La tolerancia como presupuesto fundamental para la construcción de una cultura de la democracia en América Latina
Indice
1.
Introducción
2. La Tolerancia
3. El reconocimiento de la
diferencia
4.
Conclusiones
5.
Bibliografía
Un hombre que
cultiva su jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya
música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café
del sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una
forma.
El tipógrafo que compone bien esta página, que tal
vez no le agrada.
Una mujer y un
hombre que
leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya
Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el
mundo.
Jorge Luis
Borges. Los Justos.
Nota de aceptación
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Presidente del Jurado
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Jurado
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Jurado
Santa fe de Bogota 13 de diciembre de 2001
En este trabajo se intenta fundamentar desde la perspectiva de
una filosofía política, como
objetivo
general, la tolerancia como
presupuesto
fundamental para la construcción de una cultura de la
democracia en
el ámbito de la sociedad
latinoamericana sobre la base de una fundamentación
filosófica que reflexione en torno al
reconocimiento del otro, el respeto por la
diferencia, la pluralidad, el multiculturalismo y la ética,
como elementos fundamentales de la tolerancia para fundar una
sociedad
madura, donde la democracia sea parte de la cultura, como quiera
que son los principios
esenciales de la sociedad contemporánea para la
coexistencia pacífica. La importancia que tiene la
formulación de este proyecto dentro
de una óptica
latinoamericana radica en la necesidad de construir una verdadera
cultura de la democracia sustentada sobre la base de la
tolerancia que los pueblos latinoamericanos deben tener para una
mayor integración latinoamericana y
construcción de una identidad en
la diversidad de sus diferentes culturas en tanto que América
Latina es un continente que ha carecido de auténticas
democracias.
La tolerancia no es posible hoy sin un reconocimiento y un
respeto por el
otro y en esa dirección se hace necesario construir una
cultura de la tolerancia, como objetivo
específico, y del reconocimiento en el ejercicio de la
política,
la religión o
la sexualidad. La
posibilidad de comprender a otros, implica mi autorreconocimiento
aunque, comprender a otros no significa tener que estar de
acuerdo con ellos..
El hombre se
distingue de lo vegetativo y lo animal por un ser un ente de
razón, capaz de comprender a la naturaleza.
El hombre es
hombre precisamente por poseer, a diferencia de otros animales, la
razón. La tolerancia tiene su origen en la razón,
en el logos, como lo entendían los griegos, como
razón y como palabra, esto es, como capacidad para
comprender y para hacerse comprender. La razón o logos, en
este doble sentido, como fuente de toda tolerancia y la
tolerancia como única posibilidad de convivencia.. La
tolerancia, es la sofrosine para los griegos, es decir,
temperancia que significa templanza, moderación; y la
intolerancia es la hibris que es intemperancia que significa
inmoderado, falta de templanza. La intolerancia ha convertido a
otros hombres, otros pueblos y otras culturas en seres
inferiores, ha negado la posibilidad de pensar distinto, de tener
otras opciones de vida, de fundar la vida a partir del respeto
por la diferencia. La intolerancia llevada a los más
lejanos rincones del universo.
¿Para qué? Sólo para tratar de demostrar lo
de siempre, que unos hombres son más hombres que otros,
que unos pueblos tienen más derecho que otros, que
sólo existe una razón, una justicia, una
libertad y un
orden: la del más irracional, la del más injusto,
intolerante y brutal.
Los niveles sociales de la intolerancia son tan estrechos y
cortos de dimensión humana que sólo se ven las
cosas desde una sola perspectiva inmóvil, fija y
obsesiva.
La intolerancia es la neurosis de
nuestro tiempo. El hombre
se niega a reconocer al otro en su misma dimensión humana
como un ser poseedor de razón. La intolerancia ha generado
las más absurdas guerras,
catástrofes y las más grandes atrocidades en nombre
de la libertad y de
la razón. Reconocernos en la diferencia y la pluralidad es
reconocernos en la cultura, en una cultura de la tolerancia.
Ahora bien, el reconocimiento de la diferencia, como objetivo
específico, será analizado desde la perspectiva en
la articulación entre Vattimo y Hegel entorno a
la lucha por el reconocimiento de las minorías. Haciendo
abstracción de la categoría o concepto
hegeliano " lucha por el reconocimiento", se hace referencia al
reconocimiento como base de la diferencia para legitimar la
tolerancia. Las minorías étnicas, raciales,
sexuales o culturales buscan su legitimación en la
sociedad y en esta dirección se hace necesario la
construcción de una ética de
la diferencia en donde el reconocimiento de la diferencia
esté fundado sobre el reconocimiento de la pluralidad.
Ahora bien, la sociedad postmoderna es una sociedad de la
diversidad o la pluralidad cultural en donde las minorías
encuentran, dentro de la perspectiva de Vattimo, una "toma de la
palabra", en una lucha por el reconocimiento como proyecto
político por su realización humana. Los medios de
comunicación juegan un papel
determinante en la " liberación de las diferencias " que
han generado en la sociedad postmoderna el surgimiento de
múltiples subculturas como resultado de la
proliferación de la
comunicación. La perspectiva hegeliana, analizada por
Fukuyama, fundamenta la historia sobre la base de la
lucha por el reconocimiento o thymos en tanto que el hombre
quiere que se le reconozca como ser humano en razón de que
es un individuo que tiene " valor " y "
dignidad ", que hace que los hombres arriesguen su vida en una
lucha por alcanzar el prestigio. El hombre no sólo desea
que se le reconozca como hombre, sino que además sea
reconocido por otros hombres, porque el hombre posee una facultad
que le es inherente a su condición humana como es su
capacidad de arriesgar su propia vida.
El hombre arriesga su vida porque quiere ser reconocido
por los otros hombres, generando así un violento combate a
muerte por
alcanzar el prestigio. Al arriesgar su vida el hombre se prueba a
sí mismo que es capaz de vencer su instinto más
humano y natural como es el de conservar la vida. La lucha por el
reconocimiento lleva al hombre a entablar un combate por el
prestigio y ser reconocido como un ser auténticamente
humano con capacidad de arriesgar su propia vida y definirse como
un hombre humanamente con dignidad. El hombre busca su
reconocimiento sobre la base del respeto porque se sabe poseedor
de valor y tiene
una dignidad en la que descansa su condición humana. La
lucha por el reconocimiento es entonces, el primer acto humano
que el hombre realiza por la búsqueda de libertad y
realización humana, transcendiendo su estado animal
en tanto humano para recobrase a sí mismo en su propia
condición de hombre. El hombre convertido como un ser
"para sí" que se ha apropiado de sí mismo para
realizar su condición humana con dignidad y respeto sobre
la base del reconocimiento que como instinto natural determina su
accionar humano. Fukuyama teoriza con Hegel que la
voluntad del hombre que tiene para arriesgar su vida por el
sólo prestigio es lo que hace al hombre más hombre
y más humano sobre la que descansa la esencia de la
libertad humana. En Hegel, el primer hombre desea ser reconocido
por el otro en su condición humana de libertad y respeto.
En Locke, el primer hombre acepta la sociedad civil
con el propósito de proteger sus bienes y
propiedades que detentan su estado de
naturaleza con
el objeto de acrecentar sin restricciones otros bienes y
propiedades. En Hobbes , el
primer hombre en estado de naturaleza lucha por el reconocimiento
pero su deseo de reconocimiento es subordinado por la educación al deseo
de conservar la vida y al deseo de disponer de una vida plena de
comodidades.
El deseo de reconocimiento, piensa Fukuyama, es fundamentalmente
"la parte de la
personalidad humana más específicamente
política" en la medida que impulsa al hombre a afirmarse a
sí mismo en la " isothymia ", que es el deseo de ser
reconocido como igual a los demás.
Los hombres necesitan ser reconocidos y valorados en su dignidad
porque es un deseo humano innato que está en
relación con la valoración que el hombre tiene de
sí mismo y de la valoración que los demás
tienen sobre él. Ello contribuye a la afirmación de
su propio valor como ser humano, como persona , como
ser moral y como
ser libre. El hombre adquiere capacidad de valorarse a sí
mismo y capacidad para valorar a los demás. Fukuyama va
hasta el fondo de la psicología humana
descubriendo que el thymos o deseo de reconocimiento es un deseo
humano (natural) que subyace en la naturaleza humana que hace
mover la historia .
La fuente originaria del thymos la encuentra en Platón :
el "thymos" se refiere a "espiritualidad" que significa
"ánimo" o "coraje". El hombre tiene necesidad de darle
valor a las cosas, a sí mismo, y a los demás
hombres, de darle valor a las acciones
humanas y a todas las cosas a su alrededor. El " thymos " es la "
parte del alma que da valor a los objetos " y el " deseo de
reconocimiento " es una " actividad del thymos que exige que otra
conciencia
comparta la misma valoración". El thymos hace que la
esclavitud o
la humillación de un hombre en cualquier parte, cause ira
o indignación porque no se reconoce al individuo como ser
humano.
