La tolerancia como presupuesto fundamental para la construcción de una cultura de la democracia en América Latina (página 2)
3. El reconocimiento de la diferencia
Para que pueda ser he de ser otro,
salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia.
Octavio Paz
En el ámbito de la cultura han
surgido múltiples subculturas que esperan un
reconocimiento político y social por parte de la sociedad. El
reconocimiento en la sociedad debe
comenzar por fundarse sobre la base del reconocimiento de la
existencia de la pluralidad en el sentido de intuir las
diferentes racionalidades que circulan en el mundo de la cultura. La
sociedad contemporánea debe fundarse sobre el
reconocimiento y legitimidad de la pluralidad y no sobre el
reconocimiento y legitimidad de los valores
únicos y tradicionales donde el reconocimiento y
legitimidad del orden social está configurado sobre la
base de una racionalidad que proscribe, censura o excluye otras
subculturas que históricamente ha intentado ocupar un
espacio en la sociedad y habitar el mundo como seres humanos y no
como individuos marginados donde no se reconocen ni se toleran
sus valores,
política o
socialmente. El reconocimiento de una sociedad como una sociedad
pluralista es un acto político donde se institucionaliza
el reconocimiento de las múltiples subculturas como una
sociedad heterogénea en sus ethos donde se reconoce la
diferencia, las otras racionalidades, cosmovisiones y la identidad de
un grupo social
donde la verdadera identidad
cultural está mediada por el reconocimiento y legitimidad
de la pluralidad, esto es: las minorías étnicas,
raciales, sexuales o culturales. Se hace necesario formular para
la sociedad una ética de
la diferencia, de la pluralidad en tanto que el reconocimiento de
la diferencia esté fundado sobre el reconocimiento de la
pluralidad. Un reconocimiento del otro dentro de sus propios
valores, su
concepción del mundo y la vida, implica asumir una
compresión más sensible y humana de las cosas, una
sensibilización y humanización que sólo es
posible a través de la inmersión en la cultura, ese
espacio mental y físico que nos conecta lúdicamente
con el mundo y lúcidamente nos acerca hacia una
valoración de la racionalidad del otro. En la diferencia
se reconoce la pluralidad. En la pluralidad se reconoce la
cultura. La sociedad ignora o desprecia a los grupos
sociales que no están dentro de la esfera de los
códigos morales, la lengua o la
ideología dominante. Esa visión
unidimensional de la sociedad es una visión deshumanizada.
Una visión dogmática y autoritaria o totalitaria de
la sociedad porque niega las raíces de su propia cultura o
el desarrollo de
esa misma cultura con relación a las necesidades o
cosmovisiones particulares de determinadas subculturas.
Ahora bien, reconocernos en la diferencia es reconocernos en la
tolerancia esa
facultad humana que permite a los individuos acercarse
sensiblemente a la esfera cotidiana del otro. La sociedad
contemporánea postmoderna es fundamentalmente una sociedad
de la diversidad o la pluralidad cultural, de la puesta en escena
de las diferentes expresiones del arte y la cultura
donde se mezcla lo antiguo y lo moderno, lo clásico y lo
barroco, es
decir, es una cultura híbrida donde se ensamblan como en
una especie de collage lo impresionista y lo expresionista, lo
cubista y lo surrealista, lo figurativo y lo hiperrealista. La
sociedad postmoderna es una sociedad de la pluralidad en donde no
se erigen verdades absolutas en el
conocimiento de las ciencias
humanas en tanto que la verdad se relativiza y cada área
del conocimiento
tiene su parte de verdad. En la sociedad postmoderna las
minorías étnicas, raciales, sexuales o culturales
encuentran su espacio mediante una "toma de la palabra" como
diría Vattimo y entrar en el escenario no sólo de
la sociedad sino de la historia exigiendo sus
derechos como los
grupos
sociales que durante décadas estuvieron al margen de la
sociedad. Es una lucha por el reconocimiento por la dignidad y el
respeto por la
diferencia. Los homosexuales marchan por las calles de
París junto con las lesbianas en Dinamarca, Berlín
o Bogotá. Los negros se rebelan contra el Apartheid en
Sudáfrica. Los indígenas de Chiapas se levantan en
una insurrección armada en México. En
la sociedad postmoderna hay un intento por realizar un
reconocimiento a los valores de
la diferencia, la pluralidad y la tolerancia. Hay
un proyecto
político por realizar una sociedad más abierta
donde nos reconozcamos en la diferencia dentro de una pluralidad
cultural en los límites de
la tolerancia que haga posible una existencia más digna y
solidaria dentro de una dimensión cultural universal en
tanto somos habitantes del mundo.
