús de Nazareth, y el otro
testigo, que sucumbió ante la religión organizada,
ante los ritos, dogmas y creencias, ante el estudio y la teoría,
ante la hipocresía religiosa, se repitió de nuevo,
como ha ocurrido durante siglos en la historia espiritual de la
humanidad; pocos son los que suben la montaña del
espíritu y predican para Dios, convirtiéndose en
profetas, apóstoles de ese Espíritu Universal,
mientras que la gran mayoría se dejan comprar por las
treinta monedas con que la religión organizada vende
continuamente al Maestro.
De nuevo volví a verme solo humanamente, pero
siempre con Cristo, con el Bon Jesús del que me hablaba mi
abuelo, y con más fuerza que
nunca para seguir predicando el cristianismo judío y pobre
del carpintero de Nazareth. A partir de entonces empecé
claramente a ver que ya era suficiente todo lo que había
experimentado acerca de la religión organizada y que ya no
hacía falta perder más el tiempo intentando aclarar
estas cosas a organizaciones
que sólo van al dinero y sobre
todo al poder político.
No pasó mucho tiempo desde aquellos
acontecimientos cuando un día me llaman por teléfono, –Es usted Cayetano
Martí, sí respondí, me gustaría
hablar con usted, soy rabino de la universidad de
Jerusalem–. Así pues tenía delante a un
rabino, profesor de la universidad de Tel Aviv y en seguida
comprendí a lo que venía. En ese momento la casa se
llenó de amigos obreros que venían a mis reuniones
y después de un buen rato de hablar sobre Israel y de
plantear la posibilidad de facilitar viajes para
estudiar hebreo y pasar las vacaciones en un Kibutz, el rabino me
dijo, –tú Cayetano, podrías muy bien ser
cabeza de puente entre Mallorca e Israel, para aquellos
jóvenes que deseen ir a estudiar y simpaticen con el
pueblo judío–. La respuesta mía no se hizo
tardar:
"No, eso no, vosotros queréis que yo sea una
cabeza de turco para enviar gente a Israel y así tener sus
dirigentes más soldados, más carne de
cañón, para disponer de mano de obra barata. No
amigo, yo no me vendo tan fácilmente, a mí no me
compráis como ya hicisteis con Nicolás
Aguiló, yo no trato de hacer socios para una
religión determinada, sino seres libres, que piensen por
ellos mismos, que decidan por ellos mismos, que no estén
sujetos a ninguna clase de manipulación, sobre todo
religiosa. No, si trato de predicar algo es el cristianismo de
Cristo, del carpintero de Nazareth, no de vuestra
religión, no del judaísmo religioso que lucha con
cañones por un pedazo de tierra. Mi cristianismo no es el
del Vaticano de Roma ni de los
vaticanos protestantes de Norteamérica que solo van
detrás del dólar, sino el cristianismo pobre,
sencillo, de aquel judío carpintero llamado Jesús,
que jamás necesitó de vosotros, sacerdotes a
sueldo, ni de estudios de hebreo, ni nada de todo esto, por eso
amigo rabino lo único que encontraréis en mi es al
profeta, al sacerdote de Dios, que predica una sola
religión, la religión Universal de Cristo, del
amor al
prójimo y eso no se puede predicar con bombas ni
cañones, ni con estudios de seminarios; así que no
contéis conmigo para esto".
Entonces los chicos que estaban presentes empezaron a
hacerle preguntas al rabino con respecto al servicio
militar, si era obligatorio, si se admitía la
objeción de conciencia, si
había ricos y pobres como en todos los lugares del mundo,
etc. No tardó mucho tiempo para despedirse, cuando vio que
no había nada que rascar entre aquella gente
obrera.