Ahora bien, la intolerancia, afirma
Leopoldo Zea, parte de la supuesta superioridad de una raza, una
sociedad o una cultura. Enfrenta a los hombres sobre los cuales
se pretendía imponer la propia raza, sociedad o cultura y,
en esa dirección se hace una exploración
analítica, como objetivo específico, sobre
cómo históricamente los pensadores y los filósofos de la filosofía
política han abordado este concepto de
tolerancia, desde el politeísmo de la Antigüedad, el
periodo de la Reforma, la era de la
Ilustración , la Enciclopedia y el Liberalismo ,
hasta la fundamentación teórica de los pensadores y
filósofos contemporáneos que
también en América
Latina han pensado este concepto.
De otra parte, es necesario precisar que los pueblos antiguos y
las sociedades
modernas han sufrido las reacciones de la intolerancia y desde
entonces, los hombres han luchado para que la tolerancia se
convierta en el ethos de la cultura, de la cultura
latinoamericana que queremos construir. Una cultura de la
democracia debe tener una fundamentación ética en
el respeto por sus diferencias y de allí la importancia de
abordar este aspecto, como objetivo específico de este
trabajo. El concepto de ética proviene del griego ethos
que significa "modo de vivir", "costumbre" y en el contexto
histórico griego la ética significa una
concepción total del individuo y la sociedad en la virtud
y la verdad. La ética era para los griegos un principio
fundamental que determinaba la conducta social e
individual y la existencia. La existencia en la antigua Grecia
está articulada desde la ética para dar cuenta de
sí mismo, renunciar a todo dogmatismo, autoridad o
tradición, mito o
religión
en la búsqueda de la verdad apoyados en la lógica
y en la crítica y donde no hay una división entre
el pensar y el actuar y donde se dan todas las condiciones para
el ejercicio de la razón. En la sociedad
contemporánea se educa para la obediencia, para el
conocimiento y reconocimiento de la autoridad en
el orden del pensamiento ,
de la interacción social y en la política como un
ejercicio legitimador del poder y del
saber que instaura la sumisión y el reconocimiento de la
jerarquía entre los hombres como algo "natural". Esta
ética se funda sobre relaciones de poder que
limita la libertad de pensamiento .
Se requiere de una ética que se funde en la
construcción de sí mismo, de reconocimiento del
otro y de respeto a la diferencia y de reconocimiento a las
culturas regionales, la práctica de una cultura que
permita vivir en el riesgo , en la
dificultad, en la búsqueda, en la pregunta, en tanto
así damos sentido a la existencia .
Este trabajo se desarrolla apoyado en el marco de una síntesis
histórica que explica cómo este concepto de
tolerancia ha sido pensado por los filósofos de la
filosofía política en diferentes contextos y
épocas, desde los griegos hasta nuestro ámbito
latinoamericano y, en esa dirección se formula los
presupuestos
teóricos que la tolerancia política debe tener para
la construcción de una cultura de la democracia sobre la
base de la tolerancia y el reconocimiento de la diferencia que en
la sociedad latinoamericana está por construirse como
proyecto político y ético, articulado a la
visión que el pluralismo, el multiculturalismo y la
ética le dan como soporte filosófico a este
concepto de tolerancia.
La pregunta fundamental de la que se parte, desde la
filosofía política, para la formulación de
este proyecto ( y que con la
necesidad de la formulación del proyecto se responde a
ella) es de si existe una auténtica cultura de la
democracia en
América
Latina sobre el fundamento político de la tolerancia, el
reconocimiento de la diferencia y el respeto por el otro,
teniendo como referente el contexto de la realidad social
latinoamericana y, en esa dirección se formula un proyecto
político y ético a construir.
Marco Historico
La defensa de la tolerancia surgió históricamente
entre el conflicto de
una iglesia
mayoritaria y sus disidentes. En el Siglo XVI se habló por
primera vez de tolerar a los equivocados en cuestiones de fe.
El principio de tolerancia fue establecido en gran medida por el
grupo italiano
de reformistas dirigidos por Fausto Sozzini que en 1574
rechazaron la doctrina de la Trinidad y fueron los fundadores de
la corriente reformista llamada unitarismo.
Combatir. Esto significa que bajo la idea de guerra y la
idea de esfuerzo subyace la noción de tolerancia. (Claude
Sahel. La Tolerancia: Por un humanismo
herético. Ed. Cátedra. Madrid, 1993,
Pág.16).
Los vencedores de la guerra
religiosa crearon un principio ético que concedía
indultos a los " herejes " e " impuros " otorgando el "
perdón " y la " indulgencia ", formulada por este precepto
de tolerancia y en este contexto su significado histórico
radica en la ruptura del mundo religioso cristiano y la conciencia de las
múltiples creencias y doctrinas teológicas. Moro,
Erasmo, Montaigne esbozaron los primeros argumentos, pero nunca
llegaron a plantear la existencia de un derecho inherente de todo
hombre a la libertad de conciencia y religión. La
tolerancia era apenas un recurso de los príncipes para
restaurar la convivencia pública, rota por el conflicto
entre los ortodoxos y heterodoxos. La autoridad civil
debía tolerar al disidente por las mismas razones que
toleraba a las prostitutas; para evitar males mayores.
El concepto de tolerancia en los griegos
Voltaire
señalaba que los griegos y los antiguos pueblos
civilizados ninguno ponía trabas a la libertad de pensar y
que a los griegos por muy religiosos que fuesen les
parecía bien que los epicúreos negasen la
Providencia y la existencia del alma. Que todos los antiguos
pueblos civilizados tenían una religión pero que la
usaban con los hombres del mismo modo que con sus dioses, todos
reconocían un dios supremo pero le asociaban una cantidad
prodigiosa de divinidades inferiores; sólo tenían
un culto, pero permitían una multitud de sistemas
particulares.
Los romanos, continua Voltaire, no profesaban todos los cultos,
no daban a todos sanción pública pero los
permitieron todos. Los romanos se caracterizaban por su
tolerancia. El Senado y el pueblo tenían un principio que
los guiaba y era: "sólo a los dioses les corresponde
entender de las ofensas ingeridas a los dioses".
Los romanos tenían un consentimiento hacía todos
los dioses y sólo eran objetos de culto los Césares
deificados. Cicerón llegó a dudar acerca de todo.
Lucrecio lo negó todo y no se le hizo ningún
reproche, dice Voltaire que la tolerancia llegó tan lejos
que Plinio el naturalista empieza su libro negando
la existencia de Dios diciendo que hay uno, que es el sol.
Cicerón llegó a negar la existencia del infierno,
igual que Juvenal y Séneca decía que no hay nada
después de la muerte y
ante todas estas afirmaciones nunca hubo la menor protesta.
Jesucristo, escribió Voltaire en su Tratado sobre la
Tolerancia, nunca tuvo ningún acto de intolerancia; sus
actos predicaban la dulzura, la paciencia y la indulgencia:
allí están el Samaritano caritativo, el
perdón a la pecadora, los invitados de Caná, la no
– indignación contra Judas, etc. Y su muerte
humanamente, dice Voltaire, tiene mucha relación con
la muerte de
Sócrates
que muere a causa del odio de los sofistas, los sacerdotes y los
principales del pueblo. Sócrates
pudo evitar su muerte y no quiso, Jesucristo se ofreció de
manera voluntaria. Ambos aceptan estoicamente el sacrificio.
Sócrates llegó a perdonar a sus acusadores y jueces
y Jesucristo pidió a su Padre que perdonara a sus
enemigos. Sin embargo, haya que señalar que los griegos
consideraban a los extranjeros como "bárbaros" y en ese
sentido Aristóteles decía que los
bárbaros eran "esclavos naturales". El proceso contra
Sócrates por haber introducido nuevos dioses en lugar de
los dioses oficiales de la polis son elementos que señalan
que en el politeísmo de la antigüedad hubo crisis. La
sociedad ateniense se reivindica después de la muerte de
Sócrates al condenar a muerte a su principal acusador,
Melito, y los demás jueces y acusadores fueron condenados
al destierro. A Sócrates se le erige un templo.
En el juicio se le acusa de introducir en la ciudad nuevos
dáimones y él hace el esfuerzo por probar su
existencia. El juicio contra Sócrates fue como un
verdadero palo de ciego que el pueblo de Atenas descargó
en un momento de atroz nerviosismo. El era el representante de
las viejas generaciones educado en una época en que la
democracia no se había generado, ni la nueva cultura
había llegado a Atenas y, la vida del pueblo no se
había modernizado aún. El pueblo ateniense se
había endurecido y carecía de la reflexibilidad que
hubiera tenido en una época más creadora y, a
ciegas dirigió la protesta contra Sócrates; la
protesta se levantaba contra las ideas, a las que se le echaba,
en los malos tiempos, la culpa de todo. El pueblo ateniense
había pasado una época de revoluciones sangrientas,
cambios constitucionales y las nuevas ideas se habían
convertido en instrumento de rapiña y sangre y se
practicaba la soberanía del más fuerte.
La acusación de corrupción
de la juventud no
consistía en Sócrates en hacerlos viciosos sino en
elevarlos a extrañas perfecciones en el cultivo de la
inteligencia,
en la supresión de la espontaneidad, en entregarse a la
razón. La acusación lo presentaba como contradictor
y antagonista. En el juicio contra Sócrates se pone en
evidencia el carácter
de intolerancia del pueblo ateniense, quizás como
consecuencia de lo arriba señalado.