La cultura postmoderna ha entrado en una esfera de vasos
comunicantes que ha propiciado que los medios de
comunicación reflejen ese aspecto de la cultura como
quiera que en la radio se oye
una música
que tiene una diversidad de ritmos y fusiones. Una
música
crossover, esto es: reggae, jazz, tecnopop, pop, rock, tropical
pop, etc. Hay una diversidad de sonidos electrónicos a
través de sintetizadores que caracterizan una radio
postmoderna. La planetarización del mundo conduce a las
sociedades a
abrirse económicamente y culturalmente a otras culturas
donde la cultura propia se enriquece con la cultura ajena, lo que
permite no ver realizada la cultura en detrimento de otra. No hay
epicentros desde donde se realiza la historia en contra de otras
historias sino que la cultura y la historia de dan dentro de una
multiplicidad de racionalidades donde hay diversos dialectos y
valores y se tiene conciencia de su
carácter contingente. Vattimo lo denomina
como una "liberación de las diferencias" que los medios de
comunicación, las mass media ha originado en la
sociedad postmoderna, lo que hace que en el escenario de la
cultura hayan surgido múltiples subculturas como resultado
de la multiplicación de la
comunicación. En la perspectiva de una sociedad
pluralista en lo político, la sociedad debe proponerse una
salida política negociada al conflicto
armado donde se efectúe un reconocimiento de los grupos
beligerantes en su acción político militar como
fuerza
política que intenta, por la vía armada, la toma
del poder
político para la transformación de la sociedad. En
la perspectiva de una sociedad tolerante en lo social, la
sociedad debe proponerse la legalización de la droga,
el aborto, el
derecho a morir dignamente, etc. El reconocimiento de la
diferencia en la pluralidad y la tolerancia debe tener en la
sociedad una función
social, materializarse en la esfera de lo político, lo
cultural y lo social, cubrir todas las esferas de la sociedad, es
decir, debe legitimarse en la vida cotidiana de los individuos y
en la vida institucional de la sociedad, de lo contrario es un
discurso que
no tiene una función
social, una abstracción teórica sin fundamento en
el orden social. Ahora bien, un reconocimiento de la diferencia y
la pluralidad no trae necesariamente una liberación
política de la sociedad pero una liberación
política de la sociedad debe pasar por la posibilidad
concreta de abrir un espacio en la sociedad a los grupos
sociales que intentan una reivindicación social, una
liberación de las discriminaciones.
Los espacios que se puedan abrir en la sociedad son espacios
posibles que hay que construir y desarrollar para un proyecto
político de fomento de la tolerancia. Existe
inevitablemente el peligro que esos grupos sociales
contestatarios o de contracultura sean asimilados por la sociedad
y se vanalice la esencia de sus causas, convirtiéndolas en
causas triviales o inofensivas. La figura del Che Guevara ha
terminado convertida en una mercancía, un adhesivo que se
coloca en los guardafangos de los buses urbanos, como el
símbolo de paz y amor del
movimiento
hippy y ciertos movimientos insurgentes convertidos en oscuros
partidos
políticos institucionales tradicionales. La
incorporación a la sociedad civil
exige que los grupos sociales cambien su lenguaje
político y sus símbolos y entren en la corriente
dominante de la legalidad imperante. Allí se
estaría transgrediendo la pluralidad en la diferencia y la
tolerancia. La tolerancia es el respeto por la
diferencia; una opción política étnica,
racial o sexual diferente a los códigos del orden social,
al estado de
cosas existentes, a las costumbres o tradiciones, etc. En la
tolerancia se funda la diferencia. En la diferencia se funda el
reconocimiento. Una sociedad emancipada políticamente
tendrá la opción social de construir espacios de
pluralidad de reconocimiento de sus propias diferencias en
relación con otras culturas. Se hará posible un
enriquecimiento cultural en la medida que permita la libre
circulación de las ideas y las corrientes del conocimiento