Muchos historiadores y sobre todo el judaísmo
religioso hace siglos que van buscando las ramas judías
que han ido esparciéndose por el mundo, olvidándose
de ir al tronco, a la raíz del problema humano, que es muy
simple; ricos y pobres, explotados y explotadores; tratan de
buscar culpables a las desgracias que les han ocurrido y ocurren,
creando un sentimiento de persecución en muchos de
nosotros como descendientes, pero lo real es que el rico y
capitalista no tienen razas que valga, ni pueblo reconocido que
no sea el dinero y el poder, más el pobre, el obrero, si
de verdad se siente perseguido no es precisamente por ser
judío, blanco, chino o negro, sino por ser pobre, por ser
obrero y sufrir las miserias de la explotación del rico,
con el agravante después de pertenecer a una raza humana
minoritaria.
En 1976 fui entrevistado para la realización de
un programa de
Televisión
Española titulado "España Incógnita" cuyo
tema fue "El misterio de los xuetas"; en el que participó
entre otros Baltasar Porcel y Luis Pomar. Se airearon muchas de
estas cuestiones y durante media hora bien larga pude expresar
este gran "misterio", el auténtico mensaje cristiano
judío que conserva Mallorca, pero cuando se emitió,
las tijeras de Franco todavía funcionaban a pesar de que
ya estaba muerto, ya que se emitieron tan solo unos minutos,
quedando la cosa igualmente tapada como antes, pero por lo menos
algo se aireó y
toda España pudo conocer el tema de los xuetas a
través de ese programa.
El lenguaje de
los signos es un lenguaje que para poder comprender su
significado es necesario vivir con pasión todo cuanto la
vida te da a entender con el desarrollo de
los acontecimientos.
Hay personas como Cayetano que son capaces de leer
bajo la suave fragancia de los hechos cotidianos los grandes
acontecimientos que marcan la vida en el planeta Tierra. Pero en
algunas ocasiones, como lo que narra a continuación, la
espontánea virtud que posee bajo el nombre de viaje astral
es un factor importantísimo capaz de orientar el rumbo de
algunos de esos acontecimientos.
Y es que al ser humano le corresponde el papel de
administrador
de sus propios hechos e historia y hemos de comprender que la
vida en la Tierra no tan sólo se desarrolla
físicamente sino con una gran dosis de elementos
espirituales que hacen que los acontecimientos humanos adquieran
tintes místicos incomprensibles de relatar con palabras,
mas eso sí, asequibles a la libertad de conciencia que
clama continuamente el espíritu.
Nuestro personaje, hábil soñador y
firme en sus propias experiencias, nos adentra por los pasillos
de la misteriosa red de percepción
espiritual y nos hace volar la imaginación y esperamos
también que el espíritu, relantándonos unos
hechos que tienen su punto clave en el catolicismo de Roma, nos
hace volar por los tejados del Vaticano.
–Una noche, estando en el astral por la
península con intención de ayudar a unas personas
como cada noche, me dirigí a Madrid y en un momento dado
el Maestro me paró y me dijo –deja esto que vas a
hacer y sígueme–. En un momento me encontré
sobrevolando Italia y
más concretamente Roma, el Vaticano, esto era por
1958.
Estando pues allí pregunté qué es
lo que pasaba y para qué me había llevado
allí y el Maestro me contestó que yo tenía
que hacer un trabajo y que pasara dentro del Vaticano para ello.
Así lo hice y en cuestión de milésimas de
segundo me encontré el la habitación del papa
Pío XII; cuando entré vi al papa postrado en la
cama y al verle le dije –pero si tú eres el papa de
Roma– y él me dijo –y tú Cayetano de
Mallorca–. Entonces me señaló una jaula que
tenía en la habitación la cual contenía un
pajarito encerrado y me dijo –ves este pajarito, abre la
jaula y déjalo ir libremente–, así hice,
abrí la jaula y el pajarito voló por la ventana,
entonces comprendí de lo que se trataba, al cabo de unos
segundos el papa Pío XII me extendió las manos,
simbólicamente hablando, pues el espíritu no tiene
físico, y me dijo –haz pues lo mismo conmigo
Cayetano–. –Pero si tú eres el papa, el que
llaman el sucesor de Pedro, representante de Dios en la Tierra,
un hombre lleno
de estudios y sabiduría humana y no eres capaz de salir de
este cuerpo físico –le dije–. Y en esto que
agachó la cabeza y lo agarré por las manos y
salimos volando por la ventana de su habitación. Al salir
unos Hermanos Mayores me dijeron que regresara tranquilamente que
ya se ocuparían ellos de Pío XII.