Protágoras sufrirá también la intolerancia
de la sociedad que le toca vivir. Sus libros fueron
condenados a la hoguera en el Ágora. A Anaxágoras
lo expulsaron por haber afirmado que el sol no era
más que una piedra ardiente.
El concepto de tolerancia en el período de la Reforma, la
era de Ilustración, la Enciclopedia y el Liberalismo.
La Reforma fue un movimiento
promovido por Martín Lutero y J. Calvino principalmente, a
favor de la renovación de la iglesia que
desembocó en la libertad religiosa al crearse nuevas
iglesias independientes del papado. La critica histórica
contra la iglesia se había iniciado durante el renacimiento
que abogaban por una divulgación de la Biblia y de los
escritos de los padres de la iglesia, gracias a la
invención de la imprenta. Este movimiento fue
apoyado por los círculos de la nobleza, de la
burguesía, por los humanistas y el clero secular y
monástico.
El movimiento se enfrenta a grandes dificultades, como los
levantamientos de los campesinos y los anabaptistas y un sector
de los humanistas. Se concedió la libertad religiosa a los
protestantes para conservar la paz religiosa de Nurember(1532).
Hacia 1561 la mayor parte de Alemania era
protestante. La iglesia católica reconquista, sin embargo,
algunos territorios, que es el periodo que se conoce como la
Contrarreforma..
Ahora bien, Voltaire afirma lo absurdo de ser intolerante en
tanto que los jesuitas debieron ser tolerados bajo la
condición de renunciar a sus métodos de
propaganda,
proscritos en Francia en
1762. y en el año 313 el emperador Constantino
concedió la tolerancia oficial al cristianismo y
su religión fue declarada como la religión oficial
del Estado, excluyendo a las demás religiones, se constituyeron
así en dos poderes, uno material y otro espiritual que
fueron el poder el Estado y el
poder de la Iglesia, originándose de esta manera la
consolidación del poder de la Iglesia y gestándose
formas de intolerancia. Una vez que estaban en el poder se
transformarían en perseguidores de los "herejes" como los
arrianos y los donatistas.
La doctrina dogmática de la religión cristiana
traería como consecuencia una lucha encarnizada por
defender "la pureza de la doctrina" y mantener la estructura
jerárquica, legitimando su dominio de la
sociedad medieval. San
Agustín condenó a los herejes y creyó
legítimo emplear medidas de fuerza contra
ellos porque consideraba la herejía como un alejamiento
del dogma y un desorden del alma que podría llevar al
hombre a la condenación eterna.
Tomás de Aquino compara la autoridad del Papa y la
autoridad real con el dominio del alma
sobre el cuerpo. La meta suprema y
el sentido de la vida del hombre es su salvación y para
ello están la Iglesia y su pastor supremo. Consideraba que
el persistir
en su propia opinión sin aceptar razones contra ella,
sólo expresa dureza y rigidez.
La tolerancia en los siglos XVI y XVII adquiere un sentido
más amplio en el orden teológico, en el orden
político y en el orden social. La inquisición hizo
de la hoguera el fuego que purificaba a los herejes. El
fundamento teórico de esta intolerancia religiosa fue la
de determinar que una institución y sus funcionarios y
sacerdotes señalarían para el hombre cuál
era la meta suprema
de la existencia y señalaba el camino que
conduciría a esa meta para la salvación del alma.
La cacería de "brujas" y las Cruzadas se llevaría a
cabo desde finales del siglo XI hasta finales del siglo XII. En
la Alta Edad Media del
periodo 1430 y 1540 adquirirían un carácter
sistemático los procesos y
persecuciones y entre 1590 y 1630 después de la Reforma,
alcanzaría su máximo nivel. Al quemar el cuerpo de
un hereje se podía salvar su alma inmortal.
Erasmo de Rotterdam (1466-1536) fue un precursor de la modernidad y del
principio de la tolerancia. En su Elogio de la locura (1511) hace
una dura crítica contra la decadencia de las costumbres de
su época, la superstición y la iglesia.
Crítica los abusos de la iglesia oficial, la intolerancia
y las persecuciones. Su Elogio de la locura es un texto
precursor de un moralismo laico en tanto se anticipa a la Reforma
y proyecta elementos de la primera etapa de la conciencia
burguesa en los tiempos modernos. Con H. Kamen, afirma Jaramillo
Vélez, que la sustitución del dogma por el
moralismo fue lo que preparó el camino de la
tolerancia.
Ahora bien, Pierre Bayle (1647 – 1706) será el primer
pensador de la edad moderna
que adelantándose a su época promulgará la
tolerancia religiosa del Estado, la libertad de conciencia y la
tolerancia también a los ateos entre las personas que
debían ser respetadas por las autoridades. Consideraba
este pensador que la intervención de las autoridades en
las contiendas religiosas no tenían legitimidad y que la
blasfemia no podía ser delito y que la
fe religiosa no puede soportar la coacción en tanto que no
existe un criterio objetivo para examinar las convicciones
subjetivas sobre la evidencia que es una cualidad relativa.
Sólo la conciencia individual puede ser instancia para
determinar si un convencimiento es o no verdadero. La conciencia
individual es la única instancia normativa legítima
y allí radica un principio de tolerancia. Bayle como J.
Locke no aplica la tolerancia a favor de los católicos que
no toleran otras creencias. Según su tesis, el
intolerante no puede esperar tolerancia de los demás.
En John Locke
(1632 – 1704) la tolerancia es uno de los deberes del Estado. En
su Carta sobre la
Tolerancia (1689) argumenta la tolerancia estatal en materia
religiosa.
El estado,
afirma Locke, debe ser tolerante con las convicciones religiosas
de sus ciudadanos "porque a él no le corresponde la cura
de las almas y ni las torturas o confiscaciones puede contribuir
a que el hombre cambie en su interior". Una cura caritativa que
consiste en llamar a la razón no puede ser negada a nadie.
Nadie puede ser molestado por ser o no cristiano. Locke se
refiere a la cura autoritaria que consiste en emitir leyes y en
hacerlas cumplir. La tolerancia obliga a que ninguna iglesia
está obligada a mantener en su seno a una persona que viola
leyes de su
sociedad, a que ningún hombre puede atentar o disminuir
los derechos civiles
de otro por el hecho de que este se declare ajeno a la
religión y rito de aquel, y nadie puede ser obligado
contra su voluntad a ser sano y rico. Locke no otorga al Estado
ningún derecho sobre la propiedad del
individuo justificada por el derecho
natural, originándose allí los principios del
individualismo pero otorga la propiedad
sobre la fe religiosa.
En Locke el concepto de tolerancia se amplía la esfera de
lo político y lo individual. La concepción de
tolerancia formulada por Locke contribuye a la evolución constitucional de Inglaterra y
sólo hasta 1771 se admite a los disidentes para cursar sus
estudios en Oxford y Cambribge y en 1827 acceden a los cargos en
la
administración estatal.
Locke señala en su Carta sobre la
Tolerancia que la tolerancia es el rasgo más característico de la verdadera Iglesia y
que el objetivo de la verdadera religión no ha existido
para el lujo, el señorío de los prelados o la
fuerza
compulsiva, sino para asentar una vida guiada por la rectitud y
la caridad.
Cree necesario separar la Iglesia y el Estado por cuanto se debe
establecer la diferencia que existe entre los asuntos civiles y
religiosos. En Locke prima la vocación y la voluntad
moral porque
afirmaba que quien careciera de caridad, humildad y buena
voluntad estaría muy lejos de ser un cristiano
auténtico. En su pensamiento converge la piedad
evangélica y el racionalismo.
Señalaba que tolerar a aquellos que difieren de los
demás en asuntos de religión es asunto que
concuerda con el Evangelio y con la razón y extraña
que ciertos hombres cieguen ante esta luz.
Los asuntos del gobierno civil y
de la religión deberían limitarse uno de otro.
Locke consideraba al Estado como una sociedad de hombres
constituida para preservar sus propios intereses de orden civil:
la vida, la libertad, la salud, el descanso del
cuerpo y la posesión de las cosas como dinero,
tierra, casas,
etc. Señala su convicción de respeto por las
creencias y decisiones del individuo, siempre y cuando no
perjudiquen a los demás y señala que en
ningún lugar del Nuevo Testamento dice que la Iglesia debe
obligar por "la fuerza, a hierro y
fuego".
En su Ensayo sobre
la Tolerancia, Locke analiza las acciones y las
opiniones de los individuos y propugna por una tolerancia
ilimitada, limitada y por excluir toda clase de tolerancia. Los
papistas deberían quedar excluidos del beneficio de la
tolerancia por cuanto se consideran obligados a negar la
tolerancia de los demás y defienden una tolerancia
limitada por la exigencia de no debilitar el Estado ni causar
daños a la comunidad. En su
"Carta sobre la Tolerancia" afirma que los que niegan a Dios no
pueden ser tolerados de ningún modo. Locke escribió
dos textos sobre la tolerancia: Carta sobre la Tolerancia y
Ensayo sobre
la Tolerancia (1667); que aunque publicados anónimamente
el primero e inédito el segundo son documentos
importantes a favor de la libertad de conciencia.