humano en el ámbito de lo social. Habrá una
universalización de las diferentes perspectivas sobre el
mundo y la vida que enriquecerán las diversas expresiones
del pensamiento
humano. Un diálogo
fraternal y lúcido con otras culturas. Una
apropiación de los diversos universos que contiene la
cultura. Una sensibilización frente a la cultura propia y
ajena que contribuirá a reafirmar la propia identidad
dentro de una pluralidad. Una sociedad más universal con
individuos más universales situados en el mundo. Una
universalización de la vida donde la sociedad se reconoce
en diversas culturas que ha originado la especie humana. El mundo
es una aldea donde crecen los girasoles de Van Gogh. Una
universalización de la cultura que tiene que afirmarse
también con un sentido de pertenencia a un lugar de
la tierra,
desde donde se afirme lo propio frente a lo ajeno, pero sin dejar
de abrirse a lo ajeno para que se afirme lo propio sin que lo
ajeno domine a lo propio sino que lo enriquezca y lo
universalice. Una cultura que se apropia de sí misma para
conjugarse con otras, asimilándola y decantándola
en sus propias fuentes
originarias. Una sociedad que haya alcanzado estos niveles de
desarrollo de
la cultura será una sociedad más tolerante y por lo
tanto, más humana en su interior, en sus relaciones
cotidianas en relación con sus propias diferencias. Una
liberación de las diferencias en la sociedad propicia el
reconocimiento de los grupos sociales que también
propician la cultura, y al propiciarse la cultura se establecen
los fundamentos teóricos para la formulación de una
ética
de la diferencia. Una ética de la diferencia cuyos
principios
rectores son la valoración de la dignidad de los
individuos donde la diferencia de pensar distinto de los
demás se eleva también a la categoría de
derechos
humanos. Pensar distinto, lo otro, también es una
opción, un ejercicio de la libertad y de
la imaginación. La imaginación también como
el derecho a pensar la vida de otra manera y a vivirla
utópicamente. Creemos que la formulación de una
ética de la diferencia es una ética válida
para toda sociedad, independientemente de su ordenamiento
político – económico. Los individuos no se pueden
homogeneizar como rebaños. En la diferencia está la
libertad. En
la libertad está la pluralidad. La dignidad del otro no
puede estar fundada sobre presupuestos
morales o ideológicos para que haya un reconocimiento de
la diferencia. En Cuba,
después del triunfo de la revolución, los homosexuales fueron
marginados de la sociedad como leprosos y otros fueron fusilados
en nombre de la revolución
que quería construir un "hombre nuevo".
Fueron acusados de contrarrevolucionarios. Ni siquiera la
más digna y sagrada condición de escritores y
poetas fue respetada por un régimen intolerante en
relación a la orientación sexual de sus militantes
adheridos a la revolución. En Nicaragua, después
del derrocamiento de la dictadura
somocista, los indígenas miskitos se resistieron de ser
incorporados "de facto" a los nuevos ideales y economía del
sandinismo. La comunidad
indígena defendió el reconocimiento de su cultura y
de sus territorios. Los ejemplos en América
Latina son infinitos. La intolerancia humana no tiene
límites. En la diferencia el hombre se
reconoce igual a otros porque los hombres estarán en las
mismas condiciones de igualdad
social en términos de reconocimiento. Este reconocimiento
de la otredad es un reconocimiento de sí mismo en tanto
que el otro se reconoce en mí y a su vez en mí se
reconoce el otro, y sólo cuando la sociedad se reconoce a
sí misma en su diferencia puede reconocer a los otros en
su propia diferencia. En esa perspectiva hay que subrayar que
ampliar el espacio social en el que pueda darse la otredad,
establecer y mantener un pluralismo múltiple y amplio,
parece por el contrario que exige que inculquemos principios
universales de tolerancia y respeto y que estabilicemos las
instituciones
que aseguran los derechos e impone
límites. De otro modo, ¿cómo se combina la
tolerancia de la diferencia con las exigencias de vivir juntos
bajo normas comunes?.