Entonces dije al Maestro si aquello era la muerte del
Papa y si podía decirlo a los demás y me
respondió que sí. Así pues serían las
cinco o cinco y media de la mañana cuando me
desperté y Magdalena, mi mujer, se
despertó también y le dije, –Magdalena, el
papa ha muerto, acabo de sacar el espíritu de su
cuerpo–. Como estábamos en una planta baja, un
vecino nuestro que era barbero vio la luz tanto tiempo
encendida y tocó la puerta preguntando si había
pasado algo, respondí que había visto que el papa
había muerto; y como me conocía empezó a
decirlo a otros y en pocos minutos un montón de gente de
las viviendas sabían que el papa había muerto y la
voz seguía corriendo hasta la hora de ir al trabajo a las
ocho de la mañana, ya que no nos pudimos dormir aquella
madrugada.
Entonces me encontré que al llegar al trabajo uno
de mis compañeros se me acercó y me dijo,
–sabes que el papa ha muerto–, y yo le dije
–¿y tú como lo sabes?–, –eso
dicen por ahí, aunque no sabemos nada todavía por
la prensa–, me contestó. Todo el mundo hablaba de
que el papa católico había muerto y nadie
sabía de donde salía la noticia hasta que pasada
media mañana se dio la noticia por la radio y
televisión y más tarde la prensa también se
hizo eco de ello; pero algunos de los amigos que me
conocían sabían que aquello había salido de
mi casa unas horas antes de que se publicara y eso es lo que dio
que hablar los días siguientes por las viviendas del Camp
Redó.
Durante algunos años desde que este hecho
ocurrió, y en algunas entrevistas
que la prensa me hizo, fue un punto básico que resaltaba
de las experiencias en el astral que he realizado y realizo. La
sorpresa fue que bastantes años después se
publicó un libro sobre Pío XII en la cual la monja
que cuidaba al papa llamada sor Pascualina relataba aspectos
humanos de dicho papa, y comentó el gran cariño que
tenía este por los animales de
compañía, sobre todo un canario que tenía en
una jaula en la habitación en donde
dormía.
Ciertamente fue para mi una sorpresa, ya que las cosas
de Dios, las del espíritu, nunca dejan de sorprender y
desde luego se cumple continuamente aquello de que los caminos de
Dios no son los caminos del ser humano, por mucho que este ser
humano se empeñe en organizar religiónes, grupos, etc.
sobre estas cosas.
Las Pasiones de un Yesero Pintor
Existe una sabiduría innata en todo ser humano
que se exterioriza en su principio a modo de impulsos, de manera
espontánea, proporcionando al individuo un
auténtico caudal de sensaciones y de lecciones con las que
poder estudiar su vida y sacarle así el mayor beneficio
interior posible. Si bien muchos seres humanos desconocen su
origen, la gran mayoría desarrollan ese caudal espiritual
a ciegas creyendo que es un don para explotar y así sacar
un beneficio material; pero también existen seres humanos
que han descubierto caminos para equilibrar este hecho,
ofreciendo su propio potencial interior a fin de ayudar a
comprender a todos los seres humanos para que sirven estas
sensaciones y qué motivo esconde el manifestarlas
artísticamente.
Aunque son pocas las personas que
altruísticamente son capaces de darse a los demás
sin ningún lucro ni interés material, es importante
resaltar la dificultosa tarea que supone este hecho, y comprender
el motivo que mueve a estas personas es lo mínimo que
podemos hacer todos los que tratamos de entender estas
cosas.
Es obvio empero que los impulsos que mueven a
Cayetano Martí tienen orígenes muy concretos que
son difíciles de comprender intelectualmente, pero si nos
dejamos llevar por la magia de nuestros propios impulsos
interiores, quizás empecemos a comprender, aunque sea a
través de sus experiencias narradas a continuación,
que no hay más misterio en la vida que la de vivirla con
toda la intensidad posible de nuestras fuerzas, así como
nuestro personaje la ha vivido y la vive con toda la
pasión de un artista, la pasión de un yesero
pintor.