Con Baruch de Spinoza y su obra Tratado
Teológico-político (1670) la tolerancia religiosa
avanza en Europa. Spinoza
fundamenta en su obra el derecho de las autoridades en asuntos
religiosos y de la necesidad de la tolerancia, y plantea que la
finalidad del Estado es de hecho, la libertad. Esa libertad era
necesaria en Spinoza porque ella era indispensable para el
progreso de la ciencia y
el arte. En su
defensa de la libertad de
expresión Spinoza argumentará que " cada cual
tiene la libertad de pensar lo que quiera y de decir lo que
piense ".
En su obra Espíritu de las Leyes (1748) Montesquieu
también se ocupa de la tolerancia religiosa. Allí
expresa el carácter político de la tolerancia.
Afirma que cuando las leyes de un país consideran
necesario tolerar varias religiones, deben
también obligar a éstas a una recíproca
tolerancia, porque la religión oprimida cuando sale de
esta situación se confiere en opresora como una
tiranía.
Voltaire (1694 – 1778) escribe con ocasión de la
muerte de Jean Calas (1762) su Tratado sobre la Tolerancia
(1763). Jean Calas era un hombre de 78 años de edad que
ejercía la profesión de comerciante en Tolosa desde
hacia más de cuarenta años y era considerado un
buen padre. Era protestante. Voltaire en su Tratado sobre la
Tolerancia nos cuenta el suplicio de la vida de Jean Calas donde
señala que todas las cofradías merecen respeto.
Escribe Voltaire que los japoneses ( siglo XI) eran los
más tolerantes de todos los hombres: doce religiones
pacíficas estaban establecidas en su imperio pero al
llegar los jesuitas se desató una guerra civil porque no
querían tolerar a ninguna otra. Esto da pie a Voltaire
para señalar que no se debe predicar ni ejercer la
intolerancia. La intolerancia ha cubierto la tierra de
matanzas y son la vergüenza de los pueblos que no conocen la
tolerancia. Los abusos de la intolerancia son descritos por
Voltaire en su Tratado, la crueldad, la injusticia, etc. Afirma
además, que para que un gobierno no tenga
derecho a castigar los errores de los hombres, es necesario que
esos errores no sean crímenes, y sólo son
crímenes cuando perturban la sociedad y perturban la
sociedad si inspiran fanatismo. Los hombres deben empezar por no
ser fanáticos para merecer la tolerancia.
Voltaire aboga por una tolerancia universal en donde los
cristianos deben tolerarse unos a otros, y en la
ilustración y en el saber ve la cura para la estupidez
humana.
En 1675 se publica la Enciclopedia donde se compendia todos los
conocimientos de la época del periodo de la Ilustración consagrando un capítulo
a la tolerancia. La intolerancia, se afirma en la Enciclopedia,
conduce a una "guerra de opinión" y en ese sentido la
tolerancia es un simple dictado de la prudencia porque con la
prohibición y la duda sistemática los errores se
eternizan y se evita el progreso de los conocimientos.
Allí se concluye que el fanatismo es el origen de la
intolerancia y su consecuencia, porque las fuentes del
fanatismo son los dogmas irracionales, la moral
cruel, el uso de los castigos difamatorios y la
persecución. Allí también se consigna sobre
el "fanatismo patriótico" en cuanto que sus contenidos son
demagógicos. Los enciclopedistas llamaron a la
intolerancia, esa vesánica perturbación del
ánimo, "pasión feroz" (Córdoba
Triviño, 1995). En los siglos XVII y XIX y XX las
Constituciones aseguran institucionalmente la tolerancia. El
Estado Social de Derecho reacciona contra las formas represivas y
amplia el espacio para la tolerancia. Se declaran nuevos derechos sin discriminación de raza, origen,
nacionalidad, idioma, sexo,
orientación sexual, minusvalía, posición
social, edad, convicciones religiosas, ideológicas o
políticas. En 1789 se establecen la
declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en
la que se declara la igualdad y la
libertad de los hombres en sus derechos. La Revolución
Francesa genera profundos cambios políticos y
culturales que hace que la tolerancia se transforme de precepto
moral a norma jurídica con el reconocimiento de los
derechos inalienables de los individuos. De las controversias de
índole religiosa se traslada a las controversias de
índole político. El concepto de tolerancia se
amplía del ámbito teológico al ámbito
civil. El estado liberal se fundamentó en este principio
para sentar las bases jurídicas, políticas
y económicas de sus estructuras
promoviendo el estado de derecho
fundado en el respeto y la garantía jurídica de los
derechos de libertad. La tolerancia resultó ser una
expresión ética del derecho que transformó
el antiguo esquema de principio y valores en
otro esquema normativo que garantiza constitucionalmente el valor
de la opinión de los individuos. En la Ilustración,
el concepto de tolerancia basado en una ciudadanía
universal no tuvo mayor auge ante el nacionalismo y
el chauvinismo del siglo XIX. La falta de una identidad
nacional llevó al menosprecio de las demás
naciones extranjeras como el antisemitismo. Los judíos
eran la minoría que pertenecía a la religión
cristiana. Alrededor de esta minoría se crearon muchos
mitos que
contribuyeron a generar odios contra ella y la tradición
cristiana contribuyó a incrementar los prejuicios en su
contra.
En su obra Acerca de la Libertad (1858) J.S. Mill, representante
del pensamiento clásico liberal y social inglés,
avizoraba el peligro de un poder gubernamental represivo y la
amenaza de una "tiranía de la mayoría" como la
"opinión
pública ". Había que defender a la sociedad
contra la inclinación a imponer sus propias ideas y
costumbres a los indóciles. Mill está a favor de
una tolerante reserva de la opinión
pública frente a las diferentes opiniones conceptos y
convicciones de los individuos y los grupos. La
sociedad sólo puede intervenir en la esfera de lo
individual si su fin es "evitar daños a terceros ". Aboga
por el derecho a seguir las propias inclinaciones siempre y
cuando no perjudique a los otros y por el derecho de
reunión. La tesis de Mill
es que la opinión pública tiende a ser a veces muy
intolerante sobre todo cuando no se informa y educa. La
tolerancia en Mill es la libertad del individuo frente a las
coacciones, el hombre debe poder moverse libremente con libertad
y sin interferencias por parte de la sociedad.
Mill J:S. escribe su ensayo sobre la libertad dónde su
objeto no es el libre albedrío sino la libertad social o
civil, la naturaleza y limites del poder que puede ser ejercido
legítimamente por la sociedad sobre el individuo.
Señala Mill que es necesario limitar el poder del gobierno
sobre los individuos, incluso cuándo los gobernantes son
responsables ante la comunidad. Se
requiere de una protección contra la tiranía de las
opiniones y pasiones dominantes, contra la tendencia de la
sociedad a imponer como reglas de conducta sus
ideas y costumbres a los que difieren de ellas, contra su
tendencia a obstruir el desarrollo e
impedir la formación de individualidades diferentes..
Afirma que la intolerancia es tan natural en la especie humana,
en todo aquello que le afecta en verdad, que la libertad
religiosa
no se ha realizado en ninguna parte, excepto allí
dónde existe la indiferencia religiosa. La esfera propia
de la libertad humana
comprende el dominio interno de la conciencia, la libertad de
pensar y sentir, la libertad absoluta de opiniones y de
sentimientos, sobre cualquier asunto practico, especulativo,
científico, moral, o teológico.
El principio de la libertad humana requiere la libertad de gustos
y de inclinaciones, la libertad de organizar nuestra propia vida
siguiendo nuestro modo de ser. No se puede llamar libre a una
sociedad, cualquiera sea la forma de gobierno, si estas
libertades no son respetadas. El reconocimiento de éstas
libertades en J.S. Mill es el reconocimiento del valor de la
tolerancia y el respeto por el otro, que al reconocer su valor
debe existir completa libertad de procesar y discutir, como
materia de
convicción ética.
En su Teoría
de la Justicia
(1971) John Rawls plantea su formulación teórica
sobre la tolerancia. Se pregunta ¿Una secta intolerante
tiene derecho a quejarse cuando no se la tolera? Su respuesta es
que la secta intolerante no tiene derecho a quejarse cuando no se
la tolera. Si una persona se queja porque violan sus derechos
esto se limita a la "violación de principios que ella
misma reconoce". Rawls reconoce la legitimidad de la defensa de
esta intolerancia. Una secta intolerante no puede quejarse si no
se le tolera, pero ello no legitima que los tolerantes agrupados
en sectas o iglesias tengan derecho a oprimir a los
intolerantes.
Una tolerancia hacia los intolerantes fomenta entre los
ciudadanos intolerantes, al vivir entre actos y actitudes de
tolerancia, principios de reconocimiento de la libertad de
conciencia, argumenta Rawls, aunque esto tiene sus riesgos porque
puede ocurrir lo contrario y estos grupos no pueden
convertirse a la libertad y sólo en casos extremos hay que
limitar la libertad de los intolerantes.
El tema de la tolerancia religiosa, escribe Rorty , es recurrente
en los escritos de Rawls y cuándo da ejemplos del tipo
de
opiniones que una teoría
de la justicia debe tomar en cuenta y sistematizar, cita con
convicción de que la intolerancia es injusta.