La identidad de los individuos y de la sociedad tiene su base en
el reconocimiento mutuo. La sociedad hace un reconocimiento y los
individuos hacen un reconocimiento de la sociedad que los
reconoce y ese reconocimiento de individuo – sociedad fomenta la
tolerancia; la estabilidad de las instituciones,
la profundización y consolidación de las libertades
civiles, una reconciliación con la vida. La lucha por el
reconocimiento de las minorías étnicas, raciales,
sexuales o culturales es una búsqueda por la libertad y la
igualdad de la
realización humana sobre la base de la diferencia. Ahora
bien, ese reconocimiento social tampoco puede ser un
reconocimiento en abstracto, es decir, que se limite a permitir
la existencia de la pluralidad. La sociedad debe resolver las
necesidades básicas de los individuos, las condiciones
materiales de
existencia. Las necesidades espirituales o simbólicas. A
medida que la sociedad se desarrolla van surgiendo nuevas
necesidades y nuevas formas de satisfacer esas necesidades. Una
nueva teoría
de las necesidades debe crearse sobre la base del desarrollo
humano y social. Las necesidades son históricas y
culturales. La única necesidad alienada que crea la
sociedad es la necesidad de dinero y esta
determina la satisfacción de todas las demás
necesidades. En esa perspectiva hay que subrayar que la sociedad
debe resolver su más fuerte contradicción: la
producción social y la apropiación
privada, esto es, que no se producen las cosas socialmente si no
que se producen para quien pueda adquirirlas mediante el dinero. No
por una vía coercitiva sino humanamente regulada por la
sociedad. Un reconocimiento social implica un reconocimiento de
la existencia digna que los individuos aspiran y por la que
luchan y mueren. ¿La sociedad fundada bajo estos presupuestos
de reconocimiento es una sociedad utópica?
El hombre
tiene necesidad también de crear una sociedad de la
utopía. La utopía como el principio o ideal del
hombre por
construir una sociedad mejor, más justa y humana. Una
sociedad que no crea una sociedad de la utopía en
prospectiva es una sociedad que está condenada a los
dogmatismos y a una dictadura de
la vida. La utopía es el ejercicio de la libertad y de la
lucidez del hombre. La sociedad de hombres de "espíritus
libres" es la más hermosa utopía a comenzar a
imaginar.
La tolerancia como presupuesto
fundamental para la construcción de una cultura de la democracia no
debe interpretarse como la fundación de una sociedad
permisiva donde no haya límites a sus libertades porque la
tolerancia también tiene sus límites. La sociedad
no debe tolerar los actos terroristas, la corrupción
administrativa y las políticas
antidemocráticas, porque ello sería negarse como
sociedad que pretende fundar una cultura de la democracia en
sus prácticas sociales o políticas.
La sociedad debe tolerar todas las manifestaciones culturales que
profundicen en el reconocimiento y respeto por el otro, en las
prácticas sociales que fomente el pluralismo, el
multiculturalismo y la ética y, debe tolerar todas las
manifestaciones culturales y políticas donde la sociedad
se reconozca a sí misma al reconocer a los demás.
Ahora bien, el modelo de la
democracia representativa y pluralista consideran muchos
analistas que en la realidad no existe porque en este continente
han imperado las dictaduras y los regímenes militares, y
la democracia ha sido una excepción que la mayoría
de los casos son democracias restringidas.
Sus sociedades
fundadas en el modelo de
Estado de Derecho
no distribuye la justicia
social y la libertad individual se ve coartada, no hay una
distribución de la riqueza ni del poder y las
desigualdades sociales son muy profundas. Una democracia
sólida se fundará siempre sobre los principios de
la tolerancia, el reconocimiento del otro y el respeto por las
minorías y por la manifestación de las diversas
expresiones de la cultura.
En los pensadores del período de la
ilustración hubo una separación de la actividad
política y la ética, donde la teoría
política era la ciencia del
ejercicio del poder, esto es, la política no tenia una
fundamentación ética para su ejercicio si no que lo
que importaba era la obtención del poder Se hace
necesario, en consecuencia, articular el ejercicio de la
política, la democracia y la cultura con un fundamento
desde la ética. La tolerancia debe fundarse sobre un
componente ético que garantice el ejercicio de una
ética pública y de una ética privada.