Sabemos que durante mucho tiempo has pintado y que has
ayudado a otros a descubrir su afición,
¿cómo ocurrió este hecho y qué
motivos te impulsaron a pintar y a ayudar en este
sentido?.
Bueno, lo importante es comprender que todo es una sola
cosa, todo va unido al cristianismo de nuestro Maestro, ya que lo
que hay que tener claro es que todo cuanto realiza el ser humano
de positivo en la vida es espiritualidad y no hay nada en la vida
humana que no esté una cosa enlazada a otra; es como lo
que llaman la cadena del ADN de las cosas
materiales,
que permite descubrir su procedencia, lo mismo pasa en el sentido
espiritual, no hay nada en la vida espiritual del hombre que se
desaproveche, porque cualquier signo, cualquier hecho nos puede
hacer descubrir el pasado, el presente y el futuro de las cosas;
cuando estamos en manos del Maestro, el Cristo, es un eterno
presente, es un continuo descubrimiento, Él es nuestro
ADN, nuestro principio.
Pero me alegro de esta pregunta porque de verdad fue
algo realmente importante para mi vida. El hecho está que
un día, hace treinta o treinta y cinco años de
esto, me desperté con unas ganas enormes de pintar ya que
me pasé toda la noche soñando que pintaba, y ni
corto ni perezoso, guiado por aquel impulso me fui a una tienda
de pinturas y pedí qué se necesitaba para pintar,
pues no sabía cómo funcionaba la cosa de la
pintura en
aquel momento. El hombre me
aconsejó los colores
básicos y me dio una telita pequeña para empezar.
Me acuerdo que una vez en casa, en las viviendas del Camp
Redó, nosotros estábamos en una planta baja,
empecé a hacer un paisaje, un poco de mar, un barco y me
acuerdo bien que el cielo lo cargué de azul, todo azul y
no me gustó, así que cogí un poco de blanco
y empecé a poner sobre el horizonte; –ahora
está mejor–, dije. Mi hija Lucía, que en
aquellos momentos tendría unos cinco años, se me
acercó con una amiguita y me dijo: –Papá nos
enseñas a pintar–, –sí, pero no con
esta pintura que de lo contrario tu madre nos sacará a los
dos de casa, tomad estas pinturitas y dibujad lo que
queráis–.
Al día siguiente vinieron unos niños
del barrio ya que al estar mi casa en la planta baja, cuando
pintaba se veía desde afuera, y me pidieron para venir a
pintar y de esta manera en un par de semanas y sin darme cuenta
ya tenía por mi casa una docena de niños, y en unos
pocos meses me vi rodeado de una cuarentena chicos y chicas de
todas las edades que venían a pintar por casa, en aquella
pequeña planta baja que apenas cabíamos. Eran ya
tantos que tuve que realizar dos turnos, niños, chicos ya
mayores, incluso de mi propia edad que en aquellos momentos era
ya de unos cuarenta y tantos.
Entonces sentí una gran curiosidad en saber el
porqué estaba ocurriendo aquello y pedí al Maestro
que me aclarara un poco esto y entonces el Maestro una noche en
el astral me enseñó la cosa, me situó en
Liorna (Italia), y me vi pintando, ayudando a un pintor,
también me vi trabajando de yesero por Italia y
comprendí pues de qué me venían aquellos
impulsos de pintar. Así que seguí enseñando
a pintar a aquellos chicos; eran chicos obreros, sus padres no
tenían dinero para mandarlos a estudiar en academias de
pintura y encontraron en mi casa la academia, la estrechita
academia de mi casa de 65 metros cuadrados. Era maravilloso ver
como aquellos chicos, que algunos de ellos hacen exposiciones y
son pintores de oficio, descubrían sus cualidades con un
simple empujón de ánimo, que era lo que realmente
les hacía falta para destapar todo aquel caudal de
arte y de
espiritualidad natural que tenían.
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