Rorty señala que el argumento de Rawls contra el fanatismo
no consiste en suponer que éste pone en peligro la verdad
sobre las características de un orden
metafísico y moral antecedente al amenazar a la libre
discusión, sino simplemente que es una amenaza contra la
libertad y con ello, pone en peligro a la justicia.
Señala Rorty que Rawls quiere las teorías
acerca de la naturaleza humana y sus fines se separen de la
política, quiere que su concepción de la justicia
"evite supuestos acerca de la esencia e identidad de
las personas". Rawls quiere relegar las preguntas sobre el fin de
la existencia humana o el sentido de la vida, a la vida
privada.
En una democracia liberal no solamente las opiniones acerca de
esas cuestiones estarían libre de cohersión legal,
sino que se tendería a separar las discusiones acerca de
dichos temas de las discusiones sobre políticas sociales.
Se emplearía la fuerza contra la conciencia individual en
la medida en que la conciencia llevara a los individuos a actuar
en forma que amenazara a las instituciones
democráticas.
Rorty señala que la tolerancia no tiene que ir tan lejos
que nos veamos obligados a aceptar el vocabulario que nuestro
interlocutor desea usar y tomar en serio cualquier tópico
que éste quiera someter a discusión. Esto va de la
mano con el rechazar la idea de que existe un vocabulario moral
único y un conjunto de creencias morales apropiados para
cualquier ser humano, en cualquier comunidad o lugar .
El rehusar discutir acerca de lo que los seres humanos
deberían ser parece indicar desprecio por el
espíritu de tolerancia que
es esencial en la democracia. Pero no resulta claro como el
sostener que los seres humanos deberían ser liberales en
vez de
fanáticos no nos conduce de nuevo a una teoría
filosófica de la naturaleza humana. En su Teoría de
la Justicia, Rawls considera que entre las libertades
básicas está la libertad política, el
derecho de expresión y reunión, la libertad de
pensamiento y de conciencia. La formulación de estos
principios señala que cada persona ha de tener un derecho
igual al esquema más extenso de libertades básicas
iguales que sea compatible con un esquema semejante de libertades
para los demás.
La tolerancia política como presupuesto para la
democracia.
En la relación entre tolerancia política y sociedad
hay algunos tópicos a explorar. En una democracia
pluralista una sociedad no puede coexistir sin una tolerancia
entre los partidos dominantes y las minorías. Trutz
Rendtorff define la tolerancia política como la
expresión de responsabilidad en lo referente a la
autonomía del ciudadano con respecto a la mayoría y
las minorías en una democracia. Para Rendtorff la
tolerancia es un criterio ético que determina la capacidad
de tradición política de la sociedad. En una
sociedad donde no se practique la tolerancia política las
minorías de verán obligadas a pasar a la
clandestinidad política, pero igualmente las
minorías deben respetar las decisiones de la
mayoría en tanto se mantengan dentro de la legitimidad
constitucional. La tolerancia es la facultad de comprender
mediada por el respeto por el otro y reconocimiento de las
minorías, ese es el presupuesto fundamental que legitima
la democracia.
En la teoría crítica contemporánea, Herbert
Marcuse señalaba que la tolerancia sólo
servía para mantener el status quo de la desigualdad pero
reconocía con todo la tolerancia democrática como
más humana que la tolerancia institucionalizada. Marcuse
hace una crítica de la "tolerancia pura", esto es, una
tolerancia en abstracto que se convierte en instrumento de
esclavitud
cuando se da en una sociedad represiva.
Universalizar la tolerancia implica la libertad de pensar y sin
estas condiciones, en una democracia, traería como
consecuencia la opresión y la tiranía. Marcuse
elaboró la noción de "tolerancia represiva" que
significa que en la sociedad capitalista industrial se manifiesta
idealmente el concepto de tolerancia pero en lugar de servir para
la liberación de un grupo de
individuos explotados sirve para adormecer los impulsos de
liberación.
La tolerancia tiene la función de
reprimir estos impulsos y en ese sentido es represiva. Sigmund Freud
reconoce en la intolerancia a la "expresión de un
narcisismo que aspira a autoafirmarse" y a una imagen de la
agresividad instintiva del hombre. La psicosis que
Freud
señala de estas manifestaciones de intolerancia son el
resultado de la neurosis de la
sociedad moderna y su cura estará en una educación a
través del psicoanálisis para acceder a la tolerancia.
Freud
señala como las grandes religiones monoteístas
trajeron como consecuencia el reforzamiento de la intolerancia.
La creencia de un dios único trajo la intolerancia que
había sido ajena en la Antigüedad, afirma Freud. en
tanto que no se permitían otros dioses ni ritos que no
fueran los del dios único.
Gadamer en su Elogio de la Teoría (1993) ha escrito que la
tolerancia es la más infrecuente de todas las virtudes y
ve en ella no un signo de debilidad sino de fortaleza y significa
el reconocimiento de iguales derechos del que piensa distinto. La
condición de la tolerancia religiosa es que permanezca
inalterado el orden de dominio y la cristiandad de la
sociedad.
El filósofo español
Fernando Savater es su obra Política para Amador( 1992)
afirma que vivir en una democracia quiere decir convivir con
costumbres y comportamientos que uno desaprueba. Desde la esfera
cultural y social, la unanimidad, la limpieza étnica, el
horror al mestizaje y al contagio de modos y modas, etc. son
formas de barbarie estéril. En una democracia se dan
numerosas realidades plurales y hay contenidos unos principios
irrevocables: el respeto a las minorías, a la
autonomía personal, a la
dignidad y a la existencia individual y sobre esa unidad
básica de las leyes se configura la pluralidad de las
formas de vida. Lo que debe ser respetado son las personas (y sus
derechos civiles) no sus opiniones o su fe pero esto no justifica
que quienes se sientan "heridos" en sus convicciones crean por
ello tener derecho a herir de verdad en la carne a sus
críticos. Es necesario aceptar la democracia como el marco
en que han de encuadrase las creencias y las formas de
vida.
Pluralidad, multiculturalismo y ética
La construcción social de una cultura de la democracia en
donde impere la tolerancia tiene que estar articulado a un
proyecto social donde se expresen los pluralismos y
multiculturalismos que existen en la sociedad y, en la
reformulación de una ética que no sea la de la
dominación, el consumismo, la competencia y la
acumulación.
El fortalecimiento de una cultura de la democracia se sustenta
sobre la base de respeto por la diversidad cultural que tiene la
sociedad en sus múltiples grupos
sociales o movimientos.
La cultura occidental es dogmática, beligerante y trata a
las demás como enemigas, no tolera la diferencia. Su
egocentrismo no le permite reconocer otras culturas. La paz
requiere una crítica de nuestra propia cultura y el
enriquecimiento intercultural. Para que la paz sea posible se
requiere no sólo el desarme militar sino, sobre todo, el
desarme cultural, esto es, el aceptar al otro sin discriminación sin prejuicios y sin
inhibiciones.
El pluralismo cultural como alternativa para la
construcción de una cultura de la democracia requiere
desarmarnos frente al otro. No verlo como enemigo, como amenaza,
ni siquiera como objeto de observación o conocimiento,
sino como otra fuente para la comprensión de la realidad.
Se requiere de instaurar el diálogo
para resolver las diferencias con los demás. El diálogo
supone estar en un mismo nivel de igualdad. No
se puede dialogar entre un superior y un inferior: entre quien
posee la verdad y quien está sumido en el error. El
diálogo es imposible si no se dan las condiciones de
igualdad entre quienes dialogan.
La identidad cultural latinoamericana se basa en la trietnicidad
y, por lo tanto, en la multisubculturalidad y, un encuentro para
el
conocimiento, la admiración sólo es posible
mediante el diálogo. Allí una ética de la
diferencia, esto es, el saber que somos distintos culturalmente,
no tiene por qué impedir ser parte de una sociedad. La
ética dominante tiene una identificación con la
ética religiosa, lo que condujo a la inexistencia de una
ética civil y social. Una ética civil se
abriría hacia el ámbito de lo social dónde
las prácticas sociales, en todos los ordenes,
tendrían una visión de tolerancia y respeto por el
otro.
El respeto y el reconocimiento de la diversidad cultural y
política, es un proyecto político a construir
dentro del proyecto social de fomentar una cultura de la
democracia sobre la base de la tolerancia como ejercicio de la
libertad.
Las culturas tienen una dignidad y un valor que tienen que ser
conservados y respetados. En la sociedad cada grupo social o
cultura tiene su propia concepción de cómo concebir
su existencia con sus rituales y de concebir el mundo con sus
mitologías.