Humberto Maturana en su obra "La democracia es una obra de
arte" (1995)
ha señalado que para saber cómo surgió la
democracia hay que reflexionar sobre la cultura porque la
democracia en América
Latina hace parte de una cultura patriarcal (cultura
greco-judeo-cristiana) que genera conflictos por
la continua presión
patriarcal para su supervivencia y por la restitución de
la apropiación de los temas de la comunidad por una
o por un grupo
pequeño de personas y esta es la primera fuente de
conflictos de
la historia occidental, en la historia del intento del vivir
democrático. La segunda fuente de conflicto es
el intento de expandir la ciudadanía. Las guerras
griegas fueron guerras
internas por el intento de expandir la ciudadanía, para
que fueran ciudadanos no solamente algunos si no también
los extranjeros, denominados "barbaros".
Señala Maturana además que la democracia no
está en la elección de representantes ni en los
sistemas
electorales sino en una convivencia en el cual todos los
ciudadanos tienen acceso a la cosa pública que son los
temas que interesan a los ciudadanos en una convivencia en
comunidad.
Maturana se pregunta ¿cómo es posible una
convivencia en el mutuo respeto, en la igualdad, en la
colaboración bajo una cultura centrada en la guerra y la
negación?. La convivencia democrática es posible
solamente si uno aprende el emocionar que hace posible la
convivencia democrática y este emocionar se da desde la
infancia, se
aprende en la infancia
porque hemos tenido una infancia matrística y en ese
ámbito aprendimos a participar, a conversar, a no resolver
las discrepancias en la mutua negación y se
aprendió el emocionar que es propio de la democracia. Se
aprendió a vivir en el mutuo respeto. El vivir
democrático es una obra de arte, es el deseo de
convivencia en la fraternidad. La democracia es un proyecto de
convivencia, afirma Maturana, que para vivirla tiene que dar
lugar a la emocionalidad. Para construir una convivencia
democrática se tiene que asumir que la democracia se funda
en el respeto por el otro y que el respeto se aprende en la
relación materno infantil y en la cultura. (el subrayado
es mio).
La tolerancia debe entenderse hoy como un principio ético
más que como una norma jurídica, como una actitud del
espíritu humano que se manifiesta en la voluntad
política de los individuos, como una expresión
solidaria y humana que habita el mundo, la sociedad y la vida,
como un fundamento de la convivencia pacífica y como un
ejercicio de la comprensión, la benevolencia y la
condescendencia.
Ahora bien, Voltaire
señalaba que el derecho
natural es el que la naturaleza indica
a todos los hombres y en esa dirección el derecho humano no puede estar
basado en ningún caso más que sobre el derecho
natural y que por lo tanto, el derecho de la intolerancia es
absurdo y bárbaro, es el derecho de los tigres y que es
mucho más horrible porque los hombres sólo matan
para comer. La intolerancia se caracteriza por la negativa a
soportar la diferencia y la consecuente voluntad de eliminarla,
afirmaba Voltaire . Una
sociedad o un individuo intolerante es quien rechaza con
hostilidad a quienes por razones culturales que pueden ser el
comportamiento, la religión o la
ideología, no comparte sus actitudes,
creencias u opiniones. Rechaza el diálogo y
el pluralismo. Ser tolerante es apartarse de toda intransigencia
sin renunciar por ello a los principios. La intolerancia es la
raíz de la persecución y el exterminio.