En la era de la
globalización las minorías culturales
están siendo agredidas y muchas están en proceso de
extinción. La identidad cultural latinoamericana hay que
valorarla en su diversidad, en su pluralidad y en su
multiculturalismo; es a nivel axiológico donde se juega la
identidad cultural de los pueblos. Es necesario defender un
multiculturalismo abierto y dialogante. Cada cultura tiene
derecho a expresar sus propios valores "ante"
los demás, nunca "contra" los demás. Leopoldo Zea
ha señalado que la intolerancia tiene su origen en la idea
que sobre sí mismos se han formado individuos y pueblos,
pretendiendo hacer su propia y concreta peculiaridad, de su
propia y concreta humanidad, lo humano por excelencia y, a partir
de esa pretensión los hombres y pueblos se niegan a
reconocer otras expresiones culturales que no sean propias, a
rechazar toda expresión de la cultura que no sea copia de
la propia. El reconocimiento de la cultura propia comienza por el
reconocimiento de la cultura ajena sin desprecio por lo propio.La
multiculturalidad hace referencia a las múltiples
identidades existentes en América Latina. Las identidades
culturales de los pueblos y naciones latinoamericanas expresan
diversidades étnicas, religiosas, políticas y
sociales en un proceso de hibridación,
transculturización y mestizaje, que se debaten en
identidades tradicionales, modernas y postmodernas.
La cultura en la era de la globalización se encuentra en proceso de
convertirse en una cultura planetaria que hace que surjan los
nacionalismos étnicos y políticos con la necesidad
cultural y política de expresar su existencia y afirmarse
en sus raíces, crear un sentido de pertenencia con su
propia cultura pero al mismo tiempo compartir
otras culturas en sus valores y estilos.La construcción de
una cultura de la democracia debe posibilitar la
profundización de una sociedad plural y tolerante donde
las identidades se construyen con la existencia social de la
diferencia, la alteridad y la pluralidad cultural. El
multiculturalismo consiste en el reconocimiento de las
diferencias entre las culturas sobre la base del diálogo,
el respeto y la tolerancia. En la diversidad está nuestra
riqueza cultural y nuestra identidad.Una cultura de la tolerancia
debe fundarse en el reconocimiento del otro y en la medida que
haya un reconocimiento del otro hay una sensibilización
para el diálogo y la resolución de los conflictos.La
heterogeneidad cultural en América Latina está
configurada por la diversidad de identidad con sus
lógicas, mentalidades, e imaginarios colectivos propios.
La identidad cultural latinoamericana se configura en el
reconocimiento de sus pluralismos y multiculturalismos. Nuestra
identidad cultural latinoamericana es un entrecruzamiento de
culturas tanto locales como foráneas, esto es, se ha
configurado con los procesos de
globalización que recorren el mundo.La
construcción de una ética de la diferencia
fortalecerá la de una cultura de la democracia, sobre la
base de la tolerancia como presupuesto fundamental para la
construcción de una sociedad más
democrática.
El filósofo Daniel Herrera señala que el proyecto
de construcción de una sociedad democrática tiene
que fundamentarse en la cultura, que mientras ésta sea
sólo dada en la esfera de lo público o de lo
organizativo, pero no toque la cotidianidad, concretamente
la familia, la
escuela y
el trabajo se
tendrá una que otra práctica formalmente
democrática, mas no la representación
simbólica que le da sentido a la misma. La democracia
interesa, sobre todo como forma de vida y en esa perspectiva solo
puede valer como proyecto ético. Se hace necesario la
construcción de un ethos cultural democrático y
ello es responsabilidad de la sociedad civil.
Lo esencial para la construcción de una cultura
democrática no es solo la libertad de cada cuál y
la igualdad de todos ante la ley, si no la
fraternidad: el convencimiento moral de que debemos ser
solidarios y respetuosos con los demás. Más
allá de la representación política, de las
reglas que permiten la coexistencia dialéctica entre
gobierno y oposición, del marco constitucional y
jurídico en que mora una ciudadanía hay un universo de
actitudes,
creencias, tolerancias y concepciones, es decir, todo un universo
cultural. Esto constituye también la democracia. Permea
tanto la cosa publica como la privada. Es el universo de la
ciudadanía, de sus convicciones y responsabilidades, de su
civismo y su fraternidad. Sin el no hay democracia.
Por cultura de la democracia debe entenderse un modo de ser de la
sociedad (ethos) en donde en la vida cotidiana, social e
institucional, se dan prácticas culturalmente
democráticas, esto es, que la participación en las
decisiones de la orientación política y
económica de la sociedad, sean decisiones conjuntas con
los pueblos y sus culturas, que el reconocimiento y respeto por
el otro y el reconocimiento de la diferencia, sea parte de una
cultura de la democracia como un modo de ser de la sociedad que
se respeta a sí misma cuando respeta a los demás.La
democracia no es solamente un orden político
representativo, enmarcado en un conjunto de leyes que garantizan
la libertad y los derechos de los ciudadanos. Es también,
y no en menor medida, una cultura, una conciencia participativa
de que la cosa pública es de todos, de que todos somos
responsables de lo que sucede y también de la calidad de
vida en común.
El concepto de tolerancia en América Latina
En América Latina hay un pensador de la filosofía
latinoamericana, Leopoldo Zea, que piensa en torno a la
tolerancia. La tolerancia como capacidad de acoger la presencia y
la cultura del otro sin indiferencia. Afirma Zea que la
intolerancia parece propia del hombre, del género
desde que el hombre tiene conciencia de la historia, y
señala como la intolerancia originó en nuestra
época dos monstruosas guerras: la
guerra de 1914 a 1918 y la guerra de 1939 a 1945, que parecen ser
como el
preludio de una guerra que pretende ser universal, planetaria: la
guerra de las galaxias.
Denuncia Zea que en nombre de la tolerancia se hacen patentes
mayores muestras de intolerancia que ahora amenazan a
nuestro tiempo con la paradójica intolerancia de la
tolerancia. En nombre de la democracia y la justicia social se
han levantado
en nuestros días nuevos centros de poder y de dominio
totalitarios que pretenden decidir sobre la democracia adecuada
para los pueblos y, señala Zea cómo Estados Unidos se
erige en guardián, en policía del orden
supuestamente propio de la libertad y de la democracia,
decidiendo sobre la voluntad de los pueblos respecto del gobierno
que considera el más conveniente. Estados Unidos
como líder
del llamado mundo libre, trata de imponer su propio concepto de
democracia, el orden propio que considera más conveniente
a otros pueblos y para ello hace uso de la violencia, de
la mayor intolerancia; desata guerras totales como en Vietnam,
desestabiliza gobiernos legítimamente elegidos como en
Chile,
sostiene gobiernos militares, aplasta pueblos pequeños
como Granada, Afganistán etc.
En nombre de la posible tolerancia, continua Zea, se anula el
diálogo y las amenazas toman su lugar. La intolerancia se
presenta armada, policiaca, decidiendo sobre lo tolerable y lo
intolerable. En el uso que los hombres hacen de la razón
encuentra rasgos de intolerancia. La intolerancia del que sabe
usar bien la razón contra el que no sabe usarla. Afirma
que todos los hombres son iguales por ser distintos, esto es, por
ser concretos, pero no tan distintos que dejen de ser hombres. No
tan distintos que puedan ser más o menos hombres sino
simplemente hombres. A partir de este reconocimiento se
podrá aceptar al otro y su cultura sin sentir menosprecio
de lo propio, la posibilidad de una relación horizontal de
solidaridad y no
una relación vertical de dependencia. Una relación
de hombres iguales que se reconocen entre sí por su
concreción sin discriminaciones.
En el contexto nacional un representante del humanismo liberal
se destaca como un pensador que defiende la libertad y la
tolerancia. Considera que la tolerancia debe ir a la par con la
libertad. En su obra Idola Fori (Los ídolos del foro, 1910) Carlos Arturo Torres
(1867-1911) hace una crítica contra los dogmatismos o "
Idolos de la plaza "; una crítica al fanatismo y a las
supersticiones que habitan en los ciudadanos de la
república, y una defensa de la tolerancia frente a la
reacción en la esfera de la política, la
religión y la filosofía. Carlos Arturo Torres
plantea la necesidad de organizar la democracia por la libertad,
la tolerancia y la conciliación, por la justicia y el
derecho que son los pilares fundamentales sobre los que se
sostiene la civilización contemporánea. A su
teoría crítica la denominada "literatura de ideas" con la
que hace una crítica al régimen. Su estrategia
consistía en buscar el "valor ideológico" de los
problemas
sociales y en juzgar la literatura por las ideas que
expresan antes que por su valor estético. Su obra estuvo
al servicio de
las ideas y, en ese sentido puede considerarse como un anticipo
de una "historia de las ideas". Su Discurso de
Recepción en la Academia (1910) es un ejemplo de ello.
El fanatismo lo detecta en la religión como en el
ateísmo, en la superstición de la fe como en la
superstición de la ciencia en la
idolatría de la tradición como en la
idolatría de la ciencia, en
la intransigencia de lo nuevo como en la intransigencia de lo
antiguo, en el despotismo ideológico como en el despotismo
racionalista y en la incomprensión conservadora como en la
incomprensión liberal. Rechaza el carácter servil
del pensamiento y las artes que se reducen a la imitación
y en la originalidad de la filosofía, la literatura y el
arte convoca a
un intento por pensar sin imitaciones o coloniajes.
El periodismo
sirve a Carlos Arturo Torres de trinchera para luchar por la
libertad, la paz y la tolerancia en aras de consolidar la
democracia que lo convierte en un escritor y pensador con un
marcado compromiso social y político ajeno a todo
dogmatismo, pues como afirma Rubén Sierra Mejía,
partía del principio de que no hay verdades a priori y que
toda idea es corregible por más que se hubiese aproximado
a la perfección y a que temporalmente se presente con un
alto grado de irrefutabilidad.
Las críticas a las supersticiones están dirigidas
contra el pensamiento gregario que impera en las masas
obstaculizando el desarrollo de
la democracia. Los ídolos impiden la realización de
un estado de tolerancia y en consecuencia, es necesario su
destrucción para llegar al imperio de la razón
donde el hombre ya libre de fanatismo decida sobre el progreso
social de las naciones. Su postura política de tolerancia
y escéptico intelectual produce una obra que abarca entre
una reflexión del arte, la historia y la realidad cultural
y política de fin de siglo.
Estanislao Zuleta (1935 – 1990) señalaba que Kant tenía
en muy baja estima el concepto de tolerancia. A Kant el concepto
de tolerancia le parecía, afirma Zuleta, un concepto
demasiado pretencioso porque parece sugerir que la verdad la
tiene alguien que está en el poder, por ejemplo, y
simplemente tolera que otros piensen de manera diferente como si
no tuviera que aprender de ellos, ni de la discusión con
ellos. Este concepto implicaba para Kant como decir "yo sé
que tengo la razón, pero tolero las opiniones de cualquier
otro",no era para Kant un concepto adecuado para hablar de
democracia porque la democracia consiste en sentir alegría
por las diferencias entre nosotros y tener la certeza que nos va
a llevar a un conflicto y no nos va a conducir a
unanimidad alguna.
Para Estanislao Zuleta la democracia es respeto y respetar al
otro significa discutir con su punto de vista, con la premisa
implícita de que puede tener la razón, de que
ninguna mirada ve la totalidad del inmenso paisaje humano, de que
ningún proyecto es suficiente vasto para reunir y
satisfacer la variedad inabarcable de aspiraciones y necesidades.
Respeto significa tomar en serio el pensamiento del otro:
discutirlo, debatir con él sin agredirlo, sin violentarlo,
sin ofenderlo, sin intimidarlo.
Pero defender el pensamiento propio y no hacer este
pequeño pacto de respeto de nuestras diferencias, sin
discutir nada porque creemos que esto no es respeto, es contrario
al verdadero respeto, que nos exige nuestro punto de vista, sea
equivocado total o parcialmente. En esta dirección debemos
entender el concepto de respeto por la diferencia porque implica
tolerancia y pluralidad, porque como finalmente afirma Zuleta, el
respeto implica tomar en serio el pensamiento del otro, hasta el
punto de debatirlo, tratando de saber que grado de verdad tiene,
debatir no sólo desacreditando su punto de vista, al
aprovechar los errores que cometa o los malos ejemplos que
dé, para ganar la discusión no con ese estilo
parlamentario, sino debatiendo efectivamente. Eso es respeto.
La filosofía de los derechos humanos
es respeto por el otro, por su vida y por su dignidad. El derecho
fundamental es el derecho a diferir, a ser diferente. Cuando uno
no tiene más que el derecho a ser igual, todavía
eso no es un derecho. Es necesario además de derecho,
afirma Zuleta, que exista la posibilidad. Es preciso observar que
respeto no significa indiferencia, implica el debate y la
confrontación. El respeto no es un sentimiento negativo
sino positivo porque obliga a diferir, a rectificar, a
profundizar el punto de vista, porque impide tomar la
unilateralidad como un absoluto. En Estanislao Zuleta hay un
reconocimiento de la pluralidad en tanto que admitir la
pluralidad de pensamientos, opiniones, convicciones y visiones
del mundo enriquece el espíritu humano y la sociedad.
Afirma que la visión del mundo que se tiene no es segura
porque su confrontación con otras puede hacerla cambiar y
la verdad es la que surge del debate, del
conflicto. En la concepción de pluralidad ve un mayor
alcance para el desarrollo del pensamiento y señala que
debatir el pensamiento del otro con respeto es ya una vieja idea
enunciada por Platón en
la Carta
Séptima a los amigos de Dión de Siracusa en donde
afirma que en un debate seriamente llevado no hay perdedores:
quien pierde gana, sostenía un error y salió de
él: quien gana no pierde nada: sostenía su
teoría que resultó corroborada. Allí se da
una disputa muy distinta a las guerras, en la que el que pierde
nunca gana. La estrategia que
hace posible ponerse en el lugar del otro es el
diálogo.
Afirma Zuleta que en el diálogo tenemos que identificarnos
de algún modo con él para saber cómo podemos
hablarle y qué impresión le va a dar lo que le
vamos a decir. Una enseñanza en la que se sienta el
enriquecimiento y la espontaneidad es importante para el
desarrollo del nivel educativo en tanto se reconoce el valor del
reconocimiento y el respeto por el otro.
La racionalidad en la educación implica
que los discursos no
sean dogmáticos y para que no sean dogmáticos es
necesario la
demostración, porque la demostración es una gran
enseñanza, en tanto concluye Zuleta, es una
lección práctica que trata a los hombres como
iguales.
En América Latina no son muchos los pensadores y
filósofos que han abordado este concepto de tolerancia y
no porque no sea un concepto que se pueda abordar desde la
filosofía política sino porque su horizonte
teórico tiene otras líneas de investigación. En Enrique Dussel hay una
formulación de una ética para la liberación
latinoamericana aunque hay un acercamiento acerca de "oír
la voz del otro", que sólo es posible suprimiendo el
capitalismo en
América Latina.En Francisco Miró Quezada hay una
preocupación por el proyecto y despertar latinoamericano
del filosofar. En Augusto Salazar Bondy hay una
preocupación por el sentido y problema del pensamiento
filosófico latinoamericano, etc., etc.
Articular el concepto de tolerancia a la luz de un
período determinado en la historia de las ideas en
América Latina, rebasa la dimensión de este trabajo
en tanto que se carece de una producción intelectual en esa línea
de investigación y de una existencia
bibliográfica pertinente, no obstante, creemos que los
pensadores y filósofos latinoamericanos que se han
explorado aquí en torno a este tema, son representativos
por la dimensión intelectual con la que asumieron la
formulación de este problema desde una filosofía
política latinoamericana.
Francisco Romero señalaba el carácter de
proyección social que debía tener una historia de
las ideas en América Latina y Germán
Marquínez Argote afirma que la historia de las ideas
estudia no sólo las estrictamente filosóficas sino
las que tienen relación con toda clase de acontecimientos
políticos, sociales o económicos; como las
aptitudes y comportamientos colectivos, creemos por lo tanto que
la necesidad de construcción de una cultura de la
democracia tiene la proyección social en la misma
línea del problema de la identidad del hombre
latinoamericano y de la necesidad de una filosofía propia
y de liberación en América Latina, en la
dirección de una perspectiva filosófico –
social como lo ha señalado Arturo Andrés Roig en su
obra Teoría y crítica del pensamiento
latinoamericano.
Por una cultura de la tolerancia
La sociedad contemporánea debe estar fundada sobre una
cultura de la tolerancia, el pluralismo ideológico y el
respeto por la diferencia, la facultad de pensar distinto de los
demás sin tener que asesinar al otro para imponer una
idea, una causa o una razón. Una cultura de la tolerancia
nos permitirá pensar una sociedad abierta,
democrática, pluralista y participativa que realice los
sueños y la imaginación de los hombres con todas
sus potencialidades y audacias desde las diferentes perspectivas
de pensar la sociedad, la realidad, el mundo y la vida. Desde las
diferentes perspectivas de pensar la vida se hace más
humana y sensible fundar una sociedad basada en la defensa de los
derechos
humanos como un proyecto político que permita
consolidar en la sociedad la vida como el estado más
natural y necesario para fundar la posibilidad de una
utopía en la sociedad, construida desde un pluralismo
político – ideológico para el consenso como un
"nuevo discurso
filosófico de la modernidad", en
una acción orientada al entendimiento para la
creación de espacios de consenso y participación.
Un diálogo para la tolerancia implica fundar una sociedad
con capacidad de lenguaje y
diálogo para que armonice en el mundo. La relación
de los individuos en la sociedad tiene que darse sobre la base de
que el mundo no se divide en blanco y negro, la vida tiene muchos
matices y perspectivas sobre lo mismo y en donde quiera que cada
individuo se sitúe, siempre es posible pensar dentro de
una "racionalidad comunicativa" acaso no mediada por una
"acción estratégica" para la búsqueda de un
acuerdo con un mínimo de entendimiento para que la
interacción de la sociedad y los individuos tenga
sentido.
La dictadura del
pensamiento lleva a pensar la realidad y la sociedad desde una
sola perspectiva que fomenta formas autoritarias y unilaterales
que recortan los procesos de desarrollo y limitan la posibilidad
de explorar otras formas para la convivencia y la creación
de nuevos modelos para
la economía y
la política, creando la sociedad radical donde el
ejercicio del poder está fundado sobre la perspectiva del
partido o el primer ministro.