La
Organización de la Naciones Unidas
consagró en 1995 como el Año Internacional de la
Tolerancia que hizo posible que ese concepto
político, cultural, ético – jurídico
recorriera el mundo. La tolerancia en la sociedad
contemporánea tiene que llevarse hasta la esfera racial,
étnica, religiosa, lingüística, cultural,
social, política y sexual, esto es, a todos los
componentes de la cultura porque el etnocentrismo, el racismo, la
xenofobia, el sexismo, la sexofobia son manifestaciones de la
intolerancia que fractura el respeto por la diferencia y sus
libertades. Los perjuicios son las consideraciones que fomentan
la intolerancia en tanto que impiden reconocer al otro en su
diversidad. La diversigética como una nueva disciplina del
conocimiento estudia la diversidad como condición
inherente del hombre para vivir pacíficamente,
reconociendo el valor del
pluralismo, la diferencia y el valor de ser
único e irrepetible. Leopoldo Zea afirma, citando a
Descartes, que
todos los hombres pueden poner a su servicio la
razón y pueden por ello comprender el mundo, los otros y
hacerse comprender. Por esta capacidad que tiene el hombre de
usar bien o mal la razón es que los hombres se van a
dividir, estableciéndose discriminaciones y con ellas
expresiones de intolerancia. La intolerancia del que sabe usar
bien la razón contra el no sabe usarla. No todos los
hombres saben usar bien la razón. Y allí radica que
unos hombres sean distintos a otros. Todos los hombres son
hombres que poseen la razón, pero se distinguen entre
sí por el uso que hacen de ella. La razón es por
tanto, la fuente de la tolerancia pero puede surgir otra forma de
intolerancia y es la del hombre que cree y posee la verdad por la
fe y la del hombre que se sabe poseedor de la verdad por su
capacidad de hacer buen uso de la razón. La fe
también levanta hogueras como el racionalismo
autoritario decide lo que conviene a los hombres y pueblos, esto
es, la inquisición, los imperialismos y el
fundamentalismo. La tolerancia es fundamentalmente el
reconocimiento del otro en sus diferencias y el reconocimiento
del derecho a ser diferentes, y no indiferencia hacia los
demás. La tolerancia es una construcción social, cultural,
política que se construye a través de un proceso de
socialización, de reconocimiento de la
alteridad.
La tolerancia no es neutralidad, y se aplica ese concepto a la
aceptación de credos religiosos o posiciones
políticas, filosóficas o culturales diferentes de
la propia. Por tolerancia política debemos entender la
capacidad que tiene la sociedad y el sistema en
general para poder asimilar todas las manifestaciones culturales
sin que se desestabilice su organización social y su identidad. La
tolerancia política es una capacidad del sistema para
asimilar las diferentes expresiones de la cultura. Norberto
Bobbio sostiene que el principio de la tolerancia prepara y en
parte anticipa, el de la libertad política y transfiere de
la política
económica a la actividad general la teoría del
laisser-faire 70. Ahora bien, Adela Cortina afirma que
"pluralismo" significa que en una sociedad distintos grupos
proponen distintos modelos de
felicidad
En la sociedad hay una pluralidad de cultura que hace necesario
construir una ética de la diferencia que se traduzca en un
cambio de
hábitos y convicciones en una sociedad multicultural que
atenúe los conflictos. El pluralismo debe garantizar la
convivencia pacífica. El reconocimiento del otro como
diferente y como interlocutor válido, es ya el primer
principio ético que se articula en la comunicación cuando ésta es
auténtica conversación y no una simple
imposición de la opinión propia. La segunda etapa
de la
comunicación en la ética discursiva se dirige a
encontrar los mínimos sin los cuales no es posible la
convivencia humana. Los mínimos como los derechos
humanos.
En el reino de la diferencia se llega a una pluralismo gracias al
reconocimiento del otro que en igualdad de derechos y de
perspectivas distintas confluyen en la reciprocidad, la solidaridad y la
cooperación social. Esta ética de mínimos
debe garantizar la convivencia social 72. La tolerancia debe
trascender ese nivel del respeto por la diferencia y acentuarse
hacia un reconocimiento del otro para confluir en un pluralismo
que garantice el diálogo y la concertación
política. El pluralismo abre espacios en la sociedad para
el reconocimiento político y la reconstrucción
social de un país en sus diferencias multiculturales. Este
es un proceso
ético y político bajo los presupuestos de la
sensibilidad social que descubre el sentido genérico de la
solidaridad y la
reciprocidad.73 La concepción del respeto no es
la de la aceptación, sin lugar a ser susceptible de duda,
en donde se anula la crítica ni la del acatamiento por la
imposición vertical de una autoridad en
donde se expresan comportamientos como la obediencia,
cumplimiento del deber y temor.
La concepción de respeto no debe estar mediada por
relaciones de poder, en términos de Foucault, sino de
debate y
crítica y la mayor expresión de la tolerancia hoy
debe ser el respeto a la vida, el derecho de existir.
En Colombia, el
espíritu de intolerancia se viene originando desde las
guerras civiles del siglo XIX donde se ha dado un proceso de
negación sistemática de las minorías, del
dominio
político de las hegemonías, el monopolio de
la tierra, la
discriminación religiosa, de raza, origen
social.
La intolerancia ha diseñado nuevas estrategias y ha
formado nuevos dispositivos en la sociedad contemporánea
donde la descomposición ética ha generado
enriquecimiento ilícito y corrupción. Darío Botero Uribe ha
señalado que la violencia es
causa y consecuencia de una perturbación de la
expresión de la cultura. La paz sólo es posible
reconstruyendo el tejido roto de la cultura. No existe la cultura
que permita el aparecimiento de la democracia por eso nunca ha
habido democracia en Colombia.
La democracia es una forma de interactuar en la vida cotidiana un
espíritu de tolerancia, de solidaridad y una confianza en
el
poder da la palabra. Desde la antigua Grecia la
democracia es una confianza en el poder de la palabra.
La cultura no se configura en el juego de
categorías abstractas sino en el actuar cotidiano y en la
forma como prima un espíritu de tolerancia, de respeto, de
negociar las diferencias.
En la Constitución Política de Colombia,
Artículo 67, está consagrado la formación en
el respeto a la vida y los derechos
humanos, en los principios democráticos de convivencia,
pluralismo, justicia y
solidaridad y equidad como en el ejercicio de la
tolerancia y de la libertad, pero para que esto no sea letra
muerta debe imperar en la sociedad la justicia social que es la
que hace posible los demás principios éticos y
humanos.
El profesor Rubén Jaramillo Vélez ha escrito que la
experiencia de la tolerancia corresponde a un período de
la secularización de la cultura y de afirmación
universal de los valores
humanos a través del humanismo del
Renacimiento. La
burguesía naciente del siglo XI que se enfrentaba contra
el feudalismo,
formula una teoría universal del hombre que se opone a la
concepción de la nobleza feudal, ante la pretensión
particularista de la "nobilitas" la universalidad de la
"humanitas", esto es, la existencia de valores universalmente
válidos, la creación de una cultura del hombre en
cuanto hombre que debería realizar su proyecto. La
única posibilidad de instaurar la tolerancia – escribe
Jaramillo Vélez – es una política de la verdad y
una política de la verdad tiene que ser radical en el
reconocimiento de los síntomas. 75
Ahora bien, los presupuestos teóricos que subyacen en el
proyecto de construcción son el reconocimiento y el
respeto por el otro, sin esos fundamentos no es posible entender
ni practicar una cultura de la democracia.
El reconocimiento como el valor y la dignidad por la que el
hombre arriesga su vida por alcanzar su realización humana
en la dimensión teórica analizada por Francis
Fukuyama y el respeto en tanto confrontación, critica y
debate en la
dimensión teórica analizada por Estanislao
Zuleta.
El ejercicio de la tolerancia social tiene una dimensión
política en tanto se reconoce la pluralidad y el
multiculturalismo en la esfera de lo social y lo cultural y, se
comprende con inteligencia
el desarrollo del pensamiento y
la ciencia sin
que la investigación científica deje de
tener una fundamentación ética. La
compresión de este problema nos sitúa en la
perspectiva de la investigación genética,
la investigación que se hace con seres humanos
donde se manipula los códigos genéticos.
¿Cómo ejercer la tolerancia frente a este
problema?. Mientras la investigación científica sea
éticamente desarrollada ( en un respeto por la vida y sin
violar los derechos humanos) son legitimas sus aspiraciones por
descubrir los secretos de la naturaleza
humana. Las implicaciones éticas que estos procesos de
investigación genera es un problema político como
es un problema político la tolerancia social. Los limites
que el ejercicio de la tolerancia le impone a la sociedad y a los
individuos radica en las prácticas, o usos y costumbres
que degradan la condición humana. En Occidente hay
diferencias que causan horror pero en otras sociedades es un
ritual profundamente arraigado, como por ejemplo, la
ablación del clítoris a las mujeres en las culturas
musulmanas. Allí el respeto por la diferencia se encuentra
en conflicto. Es el choque de civilizaciones culturalmente
opuestas. La privación de la libertad individual como es
el secuestro, es
otro de los limites que una sociedad que se encauza en la
construcción de una cultura en la democracia, no debe
tolerar por que la construcción de una cultura de la
tolerancia como es la construcción de una cultura de la
democracia debe respetar y dignificar la condición
humana.