En Habermas, cultura es el acervo de saber del que los agentes,
al extenderse en la acción comunicativa sobre algo en el
mundo, se proveen de interpretaciones susceptibles de consenso y
la sociedad, como componente del mundo de la vida, a los
órdenes legítimos de donde los agentes al entablar
relaciones
interpersonales extraen una solidaridad
apoyada en pertenencia a grupos. Una cultura de la tolerancia en
la sociedad garantiza el no – surgimiento de la violencia de
la intolerancia conformada por el sicariato y los escuadrones de
la muerte, que niegan la posibilidad de pensar la vida y la
realidad desde otras perspectivas que no sean las de la defensa
de los valores
tradicionales del establecimiento que son tenidos como valores
sacrosantos y perpetuos para la existencia de su denominado
"mundo libre". Ahora bien, una cultura de la tolerancia
tendría sus propios límites en
el marco de la existencia de la sociedad que desarrolla esta
cultura de lo humano, porque en el ámbito de lo
político o en lo económico pueden surgir formas
autoritarias que no aseguran el ejercicio de la tolerancia. Las
dictaduras políticas y económicas generan
intolerancia hacia otras formas más humanas de orientar la
sociedad. Si la humanidad hubiese sido tolerante con la
maquinaria de muerte y terror que fue el Nacional – Socialismo, el
mundo se hubiese convertido en un campo de concentración y
una "raza" que se postulaba como "superior" hubiese generado los
más atroces experimentos de
laboratorio
para su creación y la socialización dentro del nuevo orden del
poder, como efectivamente se intentó realizar.
La legitimación de una cultura de la tolerancia tiene que
pasar por ese entendimiento y diálogo de los individuos
que conforman la sociedad en tanto el consenso garantice su
ejercicio y la internalización en el corazón de
la sociedad. Una sociedad sensibilizada en la cultura de la
tolerancia hará que los individuos se sitúen en la
perspectiva del otro, en la cosmovisión del "mundo de la
vida" al que pertenece la cultura y la sociedad, en una nueva
racionalidad que no vea el mundo en una sola dirección, en
tanto que mi perspectiva, situada en la perspectiva del otro y a
su vez la perspectiva del otro situada dentro de mi perspectiva,
enriquecerá nuevas perspectivas del mundo y los individuos
serán más consecuentes, porque racionalmente
habrán desarrollado la facultad de pensar por cuenta
propia, situarse en la perspectiva del otro enriquece su propia
perspectiva en los términos de los principios de una
racionalidad kantiana. La diferencia es el respeto por el otro,
por su perspectiva, saber que podemos pensar la realidad y la
sociedad desde perspectivas opuestas sin que por ello genere un
conflicto por la diferencia de nuestras perspectivas. El respeto
por la diferencia nos sitúa en el más alto grado de
desarrollo de la cultura de una sociedad y nos proporcional el
conocimiento,
la sensibilidad y la madurez intelectual necesaria para alcanzar
una mayoría de edad en el ámbito político y
filosófico en la concepción de la vida.
La descentralización de las perspectivas de
los individuos acerca de la manera de pensar la sociedad
permitirá ir en la búsqueda de la verdad como la
única posibilidad real de construir la sociedad donde la
cultura de la tolerancia, el pluralismo ideológico y el
respeto por la diferencia sean los aspectos naturales y
esenciales de la existencia de una sociedad humana y solidaria.
Un individuo capaz de lenguaje y
acción comunicativa, estructura una
personalidad
que garantiza situarlo en condiciones de participación en
procesos de entendimiento, para configurar una cultura de la
tolerancia con un individuo de conciencia crítica que
afirma su propia identidad en un proceso de interacción
con los demás individuos y con la sociedad, generando la
"reproducción cultural" que asegura una
continuidad del ejercicio del saber y la tolerancia en la vida
cotidiana, creando una "integración social" que consolida la
legitimidad e identidad de los diferentes grupos
sociales que interactúan en la sociedad como un
proceso de "socialización" de los individuos que
aseguran a otras generaciones la capacidad de una acción
comunicativa. La sociedad contemporánea tiene que educar
al hombre desde su primer estadio de desarrollo para asumir la
razón de la tolerancia y el respeto por las diferentes
perspectivas que circulan en el mundo de la cultura, sobre el
ordenamiento económico y político de una sociedad,
sobre las múltiples concepciones del mundo y la vida,
sobre la manera de asumir el deseo, la muerte o el amor. La
utopía de una sociedad de entendimiento sólo es
posible mediante la cultura. Ella será el cimiento sobre
la que se construirá la tolerancia y el pluralismo con el
respeto que las perspectivas ajenas nos merecen como una manera
de que nos respeten nuestras propias perspectivas.
Si pisoteamos las perspectivas del otro, no tenemos derecho a
exigir que se nos respete la nuestra, este principio
básico debe guiar los presupuestos
sobre los que se asuma la tolerancia. Si nuestra perspectiva es
falsa debemos tener el suficiente coraje intelectual para
abandonar y decantarla en la perspectiva del otro y en el mundo
de la cultura. El conflicto que podría generar la
confrontación de las perspectivas sólo puede ser
atenuado también mediante la cultura. La cultura es el
hombre, su manera de pensar no autoritaria sin agredir la
perspectiva ganada por el otro, es esa realización y
reconocimiento en el otro en tanto que el otro se realiza y se
reconoce en mí. La cultura es el espacio mental y
físico que permite el encuentro de las diferentes maneras
de concebir la vida; es esa facultad de acercarnos
lúcidamente a las múltiples concepciones de
conocimiento y pensamiento humano que hace afirmar al hombre su
propia identidad y afirmarse en la memoria de
los hombres porque el hombre es el único animal que sabe
que se va a morir y por ello se inventa la cultura como una
manera de aprender a morir. Cultura es todo lo que nos acerca
socialmente a la posibilidad de un encuentro para la tolerancia,
el pluralismo y la libertad. Es todo lo aprendido socialmente y
compartido por todos los hombres de la sociedad. El individuo
recibe una cultura como parte de una herencia social y
a su vez puede introducir cambios que luego forman parte de la
herencia de
las siguientes generaciones. La tolerancia tiene que ser
aprendida socialmente y compartida por el conjunto de la sociedad
como un principio fundamental de la cultura. Una inmersión
de la conciencia de los individuos en el mundo de la cultura
anulará toda forma de dogmatismo que es falsa
conciencia.
Educar para la tolerancia es educar para la libertad. Educar para
la libertad es educar para el pluralismo. Una educación para la
tolerancia es una educación para la cultura. En los
espacios construidos por la libertad es posible la cultura como
realización humana y emancipación individual y
social. La cultura es la salida del hombre de su estado de
barbarie. El ejercicio de la tolerancia permite reconocer al otro
como un igual haciendo posible el entendimiento racional con el
otro. Este reconocimiento de la alteridad a su vez permite ir en
la búsqueda de la verdad, saber que no esta la verdad en
el ámbito de mi perspectiva sino también en la
perspectiva del otro y en ese sentido es posible un
diálogo sobre la sociedad que vivimos y queremos
construir. Reconocerse en los otros es salir de mí para
afirmarme en tanto que los otros me dan plena existencia. La
subjetividad u objetividad en las interpretaciones del mundo
tiene que reconocerse en la cultura desde donde emerge las
diferentes perspectivas que hace la diferencia. La pluralidad
ideológica permitirá hacer una lectura del
mundo desde diversas perspectivas que enriquecerá el
espectro del conocimiento y el pensamiento humano y
asegurará la libertad social para poner en tela de juicio
las concepciones teóricas que no posibilitan el desarrollo
del mismo conocimiento y el de la sociedad que se fundamente en
una participación democrática, libre y
autónoma.
La utopía de una sociedad tolerante tiene que resolverse
en la distribución equitativa de sus bienes
materiales y
espirituales, porque mientras persista la desigualdad y la
contradicción de la producción social y la apropiación
privada, el conflicto que genera el no – acceso a la cultura y al
disfrute de los bienes que produce la sociedad, se
mantendrá socialmente y nunca será posible una
"acción comunicativa" sobre la base del entendimiento o el
consenso. Una solución política al conflicto tiene
que fundarse sobre los presupuestos de una "ética
argumentativa" donde las opciones políticas fuera del
marco de la legalidad constitucional serán reconocidas
como fuerzas políticas que también hacen parte del
escenario del ejercicio de la política,
entendiéndola como la facultad de pensar las soluciones
económicas, sociales y culturales para la
consolidación de la sociedad.
Negar el reconocimiento político al movimiento insurgente,
por ejemplo, como fuerza política alternativa que
también quiere acceder al poder y hacer parte de la
sociedad como partido, es negar la posibilidad de la existencia
del pluralismo como fuente de reflexión y
participación, a las diversas opciones políticas a
las que puede aspirar un país, una sociedad.
El exterminio de fuerzas políticas alternativas por parte
de oscuras y reconocidas fuerzas paramilitares es el más
vivo ejemplo de intolerancia política que persiste sobre
la sociedad. Del odio por opciones políticas diferentes,
por la defensa de privilegios y dogmatismos, se ha pasado al odio
por la alegría y la ternura que movimientos sociales
asumen cuando asumen la defensa por la vida. Una cultura por la
defensa de la vida son los valores
humanos universales que ya no tendrá retroceso en la
sociedad porque se habrá ganado una lucha contra la muerte
que quieren imponer los que no se pueden imaginar la vida y el
mundo de otra manera.
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