Entretanto si la existencia de los individuos estuviera
articulada desde la ética, como en los griegos, en tanto
no hay ninguna diferencia entre el pensar y el actuar, entonces
es posible la construcción de una cultura de la democracia
donde el ejercicio de la razón hace posible el ejercicio
de la tolerancia como su fuente originaria; ejercicio de la
tolerancia que se traduce en el respeto por las minorías
como presupuesto de la
tolerancia política. En el ejercicio de la tolerancia
social hay que ser político en tanto ello implica la
facultad de comprender y reflexionar, aunque no se comparta, pero
se respeta y se reconoce la dimensión cultural o
política del otro.
La cultura de la democracia es una cultura de la
responsabilidad, los deberes y la transparencia.
76
Una democracia es una sociedad política que garantiza la
paz interna, asegura la libertad individual, se rige por las
reglas de la mayoría, posee una tabla de mínimos de
bien común y se funda en un conjunto de valores que
significa con las practicas y ritos adecuados. La reunión
de todas estas características la transforma en una
cultura, en el sentido antropológico del termino, en
cuanto conjunto de practicas y de representaciones.77
El fundamento de la democracia es la creación de un nuevo
ciudadano y de un nuevo concepto de ciudadanía con
contenido social y un sistema de valores ( cultura )
fundamentados en la ética. Los griegos forjaron la palabra
"idiota" como insulto para denominar al que sólo se ocupa
de sus propios intereses y no participa de las tareas de la
democracia. El nuevo ciudadano debe inscribirse dentro de esa
dimensión filosófica, esto es, debe hacer de la
participación política su praxis social para la
creación de una cultura de la democracia que profundice
mas allá del respeto por los derechos individuales y
políticos y de la celebración de elecciones
libres.
Fernando Savater afirma que es necesario hacer una
reformulación de la ciudadanía como opción
frente a la generación social de la violencia.
Cree necesario reforzar la ciudadanía por la vía de
la
educación y el convencimiento. La educación debe formar
a un ciudadano integral, completo, con sentido de sus obligaciones,
con respeto a lo que hay que respetar, y también con
capacidad de critica y de autonomía frente al poder como
este no funciona cuando es debido. Se debe formar en valores, la
capacidad de razonar y argumentar como la de aceptar y ser movido
por razones ajenas. Ambas necesitan una formación y son
imprescindibles para la democracia.
Una educación para la democracia hace
fundamentalmente una educación que valore la
reflexión sobre el
conocimiento. Es necesario confiar en lo fundamental en el
conocimiento y no en la superstición, en hipótesis irracionales, en gurús o
en magias. Se debe educar para desconfiar en los absolutos.
La
educación debe desarrollar la capacidad de deliberar
con argumentos racionales. La educación tiene la misión de
formar ciudadanos en tanto que el concepto de "ciudadanos", solo
se da en la democracia. Hay que preparar a los individuos para la
ciudadanía que es también el ejercicio del gobierno. Nadie
puede ejercer la función de gobernar si no ha recibido una
formación adecuada. En la democracia todos somos
políticos, somos a la vez gobernantes y gobernados. La
formación de ciudadanos son las personas capaces de
"participar" y no solamente de "pertenecer". La madures ciudadana
no implica el abandono de sus pertenencias pero si el desarrollo
de las formas de participación. En la democracia cada
ciudadano debe ser educado con total libertad. No se debe educar
a nadie para ser súbdito. Se debe preparar a los
individuos para ser dirigentes. De lo contrario se
educaría para obedecer.78
En conclusión, las manifestaciones de la cultura se hacen
posibles mediante un espíritu de tolerancia y un
espíritu de tolerancia se hace posible mediante la
cultura; esto es, el hombre adquiere un espíritu de
tolerancia por el conocimiento y la formación que
proporciona la cultura, como la cultura se hace posible por el
espíritu de tolerancia que impera en la sociedad.
Allí se da una simbiosis, que quiere decir que entre
más alto sea el nivel de la cultura de una sociedad,
más alto será el nivel de espíritu
tolerante, como entre más alto sea el espíritu de
tolerancia, más alto será el nivel de la cultura
porque estar inmersos en la cultura define una postura
ética, una visión de respeto por las diferencias,
un reconocimiento del otro.
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Autor:
Antonio Acevedo Linares
Bucaramanga Colombia
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